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BIBLIOTECA UNIVERSAL
COLECCION
ANTIGUOS Y MODERNOS,
NACJO.NAI.ES Y E X T R A N J E R O S ,
TOMO XIII.
NOVELA DE GIETBE
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M A D R I D . S-W®
DIRECCION Y ADM1J ^ C3
San Mateo, n a m . 11, t u a rio
1874.
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SUCESORES DE RIVADEISRYRA ,
calle dfcl Doqno do Osa un. número 3,
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LIBRO PRIMERO.
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Difícil me sera referirte ce por Ve cómo fin más que al principio. Escucha, pues:
no conocido á la más amable de las cria- procuraré sosegarme para poder hacerte
uras. Soy feliz y e s t o y contento: por lo una detallada relación de todo.
tanto, sere mal historiador
Te dije últimamente que había hecho'co-
¡Un ángel! ¡Bah! todos dicen lo mismo nocimiento con el juez S"* y que me ha-
•déla que aman, ¿no es verdad? y sin bía invitado á visitarle en su retiro, ó por •
embargo, yo no podré decirte cuán'per- mejor decir, en su reinezuelo. No me acor-
fecta es y por qué es pérfécta: en resu- daba d# ! éita visita, y áca'so no la hubiera
men ; ha esclavizado todo mi sér hecho nunch, sí la casualidad no me hu-
¡Tanja inocencia con tanto talento- biese descubierto el tesoro escondido en
i tanta bondad con tanta firmeza' Y el re- este paraje solitario.
poso del alma en medio de la vida real de
la vida activa! La gente jóven habia dispuesto un baile
en el campo, al que debía yo asistir. Tomó
Cuanto digo de ella no es más que una por pareja una señorita, bella y de buen
palabrería insulsa, una helada'abstraccion genio, péro de trató indiferente; convini-
, que no puede darte ni remota idea de lo' mos en que yo iria con un coche á buscar
que es. Otra-vez..... no, quiero contártelo á esta señorita y á su. tía, que la acompa-
ñaba, pará conducirlas al sitió de ja fiesta,
1 3 3 - i f ' l o dej011010 haré y convinimos ademas en que al pasó recó-
porque (dicho sea para nosotros) desde qué jeriamos á Carlota S***—« Vais á conocer
he comenzado esta carta , tres veces he te- á una jóven muy guapa,» .me dijo mi pa-
nido ya intención de soltar la pluma ha- reja, mféhtrás atravesábamos la gran sel-
cer ensillar mi caballo y c a r c h a r m e Y sin va y nos acercábamos á la casa.— • Cui-
embargo esta mañana me había jurado á dado con enamorarse », añadió 15 tia.—
mi mism5 no ir; así y todo, á cada mo- •¿Y por qué?» pregynté yo.— « Porque ya
mento me asomo á la ventana para ver la está prometida á un jóven que vale m u -
altura a que se encuentra el sol. cho y q u e , por haber perdido á su padre,
No he podido vencerme: he ido á 'hacer- ha tenido necesidad de hacer un viaje para
le una visita. Heme ya de vuelta, Guiller- arreglar sus asuntos y solicitar .un buen
mo: estoy cenando y escribiéndote empleó! » —Escuché estos detalles «on gas-
Si continúo de este modo no sabrás al tante indiferéiicia.
Desconcha el ¿ol rápidamente hácja ,las cia, y ellos, gritando, se lo agradecían,
mpn anas que, límitap el horizonte, c u a n - despues de haber tenido un buen rato las
do el coche se detuvo eu la puerta del n a - manitas levantadas, aun ántes de que el
l.o d e j a ca^a. nacía un calor sofocante v pan estuviese cortado. Por fin, provistos
las .señoras tenia,,, mie^o, de que descar- de su merienda , unos se alejaron saltando
gase una tempestad, que padecía formarse de contento, otros, de carácter ínénos j u -
entre pardas y oscuras n u S a s que cer- guetón , se fueron sosegadamente á la puer-
cabaií el horizonte. Disipé lo, W f c & ta del patio, para ver á los forasteros y el
mis companeras, ffpgfó&> tener profun- coche qiie debia llevarse á Carlota. Ésta me
dos conocimientos del tiempo, á pesar- de dijp: — • ¿Me perdonaréis el que haya
que también yo presentía,que se nos iba á causado la molestia de entrar y el haber
aguar la fiesta. hecho esperar á esas señoras ? Distraída en
Va había yo bajado del c o c h e c u a n d o vestirme y en tomar las disposiciones que
Ilego una criada á la puerta del patio y nos en la casa exige mi ausencia, me había ol-
dijo que hiciesémos el favor de agualdar vidado de dar Su merienda á los'niños,
un momento, que la señorita Cárlota no que no quieren recibirla sino de mi ma-
tardaría en salir. Atravesé el palio y avan- no. » Contesté con un cumplido insignifi-
ce C0j) desenfado hácia la casa ; cuando cante: mi alma estaba absorta en con-
hube subido,la escalera v franquee la puer- templar su talle, su r o s t r o , su voz, sus
ta contemplaron mis ojos el espectáculo menores movimientos. Apenas pude volver
más encantador que he vísto en mi vida de mi Sorpresa al verla entrar presurosa
En la pnmer;a habitación, seis niños, desde en otra habitación, para tomar los guantes
. dos basta once años de e d a d , saltaban al- y el abanico. LoS niños, permaneciendo á
rededor dé una hermosa j^iven , de media- cierta distancia, me miraban de reojo; yo
na estatura , vestida con una sencilla'tú- me acerqué al más pequeño, cuya fisono-
nica blanca , adornada con lazos de color mía era sumamente interesante. Se retira-
de rosa en las mangas y e 0 -el pecho. t e í n a ba huyendo de mí, cuando Carlota, qué
en la mano un pan moreno, del que á cada salia ya por la puefta, lé dijo : — * Luis,
uno de los niños cortaba un pedazo p r o - da la mano á ése caballero, que és tu
porcionado á sy edad y á su apetito. Les primo.»
repartía las rebanadas coq ia mayor gra-
Obedeció el ñiño sonriendo, y , aunque
tenía las narices llenas de mocos , no pude
resistir la tentación de darle algunos besos. cuando Carlota hizo parar el coche y man-
— «¿Primo? dije á Carlota, ofreciéndole dó á sus hermanos apearse. Éstos quisieron
la mano. ¿Creeis que yo merezca la dicha besarle de nuevo la mano : el mayor lo hi-
de ser pariente vuestro?.—«¡Oh! exclamo zo con toda la ternura de un adolescente ;
ella jovialmente; nuestro parentesco es el más pequeño, con tanta viveza com<-
muy antiguo, y yo sentina infinito que atolondramiento. Les encargó una vez má¿
fueseis él peor de la familia.» que saludasen á sus otros hermanos y con-
Al salir, encargó á Sofía , hiña de once á tinuamos nuestra marcha.
doce a ñ o s , y la mayor- dé' las hermanas La tia de mi pareja preguntó á Carleta
que quedaban en la casa, que cuidase bien si habia concluido el libro que últimamen-
de los niños', y saludase á su padre cuand.o te le habia prestado.—«No, dijo ella, i?o
volviese de paseó. Recomendó á los peque- me gusta, y os lo devolveré pronto; tam-
ños que obedeciesen á Solía, como si fuese poco el anterior me hizo mucha gracia.»
ella misiiiá, ío que muchos prometieron Manifesté curiosidad de saber de qué libros
tértmtaantemente; pero una traviesa ryí>i- se trataba, y quede sorprendido al contes-
Ila, que podx-ia tener unos seis anos ,'se tar Carlota que [i). Encontraba en cuan-
apresuró á decir : — «Pero ella no eres tá, to decia un talento nada común ; cada pa-
L ó t á , v nosotros queremos mejor q u e s e a s labra añadía nuevos encantos, nuevosful-
tu. » t o s dos hermano^ mayores se habían gores'de inteligencia á su rostro, y obser-
encaramado en el coche, v , por mi inter- vé que se explicaba con tanto más gusto,
cesión , Carlota Ies permitió acompañamos cuanto que veia en mí una persona que la
hasta la selva , aunque haciéndoles prome- comprendía.
ter que sé mantendrían firmes, y que yo — «Cuando yo era más n i ñ a , dijo, mi
sé pelearían él uno con el otro. lectura favorita eran las novelas. Dios sabe
Apénas nos habíamos colocado én nues- cuánto placer experimentaba yo cuando
tros asientos, apénas las damas habían
cambiado el saludo y las lisonjas de cos- (H Me veo obligado a descartar de aifai on pasaje, para
tumbre sóbre los trajes, especialmente so- DO herir la suscepiibidad de algunos autores, á pesar de
que realmente éslos deben hacer poco caso de los juicios
bre los sombrerillos, y pasado revista á de una señorita y de un ¡júYen tan impresionable como
las personas <fie debían asistir al baile, Werther.
(Nota del autor.)
i
podia sentarme el domingo en algún rin- Carlota la palabra á nuestras compañeras,
eoncito, para participar con todo mi cora- caí en la cuenta de que éstas habían per-
zon de la dicha ó de la desgracia de alguna manecido como dos marmolillos, sin tomar
Miss Jenny. No quiere esto decir que este parte en la conversación. La lia me miró
género de literatura haya perdido á mis más de una vez con un aire de burla, del
ojos todos sus encantos; pero como ahora que no hice el menor caso.
son contadas las veces que puedo leer, Hablamos entonces del baile.— «Si bai-
cuando lo hago deseo que la obra esté per- lar es un defecto, dijo Carlota, confieso
fectamente dentro de mi gusto. El autor ingénuamente que no concibo otro de más
que prefiero es aquel en quien hallo el atractivos. Cuando alguna cosa me desvela
mundo que me r o d e a , el que cuenta las con exceso, y me acerco á mi clave, aun-
cosas tales como las veo en torno mió, el que esté desafinado, me basta con mal to-
que, con sus descripciones, me atrae y me car una contradanza para darlo todo al ol-
interesa tanto como mi propia vida domés- vido.»
tica, que indudablente no es un paraíso, ¡ Con cuánto embeleso, miéntras ella ha-
pero sí una fuente de dicha inefable pa- blaba, fijaba yo mi vista en sus ojos ne-
ra mí.» gros! ¡Cómo enardecían mi alma la anima-
Procuré ocultar la emocion que me cau- ción de sus labios y la frescura risueña de
saban estas palabras; pero no lo conseguí sus mejillas! ¡Cuántas veces absorto en los
por mucho tiempo; pues cuando la oí ha- magníficos pensamientos que exponía, dejé
b l a r , inciden talmente, del vicario de Wa- de prestar atención á las palabras con que
kefield , de (1) no pudiendo contenerme, se explicaba! Tú, que me conoces á fondo,
puedes formar una idea exacta de todo es-
le dije cuanto me ocurrió en aquel instan-
to. En fin, cuando el coche paró delante
t e , y sólo despues de un r a t o , al dirigir
de la casa del baile, yo eché pié á tier-
ra completamente abstraído. La hora del
crepúsculo, el laberinto de sueños en que
(I) También suprimo a q n i l o s nombres de algunos es-
critores contemporáneos a l e m a n e s , a u n q u e , si llegan á vagaba mi imaginación , todo contribuyó á
ver estas c a r t a s . lo sentirán aquellos i q u i e n e s alcanza que apénas hiciese alto en los torrentes de
parte de las alabanzas (le C a r l o t a : e s indudable qne na-
die necesita conocer las preferencias de nuestra joven. armonía que llegaban hasta nosotros des-
de la sala iluminada.
(Nota del autor.)
El señor Audran y un tal (¿quién y he observado durante la danza inglesa,
puede retener en la memoria todos los que bailais á maravilla. Por lo t a n t o , si
nombres?) que eran las parejas de la lia y quereis bailar conmigo la alemanda , id á
dé Carlota , nos recibieron en la puerta y pedirme á mi caballero miéntras yo hablo á
se apoderaron de sus damas; yo les seguí vuestra dama. De^pues le di la m a n o , y se
con la mia. convino en q u e , miéntras nosotros bailá-
Comenzamos por bailar varias veces el bamos juntos, su caballero acompañada á
minuet. Saqué una por una á todas las se- mi pareja.
ñoras , y pude observar que las que v a - Se comenzó y nos entretuvimos un rato
lían méños eran las que hacían más d e n - en hacer diferentes pasos y figuras. /Qué
gues ántes de decidirse á ponerse en baile. gracia, qué agilidad en sus movimientos!
Carióla y su caballero comenzaron una Cuando llegamos al vals y las parejas, como
contradanza inglesa : tú puedes figurarte las esferas celestes, comenzaron á girar
el placer que experimenté cuaudo le tocó unas alrededor de otras, hubo un momen-
hacer la figura conmigo. lEs preciso verla to de confusion , porque son contados los
bailar' Lo hace con todo su corazon, con que valsan bien. Tuvimos ¡a prudencia de
toda sü aliña; todo su cuerpo está en una dejar pasar el primer ímpetu de los demás;
perfecta armonía, y se abandona de tal pero cuando los ménos hábiles se retira-
modo, con tanta naturalidad , que parece ron , nos lanzamos de nuevo y dejamos
que para ella el baile lo resume todo; que bien puesto nuestro pabellón, seguidos de
no tiene otra idea ni otro sentimiento, y otra pareja, que era Audran y su compa-
que, miéntras baila, lo demás se desvanece ñera. Jamas he sido más ligero; yo no era
ante sus ojos. ya un hombre. Tener en mis brazos á la
criatura más amable, volar con ella como
Le pedí la segunda contradanza y me una exhalación, desapareciendo de mi vis-
ofreció la tercera, asegurándome que ten- ta todo lo que me rodeaba, y... Guillermo,
dría mucho gusto en bailar la alemanda. te lo diré ingénuamenle, me hice el jura- «
Aquí es costumbre, añadió, que cada cual mentó de que mujer que yo amase, y sobre
baile la alemanda con su pareja; pero mi la cual tuviera algún derecho, no valsaría
caballero valsa mal y mé agradecerá que jamas con otro que conmigo ; j a m a s , aun-
lé releve de esta obligación. Vuestra com- que me costase la vida. ¿Me comprendes?
pañera tampoco la sabe ni se cuida de ello.
Dimos algunas vueltas por la sala para del otro, me pareció que estaba pensa-
tomar aliento ; despues ella se sentó y le tiva.
presentó, para que refrescase, unos limo- — ¿ Por qué os lo he de ocultar? me dijo
nes que yo habia separado cuando se hacia al darme la mano para hacer una figura.
el ponche, y que eran, por cierto, los úni- Alberto es un jóven muy apreciable, al
cos que quedaban. Observé que agradecía cual estoy prometida.
mi atención; pero se hallaba al lado una Aunque esto no era nuevo para mí, por-
dama indiscreta, á quien ella ofrecía pe- que lo habia sabido en el coche, me causó
dacitos por pura cortesía, y cada uno tanta sorpresa como si lo ignorase; y es
que tomaba era un puñal que me atrave- que no me habia ocupado de tal noticia
saba el corazón. En la tercera contradanza con relación á Carlota, que en tan breves
inglesa nos tocó ser la segunda pareja. instantes llegó á serme tan querida. En
Cuando concluíamos de hacer la cadena una palabra, me t u r b é , me desconcerté y
y yo (Dios sabe con cuánta voluptuosidad) embrollé de tal modo la figura, q u e , sin
me adhería al brazo de Carlota, fijo en la presencia de espíritu de Carlota y la
sus ojos, que brillaban con la candida ex- oportunidad con que enmendaba mis tor-
presión del placer más puro y espontáneo, pezas , no se hubiera podido continuar la
nos hallamos delante de una señora que, contradanza. Aun duraba el baile cuando
aunque ya se iba alejando de lo más flo- los relámpagos que desde mucho ántes es-
rido de su juventud, me habia llamado clarecían el horizonte, y que yo achacaba
la atención por cierto aire de amabilidad sin cesar á ráfagas de calor, se hicieron
que hermoseaba su semblante. Miró á Car- más intensos, y el ruido del trueno apaga-
lota sonriendo, hizo como que le amena- ba el de la música. Tres señoras, seguidas
zaba , y pronunció al paso dos veces el de sus caballeros, abandonaron la contra-
nombre de Alberto, con un tonillo miste- danza ; el desorden se generalizó y los ins-
rioso. trumentos enmudecieron. Cuando repenti-
no pavor ó un accidente imprevisto nos
— ¿ P u e d o , dije á Carlota, sin cometer sorprenden en medio de los placeres, pro-
una imprudencia, preguntaros quién es ducen en nosotros, y es natural, una im-
Alberto ? Iba á responderme ; pero tuvimos presión más honda que de ordinario, ya
que separarnos para hacer la gran cadena, sea por el contraste que se destaca vigoro-
y cuando llegamos á cruzar uno al lado
iré pasando por toda la r u e d a , siempre de
sámente, ya porque una vez abiertos derecha á izquierda , y vosotros al mismo
nuestros sentidos á las emociones, adquie- tiempo contaréis desde uno hasta mil, di-
ren una sensibilidad exquisita. A esta cau- ciendo á mi paso cada cual el número que
sa debo atribuir los gestos extraños que vi le toque. Debe contarse muy de prisa, y el
hacer entónces á muchas de las señoras. que titubee ó se equivoque recibirá un bo-
La más prudente corrió á sentarse en un fetpn. » Nada más divertido. Carlota , eon
rincón, tapándose los oidos y volviendo el brazo extendido, echó á andar dentro
la espalda hácia la ventana; otra se a r r o - del corro.— i Uno! dijo el primero.— ¡Dos!
dilló delante de ella y escondió la cabeza el segundo.— ¡Tres! el que estaba al lado,
en su regazo; una tercera se metió entre y así sucesivamente. Ella fué poco á poco
las dos y abrazaba á sus hermanitas, v e r - acelerando suá pasos; aquello ya no era
tiendo torrentes de lágrimas. Algunas que- andar : volaba. Uno se equivoca: — ¡Paf!
rían volverse á sus casas; otras, que esta- bofeton ; el que le sigue lanza una carca-*-
ban más amilanadas, ni siquiera tenian j a d a : — ¡ P a f ! nuevo bofeton, y Carlota
ánimo para reprimir la audacia de los as- corriendo cada vez más. A mí me alcanza-
tutos jóvenes, que se ocupaban afanosos ron dos sopapos, y con inefable placer
en robar de los labios de las bellas afligi- creí haber notado qne me los aplicaba más
das las tímidas plegarias que dirigían al fuerte que á los otros. El juego concluyó
cielo. Algunos hombres habían salido á fu - en medio de una risa y una algazara ge-
marse tranquilamente una pipa , y los de- n e r a l , ántes de que la cuenta hubiese lle-
mas de la reunión acogieron con júbilo la gado al número mil. Las personas que te-
feliz idea que tuvo la dueña de la casa de nian más intimidad, formaron conversa-
trasladarnos á otra pieza donde las venta- ción aparte; la tempestad habia cesado, y
nas tenian postigos y colgaduras. Carlota, yo seguí á Carlota, que se volvió á la sala.
apénas entramos en la nueva habitación, En el camino me dijo:— • Los bofetones
hizo poner las sillas en corro y propuso un han hecho que se olviden de la tempestad
juego. Vi que varios caballeros, enderezán- y de todo.» Nada pude contestarle.— • Yo
dose como para indicar que estaban pron- e r a , prosiguió, una de las más miedosas;
tos , se relamían de gusto, soñando ya en pero aparentando valor para animar á los
las sentencias de las prendas.—« Jugamos demás , llegué á tenerlo de véras. » Nos
á contar, dijo ella. Prestadme atención. Yo
acercamos á la ventana; se oian truenos otro dia? No lo recuerdo, y sólo puedo de-
lejanos y el ruido apacible de una abun- cirte que eran las dos de la madrugada
dante lluvia que caía sobre los campos. cuando me acosté, y que si en vez de es-
Una atmósfera tibia nos acariciaba con cribirte hubiera podido hablarte, acaso
oleadas de los más suaves perfumes. te hubiera hecho pasar toda la noche en
claro.
Carlota habia apoyado los codos en el
marco de la ventana y miraba hácia la Nada te he dicho aún de lo que sucedió
campiña; despues levantó los ojos al cielo; á nuestro regreso del baile, ni hoy tengo
déspues los fijó en mí y vi que los tenía disponible el tiempo que necesitaría para
cuajados de lágrimas; despues puso su hacerlo.
mano sobre la mia y exclamó: — i Oh, El dia amaneció deslumbrador. Algunas
Klopstock (1)! gotas de agua caian de las hojas de los á r -
Abismado en un torrente de emociones boles, y la campiña hacia gala de vivifi-
que esta sola palabra despertó en mi espír cante humedad. Nuestras compañeras de
r i t u , recordé al instante la oda sublime viaje comenzaron á dar cabezadas, y Car-
que ocupaba á la sazón el pensamiento de lota me dijo que si yo quería hacer otro
Carlota, No pude resistir : me incliné sobre tanto no lo dejase por ella.
su mano, se la llené de besos y de lágri- — Miéntras vea esos ojos abiertos, le
mas de placer, y volvieron mis ojos á en- contesté fijando en ella mi m i r a d a , no hay
contrarse con los suyos, i Oh insigne poe- peligro de que yo me duerma.
ta! Esta sola mirada, que debías haber Uno y otro hemos llegado despiertos á
visto, basta para tu apoteosis. ¡Ojalá no su casa. La criada le abrió la puerta sin
vuelva yo á oir pronunciar tu n o m b r e , tan hacer ruido, y habiéndole preguntado Car-
frecuentemente profanado! lota por su padre y hermanitos, aseguró
que todos seguían bien y durmiendo á
\ 9 de Junio. pierna suelta. Despedíme de ella, pidién-
dole permiso para volver á verla el mismo
¿En qué punto de mi relato quedé el
dia. Me lo concedió , fui, y desde entónces
(1) Federico Goltlieb K l o p s t o e k , poeta sajón que nació bien pueden el sol, la luna y las estrellas
e n \ 7 i A y murió en 1803. E n t r e s u s obras se cuentan las recorrer sosegadamente sus órbitas, sin
ODAS, las E L E G Í A S , y un poema t i t u l a d o M B S I A D A . que yo sepa si es de dia ó de noche, por-
(Nota del traductor.)
acercamos á la ventana; se oian truenos otro dia? No lo recuerdo, y sólo puedo de-
lejanos y el ruido apacible de una abun- cirte que eran las dos de la madrugada
dante lluvia que caia sobre los campos. cuando me acosté, y que si en vez de es-
Una atmósfera tibia nos acariciaba con cribirte hubiera podido hablarte, acaso
oleadas de los más suaves perfumes. te hubiera hecho pasar toda la noche en
claro.
Carlota habia apoyado los codos en el
marco de la ventana y miraba hácia la Nada te he dicho aún de lo que sucedió
campiña; despues levantó los ojos al cielo; á nuestro regreso del baile, ni hoy tengo
déspues los fijó en mí y vi que los tenía disponible el tiempo que necesitaría para
cuajados de lágrimas; despues puso su hacerlo.
mano sobre la inia y exclamó: — i Oh, El dia amaneció deslumbrador. Algunas
Klopstock (1)! gotas de agua caian de las hojas de los á r -
Abismado en un torrente de emociones boles, y la campiña hacia gala de vivifi-
que esta sola palabra despertó en mi espí-: cante humedad. Nuestras compañeras de
r i t u , recordé al instante la oda sublime viaje comenzaron á dar cabezadas, y Car-
que ocupaba á la sazón el pensamiento de lota me dijo que si yo quería hacer otro
Carlota, No pude resistir : me incliné sobre tanto no lo dejase por ella.
su mano, se la llené de besos y de lágri- — Miéntras vea esos ojos abiertos, le
mas de placer, y volvieron mis ojos á en- contesté fijando en ella mi m i r a d a , no hay
contrarse con los suyos, i Oh insigne poe- peligro de que yo me duerma.
ta! Esta sola mirada, que debías haber Uno y otro hemos llegado despiertos á
visto, basta para tu apoteosis. ¡Ojalá no su casa. La criada le abrió la puerta sin
vuelva yo á oir pronunciar tu n o m b r e , tan hacer ruido, y habiéndole preguntado Car-
frecuentemente profanado! lota por su padre y hermanitos, aseguró
que todos seguían bien y durmiendo á
\ 9 de Junio. pierna suelta. Despedíme de ella, pidién-
dole permiso para volver á verla el mismo
¿En qué punto de mi relato quedé el
dia. Me lo concedió , fui, y desde entónces
(1) Federico Gottlieb K l o p s t o e k , poeta sajón que nació bien pueden el sol, la luna y las estrellas
e n \ 7 i A y murió en 1803. E n t r e s u s obras se cuentan las recorrer sosegadamente sus órbitas, sin
ODAS, las E L E G Í A S , y un poema t i t u l a d o M B S I A D A . que yo sepa si es de dia ó de noche, por-
(Nota del traductor.)
izquierda. Cuando yo vine aquí y contem-
que todo el universo ha desaparecido ante plé desde la colina este hermoso valle, me
mis ojos. atrajo hácia él un encanto inconcebible.....
Allá abajo el bosquecilio.....— i Ah, si tu
21 de Junio. pudieras descansar á su sombra! Allá ar-
r í b a l a cumbre de la montaña — ¡Ah,
Paso unos días tan felices como los que si tú pudieras contemplar desde ella este
Dios reserva á sus elegidos, y sucédame lo soberbio paisaje! Y estas cordilleras de co-
que me suceda , no podré decir que no he linas, y estos valles solitarios... ¡Oh, quién
saboreado los placeres más puros de la vi- pudiera perderse en su seno! Yo iba y
da. Me he establecido enteramente en mi venía sin encontrar jamas lo que buscaba.
retiro de Wahlheim, que ya conoces; allí Con lo que está distante de nosotros suce-
no me separa más que media legua de dis- de lo que con el porvenir. Un horizonte
tancia de la casa de Carlota; allí estoy inmenso y oscuro se extiende delante de
siempre contento, y gozo cuanto el hombre nuestro espíritu; en él, al par que nues-
puede gozaren la tierra. tras miradas, se sumergen nuestros senti-
Cuando elegí á Wahlheim por límite de mientos y i ayl ardemos en deseos de en-
mis excursiones, ¿cómo hubiera yo podido tregarle por completo nuestro sér, soñando
figurarme que estuviese tan cerca del cie- saborear en toda su plenitud las delicias
lo? ¡Cuántas veces, prolongando mis lar- de una sensación grande, sublime, sin
gos paseos, he visto más allá del rio, ora igual. Pero cuando hemos corrido para
desde la cima de la montaña, ora desde lo llegar; cuando el allí se ha convertido en
hondo del valle, esa casa de campo que aquí, vemos que todo es como era ántes,
hoy es el centro de todos mis deseos'. permanecemos en nuestra miseria, encer-
He h e c h o , mi querido Guillermo, mil rados en el mismo círculo, V el alma sus-
reflexiones sobre el afan con que el hom- pira por la ventura que acaba de escapár-
bre trata de extenderse fuera de sí mismo, sele.
de hacer nuevos descubrimientos y de cor- ¡ Por eso el hombre más inquieto y vaga-
rer sin objeto fijo; despues he meditado mundo vuelve al fin los ojos hácia su pa-
sobre la oculta inclinación que le hace bus- tria, y halla en su lugar, en los brazos de
carse límites y seguir el camino trillado, su esposa, en medio de sus hijos, y entre-
sin cuidarse de lo que hay á derecha ó á
gado á los cuidados que se impone para el
bien de tan queridos seres, la dicha que
en vano ha buscado por toda la tierra. El médico de la ciudad estuvo anteayer
Cuando al despuntar el dia me pongo en en casa del juez y me halló, entre los
camino para ir á mi nido de Wahlhein, y hermanos de Carlota , echado en el suelo,
en el jardin de la casa donde rae hospedo donde unos gateaban sobre mí, otros me
cojo yo mismo los guisantes, y me siento pellizcaban y yo les hacia cosquillas, for-
para quitarles las briznas al mismo tiempo mando todos juntos un ruido espantoso. El
que leo á Homero; cuando tomo un puche- Doctor, sabio maniquí que miéntras habla
ro en la cocina, corto la manteca, pongo se arregla los puños y una chorrera que
mis legumbres al fuego, las tapo y me co- vale por dos, juzgó mi faena indigna de
loco cerca para menearlas de cuando en un hombre de seso; lo conocí en su sem-
cuando, entonces comprendo perfectamen- blante. Sin turbarme, ni mucho minos, le
te que los orgullosos amantes de Penélope dejé mascullar estupendos discursos, ocu-
puedan m a t a r , descuartizar y asar por sí pándome entre tanto en levantar los casti-
mismos los bueyes y los cerdoé. No hay llejos de naipes de los niños, que éstos
nada que me llene de ideas más pacíficas habian echado por tierra : él se apresuró a
y verdaderas que estos rasgos de costum- decir en la ciudad que los hijos del juez
bres patriarcales, y, gracias al cielo, puedo estaban muy mal criados, y que Werther
emplearlos, sin que sea afectación, en mi acaba de echarlos á perder.
método de vida. Si, querido Wilhelm, no hay nada en el
¡Cuán feliz me considero con que mi mundo que interese á mi corazon tanto
corazon sea capaz de" sentir el inocente y como los niños. Cuando los observo y des-
sencillo regocijo del hombre que sirve en cubro en estos diablillos los gérmenes de
su mesa la col que él mismo ha cultivado, todas las virtudes, de todas las facultades
y que ademas del placer de comerla, tiene que algún dia les serán necesarias; cuando
otro mayor recordando en aquel instante veo en su terquedad la constancia y la en-
los hermosos dias que ha pasado cultiván- tereza futuras, en su travieso desenfado el
dola, la alegre mañana en que la plantó, buen humor y la indiferencia con que mas
las serenas tardes en que la regó, y el gozo adelante sortearán los peligros de la v i d a -
con que la veía medrar de dia en dia! todo esto tan puro, tan entero... entónces
yo repito siempre . s i e m p r e , las admirables aldehuela situada en la montana, á una
palabras del gran Maestro de los hombres: legua de aquí. Carlota llevaba consigo a la
/ Si no os hacéis semejantes á uno de ellos! mayor de sus hermanas, cuando entramos
Y sin embargo, amigo mió, nosotros trata- ea el patio de la casa, al que daban som-
mos como á esclavos á estas criaturas, que bra dos grandes nogales; el buen anciano
son nuestros iguales, y que debíamos to- estaba sentado en un escaño, delante de la
mar por modelos. No les concedemos volun- puerta. Pareció reanimarse á la vista de
tad propia; pero ¿la tenemos nosotros? Carlota; olvidó su nudoso b a s t ó n , y se ar-
¿Cuál es, pues, nuestra prerogativa? ¿ Aca- riesgó á salir á recibirla. Carlota c o r n o
so consiste en la mayor edad é inteligencia ? hácia él, le obligó-á sentarse, haciéndolo
¡Oh, Dios eterno! Desde tu cielo tú ves ni- ella á su lado ; le dió mil recuerdos de par-
ños viejos, niños jóvenes, y nada más. te de su padre, y besó al hijo del cura,
Hace mucho tiempo que tu hijo nos hizo que es un mequetrefe muy mimado y muy
saber cuáles son los que tú prefieres. Pero sucio. Si tú la hubieses visto cómo entrete-
los hombres creen en él y no le escuchan: nía al pobre viejo, cómo alzaba la voz para
ésta es también una añeja costumbre y hacerla penetrar en sus oidos, casi embo-
hacen á sus hijos como ellos son y — tados, cómo le hablaba de jóvenes robus-
Adiós, Guillermo; no quiero desatinar más tos que babian muerto de repente y de la
sobre esta materia. excelencia dé las aguas de Carlsbad, apro-
bando la intención que tenía el cura de ir
á tomarlas el verano del año siguiente,
1.' de Julio. cómo le manifestaba que tenía mejor sem-
Mi corazón, que sufre más que el que se blante y un aire más animado que la ulti-
consume en el lecho del dolor, comprende ma vez que se babian visto... Miéntras tan-
lo útil que debe ser Carlota para un enfer- to vo ofrecí mis respetos á la mujer del
mo. Ésta va á pasar ahora algunos dias sacerdote. Éste se habia puesto mas con-
en la ciudad, cuidando á una excelente se- tento que unas pascuas, y no pudiendo yo
ñ o r a , que, al decir de los médicos, está resistir el deseo de" alabar los hermosos no-
cerca de su fin, y desea llegar al amargo dales que nos daban agradabilísima som-
trance en brazos de mi amiga. La semana b r a , emprendió;, no sin algún trabajo, la
pasada hicimos una visita al cura de San***, tarea de contarnos su historia.— -No s a -
bemos, dijo, quién ha plantado el más vie
parteen nuestra conversación. Lo que más
j o ; unos dicen que fué tal cura, otros que
me enfadó fué que creí notar en su tono
tal otro. El más jóven tendrá cincuenta
que aquella tenacidad con que se oponia a
años cuando llegue Octubre: es de la edad
comunicarse,no era hija de la falta de t a -
de mi mujer. Su p a d r e , que me precedió
lento, sino del capricho y el mal humor.
en este curato, lo plantó una mañana, y
Por desgracia tuve bien pronto ocasion
ella vino al mundo la noche del mismo dia.
para convencerme de ello; pues miéntras
No podré deciros cuánto quería él este ár-
Federica paseaba y charlaba con mi amiga,
bol ; pero os diré que no le quiero yo mé-
é incidentalmente conmigo, la cara de
nos. Siendo un pobre estudiante, vine aquí
M. Schmidt, que era de suyo algo morena,
por primera vez hace veinte y siete años:
tomó un tinte sombrío, tan pronunciado,
la que hoy es mi mujer estaba haciendo
que Carlota se vió en el caso de llamarme
media debajo del nogal, sentada sobre una
la atención y hacerme comprender que no
viga.. Habiéndole preguntado Carlota por
debia mostrarme tan galante con aquella
su hija, dijo que habia ido con M. Schmidt
jóven. No hay nada que me disguste tan-
al llano á ver los trabajadores; despues
to como ver á los hombres martirizarse
continuó su discurso, refiriéndonos cómo
unos á otros, sobre todo cuando en la flor
le habían tomado cariño en aquella casa,
de la edad, pudiendo abrirse fácilmente los
cómo llegó á ser Vicario de su antecesor, y
corazones á todos los deleites del contento,
cómo, por último, le habia reemplazado.
pierden por tonterías aquellos dias hermo-
Apénas dió punto á su relato, cuando v i -
sos , sin a percibirse hasta muy tarde de que
mos llegar por el jardin á su hija, acompa-
semejante prodigalidad no tiene reparación
ñada de M. Schmidt. Saludó á Carlota con
posible. Esta idea me atormentaba, y cuan-
la mayor cordialidad, y debo confesar que
do al anochecer volvimos al presbiterio y
me fué muy simpática. Es una morenita vi-
nos sentamos á una mesa, donde nos sir-
varacha y esbelta, capaz de hacer pasar á
vieron lacticinios, aprovechando la cir-
cualquiera en el campo una deliciosa tem-
cunstancia de estarse hablando sobre los
porada. Su novio (pues M. Schmidt se
placeres y penas de la vida , troné con t o -
presentó desde luégo como tal) es un joven
das mis fuerzas contra el mal humor.—
de buen aspecto, pero taciturno; en vano
«Loshombres, dije, nos quejamos con fre-
le incitó vár.as veces Carlota á que tomase
cuencia de que son muchos más los días
malos que los buenos, y me parece que dio conocido para manejar los sentimientos.
casi nunca nos quejamos con razón. Si - - . A q u í se í a t a , respondí, de una s e c a -
nuestro corazon estuviera siempre dispues- ción desagradable, que ninguno querría
to para gozar de los bienes que Dios nos experimentar, y mal p o d e m o s conoce r , a
dispensa cada dia, tendríamos bastante extensión de nuestras fuerzas s. no las po
fuerza para soportar los males cuando se uemos á prueba. Todo el que esta enfermo
presentan.»—«El buen ó mal bumor no consulta con los médicos, y nunca rechaza
obedece á nuestra voluntad, exclamó la el tratamiento más penoso ni las med.c.na
mujer del cura. ¡Cuántas cosas hay que más amargas, si cree recobrar la salud que
dependen del cuerpo!... Todo nos fastidia desea.* Advirtiendo que el buen anciano
cuando no estamos bien.» Manifesté que aplicaba el oido para participar de la con-
pensaba lo mismo,.y a ñ a d í : «Considere- versación, levanté la voz, y le dirigí esta,
mos ese fastidio como una enfermedad, y nalabras —«Se predica contra muchos vi
veamos si hay manera de curarla.»—«Eso cios pero no sé c,ue nadie haya pred.cado
es hablar razonablemente, dijo Carlota, y, contra elmal humor» ( i ) . — Eso tocaalos
por mi parte, creo que podemos hacér párrocos de las ciudades, dijo el padre de
m u c h o : hablo por experiencia. Cuando al- Federica ; los aldeanos no tienen ni noticia
guna cosa me mortifica y comienzo á po- de tal achaque. Sin embargo, no vendría
nerme triste, corro á mi j a r d i n , me paseo mal alguna que otra vez un s e r m o n e , ^ A
tarareando algunas contradanzas y se aca- lo ménos seria una lección para el juez y
bó la pena.»—«Eso quería yo decir, repu- para nuestras m u j e r e s , T o d o s nos reuno,
se al instante. Sucede con el mal humor de este final; él mismo hizo lo propio, y
lo que con la pereza. Hay una especie de t n S que comenzó á toser, con lo cual que-
pereza, á la cual propende nuestro cuerpo, dó interrumpida la conversación por al
lo que no impide que trabajemos con ardor gunos minutos. Despues tomó la palabra
y encontremos un verdadero placer en la M Schmidt y me dijo : — Habéis dado el
actividad, si conseguimos una vez hacer- n o m b r e de vicio al mal bumor, y me parece
nos superiores á esa propensión.» Federi-
ca estaba muy contenta : su novio me r e -
plicó que no siempre es el hombre dueño
de sí mismo, y sobre todo, que no h a y me- 0 > Hoy t e n e m o s ^ ¿ ^ B l f f i
d e L i n t e r , q u e forma p a r t e d e l o s ¿ „ ^ }
libro de Jonás.
gne»eso es exagerar. De ningún modo — . ¿Por qué no hemos de decirnos ca-
repliqué; ¿cómo he de calificar una cosa da dia : todo lo que puedes hacer por tus
que daña á nuestro prójimo y á nosotros amigos, es respetar sus placeres y aumen-
mismos? ¿No basta con que no podamos ha- tados tomando parte en ellos? ¿Puedes aca-
cernos felices los unos á los otros? ¿ Es tam- o ofrecerles una gota de bálsamo conso-
bién preciso que acibaremos el placer que ador, cuando sus almas se hallan atormen-
cada uno puede procurarse áun á sí pro- adas por una pasión que las aflige des-
pio? Citadme un atrabiliario que sepa disi- pedazadas por el dolor? y cuando la
mular su mal humor y soportarlo solo pa- última la más espantosa enfermedad sor-
r a n o turbar la alegría de los que le rodean, prenda á quien hayas atormentado en sus
¿ « o es más bien un despecho oculto, hijo horas de dicha; cuando en el lecho en el
de nuestra pequenez, un descontento de S í s t e abatimiento , levante al celo sus
nosotros mismos, mezclado siempre con al- apagados ojos y el sudor de la muerte se
guna envidia, excitada por una loca vani- apodere de su frente lívida, y tu de p
dad ? Vemos gente feliz que no nos debe su tonto á la cama, como un condenado, veas
elicidad, y esto nos es insoportable.» Car- quenada puedes con todo tupoder y sien-
Iota me miró, riéndose de la vehemencia t a filtrarse la angustia hasta el fondo de tu
con que yo hablaba, y una lagrima que sor- S m a pensando que lo darías todo por de-
prendí en los ojos de Federica me animó á p o n e n el seno del moribundo un áto-
continuar . — i Mal hayan, dije, aquellos mo de alivio, una chispa de valor!.....»
que utilizan el imperio que tienen sobre un Estas palabras me hicieron recordar de
corazon, para arrancarle las alegrías ino- una manera vigorosa, un suceso parec.do
centes que brotan en él! Todos los dones
que yo habia presenciado. Me aleje del gru-
todos los agasajos posibles, no bastan á
po llevándome el pañuelo á los ojos y
pagar un instante del placer espontáneo
S o volví en mí cuando la voz de Carlota
que suele convertir en amargura la envi-
me gritó: - ' • ¡ Vámonos!. - [ Cómo me ha
diosa suspicacia de nuestro verdugo..
I S durante el camino, por dedicar
Mi corazon estaba lleno de pasión en este to un entusiasmo vehemente! Di e
momento; mil recuerdos se arremolinaban aue esto me matará si no consigo dominar-
en mi alma, y el llanto se agolpó á mis me t o h ! i n o , ángel mió! Yo quiero viv.r
ojos. Continué:
para tí.
/
palabras, me arrebataron hasta el punto
Carióla esta siempre al lado de su morí- de que, para expresar mis sentimientos, no
bDDda amiga, y siempre es la misma : siem- supe hacer otra cosa que tomarla en mis
minJ / r ^ t U r a 9 f a b , e i benéfica, cuya brazos, y besarla con tanta efusión, que co-
q U G S e fi a
menzó á gritar y á llorar.
cca el
eNÓi
dolorr y ^hace
" ^felices á lasJ" .personan
dulcifi- —«Eso no está bien hecho, me dijo Car-
Ayer tarde fué á pasearse con M a S la lota.» Quedéme confuso. — ' V é n , Amelia,
prosiguió, cogiéndola de la mano y hacién-
S l Z Í ' n e U a Y° l° S 3 b í a ' m e — í c o n la bajar los escalones. Lávate en seguida en
ellas y caminamos juntos. Despues de ha- esa agua fresca, y no te sucederá nada.»
ber andado como una legua y media vol-
vimos hácia la ciudad, y l l e g a L s á la fuen- Fijé mi atención en la niña , que afanosa se
te, que ya me gustaba mucho y que ahora frotaba las mejillas con sus manos mojadas,
me gusta mil veces más. convéñcida de que la fuente milagrosa la
Sentóse Carlota sobre el pequeño muro • limpiaría de toda mancha, quitándole la
3 S e S
afrenta de haber sido tocada por una bar-
Miré Z f e # d e P ¡ é deláúte de ella. ba impura! Carlota le decia : —«¡ Basta
m. rededor, y me acordé del tiem- ya!» y ella continuaba frotándose con nue-
po en que mi corazon estaba solitario - vo brío, como si miéntras más lo hiciese
f u e n t e t ¡querida! me dije á mi mismo fuera mejor. Guillermo, te aseguro que no
^cuánto 0 m P ° que 'no he g o z X d e
tu frescura, y cuántas veces p a L n d o de- he asistido á ninguna ceremonia con más
pnsa junto á t í . ni siquiera te he mirado!. respeto y cuando Carlota subió, de bue-
Baje los ojos y vi q u e subía la pequeña na gana me hubiera prosternado á sus piés,
como ante los de un profeta redentor de los
no verterlo. M, r e á Carlo(a c nd¡ pecados de un pueblo. No pude resistirme al
qUG e deseo de contar por la noche lo sucedido,
" 3 6 5 p a r a m i ' E n esti llegó
Ameba con su vaso; Mariana quiso quitár- con toda la alegría de mi corazon, á uno que
yocreia sensible, porque tiene agudeza i ¡có-
° e X c l a m ó l a n í i l a c o n la más mo me equivocaba! Censuró la conducta
dulce expresión i no! Lota, tú has de beber
de Carlota; dijo que no se debia hacer creer
Z aq uneT 6a na e
n " ' L a Verda<'' ,a b o n d a d nada á los niños; que estos abusos eran orí-
1 u e " a muñeca pronunció estas
gen de errores y supersticiones sin número,
que hay necesidad de evitar desde muy tem-
mis párpados. Lo seguí con la vista: Car-
Ppano Entónces recordé que ocho dias lota sacó la cabeza por la portezuela y
antes había hecho este charlatan bautizar á se volvió á mirar.... ¡ah!... ¿ e r a á mí?
un nmo, por lo cual, oyéndole como el Amigo mió , floto en esta incertidumbre:
que oye llover, seguí siendo fiel con lodo esto me consuela. Acaso se volvió para ver-
mi corazon á esta v e r d a d : — E s preciso me; acaso — Buenas noches. ¡Oh! ¡qué
obrar con los niños como obra con nos- niño soy!
otros el Señor, que nunca nos hace más
felices que cuando nos deja embriagarnos
con una ilusión agradable. \ 0 de Julio.
•
el parecido. Ultimamente he hecho su re-
trato de perfil; preciso será que me con- su casa, y su atmósfera me atrae Izas!
tente con él. me planto allí de un brinco. Sabía mi abue-
la uri cuento de una montaña de imán : los
bajeies que se acercaban demasiado, per-
25 de Julio. dían de pronto todo el herraje ; los clavos
volaban hácia la montaña, y los pobres
Sí, Carlota, yo cuidaré de todo y lo ar-
marineros perecían entre las tablas, que se
reglaré todo; solo os pido que me deis más
iban sumergiendo unas tras otras.
encargos y con más frecuencia. También
tengo que haceros una súplica : no uséis ".a
salvadera cuando me escribáis. He besado 30 de Julio.
con efusión la carta de hoy y todavía re-
china la arenilla entre mis dientes. Alberto ha llegado y yo me marcharé.
Aunque él fuese el mejor y más noble de
los hombres, y yo me reconociera inferior
26 de Julio. bajo todos conceptos, me sería insoporta-
ble que á mi vista poseyese tantas perfec-
Más de una vez me he propuesto no verla
ciones. ¡Poseer!.... Basta, Guillermo, el no-
tan á menudo; pero ¿ quién podriacumplir-
vio está- aquí. Es un jóven bueno y honra-
lo? Todos los dias me vence la tentación y
do que nadie puede dejar de querer. Feliz-
todos también m e digo á mi mismo solem-
mente yo no he presenciado la llegada : me
nemente:—«Mañana no iré»; pero cuando
hubiera desgarrado el corazon. Es tan ge-
mañana se vuelve hoy, hallo un nuevo y
neroso, que ni una sola vez se ha atrevido
poderoso motivo que rae conduce á su ca-
aún á abrazar á Carlota en mi presencia.
sa, ántes de haberme dado cuenta de ello.
¡Dios se lo pague! La respeta, tanto que
Ya porque me ha preguntado por la noche
debo quererle. Se muestra muy afectuoso
si nos verémoS al dia 1 siguiente, y sería
conmigo y supongo que esto más es obra de
una grosería no ir; ya porque me ha hecho
Carlota que. efecto de su propia inclinación:
algún encargo y quiero yo mismo decirle
las mujeres son muy mañosas en este
el resultado; ya porque, estando la maña-
punto y están en lo firme; cuando pueden
na deliciosa, me voy á Wahlheim, desde
hacer que dos de sus adoradores vivan en
donde solo falta media legua para llegar á
buena inteligencia, lo que sucede pocas
veces, lo hacen, y el provecho indudable- Estoy que bramo, y mandaré á paseo
mente'es para ellas. á todo el que diga que debo resignar-
Siu embargo, no puedo rehusar mi esti- me, y que como esto no podía suceder
mación á Alberto. Su exterior tranquiló de otro modo..... i vayan al diablo los ra-
forma marcadísimo contraste con mi carác- zonadores! Vago por los b o s q u e s , y cuan-
ter turbulento, que en vano desearía ocul- do llego á casa de Carlota y veo á Alberto
tar. Tiene una sensibilidad exquisita y no sentado junto á ella , entre el follaje del
desconoce el tesoro que posee con Carlota. jardinillo, y tengo precisión de detenerme,
Parece poco dado al mal humor que, como me vuelvo loco de atar y hago mil neceda-
sabes, es el vicio que más detesto. des.— * En nombre de! cielo, me ha dicho
Me juzga hombre de talento, y mi amis- hoy Carlota, os ruego que no repitáis la es-
tad con Carlota, unida al vivo ínteres que cena de anoche: estáis espantoso cuando
tomo en todas sus cosas , da más valor á su os ponéis tan contento.' Te diré, para en-
triunfo y la quiere cada vez más. No me tre nosotros, que acecho todos los instan-
meteré en averiguar si suele atormentarla á tes en que él tiene que hacer; de un salto
solas con tal ó cual chispazo de celos; pero me meto entónces en su casa y me vuelvo
confieso que si yo estuviese en su lugar no loco de alegría siempre que ella está sola.
dejaría de sentirlos.
Sea lo que quiera, la alegría que yo cx- 8 de Agosto.
peVimentaba al lado de Carlota se ha des-
vanecido. ¿Diré que esto es locura ó ce- Te ruego, querido Guillermo, que le
guedad? Pero ¿qué importa el nombre? La persuadas de que no pensaba dh tí cuando
cosa no puede ser más clara. No sé hoy calificaba de insoportables á los que reco-
liada que no supiera antes de la llegada de miendan resignación, siempre que sucede lo
Alberto; 110 ignoraba que no debía formar que es lógico que suceda. Verdaderamente
ninguna pretensión respecto á Carlota y 110 me ocurría entónces que tú fueses del
tampoco la había formado quiero decir, mismo parecer. Tienes razón en el fondo,
únicamente sentia lo que es inevitable s e n - pero escucha una palabra, amigo mió. Eu
tir al contemplar tantos hechizos; y así y el mundo se sale pocas veces de un apuro
todo, 110 sé qué me pasa al ver que el otro con un dilema. Los sentimientos y las ac-
llega y se alza con la dama. ciones tienen tantos matices como grada-
dones hay entre una nariz aguileña y otra Por la tarde.
chata.
Me he encontrado hoy con mi diario en-
No creo que te enojes, si admitiendo tu
tre las manos, del que apénas me ocupo
argumento en todas sus partes, procuro
hace tiempo, v noto Con estupefacción el
salvarme entre dos supuestos.— * O tienes
modo que he tenido de avanzar á' sabien-
alguna esperanza respecto á Carlota, me
das', paso á paso, en este negocio, condu-
dices, ó no tienes ninguna. En el primer ca-
ciéndome como un muchacho á pesar de
so trata de realizarla, esfuérzate para ver
haber visto siempre Con claridad mi situa-
cumplidos tus deseos ; en el segundo caso
ción. Hoy mismo la veo clara como la luz,
ármate de valor y haz por librarte de una
y, sin embargo, no hay un solo síntoma de
pasión funesta que te aniquilará. • Amigo
alivio.
miq, esto está muy bien dicho.,... y se dice
pronto.
¿Puedes exigir al desdichado cuya vida 1 O de Agosto.
se extingue poco á poco por irresistible in-
flujo de una enfermedad lenta, puedes exi- Si yo no fuese un loco podría pasarme
gir, digo, que en un instante ponga finá sus la vida más feliz y sosegada. Pocas veces
dolores con una puñalada? El mal que de- se reúnen para alegrar un corazón cir-
bilita sus fuerzas, ¿no le quita al mismo cunstancias tan favorables, como las que
tiempo el valor necesario para librarse de me rodean. Esto afirma mi creencia de que
él? Es verdad que puedes contestarme con nuestra felicidad depende de nosotros mis-
una compa»acion análoga. ¿ Habrá quien mos. Formar parte de esta amable familia,
no preQera cortarse un brazo á arriesgarse ser querido de los padres comò un hijo,
á perderla vida por indecisión y cobardía? de los niños como tm padre, y de Carlo-
No lo sé: y como no hemos de entablar ta y de este excelente Alberto, que no
una lucha de comparaciones, hago punto. turba mi dicha con celos ni mal humor,
Sí, Guillermo, tengo algunas veces momen- que me profesa verdadera amistad, y que
tos de un valorsúbito y vehemente, y cuan- ve en mí á la persona que más estima en
do esto sucede, me bastaría saber adonde el mundo, despues de Carlota !.., Guillermo,
he de ir para irme sin vacilar. es un placer oirnos cuando vamos de pa-
seo y hablamos de ella; nunca se ha ima-
tojó dar un paseo á caballo por las mon-
ginado nada tan chistoso como nuestra si-
tañas, desde donde te escribo ahora. Yendo
tuación , y , sin embargo, lias lágrimas al-
y viniendo por su cuarto vi sus pistolas.—
gunas veces humedecen mis ojos.
« Préstamelas para el viaje, le dije.—Con
Cuando me habla de la virtuosa madre
mucho gusto, respondió, si quieres to-
de Carlota, y me refiere que poco ántes de
marte el trabajo de cargarlas; aquí sólo es-
morir dejó al cuidado de ella la casa y los
tán como un mueble de adorno. > Tomé
niños, y al de él á Carlota; que desde en-
una : él continuó^— * Desde el chasco que
tónces la jóven ha revelado dotes inusita-
me ha ocurrido por mi exceso de p r e c a u -
das; que se ha vuelto una verdadera ma-
ción , no quiero cuentas con esas armas. •
dre con la dirección de los asuntos do-
Tuve curiosidad de saber esta historia, y él
mésticos ; que todos los momentos de su
dijo: — * Habiendo ido á pasar tres meses
vida están esmaltados por la ternura y el
en el campo con un amigo, llevé un par
trabajo, sin que jamas hayan sufrido alte-
de pistolas: estaban descargadas, y yo
ración su buen humor y su alegría.... Yo
dormía tranquilo. Una tarde lluviosa en
camino junto á él, cogiendo las flores que
que no tenía nada que hacer, se me ocur-
encuentro al paso, con las cuales hago un
rió la idea, no sé por qué, de que podían
bonito ramillete, y lo arrojo al cercano
sorprendernos, hacer falta las pistolas,
rio, siguiéndolo con la mirada miéntras se
aleja en las ondas mansamente. No sé si te y tú sabes lo que son apreciaciones. Di
he dicho que Alberto permanecerá en esta mis armas al criado para que las limpiase
ciudad y que espera d é l a córte, donde es y las cargára. Jugando éste con las criadas,
muy querido, un buen empleo. Conozco quiso asustarlas, y al tirar del gatillo, la
pocas personas que le igualen en el órden chimenea, Dios sabe cómo, dió fuego, y
y el apego á los negocios. despidiendo la baqueta que estaba en el
cañón, hirió en un dedo á una pobre m u -
chacha. Sobre consolarla tuve que pagar
12 de Agosto. la cura , y desde entónces dejo siempre las
pistolas vacías. ¿De qué sirve la previsión,
Alberto es indudablemente el mejor de querido amigo? El peligro no se deja ver
los hombres que cobija el cielo : ayer me
por completo. Sin embargo • Ya sabes
pasó con él un lance peregrino. Habia ido
cuánto quiero á este hombre; pero me en-
á su casa á despedirme, porque se me an-
tojó dar un paseo á caballo por las mon-
ginado nada tan chistoso como nuestra si-
tañas, desde donde te escribo ahora. Yendo
tuación , y , sin embargo, lias lágrimas al-
y viniendo por su cuarto vi sus pistolas.—
gunas veces humedecen mis ojos.
« Préstamelas para el viaje, le dije.—Con
Cuando me habla de la virtuosa madre
mucho gusto, respondió, si quieres to-
de Carlota, y me refiere que poco ántes de
marte el trabajo de cargarlas; aquí sólo es-
morir dejó al cuidado de ella la casa y los
tán como un mueble de adorno. > Tomé
niños, y al de él á Carlota; que desde en-
una : él continuó^— * Desde el chasco qne
tónces la jóyen ha revelado dotes inusita-
me ha ocurrido por mi exceso de p r e c a u -
das; que se ha vuelto una verdadera ma-
ción , no quiero cuentas con esas armas. •
dre con la dirección de los asuntos do-
Tuve curiosidad de saber esta historia, y él
mésticos ; que todos los momentos de su
dijo: — * Habiendo ido á pasar tres meses
vida están esmaltados por la ternura y el
en el campo con un amigo, llevé un par
trabajo, sin que jamas hayan sufrido alte-
de pistolas: estaban descargadas, y yo
ración su buen humor y su alegría.... Yo
dormía tranquilo. Una tarde lluviosa en
camino junto á él, cogiendo las flores que
que no tenía nada que hacer, se me ocur-
encuentro al paso, con las cuales hago un
rió la idea, no sé por qué, de que podían
bonito ramillete, y lo arrojo al cercano
sorprendernos, hacer falta las pistolas,
rio, siguiéndolo con la mirada miéntras se
aleja en las ondas mansamente. No sé si te y tú sabes lo que son apreciaciones. Di
he dicho que Alberto permanecerá en esta mis armas al criado para que las limpiase
ciudad y que espera d é l a córte, donde es y las cargára. Jugando éste con las criadas,
muy querido, un buen empleo. Conozco qniso asustarlas, y al tirar del gatillo, la
pocas personas que le igualen en el órden chimenea, Dios sabe cómo, dió fuego, y
y el apego á los negocios. despidiendo la baqueta que estaba en el
cañón, hirió en un dedo á una pobre m u -
chacha. Sobre consolarla tuve que pagar
12 de Agosto. la cura , y desde entonces dejo siempre las
pistolas vacías. ¿De qué sirve la previsión,
Alberto es indudablemente el mejor de querido amigo? El peligro no se deja ver
los hombres que cobija el cielo : ayer me
por completo. Sin embargo • Ya sabes
pasó con él un lance peregrino. Habia ido
cuánto quiero á este hombre; pero me en-
á su casa á despedirme, porque se me an-
cocoran sus sin embargo. ¿ Qué regla gene- dome de hombros. Sin embargo, advierte,
ral no-tiene excepciones? Este Alberto es amigo mió, que ni eso es verdad en abso-
tan meticuloso que cuando cree haber di- luto. Indudablemente el robo es un crimen;
cho una cosa atrevida, absoluta, casi un pero si u n hombre está á punto de mórir
axioma, no cesa de limitar, modificar, de h a m b r e , y con él su familia, y ese
quitar y poner hasta que desaparece cuan- hombre por salvarla y salvarse se atreve
to lia dicho. No fué en esta ocasion infiel á robar, ¿ merece compasion ó merece cas-
á su sistema; yo acabé por no escucharle, tigo? ¿Quién se atreverá á tirar la primera
y_meciéndame en un mar de sueños, con piedra contra el üiarido que en él a r r e -
súbito movimiento apoyé el cañón de una bato de una cólera justa mata á su infiel
pistola sobre mi frente, más arriba del ojo esposa y ai infame seductor? ¿Quién pue-
derecho.—«A par ta eso, d ijo A1 berto, echa n- de acusar á la sensible doncella que en
do mano á la pistola. ¿Qué quieres hacer? un momento de voluptuoso deliquio se
—No está cargada . contesté.—Y ¿ q u é im- abandona á las irresistibles delicias del
porta ? ¿Qué quieres hacer? repitió con im- amor? Hasta nuestras leyes, que' son pe-
paciencia. No comprendo que haya quien dantes é insensibles, se dejan conmover y
pueda levantarse la tapa de los sesos. Sólo detienen ¡a espada de la justicia,— Eso es
el pensarlo me horroriza. — ¡Oh hombres! distinto, respondió Alberto; el que sigue
exclamé; no sabréis hablar de nada sin los impulsos de una pasión, pierde la fa-
decir esto es una locura, eso ¡es razona- cultad de reflexionar, y se le mira cómo á
ble, tal cosa es b u e n a , tal olra es mala? un ébrio ó un demedie. — ¡Oh hombres dé
¿Qué significan todos estos juicios? Para juicio! exclamésónriéndome. ¡Pasión! ¡Em-
emitirlos ¿habéis profundizado los resortes briaguez! ¡Demencia! ¡Todo esto es leirá
secretos,de una acción? ¿Sabéis distinguir muerta para vósótros, impasibles moralis-
con seguridad las causas que la producen tas! Condenáis al borracho y detestáis al
Y que lógicamente debian producirla? Si tal loco con la frialdad del 'que sacrifi'ca/y
ocurriese, no juzgariajs con tanta ligereza. dais gracias á Dios, como el fariseo, p o r -
— Tú me concederás, dijo Alberto, que qué 110 sóis ni locos, ni borrachos. Más de
ciertas acciones serán -siempre crímenes, una vez lie estado ébrio; más de una vez
sea el que quiera el motivo que las pro- me han puésto mis pasiones al borde de la
duzca.—^Concedido, respondí yo, encogién- locura, y no lo siento; porque h e apreü-
ihdo que siempre se ha dado el nombre de
de un tirano, si al fin estalla y rompe sus
beodo ó Insensato á todos los hombres ex-
cadenas? Un hombre que al ver con es-
traordinarios que han hecho algo grande,
panto arder su casa, siente que se multi-
algo que parecía imposible. Hasta en la
plican sus fuerzas, y carga fácilmente con
vida privada es insoportable el ver que de
un peso que sin la excitación apénas p o -
quien piensa dar cima á cualquier acción
dría levantar del suelo; u n hombre que
noble, generosa, inesperada, se dice con
furioso de verse insultado, acomete á sus
frecuencia:—«¡Está borracho! ¡Está loco!,
contrarios y los vence; á estos dos hombres
i Vergüenza para vosotros los que sois so-
¿se les puede llamar débiles ? Créeme, ami-
brios! ¡Vergüenza para vosotros los que
go mió, si los esfuerzos son la medida de
sois sabios! —¡Siempre extravagante! dijo
la fuerza, ¿por qué un esfuerzo supremo ha
Alberto. Todo lo exageras, y esta vez llevas
de ser otra c o s a ? . . Alberto me miró, y
la humorada hasta el extremo de compa-
dijo: « No te enojes, pero esos ejemplos
r a r con las grandes acciones el suicidio
que citas no tienen aquí verdadera aplica-
que es de lo que se trata, y que sólo debe
ción.—Puede ser, le contesté; no es la
mirarse como una debilidad del hombre-
primera vez que califican mi lógica de pa-
porque indudablemente es más fácil morir
labrería. Veamos si podemos representar-
que soportar sin tregua una vida llena de
nos de otfo modo lo que debe experimen-
amarguras.»
tar el hombre que se resuelve á deshacerse
Estuve á punto de cortarla conversación: del peso, tan ligero para otros, de la vi-
no hay nada que me ponga más fuera de da, porque no raciocinarémos bien sobre
mi que el razonar con quien sólo responde ello, mientras nos andemos por las ramas.
trivialidades, cuando yo hablo con todo — La naturaleza h u m a n a , proseguí, tiene
mi corazon. Sin embargo, me contuve por- sus límites; puede soportar, basta cierto
que no era la primera vez que le oia de- grado, la alegría, la pena , el dolor ; si pasa
cir vulgaridades y que me sacaba de mis más allá, sucumbe. No se trata, pues, de
casiIJas. Le repliqué con alguna viveza. saber si un hombre es débil ó fuerte, sino
— • ¿ A eso llamas debilidad ? Te suplico de si puede soportar la extensión de su
que no le dejes seducir por las aparien- desgracia, sea moral, sea física'; y me pa-
cias. ¿Te atreverás á llamar débil á nn rece tan ridículo decir que un hombre que
pueblo que gime bajo el insoportable vügo se suicida es cobarde, como absurdo sería
dar ei mismo nombre al que muere de una los domingos por los contornos de la ciu-
fiebre maligna.—iParadojai ¡Rara para- da3 con sus compañeras, engalanada con
doja! dijo Alberto. — No tanto como crees, la ropa que poco á poco habia podido a d -
respondí. Convendrás conmigo en que lla- quirir, ó bailar a n a sola vez en las gran-
mamos enfermedad mortal á la que ataca des fiestas, y charlar algunas horas con
á la naturaleza de tal modo q u e s o s fuer- una vecina, con toda la vehemencia del
z a s , destruidas en parte, y en parte para- más sincero Ínteres, sobre tal chisme ó
lizadas, se incapacitan para reponerse y cual disputa. El ardor de su juventud le
restablecer por una revolución favorable hace experimentar deseos desconocidos,
el curso ordinario de la vida Pues bien, que aumentan con las lisonjas de los hom-
querido amigo, apliquemos esto al espíri- bres- sus antiguos placeres llegan paso á
tu. Mira al hambre en su limitada esfera, paso á serle insípidos; al cabo encuentra a
y verás c ó m a l e aturden ciertas impresio- un hombre, liácia el cual le empuja con
nes , cómo le ésclavízan ciertas ideas, basta incontrastable fuerza un sentimiento nuevo
que arrebatándole una pasión todo su j u i - para ella , y fija en él todas sus esperan-
cio'y toda su fuerza de voluntad, le arras- za«- se olvida del mundo entero; nada oye,
tra á so perdición. En vano un hombre ra- nada ve, pada ama sino á él, sólo á el: no
zonable y de sangre fría se compadecerá suspira más que por él, sólo por el. No esta
de la situación del infeliz; en vano le ex- corrompida por los frivolos placeres de
hortará : es semejante al hombre sano que una inconstante vanidad, y su deseo va
está junto al lecho de un enfermo, sin po- derecho á su objeto; quiere ser de el, quie-
derle dar la más pequeña parte de sus re en una unión eterna, encontrar toda
fuerzas.* Estas ¡deas parecieron á Alberto la dicha que le falta, gozar de todas las
poco concretas. Le hice recordar á una jó- alegrías juntas al lado del que adora. Pro-
ven que habían encontrado ahogada hacia mesas repetidas ponen el sello á todas sus
poco tiempo; y le conté su historia. esperanzas; atrevidas caricias aumentan
Era una criatura bondadosa , encerrada sus d e s e o s y sojuzgan su alma por entero :
desde su infancia en el estrecho círculo de flota en un sentimiento vago, en una idea
las ocupaciones domésticas, de un trabajo anticipada de todas las alegrías; ha llegado
siempre igual; que no conocía otros place- al colmo de la exaltación. En fin, tiende
res que los de ir algunas veces á pasearse los brazos para abrazar todos sus d e -
seos y su amante la abandona. Mírala
tre otras cosas me dijo que yo no había
delante de un abismo, inmóvil, demente: hablado más que de una jóven inocente ;
una noche profunda la rodea; no hay hori- y que no debe juzgarse del mismo modo á
zonte, no h a y consuelo, no hay esperan- un hombre de talento, cuya inteligencia
za : la abandona el que era su vida. No ve rnénos limitada le permite ver el anverso y
el inmenso mundo que tiene delante ni los reverso de las cosas— S Amigo mió, excla-
numerosos amigos que podrían hacerle ol- mé, el hombre siempre es hombre, y el ta-
vidar lo que h a perdido; se siente aislada, lento que tengan éste ó el otro sirve de poco,
abandonada de todo el universo, y ciega| ó más bien de n a d a , cuando al fermentar
acongojada por el horrible, martirio de su una pasión la naturaleza se arroja á los
corazon, para huir de sus angustias, se
entrega á la muerte, que todo lo devora. límites de sus fuerzas. Más aún Ya vol-
Alborto, esta es la historia de muchos; verémos á hablar de esto», añadi toman-
do mi sombrero. Mi corazon estaba á. punto
¡
Alí! ¿ n o es este el mismo caso de una de estallar, y nos separamos sin haber He-
enfermedad? La naturaleza no encuentra gado á entendernos. Es verdad que en
ningnn medio para salir del laberinto de éste mundo pocas veces sucede lo con-
fuerzas revueltas y contrarias qu$ la agi- trario. .
tan , y entónces es preciso morir.
Infeliz del que lo sepa y diga: — « ¡ I n - \ 5 de Agosto.
sensata! si hubiera esperado, si hubiera
dejado obrar al tiempo, la desesperaeion Es muy cierto que sólo el amor hace
trocada en calma hubiera encontrado otro que el hombre necesite á sus semejantes.
hombre que la consolase.» Esto es lo mismo Conozco que contraría á Carlota el perder-
que decir:—«I Loca! ¡ morir de una fiebre! me, y los niños no piensan en otra cosa
Si hubiera esperado á recobrar sus fuer- sino en que siempre volveré al siguiente
zas , á que se purificasen los malos humo- dia. Hoy he ido á su casa á afinar el clave,
r e s , á que cediera el arrebato de su s a n - lo cual no he conseguido, porque los pe-
gre , todo se hubiera arreglado y todavía queños me perseguían para que les conta-
viviría.» se un cuento, y Carlota misma se empeñó
No juzgando Alberto muy exacta esta en que debia darles gusto. Les he repartido
comparación, hizo nuevas objeciones; e n - el pan de la merienda, que ahora reciben
de mis manos- tan contentos como de las mondo que me rodea, ha llegado á ser
de Carlota, y les he referido la historia de para mí un insoportable verdugo, un espí-
la Princesa servida por encantamento. ritu que me atormenta y que . me persi-
Te aseguro que con esto aprendo mucho, gue por todas partes. Cuando contemplaba
y me asombra la impresión que el relato otras veces desde las crestas de las rocas ;
les produce. Como algunas veces rae veo más allá del rio, hasta las lejanas colinas,
obligado á inventar algún incidente que no el fértil valle, y veia que todo germinaba
recuerdo al repetir el cuento, en seguida con lozanía en torno mió; cuando veia e s -
me dicen que ántes pasaba de distinto mo- tas montañas bordadas, desde la falda
do, por lo cual me dedico ahora á referir hasta la cima, de espesos y corpulentos
siempre lo mismo, sin variante de ningún árboles; estos valles salpicados de risueña
género. De esto he deducido que el autor floresta en todos sus contornos: el arro--
que al .hacer una segunda edición de algu- yo apacible que se deslizaba , adormeci-
na obra la modifica, daña necesariamente do con el murmullo de los cañaverales,
á su libro, aunque gane bajo el punto de reflejando las matizadas nubes; que la
vista literario. Recibimos con docilidad brisa suave de la tarde mecía en el cielo;
toda primera impresión , porque £l hom- cuando escuchaba á ios pájaros, animando
bre está hecho de tal modo, que llega á con sus" gorjeos la e n r a m a d a , mientras
persuadirse de que son verdad las cosas copiosísimo enjambre de insectillos jugue-
más absurdas; pero desde luégo se graban teaba alegremente en -los últimos.royos del
en él tan profundamente, que infeliz del sol, á cuyo postrer destello el escarabajo
que pretenda destruirlas ó borrarlas. oculto ántes debajo de la hierba abando-
naba zumbando su prisión; cuandó el
ruido y la vida llamaban mi atención liú-
<8 de Agosto. d a la tierra, y el musgo que arranca su
alimento á la dura roca, y las retamas que
¿Es preciso que lo que constituye la crecen en la pendiente de la árida.colina
felicidad del hombre sea también la fuente areniza, me descubría la íntima, ardiente
de su miseria? Este sentimiento, que llena y santa vida de la naturaleza, I'con qué
y rejuvenece mi corazon ante la vivaz na- júbilo abrazaba todos estos objetos mi en-
turaleza, que viérte en mi seno torrentes cendido corazon I Yo estaba como un dios
de delicias, y convierte en un paraíso el
en este mar de riquezas , en este inmenso seno una gota de la felicidad del Sér que
universo, cuyas formas sublimes parecían todo lo engendra en él y por él. Hermano
moverse, animando toda mi creación en el mío, el recuerdo de tales horas basta para
fondo de mi alma. Me rodeaban enormes fortalecerme. Más a ú n ; los esfuerzos que
montañas; tenía delante de mí profundos hago para recordar estos sentimientos ine-
abismos, donde se precipitaban torrentes fables, para poder expresarlos, elevan mi
tempestuosos; los rios se deslizaban bajo alma sobre ella misma, y me obligan á sen-
mis pies; oia algo como un rugido en los tir doblemente lo angustioso de mi estado
bosques y los montes, agitándose y con- actual.
fundiéndose todas estas fuerzas misterio- Parece que se ha levantado un velo de-
sas en las profundidades de la tierra, rniéu- lante de mi alma,y el inmenso espectáculo
tras sobre ésta, y bajo el cíelo^revoloteaban de la vida 110 es á mis ojos otra cosa que
las razas infinitas de los seres que lo pue- el abismo de la t u m b a , eternamente abier-
blan tódo de mil diversas formas, mien- ta. ¿Podrás decir • esto existe » cliando
tras los hombres se juzgan reyes de este todo p a s a , cuando todo se precipita con la
vasto universo, agazapándose juntos en el rapidez del rayo, sin conservar casi nunca
nido de sus reducidas moradas. ¡Pobre todas sus fuerzas, y se ve ¡ay! encadena-
loco, que todo te parece mezquino, porque do, tragado por el torrente, y despedazado
tu eres muy pequeño! Desde la inaccesible contra las rocas? No hay un momento que
montana y el desierto que ningún pié ha no te consuma, que no consuma los tu-
pisado a ú n , hasta la última orilla de los yos ; no hay un momento en que no seas,
océanos desconocidos, lo anima todo el en que no debas ser destructor: tu paseo
espíritu del eterno Creador, gozándose en más inocente cuesta la vida á millares de
estos átomos de polvo, que viven y le com- pobres insectos; uno solo de tus pasos
prenden. ¡Ay! cuántas veces deseaba en- destruye los laboriosos edificios de las hor-
tonces , con las alas.de la garza que pasa- migas, y sumerge todo u n pequeño mundo
ba sobre mi cabeza, trasladarme á las cos- en un sepulcro.
tas de ese inmenso mar, para beber en la
espumosa copa de lo infinito dulcísimas ¡ Ah! no son las grandes y poco frecuen-
delicias, y sentir, aunque sólo fuera por tes catástrofes del mundo, no son esas inun-
un momento, en el espacio estrecho de mi daciones, esos temblores de tierra, que se
tragan á vuestras ciudades, lo q u e m c con-
mueve ; lo que me roe el corazon es ia
fuerza devoradora que se oculta en toda do hacer nada. Mi imaginación y mi sen-
la naturaleza, y que no ha producido nada sibilidad no se conmueven ante la natu-
que no destruya cuanto le rodea, y no se raleza , y los libros me causan tédio. Cuan-
destruya á sí mismo. do el hombre no se encuentra á sí mismo,
De esté'modó avanzo yo con angustia por no encucíitra nada. Te j u r o que muchas
mi inseguro camiuo, rodeado del cielo, de veces me alegraría de ser un jornalero,
la tierra y dé sus fuerzas activas: no veo para tener al ménos,al despertarme por la
más que un monstruo ocupado eterna- .mañana, la perspectiva de un dia ocupado,
mente en mascar y tragar. un móvil, una esperanza. Envidio con fre-
cuencia á Alberto, cuando le veo enterrado
en papeles hasta los ojos, y creo que sería
21 de Agosto. feliz hallándome en su lugar. Más de una
vez he estado á punto de escribirte,y de
Al sacudir por las mañanas el yugo de escribir al Ministro, solicitando ese destino
una pesadilla, es en vano que estienda lo¡í en la embajada que, según me aseguras,
brazos hácia ella; en Vano ,que la busque me concederían al instante. Así lo creo. !
por la noche en mi lecho, cuando un sueño Hace tiempo que me estima el Ministro, y
feliz y sencillo me hace creer qué estoy en' ántes de ahora me ha instado múchopftra
el campo, sentado á su lado, estrechando que aceptase un empleo. Suele preocupar-
su mano, y llenándosela de besos, i Ah! me esto durante una h o r a ; pero cuando
cuando todavía embriagado por el sueño lo reflexiono y recuerdo la fábula del caba-
busco esa mano y rae despierto, uh 1 torren- llo; que cansado de su libertad se «'eja po-
te de lágrimas brota de mi corazon opri- ner la Silla y la brida, para estar poco des-
mido, y lloro sin consuelo, pensando en pues rendido de fatiga..... no sé lo que debo
las tinieblas de lo porvenir. hacer. Por otra parle, querido Guillermo,
este deseo de cambiar de estado que me
22 de Agosto. subyuga, ¿ n o será acaso una oculta inso-
portable impaciencia que me perseguirá
Es cosa fatal, Guillermo. Mi actividad se por todas partes?
consume en una inquieta indolencia; no
puedo estar ocioso, y sin embargo, no pue-
28 de Agosto. ciarlos, y dejar que se p u d r a n ' sin gozar
Es indudable que si mi mal tuviera cura de ellos?
esta gente lo curarla. Hoy es mi cumplea- Adiós. El verano es magnifico, trepo
ños, y muy de mañana he recibido un pa- algunas veces á los árboles del jardín de
quetito de Alberto. Lo primero que ha he- Carlota, y con una percha larga cojo las
rido mis ojos al abrirlo ha sido uno de los * peras de las ramas más altas. Carlota esta
lazos de color de rosa que llevaba Carlota debajo del árbol y recoge los frutos que
la primera vez que la vi, lazo que despues yo echo á sus piés.
le había pedido várias veces ; lo segundo,
dos tomitos en dozavo, el H O M E R O de Wets- 30 de Agosto.
tein, edición que tanto he deseado, para
no ir á mis paseos cargado con la Ernesti. Desgraciado ¿ no estás loco? No te en-
Ya ves cómo previenen mis deseos; cómo gañes á tí mismo ? ¿ Adónde te conducirá
buscan medios para darme estas pequeñas esta pasión indómita y sin objeto? No pien-
pruqbas de amistad, mil veces más precio- so más que en ella; ya no cabe en mi
sas que esos presentes magníficos con que imaginación otra figura que la s u y a , y to-
nos humilla la vanidad del que nos obse- do lo que me rodea no lo veo sino con re-
quia. Beso el lazo infinitas veces al dia, y lación á ella. ..
en cada aspiración saboreo el recuerdo de Esto me procura algunas horas de feli-
las felicidades con que me embriagaron cidad , que deben concluir tan pronto co-
esos pocos dias felices, que han pasado mo sea preciso que no? separemos i Ah
para siempre. Guillermo, es lo que debe ser Guillermo, adónde me arrastra con fre-
y no me quejo: las flores de la tierra sólo cuencia mi corazon 1 Siempre que paso dos
son vanas apariencias. ¡Cuántas se m a r - ó tres horas á su lado, absorto en la con-
chitan sin dejar ni el más leve rastro' templación de su hermosura, de sus movi-
¡Qué pocas fructifican, y qué pocos de mientos, de su celestial lenguaje, todos
estos frutos llegan á la madurez! Y sin mis sentidos se excitan insensiblemente,
embargo, áun hay bastantes; y sin embar- una sombra se extiende ante mi vista y mis
oidos se embotan; siento que oprime mi
8° ¡oh hermano mió! ¿podemos no garganta una mano homicida; mi corazon,
hacer caso de los frutos maduros, despre- en sus latidos precipitados, busca consuelo
á mis sentidos oprimidos y no hace más
que aumentar el desorden.... lante. Quince dias hace que acaricio la idea
de dejarla. Mi marcha es precisa. Está de
Guillermo, muchas veces no sé si estov
nuevo en la ciudad, en casa de una amiga;
e n e n m u d o y si la tristeza me a g o b i a
y Alberto..... y - M i marcha es precisa.
de a l S D<> m e C 0 " C e d e e I t r i 6 t e c o n s « é l o
de aliviar mi mart.rio, dejándome bañar
su mano con mi llanto. Necesito salir nece- 4 0 de Setiembre.
sito huir, y corro á ocultarme muy léjos en ¡Qué noche, Guillermo, qué noche tan
os campos. Entónces gozo trepando por horrible he pasado! Ahora tengo valor para
una uioutana escarpada, abriéndome paso todo No volveré á verla. ¡Oh! !Que no
K ' P bosque impenetrable, por en- pueda ir volando á arrojarme en tus b r a -
tre las breñas que me hieren v | o s zarza- cos- que no p u e d a , amigo mió, expresarte
les que me despedazan. Entónces me e n - con el mayor trasporte y derramando un
cuentro un poco mejor ¡un poco.' y cuan- raudal de llanto, los sentimientos que
do < * l e n a a d o d e s e d y d g cansancio, s u - oprimen mi corazon! Heme aquí, delante
cumbo y me detengo en el camino ; cuando de mi pupitre, casi sin aliento , procuran-
en la profunda noche, brillando sobre mi do sosegarme y aguardando á que amanez
cabeza la luna llena, me siento en el bos- c a , porque los caballos estaran enjillados
que sohtario sobre un tronco torcido, para
dar algnn descanso á mis pies desgarrados al despuntar el sol.
o^me entrego á un sueño intranquilo du-' ¡ Ah' Carlota duerme descuidada sin sos-
rante la claridad crepuscular ¡Oh Gui- pechar que no volverá á verme He tenido
ermo! el silencioso-albergue de una celda bastante valor para separarme de ella sin
un s a y a , y e i cilicio son los únicos c o n c e - descubrir mi secreto durante una conver-
jos á que aspira mi alma. Adiós. No veo sación de dos horas. ¡Y qué conversación.
para esta cuita otro fin que el sepulcro. . Dios uiio! . . . ,
Alberto me habia ofrecido que iría al
jardín con Carlota, despues de cenar \ o
3 de Setiembre- estaba en la explanada , bajo loscorpulen-
tos castaños, viendo, por la ultima vez el
Mi marcha es precisa, Gillermo; te agra- sol que se oculta más allá del risueño val|e,
dezco que hayas fijado mi resolución vaci- y el rio que se desliza mansamente- < Había
estódo tantas veces con ella en aquel para- vi subir por la explanada. Corrí hacia
je! Había contemplado tantas veces el ellos, cogí con el mayor entusiasmo la m a -
nnsmo magnifico espectáculo! Y ahora n o & Carlota y se la besé. Llegábamos a lo
Comencé á ir y venir por aquella alameda' más alto cuando apareció la u n a ^ de-
para m, tan querida, donde un atractivo trás de los zarzales que cubrían la colma.
secreto y simpático me habia retenido fre- . Hablamos de cosas distintas y nos aproxima-
cuentemente ántes de conocer á Carlota mos insensiblemente á la sombría plazoleta
. Con que placer, al alborear nuestra amis^ Carlota entró y se sentó: Alberto se puso á
' n o s d i m ° s mutuemente cuenta de la uno de sus lados y yo al otro; pero mi in-
preferencia que nos inspiraba este sitio quietud no me permitía permanecer m u -
que es s.n duda uno de los más seductores cho tiempo sentado. Me levanté, me colo-
q u | conozco entre las creaciones del arte' qué d e b i t e de ella; di algunos pasos y
°S C a s t a ñ o s s e descufa'-e volví á sentarme. Yo sentía algo parecido
iAh! l ia agonía. Carlota nos hizo observar el
R e c a u d o que bello Ifecto de la luna, que desde la punta
te he hablado bastante en mis cartas de de las hayas alumbraba toda la explana-
estos altos muros de hayas y de esta ala- da El cuadro era soberbio y tanto más su-
d e n d n T T 6 Í n S e n S ¡ b l e m e n t e v a desapare- blime para nosotros, cuanto que nos r o -
ciendo la luz cuanto más próximo está un deaba una profunda oscuridad. Despues de
bosquecllo donde termina, y donde todo
un breve rato, en que todos guardamos si-
? c o n f u n d e en una plazoleta que parece
lencio, Carlota tomó la palabra • - _ Nun
unpregnada de todas las melancolía? de a
ca dijo, nunca me paseo a la claridad <ie
soledad. Aun me dura la indefinible sensa-
la luna sin acordarme de nns amigos_ di-
ción que experimenté cuando entré en ella
funtos sin sentirme conmovida por la idea
por primera vez, en el instante en que el
ele la muerte y de lo porvenir. ¡Nada muc-
sol se hallaba en lo más alto de su c a b e r a
re< añadió con un acento que revelaba la
ya entonces tuve un vago presentimiento
sensación más viva; pero, Werther, 6 vol-
de infinito dolor y grandes alegrías verémos á encontrarnos?
r é m o s ? ¿ Qué pensáis de esto? ¿Qué decís.
Haca media hora que estaba entregado
a los dulces y crueles pensamientos de la - C a r i o t a , " e x c l a m é presentándohj m,
despedida y de volvernos á ver, cuando É ¡ mano y con los o j o s cuajados de lagrimas,
V e r Ó
puede repetir lo que ella decía? ¿Cómo la
ienn Ja
V lotra T S á V e r n áO Svernos
volveremos
! En
* .* ^ d aV y letra, fria é insensible, podría reproducir
No pude decir más. Guillermo, ¿era p r e - sus palabras, que eran flores celestiales de
ciso que ella m e hiciese esta p r e ^ T a su alma? Alberto la interrumpió, diciendo
cuando toda mi alma se ocupaba de S con dulzura : — 4 Carlota, eso te afecta de-
cruel separación? masiado. Cohiprendo que esas ¡deas te son
n n 7 r Y í ! u , e s l r o s queridos muertos, eonti- queridísimas, pero te ruego
—Alberto, dijo Carlota, ya sé que no
¿Tienen idea de que los traemos á la me- has olvidado aquellas noches en que nos
moria con indecible cariño, en nuestíos sentábamos alrededor del velador, cuando
momentos de felicidad? ¡Oh! La i m á f n papá estaba fuera y habíamos hecho acos-
tarse á los niños. Tú tenías casi siempre un
S - , n l m 1 r e V 3 S a S Í e , » P r e ^ torno M buen libro, y casi nunca nos leías en él. La
cuando estoy p o r la noche sentada tran conversación de aquella criatura sublime,
quitamente enmedio de sus hijos, de » f e ¿no era preferible á todo? ¡Qué mujerl
b'jos, que s e agrupan á mi rededor como
se agrupaban al suyo. Si entónces dirijo a? Amable, bella, siempre alegre y siempre
trabajadora ¡Dios sabe las veces que
Setom'S P ? ' Safiados • » • '¿grima de arrodillada sobre mi lecho y derramando
f E h e l a n d o que vea cómo cumplo la lágrimas, le he pedido que me haga seme-
palabra que le di en su lecho de míerte jante á'mi madre!
de>er la madre de sus hijos, exclamo &
na de emocon: - Perdóname, madre que- — Carlota, exclamé, arrojándome á
sus plantas y estrechando su mano , que
AhV»n r S O y P a r a e , l 0 S f ,ie
' 4 * 2 bañaba con mi llanto; Carlota; que siem-
CUanl
Va. J f ° P u e d 0 : m » vestidos pre os acompañen la bendición de Dios y el
y ^.mentados y , sobre todo, se les cuida espíritu de vuestra madre.
unton quiere : S1 pudieras ver nuestra — ¡Si la hubierais conocido! dijo, apre-
un.on l 0 h a , queridísima !• elevarías las tándome la mano. Era digna de que la co-
más VÍ vas acciones d e , g r a d a s á ese Dios á nocierais.» Creí que me anonadaba : nunca
quien pedias con | a s más amargas lágri- se habia pronunciado en mi elogio una pa-
mas, con ,as ü lümas que brotaron d e § ¿ labra más grande, más gloriosa. Carlota
ojos que hiciera felices á tus hijos , prosiguió : —«¡Y esta mujer ha muerto en
Esto decía Carlota, ¡ oh Guillermo! ¿ quién
la flor de su e d a d , cuando su último hijo ?
no había cumplido seis meses! Su enferme- brazos, exclamando: — * i Lo somos! ¡Lo
dad no fué larga; estaba resignada y tran- serémos! El flemático Alberto estaba fuera
quila a su única pena era tener que aban- de sí: yo no me conocía á mí mismo.
donar á sus hijos, sobre todo al más pe- — «Werther, prosiguió Carlota : ¿y esta
queñito. Guando entraba en la agonía me mujer debia morir? ¡Oh Dios! Cuando al-
dijo: —¡Tráemelos! Yo los llevé; los me- gunas veces pienso cómo nos dejamos ro-
nores no comprendían su desgracia; los bar lo que más queremos en el mundo! Y
mayorcitos estaban profundamente afecta- nadie lo siente con tanta fuerza como los
dos. Cuando rodearon su lecho, levantó niños; los. míos, mucho despues se queja-
las manos al cielo y rogó por ellos; lué- ban de que los hombres negros se habían
go, uno despues de otro, los besó; luégo llevado á mamá.»
les dio el último adiós y me dijo :—Tú se- Carlota se levantó : yo, temblando, pero
rás su madre.» saliendo del letargo que me sojuzgaba,
Por toda respuesta estreché su mano. permanecí sentado y estrechando entre
* Mucho me prometes, hija mia, me dijo. las mias una de sus manos.
Frecuentemente he visto en tus lágrimas • — «Es preciso volver á casa, dijo : ya es
de reconocimiento que comprendes lo que hora. Quiso apartar su mano y yo la retu-
hay en las miradas y el corazon de una ve con más brío. — i Yolverémos á vernos!
madre. Ten lo uno y lo otro para tus her- exclamé. ¡ Volverémos á encontrarnos! Sea
manos, y para tu padre la fidelidad y la la que sea nuestra forma , nos reconoceré-
obediencia de una esposa. Serás su con- rnos. Me voy, proseguí, me voy voluntaria-
suelo.» Pidió que entrase mi padre, que mente; pero si creyera que se trataba de
había salido para ocultarnos el inmenso do- ana separación eterna, no podría soportar
lor que le abrumaba: tenía el corazon des- esta idea. ¡Adiós, Carlota; adiós , Alberto!
pedazado. Tú, Alberto, estabas en la alco- Volverémos á vernos.
b a ; oyó que alguno se paseaba, preguntó —Creo que mañana, dijo ella en tono
quién era y dijo que te acercases. Nos miró chancero.» Este « mañana » me traspasó el
á los dos fijamente, y su mirada tranquila corazon. ¡Ah! Ella ignoraba, cuando sepa-
revelaba la idea de que juntos habíamos ró su mano de la mia Se fueron alejan-
de ser felices.» Alberto se arrojó en sus do por la alameda Yo permanecí inmó-
vil, siguiéndoles con la vista, á la luz de la
i
luna. Me arrodillé, di rienda suelta á mis
lágrimas, levantéme súbito, fui corriendo
hácia la explanada, y todavía, á lo lejos,
bajo la sombra de los altos tilos, cerca de
la puerta del j a r d í n , vi brillar su vestido
blanco. Extendí los brazos hácia ella y
desapareció.
LIBRO SEGUNDO.
20 de Octubre de \ 771.
Llegamos ayer. El embajador está i n -
dispuesto y guardará cama algunos dias;
si á lo ménos fuera un hombre de buen
trato, todo marcharía bien. Lo veo, lo
veo; la suerte me ha reservado rudas prue-
bas, pero ¡ánimo! ü n carácter ligero lo
soporta todo. ¡ Un carácter ligero; Risa me
da al ver que esta frase se ha escapado
de mi pluma. ¡Ah! Si yo fuera algo más
superficial, sería el hombre más feliz de la
tierra. Pero lea! Otros, pobres de fuerza y
de talento, se pavonean delante de mí con
aire de suficiencia, y yo me aburro con
mi superioridad y mis conocimientos. Tú,
Señor, que me has dado lodos estos bie-
nes, ¿por qué no me negaste la mitad de
ellos, concediéndome en "cambio la con-
fianza y la satisfacción de mí mismo?
¡Paciencia! ¡Paciencia! esto cambiará.
luna. Me arrodillé, di rienda suelta á mis
lágrimas, levantéme súbito, fui corriendo
hácia la explanada, y todavía, á lo lejos,
bajo la sombra de los altos tilos, cerca de
la puerta del j a r d í n , vi brillar su vestido
blanco. Extendí los brazos hácia ella y
desapareció.
LIBRO SEGUNDO.
20 de Octubre de \ 771.
Llegamos ayer. El embajador está i n -
dispuesto y guardará cama algunos dias;
si á lo ménos fuera un hombre de buen
trato, todo marcharía bien. Lo veo, lo
veo; la suerte me ha reservado rudas prue-
bas, pero ¡ánimo! ü n carácter ligero lo
soporta todo. ¡ Un carácter ligero; Risa me
da al ver que esta frase se ha escapado
de mi pluma. ¡Ah! Si yo fuera algo más
superficial, sería el hombre más feliz de la
tierra. Pero lea! Otros, pobres de fuerza y
de talento, se pavonean delante de mí con
aire de suficiencia, y yo me aburro con
mi superioridad y mis conocimientos. Tú,
Señor, que me has dado lodos estos bie-
nes, ¿por qué no me negaste la mitad de
ellos, concediéndome en "cambio la con-
fianza y la satisfacción de mí mismo?
¡Paciencia! ¡Paciencia! esto cambiará.
que otros á fuerza de velas y remos.'.... Y
Sí, amigo mió, confieso que tienes razón:
sin embargo, siempre está contento de si
desde que paso todos los dias mezclado
mismo e¡ que marcha al lado de los demás
con la multitud y veo lo que son los demás
ó. logra adelantarse.
y cómo proceden, estoy mucho más conten-
to de ser como soy. Indudablemente, pues-
to que nos han hecho así y todo lo com- 26 de Noviembre de 1771.
paramos con nosotros mismos, y á nosotros
mismos con todo, el bien ó el mal está en A decir verdad, comienzo á estar aquí
los objetos que nos sirven para el paralelo, bastante bien. Lo mejor de todo es que no
y por lo tanto, nada me parece más per- me falta trabajo y que esta gente y estás
nicioso que la soledad. fisonomías de todas clases, nuevas para
mí, me entretienen de un modo agrada-
Nuestra imaginac'on, propensa por su
ble. He hecho conocimiento con el conde
naturaleza á exaltarse, alimentada por las
de C"*, á quien estimo más cada dia, Per-
fantásticas imágenes de la poesía, se forja
sona de superior inteligencia, revela un al-
una serie de seres, entre los cuales ocu-
ma formada para la amistad y la ternura.
pamos el último lugar, y todo nos parece
Se ha encariñado conmigo con motivo de
más grande fuera de nosotros, y todas las
un negocio cuyo arreglo me encargaron.
personas más perfectas que la nuestra. Sin
Desde las primeras frases observó que nos
duda esto es nalural: á cada paso vemos
entendíamos y que podía hablarme de di-
que nos faltan muchas cosas, y precisa-
ferente modo q u e á los demás. No encuen-
mente lo que nos falla nos parece que otro
tro palabras para alabar la franqueza con
lo posee; le atribuimos todo cuanto nos-
que me h o n r a , ni hay nada en el mundo
otros tenemos, y le encontraihos ademas
que produzca una alegría tan grande y tan
cierto atractivo ideal. Así „ pues, este hom-
verdadera como el hallazgo de un alma
bre es perfectamente feliz, tal como nos-
privilegiada que nos abre sus puertas.
otros le soñamos.
Al coutrario, cuando con toda nuestra
debilidad y nuestros esfuerzos prosegui- 24 de Diciembre de <771.
mos nuestro trabajo sin distraernos, ve-
mos con frecuencia q u e , caminando repo- El embajador me hace pasar muy malos
sadamente y costeando, avanzamos más ratos, cosa que ya tenía yo prevista. Es
aprovecha las ocasiones que se presentan
el tonto más insoportable de la tierra; ca-
para hablar mal de él en presencia mia.
minando paso á paso y siendo meticuloso
Como es natural, yo le contradigo, y ya
como una solterona, nunca está satisfecho
tenemos altercado. Ayer, por ejemplo, me
de sí mismo, ui hay medio de contentarle.
cogió por su cuenta , y me sacó por com-
31e.gusta trabajar de prisa y no retocar lo
pleto de mis casillas.— « El conde, decia,
que escribo: él es capaz de devolverme
conoce bastante bien los negocios del mun-
una minuta diciéndome:—«Está bien, pe-
do , tiene facilidad para el trabajo y escri-
ro repasadla, siempre se encuentra al-
be bien; pero, como la mayor parte de los
guna expresión mejor, alguna palabra más
hombres de ingenio, carece de conoci-
propia.» Cuando esto pasa, me daria á todos
mientos profundos.» Despues hizo una
los demonios. No ha de faltar una conjun-
mueca que podria traducirse por • ¿ te al-
ción ; es enemigo mortal de las inversiones
canza á tí este dardo?» pero no me p r o -
gramaticales que á veces se me escapan;
dujo ningún efecto. Desprecio á quien
no comprende más periodo que ef que se
piensa y se conduce de este modo, y le
escribe con la cadencia del ritmo tradicio-
respondí con bastante viveza, que el conde
nal. Es un suplicio tener que entenderse
merece el mayor respeto, tanto por su ca-
con semejante hombre.
iácter como por su instrucción. No conoz-
Lo único que me consuela es la amistad co á nadie, añadí, que haya logrado des-
con el conde de C***. Hace algunos dias me arrollar mejor su talento y aplicarlo á
manifeátó con la mayor franqueza.que le multitud de objetos, conservando, sin em-
fastidian soberanamente la lentitud y ni- bargo , toda la actividad necesaria para la
miedad características de mi embajador.— vida común. Hablar así á este imbécil era
« Esta gente es una polilla para sí misma y hablarle en griego, y me despedí de él,
para los demás, me decia; pero hay que para evitar que me revolviese más la bilis
sufrirla, como sufre cualquier viajero el diciendo majaderías. Y toda la culpa es de
estorbo de una montaña. Si esta no exis- los que me habéis amarrado á este yugo,
tiera, el camino indudablemente sería contándome maravillas de la actividad,
más fácil y más corto; pero la montaña i Actividad ! Remaria voluntariamente diez
existe y hay que pasarla.» años más en la galera donde ahora estoy
El viejo conoce bien la preferencia que sujeto, si el que no tiene otra ocupacion
sobre él me da el Conde; esto le quema, y
me aprovecho; pero no quisiera que v b
que la de plantar patatas y el que va á
niesená estorbarme el paso, precisamente
vender sus granos á ja ciudad , no hicieran
cuando podría gozar aún alguna peque-
más que yo. ¿Y la miseria brillante que
ña alegría, alguna apariencia de felicidad.
veo, el fastidio que reina entre esta gente
He hecho conocimiento últimamente en el
tosca, esta manía de clases en la cual estriba
paseo con la señorita B***, criatura ama-
el que acechen y espíen la ocasion de ele-
ble, que en medio del mundo infatua-
varse unos sobre otros, fútiles y mengua-
do en que vive, conserva bastante natura-
das pasiones que se presentan al desnudo?
lidad. Nuestra conversación nos fué grata
Aquí, por ejemplo, hay una mujer que no
á los dos, y cuando nos separamos le pe-
habla á nadie de otra cosa que de su no-
dí permiso para , visitarla. Me lo concedió
bleza y de sus fincas, de tal modo que los
con tanta franqueza que apénas pude
forasteros dirán para sus adenlros:—«Esta
aguardar la hora conveniente para ir á
es una sándia, á quien un poco de noble-
verla. No es de aquí, y vive con una tia
za y cuatro terrones le han vuelto el juicio- •
suya. La fisonomía d é l a vieja me desagra-
—Pero no es esto lo peor: la susodicha es
dó; yo me mostraba deferente con ella, le
simplemente hija de un escribano de estas
dirigía casi siempre la palabra, y en mé-
cercanías. No puedo comprender á la espe-
nós de media hora adiviné lo que la so-
cie humana, cuyas pretensiones orgullosas
brina me ha confesado después: esto es,
suelen estar destituidas de todo fundamen-
que su querida tia carece á su edad de to-
to. En verdad , mi querido Guillermo, que
do: de fortuna V de talento. No tiene más
cada dia me convenzo más de lo estúpido
recursos que una larga • lista de abuelos,
que es querer juzgar uno á los demás, i Ten-
en la que se atrinchera como detras de un
go tanto que hacer conmigo mismo y con
muro, ni más diversiones que la de mirar
mi corazon que es tan turbulento! ¡Ah!
con altanería á la plebe que pasa por de-
Dejaría de buen grado seguir á todos su
bajo de su balcón. Debe haber sido her-
camino, si ellos quisieran también dejar-
mosa en su juventud , y ha pasado su vida
me andar por el mió.
en bagatelas: ha sido por sus caprichos el
Lo que más me irrita son las miserables tormento de algunos jóvenes infelices, y
distinciones sociales. Sé como cualquiera despues, en su edad m a d u r a , aceptó hu-
cuan necesaria es la diferencia de clases y mildemente el yugo de un oficial, ya an-
conozco sus ventajas, de las que yo mismo
ciano, que, por 011 mediano pasar, sufrió aquí, en un rincón de una pobre posada
con ella la edad de bronce y murió; pero de aldea donde rae he refugiado huyendo
ahora ella se ve sola en la edad de hierro, de una tempestad. Desde que me encuen-
y nadie la miraría si su sobrina fuese me- tro en este triste albergue de D***, entre
nos amable. , personas extrañas, completamente extra-
ñas á mi corazon, ni un instante, ni uno
siquiera, b e dejado de sentir imperiosa
8 de Enero de < 772. necesidad de escribiros. Vuestro ha sido mi
i Qué pobres hombres son los que dedi- primer pensamiento en esta cabaña, en
can toda su alma á los cumplimientos, y esta soledad, en esta prisión, en tanto que
cuya única ambición es ocupar la silla más la nieve y el granizo golpean contra mi
visible de la mesa! Se entregan con tanto ventana. Desde que eutré'aquí ¡oh .Carlo-
ahinco á estas tonterías, que no tienen ta ! vuestra imágen y vuestro recuerdo, este
tiempo para pensar en los negocios verda- recuerdo tan vivo y tan santo, se han apo-
deramente importantes. Una de tantas san- derado de mí y he creido, i Dios mió! sen-
deces nos aguó, la semana última", toda tir todas las alegrías de nuestra primera
una fiesta. entrevista.
i Necios! no ven que el lugar no significa i Si pudierias verme, querida Carlota, en
n a d a , y que el que ocupa el primer pues- medio del torrente de distracciones que me
<k> hace muy pocas veces el primer papel, asedian ! Todas mis sensaciones se enervan
i Cuántos reyes están gobernados por sus y se embotan. Ni un solo momento de re-
ministros! ¡Cuántos ministros por sus se- gocijo para mi corazon ; ni el más insigni-
cretarios ! ¿Y quién es el primero? Yo creo ficante solaz para mi alma. Nada, nada:
que aquel cuyo ingenio domina al de los estoy aquí como si asistiera á una función
demás, y por su carácter y su destreza con- de sombras chinescas. Veo pasar y repa-
vierte las fuerzas y las pasiones ajenas en sar delante de mí hombrezuelos y caballi-
instrumentos de sus deseos. tos, y me pregunto muchas veces sino es
esto una ilusión óptica. Yo formo parle de
los personajes y desempeño también mi
20 de Enero. papel: mejor dicho, se me obliga á desem-
Necesito escribiros, mi querida Carlota, peñarlo , se me hace maniobrar como á un
autómata. Si cojo la mano del que ten K o satisfacer ninguno de los deseos de su co-
más cerca retrocedo con espanto, creyen- razon. Aspira á alejarse del torbellino so-
do que es de madera. cial y soñamos horas enteras con una feli-
Por la noche hago proyecto de ir á ver cidad pura , en medio del campo, i Ah!
la alborada del siguiente dia: amanece y ¡Cuántas veces, Carlota| la he obligado á
me quedo en la cama. De dia acaricióla que os admire! ¿Obligado? No: su admi-
idea de ver después la luna , y cuando lle- ración es ^ p o n t á n e a . ¡ Tiene tanto gusto en
ga la noche, me olvido de ello en mi al- oir hablar de Carlota! ¡La quiere tanto!
cona. Apenas me explico por qué me le- i Oh! isi yo estuviese sentadora vuestros
vanto y por qué hie acuesto, piés, en aquel «abinetito seductor y tran-
• El resorte .'que daba movimiento á mi quilo, con los niños retozando á nuestro
vida se ha roto; el encanto que me tenía rededor! Cuando os molestase el ruido que
despierto en las tinieblas de la noche y me hicieran, yo los agruparía y les obligaría á
desvelaba por las mañanas, se ha desva- guardar silencio, refiriéndoles algún cuen-
necido. to pavoroso. El sol declina majestuosamente
Sólo una criatura he encontrado aquí detras, de las colínas cubiertas de deslum-
digna del nombre de mujer: la señorita bradora nieve; la tempestad ha pasado, y
a Se parece á mi querida Carlota, si es yo es preciso que me vuelva á mi jaula.
que algo p u e d e parecerse á vos'. ¿ Y qué? ¡Adiós! ¿Está Alberto á vuestro lado ? ¿Qué
diréis ¿ahora me venis con galanterías? digo? Dios pie perdone eSta pregunta.
W, no es esto del todo falso; desde hace
algún tiempo soy muy lisonjero porque 8 de Febrero.
po puedo ser otra cosa. Me doy aires de Hace una semana que el tiempo no pue-
ingenioso y dicen las damas que nadie po- de ser peor, y me alegro de ello, porque
dra hacer un elogio con más delicadeza desde que estoy aquí no he logrado ver un
que yo. A ñ a d i d : ni mentir, porque lo dia bueno, sin que algún cócora me lo es-
uno va siempre unido á lo otro. Me pa- tropee ó me lo robe. Al ménos cuando
rece que os hablaba d é l a señorita £*** llueve de firme, cuando nieva, cuando hie-
t n el fuego de sus ojos azules se adivina la ó deshiela , me digo á mí mismo:— • Me-
desde luégo la energía de su alma*. Su jor estoy en casa que fuera • ; pero si ama-
Porción le mortifica, porque no basta á nece con.sol, si todo pronostica un buen
dia, nunca dejo de exclamar: —« Hé aquí
liarme, para adorar su espíritu noble,
un favor del cielo, que podemos usurpar-
sabio y elevado. ¡Cómo lamenta mi excesi-
nos unos á otros.» No hay nada que los
va sensibilidad! i Cómo elogia el esponta-
hombres no se quiten sin escrúpulos: sa-
neo v juverftí ardor de mis exaltadas ideas
lud, reputación, alegría, reposo. Por su-
de actividad, de influir en los demás y de
puesto , casi siempre con la sonrisa en la
energía en los negocios; buscando sin
boca, y , según ellos dicen, con |ps mejores
destruir es*s ideas, el medio de moderar-
intenciones. Algunas veces quisiera supli-
las y conducirlas al punto en que pueden
carles que no se desgarrasen tan despiada-
encontrar su verdadero desarrollo y pro-
damente las entrañas.
ducir su efecto * Ya me tienes animado por
17 de Febrero. ocho dias y reconciliado conmigo mismo.
Sospecho que no podré continuar mu- ¡Oué hermosa es la paz del alma y que
cho tiempo ni lado del embajador. triste, amigo mió, el que semejante j o j a
Este hombre es completamente insopor- tenga tanto de frágil como de bello y sin-
table. Tiene una manera tan ridicula de guiar!
trabajar, que no puedo ménos de altercar
con él y de obrar con frecuencia á mi ca- 20 de Febrero.
pricho y á mi modo, cosa q u e , .como es
natural, jamas le deja contento. Ultima- Dios os bendiga, amigos mios, y os dé
mente se ha quejado á la córte', y el minis- todos los dias felices que á mi me niega.
tro me ha reprendido; con mucha blandu- Alberto: te agradezco que me hayas e n -
ra por cierto, pero ello es que rae ha re- gañado. Aguardaba la noticia del día de
prendido, y ya tenía el propósito de pre- vuestra boda, porque ese díat tenia re-
sentar mi dimisión, cuando ha llegado á suelto descolgar solemnemente de a pared
mis manos una carta particular que me el retrato de Carlota y enterrarlo entre
envia (1 carta que me ha hecho a r r o d i - mis papeles, i Ya estáis casados y todavía
tengo aquí su retrato! Aquí permanecerá.
(1> P o r consideración i tan r e s p e t a b l e s p e r s o n a s , no ¿Por qué n o ? Sé que también estoy con
í n r l n i o i n s o D el relato e s t a caria y otra d e q n e s e h a b l a
m i s a d e l a n t e . El m á s p r o f u n d é r e c o n o c i m i e n t o del pii- vosotros; sé que , sin perjuicio tuyo, tengo
DIICO no e x c u s a r l a , en n u e s t r a o u i n i o n , la a u d a c i a d e un lugar en el corazon de Carlota, bi, ocu-
publicarlas. floto dei Autor.)
po en él él segundo puesto, y quiero y debo
conservarlo. ¡Oh! Me volvería loco sí ella siblemente sonó la hora de la tertulia. Bien
pudiese olvidar Alberto: dentro de esta sabe Dios que no pensaba en ello. Entra la
idea se encierra el infierno. Alberto, adiós nobilísima señora de S ' con su marido
Adiós, Carlota; adiós, ángel del cielo. y la pava de su h i j a , que tiene el pecho
como una tabla y un talle que no es talle.
15 de Marzo. Pasaron por delante de mí con el aire des-
deñoso que les caracteriza. No inspirándo-
He sufrido una mortificación que me me la gente de este linaje otra cosa que
echará de a q u í : estoy furioso. Lo dicho una antipatía profunda, resolví retirarme,
estoes hecho, y vosotros ieneis la culpa' y aguardaba sólo á que el Conde se viese
de todo; vosotros, que me habéis solivian- libre de su fastidiosa palabrería, cuando
todo, atormentado, obligado á tomar un entró la señorita B***. Como siempre que
destino que yo no queria. Nos hemos luci- la veo se impresiona un poco mi cora-
do Y con el fin de que no me digas que lo zon, me quedé, y fui á colocarme detras de
ecüo lodo a perder con mis ¡deas exagera- su asiento. Llegué á observar que me h a -
das, voy mi querido amigo, á exponerte blaba con ménos franqueza que la acostum-
lo sucedido, con la sencillez y exactitud de brada y con algún embarazo. Esto me sor-
un cronista. prendió. — ¿ E s ella como todas estas gen-
El Conde de C* me aprecia y me dis- tes? me pregunté á mí mismo. Estaba pi-
tingue : ya lo sabes, porque te lo he dicho" cado y quería retirarme: sin embargo, me
cien veces. Ayer comí en su casa. Justa- quedaba, esperando que con alguna frase
mente era uno de los días en que por las que me dirigiera llegaría á convencerme de
tardes tiene tertulia, á la que concurren que mi pregunta era injusta. Entre tanto
las damas y caballeros más distinguidos. el salón se llenó. El Barón F % que lleva-
*o no habig pensado en semejante cosa y ba encima todo un guardaropa«del tiempo
jamas pude figurarme que nosotros, íos en que se coronó Francisco 1 ( 0 ; el con-
menos encopetados, sobrábamos allí. Ade- sejero áulico R " *, que se anuncia hacién-
lante. Comí, y despues de comer estuve dose llamar su excelencia, con su mujer.
paseándome y charlando con el Conde en •
el gran salón. Llegó e l coronel B que
terció en nuestra plática, y por fin, insen- (1) Emperador de Alemania en 1715.
(¡iota del traductor.)
que es sorda, etc No debo pasar por ta del sol, levendo el magnífico canto en
alto á J ' el desaliñado, que tapa los agu- que refiere Homero cómo ülíses fué hospe-
jeros de su traje gótico coikretales del dia. dado por uno que guardaba puercos. Hasta
Estas y otras muchas personas fueron en- aqui todo iba bien.
trando, miéntras yo hablaba con algunas Ya de noche volví á mi posada á cenar.
conocidas mías, que me parecieron muy Sólo encontré algunas personas que juga-
lacónicas. Pensando y ocupándome exclu- ban á los dados en el comedor, en un án-
sivamente de B***, no advertí que las se- gulo de la mesa, para lo cual habian le-
ñoras cuchicheaban en un extremo del vantado un poco los manteles. Entró el
salón , y que algo extraordinario sucedía apreciable A*", dejó su sombrero, mirán-
entre los caballeros; no advertí que la se- dome al mismo tiempo ; se vino hacia mi y
ñora de S"* hablaba aparte con el Conde. me dijo en voz b a j a : - « ¿ C o n que has
(Todo esto me lo ha dicho despues la se- tenido un disgusto? — ¿ Y o ? — E l Conde te
ñorita B.) Por último, el Conde se acercó ha echado de su tertulia. —Cargue el día- t
á mí y me llevó al hueco de una ventana. blo con ella. Me salí para respirar un aire
— • Ya conocéis, me dijo, nuestras cos- más puro.— Me alegro de que no dés im-
tumbres extravagantes. He observado que portancia á lo que no la tiene: solamente
la tertulia en masa está descontenta de siento que el caso se baya hecho público..
veros aquí, y aunque yo no querría por Esto dió márgen á que se despertase en mi
el enojo. Conforme iba llegando la gente
todo el mundo — Dispensadme, señor, para sentarse á la mesa, me miraban, y i 1:1
exclamé interrumpiéndole. Debia haber yo decia para mi sayo : — « Te miran por
caído en ello, lo s é , y sé también que lo de la reuuion. » Y esto me quemaba la ¿3
me perdonaréis esta irreflexión. » Hacién-
dole una cortesía y sonriendo, a ñ a d í : —
sangre.
Y como ahora, donde quiera que me
á
• Ya habia pensado retirarme, y no sé qué presento, oigo decir que los q u ¿ me envi-
espíritu malo me ha detenido.» dian baten palmas; que me citan como un I
El Conde me apretó la mano de un modo ejemplo de lo que sucede á los presuntuo-
que daba á entender cuanto podia decir. sos , que se creen autorizados para pres-
Me escurrí pausadameitte, y fuera ya de la cindir de todas las consideraciones porque
augusta ^asamblea, subí "é mi birlocho y están dotados de algún ingenio; y oigo
fui á M*** para ver desde la colina la pues-
ademas otras majaderías semejantes, de al par que recordaba todo lo que me había
buena gana me clavaria un cuchillo en el dicho A*** al e n t r a r e n casa.— ¡Guánto me
corazon. Digan lo que digan de los carac- ha costado ya lodo esto! exclamó aquella
tères despreocupados, yo querría saber hermosa criatura con los ojos llenos de lá-
quién es el que puede sufrir que tanto be- grimas. Dejé de ser dueño de mí mismo y
llaco murmure de él de este modo. Sólo faltó poco para que me arrojase á sus piés.
cuando carece de fundamento la murmu- — Explicaos, le dije. Sus lágrimas roda-
ración es fácil despreciar á los murmura- ron ; vo estaba fuera de mí. Se enjugo el
dores. llanto^ sin cuidarse de ocultármelo.— Mi
tia , prosiguió, á quien ya conocéis, se ha-
llaba presente, i Contenta se puso de veros
16 de Marzo. á mi lado! Werther, ayer tarde y esta ma-
Todo conspira contra mí. Hoy he encon- ñana he tenido que sufrir un sermón por
trado en el paseo á la señorita B " \ Me he ser amiga vuestra, y me he visto obligada
visto obligado á acercarme , y apénas nos á oir que os insultaban, que os humilla-
hemos alejado un poco de los demás, la he ban, sin poder defenderos, sin atreverme
dado mil quejas por lo que anteayer me á defenderos más que á medias-*
ocurrió con ella:— «¡Oh Werther ! me dijo Cada palabra que proferia era una espa-
con la mayor t e r n u r a , ¿ cómo interpretáis da que atravesaba mi corazon. Sin com-
tan mal aquella turbación mía, vos que me prender el bien que me hubiera hecho
conocéis tan bien? i Cuánto he sufrido por ocultándome todas estas cosas, continuó
vos, desde el instante en que os vi en el refiriendo lo que áun dirían de mí y quie-
salon! Todo lo adiviné: cien veces estuve nes se gozarían en el triunfo, celebrándolo y
á punto de decíroslo. Sabía que las seño- haciendo saber que se ha castigado mi o r -
ras de S*** y de T"* se alejarían- con sus gullo y mi desprecio hacíalos domas, cosas
maridos ántes que permanecer en vuestra que hace tiempo vienen echándome er
compañía ; sabía que el Conde no se atreve-
ría á romper con ellos ¡ y ahora vos me cara. '
¡Y oir todo esto de su boca, Guillermo;
pedís cuenta !—i Cómo t señorita ! dije, ocul-
oírselo á ella, cuyo aíecto para mí es ver-
tando mi turbación y sintiendo que algo
dadero v profundo! .Quedé anonadado j
como agua hirviendo corría por mis venas,
todavía'fermenta la cólera en mi peóho.
Quisiera que alguno de ellos tuviera el va-
y cuantas combinaciones conduzcan á de-
lor dé pronunciar una sola palabra delan-
mostrar en qué casos podia y debía conti-
te de m í , para atravesarle de parte á parte
nuar a q u í i he decidido irme, y me voy.
con mi espada. Me sosegaría si viese correr
Para que sepas adonde, te diré que mi
la sangre, i Ahi más de cien veces he cogi-
compañía es muy grata al Príncipe de ,
do u c cuchillo para acabar con la asfixia
y que cuando ha tenido noticia de mi de-
que me ahoga. Se habla de una noble raza
terminación , me ha .pedido que le acom-
de caballos que, cuando están enardecidos
pañe á sus estados para pasar con el la
y cansados con exceso, se abren por ins-
primavera. Me ha prometido que tendre
tinto una vena para respirar con más li-
libertad absoluta ; y como estamos deacuer-
bertad. Muchas veces me encuentro en este
do casi en todo, voy á correr el albur y á
caso ; querría abrirme una vena que me
marcharme con él.
proporcionase la libertad eterna.
la naturaleza, me muerdo los labios al ver tas lagrimas ; perdona mis jnútiles deseo -
que, convencido de que pone una pica en ¡ Si h u b i e r a e s l r e c h a d 6Ü
EUaS ° "
ciado mi llegada á la madre que está muy
tre mis brazos á la criatura más amable abatida. Sus primeras palabras han s.do
que hay bajo el cielo! Guillermo, cuando _ . ¡ A v mi buen señor! Mi Juan ha muer-
Alberto abraza su talle esbelto, tiemblo de to.- Juan era el menor de los ninos. Yo
piés á'cabeza. Guardé silencio.—Mi mando, anadió, ha
¿Me atreveré á decirlo? ¿Y por qué no? vuelto de Suiza con las manos en la cabe-
Carlota hubiera sido conmigo más feliz que ¡a á no ser por algunas buenas a mas se
con él. No; no es éste el hombre que pue- hubiera visto obligado á ven® pidiendo li-
de satisfacer todos los deseos de este ángel. mosna , porque cogió unas calenturas en el
Cierta falta de sensibilidad ; cierta falta de... camino.» No se me ocurrí» n a d a que de-
(traduce esto como te parezca). Yo veo que d r t e pero hice un regalillo á su hijo. Ella
sus almas no simpatizan; lo veo cuan- me rogó que aceptase unas manzanas: las
do, leyendo uno de nuestros libros favori-
Tomé Y me alejé de aquel sitio de tan tns-
tos; laten al unísono el corazon de Carlota
te memoria.
y el mió; y lo veo -en otras mil ocasiones
en que revelamos los sentimientos que nos
21 de Agosto.
producen las acciones ajenas. ¡Oh Gui-
llermo! ¿Es verdad que él la ama con toda He cambiado por completo en un abrir
Su alma..., y que, asi y todo, no merece el y cerrar de ojos. Aunque todav.a algunas
amor de ella ? • veces se ilumina mi vida con la claridad
Un importuno ha venido á interrumpir- de una luz suave, no es, ¡ay! m é s q a e p o r
me. Mis lagrimas se han secado: mi melan- un solo instante. Cuando me entrego> a mis
colía desapareció. Adiós, querido amigo. ensueños, no c o n s i S o d e s e c h a r e s t e p e n s a
m i e n t o : — ¿ P u e s que, si Alberto muriese
dres y sólo encuentra sus sepulcros, y, so- ¡Ay de mí! este vacío, este horrible va-
llozando, vuelve la vista hácia la estrella de cío que siente mi alma ! Muchas veces
la larde, medio escondida entre el oleaje me digo;—«Si pudiera un momento, uno
de una mar tempestuosa ; cuando veo que solo, estrecharla contra mi corazon, todo
renace el pasado en el alma del héroe, co- este vacío se llenaría.»
mo en los tiempos en que la misma estre-
lla radiaba sobre los bravos guerreros ex- 26 de Octubre.
ploradores, ó la luna ayudaba con su pro-
picia claridad, al regreso de sus naves vic- Sí, amigo mió, cada día estoy más con-
toriosas; cuando leo en su frente su p r o - vencido de que la vida de una criatura
fundo dolor, y le veo sólo en el mundo ca- vale "bien poco. Ayer estuvo á ver á Carlo-
minando trémulo hacia la tumba, sabo- ta una amiga suya. Entré en una pieza in-
reando una suprema y dolorosa alegría en mediata y cogí un libro para distraerme;
la aparición de los fantasmas inmóviles de pero no tenía la cabeza bastante despejada
sus padres; guando le oigo gritar, fijos los para fijarme en la lectura. Oí que habla-
ojos en la tierra seca y en la hierba dobla- ban en voz baja. Charlaron de cosas indi-
da por el viento:—«El viajero vendrá; ferentes, de las novedades que ocurrían en
vendrá el que rae ha conocido en mi es- el pueblo, de que tal persona se había ca-
plendor, y preguntará dónde está el bardo, sado y tal otra se hallaba enferma, muy
preguntará que ha sido del bijo de Fingal. enferma. Tiene una tos seca, dijo la amiga,
las mejillas, hundidas, la cara más larga. su existencia ó de su paso en la memoria
No daria yo un ochavo por su vida. B. N"* y en el alma de los que le son queridos,
dijo Carlota, está también bastante echa- áun allí debe extinguirse y desaparecer ; y
do á perder. Es v e r d a d , repitió la otra , tie- esto i a y! demasiado pronto.»
ne el cuerpo hinchado de un modo que
asusta. 27 de Octubre.
Así platicaban tranquilamente, mientras
yo me trasportaba con la imaginación al lis cosa de rasgarse el pecho y romperse
lado de estos desdichados, y veia con cuan- la cabeza el considerar lo poco que vale-
ta ansiedad sentían escapárseles la vida, mos unos para otros, i Ay de mi! Nadie me
y como seasian de la más débil esperanza. dará el amor, la alegría, el goce.de las fe-'
Despues de todo, Guillermo, estas jóvenes licidades que yo no siento dentro de mí. \
hablaban del asunto como habla todo el aunque yo tuviera el alma llena de las mas'
mundo cuando se trata de la muerte de un dulces sensaciones , no sabría hacer di-
extraño. Yo, paseando mi vista en torno choso á quien en la suya careciese de
mió, viendo colocados acá y allá los vesti- todo.
dos de Carlota y los papeles de Alberto
sobre estos muebles, que lian llegado á ser- 27 de Octubre, por la noche.
me familiares, hasta el punto de notar la
menor alteración; yo, me decia á mí mis- ¡Siento tantas cosas y mi pasión por
m o : — «Puede asegurarse que en esta casa ella lo devora todo! ¡Tantas cosas! »
eres todo para todos; tus amigos te hon- sin ella todo se reduce á n a d a !
ran , tú contribuyes á su alegría, y parece
que no podríais vivir los unos sin los otros. 30 de Octubre.
Sin embargo, si tú te alejases de su lado,
sentirían ¿cuánto tiempo sentirían el Mas de cieu veces he estado á punto de
vacío que tu pérdida dejaría en sus exis- arrojarme á su cuello. Solo Dios sabe cuan-
tencias? i Ah! el hombre es tan versátil por to me cuesta mirar y remirar tantos e n -
naturaleza, que, áun donde tenga seguri- cantps, sin atr everme á extender mis b r a -
dad de ser apreciado en algo, áun allí don- zos hácia ella. Apoderarse de lo que se
•de pueda dejar un recuerdo profundo de ofreée á nuestra vista y nos embelesa ¿ n o
«s un instinto propio de la humanidad?
¿No se esfuerza el niño por coger cuanto ¡Cuánto sufro! He perdido ese dón del
le gusta ? j Y y o ! cielo, que por sí solo embellecía mi vida,
esa fuerza vivificante que me hacia crear
mundos á mi rededor: Cuando desde mi
3 de Noviembre. ventana contemplo el horizonte y tras la
Solo Dios sabe cuántas veces me he cumbre de las colinas el sol disipa las
dormido con el deseo y la esperanza de brumas matinales, y desliza sus primeros
no despertar más. Y al día siguiente abro rayos hasta el fondo de los valles, fetén-
los ojos, vuelvo á v^r la luz del sol y siento tras el sosegado rio corre mansamente ha-
de nuevo el peso de mi existencia. cia mí, serpenteando por entre los viejos
i Ah! ¿por qué nosoy uno de.esos mani- troncos de los sauces desnudos«; este ad-
quís que se amoldan á todo, á todo, menos mirable cuadro, ahora inanimado y frió
á.sí mismos? Entonces,á lo aié.nos, el in- como una estampa de color; este espléndi-
soportable, fpn do de nñ desqlaijion 110 pe- do espectáculo, que otras veces ha hecho
saría sobre mí más que á medias. Por des- desbordarse á mi corazon, no derrama aho-
gracia comprendo que la culpa es única- ra en él ni una sola gota de entusiasmo ó de
mente mia. ¡La culpa! No. Bastante es ya contento. Allí está el hombre inmóvil, á r i -
que riéve dti mí la ñietlte de todos los do- do, frente á su Dios, siendo un pozo vacio,
lores, como hace poco llevaba el manan- una cisterna, cuyas piedras se han roto
tial de todos los placeres. ¿No soy siempre con la sequía. Muchas veces me he arrodi-
aquel hombre que otras veces se deleitaba llado para pedir lágrimas al Señor, como
con los más puros goces de una exquisita el labrador implora la lluvia cuando ve
sensibilidad, que á cada paso creia d e s - sobre su cabeza un cielo cobrizo, y á sus
cubrir un paraíso, y cuyo corazon, abier- piés la tierra muriéndose de sed. Pero ¡ay!
to á un amor sin limites, era capaz de Dios 110 concede la lluvia ni el sol á nues-
abrazar al mundo entero? Este corazon tros ruegos importunos. ¿Por qué aquel
está ahora muerto, cerrado á todas las sen- tiempo, cuyo recuerdo me mata, era para
saciones; mis ojos están secos, y mis acer- mí tan dichoso? Porque entónces yo espera-
bos dolores, que no tienen desahogo, lle- ba confiado en que el cielo no me olvidaría,
nan de prematuras arrugas mi frente. y recogía las delicias con que me embriaga-
ba, en un corazon lleno de reconocimiento.
8 de Noviembre. bálsamo vivificante. Pero ¿puede ni debe
dar á todos la salud? ¿A cuántos ha de-
Carlota ha censurado mis excesos
jado de dársela, y á cuántos no se la dará
£ f 2 ( ' u e ¡ B t e r e s ! ¡Mis excesos! jamas, conózcanla ó no la conozcan? Y á
Porque despues de apurar un vaso de vi„ 0 mi ¿me salvará? ¿El mismo hijo de Dios
no ha dicho que sólo estarán con él los que
su Padre le dé? ¿Y si su Padre quiere
miffiR^T.?**»'^ reservarme para sí, como presiente mi co-
razon ?
leñoi-Hp n S a r " f, x c ' a n i ^> ¿qué necesidad No interpretes mal mis palabras, ni veas,
lene,, de recordármelo, puesto que, P i e n -
en lo que es una idea •sencilla, la menor
m
mii aalma? n S e 'me
l ? n a ? 'Hoy ^ Csenté
m p r e estais
en
en el mismo sitio
intención de mofarse: telo suplico. Te ha-
d o n d e e n o t r o t ¡ e m p o o g ¿ n j a s l c j s blo con el corazon en la mano. A no ser
así preferiría callarme, porque no me gus-
ta perder el tiempo diciendo palabras va-
o n p a r a ímpedirme nas sobre materias de que los demás e n -
l á s S s tienden tan poco como yo. ¿Qué otra mi-
^ 8 esta
ttala lque ^ ' 0 mujer
' aqmimhacede
° t¡enes en u n
mí cuanto quiere.
sión puede tener el hombre más que la de
llenar todo el camino con sus dolores, y
apurar su cáliz hasta las heces? Y puesto
< 5 de Noviembre. que este cáliz fué amargo al mismo Dios
del cielo, cuando lo acercó á sus labios de
Te doy gracias, Guillermo, por el tierno hombre ¿ por qué he de fingir yo una fuer-
mteres que me manifiestas y por los bue- za sobrehumana , haciendo creer que lo
nos consejos que me das; pe"o te r u i 0 encuentro dulce y agradable? ¿Por qué no
he de confesar mi angustia en este mo-
crisis. A pesar de m. abatimiento, me siento mento en que mi Sér tiembla y fluctúa e n -
e.Unfin°^:St:ntf f a r a S p a r a ' C r S tre la vida y la muerte: en que el pasado
nara el
e l que ** r e l , es
n T ,desmaya ' 8 Í °un
n b i e n lo
' apoyo; ^ e sel: se proyecta como un relámpago en el som-
Para para brío abismo del porvenir; en que todo lo
que se siente devorado por la sed es u D que me rodea se desploma, y en que el
mundo parece acabarse conmigo ? ¿ No re- he repetido estas palabras, y por la noche,
conoces la voz de la* criatura extenuada, al acostarme, hablando conmigo mismo,
desfallecida, que se hunde sin remedio, á exclamé, sin darme cuenta de ello: «Buenas
pesar de su inútil lucha, gritando con noches, querido Werther» No he podido
amargura: «¡Dios mió! i Dios mió! ¿por menos de reírme de semejante puerilidad.
qué me has abandonado? » ¿ Y ha de darme
vergüenza esta exclamación, y he de temer 22 de Noviembre.
que ¡legue el momento en que se escape de
mi boca, cuando se escapó de la de Aquel AI dirigir mis ruegos á Dios, no puedo
que, hijo de los cielos*se ha envuelto en decir: « ¡conservádmela! » Y, sin embar-
ellos como en un sudario? go, hay momentos en que creo que me
pertenece. Tampoco puedo decir: « ¡dád-
mela!», porque pertenece á otro. Así es
2 1 de Noviembre. como me agito sin cesar sobre mi lecho
Carlota no ve ni conoce que prepara por de dolores. Basta : no sé dónde iría á pa-
sí misma un veneno mortal para los dos, rar si continuase.
y yo llevo á mis labios con voluptuo-
sidad la copa fatal que ella me presenta. 24 de Noviembre.
¿Qué significa-el aire de bondad con que
frecuentemente me mira? —¡Frecuente- No ignora Carlota lo que sufro. Su mi-
mente! 110; algunas veces*¿Por qué mues- rada lia penetrado hoy Insta lo más pro-
tra complacencia al notar el efecto que su fundo de mi coraíon. La encontré sola: yo
vista me produce á pesar mió? ¿Qué causa no despegaba mis labios, y ella me miraba
reconoce la compasion que revela en sus fijamente. Absorto ante aquella mirada su-
ojos ? blime , llena de afectuoso Ínteres y dulce
Ayer cuando me retiraba me dió la ma- compasion, no veía en aquel momento su
no, diciéudome: —Buenas tardes, querido seductora belleza, ni la aureola de inteli-
Werther. . — ¡ Querido Werlher ! — Es la gencia que ilumina su frente. ¿Por qué no
primera vez que me ha llamado así, y me arrojé á sus piés, ó la estreché en mis
hasta en lo más hondo de mi alma he sen- brazos, cubriéndola de besos? Se puso al
tido una dicha inefable. Más de cien veces piano,: á su,s armoniosos acordes, unió su
dulce y melodiosa voz. No lie visto nunca
espíritu. Por donde quiera que voy en-
mas adorables sus labios; parecía que se
cuentro algo que íne pone fuera de uií.
entreabrían lánguidamente para aspirar
Hoy mismo..... i oh destiuo! i Oh pobre hu-
los dulces sonidos del instrumento, y ex-
manidad i Me habia ido á pasear á la
halarlos de nuevo, suavizados por su há-
lito. ¡Ah! i SI yo pudiera hacer que'com- orilla del ricf, á la hora de comer, porque
partieses conmigo lo que entonces sentí' no tenía ningún apetito. No habia nadie.
Incline la cabeza desfallecido, y me j u r é no El Oeste frió y húmedo, soplaba de la mon-
atreverme jamas á imprimir un beso en taña; algunas nubes grises rodeaban el
aquella boca...,, en aquella boca donde re- valle. A larga distancia distinguí un hom-
voloteaban los celestiales serafines. Y, sin bre mal vestido, que andaba encorvado
por entre las rocas,.como si buscase algo.
embargo, yo quiero - - N o ; hay una Me acerqué á él, y al ruido de mis pasos
barrera inaccesible que la separa de mi se volvió. Tenía una fisonomía interesaute,
alma, i Destruir esta pureza! Y iuégo el con cierta expresión de tristeza, que re-
castigo siguiendo al pecado — ¡Un pe- velaba un corazon honrado. Sus negros ca-
cado!
bellos le caían en bucles sobre la frente, y
26 de Noviembre. los de atras descendían hasta la espalda,
formando una apretada* trenza. Como su
Suelo decirme á mí mismo: — • Tu des- traje indicaba que era un hombre-del pue-
tino no tiene igual: comparados contigo los blo , creí que no se disgustaría porque me
demás hombres, son felices; porque jamas- ocupase de él, y le pregunte qué hacía.
mortal alguno se vió atormentado como
tu. > faiitónces leo cualquier poeta antiguo, Dando un profundo suspiro me contos-
y me parece que es el libro mi propio co- tó : — Busco flores y no las encuentro.
razon. — ¿Qué? ¿ A ú n me queda tanto — Ya lo creo, repuse sonriendo, ahora
que s u f r i r ? ¿Y ántes que yo ha habido ya no es tiempo de flores.
hombres tan desgraciados? — Hay muchas, añadió acercándose á
mí. En mi jardín tengo rosas y dos espe-
cies de madreselvas Una me la regaló
30 de Noviembre. mi padre: ésta crece con la rapidez que
los hierbajos, y, sin embargo, hace dos
Nunca, nunca podrá tranquilizarse mi dias que busco una y no la encuentro.
También aquí hay flores en todo tiempo — iEnrique! exclamó en aquel instante
las hay amarillas, azules, rojas y hav «na anciaua que se aproximaba á nosotros:
centauras, que son unas florecillas muy ¿dónde te metes? Ando buscándote por
lindas. Pues en vano las busco; no en- todas partes. Vamos, yénte á comer.
cuentro una siquiera.
Yo notaba en sus palabras y en su aire — ¿Es hijo vuestro? le pregunté ade-
un no sé qué zahareño y feroz, y mañosa- lantándome hácia ella.
mente le pregunté para qué queria las flo- — Sí. señor, es mi pobre hijo. Dios me
res. Una sonrisa extraña y convulsiva con- ha dado una cruz bastante pesada.
trajo su semblante. — ¿Hace mucho tiempo que esta asi?
— Si me prometeis no hacerme traición — A Dios gracias, hace ya seis meses
dijo poniéndose un dedo sobre la boca os que ha recobrado la tranquilidad Pero án-
diré que he ofrecido un ramo á mi novia tes durante un año, ha estado furioso y
— bien, muy bien , repliqué. fué preciso encerrarle en una casa de lo-
— iOh! ella tiene muchas cosas bue- cos Ahora no hace mal á nadie; pero
nas es rica. siempre está soñando con reyes y empe-
radores. ¡Era tan bueno y tan cariñoso!
— Y, sin embargo, hace caso de vuestro
ramo. Me ayudaba á vivir con el producto de su
t r a b a j o , porque tenía una letra preciosa
— Tienfc diamantes y una corona....
De repente dió en estar caviloso; cayo e n -
— Pues ¿quién es? ¿Cómo se llama?
fermo con una fiebre devoradora, y ahorau.
Sin responder a esta pregunta , añadió:
ya veis el estado en que se encuentra. Si
Si el gobierno quisiera pagarme, yo se-
el señor quiere que 1<> cuente
n a otro hombre. Sí; hubo un tiempo en
Interrumpí este flujo de palabras para
que yo estaba bien; pero hoy hoy todo
preguntarle á qué época se refería su hijo,
ha concluido. Ya no soy nada
cuando decia que había sido muy dichoso.
Sus ojos, preñados de lágrimas, se Gja-
— i Ah, señor! el pobre alude al tiempo
ron en el cielo con viva expresión.
en que estaba completamente loco; al que
¿Erais feliz entónces? le pregunté. pasó en el hospital, cuando no tenia con-
— ¡Ahí ojalá lo fuera ahora lo mismo. ciencia de si mismo. No cesa de recordar
Si; contento, alegre, dichoso, viviaen un
verdadero parajso. aquellos dias
Estas palabras me hirieron como un
rayo. Pase aria moneda de plata én las voto de visitar el santo sepulcro, para li-
manos de la anciana, y m e alejé casi cor! brarse de sus remordimientos y calmar
sus escrúpulos y cuitas? Cada paso que dé
- ¡ E n t o n c e s eras, feliz! pensaba yo, ca- sobre la tierra, dura é inculta , por áspe-
minando Tapidamente bácia el pueblo, i En-
ros senderos que desgarran sus piés, es
tonces v.vias alegre en nn verdadero pa-
raiso! Per 0 s e ñ o r > ¿ e s t a r - R s c r j [ o J J una gota de bálsamo echado sobre la heri-
dest.no del hombre que sólo pueda ser fe- da de su alma, y, despues de la jornada de
l.z antes de tener razón ó despues de ha- cada dia, se acuesta con el corazon alivia-
ber a perdido? ¡Pobre insensato! Envidio do de una parte del fondo que le agobia-
tu locura; envidio el laberinto mental en ba.—¿Y os atreveis á llamar á esto necia
? P i e r d e s . Tú sales lleno de esperanza preocupación, vosotros, charlatanes feli-
* coger flores para tu r e i n a , enmedio del ces? — ¡Preocupación! Dios mió, tú
invierno, y te desesperas porque no las ves mis lágrimas. ¿Cómo al crear al hom-
encuentras, y no comprendes la causa de bre tan pequeño le das hermanos que hasta
que no las encuentres Pero y o vo le despojan en sus amarguras, robándole
la confianza que ha puesto en tí, en tí que
T n t r J e S P e r a n Z a ' S ¡ n ° b J' e t °. Y vuelvo á nos amas infinitamente? Porque la fe en la
entrar en ra, casa como salgo. Tú sueñas virtud de una planta medicinal, ó en el
en lo que senas s. el gobierno te pagase: agua que destila la vid despues de podada
feliz criatura que sólo en un obstáculo ma- ¿qué es, sino es fe en ti que al lado del
terial h a l a s tu desgracia, que no sabes mal has puesto el remedio y el consuelo de
que en el extravio de tu cerebro, en el que tqnto necesitamos?
desorden de tu espíritu estriba tu daño, ¡ Oh , Padre, que no conozco! Padre, que
del que todos los reyes de la tierra, no p o - otras veces has llenado toda mi alma , y
, ' ' b r a r t e ! ¿ Puede morir desesperado que ahora te apartas de mi: llámame pron-
el que se n e de los enfermos que, en su to á tu lado. No guardes silencio más tiem-
opinión , agravan sns enfermedades, v ace- po, porque tu silencio no detendrá á mi
leran su fin yendo léjos á buscar la 'salud alma" impaciente. Y si entre los hombres
en aguas minerales maravillosas? ¿Puede no podria enojarse u n padre porque su
morir desesperado el que insulta á la po- hijo volviese á su lado ántes de la hora
bre criatura, cuya alma oprimida hace m a r c a d a , y se arrojase en sus brazos e x -
clamando : — • Héme aquí de regreso, pa-
dre mío; no os incomodéis porque haya Hoy estaba sentado cerca de ella, que
interrumpido el viaje que me habíais man- tocaba diferentes melodías en su clave, con
dado terminar> el mundo es igual por to- una expresión ¡Con una expresión!
das partes; tras el dolor y el trabajo, la ¿Cómo podría pintártela? La más pequeña
recompensa y el placer..... ¿Qué me impor- de sus hermanas jugaba con sus. muñecas
ta ? Yo no estaré bien más que donde vos sobre mis rodillas. De pronto se me salta-
estéis; en vuestra presencia es donde yo ron las lágrimas, y bajé la cabeza : vi e n -
quiero gozar y padecer — T ú , Padre tonces en su dedo .el anillo de boda, y mi
celestial y misericordioso, ¿podrías recha- llanto corrió con más abundancia. En aquel
zarme ? mismo instante comenzaba á tocar aquella
antigua melodía que tauto me impresiona-
i ° de Diciembre. ba, y mi corazon sintió una éspecie de
¡Oh, Guillermo! ese hombre de que te he consuelo, recordando el tiempo en que
hablado, ese desdichado feliz,, tenía un aquella música habia herido agradable-
empleo en casa del padre de Carlota y mente mis oidos; tiempo de felicidad en
una desgraciada pasión que concibió por que las penas eran pocas; horas de espe-
< ranza que pronto huyeron. Me levanté y
Ta ' P ° r e Ua! pasión que ocultó largo comencé á pasearme por la habitación, sin
tiempo y que al fin descubrió, le hizo per- órden ni concierto. Me ahogaba.
der su destino. Este ha sido el origen de
su locura. Estas pocas palabras, llenas de — - Basta, exclamé, basta por Dios.-
sequedad, pueden hacerte comprender lo Corlota se detuvo y clavó en mí una
<
C® ^ ^ historia me habrá trastornado, mirad« investigadora.
cuando Alberto me la refirió con tanta —«Werther, dijo, muy malo debeis estar
maldad como acaso vas tú á leerla. cuando vuestra música favorita os des-
agrada de ese modo. Retiraos, os lo ruego,
y haced por recobrar la calma.»
i de Diciembre. Me separé de ella y ¡Dios mió! tú
Te suplico que tengas piedad de mí, que ves mis sufrimientos, tú debes poner-
porque esto es hecho: yo no podré sopor- les fin.
tar más tiempo mi situación.
6 de Diciembre.
Su imagen me persigue : que duerma
ó que vele, ella sola llena toda mi alma
Cuando cierro los párpados, en el cerebro
donde se encuentra la potencia de la vista'
distingo claramente sus ojos negros Es
imposible que te explique esto. Me duermo EL EDITOR AL LECTOR.
y los veo también : siempre están allí, siem-
pre fascinadores como el abismo. Todo mi
ser, todo está absorto por ellos. ¿Qué es
P
To . b r e ' e s e s e m i ( l i o s tan ensal- ¡Cuánto hubiera yo deseado tener, res-
zado? ¿No le faltan las fuerzas cuando más pecto á los últimos días de nuestro desgra-
las necesita? Y cuando bate sus alas en el ciado amigo, suficientes pormenores escri-
cielo de los placeres, lo mismo que cuando tos por su propia mano, para no verme en
se sumerge en la desesperación ¿no se ve la necesidad de intercalar relaciones en la
siempre detenido y condenado á conven- continuación de las cartas que él nos ha
cerse de que es débil y pequeño, él, ouc dejado!
esperaba perderse en lo infinito' He puesto empeño en recoger los más
exactos detalles de las personas que dchian
estar mejor informadas, y estos detalles
tienen todos un carácter uniforme. Las
narraciones convienen hasta en las meno-
res circunstancias. Únicamente en la ma-
nera de juzgar los sentimientos de los per-
sonajes difieren algún tanto los pareceres.
Sólo nos resta, pues, referir con fideli-
dad lo que nuestras averiguaciones nos han
hecho conocer, añadiendo á esto las cartas
ó fragmentos de carta que ha dejado aquel
que ya no existe.
sin reservarse para lo sucesivo más que
No se debe despreciar el menor docu- privaciones y sufrimientos?
mento auténtico, teniendo en cuenta lo
Afirman también que Alberto no había
difícil que es profundizar y conocer los
verdaderos motivos, los móviles secretos podido cambiar en tan poco tiempo, y que
de una acción, por insignificante que sea, era siempre el mismo hombre tan ponde-
cuando emana de un individuo que se sale rado y estimado por W e r t h e r cuando em-
de la esfera vulgar. pezaron á conocerse. Amaba á Carlota so-
bre todo en el mundo; estaba orgulloso de
El desaliento y el pesar habían echado ella , y deseaba verla admirada por cuan-
profundas raíces en el alma de Werlher, tos se le acercaban como la más perfecta
y poco á poco habían ido apoderándose dé criatura. ¿Podía vituperársele porque tra-
todo su sér. La armonía de sus facultades tára de alejar de ella la sombra de una
se había destruido por completo. El ciego y sospecha, ó porque rehusara ceder en lo
febril arrebato que las trastornaba causó más mínimo la posesion de tan preciado
en él los más fuertes estragos, concluyendo bien ? Confiesan, ciertamente,.que Alberto
por sumirle en un triste abatimiento, más abandonaba con frecuencia la habitación
penoso aún de soportar que los males con de su mujer cuando Werther se presentaba
que habla luchado hasta entonces. en ella ; pero no e r a , según dicen, ni por
Las angustias de su corazon agotaron las ódio ni por indiferencia hácia su amigo,
pocas fuerzas que le quedaban. Su viveza sino únicamente porque,había notado el
y su sagacidad se extinguieron. Cada vez pesar secreto que su presencia ocasionaba
se mostraba más sombrío ó insociable, y á á Werther. , ,
medida que iba siendo más desgraciado se
volvía más injusto. Así, al ménos, lo ase- Un dia, hallándose enfermo el padre de
guran los amigos de Alberto, los cuales Carloft, y habiendo tenido necesidad de
dicen que Werther no había sabido apre- guardar cama, mandó el coche en busca
ciar á aquel hombre de corazon recto, que, de su hija. Era una hermosa mañana de
gozando al fin de una dicha largo tiempo invierno. Las primeras nieves habían caído
deseada, sólo pensaba en afianzar el por- en abundancia, y el campo estaba cubierto
venir de su felicidad. ¿Cómo habla de com- de blanca alfombra.
prender semejante anhelo quien disipaba Werlher se puso en camino al día si-
y entregaba al azar los tesoros de su alma. guiente para ir á reunirse con Carlota y
acompañarla á su «asa, si Alberto no iba
por ella. bia proihétido, 1 ¿ qué se ha hechü de efla?
¿ No ve e n mi ádhesioú á C rlota ün ataque
El aire fresco y p u r o de la mañana hizo
á sus derechos, y ' f » mis a Unciones y cui-
poca impresión en su ánimo: ü n peso enor-
dados una embozada céhsüra? Lo conozco
me oprimía su pecho; su espíritu se baila-
y lo siento : me ve con dfsgiiStó; quisiera
ba atormentado por las más tristes imáge-
tenenríe fflf léjós 'dé aijaiV ni i presencia
nes, y el movimiento de sus ideas le hacia
es un peso para él .
vagar entre crueles reflexiones. Como vi-
vía en un perpétuo hastío de sí mismo Hablando así, tan pron,tó aceleraba su
la situación de los demás le parecía tan' marcha Como la detenía. Algunas vécespa-
violenta y agitada como la suya. Se imagi- recia querer volverse á t r a s ; pero de-nue-
naba haber turbado la buena armonía de vo emprendía d camino, sumidó sipmpre
en sonvbriás refleJclonéS, que;sólo se adi-
Í S S S i * C a r ' ° t a ' y s e d i r i § i a c™ este vihábáh por algunas palabras entrecorta-
motivo los más severos reproches, mez- das que salían de ,Sus labios. De esté üfótfo
clados de sorda indignación contra el ma- llegó á la casa1 sin d b r s e apéríá^tfuénth de
n d o . Durante el camino sus pensamientos éHó. E n t r ó preguntando por.vVjuéz v
tomaron este r u m b o : - . ¡ A h ! se decia C&rlhtá , y enebrttró á'todá la g é n t e W cc/ri-
apretando los dientes con f u r o r ; hé ahí uiocióii. El Inqfójr de los hermanos de
rota esa unión tan íntima, tan cordial, tan Carlota tó'hizo saber había sttcédído
espontánea. ¿ Q u é ha sido de aquel tierno uña dtegrhclíi en Wahlh'eim : ' q á e ' t i n a l -
ínteres, de aquella confianza tranquila deano habia sido kse¿iúádo, tíátá noticia no
que parecía inalterable? Hoy ya no es más hizo en él grande impresión, sé dirigió
que hastio e indiferencia. El más pequeño á la sala inmediata donde halló á Carlota
asunto interesa á ese hombre más que su eáforzándoée pór 'retener á su p á d f e , que
m u j e r : , Una mujer tan adorable! Pero enfermo y todo como estaba, quería m a r -
¿ s a b e él acaso apreciarla? ¿Sospecha ni
char en seguida al lugar de la ocurrencia,
remotamente lo que vale? ¡Y ella le perte-
para instruir las primeras diligencias so-
n e c e , es suya!... ¡Oh! bien lo sé. Debía
bre aquel crimen Jeuyp. atitor era aún des-
haberme acostumbrado ya á esta idea y
sin embargo, me desespera y acabará por conocido. Se hábia epdontrado el cadáVer,
matarme. Y la a m i s t a r e Alberto me ha- por la mañana muy temprano, delante de
la puerta de ün cortijo, y las sospechas re-
caían ya en alguno. La víctima había esta-
do al servició d'e'uua viuda, que poco an- Al aparecer Werther en el figón , donde
tes habia despedido á otro criado con mo- había acudido todo el piieblo, se dejó oir
tivo de un grave disgusto. un grave murmullo.
Cuando Wértfrer. supo esjtas' circunstan- A lo lejos & distincítiia un pelotón de
cias, sfe levantó de repente exclamando: hombres armados, y todos comprendieron
— ¿ E s posible? Preciso es que yo vaya que traian al asésfrio;
sin perder momento. No bíén dirigió W e r t h e r una mirada so-
Se dirigió á Wahlheim, convencido, lue- bre el preso; sé disiparon sús dudas.
go qpe. reunió todos sus recuerdos, de que Sí, era él; era aquel criado tan fenamo-
el autor del'crimen era aquel jóyen á quien rado de sú ama , á quien pocos días' án-
él'habia hablado tantas veces y que le ha- tes hábía visto siendo víctima de negra
bía inspirado grandes simpatías. Como era melancolía y luchando contra una secreta
indispensable pasar por los ^ilos para lle- desespórafcion.
gar al figón donde habían depositado el -'-- ' ¿Qué has heclió; desgraciado? » le
cadáver, no pudo ménos de experimentar preguntó al acercarse.
cierta turbación á la vista de aquellos lu- Ej preso miró á Werther sin despegar
gares que en otro tiempo le fueron tan sus labios; luego dijo fríamente
queridos. El uinhral de la puerta, don- — • Ella nó será de nadie, ni nadie será
de los chicos acudían á jugar frecuen- dé ella.»
temente , estaba lleno de sangre. Asi el Condujeron al asesino 5 presencia de su
amor y la fidelidad , sentimientos los mis víctima, y Werther se alejó precipitada-
bellos del hombre, habían degenerado en mente. La extraña y violeñtó emoCion que
vioíencilf y asesinato. Parecía que, para acababa 'de experimentar habia trastorna-
.armonizar con este pensamiento, los car- nado todó su seso: seí sintió arrancado de
pqlentu^árWleíji, despojados de su, follaje, su tneFan'cólica' apatía por el irresistible in-
se iialjian cubierto de escarcha el seto terés qiie le inspiraba aquel jóven y por u n
ylvo que rqdt?afaa las tapias del cementerio deseo ardiente de salvarle. Comprendía
había perdido sil hermoso color verde, V tan bien la desesperación que le había im-
dejaba ver, á través de anchos pórticos, las pulsado al crimen; le encontraba tarttas
piedras ¿c los sepulcros llenas de nieve. disculpas, y se penetraba tan profunda-
mente déla situación de'aquel infortunado, 1
que se rcreia-capaz c)e hacer> participar de sin incurrir en grande responsabilidad , y
suij^finlimicnto^á todo e} mundo. i qoe era preciso que el proceso siguiera su
Ardía ya en deseos de.defender á voz en curso ordinario.
gcitp peinado; el discurso má§,elqcnerile Werther, sin embargo, no se desartimó,
p ^ q a b a ya por brotar de sus labios..Cor- y suplicó al juez que consintiese en hacer
rió á casa del juez, ordenando mentafmen-. la vista gorda respecto á la evasión del
te., los apasionados • p f g m u e n ^ s con que prisionero ; péro también sobre este punto
pensaba incjjnar sy 4nñi}8 PJ1 favor del. fué inflexible el magistrado.
prisionero. Alberto, que hasta entónces habia per-
4 | e n f t a r e n e l s a l p n encontró á,Alber- manecido silencioso, tomó p a r t e e n la dis-
tos ¡cuya. presencia Ift, desconcertó por un cusión para apoyar lo dicho por el juez.'
instante; pe£o hiqn pronto se repuso, y, Werther, en vista de esto, enmudeció y se
dirigiéndose al j u e z , le manifesjai su opi- alejó con el corazon traspasado de a m a r -
nión sobre i^quel tf-ági/jp-sucesoj cpp la con- gura , miéntras el juez repetía \
vicción y el calor de qye seseptia a n i - — «No, no; nada puede salvarle.»
mado. '/ . : ; No es díGcií calcular la impresión que
El juez moyi|ó /vtfftfs yecfis la, cabera du- estas palabras hicieron en el ánimo de
rante e( relato• y f l u n q a e Wcrtbefliizo uso Werther , conociendo algunas frases que,
de toda la energía , todo el arte de persuadí, escritas sin duda aquel mismo dia ( hemos
sipn que uq hombre puecje e m p l e ^ g n d e - encontrado entre sus papeles.
fensa de. un semejante, el magistrado, como, «No es posible salvarte, desgraciado!
era lógico, no díq .señales, de sep'sibilidad No; bien veo que nada puede salvarnos. •
ni vacilación. Sin dejar concluir á nuestro
amigo, refuté coq brío ;SU$ doctrinas y le
censuró por mostrarle tfin decididamente Lo que Alberto había dicho del criminal
prqtectorde un eri^uinah Le demostró que, en presencia del Juez., causó á Werther
con tal sistema, todas las; leyes serian fá«.: extraordinaria extrañeza. Creyó descubrir
ciles, de elidir, y ía seguridad; pública se,,, en sus palabras una alusión á él y á sús
veria coiuprometida constantemente, Aña- sentimientos; y por más que algunas' ma-
dió que, cp un asunto de tal gravedad, no duras reflexiones le hicieron compreuder
podia intervenir del modo que lo ¡hacia,. que aquellos dos hombres podian tener ra-
de Werther; si ella por casualidad ó in-
zon, se resistía á abandonar su proyecto tencionadamente pronunciaba el nombre
y sus idea?. de su amigo, él mudaba ó ihterrumpia la
Entre sus papeles hemos encontrado conversación. La vana tentativa de W e r -
otfa nota que se refiere á esta circunstán- ther para salvar ál infeliz aldéano fué có-
cia, y que expresa tal vez .sus verdaderos.. mo el último resplandor de una llama mo-
s a l i m i e n t o s para con Alberto. ribunda. Cayó en un abatimiento cada vez
«¿De qué sirve decirme y repetirme: más profundo, y una desesperación mansa
es. bueno y honrado? ¡Ahí Cuando a s í : se apoderó de él cuándo supo que quizás
me desgarra el corazón , ¿ puedo yo ser le llamarían pará de'clarar fcóntra él asé-
justo?» sino, que procuraba defendérsé négando
su crííneñ. Todo'lo que habia sufrido hasta
entóUces en el trascurso de su vida activa,
La tarde era apacible y el tiempo pro- sus disgustos én casa del embajador, sus
pendía al deshielo. Carlota y Alberto se proyectos frustrados, todo, én fin, lo que
volvieron á pié. De veiz en cuando volvía le hábia herido 6 contrariado, acudía en
ella, la cabeza-pomo echando de méqos la tropel á su memoria, y le agitaba terri-
compañía de W e b b e r . Alberto hizo.decaer blemente. Creyéndose condenado á l a j n a c -
la conversación en su amigo, y le censuró, ftipn por tan repetidas contra riedades/tocTo
haciéndole justicia. Habló de sú desgracia- lo vfeia cerrado á su paso y sé sentía inca-
da pasión, y dijo que habia debido alejar- paz de soportar la vida. Asi es, que encer-
se por su propio interés. rado perpétuatiiente en ái'mismo, consa-
• Yo lo deseo también por nosotros, aña- grado á la idea fija de una Sola pasión,
dió; y te ruego, Carlota, que trates de dar perdido éh an laberinto ¿in válida por sus
otro giro á sus ¡deas y á sus relaciones con- lalaciones diarias con la mujer adorada
tigo, decidiéndole á que escaseé sps visi- cayo reposo turbába , agotando inútilmen-
tas. t a gente ejnpieza ya á ocuparse de te sus fuerzas; y debilitándose sin Espe-
esto, y yo sé que somos objeto de juicios, ranza, sé iba familiarizando ciada vez más
poco caritativos.» con el horrible proyecto que bien pronto
Carlota guardó silencio, y Alberto cre- debia realizar.
yó comprender el motivo de esta reserva. Insertarémos aquí algunas Cartas que
Desde aquel momento no volvió á hablar
dejó y que dan exacta idea de su turba- do por el soplo de los huracané?. Despues
ción , de su deíirio, de sus crueles angus- profundas tinieblas; despues la luna, que
tias, de sus luchas supremas y del despre- aparecía de nuevo para arrojar una si-
cio que sentia por la vida. niestra claridad sobre aquel soberbio é im-
ponente cuadro. Las olas rodaban con es-
12 de Diciembre. trépito..... venían á estrellarse á mis piés
violentamente ü n extraño temblor y u n a
Querido Guillermo: me encuentro en un tentación inexplicable se apoderaron de
estado que debe parecerse al de los que mí. Me encontraba allí con los brazos e x -
antiguamente se creían poseídos del espíri- tendidos hácia el abismo, acariciando la
tu maligno. No'es el pesar ; no es tampoco idea de arrojarme en él. Si, arrojarme y
un deseo ardiente, sino uña rabia sorda y sepultar conmigo en su fondo mis dolores
sin nombre lo que me desgarra el pecho, y sufrimientos. Pero iay! i qué desgraciado
me anuda la garganta y me sofoca. Sufro, soy! No tuve fuerzas para concluir de una
quisiera huir de mí mismo, y paso las no- vez con mis males; mi hora no ha llegado
ehes vagando por los parajes desiertos y todavía; lo conozco, iAh, Guillermo! Icón
sombríos en que abunda esta estación ene- qué placer hubiera dado esta pobre vida
miga. humana, para confundirme con el hura-
Anoche salí. Sobrevino súbitamente el can , rasgar con él los mares y agitar sus
deshielo y supe que el rio habia salido olas ! ¡ Ah! ¿no alcanzarémos nunca esta
de madre, que todos los arroyos de Wah- dicha los que nos consumimos en nuestra
lhein corrían desbordados y que la inun- prisión? ¡Qué tristeza se apoderó de mí
dación era completa en mi querido valle. cuando mis ojos se fijaron en el sitio don-
Me dirigí á él cuando rayaba la media no- habia descansado con Carlota bajo un
che, y presencié un espectáculo aterrador. sauce, despues de u n largo paseo! También
Desde la cumbre de una roca vi á la cla- allí habia llegado la inundación, y á du-
ridad de la luna revolverse los torrentes ras penas pude distinguir la copa del sau-
por los campos, por las praderas y entre ce. Pensé entónces en la casa del juez, en
los vallados, devorándolo y sumergiéndo- sus prados El torrente debia haber ar-
lo todo; vi desaparecer el valle; vi en su rancado también nuestros pabellones y
lugar un mar rugiente y espumoso, azota- destruido nuestros lechos de césped. Un lu-
ta! ¡ Carlota! Hace ocho dias que mis
ruinoso rayo del pasado brilló delante de mi sentidos se han turbado'; ya nó tengo
¡dma, como brilla en l o g ú e n o s de un cau- fuerzás ni para pensar; inis ojós s'é llenan
tivo una ola de luz que le finge praderas, de iá'gritiias. Ño uíe hallo bieu en ninguna
ganadps ó grandezas de la vida. Yo estaba p a r t e , y , sin embargo, eslóy bien en to-
allí, de pié...,, i a h ! ¿es que me falta valor das. No espero nada, nada deseo. ¿No es
para morir? Yo debia..... Y, sin embargo, mejor que me ausente?
heme aquí como una pobre vieja que recoge
del suelo sus andrajos y va de puerta en
puerta pidiendo pan para sostener y pro- La resolución de abandonar este mundo
longar un instante m i s su miserable vida, había ido robusteciéndose y afirmándose
en él ánimo' de Werther. Desde su vuelta
al lado de Carlota liabiá considerado la
1 í de Diciembre. muerte como el término de sus fuales y
¿Qué es esto, amigo mió? Estoy asusta- como un recurso extremo de que siempre
do de mí mismo. El amor que ella me ins- podría disponer. Se había propuesto, sin
pira ¿ n o es el más p u r o , el más santo y embargo, no acudir á él de una manera
el más fraternal de los amores? ,¿Heabrir. brusca y Viótéiita. No quería dar este últi-
gado jamas en lo más recóndito de mi al- mo pasó siiio con mucha calma é impulsa-
ma un deseo culpable? ¡Ahí No me atre- do por la más firme convicción. Sus incer-
vería á asegurarlo. ¡Si ahora mismo sue- lidumfcres, sus luchas se reflejan en algu-
ñ o ! ¡Cuánta razón tienen los que dicen nas linea S que parecen Sér él principié de
que somos juguetes de fuerzas misteriosas! una carta á su amigó. El papel no tiene
Anoche temo decirlo la. tenía en- ninguna fecha.
tre mis brazos, fuertemente estrechada « Su presencia..... su situación?.... el ín-
contra mi corazon sus labios balbucea-: teres que manifiesta por m' suerte, arran-
ban palabras de cariño, interrumpidas por can laS últimas lágrimas de mi cerebro pe-
un millón de,besos, y mis. ojos se em- trificado.
briagaban con la dicha que rebosaba de LeVantar el velo y Seguir adelante : eiíto
los suyos. ¿Soy culpable, Dios mío, por es toíló..... ¿por qué asustarse? ¿por qué
acordarme de tanta felicidad y porque d u d a r ? ' ¿ Acaso porque se ignore lo que
deseo sonar otra vez lo mismo? ¡Cario-
/
_ m - •
hay irías allá, porque no se vuelve? o más Hijo; diíe tafiibién que le pido perdón de
bien porque es propio de nuestra natura- todos lóá pesaiefe que le he caUVadó- Sin
leza suponer que todo es con fusión y tinie- duda entraba éh mi destino eV apesadum-
blas en lo desconocido ? brar á las personas á qniétiés hribi'era qué-
rído hacer felices. Adiós, mi queridisiuio
amigo: El'cíelo derratüe sobre tí suí> ben-
Cada vez se acostumbraba más á estos diciones. ';
funestos pensamientos y llegaron á hacér-
sele en extremo familiares. Su proyecto fué, Ñ<3 intéutaüios -deácribií' ahora lo"qqe
al fin, determinado de una manera irre- pasaba en1 el corazón de Carlota y los'Sen-
vocable- La prueba se encuentra en la si- timientos que en él despertaban su esposo
É' v su desgraciado amigo, por i M . que el
guiente carta de doble sentido que escribió
á su amigo. teMtóehto P ' ; M é t í i t ó de, su' tíaráótér
i nos permite formar una idea aproximada.
Toda rnujé'r dotada 'de uú alma noble Se
20 de Diciembre. identificará con ella y comprenderá lo que
Éfe
Agradezco, querido Guillermo, que tu ha debido Sufrir' Iududableménte estaba
wpi amistad haya comprendido tan bien lo que decidida á bac'éi1 chantó de' Su párté de-
yo quería decir. Tienes razón; lo mejor pendiera para alejar á Werther. S i á n h v a -
f:s
que puedo hacer es ausentarme. Pero la ijilabá, su vacilación érá : bija de áffecfuosa
[§I piédad : s'áÜia b'ie'n cuánto"íiabia .tfé'coStár
invitación que me haces para que vuelva á
W- vuestro lado, no está muy en armonía con á su' amí^b' if'qúél {¿aso síitíHm'ó,, pótíjúe
p mi pensamiento. Antes haré una corta ex- 'conocía hasta dónde llegaban sus fuerzas.
cursión, á la que convidan el frió conti- Y sin embargo, no tardó en verse obligada
nuado que es de esperar y los caminos á tomar u n á r e ^ u ó i ó h . | u m a r i d ó éonti-
que estarán en buen estada. Tu deseo de 'liüába guardando' silenciosoEre el asunto,
I-.- y ella hacia otro tanto; pero eStü era un
venir á buscarme me agrada mucho; pero
le ruego que me concedas un plazo de quin- nüevó motivó .para que demostrase con he-
ce dias, y que esperes á recibir otra carta chos que sus sentimientos encerrában la
mia que te comunique mis. últimas noticias. misma dignidad que los de Alberto.
Di á mi madre que ruegue á Dios por su El dia en qae Werther escribió ú su
_ m - •
hay irías allá, porque no se vuelve? ó más Hijo; diíe talHbién que le pído perdón de
bien porque es propio de nuestra natura- todos IOS pesaiefe que le he caUVadó- Sin
leza suponer que todo es con fusión y tinie- duda eütraba érí mi destino el apesadum-
blas en lo desconocido ? brar á las personas á qoiéóés : húbíera qué-
rido hacer felices. Adiós, mi queridísimo
amigo: El'clelo derranie sobíe tí suí, ben-
Cada vez se acostumbraba más á estos diciones. ';
funestos pensamientos y llegaron á hacér-
sele en extremo familiares. Su proyecto fué, N<3 inténtaüios -deácribií' ahora lo"qije
al fin, determinado de una manera irre- pasaba en1 el corazón de Carlota y los'Sen-
vocable. La prueba se encuentra en la si- timientos que en él despertaban su esposo
É'
guiente carta de doble sentido que escribió v su desgraciado amigo, por i M . que el
á su amigo. 'cóno¿iúñenlo p ' W é m t á de, su' tíai-áótér
i nos permite formar- una idea aproximada.
Toda rnujé'r dolada ¡ de uú alma noble Se
20 de Diciembre. identificará con ella y comprenderá lo que
Éfe
Agradezco, querido Guillermo, que tu ha debido Sufrir: Iududabieméhte estaba
wpi amistad haya comprendido tan bien lo que áécídida á ! bac'éi1 chantó de' Su pártó de-
yo quería decir. Tienes razón; lo mejor pendiera para alejar á Werther. Si ánii va-
f:s
que puedo hacer es ausentarme. Pero la Cilabá, su vacíl'áción érá : hija de áfectuosa
[§I piéilad : s'ábla ib'ie'n cuánto "liabía.tfé'coStár
invitación que me haces para que vuelva á
W- vuestro lado, no está muy en armonía con á su' amííb' 4'qúel t'áso síitíHm'ó,, pófíjúe
'conocía hasta dónde llegaban sus fuerzas.
p mi pensamiento. Antes haré una corta ex-
cursión, á la que convidan eí frió conti- Y sin embargo, no tardó en verse obligada
á tomar una r^sotíícióli. | u m a r i d ó óonti-
nuado que es de esperar y los caminos
que estarán en buen estado. Tu deseo de 'riüába guardando' silenciosoEre el asunto,
w- y ella hacia otro tanto; pero esto era un
venir á buscarme me agrada mucho; pero
le ruego que me concedas un plazo de quin- nüevó motivó ¿para que demostrase con he-
ce días, y que esperes á recibir otra carta chos que sus sentimientos encerraban la
mia que te comunique mis últimas noticias. miáma dignidad que los de Alberto.
Di á mi madre que ruegue á Dios por su El dia en que Werther escribió ú Su
- 175 - "
amigo la última carta que,¡pernos copiado,
gaVs^así, y os lo ruego porque lo e x i g e « i
era el clbmiugo anterior á Navidad. Fué
por la taráe á casa de Cariota y l a %c6g- " ' S ^ ^ i e d e continuar, W e r t h e r ; no,
tró sola, entretenida en preparar algunos
regalos cj£e pensaba fcace^.^iU' §gjÉ$£.QS
el. dia de .No.cbe-h.npna/ Con, tóste ni o,ti yo .el bbitacion
i S i o n 4a grandes pasos, murmuraba en-
liabló de ta alegría que i&a'n a exp^íinen- g p
tar los niños cuando, abriéndose de pronto
una puerta, viesen. aparecer e l . á r ^ l de
Ííavidad (I) lleno de cirios,,!de tfuíc^ % de
juguetes.
musí
tr
—Vos también, dijo Carlota, ocultando V S , 1 1 v • é f S e n t i , estado en que
con una sonrisa él léml^ar^zÓ queja presen-
cia dé NVerlíier le causabaVten^eí^.vu^tro
aguíüáiíó, si sois, juicioso: una veía y álgú»
M otra cosa. " ^ 'V . ;
—6.A que llamais ser jacios/), !' pregp.9-
tó él. ¿Cómo debo, cómo puedo yo ser, " ü - i P o r quí. W í f f t e r ? P o d í i s J I - ' »
Carlota?.
• ofeiS .V-«i ¡o II i'-',, • vuíiu
mmm
,-r-El jueves, repujo ella ,: e s la yispeí-a
de Navidad, y veutjrán los niños ¡cqn mi
padre. Cada uno recibirá entonces su agui-
naldo. Venid también esc dia pero án-
"E"t e srtr
h ó . .1 V/ "' I'-'.: »!•' r"i
.QM'
Werther quedo aterrado.
—Os ruego, anadi^ Cartea,, que tyhji-
UÍJ ™ .••¿OI . UÍÍU,1 ... • BÍO.lil fillv /
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