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El rey de los infiernos

En una lúgubre noche de invierno, unos niños divagaban por los pasillos de un colegio, dando saltos
y riendo a través de los pasillos, escuchando el sonido de la lluvia, todo se detuvo cuando llegaron a
un largo pasillo que parecía no tener fin, mientras más se adentraban a él, se volvía más extraño, el
mencionado sonido de la lluvia fue desapareciendo, sumándose chillidos y ruidos de origen
desconocido, un olor nauseabundo apareció y se intensificaba a medida que avanzaban, al tratar de
descubrir de donde provenía el olor, vieron en las paredes, escritos temblorosos y sin un orden
aparente, hechos con sangre chorreante.

Los escritos provocaron angustia en los niños, las frases “fue su culpa”, “él lo provocó”, “merecía
morir”, se repetían una y otra vez. Dejaron de leer abruptamente al sentir la presencia de algo o
alguien, en ese momento lo vieron y sus pequeños cuerpos temblaron sin parar aterrorizados, un chico
de más o menos quince años, con piel muy pálida, cabello oscuro y desordenado, ropa rasgada y
manchada con grandes cantidades de sangre, que provenía de los agujeros de bala a lo largo de su
torso y de su ojo faltante.

El chico se acercó a paso lento con una sonrisa macabra, aquellos niños quedaron paralizados, sus
ojos reflejaban horror al ver como el chico acercó sus manos hasta el cuello de cada uno y con una
voz rota y rasposa dijo: “dejen que les cuente mi historia antes de jugar”.

“En el momento en que la policía me sacaba de la patrulla y me llevaban a aquel terreno vacío, todavía
no podía creer lo que había hecho, no me arrepiento de lo ocurrido, si pudiera volver al pasado y
cambiar lo que hice, no lo haría, no cambiaria nada, aunque eso implique volver a sufrir todo el infierno
una vez más”

Desde muy pequeño recuerdo ver a mis padres preocupados por el dinero y nuestra situación
económica, había veces donde no les alcanzaba el dinero para que todos comiéramos, pero ellos
preferían que mi hermana y yo tuviéramos que comer en vez de ellos. Los ponía mal saber que no
podían comprar ropa o cosas costosas que nuestros amigos poseían, a mi jamás me importó, un día
uno de mis tíos ofreció trabajo a mi padre en su empresa, él estaba muy feliz por aquella oferta de
trabajo, sin embargo no lo veríamos por un largo tiempo por el extenso horario, mi tío se ofreció a
cuidarnos, mi hermana estaba feliz, ya que tendría con quien jugar, pero yo no pude evitar desconfiar
de él, sus ojos reflejaban maldad, y eso me asustaba, todo eso lo confirmé la noche en la que entro a
mi cuarto en la mitad de la noche y me tapó la boca para que no me escucharan gritar, mientras él me
tocaba y abusaba de mi por horas, yo solo pedía que todo acabara pronto , me sentía miserable y
asqueroso, durante esa noche me sentí situado en el mismo infierno donde mi tío era el rey.

Al día siguiente me amenazó que si me atrevía a hablar y no ofrecía mi cuerpo, dejaría a mi padre sin
trabajo y mi hermana sufriría las consecuencias de mis actos. Verla llorar mientras me contaba como
ese monstruo la toco, hizo que la poca cordura y racionalidad que existía en mi se esfumara.

Esa misma tarde el llegó con mis padres a casa, se sentaron en la sala de estar mientras mi padre
gritaba nuestros nombres para ir a saludar, estaban tan concentrados hablando que no se percataron
cuando tomé el cuchillo de la cocina y lo puse en su cuello, desgarrando su garganta. Podía escuchar
los gritos de horror proveniente de mi madre, mientras me veía apuñalar múltiples veces a mi tío,
sentía su sangre caliente, manchar mis manos, sintiendo que me entraba al infierno que él había
creado.

Pocos minutos después llegó la policía, viendo lo que yo había creado, mis padres veían en silencio
como me arrestaban, podía ver a simple vista el enojo e ira de sus miradas, mi hermana me miraba
triste. Me subieron a la parte trasera de la patrulla y pusieron a andar el vehículo, durante todo el
trayecto hubo un silencio eterno, se sentía la tensión en el aire, no me preocupé hasta que vi que
estábamos lejos de la comisaria, me llevaron a un lugar en construcción, me tiraron al suelo, eran
trabajadores de mi tío; no alcancé a gritar, cuando uno de ellos clavó una navaja en uno de mis ojos
y lo retiró de su lugar, mi cuerpo temblaba de manera incontrolable, mi respiración errática, esta se
detuvo cuando recibí un impacto de bala en mi torso.

Ocultaron mi cuerpo en una fosa en el terreno donde posteriormente se construyó una escuela, desde
ese momento camino por estos pasillos, donde me dedico a jugar con la gente que me dañó”.

Los niños observaban al chico con los ojos llenos de lágrimas por el terror que sentían, solo querían
huir de ahí e ir con sus padres, el chico presionó sus manos en los cuellos de los niños atemorizados,
mientras sonreía pronunció “es hora de jugar”, por todo el pasillo resonaron los gritos de agonía de los
niños, pero estos no llegaron a los oídos de sus padres.

Fin
Autor(as): Antonia Ortega y Damaris Muñoz

Curso: 3F

Asignatura: Lenguaje y comunicación

Profesor(a): Raquel Bórquez Oyazo

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