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CUENTO

Érase una vez una cerdita que nació en una granja de la montaña. Desde
pequeña resultó ser muy, muy amable con los otros animalitos de la granja.
Con el gallo Tocayo que tenía muy mal genio, especialmente al despertar y
por eso chillaba tanto y tan alto. La cerdita todos los días le daba los buenos
días y le agradecía haberle despertado.
También era amable con el ganso Cocoliso, que era un poco pesado y le daba
muchos sustos.
La cerdita, entonces, le decía de buenas formas: “Ya sé Cocoliso que eres un
ganso y tienes que hacer gansadas, pero a veces no me hacen gracia tus
bromas y preferiría que fueras como la gallina Carioca, que baila como una
loca”.
La perrita Pintita y su madre Pequita, al principio la despreciaban porque era
una cerdita y andaba suelta, en vez de estar en su pocilga. Ante esto la
cerdita les decía “Soy diferente, pero no soy fea”
Y con el tiempo se cayeron mejor y mejor y más aún cuando les ayudó con las
ovejas.
Cuando vio a las ovejas se acercó a charlar con ellas. Las ovejas, extrañadas
de que alguien les hablara y tratara bien en vez de chillarles. Les costó
empezar a hablar, pero luego les gustó.
Y a partir de ese momento, las ovejas iban encantadas de paseo con la
cerdita.
Un día, de repente, el amo encerró a la cerdita en la pocilga, y en la granja
empezó a pasar algo raro: Tocayo dejó de cantar, Cocoliso se puso serio,
Carioca dejó de bailar, Pintita y Pequita ya no ladraban y las ovejas no
querían salir al campo. Todo empezó a cambiar, los animalitos dejaron de
hablarse y se enfadaban y peleaban, era como si al desaparecer la cerdita
hubieran perdido las razones para ser amigos o amigas.

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