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La corte de la duquesa de Osuna.

Un ejemplo de mecenazgo ilustrado

Mercedes Simal López

En los años que precedieron a la Guerra de la Independencia, en el panorama


cultural español brilló con luz propia la que ha sido calificada por Carmen Iglesias como
la gran figura de mujer ilustrada en España, María Josefa Pimentel, XV condesa-
duquesa de Benavente, y duquesa consorte de Osuna. 1
Nacida en 1752, a los doce años se convirtió, por muerte de su padre, en la titular
de una de las más importantes casas nobiliarias españolas, el condado-ducado de
Benavente, concedido por Enrique III en 1398 y cuyos orígenes familiares se
remontaban, según los genealogistas, a Julio Marcio César Pimentario, procónsul
enviado por Julio César a la Península Ibérica. A esta dignidad también iban aparejados
los títulos de duquesa de Gandía, condesa de Alba de Liste, marquesa de Jabalquinto,
princesa de Anglona, duquesa de Béjar a partir de 1777, de Arcos a partir de 1780, etc. 2
Por azares del destino, apenas unos meses antes de contraer matrimonio el 29 de
diciembre de 1771 con Pedro Alcántara Téllez Girón, segundo hijo del duque de Osuna,
el que sería su marido, por muerte de su hermano primogénito, se convirtió en marqués
de Peñafiel, y por lo tanto heredero del ducado, produciéndose la no deseada unión de
ambas casas que aglutinaban una de las mayores concentraciones de títulos nobiliarios
de España. 3
A pesar de la preponderancia del título de duquesa de Osuna, que empezó a utilizar
a partir de 1787, María Josefa Pimentel siempre fue conocida en la época como
condesa-duquesa de Benavente. Desde muy joven destacó en la sociedad madrileña no
sólo por su posición y su destreza como amazona, su sino sobre todo por su ingenio, su
cultura y su carácter decidido, y podemos considerarla como uno de los mejores
exponentes de la nobleza ilustrada de la época con aspiraciones propias, independiente
de su marido, y abierta e interesada por las nuevas tendencias en los ámbitos
económicos, científicos y culturales. Son muy conocidas las frases que la definieron en
su época como « la mujer más distinguida de Madrid por sus talentos, mérito y gusto»
en opinión de Lady Holland, o « la más encopetada dama de España y de mayor
elegancia y rango en Europa» según el general Fernández de Córdoba. 4
Con una sólida formación cultural y conocedora de varios idiomas, practicó durante
toda su vida algunas de las costumbres típicamente francesas de la época, como el

1
Sobre su figura, continúa siendo fundamental la biografía que trazó Carmen Muñoz Roca-Tallada,
condesa de Yebes, a partir de la correspondencia de la condesa-duquesa conservada en el Archivo
Histórico Nacional. Condesa de Yebes, La condesa- duquesa de Benavente: una vida en unas cartas,
Madrid, Espasa-Calpe, 1955. En relación a su perfil ilustrado, María Carmen Iglesias, “La nueva
sociabilidad: mujeres nobles y salones literarios y políticos”, en María Carmen Iglesias (coord.), Nobleza
y sociedad en la España Moderna, II, Oviedo, Ediciones Nobel, 1997, págs. 179-230.
2
Respecto a la Casa de Benavente véase Isabel Beceiro Pita, El condado de Benavente en el siglo XV,
Salamanca, Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo”, 1998; Fernando Regueras Grande,
Pimentel. Fragmentos de una iconografía, Salamanca, Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del
Pozo”, 1998; Mercedes Simal López, Los Condes-Duques de Benavente. Patronos y coleccionistas en su
villa solariega, Benavente, Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo”, 2002.
3
Sobre la Casa de Osuna, véase Ignacio Atienza Hernández, Aristocracia, poder y riqueza en la España
Moderna. La casa de Osuna. S. XV-XIX, Madrid, Siglo XXI, 1987, y José Ignacio Martínez del Barrio,
Mecenazgo y política cultural de la Casa de Osuna en Italia (1558-1694), Tesis doctoral Inédita,
Universidad Complutense de Madrid, 1990.
4
Condesa de Yebes, op. cit., pág. 9.

1
placer de la lectura o la « manía epistolar» . Además de financiar excavaciones
arqueológicas en sus posesiones -como las que llevó a cabo en sus estados de Arcos en
1800-, en el plano cultural también destacó sobremanera por la protección que brindó a
distintos artistas entre los que destacaron pintores de la talla de Goya, literatos como
Tomás de Iriarte, Ramón de la Cruz o Juan Meléndez Valdés, o músicos como
Boccherini o Barbieri, patrocinando sus obras, financiando viajes de formación o
recomendándolos para la obtención de cargos y empleos. Además, algunos de ellos
también participaron en las tertulias o « salones» que semanalmente la duquesa
celebraba en su residencia, y que estaba considerado como uno de los más importantes
de Madrid.
Nombrada en 1786 académica de honor de la Real Academia de Bellas Artes de
San Fernando, además de por sus inquietudes intelectuales María Josefa Pimentel
también se distinguió por las distintas iniciativas que emprendió en el terreno de la
asistencia social. A través de la Junta de Damas, la versión femenina de la Sociedad
Económica Matritense, de la que se convirtió en presidenta en 1787, María Josefa -que
mantuvo durante toda su vida una buena amistad y una intensa correspondencia con
Josefa Amar y Borbón- junto a otras damas de la aristocracia llevó a cabo, a nivel
institucional, importantes iniciativas relativas a la mejora de la higiene y la prevención
de enfermedades, a través de innovadoras medidas como la vacunación, y en el campo
de la educación y la asistencia social a niñas y mujeres en muy distintos ámbitos como
la escuela, el hospicio y la cárcel. 5
Siempre que le fue posible, María Josefa acompañó a su marido a los distintos
desplazamientos que su carrera militar, y más tarde diplomática, le obligaron,
destacando sin duda la estancia que pasaron en París durante casi un año, a la espera de
poder tomar posesión del cargo de embajador en Viena. 6 Pero cuando las circunstancias
les hicieron pasar períodos separados, como en 1772, cuando el duque se trasladó a
Nápoles formando parte de la comitiva del duque de Arcos, tío de María Josefa, para
acudir al bautizo de una nieta de Carlos III en representación del monarca, o en 1781,
cuando participó en el intento de recuperación de Gibraltar y Menorca, la Pimentel
quedó al cargo del gobierno de la Casa, y como ella misma explicaba en su
correspondencia « la ausencia de mi marido me sujeta al despacho y a mil cuidados que
me distraen de todo lo demás» . 7
La preocupación por la buena administración y el gobierno de sus estados, el
cuidado de sus patronatos y la conservación y memoria del patrimonio familiar fueron
una constante a lo largo de su vida. Buena prueba de ello fueron la creación en su villa
solariega de la Sociedad Económica de Benavente con el fin de promover la agricultura,
la industria y la educación -para lo que María Josefa se trasladó personalmente a sus
estados, produciéndose durante el viaje el nacimiento en Quiñuelas del futuro príncipe
de Anglona-, y el intento de poner en marcha también una Junta de Damas, aunque el
proyecto chocó con muchas reticencias y finalmente no salió adelante. 8 O la petición de
ayuda al embajador Azara en 1789 para construir en Roma un monumento funerario en

5
María Carmen Iglesias, op. cit., págs. 203-214.
6
Durante la estancia en la capital gala residieron en el palacio de los duques del Infantado en la rue Saint-
Florentin, muy cerca de la plaza de la Concordia. El cambio en las alianzas de las grandes potencias
europeas y las acusaciones de anglófilo hacia el duque de Osuna le impidieron tomar posesión del cargo,
regresando a España en enero de 1800.
7
Condesa de Yebes, op. cit., pág. 13.
8
Sobre este tema, Fernando Cillán Otero, “Los orígenes de la Sociedad Económica de Amigos del País de
Benavente”, Torre de los Lujanes, núm. 15, 1990, págs. 149-155, e Inocencio Cadiñanos Bardeci, “La
Sociedad Económica de Amigos del País de Benavente”, Studia Zamorensia, núm. 6, 2002, págs. 149-
158.

2
honor de los Papas de la familia Borja -Calixto III y Alejandro VI- que descansaban en
la Ciudad Eterna. 9
En el terreno privado, la condesa-duquesa de Benavente destacó por la completa y
esmerada educación que dio a sus cinco hijos -muy queridos y deseados tras perder a
varios a muy temprana edad-, de la que se ocupó personalmente, poniendo en práctica
las nuevas teorías sobre la pedagogía infantil que, surgidas en la Ilustración, subrayaban
la importancia de los lazos afectivos entre padres e hijos, tal como se puede apreciar en
el retrato que Goya hizo de la familia en 1788, conservado en el Museo del Prado (il. 1),
y más tarde buscando adecuados preceptores que se ocuparan de proporcionarles una
completa formación en las más diversas disciplinas, que iban de la música a la
astronomía, para lo que hizo traer de Londres un telescopio (il. 2), que es probablemente
el que aparece en el retrato que Esteve realizó del joven Francisco de Borja, futuro X
duque de Osuna, en 1797.
En definitiva, la figura de María Josefa Pimentel se puede considerar una excepción
excepcional, como la calificó en su intervención en las conferencias de este ciclo Elena
Aguado Cabezas. En este trabajo nos vamos a centrar en su relación con las artes y en
los espacios de sociabilidad que patrocinó para la difusión de los nuevos gustos e ideas
ilustradas hasta 1808.

Espacios para una corte ilustrada

Las distintas residencias de María Josefa se caracterizaron por estar siempre a la


vanguardia de las necesidades que dictaban la etiqueta, la moda, el confort y las
inquietudes de su propietaria. Sus palacios fueron famosos por sus interiores, decorados
con mobiliario, sedas y chinerías importadas de Francia, por los jardines diseñados y
cuidados por jardineros galos y adornados con plantas y árboles de esta procedencia, por
la riqueza de la biblioteca familiar que María Josefa y su marido reunieron, en la que se
podían encontrar las últimas novedades extranjeras, y por las obras que albergaban,
realizadas por algunos de los mejores artistas de la corte, que trabajaban al servicio de la
condesa-duquesa y que junto al resto del personal al servicio de la Casa, entre
españoles, franceses e italianos, en 1780 alcanzaban el número de tres mil personas. 10
Este gusto francés era muy común en la época, y los moralistas tendieron a
ridiculizarlo poniendo de relieve los comportamientos más extremos, como cuando el
padre Isla afirmaba que « yo conocí en Madrid una marquesa, que aprendió a estornudar
a la francesa» . 11
Pero en María Josefa su interés hacia la cultura francesa iba más allá del mero
seguimiento de la moda. Tomás de Iriarte, en la Epístola jocoseria que dedicó a la
condesa-duquesa, proclamaba que María Josefa Pimentel había adornado su vivienda
12
« de manera que el menor de sus muebles exquisitos indica la excelencia de su dueña» .
Y en este mismo sentido Lady Elizabeth Holland, buena amiga de la Pimentel,
aseguraba que « ha adquirido el gusto por el lujo francés, sin perder la magnificencia, ni
la hospitalidad españolas» . 13 Además, tenemos constancia del profundo interés de la
condesa por el conocimiento de los espacios domésticos del país vecino, ya que en

9
Sobre este tema, condesa de Yebes, op. cit., págs. 128-139.
10
Ibíd., pág. 17.
11
Ibíd., pág. 71.
12
Ibíd., pág. 15, n. 21. Sobre este tema, Roxana Pérez Hidalgo, “La Epístola jocoseria a la Excma. Sra.
Condesa de Benavente de Tomás de Iriarte”, Brigecio, núm. 10, 2000, págs. 153-172.
13
Condesa de Yebes, op. cit., pág. 37.

3
algunas ocasiones pidió a amigos y conocidos residentes en ciudades francesas, la
puntual descripción de algunas casas y jardines de la burguesía gala. 14
Durante su juventud María Josefa Pimentel vivió con su madre, doña Faustina
Téllez-Girón, en Madrid en el palacio familiar situado junto a la puerta de la Vega, en
las inmediaciones del Palacio Real. Aunque tras su matrimonio en 1771 se trasladó a
vivir al palacio de Leganitos, en donde los duques establecieron la residencia familiar,
siempre volvió a ella durante las ausencias de su marido. Su decoración interior con
muebles a la inglesa y a la francesa, las paredes recubiertas con paneles de sedas y
madera ricamente trabajada o con lacas al gusto chinesco, y las boiseries doradas con
espejos que decoraban las estancias privadas de pequeño tamaño comunicadas entre si
fue muy comentada en la época. Junto a esta nueva distribución del espacio doméstico,
el palacio también contaba con una de las salas de la biblioteca « hecha a la inglesa» con
vistas al jardín, o un « quarto alto de observatorio» , buena muestra de las inquietudes de
la condesa-duquesa. 15 María Josefa Pimentel permaneció siempre muy vinculada a esta
casa, y años más tarde ordenó la renovación de los programas decorativos de las
pinturas de los techos, realizadas por el pintor Vicente Gómez bajo la dirección del
arquitecto de la casa Juan Pedro Arnal, y entre 1792 y 1796 el escultor Ramón Pardo
compuso los adornos de las chimeneas de la casa y las columnas del salón chinesco. 16
Tras contraer matrimonio, María Josefa y su marido se instalaron en el palacio de
Leganitos, famoso sobre todo por albergar la gran biblioteca familiar. 17 Tras regresar de
París en 1800, los duques decidieron encargar a Charles François Mandar un proyecto
para remodelarlo siguiendo modelos palatinos de corte francés, y en el que pudieran
poner en práctica los gustos y usos que habían disfrutado en la capital gala. 18 Los
bellísimos planos conservados en la Biblioteca de la Escuela de Bellas Artes de París,
en los que también colaboró Bélanger en el diseño de los jardines y Lethiers en la
decoración de los interiores, muestran un enorme palacio con todo tipo de salas de
aparato -gran escalera, salón de baile, estancias para recibir, comedor, capilla, etc.-, una
biblioteca con capacidad para cien mil volúmenes, un teatro, una amplia zona destinada
a las habitaciones privadas -cámaras, gabinetes, dormitorios, baños y oratorios,
duplicados para el uso del duque y la duquesa, y a su vez para utilizarlos en invierno y
verano-, otra destinada para usos administrativos y el archivo, y numerosas estancias
para alojar a todos los miembros que componían la corte de los duques. Los jardines,
diseñados a la inglesa, incluían un templo circular dedicado a Pan, otro chinesco, una
fuente de Egeria -en clara alusión al duque y la duquesa, representados como Numa y
Egeria-, un casino a la italiana y un templo dedicado a los españoles ilustres. La muerte
del duque en 1807 y la Guerra de la Independencia impidieron que la duquesa llevara a
cabo este proyecto. 19

14
Pedro Navascues, “Casas-palacio de la familia Osuna”, en Carmen Añón (coord.), Jardines clásicos
madrileños, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, 1981, pág. 134.
15
Así consta en el inventario de « […] los adornos, colgaduras y muebles que existían en la casa sita en
esta corte de la Puerta de la Vega […] en 23 de mayo de 1781 […]». AHN, Osuna, Cartas, leg. 441, exp.
51. Realizado por habitaciones, describe con todo lujo de detalle el mobiliario que decoraba las
principales estancias del palacio.
16
Sobre este edificio, que fue demolido durante la remodelación de la calle Bailén, véase África Martínez
Medina, Palacios madrileños del siglo XVIII, Madrid, La librería, 1997, págs. 120-129.
17
Para la historia de este palacio, Ibíd., págs. 94-106.
18
También fue autor de varios tratados que se encontraban entre los volúmenes de la biblioteca de los
duques de Osuna: De l'Architecture des forteresses, ou de l'Art de fortifier les places... 1re partie. Essai
sur la fortification..., París, 1801, y los Études d'architecture civile, ou Plans, élévations, coupes et détails
nécessaires pour élever, distribuer et décorer une maison et ses dépendances, publiés pour l'instruction
des élèves de l'École royale des ponts et chaussées, París, 1811.
19
Sobre este tema, Pedro Navascues, “Casas-palacio de la familia Osuna”, cit., págs. 125-129.

4
Además de estas dos residencias en el centro de Madrid, con la compra de unos
terrenos a las afueras de la capital en 1783 comenzó la construcción de la que sería la
residencia emblemática de María Josefa Pimentel, « El Capricho» de la Alameda. 20.
De acuerdo con el pensamiento fisiocrático de la época, la finca se dividía en una
amplia zona agrícola, en donde se pusieron en marcha distintas iniciativas
agropecuarias, y un pequeño recinto tapiado en donde se localizaban el palacio y el
jardín pintoresco. Éste se caracterizaba por la irregularidad del terreno, el dominio de
las curvas, la búsqueda de intimidad, la presencia de lagos, islas y riachuelos artificiales,
y de pequeñas arquitecturas -ruinas, templetes, obeliscos, cabañas, fuentes, grutas- y
otros divertimentos que debían servir de estímulo al paseante, quien en su recorrido por
el jardín iba cubriendo constantemente pequeñas etapas cuya meta ofrecía siempre un
atractivo distinto, y que permitían desarrollar un programa culto o popular, que dotaban
del necesario argumento al jardín, y sobre los que cabían muy diversas interpretaciones.
El jardinero real Pablo Boutelou dio un primer diseño para la zona residencial en
1784 que incluía una casa de campo y un « jardín anglo chino» . Sin embargo, la
rivalidad entre la reina María Luisa de Parma y la duquesa de Osuna parece que condujo
a la primera a retener al jardinero francés para el servicio exclusivo de la Corona. Tras
este tropiezo inicial, María Josefa contrató a dos jardineros franceses altamente
cualificados, Jean Baptiste Mulot -que había trabajado en el Petit Trianon de Versalles-
y Pierre Provost, que fueron contratados a su servicio en exclusividad con la condición
de que una vez que concluyeran sus trabajos regresarían a su patria para evitar que
crearan jardines similares.
Durante su paseo por los jardines del Capricho, el visitante podía detenerse a
contemplar el templo de Baco, que consistía en un tholos semejante al diseñado por
Villanueva en Aranjuez, o bien una columna que seguía el orden de las del
recientemente descubierto templo de Hera en Paestum (Campania), rematada con una
estatua de Saturno devorando a sus hijos. Asimismo, en el abejero, con una estructura
similar a la casita del Príncipe del Pardo y desde cuyo interior se podía ver a través de
unos vidrios a estos insectos trabajando en sus panales, se podía -como rezaban los
versos de un poeta protegido por la duquesa- « hacer presente con certeza/ las virtudes
que da Naturaleza» . 21 Y junto a estos monumentos había otros pintorescos como la casa
de la vieja, una casa rústica realizada con madera y mampostería de gran irregularidad,
la casa del ermitaño -que estuvo decorada con dos autómatas-, una tienda de campaña
de madera o una gruta, todas ellas obras de Ángel María Tadey, que brindaban nuevas
oportunidades de entretenimiento a los visitantes.
El palacio, que se concluyó en 1798, incluía en su decoración desde una réplica del
pavimento de mosaico de la Batalla de Issos descubierto en Pompeya para el comedor,
un Cristo yacente de la escuela de Mengs en la capilla, a una copia en yeso del Fauno
danzante para la decoración de la escalera, cuyo original se encuentra en la tribuna de
los Uffizi, realizado por José Pagniucci, vaciador de la Real Academia de San Fernando.
Frente a las importantes obras de grandes maestros que formaban parte de la
pinacoteca familiar y que decoraban los palacios de la Cuesta de la Vega y Leganitos,
en la Alameda María Josefa reunió en las distintas estancias, muchas de ellas decoradas

20
Sobre esta residencia, véase Pedro Navascues, “La alameda de Osuna: una villa suburbana”, Pro-arte,
núm. 2, 1975, págs. 7-26; Pedro Navascues, “Casas-palacio de la familia Osuna“, cit., págs. 133-150;
África Martínez Medina, “El Palacio de la Alameda de Osuna: un marco artístico para un salón literario”,
Lecturas de Historia del Arte, II, 1990, págs. 415-419; y Carmen Añón y Mónica Luengo, El Capricho de
la Alameda de Osuna, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, 2003, que recoge amplia bibliografía.
21
Ventura Aguado, Ritma en alabanza de la Alameda. Biblioteca Nacional de Madrid (a partir de ahora
BNM), mss. 11.319/14, citado en Pedro Navascues, “Casas-palacio de la familia Osuna“, cit., pág. 137.

5
al fresco, desde cuadros de gabinete de los más variados temas, a obras en nuevos
soportes, como los fisionotrazos y miniaturas con los retratos de sus hijos que adquirió
en París, o los grabados de las Loggie de Rafael en el Vaticano realizados por Giovanni
Volpato que decoraban la sala de compañía o tertulia, y que habían sido adquiridas en la
almoneda del infante don Gabriel.
Sin duda una de las piezas excepcionales de este palacio en donde semanalmente se
celebraba una de las tertulias ilustradas más importantes de Madrid era el « gabinete
redondo» de la duquesa, instalado en una de las torres del palacio, en donde estaban
colgados los « asuntos de brujas» de Goya, o el « gabinete de países» , en cuyos muros se
habían encastrado un juego de siete lienzos con « asuntos de campo» también obra del
pintor. 22
Otra de las residencias muy vinculadas a María Josefa Pimentel y que ha llegado
parcialmente hasta nosotros es el Palacio Anglona, conocido en la época como casa de
la calle Segovia. Perteneciente al patrimonio familiar, fue remodelado bajo las
instrucciones de María Josefa en 1802, para adecuarlo como vivienda de su hijo mayor,
casado con la heredera de la casa del Infantado, y que es una buena muestra de los
gustos arquitectónicos y decorativos de la Pimentel. La decoración del interior con
paredes tapizadas en seda y pinturas murales de gusto clasicista basadas en las
publicaciones sobre Pompeya y Herculano era muy similar a las decoraciones que se
hicieron para la duquesa de Alba, según los dibujos de Dugourc, en el palacete de la
Moncloa. La estancia que mejor se ha conservado es la « pieza de dormir» , realizado por
el estuquista Antonio Marzal, que había trabajado en la Casita del Labrador, el ebanista
Damián Martín, y probablemente Ángel María Tadey. Se dividía en alcoba y
antealcoba, y fue concebida a modo de templete ovalado, cubierto con una bóveda
rebajada, y abierto con toda su anchura hacia la antealcoba, por cuyos dos balcones
entraba la luz del jardín. Mientras las paredes se recubrían con sedas francesas, el techo
estaba decorado con una combinación de casetones y grutescos que a enmarcaban
distintos motivos arqueológicos y de esfinges. 23

María Josefa Pimentel, mecenas de las artes, la música y las letras

Además de poseer una importante colección de obras de arte heredada de sus


antepasados, entre los que se encontraban el VIII conde-duque de Benavente, patrono de
Caravaggio 24, o el X conde-duque, retratado por Velázquez 25, María Josefa continuó
con la tradición familiar de protección a las artes, y contrató para la decoración de sus
palacios y patronatos y para la realización de retratos de los miembros de la familia a los

22
Véase un detallado análisis de los inventarios y las cuentas para la decoración de la Alameda en
Carmen Añón y Mónica Luengo, Op.cit., págs. 80-88.
23
La casa fue ocupada por poco tiempo por el marqués de Peñafiel, ya que en 1807 se convirtió en duque
de Osuna, y debió quedar desocupada hasta que en 1816 la condesa-duquesa cedió el marquesado de
Javalquinto a su hijo segundo, el príncipe de Anglona, que fijó aquí su residencia hasta su muerte en
1851. Sobre este tema, José Luis Sancho Gaspar, “La decoración del palacio de Anglona”, Antiquaria,
núm. 41, 1987, págs. 40-46.
24
Mercedes Simal López, “Don Juan Alfonso Pimentel, VIII conde-duque de Benavente, y el
coleccionismo de antigüedades: inquietudes de un virrey de Nápoles (1603-1610)”, Reales Sitios, núm.
164, 2005, págs. 30-49.
25
Mercedes Simal López, “Nuevos datos acerca del retrato del X conde-duque de Benavente, obra de
Velázquez”, en AA.VV., Symposium Internacional Velázquez (Sevilla, 1999), Sevilla, Junta de
Andalucía, 2004, págs. 243-252.

6
principales artistas de la corte, vinculados a la Casa real y a la Academia de San
Fernando. 26
Para la remodelación y mantenimiento de sus distintas residencias, entre los
arquitectos al servicio de la condesa de Benavente destacaron Mateo Guill, Manuel
Machuca y Vargas y Juan Pedro Arnal, que jugaron un importante papel en la
renovación de la arquitectura dentro de la Academia de San Fernando. 27
Uno de los importantes artistas que pasaron al servicio de María Josefa Pimentel
tras la muerte del infante don Luis en 1785 fue Francisco de Goya. Un año antes de
conseguir el cargo de pintor del rey, se ocupó de retratar a los miembros de la familia,
con los que llegó a tener una enorme familiaridad, y para los que trabajó hasta 1816,
fecha en que realizó el retrato del X duque de Osuna conservado en Bayona.
En 1787 concluyó una serie de pinturas con « asuntos de campo» realizadas ex
profeso para la decoración de la Alameda -de las que formaban parte El columpio, La
cucaña, La caída, etc.-, y que fueron colocadas en una sala alargada que formaba parte
de las estancias privadas de la duquesa que recibía el nombre de « gabinete de países» .
Al año siguiente el pintor recibió el encargo de decorar la capilla de San Francisco de
Borja en la catedral de Valencia, de la que María Josefa era patrona. La duquesa se
ocupó personalmente de elegir las escenas de los dos grandes lienzos que Goya debía
pintar, de los que se han conservado los bocetos, y en uno de los cuales el escenario
donde el santo se despide de su familia muy probablemente corresponde a la gran
escalera del patio del palacio familiar de Gandía, en un significativo intento de dar
verosimilitud histórica a la pintura, poniendo en valor el patrimonio dinástico.
Además de encargar al pintor numerosos retratos de miembros de su familia y de su
círculo de amistades, posteriormente los duques también adquirieron para la decoración
del Capricho los bocetos para los cartones para los tapices del Pardo que representaban
La pradera de San Isidro y las Estaciones, y las seis pinturas de « asuntos de brujas» ,
abonadas en 1798, que decoraron el gabinete de la duquesa. La obra gráfica de Goya
también interesó a los duques de Osuna y en 1799, nada más ser publicados los
Caprichos, María Josefa se hizo con cuatro ejemplares de las primeras ediciones. 28
Junto al nombre de Goya en el archivo familiar también se conservan numerosos
pagos a uno de sus colaboradores, Agustín Esteve, que combinó el trabajo de retratista
de la familia con el de profesor de dibujo de los hijos de María Josefa, y que trabajó
para la Casa hasta 1820. El pintor y escenógrafo milanés Ángel María Tadey fue el
diseñador de los pequeños edificios que se construyeron en el jardín pintoresco de la
Alameda, además de ocuparse de montajes teatrales, del túmulo construido en 1797 para
la condesa viuda de Benavente, madre de María Josefa, instalado en el oratorio de San
Felipe Neri en Madrid, así como de numerosas decoraciones al fresco de las distintas
residencias madrileñas de la familia. El pintor Carrafa se ocupó de poner a salvo la
colección de pinturas familiar durante la Guerra de Independencia, y en 1811 viajó a
Londres a expensas de la condesa-duquesa. Y el grabador José Jimeno fue el autor de

26
Sobre este tema sigue siendo una excelente síntesis el trabajo de Joaquín Ezquerra del Bayo, Retratos
de la familia Téllez-Girón, novenos duques de Osuna, Madrid, Blass, 1934.
27
Respecto a estos arquitectos sigue siendo fundamental Carlos Sambricio, La arquitectura española de
la Ilustración, Madrid, Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, 1986, págs. 343-347,
360-363 y 304-310 respectivamente.
28
Sobre la relación de Goya con la familia de los duques de Osuna, los siguientes títulos recogen la
bibliografía fundamental: Juliet Wilson Bareau y Manuela B. Mena Marqués, Goya el capricho y la
invención. Cuadros de gabinete, bocetos y miniaturas, Madrid, Museo del Prado, 1994; Francisco Calvo
Serraller, (com.), Goya: la imagen de la mujer, Madrid, Fundación de Amigos del Museo del Prado,
2001; Carmen Añón y Mónica Luengo, op. cit., págs. 91-118.

7
las estampas que se hicieron para conmemorar las decoraciones efímeras y los festejos
celebrados en las residencias familiares con motivo de la proclamación de Carlos IV.
Entre los escultores al servicio de la casa, además del ya mencionado Pagniucci,
destaca Juan Adán, autor de la escultura de Venus que decoraba el Abejero de la
Alameda, anteriormente encargada a Juan Chaez. La extensa nómina de artistas que
trabajaron para la condesa de Benavente se puede continuar con los nombres de plateros
como Martínez, diamantistas como Leonardo Chopinot, los artistas que trabajaron para
la familia en París como Sicard, discípulo de Isabey, o el miniaturista Bouton, y un
largo etcétera.
María Josefa también era muy aficionada a la música. En su palacio disponía de
una orquesta y numerosos instrumentos musicales, en las ciudades donde residió
siempre formó una importante capilla, y a lo largo de su vida reunió una considerable
biblioteca musical que sobrepasaba los dos millares de títulos. Estaba formada por
piezas encargadas a compositores europeos como Haydn o Saverio Mercante, las
compuestas por músicos al servicio de la Casa como Boccherini, contratado en 1786, así
como obras adquiridas a proveedores españoles y europeos, regalos, piezas dedicadas y
copias.
Además la duquesa fue mecenas de las distintas compañías públicas de ópera de
Madrid, entre las que destacaba la italiana del Teatro de los Caños del Peral y las de los
teatros del Príncipe y de la Cruz. 29 También protegió a cantantes, como la
mezzosoprano portuguesa Luisa Todi, que se alojó en su palacio durante cuatro meses, y
a bailarinas como María Medina de Viganó. Con todas ellas mantuvo a lo largo de su
vida una interesante correspondencia, de enorme riqueza para conocer interesantes
detalles sobre las condiciones laborales de estas artistas que trabajaron en las principales
cortes europeas. 30
La condesa-duquesa de Benavente también era muy aficionada al teatro. Acudía
con frecuencia a los coliseos madrileños y en su residencia disponía de un pequeño
escenario en donde celebraba pequeñas representaciones, para las que Iriarte escribió
textos como El don de gentes o Donde menos se espera salta la liebre, y don Ramón de
la Cruz El día de campo. Además de proteger a literatos, también patrocinó a actores
teatrales como Pepa Figueras o Isidoro Máiquez, al que sabemos que costeó una
estancia en París para que ampliara su formación.

La biblioteca y el salón de María Josefa Pimentel

La condesa-duquesa también era una infatigable lectora 31, uno de los placeres
afrancesados por excelencia, y tanto ella como su marido disfrutaron de una licencia de
la Inquisición para poder leer libros que formaban parte del índice de títulos prohibidos.
A lo largo de su vida María Josefa Pimentel se dedicó a ampliar el rico patrimonio
librario que había heredado de sus antepasados, y a través de sus agentes realizó

29
Sobre este aspecto véase el completo trabajo de Juan Pablo Fernández González, La música en las
Casas de Osuna y Benavente (1733-1882): un estudio sobre el mecenazgo de la alta nobleza española,
Zaragoza, Sociedad Española de Musicología, 2007, que recoge amplia bibliografía sobre el tema.
30
“Virtuose”: Viaggi e stagioni nell’ultimo decennio del settecento: Carteggio de Maria Medina Viganò,
Brigida Banti, Luigia Todi e Teresa Monticini con la duquesa de Osuna, Madrid, Istituto Italiano di
Cultura, 1979.
31
Sabemos que durante su estancia en Barcelona en 1781 los médicos la recomendaron reposo durante su
embarazo, y durante este período María Josefa pudo dedicarse al placer de la lectura, solicitando que la
enviaran dos ejemplares de El Quijote, el Arte Poética de Horacio que había traducido Iriarte y su obra
Donde las dan las toman, y libros de poesía, entre ellos los de Meléndez. Condesa de Yebes, op. cit.,
pág. 31.

8
numerosas compras de libros en el extranjero -una de las principales vías para la llegada
de ideas ilustradas-, y cuando las trabas para importarlos se hicieron difíciles de salvar,
no dudó en hacérselos enviar a través de ministros extranjeros con los que mantenía
buenas relaciones, como el conde Brunetti, embajador austríaco en Madrid en 1831, por
valija diplomática. 32
La duquesa gustaba de estar informada de las últimas novedades, y en una ocasión
no dudó en reprender al académico Pougens -que también era el correspondiente
literario de la emperatriz de Rusia, que regularmente la enviaba periódicos y las últimas
publicaciones, y con el que trabó durante su estancia en París una amistad que perduró
durante toda su vida-, por no haberla informado de que el Genio del Cristianismo de
Chateaubriand se había publicado en 1802. 33 Y es muy posible que fuera este estudioso
quien le remitiese desde París un catálogo de libros disponibles formado por 6.500
títulos, en su mayoría de autores franceses o ingleses traducidos al francés, entre los que
no faltaban los enciclopedistas y otros autores expresamente prohibidos en España por
la Inquisición. 34
El criterio seguido por María Josefa para las adquisiciones era la temática -historia,
filosofía, economía, política, agricultura y botánica, geografía, bellas artes, y un largo
etc.- y el contenido de las obras, y no sólo la calidad de su edición, como sucedió hacia
1802 cuando el bibliotecario de la condesa-duquesa, el padre Liciniano Sáez, miembro
de la Real Academia de la Historia, ante la llegada del catálogo del editor parmesano
Bodoni, el mejor impresor europeo del momento, respondió que « una bibliotheca
insigne debe no escasear de los libros magistrales de todas las ciencias, y artes, y no
cargarse de los inútiles, o de poquissima sustancia, con solo el pretexto de pulida
expresión» . 35 Además de las adquisiciones, la biblioteca de la duquesa también se nutría
de regalos y de obras dedicadas, entre las que destacaban significativamente algunas
como la traducción que Ines Joyes hizo de una novela de Johnson con el título de
Apología de las mujeres. 36 O bien de manuscritos de obras que tuvieron dificultades
para ser editadas, como las Cartas marruecas de Cadalso, que Josefa Pimentel mandó
copiar cuando el Consejo de Castilla impidió su publicación. 37
Aunque su marido se lo tenía prohibido, sabemos que María Josefa, en ocasiones
justificadas, prestaba libros a amigos y literatos como Moratín. Este mismo deseo de
facilitar el acceso al rico patrimonio librario reunido hizo que el X duque de Osuna
intentara abrir la biblioteca familiar del palacio de Leganitos al público,
contabilizándose por entonces unos 35.000 impresos, entre los que se figuraban desde
importantes incunables a las descripciones de los descubrimientos arqueológicos de
Herculano o veintitrés volúmenes con grabados de Piranesi, así como una
importantísima colección de manuscritos. 38

32
Ibíd., pág. 197.
33
Sobre la amistad y la correspondencia de ambos, condesa de Yebes, op. cit., págs. 189-199.
34
BNM, mss. 11.140, citado en Pedro Navascues, “Casas-palacio de la familia Osuna”, cit., pág. 134.
35
Biblioteca Nacional de Madrid, Res/227/21, citado en condesa de Yebes, op. cit., pág. 38.
36
En teoría se trataba de una traducción de una novela de Johnson, pero en realidad era un ensayo de
treinta páginas sin contacto alguno con la obra original, que constituía un simple pretexto para que la
traductora expresara sus propias ideas sin arrostrar la incertidumbre de publicar un trabajo original.
Mónica Bolufer Peruga, Mujeres e ilustración. La construcción de la feminidad en la Ilustración
española, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 1998, pág. 338.
37
Carmen Añón y Mónica Luengo, op. cit., pág. 29.
38
En 1886 la biblioteca y el archivo de la casa de Osuna fueron adquiridos por el Estado. El fondo
manuscrito de la biblioteca se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, mientras que el de impresos
se encuentra repartido entre esta institución (6.500 vols.), la Biblioteca del Senado, y otras instituciones
como la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander, la Biblioteca de Filología de la Universidad

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Además de su faceta de mecenas y coleccionista, María Josefa Pimentel se
convirtió en la anfitriona del salón más importante de Madrid. Un espacio público y
nuevo en donde hombres y mujeres se relacionaban intelectual y culturalmente en pie de
igualdad, sin atender a su origen social, y en donde se conversaba sobre cuestiones
literarias, científicas, sociales y políticas.
Primero en el palacio de la Puerta de la Vega y posteriormente en el Capricho de la
Alameda, María Josefa organizaba tertulias en las que se reunían los amigos íntimos y
los intelectuales protegidos de los duques, entre los que destacaban el marqués de
Manca, Jovellanos, Tomás de Iriarte, Moratín, don Ramón de la Cruz, don Manuel de la
Peña, marqués de Bondad Real -quien ejercía el cortejo de la duquesa-, así como
científicos de la talla de Agustín de Betancourt o Alexander von Humbold -durante su
estancia en España en 1799-, diplomáticos extranjeros, músicos, cómicos, bailarinas,
etc. En estas reuniones, como recogió la condesa de Yebes, se podía discutir sobre el
último libro llegado de Francia, la tonadilla popular, el torero en boga, la actriz de fama
y los azares de la política. 39 Y fue considerado como el salón más ilustrado de su época
por los invitados que asistían, los temas que se trataban y « el aire de renovación de
ideas» que allí se respiraba, a nivel cultural, económico y científico, que chocaba con
las líneas conservadoras de pensamiento de la época y en especial con el clero, ya que a
la larga implicaba un nueva forma de modelar las conciencias. 40

1808, fin de una época ilustrada

La Guerra de independencia supuso una abrupta interrupción de las iniciativas


puestas en marcha por María Josefa Pimentel. En 1807 la propia condesa-duquesa, que
acababa de perder a su marido, reconocía, ante la petición de protección del tenor
Manuel García -una de las estrellas más aplaudidas del teatro de los Caños del Peral-,
que « las actuales circunstancias en que se halla mi Casa no me permiten el proteger
como en otro tiempo a los artistas» . 41
Al año siguiente, ante el temor de la llegada de Napoleón a la capital, abandonó
Madrid junto a su familia para instalarse en Cádiz, en donde residió cinco años.
Tras la contienda, luchó por recuperar sus propiedades, que durante la Guerra
habían sido confiscadas, y reconstruir sus estados, que sufrieron importantes daños,
especialmente en Benavente, en donde la fortaleza con el archivo familiar y el convento
de San Francisco, sede del panteón familiar, ardieron casi por completo. Y poco a poco,
hasta su muerte en 1834, consiguió poder volver a promocionar artistas, comprar libros
y celebrar salones, ya con el protagonismo compartido de los nietos de la anfitriona, en
los que todos los domingos continuó recibiendo a diplomáticos e intelectuales.

Complutense de Madrid o la del Museo Arqueológico Nacional. Respecto al archivo familiar, se conserva
íntegramente en la sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional.
39
Condesa de Yebes, op. cit., pág. 283.
40
Paloma Fernández-Quintanilla, La mujer ilustrada en la España del siglo XVIII, Madrid, Ministerio de
Cultura, 1981, págs. 36-39.
41
Nicolás A. Solar Quintes, “Las relaciones de Haydn con la Casa de Benavente”, Anuario musical, 2,
1947, pág. 99.

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