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y españolas
Los recientes estudios científicos de Darwin sobre la herencia y la influencia del medio
ambiente colocan al niño en el centro de las preocupaciones de los análisis médico-
sociales de la segunda mitad del siglo XIX. A través de su deseo de anclar la ciencia en
el centro de su fresco novelístico, Zola se enfoca en este tema con una aplicación tan
grande que Rougon-Macquart deja un lugar importante para el estudio del niño. Los
grandes novelistas españoles contemporáneos Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán
y Leopoldo Alas (Clarín) se han interesado por la Novela Experimental de Zola, una
contraparte literaria de la Medicina Experimental de Claude Bernard, que dedica
numerosas páginas a los niños, lo que permite en un estudio comparativo mostrar la
continuidad del análisis de este tema tan prometedor en las novelas de finales de siglo.
Lejos de los pequeños Gavroches románticos, los jóvenes héroes naturalistas son objeto
de dos tipos de estudios que no pueden dejar al lector indiferente: el primero se basa en
la aplicación literaria de los últimos descubrimientos científicos sobre la herencia. Los
defectos fisiológicos y psicológicos se estudian con tal minuciosidad que reflejan la
oscuridad de este movimiento literario tan pesimista; el niño parece no ser más que un
estudio de caso en el que cayeron todos los males de sus antepasados. Si el naturalismo
español rechaza el darwinismo, que es ideológicamente incompatible con el catolicismo,
aunque está presente en la península, el hecho es que los novelistas dan una gran parte al
análisis de estos casos clínicos de degeneración de la raza, como si imagen de la España
debilitada por las revoluciones y las guerras carlistas; la nueva generación fue la heredera
impotente de los fracasos de sus mayores.
Defectos hereditarios
En general, los niños, nacidos, llevan el peso de la herencia, como Daudet señala cuando
presenta a los pequeños infantes pobres de la Obra de Belén:
De quoi souffrent-ils ? Qu’est-ce qu’ils ont ? Ils ont tout ce qu’on peut avoir :
maladies d’enfants et maladies d’hommes. Fruits du vice et de la misère, ils
apportent en naissant de hideux phénomènes d’hérédité. (A. Daudet, Le Nabab,
1877: 792).
Muchos de estos defectos no solo están relacionados con la herencia sino también con el
despertar de los malos instintos definidos por Darwin. Es en The Human Beast donde esta
"grieta hereditaria" es la más violenta y revela en Jacques Lantier todos los impulsos
asesinos enterrados:
La famille n’était guère d’aplomb, beaucoup avaient une fêlure. Lui, à certaines
heures, la sentait bien, cette fêlure héréditaire ; non pas qu’il fût d’une santé
mauvaise, car l’appréhension et la honte de ses crises l’avaient seules maigri
autrefois, mais c’était dans son être de subites pertes d’équilibre comme des
cassures, des trous par lesquels son moi lui échappait, au milieu d’une sorte de
grande fumée qui déformait tout. (E. Zola, 1890: 1043).
Por lo tanto, esta grieta no es una enfermedad estrictamente hablando porque Zola insiste
en el vigor y la buena salud de su héroe, sino una lágrima hereditaria que afecta el sistema
nervioso hasta el punto de la locura, como si las habilidades mentales del personaje
fueran, debido a esta locura, inversamente proporcional a esta robustez física. Si en el
caso de Jacques Lantier los trastornos nerviosos se describen explícitamente como
hereditarios, en muchas novelas naturalistas, la enfermedad, vinculada o no a la herencia,
ocupa un lugar primordial en el estudio científico que los novelistas quieren lograr.
Los defectos hereditarios a veces se vuelven más simbólicos, el niño es quien paga por
los errores del pasado: después del éxito de L'Assommoir en España y su inválida heroína
Gervaise, Pérez Galdós retomó el tema de la malformación en La Desheredada, a través
del hijo macrocéfalo de Isidora:
La macrocefalia del recién nacido también revela a Madrid de fin de siglo que quiere
tener "la gran cabeza" y que solo paga las consecuencias de su historia. Muy a menudo,
la enfermedad tiene un valor altamente simbólico, estudiando en un microanálisis del
individuo todos los males revelados por el macroanálisis de la sociedad.
En estrecha relación con los estudios de Darwin sobre grietas hereditarias, los análisis de
la degeneración del Dr. Morel también tuvieron un impacto significativo en las novelas
naturalistas.
Degeneración
Esta semejanza es como martillada en toda la novela no solo para anclar la ley de herencia
sino también para establecer esta línea genealógica que se ha agotado a medida que pasan
las generaciones:
Esta degeneración culmina con la muerte del niño que, mientras juega tirado en el suelo,
se vacía completamente de su sangre: «C’était le sang, la rosée de sang qui perlait, sans
froissement, sans contusion cette fois, qui sortait toute seule, s’en allait, dans l’usure lâche
de la dégénérescence.» (E. Zola, 1893: 1102). En todo Rougon-Macquart, la teoría de la
degeneración a menudo afecta a los personajes; desde el prefacio del segundo volumen,
La Curée, Zola desea mostrar la alteración de la raza a través del personaje de Maxime,
cuyo la virilidad degenera y desaparece en favor de una cierta feminidad:
J’ai voulu montrer l’épuisement prématuré d’une race qui a vécu trop vite et qui
aboutit à l’homme-femme des sociétés pourries ; la spéculation furieuse d’une
époque s’incarnant dans un tempérament sans scrupule, enclin aux aventures ; le
détraquement nerveux d’une femme dont un milieu de luxe et de honte décuple
les appétits natifs. Et, avec ces trois monstruosités sociales, j’ai essayé d’écrire
une oeuvre d’art et de science qui fût en même temps une des pages les plus
étranges de nos moeurs. (É. Zola, La préface de La Curée, 1871: 1581.)
En los siguientes volúmenes, otros dos niños también serán objeto de una degeneración:
el pequeño Louiset, el niño enfermo de Nana o incluso Jacques, el niño hidrocefálico
del artista Claude Lantier.
El Tratado de Degeneración del Dr. Morel está lejos de haber tenido en España el impacto
que ha tenido en Rougon-Macquart. En Pardo Bazán, solo Nucha, por su muerte
prematura, parece haberse extinguido sin motivo, excepto por el aburrimiento, pero el
anuncio de su muerte al final de la novela no parece estar relacionado con la teoría
respaldada por Morel. Del mismo modo, como para ser castigada por casarse con Juanito,
Jacinta no puede tener hijos; ni hay una degeneración que mataría prematuramente a un
niño, sino una extinción de la raza debido a la imposibilidad de generar descendencia. No
fue hasta 1892 y Su Único hijo Clarín para tener una teoría real de la degeneración de la
familia Valcárcel: Emma y mirando el retrato de un de sus antepasados está escrito:
La tara hereditaria y las degeneraciones han sido ampliamente explotadas por los
novelistas naturalistas para marcar el "agotamiento de la raza" cuyos hijos son las
primeras víctimas; el pesimismo a veces violento de estas páginas no es comparable en
modo alguno al escándalo provocado por la evocación de la sexualidad del niño.
Aussi chaque fille s’y trouvait-elle chez elle, il y avait des trous perdus pour toutes,
les galants les culbutaient sur les poutres, derrière les bois, dans les berlines (…)
Dès dix ans, la Mouquette avait fait la culbute dans tous les coins des décombres,
non en galopine effarouchée et encore verte comme Lydie, mais en fille déjà
grasse, bonne pour des garçons barbus (…) Ah ! cette jeunesse, comme elle en
prenait, comme elle se bourrait ! (E. Zola, 1885 : 1240).
Si en Germinal la sexualidad del niño parece una perversión temprana de los sentidos, el
tema está mucho más matizado en Le Ventre de Paris. Los amores de Marjolin y Cadine,
dos pequeños salones entregados a sí mismos, se revelan con más modestia y ternura. La
descripción misma de estos dos niños muestra la complacencia del autor hacia ellos:
Ils faisaient un joli couple, lui et cette gueuse de Cadine, que la mère Chantemesse
avait ramassée, un soir, au coin de l’ancien marché des Innocents. Lui, était
splendide, ce grand bêta, doré comme un Rubens, avec un duvet roussâtre qui
accrochait le jour ; elle, la petite, futée et mince, avait un drôle de museau, sous la
broussaille noire de ses cheveux crépus. (E. Zola, Le Ventre de Paris, 1873: 625)
La sensualidad se convierte en un juego de niños, y es con mucho cuidado que Zola
describe estos momentos de intimidad, lejos de la brutalidad de los jóvenes mineros en el
Norte:
Plus tard, il polissonnèrent, ils cherchèrent les coins noirs de la chambre, ils se
cachèrent plus souvent au fond des magasins de la rue au Lard, derrière les tas de
pommes et les caisses d’oranges. Ils étaient libres et sans honte, comme les
moineaux qui s’accouplent au bord d’un toit. (E. Zola, Le Ventre de Paris, 1873:
771).
La sexualidad del niño también suele estar vinculada a una educación encomendada a la
naturaleza. Es este tabú que rige ambos aspectos de la obra de Pardo Bazán, Los Pazos
de Ulloa y La Madre Naturaleza. Si bien el amor infantil del pequeño Perucho por su
media hermana Manuela fue alusivo en el primer volumen, que todavía se puede decir
que es afecto fraterno, está en el corazón de la segunda novela, cuyo título justifica
libertinaje. Pardo Bazán, que ya había sorprendido a sus lectores en la primera parte, al
escribir esta segunda parte del díptico al año siguiente, hizo que la sociedad de la
Restauración se conmocionara. Muy interesado en las teorías sobre la influencia del
medio ambiente expuestas en Francia y en las que Zola se inspiró en gran medida en su
trabajo, el autora española deseaba dedicar una novela completa a este tema para mostrar
no solo el conflicto corneliano entre la razón y el instinto que roe a los personajes, sino
también el retorno a la animalidad que engendra un abandono del hombre a la naturaleza.
Sin embargo, en este doble tabú del que trata La Madre Naturaleza, porque no solo
Perucho y Manuela son niños, sino que también son hermanos de su padre, Pardo Bazán
no cae en la caricatura de una animalidad desenfrenada. Este amor, por cuestionable que
sea, es muy sincero; más que un amor físico, es una comunión de espíritu entre estos dos
jóvenes que no pueden vivir el uno sin el otro:
2. El incesto
Desde la antigüedad, el incesto ha sido un tema favorito de la literatura: parejas como
Edipo y Jocastus, o Fedro e Hipólito han servido como modelos para toda la literatura
occidental. Fue con la aparición de los estudios psicoanalíticos y el surgimiento de la
investigación antropológica que el tema adquirió otra dimensión a fines del siglo XIX.
Como explica Isabelle Krzywkowski en su análisis titulado "Entre el tabú y el incesto
ideal de fin de siglo":
Elle se rappela Phèdre, elle se souvint sans doute de cet amour empoisonné auquel
elle avait entendu la Ristori prêter ses sanglots. Alors, pour ne plus rencontrer chez
elle le jeune homme, pour creuser à jamais un abîme de honte entre le père et le
fils, elle força son mari à connaître l’inceste, elle lui raconta que, le jour où il
l’avait surprise avec Maxime, c’était celui-ci qui la poursuivait depuis longtemps,
qui cherchait à la violenter. (E. Zola, La Curée, 1872: 588)
La inmoralidad de tal relación es evidente en cada página que resuena como tantas
convicciones. Además, el deseo carnal de Renee es una inversión de los sexos que viriliza
a la heroína y hace que la joven Maxime sea una criatura femenina, "una verdadera niña"
como Madame de Lauwerens la llama. Para Renee, es el asco, el horror y la vergüenza lo
que la anima después de este enlace:
Elle n’aurait pas dormi avec Maxime sur un grabat, au fond d’une mansarde. C’eût
été trop ignoble. La soie avait fait son crime coquet. Et elle rêvait d’arracher ces
dentelles, de cracher sur cette soie, de briser son grand lit à coup de pied, de traîner
son luxe dans quelque ruisseau d’où il sortirait usé et sali comme elle. Quand elle
rouvrit les yeux, elle s’approcha de la glace et se regarda encore, s’examina de
près. Elle était finie. Elle se vit morte. Toute sa face lui disait que le craquement
cérébral s’achevait. Maxime, cette perversion dernière de ses sens, avait terminé
son oeuvre, épuisé sa chair, détraqué son intelligence. (E. Zola, 1872: 576)
Es la misma vergüenza que Zola señala en las primeras páginas de La bestia humana,
cuando Roubaud descubre que el presidente Grandmorin, que tomó a su esposa cuando
era niño, tenía una relación con ella. Es porque él cuidó de la joven Séverine cuando
murió su padre, criándola con su propia hija; esta relación puede considerarse incestuosa.
Es con extrema violencia que se confiesa el crimen cometido en ese momento:
Cabe señalar que el incesto no es un tema naturalista entre muchos otros, pero que es un
problema importante en el ciclo Rougon-Macquart en la medida en que enmarca el fresco.
Después de la presentación de la familia Rougon durante el Segundo Imperio, se hizo
famoso en La Curée y cerró las veinte novelas en Le Docteur Pascal. En esta novela de
tesis, ansiosa por mostrar los defectos hereditarios de las dos familias, el héroe que quiere
ser el único que ha escapado de los defectos de su raza comete el peor crimen al mantener
una relación incestuosa con su sobrina Clotilde, a quien crio como su propia hija. De
hecho, es por su frescura de tez y su extrema juventud que los retratos de la joven insisten
con mayor frecuencia en el enfoque interno a través de los ojos del doctor Pascal:
Elle avait une robe très échancrée, il la respirait toute par cette ouverture d’où
montait le bouquet vivant de la femme, l’odeur pure de sa jeunesse, chauffée au
grand soleil (…). Un flot de sang lui battait les tempes, ses doigts s’égaraient
tandis qu’elle se renversait davantage, offrant la tentation de sa virginité sans le
savoir. C’était l’apparition de royale jeunesse, les yeux clairs, les lèvres saines, les
joues fraîches, le cou délicat surtout, satiné et rond, ombré de cheveux follets vers
la nuque. (E. Zola, 1893: 168)
Más que en los lazos de sangre, Zola insiste en que hay más de treinta y cinco años de
diferencia entre los dos personajes. El aumento del deseo en Pascal opera como una
revelación, un descubrimiento de la mujer que emerge de este pequeño ser andrógino que
siempre ha conocido:
Es sorprendente que la única mujer incestuosa en la literatura española sea imaginada por
una ferviente mujer católica. Los héroes de La Madre Naturaleza parecen servir de dos
maneras a la concepción de la nueva literatura de Pardo Bazán. Por un lado, basa su novela
en el escándalo que puede despertar la expresión de la realidad sin restricciones,
atrayendo a su audiencia por este gusto de la prohibición que explota, y por otro lado, no
se debilita paradójicamente, de ninguna manera su fe religiosa, ya que es precisamente
porque los niños pequeños de los pazos no han recibido ninguna educación –en particular
una moral religiosa–, que son abandonados a la Madre Naturaleza, que su destino deriva
hacia la culpa irremediable.
El incesto debe leerse como un tabú con múltiples desafíos: no solo un tabú moral, la
destrucción psicológica del niño que mantendrá las consecuencias durante toda su vida,
un tabú social, una gran prohibición en una sociedad basada en el respeto a las
generaciones y lazos de sangre, pero también un tabú religioso que revive el debate
blasfemo de los orígenes del mundo como se afirma en Génesis, en este período de duda
y cuestionamiento de la Iglesia.