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La infancia robada: el personaje del niño en las novelas Naturalistas francesas

y españolas

Los recientes estudios científicos de Darwin sobre la herencia y la influencia del medio
ambiente colocan al niño en el centro de las preocupaciones de los análisis médico-
sociales de la segunda mitad del siglo XIX. A través de su deseo de anclar la ciencia en
el centro de su fresco novelístico, Zola se enfoca en este tema con una aplicación tan
grande que Rougon-Macquart deja un lugar importante para el estudio del niño. Los
grandes novelistas españoles contemporáneos Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán
y Leopoldo Alas (Clarín) se han interesado por la Novela Experimental de Zola, una
contraparte literaria de la Medicina Experimental de Claude Bernard, que dedica
numerosas páginas a los niños, lo que permite en un estudio comparativo mostrar la
continuidad del análisis de este tema tan prometedor en las novelas de finales de siglo.

Lejos de los pequeños Gavroches románticos, los jóvenes héroes naturalistas son objeto
de dos tipos de estudios que no pueden dejar al lector indiferente: el primero se basa en
la aplicación literaria de los últimos descubrimientos científicos sobre la herencia. Los
defectos fisiológicos y psicológicos se estudian con tal minuciosidad que reflejan la
oscuridad de este movimiento literario tan pesimista; el niño parece no ser más que un
estudio de caso en el que cayeron todos los males de sus antepasados. Si el naturalismo
español rechaza el darwinismo, que es ideológicamente incompatible con el catolicismo,
aunque está presente en la península, el hecho es que los novelistas dan una gran parte al
análisis de estos casos clínicos de degeneración de la raza, como si imagen de la España
debilitada por las revoluciones y las guerras carlistas; la nueva generación fue la heredera
impotente de los fracasos de sus mayores.

El segundo ángulo de enfoque que interesa a los novelistas naturalistas es un estudio


social y más específicamente los tabúes que lo conciernen. En línea con los análisis de
los higienistas médicos que multiplican los libros sobre sexualidad, los novelistas
naturalistas son los primeros en atreverse a hacer de este tema un tema novedoso. Por lo
tanto, no es sin cierto aroma de escándalo que la sexualidad del niño se codea con los
deseos de la pubertad y, aún más impactante, el incesto.

El personaje del niño no es un héroe romántico ni un personaje de segunda categoría; El


novelista naturalista a menudo lo coloca a la vanguardia de su estudio, al mismo tiempo
que el último eslabón de la herencia ancestral, soportando así todo el peso de los errores
pasados, y como objeto de un estudio profundo de la sensualidad y la sexualidad de lo
que era hasta entonces la inocencia por excelencia. Al mismo tiempo es representante de
los avances médicos y el modelo simbólico de una sociedad corrupta, el carácter del niño
se lee como una nueva forma de cruzar las fronteras de lo prohibido.

Defectos hereditarios

En las novelas naturalistas, la herencia transmite esencialmente los defectos de una


generación a otra como la tía Dide, quien, por su locura, condenó a todos sus
descendientes. No es sorprendente que los novelistas presten especial atención a los
defectos transmitidos a los niños pequeños. A veces los niños heredan los vicios de la
generación que los precede, es decir, sus padres: como explica Darwin, las desviaciones
hereditarias" se transmiten con mayor frecuencia "a personas del mismo sexo", de madre
a hija y padre a hijo. Así, en En Ménage, Cyprien se escribe a sí mismo "¡Y las chicas,
entonces! ¡Estos adorables recipientes de carne nueva donde los vicios transferidos de las
madres se rejuvenecen! "(J.K. Huysmans, 1881: 27). En cuanto a Maximiliano, lamenta
la herencia que golpeará al hijo ilegítimo que su esposa concibió con su rival, Juanito
Santa Cruz: "El niño inocente", dice, "no es responsable de su padre, pero él hereda de él
su mal pasado. ¡Pobre niño! Me da lástima. (Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, 1886:
688). A veces el niño hereda los caracteres de ambos padres, como Eugene que adquirió
el físico del padre y la psicología de la madre:

Eugène offrait le cas curieux de certaines qualités morales et intellectuelles de


sa mère enfouies dans les chairs épaisses de son père. Il avait des ambitions hautes,
des instincts autoritaires, un mépris singulier pour les petits moyens et les petites
fortunes. (E. Zola, La Fortune des Rougon, 1871: 62).

Esto no es una "mancha", estrictamente hablando, incluso si Zola insiste en la


inmoderación de la ambición del joven, en su voluntad de aplastar al mundo para que
emerja de todo poderoso, asimilando este exceso a la locura del poder, al igual que
compara la ambición de su hermano Aristide con la obsesión con el dinero desde una
edad temprana:

Tandis qu’Eugène rêvait de plier un peuple à sa volonté et s’enivrait de sa toute-


puissance future, lui se voyait dix fois millionnaire, logé dans une demeure
princière, mangeant et buvant bien, savourant la vie par tous les sens et tous les
organes de son corps. Il voulait surtout une fortune rapide. (E. Zola, 1871: 63).

En general, los niños, nacidos, llevan el peso de la herencia, como Daudet señala cuando
presenta a los pequeños infantes pobres de la Obra de Belén:
De quoi souffrent-ils ? Qu’est-ce qu’ils ont ? Ils ont tout ce qu’on peut avoir :
maladies d’enfants et maladies d’hommes. Fruits du vice et de la misère, ils
apportent en naissant de hideux phénomènes d’hérédité. (A. Daudet, Le Nabab,
1877: 792).
Muchos de estos defectos no solo están relacionados con la herencia sino también con el
despertar de los malos instintos definidos por Darwin. Es en The Human Beast donde esta
"grieta hereditaria" es la más violenta y revela en Jacques Lantier todos los impulsos
asesinos enterrados:

La famille n’était guère d’aplomb, beaucoup avaient une fêlure. Lui, à certaines
heures, la sentait bien, cette fêlure héréditaire ; non pas qu’il fût d’une santé
mauvaise, car l’appréhension et la honte de ses crises l’avaient seules maigri
autrefois, mais c’était dans son être de subites pertes d’équilibre comme des
cassures, des trous par lesquels son moi lui échappait, au milieu d’une sorte de
grande fumée qui déformait tout. (E. Zola, 1890: 1043).

Por lo tanto, esta grieta no es una enfermedad estrictamente hablando porque Zola insiste
en el vigor y la buena salud de su héroe, sino una lágrima hereditaria que afecta el sistema
nervioso hasta el punto de la locura, como si las habilidades mentales del personaje
fueran, debido a esta locura, inversamente proporcional a esta robustez física. Si en el
caso de Jacques Lantier los trastornos nerviosos se describen explícitamente como
hereditarios, en muchas novelas naturalistas, la enfermedad, vinculada o no a la herencia,
ocupa un lugar primordial en el estudio científico que los novelistas quieren lograr.

Los defectos hereditarios a veces se vuelven más simbólicos, el niño es quien paga por
los errores del pasado: después del éxito de L'Assommoir en España y su inválida heroína
Gervaise, Pérez Galdós retomó el tema de la malformación en La Desheredada, a través
del hijo macrocéfalo de Isidora:

Es algo monstruoso, lo que llamamos un macrocéfalo, es decir, que tiene la cabeza


muy grande, deforme ¡Misterios de la herencia fisiológica! Su madre me pregunta
si todo aquella gran testa estará llena de talento. Yo le digo que su delirante
ambición y su vicio mental le darán una descendencia de cabezudos raquíticos.
(B. Pérez Galdós, 1881: 246).

La macrocefalia del recién nacido también revela a Madrid de fin de siglo que quiere
tener "la gran cabeza" y que solo paga las consecuencias de su historia. Muy a menudo,
la enfermedad tiene un valor altamente simbólico, estudiando en un microanálisis del
individuo todos los males revelados por el macroanálisis de la sociedad.
En estrecha relación con los estudios de Darwin sobre grietas hereditarias, los análisis de
la degeneración del Dr. Morel también tuvieron un impacto significativo en las novelas
naturalistas.

Degeneración

El Tratado de Degeneración del Dr. Benedict-Auguste Morel, publicado en 1857, tuvo


una influencia considerable en los estudios psiquiátricos franceses, particularmente
gracias a la influencia de las ideas de uno de sus discípulos, el Dr. Magnan. El concepto
de degeneración es concebible solo si uno presupone la existencia de una norma ideal,
opuesta a la que se define en términos de desviaciones, la alteración de las características
constitutivas de la especie humana. Pascal repetirá esta teoría en las palabras de Morel:
"Ciertamente sí", continuó, "las razas se degeneran. Hay un agotamiento real, un lapso,
en la satisfacción. codiciosos de su apetito ellos [Rougon-Macquart] habían quemado
demasiado rápido "(E. Zola, 1893: 1017). El ejemplo mismo de esta degeneración es el
caso del pequeño Charles, cuya similitud con su bisabuela Adelaide está subrayada:

Charles, à quinze ans, en paraissait à peine douze, et il en était resté à


l’intelligence balbutiante d’un enfant de cinq ans. D’une extraordinaire
ressemblance avec sa trisaïeule, Tante Dide, la folle des Tulettes, il avait une
grâce élancée et fine. (E. Zola, 1893: 965).

Esta semejanza es como martillada en toda la novela no solo para anclar la ley de herencia
sino también para establecer esta línea genealógica que se ha agotado a medida que pasan
las generaciones:

Mais ce qui frappait surtout, en ce moment, c’était sa ressemblance avec Tante


Dide, cette ressemblance qui avait franchi trois générations, qui sautait de ce
visage desséché de centenaire, de ses traits usés, à cette délicate figure d’enfant,
comme effacée déjà elle aussi, très vieille et finie par l’usure de la race. (E. Zola,
1893: 975).

Esta degeneración culmina con la muerte del niño que, mientras juega tirado en el suelo,
se vacía completamente de su sangre: «C’était le sang, la rosée de sang qui perlait, sans
froissement, sans contusion cette fois, qui sortait toute seule, s’en allait, dans l’usure lâche
de la dégénérescence.» (E. Zola, 1893: 1102). En todo Rougon-Macquart, la teoría de la
degeneración a menudo afecta a los personajes; desde el prefacio del segundo volumen,
La Curée, Zola desea mostrar la alteración de la raza a través del personaje de Maxime,
cuyo la virilidad degenera y desaparece en favor de una cierta feminidad:
J’ai voulu montrer l’épuisement prématuré d’une race qui a vécu trop vite et qui
aboutit à l’homme-femme des sociétés pourries ; la spéculation furieuse d’une
époque s’incarnant dans un tempérament sans scrupule, enclin aux aventures ; le
détraquement nerveux d’une femme dont un milieu de luxe et de honte décuple
les appétits natifs. Et, avec ces trois monstruosités sociales, j’ai essayé d’écrire
une oeuvre d’art et de science qui fût en même temps une des pages les plus
étranges de nos moeurs. (É. Zola, La préface de La Curée, 1871: 1581.)

En los siguientes volúmenes, otros dos niños también serán objeto de una degeneración:
el pequeño Louiset, el niño enfermo de Nana o incluso Jacques, el niño hidrocefálico
del artista Claude Lantier.

El Tratado de Degeneración del Dr. Morel está lejos de haber tenido en España el impacto
que ha tenido en Rougon-Macquart. En Pardo Bazán, solo Nucha, por su muerte
prematura, parece haberse extinguido sin motivo, excepto por el aburrimiento, pero el
anuncio de su muerte al final de la novela no parece estar relacionado con la teoría
respaldada por Morel. Del mismo modo, como para ser castigada por casarse con Juanito,
Jacinta no puede tener hijos; ni hay una degeneración que mataría prematuramente a un
niño, sino una extinción de la raza debido a la imposibilidad de generar descendencia. No
fue hasta 1892 y Su Único hijo Clarín para tener una teoría real de la degeneración de la
familia Valcárcel: Emma y mirando el retrato de un de sus antepasados está escrito:

C’est indéniable, il y a une certaine ressemblance, commenta-t-elle. Mais à


l’évidence notre race a dégénéré. Il était beaucoup plus beau et plus robuste que
toi. Les Valcárcel d’aujourd’hui sont tous des mauviettes: tu serais joli à voir,
avec cette armure sur le dos. (L. Alas, 1891: 16)

Es innegable, hay un cierto parecido, comentó. Pero obviamente nuestra raza


se ha degenerado. Era mucho más guapo y más fuerte que tú. Los Valcárcel de
hoy son todos débiles: sería bonito verlos, con esta armadura en la espalda.

La tara hereditaria y las degeneraciones han sido ampliamente explotadas por los
novelistas naturalistas para marcar el "agotamiento de la raza" cuyos hijos son las
primeras víctimas; el pesimismo a veces violento de estas páginas no es comparable en
modo alguno al escándalo provocado por la evocación de la sexualidad del niño.

Los tabúes sexuales


1. La sexualidad en l infancia
Lejos de la visión romántica del niño como símbolo de pureza y de inocencia, las novelas
naturalistas presentan a niños sujetos a deseos e impulsos. Zola fue uno de los primeros
en hablar acerca de este tema tabú: la sexualidad infantil. Su actitud hacia esta sexualidad
perturbadora es ambigua: por un lado, trata de analizarlo como un juego, como el
comportamiento de pequeños animales salvajes con instintos inocentes, y por otro lado,
parece tenerle horror, multiplicando las críticas de estos pequeños seres viciosos
corruptos antes de la edad. Tres novelas entre los veinte volúmenes de Rougon-Macquart
están interesadas en el problema de la sexualidad del niño en diferentes grados: en Le
Docteur Pascal, esto es solo una anécdota sobre Charles el ingenuo que resbala entregue
el corpiño de Clotilde, como un animalito temprano y vicioso. Es este mismo vicio el que
se denuncia en Germinal, sobre los amores de Jeanlin y Lydie; el libertinaje parece flotar
sobre todos los jóvenes de Montsou, especialmente las niñas que se han convertido en
mujeres antes de la edad:

Aussi chaque fille s’y trouvait-elle chez elle, il y avait des trous perdus pour toutes,
les galants les culbutaient sur les poutres, derrière les bois, dans les berlines (…)
Dès dix ans, la Mouquette avait fait la culbute dans tous les coins des décombres,
non en galopine effarouchée et encore verte comme Lydie, mais en fille déjà
grasse, bonne pour des garçons barbus (…) Ah ! cette jeunesse, comme elle en
prenait, comme elle se bourrait ! (E. Zola, 1885 : 1240).
Si en Germinal la sexualidad del niño parece una perversión temprana de los sentidos, el
tema está mucho más matizado en Le Ventre de Paris. Los amores de Marjolin y Cadine,
dos pequeños salones entregados a sí mismos, se revelan con más modestia y ternura. La
descripción misma de estos dos niños muestra la complacencia del autor hacia ellos:

Ils faisaient un joli couple, lui et cette gueuse de Cadine, que la mère Chantemesse
avait ramassée, un soir, au coin de l’ancien marché des Innocents. Lui, était
splendide, ce grand bêta, doré comme un Rubens, avec un duvet roussâtre qui
accrochait le jour ; elle, la petite, futée et mince, avait un drôle de museau, sous la
broussaille noire de ses cheveux crépus. (E. Zola, Le Ventre de Paris, 1873: 625)
La sensualidad se convierte en un juego de niños, y es con mucho cuidado que Zola
describe estos momentos de intimidad, lejos de la brutalidad de los jóvenes mineros en el
Norte:

Lui, flairant sa jupe, longuement, en manière de jeu, semblait chercher, finissait


par dire : « Ça sent le muguet. » Il montait à la taille, au corsage, reniflait plus fort
: « Ça sent la giroflée. » Et aux manches, à la jointure des poignets : « Ça sent le
lilas. » Et à la nuque, tout autour du cou, sur les joues, sur les lèvres : « Ça sent la
rose ». (E. Zola, Le Ventre de Paris, 1873: 768).
El tabú sexual es matizado por la inocencia que emerge de estos dos niños. Lejos de ser
impactante, esta desvergüenza se vuelve conmovedora; regresados a un estado de
naturaleza primitiva, estos dos pequeños seres que han crecido sin reglas ni prohibiciones
son el ejemplo de la influencia del medio ambiente en el hombre:

Plus tard, il polissonnèrent, ils cherchèrent les coins noirs de la chambre, ils se
cachèrent plus souvent au fond des magasins de la rue au Lard, derrière les tas de
pommes et les caisses d’oranges. Ils étaient libres et sans honte, comme les
moineaux qui s’accouplent au bord d’un toit. (E. Zola, Le Ventre de Paris, 1873:
771).
La sexualidad del niño también suele estar vinculada a una educación encomendada a la
naturaleza. Es este tabú que rige ambos aspectos de la obra de Pardo Bazán, Los Pazos
de Ulloa y La Madre Naturaleza. Si bien el amor infantil del pequeño Perucho por su
media hermana Manuela fue alusivo en el primer volumen, que todavía se puede decir
que es afecto fraterno, está en el corazón de la segunda novela, cuyo título justifica
libertinaje. Pardo Bazán, que ya había sorprendido a sus lectores en la primera parte, al
escribir esta segunda parte del díptico al año siguiente, hizo que la sociedad de la
Restauración se conmocionara. Muy interesado en las teorías sobre la influencia del
medio ambiente expuestas en Francia y en las que Zola se inspiró en gran medida en su
trabajo, el autora española deseaba dedicar una novela completa a este tema para mostrar
no solo el conflicto corneliano entre la razón y el instinto que roe a los personajes, sino
también el retorno a la animalidad que engendra un abandono del hombre a la naturaleza.
Sin embargo, en este doble tabú del que trata La Madre Naturaleza, porque no solo
Perucho y Manuela son niños, sino que también son hermanos de su padre, Pardo Bazán
no cae en la caricatura de una animalidad desenfrenada. Este amor, por cuestionable que
sea, es muy sincero; más que un amor físico, es una comunión de espíritu entre estos dos
jóvenes que no pueden vivir el uno sin el otro:

Instintivamente, Pedro y Manuela se aproximaron uno al otro, y sus dedos se


engancharon con más fuerza; pero el sentimiento que ahora los unía no era el
mismo que allá en la gruta, sino una especie de comunión de los espíritus,
simultáneamente agitados, sin que ellos mismos los comprendiesen por las ideas
de muerte, de transformación y de amor, removidas en la grosera plática del vejete
borracho. (E. Pardo Bazan, 1887: 33).
En estas líneas, es la benevolencia del autor hacia sus personajes lo que destaca más que
una crítica de estos amores prohibidos. Los dos héroes atrapados entre sus instintos
naturales y las convenciones morales se convierten de alguna manera en víctimas de la
novela.
También es la rigidez de las convenciones morales denunciadas por Clarín en La Regenta;
durante el recuento de la historia de la infancia de la heroína, se menciona el escándalo
de la perversión del niño con su amigo Germán. Pero es bajo el pretexto de una moral
despreciada que la pequeña Ana fue señalada erróneamente. Solo muchos años después
comprenderá de qué se la acusó, de quién no fue culpable y de que fue castigada por
personas bien pensadas:

Le scandale courut de bouche en bouche ; même au Cercle on fut au courant de


cette affaire, de la confession qu’on avait imposée à la coupable. Le cas fut discuté
du point de vue physiologique. On prit parti ; certains disaient que c’était
parfaitement possible, et l’on citait force exemples d’une semblable précocité (…)
Bien plus tard, quand fut tombé le dernier voile de son innocence et qu’elle put y
voir clair, cet âge était déjà loin ; elle se rappelait vaguement son amitié avec ce
garçon de Colondres, mais elle ne distinguait clairement que le souvenir de son
souvenir, et elle se posait des questions, ne sachant si elle avait été coupable ou
non de tout ce qu’on racontait. (L. Alas, 1884: 102).
El tabú tiene doble filo en estas novelas: puede denunciar la inmoralidad de ciertos
comportamientos, pero también muestra que lo más reprensible no es necesariamente lo
más perturbador. Aún más impactante es la evocación del incesto más o menos velada en
estas novelas.

2. El incesto
Desde la antigüedad, el incesto ha sido un tema favorito de la literatura: parejas como
Edipo y Jocastus, o Fedro e Hipólito han servido como modelos para toda la literatura
occidental. Fue con la aparición de los estudios psicoanalíticos y el surgimiento de la
investigación antropológica que el tema adquirió otra dimensión a fines del siglo XIX.
Como explica Isabelle Krzywkowski en su análisis titulado "Entre el tabú y el incesto
ideal de fin de siglo":

Nos encontramos [incesto] con tanta frecuencia en literatura, pintura e incluso


música de finales del siglo XIX, a quienes les gusta mostrar la tradición en la que
encaja, mientras que, al mismo tiempo, la etnología y el psicoanálisis lo coloca en
el centro de sus preocupaciones. El incesto, tabú por excelencia, por lo tanto objeto
de escándalo, no podía dejar indiferente un arte que se pretendía basado en la
transgresión de la moral y la desviación de los mitos.
El incesto es, por lo tanto, un tabú que sirve al escándalo en el que se basa la concepción
de la nueva literatura. Lejos de la neutralidad que deberían mostrar los escritores para
creer en las teorías naturalistas, estas novelas están marcadas por juicios morales que
condenan las relaciones incestuosas. Desde la segunda parte del Rougon-Macquart, Zola
se enfoca en este tema al anclarse en una tradición literaria al referirse a la heroína misma
a su antiguo modelo:

Elle se rappela Phèdre, elle se souvint sans doute de cet amour empoisonné auquel
elle avait entendu la Ristori prêter ses sanglots. Alors, pour ne plus rencontrer chez
elle le jeune homme, pour creuser à jamais un abîme de honte entre le père et le
fils, elle força son mari à connaître l’inceste, elle lui raconta que, le jour où il
l’avait surprise avec Maxime, c’était celui-ci qui la poursuivait depuis longtemps,
qui cherchait à la violenter. (E. Zola, La Curée, 1872: 588)
La inmoralidad de tal relación es evidente en cada página que resuena como tantas
convicciones. Además, el deseo carnal de Renee es una inversión de los sexos que viriliza
a la heroína y hace que la joven Maxime sea una criatura femenina, "una verdadera niña"
como Madame de Lauwerens la llama. Para Renee, es el asco, el horror y la vergüenza lo
que la anima después de este enlace:

Elle n’aurait pas dormi avec Maxime sur un grabat, au fond d’une mansarde. C’eût
été trop ignoble. La soie avait fait son crime coquet. Et elle rêvait d’arracher ces
dentelles, de cracher sur cette soie, de briser son grand lit à coup de pied, de traîner
son luxe dans quelque ruisseau d’où il sortirait usé et sali comme elle. Quand elle
rouvrit les yeux, elle s’approcha de la glace et se regarda encore, s’examina de
près. Elle était finie. Elle se vit morte. Toute sa face lui disait que le craquement
cérébral s’achevait. Maxime, cette perversion dernière de ses sens, avait terminé
son oeuvre, épuisé sa chair, détraqué son intelligence. (E. Zola, 1872: 576)
Es la misma vergüenza que Zola señala en las primeras páginas de La bestia humana,
cuando Roubaud descubre que el presidente Grandmorin, que tomó a su esposa cuando
era niño, tenía una relación con ella. Es porque él cuidó de la joven Séverine cuando
murió su padre, criándola con su propia hija; esta relación puede considerarse incestuosa.
Es con extrema violencia que se confiesa el crimen cometido en ese momento:

Il [Roubaud] ne la battait plus, il la torturait de ses questions, du besoin


inextinguible qu’il avait de savoir.
- Ainsi, tu as couché avec, garce!… Répète, répète que tu as couché avec ce
vieux… Et à quel âge, hein? Toute petite, toute petite, n’est-ce pas? (…) Ah! la
sale chose, ce vieux se faisant baisoté comme un grand-père, regardant pousser
cette fillette, la tâtant, l’entamant un peu à chaque heure, sans avoir la patience
d’attendre qu’elle fût mûre ! Roubaud haletait.
- Enfin, à quel âge… répète à quel âge?
- Seize ans et demi.
- Tu mens! (E. Zola, 1890: 1014)
El incesto es aún más repugnante aquí porque toca a un niño, rompiendo su juventud por
una madurez demasiado temprana y su vida como mujer por las dramáticas consecuencias
del consiguiente asesinato del presidente. Como Renée ya sentía, el incesto es la muerte
antes de la hora, el crimen irremediable, irreparable.

Cabe señalar que el incesto no es un tema naturalista entre muchos otros, pero que es un
problema importante en el ciclo Rougon-Macquart en la medida en que enmarca el fresco.
Después de la presentación de la familia Rougon durante el Segundo Imperio, se hizo
famoso en La Curée y cerró las veinte novelas en Le Docteur Pascal. En esta novela de
tesis, ansiosa por mostrar los defectos hereditarios de las dos familias, el héroe que quiere
ser el único que ha escapado de los defectos de su raza comete el peor crimen al mantener
una relación incestuosa con su sobrina Clotilde, a quien crio como su propia hija. De
hecho, es por su frescura de tez y su extrema juventud que los retratos de la joven insisten
con mayor frecuencia en el enfoque interno a través de los ojos del doctor Pascal:

Elle avait une robe très échancrée, il la respirait toute par cette ouverture d’où
montait le bouquet vivant de la femme, l’odeur pure de sa jeunesse, chauffée au
grand soleil (…). Un flot de sang lui battait les tempes, ses doigts s’égaraient
tandis qu’elle se renversait davantage, offrant la tentation de sa virginité sans le
savoir. C’était l’apparition de royale jeunesse, les yeux clairs, les lèvres saines, les
joues fraîches, le cou délicat surtout, satiné et rond, ombré de cheveux follets vers
la nuque. (E. Zola, 1893: 168)
Más que en los lazos de sangre, Zola insiste en que hay más de treinta y cinco años de
diferencia entre los dos personajes. El aumento del deseo en Pascal opera como una
revelación, un descubrimiento de la mujer que emerge de este pequeño ser andrógino que
siempre ha conocido:

Et il voyait clair, brusquement, il voyait la femme qu’elle était devenue, lorsque,


du galopin sans sexe, s’était dégagée cette créature de charme et d’amour, avec
ses jambes longues et fuselées, son torse élancé et fort, à la poitrine ronde, au cou
rond, aux bras ronds et souples. Sa nuque, ses épaules étaient un lait pur, une soie
blanche, polie, d’une infinie douceur. (E. Zola , 1893: 169)
El incesto aquí parece tener un valor altamente simbólico, ya que concluye el estudio en
profundidad de Pascal sobre su familia. Desde la degeneración hasta los defectos
hereditarios, las generaciones parecen tener éxito entre sí cada vez más pobres, pero es
gracias al retrato de Clotilde, la última rama del árbol genealógico, el retrato más positivo
de la belleza y la juventud de heroína, que el Dr. Pascal concluye su análisis con una nota
optimista de regeneración de la raza. Sin embargo, Zola matiza estas conclusiones al
colocar el tabú del incesto encima de esta joven que debería encarnar la esperanza de la
regeneración: luego libre para que el lector saque sus propias conclusiones.
Si el tema del incesto fue tan interesante a fines del siglo XIX, también lo es por su alcance
iconoclasta. En este período de cuestionamiento de la religión, el surgimiento de cierto
anticlericalismo, la transgresión de lo divino también afecta a la literatura; el incesto es
una alusión a lo bíblico no hablado sobre la tercera generación de hombres. Si Adán y
Eva tuvieron tres hijos, uno de los cuales fue asesinado por su hermano, ¿qué pasa con
los descendientes de Caín y Set? Es en este debate más acalorado, en este período de crisis
de la conciencia religiosa, donde se inscribe el tema romántico del incesto.

Es sorprendente que la única mujer incestuosa en la literatura española sea imaginada por
una ferviente mujer católica. Los héroes de La Madre Naturaleza parecen servir de dos
maneras a la concepción de la nueva literatura de Pardo Bazán. Por un lado, basa su novela
en el escándalo que puede despertar la expresión de la realidad sin restricciones,
atrayendo a su audiencia por este gusto de la prohibición que explota, y por otro lado, no
se debilita paradójicamente, de ninguna manera su fe religiosa, ya que es precisamente
porque los niños pequeños de los pazos no han recibido ninguna educación –en particular
una moral religiosa–, que son abandonados a la Madre Naturaleza, que su destino deriva
hacia la culpa irremediable.

El incesto debe leerse como un tabú con múltiples desafíos: no solo un tabú moral, la
destrucción psicológica del niño que mantendrá las consecuencias durante toda su vida,
un tabú social, una gran prohibición en una sociedad basada en el respeto a las
generaciones y lazos de sangre, pero también un tabú religioso que revive el debate
blasfemo de los orígenes del mundo como se afirma en Génesis, en este período de duda
y cuestionamiento de la Iglesia.

Neurosis, degeneraciones, patologías congénitas, defectos hereditarios, tabúes sexuales


transgredidos, el hijo de las novelas naturalistas parece ser el punto de convergencia de
todo lo que puede conmocionar al lector. Tantas más escandalosas como tocan el símbolo
de pureza e inocencia, estas páginas muestran el gran modernidad de esta literatura. El
deseo de decir todo, de ocultar nada empuja a estos autores a cruzar las fronteras de lo
indescriptible.

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