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CURSOS DE VERANO ONAL, COMPLUTENSE La verdad en la literatura y en la historia F. R, ANKERSMIT Universidad de Groningen Hoy en dia apenas nadie pondrfa en duda que la verdad literaria exist y que lrnovela oe capar de expresat dicha verdad-La afirmacion categorica do Hume de que Tonos los novelstas-son-cmentirosos de profesions "no tiene hoy mucha aceptaci6n. Tanto si se esté de acuerdo con Mellor en que ciertas verdades siempre se dan por supuestas en la novela 0 con'Heidegger en que la novela es capaz de mostrarnos una nueva visién de las cosas, parece ser un hecho que la novela expresa verdades acerca del hombre y de Ja «condition humaine», Lo que resulta interesante a este respecto es que estas «verdades novelisticas» pueden ser mostradas en la novela de formas diferentes y, por lo tanto, pueden también tener un cardcter diferente. Un gjemplo de esto lo encontramos al contrastar la novela anglosajona con la francesa. Tomando todas las precauciones necesarias al hacer tales generali- zaciones, indudablemente sin garantia, sigo creyendo que se puede descubrit una diferencia sistemdtica, que en primer lugar hace relacidn a las diferentes perspectivas desde las cuales se han escrito ambos tipos de novelas. La novela francesa —autores tan diversos como Mauriac, Sartre, Camus 0 incluso Sagan vienen a la mente— lleva a un contacto més fntimo entre el lector y el personaje de Ia novela que el que se pretende en la novela anglosajona. Es mds fécil identificarse con los personajes de la novela francesa que con los de la novela anglosajona, que es més distante. Dos clases diferentes de verdad se corresponden con esta diferencia; la distincin entre ellas no es, sin embargo, fécil de definir. La novela anglosajona crea una impresién de verdad y credibilidad porque parece incluir una permutacién aceptable de T Hume, D, A Treatise of human nocure 1, Glasgow, 1982, p. 169 Cebik, LB, Fictional narrative and truth, 0 FR ANKERSMIT elementos del mundo conocido. Esto se da de manera muy pronunciada en Ja novela anglosajona del siglo xIx —pensemos en Thackeray, Dickens 0 las Bronte. Es como si el mundo se hubiese descompuesto en sus diferentes artes y estas partes hubiesen sido unidas de nuevo en la novela, de forma nueva y, ala vez, plausible. Por su parte, la novela francesa crea una verdad que podriamos calificar no_ya de «crefble» sino de «auténticar. La novela anglosajona es objetivista, externalista; la novela francesa es internalista y subjetivista. Puesto que las «verdades novelisticas» son en su mayoria ver- dades sobre la naturaleza humana, la psicologia también puede ayudarnos a esclarecer esta diferencia. Es posible, por lo tanto, defender la postura segtin Ja cual la novela anglosajona tiene mds afinidad con el enfoque psicolégico conductista, centrado en un comportamiento observable, y la novela france- sa con el psicoandlisis. Esta diferencia en el enfoque psicolégico también se da en las peliculas anglosajonas y francesas. Si se compara, por ejemplo, una pelicula como Ordinary People 0 Equus con otra tan extremadamente conmovedora como Un Dimanche & la Campagne, teniendo en cuenta que en las tres peliculas se hhace uso, si no me equivoco, de un sofisticado instrumental psicolégico, parece que las peliculas anglosajonas guardan mds relacién con fascinantes historias de casos. Equus es, por decirlo asf, un documental sobre un tipo particular de psicopatologia, y tras haber visto la pelicula sabemos que tales cosas pueden ocurrir. Hemos aprendido algo acerca de la psicologia huma- na, Pero después de Un Dimanche a la Campagne decimos «qué verdad», como si siempre hubiéramos sabido lo que la pelicula nos ha mostrado, incluso cuando éste no es el caso. La pelicula consigue una reorganizacién de los hechos conocidos acerca de la condicién humana més que afiadir algo a estos hechos. Puesto que en la pelicula francesa se da una reorganiza- Cién de los hechos, la pelicula es «acerca» de ella misma mas que «acerca» de una realidad (psicolégica) extra-textual. Por decirlo con la ya conocida terminologia de Goodman: la pelicula o novela francesa se «ejemplifica» a sf misma; la novela inglesa, algo fuera de la novela. Una consideracién mds extensa de la pelicula nos Ievarfa en el caso de la inglesa a consultar manuales de psicologia, y en el de la francesa a una més amplia reflexién sobre la pelicula misma. Obviamente estamos hablando de dos clases diferentes de verdad, pues- to que ambos tipos de pelicula o novela pueden convencernos y conmover- nos. El cardcter aproximativo de mi intento de distinguirlas sugiere por sf mismo la enorme dificultad que hay en concretar la diferencia. Y es preci mente aqui donde radica el propésito de esta introduccién. Con la compa racién de la novela o cine anglosajén y francés pretendo mostrar que, de hecho, hay diferentes clases de verdad cuando tratamos de la literatura y de la narraci6n hist6rica, como ahora veremos. Quiero decir con esto que no hay solo un paradigma de verdad encamado ai Gone de ‘correspor fencia, Ta teorfa de Ta coherencia 0 cualquier otra teorfa de ta verdad, y que LAVERDAD EN LALITERATURAY EN LA HISTORIA 0 consecuentemente podemos investigar todos los géneros, tales como la ratura, la historiografia o la ciencia, para establecer su contenido de verdad. EI hecho de que sea tan dificil contrastar las verdades de las novelas francesa y de la anglosajona nos hace darnos cuenta de que no existe un nivel profundo de verdad con el que podriamos explicar ambos tipos de verdad y contrastarlos. Por lo tanto, no existe"un argumento concluyente que se pueda adelan- tar a favor de un tipo u otro de «verdades novelisticas». Todo lo que podemos hacer es comprender cada una desde la perspectiva de la otra {Qué posible criterio podria capacitarnos para decidir entre los diferentes horde verdad? ad? [Ne eitnig va tafe SUM GS Te verdad sma ism? Por b anto, una eleccién objetiva entre las dos, ldgicamente, no puede hacerse de esta forma porque siempre debemos elegir una de ellas como punto de partida, y entonces es obvio qué clase de verdad seré la mejor. Solo pode- mos tomar tal decisién al precio de la circularidad. La verdad no es un criterio en este dilema sino el mismo problema que estemos tratando, ‘Sin embargo, podriamos sefialar que el término «vida» —entendido segiin vitalistas como Dilthey, Nietzsche o Bergson— podria, verdadera- mente, ofrecernos el contexto neutral deseado. El problema esté en que ambas clases de verdad —como las clases de verdad que trataremos mas, tarde— tienen sus funciones dentro de la «vida» entendida como los vitalis- tas; de abi que este contexto supuestamente neutral offezca, por lo tanto, ‘una ambighedad anloga a las dos clases de verdad que estamos tratando aqui. La «vida» no nos ofrece una rafz comin a las distintas clases de verdad, pero es, por decitlo asf, el terreno en el que han sido plantadas. La apelacién de la «vida» sélo logra desplazar nuestro problema originario a un nivel incluso mas poblematico; no lo resuelve sino que lo complica. Mi enfoque en el problema de la relacién entre la verdad literaria y la hist6rica se deduce de estas consideraciones. Lo dicho anteriormente indica cémo abordaré el problema de las verdades literaria € hist6rica. En este ‘punto difiero de los planteamientos convencionalgs, Normalmente se empie- Za sefialando que Ia novela y la historiografia diferen bastante una de otra, para luego intentar, con la ayuda del concepto de verdad, sefalar las diferencias y las similitudes potenciales entre los dos géneros. Dentro de este cenfoque tradicional, la diferencia entre historia y literatura funciona conse- ‘cuentemente como el explanandum. Propongo hacer lo contrario y conside- rar esta diferencia no como un explanandum sino como algo dado. No deberiamos preguntarnos cémo difieren ta historia y ta literatura desde Tar perspectiva de alguna nocién de verdad dada a priori, sino cémo se mani fiestata-vertat en Ta histor: la Dieratuya respectivamente, partiendo del SupUEN Ue que ear Una Getlifes una forma copecca de raul V st PIBDUCH Ge Rea woes aN extraha cotho pisde pareoer& pra vist Después de todo, esta diferencia apenas supone un problema: incluso un nifio serfa capaz de decir slo con unas cuantas frases si estd leyendo una 3 FR ANKERSMIT novela o un escrito histérico. ;Para qué explicar 0 elaborar lo que es obvio? Resulta més productivo constatar el hecho de que tanto una novela como un escrito histérico pueden ser verdaderos, un dato interesante que nos puede ensefiar mas acerca del concepto de verdad. Me gustaria afiadir seguidamente que el planteamiento que he defendido no puede igualarse a un enfoque del concepto de verdad de acuerdo con «la filosofia del lenguaje ordinario». No me propongo determinar qué concep- ciones de verdad estén implicitas en el hecho de que asociemos la palabra «verdad» tanto con la historia como con la literatura. Mi objetivo no es, 0 ‘al menos no exclusivamente, determinar c6mo funciona la palabra «verdad» en la lengua, sino, sobre todo, distinguir entre dos tipos 0 categorias de verdad —histrica y literaria—“DeT mismo modo que se sugeria én la introduccion que se Considerara sin prejuicios la verdad de la novela 0 cinematografia anglosajonas o francesas, tampoco partiremos aquf de un standard ideal de verdad en cuyos términos podamos comparat legitima- mente la historia y la literatura. Puede que no esté totalmente justificado que consideremos que tanto la historia como [a literatura contienen un elemento de verdad, pero dicha concepcién servird como punto de partida para problematizar el concepto de verdad, y, por consiguiente, darle a ese concepto un contenido semadntico mas rico. Este planteamiento nos ofrece ciertamente muy poco para continuar. Ahora solo tenemos yna palabra —verdad— y dos géneros —historiografia ‘Yliteratura—, pero hemos renunciado a cualquier instrumento analitico del jue podamos haber hecho uso de manera convincente. En esta situacion, en {Pique las palabras y Tos tonas que estamos Titentando selarar manvichen 1a relacién confusa, la perspectiva hist6rica nos ofrece a menudo la clay. Por lo tanto, ,cmo se relacionaban la verdad, la historiografia y la literatu- SA herr rome cas otras palabras, {cual ha sido la historia de la verdad en los pasados siglos? (me limito expresamente a lo que es importante dentro del alcance de este trabajo). Hubo un tiempo en el que el lenguaje era una cosa entre todas las otras cosas del mundo. En_Les mots et les choses, Foucault escribe lo siguiente sobre esta época: «eit ol siglo Xvi, eT Tenguaje real no es un conjunto de signos independientes, uniforme y liso, donde las cosas vendrfan a reflejarse como en un espejo para enunciar una a una su verdad singular. Es mas bien tuna cosa opaca, misteriosa, cerrada en sf misma; masa fragmentada y enigmatica en cada punto, que se mezcla aqui o alld con los signos del mundo y que se anuda con ellos (.). Eq consecuencia el (lenguaje) debe ser estudiado 1 mismo como algo que forma parte de Ta naturaleza». En otras palabras, no hay una cesura ciara, ni ontolégica ni epistemoldgica, entre la lengua y la realidad; ambas estén entrelazadas entre sf. Por eso la etimolo- > Foucault, M, Les mots et les choses, Pars, 1966, pp. 49-50, LAVERDAD EN LALITERATURA YEN LA HISTORIA 2 fa y el comentario podian ser las formas cognitivas y las fuentes de verdad més caracteristicas durante el siglo XVI; a través de la similitud (similitudo) del lenguaje y de la realidad, el andlisis de una palabra (etimologia) o el estudio de un texto (comentario) podian arrojar verdades nuevas y sorpren- dentes acerca de la realidad. Esto también puede explicar la popularidad de la emblematica en el siglo xVI. Inventado por el estudioso italiano Andrea Alciato, este género literario siempre combinaba un texto con una imagen que representaba el mundo. Puesto que dentro del saber del siglo xvi la ee et amundo se envontnben an cocanon a enblensnca pods Eplotar todas las posiblidades de Ta episteme de una Torma que en SaaS erase de-entonces Com el avance- gradual de Ta eplsteme “Gidea, durante los siglos Xvit y XViM, la emblemdtica perdié su atractivo. La caracterizacién de Foucault de la episteme del Renacimiento no tiene ‘meramente una significaci6n hist6rica, Sobre todo porque la visiGn del siglo XVI de la relacién entre el lenguaje y ta realidad parece estar recobrando hoy cierta credibilidad. La propia investigacién histérico-intelectual de Foucault, desde Surveiller et punir, sugiere que, al menos en parte, tomé para sf Io que él habia comprobado con respecto al siglo XVI, puesto que analizar el poder del discurso requiere una reificacién del Jenguaje. Incluso puede demostrarse el cardcter de objeto del lenguaje dentro de los pardme- tros de la filosofia analitica del lenguaje*. De cualquier forma, deberiamos darnos cuenta de que desde esa pers- pectiva la diferencia entre la novela y la historiografia, que nos resulta tan obvia, se convierte en algo significativamente menos agudo. Si el lenguaje ¢s yn objeto en el mundo como Jos obietos de los que testa of Tengu Ts categoria de los objetos del mundo no puede ya, como se afirma tradicional- Haren taigulr chtfe a hecho y fa eign —o entre ol escrito historico Ta Fovela: El simple hecho de que se use el lenguaje, ya sea en la historia 0 en tn novela (oot cualquier otto sitio), es suficente part OTOTgaTle War ATeyo- ‘ia ontoTogics Pr sattoremtre et Tenguaje y Ta realidad WO puede ya Tuncionar Tomo un criterio fiable para distinguirlos. Lo que se escribe o se ha escrito, tanto ales un hecho como una fccGn, es fanvo tna Tuente de verdad come ‘To puedan ser otros objetos del mundp. De manera similar, Ta Investigacion ae Tos textos puede generar verdade? nuevas ¢ inesperadas. «La investiga~ Saenca ee custiin de cricée de aprendizae en Tos libros, en los textos, y de los conocimientos adquiridos en la lectura», por citar la caracte- ristica de este paradigma de la relacién entre el lenguaje y la realidad, segxin Bulhof, quien continda seftalando que, como resultado, la distinci6n entre la narrativa histérica verdadera y Ia ficcién de la novela tenfa que ser menos natural de lo que es actualmente. De forma caracteristica, hasta bien entra- * Dentro del marco de la filosofia analitica del lenguaje, propuse una reificacion del Jenguaje del historiador en Ankersmit, F. R, Narrative logic. A semantic analysis of the historian’s language, La Haya, 1983 7 FR ANKERSMIT do el siglo xvitt, la palabra «novela» podfa referirse a una historia tanto verdadera como ficticia y —Io que no es menos sorprendente— a mitad de se siglo, Kant no dudaba en recitar poemas durante sus clases’. Obviamente, dentro de esta episteme, apenas se puede esperar que la novela y la historia sean independientes una de otra, y, como ha sefialado de manera brillante Lionel Gossman en su reciente obra Between History and Literature, el cardcter literario de la historiografia fue ain mas aceniuado debido a las aspiraciones literarias de los historiadores franceses y briténi- cos del siglo xvm, La naturaleza pronunciadamente ret6rica, argumentativa y apologética de los escritos hist6ricos del siglo xvull, de Voltaire, Hume 0 Gibbon frené con éxito el desarrollo de un abismo irreconciliable entre 1a novela y la historiografia. Todo esto cambié para bien en ef curso del siglo xIx, gracias, sobre todo, al trabajo de Leopold von Ranke (1795-1886), con quien se suele decir que la «historiografia cientifica» vio la luz pot primera vez. Resulta ilustrati- vo de la cercana relacién que hasta entonces habfa existido entre Ig historia y la Meratura el hecho de qué incluso a Ranke Te results dificil romper de juanera definitiva con ella. En tin fragmento de principios de los afios 30 del pasado siglo, Ranke explica en términos claros: «La historia se distingue de todas las otras ciencias en que también es un arte. La historia es una ciencia ala hora de recoger, establecer, penetrar; es un arte porque recrea y muestra aquello que ha encontrado y reconocido, Otras ciencias estén satisfechas simplemente con registrar 10 que han encontrado; la historia requiere la habilidad de recrear»®. E incluso aprueba a Quintiliano: «historia est proxi- ‘ma poesis et quodammodo carmen solutum» —Ia historia esta muy cerca de la poesfa y es, por asf decirlo, un poema en prosa’, La historia tiene tanto un componente cientifico —que mas tarde se asociard dvidamente con la llamada «investigaci6n cientifica»— como un componente pogtico —que se denota con el término «escritura hist6rica»—, donde los resultados de la investigacin hist6rica se integran o sintetizan en el texto del historiador entendido como un todo. Pero si miramos més de cerca, parece que Ranke no sabe cémo darle mas contenido a esta capacidad requerida del historia- dor: «recrear» el pasado (qué sorprendente resulta en sf mismo el hecho de que prefiera el término mimético de «recrear» al de «crear»). Ademds, en la explicacién més detallada de Ranke acerca de emo el historiador deberia aborilar su trabajo, no ha mencionado esta dimensién poética de la histo- riografia, Sefala seis requisitos para el historiador: 1) el amor a la verdad, 2) una reproduccién exacta de las fuentes, 3) una apertura completa al pasado, * Bulhof, I. N, «Geschiedenis -vethaal of wetenschap», Gronick, 89-90 (1984), p. 70, véase también Bulhof, I. N, «imagination and interpretation in history», en Schulze, L & Wetzels, W..W,, Literature and History: Literary form and historical understanding, Lanham, 1983, © Tggers, W. A. & Von Moltke, K, Leopold von Ranke. The theory and practice of histor, ‘Nueva York, 1973, p33. * Ibid. p. 34 LAVERDAD EN LALITERATURA ¥ EN LA HISTORIA 8s 4) la penetracién en las relaciones causales, 5) la imparcialidad, 6) la biisque- da de un panorama general del drea del pasado que esté estudiando®, En este resumen —igual que en otras reflexiones de Ranke sobre la historiogra~ fia— lo que se requiere del historiador es una rendicién pasiva al pasado «wie es eigentlich gewesen», sin introducir nada de sf mismo, Mirando al pasado, el historiador debe, como” el ‘mismo Ranke declaré més tarde, olvidarse de ntar el ” obviamiente, esto Ho dejaba ningdn hueco a del escrito histérico que él habfa reconocido inici mente. Podemos, sin embargo, aclarar algo mds la ambivalencia de Ranke siguiendo otra linea. Alfred Dove, el editor de las obras literarias de Ranke, ‘nos cuenta cémo éste empez6 a estudiar historia. Como profesor de escuela secundaria, Ranke tenfa que ensefiar historia. Contrariamente a la prdctica general de su tiempo, querfa tratar en sus clases diversos aspectos de lo que habia pasado en el mundo tras la caida del Imperio Romano. Habia llegado a ello como resultado de la lectura de las novelas hist6ricas de Walter Scott, de modo que debemos el desarrollo de la historiografia moderna, llamada «cientifica», en parte, al menos, a la novela hist6rica. Y, ciertamente, como han recalcado muchos te6ricos, durante la primera mitad del pasado siglo la conciencia histérica era mds evidente en la novela histérica que en la historiografia. Sin embargo, cuando Ranke estudié las fuentes publicadas de finales del siglo xv y principios del XVI, descubrié para su sorpresa que lo que habfa ocurrido realmente en el pasado era mucho més interesante y apasionante que el pasado evocado en las novelas de Scott. De esta manera, Luis XI, tal como es retratado en las memorias de Philippe de Commynes, result6 ser un personaje mucho mds fascinante que el Luis XI de Quentin Durward de Scott. Como sefialé Ranke, «el valioso y culto autor sabja esto, pero lo que no podia perdonarle es que hubiera introducido en su relato elementos que eran completamente antihist6ricos y, a pesar de ello, los presentara como si él mismo creyera que eran ciertos. Cuando comparé su relato con los documentos, llegué a la extraiia conclusién de que lo que nos llega por el pasado (“‘das historisch tiberlieferte’’) es mds bello (‘‘schoner’”) y ciertamente mas interesante que la ficcién roméntica»®. En otras palabras —y esto es crucial para mi argumento—, Ranke descubrié que la realidad +histérica era por si misma mds poética que la ficcién, que la estética pertene- Ge at mend de fos Roches mds que «au Tepreseniacn Hise El RUT as exe SorprendentevedsiOn de fos dominos de fe los dominios de la realidad y de la estética fue que Ranke, de esta manera, proyecté la poesia sobre las cosas mismas en vez de encerrar la poesia y la ficcién dentro del dominio del Tenguaje. © hid, pp. 39-44 % Von Ranke, L., Sdmmuliche Werke, Leipzig, 1890, t, $3, p. 61 56 FR ANKERSMIT Asi, la ciencia de Ia historia se convirtid en la representaci6n cientifica, no poética, de la poesia de las cosas, de la realidad. Y ello condujo a la aparicién de un panorama totalmente nuevo. La contribucién_retsrica, ‘gumentativa o estética del historiador que, én el siglo XVII, segin la ect Tosa 9 discontinuidad del pasado mismo, era ahora reconocida como le- Fhcluia en el enguaje—que Rubiera sido lo mds natural, Ranke lo apicé al pasado. El pasado mismo fue ahora poetizado, el pasado mismo se convirts para Gren i Tenemens Gtetico de una bellea auténtica y subli- me. Y esto ciertamente no es una caracteristica accidental o subordinada en a concepcidn de la historia de Ranke. Basta sefialar, por ejemplo, hasta qué punto la «religiosidad universal» (‘*Weltfrommigkeit”) de Ranke, tan enfati- zada por su bidgrafo Krieger, y su fe en la armonfa de los sucesos mundia- les, estimulaba y expresaba esta necesidad de estetizar la historia y la realidad hist6rica. Ademds, resulta muy significativo que la metéfora favori- ta de Ranke, para el pasado europeo, fuera la de una sinfonfa tocada por el concierto de las naciones europeas. En recumen, la estética o la poesia constituyen verdaderamente la cate- odin esencial Gue-Ranke prover. eu meviniertn Gaui Lattiano, al pasado mismo para poder entenderlg. Como resultado, Ranke pudo mante- nner la dimensiOn estética de la historiografia y al mismo tiempo impulsar una sumisin completa, «objetiva» del historiador al pasado en sf mismo y al método cientifico. De esta forma Ranke pudo, por un lado, rechazar para el historiador los a priori estéticos e historico-filosoficos —de la histoMogra~ fia_de ta Tlustracin_o de Hegel—, mientras que, por otro lado, pala proyectar con libertad conceptos muy relacionados con aquéllos, tales corm su concepcién indudablemente esteticista de las ideas historicas («histori cche Iden»), de una vuelta al pasado en sf mismo como si su presencia alli fuese empfricamente demostrable. El lenguaje, que al principio habfa sido la prosa de o en el mundo pasé ahora a ser la prosa opucsta a la poesfa del mundo y del pasado. ‘No S6lo naci6 la historiografia moderna en el siglo XIX, sino que tam- bién lo hizo la novela moderna —y esto no es de ninguna manera una coin- cidencia—, De acuerdo con la descripcién de Foucault del Renacimiento y de la episteme clasica, la posibilidad de la novela ya estaba presente con el nacimiento de este iltimo. Foucault ilustra su pensamiento con la ayuda del Don Quijote de Cervantes: «Don Quijote es la primera de las obras moder- nas, porque en ella se ve la raz6n cruel de las identidades y de las diferencias disputéndose hasta el infinito los signos y los parecidos, porque el lenguaje Tompe su antiguo parentesco con las cosas para entrar en una soberanta solitaria de la que no saldr4, en su ser abrupto, mas que hecho literatura» 10 Foucault, M, op. cit, p. 62. LAVERDAD EN LALITERATURAY EN LA HISTORIA so Aqui el argumento de Foucault es que, dentro_de la episteme cldsica, e| enguaje por primera vez se hace independiente de la realidad y, por tanto, THraaipds también por primera ver la habiidad de crear nievas entida- des ficticias como Don Quijote. No estoy seguro de seguir siempre la Tinea de pensamiento de Foucault, pero es cierto que lo que se requiere para la creacién de los personajes de una novela es al menos «esa ligera y constante relacién que los signos verbales tejen entre ellos», asegurdndose su auto- nomia ¢ independencia de la realidad, y que el lenguaje no consiguié esta autonomia con respecto a la realidad hasta después de la muerte de Ia episteme del Renacimiento. ‘Sin embargo, la novela moderna no surgié hasta el siglo XIX, lo que supone verdaderamente un problema para el punto de vista de Foucault, problema que no intentaré resolver. Como sugerf hace un momento, parece que la episteme de! Renacimiento consiguié mantener su ascendencia en los dominios de la historia y la novela hasta el siglo XIX, mientras que en los siglos xvi y XviIt la episteme clésica s6lo pudo conquistar los mundos de la Ciencia y la filosofia. Hablando de la novela del siglo XIx, me gustaria llamar la atencién sobre Madame Bovary de Flaubert (1856) y su en gran medida autobiogréfica Education sentimentale (1869). La razén es que, en cierto sentido, ef tema de ambos libros es la novela como factor cultural por derecho propio, y pueden, por tanto, ser consideradas como expresiones de la autoconéiencia de la novela del siglo xix, Como es bien sabido, ambos Tipsos Melon anticas desu fempe: ax ero consideradas, y constivuyeron, como mostraron Swart y Pierrot, importantes fuentes de inspiracidn para la conviccidn de finales del XIX segtin fa cual se estaba viviendo en un mundo de desmoronamiento, decadencia y destruccién'*, Madame Bovary y Fréderic Moreau, el personaje principal de L’éducation sentimentale, fueron victimas de la lectura de novelas romAnticas sobre el amor, la felicidad y las ambiciones colmadas, y de las fantasfas que les inspiraban. Lo que Flaubert y sus contempordneos, tales como Taine, temfan tanto de esto, y no sin Taz6n, era la destruccién de la integridad personal y la autenticidad. Mada- me Bovary y Fréderic Moreau son los prototipos del hombre moderno en cuanto que sus ideas son prestadas, y-en cuanto que viven de Tas verdades {HVINIe que acta Como mronedas intelectuales y sociales en nuestra socie- dad. La sociedad ha dejado de ser un atributo del hombre; el hombre se ha convertido en un atributo de la sociedad. Se ha perdido la personalidad individual disolviéndose en la amorfa personalidad moderna en la que falta todo atisbo de autodefinicién, conciencia de la propia identidad y de la realidad. El hombre moderno se ha desnaturalizado hasta convertirse en tuna mera funcién de la opinién publica, se ha convertido en la encarnacién "Loe. et 1 Swart, K. W., The sense of decadence in nineteenth century France, La Haya, 1964, p. 112; Pierrot, J, L'imaginaire décadent, Paris, 1977, p. 23. ss FR ANKERSMIT de una u otra eleccién del universalmente accesible “‘dictionnaire des idées regues"”, que compuso Flaubert al final de su vida con tanta devocién como aversién. A traves de la asimilacidn de Jas verdades novelisticas, la identidad de Madan Borah i poids y se perdid en el eo eae Batons Bar EST nacimiento del , en su Rethinking intellectual history, Ithaca, 1983, p. 76. a FR ANKERSMIT operando desde un punto socio-cientifico © historicista. Por otro lado, el hecho de que White haya dicho tales cosas, tan terribles, y de que haya adquirido gradualmente cierto seguimiento, demuestra que ios tiempos ¢s- tn cambiando. En la actualidad nos gustaria ver la verdad literaria de acuerdo con el famoso dictum de Oscar Wilde: «ensefiéndonos a ver sus verdades, la litera- tum consigue que ja realidad ite arte»"*-En 00 aripio etudlo Sobre las opiniones actuales acerca de la verdad literaria, Cebik explica que esta nueva verdad liter imordialmente de naturaleza conceptyal". Una ‘nueva verdad literaria es sobre todo una nueva form 1 mundo, Basando Sus ideas ef auiores tan diversos como Jaspers, Heidegger 0 Sartre, Cebik define la verdad literaria de la siguiente manera. Cada vez que introducimos una nueva polabra o steramos ¢ significado de una pabre z existente, no estamos haciem fa declaracion proposicional acerca de Cosas que conten el mundo; estamos ofreciendo wi le To que ToMTOs capaces de decir en términos de proposiciones sobre la realidad. En casos extremo: ja_puede incluso efectuar un cambio en nuestra historia _y en nuestra percepcién del mundo” ra ‘verdades arlisticas y las propuestas conceptuales no son verdaderas en sf mismas. En cambio, alteran lo que puede ser verdadero»??. Encontramos ideas andlogas en la influyente obra de Nelson Goodman Ways of Worldma- king; en conereto me refiero al ensayo del que toma el libro el titulo. Todo esto sigue sonando bastante a cientifismo, incluso si es un cientifismo mode- rado al estilo kuhniano. Finalmente, baséndonos en lo que hemos dicho, podemos utilizar el adjetiva quidstico para caracterizar la rela: entre las verdades literaria ¢ historica. Median! adjetivo, quiero sugerir el entrelazamiento perma- EIT Ge Tos dos spara bien 0 part MaD-LOe Componentes de a narrative histérica son verdaderos, Be ‘al_mismo fieqppo Ta histoniggrafa tam ‘contiene un elemento de «ficcidn», que tan dificil es de tratar dentro del modelo de correspondencia en la relacién entre el lenguaje y la realidad. Y ello resulta atin ms serio, pues lo que se resiste a la sumisidn a ese modelo no es, de ninguna manera, simplemente una cuestién tangencial al discurso hist6rico. En el caso de la noveja, es _precisamente todo lo contrary. Hay componentes que n ‘@ ni verdaderos ni falsos, como prefe- rimos decirlo siguie Pero Ta novela también expresa una verdad literaria, cuyo origen, sin embargo, no est4 nada claro, puesto que, IETS Ge Tae conopcron Tense fe RESO no Ge verdad En 1 re 2 Citado en Cebik, L. B, op. cit. p. 200. 2 Cebik, L. B, op. lt, vol. 4 2 Cebik, LB. op. cit, p. 204 3 Cebik, LB, op. cit, p. 236. LAVERDAD EN LALITERATURA Y EN LA HISTORIA a plisculo del cientifismo, en el que, como Goodman, se habla de la misma ‘manera acerca de Van Gogh, Canaletto o Piero della Francesca y Galileo 0 Kepler, hay que cmon seat las distinciones de los contornos del arte y la ciencia**. La historia trivializa la verdad; la novela la hace miste- HOGLV en ambos Gtos Tl stuaclOn es Insatislactoria precisamente en To ‘que se refiere a la esencia de los dos géneros. Es como si cada una de ellas ‘necesitara del corazén de la otra para perfeccionarse a sf misma. Es, por tanto, desde una perspectiva transhist6rica, absolutamente razonable ver la divergencia entre feena y literatura _como_un_ ‘desarrollo tag ico_para ambos géneros. me gustara sefalar que en el vacfo que se produjo pot el triple movimiento de alejamiento de la idea_de que cl lenguaje es una coug =e movimignto ene que el fenguaje se retiré a su ausencia omnipre- senie y la novela y la historia tomaron caminos separados—, que en ese vacio, repito, surgio una tradicién que, de alguna forma, lo rellend. Me estoy refiriendo al psicoanilisis. El mismo Freud se sorprendié del ca- rdcter de relato de sus descubrimientos psicoanaliticos. Por ello escribié, ‘en sus estudios sobre la histeria, que le hacia sentirse incmodo «que las historias de casos que escribo se puedan leer como novelas y que les falte, por asi decirlo, el serio sello de la ciencia»**. Se podria argumentar que el oandlisis anula los desequilibrios tanto de la novela como de la histo- Fegralg asf como-de la telciOn entre elag- ET paicoandliss es Historia y, ‘aun asi, no es tanto la relacidn entre el acto de contar y lo que se cuenta como lo que se cuenta en sf mismo, lo que determina su verdad. EJ Psicoandlisis relata la novela que una persona ha creado de su propia vida, pero, por muy distorsionada que esi eva novela, también es verdad en si ‘misma, sin ser, como en la novela, una mera expresidn de ella, Es la novela de la historia de nuestra vida y la historia de la novela de nuestras vidas. El psicoandlisis puede lograr esa sintesis porque —a diferencia de la historiografia y la novela— no_genera una dicotomia entre la palabra hablada y aquello de lo que trata la palabra hablada. Por el contrario, el ‘palcoandlsisipretende precisamente climinar esa dicotomfa. Las neurosis de las que se ocupa el psicoandlisis son esencialmente sentimientos acerca de sentimientos. Freud estudié el lenguaje generado por esta duplicacién; es decir, 1 Jenguaje de *‘los sentimientos sobre los sentimientos”’. Desde la perépectiva del argumento de este articulo, resulta significativo que dentro de este lenguaje no_se pueda hacer una distincién entre la sintaxis forma) y el contenido (fa semai Esto To confirma el pecho de que era ‘imposible desarrollar la llamada «meta-psicologia» que se concentraba en Ja forma. Cuando la forma y el contenido son inseparables estamos tratan- do con cosas u objetos en Yoda su concrecién, es decir, antes de que se 2 Goodman, Meus of aclimaing Inanpoli 978 apt 2 Gitado en Mazlith, B, The ride of history, Nueva York, 1968, p. 371. o FR ANKERSMIT hayan disuelto en sus atributos generales, formales, y su contenido contin- gente. El siguiente ejemplo puede aclarar la cuesti6n. El analista francés S. Viderman estaba tratando a un paciente que tenfa un polo negativo en la ambivalencia de sus sentimientos hacia su padre que habfa muerto de cirrosis. El paciente conté un suefio en el que estaba paseando con su padre en un jardin mientras le ofrecia un ramo de seis rosas. En ese momento Viderman le pregunt6: «seis rosas o cirrosis?»?°. Los escritos de Freud ofrecen, por supuesto, innumerables ejemplos de este tipo*”. Podemos llegar a la siguiente conclusién. Lo que llama la atencién aqui es que la asociacién del paciente —vamos a suponer que la interpretacion de Viderman es correcta— no procede de los atributos generales y formales de la cirrosis (tales como «causada por el alcoholismo», «enfermedad del higado», «puede provocar la muerte», etc). La asociacién esta basada en el parecido de los sonidos entre ambas palabras y no en lo que las palabras utilizadas signifiquen 0 denoten. Dentro del contexto de esta afinidad de sonido, el lenguaje se considera como una cosa (como sonido). En el caso de los nifios, segtin parece, esta situacién es atin discernible; asi, Freud habla de «{I]Jos juegos verbales en que los nifios tratan las palabras como objetos»?®, He aquf la conclusién; en el lenguaje del psicoaplisis, cuya expresi6n mds identificable es la I6gica de la asociacign, estamos “Gand con dos tategorias de oobas-u objetos: 1) las cosas chart le Ja realidad (en este caso, la vida, las experiencias y los sentimientos de las ‘personas que estdn siendo analizadas), y 2)os «objetos lingiifsticos» que Set oS A mn. Estos objetos lin Sicos no tienen tanto un significado (ya sea extensional o intensional), ‘no hablan de la realidad, no encontramos en ellos los dos famosos niveles paralelos del lenguaje y la realidad, sino que mas bien existe una relacién de analogia. La realidad tiene, por asf decirlo, dos formas, andlogas, de expresarse a strisma Lov objs0e “08 objetoe lingtisticos no se relieren a Ta realidad, “sino que forman una segunda realidad que simboliza la primera. Freud expresé esta opinién sorprendentemente al comparar el proceso de asocia- cién del suefio con un jeroglifico: «el sueiio es exactamente uno de estos jeroglificos, y nuestros predecesores en la interpretacién onirica han incu- trido en la falta de considerar el jeroglifico como una composicién pictéri- ca. De este modo no tenfan mds remedio que considerarlos insensatos y sin valor alguno»??, 36 Spence, D, P,, Narrative truth and historical cruth, Meaning and interpretation in poychoanalysis, Nueva York, 1982, p. 178. En el original «six roses or cirrhosis?) se aprecia ‘con més claridad eh parecido fonético entre las palabras. (N. 1.) 2”'Vid por ejemplo, Freud, S, Die Traurmdeutung, Francfort, 1972, p. 29. 2 Freud, op. cit, p. 303 2 Freud op cit. p. 281. Véase también la obra excepcionalmente interesante de Danto, A. , The transfiguration of the commonplace, Cambridge (Mass), 1983, p. 188 LAVERDAD EN LA LITERATURA Y EN LA HISTORIA “s El lenguaje y la realidad estén aqu muy cercanos en un Gnico y mismo nivel, y su «convenientia», por usar el término correcto del siglo xvi, forma tuna fed de contactos {ntimos entre el lenguaie v la realidad més fuerte de to ‘que conocemos a través, ras experiencias conscientes. Aqui todo es y Se vuche conocido sofamente a través de las falsbras 4 ‘que usamos, La realidad es un pensamiento y el pensamiento una realidad. Y, verdadera- mente, como acabamos de ver en el psicoandlisis, nuestro pasado es una novela y una novela especifica constituye nuestro pasado. La similitud entre los procesos de pensamiento asociativos, psicoanaliticos y la descripcién de Foucault del saber del siglo XVI no tiene ya por qué sorprendernos. Volva- mos de nuevo a Foucault: «El lenguaje forma parte de la gran distribucién de similitudes y firmas. Por consiguiente, debe ser estudiado él mismo como algo que forma parte de la naturaleza (.... El lenguaje no es lo que es Porque tenga un sentido; su contenido representativo, que tendria tanta jportancia para los graméticos de los siglos XVII y XVIII, que servitia de hilo conductor de sus andlisis, no tiene aqui ningun papel que jugar» *°. «...) Se habla, ciertamente, por tanto, de una escritura que forma cuerpo con el unger pe cada a ero ipuio enlass con esa. primera escrtura de Ta que ‘romete y al mismo tiempo aleja su retorno»*!. La afinidad entre el psicoa- nalisis y Ta concepcién del sjglo XVI de la relacidn entre el lenguaje y la realidad puede explicar la naturaleza «pre-moderna» del psicoanilisis y el hecho de que mucha gente se sienta molesta intelectualmente por el psicoa- nilisis. Fuera del psicoandlisis, el recuerdo de la episteme del siglo xv1 sigue vivo s6lo en la historiografia. Cada revelacién historica es, en este sentido, de una naturaleza estereoscépica que sélo se vuelve identificable y adquiere determinada forma gracias al contraste con otras revelaciones. Encontra- ‘mos contrastes similares en la guia del neurético en el psicoandlisis. Una autorrevelacin hist6rica o psicolégica aislada es una contradictio en adjec- 0. Sélo en el contexto de una comparacién de. varios objetos linglisticos (es decir, interpretaciones Historias 0 tiga pte Steal 7 Gon —Erret sigtexvtrtede ti ciencia y eT conocimiento eran esencialmente comentario, y ésta atin es en gran medida la verdad acerca, incluso, de la historiografia contemporénea y del proceso del psicoandlisis. El origen de la neurosis reside en la duplicacién de los sentimientos sobre los sentimientos, y darse cuenta de ello es, por tanto, el primer paso, y el més importante, en el psicoandlisis. Resulta esencial en este paso el reconocimiento de las huellas que deja el proceso de la duplicacién. Se pueden deducir importantes conclusiones de esta consideracién. Lo que est «dado» en el psicoandlisis es decir, las huellas dejadas en el proceso de 3° Foucault, M, op. cit, p. $0 31 Foucault, M, op. cit, p. 56. 38 Ankersmit, FR, op. ett, pp. 239-240. 66 FR ANKERSMIT duplicacién— funciona en el psicoandlisis no como prueba de algo que subyace 0 se esconde tras ellas, sino mds bien como una coleccién de «escalones» sobre los que uno progresa, o como un indicador que muestra la direccién en la que progresa o ha progresado el andlisis. Lo dado aquf no son las fuentes para reconstruir la realidad de la que deriva (como la documentacién del historiador o el tipo de pista con la que ha de trabajar tun detective), ni las bases para la formulacin de una teorfa o hipétesis por la cual se puede explicar ese «dado» (como en las ciencias exactas). Sin embargo, debemos aftadir aquf una observacién sobre cémo puede evar a error la metafora del «dado» psicoanalftico como un escalén. La metéfora sugiere que la persona que estd siendo analizada es transportada hacia atrés mediante esta huella a su punto de partida original, por ejemplo, hacia un perfodo crucial en su infancia. Pero no por ello desaparece la memoria ni de la duplicacién ni de las huellas que ha dejado. La verdad interpretativa del psicoandlisis reside en la conexi6n entre las huellas, no en el punto de partida o en el final de la cadena que forman. Bs precisamente la fijaci6n en cierta fase de la cadena lo que ha conducido a la neurosis. ¥ ello nos lleva a una segunda conclusién. La verdad en el psicoandlisis no tiene hada que ver con la cotrespondenciay de hecho. a lz duplcacioa-sugerida arias de correspendencia dele verdad ec a lo-que preclaamente 52 pone el psicoandlisis.Tampocd lz cohe?@Reia ex Ta Guestioe principal STS tiene en cuenta que el camino que sigue a lo largo de las huellas esta formado, de hecho, por autointerpretaciones tan contrapuestas como inco- herentes. Serfa més exacto hablar de lo que Spence describe como un «narrative fit»: «la verdad narrativa puede definirse como el criterio que ussimos para decidir cuando. ceria experionca: [recordadadurante-ona sesion psicoanalitica] ha sido captada satisfactoriamente; depende de la continuidad y del final, y de hasta qué punto el engarce de los fragmentos adquiera una finalidad estética. La verdad narrativa es lo que tenemos en mente cuando decimos que tal o cual historia es buena, que una explicacién determinada resulta convincente, que una solucién a un misterio. debe ser verdadera. Una vez que cierta construccién ha adquirido una verdad narra- tiva, se convierte en algo tan real como cualquier otro tipo de verdad; esta ‘nueva realidad se convierte en una parte significativa de la cura psicoana- Ittica» >>, ‘De Boer defini6 la verdad psicoanalitica de forma mas exacta cuando escribié acerca de Adler: «él [Adler] de hecho argumentaba que los recuer- dos trauméticos que eran tan importantes para Freud se inventaban en la neurosis. El estado del paciente trafa a colacién este pasado. Puede ocurrir que un hecho sélo haya sido experimentado como traumético después de que otro hecho haya tenido lugar. ,Cual es entonces el verdadero curso de los hechos en el primer caso? {Cudl es la verdad hist6rica? Es la verdad 8 Spence, D. Py op. cit. p. 3. LAVERDAD EN LALITERATURA Y EN LA HISTORIA o sobre el primer hecho, anterior rfamos asumir esta tltima respuesta y que, adems, no podemos distinguir aqui entre lo que pas6 realmente, ei “hecho”, y las interpretaciones que mis tarde se dieron del mismo»**. De Boer indica de forma clara hasta qué punto lo «dado» en el psicoandlisis tiene la naturaleza de una huella, y mo la distincidn entre el lenguaje (interpretacién) y la realidad (el hecho) pierde su significado cuando sigue esa pista. Teniendo en cuenta el alto grado de realidad de su neurosis, el neurStico tiene pocas razones para dudar de que las ficciones pueden ser reales y que la distincién entre ambos planos es, desde su punto de vista, meramente académica. Finalmente, con este borrar la distincin entre el lenguaje y la realidad en la historia y el Psicoandlisis, la distincién entre el idealismo y el realismo también pierde su significado. Esta observacién es demasiado obvia para que requiera aqu{ una elaboracién, Traduccion de ROSALIA BAENA. ¥ De Boer, T., «Zelfkennis en wetenschap van de menso, en Van den Dungen, M, G. M, Tusen ideologie en opeoedingswerkelitheld, Amsterdam, 1985, p. SS.

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