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El positivismo

dominante
como única
expresión de
la cientificidad
a principio del
siglo XX, es
calificado por
Husserl como
un momento
de crisis.
Husserl explica
de la omisión
de los
cimientos pre-
científicos no
esencialmente
reflexionadas
o eliminadas
de las
conciencias
por parte de
los
objetivistas.
Por ello, la
suprema
expresión de
la racionalidad
humana
occidental
encuentra su
vulnerabilidad
en el olvido o
desconocimien
to de los
respaldos
socioculturales
que dan
sentido a su
propia acción
científica. La
dificultad de
las ciencias
positivas
desde el
enfoque
husserliana
gravita en el
hecho que
éstas se
organizan con
asiento en
realidades,
axiomas y
conceptos que
ella misma no
ha aclarado y
justificado; se
trata de cierta
ceguedad
frente a los
contextos que
la hacen
posible.
Además, les
impide llevar a
buen puerto el
ideal ilustrado
de encuadrar
razón a todos
los ámbitos de
la condición
humana,
racionalizando
la experiencia.
La diatriba
más esencial
de Husserl
hacia los
positivistas se
orienta a su
ingenuidad, a
su descuido
sobre los
orígenes de su
propia
actividad y
pensamiento.
El positivismo,
que él más
asiduamente
llama
objetivismo,
tanto de las
ciencias de la
naturaleza
como de las
del espíritu, ha
conducido a
postergar la
genuina
reflexión sobre
el sujeto,
artista de la
ciencia y la
investigación,
y al mismo
tiempo quien
consume sus
resultados. La
viabilidad de
franquear
dicha crisis
consiste en la
redención de
la principal
particularidad
de todo
sujeto: la
capacidad de
juicio y con
ello la tornada
a la reflexión,
la crítica y la
consciencia.
De esta forma,
la enemistad
con la actitud
natural y con
dicha
inocencia se
obtiene tras la
aceptación y
ejercitar una
actitud crítica,
esto es,
mediante
aquella labor
que responde
a una
necesidad de
inteligibilidad
con la cual las
plataformas
de la vida
cotidiana y la
ciencia quedan
exhibidas al
juicio crítico
del sujeto
reflexivo. La
fenomenologí
a es
visibilizada
pues, como la
ciencia idónea
de explicitar
cómo algo se
cristaliza en
objeto en
nuestra
conciencia;
ciencia que ha
de asentir
entonces
practicar
ciertamente
una
confluencia
entre lo
trascendente y
lo inmanente,
entre la
conciencia y el
mundo.

El quiebre que
favorece el
concepto de
mundo de la
vida consiste
en la
proposición de
una
fundamentaci
ón de la faena
de la filosofía
fenomenológic
a en llana
discrepancia
con las
edificaciones
teórico
trascendentali
stas de la
filosofía. Por
ello, las
entidades y
experiencias
quedan
problematizad
as, no desde
su
fundamentaci
ón ulterior,
sino a partir
del
interrogante
por cómo ellas
emergen o se
hacen visibles
en la
experiencia o
vivencia de
quien lo
experimenta.
Cabe resaltar
entonces, que
la filosofía
abandona así
la
fundamentaci
ón para pasar
a ser
reconstrucción
de lo vivido.
Dicha
profesión
reconstructiva
de la filosofía
la hace
intervenir
como
poseedora de
varios
lenguajes, el
de las ciencias
y el de las
experiencias
de la vida
cotidiana. Así
pues, el
remedio al
problema de la
crisis de las
ciencias
europeas la
concibe
Husserl en
transitar el
camino de la
reflexión,
consistente en
el regreso a los
umbrales de la
ciencia, es
decir, al
mundo de la
vida. Allí es
donde hay
posibilidad de
explicitar la
subjetividad
como
portadora de
sentido y, por
tanto, como
subjetividad
operante y
práctica. El
argumento
nuclear es la
rehabilitación
de la
cotidianidad
donde el
sujeto pueda
reconocerse a
sí mismo como
subjetividad
operante. Para
Husserl se
hace
imperiosos,
tematizar la
subjetividad
ubicada,
edificada en
un
determinado
mundo de la
vida, desde su
actividad
causada e
intencionada
históricament
e.
Husserl,
Edmund, La
crisis de las
ciencias
europeas y la
fenomenologí
a
trascendental.
Una
introducción a
la filosofía
fenomenológic
a, trad. Jacobo
Muñoz y
Salvador Mas,
Barcelona,
Crítica, 1992,
pp. 4-1

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