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Los emoticonos y la comunicación no verbal (y

porqué conviene usarlos)


18 DE FEBRERO DE 2016

El profesor de Carnegie Mellon Scott E. Fahlman, el primero en usar


un emoticono el 19 de septiembre de 1982. (GTRES).

La comunicación no verbal también existe sin tener presente a nuestro


interlocutor. Aunque, por otro lado, sabemos que es indispensable a
través de las expresiones de la cara, la entonación de las palabras o
las distancias, poder identificar sentimientos o estados de ánimo en la
otra persona. En la comunicación electrónica estos tres
indicadores no verbales están siendo sustituidos por un nuevo
lenguaje simbólico o gráfico, el de los emoticonos.

Estas ‘caritas’ que ahora usamos con tanta soltura tuvieron un origen
bastante curioso. Todo comenzó en al inicio de la década de los 80
por un malentendido en el foro de profesores de una universidad
estadounidense. El profesor de informática bromeaba con sus
compañeros: “Accidente en el departamento de Física. Ascensor
contaminado de mercurio. Existe un pequeño riesgo de incendio. La
descontaminación terminará a las 8 de la mañana del viernes”. A sus
compañeros aquello les debió parecer creíble y fue un caos. El
profesor reconocía que sus palabras le traicionaron y que le faltaba
un elemento para transmitir por escrito que algo era
un chiste, entonces se le ocurrió añadir: dos puntos, un guión y un
cierre de paréntesis “🙂 esto para las bromas, léanlo de lado”.

Desde entonces su uso se propagó a diferentes universidades y el


número de símbolos también se fue ampliando. Pero ha sido
recientemente cuando los científicos están descubriendo el poder,
las peculiaridades y los efectos de estos iconos en nuestra vida
diaria e incluso en nuestro cerebro.

Por ejemplo, las mujeres usamos con mayor frecuencia los


emoticonos que los hombres. Esto puede deberse a que en la
realidad somos más expresivas con nuestra cara y gestos y que
además tengamos una mayor necesidad de transmitir nuestros
sentimientos a los demás. Sin embargo, en la mensajería instantánea
a través de móvil se ha encontrado que los hombres suelen emplear
emoticonos para el humor y para mostrar emociones, mientras
que las mujeres los usan generalmente para expresar sarcasmo;
pero el patrón de uso en base al género es muy similar.

El uso de los
emoticonos positivos en las redes sociales incrementan nuestro
poder social. Provocan una reacción muy agradable en el receptor y
no restan credibilidad al mensaje, incluso en contextos profesionales o
de negocio.
Los estudiantes participaban más en las clases interactivas cuando
se usaban emoticonos en los foros de discusión por parte del
profesorado.

Incluir caras sonrientes en las evaluaciones no tan positivas de los


empleados disminuyen la percepción de negatividad y provoca que
éstos reconocieran las críticas y se las tomaran constructivamente.

Los emoticonos estimulan una actividad cerebral muy similar a la que


se activa cuando vemos realmente un rostro humano. El cerebro
responde a una sonrisa humana de la misma manera que cuando
lee un 🙂. Se trata de una importante señal de que el cerebro
humano ha evolucionado y se ha adaptado a un nuevo procesamiento
neuronal producto de un fenómeno cultural y de lenguaje.

Nos comunicamos con imágenes sin ser conscientes de que para


algunas personas es su único medio de conexión con el mundo. Estas
caritas son vitales y se convierten en el alfabeto, por ejemplo,
de niños con dificultades comunicativas para expresar sus
estados de ánimo. Su uso es corriente en personas con autismo,
parálisis cerebral, sordera o Síndrome de Down. A partir de los
emoticonos no solo se comunican sino que también aprenden y
mejoran su calidad de vida.

Ciertamente los emoticonos transmiten emociones complejas y


relevantes que las palabras por sí mismas no pueden. El futuro de
estos símbolos parece ser que éstos se tornen más elaborados e
idiosincrásicos, es decir, que sean capaces de captar nuestra propia
apariencia, lenguaje corporal o tono de voz para convertirse en
auténticos representantes de nuestra figura.

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