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EL TERCER JINETE
AMHUGO GUZMAN
OR SALTILLO, 23 DE OCTUBRE DE 2019 E V
Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: «Ven».

Miré, y vi un caballo negro.

El que lo montaba tenía una balanza en la mano.

En el comienzo del tercer milenio, la humanidad se despierta, estira las extremidades y se limpia
los ojos.

Todavía vagan por su mente recuerdos de alguna pesadilla horrible. «Había algo con alambre de
púas, y enormes nubes con forma de hongo.

¡Ah, vaya! Solo era un mal sueño.»

Se levanta , se dirige al baño, se lava la cara,se ve al espejo y observa sus arrugas, se sirve un de
café y abre el periódico. «Veamos qué hay hoy en la agenda.»

La hambruna, la peste y la guerra fueron los siempre los primeros puestos de la lista en la agenda
de la humanidad, a lo largo de miles de años, la respuesta a esta cuestión había pemanecido
invariable.

Estos mismo tres problemas que azotaron a los pobladores de la China del siglo XX, a los de la
India medieval y a los del antiguo Egipto.

Generación tras generación, los seres humanos hemos rezado a todos los dioses, ángeles y santos,
se inventaron innumerables herramientas, instituciones y sistemas sociales..., pero aun asi
siguieron muriendo por millones a causa del hambre, las epidemias y la violencia.

Muchos pensadores y profetas concluyeron que la hambruna, la peste y la guerra debían de ser
una parte integral del plan cósmico de Dios o de nuestra naturaleza imperfecta, y que nada
excepto el final de los tiempos nos libraría de ellas.

Los Jinetes del Apocalipsis son los cuatro caballeros que se describen en la primera parte del
capítulo sexto del Apocalipsis. que montan en caballos blanco, rojo, negro y bayo. Que
representan y son alegorías de la conquista o la Gloria, la guerra, el hambre y la muerte,
respectivamente

Sin embargo, hoy la humanidad se despierta y descubre algo diferente.

La mayoría de la gente rara vez piensa en ello, pero en las últimas décadas hemos conseguido
controlar la hambruna, la peste y la guerra.

Desde luego, estos problemas no se han resuelto por completo, pero han dejado de ser fuerzas de
la naturaleza incomprensibles e incontrolables para transformarse en retos manejables.
No necesitamos rezar a ningún dios ni a ningún santo para que nos salve de ellos. Sabemos muy
bien lo que es necesario hacer para impedir el hambre, la peste y la guerra., y generalmente lo
hacemos con éxito.

Es cierto: todavía hay fracasos notables, pero cuando nos enfrentamos a dichos fracasos, ya no
nos encogemos de hombros y decimos: «Bueno, así es como funcionan las cosas en nuestro
mundo imperfecto» o «Hágase la voluntad de Dios».

Por el contrario, cuando el hambre, la peste o la guerra escapan a nuestro control, sospechamos
que alguien debe de haber cometido un error, organizamos una comisión de investigación y nos
prometemos que la siguiente vez lo haremos mejor.

Y, en verdad, funciona.

De hecho, la incidencia de estas calamidades va disminuyendo.

Por primera vez en la historia, hoy en día mueren más personas por comer demasiado que por
comer demasiado poco, mueren más por vejez que por una enfermedad infecciosa, y mueren más
por suicidio que por asesinato a manos de la suma de soldados, terroristas y criminales.

A principios del siglo XXI, el humano promedio tiene más probabilidades de morir a consecuencia
de las hamburguesas de McDonald's que a consecuencia de una sequía, el ébola o un ataque de
Al-Qaeda.

Hoy, todos conocemos la sensación del hambre cuando no se almuerza, cuando ayuna en alguna
fiesta religiosa o cuando pasamos unos días con batidos extraños como parte de una nueva dieta
milagrosa.

Pero ¿cómo se siente uno cuando no ha comido durante días y días y no tiene idea de cuándo
conseguirá el siguiente bocado?

En la actualidad, la mayor parte de la gente nunca ha vivido este tormento insoportable. Nuestros
antepasados, lo conocieron demasiado bien.

Asi que cuando pedian a Dios: «¡Nuestro pan de cada dia!», esto era en lo que pensaban.

Ciertamente, la pobreza causa otros muchos problemas de salud, y la desnutrición acorta la


esperanza de vida incluso en los países más ricos de la Tierra.

Alrededor del 10 por ciento de la población padecen inseguridad nutricional.

Se despiertan por la mañana sin saber si tendrán algo que almorzar; a menudo se van a dormir
hambrientos, y por ello su nutrición es desequilibrada y poco saludable: exceso de almidón, azúcar
y sal, asi como déficit de proteínas y vitaminas.

Pero la inseguridad nutricional no es hambruna

Actualmente, en la mayoría de los países, comer mal y en exceso se ha convertido en un problema


mucho peor que el hambre.
Mientras que los ricos comen ensalada de lechuga organica con quinoa, el gran numero de la
población de las ciudades basan la alimentación diaria con la dieta del Oxxo atracándose de fideos
instantáneos, submarinos, Cheetos, hamburguesas y pizzas.

En 2018, más de 2.200 millones de personas tenían sobrepeso, frente a los 850 millones que
padecían desnutrición.

Se espera que la mitad de la humanidad sea obesa en 2030.

En 2016, la suma de las hambrunas y la desnutrición mató a alrededor de un millón de personas,


mientras que las complicaciones de la obesidad mataron a tres millones de seres humanos.

Nuestro poder para frenar a los jinetes cada vez es mayor. Durante los últimos cien años, los
avances tecnológicos, económicos y políticos han creado una red de seguridad cada vez más
grande y eficiente que aleja a la humanidad de los riesgos biológicos de la pobreza.

Un ejemplo.

Hace pocas décadas, China era sinónimo de escasez de alimentos, durante el régimen de Mao
Zedong entre 1958 -1961 al iniciar una campaña de trasformación de la economía agrícola a
industrial decenas de millones de chinos murieron de hambre durante el desastroso Gran Salto
Adelante

En 1974 se celebró en Roma la primera Conferencia Mundial de la Alimentación de la FAO, ahí se


afirmo de manera apocalíptica que no había manera de que China alimentara a sus 1.000 millones
de habitantes, y que el país más poblado del mundo se encaminaba a la catástrofe.

En realidad, se encamino hacia el mayor milagro económico de la historia.

Y es que desde 1974 las cosas cambiaron radicalemtne , se ha sacado de la pobreza a centenares
de millones de chinos y por primera vez en su historia China está ahora libre de hambrunas.

Continuamos

De cuando en cuando se producen aún hambrunas masivas que devastan algunas regiones, pero
son excepcionales y casi siempre son a consecuencia de la política humana y no de catástrofes
naturales.

En la mayor parte del planeta, aunque una persona pierda el trabajo y todas sus posesiones, es
casi imposible que muera de hambre. Asociaciones, institutos privados, entidades
gubernamentales y ONG internacionales quizá no la rescaten de la pobreza, pero le
proporcionarán suficientes calorías diarias para que sobreviva.

Ademas estas catástrofes resultan una buena noticia y es que las redes de comercio transforman
las desgracias como sequías e inundaciones en grandes oportunidades de negocio, y hace posible
superar de manera rápida y barata la escasez de alimentos, con una sustancial ganancia
obviamente
Incluso cuando las guerras, terremotos o tsunamis devastan países enteros, nuestros esfuerzos
pueden impedir con éxito las hambrunas.

Aunque centenares de millones de personas siguen pasando hambre casi a diario, en la mayoría
de los países pocas mueren en realidad de hambre.

Hoy, tenemos el poder controlarlos

Entonces ahora el hombre puede alzar la mirada y empezar a contemplar nuevos horizontes.

Si en verdad estamos poniendo bajo control el hambre, la peste y la guerra,

. ¿Cuáles son, por tanto, las nuevas prioridades en la agenda del ser humano?

Si ya no hay hambrunas, plagas y guerras ello se debe al crecimiento económico, que nos provee
de abundante comida, medicina, energía y materias primas. Quizás hasta un poco demas

Sin embargo, este desarrollo y superflua necesidad altera el equilibrio ecológico del planeta de
multitud de maneras, y muy pronto será difícil de sostener al ritmo de poder tener al que se nos
ha acostumbrado.

El colapso ecológico llevaría a la ruina económica, al desorden político y a la caída de nuestros


elevados estándares de vida, amenazando nuestra propia la propia existencia humana sobre el
planeta.

Claro que podríamos minimizar los riesgos retrasando el ritmo de progreso, pero, el poder se
siente tan bien y lamentablemente, cuando se ha de elegir, se opta por el crecimiento económico
antes que por la estabilidad ecológica.

Y será difícil que los humanos nos slleguemos a sentir satisfechos con nuestros logros, y siempre
queremos más…

Asi pues el proyecto central consistirá en proteger a la humanidad y al planeta de los peligros
inherentes al propio poder acumulado por el ser humano.

Mientras llegan los jinetes

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