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Sin embargo ese 1944 fue solo un año “intermedio” en la historia de esta música tan nuestra. Sus
orígenes se remontan a las primeras décadas del siglo XX, cuando los intérpretes limeños
comenzaron a fusionar elementos musicales tan disímiles como el vals vienés, la jota española, las
melodías prehispánicas peruanas y los ritmos afroamericanos. Así surgió un género netamente
urbano y limeño, con canciones que solían interpretarse en las retretas y festividades populares, al
principio por dúos conformados por un cantante y un guitarrista. El más famoso de ello fue el de
Montes y Manrique: el cantante Eduardo Montes (1874-1939) y el guitarrista César Augusto
Manrique (1878-1966). Ellos serían las primeras “estrellas del criollismo”, a tal punto que en 1911
viajaron a Nueva York (Estados Unidos) a grabar (182 canciones), de las cuales apenas se conservan
unas treinta.
A esa primera generación de “fundadores” de la música criolla —la llamada “Guardia Vieja”—
seguiría otra de autores “clásicos”, encabezada sin lugar a dudas por Felipe Pinglo Alva (1899-1936).
Ya el “criollismo” se había desarrollado como una expresión cultural netamente limeña, con sus
jaranas y vida bohemia, lo que se ve reflejado en la accidentada vida de Pinglo, quien murió muy
joven, a los 36 años de edad. Sin embargo nos dejó algunos de los valses más entrañables: “El
plebeyo”, “El huerto de mi amada”, “El espejo de mi vida”, “Hermelinda”, etc. Y es recién a partir
del impulso que le dio Pinglo que la música criolla comienza trascender los tradicionales barrios
limeños del Rímac y Barrios Altos, con intérpretes como Filomeno Ormeño, Las Limeñitas, Lorenzo
Humberto Sotomayor y Los Morochucos, grupo en el que debutó el joven guitarrista Oscar Avilés.
Los años cuarenta y cincuenta serían los del apogeo del criollismo, con grupos como Los
Embajadores Criollos, con la primera voz de Rómulo Varillas. Y ese apogeo se dio en simultáneo con
la época de oro de la radio (1940-1956), por lo que la música criolla alcanzó una difusión masiva sin
precedentes. Fueron cantantes criollos nuestras primeras estrellas de la cultura de masas: Los
Embajadores criollos llegaban a sus presentaciones en los autos más lujosos de la época, y eran
recibidos por sus admiradores entre gritos y muestras de histeria; y cantantes como Jesús Vásquez
eran contratadas en exclusiva por las más importantes empresas transnacionales (en este caso,
Coca-Cola). Esa difusión masiva permitió que limeños de otras clases sociales hicieran valiosos
aportes a la canción criolla; como Chabuca Granda y Alicia Maguiña. Pero esa parte de la historia
quedará para otra oportunidad.