Está en la página 1de 1

Compañeras y compañeros,

Alumnas y alumnos,
Comunidad de Zacapu

Hoy hacemos acto de presencia con motivo del 98 aniversario de la Consumación de la Independencia
de México. Más allá de los avatares posteriores de la historia —de los de recuerdo y de olvido, de la
gloria de la República y del afanoso olvido del Imperio—; más allá del siempre equívoco derrotero
que acompaña al destino de toda historia, pues la historia es la libertad y, por ello, lugar de aciertos y
de yerros, lugar de reivindicaciones tanto como de negaciones; más allá, en fin, de la humanidad
errante de la historia, toda conmemoración es un símbolo, es decir, la cifra de una posibilidad de
creación en el presente.
¿Qué nos dice, hoy, en nuestro presente, el recuerdo vivo de la Consumación de nuestra
Independencia? ¿Qué nos dice este hecho, convertido aquí en símbolo, a nosotros, mexicanas y
mexicanos actuales? Si el tono de nuestro tiempo ha llegado con claridad a nuestra mirada, si no de
manera meridiana, por lo menos sí de manera elemental, puede ser la ocasión nuestra de evocar un
perenne valor de las sociedades modernas: el valor de la unidad. Pero no la unidad vacía de una pobre
igualdad; tampoco, por supuesto, la unidad falsa, sólo simulada, de la unidad al precio del
acallamiento de graves diferencias que han terminado por convertirse en faltas a la integridad de la
equidad. No, de ninguna manera. Hablamos de la unidad que se cifra en la riqueza de la diversidad y
en la generosidad del reconocimiento mutuo en nuestras diferencias que son, a fin de cuentas,
manantial de un porvenir de seres humanos libres y creadores.
Estamos aquí, en este día de comienzos del otoño, para darnos la serenidad que, después de un
agitado verano en la historia, necesitamos para recogernos en una necesaria meditación sobre el
porvenir de nuestra libertad, pues la sabiduría de la acción siempre solicita un momento de claridad
matizada con el fresco viento de la reflexión que atenúa con la virtud de la prudencia el fragor del
ímpetu ígneo. Celebremos la calma que nos brinda la luz tranquila de la paz que nos ofrece el símbolo
de la Consumación para sentirnos convocados por el llamado a la concordia entre nosotros.
Hagámonos ricos reconociéndonos en la unidad de nuestras diferencias y de nuestras
singularidades, y hagamos eco de la univocidad de nuestra pertenencia a una misión histórica por el
camino del mutuo reconocimiento, de la correspondencia en el valor de cada una y de cada uno de
nosotros, como herederos de aquel día de 1821 en que la paz llegó a la tierra de nuestros padres y de
nuestras madres para llamarnos, ya no a la división de la guerra, sino al triunfo de la paz; triunfo de
la vida que anhela la concordia en una consumación que desea el sendero de la inteligencia en común.
Seamos cifra afirmativa de nuestra solidaridad: por la riqueza de nuestra unidad plural.

También podría gustarte