Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
(Fragmento)
Examen la propuesta de fuga
Critón: Pero, mi querido Sócrates, aunque estemos casi sobre la hora, escúchame y sálvate. Si mueres, no sufriré
una desgracia sola: por un lado, seré privado de un amigo tal como no he de hallar otro; por otro lado, muchos
que no nos conocen suficientemente, creerán que he sido negligente, ya que habría podido salvarte si hubiera
estado dispuesto a gastar dinero. Y acaso ¿hay algo que pueda parecer más vergonzoso que el tener en más al
dinero que a sus amigos? Porque la mayoría de la gente no se convencerá de que eres tú mismo quien ha rehusado
salir de aquí y que nosotros hemos puesto el máximo de celo.
Sócrates: Pero mi buen Critón ¿por qué ha de preocuparnos tanto lo que opine la mayoría de la gente? Quienes
merecen mayor preocupación son los más capaces, y ésos sabrán que las cosas han pasado tal como han pasado.
Critón: sin embargo, Sócrates, mira que es necesario preocuparse de lo que opina la mayoría de la gente.
Precisamente estas cosas que pasan ahora ponen de manifiesto hasta qué punto es capaz esa mayoría de producir
no los males más pequeños sino prácticamente los más grandes, si se forman ideas erróneas.
Sócrates: Sería provechoso, Critón, que la mayoría de la gente fuera capaz de hacer los males más grandes, porque
entonces también sería capaz de hacer los bienes más grandes, y eso sería muy hermoso. Ahora bien, no es capaz
de una cosa ni de otra; y puesto que no pueden hacer a alguien sabio o insensato, obran sin mayores consecuencias.
Critón: Bueno, aceptemos que eso sea así. Pero dime, Sócrates: ¿no será que estás pensando en mí y en los demás
amigos, y que tengas miedo de que los sicofantes nos traigan problemas denunciando que te hemos sacado de
aquí, y nos hagan condenar a perder toda nuestra fortuna o parte de ella, o a sufrir cualquier otro castigo? Porque
si temes algo de esa índole, es hora de que te quedes tranquilo. Pues nos consideramos con derecho a correr ese
riesgo para salvarte y, si fuera necesario, mucho más aún. Pero tienes que hacerme caso y no obrar de otro modo.
Sócrates: Esas cosas me preocupan Critón, pero también muchas otras.
Critón: Bueno, en cuanto a ésas, entonces, no temas. Y en realidad no es mucho el dinero que pretenden recibir
algunos para ponerte a salvo fuera de aquí. Por lo demás ¿no ves qué fácil de sobornar son estos sicofantes, y que
no se necesita mucho dinero para ellos? En cuanto a ti, puedes contar con mi fortuna, y creo que será suficiente.
Además, si te preocupas por mí y crees que no debes gastar mi fortuna, hay aquí extranjeros dispuestos a hacer el
gasto: incluso ya uno de ellos, Simmias de Tebas ha aportado el dinero necesario para esto. Pero también está
dispuesto Cebes y muchos otros más. De modo que, como te digo, no titubees en salvarte por temor a esas cosas,
ni tampoco por temor a lo que decías en el tribunal; que se te haría difícil exiliarte, porque no sabrías qué pasaría
contigo mismo. En efecto, en muchos otros lugares adonde vayas estarán encantados de ti. Si quieres ir a Tesalia,
hay allí amigos que me dan hospitalidad y que te valorarán mucho, y te ofrecerán seguridad, de modo que nadie
te haga daño en Tesalia. Hay más, Sócrates: no me parece que vas a hacer algo justo, dejándote estar, cuando
puedes salvarte; te esfuerzas en que te suceda precisamente aquello en que se esfuerzan y se han esforzado tus
enemigos, que quieren que perezcas. Aparte de esto, me parece que abandonas también a tus hijos: te marchas,
dejándolos cuando puedes criarlos y educarlos. Así, en lo que a ti toca, que les suceda lo que venga, y lo más
probable que les suceda es lo que pasa habitualmente con los huérfanos en su desamparo. Porque una de dos: o
bien no hay que tener hijos, o bien hay que aguantarse cualquier penuria para criarlos y educarlos. A mí me parece
que, por el contrario, eliges lo más fácil. Hay que elegir lo que elegiría un noble y valiente, más aún tras haber
dicho durante toda la vida que hay que atender a la virtud. En cuanto a mí, me avergüenzo tanto por ti como por
nosotros tus amigos de que parezca que todo esto que te pasa se haya producido por nuestra cobardía: primero, la
apertura del proceso, al comparecer ante los tribunales, cuando podías no haber comparecido, después, el proceso
judicial tal como se desarrolló; y, por último, como ridícula culminación del asunto, que se piense que hemos
dejado pasar la oportunidad por negligencia y cobardía; que ni nosotros te hayamos salvado ni tú mismo hayas
hecho algo cuando era posible, por poco que fuera lo que de útil hubiésemos hecho. Resuelve entonces, aunque,
en realidad, ya no es momento de resolver sino de tener las cosas resueltas. Y una sola resolución queda, pues
todo deber ser realizado la noche próxima. Si nos seguimos demorando, después será imposible. De cualquier
forma, Sócrates, hazme caso y no obres de otro modo.