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El consumo de sustancias psicoactivas en el país es un problema crítico, no solo por el

aumento sistemático que señalan los estudios disponibles, sino porque sus características lo
hacen un asunto complejo con serias repercusiones en la salud pública y en lo social, el
consumo de drogas ilícitas está creciendo en el país no solo porque más personas las
consumen sino porque el mercado de sustancias es cada vez más amplio y diverso.

Es importante reconocer que mientras muchas personas usan drogas en algún momento del
ciclo vital y las abandonan de forman natural, en otras, el consumo de sustancias se vuelve
persistente y logra afectar la salud, las relaciones sociales, familiares, laborales y/o
académicas. La diferencia entre unos y otros individuos depende de varios aspectos en el
ámbito de la sustancia, la persona y su contexto social. el consumo de drogas ilícitas está
creciendo en el país no solo porque más personas las consumen sino porque el mercado de
sustancias es cada vez más amplio y diverso.

A través del trabajo del Observatorio de Drogas de Colombia (ODC), el país ha alcanzado
progresos importantes en el desarrollo de estudios epidemiológicos periódicos, con
metodologías estandarizadas internacionalmente y dirigidos a tres poblaciones clave:
población general de 12 a 65 años, población escolar (estudiantes de básica y secundaria) y
población universitaria . Estas investigaciones han sido lideradas por el Ministerio de
Justicia y del Derecho, con el apoyo del Ministerio de Salud y Protección Social y del
Ministerio de Educación Nacional.

http://www.odc.gov.co/problematica-drogas/consumo-drogas/situacion-consumo
Con la primera bocanada el humo seco te quema la garganta, te baja hasta el pecho y, si te
coge por sorpresa, toses. Con la segunda te relajas y se te dilatan las pupilas. El chocolate
sabe más a chocolate, el mango sabe más a mango y el sexo es mejor sexo. Con la tercera te
mareas, pero no mucho. Te sientes extraño, pero te reconoces. Te ríes, pero sin carcajadas.
Más bien con una risa floja. Te calmas, te duermes. Regresas.

Entre las drogas ilegales, la marihuana es la que más se consume en Colombia. El 11.5 por
ciento de las personas entre 12 y 65 años la han probado por lo menos una vez. Porque es
medicinal, porque su uso es recreativo o porque son usuarios recurrentes. Según el último
Estudio nacional de consumo de sustancias psicoactivas, los paisas y la gente del Eje
Cafetero encabezan la lista entre quienes más la usan: Medellín es la ciudad de más
consumo y en los departamentos se destacan Quindío, Risaralda y el resto de Antioquia .
Hablar de abusos, es otra cosa. Casi 440.000 personas han registrado adicción o
dependencia. Y para eso, no hay estratos, el porcentaje es el mismo del uno al seis: 3 por
ciento.

El debate de su despenalización no es sencillo. El uso con fines terapéuticos y la dosis


personal penden de un hilo. El candidato que lidera las encuestas, Ivan Duque, ha
prometido que de ser presidente, una de sus primeras acciones será tumbar el fallo de la
Corte Constitucional que le dio vía libre. Néstor Humberto Martínez, el Fiscal General,
también insiste en lo mismo. Para ellos, con la legalidad aumenta el consumo y se le abre la
puerta a drogas más nocivas, con impactos sociales más dañinos.

Sin embargo, la experiencia de Estados Unidos, que ha legalizado la marihuana medicinal y


recreativa en 30 estados, es diferente. Según Hanna Hetzer, experta de la organización Drug
Policy Alliance, en estos casos no se incrementó el consumo adolescente ni aumentaron los
accidentes relacionados. Por el contrario, las sobredosis por opioides y medicamentos para
el dolor se redujo en un 25 por ciento y la industria de la marihuana generó entre 165.000 y
230.000 empleos legales.
Se demora un poco. Como veinte o treinta minutos contando desde que el cartón toca tu
lengua. Es un subidón. Quieres pararte, saltar, salir corriendo. Huele amarillo. Sabe azul.
Escuchas en verde. Las luces se hinchan y crecen. Estallan y te arrinconan. Miras tus manos
y son de reptil, con garras por uñas y escamas por piel. Piensas. Piensas todo el tiempo. Las
voces te gritan, te exigen, te insultan. Y entonces, tus manos, ahora resbalosas y anfibias
tocan el piano y comienza el viaje.

El LSD y los papeles secantes ocupan el segundo puesto entre las drogas ilegales más
consumidas del país, un lugar en el que por muchos años estuvo la cocaína. “Últimamente
se han ido alternando y se siguen muy de cerca”, dice Julián Quintero, director ejecutivo de
Acción Técnica Social (ATS), una organización especializada en el estudio del consumo y
reducción del daño. Son sustancias químicas incoloras, inodoras y algo amargas, que suelen
administrarse por vía oral. Una gota en un cuadrado de papel secante, en un cubo de azúcar
o en un micropunto.

A la cabeza de su uso están los bogotanos. Los universitarios y los estratos altos.
Consumirla es costoso y producirla también. Muy distinto a lo que ocurre con la cocaína
que no muestra diferencias significativas entre estratos y que tiene, en orden descendente, a
Antioquia, Atlántico, Meta y Norte de Santander como mayores consumidores.

Para la coca existen tres niveles de producción. El primero es, desde luego, la siembra y el
cultivo de la hoja. Luego viene la transformación y el refinamiento para convertirla en
cocaína y finalmente, su distribución y exportación. Hasta hace algunos años, cada fase
representaba una industria distinta, pero ahora, todo se hace a través de clústers y en un
mismo punto se encargan de todo, custodiados usualmente por grupos armados ilegales.
Las zonas de mayor producción están en el Catatumbo, en el norte de Antioquia, en
Tumaco y en los Llanos Orientales. El 70 por ciento de la cocaína que se produce en el país
sale hacia Estados Unidos, el resto, se distribuye entre México, Asía y Europa.

En Colombia se cultivan 188.000 hectáreas de Coca según la DEA. Estados Unidos ha


decidido cooperar en la lucha antinarcóticos y promete reducir la cifra en un 50 por ciento
para 2023. A eso se suma el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos
(PNIS), establecido en el punto 4 del Acuerdo de Paz. Las Farc tenían una
influencia importante en las grandes zonas producción cocalera y después de la firma, se
hizo urgente buscar alternativas en economías más legales para los campesinos cocaleros.
Sin embargo, la falta de vías de transporte, el lento avance de los programas estatales en las
regiones y las exigencias de la demanda siguen haciendo que sembrar coca sea más rentable
que sembrar yuca o maíz.

Si soplas es mejor que no pares porque escuchas cosas. Cosas horribles que no quieres oír. .
“Te voy a matar, te vengo pistiando y te voy a matar”. Sientes que te miran, que los tienes
encima. Te respiran en el cuello listos para agarrarte de una buena vez. “Corre, corre
malparido que hasta aquí llegaste”. Otro pistolo. ¿Pero dónde lo escondiste? Tiras cajones,
das portazos, destrozas rollos enteros de papel higiénico. ¿Cómo te explicas, maldito adicto,
que nunca vas a encontrar una bicha que jamás escondiste?
Residuos de cocaína mezclados con maniotol, cafeína o bicarbonato de sodio. Cemento,
polvo de ladrillo, insecticidas o detergentes. Basura sucia de coca. Eso es el basuco. A
pesar de ser una de las drogas que menos se consume, sólo en 1.2 por ciento de los
colombianos la han probado alguna una vez en la vida, es una de las más problemáticas.
Según la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (Unodc), en el último
año, más de 38.000 personas han sido consideradas adictas: 8 de cada 10 hombres que la
usan y 5 de cada 10 mujeres. “Es un asunto casi que marginal”, dice Julián Quintero,
“asociado a estratos bajos y a habitantes de calle”.

La de la heroína es una situación parecida. Sin ser una de las más populares, es una de las
que más mata por sobredosis. Se calcula que en el país existen al menos 15.000
consumidores por vía inyectada, lo cuál aumenta el riesgo de contraer enfermedades de
transmisión sanguínea. Según un estudio realizado por el Observatorio de Drogas en
Colombia –ODC–, y que toma como muestra Armenia, Bogotá, Cali, Cúcuta, Medellín y
Pereira, la cifra la de usuarios de heroína que contrae estas enfermedades supera el 5 por
ciento.

También puede inhalarse o fumarse. La razón para elegir una u otra vía depende de la
relación costo beneficio. No es secreto: las drogas se consumen por placer. En el cuerpo
tiene lugar una intoxicación que al hacerse constante, desarrolla niveles de tolerancia que
deben sobrepasarse con dosis más altas, de lo contrario, la sustancia se acaba y se produce
un displacer. Entre más adicción, más dinero y más necesidad de sentir sus efectos
inmediatamente. “La heroína fumada pasa primero por la boca. De ahí llega a los
pulmones, de los pulmones a la sangre y de la sangre al corazón”, explica Quintero,
“mientras que al inyectarla, pones la aguja en la vena y llega directamente al corazón. Es
mucho más rápido”.

Aunque desde finales de los noventa no se establecen cifras exactas del cultivo de amapola,
se cree que en Colombia existen más de 350 hectáreas, siendo Santander de Quilichao unos
de las principales ciudades productoras. De allí sale la heroína con la que se surten los
departamentos del Cauca y Nariño.

Cuando estás borracho te sientes grande. Lo que jode te jode menos y lo que sube te sube
más. O no. A veces, lo que jode te jode y ya estuvo. Todo se hace borroso y nada parece
urgente. Se te revuelven las entrañas, pierdes el equilibrio, te haces torpe. ¡Pero que más
da! Si eres un dios sin conciencia capaz de todo. Hablas, reclamas y te confiesas.

Paradójicamente, las sustancias más adictivas y que más daño hacen son legales. El
cigarrillo a la cabeza de todo, con cifras de consumo que superan el 80 por ciento. En todas
las edades, en todos los estratos, en todos los departamentos. San Andrés y Providencia en
el primer lugar, con un porcentaje del 94 por ciento cuando se habla de adicción. Córdoba
en el último, a tan solo 14 puntos porcentuales de diferencia. El tabaco es la droga que más
mata gente en Colombia.

Le sigue de cerca el alcohol, que si bien trae consecuencias directas como intoxicaciones,
enfermedades del hígado y fallas del sistema nervioso central, causa más daños por
impactos asociados: riñas, lesiones personales, accidentes automovilísticos y violencia
intrafamiliar. Según el Estudio nacional de consumo de sustancias psicoactivas, casi 3
millones de colombianos presentan usos del alcohol que pueden considerarse riesgosos o
perjudiciales. El 20 por ciento de ellos son menores de edad.

Aunque Chocó, Bolívar, Antioquia y la Guajira registran las cifras más altas de personas
con muestras de alcoholismo, no existen fórmulas, el problema se ha hecho transversal a la
geografía del país.

“Legalizar el tabaco y el alcohol fue dejarlos a merced de la oferta y la demanda, con todas
las consecuencias de salud pública que ya conocemos”, dice Julián Quintero. Y es ese el
punto en el que se centran los debates más actuales sobre drogas en el Colombia. Legalizar
o penalizar. Prohibir o permitir. “Las dos cosas se equivocan. La respuesta al problema no
está en campañas que infundan miedo o señalen a quienes consumen. La respuesta está en
regular y establecer un uso responsable. Quien les hable de perseguir vándalos en la selva,
fumigar y castigar la dosis personal, los está engañando. Ese modelo lleva 40 años sin
funcionar”,

El rito del yagé colombiano, muy lejos de ser una droga

Los rituales y celebraciones en torno al consumo del yagé son defendidos por los
indígenas como parte sustancia de su cultura, así como un conocimiento milenario,
heredado de los ancestros más sabios del grupo. Liberar a este tipo de rituales del
estigma de la droga es un reto para el Gobierno de Colombia, en concreto para el
Ministerio de Cultura. La relación espiritual que supone el consumo de esta
sustancia poco tiene que ver con el consumo de drogas como algo relacionado con la
El rito del yagé colombiano, muy lejos de ser una droga como algo relacionado con
la 'diversión'. Lejos de consumirse como un droga, el yagé o ayahuasca relaciona a
estos grupos indígenas con la naturaleza de la que dependen, supone un ejercicio de
espiritualidad y una tradición milenaria entre los grupos indígenas amazónicos, que
ha de ser protegida, puesta en valor y alejada del estigma de las drogas.

Leer mas: https://www.notimerica.com/cultura/noticia-rito-yage-colombiano-muy-


lejos-ser-droga-20170611071457.html

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