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Instituto superior particular incorporado N° 9145

“católico de enseñanza superior”

Materia: Historia Europea

Tema: El Cristianismo en el Imperio


Romano

Docente: Alberto Villalba

Alumno: Robertino Spadoni

Curso: 1° Año-Historia

2019
Introducción

La religión cristiana fue desde hace muchos años uno de los cultos que más
influencia tuvo en el mundo occidental a través de la historia. Surgida tras la crucifixión
de Jesús comenzó un proceso de expansión hacia todo el mundo teniendo un fuerte
impacto en la roma imperial.
En sus inicios perseguida y posteriormente tolerada (con múltiples vaivenes en
el camino), llego a convertirse en la religión oficial del imperio tras la crisis del
paganismo romano y las múltiples religiones que circulaban en los amplios territorios
del imperio, sobreviviendo a su caída y dejando una marca ideológica en el futuro de
la historia no solo europea, sino también mundial.

La religión en el Imperio antes del Cristianismo

La religión oficial del imperio romano estaba constituida por diversos dioses con
la Triada capitolina a la cabeza (Júpiter Juno y minerva). Durante el principado de
Augusto hubo un gran interés por restaurar las antiguas tradiciones, dentro de las
cuales, la religión poseía un valor fundamental, a través de ella se buscaba una
restauración de los valores morales de antaño, múltiples templos y capillas se ven
construidos o restaurados como política para restituir la moral del imperio.
Una de las características principales del imperio romano, era la de su
aceptación, al menos en gran parte de las culturas conquistadas. El ámbito religioso
no es la excepción, dentro del imperio romano convivían una gran cantidad de
religiones de diversos orígenes, que lejos de ser prohibidas eran aceptadas cuando
no adoptadas por los habitantes del imperio.
Como señala Peter Brown: “Las sociedades que se ven sometidas a grandes
tensiones normalmente se tranquilizan si, cuando menos, hay un aspecto de su vida
cotidiana que no se ve modificado […] se consideraba de sentido común que existieran
diversas divinidades.”1 Las religiones politeístas al estar constituidas por diversos
dioses permiten una mayor apertura a la aparición de nuevas deidades, lo que les

1
Brown P., El Primer Milenio de la Cristiandad Occidental, Critica, Barcelona, 1997 pág. 29

1
permite aceptar la existencia de dioses ajenos. Cuando se conquistaba una región,
sus habitantes podían mantener su culto prácticamente intacto, esto no quiere decir
que no hubiera una supremacía de la religión romana, de hecho, muchas veces se
consideraba a los Dioses romanos como deidades superiores a las locales.
A su vez Durante el Imperio se inició el “Culto Imperial”, en el cual a la figura del
emperador era vista no solo como el regente del imperio, sino también como su
protector, dándole una imagen divina, concepción que fue heredada del helenismo.
En el caso de Augusto se debió a su filiación con Julio Cesar, quien ya había sido
divinizado por grandes sectores de la sociedad romana. Es así como se inicia una
época donde los emperadores son vistos en vida como una figura divina que
representa la sacralidad del mismo estado romano para luego, tras su muerte,
convertirse en nuevas deidades dentro de la religión oficial.
Este privilegio, sin embargo, no era aplicado a todos los emperadores. La
anexión de los diversos emperadores dependía del apoyo senatorial. Emperadores
como Nerón o Calígula, por poner dos ejemplos, eran recordados como emperadores
sanguinarios y caprichosos, carentes de virtud y alejados del apoyo del senado, no
fueron aceptados para ostentar el derecho divino. Tampoco era extraño que otros
miembros de la familia del emperador fueran divinizados como las hermanas y las
esposas de los mismos.
Esta imagen del emperador como ser divino era fundamental ya que le daba
una cohesión y una justificación ideológica al gobernante y al mismo imperio. Según
Pierre Grimal: “La función imperial es inseparable de la sacralidad. El emperador es
Augustus por el hecho mismo de haber llegado al poder. No tiene necesidad de otra
justificación más que sus actos. Su divinidad es inherente a la institución del
principado, base fundamental del Imperio.”2

La aparición del cristianismo y su persecución

La expansión de la nueva religión que era por ese entonces el cristianismo no


pasó desapercibida dentro del imperio. Su doctrina resultaba disruptiva ya que en ella
todos se encontraban atados a las mismas leyes universales estructuradas por el
pecado y la salvación. Si tenemos en cuenta que a lo largo de la historia de Roma

2
Grimal. P., El imperio Romano, Titivilus, 1993, pág.: 52

2
había una manera muy marcada de estratificación social en la que cada sector de la
población tenía una posición ante la ley marcada por la desigualdad, este mensaje
resultaba muy peligroso para la élite dominante.
Pero más importante aún resulta remarcar el problema que representaba para
la figura del emperador. En su visión monoteísta Dios se presenta como la única
deidad existente, de esa manera el carácter sagrado del emperador corría peligro.
Esta visión no solo rebajaba el nivel en el que se encontraba el emperador, sino que
le quitaba la legitimidad sagrada que le confería parte de su poder a nivel ideológico.
Retomando el comentario previamente citado de Brown, si las religiones
politeístas tienen una mayor compatibilidad a aceptarse y fusionarse entre ellas, el
cristianismo en su monoteísmo resulta completamente incompatible con otras
religiones ya que su verdad se presenta como la única aceptable. En el mismo texto
más adelante, este autor remarca que una de las diferencias entre las religiones
politeístas que se practicaban en todo el territorio del imperio y el cristianismo era que
mientras en el politeísmo los dioses de menor categoría eran presentados como seres
que podían a veces ser malos y otras buenos o incluso poderosos. Pero el
cristianismo, en cambio, los presentaba a todos (no se negaba su existencia) como
seres malvados que alejan al hombre del género humano del único y verdadero Dios.
En este aspecto, el cristianismo se presentaba como no solo un ataque al
ámbito religioso del imperio, sino a la cultura romana en general que se veía acusada
de obsoleta. Es por esto que la persecución hacia el cristianismo en la primera mitad
del imperio no se presenta únicamente como una persecución puramente religiosa,
sino como una persecución también social, política e ideológica.
Es por estas cuestiones que en sus primeros momentos de expansión la
religión cristiana se vio perseguida y segregada en múltiples zonas del imperio. Ya en
los tiempos del emperador Nerón (54-68 d.C) se pueden apreciar actos contra el
cristianismo como cuando fueron acusados de ser los causantes del incendio de roma.
Esta persecución, sin embargo, no se dio ni en todas partes ni todo el tiempo. Se
intercalaban tiempos de persecución y tiempos de paz, lo que permitió que el
cristianismo pueda seguir expandiéndose, principalmente en Oriente, pero también en
la misma ciudad de Roma y ciertas provincias occidentales ganando un gran número
de seguidores incluso, eventualmente, entre la aristocracia romana3, es decir, no se

3
Incluso el autor Michael Man, afirma que la mayoría de los cristianos eran pertenecientes a la “clase media”.

3
trató de una persecución sistemática. Ya para el siglo III la cantidad de fieles que
sumaba el cristianismo llevo a la creación de una institución estratificada con obispos,
diáconos y otros puestos de poder claramente separados de los laicos.

Constantino

Tras la fallida tetrarquía inaugurada por Diocleciano en el año 293, llega al


poder el emperador Constantino quien para el año 324 ya ostentaba un poder supremo
habiendo derrotado a Licinio, el otro Augusto de Roma. Fue durante su reinado en el
que se tomaron las medidas que transformarían a Roma en un imperio cristiano.
Siendo un firme seguidor de la doctrina cristiana, vio en ella, Según Asimov, un
arma poderosa para asegurar la unidad del imperio. El problema estaba en que el
cristianismo era una religión que poseía en ese entonces múltiples doctrinas que no
se encontraban propiamente institucionalizadas, por lo que en el año 325 convoco en
la ciudad de Nicea el primer concilio ecuménico al que asistieron múltiples obispos.
En la reunión se buscaba un acuerdo común para definir cuál de todas las
doctrinas cristianas era la adecuada para el imperio. Las dos principales enfrentadas
en el concilio fueron la postura del diacono Atanasio y el Arrianismo. Tras un debate
los obispos eligieron a Atanasio por sobre Arriano y se publicó la declaración oficial
llamada “El Credo de Nicea” en la que la doctrina propuesta por Atanasio era la que
todos los cristianos del imperio debían predicar. Esta propuesta ganadora es la que
llamamos catolicismo.
Pese al acuerdo llegado en el concilio de Nicea, su efectividad no fue absoluta
y el arrianismo siguió teniendo un gran número de seguidores, de esta manera se
generó una división en el imperio con un oriente con una minoría arriana y un
occidente mayormente católico. A su vez el traslado de la capital del Imperio hacia
Constantinopla genero una lucha del poder entre el obispo de Roma y el de
Constantinopla quien se volvió el más importante por encontrarse más cerca del
emperador, de hecho, el propio Constantino termino por decantarse por el arrianismo.

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Roma Cristiana
A partir de aquí el cristianismo se convertiría en la religión oficial del Imperio
Romano, sin embargo, esto no significaba que las religiones paganas hubieran
desaparecido, pero al mismo tiempo tampoco fueron consideradas, según Brown
como “religiones vivas”4 sino que sobrevivía como una superstición, una fe obsoleta.
Más tarde añade que el propio Constantino y sus sucesores, prohibieron, los
sacrificios rituales, destruyeron templos y se vieron implicados en actos de violencia
hacia lugares de culto paganos. Algunos ritos podían seguir siendo practicados, según
el propio Constantino, mientras no se vean los cristianos obligados a participar en ellos
y se aceptara la obsolescencia de su fe.
El último intento por parte de un emperador de intentar hacer retroceder la ya
inevitable cristiandad del Imperio fue Juliano (361-363) el último de la dinastía
Constantiniana. Defensor de la religión pagana impulso reformas a favor de ella pero
que ni siquiera los propios paganos aceptaron. Tras su muerte, el paganismo perdió
toda posibilidad de volver al poder.
La victoria final del cristianismo llegaría con el emperador Teodosio I quien
favoreció a los cristianos volviéndola la única religión legal en el 380 derrotando
finalmente al paganismo. Esta derrota derivo en actos de violencia hacia los paganos.
A través de este favorecimiento del cristianismo se buscaba la unidad política y
religiosa para frenar la amenaza bárbara del exterior. En oriente el emperador Eugenio
intentó resucitar la fe pagana, pero fue finalmente derrotado por Teodosio, quien así
toma control sobre todo el imperio.
Según los autores A. Gonzales Blanco y J. Molina Lopez: “La única vía posible
para la supervivencia del Imperio era el cristianismo. Desde el momento en que
Imperio e Iglesia comparten una empresa común, puede decirse que nació la Europa
cristiana”.5

Tras la Caída del Imperio


Tras un periodo de intensas alianzas y peleas internas y externas con los
pueblos bárbaros el Imperio Romano de Occidente cayo en el año 476. En el proceso
la ciudad de roma fue saqueada dos veces, la primera de estas en el 410 reavivo en

4
Brown P., El Primer Milenio de la Cristiandad Occidental, Critica, Barcelona, 1997 pág.: 41
5
En Fernández nieto F. coord., Historia Antigua de Grecia y Roma, Tirant lo Blanch, Valencia, 2005

5
parte el conflicto pagano-cristiano, con el paganismo alegando que era un castigo de
los dioses y los cristianos por los pecados de Roma.
Los pueblos “barbaros” que protagonizaron los eventos posteriores, eran
culturas que fueron romanizadas hacía tiempo y como herederos de parte de la cultura
romana el cristianismo formaba parte de esa herencia.
Tras la caída del imperio romano estos pueblos barbaros romanizados
comenzarían a formar sus propias naciones que más tarde o más temprano
adoptarían la religión cristiana y por consiguiente una ideología, cultura y modo de
vida. El occidente de herencia clásica y cristiana había comenzado.

Conclusión
La religión es mucho más que la simple creencia en deidades y fuerzas
superiores, se trata también de un conjunto de creencias que estructuran la vida
personal y social no solo a nivel individual sino también colectivo. Es también una
fuente de poder, si se trata de una religión jerarquizada, aquel que posea el rango
máximo tendrá una dotación de poderes y prestigió que lo elevara por encima del resto
de la población común.
A lo largo del Imperio Romano, esto resulta muy visible, después de todo el
carácter sagrado del emperador resultaba uno de los tres factores más importantes
para la justificación del poder que se le concedía (junto con el apoyo del senado y del
ejercito). Es también a través de su religión futuramente pagana que el imperio busco
en sus orígenes remitirse a una moral de antaño que era vista como el sinónimo de
un pasado mejor.
Constantino al realizar el giro hacia el cristianismo para todo el imperio no
buscaba solamente estatalizar y difundir las creencias a las que era devoto, sino que
también buscaba la unidad política y religiosa del imperio para hacer frente a una
amenaza exterior en un momento en que la religión pagana se encontraba en una
crisis que reflejaba con ello una crisis a nivel social y político.
Es también notable que tanto la republica como el imperio en su política de
tolerancia tanto cultural como religiosa (en gran parte posibilitada por el carácter
politeísta de la religión oficial), logro tener un largo período paz social.
Al pasarse a la religión cristiana, Roma no solo modificaría su propia historia,
sino que marcaría una de las bases para el occidente que persiste hasta nuestros
días.

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Bibliografía

 Asimov, I., El Imperio Romano, https://bibliotecadigitalei.files.wordpress.com/2017/07/el-


imperio-romano.pdf
 Brown P., El Primer Milenio de la Cristiandad Occidental, Critica, Barcelona, 1997
 Fernández nieto F coord., Historia Antigua de Grecia y Roma, Tirant lo Blanch, Valencia, 2005
 Grimal. P., El imperio Romano, https://www.lectulandia.co/book/el-imperio-romano-pierre-
grimal/
 Mann. M., Las fuentes del poder social I, Alianza, Madrid, 1991

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