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INTRODUCCIÓN.

CUESTIONES ACERCA
DE LAS MODERNIDADES COLONIALES*

Saurabh Dube

En los últimos veinte años diversas perspectivas críticas han cuestionado


el papel de Occidente como el centro de la historia, la modernidad y el
destino.1 En el contexto del presente volumen bastarán tres ejemplos; sin
embargo, cabe hacer una aclaración: las posiciones analíticas presentadas
constituyen una serie de orientaciones teóricas que coinciden en varios
puntos; la razón por la cual las presentamos por separado es fundamen-
talmente heurística.2

CUESTIONES INICIALES

En primer lugar, en años recientes las concepciones unívocas de la histo-


ria universal han sido vehementemente desafiadas bajo los términos de la
modernidad. Se trata de exploraciones imaginarias de pasados bien defi-
nidos que fueron elaborados dentro (y como partes constitutivas) de
grandes matrices de poder enlazadas entre sí. En breve, tales énfasis han
cuestionado los imperativos del progreso histórico y la naturaleza del ar-

* Traducción de Ari Bartra.


1
Al igual que el taller “Intersecting Histories and Other Modernities” descrito en el
prólogo, esta introducción es fruto de un trabajo conjunto. Sin embargo, sólo uno de los
editores es responsable de su redacción, mismo que quiere expresar su agradecimiento a
Edgardo Lander, Ishita Banerjee Dube y Walter Mignolo por su valiosa ayuda.
2
Estas orientaciones teóricas han sido expresadas de diversas maneras, y constituyen
un enorme corpus. Por ello, en las notas que siguen daré tan sólo algunos ejemplos repre-
sentativos de cada una de estas tendencias, cuya importancia para los ensayos incluidos en
este volumen es crucial.

[13]
14SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 14

chivo académico, los cuales están estrechamente vinculados con repre-


sentaciones enaltecedoras de una Europa reificada.3
En segundo lugar, hasta poco antes de nuestra época, los diseños pre-
dominantes de una modernidad en singular estaban siendo cuestionados
cada vez con mayor frecuencia por insinuaciones rivales de modernidades
heterogéneas. Tales exploraciones han considerado de manera crítica las
articulaciones divergentes y las representaciones discretas de lo moderno
y la modernidad que dieron forma y suturaron al imperio, la nación y la
globalización. A resultas de esto, la(s) propia(s) modernidad(es) ha(n) de-
mostrado ser procesos contradictorios y contingentes de cultura y con-
trol, historias disputadas y abigarradas de significado y dominio, en lo
que se refiere a su formación, su sedimentación y su elaboración. De es-
to también resulta que las cuestiones de la modernidad hayan podido es-
capar cada vez con mayor frecuencia de los límites del formalismo socio-
lógico, rebasando los confines de una abstracción a priori y emergiendo
como cuestiones de pasados particulares y atributos de historias concre-
tas, definidas por los proyectos del poder y modeladas por las disposicio-
nes del progreso.4
Por último, desde hace un tiempo las críticas del mundo académico
han desafiado las antiguas antinomias —por ejemplo, entre tradición y
modernidad, ritual y racionalidad, mito e historia, Este y Oeste— que
han modelado las maneras más difundidas de comprender los pasados y
las concepciones clave de las culturas. Por un lado, estos textos teóricos
han sido respaldados por las críticas de una razón centrada en el sujeto y
una racionalidad legisladora del significado, las mismas críticas que han
reflexionado sobre los dualismos del pensamiento occidental y las tradi-
ciones posteriores a la Ilustración. Por otro lado, discusiones críticas so-
bre las culturas y los pasados también han cuestionado las antinomias
analíticas de las disciplinas modernas, desafiando las representaciones
esencializadas de la otredad y cuestionando las representaciones aún vi-
gentes del progreso, que están vinculadas de diversas maneras a los mo-
3
Amin, 1995; Banerjee Dube, 1999; Chakrabarty, 2000; Dube, 1998; Fabian,
2000; Florida, 1995; Hartman, 1997; Klein, 1999; Mignolo, 1995; Price, 1990; Rappa-
port, 1994, y Skaria, 1999. Véase también, Axel, 2001; Mehta, 1999, y Trouillot, 1995.
4
Chatterjee, 1993; Cooper y Stoler, 1997; Coronil, 1997; Comaroff y Comaroff,
1997; Dube, en prensa; Ferguson, 1999; Gilroy, 1993; Gupta, 1998; Hansen, 1999; Pra-
kash, 1999; Price, 1998; Taussig, 1987. Véase también, Appadurai, 1996; Escobar, 1993;
Harootunian, 2000; Piot, 1999, y Rofel, 1999.
15SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 15

delos totalizadores de la historia universal y las imágenes ideológicas de


la modernidad occidental.5
Sin embargo, las reflexiones sobre una modernidad única, las repre-
sentaciones de la historia universal y las reificaciones de las oposiciones
primordiales no son simples espectros del pasado, exorcizados reciente-
mente mediante epistemologías críticas y conocimientos subversivos;
más bien, son proyectos duraderos que continúan engañando y sedu-
ciendo, presentes de manera palpable en el aquí y el ahora: los sucesos del
11 de septiembre de 2001 y sus secuelas, incluida la operación “Justicia
duradera” —como frase y como programa—, son ejemplos notorios. Al
articular las tradiciones predominantes de la teoría social y estimular los
términos heredados del discurso cotidiano, estas cartografías elásticas y
sus reelaboraciones determinadas viven sin mayor contratiempo dentro
y más allá del mundo académico, en contextos tanto occidentales como
no occidentales.
Ahora bien, este libro no propone una solución general a tales pro-
blemas; sus contribuciones —y el taller en el cual están basadas— se en-
tenderán mejor si consideramos que se derivan de una propuesta más
modesta. La intención de Modernidades coloniales es analizar algunas de
las cuestiones ya mencionadas, destacando los propios términos utiliza-
dos en las reflexiones sobre las modernidades coloniales, una frase de
moda que nos señala un horizonte y una perspectiva, y que incluye lo
mismo problemas que posibilidades. En esta introducción tendremos
más cosas que decir respecto a las modernidades coloniales y las orienta-
ciones específicas de este volumen. Por ahora, lo único que importa es
que comprendamos que este neologismo de dos caras vuelve palpables
ciertas consideraciones relativas a las conjunciones críticas entre el poder
colonial y las modernidades vernáculas, así como conexiones cruciales
entre una modernidad dominante y los pasados subalternos.
Estas cuestiones tienen un peso considerable que puede ser expre-
sado mediante dos series de preguntas significativas. Por una parte, ¿son
los intentos por pluralizar la colonia, la modernidad y la historia simples
ejercicios de refinamiento académico? ¿O permiten otras maneras de co-

5
Asad, 1993; Bauman, 1992; Comaroff y Comaroff, 1992; Dube, 1998; Errington,
1998; Gray, 1995; Lander, 2000; Mignolo, 2000; Said, 1978; Rorty, 1989; Sears, 1996;
Taussig, 1997. Véase también Lowe y Lloyd, 1997, y Scott, 1999. Para una versión más
elaborada de los términos de esta discusión, véase Dube, 2002.
16SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 16

nocer el mundo contemporáneo, con opción a nuevas ortodoxias críti-


cas que convierten tales categorías en totalidades “distópicas”? Por otra
parte, ¿cuáles son las diferencias clave de significado y poder que pue-
den destacarse mediante la elaboración de la tradición y la comunidad,
lo local y lo subalterno como categorías opuestas? ¿Y tales categorías ri-
vales deben tener la misma función que los detalles, como antídotos a
priori contra la autoridad, en los espejos de las formas críticas de com-
prensión?6
Plantear las cosas de esta manera nos abre dos grandes posibilidades,
que implican varios imperativos de la teoría y la política del conocimien-
to. La primera se refiere a la importancia de aprovechar, pero al mismo
tiempo rebasar —en términos de extender y exceder— los exámenes an-
teriores y las críticas contemporáneas de los sistemas de conocimiento
dominantes, incluido el papel central del Occidente espectral y palpable
de las grandes cartografías del mundo. La segunda se refiere a la impor-
tancia de reconocer la imposibilidad de escapar fácilmente a la moderni-
dad y la historia mediante curas habladas o remedios escritos. Esto impli-
ca tener muy presente la seducción que ejercen los nativismos acechantes,
la atracción de los nacionalismos tercermundistas y las añagazas de aque-
llos esfuerzos que aspiran a huir del presente volviendo la espalda al aquí
y al ahora. En su conjunto, estas dos series de consideraciones ponen de
relieve la importancia de discutir los sistemas de conocimiento dominan-
tes sin convertirlos en terrenos totalizados, y de explorar las posibilidades
de recurrir a formas de comprensión alternativas que evadan las trampas
de los detalles no recuperados.

6
Al presentar las cosas de esta manera, mi intención no es rehuir los términos de lo
“universal”. Estos términos han sido formulados provocadoramente en Chakrabarty,
2000, y son sacados a colación de una manera interesante en los ensayos de Castro-Gó-
mez y Dussel (que exploran las cuestiones de la “totalidad”), y de Chuaqui (quien anali-
za las cuestiones del “relativismo”), en el presente volumen. Por el contrario, lo que aquí
pretendo es señalar la importancia de cuestionar los proyectos modulares y las abstraccio-
nes a priori —sobre todo en lo que se refiere a su influencia en la modernidad, la historia
y el colonialismo—, y al mismo tiempo hacer interpretaciones que muestren un espíritu
crítico-recuperador, sobre todo en las discusiones sobre el poder y la diferencia. Tales cues-
tiones han sido exploradas dentro de un contexto específico en Dube, 2002, y Dube, en
prensa.
17SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 17

CUESTIONES CRÍTICAS

Las preocupaciones esbozadas se entenderán mejor si consideramos que


constituyen el contexto teórico general de los ensayos de este volumen,
como horizontes abordados de maneras forzosamente distintas en estos
escritos. En efecto, por medio de consideraciones críticas de las moder-
nidades coloniales nuestras contribuciones buscan articular las cuestio-
nes de la diferencia, el poder y el conocimiento. Sería equivocado darle
una connotación transparente o una condición precisa a las modernida-
des coloniales como categoría. Es cierto, como ya mencionamos, que es-
ta acuñación corriente hace resaltar los grandes vericuetos de las deter-
minaciones de la colonia y las formaciones de la modernidad; éste es
especialmente el caso cuando las modernidades coloniales son vistas co-
mo una gran rúbrica que señala al mismo tiempo procesos históricos y
perspectivas críticas que implican una localización específica de la enun-
ciación, cuestionando el punto-de-vista-desde-ninguna-parte incorpó-
reo que se convierte en la vista-de-todas-partes palpable. Sin embargo,
precisamente por esta razón, las modernidades coloniales señalan al mis-
mo tiempo un terreno teórico contencioso y un escenario analítico en
contienda. Y son estas contiendas las que podrían convertir esta metáfo-
ra-concepto en un recurso que dé cabida al diálogo y al debate. Por ello,
es útil plantear tres series definidas de preguntas, haciendo coincidir los
puntos de la discusión para poder reflexionar sobre las modernidades co-
loniales.
Primero: ¿cuáles son las implicaciones de conjuntar las cuestiones
del colonialismo con las cuestiones de la modernidad para producir y
mantener la figura híbrida de las modernidades coloniales? ¿Qué
marcas de diferencia y qué lineamientos de poder son realzados me-
diante tales movimientos? Y ya que estamos en ello, ¿de qué manera
utilizamos aquí el término “modernidad” y su plural “modernida-
des”? Al hablar sobre la modernidad, ¿nos referimos a una ideología
de largo alcance que acompañó a los procesos del capital, la expansión
del imperio y la invención del colonialismo a lo largo de los últimos
500 años? ¿O debemos entender las modernidades como procesos
históricos particulares conjuntados por intersecciones distintivas aun-
que de gran magnitud entre la metrópoli y los márgenes, suscitados
por encuentros prudentes aunque críticos entre el colonizador y el
colonizado?
18SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 18

Queda claro que estas distintas orientaciones en realidad convergen;


cada una cuestiona las representaciones dominantes de lo moderno, am-
bas desafían las maneras singulares en que la modernidad se ve a sí mis-
ma, incluyendo las que presentamos en los textos de este libro. Quiero
decir que si en vez de imaginar e instituir una síntesis fácil entre formas
rivales de comprender la modernidad y las modernidades —y cierta-
mente entre concepciones antagónicas del colonialismo y la historia—
reconocemos tales distinciones y diferencias como tensiones productivas,
quizás obtengamos la fuerza necesaria para reflexionar sobre las moder-
nidades coloniales. Por ello, no debe sorprender, frente a las diversas in-
terpretaciones plurales más recientes del concepto de modernidad —por
ejemplo, la proliferación de impresos y la diseminación de discusiones
sobre modernidades “alternativas” y “tempranas”, “coloniales” y “múlti-
ples”—, que en el presente volumen se haga referencia a estipulaciones
bastante divergentes para intentar resolver la cuestión.7 Regresaremos a
este punto más adelante, en esta introducción. Aquí lo que importa es
que reiteremos las posibilidades críticas que se ponen de relieve cuando
convertimos la ubicación exacta de las modernidades coloniales en una
pregunta abierta: un campo conceptual constituido por desacuerdos,
disyunciones y debate; un escenario categórico que da significado a las
orientaciones teóricas, los procesos históricos y las comprensiones parti-
culares.
Segundo: la tenaz búsqueda de novedad por varios partidarios de la
posmodernidad —una búsqueda ciertamente antigua para la moderni-
dad, lo cual la hace doblemente irónica— ignora con frecuencia el hecho
de que ya de por sí trabajamos a la luz de viejas formas de comprensión
y siempre a la sombra de categorías pasadas. Y así, la segunda serie de pre-
guntas que aquí planteamos tiene que ver con la importancia de ocupar-
nos de lo que, para nuestros propósitos, es una genealogía de conceptos.
En el contexto de las conversaciones iniciadas en América Latina, estos
conceptos, en orden tanto cronológico como lógico, se refieren particu-
larmente a la dependencia, el sistema global y la globalización.
¿A qué usos eran destinados los conceptos de la dependencia y el sis-
tema global hace, digamos, dos o tres décadas y en qué direcciones de-
ben apuntar ahora que principia un nuevo milenio? ¿Son necesarios es-

7
Por ejemplo, Barlow, 1997; Burton, 1999; Daedalus, 1998 y 2000, y Gaonkar,
2001.
19SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 19

tos conceptos hoy día? En otras palabras, ¿qué funciones pueden realizar
estas categorías dentro de las culturas académicas contemporáneas, y ba-
jo qué premisas teóricas y qué límites analíticos? También es útil que
consideremos las intersecciones y divergencias que se dan en la elabora-
ción de las categorías de la dependencia, el sistema global y la globaliza-
ción —junto con las del colonialismo, la modernidad y las modernida-
des coloniales— en los escritos sobre América, África, Asia, Oceanía y,
por supuesto, Europa. Por último, ¿acaso no es importante, en lo que se
refiere a su lógica interna, rastrear las conjugaciones entre las concepcio-
nes clave del sistema global, por un lado, y el feliz nuevo mundo de la
globalización, por el otro? Es decir: ¿cuáles son los nexos y las exclusio-
nes que vinculan la globalización con el colonialismo, la modernidad
con la “colonialidad”, el sistema global con las modernidades coloniales,
siendo que la primera de estas tres conjunciones aproxima y se extiende
a las otras dos?
Tercero: ¿cuáles son los imperativos críticos de la lectura y la escri-
tura —del diálogo y el debate— a la hora de considerar las estipulacio-
nes de la diferencia y las disposiciones del poder? No debemos descuidar
este tema, sobre todo teniendo en cuenta que en una gran variedad de es-
fuerzos eruditos contemporáneos el poder y la diferencia pueden apare-
cer como entidades prefabricadas, lo cual sugeriría que se trata de algo
más que de simples artimañas de la crítica radical y distracciones acadé-
micas. Como ya hemos observado, ni el poder ni la diferencia deben ser
colocados en un marco de categorías preexistentes como términos a prio-
ri de la discusión. No es solamente una cuestión de especificar las mane-
ras particulares de presentar las nociones de la diferencia y las premisas
del poder, si bien tales maniobras pueden resultar prácticas como ejerci-
cios. También hay que tener en cuenta otras dos consideraciones.
Por una parte, es importante prestar atención a la manera en que la
diferencia se ve afectada por el poder. Por la otra, importa reconocer la
manera en que el poder se inyecta de diferencia. Esto no significa que
debamos caer en la sofistería. Tomemos por ejemplo el plural de moder-
nidad, modernidades. Cuando nos referimos a las modernidades, ¿que-
remos simplemente decir que la modernidad india es distinta de la mo-
dernidad alemana, y que ésta es distinta de la modernidad mexicana o
la venezolana? Si hacemos de ésta nuestra idea principal, ¿qué modali-
dades de poder están siendo eclipsadas, no sólo en relación con los gran-
des sistemas de coordenadas del imperio y la globalización, sino con las
20SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 20

formaciones no occidentales del Estado y la nación? Y de igual forma,


¿acaso invocando una modernidad en singular centrada en Occidente,
para cuestionar los impulsos homogeneizantes del poder, no estamos ca-
yendo en representaciones reificadas de una Europa imaginaria pero
tangible, que pasan por alto la labor de la diferencia en el trabajo de la
dominación?
En otras palabras, ¿qué maneras de comprender las tradiciones/los
pasados antiguos y qué concepciones de la historia/el progreso actual in-
fluyen en nuestras interpretaciones del poder y la diferencia? ¿Qué idea
preconcebida es la que nos alienta a apropiarnos de la historia, ya sea
universal o provinciana? ¿Qué imagen intermedia articula nuestra mane-
ra de aprehender la modernidad, ya sea plural o singular? Recordando
una proposición anterior: ¿es posible trabajar los términos del discurso
cuando no se ve al poder como un terreno totalizado y cuando la dife-
rencia no constituye un antídoto fácil contra el poder, ya sea como iden-
tidad insurgente, como hibridismo extático o como pluralidad precon-
figurada?

CONJUNCIONES DIVERGENTES

La naturaleza de las cuestiones planteadas indica que con esta introduc-


ción, más que encontrar consenso, pretendemos generar un debate, a te-
nor con el presente volumen, en el que las posturas se encuentren y se ex-
cedan, señalando hacia nuevas direcciones mediante el intercambio y el
excedente. Aquí están involucrados términos particulares de interacción
entre distintos cuerpos de erudición, en especial textos sobre América La-
tina e interpretaciones sobre el sur de Asia, que convergen en las conjun-
ciones críticas que se hallan en el núcleo mismo de las modernidades co-
loniales.
Por una parte, las formas de comprensión más aceptadas y las con-
cepciones más comunes que se producen en América Latina incluyen in-
sinuaciones de modernidad que han estado presentes en la región desde
hace mucho tiempo, reflejadas generalmente en la imagen de una Euro-
pa reificada. Aquí, con sus carencias específicas y dentro de límites par-
ticulares, América Latina aparece como una parte del mundo occidental,
un resultado de las cartografías dominantes y de las “metageografías”
ampliamente aceptadas que han dividido al mundo entre Oriente y Oc-
21SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 21

cidente. Dejando de lado algunas excepciones,8 en América Latina las


cuestiones relativas al colonialismo han sido vistas como el eje central de
un pasado borroso y distante. Por ello, no es de sorprender que las cues-
tiones del imperio —concebidas también desde una perspectiva estre-
cha— sigan siendo consideradas como el terreno distintivo de eruditos
especializados en un periodo lejano y ya olvidado de la historia latino-
americana. En tales orientaciones, los rasgos sobresalientes de las cultu-
ras coloniales de América Latina consisten sobre todo en una arquitectu-
ra monumental y un arte preciosista pertenecientes a una era remota.
A contrapelo de esas orientaciones dominantes que apuntan a la
presencia de la modernidad y el pasado colonialista, hoy un considerable
cuerpo de textos críticos centra sus reflexiones acerca de América Latina
en los proyectos subterráneos y las apariciones recargadas de lo moderno
y lo colonial tanto en el presente como en el pasado. En otras palabras,
este cuerpo considera críticamente el lugar espectral y la presencia tangi-
ble de las estipulaciones coloniales sobre el conocimiento/poder que se
hallan en el interior de las orientaciones modernas del poder/conoci-
miento. La consecuencia es que tales acciones, representadas en este vo-
lumen con gran agudeza, también colocan un espejo ante la modernidad
donde puede contemplarse a sí misma como un proyecto ideológico, una
artimaña de la historia, un aparato crucial de la dominación, que hoy es-
tá aquí y mañana estará allá.9
Por otra parte, las cuestiones coloniales han ocupado un lugar pri-
mordial en los textos sobre la historia, la economía y la sociedad en Sudá-
frica durante ya varias décadas. Aquí la inmediatez del imperio y la fuer-
za del nacionalismo —como movimiento anticolonialista y proyecto de
construcción nacional— han desempeñado un papel importante. A lo lar-
go del tiempo, esto ha dado como resultado la acumulación de perspecti-
vas bien definidas sobre los procesos coloniales en el sur de Asia. Por ello,
no sorprende que en años recientes muchos de los más significativos vira-
jes teóricos de un continente a otro en las disciplinas de la antropología y
la historia y en los campos de los estudios literarios y culturales se hayan
8
Tales excepciones incluyen, por ejemplo, los teóricos de la dependencia y otros eru-
ditos en temas afines que han interpretado el mundo en términos de un centro enaltece-
dor y una periferia expropiada, instituyendo de esta manera el imperialismo y el neoim-
perialismo en el corazón mismo de la historia moderna.
9
Dussel, 1995; Lander, 2000; Mignolo, 1995 y 2000, y Castro-Gómez y Mendie-
ta, 1998.
22SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 22

valido de los términos analíticos utilizados para describir las transforma-


ciones coloniales en el subcontinente indio. Estos desarrollos en los escri-
tos sobre el sur de Asia se han extendido desde las historias revisionistas de
las transiciones coloniales y las etnografías históricas de las formaciones
imperiales hasta las perspectivas poscoloniales asociadas con el proyecto de
Estudios Subalternos, así como varios análisis de la crítica literaria.10
También se ha dado el caso de representaciones generales de la mo-
dernidad que sólo recientemente han llegado a promover una reflexión
crítica en el sur de Asia. Con esto no estamos negando a las disposiciones
del progreso su lugar palpable en las formas de comprensión propias del
subcontinente, que van desde debates históricos sobre el avance social ba-
jo el régimen colonial hasta celebraciones de la teoría de la modernización,
las seducciones del gobierno y los encantos cotidianos de la importancia
de ser modernos como Estado, nación y pueblo. Nuestra intención, más
bien, es señalar la importancia de las distinciones entre las insinuaciones
de modernidad del sur de Asia y las de América Latina.
Imaginadas como un pasaje de la historia e instituidas como un
atributo de la construcción nacional, las representaciones y los procesos
de la modernidad en el sur de Asia y en Latinoamérica se han revestido
de una diferencia respecto de Europa. Sin embargo, tales distinciones
han seguido direcciones diferentes. A lo largo de los siglos XIX y XX, los
términos tangibles de la autoridad imperial, los pasados inmediatos del
dominio colonial y los diseños apremiantes de nuevas naciones han im-
plicado que las articulaciones dominantes de la modernidad en el sur de
Asia se hayan empapado de la diferencia colonial y la distinción posco-
lonial. Occidente no ha dejado de estar presente. Y así, durante mucho
tiempo y de diversas maneras, la modernidad india ha sido vista como
“casi lo mismo, pero diferente”. En este periodo, la falta de un imperio
formal, la dominación de una élite criolla y los viejos modelos de las ca-
tegorías coloniales engendraron diseños distintivos de la modernidad en
América Latina, una modernidad de gran influencia que tiene como
10
Nuevamente, las limitaciones de espacio sólo nos permiten ofrecer referencias in-
dicativas. En este caso, la primera tendencia es la representada por Bayly, 1983 y 1988, y
Washbrook, 1988. La segunda es la señalada por Cohn, 1987 y 1996, y Dirks, 1987. Y la
tercera ha sido expresada en Guha, 1982-1989; Guha, 1997a; Chatterjee y Pandey, 1992;
Arnold y Hardiman, 1994; Amin y Chakrabarty, 1996; Bhadra, Prakash y Tharu, 1999,
y Bhabha, 1994. Entre otros escritos críticos recientes sobre estas tres orientaciones, véa-
se Dube, 1998, y Skaria, 1999.
23SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 23

premisas los espectros de una historia y una afinidad culturales que com-
parte con Europa. En esto siempre ha estado a la zaga de Europa. Así,
durante al menos dos siglos, la modernidad latinoamericana ha sido re-
presentada como diferente, pero casi igual.
Recordemos la insinuación de que sólo en años recientes se ha presta-
do atención a la sustancia de la modernidad en India. Aquí se han dado di-
ferentes maneras de comprender las distinciones y la dinámica, las deter-
minaciones y la dirección en el sur de Asia, modeladas de diversas formas:
como una iluminada trayectoria de transformación social, un proyecto
presuntuoso que opera contra la diferencia creativa, un aparato influyente
que no cesa de engendrar alteridad crítica y un proceso histórico que pro-
duce lo mismo excepciones exóticas que uniformidad histórica.11 Sin em-
bargo, en la mayoría de estas interpretaciones, la reflexión actual sobre la
modernidad ha sido inmediatamente posterior a la presencia del colonia-
lismo. Así, no será para el lector una sorpresa descubrir que nuevos escri-
tos críticos sobre el sur de Asia, representados también en este libro, hayan
intentado extender las maneras anteriores de comprender el colonialismo,
así como las proposiciones actuales de la modernidad, valiéndose al mismo
tiempo de filtros históricos y de marcos de coordenadas etnográficas.12
El presente volumen ha sido el resultado de provechosos enfrenta-
mientos entre las distintas orientaciones del colonialismo y la moderni-
dad esbozadas antes. Podría decirse que esta pluralidad y este desacuer-
do constituyen uno de los puntos fuertes del cuerpo de escritos que
presentamos, pues la multiplicidad a que nos referimos da indicios de la
diversidad de las culturas académicas, así como de las distinciones entre
las orientaciones teóricas. Por ejemplo, no basta con sugerir que los es-
critos con inclinaciones filosóficas que incluimos están particularmente
interesados en la labor epistemológica de la colonia y la modernidad,
mientras que los textos con bases empíricas tienen más que ver con el tra-

11
Estas cuatro distintas maneras de comprender la modernidad han sido articuladas,
respectivamente, por Gupta, 2000; Nandy, 1983; Prakash, 1999, y Dube, en prensa.
También cabe mencionar que, como en el caso de las obras de académicos como Ashis
Nandy y J.P.S. Uberoi, las interrogantes relativas a la modernidad han sido planteadas de
maneras críticas en la discusión y la práctica del arte y el cine en India. Véase, por ejem-
plo, Kapur, 2000, y Sheikh, 1997.
12
Además de las obras de Nandy, Prakash y Dube citadas en la nota anterior, otros
escritos relevantes incluyen Appadurai, 1996; Chakrabarty, 2000; Chatterjee, 1993;
Dirks, 2001, y Hansen, 1999.
24SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 24

bajo histórico de estas categorías. De hecho, la mayoría de los ensayos


saltan indistintamente entre la primera y la segunda preferencias, mez-
clando inexorablemente estas posturas y desmintiendo la concepción de
las disciplinas como entidades herméticamente cerradas. Pero en lugar de
ser subsumidas dentro de una multidisciplinaridad uniforme (o una
transdisciplinaridad homogénea), en Modernidades coloniales son varias
las posturas disciplinarias que cobran vida gracias a su unión con orien-
taciones teóricas bien definidas. Aquí la diversidad intelectual y la distin-
ción teórica son resaltadas y extendidas, pues, al circular juntas, una
orientación interrumpe y excede a la otra posición.
Ya observamos anteriormente que varios esfuerzos por pluralizar la
modernidad —que buscan incluir en un mismo concepto historias pa-
sadas, trayectorias múltiples, modelos alternativos— han adquirido im-
portancia en tiempos recientes. El presente volumen se une a estos ejer-
cicios, pero dándoles un giro particular que tiene que ver directamente
con la relevancia teórica de las perspectivas plurales sobre el colonialis-
mo, la modernidad y las modernidades coloniales. Para explicar estas
cuestiones lo mejor es que recurramos a ciertos ejemplos. Un poco más
adelante en esta introducción recordaremos los argumentos específicos
de cada una de las contribuciones incluidas en este volumen; por ahora
es útil que nos ocupemos del diálogo y las confrontaciones entre estos
ensayos, en lo que se refiere a dos puntos teóricos que ya hemos mencio-
nado: las cuestiones entrelazadas de los vínculos entre el colonialismo y
la modernidad, y los nexos entre el poder y la diferencia.
Comenzaremos con las contribuciones de Enrique Dussel, Edgardo
Lander y Santiago Castro-Gómez, que esbozan distintos énfasis, al tiem-
po que revelan convergencias cruciales en relación con dos de las cues-
tiones antes planteadas. Consideremos primero su discusión sobre la ar-
ticulación entre el colonialismo y la modernidad. Como se verá, Dussel
pretende rebatir las grandes proposiciones de un “segundo eurocentris-
mo” sutil que proyectan a una Europa que ha sido el centro del sistema
mundial en los últimos 500 años. Lander cuestiona las premisas euro-
centristas que subyacen en los acuerdos autoritarios que facilitan el ca-
pital global. Castro-Gómez explora el entrelazamiento entre el poder
disciplinario de la nación-Estado moderna y las relaciones hegemónicas
del sistema mundial moderno/colonial, y sugiere que aunque los térmi-
nos estructurales del poder global siguen en pie, los medios y las estrate-
gias de su legitimación han experimentado transformaciones cruciales.
25SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 25

Sin embargo, a pesar de sus distintos énfasis, los tres ensayos apuntan ha-
cia las formaciones de la modernidad como algo fundado en los tiempos
de la colonia; tanto el colonialismo como la modernidad son reconoci-
dos como proyectos europeos dominantes de poder/conocimiento que
conforman el núcleo exclusivo de un sistema mundial capitalista en sin-
gular. Así, cuando Castro-Gómez describe la modernidad como una se-
rie de prácticas dirigidas al control racional de la vida humana —lo cual
conlleva la institucionalización de las ciencias sociales, la organización
capitalista de la economía, la expansión colonial de Europa y la configu-
ración jurídico-territorial de las naciones-Estado—, está sintetizando
una poderosa perspectiva que al parecer es compartida por Enrique Dus-
sel y Edgardo Lander (y por muchos otros, claro está).
¿Y qué decir de las orientaciones de estos tres académicos respecto a
la relación entre el poder y la diferencia? Dussel y Lander destacan el im-
ponente empuje y el impulso homogeneizador de la modernidad euro-
americana moderna y del conocimiento eurocentrista, respectivamente.
Ante la trayectoria exclusiva de este poder que ha asegurado el capital glo-
bal, ambos subrayan la ética de la diferencia crítica; el primero ubica la al-
teridad en la exterioridad de la “transmodernidad”, y el segundo lo hace en
la necesidad de consolidar/recuperar las formas de comprensión alternati-
vas. Por su parte, Castro-Gómez describe la modernidad como una má-
quina engendradora de alteridades que suprime el hibridismo, la multipli-
cidad, la ambigüedad y la contingencia en nombre de la razón, mediante
la designación de la humanidad. Según su análisis, además, bajo condicio-
nes de posmodernidad, la hegemonía ininterrumpida del capital global
dentro del sistema mundial no se garantiza mediante la represión de la di-
ferencia, sino por medio de la producción y la difusión de alteridades. Sin
embargo, a pesar de tales distinciones —incluida la “ambigüedad” pro-
ductiva de la cual Castro-Gómez se vale para formular la fabricación de al-
teridades bajo la modernidad y la posmodernidad—, en estos escritos el
poder parece emanar de un lugar específico y dominar de manera exclusi-
va, mientras que la diferencia pura aparece como una respuesta al poder.
Los términos éticos de tales posiciones relativas al colonialismo y la
modernidad, al poder y la diferencia, son al mismo tiempo elaborados y
extendidos al pasar por filtros analíticos diferentes aunque parcialmente
coincidentes, en los textos que preceden a estos tres ensayos. Como ya
hemos observado, aquí están en juego diferencias en las maneras de com-
prensión teórica, que trabajan en mancuerna con las distinciones en las
26SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 26

maneras de comprensión teórica. Así, de manera explícita e implícita,


muchas de estas contribuciones configuran modernidades coloniales ba-
jo la premisa tanto de las determinaciones mutuas del poder y la diferen-
cia, como de la dinámica incesante de la exclusión y la inclusión —lo
cual es indicativo de la contingencia y la contradicción que se hallan en
el núcleo de tales procesos. Tampoco en este caso podemos recurrir di-
rectamente a categorías tales como “sistema mundial” o “capital global”.
Por ejemplo, Josefina Saldaña-Portillo descubre las conjunciones
productivas que se hallan en el núcleo de una modernidad colonial, me-
diante dos procedimientos entrelazados: explorando las continuidades
entre el Estado español colonial y el Estado mexicano moderno en la
producción de una diferencia “indígena”, y analizando la manera en que
los zapatistas en la selva Lacandona interrumpen el clamor dominante de
la nación contemporánea accediendo y excediendo al nacionalismo revo-
lucionario y a lo moderno/colonial. De esta manera, los zapatistas con-
temporáneos nos permiten vislumbrar los destellos de una modernidad
alternativa. En contextos discretos y de distintas maneras, Guillermo
Zermeño y Sudipta Sen recalcan que dentro de la nación moderna y el
Estado colonial el fuerte impulso de excluir a los sujetos subalternos y a
los pueblos colonizados ha ido acompañado de la impetuosa urgencia
por incluirlos en los márgenes de un imponente sistema de coordenadas
de “la civilización”. Por una parte, Zermeño resalta las “divergencias-con-
vergentes” entre la comprensión colonial de fray Bernardino de Sahagún
y la antropología nacional de Manuel Gamio —y ciertamente entre el
colonialismo español y el Estado moderno— en México. Su ensayo nos
muestra cómo estas distintas modalidades de conocimiento, a pesar de
todo, fabricaron la figura del indio como un extranjero “primitivo” que
sólo podía ser admitido en el espacio del imperio y la temporalidad de la
nación tras ser forjado como un cofrade “mejorado”. Por otra parte, Sen
aprovecha el imperativo doble del colonialismo británico que deploraba
y denunciaba la ausencia de una verdadera sociedad civil en India y al
mismo tiempo imaginaba e instituía un orden residual de sociedad civil
en la colonia. De esta manera nos revela que estos movimientos gemelos
constituían modalidades de dominio colonial que ejercían tanto la domi-
nación como la hegemonía.
La política de la exclusión y la inclusión se entrelaza constantemen-
te con la interrelación entre el poder y la diferencia; en el presente volu-
men los términos de esta dinámica serán expresados de manera clara y de-
27SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 27

finida. Por ejemplo, Saurabh Dube explora las visiones dominantes y las
formas de comprensión más comunes de la nación y el Estado, la colonia
y la modernidad, la cultura y la sociedad, el pasado y el presente, susten-
tadas por proyecciones duraderas de “espacios encantados” y “lugares
modernos”. Fundamentadas en las estipulaciones de la historia universal,
fomentando las condiciones del progreso histórico y definiendo las orien-
taciones de las disciplinas modernas, estas figuras y formas dividen al
mundo al mismo tiempo que lo mantienen unido. Muestran vivamente
la importancia de localizar las determinaciones entrelazadas y las negacio-
nes enredadas que existen entre el poder y la diferencia. Pues justamente
la división entre el poder y la diferencia es lo que instituye aquellas repre-
sentaciones de la modernidad que se hallan en el núcleo de las influyen-
tes críticas a la modernidad. Madhu Dubey discute sobre estas cuestiones
en su análisis crítico sobre el “viraje sureño” de la cultura contemporánea
en Estados Unidos, una serie de tendencias proliferantes que plantean el
sur de Estados Unidos como un terreno encantado de diferencia.
En su conjunto, las distintas posturas teóricas que reunimos en Mo-
dernidades coloniales se relacionan y discuten con alineaciones críticas
bien definidas, pero ninguna de ellas renuncia a sus propias convicciones
cardinales.13 Pues el propósito de este volumen no es legislar las moder-

13
Los términos de esta discusión sugieren que las mismas condiciones que posibili-
tan el diálogo, el debate y la distinción entre los ensayos incluidos en Modernidades colo-
niales pueden hacerlo gracias al hecho de que estas contribuciones se ocupan de una serie
de preocupaciones compartidas por todos ellos, bajo la rúbrica de las modernidades colo-
niales. Además de las cuestiones relativas al poder y la diferencia, antes presentadas, cabe
mencionar otros dos ejemplos. Primero: las cuestiones que se refieren a las dualidades do-
minantes de conocimiento/poder atraviesan toda la obra de Castro-Gómez, Lander, Mig-
nolo, Dube, Chuaqui, Zermeño y Dubey, entre otros, y hallan una expresión definida en
estos ensayos. Éste también es el caso de la cuestión de los vínculos entre las disciplinas
modernas (sobre todo las ciencias sociales) y el poder disciplinario (en particular, la auto-
ridad del Estado), explorados de diversas maneras por varios de los autores que participan
en este volumen. Segundo: las preocupaciones más específicas retomadas por los distin-
tos autores revelan tanto conjunciones particulares como divergencias productivas; éstas
incluyen, por ejemplo, la fabricación de la figura del “indio” mezquino en México (Sal-
daña-Portillo y Zermeño); la proliferación y la reificación de la diferencia bajo las condi-
ciones posmodernas (Castro-Gómez y Dubey), y la importancia de considerar las conca-
tenaciones coloniales entre India y México (Sen y Lira). Así, se pretende presentar más
adelante tales vínculos y distinciones mediante la ordenación de los ensayos y los medios
para describirlos, revelando de esta manera las preocupaciones entrecruzadas que consti-
tuyen Modernidades coloniales.
28SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 28

nidades coloniales ni resolver una incógnita de la misma manera que se


juzga un caso. Por una parte, es importante reiterar que las modernida-
des coloniales, como perspectiva crítica y como proceso histórico, emer-
gen en primer plano como una cuestión y un horizonte que pueden ser
abordados más fácilmente mediante orientaciones bien definidas. En
otras palabras, la categoría insinúa incógnitas y señala paisajes que es me-
jor dejar abiertos. Por otra parte, también es provechoso reiterar que jus-
tamente debido a tales diferencias entre las posiciones teóricas, las mo-
dernidades coloniales que nos ocupan aparecen menos como un objeto
dado, utilizado por el conocimiento trascendental y la historia omnis-
ciente, que como un sujeto histórico esbozado por lugares antiguos y pa-
sados particulares. Ya es hora de describir estos avances.

PREOCUPACIONES ENTRECRUZADAS

Nuestras consideraciones comienzan con un ensayo de Josefina Saldaña-


Portillo, que aborda frontalmente las conjunciones productivas que se
hallan en el núcleo de las modernidades coloniales, considerando el lu-
gar-pasado de la colonia y explorando las producciones-presentes de lo
moderno en la construcción y la deconstrucción de México. El texto ras-
trea las marcas de diferencia engendradas por el colonialismo español en
su fabricación de la figura del “indio”. Asimismo, hace hincapié en la in-
fluencia de tales diferencias en los lineamientos del poder y sus subver-
siones en la nación mexicana moderna. Bajo la premisa de que todas las
variedades de modernidad en América Latina “llevan la impronta del co-
lonialismo español”, Saldaña-Portillo se rehúsa rotundamente a ubicar al
indígena en la tierra de Nunca-jamás de la tradición encantada, enfren-
tándose a las determinaciones de la dominación, adelantándose a las dis-
posiciones del poder. Por el contrario, el ensayo destaca en que lo que
hoy se antoja como las características fundamentales de las culturas indí-
genas mesoamericanas —formaciones de comunidades indígenas bien
definidas, imponiendo trajes “típicos”, rituales únicos y concejos comu-
nales— son productos del “sistema de gobierno y de explotación econó-
mica de la colonia española”. La figura del “indio” fue producida por es-
tos procesos, que al mismo tiempo “universalizaron” y convirtieron “en
un mero asunto parroquial” la identidad indígena. Sin embargo, lejos de
ser las víctimas pasivas, las comunidades indígenas se acomodaron en los
29SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 29

intersticios del poder para producir valores y significados que superaron


las técnicas del gobierno, con lo cual crearon formaciones culturales e
identidades resistentes que desbordaron la categoría colonial del indíge-
na mezquino.
No es de sorprender que las estipulaciones de este “régimen colonial
de diferencia” hayan dado forma al proyecto de construcción nacional en
México. Aquí, Saldaña-Portillo evoca un pasado que abarca desde prin-
cipios del siglo XIX hasta finales del siglo XX, para demostrar la articula-
ción contradictoria que se valía de los procesos culturales y económicos
de la diferencia indígena y de la identidad nacional. Esta historia se ca-
racteriza por una progresión peculiar. Se inicia con el indigenismo histó-
rico de la élite nacionalista criolla que subrayaba la diferencia indígena
como el signo de una nueva nación contraria al imperio español. Conti-
núa con el deseo de los oligarcas políticos a mediados del siglo XIX de ani-
quilar esta diferencia en nombre de la ciudadanía liberal, declarándola
como la negación de la nación moderna. Prosigue con el indigenismo
desarrollista de la élite revolucionaria del siglo XX, que celebraba la dife-
rencia indígena pero al mismo tiempo buscaba asimilar a las comunida-
des indígenas dentro del proyecto de construcción de un México moder-
no, de una nación mestiza.
Todo lo anterior prepara la escena para la siguiente sección, en la que
Saldaña-Portillo explora la manera en que los zapatistas y su insurrección
en el sureste mexicano interrumpieron el telos de la historia. De nuevo,
en este ensayo la política y la resistencia de los zapatistas no escapan a las
determinaciones de la nación y la modernidad. Por el contrario, se argu-
ye que las comunidades indígenas de la Lacandona que conforman el
EZLN han surgido de los términos de un nacionalismo revolucionario y
de los lenguajes de una modernidad colonial, y que tales estipulaciones
han sido apropiadas, extendidas y excedidas por el zapatismo. Saldaña-
Portillo expone estos argumentos mediante una excelente etnografía que
se refiere a un acontecimiento al que ella misma asistió —una represen-
tación dramática preparada por los zapatistas en el verano de 1996 con
motivo de la visita de varios extranjeros, sobre todo simpatizantes occi-
dentales del EZLN.
Como un teatro de la política, un juego del poder, la escenificación
de este episodio giraba en torno del silencio que los zapatistas querían
montar en escena, un silencio que hacía eco mediante múltiples identi-
ficaciones cívicas y varias asociaciones éticas, un silencio que interrum-
30SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 30

pió la ruidosa autoridad del nacionalismo mexicano dominante. El en-


sayo de Saldaña-Portillo, siguiendo de cerca la obra de Ernesto Laclau,
nos revela que la puesta en escena de un silencio tan impresionante es de
hecho indicativo de la presencia de los zapatistas como un “significante
vacío” de la sociedad civil, de la comunidad mexicana. Oscilando entre
la aceptación y la reivindicación de la diferencia indígena, por un lado,
y el rechazo y el vaciado de la particularidad indígena, por el otro, los za-
patistas “también nos ofrecen una modernidad alternativa”.
La figura del “indio” y la forma del “primitivo” inventadas por el
pensamiento nacionalista y el conocimiento colonial en México tam-
bién constituyen el tema del ensayo de Guillermo Zermeño. Su texto
nos ofrece un trozo de la historia antropológica mesoamericana, enfo-
cándose en las configuraciones de la disciplina antropológica y de la
modernidad nacional en la obra de Manuel Gamio, considerado por
muchos como el “padre de la antropología moderna” en México. Inspi-
rado en las interpretaciones críticas pero positivas de la obra de Hegel
hechas por el filósofo Paul Ricouer, Zermeño intenta reconocer en la
gran herencia de Gamio un medio para trascenderla. Aquí, las interpre-
taciones de Gamio aparecen junto con los comentarios de fray Bernar-
dino de Sahagún, el cronista colonial del siglo XVI a quien el propio Ga-
mio, a su vez, llamara el “padre de la antropología mexicana”. En la
formación intelectual de Manuel Gamio se conjuntan de manera sobre-
saliente haber sido discípulo de Franz Boas en la Universidad de Colum-
bia, su proximidad con diversos presidentes de México durante más de
veinte años a partir de 1915 y su posición como un intelectual cuyos
principales interlocutores eran funcionarios del gobierno. No obstante,
el planteamiento de este erudito también resulta estar enraizado en un
pasado antropológico particular, y forma parte constitutiva de un pre-
sente etnográfico bien definido.
Por una parte, la obra de Manuel Gamio sigue el modelo de los su-
puestos positivistas del siglo XIX que consideraban que el conocimiento
científico debía estar al servicio de la nación. Ante el pronóstico de que
un México moderno no podría desarrollarse sin el apoyo de la ciencia, el
reto de la nueva ciencia era descubrir los modelos raciales, culturales y
económicos esenciales que convertirían la observación sociológica en un
medio de predicción eficaz y de gobierno eficiente. Esta matriz de cono-
cimiento, basada en las agudas distinciones entre “tradición” y “moder-
nidad”, “atraso” y “progreso”, fomentaba la economía de poder de la na-
31SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 31

ción-Estado moderna. Probablemente el mismo Gamio estaría pensan-


do en estas oposiciones cuando dividió a la nación mexicana en dos po-
los: por un lado, su población blanca, representante de la “civilización
moderna”, los precursores “dinámicos” del “progreso”; y por el otro, sus
grupos de indígenas y mestizos, “la mayoría de ellos subdesarrollados y
pasivos”.
Por otra parte, Gamio intentó desarrollar una antropología aplicada
que se adecuara al siglo XX. Si bien para él la empresa antropológica se re-
montaba casi cuatrocientos años en el pasado, consideraba que los escri-
tos antiguos —por ejemplo, los de los viejos cronistas— debían ser filtra-
dos como fuentes de información según los criterios estrictos de la ciencia.
Así, la magia debía ser separada de la verdad, en la nueva antropología. En
su mismo núcleo, esta nueva antropología debía constituir un esfuerzo
aplicado, una disciplina científica cuyas conclusiones estarían dirigidas a
la “aplicación inmediata en favor del mejoramiento social”. Desde el pun-
to de vista de Gamio, la tarea de la antropología aplicada, en su conjun-
to, consistía en trabajar junto con el Estado para transformar el “atraso
cultural” del sujeto indígena tal como era reflejado en la imagen de la mo-
dernidad y la civilización del ciudadano blanco. Los mismos procedi-
mientos de esta nueva comprensión implicaban la “sustancialización del
método” que producía la “imagen esencial del indio” fácil de manipular
en el espacio y el tiempo.
Con lo anterior como telón de fondo, Zermeño rastrea las “conver-
gencias divergentes” entre la antropología de Manuel Gamio y la obra de
Bernardino de Sahagún. Ambos veían al indio como un objeto de cono-
cimiento que debía ser “curado”: de su “idolatría” en el caso de Sahagún,
y de su “atraso” en la visión de Gamio. En otras palabras, ambos eruditos
construyeron interpretaciones para borrar aquellos significados y prácti-
cas que connotaban una presencia “primitiva” en sus esquemas concep-
tuales. Se trata de esfuerzos intelectuales en los que el afán de compren-
der se unía de manera crítica a la estipulación de los pueblos indígenas,
como parte de aquellos proyectos políticos con los cuales el cronista y el
antropólogo estaban de acuerdo —el proyecto colonizador-evangelizador
en el caso de Sahagún, y el proyecto de construir una nación moderna en
el de Gamio. En ambos casos, la construcción y la consolidación de la
“otredad” de lo indígena también constituía el medio y el mecanismo pa-
ra atacar y disminuir esta diferencia. Las divergencias específicas entre los
proyectos de Gamio y Sahagún van de la mano con sus profundas con-
32SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 32

vergencias, de tal forma que incluso el “siglo del nacionalismo liberal me-
xicano” —en su presentación burguesa y su encarnación revoluciona-
ria— emerge como la “segunda conquista” del mundo indígena. Pero se-
ría apresurado limitar estas cuestiones al pasado; Zermeño pregunta con
cierta agudeza: ¿qué garantía tenemos de que las actuales formas de com-
prensión antropológica de los pueblos indígenas no siguen inscritas den-
tro de teleologías del progreso relacionadas con las anteriores?
Algunos de los términos de la historia y la etnografía, la política cul-
tural y las culturas políticas perduran hoy día bajo la forma de espacios
encantados y lugares modernos que ejercen una mayor influencia en las
cartografías dominantes del pasado y del presente. Estos términos cons-
tituyen el punto de enfoque del siguiente ensayo, en el que exploro la
persistencia de las formas encantadas y las figuras modernas en las “me-
tageografías” modernas, moldeadas por la visión de una historia univer-
sal y articuladas por las estipulaciones del progreso histórico. El ensayo
plantea que los conjuntos de imaginaciones espaciales y orientaciones es-
tructuradas en cuestión están estrechamente vinculadas con los encuen-
tros coloniales y los embrollos imperiales, las determinaciones de la dife-
rencia y las estipulaciones de la uniformidad, desempeñando un papel
central en la imaginación y la institución de las disciplinas modernas y
del mundo contemporáneo.
Estos lineamientos nos son presentados inicialmente mediante la
descripción etnográfica de una conferencia académica, un simposio eru-
dito, deteniéndose en particular en dos de las ponencias, para destacar las
múltiples seducciones que los espacios encantados y los lugares modernos
ejercen sobre los esfuerzos académicos y los espacios cotidianos. A conti-
nuación, el ensayo considera lo no dicho y lo que se piensa bajo la super-
ficie en las deliberaciones académicas, cuyas implicaciones son de mucho
mayor alcance. Aquí, las figuras de una tradición ya de por sí encantada
y las formas de una modernidad siempre desencantada se enfrentan al
privilegio de la visión y la distinción de la voz en las interpretaciones del
pasado, los escritos sobre el presente y las imaginaciones del porvenir. Por
último, analizo con un enfoque crítico la ceremonia inaugural de los
Juegos Olímpicos de Sydney, para señalar la presencia espectral de lo en-
cantado y lo moderno que recorre la política cultural contemporánea,
una presencia y una política supeditadas a la nación, cómplices del Esta-
do y condicionadas por el progreso. Al final del ensayo, atando cabos, ar-
gumento que en la reflexión sobre la densidad y la gravedad de tales car-
33SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 33

tografías está involucrada la importancia de considerar nuevamente las


determinaciones mutuas del poder y la diferencia.
Estas cartografías reaparecen en el siguiente ensayo, en el que Mad-
hu Dubey gira el faro temático hacia otro sur, analizando los discursos de
la diferencia relativos a la especificidad regional sureña que ha prolifera-
do en Estados Unidos desde la década de 1970. El ensayo comienza por
plantearnos que una “política espacializada de la diferencia”, que subraya
la particularidad, la diversidad y la naturaleza implicadas en todo conoci-
miento —criticando, y de esta manera universalizando, las reivindicacio-
nes del conocimiento moderno, globales y al mismo tiempo específicas—
es un distintivo de la era “posmoderna”. Las más recientes representacio-
nes de la diferencia regional del sur de Estados Unidos son un ejemplo de
estas tendencias generalizadas. Para desentrañar los términos de estos dis-
cursos y esta política, el ensayo explora textos de un amplio rango de dis-
ciplinas, particularmente la antropología, la historia, la sociología, los es-
tudios culturales y la crítica literaria afroamericana. Se concentra en un
amplio cuerpo de textos escritos por autores importantes, entre ellos Ali-
ce Walker, Toni Morrison, Houston Baker, Jr., Addison Gayle, la antro-
póloga Carol Stack y el historiador Eugene Genovese.
Dubey rastrea minuciosamente la construcción generalizada del sur
como un lugar rural, premoderno y encantado, justamente en el mo-
mento en que está convirtiéndose en una región cada vez más industria-
lizada y urbana. En efecto, el ensayo interpreta el viraje hacia el sur de la
cultura estadunidense como respuesta concreta a los procesos del cambio
económico y cultural —el boom industrial del sur y el movimiento por
los derechos civiles— que han transformado radicalmente al sur. Esta
construcción discursiva del sur como una zona mágica de “desarrollo”
congelado es crucial para su funcionamiento como una palanca de Ar-
químedes en la crítica al capitalismo global y a una modernidad imper-
sonal. El ensayo hace hincapié tanto en los problemas como en las posi-
bilidades que implican tales maniobras, evaluando y dando historicidad
a las implicaciones políticas conservadoras de los actuales intentos por
preservar la diferencia cultural del sur.
¿Cuáles son los embrollos epistemológicos de las críticas contempo-
ráneas al conocimiento eurocéntrico y el poder moderno? En un provoca-
dor ensayo, Rubén Chuaqui nos alerta contra los peligros del relativismo
que pueden presentarse en estos escenarios. Comenzando con la mención
de las fuertes acusaciones de Edward Said contra el discurso orientalista,
34SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 34

las preocupaciones de Chuaqui se refieren a las maneras en que el rela-


tivismo —de carácter cultural y naturaleza epistemológica, en términos
más generales— milita contra la posibilidad misma de una comprensión
objetiva, particularmente del “otro” radical. Chuaqui reconoce que, du-
rante mucho tiempo, las “distorsiones” precisas desenmascaradas por Ed-
ward Said y otros eruditos han caracterizado las representaciones occi-
dentales —no solamente de los objetos del “orientalismo”, sino de todos
los “otros” no europeos. También admite que tales representaciones
siempre han estado imbricadas dentro de las modalidades del poder. Sin
embargo, el ensayo arguye que fundamentar estas distorsiones y repre-
sentaciones en los rasgos más manifiestos del relativismo “gnoseológico”
genera una situación totalmente insostenible, que de hecho mina las
mismas posiciones y subjetividades que defiende. Contra los preceptos
de lo que Chuaqui considera como el relativismo del conocimiento, él
piensa que no todo lo que podemos aprender acerca de los pueblos y las
sociedades depende de nuestro conocimiento de sus instituciones y cul-
turas. Esto equivale a decir que la mayor parte de lo que aprendemos sobre
los seres humanos y los órdenes sociales pero no todo lo que comprendemos
de ellos se basa en nuestra comprensión de sus culturas. Esta distinción
es crucial. Significa que a pesar de los múltiples problemas que implica
el acto de conocer y los inevitables residuos de la no comprensión, es po-
sible, de hecho, comprender las culturas y las creencias del “otro”.
Acorde con estos énfasis, Chuaqui explora los términos de la incon-
mensurabilidad y la conmensurabilidad mediante distintos ejemplos
—casos que se proyectan en el ensayo como si no dependieran de la cul-
tura, aunque podrían tener dimensiones culturales. Estas condiciones
duales o tripartitas, o estados sujetos (del individuo o la colectividad),
exigen al observador que abandone, así sea momentáneamente, su pro-
pia postura para poder determinar desde un lado lo que se encuentra en
el otro. El ensayo ofrece ejemplos de las diferencias en las experiencias
entre lo masculino y lo femenino, la ceguera y la visión, las distorsiones
visuales y la visión normal, la juventud y la madurez, la locura y la salud
mental, el sueño y la vigilia, la alucinación y la ebriedad, los estados mís-
ticos y la vida cotidiana, y, por último, entre el error, la certeza y la du-
da. Chauqui arguye que ninguna de estas condiciones encarna condicio-
nes inconmensurables, que harían que las experiencias de un lado fueran
totalmente incomunicables al otro lado. Así, el ensayo concluye que en
el campo de la(s) diferencia(s) epistemológica(s) entre los individuos —y
35SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 35

entre los grupos de personas— algunos fenómenos son relativos respec-


to a otros fenómenos: lo cual no implica que los hechos en los que estos
fenómenos se fundamentan estén inscritos dentro de una cadena inexo-
rable e ineludible de relativismo. En otras palabras, lejos de un relativis-
mo absoluto, Chuaqui aboga por un relativismo relativo que (sin para-
doja) sería un relativismo anclado en el hecho de que no es relativo.
Los siguientes dos ensayos fueron escritos por un historiador de In-
dia y un historiador mexicano, Sudipta Sen y Andrés Lira, respectiva-
mente. Ambos hacen reflexiones comparativas sobre sus respectivos paí-
ses. Sen discute las cuestiones relativas a las modernidades coloniales en
términos de la mutua interacción entre los procesos del poder en espa-
cios coloniales y las modalidades del gobierno del Estado británico. Su
ensayo se centra en el colonialismo británico en el sur de Asia y aporta
notas comparativas sobre el imperio español en el Nuevo Mundo, para
explorar la relación entre la sociedad civil y el Estado moderno. Propo-
ne que una manera útil de considerar la diferencia entre la dominación
y la hegemonía —una cuestión que Ranajit Guha pone en primer plano
utilizando importantes argumentos sobre la “dominación sin hegemo-
nía” —es tomar en cuenta los orígenes exógenos de la forma del Estado
colonial y su relativo aislamiento de la sociedad indígena.14 Aquí, la for-
ma y la ambición de un Estado colonial son analizadas mediante la me-
dición de la “formación estatal en casa comparándola con la formación
estatal en los confines más apartados de la colonia”, con lo cual se preten-
den descubrir las homologías y los paralelos de la forma estatal que se ex-
tienden a toda la metrópoli y la colonia. En específico, Sen considera que
en muchos aspectos la ideología y la práctica de la formación del Estado
colonial pisaba ambos lados de la línea que separa los actos de domina-
ción y las ambiciones de hegemonía.
El ensayo demuestra, ampliando críticamente y valiéndose implíci-
tamente de las historias revisionistas del régimen colonial en el sur de
Asia, que desde su mismo origen el Estado colonial de la India británica
creó una imagen paradójica de la sociedad y los pueblos de India. Esta
forma estatal culpaba de la ausencia de una auténtica sociedad civil en
India a la permanencia de la tiranía. Además, el requisito para que el Es-
tado colonial pudiera legislar y gobernar a los indios —por el propio
bien o “mejoramiento” de éstos— también implicaba un imperativo do-
14
Guha, 1997b.
36SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 36

ble. Así, tanto los partidarios como los críticos del imperio se vieron for-
zados a conceder a los indios “un cierto grado de voluntad” —un orden
residual de “sociedad” o “civilización” o “cultura”—, de tal forma que su
condescendencia y su consentimiento pudieran ser imaginados y estimu-
lados dentro de la aparición de una sociedad civil. De hecho, esta inven-
ción e institución de una nueva sociedad colonial en el sur de Asia me-
diante procedimientos legales y económicos es comparable a la creación
de un nuevo orden de súbditos coloniales en la América española, aun-
que, por supuesto, la conversión religiosa no tuvo un papel importante
en el imperio británico en India. En efecto, esta fabricación de un nue-
vo orden social es crucial para poder comprender la dominación colonial
y sus esfuerzos por obtener la hegemonía en distintas partes del mundo
moderno.
La sensibilidad comparativa del ensayo de Sen es ampliada por la
contribución de Andrés Lira. Lira se vale de su capital disciplinario co-
mo abogado e historiador para reflexionar sobre las obras del erudito in-
glés en leyes Henry S. Maine, explorando en particular la importancia
que da en sus escritos a la experiencia del intelectual-administrador en la
India colonial. Al analizar las interpretaciones jurídicas y explícitamente
comparativas de la comunidad, la propiedad y la ley que se encuentran
en la obra de Maine, Lira se concentra en los proyectos de “evolución” y
las proyecciones del “progreso” que caracterizaron a la Inglaterra victoria-
na. También recalca que al construir la historia como el “presente inin-
terrumpido de la humanidad”, Maine estaba simultáneamente buscan-
do a ciegas y cabalgando sobre los planos del progreso evolutivo. Esto
puso un signo de interrogación en la noción de lo “primitivo”, a la vez
que interrumpía el avance singular y las distintas etapas de la “civiliza-
ción” en el núcleo de los principios evolucionistas. Así, prestando cuida-
dosa atención a la manera en que Maine confecciona sus argumentos, el
ensayo apunta a la convergencia y la contención, en este cuerpo de eru-
dición jurídico-histórica, entre la posición “evolucionista” y la interpre-
tación “historicista”, orientaciones analíticas que muchas veces son redu-
cidas a una sola por las críticas de la historia y la modernidad.
Según Lira, Maine concebía la ley como un orden objetivo, pero sin
confinarlo a los estrechos límites de la jurisprudencia analítica del siglo
XIX; por el contrario, iba más allá de las premisas y las proyecciones del
“racionalismo europeo” individualistas y utilitaristas que encontramos
en los escritos de John Austin y Jeremy Bentham, por ejemplo. Aquí era
37SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 37

de crucial importancia la forma en que Maine comprendía la naturale-


za de la comunidad aldeana —y por ende de la familia patriarcal y de la
propiedad de tierras—, que se inspiraba en gran medida en sus experien-
cias y sus estudios relativos a la dinámica comunitaria y la presencia co-
lonial en la India británica. En efecto, cuando Maine declaraba que “el
régimen agrícola de la India y de Europa antigua, con su sistema de las
bases agrupadas en comunidades de aldea, son idénticos en todos los ras-
gos esenciales”, estaba sugiriendo los posibles derroteros, no sólo en el
estudio de la jurisprudencia comparada, sino en el estudio comparado
de la historia. A fin de cuentas, de lo que se trataba era de la presencia
destacada de la comunidad aldeana “como un pasado que estaba presen-
te” tanto en India como en Europa. Específicamente, Maine proponía
que cuando un poder externo eficaz —sobre todo un “buen” gobierno
que buscase preservar las “costumbres” anteriores— intervenía en la vi-
da de la comunidad, se producía un proceso de “feudalización”, y la co-
munidad perdía su antiguo poder que le permitía incorporar elementos
externos.
Lira utiliza estas propuestas para resaltar la importancia de iniciar
una especie de diálogo entre los escritos de Maine sobre la época y las la-
bores de la comunidad aldeana, por un lado, y los procesos relativos a las
comunidades indígenas en América Latina bajo el imperio y la nación,
por el otro. Apoyando la propia propuesta de Maine de hacer una histo-
ria comparada, y poniendo énfasis en la práctica de la jurisprudencia
comparada del erudito en leyes, Lira señala los paralelos entre la deca-
dencia de la comunidad aldeana en India y la disolución de las comuni-
dades indígenas en México (así como en otros estados soberanos de
América Latina) en el siglo XIX. El ensayo también sugiere que confron-
tar la obra de Maine con los escritos de cronistas coloniales muy anterio-
res, como Alonso de Zorita, podría ofrecer inmensas posibilidades para
una historia crítica del colonialismo, la modernidad y las modernidades
coloniales —desde el sur de Asia, pasando por Europa, hasta el continen-
te americano.
La tarea de una historia global es tamizada a través de distintos fil-
tros en el ensayo de Enrique Dussel, cuya contribución muestra todos los
distintivos de la amplitud intelectual y la visión generosa de este filóso-
fo argentino. Aquí Dussel en realidad se propone llevar a cabo dos tareas
simultáneas. Por un lado pretende revisar las cronologías dominantes de
la dominación europea del mundo moderno, argumentando que la “cen-
38SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 38

tralidad” de Europa en el sistema global no tiene más de 225 años de an-


tigüedad; por el otro, hace hincapié en la mayoría de las culturas huma-
nas excluidas por la modernidad, las cuales, justamente desde su posición
de “exterioridad” respecto a la “totalidad”, insinúan nuevos horizontes,
aquellos futuros alternativos descritos por Dussel como “transmoderni-
dad”. Varias de las categorías clave que ya hemos mencionado en esta in-
troducción acusan una fuerte presencia en el ensayo. Ciertamente, las
ideas de los teóricos de la dependencia, las formulaciones del sistema glo-
bal y los influyentes términos de la modernidad, la globalización y la
posmodernidad, pasan por el filtro de la postura crítica de los análisis de
Dussel. Como resultado, en su primera imagen fundacional y en su se-
gunda encarnación dominante, la modernidad occidental aparece ligada
estrechamente al poder colonial y los términos de su trascendencia inves-
tidos de la ética de la “transmodernidad”.
La tesis de Dussel sólo es sencilla en apariencia. Comienza con el
momento del “primer eurocentrismo”, que fue formulado a fines del si-
glo XVIII dentro de las corrientes de la Ilustración francesa e inglesa y el
Romanticismo alemán, y más tarde elaborada por Hegel, Marx y Weber,
entre otros. Este eurocentrismo presentaba una Europa concebida sin
mácula que se había erigido a sí misma en la pieza central y el fin de la
historia universal —su manifestación moderna palpable siempre había
estado ligada a sus supuestos orígenes griegos, sus valores y su espíritu ha-
bían sido producidos aparentemente en su propio interior. Dussel argu-
ye que esta Europa ideal-imaginaria tan influyente llegó a ser desafiada
por las maneras de comprender el sistema global propuestas por Imma-
nuel Wallerstein. La noción del sistema global reveló que la dominación
del mundo moderno por los europeos databa de apenas 500 años, y que,
además, esta posición central dependía preponderantemente del “descu-
brimiento” de las Américas. No obstante la mordacidad de esta crítica,
Dussel arguye que aquí una interpretación no eurocéntrica sólo es posi-
ble si nos sobreponemos a un “segundo eurocentrismo” sutil, reconside-
rando la cronología y los términos de la hegemonía europea sobre el sis-
tema global.
Para este propósito, sacando a colación y al mismo tiempo amplian-
do los argumentos recientes de André Gunder Frank, el ensayo examina el
lugar de China en el sistema global desde el siglo XV hasta el siglo XVIII.15
15
Frank, 1998.
39SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 39

Según Enrique Dussel, asumir que, desde el siglo XVI, tras el “descubri-
miento” de las Américas, Europa se convirtió en el centro del sistema glo-
bal es caer en el “segundo eurocentrismo”. Por el contrario, hasta bien en-
trada la segunda mitad del siglo XVIII, China —al igual que India— siguió
desempeñando un papel fundamental en el sistema global de la produc-
ción y el intercambio, y durante esta “primera” modernidad estaban muy
claros los límites de la dominación europea, que era básicamente un fenó-
meno del Atlántico. De acuerdo con esta interpretación, Europa sólo lle-
gó a suplantar a China (y a India) como protagonista principal en el siste-
ma global tras la revolución industrial y la “segunda” modernidad de la era
de la Ilustración, lo cual revela que el papel central de Europa en el mun-
do moderno no tiene más de 225 años de antigüedad.
Para Dussel, las implicaciones de todo esto son de vital importancia.
Pues el mismo hecho de que la hegemonía europea sobre el sistema glo-
bal colonial/moderno sea tan reciente abre una gran variedad de posibi-
lidades “civilizatorias” para trascender la modernidad y la globalización.
Sin embargo, su ensayo no se explaya discutiendo esta alternativa me-
diante propuestas posmodernas. Ciertamente, el filósofo sugiere que de-
bido a que las formas de conocimiento posmodernas emergen del inte-
rior de la modernidad, son emblemáticas tan sólo de la crisis estructural
de los regímenes globalizadores contemporáneos. Para decirlo de forma
más sencilla, las críticas posmodernas a la modernidad siguen confinadas
dentro de premisas eurocentristas duraderas. En cambio Dussel encuen-
tra futuros alternativos dentro de los términos y la ética de la “transmo-
dernidad”, incorporando culturas de la mayor parte de la humanidad
que han sido excluidas de la modernidad, una condición de “exteriori-
dad” que vincula el pasado, el presente y el futuro mediante sus posibi-
lidades precisas. Pues esta exterioridad alternativa “aún posee un poten-
cial humano capaz de contribuir de manera crucial a la construcción de
una cultura humana futura, más allá del fin de la modernidad y el capi-
talismo”.
Extendiendo e inspirándose en el argumento de Dussel sobre las li-
mitaciones de las críticas posmodernas a la modernidad basadas en pre-
misas eurocéntricas, Walter Mignolo destaca la urgencia de reflexionar
desde la periferia sobre los márgenes del conocimiento epistémico para
elaborar una crítica a la modernidad que vaya más allá del eurocentris-
mo. Según Mignolo, esta crítica debe emerger a partir de formas de co-
nocimiento subalternizado y basarse en la diferencia colonial. Sólo una
40SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 40

epistemología subalternizada que surja de las fronteras del conocimiento


moderno será capaz de remplazar la hegemonía epistémica de la moder-
nidad. Para fundamentar su propuesta, Mignolo hace referencia a la obra
de Immanuel Wallerstein, Aníbal Quijano y Enrique Dussel, y a las po-
nencias de éstos en un taller sobre “Capitalismo histórico, colonialismo
del poder y transmodernidad”, en el que se pusieron de relieve las dife-
rencias entre las posturas de Quijano y Dussel, por un lado, y de Wallers-
tein, por el otro, y se recalcó el papel central y la imposibilidad de ven-
cer la diferencia colonial. Wallerstein previene contra el peligro de criticar
el eurocentrismo bajo premisas eurocéntricas, pero no logra reconocer el
logocentrismo inherente en las ciencias sociales y el sistema global. Dus-
sel, en cambio, señala la posibilidad de una doble crítica, observa que la
crítica posmoderna de la modernidad es necesaria pero insuficiente, y
elabora su propio concepto de transmodernidad. También encontramos
una doble articulación muy similar en la noción de Quijano sobre la co-
lonialidad del poder, la cual es analizada por Mignolo detalladamente al
final de su ensayo. La mediación de la diferencia colonial en la constitu-
ción del eurocentrismo, evidente en las proposiciones de Dussel y Qui-
jano, está significativamente ausente en las de Wallerstein, quien desarro-
lla una “crítica interna” del eurocentrismo.
Para Mignolo, el poder y la importancia de la diferencia colonial y
las formas de conocimiento marginal y exterior se manifiestan en las crí-
ticas a la modernidad que surgen no sólo de las ciencias sociales sino de
la teoría feminista. Cita a Donna Haraway, Paula M.L. Moya y Chandra
Mohanty para evidenciar el potencial liberador de la crítica feminista
propuesta por las “mujeres de color” —Moya y Mohanty—, mujeres que
no se colocan a sí mismas en el “Sur” y el “Tercer Mundo” geográfica-
mente, sino epistemológicamente. En breve, este potencial influye en la
“intelectualidad” emergente que reflexiona desde y a través de una pos-
tura de marginalidad y diferencia coloniales —en América Latina, en el
Caribe, en el sur de Asia y en la América negra. Según Mignolo, todo es-
to apunta al surgimiento de una crítica postoccidental, una crítica que
no está definida por los distintos y bien definidos periodos de la desco-
lonización ni limitada por sus vínculos con el orientalismo y el colonia-
lismo británico, sino por la diferencia colonial.
Los énfasis de Dussel también son articulados de manera discreta en
los ensayos de Edgardo Lander y Santiago Castro-Gómez, en los que se
analizan las premisas epistemológicas, las pretensiones universales y los
41SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 41

límites palpables del conocimiento eurocéntrico bajo los regímenes del


capital global. Lander explora las implicaciones geopolíticas de las formas
de percepción eurocentristas en el mundo contemporáneo, insinuando
que este tipo de conocimiento es de naturaleza colonial debido a las pre-
sunciones subyacentes y a su impulso totalizador, que en conjunto con-
tribuyen a las modalidades enaltecedoras y autoritarias del significado y
el poder. Para este propósito, analiza la manera en que el conocimiento
eurocentrista naturaliza el sistema global capitalista contemporáneo pa-
ra legitimarlo, particularmente mediante la consolidación de un nuevo
sistema legal transnacional que entenderemos mejor si lo consideramos
como la misma “constitución” del nuevo orden global del capital.
El ensayo comienza con una breve consideración de las dualidades
que se hallan en el núcleo del conocimiento eurocentrista. Esto sirve de
marco para el análisis de las presunciones, con frecuencia explícitas, que
respaldan y apuntalan ciertas deliberaciones significativas recientes que se
refieren a la inversión y el comercio, a saber, el Acuerdo Multilateral de
Inversiones (AMI) y las medidas preparatorias para la creación de la Or-
ganización Mundial de Comercio (OMC). El análisis de Lander de estos
textos revela las maneras en que los acuerdos relativos a las bases globales
para el comercio y la inversión proyectan una construcción particular del
orden liberal en la que éste aparece como la forma de organización social
más “avanzada” y deseable, el fin irrevocable e incuestionable de toda la
humanidad. Aquí el libre mercado se nos presenta como el “estado natu-
ral” de la sociedad. Cualquier oposición a la reivindicación de los proce-
dimientos universalizadores del mercado, sobre todo si se basa en crite-
rios no económicos, es entendida inmediatamente como una distorsión
“anormal”. Esto es lo que subyace en la consolidación de un orden glo-
bal legal/político diseñado para asegurar y garantizar una libertad impla-
cable para la inversión y el comercio mediante severas prohibiciones con-
tra todo esfuerzo público o acción colectiva que pueda limitar la absoluta
libertad del capital. El ideal de una sociedad global “libre” es de hecho la
institución de un orden social en el que el capital tenga libertad irrestric-
ta, que niegue toda posibilidad de soberanía y de democracia.
El conocimiento eurocentrista, como la corriente principal de los
discursos hegemónicos del capital global, fomenta la polarización de una
minoría privilegiada y una mayoría excluida —en el Sur, claro está, pe-
ro también a lo largo y ancho del planeta. También legitima un modelo
de civilización rapaz, que amenaza con destruir las mismas condiciones
42SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 42

que hacen posible la vida en la Tierra. Por ello, no es de sorprender que


en este ensayo la crítica al eurocentrismo y la construcción y recupera-
ción de las formas de conocimiento alternativas sean mucho más que un
ejercicio de erudición interesante. Para Lander este esfuerzo crítico cons-
tituye un esfuerzo político vital, vinculado de manera intrínseca a las exi-
gencias “locales” y “globales” de aquellas comunidades y organizaciones
que desafían el creciente dominio del capital transnacional.
En un ensayo muy variado, el erudito colombiano Santiago Castro-
Gómez crea una discusión sobre los mutuos enredos entre la nación-Es-
tado, las ciencias sociales, la “colonialidad” del poder y el sistema global
capitalista en la articulación de la modernidad, explorando además los
términos del conocimiento crítico que más se adecuan a la época presen-
te. Así, el ensayo comienza por la crisis contemporánea de la modernidad.
Al igual que Enrique Dussel, pero con énfasis diferentes, Castro-Gómez
arguye que las recientes proclamaciones sobre el “fin de la modernidad”
—sobre todo las que provienen de la filosofía posmoderna y los estudios
culturales— en realidad connotan la crisis de una configuración históri-
ca del poder del sistema global capitalista. De lo anterior se desprende
que hoy día la tarea de cualquier teoría crítica de la sociedad es justamen-
te la de aclarar que la “crisis” y el “fin” de la modernidad implican nuevas
configuraciones del poder global, que no se basen en la represión sino en
la producción de las diferencias.
¿Cómo puede el ensayo llevar a cabo esta tarea? En primer lugar, Cas-
tro-Gómez cuestiona el “proyecto de la modernidad”, señalando el papel
central del Estado en aquellas prácticas de la modernidad que buscan de-
sencantar y destruir la magia —para controlar y dominar— del mundo
natural y social en el espejo del “hombre” y mediante la reificación de la
“razón”. Como un proyecto del poder que pretende organizar y ordenar
la vida humana, el papel central del Estado también implica la presencia
crítica de las ciencias sociales dentro de la modernidad. Trabajando en
conjunto, dividiéndose el trabajo, la nación-Estado y las ciencias sociales
constituyen en su unión una disposición para el conocimiento/poder, y
producen perfiles coordinados de subjetividad que llevan a la “invención
del otro”. Castro-Gómez enriquece estas propuestas con elementos extraí-
dos de la obra de la pensadora venezolana Beatriz González Stephan rela-
tivos a la formación de la nación y de la ciudadanía, una obra que se ba-
sa en los principios de Foucault sobre el análisis genealógico. Valiéndose
de estos procedimientos, el ensayo acentúa la confección de la figura del
43SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 43

ciudadano —y la invención de su otro— en la América Latina del siglo


XIX, mediante las prácticas disciplinarias de la constitución nacional, los
manuales sobre urbanismo/urbanidad y las gramáticas del lenguaje.
Por otra parte, según Castro-Gómez, si bien tales interpretaciones
sobre la “microfísica del poder” son valiosas, los términos de las formas
de comprensión genealógicas del conocimiento/poder exigen que se les
dé más profundidad mediante una perspectiva geopolítica. Específica-
mente, la cuestión de la “invención del otro” debe ser articulada junto con
consideraciones sobre las “macroestructuras de la duración prolongada”.
Aquí, una de las contribuciones más importantes de la teoría poscolonial
ha sido la de revelar que, aunque las naciones-Estado de Europa y Amé-
rica alcanzaron el dominio mundial en el periodo que va desde el siglo
XVII hasta el siglo XIX, no se trató de un proceso autónomo sino de uno
basado estructuralmente en la consolidación del colonialismo. Así, Cas-
tro-Gómez arguye que la persistente negación de los vínculos más im-
portantes entre el colonialismo y la modernidad por las ciencias sociales
ha constituido una de sus limitaciones conceptuales más graves. No só-
lo las formaciones coloniales desempeñaron un papel crítico en el engen-
dramiento del poder disciplinario que caracteriza a las instituciones y las
sociedades modernas; también ha sido el caso que desde 1492 el Estado
moderno mismo ha funcionado como un vector interno del sistema glo-
bal moderno/colonial. Hasta aquí hemos dejado en claro que el ensayo
está en deuda con las obras de Walter Mignolo, Enrique Dussel e Imma-
nuel Wallerstein. Pero Castro-Gómez también desarrolla de manera crea-
tiva la formulación de Aníbal Quijano sobre la “colonialidad del poder”,
sugiriendo que las disposiciones disciplinarias de la modernidad como
proyecto están ancladas en una “gubernamentalidad jurídica” doble
—una de ellas ejercida por la nación-Estado desde dentro, y la otra arti-
culada por los términos hegemónicos del sistema global colonial/moder-
no desde fuera. Pero esto no es todo. Pues es desde el interior de la diná-
mica estructural única de estos procesos gemelos que las ciencias sociales
y la teoría social han sido constituidas a partir del siglo XVII. Sus catego-
rías binarias y sus imaginarios del progreso, su respaldo a la historia uni-
versal y su involucramiento en la modernización del Estado, todo ello
forma parte de una disposición singular del poder que produce alterida-
des desde dentro y desde fuera. Para decirlo brevemente, tanto la “colo-
nialidad del poder” como la “colonialidad del conocimiento” derivan de
una misma matriz genética.
44SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 44

A la luz de esta discusión, ¿cómo debemos entender esa noción del


“fin de la modernidad” con la cual el ensayo da inicio y concluye? Según
Castro-Gómez, el proyecto de la modernidad llega a su “fin” cuando la
nación-Estado pierde su capacidad para organizar la vida social y mate-
rial de los sujetos humanos. Ahora bien, lo que sustituye al proyecto de
la modernidad son los fenómenos de la globalización, basados en el cam-
bio cualitativo en las relaciones globales del poder. En la globalización,
la gubernamentalidad no necesita un punto de Arquímedes, un mecanis-
mo central de control social. Por el contrario, la globalización implica
una gubernamentalidad sin gobierno, una dominación espectral y nebu-
losa —el poder libidinal de la posmodernidad que en vez de reprimir las
diferencias las estimula y las produce, lo cual entona perfectamente con
los nuevos requisitos de la acumulación de capital. Todo esto ha dado lu-
gar a un “cambio de paradigma” en las ciencias sociales y las humanida-
des, una transformación totalmente acorde con las exigencias sistémicas
del capital global. Aquí, Castro-Gómez considera con un enfoque críti-
co las influyentes formulaciones de Lyotard sobre la “condición posmo-
derna” —y algunas orientaciones prominentes dentro de los estudios
culturales—, y arguye que el (los) fin(es) de las metanarraciones de la
modernidad no debe(n) ser visto(s) de ninguna manera como algo que
implique la muerte del propio sistema global capitalista. Así, la conclu-
sión del ensayo es que la tarea de cualquier teoría crítica de la sociedad
actual es dar a conocer los nuevos mecanismos de producción de diferen-
cias en la era de la globalización.

UNA ÚLTIMA PALABRA

Ahora que hemos terminado esta descripción de las rutas y los caminos
por los que Modernidades coloniales viaja y atraviesa, lo único que falta es
agregar que el presente volumen encarna otra distinción que nuestra in-
troducción no ha sido capaz de desentrañar. Al igual que las diferencias
en las orientaciones teóricas y las posiciones disciplinarias, las contribu-
ciones incluidas en este volumen también están marcadas por distintos
estilos de escritura. Esto suele ser el caso en la mayoría de los esfuerzos
interdisciplinarios, pero lo es aún más, quizás, en nuestra empresa. Seis
de las contribuciones que aquí presentamos fueron traducidas del inglés,
un hecho que, según me parece, no hace sino reforzar las localizaciones
45SAURABH DUBE INTRODUCCIÓN 45

A la luz de esta discusión, ¿cómo debemos entender esa noción del

divergentes que dan forma a los escritos. Esta pluralidad también es ca-
racterística de las posibilidades y los apuros que nos esperan en el (los)
viaje(s) que aún tenemos por delante.

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