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Atalaya Marzo 2.

010 pags 12-14


¿Hay que ser siempre honrados?

TODO el mundo es honrado a veces; muchos, casi siempre. Pero ¿a cuántos conoce usted que
se preocupen por ser honrados siempre?
La falta de honradez abunda en diversos campos de la vida moderna. Y eso que la gente sabe
lo que Dios piensa del asunto. Por ejemplo, casi todo el mundo se sabe de memoria el
mandamiento: “No robarás” (Éxodo 20:15, Biblia de Jerusalén). El problema es que, según muchas
personas, hay circunstancias que justifican el robo o alguna otra forma de falta de honradez.
Veamos tres excusas comunes.
La pobreza, ¿justifica que se robe?
Un funcionario imperial romano dijo en cierta ocasión que “la pobreza es la madre del delito”.
Y sí, puede que una persona pobre se crea con derecho a robar, y habrá quienes quizás hasta le
den la razón. Pero ¿qué pensaba Jesús? Por una parte, sabemos que él trataba con mucha
compasión a las personas necesitadas; “se compadeció de ellas”, informa la Biblia (Mateo 9:36).
No obstante, bajo ninguna circunstancia disculpó el robo. Entonces, ¿qué pueden hacer los
pobres?
Pues bien, Dios se compadece de quien sinceramente trata de obedecerlo, y bendice sus
esfuerzos por conseguir las cosas básicas (Salmo 37:25). La Biblia promete: “Jehová no hará que
el alma del justo padezca hambre, pero rechazará el deseo vehemente de los inicuos” (Proverbios
10:3). ¿Puede una persona pobre confiar en esta promesa? Victorine está convencida de que así
es.
Victorine es viuda, tiene cinco hijos en edad escolar y vive en un país en vías de desarrollo
donde la ayuda para los pobres es limitada, de modo que su vida no es fácil. Como pasa la mayor
parte del día trabajando fuera de casa, se le presentan muchas oportunidades para robar. Pero ella
no se siente tentada a hacerlo. Al contrario, trabaja duro como vendedora ambulante para
conseguir su sustento básico. ¿Por qué desea ser honrada?
“Primero, porque creo que a Dios le gusta la honradez y que si lo imito me bendecirá. Segundo,
mis hijos solo pueden ser honrados si yo les doy el ejemplo.”
¿Y cómo le va? “Tenemos comida, ropa y casa. Claro, ha habido veces en que he tenido que
pedir ayuda a mis amigos, como cuando tengo que pagar gastos médicos inesperados. Siempre
me han dado lo que necesito porque saben que soy honesta cuando les digo lo que me pasa y que
no trato de aprovecharme de su bondad.
”Mis hijos están aprendiendo a ser honrados. Hace poco, una vecina vio unas monedas en la
mesa y me preguntó si no tenía miedo de que los niños las tomaran. No me creyó cuando le dije
que mis hijos jamás harían una cosa así. Sin que yo lo supiera, decidió ponerlos a prueba, y dejó
dos monedas de 100 francos en la casa, donde los niños fácilmente podían hallarlas. Cuando
regresó al día siguiente, quedó muy sorprendida al encontrar las monedas donde las había dejado.
Para mí es más importante tener hijos honrados que tener muchas cosas materiales.”
“Todo el mundo lo hace”
Robar en el lugar de empleo es muy común, por lo que muchos piensan: “Todo el mundo lo
hace, así que, ¿por qué yo no?”. En contraste, la Biblia exhorta: “No debes seguir tras la
muchedumbre para fines malos” (Éxodo 23:2). Victoire ha seguido esa exhortación. ¿Le ha ido
bien?
Cuando tenía 19 años, consiguió trabajo en una planta procesadora de aceite de palma. Pronto
descubrió que las 40 mujeres que trabajaban allí escondían en sus canastos almendras de palma
para sacarlas a escondidas de la planta. Luego, cada fin de semana, las vendían y obtenían el
equivalente al salario de tres o cuatro días de trabajo. Victoire relata: “Literalmente, todo el mundo
lo hacía, y esperaban que yo también lo hiciera. Pero me negué, y les dije que para mí la honradez
era importante. Se burlaron de mí, diciendo que era una tonta.
”Cierto día que salíamos de la planta, apareció de repente el administrador y se puso a revisar
los canastos. Resulta que en todos encontró almendras, menos en el mío. Las mujeres tuvieron
que trabajar dos semanas sin sueldo o fueron despedidas. Quedó claro que yo no era ninguna
tonta.”
“El que lo encuentra se lo queda”
¿Qué hace usted cuando se encuentra algo de valor? A muchas personas les invade
instantáneamente un sentimiento de propiedad que borra cualquier intención de devolverlo a su
dueño. En otras palabras, siguen la filosofía de “el que lo encuentra se lo queda”, y no creen estar
haciendo nada malo. “Al fin y al cabo —dicen algunos—, el dueño ya lo dio por perdido, ¿no?”
Otros opinan que no tienen por qué estar buscando al dueño, que eso es mucho trabajo.
Pero ¿cómo ve Dios el asunto? Deuteronomio 22:1-3 muestra que, en la antigüedad, quien
encontrara algo perdido no podía sencillamente quedárselo; la orden era: “Debes [...] guardarlo
hasta que el dueño venga a buscarlo y se lo devuelvas” (La Palabra de Dios para Todos). Además,
le convenía informarlo. Si no lo hacía, corría el riesgo de que se le acusara de ladrón (Éxodo 22:9).
¿Será práctico este principio hoy? A Christine no le cabe la menor duda.
Christine es directora de una escuela privada. Un miércoles recibió su sueldo del mes en
efectivo y, como es costumbre en África occidental, hizo un rollito con los billetes y los metió en su
bolso. Luego paró una mototaxi y salió deprisa para una reunión. Al llegar, buscó en su bolso unas
monedas para pagarle al taxista, pero, como estaba oscuro, no se dio cuenta de que los billetes se
le cayeron al piso.
Unos minutos después llegó al lugar Blaise, un joven de 19 años que no era de la zona. Por
coincidencia, Blaise había quedado en ir con un amigo al mismo sitio adonde fue Christine. Una
vez allí, vio el rollo de billetes; lo recogió y se lo echó al bolsillo. Cuando terminó la reunión, le dijo
a su amigo que había encontrado algo en la calle, y que si alguien lo había perdido, que lo llamara
por teléfono para identificar el objeto.
Al llegar a casa esa noche, Christine casi se desmaya al ver que había perdido su sueldo de
todo el mes. La siguiente semana le contó lo ocurrido a su amiga Josephine, y ella le dijo que un
joven —Blaise— había encontrado algo el día de la reunión. Christine lo llamó, le dijo exactamente
de cuánto eran los billetes, y él le devolvió el dinero. ¡Qué feliz se sintió ella! ¿Y Blaise? Después
de guardar aquellos billetes durante una semana, dijo: “Podría haberme quedado con el dinero,
pero me sentí mucho mejor por haberlo devuelto”.
Por qué se esfuerzan por ser honrados siempre
Victorine, Victoire y Blaise viven en distintas áreas y no se conocen entre ellos. Sin embargo,
tienen algo en común: son testigos de Jehová y defienden lo que la Biblia dice sobre la honradez.
De hecho, esperan un nuevo mundo que Dios ha prometido: “Hay nuevos cielos y una nueva tierra
que esperamos según su promesa, y en estos la justicia habrá de morar”. Toda la gente que viva
entonces será justa y honrada (2 Pedro 3:13).
Victorine tiene pocas esperanzas de que su economía mejore mucho mientras Dios no cambie
la situación mundial. Con todo, es espiritualmente rica, algo que no puede conseguirse con dinero.
Sus hijos son honrados y de buenos modales. Cada domingo, todos ellos rebosan de felicidad
cuando les hablan a sus vecinos de la bondad divina y les explican cómo Dios responderá a “todos
los que lo invocan en apego a la verdad” y protegerá “a todos los que lo aman” (Salmo 145:7,
18, 20).
Con el tiempo, Victoire dejó la planta de procesamiento de aceite de palma. Comenzó un
negocio propio: en el mercado se puso a vender garri (una clase de harina gruesa hecha de yuca,
o mandioca). Su honradez le atrajo muchos clientes. De hecho, pronto pudo reducir la cantidad de
horas que pasaba en el mercado y dedicar más tiempo a hablarles a otros sobre la posibilidad de
vivir en un mundo donde todos serán honrados. Actualmente está casada, y ella y su esposo sirven
de ministros cristianos de tiempo completo.
Christine perdió su dinero frente a un Salón del Reino de los Testigos de Jehová. Blaise, que
estaba de visita, no conocía a muchos de los presentes, pero sabía que todos eran sus hermanos
cristianos, que siempre procuran ser honrados.
¿A cuántas personas conoce usted que sinceramente se esfuercen por ser honradas siempre?
Tan solo imagínese estar con 50, 100 ó 200 personas así. Esa es la feliz experiencia que los
testigos de Jehová viven en sus Salones del Reino. ¿Por qué no va al salón y los conoce mejor?
[Comentario de la página 12]
“Para mí es más importante tener hijos honrados que tener muchas cosas materiales.”
(VICTORINE)
[Recuadro de la página 14]
¿Justifica Proverbios 6:30 el robo?
Proverbios 6:30 dice: “La gente no desprecia al ladrón simplemente porque comete robo para
llenarse el alma cuando tiene hambre”. ¿Disculpa este versículo el robo? Claro que no. El versículo
siguiente demuestra que Dios sigue considerando culpable al ladrón, pues aclara: “Pero, cuando
sea hallado, lo resarcirá con siete veces la cantidad; todas las cosas valiosas de su casa dará”
(Proverbios 6:31). Es cierto que quien roba por hambre tal vez no reciba un castigo tan severo
como el que roba por codicia o con la intención de causar daño a la víctima, pero aun así la
persona tiene que “resarcir” el daño, es decir, pagar por lo que hizo. De modo que si alguien desea
la aprobación de Dios, no puede, bajo ninguna circunstancia, robar.
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Atalaya Abril 1.994 pags 19-21


¿Es realmente robo?

ABIODUN era jefe de comedor de un gran hotel nigeriano. Una noche, antes de cerrar con llave
la sala de banquetes, encontró un bolso con el equivalente a 1.827 dólares (E.U.A.). Entregó sin
demora el dinero, que más tarde reclamó una huésped del hotel. La gerencia recompensó a
Abiodun con una promoción doble y le adjudicó el premio de “mejor trabajador del año”. La dueña
del dinero también lo recompensó.
El rotativo nigeriano Quality publicó la noticia, y llamó a Abiodun un “buen samaritano”. Cuando
Quality le preguntó si se había sentido tentado a quedarse con el dinero, Abiodun respondió: ‘Soy
testigo de Jehová, de modo que si encuentro algo que no me pertenece, se lo devuelvo a su
dueño’.
La honradez de Abiodun sorprendió a la comunidad. A los compañeros Testigos de Abiodun les
alegró lo sucedido, pero no les sorprendió. Por toda la Tierra se conoce a los testigos de Jehová
por sus elevados principios. La honradez no es una excepción entre ellos; es la regla, una parte
esencial del verdadero cristianismo.
No obstante, en ocasiones las circunstancias pueden dificultar la diferenciación entre lo que es
honrado y lo que no. Considere esta situación. Festus se encargaba de recoger las contribuciones
y atender las cuentas en una congregación de los testigos de Jehová de África occidental, y
necesitaba urgentemente dinero. Su esposa debía someterse a una delicada intervención
quirúrgica, y los médicos decían que no podía retrasarse. El hospital pedía que se pagara por
adelantado la mitad de la factura.
Festus no tenía el dinero. Pidió un préstamo a diferentes personas, pero todas se lo negaron.
Luego pensó en el dinero que estaba a su cargo y razonó: ‘¿Es correcto que arriesgue la vida de
mi esposa cuando puedo hacer algo? ¿Por qué no “tomar prestado” el dinero de la congregación?
Puedo devolverlo cuando algunas personas me paguen lo que me deben’.
Festus empleó el dinero que no era suyo para pagar al hospital. ¿Fue correcto su
razonamiento? ¿Justificaba la emergencia su acción?
¿De quién es el dinero?
Para analizar estas preguntas, repasemos brevemente unos cuantos puntos relativos a la
procedencia y el propósito del dinero que tomó Festus. Los fondos proceden de contribuciones
voluntarias de los miembros de la congregación que quieren promover la adoración pura de
Jehová. (2 Corintios 9:7.) No se usa para pagar salarios, pues no se paga a nadie por lo que hace
en la congregación. El dinero contribuido se utiliza principalmente para conseguir y mantener un
lugar de reunión, por lo general un Salón del Reino. De este modo se dispone de un lugar
conveniente y cómodo donde la gente —jóvenes y viejos, ricos y pobres— puede reunirse para
aprender de la Biblia.
¿De quién es el dinero? Pertenece a la congregación en conjunto. Ningún individuo determina
cómo debe gastarse. Aunque el cuerpo de ancianos controla el pago de los gastos periódicos de la
congregación, cuando se requiere hacer un gasto extraordinario, los ancianos lo presentan a toda
la congregación para que esta lo apruebe.
¿Tomar prestado, o robo?
Como pensaba devolver el dinero tan pronto como pudiera, Festus consideró su acción como
‘tomar prestado’. Sin embargo, el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia define
robar, en su segunda acepción, como: “Tomar para sí lo ajeno, o hurtar de cualquier modo que
sea”. “Ladrón” se define como uno “que hurta o roba”. Festus tomó para sí, sin permiso ni
autorización, dinero que pertenecía a la congregación. De modo que, sí, fue culpable de robo. Fue
un ladrón.
Sin duda, el robo es más o menos reprensible en función de los motivos del ladrón. Se puede
ver en el caso de Judas Iscariote, a quien se confió el dinero de Jesús y de sus fieles apóstoles. La
Biblia dice: “[Judas] era ladrón y tenía la caja del dinero y se llevaba el dinero que se echaba en
ella”. (Juan 12:6.) Los malos motivos y la codicia de Judas lo degradaron moralmente. Con el
tiempo llegó al extremo de traicionar al Hijo de Dios por 30 piezas de plata. (Mateo 26:14-16.)
No obstante, a Festus lo motivaba la preocupación por su esposa enferma. ¿Lo eximió de culpa
su motivación? De ningún modo. Considere lo que la Biblia dice sobre el robo en otra situación
similar de emergencia: “La gente no desprecia al ladrón simplemente porque comete robo para
llenarse el alma cuando tiene hambre. Pero, cuando sea hallado, lo resarcirá con siete veces la
cantidad; todas las cosas valiosas de su casa dará”. (Proverbios 6:30, 31.) En otras palabras, el
ladrón tiene que afrontar todo el peso de la ley cuando se le aprehende. Según la Ley mosaica, el
ladrón tenía que pagar en compensación por su hurto. De modo que la Biblia no anima a robar ni
justifica el robo. Hasta en situaciones de emergencia, el robo puede resultar en pérdida económica,
deshonra y, lo más grave, en la desaprobación de Dios.
Como testigos de Jehová, todos los cristianos verdaderos, especialmente aquellos a quienes se
han confiado responsabilidades en la congregación, deben ser ejemplares, “libres de acusación”.
(1 Timoteo 3:10.) Festus no recibió el dinero que esperaba, de modo que le resultó imposible
devolver la cantidad que tomó. Llegó a conocerse lo que hizo. ¿Qué le sucedió? Si hubiera sido un
ladrón impenitente, se le habría expulsado de la limpia congregación cristiana. (1 Pedro 4:15.) Pero
se arrepintió de corazón. Por lo tanto, pudo seguir en la congregación, aunque perdió sus
privilegios de servicio.
Confiar en Dios
El apóstol Pablo advirtió que cuando una persona que dice ser siervo de Jehová roba, puede
causar oprobio al nombre de Dios y al nombre de Su pueblo. Pablo escribió: “Tú [...] el que
enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú, el que predicas: ‘No hurtes’, ¿hurtas? Porque ‘el
nombre de Dios es blasfemado entre las naciones a causa de ustedes’”. (Romanos 2:21, 24.)
Agur, un sabio de la antigüedad, enseñó lo mismo. En su oración pidió: “No venga a parar en
pobreza y realmente hurte y acometa el nombre de mi Dios”. (Proverbios 30:9.) Observe que el
sabio reconoció que la pobreza puede provocar circunstancias que induzcan al robo incluso a la
persona justa. Sí, los tiempos difíciles pueden poner a prueba la fe del cristiano en el poder de
Jehová para satisfacer las necesidades de su pueblo.
Ahora bien, los testigos de Jehová leales, incluso los que son pobres, tienen fe en que Dios
“llega a ser remunerador de los que le buscan solícitamente”. (Hebreos 11:6.) Saben que Jehová
remunera a sus fieles ayudándolos a satisfacer sus necesidades. Jesús lo explicó con claridad en
el Sermón del Monte, al decir: “Nunca se inquieten y digan: ‘¿Qué hemos de comer?’, o ‘¿qué
hemos de beber?’, o ‘¿qué hemos de ponernos?’ [...]. Pues su Padre celestial sabe que ustedes
necesitan todas estas cosas. Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas
estas otras cosas les serán añadidas”. (Mateo 6:31-33.)
¿Cómo da Dios los medios de vida a los necesitados de la congregación cristiana? De muchas
maneras. Una es mediante los compañeros de creencia. En el pueblo de Dios hay verdadero amor.
Se toma en serio la admonición bíblica: “Cualquiera que tiene los medios de este mundo para el
sostén de la vida, y contempla a su hermano pasar necesidad, y sin embargo le cierra la puerta de
sus tiernas compasiones, ¿de qué manera permanece el amor de Dios en él? Hijitos, no amemos
de palabra ni con la lengua, sino en hecho y verdad”. (1 Juan 3:17, 18.)
En más de setenta y tres mil congregaciones de todo el mundo, más de cuatro millones y medio
de testigos de Jehová se esfuerzan con diligencia por servir a Dios en conformidad con sus justos
principios. Saben que Dios nunca abandonará a sus leales. Los que han servido a Jehová por
muchos años concuerdan audiblemente con el rey David, quien escribió: “Un joven era yo, también
he envejecido, y sin embargo no he visto a nadie justo dejado enteramente, ni a su prole buscando
pan”. (Salmo 37:25.)
¡Cuánto mejor es tener fe en el Dios que inspiró esas palabras, y no sucumbir a la tentación de
robar y quizá perder para siempre el favor de Dios! (1 Corintios 6:9, 10.)
[Nota a pie de página]
Se ha cambiado el nombre

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