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Desde finales del Siglo pasado, nuestro continente despliega esfuerzos de una nueva forma de pensar y

encauzar la integración, asumiéndola como una vía importante para lograr mejores niveles de vida, con una
mirada de cooperación y complementariedad, identidad Nuestraméricana y visión desde el Sur, además de la
democratización en las relaciones entre los Estados, las Sociedades y los Pueblos.

Los esquemas convencionales de integración, en un contexto de crítica a su funcionalidad con los modelos de
desarrollo en turno, la crisis de la economía mundo así como el surgimiento de nuevos escenarios para la
integración bajo el impulso de gobiernos progresistas, inician una redefinición de sus agendas para construir
sociedades más justas y equitativas.

La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-
TCP), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC) son las propuestas integracionistas que evidencian este nuevo horizonte de concertación
política e integración entre los pueblos.

A continuación se desarrolla un esbozo de las características de los nuevos escenarios de la integración en


comparación con los enfoques tradicionales así como los desafíos que se asumen en la unidad de acciones
de cooperación, solidaridad y empoderamiento con la determinación que el cambio de época necesita.

a) Los objetivos

Desde sus orígenes, los procesos integracionistas encaminaron sus estrategias para la creación de mercados
comunes o áreas de libre comercio, con avances muy escasos tanto en los objetivos planteados como en el
esfuerzo de vinculación entre los pueblos y más distante aún la contribución a la superación de los problemas
económicos y sociales históricamente presentes en la región.

Los relativos avances tanto en la dimensión comercial como en materia de desarrollo económico y social,
fueron creando imaginarios para repensar y redefinir los mecanismos de los antiguos e incluso los nuevos o
reformulados organismos, con el esfuerzo de transformar los contextos precedentes de la integración
Latinoamericana y Caribeña.

La integración ha ido planteando horizontes inmediatos de cambio incorporando en sus objetivos el


componente social a través de políticas e instituciones en la definición de las prioridades nacionales y
sociales.

En la ALBA, la UNASUR y la CELAC, aparecen desde su fundación, temas que si bien no son completamente
nuevos, habían quedado marginados en la práctica de los acuerdos tradicionales de la integración:
complementación productiva, intercambio de paquetes tecnológicos integrales, comercio compensado,
soberanía alimentaria, soberanía energética, soberanía científica y tecnológica, defensa de los bienes
comunes, cambio de la matriz energética, así como tres niveles de interlocución:
Un nivel de interlocución oficial- estatal que expresa la relación entre los Estados que no se reduce
únicamente a la dimensión comercial. Un proyecto de cooperación en diversas áreas hacia otros países o
comunidades de la región. Participación de distintos sujetos sociales en el proyecto alternativo desde
cooperativas hasta espacios subnacionales.

Desde esta mirada, la integración es mucho más compleja e integral, su naturaleza política exige decisiones
autónomas en términos de inserción mundial, énfasis y priorización en políticas para el combate a la
desigualdad, de apoyo a la investigación, al desarrollo tecnológico, a la educación, a la salud, etc.,
participación de los movimientos sociales y empoderamiento de las mujeres para el establecimiento de Modos
de Vida sostenibles.

Finalmente…

El presente y futuro de los nuevos escenarios de integración de Nuestramérica, así como los retos para
avanzar hacia otros modos de vida en el actual orden del sistema mundo capitalista, exige sin duda esfuerzos
valerosos, trascendentes y de clara voluntad política de los gobiernos para consolidar e impulsar, sobre
nuevos horizontes, la integración regional.

A pesar de los avances alcanzados y de los objetivos claramente planteados, el nuevo esfuerzo integrador
debe ser enfático en la promoción y presencia de otros vínculos no económicos por sobre la promoción casi
exclusiva de aspectos comerciales que históricamente han existido en las relaciones de los procesos de
integración (Preciado y Valencia, 2013).

Como proyectos alternativos, tienen entre sus principales retos el acentuar el respeto a las soberanías
nacionales, los lazos de fraternidad internacional, la consolidación de la NAFR, la equidad de género, la
identidad y la unidad política de los pueblos como procesos de inclusión de sujetos multidimensionales, de
convergencia con los movimientos sociales y de alianzas Sur-Sur.

“Hoy es vital la necesidad de construir un gran polo de referencia suramericano que haga contrapeso a otras
potencias porque el mundo se mueve sobre la competencia y nosotros propulsamos el paradigma de la
complementación (…) Lo humanista, lo verdaderamente justo, es que todos los pueblos del mundo logren un
tipo de relación horizontal en donde cada uno, de acuerdo con sus necesidades y ventajas comparativas,
aporte cuanto sea posible constituyendo una integración dado el interés de facilitar soluciones integrales a
problemas complejos que vive el mundo actual” (Contreras, 2005).

En suma, nos encontramos ante un escenario que potencializa una integración autónoma con un enfoque
geopolítico crítico desde una perspectiva Latinoamericana, donde la conciencia de los pueblos se ha nutrido,
las nuevas experiencias marcan línea en una dirección por demás necesaria, aprovechando, reformulando,
perfeccionando pero sobre tod

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