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MAGISTRADA PONENTE: CARMEN ZULETA DE MERCHÁN

Mediante escrito presentado el 9 de noviembre de 2015, ante la Secretaría de esta Sala Constitucional de
este Tribunal Supremo de Justicia, la ciudadana ANYA TEODORA IBARRA PÁEZ, titular de la cédula de
identidad número 7.929.748, asistida por el abogado Manuel Mezzoni Ruiz, inscrito en el Instituto de Previsión
Social del Abogado, bajo el número 3.076, interpone acción de amparo constitucional contra la decisión dictada
por el Juzgado Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la Circunscripción Judicial del
Área Metropolitana de Caracas, el 27 de mayo de 2015, que declaró parcialmente con lugar el recurso de

apelación ejercido por los ciudadanos Wolfgang Armand Nieves Crespo y María Eugenia Colina, esta última en
su condición de tercera, revocó parcialmente el fallo apelado y en consecuencia sin lugar la demanda de partición
de la comunidad conyugal incoada por la ciudadana Anya Teodora Ibarra Páez.
El 11 de noviembre de 2015, se dio cuenta en Sala y se designó ponente a la Magistrada Doctora Carmen
Zuleta de Merchán.
El 3 de febrero de 2016, la ciudadana Anya Teodora Ibarra Páez, compareció ante esta Sala, solicitando se
admitiera la presente acción de amparo y otorgó poder apud acta al abogado Manuel Mezzoni Ruiz.
Mediante decisión N° 242, del 29 de marzo de 2016, esta Sala Constitucional admitió la acción de amparo

ejercida, dictó medida cautelar de prohibición de enajenar y gravar sobre el inmueble objeto de partición y
solicitó al Juzgado Décimo de Municipio Ordinario y Ejecutor de Medidas de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, remitiera a esta Sala el expediente de la causa originaria distinguida con el N° AP31-V-
2011-000366, cuaderno de tercería y del recurso de apelación.
El 12 de abril de 2016, fue notificado el Juez Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas.

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El 25 de abril de 2016, fue notificado el representante del Ministerio Público y el Juzgado Décimo de Municipio
Ordinario y Ejecutor de Medidas de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas.
El 10 de mayo de 2016, se recibió en esta Sala procedente del Juzgado Décimo de Municipio Ordinario y
Ejecutor de Medidas de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, el expediente signado con el
alfanúmero AP31-V-2011-000366.
El 28 de julio de 2016, el apoderado judicial de la accionante, solicitó pronunciamiento.
El 23 de noviembre de 2016, fueron notificados los ciudadanos Wolfgang Armand Nieves Crespo y María
Eugenia Colina.
El 26 de enero de 2017, compareció ante esta Sala el abogado Manuel Mezzoni Ruíz, apoderado judicial de la
accionante y mediante diligencia actualizó la dirección procesal donde podía ser localizado.
El 17 de marzo de 2017, una vez realizadas las notificaciones correspondientes, se fijó el día miércoles 22
de marzo de 2017, a las 10:30 a.m., la oportunidad para la celebrar la audiencia oral en la presente causa.
El 22 de marzo de 2017, se abrió la sesión presidida por el Vicepresidente Magistrado Arcadio Delgado

Rosales, con la asistencia de los Magistrados Carmen Zuleta de Merchán, Calixto Ortega Ríos, Luis Fernando
Damiani Bustillos, Lourdes Benicia Suárez Anderson y Federico Fuenmayor Gallo. El Magistrado Juan José

Mendoza Jover no asistió por motivos justificados. Se procedió a la realización de la audiencia constitucional a la
cual asistió la ciudadana Anya Teodora Ibarra Páez, su apoderado judicial abogado Manuel Mezzoni Ruiz, parte

accionante, la representante del Ministerio Público; se dejó constancia de la no comparecencia del Juez del
Tribunal Superior presuntamente agraviante. Se le concedió el derecho de palabra a la parte accionante y al Fiscal

del Ministerio Público. Seguidamente, la representación del Ministerio Público consignó escrito contentivo de su
exposición y se ordenó agregarlo al expediente. En ese acto, la Sala dictó el dispositivo del fallo declarando CON

LUGAR la acción de amparo, por lo cual, procede a dictar su fallo in extenso conforme lo dispuesto en el acta de
la Audiencia Constitucional.

Los días 25 de septiembre y 30 de noviembre de 2018, así como 30 de enero y 5 de abril de 2019, la parte
accionante solicitó se dictara el fallo definitivo en la presente causa.
I
FUNDAMENTO DE LA ACCIÓN DE AMPARO
La accionante planteó la pretensión de amparo constitucional en los siguientes términos:

Que “ocurro ante su competente autoridad PARA INTENTAR RECURSO DE AMPARO


CONSTITUCIONAL en contra de la sentencia definitiva dictada por el Juzgado Superior Octavo en lo Civil,

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Mercantil, Tránsito y Bancario del Área Metropolitana de Caracas, en fecha 27 de mayo de 2015 en el juicio que
por partición de comunidad conyugal, cursó en ese Tribunal…que declaró con lugar la apelación ejercida por la

parte demandada y por la tercera interviniente”.


Que “[f]undamento el presente recurso, en el artículo 49 de la Constitución en sus ordinales 1 y 8 …en el

artículo 137 y 115 de la Constitución Nacional, en el artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales en relación con los artículos 149-152, ordinal 7, 1395,173,156-164 del Código Civil

y 12 y 170 ordinal 1 del Código de Procedimiento Civil, es decir por violación al debido proceso y privación del
derecho de propiedad y omisión de hechos reales en el escrito de solicitud de divorcio” .

Que “[e]n el mes de febrero del año 2011, inicié juicio por partición de comunidad conyugal en contra de

mi ex cónyuge…admitida la demanda el 22 de febrero de 2011, y citada la parte demandada se hizo también


parte del juicio mediante una demanda de tercería, la ciudadana MARÍA EUGENIA COLINA, …quien estimó la

acción de tercería en Bs. 800,oo (sic), a esta demanda se hizo oposición a su admisión en razón de que la cuantía
excedía la competencia del Tribunal de la causa, pero éste se declaró competente. En la oportunidad legal el

demandado dio contestación al fondo de la demanda, e hizo varias defensas entre ellas, la falta de cualidad, la
prescripción de la acción y oposición a la partición, negándome el carácter de comunera: la tercera también

contestó oportunamente y abierto el juicio a prueba; el demandado promovió el escrito de solicitud del Divorcio
por el artículo 185-A, y la sentencia de Divorcio, como pruebas documentales y la tercería un título supletorio

recién otorgado y una inspección judicial, llegada la oportunidad para sentenciar, el juez de la causa declaró con
lugar la demanda de partición y sin lugar la demanda de tercería”.

Que “[e]sta sentencia fue apelada en ambos efectos, por la parte demandada y la tercera interviniente y
llegado el expediente a los tribunales superiores, le correspondió al Juzgado Superior Octavo de esta

Jurisdicción,( …)la cual aplicó un criterio distinto al del juez de la causa para valorar las pruebas aportadas por
las partes, y dictó la sentencia definitiva el 27 de mayo de este año 2015, y se evidencia de la última parte (…)

que esa sentencia carece de decisión expresa, positiva y precisa con arreglo a las pretensiones deducidas y a las
excepciones o defensas opuestas, tal como lo dispone el ordinal 5 del artículo 243 de Código de Procedimiento

Civil.”.

Que la oposición a la partición “ se fundamentó en el hecho de que para la ocasión de registrar el


documento de adquisición del lote de terreno, el 30 de junio de 1994; nos encontrábamos separados de hecho, y

éste es un hecho cierto, y el primero en separarse de hecho fue el demandado Wolgfang Armando Nieves Crespo,

quien me abandonó a mí y a mi hija y comenzó a hacer vida en común con MARÍA EUGENIA COLINA, (…) hoy
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demandante en tercería; pero no es cierto que durante la vigencia del matrimonio, no se hayan adquirido bienes

en común y de que yo no haya contribuido a su adquisición, pues cuando contrajimos matrimonio me encontraba
trabajando en una tienda, luego me retiré y con mis ahorros y las prestaciones que recibí adquirimos un tráiler

para vender comida, y lo instalamos en el bloque 7, en Monte Piedad, en él trabajamos los dos durante varios

años. Dicho tráiler todavía existe y constituye los medios lícitos de vida para el demandado con la actividad

económica desarrollada en el mencionado tráiler, adquirido con mis ahorros y prestaciones, se adquirieron dos
vehículos y dos motocicletas, la marca de los vehículos eran Malibú y Dogde Dar (sic); y posteriormente la

parcela de terreno y su construcción; y la razón por la cual se puso en el escrito de solicitud de divorcio por el

artículo 185-A, que NO habían adquiridos bienes durante la vigencia del matrimonio, fue porque fui víctima de

una extorsión por parte del demandado quien me amenazaba a mí y a mi menor hija, de causarme daño físico y
moral si no renunciaba a mis derechos patrimoniales, ahora como la oposición está fundada en el hecho de que

nos encontrábamos separados cuando se adquirió el lote de terreno motivo de la demanda; fue decidida

desfavorablemente para el demandado por el Juez de la causa ”.

Que “[l]a Juez Superior Octavo calificó que la declaración contenida en el escrito de solicitud de

divorcio por el artículo 185-A en donde se dijo que durante el matrimonio no habían adquirido bienes de fortuna,
era una confesión espontánea, y no es cierto, esa declaración se puso porque fui víctima de una extorsión por la

parte demandada y no existe en el expediente alguna otra prueba adicional que pudiera avalar la calificación

hecha por la juez (sic), de donde se infiere, que la juez sacó elementos de convicción fuera de los autos, en

franca violación del artículo 12 del C.P.C.”.


Que “por otra parte el artículo 173 del Código Civil, establece que la comunidad de bienes en el

matrimonio, se extingue por el hecho de disolverse éste, cuando se declare nulo y en su última parte establece

que toda disolución y liquidación voluntaria es nula, en el presente caso consta en autos que el bien inmueble

objeto de la demanda fue adquirido durante la vigencia del matrimonio a nombre del demandado luego el hecho
de pretender excluirlo de la comunidad, puede interpretarse como liquidación voluntaria anticipada que estaría

sancionada de nulidad”.

Que “[s]e observa también que el demandado no opuso la cosa juzgada, como defensa de fondo como

erradamente lo afirma la sentenciadora de segunda instancia, cuando afirma: ‘En el caso de autos el demandado
alega como defensa la cosa juzgada y la confesión espontanea basado en el contenido de la sentencia de

divorcio, que por mutuo acuerdo efectuaron fundamentado en el artículo 185-A del Código Civil´(…) En la

sentencia del Tribunal de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, la Juez incurrió en un error conceptual,
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porque lo que se sometió a su consideración fue la disolución del vínculo matrimonial y no un escrito de

separación de cuerpos y bienes, de manera que carecía de competencia para pronunciarse sobre la existencia, o
inexistencia de bienes de la comunidad (…)además toda liquidación de la sociedad conyugal es posterior al

divorcio, y a pesar de ese error conceptual la sentenciadora de segunda instancia declaró que existía cosa

juzgada’.

Que “[c]omo podrá apreciar esta honorable Sala Constitucional, la cosa juzgada apreciada por la
sentenciadora de la segunda instancia, es inexistente, no tiene vida jurídica por cuanto el artículo 1395 del

Código Civil establece que la autoridad de la cosa juzgada no procede sino respecto de lo que ha sido objeto de

la sentencia y la propia sentenciadora de la segunda instancia admite, que la causa dirimida en el Tribunal de

Protección fue el divorcio; y una sentencia de divorcio no puede hacer cosa juzgada para una sentencia de
partición de bienes, además se requiere que la cosa demandada sea la misma, en este caso se demandó la

partición de un bien inmueble, y en el caso del tribunal de protección fue la disolución del vínculo matrimonial,

que la nueva demanda esté fundada sobre la misma causa; en este caso la solicitud del divorcio tiene una causa

distinta a la demanda de partición(…). Finalmente la sentenciadora de la segunda instancia, expuso: ‘…a juicio
de esta sentenciadora quedó desvirtuado en su totalidad la existencia de una liquidación y partición de

comunidad conyugal y la detentación de derecho alguno de propiedad del bien inmueble objeto de la Litis.

Alegado por la ciudadana Anya Teodora Ibarra Páez, por lo que a la prenombrada ciudadana no le corresponde

ninguna cuota parte sobre el inmueble objeto de la Litis, quedando en consecuencia como único y exclusivo

propietario, el ciudadano, WOLGFANG ARMAND NIEVES CRESPO’. En este punto se me priva del derecho de
propiedad que me garantiza el artículo 115 de la Constitución Nacional(sic), mediante la apreciación de pruebas

inexistentes como es la supuesta cosa juzgada, y que se encuentra viciada de nulidad, como su confesión

espontanea (…) en este caso los hechos expuestos en el Tribunal de Protección no fueron expuestos conforme a la

verdad, porque ha quedado demostrado en autos que existía un bien inmueble adquirido durante la vigencia del
matrimonio, aún cuando para la fecha de adquisición los cónyuges se encontraban separados de hecho pero el

bien generador de los bienes producidos en el matrimonio, que fueron dos (2) vehículos, dos (2) motos, el terreno

y su construcción, fue un tráiler de comida que aun existe y fue adquirido con mis ahorros y prestaciones sociales

”.
Por último requirió, que se admita la presente acción de amparo, toda vez que en la demanda de partición

no se puede ejercer recurso de casación, en razón de la cuantía y el amparo es el único medio del que dispone para

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impugnar decisiones judiciales que afecten el derecho a la defensa y a la propiedad. Y se declare la nulidad de la

sentencia presuntamente lesiva.


Asimismo, solicitó medida cautelar innominada de la suspensión de los efectos de la decisión dictada por

el Tribunal Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la Circunscripción Judicial del Área

Metropolitana de Caracas, el 27 de mayo de 2015.


II
DE LA DECISIÓN OBJETO DE AMPARO CONSTITUCIONAL

El 27 de mayo de 2015, Tribunal Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la

Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, dictó sentencia, en los siguientes términos:
(…)
“Que de la existencia del matrimonio se adquirió el siguiente bien inmueble: una parcela de terreno,
debidamente registrada así como demás cercas en ella existentes, ubicada en la Finca El Naranjal, Kilómetro
14 de la Carretera El Junquito, Parroquia Antimano, Caracas, con una superficie aproximada de seiscientos
cuarenta metros cuadrados (640 mts2) alinderada así: Norte: Treinta metros (30 mts) con la casa de la señora
DOMITILA FERNÁNDEZ, Este: Treinta metros (340 mts) con la propiedad de la casa de la señora CIRILA
FERNÁNDEZ, Oeste: Catorce metros (14 mts) con la carretera de tierra.
Que sobre la mencionada parcela se construyó con el esfuerzo de ambos, una casa de habitación que consta
de las siguientes dependencias; tres (3) habitaciones, una sala, un comedor, un baño, techo machihembrado
y demás comodidades; que dicho inmueble fue adquirido durante la existencia del matrimonio a nombre de
su excónyuge WOLFGANG ARMAND NIEVES CRESPO, tal y como se evidencia del documento
registrado en la Oficina Subalterna de Registro del Tercer Circuito del Municipio Libertador del Distrito
Capital el 30 de junio de 1994, bajo el N° 31, folio 167, Tomo 52.
Que la casa se construyó con el esfuerzo y aporte de ambos y como no se hizo capitulación matrimonial
cuando se celebró el matrimonio, los bienes adquiridos durante su vigencia son comunes de por mitad de
acuerdo a lo dispuesto en el artículo 148 del Código Civil; que su matrimonio quedó disuelto el 25 de abril
del 2000, y su excónyuge y ella continúan en comunidad del bien inmueble mencionado, intentando en
muchas ocasiones y por varios medios partir amistosamente el referido bien negándose éste a realizar la
partición.
Fundamentó la actora su acción en el contenido de los artículos 148, 187, 173 del Código Civil,
concatenado con el artículo 777 del Código de Procedimiento Civil, demandando formalmente al ciudadano
WOLFGANG ARMAND NIEVES CRESPO, en la liquidación y partición del bien descrito supra,
solicitando se decretara medida de prohibición de enajenar y gravar, en virtud que en la sentencia de
divorcio por un error material se dijo en el texto que no se habían adquirido bienes en el matrimonio.
(…)
Estando dentro de la oportunidad legal establecida para dictar sentencia, se observa:
Ante esta alzada la parte demandada apelante, presentó escrito de informes en el cual hace un breve
recuento de lo acontecido en la instancia, fundamentando su recurso en la prescripción de la acción y
solicitando sea declarado con lugar su apelación.
Por su parte, la tercera interviniente apelante del mismo modo realizó un breve recuento de lo sucedido en la
instancia, fundamentando su recurso en la legalidad del título supletorio, y argumentando la accesión
vertical inmobiliaria, procediendo a solicitar en su petitorio se condene a las partes intervinientes en el juicio
principal al pago del valor de los materiales, precio de la obra de mano de las bienhechurías construidas
sobre la parcela objeto de litis, para lo cual esta sentenciadora observa que son hechos nuevos que no fueron
debatidos en la instancia por lo que no entrará a analizar tales pedimentos, en virtud del derecho a la defensa
que rige nuestra Constitución. ASÍ SE ESTABLECE.
Determinado lo anterior, pasa esta alzada a realizar las siguientes consideraciones y al efecto observa:
El primer aparte del artículo 778 del Código de Procedimiento Civil, expresa:
‘En el acto de la contestación, si no hubiere oposición a la partición, ni discusión sobre el carácter o cuota de
los interesados y la demanda estuviere apoyada en instrumento fehaciente que acredite la existencia de la
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comunidad, el Juez emplazará a las partes para el nombramiento del partidor en el décimo día siguiente’.
Por su parte, el artículo 780 ejusdem establece:
‘La contradicción relativa al dominio común respecto de alguno o algunos de los bienes se sustanciará y
decidirá por los trámites del procedimiento ordinario en cuaderno separado, sin impedir la división de los
demás bienes cuyo condominio no sea contradicho y a este último efecto se emplazará a las partes para el
nombramiento del partidor.”. (Negrillas y subrayado del tribunal).
Analizando el presente procedimiento, se observa que en el caso sub examine, nos encontramos con una
partición, la cual se verifica a través del procedimiento establecido en el Código de Procedimiento Civil.
En este sentido, la Sala de Casación Civil de nuestro máximo Tribunal, en sentencia Nº 00442, de fecha 29
de junio de 2006, con ponencia de la magistrada ISBELIA PÉREZ DE VELÁZQUEZ, Expediente Nº
06098, expresó lo siguiente:
‘…Así, en el procedimiento de partición, disciplinado en los artículos 777 y siguientes del Código de
Procedimiento Civil, se distinguen dos etapas. La primera, contradictoria, en la que se disipa el derecho
de partición y la contradicción relativa al dominio común o cuota de los bienes a partir, cuyo trámite se
sigue por el procedimiento ordinario, siempre y cuando en la oportunidad de contestar la demanda
hubiere oposición a dicha partición; la segunda etapa del proceso comienza con la sentencia que ponga
fin a la primera fase del proceso de partición y es la partición propiamente dicha, en ella se designa un
partidor quien realiza la distribución de los bienes. Ahora bien, cabe acotar, que el proceso de partición
judicial puede ser de forma contenciosa o graciosa, ello se deriva del contenido de la norma rectora de
dicho proceso, el artículo 778 del Código de Procedimiento Civil, cuando se prevé a las partes la
oportunidad para discutir los términos de la partición haciendo oposición, sin la cual o si se presenta
extemporánea, no hay controversia ni discusión y el juez debe considerar procedente la partición. Así, si
no se hace uso de ese medio de defensa o se ejerce extemporáneamente, no hay controversia y el juez
debe considerar ha lugar la partición.’.
Sobre el particular, la Sala de Casación del Tribunal Supremo de Justicia, en sentencia N° 331 de fecha 11
de octubre de 2000, (Víctor José Taborda Masroua, Joel Enrique Taborda Masroua y Yanira Carmen
Taborda Masroua, contra Isabel Enriqueta Masroua Viuda De Taborda y Yajaira Taborda Masroua),
reiterada en sentencia Nº 736 del 27 de julio de 2004, expediente N° 03-816, ha establecido lo siguiente:
‘... El procedimiento de partición se encuentra regulado en la Ley Adjetiva Civil, ex artículos 777 y
siguientes; de su contenido se evidencia que en el juicio de partición pueden presentarse dos situaciones
diferentes, a saber: 1) Que en el acto de la contestación de la demanda no se haga oposición, a los
términos en que se planteó la partición en el correspondiente libelo. En este supuesto, no existe
controversia y el juez declarará que ha lugar a la partición, en consecuencia ordenará a las partes
nombrar el partidor; en estos casos no procede recurso alguno. 2) Que los interesados realicen oposición
a la partición, la cual puede ser total o parcial, vale decir que recaiga sobre todo o algunos de los bienes
comunes, en estos casos el proceso se sustanciará y decidirá siguiendo los trámites del juicio ordinario
hasta que se dicte el fallo que embarace la partición, tal y como lo establece el artículo 780 del Código de
Procedimiento Civil, y en este estado se emplazará a las partes para que procedan al nombramiento del
partidor, como ya se indicó; contra las decisiones que se produzcan en esta segunda hipótesis, se
conceden tanto el recurso subjetivo procesal de apelación como el extraordinario de casación…’.
Este criterio ha sido sostenido en forma reiterada por el Máximo Tribunal, así la Sala en sentencia de fecha
2 de junio de 1999, en el juicio de Antonio Contreras y otro contra José Fidel Moreno, se pronunció:
‘...El juicio de partición está conformado por dos fases o etapas: una, que se tramita por el procedimiento
del juicio ordinario y, la otra, que es la partición propiamente dicha.
Aun cuando este proceso debe promoverse por los trámites del juicio ordinario, sin embargo, esta vía
sólo se abre si hubiere oposición a la partición o se discutiera el carácter o la cuota de los interesados. En
el caso de que se contradiga la demanda, el proceso continuará su curso hasta dictarse sentencia
definitiva y en el supuesto de que ello no ocurriera comenzarán a practicarse las actuaciones necesarias
para el nombramiento del partidor, fase está en la que se ejecutarán las diligencias de determinación,
valoración y distribución de los bienes…’.
En base a los criterios jurisprudenciales transcritos, es menester señalar que en el procedimiento de
partición se aprecian dos (02) fases o etapas, a saber: la primera etapa del proceso (la contradictoria) en
la que se resuelve el derecho de partición y la contradicción relativa al dominio común o cuota del bien o
los bienes a partir, cuyo trámite se sigue por el procedimiento ordinario siempre y cuando en la
oportunidad de contestar la demanda hubiere oposición a dicha partición; y la segunda etapa del proceso
comienza con la sentencia que pone fin a la primera fase del proceso de partición (es la partición
propiamente dicha), en ella se designa un partidor quien realizará la distribución de los bienes.
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De lo anterior se desprende, que si en el acto de contestación a la demanda, el demandado no se opone a la


partición o lo hace en forma extemporánea, es decir, al no haber discusión respecto a los términos de la
partición, el juez debe emplazar a las partes a los fines del nombramiento del partidor; por el contrario, si el
demandado, en el referido acto de contestación, formula su oposición, se inicia la tramitación del
procedimiento ordinario tal como lo dispone el artículo 780 del Código de Procedimiento Civil.
Ahora bien, en el caso de autos, observa esta alzada que la parte demandada negó, rechazó y contradijo
tanto en los hechos como en el derecho, la partición y liquidación de la comunidad conyugal sobre el bien
inmueble suficientemente descrito en el cuerpo del presente fallo, alegando a su favor la cosa juzgada
contenida en la sentencia de divorcio de la cual se desprende que no adquirieron bienes y de la confesión
espontánea contenida en dicha instrumental, de lo cual se infiere que hubo oposición a los términos en los
cuales se planteó la partición, operando de esta forma ipso facto el inicio del procedimiento ordinario.
Ahora bien, se desprende de las actas del expediente, que ambas partes consignaron la sentencia de divorcio
que dictó el Tribunal de Protección del Niño y del Adolescente de esta Circunscripción Judicial, de la cual
se extrae textualmente:
‘…Por cuanto durante la unión matrimonial no se adquirieron bienes este Tribunal no tiene materia sobre la
cual decidir...’.
En cuanto a este punto contenido en la sentencia de divorcio, la parte actora adujo que fue un error material
del Tribunal; y el demandado arguye que la actora quiere hacer ver que fue el Tribunal quien cometió un
error, cuando del texto de la solicitud se desprende que “…desde el mes de octubre de 1990, nos separamos
al hacerse insostenible nuestras relaciones conyugales...”, lo cual produjo la cosa juzgada y la confesión
espontánea.
En este sentido, tenemos que la cosa juzgada es el efecto de la decisión que surge de un fallo, relacionado
con la reclamación de un derecho reconocido en la misma, éste efecto depende de la índole de la pretensión
que se hace valer en el juicio, pues debe existir una estrecha relación entre la decisión del fallo y la
pretensión, que tendrá como consecuencia una mera declaración o la condena a una prestación o la
supresión de un estado o relación jurídica. Ahora bien, en un sentido más amplio la cosa juzgada, excluye
nuevas impugnaciones que puedan renovar indefinidamente el juicio en instancias sucesivas, aquí nos
referimos a la cosa juzgada formal que garantiza la inalterabilidad de la sentencia; y, la cosa juzgada
material que preceptúa el resultado final del proceso, haciéndolo inmutable en todo proceso futuro que
pueda plantearse sobre la misma controversia, y que impone se tenga en cuenta su contenido en todo
proceso futuro donde se encuentren las mismas partes y se dirima el mismo derecho o relación jurídica.
En el caso de autos el demandado alega como defensa la cosa juzgada y la confesión espontánea basado en
el contenido de la sentencia de divorcio que por mutuo acuerdo efectuaron fundamentado en el artículo 185-
A del Código Civil y que en fecha 25 de abril de 2000, fue declarada con lugar por el Tribunal de Protección
del Niño y del Adolescente de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas. Observa esta
Alzada del contenido tanto de la solicitud de divorcio como de sentencia que las partes declararon no haber
adquirido bienes, lo que quedó fehacientemente expresado en la sentencia cuando el Tribunal así lo dejó
sentado, en consecuencia, mal puede alegar la actora que fue un error del Tribunal al momento de dictar el
fallo, ya que por la lógica jurídica, si tal y como lo expone la actora hubiere sido un error, cualquiera de las
partes pudo en su oportunidad solicitar aclaratoria o rectificación, lo que en el caso de autos no ocurrió.
La Sala Constitucional, en sentencia de fecha 06 de febrero de 2007, con ponencia del Magistrado PEDRO
RONDÓN HAAZ, en cuanto a la confesión estableció lo siguiente:
‘…la Sala de Casación Civil ha asentado que:
‘En efecto, la confesión considerada como prueba es el testimonio que una de las partes hace contra sí
mismo, es decir, el reconocimiento que uno de los litigantes hace de la verdad de un hecho susceptible de
producir consecuencias jurídicas en su contra.
En una sentencia de vieja data (21 de junio de 1984, caso: Inversora Barrialito C.A. c/ F. Giudice) pero
apropiada al caso que se estudia, la Sala expresó que en muchas oportunidades las exposiciones de las
partes en el transcurso del proceso, y especialmente, las exposiciones que emiten para apoyar sus
defensas, no constituyen una ‘confesión como medio de prueba’, pues en estos casos lo que se trata es de
fijar el alcance y límite de la relación procesal.
Así, pues, el demandado en un juicio, el opositor en una querella interdictal o el ejecutado en el
procedimiento de ejecución de hipoteca, no comparecen como ‘confesantes’ sino para defenderse de las
pretensiones de sus contrapartes y tratar de enervarlas.
Dicho de otra manera, cuando las partes concurren al proceso y alegan ciertos hechos, no lo hacen con
‘animus confitendi’.

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La ausencia del ‘animus confitendi’ en los alegatos rendidos por el demandado en su escrito de
contestación fue expresada en la doctrina de esta Sala de fecha 17 de noviembre de 1954, reseñada en la
sentencia antes aludida, en el sentido de que no toda declaración envuelve una confesión. Para que ella
exista, se requiere que verse sobre un hecho capaz de tener la juridicidad suficiente para determinar el
reconocimiento de un derecho a favor de quien se hace la confesión y la existencia de una obligación en
quien confiesa.” (s.S.C.C. n° 0794 de 3 de agosto de 2004, resaltado añadido).
Esta sentenciadora observa que la confesión espontánea así como lo cosa juzgada derivan del contenido de
la copia certificada del expediente N° 99-17037 correspondiente a la nomenclatura llevada por el Tribunal
de Protección de esta Circunscripción Judicial, en el que ambas partes sin coacción de ningún tipo
declararon no haber adquirido bienes que liquidar, es decir, no adquirieron bienes durante la unión conyugal,
tampoco consta en actas, que la actora hubiera entablado otras acciones judiciales con relación al inmueble
hoy objeto de litis, aunado a ello, la documental que corre al folio 73 de la primera pieza, si bien tuvo que
desecharse la testimonial que la ratificaría conforme lo prevé el artículo 480 del Código de Procedimiento
Civil, a juicio de quien decide, es un indicio que el hoy demandado recibió en fecha 25 de febrero de 1994,
una cantidad de dinero para la adquisición del lote de terreno en el cual están construidas las bienhechurías
demandada en partición. En efecto, la causa dirimida por el Tribunal de Protección fue el divorcio, en el que
obviamente son las mismas partes, y aunque entre aquél juicio y este el motivo sea distinto, a juicio de quien
decide existe cosa juzgada y confesión espontánea en relación a la “no adquisición de bienes durante la
unión conyugal’, por lo que la defensa alegada por el demandado debe prosperar. ASÍ SE DECIDE.
Se desprende de las actas que conforman el expediente que la ciudadana ANYA TEODORA IBARRA
PÁEZ, aportó a los autos copia certificada del documento de compra venta del bien inmueble objeto de la
presente controversia, documento del cual motiva la alegada partición, y que según su decir, la establece
como comunera con el hoy demandado WOLGFANG ARMAND NIEVES CRESPO, sin embargo, la parte
demandada, alegó como defensa de fondo, que la compra de dicho bien fue realizada por él cuando se
encontraba separado de la ciudadana ANYA TEODORA IBARRA PÁEZ, desde octubre de 1990, y que el
pago fue realizado en su totalidad por su persona el 30 de junio de 1994, tal y como se desprende del
documento de compra venta, aunado a ello, alegó que la actora para la fecha de adquisición del terreno se
encontraba embarazada dando a luz el 24 de abril de 1995 conforme se evidencia del Acta de Nacimiento
que corre al folio 74 de la primera pieza.
Cabe destacar, que en el presente juicio, existe un alegato positivo, mediante el cual la parte actora afirmó
ostentar un derecho de propiedad en comunidad con el ciudadano WOLGFANG ARMAND NIEVES
CRESPO, el cual, a priori, no debería ser probada; no obstante, la parte demandada, hizo expresa negativa a
la titularidad argüida por la actora del bien, lo que genera una colisión entre un hecho positivo (parte actora)
y negativo (parte demandada).
En la teoría general de las pruebas, sin entrar en silogismos formales que muchas veces desvirtúan la
búsqueda de la verdad, existen ciertas reglas materiales de tipo procesal, que racionalmente aplicadas, dan
sentido a la carga probatoria, es por esto, como doctrinariamente da origen a tesis como la carga dinámica
de la prueba.
En este caso, vemos con relevante observación, la utilización como defensa del hecho negativo, el cual
puede ser definido como aquel sustentado en la nada, queriendo así demostrar, la imposibilidad de un acto
por ser inexistente en el mundo real, construyendo dicho argumento, un sustento vacío para quien exige su
demostración, básicamente ¿por quién puede demostrar, algo que no existe?: surgiendo más bien, la carga de
la prueba en la contraparte, que para refutar dicho hecho, debe probar la existencia.
Gran parte de la doctrina hace referencia a la división de los hechos negativos, no obstante, a los fines
pedagógicos a ilustrar, es preciso citar, una de las clasificaciones más simple, pero sustanciosas, que
facilitan el entendimiento, de cuales son aquellos hechos negativos que no deben demostrarse, es por esto
que del tema tratado, Humberto Bello Lozano, lo expone de la siguiente manera:
‘(…) Las negaciones, al efecto de su valoración en el proceso, pueden calificarse como sustanciales o
absolutas y formales o aparentes. Considerándose como las primeras, aquellas que tienen su fundamento en
la nada y no implican, en consecuencia, ninguna afirmación opuesta, indirecta o implícita; en tanto que las
segundas, en verdad de verdad, son afirmaciones contrarias, ya que revisten un carácter definido o
indefinido.
Las negaciones formales pueden serlo de derecho, de hecho y de cualidad. Las primeras se remiten a la
titularidad de un derecho, a las condiciones requeridas por la Ley para la validez del acto: en tanto que las
de hecho equivalen a la afirmación de un hecho contrario, ya sea concreto o indefinido; en tanto que las de
cualidad se dan cuando se niega a alguna persona una determinada cualidad, y, al actuarse de esa manera, se
está afirmando lo opuesto.
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Las negaciones de hecho pueden ser definidas o indefinidas; las primeras se refieren a hechos concretos; en
tanto las segundas no se limitan ni en el tiempo ni en el espacio, lo que hace materialmente imposible su
prueba.
Concluyendo podemos afirmar: a) las verdaderas negaciones son sustanciales o absolutas; b) las negaciones
formales no son otra cosa que afirmaciones redactadas en forma negativa; c) las únicas afirmaciones que no
pueden ser probadas son las sustanciales y las formales indefinidas de hecho y d) las demás negaciones se
prueban demostrando el hecho contrario (subrayado y resaltado propio) (…)’.
Encontrándonos así en el presente caso, que al aducir la representación judicial de la parte demandada, el
“que no le corresponde a la parte actora, cuota o porcentaje de propiedad alguna, sobre el inmueble objeto
del presente litigio”, se materializa el hecho negativo formal o aparente, el cual, inmediatamente genera la
carga probatoria en su contraparte, quien sí debe probar el derecho alegado y objeto de la causa sub iúdice.
Ahora, del desarrollo del iter procedimental de las actas que conforman el presente expediente, no encuentra
quien aquí sentencia, prueba alguna mediante la cual la parte actora, ante la negación de hecho de la parte
demandada, demuestre que efectivamente realizó aportes para la construcción del bien inmueble del cual
alega ser comunera, tampoco se desprende de las actas que ésta hubiera traído probanza alguna que
demostrara la cancelación de alguna cuota o de qué manera contribuyó para su edificación; por lo que,
concordando con lo anteriormente desarrollado en el cuerpo del presente fallo, vemos como ante un hecho
positivo, debe ser probado, más aún cuando su contraparte niega el elemento pretendido por quien demanda,
lo que conllevó a desvirtuar los hechos afirmados en el libelo de la demanda; llamando la atención, de que
en la presente acción, la parte actora se conformó sólo con comprobar la existencia del documento de
compra venta, debidamente admitido por la parte demandada, más puede evidenciarse de forma flagrante
una vaga actuación probatoria, en donde la actora nunca demostró en el transcurso del proceso hechos que
fundamentados generaran indicios o dudas razonables a quien aquí sentencia, en cuanto a la adquisición,
pago y/o contribución del bien inmueble.
En este orden de ideas, es pertinente traer a colación, el proverbio jurídico “el que alega, prueba”, figura
general debidamente utilizada en el mundo del derecho, para demostrar fehaciente y certeramente, la
efectiva existencia jurídica de lo que se reclama (parte actora) ó de lo que se excusa (parte demandada).
En este orden de ideas, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, mediante sentencia dictada
el día 17 de Julio de 2007, en el Expediente Número 07-0733, con ponencia del Magistrado Marcos Tulio
Dugarte Padrón, fijó posición en relación a la carga de la prueba, dejando expresamente establecido lo
siguiente:
‘…Las normas transcritas regulan la distribución de la carga de la prueba, y establecen con precisión que
corresponde al actor probar los hechos constitutivos, es decir, aquellos que crean o generan un derecho a
su favor, y traslada la carga de la prueba al demandado con relación a los hechos extintivos,
modificativos e impeditivos (Vid. s.S.C.C del 27 de julio de 2004, caso: Inversiones y Administradora de
Bienes COMBIENES, C.A.). En relación al artículo 506 del Código de Procedimiento Civil, la Sala de
Casación Civil determinó que si bien éste reitera el artículo 1.354 del Código Civil, agrega que “las
partes tienen la carga de probar sus respectivas afirmaciones de hecho”, con lo cual consagra, de manera
expresa, el aforismo “reus in excipiendo fit actor”, que equivale al principio según el cual “corresponde
al actor la carga de la prueba de los hechos que invoca en su favor y corresponde al demandado la prueba
de los hechos que invoca en su defensa...”. (Vid. sentencia s.S.C.C. del 30 de noviembre de 2000, caso:
Seguros la Paz). En aplicación de estas consideraciones al caso concreto, la Sala observa que de acuerdo
con lo establecido en la sentencia objeto de amparo, el actor afirmó que el demandado no cumplió una
obligación pactada en el contrato, lo cual fue negado en la contestación, motivo por el cual, el juez de
alzada estableció que correspondía al actor la carga de demostrar que el demandado no pagó los cánones
correspondientes a los meses de enero, febrero y marzo de 2005, lo cual resulta a todas luces
inconsistente con los principios que rigen la materia probatoria, pues la parte actora al alegar un hecho
negativo, no le corresponde a ella la carga de la prueba, sino que, es a la otra parte a quien le corresponde
demostrar el hecho afirmativo y ello lo ha debido tomar en cuenta el tribunal que conoció el amparo...’.
Hechas las anteriores consideraciones, se puede concluir que tanto el código sustantivo y adjetivo civil,
distribuyen la carga de la prueba entre las partes, como un deber procesal cuya intensidad depende del
respectivo interés, vale decir, si al actor le interesa el triunfo de su pretensión deberá probar los hechos que
le sirven de fundamento y si al demandado le interesa destruir, cambiar esos alegatos, su actividad directa en
el proceso, debe estar encaminada a desvirtuar la pretensión alegada y deberá probar el hecho que la
extingue, que la modifique o que impida su existencia jurídica, es decir, plantea la distribución de la carga
de la prueba entre las partes, propia del proceso dispositivo.

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En el mismo orden de ideas, es preciso traer a colación la Sentencia Nº RC.00799 de Sala de Casación Civil,
Expediente Nº 09-430 de fecha dieciséis (16) de diciembre del año dos mil nueve (2009), de la cuales se
extrae lo siguiente:
‘(...) En efecto, una vez que el actor establece sus afirmaciones de hecho, si las mismas son aceptadas por
el demandado, no hay nada que probar; ahora bien, si el demandado niega y rechaza lo alegado por su
contraparte, recae o se invierte sobre el demandante la carga de la prueba; mientras que queda sobre el
demandado el deber de probar si éste reconoce la existencia de la obligación pero alega un hecho que
contradice el derecho del actor. En relación a las afirmaciones de hecho, alegatos éstos planteados por las
partes, en virtud de lo señalado en el artículo 506 del Código de Procedimiento Civil, las mismas pueden
consistir tanto en afirmaciones como en negaciones respecto de determinados hechos. Así, los hechos
negativos, han sido definidos por la doctrina como la negación de un acto o de un hecho jurídico. En tal
sentido, es necesario distinguir si los hechos negativos son definidos o indefinidos, puesto que sólo a los
primeros se les puede fijar un límite en el tiempo y el espacio y por lo tanto es posible probarlos si existe
un hecho positivo que lo contraste y excluya. No obstante, serán indefinidos o indeterminados, aquellos
hechos que no sea posible delimitarlos en tiempo, modo o espacio, y por tanto, no pueden ser
demostrados mediante la prueba de un hecho positivo. Por tal motivo, ‘...los hechos negativos
indefinidos están exentos de prueba por quien los alega, quien no tiene sobre ellos la carga de
demostrarlos”. (Cabrera Romero, Jesús Eduardo. Contradicción y Control de la Prueba Legal y Libre.
(Caracas, Editorial Jurídica Alva S.R.L., Tomo I, 1997, p. 78). De la misma manera, esta Sala, en
relación a los hechos negativos, ha establecido que en el reparto o distribución de la carga de la prueba,
cuando el alegato de un hecho negativo es realizado por el actor, y la contradicción del demandado es
pura y simple, pone en cabeza de este último la carga de demostrar el hecho invocado. (Ver sentencia N°
00007, de fecha: 16 de enero de 2009, Caso: César Palenzona Boccardo contra María Alejandra
Palenzona Olavarría (...)’.
Ahora, de forma analógica con la jurisprudencia antes expuesta, surge en el caso de marras, un hecho
positivo alegado por la parte actora, el cual fue debidamente desvirtuado por la representación judicial de la
parte demandada; muy por el contrario, la parte actora no utilizó los mecanismos necesarios para comprobar
sus pretensiones; en razón, que ante un hecho positivo, en donde se afirma la efectiva atribución de una
obligación, en este caso la responsabilidad, la parte demandada, utilizó como defensa un hecho negativo,
mediante el cual, desplazó a su contraparte la carga de la prueba, quien de forma inoperante, no ejerció
idealmente los mecanismos demostrativos o ilustrativos, que blindaran sus afirmaciones; ya que si bien la
parte actora alegó ostentar el derecho pro indiviso del bien inmueble objeto del litigio, no es menos cierto
que para que traiga como convicción al Juez la veracidad plena de lo alegado, debe hacer un exhaustivo y
diligente desempeño de la actividad probatoria que es carga fundamental de las partes, en este sentido, se
evidencia la ligera carga probatoria asumida por la parte actora, en el cual no trajo a los autos elementos
demostrativos que probaran absolutamente su pretensión, teniendo un lapso procesal probatorio
prácticamente desaprovechado, ya que los elementos que aportan plena convicción al juez fueron
consignados por la parte demandada, quien desplegó los recursos probatorios certeros tendientes a
desvirtuar el derecho alegado por la parte actora, probando fehacientemente que la adquisición del bien
inmueble del cual reclama la partición, fue cancelado en su totalidad por dicha parte.
Si bien es cierto que los jueces civiles procesalmente hablando, se encontraban atados o limitados por el
principio dispositivo del Juez consagrado en el artículo 12 de la ley adjetiva civil imperante en Venezuela, la
cual dispone:
‘(…) Artículo 12.- Los jueces tendrán por parte de sus actos la verdad, que procurarán conocer en los
límites de su oficio. En sus decisiones el Juez debe atenerse a las normas del derecho a menos que la Ley
lo faculte para decidir con arreglo a la equidad. Debe atenerse a lo alegado y probado en autos, sin poder
sacar elementos de convicción fuera de éstos ni suplir excepciones o argumentos de hecho no alegados ni
probados, El Juez puede fundar su decisión en los conocimientos de hecho que se encuentren
comprendidos en la experiencia común o máximas de experiencia. (Resaltado y subrayado propio) (…)’.
Queda claro, entonces, que antes de la vigencia de la Constitución de 1999 los sentenciadores no podían ir
más allá de lo traído y probado en autos; muy diferente es ahora, gracias a la referida y definida
analógicamente por quien aquí decide “tendencia constitucional” que acertadamente está en constante
persecución en pro de la justicia social, búsqueda de la verdad “real” más que la verdad formal, teniendo
como principio fundamental la justicia y la equidad, permitiéndonos citar al histórico, filósofo y político
griego Aristóteles el cual decía que ‘la equidad es la Justicia aplicada al caso concreto’.
Cabe acotar, que no es un capricho para quien aquí sentencia, fomentar la aplicación del derecho apegado a
las leyes, e interpretado de una forma racional y jurídicamente sensible al caso en concreto; la subsunción
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del derecho va mas allá de la lógica formal estricta, ya que en la cotidianeidad, las situaciones de hechos son
distintas, debiendo elegir el Juez la norma de manera precisa, y aplicarla con la mayor efectividad al caso
que se presente; pues, la doctrina, ha sido evidentemente desarrollada en cuanto a este tema, por lo cual, a
los fines de ilustrar el lienzo metafórico aquí formado, es preciso citar al jurista Michele Taruffo, quien en
su obra literaria ‘Sobre las Fronteras”, desarrolló lo siguiente:
‘(…) Los tres criterios a los cuales se alude son los siguientes: a) corrección de la escogencia y de la
interpretación de la regla jurídica aplicable al caso; b) comprobación confiable de los hechos importantes
del caso; c) empleo de un procedimiento válido y justo para llegar a la decisión.
Omissis…
…si los hechos no se comprueban de manera racional y verídica, cualquier aplicación de cualquier
norma a ese caso particular resulta privada de fundamento, y por tanto arbitraria. La decisión que de allí
se deduce no puede en consecuencia sino ser injusta (…)’ (Resaltado y Subrayado propio).
Concorde con lo anterior, el artículo 254 del Código de Procedimiento Civil establece que:
‘Los Jueces no podrán declarar con lugar la demanda sino cuando a su juicio, exista plena prueba de los
hechos alegados en ella. En caso de duda, sentenciarán a favor del demandado…’.
De la norma se desprenden los mandatos que imponen al sentenciador para juzgar, es decir, la finalidad de
evitar que el Juez incurra en el denominado vicio “absolución de la instancia”, o dicho de otra manera, el
Juez al examinar las pruebas, expresa que, éstas no suministraron la convicción imperiosa en pro o en contra
del demandado.
Así las cosas, mal podría sentenciar a favor de quien pretende una obligación, cuando de manera racional,
no han sido demostradas las afirmaciones procuradas y alegadas sensatamente en la presente causa; muy por
el contrario, de tomarse este tipo de decisiones, sólo lograrían poner en desequilibrio la seguridad jurídica,
el cual por meras y débiles presunciones, que a su vez, han sido desvirtuadas, logren generar decisiones
basadas en la nada, convirtiendo en carácter legal la injusticia, deshonrando el deber por el cual somos
llamados los jueces a proferir debida sentencia, por lo cual, si bien en principio existe la presunción de la
existencia de la partición de bienes de la comunidad, no es menos cierto que la parte actora no probó haber
adquirido el derecho del cual alegó ser propietaria. Lo que dicho en palabras sencillas, significa que si bien
alegó ser propietaria o tener algún derecho sobre el inmueble, existiendo una presunción en su favor en
virtud de la existencia del documento de compraventa, no demostró haber pagado o aportado o contribuido
con la construcción del inmueble; contrario a ello, la parte demandada sí demostró haber pagado totalmente
el precio del bien inmueble de marras.
En virtud de lo anterior, a juicio de esta sentenciadora quedó desvirtuado en su totalidad la existencia de una
liquidación y partición de comunidad conyugal y la detentación de derecho alguno de propiedad del bien
inmueble objeto de litis alegado por la ciudadana ANYA TEODORA IBARRA PÁEZ, por lo que a la
prenombrada ciudadana no le corresponde ninguna cuota parte sobre el inmueble objeto de litis, quedando
en consecuencia como único y exclusivo propietario del terreno donde está construido el bien inmueble el
ciudadano WOLGFANG ARMAND NIEVES CRESPO. ASÍ SE DECIDE.
En consecuencia, esta Alzada debe declarar con lugar el recurso de apelación interpuesto por el abogado
ELIO DELGADO PÉREZ, en su carácter de apoderado judicial de la parte demandada ciudadano
WOLFGANG ARMAND NIEVES CRESPO, y sobrevenidamente con lugar el recurso de apelación
ejercido por la ciudadana MARIA EUGENIA COLINA, asistida por el mencionado profesional del derecho,
ello en rectitud que la tercería por ella intentada corre la misma suerte de lo dictaminado en el juicio
principal. ASÍ SE DECIDE.
En razón a la anterior declaratoria, la sentencia dictada en fecha 02 de julio de 2014, por el Tribunal Décimo
de Municipio Ordinario y Ejecutor de Medidas de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de
Caracas, queda parcialmente revocada conforme a los términos expuestos en el presente fallo. ASÍ SE
DECIDE.

III
OPINIÓN DEL MINISTERIO PÚBLICO
El Ministerio Público, representado por el entonces Fiscal Quinto ante la Sala Plena, las Salas de Casación
y la Sala Constitucional de este Tribunal Supremo de Justicia, abogado Tutankamen Hernández Rojas, en la

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oportunidad de celebrarse la audiencia constitucional, expresó la opinión del Ministerio Público, en los siguientes
términos:
“Conforme a las previsiones contenidas en el artículo 285 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, en concordada relación con el artículo 15 de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, y, 16.8; 31.5 y 35.4 de la Ley Orgánica del Misterio Público, siendo la oportunidad
para que tenga lugar la audiencia constitucional convocada por la Sala Constitucional de este Alto Tribunal,
cedo a presentar el resumen de los alegatos orales expuestos en la Audiencia constitucional realizada en el día
de hoy, con ocasión la acción de amparo Constitucional interpuesta por la ciudadana ANYA TEODORA
IBARRA PÁEZ, debidamente asistida por el ciudadano Abogado Manuel Mezzoni Ruiz, contra sentencia
dictada en fecha 27 de mayo de 2015, por el Juzgado Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y
Bancario del Área Metropolitana de Caracas. En tal sentido procedo a suscribir las siguientes consideraciones:
(…)
OPINIÓN DEL MINISTERIO PÚBLICO
Una vez revisado y analizado el fallo presuntamente agraviante, así como el estudio de las actas que le
preceden, esta Representación del Ministerio Público procede a suscribir las siguientes consideraciones:
Esta Oficina Fiscal observa que, conforme a los planteamientos de la parte accionante, la solicitud de tutela
constitucional está dirigida en contra de una decisión judicial, en este caso la sentencia de fecha 27 de mayo de
2015, dictada por el Tribunal Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la Circunscripción
Judicial del Área Metropolitana de Caracas, por lo que se hace referencia al actuar fuera de su competencia o
con extralimitación de sus atribuciones, sustentado en el artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales.
En base a lo anterior, procederemos a emitir Opinión Fiscal, no vinculante, de acuerdo al artículo 15 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, ello previo análisis de los autos, argumentos
de las partes y lo dictaminado en la sentencia accionada.
Ahora bien, en el caso in examine, vemos que la Acción de Amparo se cimienta sobre una decisión dictada por
un Tribunal Superior que declaró parcialmente con lugar el recurso de apelación interpuesto y revocó la
decisión del Tribunal de Instancia que negó lo peticionado por el accionante con ocasión a la demanda de
partición de bienes de la comunidad conyugal.
No obstante ello, luego de efectuar un análisis pormenorizado del caso, como génesis de lo anterior
primeramente la unión matrimonial celebrada entre la parte accionante ANYA TEODORA IBARRA PÁEZ,
con el ciudadano WOLFGANG ARMAND NIEVES CRESPO, quienes luego de aproximadamente doce (12)
años y por desacuerdos comunes deciden separarse de hecho, y posteriormente presentan solicitud no
contenciosa de disolución del vínculo matrimonial, a tenor de lo pautado en el artículo 185-A Código Civil, el
cual es acordado judicialmente por el Tribunal de Protección del Niño y Adolescente Sala IV, de fecha 25 de
abril de 2000.
Indica la parte accionante, que durante el tiempo que duró el matrimonio, fueron adquiridos diversos bienes
muebles e inmuebles, a un tráiler, dos automóviles, dos vehículos tipo moto, un terreno y las Bienhechurías allí
construidas, las cuales no fueron partidas en su oportunidad.
Producto de lo anterior, ejerció demanda de partición de bienes de la comunidad conyugal, y luego de diversas
incidencias de orden procesal, fue declarada la demanda con lugar, en fecha 2 de julio de 2014, por el Juzgado
Décimo de Municipio Ordinario y Ejecutor de Medidas de la Circunscripción del Área Metropolitana de
Caracas.
Posteriormente su ex cónyuge, y la tercera interviniente, formalizan recurso de apelación, el cual es conocido
por el Juzgado Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la Circunscripción Judicial del
Área Metropolitana de Caracas, quien en fecha 27 de mayo de 2015, declara con lugar la apelación, generando
con ello la sentencia hoy accionada.
Argumenta la quejosa, que fueron vulnerados sus derechos a la defensa, al debido proceso, a la justicia y a la
propiedad, de rango constitucionales, y por ello acude a este Alto Tribunal, a los fines de solicitar ampare en
sus derechos y garantías.
En virtud de lo que precede, debe necesariamente esta Oficina Fiscal hacer algunas consideraciones previas en
lo atinente a la liquidación o disolución del patrimonio común conyugal.
Al respecto, es propicio, indicar el criterio jurisprudencial sostenido por nuestro máximo Tribunal de Justicia,
sobre el tema de la liquidación y disolución de la comunidad conyugal, así encontramos sentencia de la Sala
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Casación Civil de fecha 21 de julio de 1999, en la que indicó lo que sigue:…


En el mismo sentido, la mencionada Sala del Alto Tribunal de Justicia, en sentencia de fecha 22 de junio
de 2001, con ponencia del Magistrado Dr. Franklin Arriechi, argüyó:
‘El artículo 173 del Código Civil, prohíbe la disolución y liquidación de la comunidad de bienes de
manera voluntaria, excepto cuando alguno de los cónyuges la solicita por haber separación de cuerpos,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 190 eiusdem. Asimismo, es posible la disolución de dicha
comunidad por cualquiera de las causales taxativas mencionadas en el artículo 173, es decir por la
declaración de la nulidad del matrimonio, la ausencia declarada, la quiebra de uno de los cónyuges y la
separación judicial de bienes. Estas causales no dependen de la voluntad de los cónyuges; son causales
objetivas, legales y taxativas. Por tanto, es nula toda disolución y liquidación de la comunidad de bienes
que sea expresión de la voluntad de los cónyuges, salvo que ella se formule sustentada en la separación
de cuerpos, tal como lo señala expresamente el mencionado artículo 173: "Toda disolución y liquidación
voluntaria es nula, salvo lo dispuesto en el artículo 190’.
El artículo 190 del Código Civil señala: ‘En todo caso de separación de cuerpos, cualquiera de los
cónyuges podrá pedir la separación de bienes, pero, si aquella fuere por mutuo consentimiento, la
separación de bienes no producirá efectos contra terceros, sino después de tres meses de protocolizada
la declaratoria en la Oficina Subalterna de Registro del domicilio conyugal’.
Por otro lado, tal como lo establece el artículo 186 del Código Civil, con la sentencia que declara el
divorcio se extingue el vínculo conyugal de las personas y cesa el régimen de común administración de los
bienes.
En el caso bajo estudio, el Juez Superior, al declarar que la partición de bienes debe realizarse según el
acuerdo establecido por las partes en el escrito de fecha 18 de enero de 1988, presentado con ocasión de
la solicitud de divorcio basada en el artículo 185-A atribuye valor a una disolución y liquidación
voluntaria prohibida por la ley, violando de esta manera los artículos 173 y 186 del Código Civil, por
falta de aplicación’.
De los anteriores extractos jurisprudenciales, podemos señalar que conforme a lo dictaminado por la Sala de
Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia, se establece de manera acertada que cualquier decisión, pacto
o acuerdo sobre la partición de los bienes de la comunidad conyugal, es nulo si se celebra antes de ser
declarado formalmente el divorcio, siendo sus excepciones la declaratoria judicial de separación de bienes y
cuerpos, la nulidad del matrimonio, la declaratoria de quiebra, y la ausencia declarada, ello a tenor de lo
previsto en los artículos 173 y 190 ambos del Código Civil, adicionando, que incluso en los casos de solicitud
de divorcio conforme al artículo 185-A ejusdem, al considerarse que se trata de un acuerdo voluntario es
contrario a la ley, no permitido por los artículos 173 y 186 del mismo Código.
En concepto de esta unidad Fiscal, la comunidad de gananciales, fenece con la declaratoria formal y judicial del
divorcio, la nulidad del matrimonio, la declaratoria judicial de ausencia y finalmente por la declaratoria de
quiebra de alguno de los cónyuges, y no por acuerdos entre las partes, ello de acuerdo con las disposiciones
normativas contempladas en los artículos 173, 186 y 190 del Código Civil. Toda vez que mientras perdure la
unión conyugal, toda la masa de bienes adquiridos durante el matrimonio, constituyen patrimonio común de
ambos contrayentes, poseyendo derechos en forma equitativa.
Asentado lo anterior, observamos que el vínculo matrimonial existente entre la ciudadana ANYA TEODORA
IBARRA PÁEZ, con el ciudadano WOLFGANG ARMAND NIEVES CRESPO, resultó disuelto mediante
sentencia el cual es acordado judicialmente por el Tribunal de Protección del Niño y Adolescente Sala IV, de
fecha 25 de abril de 2000, el cual se pronunció única y exclusivamente sobre el divorcio.
Ante tal escenario, esta Oficina Fiscal considera, que el momento en que es impetrada demanda, se fija la litis
sobre la cual los litigantes (actor y demandado), fijan sus pretensiones y adquieren posibilidades de defensa,
entendiéndose que desde ese momento surge el derecho constitucional a la defensa, consagrado en el artículo
49.1 del texto constitucional, y de allí la posibilidad de tal ejercicio, pudiendo alegar a favor o en contra, probar
lo necesario y recurrir ante la inconformidad de una determinación judicial.
En consecuencia, sobre la base de los fundamentos que anteceden, esta Representación Fiscal, de las actas
procesales que cursan en el expediente y conforman el presente asunto, señala que no fue un hecho demandado
y, por tanto, no controvertido a lo largo del decurso procesal en la demanda primigenia, la repartición de bienes
obtenidos durante la unión matrimonial, pues no se encontraba dentro de los hechos objeto de la litis, por lo que
el juez debió pronunciarse sobre, hechos, objetos o pretensiones contenidas dentro de la demanda, ya que su
competencia se circunscribe a lo peticionado en el escrito libelar.
Cabe pues advertir, que la congruencia estriba en pronunciarse judicialmente entre el petitum o peticiones de
las partes y la sentencia, de manera que, decidir fuera de estos parámetros constituyen vicios de la sentencia
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como ultra petita, minus petita o citra petita, en virtud del cual el tribunal somete a consideración fuera de lo
que se le ha solicitado, ya sea porque otorga más allá de lo pedido, menos de lo pedido o algo distinto a lo
peticionado.
Tal principio encuentra sustento en el Código Adjetivo Civil en sus artículos 12 y 243, cuyas disposiciones
establecen lo que sigue:
Artículo 12. ...
Artículo 243. ...
Cónsono con las normas de carácter procesal que nos preceden, ha sido pacífico y reiterado, el criterio acogido
por la Sala de Casación Civil del Máximo Tribunal de la República, el cual en decisión № 24 de fecha 24 de
enero de 2002, en lo relativo al principio de congruencia, argüyó lo siguiente:
La sentencia es congruente cuando se ajusta a las pretensiones de las partes, tanto del actor como del
demandado, independientemente de si es acertada o errónea. No se puede apreciar, más ni menos, de las
cuestiones controvertidas, ni dejar de resolver algunas. Cuando se deja de examinar la prueba, todos o
algunos de sus hechos fundamentales, la sentencia está viciada por omisión de análisis táctico y cuando se
considere innecesario el análisis de algunos elementos probatorios, el juez debe dejar constancia motivada
de ello.
De allí que la incongruencia adopta dos modalidades y tres aspectos. Las modalidades son: incongruencia
positiva, cuando el juez extiende se decisión más allá de los límites del problema judicial que le fue
sometido, o la incongruencia negativa, cuando el juez omite el debido pronunciamiento sobre alguno de
los términos del problema judicial, y los aspectos son: a) cuando se otorga más de lo pedido (ultrapetita);
b) cuando se otorga algo distinto de lo pedido (extrapetita), y c) cuando se deja de resolver sobre algo
pedido u excepcionado (citrapetita)". (Negrillas de la Sala)
Bajo las premisas anteriores, observamos que la doctrina nacional apunta en el mismo sentido al acotar que la
pretensión como objeto del proceso se fija con la exposición de hechos y planteamientos que han de ser
demostrados en el juicio correspondiente, a fin de obtener una resolución favorable. En tal sentido, si el
juridiscente se aleja de otorgar respuesta a los alegatos o peticiones que efectúen las partes, dejándolas
inconteste, quebranta igualmente derechos de orden constitucional, como lo es la tutela judicial efectiva, que
además consiste en conceder una respuesta clara e invoca sobre todos los aspectos abordados por las partes en
sus solicitudes.
En sintonía con lo señalado por esta Dependencia Fiscal, encontramos doctrina procesal civil lo siguiente:
‘En virtud del principio de congruencia, al establecer los hechos los jueces deben atenerse a las oportunas
alegaciones de las partes. El establecimiento de los hechos comienza con la determinación de aquellos
sobre los cuales debe recaer la prueba. Las partes, al pretender obtener un resultado favorable, deberán
demostrar los hechos alegados; si el juez decide con fundamento en los hechos no alegados, priva a quien
resulte perjudicado por la decisión, de la posibilidad de realizar la contraprueba de esos hechos. Pero si,
por el contrario, no resuelve las alegaciones, limita a la parte la garantía del debido proceso legal; de nada
sirve la oportunidad de alegar si no se obtiene una expresa, positiva y precisa resolución de las
alegaciones.’
Refieren -acertadamente- nuestros autores que, el principio de congruencia está supeditada a dos reglas
fundamentales: resolver todo lo pedido, de manera que si el operador de justicia se pronuncia sobre lo no
pedido y no resuelve lo pedido, o se aparta de los hechos alegados incurrirá en incongruencia, es decir, no se
atiene al thema dicidendum o petitorio de las partes en el libelo de la demanda.
Así mismo, pronunciarse sobre lo no pedido por las partes, vulneraría el derecho a la defensa de la contraparte,
ya que cercena la posibilidad de defensa, pruebas y alegatos en contra de tales pronunciamientos, lo cual
constituiría de suyo un quebrantamiento de garantías de orden constitucional, como serían el ya mencionado
derecho a la defensa, así como tutela judicial efectiva y el debido proceso constitucional.
Finalmente, resulta pertinente señalar que, el debido proceso, impone si juzgador brinde a las partes todas las
garantías intraprocesales, de las que cuenta la posibilidad de defenderse, con lapsos para alegar todo lo que
fuere necesario en un juicio equilibrado y no sobre peticiones posteriores al dictamen definitivo del fondo. Y
por su parte la tutela judicial eficaz, consiste en otorgar respuesta oportuna sobre lo peticionado, lo cual debe
formar parte de lo demandado y no incurrir en incongruencias propias de la sentencia - que tal y como se
indicase supra- pueden ser la ultra petita, minus petita o citra petita.
En suma, sobre la base de las consideraciones previamente expuestas, el operador de justicia deberá supeditar
su decisión a lo alegado y probado en autos, circunscribiéndose a los términos en los cuales se planteó la litis,

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so pena de conculcar los principios de congruencia y exhaustividad examinados supra, ya que de entrar a
resolver sobre puntos no contenidos en demanda quebrantaría derechos y garantías de la parte demandada,
Por otra parte, atendiendo a los alegatos expuestos por la ciudadana mencionada ut supra, donde considera que
la decisión del fallo accionado en nada
vulnera al principio de la cosa juzgada, señalando que las demandas por ella incoada no están fundadas en la
misma causa, ya que -se insiste- la primera de ellas versaba sobre la solicitud del divorcio, mientras que en la
segunda se pretendía hacer valer el derecho de partición sobre los bienes adquiridos en la comunidad de
gananciales, debe indicarse que la institución jurídica de la cosa juzgada, prevista en el artículo 49 numeral 7
del texto fundamental, -tal y como ha sostenido la doctrina y la jurisprudencia- busca en sí misma un control
del fallo, toda vez que dicha decisión cuando ha adquirido firmeza, ya sea porque se agotaron los recursos que
nacen para las partes o bien porque transcurrió en vano el plazo para interponerlos, tiende a evitar que una
controversia sobre la cual versa una sentencia previa, sea objeto de posterior revisión.

De modo que, dicha institución exige para su configuración, lo que en doctrina se conoce como "triple
identidad" la cual recae sobre la persona, el objeto y la causa, obrando éstos como requisitos de validez para
que se considere que ésta ha operado de pleno derecho, por lo cual para invocarse la existencia de la autoridad
de la cosa juzgada deberá tratarse de las mismas partes que intervinieron en el proceso -límite subjetivo-, por
cuanto su efecto únicamente podrá alcanzar a éstas, sobre el mismo objeto y finalmente corresponderse con el
mismo motivo o causa -límite objetivo-.
Habida cuenta de lo arriba indicado, el Tribunal Colegiado Superior atina al señalar que debe existir una
estrecha relación entre la decisión del fallo y la pretensión, que tendrá como consecuencia una mera
declaración o la condena a una prestación o la supresión de un estado o relación jurídica. Ahora bien, en un
sentido más amplio la cosa juzgada, excluye nuevas impugnaciones que puedan renovar indefinidamente el
juicio en instancias sucesivas, aquí nos referimos a la cosa juzgada formal que garantiza a inalterabilidad de
la sentencia; y, la cosa juzgada material que preceptúa el resultado final del proceso, haciéndolo inmutable en
todo proceso futuro que pueda plantearse sobre la misma controversia, y que impone se tenga en cuenta su
contenido en todo proceso futuro donde se encuentren las mismas partes y se dirima el mismo derecho o
relación jurídica...’, empero, yerra al resolver que el asunto sometido a su cognición afectaba la inmutabilidad
de la decisión producto de la cosa juzgada.
En otro orden de ideas, es menester señalar que la no interposición conjunta de divorcio y de partición de
bienes de la comunidad conyugal, no constituyen per se una renuncia sobre la totalidad de los bienes que
pudieran o no ser propiedad de alguna de las partes, estimando que fue excesiva la consideración de declarar
como una confesión espontánea por parte del Juzgador Ad Quem de la partición, y por tanto lo anterior tuvo
incidencia dentro del resultado decisorio.
Por consiguiente, se evidencia en el acto sentencial (sic)de fecha 27 de mayo de 2015, hoy accionado los vicios
delatados por la peticionante en amparo, por lo que en opinión de esta Representación Fiscal, le asiste la razón
y en consecuencia, solicitamos se declare con lugar dicha pretensión, ya que -insistimos- se observan
vulneraciones de índole constitucional que ameriten la anulación del fallo accionado y que se restituyan
garantías de la solicitante de amparo.
Finalmente, en opinión de esta Oficina Fiscal, como parte de buena fe en el proceso de amparo constitucional
que ha sido sometido a la consideración de ese Supremo Tribunal en sede constitucional, estima que al
evidenciarse las violaciones a derechos o garantías alegadas por la parte accionante, estimamos que lo
procedente y ajustado a derecho es solicitar como en efecto así lo solicitamos la declaratoria CON LUGAR de
la pretendida tutela constitucional en este caso.
Por todas las razones anteriormente expuestas, esta Representación Fiscal, solicita de esa Honorable Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, que declare con lugar la Acción de Amparo Constitucional
ejercida por la ciudadana ANYA TEODORA IBARRA PÁEZ, contra sentencia dictada en fecha 27 de mayo
de 2015 por el Juzgado Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario del Área Metropolitana de
Caracas.”

IV
CONSIDERACIONES PARA DECIDIR

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Asumida como fue la competencia por esta Sala en la oportunidad de admitir el amparo constitucional
mediante sentencia n° 242, del 29 de marzo de 2016, celebrada la audiencia oral y pública y dictado el
dispositivo, corresponde a este Alto Tribunal emitir el pronunciamiento in extenso en la presente causa y, al
respecto, observa que la acción de amparo constitucional fue interpuesta por la ciudadana Anya Teodora Ibarra
Páez, titular de la cédula de identidad número 7.929.748, asistida por el abogado Manuel Mezzoni Ruiz, contra la

decisión dictada por el Tribunal Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, el 27 de mayo de 2015, que declaró parcialmente
con lugar el recurso de apelación ejercido por los ciudadanos Wolfgang Armand Nieves Crespo y María Eugenia
Colina, esta última en su condición de tercera, revocó parcialmente el fallo apelado y en consecuencia sin lugar la
demanda de partición de la comunidad conyugal incoada por la ciudadana Anya Teodora Ibarra Páez.

La accionante fundamenta el amparo constitucional en la lesión a sus derechos a la defensa, debido


proceso y a la propiedad, en la cual incurrió la sentencia accionada, al determinar que “quedó desvirtuado en su
totalidad la existencia de una liquidación y partición de comunidad conyugal y la detentación de derecho alguno
de propiedad del bien inmueble objeto de litis alegado por la ciudadana ANYA TEODORA IBARRA PÁEZ, por lo
que a la prenombrada ciudadana no le corresponde ninguna cuota parte sobre el inmueble objeto de litis,
quedando en consecuencia como único y exclusivo propietario del terreno donde está construido el bien inmueble

el ciudadano WOLGFANG ARMAND NIEVES CRESPO.” Ello, bajo la argumentación de que constituyó una
confesión espontánea haber expresado en la solicitud del divorcio por la ruptura prolongada de la vida en común
con separación de hecho por más de cinco (5) años, contemplado en el artículo 185-A, “que durante el
matrimonio no habían adquirido bienes de fortuna”.
Ahora bien, a los fines de examinar la violación de los derechos constitucionales denunciados, observa

esta Sala, que tal como lo alegó la quejosa y en su opinión lo deja expresado el Representante del Ministerio
Público, bajo la liquidación injusta, todo pacto realizado respecto de la partición de los bienes de la comunidad,
previo a la sentencia de divorcio, es nulo por mandato de lo dispuesto en el artículo 173 del Código Civil, con la
única excepción establecida en el artículo 190 del mismo Código, que es en el caso la solicitud de separación de
cuerpos; lo cual ha sido analizado por la Sala de Casación Civil de este Tribunal Supremo de Justicia, desde el

año 1999, mediante sentencia de fecha 21 de julio, en la que expresó:


“...Expone la recurrida que por aplicación de lo dispuesto en el artículo 173 del Código Civil, todo pacto
que se celebre sobre partición de la comunidad conyugal antes de ser declarado disuelto el vínculo
matrimonial, es nulo, con la única excepción prevista en el artículo 190 eiusdem esto es, en el supuesto
de la separación de cuerpos y de bienes. Por ello, concluye, dado que al presentarse la solicitud de
declaratoria de divorcio con base en el artículo 185-A de ese mismo Código, no puede considerarse
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disuelto aún el matrimonio, el convenio que la misma contenga sobre partición, como es el caso del
pacto cuya ejecución constituye el objeto del presente juicio, es nulo y carente de valor y efectos’.
Por su parte, el formalizante sostiene que el pacto citado es válido si, como sucede en el caso, se sujeta a
la condición de que surtirá sus efectos 'una vez disuelto el vínculo conyugal'
Ahora bien, considera la Sala que es correcta la apreciación de la recurrida, porque tratándose como se
trata de cuestiones de estricto orden público, el que se lo someta a una condición, no quita al pacto en
referencia su naturaleza de convenio sobre liquidación y partición de la comunidad conyugal de bienes,
celebrado antes de la disolución del matrimonio, y nulo por consiguiente, por efecto de lo dispuesto en el
artículo 173 mencionado..." (Subrayado añadido).

Asimismo, mediante fallo número 158 del 21 de junio de 2001, la Sala de Casación Civil de este Alto
Tribunal estableció:
“El artículo 173 del Código Civil, prohíbe la disolución y liquidación de la comunidad de bienes de
manera voluntaria, excepto cuando alguno de los cónyuges la solicita por haber separación de cuerpos,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 190 eiusdem. Asimismo, es posible la disolución de dicha
comunidad por cualquiera de las causales taxativas mencionadas en el artículo 173, es decir por la
declaración de la nulidad del matrimonio, la ausencia declarada, la quiebra de uno de los cónyuges y la
separación judicial de bienes. Estas causales no dependen de la voluntad de los cónyuges; son causales
objetivas, legales y taxativas. Por tanto, es nula toda disolución y liquidación de la comunidad de bienes
que sea expresión de la voluntad de los cónyuges, salvo que ella se formule sustentada en la separación
de cuerpos, tal como lo señala expresamente el mencionado artículo 173: "Toda disolución y liquidación
voluntaria es nula, salvo lo dispuesto en el artículo 190’.
El artículo 190 del Código Civil señala: ‘En todo caso de separación de cuerpos, cualquiera de los
cónyuges podrá pedir la separación de bienes, pero, si aquella fuere por mutuo consentimiento, la
separación de bienes no producirá efectos contra terceros, sino después de tres meses de protocolizada la
declaratoria en la Oficina Subalterna de Registro del domicilio conyugal’.
Por otro lado, tal como lo establece el artículo 186 del Código Civil, con la sentencia que declara el
divorcio se extingue el vínculo conyugal de las personas y cesa el régimen de común administración de
los bienes.
En el caso bajo estudio, el Juez Superior, al declarar que la partición de bienes debe realizarse según el
acuerdo establecido por las partes en el escrito de fecha 18 de enero de 1988, presentado con ocasión de
la solicitud de divorcio basada en el artículo 185-A atribuye valor a una disolución y liquidación
voluntaria prohibida por la ley, violando de esta manera los artículos 173 y 186 del Código Civil, por
falta de aplicación”. (Subrayado añadido).

De los párrafos resaltados en los criterios parcialmente trascritos, se desprende con meridiana claridad,
que a excepción de la separación de cuerpos y bienes y de los supuestos prescritos en el artículo 173 del Código

Civil, se ha establecido que con la sentencia que declara el divorcio es que finaliza el régimen de bienes comunes
en el matrimonio, es decir, es después de disuelto el vínculo mediante sentencia que pueden los ex cónyuges
pactar, partir ó disponer en relación a los bienes. Asimismo, se verifica de los párrafos resaltados que en los
divorcios fundamentados en la ruptura prolongada de la vida en común por más de cinco (5) años, dispuesto en el
artículo 185-A del Código Civil, no es dable, en principio, junto con la demanda o solicitud disponer sobre los
bienes adquiridos durante el matrimonio, y que tal como lo expone la quejosa en sus alegatos, el hecho de haber

expresado en la solicitud de ruptura prolongada –art. 185-A del Código Civil de que “ha[cián] constar que

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durante el tiempo que duró el matrimonio no adquiri[eron] bienes de ninguna clase”; pretendiendo excluir el
bien de la comunidad, no exime la posibilidad de partir, si se demuestra mediante prueba fehaciente la existencia
de bienes propiedad de los cónyuges, adquiridos durante la vigencia del matrimonio.
Ello así, esta Máxima Instancia Constitucional que en el caso sub lite se verifica de las actas que
conforman el presente expediente, que los ciudadanos, Anya Teodora Ibarra Páez y Wolfgang Armand Nieves

Crespo, contrajeron matrimonio el 2 de diciembre de 1988 ( folio 16 del anexo 1), que el inmueble objeto de
partición constituido por “una parcela de terreno…así como demás cercas en ellas existentes” fue adquirido el 28
de junio de 1994 (folios 10 al 13 del anexo 1), asimismo, que el divorcio fue fundamentado en la ruptura
prolongada de la vida en común por más de 5 años, dispuesto en el artículo 185-A del Código Civil, siendo
incoado por ambos ciudadanos en el mes de junio de 1999, y decidido mediante sentencia del 25 de abril de 2000

(folios 40 y 41 del anexo 1), evidenciándose de tales datas que el inmueble en referencia indudablemente fue
adquirido mucho antes de que se dictara la sentencia que disolvió el vínculo conyugal .
Siendo entonces que lo expresado por los cónyuges en el escrito de solicitud del divorcio, en el cual
“h[icieron] constar que durante el tiempo que duró [el] matrimonio, no adquiri[eron] bienes de ninguna clase
que liquidar ”, no puede ser considerada como una afirmación definitiva, que imposibilite la posterior partición
de los bienes existentes bajo el patrimonio conyugal, al estar involucrado el orden público, por tratarse de una

materia que comprende las relaciones familiares. Por lo que al existir plena prueba de la propiedad del inmueble
objeto de la presente controversia en manos de los excónyuges ciudadanos, Anya Teodora Ibarra Páez y
Wolfgang Armand Nieves Crespo, no hay impedimento alguno para su posterior partición.
En efecto, se percata esta Sala que el escrito de divorcio presentado por ambos cónyuges, fundamentado
en la ruptura prolongada de su vida en común por cinco (5) años, se introdujo ante el órgano jurisdiccional en el

mes de junio de 1999, y que la compra del inmueble constituido por “una parcela de terreno(…) así como demás
cercas en ellas existentes”, se realizó en el mes de junio de 1994, de lo cual se desprende que la adquisición del
inmueble constituido por un terreno y las “cercas en el existentes” se realizó en el mismo mes y año en que se
generó la separación de hecho entre los cónyuges, verificándose que quien quedó en posesión del mismo fue el
ciudadano Wolfgang Armand Nieves Crespo .

En tal sentido, la Sala constata que la quejosa alega en su demanda de partición incoada contra el
ciudadano Wolfgang Armand Nieves Crespo, “que sobre la mencionada parcela se construyó con el esfuerzo de
ambos, una casa de habitación que consta de las siguientes dependencias; tres (3) habitaciones, una sala, un
comedor, un baño, techo machihembrado y demás comodidades; que dicho inmueble fue adquirido durante la
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existencia del matrimonio a nombre de su excónyuge WOLFGANG ARMAND NIEVES CRESPO, tal y como se
evidencia del documento registrado en la Oficina Subalterna de Registro del Tercer Circuito del Municipio
Libertador del Distrito Capital el 30 de junio de 1994, bajo el N° 31, folio 167, Tomo 52”.
Al mismo tiempo, aduce “que la casa se construyó con el esfuerzo y aporte de ambos y como no se hizo
capitulación matrimonial cuando se celebró el matrimonio, los bienes adquiridos durante su vigencia son

comunes de por mitad de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 148 del Código Civil; que su matrimonio quedó
disuelto el 25 de abril del 2000, y su excónyuge y ella continúan en comunidad del bien inmueble mencionado,
intentando en muchas ocasiones y por varios medios partir amistosamente el referido bien negándose éste a
realizar la partición”.
Por su parte, el demandado se opuso a la partición, negando, rechazando y contradiciendo lo alegado por

la hoy accionante en el libelo de demanda, oportunidad en la cual, además invocó en su favor la prescripción de la
acción y la existencia de la cosa juzgada contenida en la sentencia de divorcio por el procedimiento establecido en
el artículo 185-A del Código Civil, por haberse dejado sentado en dicho fallo que no se adquirieron bienes, lo cual
a su juicio también fue confesado de manera espontánea por la ciudadana Anya Teodora Ibarra Páez, en la
solicitud de divorcio presentada en el Tribunal Sexto de Juicio del Circuito Judicial de Protección de Niños, Niñas
y Adolescentes de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas; todo ello, con la finalidad de

desvirtuar la presunción establecida en el artículo 555 del Código Civil, según la cual, toda construcción sobre el
suelo se presume hecha a expensas de quién es propietario, y que le pertenece. En contra de esta presunción legal,
el accionado pretende demostrar que las bienhechurías objeto de la litis fueron construidas por él y por la
ciudadana María Eugenia Colina, después de disuelto el vínculo conyugal habido entre ciudadanos Anya Teodora
Ibarra Páez y Wolfgang Armand Nieves Crespo, y en consecuencia, de su propiedad y de la ciudadana María

Eugenia Colina, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 546 del Código Civil.
En ese mismo orden de ideas, la ciudadana María Eugenia Colina, señala en su demanda de tercería, con
fundamento en un título supletorio que consignó como documento fundamental de su demanda, que ella aportó
dinero de su peculio para la construcción de la casa de tres niveles construida -según ella-, entre los meses de
febrero de 2002 y octubre de 2005, lo cual en su decir, quedó demostrado con el referido título supletorio que

cursa en el cuaderno de tercería incoado en el señalado juicio de partición y liquidación de la comunidad


conyugal (anexo 4 del presente expediente, a los folios 10 al 31), que fue presentado por los ciudadanos María
Eugenia Colina y Wolfgang Armand Nieves Crespo, y evacuado el 8 de agosto de 2011, por ante el Tribunal
Décimo Tercero de Municipio y Ejecutor de Medidas de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de
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Caracas, argumentando adicionalmente la accesión vertical inmobiliaria, por lo que en su petitorio solicitó se
condene a las partes intervinientes en el juicio principal de partición y liquidación, al pago del valor de los
materiales y precio de la obra de mano de las bienhechurías construidas sobre la parcela objeto de litis.
Sobre el particular, el Tribunal Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, dictó sentencia el 27 de mayo de 2015, mediante la

cual declaró: “con lugar el recurso de apelación interpuesto por el abogado ELIO DELGADO PÉREZ, en su
carácter de apoderado judicial de la parte demandada ciudadano WOLFGANG ARMAND NIEVES CRESPO, y
sobrevenidamente con lugar el recurso de apelación ejercido por la ciudadana MARÍA EUGENIA COLINA,
asistida por el mencionado profesional del derecho, ello en rectitud que la tercería por ella intentada corre la
misma suerte de lo dictaminado en el juicio principal. ASÍ SE DECIDE. En razón a la anterior declaratoria, la
sentencia dictada en fecha 02 de julio de 2014, por el Tribunal Décimo de Municipio Ordinario y Ejecutor de

Medidas de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, queda parcialmente revocada
conforme a los términos expuestos en el presente fallo”.
El anterior pronunciamiento del Tribunal Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, se sustentó primordialmente en que: “del desarrollo
del iter procedimental de las actas que conforman el presente expediente, no encuentra quien aquí sentencia,

prueba alguna mediante la cual la parte actora, ante la negación de hecho de la parte demandada, demuestre
que efectivamente realizó aportes para la construcción del bien inmueble del cual alega ser comunera, tampoco
se desprende de las actas que ésta hubiera traído probanza alguna que demostrara la cancelación de alguna
cuota o de qué manera contribuyó para su edificación; por lo que, concordando con lo anteriormente
desarrollado en el cuerpo del presente fallo, vemos como ante un hecho positivo, debe ser probado, más aún

cuando su contraparte niega el elemento pretendido por quien demanda, lo que conllevó a desvirtuar los hechos
afirmados en el libelo de la demanda; llamando la atención, de que en la presente acción, la parte actora se
conformó sólo con comprobar la existencia del documento de compra venta, debidamente admitido por la parte
demandada, más puede evidenciarse de forma flagrante una vaga actuación probatoria, en donde la actora
nunca demostró en el transcurso del proceso hechos que fundamentados generaran indicios o dudas razonables a

quien aquí sentencia, en cuanto a la adquisición, pago y/o contribución del bien inmueble”.
De seguidas, estableció en dicho fallo que “mal podría sentenciar a favor de quien pretende una
obligación, cuando de manera racional, no han sido demostradas las afirmaciones procuradas y alegadas
sensatamente en la presente causa; muy por el contrario, de tomarse este tipo de decisiones, sólo lograrían poner
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en desequilibrio la seguridad jurídica, el cual por meras y débiles presunciones, que a su vez, han sido
desvirtuadas, logren generar decisiones basadas en la nada, convirtiendo en carácter legal la injusticia,
deshonrando el deber por el cual somos llamados los jueces a proferir debida sentencia, por lo cual, si bien en
principio existe la presunción de la existencia de la partición de bienes de la comunidad, no es menos cierto que
la parte actora no probó haber adquirido el derecho del cual alegó ser propietaria. Lo que dicho en palabras

sencillas, significa que si bien alegó ser propietaria o tener algún derecho sobre el inmueble, existiendo una
presunción en su favor en virtud de la existencia del documento de compraventa, no demostró haber pagado o
aportado o contribuido con la construcción del inmueble; contrario a ello, la parte demandada sí demostró haber
pagado totalmente el precio del bien inmueble de marras”.
Así, pues, la Sala verifica que el punto controvertido se circunscribe a la determinación de si -tal como lo
afirma la ciudadana Anya Teodora Ibarra Páez- las bienhechurías fueron construidas en el terreno en cuestión,

entre los años 1994 y 2000, es decir, durante la vigencia del matrimonio habido entre los ciudadanos Anya
Teodora Ibarra Páez y Wolfgang Armand Nieves Crespo, o si por el contrario fueron construidas después de
disuelto el vínculo matrimonial.
Al respecto, cabe destacar, que de conformidad con lo previsto en el artículo 555 del Código Civil, las
bienhechurías construidas sobre un terreno se presume que forman parte del mismo inmueble, salvo prueba en

contrario, lo que entonces llevaría a concluir, que pertenecen a la comunidad; si por el contrario quedara
demostrado que fueron construidas por un tercero operan diversas reglas en orden a determinar quién, se queda
con la propiedad del terreno y las bienhechurías, en cuyo caso opera la respectiva indemnización (arts. 556 y
siguientes Código Civil).
Al efecto, la referida norma dispone lo siguiente:
Artículo 555
Toda construcción, siembra, plantación u otras obras sobre o debajo del suelo, se presume hecha por el
propietario a sus expensas, y que le pertenece, mientras no conste lo contrario, sin perjuicio de los derechos
legítimamente adquiridos por terceros.

Por su parte, establece el artículo 549 del mismo Código, lo siguiente: “La propiedad del suelo lleva
consigo la de la superficie y de todo cuanto se encuentre encima o debajo de ella, salvo lo dispuesto en las leyes
especiales”.
Ahora bien, a los efectos de establecer si en el presente caso opera la citada presunción legal, debe esta
Sala en primer lugar examinar los medios probatorios cursante en autos, con la finalidad de determinar si fue

desvirtuada la misma, por existir plena prueba en el expediente de que la accionante no construyó las

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bienhechurías constituidas por la casa de habitación de tres niveles, con sus dependencias, y que por ello dicho
inmueble no pertenece a la comunidad conyugal.
En tal sentido, esta Sala pudo constatar de las actas que conforman el presente expediente, los siguientes
medios probatorios:
Cursa a los folios 10 al 13 del anexo uno del presente expediente, copia certificada del documento de

compraventa del inmueble de autos, promovida con el libelo de demanda, celebrado entre los ciudadanos Valerio
Ruit Oropeza, titular de la cédula de identidad N° 41.316 y el ciudadano Wolfgang Armand Nieves Crespo,
plenamente identificado en autos, del 30 de junio de 1994, por ante la Oficina Subalterna del Tercer Circuito de
Registro del Municipio Libertador del Distrito Capital, quedando anotado bajo el N° 31, Folio 167, Tomo 52,
Protocolo Primero.
Cursa a los folios 14 y 15 del anexo uno del presente expediente, certificación de gravamen del referido

inmueble, promovida con el libelo de demanda, mediante el cual, se hace constar que sobre el mismo no pesa
gravamen alguno ni medida judicial.
Cursa al folio 16 del anexo uno del presente expediente, copia certificada del acta de matrimonio de los
ciudadanos Anya Teodora Ibarra Páez y Wolfgang Armand Nieves Crespo, celebrado el 22 de diciembre de 1988,
por ante la Oficina Subalterna del Registro Civil de la Parroquia 23 de Enero, cuya quedó inserta bajo el N° 252

de los Libros de Registro Civil llevados por ese organismo.


Cursa a los folios 40 al 45 del anexo uno del presente expediente, actuaciones relacionadas con el
precitado procedimiento de divorcio iniciado por los ciudadanos Anya Teodora Ibarra Páez y Wolfgang Armand
Nieves Crespo, conforme a lo previsto en el 185-A del Código Civil, cursante en el expediente N° 99-17037, por
ante el Tribunal Sexto de Juicio del Circuito Judicial de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas. Entre esas actuaciones, se encuentra la sentencia de
fecha 25 de abril de 2000, que disolvió el vínculo matrimonial.
Cursa a los folios 10 al 31 del anexo 4 del presente expediente, título supletorio que fue presentado por

los ciudadanos María Eugenia Colina y Wolfgang Armand Nieves Crespo, y evacuado el 8 de agosto de 2011, por
ante el Tribunal Décimo Tercero de Municipio y Ejecutor de Medidas de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, en el que se señala que las bienhechurías fueron construidas por los mencionados
ciudadanos entre los meses de febrero de 2002 y octubre de 2005.
Ahora bien, de las pruebas precedentemente indicadas queda demostrado que el terreno constituido por
una parcela de terreno, debidamente registrada así como demás cercas en ella existentes, ubicada en la Finca El
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Naranjal, Kilómetro 14 de la Carretera El Junquito, Parroquia Antimano, Caracas, fue adquirido el 30 de junio de
1994, es decir durante la vigencia del matrimonio habido entre los ciudadanos Anya Teodora Ibarra Páez y
Wolfgang Armand Nieves Crespo, que fue celebrado el 22 de diciembre de 1988.
Así pues, como antes se indicó, la ciudadana María Eugenia Colina, consignó como documento
fundamental de su demanda de tercería de dominio, título supletorio presentado por los ciudadanos María
Eugenia Colina y Wolfgang Armand Nieves Crespo, y evacuado el 8 de agosto de 2011, por ante el Tribunal
Décimo Tercero de Municipio y Ejecutor de Medidas de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de
Caracas, en el que se señala que las bienhechurías fueron construidas por los referidos ciudadanos entre los meses

de febrero de 2002 y octubre de 2005.


En cuanto a la naturaleza de los títulos supletorios, se ha indicado que son justificaciones o diligencias que
se piden ante el tribunal de primera instancia civil de la jurisdicción donde se encuentre el bien inmueble,
solicitando se declare amplio y suficiente para asegurar la posesión o algún derecho, mientras no haya oposición,
quedando en todo caso a salvo los derechos de terceros, conforme a lo establecido en artículo 937 del vigente
Código de Procedimiento Civil Venezolano.
Así tenemos, que en relación a dichas “justificaciones ad perpetuam”, el procesalista Luis Sanojo, en la
Exposición del Motivos del Código de Procedimiento Civil, indicó que su naturaleza es de documento auténtico
que sirve única y exclusivamente para legitimar la posesión de la cosa; siguiendo así la postura del jurista
Arminio Borjas, en su obra Comentarios al Código de Procedimiento Civil, Quinto Tomo .V., Pág. 465.
En similar sentido, considera el tratadista Eduardo Couture, que los títulos supletorios “ni son Títulos, ni

suplen nada”, sin las garantías del contradictorio, toda vez que no es posible que dicha instrumental pruebe el
hecho posesorio, ya que es practicada sin la citación de terceros, cuyo dominio se pretende, no pudiendo
perjudicar a terceros, y por tanto no son capaces de justificar la propiedad.
En este sentido, esta Sala Constitucional en sentencia No. 3115 del 6 de noviembre de 2003, dejó sentado
lo siguiente:
(…) El título supletorio es una actuación no contenciosa, que forma parte de las justificaciones para perpetua
memoria contempladas en el Código de Procedimiento Civil (artículo 937), y los derechos de terceros siempre
quedan a salvo, así el juez que lo evacuó los haya declarado bastante para asegurar la posesión o algún derecho.
En consecuencia, los títulos supletorios no requieren de impugnación, ya que quien se pudiere ver afectado por
la declaración judicial que contienen, le basta hacer valer sus derechos, para enervar cualquier efecto jurídico
que pudiera producir contra ellos los títulos. Esta condición fue ignorada por los jueces que actuaron en la
causa (…).

En similar sentido, la Sala de Casación Civil, en Sentencia N° 478 del 27 de Junio de 2007, expresó que:
“ha sido reiterada la doctrina de casación en el sentido de que “los títulos supletorios por no ser de tal
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naturaleza ni acreditan propiedad sino una posesión cuestionada y sujeta al contradictorio procesal, ni requieren
de impugnación ya que quien se pudiere ver afectado por la declaración judicial que contienen, le basta hacer
valer sus derechos para enervar cualquier efecto jurídico que pudiera producir contra ellos los títulos ‘(Vid

sentencia de la Sala Constitucional del TSJ Nº 3.115 del 06-11-2003)”.


En el presente caso, no consta en autos que el mencionado título supletorio haya sido ratificado por los
testigos presentados ante el Tribunal Décimo Tercero de Municipio y Ejecutor de Medidas de la Circunscripción
Judicial del Área Metropolitana de Caracas, en el procedimiento contencioso; por tanto, carece de valor
probatorio, por cuanto era ineludible la ratificación de las deposiciones de los testigos en juicio, para darle la
oportunidad a la parte contraria de ejercer el control sobre dicha prueba, por tratarse de una prueba preconstituida,
que no puede afectar a terceros ajenos y, por tanto, no puede asimilarse su efecto probatorio al documento
público, con efecto “erga omnes”, por lo cual, no puede sustentarse la tercería de dominio en esta documental, al
no ser capaz de acreditar la propiedad.
En todo caso, si lo pretendido por el demandado en el juicio de partición y liquidación de la comunidad

conyugal, y la tercera interviniente era demostrar que las bienhechuría fueron construidas entre los años 2002 y
2005, debieron promover la prueba de experticia, que es el medio idóneo para demostrar ciertas circunstancias
fácticas, cuya evacuación va dirigida a la verificación del hecho ofrecido como prueba a través del informe
presentado por el o los expertos designados para tal fin, quienes deben estar calificados por sus conocimientos
técnicos, artísticos o científicos y quienes a su vez actúan como auxiliares de justicia.
Por vía de consecuencia, al no haber quedado demostrado que las bienhechurías fueron construidas por los
ciudadanos María Eugenia Colina y Wolfgang Armand Nieves Crespo, y evacuado el 8 de agosto de 2011, entre
los meses de febrero de 2002 y octubre de 2005, opera de pleno derecho la presunción legal contenida en el
artículo 555 del Código Civil, en concordancia con el artículo 549 eiusdem, por lo que tanto la parcela de terreno,
así como la casa de tres niveles con todas sus dependencias , ubicada en la Finca El Naranjal, Kilómetro 14 de la
Carretera El Junquito, Parroquia Antimano, Caracas, son propiedad de los ciudadanos Anya Teodora Ibarra Páez

y Wolfgang Armand Nieves Crespo, toda vez que en estas circunstancias, se cumple el derecho de accesión , que
es el derecho que tiene el propietario lo que se agregue materialmente al inmueble que le pertenece, pues lo
accesorio pasa a formar parte de lo principal, por lo que mal podría la ciudadana María Eugenia Colina, pretender
ser la propietaria de las mencionadas bienhechurías. Así se decide.
Ello así, dispone esta Sala que a la ciudadana Anya Teodora Ibarra Páez, corresponde el cincuenta por
ciento (50%) del terreno adquirido el 30 de junio de 1994, según documento protocolizado por ante la Oficina
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Pública del Tercer Circuito de Registro del Municipio Libertador del Distrito Capital, bajo el número 31, Tomo 52
del Protocolo 1°, así como el cincuenta por ciento (50%) de las bienhechurías constituidas por la casa de
habitación de tres niveles, con sus dependencias, por lo que el Tribunal Superior que le corresponda el
conocimiento de la presente causa, a los efectos de la ejecución de la partición, deberá ordenar al experto
designado realizar el avalúo de la parcela de terreno y de dichas bienhechurías, desde el momento en que se
adquirió el bien y hasta la fecha en que designe el referido experto. Así se establece.
De allí, que la presente acción de amparo constitucional se declare CON LUGAR; y, como consecuencia
de ello, se anula la sentencia dictada por el Tribunal Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario

de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana, el 27 de mayo de 2015, y se repone la causa al estado de
que otro Juez Superior de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, resuelva la apelación
intentada por el ciudadano Wolgfang Armand Nieves Crespo, y la ejercida por la ciudadana María Eugenia
Colina, tercera interviniente, conforme a lo establecido en el extenso del presente fallo, y así se decide.
V
DECISIÓN
De las actas del expediente y de las exposiciones de la representación de la parte accionante, y del
Ministerio Público, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala Constitucional, administrando justicia, en nombre
de la República, por autoridad de la Ley, declara:
1.- CON LUGAR la acción de amparo constitucional interpuesta por la ciudadana ANYA TEODORA

IBARRA PÁEZ, titular de la cédula de identidad número 7.929.748, asistida por el abogado Manuel Mezzoni
Ruiz, contra la decisión dictada por el Tribunal Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana, el 27 de mayo de 2015, la cual se ANULA.
2.-SE ORDENA a un nuevo Juzgado Superior Mercantil, Tránsito y Bancario de la Circunscripción
Judicial del Área Metropolitana, decida en el término de Ley, la apelación intentada por el ciudadano Wolgfang
Armand Nieves Crespo, y la ejercida por la ciudadana María Eugenia Colina, tercera interviniente, conforme a lo
dispuesto en el presente fallo.
3.-SE ORDENA al Tribunal Superior Octavo en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana, remitir el expediente al Juzgado Superior del Circuito Judicial
Civil que resulte competente, previa distribución.

Publíquese, regístrese y notifíquese. Ofíciese lo conducente. Cúmplase lo ordenado.

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Dada, firmada y sellada en el Salón de Sesiones de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia, en Caracas, a los 18 del mes de Junio de dos mil diecinueve (2019). Años: 209° de la Independencia y
160° de la Federación.
El Presidente,

JUAN JOSÉ MENDOZA JOVER


Vicepresidente,

ARCADIO DELGADO ROSALES


Los Magistrados,

CARMEN ZULETA DE MERCHÁN


(Ponente)

FEDERICO FUENMAYOR GALLO

CALIXTO ORTEGA RÍOS

LUIS FERNANDO DAMIANI BUSTILLOS

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Á
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LOURDES BENICIA SUÁREZ ANDERSON

La Secretaria,

MÓNICA ANDREA RODRÍGUEZ FLORES

15-1255
CZM/.

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