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Ésta se funda en que sus actuaciones puedan realizarse técnicamente, conforme a los criterios propios de
los derechos humanos, para lo cual resulta fundamental: garantizar los trabajos técnicos de la CNDH;
asegurar que quien presida esa institución garantice un trato igualitario a través de sus facultades de
investigar, sin discriminación ni discrecionalidad hacia las víctimas de violaciones de derechos humanos;
y evitar un uso político de las recomendaciones que emita. Para ello es urgente que la nueva presidencia
manifieste un claro compromiso con la revisión pública, transparente y participativa de los criterios con
que se realizan las investigaciones de las violaciones de DDHH.
La labor técnica que realiza la institución no debe verse comprometida por presiones o injerencias, ya
sean del poder político o de cualquier otro. Los antecedentes de cualquier aspirante que demuestren que
ha comprometido sus labores técnicas por intereses políticos, deben desacreditarle para conducir la
CNDH.
La pertinencia del plan de trabajo, del perfil y de la trayectoria de los aspirantes debe ser el fundamento
para la designación de la próxima presidencia de la CNDH. Toda valoración de quién llega a la CNDH
debe partir de indicadores que evalúen el reconocimiento de la autonomía de la institución a partir de
estos tres aspectos, de otra forma es entregar un cheque en blanco para un uso discrecional o selectivo de
los casos, violando así el derecho a la igualdad y no discriminación de las víctimas, y sirviendo para usar
con fines políticos sus agravios.
Es necesario que el país conozca los indicadores utilizados, si éstos permitieron dar cuenta de la
pertinencia de sus planes de trabajo para cumplir con su función técnica, sin trato selectivo de los casos
y las víctimas, si las personas candidatas previamente han sobrepuesto sus intereses políticos a sus
funciones técnicas y, derivado de ello, cuáles fueron las calificaciones asignadas.