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Hace muchos años en alguna cuidad de Inglaterra, existió un científico llamado

Joseph Thomson, aquel hombre muy ilustrado y principalmente en el ámbito de la


física, estaba en su laboratorio en esas tardes frías de invierno, éstudiando acerca
de la estructura atómica, que el mismo desarrolló y de una nueva teoría que le
ayudara a tener evidencia del núcleo del átomo. No sabía cómo llegar a tal
respuesta y mucho menos como poder plantearla, inquietante y un poco
desilusionado de no poder discernir y entender aquel interrogante de una manera
fácil, se siente en tal punto de dejar a un lado todo y fracasar en esta
investigación.

Un día de invierno gélido y con nevadas esporádicas, como cualquier ocaso en


esta temporada, Joseph analiza la idea que el átomo es una esfera uniforme,
donde en ella pueden existir partículas sin conocer aun sus cargas. Sintiéndose
así un poco impotente de no encontrar la solución a aquella investigación que el
mismo se planteo. Repentinamente su madre Emma lo invita a compartir una tarde
en familia, siendo para él un poco entretenido poder estar con sus padres.

Al llegar a casa de su madre Emma, es recíbido con tanto agrado como si hace
varios años no se hubieran visto o como si fuese la última vez que lo vería. Emma
un poco preocupada por el estado de ánimo de su hijo, decide mandar a preparar
un pastel espacial para subir le un poco de energía de Joseph. Siendo la hora de
merendar, Emma organiza la mesa y dispone en ella diferentes postres y bebidas,
habiendo uno en especial que ella mando a preparar con tanto cariño, llamando la
atención de este científico, decide preguntarle a su madre:

-¿Madre aquel pudin, de que está preparado?

Emma un poco sorprendida de su pregunta, le contesta:

-“Mande a preparar este pastel con frutas cristalizadas hijo, para que tengas
suficientes energías ¿Por qué haces tal pregunta? Si nunca te interesas en los
platos que hay en la mesa, ni mucho menos, de que están preparados.

Joseph queda un poco dudoso, sin contestarle a su madre, solo espera que
aquella víspera termine rápido para llegar su laboratorio. Pasaron las horas
lentamente, hasta que por fin se hacen las 6:00 pm. Se despide de Emma y solo le
agradece por haber compartido tan agradable tiempo.

En camino al laboratorio, iba dándose cuenta que el pudin es la solución para


explicar el núcleo del átomo. Un poco satisfecho por haber encontrado la
respuesta al interrogante pero a la vez pensaba que era muy fácil deducir la
solución, sin haber tomado tanto tiempo de investigación. Sintiéndose nuevamente
un poco defraudado.
Llegando a su laboratorio, imagino a los electrones inmersos en una sustancia de
carga positiva que denomino núcleo, fue así como planteo el modelo atómico del
“pudin de pasas” en donde la esfera con carga positiva contiene sus electrones
repartidos equitativamente en pequeños gránulos adheridos a él.

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