Está en la página 1de 26

Corporaciones y tecnología en la “economía verde”

En la ruta hacia la Cumbre de la Tierra (Río+20) de junio de 2012, la noción de una


“gran transformación tecnológica” que posibilitará una “economía verde” está siendo
ampliamente promovida como la clave para la supervivencia de nuestro planeta.1 Una
idea central de este empuje tecnológico “verde” es sustituir la extracción de petróleo
con la explotación de biomasa (cultivos alimentarios y textiles, pastos, residuos
forestales, aceites vegetales, algas, etcétera). Sus proponentes vislumbran un futuro
post-petrolero donde la producción industrial (de plásticos, sustancias químicas,
combustibles, fármacos, energía, etcétera) deje de depender de los combustibles fósiles
y se centre en materias primas biológicas transformadas mediante plataformas de alta
tecnología basadas en la bioingeniería. Afirman que así será posible un desarrollo que
“cuide” la naturaleza sin sacrificar el crecimiento económico.

Sin embargo, los mayores depósitos de biomasa terrestre y acuática están ubicados en el
Sur global donde campesinos, pastores, pescadores y comunidades forestales los cuidan
y basan su existencia en esa naturaleza natural y cultivada, ahora llamada
genéricamente “biomasa”. Esta nueva “bioeconomía” desatará el mayor acaparamiento
de recursos visto en más de 500 años. Los nuevos “amos de la biomasa” corporativos
tienen las condiciones tecnológicas para mercantilizar la naturaleza en una escala sin
precedente, con la consecuente destrucción de la biodiversidad y la expulsión de los
pueblos cuyo sustento depende de ésta.

La telaraña corporativa. Ciento cuarenta y siete empresas transnacionales controlan


40% del volumen total de ventas de todas las transnacionales del globo. Y están
estrechamente interconectadas mediante acciones y participaciones, constituyendo una
súper-entidad global que ejerce un control enorme sobre los mercados, la producción y
las políticas nacionales e internacionales.2

De las 43 mil 60 mayores empresas en 116 países, 737 concentran 80% de las ventas de
todas las transnacionales. Pero a nivel de conexiones hay un núcleo de mil 318
empresas que tienen dos o más interconexiones. Estas mil 318, con sede en 26 países,
controlan 60% de los ingresos globales con acciones en empresas multinacionales de
manufactura, energía y otros rubros básicos.

Aunque los datos son un estudio suizo de 2007, la estructura de la red se mantiene y es
clave para entender las políticas públicas que se promueven frente a las crisis
financiera, alimentaria, climática y ambiental.
Este descomunal poder corporativo está entretejido con enormes sumas de dinero
público para salvar bancos y grandes empresas en quiebra, a costa de los presupuestos
de políticas de bienestar social para las mayorías, a costa del apoyo que necesita la
población víctima de las crisis y en lugar de apoyar alternativas descentralizadas y de
pequeña escala, como la agricultura campesina o las cooperativas de trabajadores
urbanos, entre otras, que son las que realmente pueden enfrentar las crisis múltiples
resolviendo las causas, no transformando los síntomas de la enfermedad en nuevas
fuentes de negocios.

Aparte de la especulación financiera que causó la crisis, y de los nocivos modelos de


consumo y de producción contaminantes, la súper-entidad de corporaciones promueve
nuevas fórmulas de lucro con la naturaleza como los mercados de carbono o los
servicios ambientales, y una explotación más refinada de los recursos naturales
mediante nuevas tecnologías. La biología sintética supuestamente convertirá la biomasa
en nueva fuente de combustibles, fármacos y sustancias industriales, y la geoingeniería
—la manipulación intencional de los sistemas de la Tierra— promueve falsas
soluciones al cambio climático a una escala planetaria.

Es irónico que le llamen “economía verde” a paquetes que incluyen subsidios a


corporaciones, nuevas fórmulas de lucro con los ciclos vitales del planeta, y promoción
de todo como supuestos remedios a las crisis que ellas mismas provocaron. Obama dijo,
parafraseando a F. Roosevelt, que se trata de un “green new deal” (nuevo acuerdo
verde), donde todos son escenarios donde “todos ganan”. Pero las ganancias-ganancias
están siempre referidas a esa red corporativa que tiene entre sus tentáculos al planeta y a
la gente.3

Biología sintética: esclavizar la vida desde sus moléculas. Una de las propuestas
tecnológicas centrales de la economía verde, es la biología sintética (construcción de
genes y microorganismos en laboratorio). Esta tecnología ofrece las técnicas para “re-
programar” radicalmente el ADN de levaduras, algas y bacterias. Biólogos que trabajan
con empresas de energía y química están agregando nuevas tiras de ADN artificial,
secuestrando las funciones de células vivas de modo que los microbios se alimenten de
azúcares y materia vegetal para secretar productos para usos industriales: combustibles
para transporte, compuestos de alto valor y plásticos. Las empresas patrocinadoras
buscan que las bacterias diseñadas faciliten usar la biomasa como sustituto del petróleo.
Alegan que reducirán la dependencia del petróleo y las emisiones de gases con efecto
de invernadero. Los organismos sintéticos son especies nuevas, con impactos
desconocidos para la biodiversidad y la salud humana. Diseñar secuencias genéticas
nunca antes vistas, puede crear contaminantes vivos que podrían acelerar la pérdida de
biodiversidad si se salieran de control.

Cambiar la producción de materias primas por la de combustibles y sustituir los


químicos con plantas y azúcares tiene un costo ambiental muy alto. Se considera que la
apropiación comercial de la biomasa ya rebasó la capacidad natural del planeta para
reponerse. La apropiación de la tierra, el agua y los suelos para convertir la biomasa a
usos industriales ya conduce a desplazamientos de comunidades locales e indígenas,
arriesgando aún más la seguridad alimentaria. Los nuevos usos de los microbios
sintéticos para transformar la biomasa en productos industriales seguramente empeorará
esa tendencia.

Los nuevos amos de la biomasa. A partir del uso de la biología sintética, las más
grandes empresas petroleras, químicas, de agronegocios y energía, entre otras, están
creando alianzas e invirtiendo en esta nueva ola de conquista de la biomasa planetaria:

DuPont. El gigante químico DuPont y el gigante petrolero BP tienen una empresa de


capital de riesgo, Butamax, que busca comercializar combustibles derivados de algas. A
principios de 2011, DuPont compró Danisco, fabricante de enzimas y aditivos
especializados para alimentos. DuPont ya vende un bioplástico derivado del maíz.
DuPont (Pioneer) es la segunda empresa de semillas más grande del mundo y la sexta
compañía de pesticidas más grande del mundo.

Solazyme. Dow Chemical, Unilever, Chevron, Bunge Ltd., la Marina de Estados


Unidos y el Departamento de Defensa están aliándose con la empresa de biología
sintética con sede en California, Solazyme, lo cual define sus mercados: combustibles,
químicos, nutrición y ciencias de la salud, y se especializa en transformar “azúcares
vegetales de bajo costo en aceites renovables de alto valor”. Solazyme también está
asociándose con San-Ei Gen, un fabricante y distribuidor japonés muy grande de
aditivos para alimentos, para desarrollar aditivos alimentarios a partir de algas y
también ya tiene negocios con Roquette Frères de Francia para lanzar al mercado
Solazyme-Roquette Nutritionals, una empresa comercializadora también de aditivos
alimentarios derivados de algas.

Evolva SA. El gigante químico BASF y la gigante farmacéutica Roche tienen alianza
con la compañía de biología sintética y biotecnología Evolva SA (Suiza) que conecta
sus tecnologías y línea productiva con las compañías que tienen los recursos y la
capacidad para realizar el desarrollo último de los productos así como su
comercialización. Evolva adquirió Abunda Nutrition, su socio en la búsqueda de la
producción de vainilla sintética (julio de 2011) y también es socia de International
Flavor & Fragrances para producir “otro saborizante clave”. Evolva también está en
sociedad con la Oficina de Investigación del Ejército de Estados Unidos, para la
búsqueda de compuestos que inhiban el crecimiento de la Burkholderia pseudomallei,
patógeno bacteriano.

Amyris. Procter & Gamble, Chevron, Total, Shell, Mercedes-Benz do Brasil, Michelin
Tire, Gruppo M&G (fabricante de plásticos), Bunge Ltd. y Guarani, todas están
asociándose con la empresa de biología sintética Amyris, con sede en California. Según
Biofuels Digest, Amyris “se considera una red de sociedades, lo que constituye el
elemento central estratégico en su forma de conducirse en el mercado a partir de su baja
inversión patrimonial”.
Muchos de los promotores de la bioeconomía no sólo dominan los sectores industriales
desde sus nuevas asociaciones para explotar en términos “verdes” la biomasa aún no
mercantilizada, sino que claman por mecanismos de mercado para cuantificar y
comercializar los procesos naturales de la Tierra, rebautizados ahora como “servicios
ambientales” (por ejemplo, los ciclos del carbón, de los nutrientes del suelo y del
agua).4 Las compañías ya no están satisfechas sólo con el control del material genético
de las semillas, las plantas, los animales, los microbios y los seres humanos (es decir,
todos los seres vivientes): anhelan el control de la capacidad reproductiva del planeta.

La economía de base biológica global significa una tangible amenaza de mayor


degradación ambiental, pérdida sin precedentes de biodiversidad y mayor desaparición
de los bienes comunes. Representa un asalto a las vidas y a los modos de vida de los
pequeños agricultores, los pastores, las comunidades forestales y los pequeños
pescadores, esto es, de las comunidades que alimentan a la mayor parte de la población
mundial y que, al mismo tiempo, representan nuestra mayor esperanza para combatir el
calentamiento global y enfrentar la crisis alimentaria.

¿Tecnologías verdes o ciegas? El proceso más dramático de transformación


tecnológica en la historia —que involucra las tecnologías de la información, las
biotecnologías, las nanotecnologías y la ingeniería— ocurrió después de la primera
Cumbre de la Tierra en 1992. En ese mismo periodo, sin embargo, las Naciones Unidas
y los gobiernos sistemáticamente han minimizado o eliminado su capacidad para
comprender la ciencia y monitorear las tecnologías. Hasta ahora, la tecnología ha
jugado un papel extraordinariamente importante en los documentos oficiales para
Río+20, pero la capacidad de los gobiernos y las sociedades para comprender las
implicaciones y riesgos de las nuevas tecnologías ha disminuido hasta quedar limitada a
algunos temas a nivel nacional o regional.

El tema de la tecnología aparece profusamente desde el primer Borrador Cero


(documento base de negociación para Río+20 publicado en enero 2012) pero el papel
crucial de la evaluación previa, social, ambiental y de salud de las tecnologías brilla por
su ausencia. Sin evaluación previa independiente y amplia, los gobiernos quedan
abiertamente vulnerables a la propaganda y cabildeo de los actores con intereses de
lucro en las tecnologías; la sociedad no puede acceder a la información ni conocer los
planes tecnológicos que desarrollan las corporaciones o que ya colocan en los
mercados. Los mecanismos de evaluación previa pueden corromperse también, pero son
al menos una posibilidad de analizar socialmente las tecnologías desde un punto de
vista crítico. No obstante, algunas tecnologías, como la geoingeniería, conllevan riesgos
tan altos, que lo que urge es prohibir cualquier experimento en el mundo real y su
despliegue.

La necesidad de evaluación previa e independiente de las tecnologías, con alta


participación social, es hoy más necesaria que nunca porque:

*Se ha acelerado el ritmo del desarrollo científico y tecnológico.


*Un número muy pequeño de grandes corporaciones controlan las tecnologías y los
recursos, y su poder ha aumentado mediante los regímenes de propiedad intelectual.

*Se ha reducido la capacidad de los gobiernos para comprender y regular las


tecnologías emergentes.

*La convergencia en campos de investigación científica ha multiplicado los impactos de


las tecnologías resultantes: por ejemplo, la convergencia de la informática, la
nanotecnología, la genómica y la biología sintética hace posible la creación de formas
de vida diseñadas en laboratorio, con grandes riesgos e implicaciones de muy largo
alcance espacial y generacional.

*Cada vez más, el mundo natural es visto como un campo de frutos maduros para su
mercantilización. Los nuevos instrumentos financieros y especulativos están avanzando
en la conquista y la legalización de estas nuevas formas de explotación y
acaparamiento.

Dos décadas de desarrollo y despliegue tecnológico acelerado, en el contexto del


comercio global masivo y la liberalización de las inversiones, han dejado el planeta
peor que como estaba cuando el ya limitado concepto de “desarrollo sustentable” estaba
en pañales. Nuevas tecnologías de alto riesgo se están desarrollando con mucha rapidez
y fuera de control gubernamental, público o social. El Principio de Precaución se
erosionó y deformó hasta hacerlo irreconocible, sencillamente para permitir a las
empresas hacer ganancias más rápidamente.

Además, las tecnologías son, por definición, artefactos culturales que pueden funcionar
de formas diferentes en culturas y ambientes diferentes. El lubricante de maquinaria que
funciona todo el año en Kenia será obsoleto en el invierno canadiense. Las tecnologías
que fueran evaluadas para funcionar bien en un clima o en una cultura pueden ocasionar
problemas en otra.

También el riesgo ambiental ha cambiado dramáticamente. Muchas veces los lugares


donde se experimenta, se despliega o se comercializa una nueva tecnología tienen cada
vez menores posibilidades de conocer sus implicaciones. Hoy los impactos de la
tecnología pueden ser instantáneos y globales, lo cual requiere la aplicación mucho más
estricta del principio de precaución, la identificación de los riesgos ambientales, de
salud y sociales que conllevan y la evaluación desde múltiples perspectivas, antes de
que lleguen a los mercados.

Geoingeniería: urge prohibición. Si bien la necesidad de desarrollar un mecanismo


independiente para la evaluación de las tecnologías es urgente, en el mejor caso llevará
algún tiempo hacerlo bien y hacer que funcione. Mientras tanto, las tecnologías
extremadamente riesgosas y peligrosas deben detenerse o someterse a moratorias. El
caso de la geoingeniería —la intervención tecnológica en gran escala, intencional, de
los sistemas de la Tierra— es particularmente preocupante.
Un pequeño pero muy influyente grupo de científicos, con apoyo de corporaciones y
algunos gobiernos, está presionando para que se hagan pruebas de estas tecnologías a
escala planetaria, ante la ausencia de acuerdos internacionales al respecto, y a pesar de
que las 193 partes del Convenio sobre Diversidad Biológica adoptaron una moratoria
sobre tales actividades en octubre de 20105. Más aún, debido a que esas tecnologías —
por definición — operan a escala planetaria, probarlas no se diferencia de ponerlas en
operación. Probarlas es ya desplegar la geoingeniería, y aunque lo llamen Plan B, no
tenemos un “Planeta B.”

Las propuestas van desde alterar la química de los océanos para tratar de aumentar la
absorción del CO2 (fertilización oceánica) a las inyecciones de dióxido de sulfuro en la
estratósfera para reflejar la luz solar (Manejo de la Radiación solar). Árboles
artificiales, biochar, blanqueamiento de nubes y “pantallas solares” en el espacio se
encuentran entre las propuestas de geoingeniería que se investigan en países de la
OCDE (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, entre otros).

La geoingeniería es la antítesis del desarrollo sostenible. A continuación, 10 razones por


las cuales Río+20 debe oponerse enérgicamente a los intentos de diseñar el clima:

1. No es posible realizar pruebas de geoingeniería de manera segura o confiable.

2. No conocemos lo suficiente sobre el clima como para intentar recalibrarlo.

3. La geoingeniería ocasionará impactos desconocidos, no buscados y transfronterizos,


como sequías, acidificación de los océanos, cambios en el uso de tierras, etcétera.

4. La geoingeniería conduce inherentemente a la militarización.

5. La geoingeniería no enfrenta las causas del cambio climático.

6. La geoingeniería desvía atención y recursos financieros de las prioridades


reconocidas por la comunidad internacional, incluyendo los esfuerzos para la reducción
de emisiones.

7. La geoingeniería viola o erosiona muchos tratados internacionales.

8. La geoingeniería crea dependencia tecnológica: una vez desplegada, no puede


detenerse sin provocar un calentamiento repentino y catastrófico.

9. No es muy tarde para impedir que las tecnologías de geoingeniería ganen terreno.

10. El problema del cambio climático es político, no tecnológico.

Algunas conclusiones. La cumbre de Río+20 podría convertirse en el espacio clave


para legitimar las propuestas de las corporaciones y poderosos gobiernos sobre cómo
seguir haciendo negocios a partir de los desastres. Someter al planeta desde las
moléculas de las plantas, pasando por sus ciclos vitales y hasta su relación con el Sol,
no suena muy verde en realidad. Los costos pueden ser fatales para la mayoría de los
habitantes. Para las organizaciones y movimientos sociales del mundo es fundamental
seguir denunciando las maniobras de la telaraña corporativa y las verdaderas
intenciones de su nueva “economía verde”.

Un resultado mínimo positivo de la Cumbre oficial de Río+20 debería ser llamar a


fortalecer y aplicar estrictamente el principio de precaución ante las nuevas tecnologías;
iniciar el proceso para establecer un mecanismo multilateral, independiente de los
intereses de lucro y con amplia participación social, para la evaluación previa de las
nuevas tecnologías por sus implicaciones sociales, culturales, económicas, ambientales
y de salud antes de que éstas sean desarrolladas y salgan a los mercados, y establecer la
prohibición de los experimentos de geoingeniería.

Referencias:

¿Quién controlará la economía verde?, diciembre de


2011, http://www.etcgroup.org/es/node/5298

Los nuevos amos de la biomasa, mayo de 2011, http://www.etcgroup.org/es/node/5253

Geopiratería, argumentos contra la geoingeniería, noviembre de


2010, http://www.etcgroup.org/es/node/5240

Contribución del Grupo ETC al Borrador Cero, diciembre de


2011, http://www.etcgroup.org/es/node/5304

Argumentos para la evaluación de las Tecnologías en Río+20, marzo de


2012, http://www.etcgroup.org/es/node/5310

Notas:
1
Organización de las Naciones Unidas, World Economic and Social Survey 2011: The
Great Green Technological Transformation, Departamento de Asuntos Económicos y
Sociales, Nueva York, 2011.
2
Los datos provienen del estudio The Network of Global Corporate Control de Stefania
Vitali, James B. Glattfelder y Stefano Battiston, del Instituto Federal de Tecnología de
Suiza (publicado en la revista científica PLoS ONE el 26/10/11). El estudio analiza las
redes corporativas globales y las relaciones entre ellas, según la base de datos Orbis al
2007, que registra más de 30 millones de actores económicos en el mundo.
3
“Quién controlará la economía verde” Informe de Grupo ETC, diciembre de
2011, www.etcgroup.org/es/node/5298)
4
Para una explicación acrítica de los servicios ambientales (o ecosistémicos), véase la
página electrónica del Proyecto de Mercado de Servicios Ecosistémicos, radicada en
Australia: http://www.ecosystemservicesproject.org/html/markets/overview/markets.ht
ml.
5
J. Tollefson, “Geoengineering Faces Ban,” Nature 468, pp. 13-
14: http://www.nature.com/news/2010/101102/full/468013a.html. Decisión X/33,
Biodiversidad y cambio climático, parágrafo 8 (w): www.cbd.int/doc/decisions/cop-
10/cop-10-dec-33-es.pdf

¿Qué significa Tecnología verde?


 “Vivir, pensar, crear en “verde” ya se ha popularizado como un concepto de moda,
pero las tecnologías verdes van mucho más allá de eso y podrían cambiar el mundo
para mejor, dando soluciones no contaminantes ni dañinas, a problemas grandes,
medianos y pequeños.”

 martes 26 sept 2017


 15822

Conceptualización

El término “tecnología” implica la aplicación por parte de científicos, inventores,


creadores, innovadores e investigadores, de los conocimientos adquiridos en
diferentes disciplinas, para fines prácticos y aplicables.

El concepto de “verde” está asociado a varios objetivos: la sostenibilidad, el


respeto de los principios de la Economía Circular (reciclar, reutilizar, reducir) y por
encima de todo, la protección, preservación y recuperación del Medio Ambiente y
sus recursos.
El campo de las “tecnologías verdes” abarca un grupo de técnicas, materiales,
métodos e investigaciones en continua evolución, que engloba desde la
generación de energía y la producción de alimentos sanos, hasta la creación
de limpiadores no contaminantes.

PUBLICIDAD

La expectativa actual es que, este es uno de los campos donde mayores


innovaciones se presenten, cuyas aplicaciones traerán cambios muy
significativos en la vida cotidiana de las personas y que ello sucederá en todo el
mundo.
La magnitud de los resultados de las tecnologías verdes se compara a menudo,
con la explosión de las “tecnologías de la información”, que el mundo ha
experimentado en las dos últimas décadas y aunque para los expertos resulta
imposible predecir qué es exactamente lo que sucederá, creen que será positivo
para el ser humano y el Medio Ambiente.

PUBLICIDAD
Objetivos de las Tecnologías verdes

Sostenibilidad

Satisfacer las necesidades presentes de la sociedad, sin comprometer


los recursos de las generaciones posteriores y que las soluciones aportadas,
puedan continuar siendo aplicables de manera indefinida en el tiempo.

Ciclo completo

El diseño de las tecnologías verdes debe tener en cuenta todo el proceso de la


vida útil del producto creado, de la cuna a la tumba, como se dice en la jerga
científica, de forma que sea completamente recuperado o reutilizado.
PUBLICIDAD

Reducción

Los productos de la tecnología verde deben tender a que haya un cambio en el


consumo, que apunte a la reducción de los desperdicios, del consumo
energético y de la contaminación. Además, estas reducciones deben ser parte de
la premisa de creación, producción, transporte y destino final.

Innovación

Desarrollar elementos, materiales o prácticas, que sean originales y novedosas o


darle nuevos usos a las que ya existen, siempre teniendo como objetivo principal,
el beneficio del ser humano sin que ello vaya en detrimento de el del Medio
Ambiente.

Viabilidad

Los productos de las tecnologías verdes deben ser capaces de introducirse en el


medio económico, acelerando su implementación con metodologías adecuadas y
buscando que sus beneficios no solo sean de índole monetaria, sino que no
tengan efectos dañinos secundarios.
Ejemplos

Uno de los problemas más acuciantes es el de la energía; las tecnologías verdes


están aplicándose a encontrar combustibles y formas de generar electricidad,
alternativas a las tradicionales basadas en los fósiles.

Los edificios verdes son otra de las grandes apuestas de este tipo de
tecnologías, así como las aplicaciones de la nanotecnología, es decir la
manipulación de materiales a escala de la milmillonésima parte de un metro. Los
científicos creen que este campo podría revolucionar y cambiar la vida, tal y como
la conocemos.

La química, la física y la biología, junto a otras ciencias auxiliares están tratando


de dar un giro a los productos de consumo diario, desde la comida, los
detergentes, los envases, la ropa, los muebles, las pinturas y un largo etc., con el
fin de reducir o eliminar el uso y la generación de sustancias, que puedan
resultar peligrosas para el ser humano y el planeta.
REDACCION/ECOTICIAS.COM

Comparte esta noticia!

Artículo anterior

Tecnología verde. Residuos generados por el cultivo del plátano como...

Artículo siguiente
Tecnología verde captura CO2 del aire y lo recicla en poliuretano

Las TIC y la tecnología verde

Por Anna Ribó el 4 de Noviembre 2016 2:15 PM

Una nueva tendencia está en proceso de construcción en el ámbito de las


Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC): la tecnología verde. Su
consolidación en el mundo debe atraer nuestra atención y ver cómo la podemos
aplicar en el día a día concreto de las organizaciones.

La tecnología verde se refiere al uso eficiente de los recursos empleados por las TIC buscando la
minimización del impacto ambiental, así como la maximización de su viabilidad económica y
asegurando la responsabilidad social de productores y usuarios de estas tecnologías.

La tecnología verde es una fusión entre ISO 9000 (conjunto de normas internacionales referentes a
la calidad y su gestión) e ISO 14000 (normativa internacional para la gestión medioambiental),
cuyo propósito es lograr una tecnología cada vez más sostenible y eficiente, más responsable con
el medio ambiente y la sociedad. Esta nueva tendencia está, digámoslo así, en proceso de
elaboración y construcción; y aún no tiene un número de ISO ni algo que se le parezca. No es algo
que esté terminado.

La tecnología verde también influye hoy en día en la manera de trabajar dentro de la organización.
En la actualidad, el entorno laboral se ha vuelto cambiante y evoluciona rápidamente gracias a los
avances tecnológicos y a la necesidad de flexibilizar espacios y horarios. Así, surge el teletrabajo,
una nueva manera de trabajar a distancia, adaptada a las necesidades de un mundo tecnológico y
global, que se ha convertido en una de las medidas de flexibilidad laboral y de ahorro de costos
energéticos por las que apuestan las organizaciones de hoy en día.
Otro aspecto a considerar es que esta tendencia aparece en un momento en que resulta necesario
reducir el impacto medioambiental que produce nuestro acelerado desarrollo tecnológico.
Particularmente en el caso del área de TI de la empresa, el empleo de la tecnología verde
representa un compromiso responsable en la compra de hardware y software con el
medioambiente y la sociedad.
En este camino nos encontramos con una dura realidad: la fabricación de una computadora
portátil consume dos toneladas de recursos y los residuos representan el 4% del total en Europa.
Adicionalmente, las computadoras personales contienen substancias tóxicas como dioxinas,
cadmio y plomo. Y lamentablemente los usuarios se deshacen de los equipos considerados
obsoletos tirándolos a la basura, sin aprovechar el enorme potencial de su reciclaje. Por ejemplo,
las placas de los ordenadores llevan oro, otros metales y plástico que no son aprovechados.

Una práctica transversal


Ciertamente la tecnología verde no se limita a las áreas de TI de las compañías. Debemos
considerar que no hay proceso que no lleve implícita tecnología. En consecuencia, hablar de
tecnología verde nos conduce a una práctica transversal que recorre todos los procesos
desarrollados por las organizaciones, desde la selección de las materias primas, el diseño del
producto, su fabricación y posterior reciclaje.

La tecnología verde se refiere al uso eficiente de los recursos empleados


por las TIC buscando la minimización del impacto ambiental, así como la
maximización de su viabilidad económica y asegurando la responsabilidad
social de productores y usuarios de estas tecnologías.
Es ya habitual en la Comunidad Europea que algunos países tomen medidas al respecto, como el
caso de Suecia donde se ha aprobado darles beneficios tributarios a las empresas - tenemos el
caso de Tetra Pack- dedicadas al reciclaje y al arreglo de productos para su segundo uso, desde
zapatos hasta computadoras personales. Asimismo, en otros países de Europa también existen
compañías con tecnología de punta, dedicadas al reciclaje de plásticos, fibras, papel, cartón,
metales, e incluso piezas de computadoras.

Como podemos apreciar, estamos ante una nueva tendencia que en Perú muy bien se podría
entender, interiorizar e incorporar.

¿Qué futuro le ve usted al desarrollo de la tecnología verde en Perú?


Sobre el autor

Anna Ribó
Master en Managing Projects in Organizations, Scheduling and Cost Control y Risk Management
por la Universidad George Washington. Licenciada en Informática e Ingeniería Superior de
Telecomunicaciones. Profesora de la Maestría en Dirección de Tecnologías de la Información de
ESAN y vinculada al mundo académico desde 2001 como profesora de las Escuelas de Negocio
Españolas BES-La Salle, Univ. Ramón Llull y ESADE. Consultora especializada en Habilidades
Directivas, Sistemas de Gestión Profesional Responsables, Auditoría, Seguimiento y Control de los
Sistemas de Gestión, Cambio Organizacional y Gestión del Capital Humano.

Anna Ribó es profesor en Maestría en Dirección de Tecnologías de Información

Mostrar comentarios de este artículo

5 tecnologías conceptuales para la economía verde

by Nicolás Boullosa on May 1, 2010

La década entrante consolidará las tecnologías limpias como el sector más


estratégico en las principales economías. Bienes de consumo que funcionen con
nuestro movimiento, ropa que almacene nuestra energía y recargue nuestro
teléfono o portátil, modos más económicos de generar energía limpia e incluso
medios de transporte que se comporten como un árbol en movimiento,
absorbiendo CO2 como nutriente para sus baterías y expulsando oxígeno como
efluvio.

Estos son algunos de los campos donde empresas, centros de investigación y


emprendedores intentan aportar ideas disruptoras y útiles para cambiar el modelo
productivo, mejorar nuestra cotidianeidad y, de paso, reducir el impacto
ecológico de las actividades humanas.

He aquí 5 propuestas de cuello verde para inspirar a los inventores y


emprendedores de la nueva década:

1. Ye Zi, un coche que genera más energía que la usada y, de paso, emite
oxígeno

Los escépticos del coche eléctrico aseguran que las baterías son todavía caras y
poco fiables, lo que encarece estos modelos, para los cuales deberá construirse,
además, una nueva infraestructura que garantice su puesta a punto,
mantenimiento y, sobre todo, recarga.
Existen otras dudas, tales como la falta de estándares reconocidos, la duración de
la recarga, la fiabilidad de la tecnología o la autonomía real de los vehículos.

Es muy raro, dicen, quedarse sin gasolina en mitad de una autopista; los agoreros
creen que, con la implantación de los eléctricos, podrían aumentar los incidentes
relacionados con la falta de energía.

Otro supuesto inconveniente está relacionado con la supuesta presión sobre la


infraestructura eléctrica que estos vehículos impondrían, pese a que empresas y
gobiernos creen que las redes actuales están listas para absorber la demanda de
recarga de los nuevos vehículos.

Finalmente, también se dice que los vehículos eléctricos no serán mucho más
sostenibles que los convencionales hasta que no usen electricidad limpia.

En países como España, donde la producción de renovables asciende hasta la


quinta parte y, en momentos puntuales, se acerca a la mitad de la
producción eléctrica total, un vehículo eléctrico tendría un impacto muy inferior.

Algunos estudios sugieren que, incluso en países con mayor dependencia del
carbón, un coche eléctrico recargado íntegramente con esta fuente seguiría
emitiendo menos gramos de CO2 por kilómetro que un compacto convencional.

En perspectiva, un coche eléctrico demandará tanta energía como un aparato de


aire acondicionado, mientras tanto el impacto medioambiental de la electricidad,
aunque parte de su producción provenga de plantas propulsadas con carbón, es
inferior al de los carburantes. También es mucho más barato para el consumidor,
que amortizará el vehículo sin problemas, como ya ocurriera durante los 80 y 90
durante la implantación de los vehículos diésel en Europa, cuyo precio era
superior al de los modelos de gasolina.

Pero, ¿qué ocurriría si pronto los coches eléctricos no fueran sólo viables, menos
contaminantes y amortizables incluso sin incentivos, sino que tuvieran una huella
ecológica negativa? ¿Podría un coche no sólo crear electricidad, sino ser
beneficioso de manera activa para el medio ambiente (por ejemplo, absorbiendo
CO2 y emitiendo oxígeno)?

Un coche eléctrico conseguiría un impacto neutro o incluso negativo cuando


fuera capaz de crear más energía que la necesaria para su movilidad, lo que
permitiría usarlo como pequeña estación eléctrica doméstica y así lograr la
autogestión energética en el hogar; en otros casos, el mismo excedente
energético se podría revertir en la red eléctrica general, con lo que se obtendría
un beneficio económico.

Históricamente, los coches conceptuales han confundido diseño rompedor y


originalidad con aspecto peculiar y alejado del gusto de los mortales. El Ye
Zi (“hoja”, debido a su techo solar con aspecto de tallo vegetal) no es una
excepción aunque, a diferencia de otros “coches del futuro”, el Ye Zi no pretende
ser el más rápido, ni el más potente, ni el más indicado para una u otra actividad,
ni siquiera el que incluye más artilugios tecnológicos -que nadie usaría-. Su
objetivo es tener un impacto negativo: crear más energía de la que necesita para
funcionar.

Con motivo de la Expo 2010 de Shangai, SAIC-GM, empresa conjunta entre


Shanghai Automotive Industry Corporation (SAIC) y General Motors, han
creado este coche conceptual con intención de romper las leyes de la física,
según Wired, aunque los resultados sean más discretos que la aseveración.

El Ye Zi, que SAIC-GM sitúa en el horizonte automovilístico de 2030, incluye


células foto-voltaicas en su techo; llantas en forma de aspa que, en realidad, son
molinos eólicos que giran de modo autónomo y generan energía; un chasis de
metal-orgánico, material especialmente resistente con moléculas porosas que
absorben CO2, transfiere los gases capturados a una pila biológica, que genera
energía y emite oxígeno como efluente.

El coste y viabilidad actual de las tecnologías usadas en el Ye Zi varía. La nueva


gama Prius incluye, como opción adicional, un techo con panel fotovoltaico en el
techo, aunque la energía generada, por “cuestiones técnicas“, no es empleada
para recargar directamente la batería del modelo híbrido más popular.

Otro vehículo en el próximo futuro podría incluir una carrocería cubierta con
células solares: el IG, de la marca china Geely, podría llegar en 2012.

La eficiencia actual de las células fotovoltaicas no lograría recargar una batería


de iones de litio producida en 2010, aunque SAIC cree que, en 2030 tanto los
paneles solares como las baterías eléctricas habrán multiplicado su eficiencia y
reducido su precio.

El resto de tecnologías presentes en el vehículo son, si cabe, menos viables para


un vehículo producido en la actualidad. SAIC-GM no ha facilitado datos acerca
de la cantidad de energía generada por los molinos eólicos de las ruedas, aunque
en la actualidad sería testimonial.
El material poroso usado en la carrocería, metal-orgánico, tiene una estructura
molecular que lo hacen idóneo para purificar todo tipo de gases y absorber CO2.
Producir vehículos en masa con un material poroso similar es una idea con
potencial disruptor. La propia carrocería absorbería los gases contaminantes y los
concentraría, como ocurre en el Ye Zi, en una batería microbial, para crear
energía convirtiendo, de paso, el CO2 en oxígeno.

Un vehículo con estas características se comportaría como un ente autónomo con


capacidad para generar excedente energético y, por el camino, comportarse como
un árbol: parte de su batería sería alimentada por CO2 y generaría Oxígeno. Una
ciudad congestionada con este tipo de vehículos no sólo reduciría los gases
contaminantes, sino que aumentaría la calidad del aire, como ocurre en un gran
parque.

2. Poseidón, una estación eléctrica flotante con turbinas eólicas y acuáticas

Periódicamente, asistimos a las consecuencias catastróficas que provocadas por


la extracción y transporte de petróleo. El último caso, el crudo vertido tras la
explosión de una plataforma de extracción gestionada por BP en el Golfo de
México, a 50 millas de la costa de Luisiana.

Se estima que el daño podría superar el producido por el vertido del petrolero
Exxon Valdez en 1989. Se trata de una catástrofe más entre una larga lista de
vertidos petrolíferos. Los mayores empequeñecen la catástrofe del Prestige, en
cuya limpieza participara como voluntario quien firma este artículo.

El vertido del Golfo de México ocurre misma zona que padeció las
consecuencias de Katrina, no muy lejos de las zonas marinas que, junto a la
desembocadura del Misisipí, registran una concentración de nitrógeno procedente
de fertilizantes agrarios arrastrados río abajo tan elevada que el agua, carente de
oxígeno y nutrientes, no es apta para la vida marina.

El vertido de la plataforma de BP, las zonas marinas biológicamente muertas y


las tormentas perfectas de origen tropical que suelen cebarse en la zona ponen en
peligro los ecosistemas marinos y costeros de todo el sur de Estados
Unidos, Florida inclusive.

La catástrofe petrolífera también ha provocado 11 muertes, sentidas en una zona


deprimida, sacudida por el escaso desarrollo y las consecuencias de Katrina. De
ahí que las expectativas de conseguir trabajo seguro y buen remunerado, aunque
sea en el negocio del petróleo, son elevadas.
¿Qué negocio energético sería capaz de aprovechar las cualidades del Golfo de
México como lo hacen las numerosas plataformas petrolíferas y, a la vez, no
dependieran de la extracción de combustibles fósiles, sino de energías
renovables?

La zona cuenta con abundante viento y vigorosas corrientes marinas. Poseidón,


una plataforma de explotación energética en alta mar desarrollada en Dinamarca
por Floating Power Plant, debería despertar el interés de las empresas y clase
política de la zona.

Poseidón no depende de los yacimientos petrolíferos y puede instalarse en


cualquier zona con viento y fuertes corrientes, ya que explota tanto la energía
eólica, a través de generadores eólicos convencionales, como la maremotriz, al
contar con turbinas situadas a varios metros bajo la superficie.

Diseños similares han sufrido percances con anterioridad, de modo que esta
plataforma de 350 toneladas quiere demostrar que es posible captar energía a
entre 10 y 15 céntimos de euro por kilovatio hora, un coste suficientemente
competitivo en Europa.

Plataformas como la instalada actualmente en Lolland, Dinamarca, podría


generar energía en el Golfo de México de un modo competitivo, crear anhelados
trabajos de cuello verde y, de paso, evitar catástrofes como el vertido de petróleo
a un puñado de millas de la costa de Luisiana.

Varios países, incluido Estados Unidos (también Alemania, China, España e


India entre otros) ya han demostrado la viabilidad de la energía eólica.

La plataforma flotante para explotar renovables ha sido diseñada con tecnologías


de estabilidad extraídas de la propia industria petrolífera y es capaz de
mantenerse erguida “incluso durante la más perfecta de las tormentas”, unas
propiedades que sin duda estudiarían en el Golfo de México para calcular su
viabilidad como modelo de negocio.

A largo plazo, quizá sea posible Un Golfo de México sin zonas muertas a causa
de la desaparición de las altas cantidades actuales de nitrógeno que cada año
descienden desde las plantaciones regadas por el Misisipí, ni plataformas
petrolíferas capaces de crear catástrofes ecológicas.

Se cumpla o no este ejercicio de optimismo, la zona seguirá siendo afectada por


violentas tormentas tropicales.
3. Ropa y actividades cotidianas que convierten nuestro movimiento en
energía

Pese al aumento del sedentarismo, nuestra vida cotidiana está envuelta en


movimiento y acciones que disipan la energía que generamos en forma de calor.

Seamos o no deportistas, nuestro movimiento podría ser convertido en energía


eléctrica a través de dispositivos mecánicos, que almacenarían la energía en
baterías.

Cualquier actividad cotidiana (un paseo, un recado, un desplazamiento en metro,


media hora corriendo, etc.) produce energía cinética que puede ser fácilmente
transformada en electricidad, si existe la voluntad tecnológica de llevarlo a cabo.

Dispositivos de mano, como móviles, reproductores multimedia y otros


dispositivos, podrían cargarse a partir de la energía recolectada de nuestra propia
actividad física, e incluso muchos de estos aparatos ya podrían incluir
mecanismos mecánicos para transformar el movimiento en energía, sin necesidad
de que medie ningún aparato de almacenamiento.

El mismo principio ha sido usado durante décadas en linternas y relojes


mecánicos, que no requieren baterías. Ya existen teléfonos móviles -de momento,
sólo de lujo- que aplican el mismo principio.

Otra aproximación tecnológica que pretende resolver el reto de crear electricidad


con nuestro propio movimiento y calor son los bautizados como eTextiles,
prendas con tejido conductivo que capturan electricidad electrostática y la
almacenan en diminutas baterías que funcionan como ultracapacitadores.

Un equipo de la Universidad de Stanford ha creado una tinta especial, que podría


producirse a precios asequibles, a base de nanotubos de carbono. Aplicando la
tinta a un tejido o un papel, convierte estos materiales en conductivos, capaces de
transmitir electricidad.

Los eTextiles prometen convertir la sudadera que empleamos en la carrera


matutina en una diminuta estación eléctrica, que almacenaría la energía en
condensadores de alta capacidad y, a partir de aquí, podría ser usada para
recargar un móvil, un portátil, etc.

Los eTextiles, como la energía cinética, son viables y muestran un potencial que
podría actuar como disruptor en varias industrias, incluida la textil, la electrónica
y la informática.
En un futuro no muy distante, la suela de nuestras zapatillas deportivas podría
incluir un mecanismo imperceptible para recolectar la energía creada con nuestro
movimiento; o una actividad tan cotidiana y anodina como arrastrar un carrito de
supermercado sería otra oportunidad para crear electricidad.

Dedicamos toda nuestra vida a generar potentes y hermosos campos energéticos.


Nuestra falta de originalidad para convertir esta energía en electricidad es
responsable de que se disipe en forma de calor.

4. Pantallas OLED para incluir visión nocturna en coches, gafas, móviles…

Hasta ahora, la visión nocturna por infrarrojos había sido empleada en algunos
aparatos electrónicos, así como algunos ejércitos, como el estadounidense.

En los últimos años, varias empresas automovilísticas (BMW, Mercedes, Toyota


y Volvo) han ofrecido sofisticados sistemas de visión nocturna por infrarrojos
para sus modelos más exclusivos, una opción adicional que asciende a 4.000
dólares.

Pronto, será mucho más económico y flexible incorporar esta tecnología no sólo
para aumentar la capacidad de visión durante la conducción nocturna, sino en
gafas, teléfonos móviles y todo tipo de utensilios, si se consigue crear pantallas
flexibles y con bajo consumo que respondan a los infrarrojos.

Un grupo de científicos de la Universidad de Florida, subvencionados por la


agencia de inteligencia militar estadounidense DARPA, parece haberlo
conseguido, al insertar infrarrojos en pantallas OLED.

Las pantallas OLED -LED orgánico- están formadas por componentes orgánicos
que reaccionan a estímulos eléctricos para generar y emitir luz por sí mismas.

Hasta ahora, se había logrado crear pantallas de LED orgánico capaces de


reproducir imágenes y se cree que esta tecnología sustituirá a las pantallas LCD-
TFT y plasma, al ser más delgadas, flexibles, tener mayor ángulo de visión,
menor consumo y mayor contraste y brillo. Varias empresas y centros de
investigación tratan de reducir su coste y aumentar su resistencia, los dos
principales escollos que frenan su adopción masiva.

El equipo del doctor Franky So no sólo ha logrado estimular los componentes


orgánicos de estas pantallas con infrarrojos, con lo que la pantalla muestra no
sólo imágenes convencionales, sino visión nocturna. A través de múltiples capas,
el espectro situado ante nosotros se hace visible en ausencia de luz.
La tecnología estará lista para su producción industrial en 18 meses. A partir de
entonces, finas e imperceptibles películas OLED para la visión nocturna podrían
incluirse todo tipo de utensilios cotidianos que aumentarían la seguridad
y permitirían desarrollar nuevas actividades y servicios incluso en condiciones de
ausencia de luz.

Los dispositivos con pantallas OLED podrían reducir su tamaño, ser totalmente
flexibles, usar una fracción de la energía que necesitan sus alternativas y, gracias
a los últimos avances, incluir visión nocturna.

5. Paneles solares fotovoltaicos más baratos de producir y eficientes

Existen dos tecnologías básicas para producir células fotoeléctricas que serán
incorporadas en los paneles de energía solar fotovoltaica. La primera emplea
silicio, un material muy conductor y eficiente, pero caro de producir y mantener,
y relativamente frágil; la segunda técnica usa una fina película fotosensible,
relativamente barata de producir, aunque mucho menos eficiente que las obleas
de silicio.

Investigadores de Caltech creen haber dado con una tercera técnica, superior a las
anteriores, ya que combinaría la eficiencia de las células producidas con obleas
de silicio, al coste de producción de las células con película fotosensible.

El nuevo material para paneles solares fotovoltaicos está compuesto por


diminutos filamentos de silicio tan eficientes como las células de silicio
convencionales, aunque usando un 99% menos de este material, según Harry
Atwater, del Grupo de Investigación Atwater en Caltech.

Pese a la pequeña cantidad de silicio usada, los paneles con filamentos de silicio
tienen niveles de absorción muy superiores a otras alternativas.

La nueva técnica podría aumentar la producción eléctrica, al obtener niveles de


absorción solar similares a los obtenidos por los paneles más caros, al precio de
las técnicas fotovoltaicas más económicas. Ello permitiría reducir el coste por
vatio de electricidad producido.

Países como Estados Unidos o España podrían beneficiarse de técnologías


fotovoltaicas similares a la presentada por Harry Atwater, si la nueva
tecnología cumple con sus promesas.

Varias compañías han emprendido una carrera contrarreloj para reivindicar la


energía solar fotovoltaica, si el coste de producción desciende radicalmente y
aumenta la eficiencia de los equipos. Alternativas a la tecnología fotovoltaica,
como los concentradores solares, aumentan el interés de los grandes inversores,
debido a su bajo coste.

La firma estadounidense First Solar ha superado una barrera psicológica en el


mercado fotovoltaico, al producir paneles capaces de generar 1 vatio de
energía por menos de un dólar.

BP Solar, división de British Petroleum, cree que el coste de producción de


paneles fotovoltaicos es importante, pero no lo es todo, ya que no se compra sólo
un artilugio, sino la electricidad que éste puede producir.

First Solar y sus competidores tienen razones para fijarse en intentos de mejora
radical del sector, como el emprendido por Caltech con sus paneles a partir de
filamentos de silicio, tan baratos como los de película fotosensible y tan
eficientes como los de obleas de silicio.

Ejemplos de vigorosidad en el sector de las tecnologías verdes

A medida que Norteamérica y Europa Occidental salen de la recesión, que se ha


notado menos en los países emergentes, la mayoría de los gobiernos quieren dar
nuevo vigor a sus economías con actividades relacionadas con el sector de las
tecnologías limpias.

Nuevas empresas relacionadas con la sostenibilidad, tan vigorosas como las


startup de Internet con más nervio, nacen en Estados Unidos cada trimestre,
mientras el liderazgo en este sector recae en manos de empresas consolidadas, en
el caso europeo, con varias firmas españolas liderando sectores como la
generación de energía eólica.

Pese a la mayor rigidez europea, The Guardian recogía ya en 2008 algunas de las
nuevas empresas europeas más prometedoras en tecnologías limpias.

La falta de recursos, o la rigidez del sistema, debería hacer reaccionar, más que
bloquear, a los miles de europeos que, como en Estados Unidos, quieren dar
salida comercial a propuestas tecnológicas que podrían contribuir a crear trabajo
de calidad (y de “cuello verde”) y competitividad donde ahora abunda el falso
conformismo.

También podría gustarte