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Serbia en 1915
En 1915, Serbia, no obstante hallarse en el centro de todas las intrigas al inicio de la Primera
Guerra Mundial, seguía controlando todo su territorio nacional, habiendo logrado hasta el
momento resistir todos los intentos de avance de los ejércitos austriacos. Las ofensivas del
ejército austrohúngaro de agosto y noviembre de 1914 habían supuesto humillantes fracasos
para el Imperio austriaco, que no había logrado someter a la llamada "víbora serbia". El
aplastamiento de Serbia pasó a ser entonces para los Imperios Centrales no únicamente un
imperativo de tipo moral, sino también un objetivo estratégico de primera magnitud.
Efectivamente, alemanes y austriacos, cortados de contigüidad territorial con su precioso
aliado otomano, tenían problemas para enviar material militar a Turquía debido a su
aislamiento, tanto más cuanto que esta se encuentraba justo por entonces atacada por los
Aliados en una zona demasiado cercana al vital centro del país, mediante el desembarco en
los Dardanelos. Como beneficio adicional para las Potencias Centrales, la invasión de Serbia
debía permitir a los austro-alemanes atraer a Bulgaria a sus propias filas.
En 1915, Serbia resistía, aunque se encontraba exangüe, agotada por una sucesión de
guerras que ya duraban varios años. Se encuentra aislada, y su posible aliado, Grecia, daba la
callada por respuesta ante las peticiones de ayuda serbias. Este contexto poco favorable fue
el que fuerza a Serbia, a pesar de sus victorias, a emplear una estrategia de defensa pasiva.
El 6 de septiembre de 1915, Bulgaria firmó un tratado de alianza con las Potencias Centrales,
que a cambio prometieron a Fernando I de Bulgaria devolverle la Macedonia de la que les
había despojado en 1913 el Tratado de Bucarest; también se prometió a los búlgaros una
buena parte de la Serbia tradicional.
Serbia se hunde