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RAFAEL A.

TORRECH SAN INOCENCIO


HISTORIADOR

19 Noviembre 2010

http://www.elnuevodia.com/columna-guajanas-821084.html

Guajanas
De Isabela a San Juan, recorriendo modernas autopistas y caminos de otros siglos, me sorprende
la persistencia de las guajanas, cual crin de corcel que cabalga con el viento.

Evocan tiempos no tan antiguos cronológicamente, aunque sí anímicos, cuando la caña de azúcar
empleaba a miles de puertorriqueños. Sobreviven en pequeños puñados a lo largo de ríos y
quebradas, y como parchos tímidos que interrumpen la continuidad del pasto y los arbustos que
acaparan una tierra otrora cuidadosamente cultivada.

Como tantas muchas cosas en nuestra Patria, nuestra agricultura ha sido eminentemente
colonialista. Los cultivos de subsistencia cedieron en importancia ante el afán de hacer de la Isla
una colonia explotable. Las metrópolis europeas convirtieron al Caribe en una factoría de cultivos
de exportación. A fin de cuentas, ¿para qué son las colonias, si no es para explotarlas?

La resistencia nativa siempre estuvo ahí. Ante la indiferencia, la tributación excesiva y las
precarias vías de acarreo para los productos agrícolas, los puertorriqueños recurrieron al hato. En
fincas marginales, cebaron ganado, caballos, cerdos y cabras para su sustento; y para el
contrabando a las islas vecinas, ya abrumadas por el intenso monocultivo de la caña de azúcar.
Pero ante el afán de sustituir el ingreso de las nuevas repúblicas bicentenarias de América
Latina, España desmanteló los hatos y articuló una agricultura colonialista de caña, tabaco y
café. Los estadounidenses posteriormente magnificaron el modelo agrícola colonialista mediante
las grandes, acaparadoras y explotadoras factorías centrales de los latifundios absentistas de
caña de azúcar.

A fin de cuentas, el verdadero problema con la agricultura puertorriqueña es que siempre ha sido
de corte colonialista. Hemos perdido la capacidad de hacer producir para nosotros la tierra viable
que nos queda, y nos alimentan las grandes cadenas de abastos estadounidenses.

Hay espacio en el País para una agricultura viable y soberanista. Que estimule productos de
auto-subsistencia y reduzca la importación de alimentos del extranjero. Que proteja
tarifariamente los productos de alto rendimiento cuya exportación adelante nuestro desarrollo
económico, y que aplique el caudal de saberes de la tecnología agrícola y alimentaria.

Así como las guajanas, como lanzas persas al aire, transmiten la persistencia de la viabilidad de
nuestra tierra, la voluntad de una agricultura soberanista debe proyectarse como alternativa
complementaria y consecuente a la industria del conocimiento, terminando para siempre los
siglos de explotación ajena y colonialista de nuestros recursos patrios.

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