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Huellas de la Historia, núm.

32, año 3

LOS CRISTIANOS Y LA ROMA IMPERIAL

LOS MARTIRIOS EN EL
ÁFRICA ROMANA
Diego Gerardo Naselli
Profesor en Historia

Los juicios romanos en contra de los cristianos


Los gobernadores provinciales del Imperio Romano tenían derecho de cognitio judicial
por su iurisdictio (jurisdicción), por lo tanto los juicios practicados por éstos eran
totalmente legales; en lo criminal tenían un poder casi ilimitado, pero debían respetar
los derechos de un ciudadano romano. Muchas veces los gobernadores estaban a cargo
de los juicios en contra de los cristianos, pero el procedimiento era acusatorio, por lo
tanto, el magistrado no podía actuar si no se realizaba una denuncia previa.1 La fuga de
los cristianos durante la persecución era relativamente fácil, porque las autoridades no
se encontraban capacitadas para perseguir especialmente a cada uno de ellos. Pero los
magistrados de principios del siglo III no jugaban un papel importante en las
persecuciones; este puesto era ocupado por grupos de romanos que actuaban como
delatores (acusadores), denunciaban a los cristianos y llevaban a cabo la persecución.

1
STE. CROIX, G.E.M., “¿Por que fueron perseguidos los primeros cristianos?” en: FINLEY, M.I.,
Estudios sobre Historia Antigua, pp. 242 y 248.
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Los acusadores llegaban a ser incluso practicantes de otras religiones, soldados o


esclavos2 con un gran sentimiento anticristiano o para satisfacer sus intereses
personales, acusando a sus enemigos de «cristianos» y así eliminarlos. Pero, a mediados
del siglo III, las indagaciones eran dirigidas por magistrados locales, por orden directa
de los emperadores.
2
En el caso de África, los juicios llevados a cabo por las autoridades romanas estaban
precedidos por el procónsul; rectifican la causa principal de las persecuciones en contra
de los cristianos, siendo encontrados culpables de traición tanto política como religiosa
al Estado y al emperador. Las persecuciones en tiempos de Septimio Severo eran
locales, y a veces se iniciaban por orden de la autoridad romana local presionada por las
poblaciones autóctonas. Pero éstas no eran centralizadas por el emperador.
En el acta de martirio de Perpetua y Felicidad (en el año 203), el juicio fue precedido
por el procurador Hilariano facultado con el ius gladii (el poder de vida y muerte), en
reemplazo del procónsul difunto Minucio Timiniano. El juicio se llevó a cabo en una
plaza con una gran multitud reunida para presenciarlo. El acto judicial se realizó de la
siguiente manera:

«Subimos al estrado. Mis compañeros fueron


interrogados y confesaron su fe. [Hilariano le ordena
a Perpetua realizar la prueba del sacrificio]
«'Sacrifica por la salud de los emperadores'»
[Perpetua] Yo respondí: '¡No sacrifico!'; Hilariano
preguntó: '¿Eres cristiana?'; Yo respondí: 'Si, soy
cristiana'. [...] Entonces Hilariano pronunció
sentencia contra todos nosotros, condenándonos a las
fieras.»3

El procurador le da la opción de sacrificar, pero


ella se niega, entonces pregunta si era cristiana,
ya que los judíos habían sido eximidos de realizar el culto al emperador.4 Al aceptar
pertenecer a la fe cristiana fue sentenciada.

2
TERTULIANO, Apología contra los gentiles, p. 33.
3
“Martirio de las Santas Perpetua y Felicidad” en: MIGLIORANZA, Contardo, Actas de los Mártires,
Ediciones Paulinas, pp. 81-82.
4
DURANT, Will, César y Cristo, historia de la civilización romana y del cristianismo desde sus
comienzos hasta el año 325 d. de C., Tomo II, Editorial Sudamericana, Bs. As., Argentina, 1948, p. 403.
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Con respecto a Felicidad, la esclava embarazada cristiana que también sufre el juicio, ya
en la celda el carcelero le pregunta, después de los dolores del parto: «¿qué harás
cuando seas arrojada a las fieras, de las que te burlaste, al no querer sacrificar?»5.
Aparece por segunda vez el tema de la negación a sacrificar.
Durante el imperio de Decio, los bárbaros renovaron el ataque sobre territorio imperial.
3
Por orden directa del emperador se ordenó a cada habitante del Estado realizar una
supplicatio general en honor a los dioses romanos. No se le pedía a los cristianos que
renegaran de su fe, solo que se unieran a la supplicatio. Muchos, en Alejandría, Cartago
y Esmirna, acataron la orden y realizaron la ceremonia. Quienes no, morían en la cárcel
o eran ejecutados6. La persecución de los cristianos fue más general y la primera
organizada desde el gobierno romano central. La clerecía de la Iglesia cristiana era la
primera en ser arrestada y castigada. Una vez capturados, se le pedía que entregaran las
Sagradas Escrituras; luego se obligaba a los demás ciudadanos a sacrificar por los
dioses y el emperador, entregándoles el libellus. Los emperadores Valeriano y Galieno
(253-260) continuaron con la persecución desde el 257 al 259.
En el Acta de martirio de Cipriano, el procónsul de África, Aspasio Paterno, recibe una
orden directa de estos emperadores (257) en donde se prohibía a los cristianos reunirse
en cualquier lugar y menos en los cementerios, además debía capturar a obispos y
presbíteros que se encontrasen en la ciudad de Cartago, y si se negaban a sacrificar por
los dioses y el emperador romano deberían ser condenados. Entonces llama a Cipriano a
los tribunales de Cartago (257 d.C.), diciéndole:

«-Los sacratísimos emperadores Valeriano y Galieno se han dignado enviarme una carta en
la que ordenan que todos los que no profesan la religión de Roma, deberán acomodarse a sus
ritos y ceremonias. Por ello te he mandado llamar nominalmente. ¿Qué me respondes? El
obispo Cipriano dijo: soy cristiano y soy obispo. No he reconocido dioses algunos, sino al único
y verdadero Dios [...]. El procónsul Paterno dijo: ¿Perseveras entonces en este propósito? El
obispo Cipriano respondió: La voluntad bien intencionada que conoce a Dios no tiene por qué
cambiarse. El procónsul Paterno dijo: ¿Podrías entonces partir desterrado para Cúrubis, de
acuerdo con el mandato de Valeriano y Galieno? El obispo Cipriano dijo: De inmediato partiré.
[...] En consecuencia, el procónsul Paterno decretó que el obispo Cipriano fuese desterrado.»7

5
“Martirio de las Santas Perpetua y Felicidad” en: MIGLIORANZA, Contardo, Op. Cit., p. 88.
6
DURANT, Will, Op. Cit., p. 409.
7
DURANT, Will, Op. Cit., p. 409.
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Cipriano se establece en Cúrubis, poblado costero a kilómetros de Cartago. Muerto


Paterno, el nuevo procónsul Galerio Máximo ordenó a dos altos empleados oficiales
buscar a Cripiano y traérselo en persona (258 d.C.). En el día designado para el nuevo
juicio (14 de septiembre de 258) se congregó una gran muchedumbre para presenciarlo.
El procónsul Máximo enfrente a Cipriano comenzó el proceso:
4

«El procónsul Galerio Máximo dijo: ¿Y tú te has presentado como el jefe de unos hombres
de opiniones sacrílegas? El obispo Cipriano respondió: Yo mismo. El procónsul Galerio
Máximo dijo: Los sacratísimos emperadores han mandado que sacrifiques a los dioses. El
obispo Cipriano dijo: Jamás lo haré. [Máximo explicó los cargos en contra del obispo y dictó
sentencia] Por largo tiempo has vivido de un modo sacrílego y te ganaste a muchos otros a la
nefasta conspiración y te constituiste enemigo de los dioses romanos y de sus ritos sagrados, sin
que hubieran podido atraerte a la observancia de sus ceremonias los [...] emperadores, Valerio y
Galerio, y [...] el César Valeriano. Por lo tanto, habiendo sido apresado como autor y propulsor
de perdidísimos crímenes, servirás tú mismo de escarmiento a aquellos que te agregaste a tus
delitos y con tu sangre se reivindicará la ley. [...] leyó en la tablilla el decreto: 'Se ordena que
Tascio Cipriano sea decapitado.'»8

Se ve aquí la forma de actuar de los magistrados romanos de mediados del siglo III con
relación a los cristianos: la orden viene directamente de los emperadores hacia el
procónsul, él actúa bajo mandato del gobierno central e intenta cumplir la ley. Ésta es la
diferencia con las autoridades romanas del principio del siglo III: el procónsul o la
autoridad romana a cargo, actuaba según su parecer personal, coaccionado o no por la
población local.
En los tres ejemplos de juicios contra cristianos, en el norte de África de principio y
mediados del siglo III, el acto de negarse a sacrificar por los dioses y por el emperador,
y luego declararse «cristiano» o viceversa, lleva a la sentencia. Pero en la gran mayoría
de los casos, el cristiano, antes de ser llevado a juicio, sufre una gran cantidad de
torturas. ¿Para qué son utilizadas las torturas?

Las torturas romanas


La tortura es la acción de realizar un tormento, obligando al acusado a declarar o
confesar mediante el dolor corporal, sin llegar a la muerte, aunque el reo algunas veces
moría por el exceso de castigos físicos recibidos.

8
Ídem, p. 21.
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Los verdugos romanos tenían una innumerable cantidad de formas para producir dolor.
Su imaginación para inventar nuevos métodos no tenía límites. A los acusados
cristianos se los torturaba antes y después del juicio. Eran llevados a la cárcel local, un
lugar totalmente despreciable y sombrío tanto para los criminales comunes como para
los cristianos mismos. Era el lugar ideal para practicar el conjunto más variado de
5
métodos. Tertuliano en el Tratado de la Paciencia realiza una pequeña descripción de
una cárcel romana (lo más seguro que sea la de Cartago): «la cárcel oprime, la carne
sufre las cadenas, el cepo, la dureza del suelo, la privación de la luz y la falta de lo
necesario para la vida».9 Perpetua describe en una frase la cárcel de Teburba, al
momento de ser encarcelados: «Yo experimenté pavor, porque jamás me había hallado
en tinieblas tan horrorosas [...] El calor era insoportable por el amontonamiento de tanta
gente; los soldados nos trataban brutalmente»10.
Sobre el cuerpo de los cristianos encarcelados, los verdugos probaban todo tipo de
instrumentos y formas para producir los tormentos. Entre los más usuales estaban las
cadenas, mediante las cuales eran encadenados a las paredes o al piso de la cárcel;
ponerlos en el cepo, en donde se los sujetaba por la garganta, las manos o las piernas;
colocarlos en el potro, aparato en donde se sentaban o acostaban a los acusados y se les
realizaban diversos suplicios; atarlos a postes; producirles fracturas en el cuerpo,
mediante la práctica de quebrar los huesos; o la mutilación, de extremidades o partes de
las mismas. Entre los tormentos que producían un dolor extremo estaban los azotes, con
látigos en cuyas puntas (podían tener más de una) se encontraban bolitas de plomo para
permitir cortar la carne y dejarla colgar sobre los huesos; utilizaban conchas marinas
para raer la carne humana, y para aumentar el sufrimiento se les agregaba en las heridas
sal y/o vinagre. Colocaban aros de hierro en el cuello, astillas de madera filosas entre la
uña y la carne de los dedos; utilizaban uñas de hierro para abrir la carne; los ataban a los
ejes de los carros; los subían a piras de madera para quemarlos vivos (la tortura del
fuego); fundían plomo para arrojárselo por la garganta del acusado, los ataban o
clavaban en cruces, golpeándolos con clavas, mazas, espadas, lanzas y/o grandes
martillos muchas veces hasta la muerte; los amarraban a ramas de árboles para luego
separarlas y desgarrar el cuerpo; entre muchas otras. Sin embargo, no sólo los verdugos
romanos torturaban a los cristianos, sino también grupos alborotados dentro de la
población local que los perseguían arrojándoles piedras o con antorchas para

9
TERTULIANO, Tratado de la Paciencia y Exhortación a los mártires, p. 38.
10
"Martirio de las Santas Perpetua y Felicidad" en: MIGLIORANZA, Contardo, Op. Cit., p. 79.
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quemarlos11. Llegaban a ser despedazados por los tormentos aplicados sobre los cuerpos
y sus gritos debían haber demostrado un dolor intenso. Tertuliano se cuestionaba por
qué a cualquier criminal se lo torturaba para declararse culpable, y al cristiano, para que
negara su fe.12
Entonces, entendemos el fin de torturar a los cristianos antes de los juicios y después de
6
ellos, pero antes de sufrir la pena capital, como un acto de hacerlos apostatar (negando
la fe cristiana) y volverlos leales al emperador y al Estado romano mediante la prueba
del sacrificio, para luego dejarlos libres de culpa y cargo. Es interesante interpretar el
párrafo escrito por Tertuliano, en el Apologético, donde describe esta situación:

«el cristiano padece mientras confiesa, y si niega,


absolutamente de toda pena queda, como inocente, libre.
Grita en el potro el cristiano: "yo soy cristiano". Él dice lo
que es, y tú quieres oír lo que no es. [...] tenéis por oficio
sacar con la extorsión del potro la oculta verdad del pecho
[...] "...Perversa especie de tortura irritarse con la
confesión. Confieso y me atormentáis. ¿Qué hicierais si
negaras? Instantáneamente me absolveríais, porque
creyerais la negación" [...] la presteza tan pronta con que
se cree al cristiano cuando niega que lo es»13

Aquí deja en claro el trabajo de los verdugos, encargados de practicar las torturas sobre
los cristianos para obtener la afirmación o la negación de profesar la fe cristiana. Si la
niegan, aunque mientan, son liberados inmediatamente; si la afirman serán conducidos
al suplicio final. Si el acusado no soportaba las torturas y negaba ser «cristiano» se lo
obligaría a realizar la prueba del sacrificio14 para asegurar la apostasía.
Tertuliano, en el Tratado de Exhortación a los mártires, arenga a los cristianos
apresados a principios del año 196 en Cartago a no renegar de su fe en Cristo y admitir
el suplicio. Interpretaba a la cárcel como una palestra en donde los cristianos se

11
TERTULIANO, Apología contra los gentiles, reacciones del pueblo, pp. 88, 97, 126-127; De Fuga in
Persecutione, pág. 5; Tratado de la Paciencia y Exhortación a los mártires, p. 57; "Martirio de las Santas
Perpetua y Felicidad" en: MIGLIORANZA, Contardo, Op. Cit., el cepo «El día que estuvimos en el
cepo...» pág. 83; CIPRIANO, Acta de Martirio, La Unidad de la Iglesia Católica, Los Renegados,
Apostolado Mariano, España, p. 58; DURANT, Will, Op. Cit., pp. 356-357, 409, 411-412.
12
TERTULIANO, Apología contra los gentiles, p. 20.
13
Idem, p. 21.
14
STE. CROIX, G.E.M., "cap IX. ¿Por que fueron perseguidos los primeros cristianos?" en: FINLEY,
M.I., Op. Cit., p. 256.
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ejercitaban, mediante las torturas y las incomodidades sufridas en ella, para salir al
tribunal y esperar el martirio. En la prisión se aislaban de las atrocidades del mundo
exterior, de los dioses extraños, sus ceremonias, sus sacrificios; estaban alejados de los
espectáculos y de las obscenidades de las obras representadas en los teatros; libres de
los peligros, problemas, escándalos y de la persecución. Les pide que ante los tormentos
7
ofrezcan una resistencia heroica y una completa serenidad, que prefieran morir antes de
negar a Cristo y que al salir victoriosos de los tormentos recibirán un premio final, la
salvación eterna; igual resistencia pide Cipriano para los cristianos que sufren la
persecución y la cárcel, y obteniendo el mismo premio sí soportan la muerte.15
Algunos no resistían las torturas ni la vida dura dentro de la prisión y morían
encarcelados, como los cristianos Secúndulo, sufriendo una muerte prematura en la
cárcel de Teburba, y Quinto, muerto mártir también en la misma prisión16, durante las
persecuciones en el norte de África a principios del siglo III.
Pero las torturas eran el acto previo al martirio. ¿Cómo era interpretado el martirio por
romanos y cristianos?

El suplicio final: el Martirio


El martirio cristiano es la muerte padecida por la fe. El objetivo perseguido por los
romanos al realizar este suplicio, fue dar un ejemplo de lo que le sucedería a aquellos
cristianos que no apostataran y se negaran a volver a la religión del Estado imperial
romano. En una frase del procónsul de África en el 258, Galerio Máximo, al explicar los
cargo en contra del obispo de Cartago, Cipriano, en su segundo juicio, determina el
objetivo buscado por los romanos con el martirio: «...servirás tú mismo de escarmiento
a aquellos que te agregaste a tus delitos y con tu sangre se reivindicará la ley.»17

Las condenas que llevan al martirio


Las sentencias promulgadas por las autoridades romanas al finalizar los juicios en
contra de los cristianos los llevaba directo al martirio. Una gran cantidad de cristianos
recibieron como suplicio final la condena a las fieras. Este era un método tradicional de
ejecución, que integraba parte del programa de la venatio* realizada en los anfiteatros
locales y se venía utilizando para dar muerte a criminales, esclavos, desertores del

15
TERTULIANO, Tratado de la Paciencia y Exhortación a los mártires; Apología contra los gentiles, p.
128; CIPRIANO, Op. Cit., p. 50.
16
"Martirio de las Santas Perpetua y Felicidad" en: MIGLIORANZA, Contardo, Op. Cit., pp. 86-87.
17
CIPRIANO, Op. Cit., p. 21.
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ejército, en fin, a los deshechos de la sociedad, por lo tanto no era un privilegio


exclusivo de los cristianos. En el anfiteatro, durante el enfrentamiento de los cristianos y
las fieras, no todos los animales mataban de igual manera, las fieras más grandes podían
matar a la víctima de un solo zarpazo o de una mordida, era una muerte rápida y se
consideraba menos cruel; pero las fieras más pequeñas y menos poderosas hacían más
8
largo el tormento, porque despedazaban y arrastraban al condenado que continuaba vivo
y necesitaba ser rematado por un gladiador o una persona preparada para dicho acto18.
Al pueblo romano le encantaba contemplar estos juegos y estas prácticas, intervenía
arengando a los gladiadores o a los demás ocupantes de la arena a realizar diferentes
actos, tomaba parte por algunos de los luchadores, y siempre necesitaban algo nuevo.
Entre los cristianos encarcelados en Teburba en el 203, Perpetua, Felicidad, Revocato,
Saturnino y Sáturo fueron condenados por el procurador Hilariano a sufrir la muerte por
las fieras en el anfiteatro de la ciudad, para festejar el cumpleaños del César Geta. A
cada uno se le designó un animal particular para enfrentarlo; Saturnino y algunos otros
cristianos murieron por las fieras en la arena: «Saturnino [y otros cristianos] [...]
experimentaron las garras de un leopardo y, después, sobre el estrado, fueron
despedazados por un oso»19. Sáturo logró salir ileso del ataque de las fieras dos veces:
«a Sáturo lo horrorizaban los osos [...] se soltó contra él un jabalí [...] fue solo arrastrado
por la arena. Entonces fue ligado en la tabla para que lo atacara un oso, pero éste no
quiso salir de su jaula»20, pero hacia el final del espectáculo se lo volvió a llevar a la
arena y «se soltó contra él un leopardo que de un mordisco lo sumergió en su sangre.
[pero no murió en esta embestida] [...] cayó a tierra para ser degollado junto con los
demás en el lugar acostumbrado»21. A las mujeres se le soltó «...una vaca bravísima. La
primera en ser lanzada al aire fue Perpetua y cayo de espaldas. [...] se levantó y, al ver a
Felicidad golpeada y tendida en el suelo, se le acercó, le dio la mano y la levantó. [...]
[Perpetua] vio en su cuerpo y en su vestido las señales de la embestida»22. Al igual que
Sáturo, las jóvenes mujeres tampoco murieron frente a las fieras, entonces se trasladaron
al centro del anfiteatro para recibir la muerte por la espada, «Todos permanecieron
inmóviles y recibieron en silencio el golpe mortal. [...] [Perpetua] al ser punzada entre
las costillas, profirió un gran grito; después, ella misma tomó la mano del gladiador

18
AUGUET, Roland, Crueldad y civilización: los juegos romanos, AYMÁ, España, 1972, pp. 98-99 y
101.
19
"Martirio de las Santas Perpetua y Felicidad" en: MIGLIORANZA, Contardo, Op. Cit., pág. 90.
20
Ídem, p. 90.
21
Ídem, p. 91.
22
Ídem, p. 90.
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novicio y dirigió la espada a su garganta»23. De esta forma sufrían el martirio muchos


cristianos, tanto a principios como a mediados del siglo III, en el norte de África y en el
resto del Imperio.
La única explicación de ejecutar a los cristianos, de la manera más cruel reservada a las
personas más viles, fue y es: ser culpados del crimen de traición política y religiosa al
9
emperador y al Estado. Eran un peligro para la sociedad imperial, porque eran desleales
al máximo líder del Estado, desde el punto de vista romano.
Sin embargo, las penas variaban, algunos eran condenados a la cárcel, al destierro, a la
muerte por decapitación, a la tortura del fuego, a la crucifixión, o a trabajar en las
minas.24
El destierro no producía una muerte física pero si una separación de los cristianos de sus
congregaciones, de sus familias, de sus amigos, de su ámbito de vida, y de sus
dirigentes eclesiásticos. Es el caso del obispo Cipriano en el año 257, desterrado de
Cartago se establece en el poblado de Cúrubis; sin embargo, seguía gobernando de lejos
a su congregación, mediante emisarios o correspondencia.

Una forma más noble de morir era la decapitación aplicada anteriormente con
exclusividad a los ciudadanos romanos. A mediados del siglo III, algunos cristianos de
todo el Imperio que se negaban a unirse a la supplicatio general de Decio fueron
decapitados. Igual condena sufrió el obispo de Cartago, Cipriano en el 258 d.C. durante
las persecuciones de Valeriano y Galieno. La decapitación de Cipriano se produjo de la
siguiente manera: «Al llegar allí [el campo de Sexto] se quitó el manto, se arrodilló en

23
Ídem, p. 91.
24
DURANT, Will, Op. Cit., pp. 29-30; AUGUET, Roland, Op. Cit., p. 101.
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la tierra y se postró en oración ante el Señor. [...] quedó con la túnica de lino y estuvo
esperando al verdugo. Llegado éste, le ordenó a los suyos que le dieran 25 monedas de
oro. [...]. El mismo Cipriano luego se vendó con sus propias manos los ojos. Pero no
pudiendo atarse a sí mismo las cuerdas que debían sujetarle las manos, el presbítero
Juliano y otro Juliano subdiácono, se las ataron»25; y, luego, sobrevino el golpe final del
10
verdugo con una espada o un hacha.
Otra de las formas de recibir el martirio por parte de los cristianos era morir quemados,
durante la persecución; o, en la cárcel; o, dentro del espectáculo en el anfiteatro, entre
otros lugares. En Teburba, durante la misma persecución padecida por Perpetua, fueron
quemados vivos los cristianos Jocundo, Saturnino y Artaxico26.
Estas últimas formas de morir también eran presenciadas por una gran multitud, que
querían apreciar el espectáculo. Así se diferenciaba el martirio de las torturas, porque el
primero estaba abierto al público, principalmente en el anfiteatro local; y la segunda, era
practicada en privado, dentro de la cárcel o en una habitación preparada especialmente,
en donde estaban colocados los instrumentos para realizar los tormentos.

Martirios voluntarios
Muchos cristianos eran capturados durante las persecuciones, pero muchos otros que no
eran capturados se entregaban voluntariamente a las autoridades romanas, declarándose
seguidores de Cristo, negándose a sacrificar, y pedían la muerte, para sufrir el martirio.
Llegaban incluso a provocar a las autoridades romanas y a la población romana local
mediante insultos, o destruyendo estatuas de dioses, o proclamando en público su fe.27
Algunos cristianos se entregaban porque sentían anhelo por morir y así llegar al paraíso;
o, para acompañar en el suplicio final a otros fieles o a sus dirigentes de la Iglesia local
y/o regional. Sáturo, el maestro de la fe cristiana de Perpetua y Felicidad, se entregó
voluntariamente para ser juzgado, condenado y martirizado; murió en la arena junto a
sus compañeros, después de enfrentarse a las fieras, por la espada del ejecutor (203
d.C.).28 Un caso de intento de martirio voluntario se dio cuando el obispo Cipriano
sufrió la condena a muerte por decapitación (258 d.C.); un grupo de cristianos había
concurrido al lugar del juicio, y al escuchar la sentencia le reclamaban al procónsul lo

25
CIPRIANO, Op. Cit., p. 22.
26
"Martirio de las Santas Perpetua y Felicidad" en: MIGLIORANZA, Contardo, Op. Cit., p. 86.
27
STE. CROIX, G.E.M., “¿Por que fueron perseguidos los primeros cristianos?” en: FINLEY, M.I., Op.
Cit., p. 258.
28
"Martirio de las Santas Perpetua y Felicidad" en: MIGLIORANZA, Contardo, Op. Cit., pp. 80, 89-92.
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siguiente: «¡También nosotros queremos ser decapitados con él!»29, demostrando la


intención de sufrir el suplicio final junto a su obispo.
Pero no todos los cristianos estaban de acuerdo con el martirio voluntario; el mismo
Cipriano, siguiendo la disciplina de la Iglesia instaurada en el norte de África de
mediados del siglo III, no avalaba esta acción, haciendo referencia a ello en su primer
11
juicio (257) frente al procónsul Paterno: «... Cipriano dijo: Como nuestra disciplina
prohíbe entregarse espontáneamente [...], no pueden ellos presentarse por sí mismos,
pero si los buscas los encontrarás»30, dando una interpretación negativa a este tipo de
martirio. Ambas formas de martirio, el voluntario y el no voluntario, se coronaban con
un premio dado por Dios, según la interpretación cristiana de este acto.

El martirio desde el punto de vista cristiano


¿Por qué el cristiano aceptaba morir a través del martirio? Este acto era interpretado por
ellos como una muerte por Dios, un segundo bautismo, un ejemplo de fe, y de esta
manera lo recibían con beneplácito porque obtendrían el premio final, la salvación
eterna, la vida en el paraíso junto a Dios y a su Hijo. Tertuliano entendía al martirio
como la victoria que conduce a obtener el premio final: «Esta nuestra victoria tiene la
gloria de agradar a Dios y el botín de la vida eterna. ¡Pero sucumbimos! Sí, ciertamente;
más después de haber alcanzado lo que pretendíamos. Luego somos vencedores
muriendo y escapamos cuando sucumbimos»31, además de lograr el perdón de todos los
pecados y escaparse de la cárcel del mundo.
Esta interpretación explica la forma de actuar de los cristianos condenados al momento
de dirigirse hacia el suplicio final. Experimentaban, en el transcurso de su permanencia
en la cárcel, sueños premonitorios de su muerte y lo que les sucedería después de ella;
marchaban hacia la muerte de forma alegre y ansiosos de poder subir a los cielos; y
recibir la salvación eterna por no negar, después de todos los tormentos sufridos, su fe
en Cristo. Perpetua y sus compañeros de fe «Caminaron de la cárcel al anfiteatro, como
si fueran al cielo, radiantes de alegría y hermosos de rostro [...]. También iba Felicidad,
gozosa de que su afortunado parto le permitiera luchar con las fieras [...] para
purificarse después del parto con el segundo bautismo»32, muriendo en la arena
gustosamente "al ser llamados por el Señor".

29
CIPRIANO, Op. Cit., p. 22.
30
Ídem, p. 20.
31
TERTULIANO, El Apologético, Apostolado Mariano, España, p. 103.
32
“Martirio de las Santas Perpetua y Felicidad” en: MIGLIORANZA, Contardo, Op. Cit., p. 89.
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Así veían los cristianos, de principio y mediados del siglo III, el martirio: una muerte
física que los conducía a la absolución de todos sus pecados por la misericordia de Dios,
obteniendo el premio máximo, la gloria de Dios, la salvación eterna. Una interpretación
muy diferente a la buscada por las autoridades y las poblaciones romanas.

12
Conclusión
El hecho de no sacrificar por un dios romano como el emperador era la causa principal
de las persecuciones cristianas, desde el punto de vista romano, que aparece citada en
los escritores cristianos africanos (interpretada por ellos como una causa secundaria) y
en las actas de los mártires de principio y mediados del siglo III en el África
proconsular. En la psicología común de los romanos se utilizaba el término «cristiano»
en forma despectiva, culpándolos de
todos los males que acuciaban a la
sociedad imperial. La lealtad de los
cristianos a su Dios y su exclusividad
religiosa era irreconciliable con la
veneración de la figura del emperador
divinizado y el amplio panteón de
dioses romanos.
Los emperadores Septimio Severo, Decio y Valeriano, intentaban mantener la unidad
política, religiosa e ideológica del Imperio, y veían a los cristianos como una amenaza
de conspiración política y destrucción de la pax deorum. Utilizaron el cargo de traición
al emperador y al Estado, un crimen que era condenado a la pena capital de enfrentarse
a las fieras durante la venatio (la forma de morir de los traidores en la sociedad imperial
romana); y se aprovecharon del odio general de los romanos por el desconocimiento de
las prácticas secretas de la nueva religión para eliminarlos.
Tertuliano resume, en la Apología contra los gentiles, la actitud de los cristianos frente
a las persecuciones, al juicio, la tortura y la muerte: «[el] cristiano: ninguno se
avergüenza de serlo, [...] si le prenden, se honra; si le acusan, no se defiende; si le
preguntan, confiesa; si le condenan, da gracias»33.

33
TERTULIANO, Apología contra los gentiles, p. 18.
Mayo 2012
ISSN 1853-2756
www.huellasdelahistoria.com
Huellas de la Historia, núm. 32, año 3

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13
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