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Hoy se acepta ampliamente que la acumulación de capital humano y el progreso tecnológico son

los dos motores más importantes del crecimiento económico. En su contribución pionera a la nueva
Teoría del Nuevo Crecimiento, Lucas (1988) ha enfatizado la acumulación de capital humano por
parte de la educación como fuente decisiva de crecimiento endógeno. En sus estudios empíricos,
Hanushek, Kimko (2000), Barro (2001) y Hanushek, Wöß mann (2008) han demostrado que la
cantidad e incluso más calidad de la escolaridad se relaciona positivamente con el crecimiento
económico posterior. Sin embargo, desde principios de los años noventa, la teoría del crecimiento
endógeno está indudablemente dominada por los modelos de crecimiento basados en I + D que se
basan exclusivamente en dinámicas de innovación como motor del crecimiento. Romer (1990),
Grossman, Helpman (1991) y Aghion, Howitt (1992,1998) estuvieron entre los primeros en
introducir modelos dinámicos de equilibrio general para explicar el crecimiento per cápita mediante
actividades intencionales de I + D de empresas privadas. Según estos modelos, el cambio tecnológico
resulta de una secuencia interminable de mejoras verticales de bienes de consumo o,
alternativamente, de una expansión horizontal continua de la variedad de bienes.

Los modelos de crecimiento endógeno basados en I + D de la primera generación comparten una


propiedad común que se conoce como efecto de escala.

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