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Tema 2: Ética y moral

Esquema del tema:


1. Introducción.
2. Ética y moral.
2.1. Distinción entre moral, amoral e inmoral.
3. Valores y normas.
3.1. Los valores.
3.2. Los valores morales.
3.3. Las normas.
4. La conciencia moral.
5. Autonomía y heteronomía.
5.1. Obediencia y desobediencia.
5.2. La autonomía como aspiración

1. Introducción
Como cada principio de curso los profesores se empeñan en encargar
fotocopias a sus alumnos y tu amigo Carlos y tú bajáis a consejería para
hacerlas. La conserje ha salido un momento y no hay nadie, pero se ha dejado
el cajón donde guarda el dinero abierto. Tu amigo te pide que vigiles mientras
él coge dinero. Tú empiezas a dudar: por un lado es tu amigo y no te gustaría
que lo pillaran haciendo algo malo, además seguro que luego lo cuenta y tú no
quieres que la gente piense que eres un ladrón y desconfíen de ti. Pero hay
algo más, lo que hace Carlos no está bien ¿Qué es eso del bien y del mal? ¿Es
una tontería decir que algo está bien o mal? ¿Quién establece el bien y el mal?
Son nuestras creencias morales las que nos ayudan a distinguir entre el bien y
el mal, entre lo que debemos y no debemos hacer.
Todos tenemos una idea acerca de lo que nos parece aceptable e
inaceptable, admirable o despreciable. Todos sabemos, más o menos, cuándo
nos van bien las cosas y cuándo no. Tenemos una idea más o menos clara de
cuáles son nuestros derechos, es decir, qué esperamos que los demás hagan
por nosotros, y cuáles son nuestras responsabilidades y deberes (aunque nos
cueste un poco más reconocerlos). En definitiva, todos tenemos una idea
general de cómo vivir la vida, de qué es la felicidad y esto es lo que nos
permite distinguir entre el bien y el mal, de qué nos podemos avergonzar o de
qué nos podemos sentir orgullosos, qué podemos perdonar y qué no. Es decir,
establece nuestros modelos de conducta. De esto, en líneas generales, se
ocupa la ética y la moral. Podemos decir que la ética nos ayuda a orientarnos
en la vida. Antes de definirlas vamos a hablar un poco más de nosotros
mismos, de algunas peculiaridades de la especie humana.

Como ya vimos en el tema anterior el ser humano es un animal un poco


distinto del resto: es un ser que necesita vivir en sociedad, es libre y racional.
La mayoría de los animales cuando nacen necesitan aprender muy poco. La
mayoría de los peces, por ejemplo, crecen sin progenitores que les ‘digan’ como
comportarse o qué han de hacer en una situación peligrosa. Sin embargo, un
niño recién nacido no sabe hacer prácticamente nada: chupar, llorar y poco
más. Todo ha de aprenderlo y sin ese aprendizaje no logrará ser una persona;
no sabrá hablar y, por lo tanto, ni nos entendería ni lo entenderíamos. El
hombre necesita vivir en sociedad, en compañía de otros hombres para poder
desarrollarse, para aprender a ser un «ser humano».
Pero vivir en sociedad es complejo y para facilitar la tarea los humanos
hemos inventado una cosa muy útil: las normas. Las normas regulan el
comportamiento de los seres humanos. En general nos dicen lo que debemos y
podemos hacer y lo que no; hay normas que prohíben cosas, como por
ejemplo: «No se debe hablar con la boca llena», «No se puede fumar en los
centros de enseñanza» o «No se debe matar». Otras nos dicen o recomiendan
lo que debemos hacer: «Se debe ceder el asiento en el autobús a las personas
mayores o mujeres embarazadas». Hay normas de muchos tipos: de tráfico, de
educación o cortesía, de salud, etc. y entre ellas las normas morales que son
las que más nos interesan en esta asignatura. Antes de entrar de lleno en ellas
reflexionemos un poco más sobre las normas en general. Pensemos, por
ejemplo, en deportes como el fútbol o el baloncesto. Como todos los juegos, al
fin y al cabo, no son más que un conjunto de normas que sirven para definir el
juego y que podamos pasarlo bien. ¿Tendría sentido alguien que dijera lo
siguiente: «Quiero jugar con vosotros al fútbol pero yo lo llevo con las manos
porque con los pies no se me da bien» (y no juega de portero)? ¿Qué
pensaríamos de alguien así? No se puede jugar sin respetar las reglas (al
menos las más básicas) porque si no las respeto no estoy jugando a ese juego,
si llevo el balón con las manos estaré jugando al baloncesto, al balonmano o a
otro juego que me estoy inventando pero no estoy jugando al fútbol. Lo que
define un juego, lo que hace que podamos jugarlo es el conjunto de reglas o
normas que lo determinan, sea uno tan simple como el Juego de la Oca o tan
difícil como el Ajedrez. *
Todo lo que hacemos los seres humanos está regulado por normas,
desde que nos levantamos por la mañana hasta que nos acostamos todo lo
hacemos en función de normas o de costumbres más o menos estables.
Dependiendo de qué aspectos de nuestra vida regulen las normas serán de un
tipo o de otro. Por ejemplo la norma que dice que debemos lavarnos los dientes
después de comer es una norma de higiene o de salud, puesto que regula
nuestra conducta para que seamos higiénicos o sanos. Una norma siempre
implica un haz esto o no hagas esto otro, una norma es una indicación acerca
de lo que debemos o no debemos hacer. El que lo hagamos o no ya es cosa
nuestra. El hecho de que existan normas no quiere decir que todas las normas
sean buenas. Hay normas absurdas y normas que consideramos malas. Por
ejemplo las leyes (que no son más que un tipo de normas) que promovieron la
discriminación racial en algunos estados de Estados Unidos y en Sudáfrica
(haciendo que negros y blancos no pudieran ir a los mismos colegios, o que no
pudieran utilizar el mismo autobús, o prohibiendo a la población negra que
accediera a ciertos puestos de trabajo o beneficios sociales, etc.); o las normas
de algunos pueblos que hacen obligatoria la ablación del clítoris, o aquellas
leyes que permiten la lapidación, etc. La moral hace referencia a las normas
que regulan nuestra conducta diciéndonos lo que está bien y lo que está mal.
Ejemplos de normas morales serían: «No se debe mentir», «No se debe
matar», «No se debe robar», etc. La ética sería una reflexión filosófica acerca
de la moral y de sus normas. Veamos esto más despacio.

2. Ética y moral
La palabra «ética» procede del griego «ethos» que significa «costumbre,
modo acostumbrado de obrar». Igual significado tiene la palabra latina «mos,
moris» que ha dado en castellano «moral». Ética y moral coinciden desde el
punto de vista etimológico. Ambas se refieren a nuestras costumbres y forma
de actuar, en la medida en que podemos considerarlas como buenas o malas,
correctas o incorrectas.

La filosofía, sin embargo usa estos conceptos de un modo distinto. Así la


moral se ocupa de establecer las normas y los criterios que utilizamos cuando
calificamos determinadas acciones como correctas o incorrectas, buenas o
malas en sentido absoluto. Por ejemplo, sería misión de la moral definir las
normas y criterios que deben regir las relaciones entre los miembros de una
familia, o entre el médico y su paciente. La moral respondería a preguntas
como: ¿Debe el médico decir la verdad al paciente por desagradable que sea?
La ética se ocuparía más bien de discutir racionalmente la validez de estas
normas y criterios que la moral nos da. Es decir, la ética se ocuparía de
cuestiones como: ¿por qué es moralmente correcto o incorrecto decir la
verdad? La ética trata de reflexionar críticamente acerca de las normas que la
moral establece. El objeto de la ética es la moral y la moralidad. La ética hace
que nos planteemos si las normas y valores por los que guiamos nuestra
conducta son válidas o no.

2.1. Distinción entre moral, amoral e inmoral.


En el apartado anterior hemos utilizado la palabra «moral» para
referirnos al conjunto de normas, prohibiciones, valores e ideales de vida buena
que regulan la vida de un conjunto de personas en un momento histórico
determinado. Estábamos utilizando la palabra como un sustantivo, así
hablábamos de «la moral»; pero también puede ser utilizada como un adjetivo
en expresiones como: «Tu conducta es moral», «Careces de valores morales»,
«Tus valores morales no son correctos», etc. En estos contextos moral significa
lo moralmente correcto, aquel comportamiento que respeta el código vigente y
su antónimo sería inmoral. Inmoral equivale a moralmente incorrecto. Quien
conociendo las normas morales de una comunidad las transgrede
voluntariamente recibe el calificativo de inmoral. Tachar a alguien de inmoral
depende de la moral que adoptemos como punto de referencia. Por ejemplo:
un polígamo será calificado de inmoral desde la moral cristiana, pero no lo será
para la moralidad musulmana.
Con el término amoral nos referimos a aquello que no cae bajo el ámbito de
la moral. En un sentido estricto sólo los hombres son seres morales y el resto
de los seres vivos son amorales ya que no tienen capacidad para guiar su
conducta de acuerdo con un conjunto de normas, valores o finalidades. Pero
también se utiliza dicho término para señalar algunas normas de conducta o
comportamientos que no pertenecen en sentido estricto al ámbito de la moral.
Generalmente son normas de comportamiento que nos indican los usos sociales
de una cultura y las relativas a la higiene o la salud. Por ejemplo, alguien que
hable con la boca llena está incumpliendo la norma que dice que eso no se
debe hacer, pero no por ello decimos que es una mala persona. Será un mal
educado, pero no un inmoral porque el comer o no con la boca llena es un acto
amoral.
Existe, por último, un uso muy hispánico de la palabra «moral»: nos
referimos a expresiones como «Tener la moral muy alta», «Estar bajos de
moral» y otras semejantes. Aquí moral es sinónimo de «buena disposición de
ánimo», «tener fuerzas, coraje o arrestos suficientes para hacer frente a los
retos que nos plantea la vida». En este último sentido es utilizada la palabra
«moral» por los deportistas y sus entrenadores o preparadores.
3. Valores y normas

3.1. Los valores


La mayoría de las cosas que conocemos no nos resultan indiferentes,
pensemos, por ejemplo, en una rosa, el fútbol, un supositorio o el libro de
matemáticas. Estos objetos o actividades producen en cada uno de nosotros
actitudes: bien de agrado o desagrado, atracción o repulsión. Las actitudes que
tenemos hacia las cosas las expresamos por medio de valores. Un valor es una
especie de etiqueta mental que ponemos a las cosas y que expresa nuestra
actitud (positiva o negativa) hacia ellas. Existen diversos tipos de valores,
económicos: caro, barato; estéticos: bello, feo; morales: bueno y malo
Continuamente tomamos decisiones. Ahora bien, ¿por qué elegimos lo que
elegimos? ¿por qué elegimos atender o no atender? Hacemos lo que hacemos
porque consideramos que es mejor que su contrario, o porque lo preferimos a
su contrario, o porque estimamos que es más valioso, etc. Elegimos lo que
elegimos porque valoramos, en alguna medida aquello que hemos elegido. Los
valores son los que nos ayudan a elegir. Aunque a veces nuestros valores
entran en conflicto y tenemos que elegir entre ellos. Así, por ejemplo, puedo
ver un pantalón que me parece muy bonito (valor estético) pero no me lo
compro porque me parece muy caro (valor económico). ¿Qué valores son los
más importantes en caso de conflicto? Eso es algo que cada uno debe
determinar en conciencia.
Podemos definir los valores en general, como «cualidades que poseen las
cosas en su relación con el hombre». No son cosas sino cualidades de las cosas
y sólo existen en relación con el hombre.

3.2. Los valores morales


Existen diversos tipos de valores:
- valores estéticos: bello, feo
- valores económicos: barato, caro
- valores morales: bueno, malo
Hay más tipos de valores pero los que a nosotros nos interesan son los valores
morales. Vamos a definirlos: «Los valores morales son las características, las
cualidades que pueden poseer las relaciones de los seres humanos entre sí -y
las que pueden mantener con el medio en el que se desenvuelve su vida.- que
son consideradas como las más adecuadas, las más convenientes y que,
consecuentemente, les llevan a preferir aquellos comportamientos que
contribuyen a su realización». Los valores morales expresan la incorrección o
corrección de nuestras acciones. Las acciones que consideramos adecuadas las
llamamos buenas y las que no, malas.

3.3. Las normas


Somos seres materiales, físicos, y por ello estamos afectados por leyes físicas
como la de la gravedad o de la inercia. Estas leyes son distintas de las leyes
que aparecen en los códigos. Además, somos seres vivos por lo que comemos,
respiramos, crecemos, etc. Éstas son acciones que nos obligan de un modo
muy distinto a otras como, por ejemplo tener que cruzar la calle por el paso de
peatones o cuando el semáforo está verde. Las primeras no nos planteamos si
hacerlas o no, aunque no haya un modo único de satisfacerlas. Es decir, somos
seres naturales y como tal estamos constreñidos por nuestra naturaleza
biológica: no podemos dejar de comer si queremos vivir y no podemos saltar
desde un sexto piso sin protección. Además de estas leyes naturales y junto a
ellas están otras hechas por los hombres, son aquellas que guían nuestra
conducta: las normas
Dentro del conjunto de normas, reglas o prescripciones que tenemos algunas
poseen un sentido meramente instrumental. Son normas de procedimiento
y generalmente consisten en instrucciones para usar correctamente algo, o
participar en algún juego. Si quiero jugar al ajedrez o al baloncesto tengo que
seguir ciertas normas o reglas de juego para mover las piezas.
La mayoría de las normas o reglas que regulan nuestras actividades son el
resultado de acuerdos, convenciones, tradiciones, etc., es decir, han surgido en
el seno de alguna sociedad que las ha considerado convenientes. Algunas
normas sociales son impuestas como leyes, tiene un carácter jurídico y su
incumplimiento se castiga con algún tipo de sanción (generalmente una multa o
la pérdida de libertad). Otras, como las normas de cortesía o de
educación, no tienen ese carácter legal y su incumplimiento no conlleva
ninguna sanción económica o de pérdida de libertad, aunque sí puede acarrear
un rechazo social hacia el infractor.
Concretando podemos definir las normas en general como una regla, una
pauta que indica el modo como debe realizarse un acto concreto. Si un profesor
llega a clase y dice que el examen sólo se puede hacer con bolígrafo azul está
dando una norma acerca de cómo se debe realizar el examen. Existen diversos
tipos de normas, las más importantes son: las normas de cortesía, las leyes
(tráfico, código civil, código penal), las procedimentales y las normas morales,
que son las que más nos interesan a nosotros.
Podemos definir las normas morales como la expresión en forma de
mandato, en forma imperativa de los valores morales. Si consideramos que la
vida es algo valioso estableceremos normas para respetarla como por ejemplo:
«no matarás» o «respetarás la vida». Todas las normas morales son normas de
conducta, pero no todas las normas de conducta son morales. Existe una
norma que dice: «Hay que limpiarse los dientes después de comer», ésta es
una norma de conducta puesto que regula nuestra acción, pero no puede ser
considerada una norma moral puesto que no expresa un valor moral sino uno
de higiene o salud. Las normas morales concretan nuestros valores, nos dicen
como realizarlos. Si no tuviésemos valores no tendríamos normas. No
podríamos decir «No se debe mentir» si considerásemos que la mentira es algo
valioso.

4. La conciencia moral
El hombre es libre, es decir, tiene la capacidad de elegir y de proponerse
objetivos, de hacer su propia vida, a pesar de las limitaciones que impone el
hecho de vivir en sociedad. Las normas y valores están ahí pero podemos
obedecerlas o no, podemos aceptarlos o no, e incluso, podemos crear nuevos
valores. Aquí entra en juego lo que llamamos la conciencia. Es difícil definir la
conciencia, aunque la podemos caracterizar como la capacidad que tenemos
las personas para conocer y juzgar la bondad y maldad de las
acciones, tanto propias como ajenas. También la podemos definir como el
conjunto de valores más básicos e irrenunciables, interiorizados por el sujeto,
que constituyen el criterio último para distinguir el bien del mal. Solemos
identificar la conciencia con una especie de voz interior que inspira y juzga la
moralidad de nuestras acciones. Savater dice que tener «conciencia es lo
contrario a ser moralmente imbécil», o sea, lo contrario a no tener un criterio
claro de elección y dejarse llevar por las situaciones.

5. Autonomía y heteronomía
Kant, un filósofo de la Ilustración, estableció que aunque el hombre es un ser
libre y, en ese sentido, todo lo que hacemos es nuestra responsabilidad se
puede ser más o menos consciente de esa libertad. Así habló de autonomía y
de heteronomía moral.
El término griego nómos puede traducirse como ley o norma. «Autonomía»
y «heteronomía» son términos compuestos que anteponen al concepto de
norma los conceptos, también griegos autós -que significa «uno mismo»- y
héteros que equivale a «otros». En el lenguaje cotidiano es mucho más
frecuente el uso del término autonomía que el de heteronomía. Así es normal
escuchar: «Mi padre es autónomo», o: «Vivimos en la Comunidad Autónoma
de Andalucía»
Una persona es heterónoma cuando se guía por:
- sus impulsos o deseos
- la tradición
- lo que hacen los demás
- la autoridad de otros: padres, Iglesia y Estado.

Cuando hablamos de autonomía moral nos referimos a que uno mismo se da


la norma por la que actuará. Hablamos de heteronomía moral cuando la norma
que guía nuestra conducta no procede de nosotros mismos, no la hemos
interiorizado. La autonomía moral, no implica que nos inventemos las normas
cada uno de nosotros, o que cada uno tenga sus propias normas. Lo que quiere
decir es que aquellas normas que guían nuestra conducta las hemos aceptado
nosotros porque entendemos que es bueno hacerlo. Las hacemos nuestras, las
interiorizamos ya que consideramos que son válidas, correctas, buenas...

Actuamos de forma autónoma si somos nosotros los que decidimos


reflexivamente que normas consideramos buenas. Cuando hablamos de leyes o
normas buenas estamos indicando que valen para todos los seres humanos (no
unas para mí y otras para el resto de la humanidad) o, al menos, para un grupo
amplio de ellos. Por eso con la expresión «autonomía moral» nos referimos a la
capacidad que tenemos las personas de guiarnos por aquellas leyes que nos
daríamos a nosotros mismos porque nos parecen las propias o adecuadas para
los seres humanos.

Veamos un breve texto de este autor:


«La Ilustración consiste en el hecho por el cual el hombre sale de la
minoría de edad. Él mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la
incapacidad de servirse de su propio entendimiento, sin la dirección de otro.
Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no
yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para
servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten
el valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la
Ilustración. La mayoría de los hombres, a pesar de que la naturaleza los ha
librado desde tiempo atrás de conducción, permanecen con gusto bajo ella a lo
largo de la vida debido a la pereza y a la cobardía. Por eso le es muy fácil a los
otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro
que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia moral, un médico
que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio
esfuerzo. Con sólo poder pagar no tengo necesidad de pensar: otro tomará mi
puesto en tan fastidiosa tarea»
Kant, ¿Qué es la Ilustración?

5. 1. Obediencia y desobediencia
Alguien pudiera pensar que toda obediencia a la norma es fruto de la
heteronomía y que toda desobediencia procede de la autonomía moral. Pero
esto no es así. Puedo obedecer una norma incondicionalmente (sea cual sea y
ordene lo que ordene) o poniendo ciertas condiciones: que sea justa, que me
parezca adecuada, que no haga mal a nadie, etc. La obediencia incondicional
espontánea es fruto de la heteronomía moral no de la autonomía.
Hay otras ocasiones en que la aceptación de una norma o un proyecto de
vida es en principio autónomo, pero dicho proyecto es tal que suprime para
siempre mi capacidad de decisión: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese
a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mateo, 16, 24). En principio es una
elección libre, pero es una decisión que condiciona toda elección futura. Si
voluntariamente elijo que mi voluntad dependa de otro, sólo esa primera
elección es verdaderamente libre, las demás ya no dependen de mí. Esto es lo
que ocurre, por ejemplo, cuando ingresamos en una secta.
En la obediencia condicionada las condiciones para dicha obediencia las
establece el sujeto y es, por tanto, él el que decide consciente, voluntaria y
racionalmente. Lo mismo podemos decir de la desobediencia. Puedo
desobedecer una norma porque lo hacen mis amigos, lo hace todo el mundo o,
simplemente porque siempre lo he hecho así. En este caso no se puede hablar
de autonomía moral. Sin embargo, puedo desobedecer porque creo que esa
norma es injusta, o va contra mis principios morales. En la medida en que dicha
desobediencia sea fruto de una decisión consciente y racional será fruto de mi
autonomía moral.
La desobediencia a las normas (tanto si es fruto de una decisión consciente y
libre como si no) puede ser costosa. Cuando desobedecemos nos podemos
encontrar con una reprimenda, el rechazo social, o incluso con una sanción
(multa o privación de la libertad) si se trataba de una norma legal. Aun así, si la
norma va contra nuestra propia conciencia hay gente que la desobedece
asumiendo todas las consecuencias que de ello se deriven.

5. 2. La autonomía como aspiración


Tradicionalmente se ha considerado la autonomía como un ideal. Nadie se da
todas las normas a sí mismo. La vida es muy compleja: hay personas más o
menos autónomas, incluso una misma persona actuará a veces en función de
sus propios criterios y otras veces se dejará llevar por los demás; o en
determinados ámbitos se comportará más de acuerdo con sus propias normas
que en otros. Pero parece claro que el ideal está en alcanzar cada vez una
mayor autonomía sobre todo en los ámbitos importantes de nuestra vida.
Para comprobar hasta que punto somos realmente autónomos debemos
justificar nuestras decisiones o acciones. En la medida en que seamos capaces
de argumentar racionalmente nuestros actos, sin que sean rápidamente
rebatidos por cualquier adversario, nuestra decisión será racional y libre, es
decir, autónoma. Si soy incapaz de hacerlo mi decisión estará guiada por mi
interés particular o no será racional.

Apéndice 1: Origen y variedad de los valores


¿De dónde proceden nuestros valores? ¿Cada individuo crea sus propios
valores? Los valores y normas proceden de la sociedad en la que nacemos y
crecemos. Aunque eso no significa que no podamos asumirlos, hacerlos
nuestros. En la medida en que nos dedicamos a hacer lo mismo que los demás
(sean nuestros amigos, padres, etc.) simplemente repetimos los valores y
normas de nuestra sociedad, pero en la medida que somos capaces de
reflexionar acerca de ellos, podemos rechazar o modificar los que no nos
parezcan adecuados y aceptar los que sí. En este segundo caso decimos que
hemos interiorizado, hecho nuestros, de un modo consciente, los valores de
nuestra sociedad.
Es normal asumir las normas y valores de las sociedades en las que
vivimos por varias razones, entre las que destacamos:
a) En primer lugar porque solemos tratar a los demás como nos tratan ellos
a nosotros. Así, si crecemos en una sociedad donde las mujeres son
consideradas inferiores a los hombres las mujeres también lo creerán.
b) Si cada uno de nosotros tuviese valores y normas absolutamente
distintos no podríamos vivir todos juntos. Estaríamos condenados a vivir
aislados, lo que en principio no parece posible para el hombre.
c) Lo mismo que un niño nacido en Andalucía hablará el castellano con las
peculiaridades de nuestra tierra y no hablará de modo natural y
espontáneo en inglés ocurre con los valores y normas. El niño aprenderá
los de su sociedad. Eso no quiere decir que con el tiempo no pueda
cambiarlos, una vez que entre en contacto con otros o porque piense
que son incorrectos.

Otra pregunta que podemos hacernos es: «¿Por qué los valores y normas de
unas sociedades son distintas a las de otras? Los valores y normas sirven
para organizar nuestra vida en común y para enfrentarnos a los retos que
esa vida nos plantea. Pero esos problemas variarán dependiendo de factores
como el tamaño del grupo, el medio en el que viva, etc. Un pueblo nómada
que vive en el desierto tiene problemas muy distintos a los que pueden tener
los ciudadanos de Málaga. Al existir sociedades diferentes se generan valores
y normas diferentes.

Apéndice 2: Los valores


Las cosas tienen cualidades propias, esto es, cualidades que poseen por
sí mismas, independientemente de su relación con otras cosas. Así, el color y
forma de la naranja son cualidades que ésta tiene, aunque estuviese sola en
el mundo. Pero si esta naranja es igual a otra, esta igualdad es una nueva
cualidad tan suya como el color y la forma. Sólo que la igualdad no la tiene
la naranja cuando está sola, sino cuando es comparada con otra, puesta en
relación con otra. Es, pues, no una cualidad propia, sino una cualidad
relativa. De este tipo son la identidad, la semejanza, el ser mayor o menor,
etc.
Ahora bien, es característica de estas cualidades relativas el no ser
visibles a los ojos de la cara. Cuando vemos dos naranjas iguales, vemos dos
naranjas, pero no su igualdad. La igualdad supone una comparación, y la
comparación no es faena de los ojos, sino del intelecto. No obstante,
después de la comparación la igualdad se nos hace patente con una
evidencia pareja a la visual...
Los valores son un linaje peculiar de objetos «irreales» que residen en
los objetos reales o cosas, como cualidades sui generis. No se ven con los
ojos, como los colores, ni siquiera se entienden, como los números y los
conceptos. La belleza de una estatua, la justicia de un acto, la gracia de un
perfil femenino no son cosas que quepa entender o no entender. Sólo cabe
«sentirlas», y mejor, estimarlas o desestimarlas
El estimar es una función psíquica real –como el ver, como el entender-,
en la que los valores se nos hacen patentes. Y viceversa, los valores no
existen sino para sujetos dotados de facultad estimativa, del mismo modo
que la igualdad y la diferencia sólo existen para seres capaces de comparar.
En este sentido, y sólo en este sentido, puede hablarse de una cierta
subjetividad en el valor.

* Posible ejercicio para hacer en clase. Se les pide a los alumnos que describan
brevemente, cada uno en su cuaderno, lo que hacen un día normal de clase
desde que se levantan hasta que se acuestan. Que lo hagan en cinco o diez
minutos como mucho. Luego se les pide a uno o dos que lo lean y que levanten
la mano todos los que hacen más menos lo mismo. ¿Por qué todos hacemos lo
mismo? ¿Por qué nos vestimos más o menos igual?

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