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A mis veinte, he aprendido que los grandes placeres de la vida se esconden en las pequeñas

cosas. Que no es más rico el que más tiene, sino el que vive más intenso. Que lo de menos es
morir y lo único que importa es cómo vivas. Que las cosas no son lo que valen sino lo que
significan. A mis veinte he aprendido que los mejores días nunca se planean, que un día no es
más especial por ser tu cumpleaños y que puedes disfrutar aunque no sea verano. He
aprendido que los viajes son inolvidables no tanto por el dónde sino por el con quién.He
aprendido también que hay quien sabe hacerlo todo nuevo. Que el primer amor no es a quien
primero besaste, sino por quien hiciste cosas que jamás podrás olvidar y nunca imaginaste.

A mis veinte he aprendido que las personas que no son capaces de vivir y simplemente
sobreviven, son las que sin querer más lecciones de vida dan. Aunque tristemente también he
aprendido que jamás se las aplicarán.

He aprendido que se puede vivir pasando por debajo de las escaleras un martes y 13, porque
sólo nosotros nos complicamos la vida con gilipolleces.

Gracias al “sal y mójate” de mi madre, he aprendido que la vida son tres días y el que llueve es
el que más disfrutas si aprendes a bailar bajo la lluvia.

He aprendido que el odio y la envidia no valen para nada. Que hay un Dios que cada uno llama
de una manera, y los que más me lo han enseñado son quienes de él reniegan.

A mis veinte no bebo, no fumo, pero sueño. Porque sólo el sueño me coloca en libertad
mientras todos se colocan en sociedad. Que no puedes elegir a tu familia, pero si tu música y
con quien escucharla. Que sólo tú decides perder tu vida o encontrar la mejor forma de
entregarla.

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En la escuela aprendí que las únicas bromas aceptables son las que hacen reír tanto al que las
hace como al que las padece. Que aquél del que te reíais ayer, te dará una lección de vida
mañana. Que aunque tuve buenos profesores, todo se lo debo a Don Libro y Doña Calle.

A mis veinte, entendí que quien pretende agradar a todo el mundo, no hace feliz a nadie. Que
yo quiero enemigos que estén orgullosos de mi y se den la vuelta al verme. Que no sólo quiero
dar luz sino alumbrar, y que mis huellas se marquen si me dejas por tu vida caminar.

He aprendido que si a veces corres peligro, es porque estás viviendo. Que no se trata de ser el
más fuerte, el más guapo o el más rápido; se trata de ser tú mismo.

He aprendido a base de errores, a entender que lo que empieza fácil, rápido se acaba. Que si
desafías como un loco a la razón, podrás llegar donde jamás nunca nadie llegó. Que hay
batallas tan frías que parecen imposibles de ganar, pero cada uno elegimos las batallas en las
que queremos morir; y lo imposible, lo extremadamente difícil de conseguir, es sin duda la
mejor batalla donde dejarse la vida. ¿Qué mejor infierno para quemarse que en el de tus
brazos?

Nunca olvides que todo empieza dando un paso. Aunque te encuentres derrotado, merece la
pena el camino no abandonar. Porque si algo he aprendido a mis veinte, es que cueste lo que
cueste, la vida es simplemente eso… caminar.

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