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DEDICATORIA Amiesposa, Holly y a nuestros tres hijos, Kevin, Amy y Micaela. Si el Sefior no hubiera estado de nuestra parte —dque lo repita ahora Israel—, si el Sehor no hubiera estado de nuestra parte cuando todo el mundo se levant6 contra nosotros, nos habrian tragado vivos al encenderse su furor contra nosotros; nos habrian inundado las aguas, el torrente nos habria arrastrado, jnos habrian arrastrado las aguas turbulentas! Bendito sea el Sefior, que no dejo que nos despedazaran con sus dientes. Como las aves, hemos escapado de la trampa del cazador; jla tampa se rompid, y nosotros escapamos! Nuestra ayuda estd en el nombre del Sefior, creador del cielo y de la tierra. Salmo 124 Cantico de los peregrinos. De David. AGRADECIMIENTOS De Doru Antes que nada, quiero agradecer a Dios, quien es el autor verdadero de esta historia. Sin él, este libro no existiria. Seguidamente, quiero agra- decer a mi angel guardian, quien me dio la noticia de la pronta llegada de mi padre. Nunca voy a olvidar el mensaje, ni voy a olvidar el honor de ver a un angel con mis propios ojos. Me gustaria expresar mi agradecimiento especial a Martha Simader por todo lo que hizo ajios atrés para ayudar a dos refugiados que lu- chaban. Su apoyo, sin egoismo, nos proveyé a mi padre y a mi un puen- te de valor incalculable para empezar nuestra vida en Austria. También agradezco al donante andénimo que pagé un afo de mis estudios en Bogenhofen. Si usted est leyendo este libro, por favor reciba un gran agradecimiento de mi parte. Ademas, quiero agradecer a Kara por ser el poder motivador detras de este libro. Le agradezco por todas las horas que invirtié en escribir mi historia. Usted nunca se molesto con mis repetidas correcciones. Usted ha hecho de este libro una realidad. Por Ultimo, pero no en importancia, agradezco a Penny Estes Wheeler, la editora, por su paciencia y ayuda para refinar el manuscrito. De Kara Me gustaria agradecer a Dios por darme la oportunidad de lograr mi suefio de toda la vida de escribir un libro en mi juventud. También le agradezco a Dios por ayudar a Doru a recordar los muchos detalles de su huida, que aparecen en este libro. Un agradecimiento a él por permitirme escribir este libro, y por todas las horas que utilizé explicando detalles y revisando el manuscrito. Un gran agradecimiento a mi hermana Holly, por ser buena traductora. Ella ayud6 coordinando las respuestas a preguntas y enviandome lo editado. iHolly, este libro no hubiera existido sin tu ayuda! También quiero agradecer a aquellos que contribuyeron con el ma- nuscrito en varias ocasiones: mi madre, Jeannine Kerbs; mis amigos Amy Manly, Keren Lawrence, y Dan y Pauline Nichols. Capitu CONTENIDO Capitul Capitulo 5.. Capitu Capitu! Capitulo Capitu Capitu Capitulo 11 Capitul 0 4... 0 6. 0 7... 09. 012 Capitulo 13 ...ecssssesssseeessssseseeneessneeeennsssseesesussssesnsvusssessnnesseeeieet Capitu Capitu Capitulo 16... 0 14...... 015.. Epil go..ssssssssssssssssssssssseeetsnnnnnecernsssensensnssnessonunnnneecnnnnneneetes | Czechoslovakia, Naw, “i Lota ¢ Berenson veszerem! ss somocy ¢ : rt AV csoncrd0 pb enn atte DN Te osc: CAPITULO 1 Bucarest, 23 de agosto de 1984. L AIRE ESTABA CALIENTE Y HUMEDO. Distraidamente quité unas go- tas de transpiracion que corrian por mi mejilla mientas me sentaba a Ja sombra del estadio, esperando que Nicolae Ceausescu terminara su discurso. Rumania estaba celebrando el Dia Nacional. Este afio se cumplia el 40° aniversario de nuestra liberacion del control nazi. El estadio -llamado “23 de agosto”, para recordar la fecha de la liberacin- estaba repleto de ciuda- danos; y las camaras de television capturaron el evento, transmitiendo la primera emision en colores en la historia de Rumania. Levanté un poco mis brazos para dejar que la brisa tranquila refrescara mi piel humeda. Alos veinte anos, formaba parte de un grupo de hombres militares que esperaban, junto con otros cientos de civiles, realizar aproximadamente 800 movimientos de marcha sincronizada al compas de las canciones pa- trias. Habia tomado meses de practicas diarias de seis horas para aprender todos los movimientos. El propio hermano de Nicolae Ceausescu habia ve- nidoa practicar para controlarnos, a fin de asegurarse que estabamos listos para actuar. Ahora estabamos todos silenciosamente sentados, vestidos con nues- tros trajes combinados de pantalones blancos y camisas de mangas largas con espaldas anaranjadas y frentes celestes, esperando para hacer nuestra entrada. Dentro del estadio estaba de pie el mundialmente aclamado “buen” lider comunista. Aun los presidentes americanos creian que Ceausescu era un lider politico mas. Los rumanos se hacian resistentes bajo el Comunismo, al menos, eso era lo que los otros paises pensaban. Y lajuventud rumana, lo mejor de lo mejor, habia preparado voluntaria- mente este programa completo para rendir honor al camarada Ceausescu y al Comunismo, al menos, eso era lo que la radio decia. Pero los ciudada- nos rumanos, como yo, sabiamos mas. 3 10 UNA VIA DE ESCAPE Ceausescu proclamaba haber sido electo democraticamente por la gente. En realidad, las urnas electorales estaban arregladas para que él ga- nara. Las promesas electorales que hizo para resolver diferentes problemas humanitarios no fueron cumplidas. Al contrario, las iglesias fueron destrui- das y los pastores enviados a prision. Incluso algunos fueron asesinados. A pesar de ello, Ceausescu recibia visitas de presidentes americanos y viajé a los EE.UU., mientras mantenia el mito de que su gobierno no practicaba las creencias comunistas. Con un crescendo, Ceausescu terminé su discurso. Repentinamente el estadio irrumpié en hurras, los asistentes cantaban esléganes politicos y aclamaban: “jCeausescu! ;Ceausescu!”. También coreaban en rumano las iniciales PCR: “Pei Chei Rei’, por “Partidul Comunist Roman’, que significa Partido Comunista Rumano. A través de la enorme entrada al estadio; vi el ondear de miles de ban- deras rumanas, mientras la multitud aplaudia enérgicamente al unisono. Pero detras de las camaras vi lo que el mundo no podia ver. Las escua- dras de la “Securitate” -la policia secreta- estaban paradas con megafonos como guias de porristas, diciendo a la gente como gritar hurras, cuando cantar, y cuando hacer silencio. En algunas secciones del estadio la gente habia sido instruida para sostener papeles de colores para hacer disefios variados durante la ceremonia. Ninguno se animaba a desobedecer. Todos sabian, después de muchos afios de lavado de cerebro realizados por el gobierno, que si no cooperaban alguien podria notarlo. Una persona que rehusaba asistir al programa, una persona que no cooperaba aplaudiendo o levantando el papel requerido, podia esperar una visita de la “Securitate”, Habria amenazas, y en efecto, numerosas consecuencias desagradables. El resultado: nuestras vidas podrian ser ain mas dificiles. Desde mi lugar en las sombras del estadio, miré los rostros de mi gente. Se los vefa exhaustos. El programa habia empezado temprano en la tarde. Después de haber trabajado todo el dia, toda la poblacion habia sido obli- gada a ir al estadio. Grupos grandes desde reas de las afueras de Bucarest habian sido transportados en autobuses al estadio, a fin de llenar su capa- cidad. Y recién ahora, a las 7 p.m. el“show” habia empezado. Me entretuve observando cémo retiraban a una mujer que se habia desmayado hacia una fila de ambulancias que esperaba para llevar gente al hospital. Sin embargo, el “show” debia continuar, sin importar el costo. Era una farsa comunista, como una novela bien realizada. A través de los afios, la vida para los rumanos se habia hecho mas restric- tiva. Para ese entonces ya estabamos acostumbrados a hacer fila por comida. Habiamos crecido acostumbrados solamente a ciertas raciones por persona. Era de conocimiento publico que muchas personas habian decidido escapar CAPITULO 1 1 del pais por las penurias que habian soportado bajo el comunismo, pero esta idea nunca habia entrado seriamente en mi mente. Eso iba a cambiar, sin embargo, debido a la cadena de acontecimientos que empezaron a ocurrir- me cuando era solamente un nifio en edad escolar. Naci en 1964, en el pequefio pueblo de Radauti, en el nordeste de Rumania, considerado uno de los pueblos mas limpios del pais. Era el hogar de la muy bien conocida Iglesia de San Nicolas de la reli- gidn ortodoxa. Como nifio habia ido algunas veces a la iglesia y escuchado el coro. Mi pueblo era un tipico pueblo rumano, con arboles alineados a ambos lados de la ruta principal, adornado con rosas, margaritas y otras flores plantadas entre los arboles. Yo era el primogénito de mi padre y de mi madre; Dorin y Zamfira Tarita. Mi padre habia sido miembro de la Iglesia Bautista y trabajaba en oficios diversos; mi madre era enfermera y habia sido fiel miembro de la Iglesia Ortodoxa. Sin embargo, mi padre se convirtié en adventista poco antes de mi nacimiento. Mi madre se unié a él en la Iglesia Adventista del Séptimo Dia algunos afios después. Mi hermana, Gabriela, nacio cuando yo tenia tres afios. Mi hermano Daniel Ilego otros tres afios después. Y el aio de mi nacimiento, Nicolae Ceausescu se convirtié en lider del Partido Comunista Rumano y la ciudad se convirtid, oficialmente, en la Republica Socialista de Rumania: la R.S.R. Los afios de mi nifiez fueron felices. Mis amigos y yo jugabamos al fut- bol en el camino cercano a mi casa. Una caminata de quince minutos me llevaba a un campo verde con arboles y un arroyo adonde jugdbamos y atrapabamos peces y salamandras que luego Ilevaba a casa para mostrar a mami. Y, a veces, simplemente me tiraba en el césped y miraba a las alon- dras sumergirse y volar. Mi experiencia personal con el Comunismo empezo cuando estaba en los primeros afios de la escuela primaria. A pesar de que era solamente un nifio, mi mejor amigo, Vasile, era un orgulloso comunista y uno de los primeros en mi clase en recibir la codiciada bufanda roja, dada por los co- munistas a los nifios que se unian a los Pioneros. Vasile y yo coleccionaba- mos sellos postales y pasbamos muchas horas jugando juntos. Pero asi fue como nos separamos: Los Pioneros era un programa de camaraderia y entrenamiento usado para adoctrinar nifios en las creencias comunistas. Cuando los jévenes cumplian los 15 afios eran automaticamente promovidos a la Unién de la Juventud Comunista (Uniunea Tineretului Comunist, U.T.C.) de la cual millones eran miembros. 2 UNA ViA DE ESCAPE Un dia después de la ceremonia especial, durante la cual Vasile recibié su bufanda, él y yo estabamos jugando en su habitacion. Yo estaba senta- do sobre su cama cuando corrié y salté a la cama a mi lado. Estaba usando su bufanda roja. ~(Cuando vas a obtener tu bufanda roja, Doru? -pregunté inocente- mente mientras corria sus dedos por su grueso cabello castafio. La ceremonia habia tenido lugar en la escuela, el sébado. Solamente aquellos nifos que apoyaban abiertamente al Comunismo for- maban parte de la elite para ser promovidos. Yo no queria ser miembro de un grupo que ensefiaba que no habia Dios, asi que no pertenecia a esa elite. A pesar de esto, la membresia no era opcional, y sabia que tarde o temprano seria obligado a unirme y cumplir los requisitos. -No sé, Vasile —dije simplemente, suspirando. Me recosté en su cama y fijé mis ojos en el techo, con mis manos entre- lazadas detrds de mi cabeza. Era dificil ser diferente. Ni siquiera mi mejor amigo podia entenderme completamente. Vasile no dijo nada después de eso. El sabia que yo no apoyaba al co- munismo. Pero a pesar de eso éramos amigos intimos. Nos sentabamos juntos en la escuela y nos llamabamos por teléfono solo para conversar. Lo que realmente me hacia diferente de Vasile y de mis otros compafe- ros de escuela era mi creencia en Dios. Ya desde mi nifiez amaba leer mi Biblia. Quizds fue esa devocion la que motivo a mi padre a decirme que podria ser un buen pastor. Y eso se con- virtio en mi objetivo principal como carrera. Pero mientras yo sohaba con servir a Dios, mis educadores comunistas trabajaban arduamente para qui- tar de mi mente la creencia en él. Los nifios no eran solamente educados a través del Programa Pionero, sino que siempre que habia una oportunidad practica, éramos ensehados a reverenciar a todos los lideres comunistas. Un dia, cuando tenia 10 u 11 afios de edad, nuestro maestro anuncié: -Manana, el camarada Ceausescu va a estar pasando por nuestra ho- norable ciudad de Radauti. ;Tenemos el privilegio de darle una bienvenida apropiada! Las caras de mis compafieros practicamente brillaban con anticipacion mientras el maestro explicaba el evento historico. Ceausescu arribaria en helicéptero, aterrizando en un campo de fiitbol. Después, nuestro lider continuaria su viaje en convoy, pasando por la calle principal de Radauti. La mafiana siguiente, a las 9 p.m., la calle estaba adornada con cientos de nifos parados en hileras, con sus maestras paradas cerca. Yo estaba tan emocionado como mis compafieros cuando los maestros distribuian pe- CAPITULO 1 2 quefias banderas rumanas mientras nos instruian como comportarnos. Los adultos completaban la multitud por detras de nosotros. Aqui y alla la policia estaba situada para mantener el orden y proveer ayuda, si fuera necesaria. Pero las horas pasaban sin ninguna serial del famoso lider. Mis compaferos y yo nos sentiamos mas y mas cansados a medida que el sol ascendia alto en los cielos. De repente Vasile me code: -jEscucha! -dijo con una amplia sonrisa-. Aqui viene. Entonces yo también of el sonido distante de la caravana que aumenta- ba mas y mas. Era la 1 p.m. cuando Ceausescu y su convoy pasaron lentamente a través de la calle principal alineada con alegres nifios con banderas flameantes. El dictador de cabello oscuro, ocasionalmente levantaba una mano para saludar, mientras que su auto largo y brillante se escurria silenciosa- mente pasando frente a mi. Lo vi desaparecer en la distancia: ese era el hombre que habia creado un gobierno que muy pronto podria apretar su pufo sobre todos los cristianos que osaran desafiar al comunismo. Varios afios después, cuando estaba en la secundaria, tuve mi primer enfrentamiento serio con las creencias comunistas. El hecho de que la escuela funcionaba de lunes a sébado siempre me dio algun problema, por ser cristiano adventista del séptimo dia, aunque todavia no me habia bautizado. En Europa, los nifos generalmente esperan tener 16 0 mas an- tes del bautismo. Mis padres se habfan acercado ala Iglesia Adventista del Séptimo Dia por circunstancias providenciales y finalmente se bautizaron en la época de mi nacimiento. Por eso, a lo largo de mi nifiez, ellos me ensefaron acerca de la Biblia. Yo creia que el sabado era el Shabbat biblico, y queria observarlo adorando a Dios en la iglesia. Mi padre conocia a mis maestros de la escuela primaria, por lo que mis inasistencias habian sido ignoradas. Pero las cosas habian cambiado ahora que estaba en la secundaria, y mis maestros insistian en que asistiera a clases. Tomé por mi mismo la firme decision de no asistir a clases los sabados. Pero, a mi temprana edad, no sabia la indignacién que mi resistencia al Comunismo crearia en las personas adultas. Casi todos los lunes, una de mis profesoras me decia: ~Alumno Tarita, parese, por favor. Yo me paraba silenciosamente al lado de mi banco. -jAdénde estaba el sdbado, alumno Tarita? —preguntaba. Y cada vez la miraba respetuosamente a sus ojos penetrantes y con- testaba: 14 ~Estaba en la iglesia, camarada profesora. Inmediatamente ella me miraba despectivamente y los estudiantes irrumpian en una risa complice. Otra semana, mi maestro de arte me demand6 la misma informacion. Después que la risa de los estudiantes habia cedido, él agregé: ~jA qué insecto... -hizo una pausa, y me sonrié amplia y cruelmente- digo; ja qué secta perteneces? Otras veces, mis maestros simplemente incluian propaganda antirreli- giosa en sus discursos. Una vez, mi maestro de economia politica explicd cuidadosamente porqué las iglesias son malas, entonces me dijo: ~Su consigna esta semana es escribir un trabajo acerca de porqué es tonto para los inteligentes rumanos ser cristiano. Dias mas tarde, entregué mi trabajo silenciosamente. En realidad, yo habia escrito por qué las creencias cristianas eran buenas para la gente. Aun si recibia una calificacién de reprobado, tenia la esperanza de que mi trabajo fuera un testimonio para mi maestro. Muchos afios mas tarde, fue emocionante saber que este maestro final- mente se habia hecho cristiano. Pero a pesar de que recibia acoso casi semanalmente por faltar a la es- cuela, no fue hasta el mes previo a mi graduacién que la persecucion se convirtié en amenazas. Entonces, una tarde de mayo de 1982, mi maestro me inform ~Alumno Tarita, se lo requiere en la oficina del director luego de sus clases del dia de hoy. Temblé con aprehensién al ser llamado a la oficina del camarada Romenco, el director de la escuela. Hojeando las paginas de mi libro, hacia como si leyera, pero en realidad estaba orando para que Dios me ayudara para saber qué decir. Querido Jestis, por favor, quédate conmigo. Esa simple oracion me dio paz. No me imaginaba entonces como me estaba preparando Dios para mis pruebas futuras, ensenandome a confiar en él en todo momento. El dia de clases habia terminado. Lentamente caminé por el corredor y entré a la oficina del director. El camarada Romenco era alto y fuerte, tenia bigotes grandes y negros y usaba anteojos. Como muchos de los maes- tros hacian, usaba un guardapolvo liviano sobre su traje para protegerlo del polvo de la tiza. El no era un hombre desagradable, pero hoy su rostro estaba severo, mientras caminaba alrededor de su escritorio hacia adonde yo estaba parado. También mi maestro de clase estaba presente, y se pa- faron cada uno a un lado de mi. El rostro severo de Ceausescu me miraba fijamente desde un cuadro en la pared detrds del escritorio del director. ~Alumno Tarita, no sea fandtico -declaré el camarada Romenco CAPITULO 1 5 francamente, agitando un dedo regordete en mi rostro. -jSi no viene a la escuela los sabados, no se graduara! Con las palmas transpirando y mi corazén agitado, me di vuelta hacia él. -Camarada director -le expliqué pacientemente-, el sabado no es un dia de recreacién para mi, sino algo que debo darle a Dios. El director resopl6 y levant6 sus manos al aire mientras se alejaba de mi. Mi maestro parecia enojado. Entonces, sentado detras de su gran escri- torio de madera, el director se froté el mentén y sonrid, ahora probando un acercamiento mas amable. -Yo no soy irracional, alumno Tarita, le voy a dar un dia libre para hacer lo que quiera, cualquier otro dia de la semana, pero no los sdbados. Su cara redonda se arrugo en agitaci6n irrefrenable mientras se inclina- ba para mirarme a los ojos. Todavia parado, cuidadosamente me acerqué un paso mas hacia su es- critorio. -{Celebrariamos nosotros el Dia Nacional en cualquier otro dia que no fuese 23 de Agosto, camarada? -le pregunté simplemente. El se paré repentinamente, con un aspecto desencajado en su rostro. —jQué tiene que ver? -pregunto malhumoradamente. Yo sonre/ a su expresion desconcertada. Asi como el Dia Nacional es un aniversario, el séptimo dia, el sabado, es el aniversario de la creacion, de acuerdo al libro biblico del Génesis. El sdbado es un pacto entre Dios y su pueblo. Yo no puedo romper el pacto de Dios conmigo. En los Diez Mandamientos, Dios me pidié que recuerde santificar el séptimo dia de la semana. Primero voy a obedecer las leyes de Dios y luego las leyes de los hombres, aun sino me graduo. Permaneci parado tranquilamente mirando a los ojos de mi director, continuando mi oracion silenciosa. El hombre me miro fijamente por un momento, y entonces encontrd su VOZ. -Veo que no va a estar cambiando hoy su manera de pensar -dijo bruscamente-. Pero solamente recuerde que si se gradtia o no, depende de usted. Los ojos oscuros de nuestro lider comunista, continuaban observando- me desde su foto detras del escritorio del director. Puede retirarse -agregé el camarada Romenco con un ademan. Con el cefio fruncido, mi maestro abrio la puerta. Yo me di vuelta y tran- quilamente encontré mi camino a través de los pasillos vacios. Saliendo afuera al aire fresco, estiré el cuello de mi camisa y suspiré. Acababa de tomar una decisién muy seria en mi juventud. Perdido en mis pensamien- tos, caminé fatigado por la calle adoquinada que pasaba por el centro de 1b UNA VIA DE ESCAPE nuestra ciudad. El ruido de los nifios jugando en la calle y las voces de la gente conversando era un murmullo distante e indefinido a mis oidos. Sé que tomé la decision correcta, pensé, {pero cudl serd el costo? ¢Seria po- sible que me graduara? Decidi continuar orando por ello y continuar yendo a clases todos los dias, menos los sdbados. Pero las amenazas y las intimidaciones no solamente vinieron de los Oficiales de la escuela. Un dia golpearon a la puerta de mi casa. Tranquilamente, mi padre atendio: afuera habia varios hombres parados esperando, sus ojos pene- trantes y sombrios los delataban como miembros del servicio secreto. ~Tenemos una orden de allanamiento para buscar partes de autos ro- bados -dijo un hombre con voz monétona, mientras sacaba un papel-. Sabemos que tiene un negocio de reparacion de automéviles -el hombre senald hacia la calle, donde mi padre habia colgado un cartel hecho amano para atraer a los clientes—. Entonces, vamos a registrar su garaje primero. No habia nada que mi padre pudiera hacer acerca de esto, asi que guid a los hombres hacia su garaje. —{Qué clase de partes estan buscando? —pregunt6 casualmente, sos- pechando que estos hombres estaban usando la orden de allanamiento como excusa para investigarlo. ~Llantas, distribuidores, muchas cosas -contesté un hombre distraida- mente, desde el fondo del garaje adonde estaba levantando alfombras y herramientas, buscando meticulosamente entre todo. Finalmente, se paré y volvié hacia mi padre. -Vamos a necesitar registrar la casa también -dijo con el cefio fruncido. Obviamente no estaba encontrando lo que buscaba. Sistematicamente, los hombres empezaron a abrir cada armario y a mi- rar detras de cada puerta de la casa. Un hombre hasta levanto la cartera de mi madre y tanteé su contenido. ~Seguramente no va a encontrar un distribuidor en mi cartera -dijo mi madre recatadamente. Los ojos penetrantes del oficial parpadearon al mirar a mi madre, que estaba parada observando a los hombres llevar adelante su farsa. -iMejor quédese callada, sefora! -gruno. Y tan pronto como la busqueda comenzé, asi terminé: el servicio se- creto no encontré nada. La puerta se cerré detras de ellos con la sensacion desagradable de que podrian volver cuantas veces quisieran. De todos los rumanos, los cristianos eran los observados mas de cerca, ya que ellos eran considerados una amenaza para las creencias ateas comunistas. Finalmente, el dia llegé. Yo todavia no sabia si recibiria mi diploma o no, y me preguntaba si siquiera debia molestarme en ir ala graduacion. No CAPITULO 1 v habia asistido a clases ni un solo sdbado, y el director habia dicho que esa seria la Unica forma en que podria recibir mi diploma. Finalmente, decidi que debia ir. Me vesti automaticamente y dejé la casa. Fue dificil posar para las fotos con mi clase, dificil también forzarme a mi mismo a sonreir. Finalmente, la ceremonia comenz6. Me desabotoné el saco de mi traje y me retorc/ en el asiento mientras el orador hablé y hablé por mas de una hora de cudn gran lider era Ceausescu. Por fin se le pidid a nuestra clase que se ponga de pie. En Rumania, los estudiantes se graduan por clases. Ellos no reciben personalmente un diploma durante el programa, como sucede en América. Mi corazon parecié detenerse cuando el orador se sen- t6 después de presentar a mi clase como graduados de 1982. No habia mencionado ningun alumno de mi clase que no se graduara. Después del servicio fui con mis compaheros a la oficina de la escuela. Mi boca estaba seca. Mi corazon palpitaba fuertemente mientras esperaba recibir mi diploma y mi cinta del secretario de la oficina. {Voy a recibirlo realmente?, me preguntaba una y otra vez. Cuando finalmente fue mi turno, me esforcé para sonreir. ~Camarada profesor, puedo tener mi diploma? —pregunté tan casual- mente como me fue posible. Algunos momentos més tarde, mientras sostenia aquel precioso peda- zo de papel y cinta, reconoci que Dios habia cambiado, de alguna manera, el corazon del director. Yo sabia como un hecho que Dios era mas podero- so que cualquier amenaza humana. Dios habia recompensado mi fidelidad por guardar sus mandamientos. CAPITULO 2 ESPUES DE LA SECUNDARIA, EN ENERO DE 1983, me uni al ejército ru- mano para cumplir con el servicio militar obligatorio. En muchos paises europeos, el servicio militar es requerido a todos los hombres jévenes. Fui asignado a las fuerzas terrestres, como Parte de una divisién de 60 hombres en un tanque. Por segunda vez, me enfrentaba al problema de respetar el sdbado. Los militares no permitian a la gente practicar ningu- na otra creencia que las comunistas; de todas maneras, yo habia decidido Preguntar a mi comandante acerca de ello. Pero antes de tener una Opor- tunidad de hacerlo, algo extraordinario sucedi El Teniente Primero de nuestra division tenia reputacién de malo y es- tricto. Era un hombre de mediana estatura, musculoso, con cabello corto, negro y enrulado. Hablaba con una voz alta y potente. El soldado designado a trabajar para este Teniente tenia que caminar tres metros detras de él. El hombre parecia disfrutar sin misericordia el dar ordenes al soldado, y todos nos sentiamos terriblemente apenados por el joven. Un dia, poco después de mi admisién al servicio militar, el soldado del Teniente completé su término de servicio y fue dado de baja. Era nece- sario para el Teniente conseguir un soldado nuevo, e inmediatamente mi Capitan junto a nuestra division. El sol estaba brillando mientras inspeccionaba a los 60 soldados, ali- neados en formacién. Retrocediendo y avanzando con sus manos cruzadas detrds de su espalda, anuncio: ~Majiana, el Teniente va a estar eligiendo como su asistente a un solda- do de una de las dos divisiones de tanques. Luego, hizo una pausa y su rostro se suaviz6 mientras bajaba su voz y agregaba: ~Todos ustedes saben cuan mal trata el Teniente a su soldado Personal. Entonces, cuando venga a nuestra division para elegir a un soldado nuevo, diganle que ustedes no pueden leer, ni escribir, ni hacer otras cosas. De esa manera, él no los va a elegir. Ustedes no quieren este trabajo —termind diciendo enfaticamente. 18 CAPITULO 2 19 Las palabras de advertencia del Capitan todavia resonaban en mis of- dos el dia siguiente cuando el Teniente Primero vino a vernos nuevamente. Yo sabia que no podria mentir, pero al igual que todos los otros soldados, queria desesperadamente no ser elegido. Después de algunos minutos, el Teniente Primero ordeno: Todos los que tengan diploma de secundaria, den un paso al frente. Yo no mentiria, asi que con tranquilidad di un paso al frente, parando- me firme al llamado de atencion. -iSoldado! jVenga al frente! Senti como si el dedo del Teniente Primero me estuviera atravesando mientras apuntaba en mi direcci6n. No lo podia creer. ¢Por qué yo estaba siendo llamado de entre los otros 59 hombres? Entonces, dandome cuenta con repulsion, noté que nadie mas habia dado un paso al frente. Involuntariamente mis pies me habjan arrastrado hacia donde el Teniente estaba parado. Su rostro era duro, y sus ojos me fotografiaban. —jUsted tiene un diploma de secundaria? -ladro. -Si, sefior -dije débilmente. Era todo lo que podia decir. Detras de mi, 59 soldados se empezaron a relajar. Ninguno de ellos tenia un diploma de secundaria, y se sentian seguros de no ser elegidos. {Yo? Me senti enfermo. Saba que cualquier oportunidad de guardar el sabado trabajando bajo el mando de este hombre malo, seria imposible. Satisfecho con mis habilidades, el Teniente primero me aparto de los hombres reunidos, a una habitacion al final de nuestro edificio de dormi- torios. El destrabo y abrié una puerta, y entramos a una habitacion de dos metros cuadrados, pobremente iluminada. A la izquierda, vi una ventana empolvada. Un escritorio desordenado estaba cerca de la esquina. En la pared derecha habia repisas cubiertas con herramientas, un equipo de ra- dio y otros materiales. El Teniente encendio una luz fluorescente arriba del escritorio y se volvié hacia mi. -jCual es su nombre, soldado? -Soldado Doru Tarita, Teniente. Usted va a reemplazar al soldado que trabajaba para mi. Usted va a tra- bajar principalmente en esta habitacién, ayudara a controlar las radio fre- cuencias para nuestros tanques. También va a reparar y reponer las radios y los auriculares viejos de los tanques. Ademas, voy a necesitar que usted es- criba varios reportes y que haga otros trabajos varios. {Est claro, soldado? -{Si, Teniente! -dije mientras me cuadraba. ~Bien. Ahora, soldado, quiero decirle algo. El Teniente Primero se senté sobre el borde del escritorio, y vi su rostro relajarse. Lineas de sonrisa aparecieron repentinamente. Yo permanecia de 2 UNA VIADE ESCAPE pie, asombrado ante esta transformacion. Su rostro duro y severo habia desaparecido. ~Afuera, yo soy su Teniente, y usted es mi soldado, dijo. Entonces, para mi sorpresa, continud: -En esta habitacién nosotros somos amigos. Ahora, en cualquier mo- mento en que necesite algo, viene y me habla acerca de ello. Puede usar esta habitacion como quiera, Entonces, buscé en su bolsillo y sacd algo, y me lo entrego. —Aqui esta la llave de esta habitacion. Yo estaba alli parado, aténito por|o que recién habia escuchado. Todavia no me daba cuenta completamente de cémo Dios me habia guiado hasta este trabajo. El trabajo era facil, y el Teniente Primero era bueno conmigo. Tomé la Ilave y tartamudeé: ~Gracias, sefior. Después que salid, susurré una oracién de agradecimiento. Entonces, me pregunté: Quizds el Teniente me permita no trabajar los sdbados, des- pués de todo, Esa tarde llevé algunas de mis posesiones al pequeno taller de radio. Cuando entré al servicio militar habia podido llevar una Biblia pequena entre mis ropas. Como la Biblia no estaba permitida, decidi que el lugar mas seguro para tenerla era entre el equipo, en la habitacién de radio control. Cada dos meses, las pertenencias personales de cada soldado eran revisadas al azar para buscar objetos de contrabando, y la lista in- cluia la Biblia. Pero la habitacién de radio control nunca era revisada. iQué tesoro y refugio fueron mi Biblia y esta habitacidn a través de los dificiles dias que vendrian! Comencé a buscar una buena oportunidad para pedirle al Teniente los sébados libres. Seguramente, ya que habia resultado ser un hombre amable, me permitirfa tener este privilegio, especialmente si yo trabajaba arduamente los otros seis dias de la semana. Algunos dias después, el Teniente Primero y yo estabamos caminan- do hacia los tanques, cuando finalmente le hice la tan importante pre- gunta. -Teniente, tengo un pedido que hacerle. Yo soy un cristiano que guarda el sabado como Shabbat, y me preguntaba si podria ser excusado de trabajar en ese dia. Voy a trabajar extra arduamente los otros dias para compensar. Apenas me habia animado a hacer contacto visual con él, mientras con- tenia el aliento y oraba silenciosamente. ~Soldado -dijo seriamente el Teniente Primero-, eso va a ser imposi- ble. Si usted no trabaja los sébados en el servicio militar va a ser senten- ciado a entre cuatro a siete afios de prisién. Y a los prisioneros también se CAPITULO 2 a les exige trabajar los sbados. Esas son las reglas militares. Yo no puedo cambiar al Comunismo. Senti que mi estomago se hundia en desilusién. Estaba convencido de que Dios me ayudaria a tener los sabados libres, tocando el corazon del Teniente Primero, asi como lo habia hecho con el director de mi escuela. Ahora me preguntaba: ; Qué debo hacer? Y me sentia miserable. Decidi que no tenia sentido terminar en la prisién, donde probablemen- te iba a ser forzado a quebrantar el sébado de todas maneras. Entonces, me propuse guardar los mandamientos lo mejor que pudiera mientras estu- viera en el servicio militar. A esta altura de mi vida, senti que era la mejor decisién que podia tomar. Pensé que podria servir mejor a Dios, sino ibaa la carcel por siete aos. Un sabado fui enviado a trabajar al taller mecanico. Hice tan poco como pude y traté de estar solo, asi podia trabajar lentamente, orar y, por lo me- nos, adorar al Sefor en mi corazén. El subteniente a cargo del taller era un hombre amable y noté inmediatamente que yo era diferente. Los otros soldados lo notaron también. -jHey, Tarita! ;No terminaste alli todavia? -me interrumpié un mucha- cho, en un sébado memorable, al asomar su cabeza en el taller mecdnico-. jDeberias haber terminado ese trabajo hace mucho! -Ya casi termino -contesté evasivamente, sonriendo ante los ojos criti- cos que miraban fijo a los mios. -Tu estas siendo perezoso, simplemente es eso. Todos los sbados eres holgazan.... -y se alej6 sacudiendo su cabeza. Repentinamente, el Subteniente aparecié a mi lado, y su rostro me son- rié amablemente. -No te preocupes por ellos -dijo, sefalandome hacia la puerta donde el soldado habia asomado. Else sento tranquilamente sobre un equipo que estaba cerca y me dijo: —Eres cristiano, ;verdad? Comencé a sentir cosquillas de preocupacién en mi estémago, y lo miré. El me devolvié la mirada con intensidad, pero amablemente. ;Puedo confiar en él?, pensé rapidamente. La religidn no es un tema entre comunis- tas, excepto en son de burla. ~Si, sefior, lo soy -contesté honestamente, orando para que Dios guiara nuestra conversacion. Soy cristiano Adventista del Séptimo Dia. -He notado que acttias diferente los sébados, ;por qué es eso? -pre- gunté. Se incliné hacia adelante, puso sus codos sobre las rodillas, y cruz6 las manos delante, comodamente. Parecia verdaderamente interesado. Yo observé al oficial, tratando de juzgar sus intenciones. Si te encon- traban haciendo proselitismo o compartiendo tus creencias en el servicio 2 UNA VIA DE ESCAPE militar, podias ser llevado directamente a prisién. Pero, viendo su rostro amable, decidi que el riesgo valia la pena. —Creo que el séptimo dia de la semana es el sabado que la Biblia indica respetar, senor. Lentamente, me limpié la frente con la manga y continué: —Dios nos mando descansar el sabado, por eso trato de trabajar lo me- nos posible. Me gustaria tener todo el dia para dedicarlo a adorar a Dios -terminé con nostalgia. -Ya veo -respondié en voz baja-. Es lamentable que el Comunismo haga la vida de los cristianos tan dificil. Creo que tendriamos que ser capa- ces de tolerar las diferencias de cada uno. -Si, seflor -dije mientras doblaba un trapo que habia estado usando. El Subteniente silenciosamente se paré y se alejé, dejandome curioso y sorprendido ante su actitud tan abierta. El dia se habia puesto caluroso y soleado, poco después de haber esta- do caminando con el Teniente Primero y el resto del grupo hacia un campo adonde haciamos ejercicios y practicbamos marcha. Repentinamente, se volvié hacia mi y me pregunto: {Qué sabes acerca de los cambios en el calendario a través de los si- glos? ¢Como sabes que el ciclo semanal, y por lo tanto, el sabado, no ha sido cambiado? ~jQué sorpresa! Bien, sefior -dije cuidadosamente, pensando en lo que me acordaba haber leido-, en el afio 1500 se descubrid que el calendario es- taba desfasado diez dias. Lo que es asombroso es que los cambios realizados para hacer preciso al calendario nunca interrumpieron el ciclo semanal. -Hmm -el Teniente Primero movid su cabeza afirmativamente- Interesante. Continud caminando, sumido en sus pensamientos. Yo estaba fascinado de que los tenientes estuvieran preguntandose y preguntandome acerca del sabado; sin embargo, también me preguntaba sino habria repercusiones negativas para mi mas tarde. Algunos sdbados pude escurrirme a la habitacién de radio control y cerrar con llave la puerta detras de mi. El Teniente Primero me habia mos- trado como trabar la puerta de la habitaci6n, asi los soldados que pasaban Pensarian que no habia nadie adentro. Un sdbado, estaba sentado en la habitacién de control con el cerrojo puesto para que pareciera como que nadie estaba adentro de la habitacién, cuando repentinamente escuché un golpe en la puerta. Con mi Biblia pequefia en mis manos, me paralicé de miedo. éSerd la policia militar?, me pregunté, tratando de aquietar mi panico. éVan a registrar la habitacién y encontrar mi Biblia? ;Dénde puedo ponerla? CAPITULO 2 B Tan silenciosamente como me fue posible, me deslicé sobre la repisa para esconderla. En ese mismo momento alguien afuera de la puerta hablo. -Soldado, déjeme entrar. Reconoci la voz del Subteniente a cargo del taller mecdnico. ;¢émo sabe él que estoy aqui?, me pregunté, todavia dudando. Finalmente, decidi que no podria esconderme, y silenciosamente destrabé y abri la puerta. El oficial sonrio cuando me vio y entré a la habitacion. Yo saludé, y des- licé la puerta cerréndola tras él. Vine a pedirte que me leas algo de la Biblia y que me cantes una can- cin cristiana. Entonces, tranquilamente retiré una silla y se sent6 mientras yo todavia estaba parado con la boca abierta. -Estés bromeando, jverdad? -le pregunté con asombro, olvidando la formalidad. jLos oficiales comunistas no apoyan al cristianismo de este modo!, pensé emocionado. ¢Y cémo sabe él que tengo una Biblia? Comencé a sos- pechar que esto podria ser una trampa. El solamente sacudié su cabeza. -No —dijo-. No estoy bromeando, por favor. Por alguna razon, supe que podia confiar en él, asi que finalmente sa- qué de su escondite mi pequefia Biblia de bolsillo con cubierta de plasti- co azul. La abri en Mateo 6:33 y lef en voz alta: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las demés cosas os seran afadidas”. Luego entoné suavemente Naintea, Ta, Isus jubit. Traducido literalmente, significa “En tu presencia, amado Jesus’, y es una cancién acerca de per- manecer frente a Jestis. Poco sabia yo, mientras le leia la Biblia y le canta- baa este hombre, que lo estaba ayudando a preparase para una prueba que enfrentaria. Algunas pocas semanas més tarde, una mafana brillante de sabado, estaba en formacién con los otros soldados para la asamblea matutina. Mis pensamientos estaban centrados en mi plan de pasar algun tiempo tran- quilo con Dios en la habitacion de control, cuando el Teniente Primero me llamo junto con el resto del grupo. -Soldado, a usted se lo necesita hoy para ayudar a limpiar algunos mo- tores de camién —dijo bruscamente, y se marché. Mis pies se sentian como si estuvieran llenos con plomo mientras ca- minaba fatigosamente hacia los camiones en el taller. Como deseé que el Subteniente hubiera tenido la autoridad para librarme del trabajo del saba- do, pero yo respondia en primer lugar a las ordenes del Teniente Primero. Y yo sabia que el Subteniente no podia ayudarme tampoco. Me senti muy mal por ser forzado a trabajar en sdbado. El desanimo se apoderé de mi toda la tarde. Alguin tiempo después, estaba sentado solo sobre mi cama de metal 24 UNA VIA DE ESCAPE en la angosta habitacion del dormitorio. Oh, Dios, oré tristemente, estoy tan deprimido acerca de tener que trabajar en sdbado. Por favor, aylidame en este tiempo dificil. Me recosté contra la pared y miré al piso con fastidio. En la mejor de las veces, la habitacion estaba en penumbra. Hoy -descorazo- nado como me sentia- parecia una caverna. Repentinamente, el Subteniente entré. Su uniforme marron estaba iluminado por los emblemas que adornaban sus charreteras. Cerrando la puerta silenciosamente detras de él, con pasos grandes se acercé a donde estaba sentado. Quise incorporarme para saludarlo, pero él me in- dicé que permaneciera sentado. Se sentd en la cama a mi lado yme miré decididamente a los ojos. Entonces, con una sonrisa, fue directamente al grano: ~{Te has olvidado lo que Dios ha dicho? ~pregunto amablemente. {Qué quiere decir, sefior? -pregunté dubitativamente, todavia insegu- ro acerca de discutir sobre religion con los oficiales. ~Debes confiar en Dios aun en los tiempos malos -continué inclinan- dose hacia adelante y hablando suavemente para que nadie en la habita- ion pudiera ojr-. Cuando estas desanimado, debes leer la Palabra de Dios y cantar. Eso te va a ayudar a través de los tiempos dificiles. Acuérdate de lo que Dios dijo en Mateo 5:11. Yo miré a este hombre amable, y una sonrisa se expandié lentamente Por mi rostro. Me di cuenta que el oficial me habia dado una respuesta directa de Dios. Habia venido a mi dormitorio solo para consolarme. Dios a veces envia dnimo a través de fuentes inverosimiles. Yo asenti con la cabeza. Inmediatamente me senti mejor. -jGracias, sefior! El se pard con una sonrisa de oreja a oreja. Sus ojos marrones chispean- tes parecian dar la impresin de que era de las personas que hablaban pa- labras que no estaba permitido pronunciar. Entonces me dejd, animado, aliviado y reconfortado. El tiempo pas6, hasta que un dia, alrededor de tres meses desde que me habia unido a la milicia, estaba volviendo de una visita al dentista de la ciudad, cuando escuché que habia habido una reuni6n extrafa. Uno de los soldados me aparto para contarme el escandalo. -El subteniente a cargo del taller mecanico se confes6 cristiano -su- surré con asombro-. {Por qué haria eso un oficial? ~y sacudié su cabeza, claramente desconcertado-. Tendria que haber sabido que iba a ser cas- tigado. ~éFue castigado? -pregunté con preocupacién, mientras se me arruga- ba la frente. -Si -dijo con placer el soldado-. Los otros oficiales lo hicieron parar CAPITULO 2 5 frente a todos y nos reimos de él -recordé este soldado chismoso mientras se reia nuevamente. Pero mi coraz6n se hundid. -Entonces, ;qué paso? -Le bajaron el rango ptiblicamente y fue dado de baja. Lentamente me alejé, triste por escuchar el resultado de seguir a Dios, pero extrahamente feliz de saber que el subteniente le habia dado su cora- z6ny su vidaa Dios y que no tenia miedo de mostrarlo. Me acordé del texto de Mateo 5:11 que él me habia repetido ese dia especial: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”. Nunca volvi a escuchar acerca del amable subteniente otra vez. Pero jamas podré olvidar su simpatia. Su valor y su animo significaron mucho para mi. Un sdbado, mas adelante en el afo, el Teniente Primero me pidio que reemplazara algunos auriculares de los tanques que estaban en otro cam- po militar. Sabiendo el costo de rehusarme, obedeci tristemente. Los sol- dados me saludaron a través del control del campo, y yo caminé hacia el pueblo mas cercano. Mientras caminaba, me di cuenta repentinamente que un grupo de adventistas del séptimo dia se estaba reuniendo en alguin lugar cercano, esa mafiana. A pesar de que en Rumania el proselitismo era ilegal, y a pesar de que los miembros de la iglesia enfrentaban persecucion, estaba permitido congregarse oficial mente en Rumania. Sin embargo, no tenian absolutamente ningun derecho. Aun asi, en este dia, mi corazon an- helaba guardar el sabado, y con cada paso que daba, el deseo de pasar el sabado con otros creyentes crecio. Gradualmente, un plan se form en mi mente. Después de reemplazar los auriculares, me dirigi a la ciudad y caminé lentamente por las calles, buscando el lugar donde habia visto a los adventistas. Pero no pude en- contrar senales de un servicio religioso, asi que retorné tranquilamente ala base militar. Los sabados siguientes tomaba un par de auriculares del taller de reparacion y dejaba la base, dirigigndome al campo donde estaban los tanques. La caminata me tomaba alrededor de 45 minutos. Alli podia pasar algunas horas tranquilas disfrutando de la naturaleza, orando y pensando. Mas tarde, nuestra base se mud6 cerca de la ciudad de Timisoara, don- de traté nuevamente de encontrar una congregacion adventista. Esta vez tuve éxito, y pude unirme a ellos por una hora o dos sin que se notara mi ausencia. Como necesitaba alguin trabajo dental durante ese tiempo, com- pleté los formularios de autorizacién para ir al dentista de la ciudad, e inclui tiempo libre algunos sabados. En esos sabados particulares podia ir a la iglesia. Asi que los dias de mi experiencia militar pasaron gradualmente. En algunas ocasiones memorables, el Teniente Primero me enviaba a 26 UNA VIADE ESCAPE asistir al Teniente Mayor, quien era la cabeza de la division de tanques. —Escriba estos informes -me dijo cierta vez. Pronto me di cuenta que eran acerca de ejercicios de tacticas. —Mire este libro del aio pasado y copie el informe en un libro nuevo. Yo estaba sorprendido ante este método ridiculo, pero obedecia silen- ciosamente. Fui elegido para el trabajo porque tenia una escritura prolija. Muchas veces, el Teniente Primero no tenia nada especial para que yo haga, asi que me unia a mi division para realizar actividades varias. Era cerca del final de mi experiencia militar cuando me uni a mi divisién para participar en la celebracion especial del Dia Nacional, el cuadragésimo ani- versario de la liberacién de Rumania. En otras ocasiones, se me solicitaba que participara en practicas militares. Cierto dia, a mi division le tocé el turno de superar la practica de la mascara de gas. Fuimos guiados a una linea de pequefas carpas de lona, y seis de nosotros fuimos instruidos para alinearnos afuera de cada carpa. Yo caminé sin ganas hacia la carpa verde oscuro a la que fui asignado. Alli un soldado nos dio a cada uno de nosotros una mascara de gas, la cual nos pusimos. Después, entramos rapidamente a la carpa, que ya habia sido llenada con gas. Otro soldado, de brazos cruzados, y también usando una mascara de gas, se paraba a un lado para observarnos durante la practica, mientras afuera el oficial daba ordenes. Fue un momento tenso. Ninguno de nosotros queria desmayarse du- rante la practica. -jSu mascara es defectuosa! -ladré el oficial a cargo. Nuestras masca- ras no eran realmente defectuosas, pero cada uno debia saber qué hacer silo fueran. Me forcé a mi mismo para mantenerme calmo, y trabajé tan rapida- mente como era posible. Sacandome la mascara, cerré mis ojos, desconecté la manguera, y em- pecé a respirar a través de ella. Por querer espiar a mis companeros solda- dos, abri los ojos por un instante y comenzaron a arderme, mientras me resistia a las lagrimas por el gas. ~Puede colocarse la mascara de nuevo -instruyé finalmente el soldado de afuera. Después de unos pocos momentos lujosos de respirar normalmente otra vez, nos dijeron: -El filtro es defectuoso. Arrojandonos al suelo, cada uno extrajo un pedacito pequefo de tierra y lo colocé sobre la parte “defectuosa’ del filtro. Finalmente, la practica habia terminado. Felizmente, ninguno de los hombres de mi carpa se habia desmayado. Salimos al aire limpio y fresco CAPITULO 2 27 con una apreciacién nueva, especialmente cuando di una mirada a las hi- leras de carpas y vi a otros hombres desparramados sobre el suelo, recupe- randose del desmayo durante la practica. A través de este entrenamiento basico, las practicas y las asignaciones diarias, gradualmente me hice amigo de muchos otros soldados. Y a pe- sar de que compartir creencias cristianas estaba prohibido, habia algunos amigos en quienes podia confiar al hablarles acerca de Dios. Un dia, claro y brillante, nuestra division se marcho a otro lugar y acam- po. Esa tarde, Mihail, un miembro de nuestra divisién, y yo empezamos a armar nuestra carpa para la noche. El cielo estaba lleno de estrellas, y nos detuvimos un momento a admirar la belleza celestial. -Crees en Dios, verdad? -pregunto suavemente Mihail para que nadie alrededor pudiera oir. Levanté mi cabeza con una sonrisa hacia Mihail. A pesar de que nues- tra conversaci6n estaba prohibida por las leyes comunistas, me complacia responder cada vez que alguien me preguntaba acerca de Dios. -Creo que hay un Dios que nos ama y nos aconseja como vivir. Hice una pausa, después movi mi mano hacia el cielo y agregué: -jNo es maravilloso ver cudn grande es el universo, y ain saber que Dios se interesa por nosotros? Mihail asintié lentamente, sonriéndome a la luz palida de los cielos. -Doru, jeres judio o algo asi? -pregunto repentinamente, con la curio- sidad escrita en su rostro. Yo me ref para mis adentros ante su pregunta y dije: —jNo! gPor qué piensas que soy judio? Encogiéndose de hombros, Mihail alisé su dedo gordo sobre una roca y dijo: -Porque solamente los judios guardan el sdébado como Shabbat. Muchos compaferos saben que evito trabajar los sabados porque es mi Shabbat. Yo sonrei frente a la posibilidad de compartir lo que creia, y pregunté: -{Qué nacionalidad tiene Dios? Mihail se veia confundido. -No creo que tenga nacionalidad. jEI es del cielo! Pero él cred y guardé el sabado. Descanso el sabado cuando estuvo vivo en la Tierra y en la tumba. Mira, el sabado como séptimo dia no se ori- giné con los judios; empezé en la creacion, antes de que existiera la primer nacién. Esta entre nosotros desde el principio. Es por eso que yo guardo el sdbado como Shabbat, como lo hizo Dios después de la creacién. No como si yo fuera judio. Mihail parecié satisfecho con mi respuesta, pero no pudimos discutirlo 28 UNA VIA DE ESCAPE mas porque era tiempo de ir a la cama. Era una noche calida, asi que nos acostamos sobre el suelo. A pesar de que habia discutido sobre religion, sintiéndome a salvo, con varias personas en el servicio militar, tenfa que ser muy cuidadoso. Habia espias entre los soldados, hombres que podrian reportar a cualquiera que hablara de religion. Un dia, un soldado raso me aparto a un lado y susurré: ~Yo quiero hacerme adventista del séptimo dia. ;Qué debo hacer? Yo conocia al hombre de vista, pero no lo conocia realmente. Inmediatamente sospeché que era un espia, porque se atrevié a hacer una pregunta muy personal a alguien que no conocia realmente. Parecia obvio que estaba tratando de descubrir si trataria de compartir mis creencias 0 si estaba manteniendo algunas reuniones secretas. CAPITULO 3 | INTENTO DE ESCAPAR DEL COMUNISMO estaba a un poco mas de un afio cuando dejé el servicio militar, en septiembre de 1984. Las presiones de vivir en una nacién tan estrictamente comunista pe- saban muchisimo sobre todos los rumanos, y Ilevé a muchos a tratar de escapar. Yo habia crecido bajo el Comunismo. Estaba acostumbrado a vivir pres- cindiendo de algunas cosas que la gente de otros paises daba por sentado. Por ejemplo, Ceausescu estaba obsesionado con reducir la deuda nacio- nal, asi que deseaba aumentar el dinero en efectivo exportando alimentos, electricidad, y otras cosas esenciales para la supervivencia. El gobierno ra- cioné la gasolina de 30 a 40 litros por mes, por automdvil. Eso limité enor- memente los viajes en automévil o cualquier medio de transporte. El agua caliente y la electricidad se apagaban a tiempos irregulares, especialmente en el atardecer, durante los momentos de mayor consumo. Teniamos que ser cuidadosos y bafiarnos rapidamente, asi podiamos estar listos antes de que la electricidad y el agua fueran suspendidas. Frecuentemente, mis her- manos y yo teniamos que terminar nuestras tareas a la luz de las velas. Si bien habia electricidad, no se nos permitia usar bombillas de mayor poten- cia que 60 watts. La temperatura de las oficinas y los lugares de trabajo no podia ser mayor a los 18°C [65°F]. Se obligaba a la mayoria de los cristianos a trabajar sabados y domin- gos, a fin de que no pudieran asistir a la iglesia, pero en algunos trabajos nos dejaban tener los lunes o los martes libres. Las iglesias podian congre- garse siempre y cuando estuviesen oficialmente registradas y si no llama- ban la atencion. La Iglesia Adventista del Séptimo Dia gozaba de cierto grado de libertad. Varios meses después de que dejé el servicio militar co- mencé a tomar estudios biblicos con el pastor local de la iglesia adventista, el pastor Gligor Deac. Me bauticé el 15 de diciembre de 1984, junto a un grupo pequefio de nuestra iglesia local. Sin embargo, el gobierno trataba de controlar casi todos los aspectos de nuestra vida. Para cambiar de trabajo, o incluso para mudarnos de una casa a otra, debiamos solicitar un permiso al gobierno. jA las madres se les 23 30 UNAVIADE ESCAPE indicaba hasta cudntos hijos podian tener! Las maquinas de escribir debian estar registradas. Las fotocopiadoras no eran comunes, y eran supervisa- das cuidadosamente. La TV rumana poseia dos canales que transmitian programa- cién oficial, de 4 p.m. a 10 p.m. durante la semana, y de 10 a.m. a 10 p.m. los fines de semana. Ambos estaban bajo cuidadoso control gu- bernamental. Aun los discursos de Ceausescu eran editados para quitarles sus pausas, sus espacios y sus ademanes descontrolados. Los programas de TV inclujan folklore, musica popular, y musica pa- tridtica. Habia documentales acerca del éxito de las granjas del régimen comunista y peliculas que acentuaban el pensamiento comunista. La tele- vision pasaba algunas peliculas extranjeras, algunas antiguas de los afos 1940 y 1950. Solo recuerdo un dibujo animado: el Pajaro Loco. Era el Unico programa para nifos, y por supuesto, todos los nifios trataban de estar en casa para verlo. El servicio de seguridad observaba a la gente constantemente para ver si parecian felices o tristes. Si se les ocurria, podrian investigar si se estaba planeando un escape o quizas haciendo algo ilegal. Los rumanos aprendie- ron a esconder todas las emociones. Aprendieron a no confiar en nadie. Estas y otras muchas restricciones convirtieron la vida en algo muy depresivo para los rumanos. Muchos rumanos bebian para ahogar sus problemas. Dia tras dia, mientras caminaba a casa desde la escuela siendo nifo, yo veia ala gente deambulando por la calle. Esa era una forma de al- canzar las cosas que la mayoria de los paises llaman necesidades. Ninguna familia parecia ser inmune a algun tipo de problema, y nuestra familia no era la excepcion. Mi padre tenia dificultad en mantener un trabajo. El estaba capacitado en muchas profesiones, pero como se negaba a trabajar los sébados, era despedido repetidamente. En efecto, la ley autorizaba al empleador a despedir a un empleado si faltaba hasta tres sabados en el mes. En Rumania los trabajadores debian llevar una libreta de registro, en la que se asentaba todo trabajo que ha- bian hecho. La libreta de mi padre estaba tan Ilena que habia tenido que agregarle paginas. El empleo que mantuvo por mas tiempo fue el de ins- tructor de manejo de automoviles, por seis afios y medio. Mi desafio comenz6 en 1984, poco después de haber sido dado de baja del servicio militar; cuando me mudé con mis padres, mi hermano y mi hermana y empecé a buscar un empleo. En ese tiempo, mi padre estaba trabajando como mecanico en una enorme granja colectiva. Para mi alegria, después de negociar con el pa- tron, me permitieron unirme a él en su trabajo. Sorprendentemente, ellos CAPITULO 3 a} nos dejaron arreglar nuestras responsabilidades de trabajo para poder tener los sébados libres. Pero este privilegio duro poco. Nuestro patron empezo a cuestionar por qué mi padre y yo necesitabamos los sabados libres, y lego también el dia cuando nos hizo parar frente a todos nuestros companeros. El brazo largo del Comunismo también alcanzaba alli. —Ustedes tienen que empezar a venir a trabajar los sabados —dijo nues- tro patron en voz audible. Docenas de ojos nos traspasaron, y comprendimos que intentaba usar la presion del grupo para hacernos cumplir. -Nosotros estamos dispuestos a trabajar tiempo extra cualquier otro dia de la semana -le dijo mi padre-. Pero no podemos trabajar los sabados, porque es el dia de reposo. -Muy bien! jUstedes han hecho su eleccidn! -estallé nuestro jefe, y el grupo empezo a dispersarse. Nos permitieron continuar trabajando hasta el proximo sabado. Cuando no fuimos a trabajar, nos despidieron. Por tercera vez en mi vida, guardar el sdbado en un pais comunista parecia imposible. —jQué debemos hacer ahora, Tata? -le pregunté a mi padre. Senti la preocupacién dibujada en su rostro. Tenia 20 anos. Queria tra- bajar. Querfa asumir la responsabilidad y ayudar a mi familia, pero parecia imposible, porque nadie me permitia mantener un trabajo si no trabajaba los sabados. Ahora, ni mi padre ni yo tenfamos un ingreso. Era casi tiempo de verano, asi que mientras buscdbamos trabajo estable alquilamos una propiedad para sembrar melones para vender. La tierra en realidad era un huerto de manzanas, pero nos permitian plantar cosas entre las hileras de los manza- nos siempre y cuando no lastimaramos a los Arboles. Asi que mi padre y yo cultivabamos los valles, plantabamos las semillas y amorosamente cuida- bamos y ordbamos sobre las plantas. Pero, para nuestro desconcierto, pronto recibimos la noticia de que lo que estabamos haciendo era ilegal. Ninguna explicacién nos fue dada. Simplemente nos ordenaron detener nuestras actividades inmediatamente. Sin embargo, el gobierno no habia sido lo unico que evité que cosecha- ramos. Llovié tanto ese verano que las plantas crecieron muy poco. Otros amigos nuestros trataron de cultivar otras cosas para vender, pero todos perdimos lo que habiamos invertido. Lo siguiente que hicimos fue trabajar para los granjeros, carpiendo en sus campos. Desdichadamente, tuvimos que abandonar, porque ellos querian que trabajaramos los sdbados. Afortunadamente, mi madre es una gran jardinera, y ella habia plantado algunas pocas cosas en su jardin. A pesar de las Iluvias abundantes, pudimos obtener cosas de su jardin. 2 UNA VIA DE ESCAPE Entonces, un dia de otofio, mi padre lego a casa casi sin aliento, muy agitado, diciendo: -El gobierno me ha ofrecido alquilar un garaje viejo fuera de la ciudad para empezar un negocio de reparacion de automoviles. Su rostro estaba lleno de sorpresa. -jMaravilloso! -exclam6 mi madre, y por algunos minutos disfrutamos la buena noticia. ~Pero esto no tiene sentido —dijo ella un poco después-. ;Por qué nos darian ellos a nosotros este ofrecimiento después de todo el problema que ustedes han tenido manteniendo trabajos? -No sé, pero quizas esta es la respuesta del Sefior a nuestro problema -dijo mi padre, pensativamente-. Ya fui al edificio, y ciertamente es viejo y esta en malas condiciones. jHay malezas alrededor, pero si usamos algo de nuestro dinero lo podremos arreglar para hacer que esto funcione! Cada mafana, mi padre subija a su vieja y confiable bicicleta y peda- leaba los 8 kilometros para trabajar. Pero una tarde después de algunas semanas de trabajo, vino pedaleando a casa y era la imagen del dolor. Mi madre se detuvo cuando lo vio entrar por la puerta. —{Qué pasa? —pregunto, pues podia decir, por el rostro de mi padre, que habia un gran problema. —-Elalcalde acaba de enviar el mensaje de que los “sectarios” no pueden trabajar en esta ciudad y deben renunciar a su trabajo inmediatamente. Mi padre se hundio en la silla con un suspiro largo. Ahora nuestra fa- milia sabia como se siente tener una alfombra que desaparece debajo y te arroja al suelo. Nuestra situacién se estaba volviendo desesperada. Un dia, poco después de esto, mi padre fue a ver a nuestro pastor. -Esto es terrible -declaré firmemente el pastor. Sus ojos flamearon con determinacion-. Voy a quejarme por lo menos a los oficiales, aunque en- cuentre una negativa. Y lo hizo. La respuesta de ellos fue: -Legalmente, los Adventistas del Séptimo Dia estan permitidos en nuestro pais, pero es su eleccién practicar sus creencias. Y si las practican, deben aceptar las consecuencias. Seguia siendo nuestra responsabilidad encontrar una nueva forma de sobrevivir. Mientras tanto, decidj probar suerte como fotdgrafo. Tenia una camara econdémica pero pensé que podia funcionar. Asi que compré algo de pe- licula y fui en busca de clientes. Los gitanos que vivian al lado de nuestra casa fueron mis primeros clientes potenciales. Muchos gitanos vivian en Rumania. Su piel es mas oscura que la ma- yoria de los rumanos, ellos tienden a vivir en casas viejas, y semiderruidas CAPITULO 3 x y tienen la reputacién de no ser confiables. Pero nuestros vecinos gitanos eran inusualmente amables, honestos y solidarios. Asi que un dia me acerqué a mi vecina gitana. Ella estaba vestida, como muchas gitanas, usando una bufanda de colores brillantes y joyas grandes y llamativas. —Discuilpeme, {le gustaria a usted una fotografia de su familia por un precio razonable? —le pregunté tan amablemente como pude. Desconfiada, la mujer se volvié y me miré con sus ojos oscuros e inteli- gentes. Entonces, reconociéndome como vecino, sonrid: -jCuanto esta cobrando? -pregunto. Le propuse una cifra e hicimos un acuerdo. Tomé una foto de ella y de su esposo. El tenia puesta una camisa brillante y usaba un bigote grande. Un pufiado de nifios los rodeaba. Algunas semanas mas tarde volvi a esta familia después de haber reve- lado sus fotos en una pequefia casa de lona. Aqui estan, sefora -dije, sosteniendo las fotos. Yo estaba desilusionado con ellas, y me disculpé: —Me parece que salieron un poco oscuras. La sefiora tomé las fotografias con sus dedos callosos. Las sostuvo, estudidndolas con sus ojos profundos hasta que finalmente inclino la cabeza hacia atrds y se rid hasta que sus lagrimas aparecieron. Cuando pudo hablar, dijo: ~-Ya sé que los gitanos tienen piel oscura, jpero no somos tan oscuros! Y ella siguid riéndose, mientras mi cara se puso roja y caliente. jPor lo menos tiene sentido del humor!, pensé con alivio mientras volvia a mi casa. Ese problema rapidamente originé el final de mi carrera fotografica. Empecé a buscar otro trabajo. Un dia fui a Timisoara para solicitar un trabajo como chofer. Después de llenar cuidadosamente el formulario, se lo entregué a un hombre alto que tenia el cabello lacio de color castafio peinado hacia un lado. Dando una mirada al papel, inmediatamente encontré problemas. —jEs esta tu direccion actual? -pregunt6, apuntando con un dedo torci- do al papel. -Si, sefor -respondi amablemente. —Bien, entonces, no calificas para este trabajo —sentencié mientras me miraba con ojos penetrantes y agudos-. Ya conoces la ley. Tienes que vivir dentro de los limites de la ciudad para obtener un trabajo en este lugar. Y ademas —dijo mientras tiraba el papel a un lado- eres adventista del sépti- mo dia. jNosotros no contratamos a sectarios! Nuestros ojos se encontraron por algunos momentos, los suyos con in- diferencia, los mios con rechazo. uM UNA VIA DE ESCAPE -Bien, gracias de todas maneras. Melas arreglé para expresar una sonrisa sin mucho interés hacia su ges- to frio y me di vuelta para salir. Mientras caminaba lentamente por la calle, mis pensamientos nueva- mente volvieron hacia la idea de convertirme en un ministro. Yo todavia queria estudiar Teologia, pero el problema era que el gobierno controlaba estrictamente todo el proceso de quién podia estudiar para convertirse en ministro. El numero de estudiantes permitidos para estudiar era muy limitado por cada denominacion y muchas veces si eras aprobado 0 no, dependia de cuanto dinero tenias para comprar a aquellos que tenian el poder de autorizarte. Sin embargo, decidi intentarlo, a pesar de saber que necesitaria un milagro. Al preguntar, fui rapidamente informado: -Las clases de Teologia no se inician este afio, asi que usted no nece- sita solicitar. Verdaderamente era imposible convertirse en ministro en Rumania. Con todo, a pesar de esto y de la casi imposibilidad de encontrar un tra- bajo, mi familia y yo no considerabamos escapar de nuestro pais como una manera de resolver nuestros problemas. En vez de ello, mi padre decidio ir a otra ciudad a tratar de encontrar un trabajo. En esta oportunidad fue directamente al alcalde. ~Por favor, sefior, {podria tener su permiso para abrir un negocio de reparacidn de autos en su villa? El rostro gentil de mi padre miraba esperanzado al hombre que estaba sentado detras del escritorio, con los brazos cruzados como para defender- se de su visitante. -Su nombre es Tarita, dice? Elalcalde se incliné hacia delante y froté su suave menton mientras sus ojos se cruzaban con los de mi padre. —jHe escuchado acerca de usted! Desconcertado, mi Tata no tuvo respuesta. {Usted es el que quiere escapar de Rumania! Una expresion de confusion atravesé el rostro de mi padre. El nunca habia planeado escapar del pais. ;Por qué alguien esparciria rumores de que él lo haria? zY quién podria estar haciéndolo? Después de dejar la oficina del alcalde, Tata decidié hacer un viaje ra- pido a Radauti, la ciudad donde yo habia nacido y donde mis padres to- davia tenian una casa rentada. El queria asegurarse de que la casa estaba bien, asi como todas las posesiones que todavia estaban guardadas alli. Nosotros teniamos familiares viviendo alli y albergabamos la esperanza de volver a mudarnos alli algun dia. CAPITULO 3 % Alllegar a Radauti, a 400 kilometros de viaje, se sorprendié al descubrir a una familia desconocida viviendo en nuestra casa. Inmediatamente, fue hasta la oficina que regia el tema inmobiliario de la ciudad. Apurandose a través de la entrada, explicd la situacion. -Yo estaba supuestamente alquilando una casa aqui en la cuidad. Tenia mis pertenencias guardadas en ella, pero ahora recién cuando pasé mane- jando por la casa descubri que habia una familia viviendo alli. -jSu nombre es Dorin Tarita? -pregunto la secretaria desde atras del escritorio. Si. Ella hojed algunos papeles y después, con genuina sorpresa, miré hacia arriba: —jQué esta haciendo usted aqui? —pregunto. Fue el turno de mi padre de parecer perplejo: -jQué quiere decir? -Nosotros oimos que habia dejado el pais y estaba en América -dijo, estudiando su expresion. Las cejas de mi padre se elevaron en descreimiento. -jObviamente no es asi! {No le parece? -dijo finalmente-. Solamente vine a ver como estaba mi casa y mis pertenencias. Ella movié su cabeza tristemente: ~Lo lamento, pero los oficiales de la ciudad creyeron que usted no estaba en el pais... -hizo una pausa, quizas juntando coraje para decirle la verdad-. Ellos vendieron todas sus posesiones y alquilaron la casa a otra familia. jTodas nuestras posesiones... vendidas! Todo lo que habiamos dejado al mudarnos a Dudestii Noi se ha ido! —{Podria yo mismo hablar con uno de los oficiales de la ciudad, enton- ces? -presioné mi padre. Enseguida fue dirigido a una pequefia oficina con una ventana que mi- raba a la calle adoquinada de la ciudad. Un hombre estaba sentado detras de un viejo y maltratado escritorio, estudiando unos documentos. El ape- nas miré hacia arriba cuando mi padre entré. -jSu nombre es Dorin Tarita, dijo? -pregunté informalmente. Hizo una pausa-. Ah! ;Esta de regreso de América? —dijo como si tuviera algun co- nocimiento de adentro-. Es terrible alla, zno es cierto? -sus ojos criticos penetraron a mi padre. El gobierno comunista siempre estaba tratando de lavar el cerebro a los rumanos para que creyeran que América era un pais muy malo y que Rumania era mucho mejor que el resto de los paises del mundo. Mi padre trato de explicar su situaci6n. El trato de preguntar acerca de la casa y qué habia sucedido a su propiedad. Pero despreocupado y sin 6 UNA VIA DE ESCAPE interés, el hombre simplemente lo despidid. En lugar de eso, dijo: Sies un trabajo lo que usted esté buscando, yo puedo arreglar uno para usted. Pero primero vamos a necesitar decirles a todos cuan mala fue su experiencia alla en América. Entonces yo le puedo obtener un buen lugar. -No, gracias -dijo mi padre mientras movia su cabeza tranquilamente-. Mi familia ahora vive en Dudestii Noi. Mi padre empezo su largo recorrido hacia casa en profundo pensa- miento. Querido Dios, jestds tratando de decirme algo?, se preguntaba. Franjas de ruta angosta conectaban villas y ciudades. El tenia que estar muy alerta en todo momento, porque aun en las rutas oscuras, podia encontrarse de repente con un carro guiado por caballos, o con gente caminando a los costados del pavimento. Las ciudades no eran mucho mejor, con carros tirados por caballos y vacas molestando a los autos y borrachos ocasionales zigzagueando por la calle. Cuatrocientas kilome- tros era mucho para cubrir, y tuvo bastante tiempo para pensar, orar y preguntarse qué tenia que hacer. Para ese entonces, el dinero era algo tan escaso que teniamos muy poco Para comer. Muchas noches nuestra mesa de la cena solamente tuvo pan casero y uvas recogidas de nuestro jardin. Los miembros de iglesia enten- dieron nuestra situacion y nos ayudaban, cuando podian, a complementar nuestros minimos recursos. Recuerdo una noche en particular. Mi padre y yo estébamos en casa, y la conversaci6n nos llevé, como lo hacia frecuentemente, a nuestro tema. -Esta situacién solamente esté empeorando ~dijo Tata, recorriendo sus cabellos con sus dedos. El usaba su cabello castafio suave peinado ha- cia atrds, y ahora habiéndolo peinado con sus dedos, se qued6 levantado cuando se sacudié la cabeza. Tenia la responsabilidad de mantener una familia, pero parecia imposible hacerlo. Gabriela tenia 17 afios y Daniel, 14. Los dos todavia estaban en la secundaria. -No se me ocurre otro trabajo que podamos tratar de conseguir -suspiré. Nos habiamos mudado a Dudestii Noi porque mi padre habia agotado todas las posibilidades de trabajo en el nordeste de Rumania, pero aho- ta estabamos teniendo el mismo problema aqui en Rumania del oeste. Sabiamos de otros adventistas del séptimo dia de nuestro pais que no es- taban luchando tanto como nuestra familia, y nos preguntabamos por qué Dios estaba permitiendo que esto nos sucediera a nosotros. -éY qué tal si dejamos Rumania? -pregunt6 Tata tan suavemente que sus labios apenas se movieron. Ambos teniamos miedo de ser escuchados atin sugiriendo la idea. Tratar de escapar, o ser encontrados solamente dis- cutiéndolo, era un riesgo de vida o muerte. El gobierno estaba tan paranoi- 0 por evitar que los rumanos se escaparan, que aun hablar a un extranjero CAPITULO 3 7 en la calle era una ofensa criminal. A pesar de eso, la huida era ocasional- mente discutida en grupos silenciosos, aun a la salida de la iglesia. Mi padre y yo nos miramos fijo a los ojos, considerando la idea. él tenia 50 afos, y ciertamente no deseaba una aventura de vida o muerte. A través de todos esos afios de escasez de alimento, trabajo esporddico, desilusién, y otros problemas, nosotros nunca habiamos hablado de es- capar de Rumania. Nunca hubiéramos pensado en ello sino hubiéramos estado desesperados por encontrar un trabajo que nos diera los sabados libres. Nos sentamos silenciosamente, practicamente sin movernos en nues- tras sillas, pero los pensamientos excitantes y extrahos retumbaban por mi mente. Por tiltimo, mi padre dejé salir un suspiro largo. -Pensemos y oremos acerca de esto -dijo lentamente-. Tratemos de encontrar cual es el deseo de Dios. Yo asenti. Oracién. Buscar la voluntad de Dios. Era lo tinico que se debia hacer. Los dias pasaron. Nosotros no hablamos del escape otra vez, pero la posibilidad habia anidado en nuestra mente. Entonces, una noche en el culto familiar mi padre ley algunos textos que cambiaron nuestras vidas. Sosteniendo la Biblia familiar con ambas manos, él ley en voz alta: “E invécame en el dia de la angustia; te libraré, y tu me honrards"” (Sal. 50:15). “Cuando os persigan en esta ciudad, huid a otra, porque de cierto os digo, que no habéis de recorrer todas las ciuda- des de Israel, antes que venga el Hijo del hombre’ (Mat. 10:23).“Yo Jehova, vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto para que no fueseis sus siervos, y rompi las correas de vuestro yugo, y os he hecho andar con el rostro erguido” (Levitico 26:13). Las palabras antiguas ardieron en mi cerebro como fuego. Podian ha- ber sido escritas ayer, solo para Tata y yo. Parecia que a través de su palabra, Dios me estaba diciendo qué hacer. Entonces, mi padre levanto la vista, y sus ojos observavan a cada uno de nosotros. Creo que es la voluntad de Dios que Doru y yo tratemos de escapar —susurré suavemente. -Una vez que estemos en otro pais, nos ampararemos en las leyes de las Naciones Unidas para traer al resto de la familia adonde nosotros este- mos. Quizds podemos escapar a América. {Qué piensan ustedes? Mi coraz6n estaba golpeando. No pude hablar. Pero mi madre, mi hermano, mi hermana y yo, todos silenciosamente dimos nuestro consentimiento. Los riesgos son muy grandes para cualquiera que trate de escapar 8 UNA VIADE ESCAPE -continud mi padre-, pero Dios nos ha prometido protegernos, si esa es su voluntad. Entonces, oramos juntos. ;Cudntas veces mds ibamos a poder orar jun- tos?, me pregunté después. Me senté en nuestra sala mientras los ultimos rayos del sol brillaban a través de la unica ventana. La ventana que miraba al oeste. Este era mi hogar, pero esta noche lo miré con ojos nuevos. Vi el piso de madera. El sofa rojo oscuro. El cristalero con frente de vidrio alojando vasos, algunos floreros y figurines. El calendario de pared con un texto biblico impreso en pequefias letras para cada dia del afio. Un pajaro cantaba su cancion del atardecer alli afuera. El sonido de su cancion me parecié solitario mientras me acercaba a la ventana. Mis ojos se paralizaron y mi rostro se ensombrecié mientras meditaba acerca de lo que nos esperaba. Peligro, si... jpero libertad! Repentinamente, el pajaro detuvo su cancién, ylatarde cay6 silenciosamente alrededor de nosotros, como para silenciar nues- tros planes secretos. CAPITULO 4 IERCOLES DE TARDE, 2 DE OCTUBRE DE 1985. Me deslicé en el asiento de atras del auto que esperaba frente a nuestra casa, y rapidamente cerré la puerta. Mi padre también estaba en el auto. Observé por la ventanilla y vi a mi madre que entraba a la casa y cerraba la puerta del frente. Habia sido un dia largo y estresante para todos nosotros. Al medio- dia ella habia preparado alimentos para mi: pan, aderezo de berenjenas, y pimientos verdes asados; y yo comi algo, pero no tenia mucho apetito. Ninguno de nosotros tenia apetito. Mi madre estaba especialmente ner- viosa, y pensé que, como tenia que esperar en casa, sin saber donde esta- bamos 0 qué nos estaba pasando, iba a ser mas dificil para ella que para mi padre y para mi. No podria saber si estabamos a salvo o no, Senos habia hecho muy dificil no dar ninguna pista a nadie sobre nues- tros planes de escape durante estos ultimos dias. Yo fui a la iglesia como de costumbre, Saludé a mis amigos como si volviera a verlos el sabado siguiente. Era de importancia vital que actuaramos como si nada inusual fuera a suceder. Con todo, en cada conversacién y cada despedida casual, sabia que podia no volver a verlos nunca mas. Pensé en como mi padre y yo habiamos hablado silenciosamente al pastor Deac el sdbado previo. ~Sabemos que podemos confiar en usted, pastor -dijoTata-. Solamente queriamos decirle adios. Mi padre permanecié mirando larga y confiadamente los ojos del pastor. El pastor Deac asintié y sonrio deliberadamente mientras entrelazaba sus manos con las nuestras. Mientras él tomé mi mano, yo tuve que hacerle una pregunta: ~jUsted piensa que dejando este lugar voy a estar huyendo del Ilama- do de Dios a ser un ministro? Esto pesaba en mi coraz6n, porque no me imaginaba la manera de convertirme en un ministro viviendo en otro pais. No hay fronteras ni barreras que puedan apartarte del llamado de Dios, si él lo esta dirigiendo -me dijo el pastor Deac con una sonrisa calida. 39 40 UNA VIADE ESCAPE Yo asenti silenciosamente, todavia sin darme cuenta de la profunda verdad de sus palabras. Ahora, mientras estaba sentado alli en el automovil antes de partir, mis pensamientos volvieron a las palabras de despedida de mi familia. Habia sido un dia soleado, de cielo azul; pero mi madre habia dicho que deseaba que hubiera nubes esa noche para escondernos. Todavia sentia la fuerza de su abrazo. Se habia secado una lagrima, habia sonreido timidamente y me habia besado. Luego, me despedi de Gabriela y de Daniel. No fue facil decirles adids a mi hermana y a mi hermano, sabiendo que era posible que quizds nunca nos volveriamos a ver otra vez en este mundo, pero confidba- mos los resultados a Dios, cualesquiera que fuesen. El auto avanz6 por la entrada de arcilla, lena de baches, alejandonos de mi hogar, de mi familia y por ultimo, de mi pais. Mas tarde, otro auto- movil nos sobrepas6. Al ver la sefial previamente acordada, ambos autos se detuvieron, y mi padre se fue al segundo automévil. Seis de nosotros planedbamos escapar esa noche. Mi padre y yo fuimos en autos separados Por si la policia los detenia para interrogarlos. Ellos podrian sospechar de un padre y un hijo que van en un mismo automovil que se dirige hacia la frontera. Nuestro plan era reunirnos nuevamente en una granja pequefia, en las afueras de un pueblo cercano a la frontera. A los 21 aitos, yo era el mas joven de los hombres en nuestro auto. Me senté detrds del conductor, el Sr. Tataru, un amigo adventista del séptimo dia. El nos dejaria en un punto convenido previamente y retornaria asu ho- gar, orando para que ningun policia lo detuviera para preguntarle a dénde estaba yendo. Parecia bastante simple, pero él estaba arriesgando mucho para ayudarnos. Sentado a mi lado estaba Lica Nedelcu, un hombre delga- do y alegre de nuestra iglesia. Solamente diez meses atrds, él y yo habia- mos sido bautizados al mismo tiempo. El era una persona divertida, por- que siempre estaba haciendo bromas. Sin embargo, no estaba bromeando esta noche. Lica, de 32 afios, estaba casado y tenia dos nifios. El peligro de nuestra situacién le habia cambiado el semblante: sus cejas oscuras y gruesas le daban una expresion desacostumbradamente seria. En el asiento del acompafante se senté nuestro guia, Emil. El era muy delgado, con cabellos oscuros y enrulados. Estaba deseoso de ser nuestro guia, y era un experto: ya se habia escapado antes, hacia Italia. Cuando re- torno a Rumania para llevar a su esposa, descubrid que ella lo habia dejado Por otro hombre. Por esta raz6n, estaba ansioso de dejar el pais nuevamen- te, y estuvo de acuerdo en ser nuestro guia. Ademés, habia hecho algun trabajo de granja cerca de la frontera, lo que lo familiarizaba con la tierra. Emil no era cristiano. Pero estoy seguro que nunca se debe haber olvi- dado las dos experiencias que pasamos juntos durante los dias siguientes CAPITULO 4 M1 y las muchas veces en las que vio a la Providencia tomar el control. Nos dirigiamos hacia la pequefia ciudad de Deta, a casi 8 kilémetros de la frontera rumano-yugoslava. Cuatro paises rodeaban Rumania: Bulgaria, Hungria, y Rusia eran comunistas y muy parecidas a Rumania en su forma de gobierno y organizacion. Yugoslavia, sin embargo, era un pais liberal socialista y, debido a este motivo, era la mejor opcidn para el escape. Con todo, nosotros debfamos ser muy cuidadosos una vez que llegaramos a Yugoslavia, porque el gobierno habia atrapado a algunos de nuestros ami- gos que habian escapado por la frontera, y los habia devuelto a Rumania. El castigo era severo. Nuestro plan era escapar hacia Yugoslavia, tratar de mezclarnos con la gente y pasar inadvertidos, y entonces viajar a Austria, donde estaban reci- biendo a los refugiados. Desde alli, hariamos planes para ir hacia América. Ahora bien, el gobierno rumano sabia que escapar a Yugoslavia era la Unica opcién para los rumanos que querian dejar el pais, asi que los guar- dias fronterizos patrullaban cuidadosamente los 400 kilémetros de la fron- tera. Habia dos maneras de cruzar la frontera hacia Yugoslavia. La primera era cruzando el rio Danubio, que forma alrededor de la mitad del borde entre Yugoslavia y Rumania. El curso del rio es angosto y rapido. A veces, la gente trataba de nadar o usar tubos internos para cruzar el rio. Nos entera- mos de cierto hombre que usé un enorme tanque de oxigeno para impul- sarse a través del rio. Pero muchos de aquellos que trataron de escapar no lograron cruzarlo. Las embarcaciones de la guardia de frontera patrullaban escrupulosamente el rio. Si encontraban a alguien en el agua, lo golpeaban en la cabeza con la culata de un rifle o simplemente le disparaban y lo de- jaban en el rio para que se ahogara. César, uno de mis amigos, habia tratado de escapar cruzando el Danubio, pero habia vuelto a casa temblando terriblemente. -Es imposible —me dijo, todavia atemorizado por la experiencia-. La corriente es demasiado fuerte, y los botes patrulleros pasan a tiempos irre- gulares. Nunca sabes cuando van a estar alli. El habia logrado llegar hasta el rio, pero tuvo que regresar a su casa. La otra forma de cruzar la frontera era por tierra. El paso terrestre era atin ms peligroso que el acuatico. El area era plana, por lo que era facil ver a mucha distancia. Los guardias de frontera habian construido torres cada 350 metros, para ver a cualquiera que estuviera tratando de escapar. Habjian levantado vallas altas y habjan instalado cables que activaban alar- mas. Habfan también cavado canales intrincados y los habian inundado de agua. Era casi imposible para alguien escapar de nuestro pais. A veces los guardias se escondian en pozos profundos que ellos habian cavado para observar sin ser vistos a los que escapaban. Yo habia escuchado de una 42 UNAVIADE ESCAPE persona que habia caido en uno de estos pozos y aterrizado arriba de un guardia. ;Ambos se asustaron! Por supuesto, termind en la carcel. A veces, los guardias instalaban senalizacin falsa, por lo que los fugitivos pensa- ban que ya habian cruzado hacia Yugoslavia y que eran libres. Su alivio duraba poco, porque eran capturados o acribillados inmediatamente. El gobierno ofrecia un premio en dinero 0 en tiempo libre a los guardias que atrapaban a un fugitivo, asi que tenian un incentivo real para estar alertas y no permitir que nadie pasara. Silos guardias divisaban algun fugitivo, primero le daban la voz: “jStai!”, (“{Alto!’, en rumano). Si los que escapaban corrian, se les disparaba. Si se rendian, eran llevados a prisién, adonde serian interrogados y golpeados. Se rumoreaba que los guardias de prision ponian una almohada sobre la persona y luego la golpeaban, de este modo, no quedaban marcas visibles Pero si serios dafios internos. A veces, los que se escapaban eran enviados al hospital y se les administraba una inyeccién misteriosa que inexplicable- mente los mataria en semanas 0 meses. Yo trataba de quitar de mi mente esos pensamientos atemorizantes y solamente enfocarme en el presente. Las luces de los autos que pasaban alumbraban nuestras ventanillas mientras ibamos conduciendo silencio- samente por la ruta 59. Cada uno absorbido en sus propios pensamientos y preocupaciones, dijo muy poco mientras los kilémetros pasaban. Yo ob- servaba el automévil que iba delante de nosotros, en el cual iba mi padre, y oraba silenciosamente por la proteccién de Dios sobre todos nosotros. Habiamos estado manejando por media hora cuando los ruidos repenti- nos del motor de nuestro vehiculo interrumpieron mis pensamientos. -jOh, no! -susurré Lica-. Debe ser la mezcla de gasolina. Suena como si el carburador estuviera tapado -suspiré el Sr. Tataru mientras frenaba y ponia el auto cuidadosamente al costado de la ruta. Los rumanos frecuentemente diluian con alcohol los 30 a 40 litros de gasolina que se les entregaba por mes. También utilizaban diluyente de pintura o kerosén para hacerla durar mas. Muchas de estas mezclas causa- ban que los vehiculos funcionaran mal. El resto del transito nos pasaba rapidamente mientras nuestro auto se detenia al lado de la ruta. Yo observaba con temor mientras el auto que iba justo adelante de nosotros rapidamente desaparecié en la oscuridad, que- brando ese hilo invisible que nos conectaba a miy a mi padre. El conductor no debi6 haber visto que nos deteniamos. ¢Qué hariamos Tata y yo ahora que estdbamos separados? ¢Seriamos todavia capaces de encontrarnos en el punto programado? Todos salimos del auto y nos paramos alrededor de la capota abierta. El Sr. Tataru abrio el carburador, lo limpié con un inflador de gomas, y agrego CAPITULO 4 3 un litro de gasolina pura que habia guardado para una emergencia como ésta. En minutos, el auto estaba funcionando otra vez. Nos amontonamos nuevamente dentro del vehiculo y pronto estabamos continuando nues- tro camino, dirigigndonos hacia el punto de llegada. El tiempo pas6 lentamente mientras la preocupacién se apoderaba de mi estémago. Ya las cosas no iban como habiamos planeado. Alrededor de diez minutos mas tarde, el motor hizo ruido de nuevo. Nuestro conductor dirigié el auto hacia el costado de la ruta. Saliendo afuera nuevamente, todos mirabamos mientras el Sr. Tataru trataba de limpiar el carburador. Esta vez no funcioné. Sin importar lo que hiciera, el motor seguia funcionando mal. Nuestros rostros tensos revelaban la seriedad de la situacion. El auto- mévil detenido era un atractivo llamado para que la policia se detenga a preguntar. —Creo que deberiamos regresar —nos dijo el Sr. Tataru-. No podemos arriesgarnos en cercanias de la frontera con un vehiculo en estas condicio- nes. Ya estamos lo suficientemente cerca para que esto sea muy peligroso. Podemos intentar alguna otra noche. Lica nos miré por encima a Emil y a mi. Sombriamente nosotros asenti- mos con nuestras cabezas aceptando la sugerencia. -Si, deberiamos regresar —dije yo. ~Espero que el auto pueda llevarnos de regreso —dijo Emil. Todos caimos en un silencio tenso mientras el Sr. Tataru giraba el auto y se dirigia de retorno a Timisoara. Mis pensamientos estaban en remolinos. Dios, qué estd sucediendo?, me pregunté desesperado. Podia sentir la preocupacién endureciendo mi rostro mientras miraba por la ventanilla al paisaje oscuro. Nos estabamos acercando mas y mas al pueblo. ;Por qué estds permitiendo que suceda esto?, oré silenciosamente. Tat va a llegar al lugar de encuentro y va a esperarnos. Eso puede causar que lo atrapen. Por favor, Padre, protégenos a todas. Amén. Yo no sabia que pasaria mas de una semana antes que finalmente su- piera lo que le habia pasado a mi padre. CAPITULO 5 che. Entrando por un pasillo corto, fuimos hacia la izquierda para ir ala cocina, y yo me hundi en una silla con un suspiro de alivio. Habiamos podido volver sin ningun otro problema del automévil; y tam- poco habiamos sido detenidos por la policia. Ahora estabamos reunidos alrededor de la mesa de la cocina para hablar y tratar de relajarnos después de nuestro intento fallido de llegar a la frontera. Bien, no fue un buen comienzo -dijo Emil tristemente. -Si, pero por lo menos estamos de vuelta y a salvo. Mi garganta estaba seca y tomé un trago de jugo que la sefiora de Tataru habia servido. -No nos rindamos -dijo Lica sin perder el optimismo-. Intentémoslo nuevamente mafana a la noche. Moviendo su cabeza en asentimiento, el Sr. Tataru estuvo de acuerdo, -Vamos a reparar el auto y vamos a intentarlo otra vez. Puedo tenerlo funcionando mejor para mafiana. -Vamos a dormir un poco hasta entonces -sugirié Emil. Yo me acosté en el sofa de la sala, que ahora se habia convertido en una cama, con la esperanza de dormirme. Pero los pensamientos acerca de mi padre me mantuvieron despierto. ;Dénde estard? ;Qué le sucederd? No podia dormir de a ratos, y oré toda la noche para que Dios lo pro- tegiera. La manana del jueves amanecio como cualquier otra manana. Pero cuando me desperté, supe que no era un dia comun. Decidi tomar el tren de regreso al hogar de mis padres para pasar alli por lo menos parte del dia, y llegué poco después que Daniel y Gabriela se habian ido a la escuela. Una expresion de completo asombro cruzo el rostro de mi madre cuando apareci en la puerta. —Doru, {qué estas haciendo aqui? -dijo-. ;Dénde esta tu padre? Rapidamente le expliqué lo que habia sucedido; e inmediatamente 44 [ [ EGAMOS A LA CASA DEL SR. TATARU, en Timisoara, tarde esa no- CAPITULO 5 45 oramos por la proteccién de mi padre, dondequiera que él pudiera estar. Traté de consolar a mi madre. -Estoy seguro que Tata esta en Yugoslavia ahora, y yo voy a encontrar- me con él alli, o sino en Austria. Fue un dia largo y tenso. Pasé tiempo en nuestro jardin pensando y orando. Caminando entre los arboles de duraznos, ciruelas y nueces, ob- servé la cuidadosa mano de mi madre en los vegetales sembrados y fue reconfortante para mi. Pero no podia sacar de mi cabeza un pensamiento recurrente: ¢Por qué, Dios, nos separaste de papd? Me paré en el drea que servia de corral a nuestras aves, pensando acer- ca de esto. Mi mente no estaba en los gansos, patos y pollos, que pasarian el dia comiendo en un campo cercano con los de las otras familias del pue- blo, y luego, al atardecer, se separarian y vendrian graznando y gritando a casa. En vez de eso, revisé mentalmente como nuestro plan para dejar secretamente Rumania se habia desarrollado. Yo no habia estado involucrado en los planes para el escape. Después de que mi padre habia decidido que era lo mejor para nosotros escapar, se habia encontrado con un hombre en un parque para discutir la posibilidad. Este hombre lo habia ayudado para encontrar guias quienes, por un precio, nos llevarian hacia la salvacién. Lica habia tomado la decisién de escapar independientemente, y un amigo le habia hablado de Emil. El grupo de hombres que habia decidido salir del pais se habia reunido en nuestra casa el domingo. Al ser el mas joven, yo no habia estado involu- crado en la decision ni en los planes. Simplemente observé mientras ellos sacaban mapas de la frontera y solamente parecian contradecirse unos con ‘otros. Yo confiaba que mi padre conoceria todos los detalles. Pensé que estaria con él y dependeria de él. Todo lo que sabia acerca de esto era que se suponia que debiamos en- contrarnos en una granja fuera de la ciudad de Deta. Debiamos encontrar un rio que supuestamente corria perpendicular a la frontera, y seguirlo a través de Yugoslavia. El plan era que yo simplemente acompaniara a mi pa- dre a través de esta experiencia. Fue mas tarde que yo me di cuenta de que Dios, no mi padre, estaba a cargo de mi huida. Dios queria ensefiarme que dependiera de él y no de ningtin ser humano. Mi Padre celestial me acompanaria y me guiaria a través de esta experiencia. “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tu estarés conmigo” (Salmo 23:4). Esa tarde la escena de la partida se repitié. El Sr. Tataru me paso a buscar y nos dirigimos hacia Deta nuevamente. Era el jueves 3 de octubre de 1985. Nuevamente, me despedi de mi madre. Nuevamente senti su abrazo y la vi parpadear algunas lagrimas. Pero esta vez comenzamos antes de la puesta 46 UNA VIA DE ESCAPE del sol. Queriamos estar seguros que teniamos suficiente tiempo para en- contrar y alcanzar la granja. -Sé que esta mezcla de gasolina es pura -dijo el Sr. Tataru reaseguran- donos que recorreriamos nuestra ruta en forma diferente que la noche an- terior-. No deberiamos tener ningtin problema hoy. Nuevamente, todos caimos en un profundo silencio. Iba estudiando el paisaje por la ventanilla, mientras los rayos del sol poniente brillaban en mi rostro. Los campos cosechados se tendian llanos, extendiéndose hacia el horizonte, con arboles y arbustos punteando el paisaje. De vez en cuando pasabamos pasturas de ovejas. El terreno Ilano haria dificil escurrirnos a través de la frontera. Es facil ver a lo lejos a través de este paisaje, consideré silenciosamente, de alguna forma, sorprendido, al darme cuenta de esto. Hay solamente al- gunos pocos objetos para escondernos de los ojos espias. Repentinamente, mis pensamientos fueron interrumpidos por el soni- do de un metal que se arrastraba y un rugido muy fuerte. Todos nos mira- mos. ¢Y ahora qué? -jOh, no! -grufié el Sr. Tataru-. jEs el camo de escape! Parecia como si este automovil estuviera determinado a causar pro- blemas. Ahora si que vamos a llamar la atencidn con el canto de escape roto -murmuré Emil-. Y estamos justamente afuera de Deta, donde la policia esta atenta, buscando cualquier cosa inusual. Justo entonces, mientras mirabamos hacia delante, vimos una linea de autos de aproximadamente medio kilémetro de largo (un cuarto de milla), esperando para pasar a través del control hacia Deta. Las torres habian sido construidas alrededor de cada ciudad y pueblo grande para que fuera facil inspeccionar y monitorear a los automoviles que iban y venian. Vimos los ladrillos rojos y azules y las ventanas de la torre mientras nos ubicdbamos en la linea de los autos que esperaban. —¢Por qué no tratamos de atar el cafo de escape, asi por lo menos no estara arrastrandose? -sugirid el Sr. Tataru-. Me parece que hay un poco de cable en el baul. -Y como esta fila se esta moviendo lentamente, tendremos tiempo dijo Lica, y salié del auto con el Sr. Tataru. Después de encontrar el cable, el Sr. Tataru se ubicé debajo del auto y pudo atar el cao caliente para que no se arrastrara. Asi esta mejor. Por lo menos ya no tenemos que escuchar el cafio arrastrandose -suspiré mientras saltaba de nuevo a su asiento. Pero pronto descubrimos un problema nuevo. La policia estaba dete- niendo autos al azar a un lado de la ruta, mirando sus bates, y contro- CAPITULO 5 47 lando los documentos de los pasajeros cuidadosamente. Nosotros estaba- mos realmente preocupados de que podrian mirar en nuestro baul. Cada uno habia empacado un bolso con suficiente agua y comida para un dia y medio. Habiamos traido algunas ropas buenas para cambiarnos, algo para afeitarnos, y una bolsa de plastico gruesa para acostarnos encima. Lica también habia empacado un par de binaculares pequenos. Si la po- licia miraba nuestro baul y encontraba estos articulos, ellos sospecharian que estaébamos tratando de escaparnos de Rumania. Y si, por casualidad, no sospechaban que estabamos escapando, nos iban a preguntar a quién estabamos visitando en Deta y cuanto tiempo estariamos alli. Ademiéas, nos retendrian todos nuestros documentos hasta que vol- viéramos. -Es lamentable que no haya alguna otra forma de llegar a Deta sin pa- sar por este control -suspiré el Sr. Tataru. -Estaba tratando de recordar qué ruta tomaba cuando manejaba mi tractor en este area —dijo Emil, frotandose el mentén y mirando por la ven- tanilla-. Creo que aquella ruta a la derecha nos va a llevar a algunas calles internas que eventualmente podrian rodear Deta y a este control policial. éQué les parece? Todos nos miramos y asentimos. -jIntentémoslo! -dijo Mica con entusiasmo. Asi que salimos de la linea de autos y nos dirigimos hacia la ruta lateral, y rdpidamente estuvimos en el campo. Finalmente, encontramos nuestro camino hacia el otro lado de Deta y empezamos a conducir por la ruta 59. Ahora nos dirigiamos al oeste, hacia el pequeno pueblo de Danloc adonde era considerablemente mas facil evitar los controles. El sol ya estaba en- trando cuando volvimos a la ruta principal y nos dirigimos al sur hacia la ciudad de Partos, una villa muy pequefia a alrededor de tres kilometros de la frontera. Hay una ruta alli a la derecha por la que necesitamos doblar —dijo Emil al Sr. Tataru-. Casi nadie sabe de esta ruta excepto los granjeros y sus traba- jadores. No hay controles en esa ruta. Después de ir hacia esa calle de tierra que Emil habia indicado, pronto pasamos una sefial redonda que decia: “NO PASAR. Guardias de frontera SOLAMENTE a partir de este punto”. Ahora estabamos en una zona res- tringida, donde los guardias de la frontera podian arrestar a cualquiera por desobedecer. Todos entramos en un silencio mortal, dandonos cuenta de la gravedad de la situacion. jY el auto con su cafio de escape roto! Para nuestros oidos atemorizados, sonaba como un trueno. Senti mi cuerpo tenso y me encorvé hacia adentro. Pero mis ojos miraban de aqui para alld, tratando de ver lo mas posible en la oscuridad. 48 UNA VIA DE ESCAPE Como dos kilémetros mas tarde, Emil vio el punto de llegada designado. ~Alli esta la granja —dijo, sefialando una casa blanca y otros edificios que estaban a alrededor de doscientos metros de la ruta-. Podemos dete- nernos al lado del campo de maiz. Miré a través del campo grande. La casa era pequefia. Una luz brillé sobre la esquina de un edificio. No habia automéviles ni vehiculos a la vista. Quizas no habia nadie en la casa 0 estaban en la parte de atras. Emil se volvié hacia Lica y hacia mi, en el asiento trasero. —Salgamos todos, tomemos nuestros bolsos del bauil, y corramos rapi- damente hacia el campo —dijo tranquilamente. ~Deténganse cuando estén 10 metros dentro del campo... hizo una pausa por un instante-. Sean absolutamente silenciosos y una vez que lle- guen alli; escuchen. Asentimos con nuestras cabezas, y nos volvimos para palmear rapida- mente el hombro del Sr. Tataru. ~Gracias, frate [hermano] -le dije—. Adis, y que Dios lo acomparie. Voy a estar orando por usted. EI Sr. Tataru se volvio hacia Lica y yo, y nos dio una sonrisa rapida. El auto siguié hasta detenerse. Bajamos tan rapidamente como pudi- mos, tomamos nuestros bolsos y nos deslizamos entre las hileras de maiz. EI Sr. Tataru se alejd lentamente del campo, tratando de hacer el menor tuido posible. Desconocia absolutamente que alguien lo estaba observan- do y anotando el numero de su patente. Volvi6 a su casa a salvo, pero unos dias mas tarde golpearon a su puer- ta. El servicio de seguridad lo arresté por estar en zona restringida y por sospecha de ayudar a la gente a escaparse de Rumania. El Sr. Tataru y su esposa oraron fervientemente para que la prisién le permitiera salir bajo fianza, por lo menos un dia, para que pudiera encon- trar un abogado. Desdichadamente, la fianza era mas de lo que ellos podian pagar, pero sus amigos y familiares donaron dinero hasta que reunieron lo suficiente. Pero en vez de dedicar ese dia a encontrar un abogado, el Sr. Tataru se esca- pd por la frontera y finalmente se mud6 con su familia a Alemania. Pasaron cinco afios antes que yo supiera el final de su propia historia de escape. Mientras escuchabamos alejarse el motor ruidoso de nuestro valiente amigo, el Sr. Tataru; no teniamos idea de lo que se le presentaria delante. Y, mas importante ahora, tampoco teniamos idea de lo que se presentaria delante de nosotros. EI sol ya se habia puesto, pero un delicado resplandor permanecia en el cielo. Nos reunimos en el campo y contuvimos el aliento, tratando de es- cuchar sonidos humanos. Inmediatamente pensé en mi padre. Esta era la CAPITULO S 49 granja donde debiamos haberlo encontrado la noche anterior. Qué habia pasado aqui anoche? ;Habia sido atrapado mientras esperabaa mi grupo? ;O pudo pasar la frontera? Repentinamente, el terror corri6 a través de mi y me oprimid el pecho. Por un momento, ni siquiera pude tomar aliento. La rea- lidad me golped como una tonelada de ladrillos. Esta no era una pelicula que estaba mirando; esto era real. Yo estaba en un sembrado de maiz con ‘otros dos hombres. Nos estabamos ocultando de guardias que no duda- rian en disparar a matar. Yo no tenia idea si mi padre habia podido cruzar, 9 si habia sido capturado jo peor que eso! En cualquier momento podria estar enfrentando golpizas 0 la misma muerte. Y no habria retorno. Al me- nos, todo se resolveria rapido, creia yo: o estaria al otro lado de la frontera, en prisiOn... 0 muerto. Comencé a temblar incontrolablemente, mas de miedo que de frio. Entonces miré hacia arriba desde el campo de maiz, y vi una estrella bri- llando intensamente. Querido Dios, oré, tengo miedo. Por favor, dame paz, mi futuro estd en tus manos; td conoces los peligros que nos esperan, pero yo confio en ti. Te entrego mi vida. Por favor, quédate con nosotros. Y también con Taté, dondequiera que esté. Amén. Inmediatamente senti paz recorriendo todo mi cuerpo, y me relajé. Sabia que Dios mantendria su palabra. Pensé en el Salmo 56:3 y 4:"En el dia que temo, yo en ti confio. En Dios alabaré su palabra; en Dios he con- fiado; no temeré; gqué puede hacerme el hombre?” Yo me tomaria a esa promesa. CAPITULO 6 A GRANJA Y LOS CAMPOS DE ALREDEDOR se extendian mortecinos y tranquilos mientras nosotros estabamos parados en el campo en una oscuridad que crecia. El maiz era una variedad corta, comun en Rumania, solamente tan alto como mis hombros 0 quizas un poquito mas alto, a la altura de mis ojos. Teniamos que agacharnos para que nadie nos viera. Era la segunda cosecha de la estacién, y el maiz todavia estaba bri- llante y verde. Era alrededor de las ocho o nueve de la noche cuando descubrimos un nuevo problema que se estaba levantando en el este. En nuestro rapido plan no habiamos contado con una luna Ilena. Mientras podria haber sido util la posibilidad de ver mejor, la brillante luz de la luna permitiria que otros nos vieran facilmente, a pesar de que todos estabamos vestidos de negro desde los pies hasta el cuello. Emil se volvié hacia Lica y hacia mi. ~Muy bien, después que nosotros salgamos de este campo tenemos que ser muy cuidadosos para evadir a los pastores —susurrd. El gobierno habia permitido a los pastores apacentar rebafios en los campos cerca de la frontera, a propésito. También les habian dado radios Para que pudieran informar sobre cualquier persona sospechosa, Ppagan- doles por hacer esto. -Vamos a dirigirnos en esa direccién -Emil sefald hacia el oeste. Silenciosamente y con mucho cuidado dimos un paso y después otro. ~Acuérdense de estar atentos a los alambres tejidos también -agrego Emil un minuto o dos més tarde, mientras continuabamos nuestro movi- miento lento a través de las hileras de maiz. Las hojas verdes del maiz gentilmente colgaban sobre nuestras man- gas largas, como para contenernos en su cubierta protectora. Cada pocos pasos nos deteniamos para escuchar antes de dar otro. Algunas langostas hacian ruido y una brisa soplaba suavemente mientras me esforzaba para oir cualquier sonido humano. Finalmente, llegamos al borde del campo y espiamos el paisaje que brillaba a luz de la luna. Campos cosechados se extendian expuestos a la luz brillante, asi también la granja detras de noso- 50 CAPITULO 6 51 tros. Después de escuchar por suficiente tiempo para asegurarnos que na- die estaba cerca, salimos del campo de maiz y, agachados, nos apuramos a través del campo vacio que se extendia en nuestro camino. Necesitébamos encontrar el rio que cruzaba la frontera. {Pero adénde estaba? Silenciosamente miramos alrededor del campo de maiz cortado, tratando de escuchar algun sonido de peligro y buscando alguna sefial del rio. Repentinamente, escuché un balido e inmediatamente supe que las ovejas estaban cerca. ~jSilencio, agdchense! -susurré a Lica y a Emil mientras me tiraba al suelo. Lica cay y Emil miré alrededor. ~jQué sucede? -pregunto. Lica lo estiré hacia abajo al lado nuestro. Espiamos en la direccién de donde habia venido el ruido. A no mas de ciento ochenta metros vimos un rebaiio de ovejas moviéndose lenta- mente, hacia la granja. Un pastor mantenia el paso con ellas, caminando al costado del rebafo. Estabamos tan cerca, y estaba tan iluminado, que podiamos ver que llevaba un sombrero con cuya ala se cubria el rostro. Escondia sus rasgos, en lo que parecia una sombra siniestra. Anhelamos que él no notara nuestras oscuras formas escondidas en el medio del cam- po. Contuve mi aliento y observé al pastor, buscando alguna sefal de que nos hubiera visto. Finalmente, Lica empezé a gatear lentamente. Emil y yo lo seguimos, los tres gateando en un circulo grande alrededor del pastor. Sus pasos sin prisa, deliberados, eran agonizantemente lentos mientras nuestros ojos se congelaban sobre cada movimiento suyo. Por fin, su figura desaparecié en la noche, y nosotros suspiramos con alivio. ¢Por qué el pastor no nos habia visto? Nosotros podiamos ver facilmente su forma al lado de las ovejas. Sabiamos que esto era un milagro. El buen Pastor estaba cuidandonos. ¢Adénde estaba ef perro del pastor? ;Por qué no nos habia escuchado u olido? Nos detuvimos para recuperar el aliento y calmarnos un poco. Las ma- nos de Emil estaban temblando de miedo, asf que alcanzé el bolsillo de su abrigo y sacé un cigarrillo. -Necesito fumar -murmuré. Lica y yo nos miramos uno al otro, con ojos atonitos. -Emil, no! jNo puedes fumar! -le susurré Lica a nuestro guia. EI bajo su voz ain més, pero era desesperada. -Un guardia podria estar en cualquier lugar y oler tu cigarrillo, o ver su luz. Y si el guardia no lo hace, el perro silo hara. Los guardias de la frontera frecuentemente usaban perros para ayu- 52 UNA VIA DE ESCAPE darlos a patrullar y a encontrar a los fugitivos. -No puedo -susurré Emil a través de una bocanada de humo. Yo movi mi cabeza negativamente en descreimiento mientras Lica se movia hacia mi para bloquear la luz del cigarrillo de Emil. Cambiando mi Posicion para hacerlo, me di cuenta que sin la ayuda de Dios iba a ser im- posible no oler el humo de ese cigarrillo. Pero aquel era solo el inicio de nuestros problemas con Emil. Descartando la posibilidad real de ser visto, continué exponiéndose y se puso de pie, atin después de haberle susurrado que fuera silencioso y que se agachara. Nos dimos cuenta que nuestro querido guia, el hombre en quien habiamos puesto literalmente nuestras vidas jera parcialmente sordo! Y cuando Emil comenz6 a sentirse confundido acerca de sus indicaciones, Lica y yo nos dimos cuenta que él no conocia el camino a través de la frontera, 0 por lo menos, no estaba tan familiarizado con el drea como lo habia proclamado. Los grillos cantaban mientras Lica me golped en un hombro durante una de nuestras paradas de vigilia. —Oremos juntos -susurré. Los dos nos dimos cuenta del peligro que nuestro guia representaba para nosotros, y rogamos por la intervencién divina. Cuando levantamos nuestras cabezas después de la oracién, Emil esta- ba observando a la distancia. —Creo que veo una hilera de arboles —dijo, mientras la sehalaba. —Creo que tienes razon -susurre con emocién. Una hilera de rboles era una buena senal para encontrar el rio. -Vamos air en esa direccién ~sugirié Lica. Comenzamos a avanzar rapidamente, deteniéndonos cada diez metros para mirar y escuchar. Finalmente llegamos a un cuimulo de tierra cubierto con césped. Era de casi dos metros de altura y se extendia tan lejos como podiamos ver. A lo largo de la parte de arriba del monticulo habia un camino estrecho que sospechamos que los guardias de la frontera usaban para patrullar el area. Nos desparramamos sobre la elevacién, todavia dirigiéndonos hacia los ar- boles, que estaban a unos 20 metros de distancia. A aproximadamente mi- tad de camino de alli nos detuvimos a escuchar, agachandonos en el pasto que nos Ilegaba hasta las rodillas. Los arboles formaban grandes sombras sobre el campo. Lica y yo nos sonreimos uno al otro mientras escuchdba- mos el murmullo del agua. ~jHemos encontrado el rio! -susurré animadamente. -jEso es maravilloso! -dijo Emil, y se unié a nuestras sonrisas. CAPITULO 6 53 Todo va a salir bien -dije con optimismo. Pero... ;qué inocente era! -Ahora debemos seguir este rio a través de la frontera y hacia Yugoslavia -ordené Lica-. Pero seria mejor no seguirlo por aqui, porque si un guardia de frontera aparece al lado del camino, no vamos a tener lugar para escondernos. -Tienes razon —Emil estuvo de acuerdo asintiendo con su cabeza y mi- rando hacia atras a la elevacién iluminada por la luna que qued6 detras de nosotros-. Podemos volver a cruzar sobre el terraplén y todavia ver la linea de arboles a través del camino, manteniéndonos en paralelo. Hay mas lugares para escondernos del otro lado del sendero. —Muy bien -susurré con entusiasmo. Después del momento en que mi corazon se detuvo de miedo en el campo de maiz, me senti animado de alguna forma acerca de esta expe- riencia y estaba ansioso de ver qué pasaria y como nos dirigiria Dios. No tenia idea cudn gran aventura habia delante de nosotros! Cruzamos por sobre el monticulo y encontramos un canal para cami- nar que corria paralelo a la linea de arboles a alrededor de 50 metros de distancia. Este canal particular debfa haber venido de una granja, porque olia muy mal. Habiamos caminado a ritmo normal por algunos minutos cuando de repente escuchamos un profundo ladrido. {Un perto estaba ladrando a unos pocos metros solamente! Nuestros corazones se congelaron como una noche artica y nuestros pies se anclaron al suelo mientras el profundo ladrido de un ovejero aleman, de un guardia de frontera, llenaba el aire de la noche, que habia sido silenciosa hasta ese instante. El ladrido venia dela misma direccion a la que nosotros estabamos yendo. Mi entusiasmo anterior se habia desvanecido. Esto era muy peligroso. No era un juego. El perro del guardia fronterizo debié haber sentido nues- tro olor, y un perro como ese podia perseguirnos facilmente. Finalmente, nuestros pies recibieron el mensaje, y nos dimos vuelta y escapamos tan rapido como pudimos en la direccién de la que habiamos venido. Ahora, toda precaucién habia sido arrojada al viento mientras co- triamos, huyendo por nuestras vidas. Mi corazon saltaba a un ritmo incontrolable mientras que, imposibili- tados de correr més rapido, colapsamos en una caida exhaustos al lado del canal maloliente. Tratamos de aquietar nuestra respiracion pesada para poder escuchar cualquier sonido del perro. -{Silencio! -susurré Emil mientras nos reunimos tan silenciosamente como pudimos. El silencio llené la noche una vez mas. Entonces el perro ladré de nuevo, pero se lo escucho mas lejos. 54 UNA VIA DE ESCAPE -jUfl -Lica puso su mano sobre su pecho y tird su cabeza hacia atras aliviado. -Ellos no nos deben estar siguiendo —dije con un suspiro cuando me tiraba al pasto. Tomé una respiracién profunda tratando de relajar mis mus- culos tensos y de tranquilizar a mi coraz6n que latia aceleradamente. En ese momento me di cuenta que Dios nos habia protegido nueva- mente. El trabajo del guardia de la frontera era el de seguir a gente como nosotros. Pero, por qué no habia reaccionado cuando el perro nos olfated Nos escucho? Esta no seria la Unica vez que un perro nos causaria ansie- dad en las horas por delante. Pero por ahora teniamos que decidir en qué direccién debiamos ir. Por segunda vez esa noche miré al cielo sin nubes y lleno de estrellas. ;Oh, Dios!, oré silenciosamente con la mente confundida y atemorizada. ;Qué ha sucedido? Bien, ¢qué hacemos ahora? -pregunté Emil. Nuestros planes habian sido destruidos. No podiamos seguir al rio hasta la frontera, porque el guardia de la frontera y su perro estaban en esa direccidn. 7A dénde deblamos ir? ;Qué debiamos hacer? ;No estaba Dios guidndonos en este escape? Repentinamente, me di cuenta que Dios me habia guiado a este punto. No podia depender de mi padre, 0 de nuestro guia, o de nuestros planes Para llegar al otro lado de la frontera a salvo. Ahora tenia que depender completamente de él. Recordé la promesa de Jeremias 29:1 1-13:"Porque yo sé los pensamien- tos que tengo acerca de vosotros, dice Jehova, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperdis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a m/y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazon’. Un suspiro de paz escapé de mis labios. Ahora, Dios era nuestro guia. CAPITULO 7 . HORA A DONDE VAMO3? -susurr6 Lica apoyandose en un codo y u mirando con desilusion a Emil y a mi. Observamos el paisaje llano y tratamos de buscar alguna pis- ta que nos pudiera decir en qué direcci6n debiamos ir. Eso parece un arbol -sefialé por encima del canal de desagiles y a la distancia-. Podriamos ir hacia alla. ~Esa parece ser nuestra unica opcién —dijo Lica, asintiendo. -Si nos dirigimos hacia el arbol, eso nos llevaré a un gran circulo alrede- dor del perro y del guardia de frontera. El paisaje hasta el arbol era totalmente desconocido, un camino de obs- tculos creado por los guardias de frontera. Podria haber sido algo trivial, excepto por el hecho de que si cometiamos algun error nos podia costar la vida. Nuestro primer obstaculo fue cruzar el canal de desagiles. Era muy ancho para saltarlo, asi que nos sacamos los zapatos y los colgamos alrede- dor de nuestros cuellos. Ahi voy, pensé para mis adentros con un gesto de dientes apretados. Agarrando mibolso y sosteniéndolo sobre mi cabeza, tomé una respiraci6n profunda para tratar de escapar del olor de establo y me deslicé dentro de los desperdicios frios. El barro hacia ruido entre los dedos de mis pies, ylue- go me hundi dentro del barro hasta las rodillas. El liquido hediondo subié hasta mi pecho. Tomé aliento otra vez, mientras mis pulmones se llenaban con el olor penetrante. Paso a paso fui avanzando entre la suciedad, tratan- do de no hacer ningtin ruido. Al llegar del otro lado, tomamos pufiados de pasto y empezamos a lim- piarnos el lodo, aunque era imposible de remover. Lica silenciosamente disimuld una tos. —Apenas puedo olerme a mi mismo ~murmur6 con una sonrisa a Emil yami. Nosotros también estabamos frotando inutilmente nuestras ropas contra el pasto. Pero Dios, en su plan, tenia un bafo preparado para nosotros. El aire de la noche se estaba empezando a enfriar, la temperatura bajo 55 56 UNAVIADE ESCAPE hasta unos 10°C. Comencé a temblar a causa de mis ropas mojadas, que se pegaban a mi piel humeda. -Empecemos -susurré Lica castafeando los dientes-. Tengo frio, y si comenzamos a movernos, nos vamos a calentar. Esperamos un momento cautelosamente para escuchar. No podiamos hacer movimientos bruscos, 0 nos podrian oir. Levantando nuestros bolsos nuevamente, seguimos caminando cuida- dosamente en la direccién del arbol. Nos topamos con un campo sembrado de habas. Nos detuvimos en el borde. No habia otro camino mas que con- tinuar avanzando hacia adelante. Silenciosa y cuidadosamente caminamos en puntas de pie entre los tallos de 30 centimetros de alto. Y las habichuelas secas crujian con cada paso que dabamos. Los tallos y las hojas nos rasgu- faban haciendo ruido contra los pantalones. Aun peor, el aire silencioso de la noche parecia que transmitia el sonido de cada vaina y el crujir de cada hoja seca, asi que a cada tres pasos nos deteniamos y escuchabamos el si- lencio, hasta poder oir los latidos de nuestros corazones. Ir a través de este campo fue mas un desafio mental que fisico. Muchos fugitivos entran en panico y huyen, y terminan siendo capturados 0 reciben un disparo. éPor qué no nos escuchan?, me preguntaba silenciosamente. ¢Por qué no somos olfateados por los perros a causa de nuestro olor? La luna es dema- siado brillante, :por qué no nos ven? Yo sabia que esto era un milagro. Sabla que la Divinidad nos estaba protegiendo a cada paso del camino. Pero la tensién estaba desgastando a Emil. Con dedos temblorosos, saco otro cigarrillo para fumar. Esta vez, Lica lo alcanz6 y puso su mano sobre la de Emil. -No -susu- tré-. Ahora no es el momento. Fuma mas tarde. -No puedo. Tengo que hacerlo -la voz baja de Emil se estremecié y sus ojos reflejaban el temor mientras encendié el cigarrillo y lo inhald profundamente. Desdichadamente, Emil no sabia recurrir a nuestro Dios de los cielos cuando estaba atemorizado. Solamente tenia sus cigarrillos. Las vidas de los tres estaban en riesgo cada vez que Emil fumaba. Lica y yo transpirdbamos y orabamos mientras esperdbamos. Finalmente, alcanzamos el otro lado del campo. Ahora, caminando a través del pasto, pronto llegamos a otro canal. Esperando fervientemente que éste no fuera tan sucio como el anterior, nos sentimos aliviados cuan- do descubrimos que estaba lleno de agua limpia. La neblina se suspendia a poca altura sobre el suelo delante de nosotros. La luna llena se reflejaba en un circulo perfecto sobre la superficie quieta del agua. ~jHey! Esto no esta tan mal -susurré con una sonrisa-. Ahora podemos limpiarnos toda esta suciedad. CAPITULO 7 57 -Pero es peligroso -nos advirtié Emil-. Meternos nuevamente al agua es ruidoso. Los guardias pueden estar en cualquier lugar, jasi que sean muy silenciosos! Cuidadosamente me deslicé en el agua a la altura de mi pecho, tem- blando nuevamente mientras el agua se introducia lentamente a través de mis ropas y enfriaba mi piel. Con calma, seguimos nuestro camino, paso a paso a través del canal, tratando de no salpicar agua ni crear una onda, pero también tratando de lavarnos. El canal tenia alrededor de 3 metros de ancho y afortunadamente el fondo no era tan barroso como el primero que habiamos cruzado. Pronto salimos del agua helada y entramos en el aire frio de la noche. Los tres estabamos temblando descontroladamente, y nuestros labios se veian azules a la luz palida de la luna. Inmediatamente empezamos a caminar otra vez. Necesitabamos man- tenernos calientes y esperabamos que caminar ayudara. Luego de cruzar un campo de heno cortado, llegamos a otro canal. Repetimos la cami- nata mojada y fria y nos pusimos contentos al poder subir al otro lado. Nuevamente, caminamos solamente unos pocos metros. jHabia otro ca- nal! Descubrimos que habia canales cada 20 metros, aproximadamente. Estabamos en el medio de un laberinto de canales que los guardias de la frontera habian creado estratégicamente para evitar que los fugitivos se escaparan. -{Cuantos canales habra? —pregunto Emil cansado, mientras saliamos cuidadosamente de otro canal. -No estoy seguro -susurré con mis dientes apretados. Era todo lo que podia hacer para que no castafiearan-. Paré de contar después de los pri- meros nueve. Pero todavia seguiamos, canal tras canal. A veces cruzabamos el mismo. sin saberlo, porque hacian curvas y se contorneaban a través del paisaje como una vibora retorcida. Por supuesto, era imposible ser perfectamente silenciosos pasando a través del agua. El hecho de que nadie nos habia o/do era algo que pertur- baba nuestro pensamiento. Por lo menos teniamos algunas buenas noticias. -Ya casi llegamos —susurré Lica con una sonrisa, apuntando al arbol grande. —jHey! jMiren alli! -agregé Emil sefalando adelante-. Eso parece ser un pequeno puente blanco. Debe estar sobre un canal y parece que es el ulti- mo canal antes del arbol. Un puente podia ser peligroso. Un guardia del borde podia estar patru- llando el puente o estar custodiandolo para detectar a la gente que estu- viera tratando de escapar. 58 UNAVIADE ESCAPE -jVamos a arriesgarnos a usar el puente? -susurro Lica. Ni Emil ni yo contestamos. Todos estabamos exhaustos y congelados por nuestra natacion forzada a través de canal tras canal. Habiamos recorrido un largo camino. No podiamos bajar la guardia ahora que estabamos cerca del puente, asi que esperamos antes de seguir, mirando alrededor cuidadosamente, observando y escuchando cualquier movimiento. -Yo no veo ni escucho nada. Vamos a probar -sugeri. Nos arrastramos hacia delante sin dejar de espiar en la noche mientras nuestros corazones palpitaban rapidamente. Tratamos de caminar con pasos livianos, pero sonaban con demasia- da intensidad a nuestros oidos cuando nos deslizamos sobre el pequenio puente de cemento y lo cruzamos en puntas de pie. Del otro lado del puente una ruta de tierra corria paralela al canal que acabaébamos de cruzar. Justo detras de la ruta, en un pequeho pozo con pasto, estaba el arbol que habia sido nuestro objetivo por tanto tiempo. Del otro lado del arbol habia un campo de maiz. -jLo logramos! -suspiré Lica mientras nos reuniamos en un circulo pe- quenio entre el arbol y el campo de maiz. Sobre nuestras cabezas las hojas secas del arbol aleteaban con armonia susurrada, y formaban una sombra protectora de la luna, alrededor de nuestro pequeno grupo. Miré hacia el puente, todavia preocupado de que apareciera un guardia en cualquier momento. Nadie queria escuchar la orden tan temida: “jStai!” -No puedo creer que logramos llegar tan lejos sin haber sido atrapados -comento Emil al lado del arbol y suspiro. Todos tratamos de recuperar la respiracion. -Tampoco nos hemos encontrado con ninguna trampa de alambre —susurré agradecidamente. Lica y yo nos agachamos al lado de él para interrogarlo: -jA donde deberiamos ir desde aqui? El sacudié su cabeza. -No estoy seguro adénde estan los arboles cercanos al rio. Todos nos habiamos desorientado un poco al focalizarnos en lograr lle- gar al arbol. -Yo creo que deberiamos dormir lo que resta de la noche -dijo Lica-. Estoy exhausto después de lidiar con tantos problemas. Ademas, podria ser mejor esperar hasta que sea de dia, asi podemos darle una buena mira- daa los alrededores. Entonces podremos decidir qué direccién tomar. -jPero es increiblemente peligroso estar cerca de la frontera durante el dia! -el suspiro de Emil no pudo esconder su preocupacién. Hizo una pausa. Ni Lica ni yo respondimos. CAP(TULO 7 59 Pero... -concluyé Emil con un suspiro-. No sé que otra cosa podemos hacer. Yo estaba contento de que podiamos detenernos. Les dije: —Estoy exhausto. Puede que sea mejor correr el riesgo de pasar el dia cerca de la frontera que seguir, estando tan cansados. Un noche de descan- so puede evitar que cometamos un error esta noche o mahana. Mucha gente tratando de escapar simplemente se fuerza a si misma cuando ya no le quedan fuerzas. El miedo y el agotamiento hacen que no sea tan cuidadosa como deberia y termina cometiendo errores fatales. A pesar de esto, atin era muy riesgoso para nosotros pasar el dia cerca de la frontera. Las probabilidades de ser vistos aumentaban dramaticamente con la salida del sol. Emil miré a Lica y después a mi. —Esta bien, entonces, quedémonos -asintid. Pero, {donde deberiamos escondernos? —pregunté. Me cubri la boca con la mano mientras trataba de ahogar un bostezo. -Podemos quedarnos en medio de uno de estos campos de maiz -sugirié Lica. Asentimos con nuestras cabezas en aprobacion. —{Cual? -pregunté. Emil indicé con su mano. —Podriamos quedarnos en el de la izquierda, ya que estamos bastante seguros que esta mas cerca de la frontera. No lo sabiamos entonces, pero esa eleccién, tan simple, de alguna ma- nera sin alternativa, salvaria nuestras vidas. Distinto al primer campo de maiz por el que habiamos caminado, este maiz habia sido plantado mas temprano en el verano y ahora estaba seco y listo para la cosecha. Era muy incomodo caminar por alli, porque las ho- jas fragiles y secas rasgufaban y raspaban ruidosamente contra nuestras mangas. Era imposible movernos silenciosamente. De nuevo caminamos agachados para no ser vistos por arriba del maiz corto. Y finalmente alcan- zamos el centro del campo. Era cerca de las 2 a.m. cuando finalmente extendimos nuestras bolsas plasticas para acostarnos encima. Entonces Emil saco otro cigarrillo. Esta vez no protestamos. Si solamente perdiera el resto de sus cigarrillos, o se le terminaran, pensé esperanzado, sacando la botella de agua de mi bolso, para asi poder humedecer mi garganta antes de dormir. No puedo decir que el suelo era comodo, pero mi cuerpo se relajé lentamente de la tension agotadora de las Ultimas pocas horas. Me senti a salvo descansando alli en el campo. Una brisa gentil hacia ruido al pasar entre los tallos secos que nos ro- deaban, y cientos de grillos nos cantaban una cancién de cuna. El aire de la 60 UNAVIA DE ESCAPE noche estaba frio, y temblé mientras trataba de estirar la bolsa plastica mas cerca de mi cuerpo por un poco de calor. El suerio me evadia, y miré a través del maiz hacia el cielo lleno de estre- llas. Entonces mis ojos se fueron a los dos hombres que estaban acostados cerca. La luna proyectaba sombras como de arafia alrededor de nuestras formas exhaustas. Mis pensamientos giraban rapidamente mientras mi mente repasaba los eventos del dia y de la noche. Yo sabia que Dios habia estado con nosotros hasta ahora, pero mafiana, équé nos traeria? ;Y dénde estard Tata? Querido Dios, no sé lo que va a suce- der, pero estamos en tus manos. Lentamente me dormi. Lo préximo que noté fue el brillo suave de la mafiana temprana. Me despabilé y me senté. Emil y Lica ya estaban despiertos, comiendo algo como desayuno. Saqué un sandwich y una galleta de mi bolso y empecé a saborear cada bocado. Solamente tenia alimento suficiente para ese dia. Realmente ne- cesitabamos cruzar la frontera esa noche. Repentinamente escuchamos el sonido cortante de un helicoptero volando cerca. Inmediatamente levantamos nuestras cabezas para ver y escuchar. Los ojos de Emil denotaban miedo. Si el helicéptero volaba sobre el campo, nuestras figuras vestidas de negro podrian ser vistas facilmente entre las hileras de maiz castafio doradas. No podiamos hacer nada mas que permanecer alli donde estabamos y esperar. La espera fue agonizante. Por su sonido, sabiamos que el helicéptero es- taba volando muy bajo, obviamente buscando algo o alguien. Finalmente se alejo y eso nos alivio. iVaya! Eso estuvo cerca. Me pregunto qué clase de patrullas tienen en la frontera -exclamé. Mis dos compafieros se encogieron de hombros. —Arrastrémonos hasta el borde del campo y miremos alrededor -sugeri mientras limpiaba las migas de mi boca. Podria darnos una idea de hacia donde dirigirnos mas tarde. Nos ayudaria planear una estrategia, porque, por supuesto, tendremos que ponernos inmediatamente en marcha des- pués del atardecer. Emil y Lica me siguieron mientras que yo lentamente guiaba el camino. -jMiren! -susurré, sefalando una linea distante de vegetacién- ;no es esa la linea de arboles que tratabamos de seguir anoche? ,No es alli adon- de debe estar el rio? Lica asintio. ~Podria ser. Si es asi, esa direccion es oeste. —Ese tiene que ser el oeste, considerando desde donde el sol esta CAPITULO 7 61 levantandose ahora —sefialé Emil afirmando lo obvio. Me di vuelta para ver alrededor de adonde estabamos parados. ~Hay una torre de observacién alla -apunté hacia el norte, donde a la distancia, vi una estructura verde oscuro, de madera y metal, asentada so- bre pedestales. -Vamos a necesitar recordar que eso esta alli -susurré Emil. Yo asenti, todavia no muy convencido de que supiéramos nuestra posi- cidn exacta. Ni el rio ni los arboles nos indicaban claramente en qué direc- cin estaba la frontera, porque podria dar una curva. Y eso era la realidad. -Mi opinion es que la frontera esta hacia el oeste, mas alla de los arbo- les y la torre, asi que deberiamos dirigirnos hacia alla -observo Lica mien- tras nosotros mirabamos el paisaje. Pero tienen que recordar que la linea de frontera es curva, asi que pue- de ser que aqui no sea hacia el oeste -declaré Emil enfaticamente-. Creo que deberiamos ir primero hacia el norte y después dirigirnos al oeste. Debo recordarles que solia trabajar por aqui -agreg6 cuando vio que Lica estaba por disentir. -Tenemos todo el dia para pensar acerca de esto y hablarlo nuevamen- te -senalé-. Regresemos para que nadie nos vea. Gateamos de regreso al centro del campo y nos establecimos sobre nuestras bolsas. -{Qué es eso? -pregunté Lica repentinamente. Qued6é como petrifica- do, inclinando su cabeza hacia un lado para escuchar algo que le habia llamado la atencion. jSon voces! ~susurré en una voz mas suave que la brisa. Emil se veia confuso, y yo contuve el aliento. éSerdn los guardias de frontera?, me pregunté. Escuchamos mas y descu- brimos que sonaba como un grupo de gente caminando por la misma ruta que habiamos cruzado la noche anterior. Las voces, al principio indistintas, se volvian mas altas y mas cercanas. No tenfamos idea de quiénes eran, asi que esperamos tensos hasta que el sonido se hizo mas y mas distante, esfumandose finalmente. Nos miramos: estabamos exhaustos. Habiamos sido atemorizados por los trabajadores del campo. No podia resistir mas emociones. Sin ninguna palabra a mis compafie- ros, me acosté a descansar. El sol trepd mas y més alto en el cielo, haciendo nuestros alrededores mas y mas brillantes. Me puse la mano sobre los ojos, y atin asi los rayos brillantes del sol me quemaban los parpados. Traté de pensar en algo interesante. Mi padre. No, no. Mi padre no. Daniel. ;Qué estaria haciendo a esta hora del dia? Deberia estar en Ia escuela. En Ia escuela. Si, claro. Deberia estar en clase. Podia ver el aula. Las paredes pintadas y los escritorios. Una foto de 62 UNA VIADE ESCAPE Ceausescu, en blanco y negro y enmarcada, sobre la pared detrds del escritorio del maestro. Cambié de posicion. Debajo mio algo crujia. Mantuve el aliento, dejandolo salir lentamen- te. Por el rabillo del ojo podia ver los dedos de Lica moviéndose ociosa- mente sobre el polvo. Me pregunté cuanto tiempo habiamos estado acostados alli, pero te- mia el ruido que podria causar si controlaba mi reloj. Repentinamente escuché un motor. Parecia estar viniendo mas y mas cerca. Me senté abruptamente, escuchando atentamente. -{Qué clase de maquina es esa? -Lica nos miré interrogativamente a Emil ya mi. Emil de repente tomo mi brazo. En su rostro podia leerse el miedo mezclado con panico. -jEs una maquina cosechadora! -dijo. Me volvi para mirar a Lica. Su rostro aterrorizado combinaba con mi Preocupaci6n. —Quizas solo va a pasar por aqui -dije esperanzadamente. Nadie contestd ese comentario tonto. Silenciosamente seguimos el sonido del motor hasta que se hizo mas y mas potente al acercarse a nuestro campo. Entonces oimos el crujir de los dientes grandes de la cosechadora sobre el maiz. CAPITULO 8 AS MANOS DE EMIL ESTABAN TEMBLANDO NUEVAMENTE cuando nos sentamos entre las filas de maiz en “nuestro” campo. A pesar de que me sentia muy asustado, permaneci calmo. Mi estomago se sentia tenso; podia sentir mi corazon latir; pero de alguna manera mi confianza en Dios permitia que estuviera calmo, atin enfrentando la certeza de ser capturado, Podia ver que Emil estaba desconcertado por el hecho de que ni Lica, ni mi expresi6n facial concordaba con el terror que él tenia, pero no dijo nada acerca de eso. Yo podia ver claramente lo que estaba por suceder. La cosechadora iba a comer fila tras fila de maiz, acercandose mas y mas hacia donde estaba- mos sentados los tres. Tarde o temprano, la hilera de maiz mas cercana a nosotros iba a caer en la cosechadora, y nosotros quedariamos expuestos. Un guardia de la frontera nos iba a gritar para que saliéramos y nos rindiéramos. Seria im- posible para nosotros correr, y era imposible escondernos, especialmente ala luz del dia. La aventura pronto terminaria, y estariamos camino a una prisién rumana. Nos sentamos sin hablar, porque el sonido de la cosechadora Ilenaba nuestros ofdos. Entonces, después que pasaron algunos momentos, Lica se agaché frente a nosotros. —Creo que esta cosechando el campo del otro lado del arbol -susurré con asombro. Antes que pudiéramos sentir ningun alivio, Emil sefalé tristemente lo obvio. -Entonces nuestro campo es el proximo, porque no hemos visto por los alrededores ningun otro campo sin ser cosechado. Y no hay otro lugar donde podamos correr y escondernos. El sefialé con su cabeza hacia el arbol. ~Las ramas mas bajas todavia estan muy altas para que las alcancemos, asf que ni siquiera podemos treparnos y escondernos en él. Nuevamente caimos en un silencio. No habia nada para discutir. Estabamos por ser capturados. Hilera tras hilera, el sonido de la maquina 63 64 UNAVIADE ESCAPE se hacia mas y mas cercano. Podria terminar el otro campo. Podria empezar en el que estabamos nosotros escondidos. El tiempo transcurria lentamen- te hasta detenerse. La Unica realidad era el latir de mi corazon y el tronar de la maquina que nos despejaba de nuestra somnolencia. Me senté derecho para estirar mi espalda adolorida. Estaba cansado de estar sentado. Si solamente pudiera pararme y estirarme, pensé. El sol estaba sobre nuestras cabezas, y el dia de otofio se habia conver- tido en caluroso. Miré hacia arriba al cielo azul sin nubes. Rayos del sol en miniatura se filtraban a través de los tallos secos del maiz y danzaban por mi rostro. Mis pensamientos iban hacia nuestra Unica forma de salvacion. Querido Padre que estds en los cielos, no estoy orando para ser salvado de ser capturado, pero que se haga tu voluntad, susurré hacia los cielos. Estoy en tus manos. Por fa- vor guiame. Confio en que tu me vas a cuidar. Es facil hacer la voluntad de Dios cuando las cosas van bien en la vida, més dificil es cuando uno enfrenta peligro extremo o muerte. Cuando la vida es llevadera, la gente no tiene problemas en decir que es cristiana, y algunos hasta lo desean; pero cuando hay adversidades, muchos niegan a Dios y al cristianismo. Me di cuenta que era capaz de atravesar esta ex- periencia dificil sin perder la continua confianza en Dios, porque mientras crecia habia aprendido a confiar en él en las cosas pequefias. A través de las pequenas experiencias de mi infancia, durante la secun- daria y el servicio militar, Dios me habia ido fortaleciendo y enseandome a obedecer y a confiar en él, sin importar los resultados. Después de dos horas agonizantes, la cosechadora termino de trabajar el otro campo. Entonces, para nuestra sorpresa, en vez de venir hacia el nuestro, se alejé haciendo ruido por la ruta por la que habia venido. -Es mediodia —susurré Emil en la quietud repentina que habia llenado nuestros o/dos. ~Estan almorzando. Pero -agregé con confianza triste- volveran. Nos sentamos en suspenso, esperando el grufido del motor que iba a senalar el retorno de la cosechadora y de nuestro destino. Lentamente el sol subié a través del cielo. Las horas de la tarde corrian lentas, ain mas lentas de lo que lo habjan hecho las de la mafiana. Las sombras parecian clavadas al suelo. Esperamos y escuchamos. Teniamos miedo de ser atrapa- dos, pero también estabamos aburridos de la espera nerviosa. En cualquier momento, la cosechadora podia retornar y entonces seriamos capturados. Ocasionalmente comiamos una galleta lentamente o algtin otro bocado y tomabamos algunos tragos del agua preciosa que habiamos traido con nosotros. Ya se nos estaba acabando. Sedientos o no, teniamos que conser- varla. Cerramos nuestros ojos contra el sol. Susurramos nuestras formas de CAPITULO 8 65 escape. Finalmente, mientras el atardecer se acercaba, me di cuenta que Dios habia hecho algo fenomenal. -jLa cosechadora no va a volver ahora que el dia de trabajo se termino! ~susurré Emil. La confusion atrapaba su rostro mientras su mirada se encontraba con nuestros ojos sorprendidos. No habia una explicacion ldgica por la que la cosechadora no habia retornado. Este era el tnico campo que necesitaba ser cosechado. La tarde proveyo tiempo suficiente, y era una necesidad cosechar todos los campos lo antes posible. ;Por qué no habian vuelto? ¢Y por qué ellos habian condu- cido alrededor de nuestro campo y habian empezado a trabajar en el campo que estaba mds lejos? No teniamos respuestas para esas preguntas, pero sabiamos lo que Dios hizo. Silenciosamente nos habiamos acomodado para esperar el atardecer cuando el murmullo de las voces que habiamos oido en la mafhana repen- tinamente regresé. Era un grupo de gente que estaba caminando por la ruta. Algiin momento mas tarde, susurré suavemente: jHey, Emil! ;Como es que algunos de esos trabajadores del campo no tratan de escapar cuando vienen a trabajar justo al lado de la frontera cada dia? Emil sacé su botella de agua nuevamente. —Porque los trabajadores tienen que entregar sus documentos de iden- tidad antes de ir a trabajar, y no los tienen de regreso hasta que vuelven de los campos. Esos papeles son muy importantes para comenzar una vida en otro pais. Ademas de eso, aun si ellos tuvieran los papeles, los trabajadores siempre estan acompahados por los guardias. Pequefias gotas de agua brillaban en sus labios, y él se las limpio con su manga. El sonido de pasos y voces continuéd. Los trabajadores y sus guardias caminaban por la ruta no lejos de donde nosotros estabamos escondién- donos. Yo me movi incémodo sobre mi bolsa de plastico. Mis piernas se sentian acalambradas y duras por estar quietas todo el dia. Todavia acos- tado sobre mi espalda, me estiré y cambié la posicion de mis piernas cui- dadosamente, siendo cauteloso de no arrimarlas contra las hojas secas de maiz. Entonces escuchamos el Iloriqueo de un perro pequefo. Sonaba como si estuviera en la esquina de nuestro campo, y se comportaba como si su- piera que algunos humanos estaban alli. \Yo me quedé petrificado! Esto era muy peligroso. Nuestros ojos y ofdos estaban pegados al sonido. Sin duda, en cual- quier minuto un guardia podria venir haciendo ruido a través del campo a 66 UNA VIADE ESCAPE investigar los ladridos del perro. Mi corazon golpeaba en mis oidos. Oh, no! Qué va a pasar ahora?, pensé desesperadamente. Sefior, jnos salvaste de la cosechadora solamente para ser capturados por un perro? Tu sabes lo que esta pasando, y nosotros no. Por favor, quédate con nosotros. Inmediatamente me senti en paz y preparado para cualquier cosa que sucediera. El campo era demasiado grande para que pudiésemos ver el final, pero continuamos mirando fijo y en silencio en la direccién del perro. Finalmente, las voces de la gente desaparecieron en la ruta, pero el perro guardian no paraba de ladrar. Traté de taparme los oidos. jSuficiente! ;No puedo escuchar mds!, pensé en desesperacién. Parecia eterno, pero probablemente fue solamente alre- dedor de diez minutos mas tarde cuando finalmente el perro hizo silencio. Ningtin guardia de la frontera vino a investigar. Era inexplicable. Emil parecia desconcertado. —{Por qué no vino nadie a causa de los ladridos del perro? -pregunto. Podia ver que estaba sorprendido de que todavia estuviésemos a salvo. Pienso que empezaba a preguntarse si Dios nos estaba ayudando. El sol estaba hundiéndose lentamente en el oeste, y el paisaje descan- saba silencioso. Habia solamente una leve luminosidad por encima del horizonte cuan- do empacamos nuestros bolsos y empezamos a salir. La luna joven era re- donda y palida en el cielo que se esfumaba. Mientras alcanzabamos el bor- de del campo hicimos una pausa para absorber cualquier sonido o pistas que pudieran indicar problemas. El paisaje estaba quieto y tranquilo. Miré a través de los campos aplanados alrededor nuestro y me senti sorprendido al ver cémo Dios nos habia dirigido directamente a este campo especifico. No habia otro lugar cerca donde hubiéramos podido escondernos. Lica sacé sus binoculares pequefos y miré sobre el horizonte. -jAlli veo una linea de luces! -susurré emocionado, sefalando hacia el norte-. ;Muchas luces! De ninguna manera los rumanos podian tener acce- soa tanta electricidad. jAlli, miren! -dijo, pasandome los cristales. Debe ser un pueblo de Yugoslavia -sonrei de oreja a oreja mientras mi- raba las luces brillantes y titilantes-. Se las vefa a alrededor de seis kiléme- tros de distancia. En Rumania, el consumo de electricidad estaba racionado, asi que un pueblo rumano nunca podria ofrecer este espectaculo. Las luces habrian estado demasiado desparramadas, viniendo de casas diferentes. Pero estas hileras de luces se vefan extrafias para nosotros. Era evidente que se trata- ba de una poblacién més alla de la frontera, en Yugoslavia; ya que ellos te- CAPITULO 8 67 nian electricidad ilimitada. Estas eran muy buenas noticias para nosotros. -Estamos solamente a unos pocas kilémetros de la frontera —susurré Emil con entusiasmo. Bien, vamos -dije con interés-. No hay sefiales de los guardias, asi que estamos a salvo. Empezamos nuestro camino hacia el pueblo. Mas canales con agua demoraban nuestro progreso, pero nos deslizibamos dentro y fuera del agua, Cada pocos pasos nos deteniamos, observabamos y escuchdbamos. Sin embargo, no estabamos siendo tan cuidadosos como lo habiamos sido lanoche anterior. De alguna manera, a pesar de nuestro dia largo y atemo- rizado, nuestra vida estaba siendo mas “normal” para nosotros. De todas maneras, no queriamos ser atrapados teniendo ya ala vista la libertad. Cuando estabamos alrededor de 1,5 kilometros del pueblo, Lica se detuvo. -Hay algo diferente con estas luces del pueblo -dijo, con un aspecto perplejo en su rostro. Sacando sus binoculares, miré cuidadosamente en direccion al pueblo. Entonces él me los pasé con un suspiro. -Las luces se estan moviendo —dijo simplemente. —{Qué? -pregunté, mirando atentamente a través de los binoculares-. Se ve como... como fuego —susurré. Le pasé los cristales a Emil, quién mird mas de cerca. -Eso no es un pueblo -dijo bruscamente-. Esas son fogatas. Creo que estan quemando los residuos de los campos. -Pero jquiénes son? —pregunté con sospecha. -Quién sabe. Si es en suelo rumano, los guardias de la frontera y los granjeros cuidarian los fuegos, pero si fuera Yugoslavia, solamente algunos granjeros locales estarian alli. -jPodriamos haber cruzado la frontera sin saberlo! ;Sera posible? —pregunté. -Oh, sf -asintié Emil-. La frontera no esta marcada, excepto por algu- Nos pocos pilares de cemento blanco aqui y alla. Son muy dificiles de en- contrar. Asi que lo mas probable es que nosotros crucemos sin siquiera saberlo. -Bien, si somos cuidadosos, podemos acercarnos lo suficiente como para poder identificar quién esta cuidando esas fogatas y saber si estamos en Rumania o en Yugoslavia -sugirié Lica. Emil asintio. -Vale la pena -dijo. Asi que nos arrastramos sigilosamente hasta las fogatas. Mientras nos acercabamos, vimos algunas hileras de arboles altos, grandes. La luna que 68 UNA VIADE ESCAPE ascendia, proyectaba sus sombras como largas y amenazantes caricaturas sobre el suelo iluminado por la luz de las fogatas. -Miren debajo de aquellos arboles -susurré, mientras haclamos una pausa para inspeccionar si habia alguin peligro-. Veo una luz pequena. Todos miramos y vimos una luz palida brillando desde una ventana de una casa, que yacia cubierta por la sombra de los arboles. Me podia imaginar un hombre yugoslavo viejo sentado fumando una pipa, relajandose al lado de su fuego. ;Qué maravilloso debe ser vivir en un pais libre, pensé. Pero Lica no estaba tan convencido. -Vamos a ir a mirar por la ventana para ver alguna escritura o algo que nos diga si realmente estamos en Yugoslavia —susurré cautelosamente. Habjamos avanzado casi a 20 metros de la casa cuando escuchamos a alguien tocar el timbre. Y desde la oscuridad escuchamos un hombre gritando en rumano: “jLa masa! jLa masa!” (“Wen a comer! ;Ven a comer!”) Instantaneamente nos tiramos al suelo. Mi coraz6n latia como un toro en una estampida mientras apretaba mi rostro contra la tierra, de alguna ma- nera con la esperanza de desaparecer en las sombras. éQuién podria estar llamando a comer?, pensé frenéticamente. Lentamente nos dimos cuenta que... jhabiamos caminado directamente hacia las oficinas de los guardias de la frontera Rumana! Todo lo que podia pensar era: Estamos muertos. CAPITULO 9 LGO ERA TREMENDAMENTE CIERTO. Todavia estabamos en Rumania. Lo incierto era cémo ibamos a salir de este enredo. Nunca nos hu- biésemos aproximado a estas viviendas si hubiésemos sabido que eran las oficinas que funcionaban como comedor y cambio de guardia para los oficiales de frontera. jSeguramente también tenian perros guar- dianes alli! Dios, por qué permitiste que avanzdramos hasta aqui?, me pre- gunté alarmado. Podia ver una calle de tierra frente a nosotros que iba hacia el edificio, y después doblaba hacia el norte. El campo ardiente yacia justo detras de la ruta. La luz de los fuegos chispeantes arrojaba un brillo siniestro a la casa y alos arboles. Permanecimos cuerpo a tierra por minutos sin fin, incapaces de decidir qué hacer 0 a dénde ir. Ni siquiera nos animaébamos a susurrarnos el uno al otro, porque estabamos demasiado cerca del edificio. Repentinamente vi luces de automdviles que se aproximaban desde el norte. Sin duda se trataba de una patrulla. Mi coraz6n se aceleré. jLo que nos faltaba!, pensé miserablemente. Cuando esos vehiculos doblen la esquina, sus luces van a alumbrar justo sobre nosotros, y vamos a ser atrapados. Las luces se acercaban, y se volvieron mas y mas brillantes. Entonces, para nuestro horror, vimos la figura sombria de un guardia aparecer por la esquina de la ruta, para detener al vehiculo. jE! guardia habia estado alli todo el tiempo! ¢Por qué no nos habia visto? Supongo que Lica y Emil pensaron lo mismo, mientras se miraban el uno al otro con los ojos desorbitados. Mediante sefas tratamos de comu- nicarnos que debiamos cruzar aquella ruta para estar a salvo de las luces del auto, antes de que doblara la esquina. Siguiendo al vehiculo con nuestros ojos, observamos como se aproxi- maba y se detenia junto al guardia de frontera. Emil nos hizo sehas cuidadosamente para seguirlo, mientras empezaba a alejarse gateando. Seguimos su direccién, empujéndonos hacia delante sobre nuestros codos a través de la tierra y el pasto por el camino. Podia escuchar el motor 69 70 UNA VIADE ESCAPE ronroneando solo a 20 metros de distancia y oi al guardia de la frontera hablar con la persona que estaba dentro del automévil, pero no podia en- tender lo que estaban diciendo. Alcanzamos el borde de la ruta rapidamente e hicimos una pausa lo suficientemente larga como para darle una mirada al auto. Entonces, nos arrastramos sobre el pavimento. Era peligroso, pero no teniamos alternati va. El asfalto aspero hacia ruido contra nuestros cuerpos tensos y sus frag- mentos se incrustaban en mis brazos, mientras nos contornedbamos hacia la salvaci6n. En el instante siguiente, nuestras cabezas se hundieron en el canal sombrio que habia al borde de la ruta. En ese momento, el auto ace- lerd. Sus luces pasaron sobre nuestras cabezas mientras doblaba la esquina y pasaba por la ruta ruidosamente. jEsto parece una pelicula!, pensé con sorpresa. Esto no podria suceder en la vida real. ;O si? Exhalé todo el aire para intentar bajar el ritmo de mi corazon acelera- do, pero permaneci todavia cuerpo a tierra. Con admiracién, me di cuenta cémo Dios habia detenido el auto para que pudiéramos gatear hasta nues- tro escondite. Estaba a punto de suspirar con alivio, cuando recordé que todavia habia un guardia muy cerca de nosotros. Temblando con nerviosismo, queria derretirme al costado del canal. Me senti como dentro de una jaula de leones. Las “paredes” consistian en el edificio central, el guardia de frontera, y los fuegos que nos rodeaban del otro lado. Nuestra “jaula” era de alrededor de 12 por 30 metros, 0 un tercio de un campo de futbol. Dios, {por qué nos has traido aqui?, oré silenciosamente. Siempre habia creido que Dios nos libraria del diablo, pero estaba a punto de aprender que Dios a veces nos libra a través del diablo. Estabamos en tierra seca en ese momento, pero las aguas del canal es- taban a apenas centimetros de nuestros pies. Haciendo sefas nuevamente para comunicarnos, discutimos lo que debiamos hacer. Estabamos bastan- te seguros que la patrulla se habia dirigido al este, a nuestra derecha, y en direcci6n a Rumania. Hacia nuestra izquierda estaba el guardia. Detras de nosotros estaban las oficinas, y adelante estaban los fuegos. Ahora sola- mente teniamos que mantenernos a una distancia segura y avanzar pa- ralelamente al camino que habia recorrido la patrulla. Después ibamos a cruzar la ruta hacia el oeste, en direccién a la frontera. ;Pero cémo ibamos a lograrlo sin ser vistos? Primero nos propusimos cruzar el canal Ileno de agua, asf que Lica y Emil se deslizaron lentamente en el agua. Yo los segui. Podia escuchar el suave sonido del agua cuando los tres nos desplazamos con precaucién hasta la otra orilla. Nos quedamos esperando por un momento. CAPITULO 9 n jSeguramente el guardia nos escuché!, pensé. El agua del canal esta- ba casi estancada, asi que era muy ldgico que investigara cualquier cosa que causara que el agua hiciera ondas o golpeara contra las paredes del canal. Casi conteniendo la respiracién, esperamos un poco mas. Pero por sus movimientos rutinarios, el guardia indicaba que no habia escuchado algo inusual. Ahora, el campo encendido estaba delante de nosotros. Alguien tenia que estar observando los fuegos, Parecia que no habria manera de avanzar hacia la luz sin ser atrapados. Pero no habia opcidn: o seguiamos avanzan- do, o nos rendiamos. Lo que hicimos después fue ildgico y casi suicida. Sabiamos que avan- zar en cualquier direccién seria extremadamente peligroso, asi que de- cidimos hacer algo irracional. No lo hicimos sin pensarlo, sin embargo. Decidimos que esa era nuestra unica oportunidad. Tomamos nuestros bolsos, trepamos el banco del canal, nos paramos y caminamos hacia el campo ardiente. Cuando el guardia nos grite “stai’, yo me detendré, pensé mientras ca- minaba hacia el fuego. No vale la pena correr y que te disparen por la espalda. Aftos después descubri que un amigo mid que escapo fue el Unico que sobrevivid cuando su grupo traté de huir de los guardias de frontera. Los tres que iban con él murieron en el intento de dejar nuestro pais. La combinacion de la luna llena y los fuegos ardientes iluminaba el pai- saje, haciendo que nuestras sombras fuesen grandes, casi monstruosas, sobre la tierra quemada. Para evitar pensar en el guardia, que yo sabia estaba alli, y el otro que no habiamos visto, me imaginé a mi mismo como un nifio caminando des- cuidadamente entre los fuegos para admirarlos. Mis pies mecanicamente se asentaban a través del campo quemado. A pesar de que la noche era fresca y que nuestras ropas estaban mojadas por el cruce del ultimo canal, entre el calor de las fogatas y la completa tension de la situacién, empecé a transpirar. Gotas de transpiracion cubrian mi frente y cafan en mis ojos. Las sequé con mi manga. Pero con cada paso nos ibamos mas y mas lejos de las oficinas, con sus perros y sus guardias de frontera. Por qué el guardia ni siquiera puede ver nuestras sombras? me pregunté, atin cuando conscientemente me esforzaba para no mirar hacia atras. Yo sabia que el guardia estaba parado en un punto estratégico, donde podia vigilar la ruta y también observar las fogatas y el campo. jEse era su trabajo: atrapar gente! Una simple mirada y veria a tres personas caminando sobre el suelo chamuscado, todos iluminados por la luz de las fogatas. 2 UNA VIADE ESCAPE Seguramente, como en la experiencia de los tres amigos de Daniel, el profeta biblico, habia un cuarto ser caminando entre nosotros cuando pa- samos a través de nuestro propio horno al rojo vivo. Cada paso fue una prueba irrefutable de que Dios todavia realiza mila- gros. El es el mismo Dios amante y activo de la Biblia. No habia una expli- cacidn légica del por qué no habiamos sido atrapados numerosas veces en las Ultimas 36 horas. Dios habia cumplido literalmente la promesa que registr6 Isafas: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los rfos, no te anegaran. Cuando pases por el fuego, no te quemaras, nila llama arderd en ti" (Isaias 43:2). Pero el milagro mas grande en nuestra aventura todavia estaba mas adelante. Le di una mirada a Emil y vila expresion de perplejidad que transmitia su rostro. Estaba como estupefacto porque todavia seguiamos sanos y salvos. Continuamos nuestro camino a través de los pastos chamuscados ha- cia la izquierda del campo, al lado de un canal. Al otro lado del canal, estaba la ruta desde donde el auto se nos habia aproximado. Sabiamos que nece- sitabamos cruzar esta ruta y dirigirnos al oeste para alcanzar la frontera. Repentinamente Lica, que estaba guiando el camino, levanté su mano y susurré: -jAlto, alto, alto! Nos juntamos y nos agachamos. Las llamas del campo que ardia es- taban solamente a unos 15 metros de distancia, y la luna todavia brillaba fuertemente. —{Qué pasa? -pregunté pensando qué era lo que él habia visto. -jArriba! jAdelante! -susurrd, apuntando en la direccién norte a la que nos estabamos dirigiendo-. jHay una torre! Miré y vila silueta amenazante de una estructura de madera y metal a unos 120 metros de distancia. La torre se alzaba a casi 10 metros de alto sobre cuatro patas. Tenia en un costado una escalera simple. Arriba de la torre habia una pequefia construccién. Un balcén con barandas rodeaba todo el edificio. Sabiamos que generalmente estas torres no se ocupaban durante la noche, pero era absolutamente posible que un guardia pudiera estar en el balcén, mirando alrededor con binoculares infrarrojos. —{Qué vamos a hacer ahora? -pregunté, mirando hacia atrés a mis companeros. -Probablemente deberiamos cruzar la ruta de una vez, ya que no queremos pasar casi por debajo de la torre —advirtid Emil en voz baja. Se estaba olvidando que durante la noche los guardias frecuentemente patrullaban el area escondidos en un pozo 0 agazapados en algtin escon- dite improvisado. CAPITULO S 2B Pero qué tal si... -repentinamente Lica se detuvo como si las palabras se le hubiesen congelado en la boca y un aspecto de horror indescriptible se dibujo en su rostro. Y enese mismo instante, el miedo trepé a través de mi cuerpo como las ondas de un lago, cuando escuché lo que Lica habia ofdo. Escuchamos aproximarse unos pasos, que crujian sobre el pedregullo de la ruta a solamente 5 metros de distancia. Sin mover mi cuerpo, lenta- mente volvi mis ojos hacia el sonido. Un guardia de frontera estaba cami- nando desde el edificio central... jdirectamente hacia nosotros! CAPITULO 10 ENTI QUE MI GARGANTA SE CERRABA. Mi corazon palpitaba sin con- trol. El ruido de los pasos se acercaba mas y mas. Reconocia que, hu- manamente, no habia forma de que pudiéramos salir de esta situacion sin ser atrapados. Antes de hacer contacto visual con el guardia lo habiamos escucha- do por sobre nuestra propia conversacién silenciosa. Ya ni siquiera habia tiempo para arrojarnos al suelo, asi que simplemente nos petrificamos en el lugar. Los fuegos cercanos crepitaban y proyectaban sobre nuestras formas agachadas una luz mortecina. Con el brillo agregado de la luz de la luna pudimos ver claramente al guardia. jEI problema era que nosotros éramos tan visibles como él! Rapidamente reconoci el uniforme militar que habia estado usando hacia solamente poco mas de un afio. Los pantalones oliva y el abrigo combinando, el cinto de cuero marrén con su hebilla de bronce y los borceguies negros de combate. Las tiras doradas sobre sus hombros brillaban a la luz de la luna. Mientras marchaba, la punta del rifle colgado en las espaldas asomaba por encima de su hombro. iTodavia no nos viol, admiti en mis pensamientos, con sorpresa. Todo lo que tenia que hacer era mirar hacia su derecha. Los tres contuvimos la respiracion. Tratabamos de no movernos, ni siquiera para respirar. Solo atiné a seguir al guardia con mi mirada. En mi terror, tenia que observarlo. Miré atentamente su rostro sombrio para capturar la primera indicacién de que nos hubiese visto. Pero seguia marchando lentamente por la ruta, no mirando nia izquierda nia derecha, hasta que nos pasd. Como si nada, sin mirar nia la derecha ni a la izquierda, siguid por la ruta en direccién a la torre. Observamos aténitos mientras la forma del guardia se esfumaba en la oscuridad, y caimos en la cuenta de que acababamos de experimentar el mayor milagro de nuestras vidas. En una noche brillante, iluminada por la luna, un guardia de frontera habia pasado a 3 metros de nosotros sin vernos. No teniamos ni ramas ni arbustos para escondernos; éramos claramente visibles. ;Por qué este 74 CAPITULO 10 B guardia, cuyo trabajo era estar alerta y atrapar a gente como nosotros, no nos habia visto ni ofdo? Después de unos minutos confusos, escuché a Lica dejar salir una res- piracion larga. Simultaneamente, los tres nos derretimos en el suelo. Pasaron los minu- tos, y todavia no podiamos hablar. Estébamos demasiado atonitos. Todos habiamos esperado lo peor. Mientras levantaba mi cabeza hacia el cielo lleno de estrellas, pen- sé: jOh, gracias querido Padre, por salvarnos de ser capturados tantas ve- ces! ;Qué maravilloso eres! Sé que acabas de escondernos de este guardia. Gracias. Amén. -Eso fue increible -sonrié Lica, sabiendo que yo compartiria su creen- cia de que Dios acababa de intervenir. -jClaro que si! ;Alabemos a Dios! -respondi en voz baja, mientras me tomaba los cabellos con las manos. -Creo que solamente esta noche he experimentado todos los sustos que se pueden esperar en toda una vida -se quej6 Emil en un susurro si- bilante-. No quiero cruzar esa calle ahora que sé que los guardias la estan patrullando. Qué pasara si nos sorprende otro vehiculo? -Necesitamos ser cuidadosos para no cometer mas errores -respondié Lica susurrando-. Deberiamos detenernos por la noche y encontrar un lu- gar para escondernos. Manana podremos orientarnos nuevamente. Yo movi la cabeza, en serial de estar de acuerdo con la idea. Estaba ex- hausto fisica y emocionalmente por lo sucedido esa noche. El suspiro de Emil fue casi una queja: ~Yo también estoy listo para dormir. ~Vamos a encontrar un buen lugar para escondernos, dije mientras mi- raba hacia el horizonte-. No hay arbustos, ni arboles, ni campos sin cose- char por aqui. Empezamos a caminar tambaleantes hacia el norte, todavia demasiado asombrados por nuestro Ultimo susto como para darnos cuenta que esta- bamos dirigiéndonos hacia la torre. Entonces Lica apunto al norte a algunos metros de distancia. -jMiren alla! Creo que veo un canal. Quizés podamos escondernos alli. Nos arrastramos un poco més cerca. —Vamos a dar una mirada —-murmuré. Al acercarnos al borde del canal, descubrimos algunos arbustos en el fondo, ancho y seco. El canal corria en direccién este oeste. Los arbustos eran dificilmente visibles a nivel del suelo. Anduvimos por el canal y nos adentramos cada vez mas en el campo, hasta que encontramos un lugar que serviria de refugio. Entonces, gateando sobre el suelo entre Jos arbus- 76 UNA VIA DE ESCAPE tos, elegi un lugar para hacer mi cama. En breves momentos, ya estaba listo Para acostarme y apoyar la cabeza sobre mi bolso. iHey, Doru! -susurré Emil mientras me veia arreglar mi “almohada’-. Puedo ver unos fardos de paja cerca de aqui. ;Qué piensas de una cama de paja? Me senté con una sonrisa. ~Suena fabuloso, pero es seguro? -dije mientras me incorporaba para espiar sobre el borde del canal hacia los fardos desparramados en el cam- po de tallos dorados. La torre distante era apenas visible a la luz de la luna, entre las sombras. -Vamos a tomar los dos fardos mas cercanos, -suspird. Hice una pausa para evaluar los riesgos. ~Todo va a estar bien -animé. ~Hagamoslo entonces -dije finalmente. Algunos minutos més tarde, los tres nos acurrucamos dentro de camas de paja. Desde el campo provenia la cancién nocturna de los grillos. Me acomodé para estar més confortable y miré el cielo lleno de estrellas, sin nubes. No podia creer que hubiesen sucedido tantas cosas trascendentes durante las ultimas 24 horas. ;Dios habia protegido nuestras vidas tantas ve- ces!, pensé. El aire himedo de la madrugada enfriaba mis musculos adoloridos. Traté de relajarme, pero sabia que estabamos enfrentandonos a otro peli- groso dia cerca de la frontera. Me preguntaba si realmente podriamos traspasarla. éDOnde estard Tatd?, pensaba. ;Estard del otro lado de la frontera, o ha sido capturado? No podia dejar de hacerme aquella pregunta. Tuve que quitarlo de mis pensamientos. Entonces, escuché un canto que flotaba a través del aire de la noche. Me apoyé en uno de mis codos para escuchar mejor. Mirando a Emil y a Lica, vi que ellos estaban haciendo lo mismo. ~Suena como alguien en la ruta —suspiré Lica. ~-Probablemente un guardia que esta patrullando se aburrié de estar silencioso -se rid silenciosamente Emil. El guardia estaba tarareando una cancion folclorica popular rumana. ~iNos esta cantando para que nos durmamos! -susurré con una sonrisa mientras nos acostabamos nuevamente en nuestras camas de paja. Protégenos, querido Padre. Por favor, protégenos, oré. Y casi instantaneamente entré en un suefo refrescante. Demasiado pronto fuimos despertados por el sol naciente. La luz de la mafiana hizo que nuestra aventura de la noche previa, pareciera como un suefio imposible. Mirando hacia atras sobre el campo quemado al sur to- davia podiamos ver el borde del edificio principal de los guardias. Algunos CAPiTULO 10 7 de ellos ya estaban dando vueltas en un patio cerrado, justo fuera del edi- ficio. La torre hacia el noroeste parecia alarmantemente cercana, mucho més cercana, en efecto, de lo que recordaba la noche anterior. jEstaba a unos 100 metros de distancia! Repentinamente, nos dimos cuenta cuan peligroso habia sido gatear fuera de la proteccién del canal hacia el cam- po. Estabamos justo enfrente de la torre. Habiamos estado tan exhaustos que no pensamos con claridad. Nuestros tinicos pensamientos habian sido dormir un poco mas cémodos. El canal era de una profundidad que solamente llegaba al pecho, y los bancos aparecian gradualmente. Debido a que las hojas de los arbustos eran delgadas, en el mejor de los casos, habiamos quedado casi completa- mente expuestos. Seria mejor salir de aqui y escondernos en esos arbustos, alla abajo -sugirié Lica, apuntando hacia el oste a un monticulo mas espeso de ramas y arbustos que crecian en nuestro canal. Gateamos hacia el fondo del canal y luego nos acostamos de espaldas, enterrandonos cerca de los arbustos. Era alrededor de las 9 de la mahana. Saqué mi botella de agua y tomé la ultima gota. Esto no es bueno, pensé gravemente. Sabia que Emil y Lica también es- taban sin agua, y todos estabamos sin comida. Nuestra situacién se estaba poniendo mas y més seria. De repente, escuché el sonido de un tractor a la distancia. Mirando so- bre el borde del canal, Lica sacé sus binoculares y los dirigio hacia el campo ennegrecido que habiamos cruzado la noche previa. -Hay un tractor que comenzo a remover el campo prdximo a nosotros ~susurrd. Los ojos de Emil se abrieron. -jCuan lejos? —pregunto. ~Bastante lejos todavia, pero estan trabajando hacia aqui. Estaremos en.un gran problema si se acercan mucho, porque siempre hay un guardia en la cabina, que acompana al conductor del tractor -Emil hablé con la conviccién de la experiencia. -Aqui viene un guardia -susurré Lica mientras cambiaba sus binocula- res hacia la ruta. Observé mientras el guardia iba por la ruta y doblaba para subir por la escalera hacia la torre. Paso un minuto. -Esta arriba —murmuré Lica, describiéndonos cada movimiento del guardia-. ;Ahora esta usando sus binoculares directamente hacia aqui! Mi cuerpo se endurecié mientras el guardia cambiaba de un lado al otro, ob- servando sobre nuestras cabezas, en el paisaje de Rumania. Solo le hubiera tomado un movimiento descendente para vernos, aun entre estos arbustos, consideré. ;Cémo es posible que no nos vea, cuando 78 UNA VIA DE ESCAPE yo puedo ver claramente cada uno de sus movimientos? A esa hora, el dia estaba brillante y nuestra escasa cubierta de arbustos parecia tan del- gada como de papel. Las sombras que nos habian escondido misericor- diosamente, durante la mafiana se habian desvanecido mientras el sol lentamente se elevaba en el cielo. Hoy pareciamos estar en una situacién limite, mucho mas peligrosa que la que habfamos vivido el dia anterior, en el campo de maiz. Teniamos que acostarnos tan quietos como fuera posible para que nuestros movimientos no llamaran la atencidn del guardia. Estaba por ser otro dia muy largo. Yo me acosté de espaldas. A mi izquierda, podia ver el humo del tractor yendo de un lado a otro por el campo. A mi derecha la torre se elevaba con- tra el cielo. Por segunda vez senti como si estuviéramos en una jaula. No habia lugar para correr a escondernos y atin si lo hubiera habido, hubiese sido muy tonto para nosotros intentarlo, ya que los guardias estaban ob- servando a ambos lados de nosotros. jOh, Dios, por favor, ayudanos!, rogué silenciosamente. Con cada surco, el tractor se acercaba mas y mas. Sentiamos el temblor en la tierra que nos rodeaba. El sol del mediodia nos estaba castigando sin misericordia cuando, repentinamente, me di cuenta que podia ver la chi- menea del tractor. jNos quedaba poco tiempo! Cuando regresara el tractor, el conductor y el guardia nos podrian ver. CAPITULO 11 E ACOSTE EN EL CANAL, prdcticamente conteniendo el aliento en anticipacién de lo inevitable, cuando el tractor repentinamente se alejo en una nube de polvo. -jA donde se estan yendo? -preguntd Emil con asombro. ~jSe estan yendo! -susurré Lica con descreimiento. Me asomé ansioso sobre el borde. El tractor habia llegado a una parada cerca del borde este del campo, donde algunas personas estaban senta- das. Estaban mas cerca de nosotros que de la torre. ~Estan parando para almorzar -susurré, pensando qué bueno seria po- der hacer lo mismo. ~Pero van a volver después del almuerzo para terminar con el campo -susurré Emil-. jEntonces, nos veran! Yo sabia que a menos que Dios nos ayudara nuevamente, Emil tenia ra- zon. Teniendo cuidado para moverme lentamente, recorri con la mirada el paisaje plano, buscando desesperadamente otro lugar para escondernos. Mas alla del canal, vi un pequefo puente sobre un arroyo que alimenta- ba el canal adonde estabamos, pero el puente era demasiado pequeho para cobijarnos. Observé a través de los campos. Parecian desposeidos de vegetacion, pero repentinamente mis ojos se detuvieron en un grupo de arbustos a alrededor de 14 metros de distancia, en el campo que tenia los paquetes de paja. {Qué les parece aquel lugar de alla? -pregunté, apuntando hacia las ortigas. {Estas loco? —dijo Emil con voz aguda-. Eso podria ser suicida. Para llegar alli tendriamos que pasar por delante de la torre. Lica miré hacia el refugio potencial, y después a nosotros. ~Pero pienso que es nuestra Unica opcién —dijo finalmente-. Quiero decir, podemos quedarnos aqui y ser atrapados, o por lo menos podemos tratar de llegar alla para escondernos. -Supongo que tienes raz6n —dijo Emil, suspirando con resignacién. -Muy bien. Nos arrastraremos hasta alla tan rapido como podamos -dijo Lica suavemente. 3 80 UNAVIADE ESCAPE -Y si un guardia grita “Stai”... {Tendremos que detenernos! Nuevamente juntamos nuestros bolsos. Uno a uno trepamos fuera del canal seco, nos echamos sobre el suelo, y en una fila india empezamos a arrastrarnos, empujando nuestros bolsos adelante de nosotros. Yo era el primero. Ni siquiera le den una mirada a la torre con el guardia, ni al grupo de gente comiendo sus almuerzos, pensé desesperadamente, forzandome a concentrarme en llegar a las ortigas tan pronto como fuera posible. Restos de paja cortada rasgunaban mis manos y estiraban mis ropas, pero yo gateaba por encima, con la cabeza gacha y un paso a la vez. No recuerdo cuanto tiempo me llevé. Un minuto; quizds dos. Pero al final me subj al lugar de ortigas. Emil y Lica ya estaban llegando. Sin decir palabra, nos reunimos entre los juncos, esperando y escuchando para determinar si alguien nos habia visto. Pero solamente oimos silencio. Miré hacia el campo de paja rubia por el que acabébamos de arrastrar- Nos con nuestras ropas oscuras, justo frente a la torre a plena luz del sol. -El guardia necesitaba solamente una mirada hacia abajo para vernos ~susurré suavemente a mis dos acompahantes. Me senti Ileno con algo que no podia describir. Era admirable como Dios continuaba protegién- donos. éPor qué los guardias no nos habian visto cuando estdbamos en el ca- nalo durante esos minutos mientras nos arrastrdbamos por el suelo frente a ellos? Hay solamente una respuesta: Dios nos protegié nuevamente, pensé. Nuestro nuevo escondite media casi 8 metros cuadrados. Era circular y los arbustos tenian solamente alrededor de un metro de alto. Y, por su- Puesto, el suelo estaba htimedo. No era perfecto de ninguna manera, pero era mejor que estar a la intemperie. Fue Lica quien descubrié otro problema. Hay huellas de ruedas que se entrecruzan entre los arbustos. Eso po- dria indicar que los guardias se pasean con regularidad por aqui para pa- trullar -susurré decepcionado. Emil y yo miramos las huellas enlodadas y suspiramos. Traté de sonreir a pesar de la tension. -Obviamente los guardias estan de acuerdo con nosotros de que este es un buen escondite. Bueno o malo, no habia otro lugar a donde ir. Abrimos nuestras bolsas de plastico sobre el suelo hmedo y blando y tratamos de quedarnos tan quietos como fuera posible. Pronto, el tractor retomé el arado del campo, y tal como lo habiamos sospechado, aré hacia el borde del canal justo donde nosotros nos habia- mos estado escondiendo. CAPITULO 11 8 Por qué el guardia del tractor no ve nuestra cama de paja y sospecha?, me pregunté. La espera fue especialmente terrible con todo el ruido alrededor nues- tro. Todos habiamos tenido mucho tiempo para pensar. Pensé acerca de miiglesia y mis amigos. Me sent/ triste, pensando que quizds nunca los vol- veria a ver otra vez. Me pregunté qué estarian haciendo en ese momento mi madre, mi hermano y mi hermana. Sabia que ellos estaban orando por mi. Pensé en mi padre, y oré para que Dios lo conservara a salvo. Y revisé todo lo que nos habia sucedido a los tres, y como Dios nos habia protegido hasta ahora. El sol estaba empezando a entrar esa tarde cuando, finalmente, el trac- tor gird y se fue. Pero apenas habia tenido tiempo para empezar a relajar- me cuando Lica susurré: ~jTenemos un problema! -dijo, mirando a través de los binoculares nuevamente. —jAhora qué? —susurré, -jVeo dos guardias patrullando, y ellos estan caminando a los dos lados del canal en el que recién estuvimos! Esto era extremadamente peligroso, porque los guardias pronto ve- rian la paja que habiamos usado y sabrian que alguien habia estado alli. Entonces ellos empezarian a buscarnos. Mi coraz6n golpeaba salvajemente mientras miraba entre los tallos de los arbustos. Los guardias se acercaban mas y mas a nuestro escondite previo. éPodrian ver nuestra paja? —Estan casi allf —dijo Lica con miedo y ansiedad. El rostro de Emil estaba petrificado y tenso. Yo estaba atemorizado tam- bién. Para ayudar a calmarme, miré hacia el cielo azul que se hacia mas oscuro y tomé una profunda inspiracion. Inmediatamente, pensé en la cancidn “Sefior, mi Dios” y me inundo la paz mientras repetia las palabras en mi mente. “Aquiétate mi alma: el Sefior esta a tu lado”; Sostiene pacientemente la cruz de la angustia o dolor; Deja que tu Dios te ordene y provea; En cada cambio él permaneceré fiel. Aquiétate, mi alma: tu mejor amigo, tu amigo celestial Te guia a un final feliz a través de caminos escarpados.” Yo sabia que cualquier cosa que sucediera, seria la voluntad de Dios. Y entonces, algo sucedio. ~jHey! -susurr6 Lica con emocién-. Esto es increible. —jQué? -pregunté Emil con preocupaci6n en la voz. 82 UNA VIADDE ESCAPE Se detuvieron y regresaron -dijo Lica con admiracién-. Estaban ape- nas a unos metros de la paja cuando se dieron vuelta y regresaron. Dejé salir mi aliento en un suspiro largo. Sonriendo hacia el cielo, susu- tré: Gracias, Dios. Lo has hecho de nuevo. éPor qué los guardias habian vuelto hacia atrds? Me di cuenta que Dios habia evitado que los guardias patrullaran mas adelante. Habia dispuesto de antemano un cartel invisible de “Pare” que parecia decir: “Eso es sufi- cientemente lejos. Este es mi territorio” Para el atardecer, mis musculos nuevamente se sentian acalambrados por la inactividad. Miré hacia el hermoso cielo del atardecer que se enroje- cia y observé una nube plumosa que lentamente pasaba flotando. Si pudiese ser tan libre como esa nube, deseé pensativamente. La libertad era un concepto extrafo para mi. Para ese entonces, mi estomago me estaba recordando que estabamos completamente sin comida y sin agua. Habiamos empacado lo suficiente para solamente un dia y medio, ya que habiamos asumido que lograriamos cruzar la frontera en una noche. Con los problemas y los retrasos, habiamos tratado de racionar nuestra comida y agua pero rapidamente se nos termi- naron ambas. Tratando de ignorar mi estémago rugiente y mi boca seca, eché un vis- tazo al horizonte. El sol estaba justamente sobre el paisaje del oeste. En algunos minutos desapareceria de nuestra vista, y estariamos nuevamente en la oscuridad. La noche era nuestra amiga, estabamos ansiosos de seguir nuestro camino. Hay dos torres que puedo ver ~susurré-. Hay una cerca de nosotros, hacia el oeste. La otra esta més lejos, hacia el norte. Necesitamos ir entre ellas para encontrar la frontera. Lica y Emil asintieron. ~Debemos cubrir mucho territorio esta noche, y rapido -dijo Emil so- briamente. ~Tenemos que cruzar la frontera esta noche -sus ojos estaban ensom- brecidos con miedo y fatiga. Lica mantuvo su atencién en el guardia de la torre mas cercana. iSe esta yendo! —dijo silenciosamente mientras miraba al hombre bajar la escalera y dirigirse hacia el edificio central. El cielo quieto mantenia un brillo hermoso mientras un guardia en una motocicleta patrullaba la ruta justo detrds de las torres. Los arboles distan- tes estaban dibujados minuciosamente en el cielo coloreado. La motocicleta desaparecié en la noche que se oscurecia. -jMuy bien, vamos! -dijo Lica mientras el ruido de la motocicleta se desvanecia en la distancia. CAPITULO 11 83 Levantamos nuestros bolsos y, agachados, empezamos a correr. Ahora sabiamos la direccién de nuestro objetivo, y no queriamos desperdiciar nada de tiempo llegando hasta alli. Pasamos la torre, a través de la ruta de tierra, y seguimos bajando una colina. Entonces, nos escondimos en un conjunto de arbustos de alrededor de dos metros de alto, para estar a sal- vo. Recuperando nuestro aliento y tratando de escuchar al mismo tiempo, Lica repentinamente susurré: ~jShhh! jEscuchen! Momentos mis tarde vi una sola luz y escuché el ruido de una motoci- cleta que se aproximaba. La motocicleta siguié su camino. Eso estuvo cerca —susurré. -Muy bien -susurré Lica—. Necesitamos ser muy cuidadosos, porque no sabemos con exactitud dénde esta la frontera. Mantengan sus ojos abiertos ante cualquier pista de que estemos en Yugoslavia. Hizo una pausa y dijo: Ah, y por supuesto, cuidense de los guardias. Yo me incliné levemente hacia un lado y repentinamente senti un dolor penetrante contra el brazo. -jAy! -exclamé silenciosamente, alejandome. Lica asintio con complicidad y sonrio. —Te pinché una espina, ;verdad? Miré mas de cerca a los arbustos y vi que estaban Ilenos de espinas de casi cinco centimetros. A dos metros de alto, los dolorosos arbustos eran mucho més altos de lo que éramos nosotros. Habian sido plantados uno cerca del otro y en una linea recta. Sin duda, los guardas habian plantado. estos arbustos espinosos como otra forma de barrera para los fugitivos. Me froté el brazo mientras consideraba: Y pensar que Jesus tuvo que usar una corona de espinas. Lica nos hizo sefias para que lo siguiéramos mientras ponia su bolso delante de su rostro y avanzaba. Nosotros empujamos a través del enredo de ramas y espinas a cada lado. Las espinas enganchaban mis ropas y rasgufaban mis piernas y brazos. El sol habia entrado algtin tiempo atrds, asi que la oscuridad en los arbus- tos parecia absorbernos. Después de tres metros, Lica atraves6 el Ultimo arbusto. En ese instante, el suelo desaparecié debajo de él, y escuchamos un sonido fuerte. Yo me detuve bruscamente con Emil a mi lado. Mi coraz6n casi me salto del pecho. {Qué habia sucedido ahora? Tanteando con mi pie a través de la oscuridad, me di cuenta que al final de la linea de arbustos habia una bajada empinada hacia el canal. Después de escuchar buscando sefiales de que no habiamos sido oidos, sostuve mi bolso sobre mi cabeza y cuidadosamente salté en la oscuridad. Mis pies 84 UNA VIADE ESCAPE hicieron un ruido fuerte en el agua que Ilegaba hasta el pecho. Emil salto después. Yo apenas me movi de donde habia aterrizado y nos quedamos parados juntos, escuchando silenciosamente para ver si alguien nos habia oido. El sonido de mi corazén acelerado parecia tan fuerte, que casi tenia miedo que los guardias pudieran escucharlo a través de la noche silencio- sa. Una brisa levanto gentilmente mi cabello, y of el ondear pacifico del agua mientras corria silenciosamente alrededor de mi cuerpo. Seguramente un guardia nos escuché saltar en el canal, pensé con algo de panico. ;Cémo podia ser que no nos hubiesen escuchado? Todavia esta- bamos lo suficientemente cerca de las dos torres, y a los soldados se les pagaba para escuchar y reconocer cualquier sonido inusual. Nosotros sonamos como tres bloques de cemento tirados al agua en una noche perfectamente silenciosa, fue lo siguiente que pensé. Los tres nos quedamos parados sin movernos en el agua, deseando no hacer ningun otro sonido. Esperamos en silencio unos instantes, esperando escuchar gritos o pisadas, o algo. Como no escuchamos nada inusual, nos miramos el uno al otro con alivio y empezamos nuestra caminata lenta a través del canal hacia su otro lado. Este canal era diferente de los otros que habfamos cruzado, porque el agua estaba corriendo. También, era el doble de ancho que los otros. Quizas este sea el rio que estabamos buscando cuando empezamos, pensé. No teniamos forma de saberlo con seguridad. Chapoteando hacia el otro lado, nos sentimos aliviados al descubrir que la subida gradual de la orilla opuesta del banco hacia mucho ms facil salir del canal. En tierra seca, no dudamos. Empezamos a caminar. No corrimos. No queriamos hacer nada que pudiera atraer la atencién hacia nosotros. Caminamos rapido, con los ojos observando constantemente el terreno. Yo me seguia preguntando: ;Dénde estd la frontera? ¢Estamos todavia en Rumania, o hemos finalmente logrado llegar a Yugoslavia? Mientras manteniamos un ritmo constante al caminar, ibamos obser- vando la linea del horizonte. ;Podriamos ver algo que pudiera proveernos una pista de donde estabamos? Nadie disminuy6 la velocidad. Eramos hombres apurados. Sin aqua, nuestra situacién se estaba volviendo desesperada, y necesitabamos cu- brir tanto suelo como pudiéramos. —Creo que veo luces de tractores —susurré con emocién. Esto era inusual, porque en Rumania los granjeros paran de trabajar en los campos a la entrada del sol. ~Debemos estar en Yugoslavia -dije, aunque mis compafieros parecian dudosos. CAPITULO 11 85 -Tiene que ser asi -agregué- recordando nuestra desilusién con las fogatas. ~Muy bien. Acerquémonos a ellos —dijo Emil. -Pero jdénde exactamente esta la frontera? ~cuestioné Lica en voz alta. Nos apuramos sin advertir que lo que veiamos a la distancia era en rea- lidad dos marcas blancas que se hacian més y mas grandes mientras nos acercdbamos. En efecto, nos estabamos apurando tanto que no estabamos deteniéndonos para escuchar o para ser cuidadosos, como debiamos ha- berlo sido. De repente, Emil tomo mi brazo y susurré: -jAlto! Nos petrificamos, mirando hacia las piedras blancas que Emil indicé. -jSon los marcadores de la frontera! -dijo casi con reverencia. -Mi boca se abrid, mientras que la significacién del momento me dejé estatico, en admiracion a Dios. Estos marcadores eran muy extrafios. jDios los habia ubicado justamente en nuestro camino para que nosotros su- piéramos sin dudas que habiamos dejado Rumania y que estabamos en Yugoslavia! Mi asombro se desvanecio rapidamente. Sonriendo de oreja a oreja, me uni a los otros en la carrera para transitar los ultimos pasos hacia la libertad. Al cruzar los mojones ibamos riéndonos y palmeandonos las espaldas el uno al otro con alivio. -jLo logramos! -grité Lica. jo logramos! La liberaci6n y el alivio devo- taron por completo las recientes lineas de preocupaci6n de su rostro. En un instante, una gran carga fue quitada de nuestros hombros. Lo habiamos logrado. Contra muchas estadisticas, y por la gracia de Dios, ha- biamos caminado hacia la libertad. Pero en el mismo instante, una profun- da tristeza cubrié mi corazon. Habia dejado mi tierra, mi patria. No sabia si alguna vez podria volver a ver las ciudades y los bosques de Rumania. No sabia si alguna vez volveria a ver a mis amigos. Y el futuro era incier- to para todos nosotros. ;Podriamos realmente llegar a los Estados Unidos? éEncontrariamos ayuda? ¢Cudndo encontraria a mi papd? ~Descansemos aqui por algunos minutos —sugirié Emil. Sus ojos brilla~ ban con satisfacci6n en su rostro delgado. —Me parece bien —dije con un suspiro. Me hundi en el hito de cemento de medio metro de alto. Los mojo- nes tenian la forma de una piramide cuadrangular con la punta cortada, y la piedra en la que yo me senté estaba pintada de blanco e inscrita con las letras “RSR” (Republica Socialista de Rumania) en negro. Solamente a 3 metros de distancia, separada por un espacio pequeno con arbustos, se alzaba otra piedra de la frontera. Esta marcaba la entrada a Yugoslavia. 86 UNA VIA DE ESCAPE Emil y Lica dejaron Rumania y caminaron para sentarse en territorio de Yugoslavia. Yo, en cambio, me quedé donde estaba por un largo intervalo, mirando atras hacia Rumania, el unico hogar que conocia. Mi suspiro largo contenia las dos cosas: agradecimiento y tristeza. Estaba agradecido por el liderazgo de Dios y por su cuidado; pero triste a la vez, porque habia tenido que huir de mi tierra para poder tener libertad para adorarlo. Era tiempo de decir adiés al territorio que conocia muy bien y me habia visto nacer. A pesar de que la vida en Rumania habia sido dificil y a veces muy dura, amaba a mi pais y a toda su gente. Me puse a pensar en cuan increiblemen- te Dios habia intervenido en mi vida, para traerme a este punto. Consideré todos los peligros que habia enfrentado en los ultimos dos dias: podria haber estado en prisién o atin muerto; Dios habia realizado milagros con- sistentemente para traerme directamente a estas piedras y a la libertad. Sabia, sin ninguna duda, que dejar mi pais era la voluntad de Dios. Pensativamente, miré al cielo y susurré un agradecimiento a mi Guia: Querido Padre celestial, muchas gracias por traerme hasta aqui a salvo. Gracias por todas tus intervenciones en las pasadas 48 horas, hasta traernos a estas piedras de la frontera. Esta no fue mi aventura contigo, sino tu aventura conmigo, para ensenarme a confiar mds en ti. Alli, nuevamente, dediqué mi vida a Dios. Le pedi que continuara guian- donos a salvo, y que nos reuniera a mi padre y a mi. Entonces, poniéndome de pie, caminé silenciosamente a través del césped hacia Yugoslavia. Me di cuenta que un capitulo de mi vida se estaba cerrando, pero que una nue- va etapa se abria delante de mi, desconocida y oscura. Antes que mi vi terminara, experimentaria mas milagros, y quizas veria a mi angel guardian més de una vez. CAPITULO 12 ODAVIA ERA MUY PELIGROSO permanecer en esa parte de Yugoslavia, porque si éramos capturados, los oficiales podrian llevarnos de regre- so a Rumania. Al gobierno de Yugoslavia a veces le pagaban una carga de vagones de sal, que era una rareza para ellos, por devolver fugitivos a Rumania. Sin embargo, los yugoslavos tenian mas libertad que la que te- niamos nosotros en Rumania. Mi garganta estaba muy seca por el polvo y la sed mientras continuaba- mos caminando, hacia lo que ahora nos dabamos cuenta, eran maéquinas demoledoras, todavia trabajando en la quietud de la noche. Era facil trope- zarse y caer en pozos profundos, atin cuando elegiamos donde pisar para evitar monticulos de tierra, troncos de arboles y raices. La tierra se extendia como una colcha de luz y oscuridad, como si el suelo hubiese sido delineado. Las maquinas eran enormes y sus motores rugian mas que cualquier maquinaria de Rumania. Instintivamente nos escondimos, entremezclandonos en las sombras. Todavia conteniamos la respiracion por temor a ser detectados. Qué terrible seria haber venido tan lejos, solamente para ser descubiertos y enviados de retorno a Rumania!, pensaba. Entonces vimos a los operadores de las maquinas levantar sus hojas y retirarse. Nos miramos el uno al otro y coincidimos en apresurarnos para seguir alas maquinas, pero rapidamente nos dejaron atras. Continuamos nuestra caminata dificultosa al lado de la ruta y a través de los campos en direccién a las méquinas que habian desaparecido. No pasé mucho tiempo antes de que pudiésemos divisar la luz distante. -Esa luz proviene de alguna ciudad. Pero, a pesar del animo de estar cerca de una ciudad, Emil suspird. -Tengo mucha sed ~dijo. El reconocié la urgente necesidad que embargaba nuestros pensa- mientos. Mi lengua estaba seca y la boca me ardia. Los tres estabamos ex- haustos, pero continuamos. -Los campos de maiz son mas altos aqui —dije tratando de cambiar de tema-. La tierra es mas fina y hasta huele diferente. 87 88 UNA ViA DE ESCAPE Eso provoco una sonrisa feliz en el rostro de Emil. {Para mi huele a libertad! -dijo. Sin embargo, cada paso se volvia mas y mas dificil. Los musculos de las piernas me dolian con cada paso, y uno de mis pies también me causaba dolor. Entonces, de repente, todos miraron el brillo de mis zapatos a la luz de la luna. Estaban himedos con el rocio del pasto... y eso me dio una idea. —{Qué tal si lamemos el rocio del césped? —dije con excitacién. Suena extrafo, pero arrancamos punados de pasto y lamimos el pre- cioso liquido, dejando que cada gota fuera absorbida por un espacio de nuestras lenguas secas. Para ese entonces, las maquinas habian desaparecido en la noche, pero nosotros seguimos caminando en la direccién por la que se habfan ido. Por ultimo, salimos a una ruta. Caminamos por la ruta alrededor de 6 kilémetros, hasta que vimos lu- ces en la distancia. Eran las mismas luces que ya habfamos visto hacia un rato, pero esta vez parecian més cercanas. Sabiamos que las luces pertene- fan a una ciudad. —Cortemos camino a través del campo y dirijamonos hacia ellas -su- girid Emil. Animados al saber que nos estabamos acercando, apuramos nuestros pasos. No hablamos mucho, pues estabamos demasiado cansados. Todavia habia un camino que seguir, pero finalmente nos deslizamos dentro de la ciudad silenciosa. Era alrededor de la medianoche y no habia nadie. Una luz del alumbrado publico proyectaba su brillo sobre la ruta, mientras ca- minabamos con pasos lentos y cansados. -jMiren alla! -susurré Emil apuntando hacia el centro del pueblo-. Hay una bomba de agua. Como no veiamos a nadie en los alrededores, nos apuramos hacia la salida de agua. Emil bombed cuidadosamente mientras cada uno de nosotros Ilenaba sus contenedores de agua y bebia todo lo que necesitaba. —jAh! —suspiré con satisfaccién mientras me secaba el agua de la boca-. Trataré de ser mas agradecido por el agua de aqui en adelante. Fue con una sonrisa de agradecimiento que volvi a llenar mi botella para la noche. -Vamos a encontrar un lugar para dormir -susurré Lica mientras cerra- ba la tapa de su contenedor de agua-. Estoy exhausto. Emil y yo asentimos y continuamos caminando, buscando un buen lugar para acostarnos sin ser molestados. Al acercarnos hacia el borde del pueblo, vimos un brillo rojo. Acercandonos mas, vimos un cerco de metal que rodeaba hileras de cruces. Era un cementerio. En Europa es tra- CAPITULO 12 89 dicional encender velas por las almas de los muertos. Las velas, en frascos. rojos, son colocadas debajo de las cruces. -Este sera un buen lugar para dormir -nos dijo Lica-. Nadie nos va a molestar aqui. Y fue un buen lugar. Préximo al cementerio vimos un campo de pas- to cortado que habia sido dejado en pilas pequenas. No nos Ilevé mucho tiempo encontrar un lugar al lado de la cerca, y nos acostamos sobre la pila del pasto cortado. Cai en un sueno profundo y relajado. Fue una de las no- ches mas pacificas que puedo recordar. jEramos libres! La angustia previa, el estrés que nos quitd las energias, ya era cosa del pasado. Esta noche es- tabamos a salvo. Esta noche podiamos dormir. Aun asi, yo me preguntaba qué traeria el dia siguiente. Nos despertamos muy de mafiana en medio de una niebla suave y gris, que se extendia por sobre el cementerio y el campo. Parecia una bienvenida adecuada, un saludo gentil del amanecer. Repentinamente me di cuenta que era domingo. Tenso, preocupado, a veces atemorizado, yo no me habia siquiera dado cuenta que el dia anterior habia sido saba- do. Al igual que Jesucristo, cuando anduvo entre los hombres, Dios habia realizado uno de sus milagros mas maravillosos para mi, en sabado. -Seria mejor que nos asedramos un poco les dije a los otros mientras miraba mis ropas. Estaban cubiertas con barro y semillas. Lica y yo rapidamente nos cambiamos con la muda extra de ropas limpias que habiamos llevado con nosotros en nuestros bolsos y después me afeité. Pero por alguna razon que no podiamos entender, Emil se neg6 a cambiarse. jSus ropas negras estaban cubiertas con tierra y pequefias semillas! Esto lo hacfa aparecer como una persona que... jacababa de escaparse de Rumani Lica se vefa preocupado mientras sacudia su cabeza en descreimiento hacia nuestro guia. —Vayamonos de aqui -dijo disgustado mientras juntaba sus ropas su- cias y las ponia dentro de su bolso. Yo miré a Emil. —Necesitamos tratar de mezclarnos y parecer yugoslavos —aconsejé-. Y debemos evitar hablar con cualquiera, ya que no hablamos su lenguaje. Emil se encogié de hombros. Asi que, levantando nuestros bolsos, caminamos por la neblina fria de la mafana por la ruta mas cercana al cementerio. Estabamos introduciéndonos mas en Yugoslavia. Al menos, eso era lo que pensabamos. El pueblo iba quedando atrds mientras camindbamos por la ruta rural. Todavia tenfamos mucho trabajo por delante, pero ahora estabamos des- cansados y libres. ~Aqui viene un autobus -susurré, viendo uno que venia hacia nosotros desde la ruta. 90 UNA VIA DE ESCAPE No sé por qué susurré. No habia otra persona cerca, pero susurrar se habia convertido en un habito necesario para la supervivencia. El autobus se acercé, viniendo de la direccién a la que nosotros nos dirigiamos. -No nos arriesguemos a que nos vean y que parezcamos sospechosos -susurré Emil. Y volviéndose, se refugio detras de algunos arbustos al cos- tado de la ruta. Lica y yo lo seguimos. El autobuis paso ruidosamente y después de un rato salimos al pavi- mento nuevamente, limpiando y sacudiéndonos el polvo. Dando una mi- tada hacia la direccién de donde habia venido el autobus, respiré ruidosa- mente. Entonces... lo vi. Un hombre anciano en bicicleta venia directamente hacia nosotros. Debio haber estado detras del autobus, porque no lo habiamos notado antes de este momento. Pensamos que simplemente seguiria andando en su bicicleta. Pero mientras se acercaba, nos llamo: ~jDobro jutro! —dijo con una sonrisa. Y se bajé de su bicicleta para dete- nerse a nuestro lado. Nos sentimos atrapados. Debido a que nosotros no podiamos mante- ner una conversacién con el hombre en yugoslavo, él podria rapidamen- te deducir que éramos fugitivos ilegales. Y nos podria retornar por una buena recompensa. Nos miramos el uno al otro. Lica se veia enfermo. Emil todavia vestia su ropa de huida, y parecia atemorizado. Yo me adelanté mientras el anciano empezaba a conversar alegremente en yugoslavo. Por favor, senior -lo interrumpi, hablando en rumano y haciendo sefa- les de la mejor manera que podia para que él pudiera entender-. Nosotros acabamos de escaparnos de Rumania, y no queremos causar ningun pro- blema. Por favor, no nos entregue. Sientiende al menos algo de lo que le digo, quizds puedo apelar a su com- pasion, pensé mientras empezaba a usar ademanes. El hombre sonrid y dijo: -jAh! jRumania! ;Ustedes son de Rumania? Yo puedo hablar rumano. Lica parecia sorprendido y desconfiado, pero se acercd. —Ustedes son mis amigos. No tengan miedo -dijo el hombre. Y conti- nud sonriendo, tratando de obviar nuestra desconfianza. Pero nosotros no le creiamos, no nos animabamos a creerle. —A donde quieren ir? —pregunto. Emil contesto primero: -Necesitamos alejarnos de la frontera. Quisiéramos ir hacia la capital de Yugoslavia, Belgrado —dijo Lica cautelosamente. Lica tenia un amigo que vivia cerca Belgrado, quien le habia prometido CAPITULO 12 ci ayudarlo a llegar a Austria, si alguna vez se escapaba de Rumania. ~Si ustedes contintian por esta ruta, los llevara de regreso a Rumania. El rostro curtido del hombre estaba serio. —Por favor. Vuelvan a la ciudad conmigo, y yo los voy a ayudar. Este hombre era demasiado amable para confiar. ;Estaba planeando entregarnos a la policia por una pequefia recompensa? ;Cémo sabiamos que estaba diciéndonos la verdad y que estabamos realmente caminando en di- recci6n a la frontera rumana? —Vengan conmigo -nos dijo nuevamente-. Yo los voy a ayudar. -No, gracias —dijo Emil enfaticamente. -No tengan miedo -continuo. Inmediatamente, buscé en su bolsillo, sacé su billetera y nos dio a cada uno algunos billetes. —Ustedes pueden comprar boletos de autobus con esto. Nos detuvimos, sosteniendo el dinero, inseguros de qué hacer. ¢Estaria dispuesto a darnos dinero un hombre que habia planeado en- tregarnos a la policia? Viendo nuestra incertidumbre, se acercé y tomé el dinero nuevamente. -Muy bien, déjenme tener este dinero de nuevo. Voy a ir a la ciudad y voy a comprar los boletos por ustedes. El debié haberse dado cuenta cuan dificil seria para nosotros confiar en alguien que nunca habiamos visto antes. —Vengan conmigo a la estacion de autobus, y yo les compraré los bole- tos, ya que ustedes no pueden hablar yugoslavo. Yo miré a Emil y a Lica. ;Deb/amos ir con él?, me pregunté silenciosamente. Esta bien -Emil miré al anciano con cautela-. Vamos a ir con usted. Sabjamos que era un riesgo confiar en ese hombre, pero gqué otra op- cidn teniamos? Lentamente comenzamos a caminar de regreso a la ciudad. No paso mucho tiempo hasta que pasamos una sefal que decia: Konak". Nos mira- mos el uno al otro, dandonos cuenta que ese era el nombre de la ciudad. En la estacion de autobuses, el anciano convers6 fluidamente con los que lo rodeaban y luego entré al edificio mientras esperabamos afuera. Volvié a salir y hablé con el conductor del autobuis, haciendo ademanes hacia no- sotros ocasionalmente. Pude reconocer una palabra suelta que pronuncid en su idioma, muy similar a la palabra “turistas” en rumano, y me di cuen- ta que estaba diciéndole a la gente que nosotros éramos amigos turistas. Estabamos completamente a merced de este hombre, y lo sabiamos. El podia entregarnos ala policia si queria. Pero nosotros queriamos confiar en él, Nuestras acciones decian que confiabamos en él, aunque se nos hacia muy dificil confiar plenamente. 92 UNA VIA DE ESCAPE Finalmente, vino a nuestro encuentro. Con una sonrisa, nos entregé a cada uno un ticket de autobus a Zrenjanin, una ciudad a 40 kilémetros de distancia. Guidndonos hacia el autobus que esperaba, el hombre nos sonrid ama- blemente mientras nos deciamos: ~jGracias! jAdids! Cuando subimos al autobus, me senti impresionado por lo limpio y cé- modo que estaba. No habia autobuses como este en Rumania. Miré por la ventanilla y le di la ultima mirada a este anciano. Estaba vestido como cualquier otro. Quizas era un trabajador del campo. Por mas que me esfuerzo ahora, no puedo recordar su rostro. Quizés Dios queria ensefarme que es muy importante recordar a la gente por lo que hacen més que por como lucen. Este hombre anciano habia sido inusualmente amable con nosotros. Nos habia detenido justo a tiempo para evitar que volviéramos hacia Rumania. El habia pagado nuestros boletos de autobus, a una ciudad que nos llevaria mas cerca de Belgrado. Mientras el autobus avanzaba por la ruta, me pregunteé: ;Podria haber sido un angel? Desde ese momento, siem- pre he creido que lo fue. Eran alrededor de las 8:30 de la manana cuando llegamos a Zrenjanin. Ahora por lo menos estamos mas lejos de la frontera, pero no teniamos alimento y solamente un poco de agua. ;Y ahora qué? —Mi estomago realmente esta crujiendo —dije mientras frotaba la mitad de mi cuerpo vacid. -Mi opinion es que Belgrado esta todavia muy lejos de aqui —dijo Emil agriamente. Y tenia raz6n. No nos habiamos dado cuenta, pero todavia nos faltaba recorrer mas de 50 kilémetros. Bien, parece que nuestra Unica opcidn es caminar el resto del camino ~dije, levantando mi bolso y comenzando a andar por el costado de la ruta. Entonces, justo cuando Ilegamos al final del pueblo, Emil apunté entu- siasmado hacia algunos arboles. -Alli hay un arbol de manzanas del jardin de alguien, que esta colgando sobre el borde de la ruta —dijo-. Estoy muerto de hambre. Vamos a buscar algunas para comer. Lica y yo rapidamente estuvimos de acuerdo. En un instante nos habia- mos detenido, bajado nuestros bolsos, y empezado a devorar la fruta deli- ciosa. Eramos cuidadosos de comer solamente manzanas que habian caido de las ramas, pero eran crocantes y dulces. Poniendo algunas en nuestros bolsillos, seguimos entonces nuestro viaje. Nos llevaron varias veces en vagones que estaban enganchados al CAPHTULO 12 9 tractor de los granjeros. Cada uno nos llevé algunos kilametros mas cerca de Belgrado. Obteniamos permiso para ser llevados haciendo senas, mas que hablando. Naturalmente, el ruido del tractor evitaba la conversacion. Pero los tractores solamente iban a una distancia corta antes de doblar o ingresar a una ruta mas pequefia o dentro de una granja, asi que nosotros saltabamos y seguiamos caminando. Nuestros zapatos todavia estaban humedos por las repetidas zambullidas en los canales y los tres empeza- mos a renguear por las ampollas. Fue Emil quien sugirié, cansado, que nos detuviéramos y descansaramos nuestros pies. Lica y yo rengueamos felizmente hacia un lindo espacio cubierto de césped al lado de la ruta y nos hundimos en la tierra. Nos hizo muy bien recostarnos. Yo me saqué los zapatos y las medias suavemente y movi mis dedos en el césped tibio. Pero pronto tuvimos que ponernos los zapatos de nuevo, salir del césped, y continuar. Al atardecer pudimos divisar Belgrado. Mientras nos acercabamos a la ciudad, Lica y yo nos volvimos a Emil, quien todavia estaba usando sus ropas sucias, cubiertas con semillas. -Emil, quizas seria mejor que no camines con nosotros, ya que no te cambiaste -le dijo Lica gentilmente-. Si la policia pasa, vas a sobresalir “como sapo de otro pozo". Doru y yo vamos a caminar del otro lado de la ruta para que no parezca que estamos juntos. Emil simplemente siguid caminando fatigosamente mientras no- sotros cruzamos la ruta y lo aventajamos por alrededor de 10 metros. Repentinamente, vimos un auto viniendo hacia nosotros desde Belgrado. Una luz azul redonda estaba puesta en el medio del techo, y una raya blan- a recorria el cuerpo. -jEs un auto de policia! —dijo Lica codeandome mientras se acercaba. La palabra yugoslava para “Policia” estaba escrita sobre un lado. Actua naturalmente -atiné a decir. Nosretiramosdelaruta para dejarpasarelauto, ycontinuamoscaminando. Al darme vuelta para ver la reaccién de Emil, me quedé estupefacto cuando lo vi saludar a la policia al pasar. El auto disminuyo su marcha al lado de Emil, pero luego continu6. Unos instantes mas tarde, volvi a mirar hacia atras. -jLa policia esta regresando! —exclamé, mirando a Lica. —Esperemos que no piensen que él esta con nosotros -me contesté-. Tu solo sigue caminando. Mi coraz6n latia a toda velocidad cuando el auto de policia pas6 len- tamente a Emil, luego a Lica y a mi. Repentinamente, se detuvo al costado de la ruta. Pude ver al oficial mirando hacia atrés en su espejo retrovisor mientras esperaba que nos acercdramos. CAPITULO 13 FORTUNADAMENTE, EL OFICIAL DE POLICIA parecia que no estaba mirando a Lica nia mi, aun cuando nosotros estabamos mas cerca de él. En vez de eso, estaba observando a Emil, quien caminaba confiada- mente por el otro lado de la ruta. Pude ver la duda en los movimientos del oficial mientras se debatia si abria o no la puerta de la patrulla. Era como si él no supiera qué hacer. Finalmente, encendio el auto y se alejé. iVaya!, pensé. ;Cudndo aprenderd Emil la leccién? No solamente estaba usando sus ropas negras sucias, sino que también habia llamado la aten- cién tontamente hacia la policia con su saludo. No habia nada que pudié- ramos hacer por él, asi que simplemente seguimos caminando. Entonces, un nuevo problema se nos presentd cuando nos acercamos a las afueras de Belgrado. Justo adelante, una torre de control, similar alas de Rumania, se levantaba amenazante hacia el cielo. Proximo a la torre habia un estacionamiento para automéviles. Estacionados en él habia tres autos de policia. Uno de los autos tenia sus puertas abiertas y dos oficiales de policia estaban parados detrds de él. éCémo vamos a llegar a hasta la ciudad sin ser capturados?, me pregunté en un susurro. Instintivamente, colgamos nuestros bolsos sobre nuestros hombros para parecer trabajadores volviendo del campo. No habia nada que hacer més que seguir caminando. Alacercarnos, escuchamos los sonidos inconfundibles de un partido de futbol viniendo de una radio de automévil. Los europeos son fanaticos por el futbol, y estos oficiales de policia no eran la excepcidn. Debe haber sido un partido importante, porque estaban completamente concentrados en escucharlo. Nosotros caminamos lentamente por alli sin ser detenidos. Creo que ni siquiera nos vieron. Dios nos habia protegido nuevamente. ~Ahora necesitamos llegar a la ciudad para encontrar a mi amigo Durel —dijo Lica, sacando un pequeno pedazo de papel en el que tenia la direc- cion-. Me pregunto cuan lejos sera. No advertimos que estabamos sola- mente a mitad de camino de alli y que Durel vivia en un pueblo a unos 45 kilémetros mas lejos, del otro lado de Belgrado. 34 CAPITULO 13 95 Para ese entonces, Emil se habia reunido con nosotros. ~Bien, necesito encontrar la estacidn de tren -nos dijo. EI planeaba separarse de nosotros en Belgrado y dirigirse a Italia. Yo le sefalé un autobus de la ciudad que acababa de detenerse en la esquina cercana. ~Subdmonos a ese autobus -dije—. Por lo menos nos puede llevar hasta que encontremos la estacién de tren en algtin lugar aqui en Belgrado. Saltamos al autobus, con la esperanza de que nadie tratara de hablarnos y, mas importante, que nadie nos pidiera los boletos que no teniamos. Comercios y mas comercios se escurrian al pasar, pero yo apenas los vi. Desde mi escape de Rumania, la preocupacién por mi padre habia lle- nado mis pensamientos. ;Dénde estard?, mi mente deseaba saber. ;Se habria ido ya de Belgrado? ¢Seria posible que estuviera aqui, ahora? Volvi a la realidad cuando el autobtis cruzé el rio Danubio; luego llegé a una parada. Los tres nos bajamos del autobus y seguimos caminando por la calle. Estabamos en el borde de Belgrado y Emil apunté hacia un depdsito de trenes en las cercanias. Este parece ser el lugar donde nos separaremos —dijo seriamente-. Me voy a subir a un vag6n hasta que llegue a Italia. Nos dimos las manos y nos miramos por algunos momentos antes de decir adids. No he visto a Emil desde entonces. Pero he pensado en él a menudo y espero que haya reconocido que los muchos milagros ocurridos durante aquellos dias que pasamos juntos eran de Dios, y que haya entregado su corazon a él. Después de dejar a Emil, Lica y yo comenzamos a caminar por una calle. El sol se habia ocultado, y las luces de las calles dibujaban 6valos de luz por la ruta. Bien, y ahora gqué debemos hacer? -pregunté en voz alta. Tengo una idea -dijo Lica. Se froto el mentén pensativamente e hizo un movimiento con su cabeza. -jPodriamos tomar un taxi hasta el domicilio de Durel y esperar que esté en casa para pagarlo? —pregunt6-. No sabemos cuan lejos es, asi que puede ser bastante caro, pero no sé qué mas hacer. Tampoco podriamos encontrar su casa sin un mapa. Yo miré el rostro pensativo de Lica y me senti agradecido por su compa- fifa en esta experiencia. -Vamos a probar -dije, no sabiendo qué mas hacer. Asi que nos volvimos e hicimos sefias al primer taxi que paso, que resul- to ser un Mercedes. Lica subid en el comodo asiento delantero. Yo me senté atras. Ninguno de los dos habl6, pero Lica extendié el papel con la direccion 96 UNA VIA DE ESCAPE de Durel al conductor. Lica trato de usar el inglés para hablar al conduc- tor, como si fuéramos turistas. Belgrado es una ciudad grande y bastan- te cosmopolita. No hubiera sido inusual que un pasajero no estuviera familiarizado con el lenguaje. Nos dio la impresién que el conductor se mostré un poco desconfiado al ver que no hablabamos su idioma. Nos sentamos silenciosamente, sin hablarnos, esperando que él pensara que solamente éramos turistas. Los kilémetros corrian en el medidor mientras miraba la oscuridad de la noche. Tomé alrededor de 25 minutos llegar al pequehio pueblo donde vivia Durel, pero entonces el conductor parecié estar confundi- do. Condujo por una calle, después por otra, cambiando de direccién y mirando repetidamente el pedacito de papel. Finalmente, se detuvo y pregunto por indicaciones. Pronto, luego de eso, nos detuvimos frente a una casa grande. Era una de las muchas casas que se alzaban lado a lado alos bordes de la ruta. Lica salié del taxi, se di hacia una puerta doble pesada y golped. Aparentemente, dandose cuenta que no tenfamos el dinero para pagarle, el chofer salié del auto para seguir a Lica y obtener su pago. Yo permaneci en el automovil. Suspiré con alivio cuando la puerta crujié al abrirse y un hombre salid con mirada de asombro y luego de placer. Dorel era alto y delgado, con cabello rubio y ojos azules. Parecia tener alrededor de 30 afios. ~iFrate Lica! -grito Dorel, dando una palmada a su amigo en la espalda en el abrazo tradicional rumano de bienvenida. Dandose cuenta de la situacién en un instante, Dorel se dirigid al auto y miré los nimeros del medidor. Un aspecto de sorpresa se vio a través de su rostro por la cantidad, pero busco dentro de sus bolsillos y pagé al chofer. Yo sali del automoévil con un suspiro de alivio. ;Qué hubiera pasado si Dorel no estaba en su casa? ¢Qué hubiera pasado si no hubiera podido pagar el taxi? Dios habia acomodado cada detalle desde antes. Entramos. Parecia que nunca habia probado una sopa tan buena y pan o habia dormido tan pacificamente. Me di vuelta en el colchon cémodo, profundamente agradecido por no estar durmiendo en un campo de maiz oenuna pila de césped cortado. Era maravilloso relajarse en un hogar nue- vamente. Era maravilloso estar a salvo, cerrar mis ojos y dormir sin miedo de ser descubierto por la policia militar. Aun asi, mis pensamientos estaban llenos con preguntas acerca de mi futuro. Me pregunto qué voy a hacer cuando Ilegue a Austria o a América. Dios gestds cuidando mi vida para que pueda servirte en alguna manera especial?, suspiré esa noche. Y recordé lo que el pastor Deac habia dicho el sabado anterior a nuestro CAPITULO 13 97 escape. “No hay fronteras ni barreras que pueden detenernos del llamado de Dios, si él nos esta dirigiendo”. éEra esto lo que el pastor queria decir? Me parecia que no habia posibili- dades de convertirme en pastor en la Rumania comunista. Pero con ambos desafios, el del lenguaje y el econdmico, parecia imposible que me convir- tiera en ministro en otro pais. Suspiré mientras me resignaba a mi mismo al hecho de que, atin a pesar de que habia dejado mi pais, todavia no podia convertirme en un ministro. En los proximos dias, Lica y yo trabajamos mucho en el jardin de Durel para ayudarlo a pagar por nuestra estadia y para devolverle lo que el taxi le habia costado. Ademés, necesitabamos ganar suficiente dinero para pagar nuestro boleto de autobus para que nos llevara hasta el limite de Austria. La semana paso rapidamente, y pronto fue sdbado. Yo no podia dejar de pensar cémo nos habia cambiado la vida desde la semana anterior cuan- do, atemorizados y cansados, habiamos pasado el dia tratando de cruzar a Yugoslavia y ni siquiera nos habiamos dado cuenta que era sdbado. Durel visitaba nuestra iglesia en Timisoara aproximadamente cada ter- cer sdbado. Era mucho mas facil entrar a Rumania de visita que salir. Tan pronto como pudo, Durel planed volver a Timisoara y contarles a nuestras familias que nosotros estabamos a salvo. Por favor, toma esta nota para mi madre -le dije, y le di un pedazo de papel: “Querida mama: Estoy en Yugoslavia en la casa de los padres de Durel ganando algun dinero para poder continuar mi viaje. Todavia no me he reunido con Tata. Pero espero encontrarlo pronto en un campo de refu- giados”. Estoy seguro que ésta sera la nota més feliz que tu madre recibira al- guna vez —me dijo Durel con una sonrisa calida. Yo asenti. Aunque sabia que ella confiaba en que Dios estaba conmigo, iba a ser un alivio saber que habia logrado escapar a salvo. Entonces vinieron las horas de mi espera ansiosa mientras Durel realizo su viaje a Rumania y retorné. Tan pronto como entré por la puerta, nos reunimos con emocién para escuchar las noticias de nuestros amados. ~Vi a sus familiares y estan muy felices de saber que ustedes estén a salvo —dijo Durel con una sonrisa, para nuestro alivio—. Y Doru —agregé mientras me miraba a los ojos- tu padre todavia esta en Rumania. Mi boca se abrid en asombro extremo. jSenti como si me hubiesen herido de bala! ;Cémo era posible? Suponia que mi padre habia escapado y estaba en Yugoslavia o Austria, o quizds, en el peor de los casos, habia sido capturado. Nunca me hubiera imaginado que todavia estaba en casa. —{Qué sucedié? -pregunté sin aliento. 98 UNA VFA DE ESCAPE -No lo vien la iglesia y tampoco me enteré de todos los detalles. Pero le di tu nota a alguien que dijo que se la daria a tu padre -dijo Durel directa- mente. Aparentemente, no penso que esta noticia podia afectarme tanto. Incliné mi cabeza, embargado por la depresién y el desdnimo. Todo este tiempo me habia imaginado que él estaba aqui en Yugoslavia 0 lle- gando a Austria. Esperaba encontrarme con él en un campo de refugiados. Pensé que su huida ya era algo pasado para él. Era dificil de creer, jmi pa- dre todavia no era libre! Y ahora qué?, me pregunté en panico. Estoy com- pletamente solo. gC6mo puedo traer a mi familia de Rumania sin mi padre? Pensamientos desesperados como este me golpeaban como garrotes en la cabeza. Ahora soy la tinica esperanza de mi familia. Sabia que las leyes de las Naciones Unidas amparaban a las familias de refugiados para que volvieran a reunirse cuando el padre habia sido separado de su esposa € hijos. Sin mi padre, seria muy dificil lograr que mi familia se uniera a mi. Unos dias mas tarde, Durel, Lica y yo fuimos a una estacion de autobtis en Belgrado y nos subimos a un transporte que se dirigia hasta una pobla- cion en la frontera con Austria. Durel habia estado de acuerdo en ayudar- nosa llegar a la frontera yugoslava-austriaca acercandonos hasta la ciudad de Maribor. Entonces, él retornaria a Belgrado. Lica y yo habiamos decidido continuar hasta Austria, donde ya no estariamos en peligro de ser devuel- tos a Rumania. Desde Austria podriamos seguir hacia los Estados Unidos. Las palabras de Durel sonaban en mis ofdos mientras el autobuis roda- ba y aceleraba por la ruta. -No hablen con nadie —-nos advirtio mientras esperdbamos en un ban- co que viniera el autobus-. Y si algo sucede, actlen como sino se conocie- ran entre ustedes. Durel habia elegido un asiento en una de las filas de atras del autobus mientras Lica y yo compartiamos un asiento en el medio. El autobus estaba casi Ileno y listo para salir cuando di una mirada hacia delante y reconoci a un oficial de policia subiendo. jMe senti absolutamente desamparado! No habia lugar para esconderse. Ni Lica ni yo teniamos un pasaporte. jY no podiamos hablar yugoslavo! Una palabra de nuestras bocas nos delataria. Todo lo que podia hacer era permanecer sentado y en silencio, soportando con temor al observar mientras el oficial de policia se sentaba detras del conductor del autobus. El autobus salié de la estacién y se dirigié a la carretera. Pronto, el guar- da se paré y empezo a recorrer el autobtis solicitando los boletos. El hom- bre era muy amigable y hablaba con todos. Lica y yo nos miramos el uno al otro, preocupados. éCémo podemos hacer para no hablarle?, pensé con ansiedad. No po- CAPITULO 13 99 demos dejar que él se dé cuenta dé que no sabemos yugoslavo. De repente, tuve una idea. Mientras esperabamos el autobus, yo le- vanté algunos periddicos de un banco de la estacién. Dandole uno a Lica, raépidamente pretendimos estar absorbidos en la lectura del lenguaje desconocido. Finalmente, el recolector de boletos llegé a nuestro asiento. Mi corazén golpeaba en mi garganta mientras el lenguaje extranjero nadaba frente a mis ojos. Lica y yo levantamos nuestros boletos por encima de nuestras ca- bezas, sin sacar nuestros ojos de los periddicos, esperando que él hombre no tratara de hablarnos. -jMaribor? -pregunté, mencionando el destino escrito en nuestro boleto, Nosotros asentimos y contestamos “Si” en yugoslavo, todavia mante- niendo nuestros ojos en los periddicos. Suspiré aliviado mientras el guarda volvia su atencién a los otros pa- sajeros. Las horas parecian arrastrarse mientras viajabamos los 480 kilémetros hasta Maribor. Miré el paisaje por la ventanilla y me pregunté: ;Cémo ibaa hacer para encontrar un trabajo y ganar dinero cuando llegara a los Estados Unidos, y cémo lograria sacar a mi familia de Rumania? También estaba el problema del lenguaje. Si, habia aprendido algo de inglés en la escuela, pero de ninguna manera podia hablarlo con fluidez. Entonces, cuando miré al oficial de policia detras del chofer, mis pensamientos volvieron al presente. No tenia sentido preocuparme por lo que iba a hacer cuando estuviera en América. Lograr cruzar la frontera hacia Austria era suficiente preocupacién por ahora. Finalmente, arribamos sin contratiempos a Maribor, una ciudad uni- versitaria. El atardecer habia comenzado y nos pusimos a caminar por las calles, pero Durel estaba nervioso. -Necesitamos separarnos, asi no me ponen en peligro si son captura- dos -susurr6-. Los voy a llevar a la ciudad de Sentilj, que esta mas cerca de la frontera, pero ustedes estaran por su cuenta a partir de alli. Durel hizo sefias a un taxi, y nos dirigimos hacia Sentilj. Pronto fuimos dejados en un restaurante con vista a la frontera. Alli Durel nos deseé buen viaje. El volveria a Belgrado y nosotros intentariamos el cruce hacia Austria. ~Bien, espero que esta sea la ultima frontera que tengamos que cru- zar en Europa -dije con un suspiro mientras mirébamos una colina con dos luces gigantes que hacian desaparecer la oscuridad. Una linea larga de automoviles se extendia delante de nosotros, porque alli habia un punto de control hacia Austria. Nuevamente teniamos que cruzar una frontera 100 UNA VIADE ESCAPE ilegalmente, y necesitabamos encontrar un lugar donde no habia control. Miramos alrededor. Un cementerio se extendia hacia la derecha y a nuestra izquierda vimos un huerto de manzanas. ~Terminemos con esto -dijo Lica levantando su bolso y cruzando la ca- lle. Su voz estaba cansada. Yo también estaba cansado, pero no era un cansancio fisico, sino el peso de enfrentar otro cruce ilegal de frontera. Pero éste seria él Ultimo. Caminamos hacia las afueras de la ciudad, observando las luces bri- llantes de la frontera para mantener nuestra orientacidn. Hablamos poco, porque queriamos escuchar cualquier cosa que nos indicara peligro. Pero no tratamos de escondernos de la gente. Un perro ladré en el atardecer silencioso, pero esta vez no teniamos que preocuparnos por un perro de policia persiguiéndonos. Entonces, decidimos cortar camino cruzando las huertas cerca tras cer- ca. Ni se nos ocurrié caminar por la calle estando tan cerca de la frontera. No mucho tiempo después Ilegamos a un valle con bosques. Era alre- dedor de las 9 pm, y los bosques estaban muy oscuros. Lica camino delante de mi y yo traté de seguirlo silenciosamente, pero todo lo que podia ver era el cuello blanco de su camisa. Tenia miedo de que nos separéramos mientras vagébamos a través de los bosquecillos y entre los arboles. Finalmente nos liberamos de los bosques y llegamos a un claro. Desde alli vi antenas en un edificio no muy lejano. Una luz pequeiia brillaba den- tro de una de las habitaciones. -{Tienen a alguien patrullando la frontera aqui? -susurré a Lica mien- tras miraba desconfiadamente el edificio. Else encogid de hombros. -No lo sé -dijo. ~Bien, no vamos a asomarnos como la ultima vez -dije con una sonrisa, mientras comenzamos a abrirnos para rodear el edificio. Nos habiamos escurrido a través del campo silenciosamente y ahora ibamos a entrar a mas bosques cuando repentinamente vimos algo blanco. éQué es eso?, me pregunté silenciosamente mientras avanzdbamos tranquilamente hacia delante. De repente, me di cuenta que era un par de piedras blancas. -jMira! -le dije a Lica con asombro. Las piedras tenian un metro de alto y estaban pintadas de blanco. {Dios nos ha dirigido directamente a otro par de hitos de frontera! Lica asintid. Una sonrisa llena de felicidad iluminaba su rostro. En ese instante escuchamos galopar. Los dos nos petrificamos con miedo. ;Quién podria estar siguiéndonos? ;Nos habia visto alguien? ;Podria haber alli un po- licia de frontera en ese lugar recéndito? CAPITULO 14 | CORAZON LATIO VERTIGINOSAMENTE mientras me daba la vuelta en la oscuridad. Era un policia sobre un caballo? ;Estabamos a punto de ser atrapados después de haber llegado tan lejos? ;Podria nuestro Entonces, para nuestro alivio, el sonido desaparecié en el bosque; y la quietud nos envolvié nuevamente. Mi cuerpo se doblo con alivio. -{Qué fue eso? -pregunté. —Debe haber sido un ciervo -susurré Lica con voz temblorosa. Reanudamos nuestra marcha, permaneciendo en el bosque hasta que estuvimos lejos de la frontera. Finalmente descubrimos una via de ferroca- tril construida sobre un embalse. ~Sigamos las vias hasta una ciudad bien dentro de Austria -sugeri, y trepé por las piedras hacia las vias. Estabamos haciendo un buen progreso por la via cuando repentina- mente Lica tomo mi brazo alarmado. -jMira! -gritd, sefialando detras de nosotros. Espiando hacia atrds vi una luz brillante y escuché el sonido de un tren. Estaba avanzando rapidamente y amenazaba con arrollarnos al salir de la curva. ~jRapido, salta! -exclamé, arrojandome bajo el embalse de piedras. Lica me siguid. Los arbustos y las malezas rasgaron nuestras ropas. El sonido de las ruedas era ensordecedor mientras, vag6n tras vagon, el tren pasaba trabajosamente a pocos metros por encima de nosotros. -jAy! -me quejé-. jTenfamos que aterrizar justo en un saludable parte- rre de ortigas! Lica se rid, a pesar de que también experimento el ardor. Levantandose y frotando su rostro y sus manos, volvimos a retomar nuestra marcha por el embalse. Después de que el ultimo vagén pasé regresamos a las vias y conti- nuamos caminando. Pasaron un par de horas y nos preguntabamos cuan lejos estaria la proxima ciudad. Finalmente, una estacién de tren aparecio al costado de las vias. Estaba oscura y vacia; en ese punto, dejamos las 101 102 UNA VIA DE ESCAPE vias y empezamos a caminar a través del campo. Escalamos una colina y del otro lado, alla abajo, habia una ruta y una estacion de gasolina. Sus luces brillantes iluminaban la noche. -Necesitamos encontrar un lugar para dormir -me dijo Lica con un bos- tezo cuando mirébamos hacia abajo, a las luces que nos daban la bienvenida. —Eso me suena bien -dije, tratando de detener mi propio bostezo-. Hay un campo de maiz en el que podemos dormir —dije mientras camindbamos hacia éI-. Estaremos como en nuestra casa. Estabamos muertos de cansancio. A pesar de estar acostados en un campo de maiz otra vez, suspiré con agradecimiento: Gracias Dios, por traernos a salvo a Austria, susurré. El aire frio y himedo de las montafias cercanas me produjo algtin es- calofrio, pero al final me dorm/ lentamente. Unas pocas horas mas tarde me desperté. Era una mafiana humeda y con neblina. Con todo, estaba- mos felices de levantarnos y explorar este pais nuevo y libre. Cuando sa- limos caminando del campo de maiz, descubrimos que estabamos cerca de una autopista, asi que decidimos caminar por la banquina de esa ruta tan transitada. El esplendor de este pais nuevo me sobrecogié completamente, de lo poco que ya habia visto. Cientos de autos zumbaban al pasarnos, cada uno, me parecia, llevaba gente que era inconsciente de sus bendiciones. Mira todas las diferentes clases de autos -me maravillé. En Rumania la Unica clase de auto era el Dacia. Nunca nos imaginamos que hubiera tantos modelos diferentes de autos en el resto del mundo. Caminamos con asombro. ~Debe ser un dia feriado o algo asi -le dije a Lica algunos momentos mas tarde-. ;Por qué otro motivo habria tanta gente manejando? Simplemente no me daba cuenta de la libertad que tenia la gente de estos paises, pero ni mis suefios mas locos podian compararse a lo que es- taba contemplando. jLos diferentes modelos de automoviles! {Sus colores brillantes! {Su velocidad! jLa autopista! Comencé a pensar cémo seria el cielo, aunque ni siquiera podria imaginarmelo. Continuamos caminando al lado de la autopista por bastante tiempo. Ahora podriamos encontrar una ciudad y entregarnos a la policia, que nos llevard a un campo de refugiados —dije confiadamente. Acababa de mencionarlo, y un automévil de la policia se aproximé de- tras de nosotros y se detuvo. El oficial bajé su ventanilla. Nosotros nos detuvimos, y él se inclind para hablarnos. Por primera vez estabamos en un pais que no nos deportaria y, por lo tanto, estabamos contentos de ver a la policia. Desdichadamente, la barrera del lenguaje todavia nos impedia comunicarnos. CAPITULO 14 103 -jEs ist illegal hier su gehen! -dijo el oficial enfaticamente en aleman. -Da, da, estamos en Austria ilegalmente y acabamos de escapar de Rumania -respondi rapidamente en rumano cuando capté la palabra “ile- gal” del oficial de policia austriaco. No me di cuenta que en realidad nos estaba informando que era ilegal caminar por la autopista. El oficial repitié lo que habia dicho y sefialé la ruta. Entonces movid sus manos en elaire y se fue, dejandonos alli parados totalmente sorprendidos. Qué clase de pais es este? -pregunté atonito, Nos habiamos estado escondiendo de la policia en Yugoslavia. Ahora, aqui en Austria, no nos de- tenian atin cuando quisiéramos que los hicieran. —Dejemos la autopista -sugirié Lica-. Quizés podamos encontrar algu- nos policias en otro lugar. Asi que trepamos sobre una cerca al lado de la ruta y comenzamos a caminar por un campo. Finalmente dejamos el campo y fuimos a otra ruta. Asi que la tomamos. -Esta debe ser una parada de autobus -examiné cuidadosamente el banco y el cartel desconocidos-. Sentémonos y descansemos un poco. Mientras descansébamos, un autobus vino y se detuvo, y el conductor abrié sus puertas, pero nosotros no nos subimos. Poco tiempo después otro autobuis llegé, y el conductor hizo lo mismo. ~Pienso que van a dejarnos subir aunque no tengamos boletos -dijo Lica un momento después. Asi que nos subimos al siguiente autobts. Lica fue capaz de comunicar- le al conductor que tenia dinero americano que su familia le habia enviado a través de Doren, y que si el conductor pudiera detenerse en un banco, él podria cambiarlo. Sorprendentemente, el amigable conductor del autobus estuvo de acuerdo en hacer esa parada fuera de su recorrido, asi que fui- mos en el autobuss legalmente a la ciudad de Graz. Alli nuevamente busca- mos a la policia para poder entregarnos como refugiados. Dimos vueltas por Graz, considerada una de las ciudades mas lindas de Austria, mirando una vidriera tras otra. Estabamos sorprendidos por el numero de negocios diferentes y por las cosas maravillosas que vendian. Cuando llegamos a una panaderia, Lica compré dos panes redondos, uno para él y otro para mi. No me habia dado cuenta del hambre que tenia hasta que entré en ese negocio. Saboreamos con ansias cada bocado mientras continuabamos por la calle, mirando las maravillas de esta tierra libre. Vimos otro automdvil de policia y tratamos de detenerlo, pero fuimos ignorados. Por ultimo, en nuestras vueltas, final- mente llegamos a una gran estacion de trenes. Bien, vayamos hasta Viena. Seguramente alli encontraremos una ma- nera de entregarnos —me dijo Lica. 104 UNA VIA DE ESCAPE El compré los boletos; luego encontramos el tren y saltamos a bordo. Yo estaba muy agradecido por el apoyo financiero de Lica durante este tiempo. Arribamos a la estaci6n de tren del sur de Viena, pues hay varias es- taciones de trenes en la ciudad, y nos alegro encontrar una estacién de policia con un oficial sentado frente a su escritorio. Por medio de sejias, fi- nalmente pudimos hacerle entender que habiamos escapado de Rumania y que necesitabamos ir a un campo de refugiados. Suspiramos con alivio. iPor fin alguien iba a ayudarnos! El oficial de policia escribid algo en una tira de papel y nos la dio. Mira -dije, mostrando a Lica el papel-. Debe significar que tenemos que volver el lunes a las 8 a.m. a la habitacion 477. Lica me miré con preocupacién. ~Pero es viernes, y no conocemos a nadie en Viena. Donde podemos quedarnos hasta el lunes? Pensé que el oficial no podia creer que hubiéramos viajado mas de 800 km sin ser capturados, 0 quizés que estabamos parando con amigos en Viena. No sabia qué hacer. No teniamos ningun otro lugar donde ir, asi que esperamos. ~Por favor, senior -le rogé Lica con mas ademanes- jHay algo que usted pueda hacer por nosotros hoy? Tratamos de explicarle nuestra situacion, y creo que el oficial solo en- tendi6 parcialmente. Por ultimo, nos Ilamé para que lo siguiéramos. Nos llevé hasta una boleteria. Alli esperamos mientras hablaba con el que aten- dia. Luego, se volvié hacia nosotros y colocé boletos en nuestras manos. Senalo la palabra escrita en nuestros boletos, -jTraiskirchen -dijo- jTraiskirchen! Nosotros entendimos que ese era el nombre de un campo de refu- giados. Aceptamos los boletos con sonrisas grandes, y nos sorprendimos cuando movié su mano para significar que lo siguiéramos. Nos indicé el tren que necesitabamos abordar. Nosotros no sabiamos como reaccionar para agradecerle su ayuda y lo saludamos profusamente. Media hora mas tarde nos bajamos en Traiskirchen. Sin embargo, toda- via no sabiamos a dénde ir. ~jEscucha! -dijo Lica sefalando a un grupo frente a nosotros-. Ellos también estan hablando un lenguaje extranjero y llevan bolsos. Vamos a seguirlos. Probablemente se dirigian hacia el campo de refugiados. Y tenia raz6n. Nos unimos al grupo, y pronto estabamos de pie frente a un conjunto de edificios cercados, Este era el lugar donde los refugiados se registraban en el pais y donde, después de una entrevista, los oficiales decidian si podiamos permanecer en el pais 0 ser enviados a otro. No nos CAPiTULO 14 105 dimos cuenta en ese momento, pero Dios nos habia estado dando pro- teccidn especial todo el camino. Desconociamas que si los refugiados se entregaban a la policia antes de ser enviados a un campo de refugiados, tenian la autoridad para encarcelarnos por dos semanas. Al entrar al edificio, of que se hablaban idiomas diferentes. Finalmente, alguien nos llevé a una habitacién donde nos colgaron un numero en el cuello y un oficial nos tomé una fotografia. Alguien mas me guid a un lugar donde me tomaron las huellas digitales. Fuimos tratados poco amigable- mente, y me di cuenta que nos estaban Ilamando gitanos, lo que en Europa no es un cumplido. Después fuimos acompaniados a un edificio y llevados al segundo piso. -Estamos en cuarentena -me dijo Lica mientras ponian cerrojo a la puerta detras de nosotros. Entonces pude ver una habitacién grande Ilena de camas y unos po- cos casilleros de metal. Habia espacios angostos entre las hileras de ca- mas. La mayoria eran cuchetas, a pesar de que algunas eran simples. Me pregunto cudnto tiempo estaremos en cuarentena, reflexioné en voz alta mientras buscaba una cama que no estuviera ocupada. La habitacién estaba repleta, pero noté que eran todos hombres. Mujeres y hombres estaban en cuartos separados. Ademés de los re- fugiados de Europa del este, habia hombres de paises tales como Iran, Albania, Bulgaria y Turquia. Miré hacia arriba y vi que las ventanas tenian rejas. Mas adelante descubri que las rejas eran por nuestra seguridad, o algo asi. jLas rejas habian sido instaladas después que uno de los refugia- dos hab/a encerrado a otro en un guardarropa y lo habia arrojado por la ventana! Era viernes de noche. Habia pasado casi una semana desde que supe que mi padre todavia estaba en Rumania. Me preguntaba como estaria mi familia y yo dentro de un tiempo. Y en mi mente, todavia me pregun- taba qué trabajo tenia reservado Dios para mi. Alrededor de la 1 pm del domingo, mientras estaba caminando por un corredor de nuestro edifico de cuarentena, escuché a alguien que dijo: —jEres tu, Doru? Al sonido de mi nombre, miré hacia arriba sorprendido y asenti. El ex- trafio solamente uso mi primer nombre. El estaba parado al lado de la ven- tana y me hizo sefas para que me acercara. -Alguien desde afuera te esta llamando -dijo simplemente, y se alejo. Yo caminé hacia la ventana. A través de las rejas miré hacia abajo desde el segundo piso y vi a un hombre usando un abrigo y un sombrero. El som- brero ensombrecia su rostro, asi que solamente parte de su boca y nariz eran visibles. 106 UNA VIADE ESCAPE -jDoru! -me grit. Esto no era una pregunta. Era como si él conociera quién era yo, -Si —grité al extrafio. Estaba muy curioso de saber quién era y qué po- dria querer él de mi. Tengo un mensaje para ti de tu padre -dijo el hombre en un rumano fluido-. El est viniendo hacia aqui y va a llegar a la medianoche. La voz del extrafio era amable. Una leve sonrisa curvaba sus labios. -jLogré escapar? -pregunté con ansiedad, casi sin creer las palabras que acababa de escuchar. ~iSi! -sonrid ampliamente para confirmar mi gran felicidad. -iGracias! jMuchas gracias! -exclamé con una de mis grandes sonrisas. Cuando me di vuelta para festejar con Lica esta noticia no lo encontré, asi que volvi hacia el mensajero. Y él también habia desaparecido. Estaba euforico. Revivi este encuentro toda la tarde. ;Mi padre me habia enviado un mensaje! Cuando llegé la noche, todos se acostaron y se fueron durmiendo, pero yo permaneci levantado. A pesar de que tenia suefo, no podria haberme dormido de ninguna manera. Permaneci mirando atentamente el reloj de pared que colgaba encima de la puerta, y me impacienté al mirar las manecillas recorrer su camino len- tamente hasta la medianoche. Cuando ambas manecillas del reloj se unieron y dieron las doce, la puerta se abrié y mi padre entré a la habitacién. Alegremente sonriendo de oreja a oreja me zambulli en sus brazos abiertos. Nos abrazamos tan silenciosamente como fue posible para no despertar a los dormidos ocupantes de la habitacién. iSabia que vendrias, tata! -susurré mientras nos abrazabamos. Yo estaba maravillado y no tenia palabras para expresar la alegria de tener a mi padre conmigo nuevamente. Tanto nos habia sucedido a ambos desde que habiamos sido separados accidentalmente. Parecia que tenia- mos afios para recuperar. Felices, nos sentamos sobre mi cama. ~Tatad, ;qué sucedié esa noche en que nos separamos? -le pregunté tranquilamente. Y él empez6 su propia historia de aventura. -Cuando tu grupo llegé a la granja como habiamos planeado, mi grupo se dirigio hacia la frontera. Pero uno de los hombres estaba tan nervioso que decidimos regresar a casa. Hicimos dedo de regreso, lo que era muy peligroso, pero Dios nos ayudé a retornar a salvo. Llegamos al dia siguiente, poco después que tu hab/as partido por segunda vez. Yo estaba asombrado de que tu no estuvieras en casa y tu madre estaba asombrada de verme. CAPITULO 14 107 -Cuando recibimos tu nota diciendo que habias llegado a Yugoslavia a salvo, tu madre empezo a llorar, y caimos de rodillas e inmediatamente agradecimos a Dios-. Las lagrimas se amontonaron en las esquinas de sus ojos. ~Ese sabado, en la iglesia, a pesar de que no le habiamos dicho a na- die nada acerca de nuestros planes, la gente continuaba acercandose y preguntandome si habias escapado de Rumania. Algunos incluso se pre- guntaban si habias sido atrapado y estabas en prisién o quizds siendo torturado, Mi padre sacudié su cabeza con dolor de solo recordar ese momento. ~Yo sabia que silos miembros de iglesia estaba hablando asi no pasaria mucho tiempo hasta que los oficiales del gobierno se involucraran. Ahora, colocé su mano sobre mi hombro. -jSabia que necesitaba escapar muy rapidamente, porque seria obser- vado constantemente y podria ser puesto en prisién si ellos sospechaban que tu habias escapado! —Estoy tan feliz de que escapaste —le dije mientras nos abrazabamos nuevamente. No habia palabras para describir mi gozo y alivio, y apenas podia espe- rar para escuchar el resto de su historia. -Entonces ;qué sucedié después del sabado? -El lunes le pregunté a un hombre de negocios adventista si podria darme trabajo. Miré a mi padre con confusion. ¢Por qué querria él un trabajo cuando estaba tratando de escapar? -El pudo conseguirme un trabajo temporario para distribuir algunos repuestos de motocicletas a un guardia de la frontera. Esto me dio una oportunidad perfecta para ver el drea legalmente y dar una buena mira- da alrededor. Y estaba cerca de la granja adonde nos habian dejado esa noche. -Cuando llegué a la frontera, entregué las partes y empecé a conversar con el guardia casualmente: {Son binoculares infrarrojos? -le pregunté-. Nunca he visto un par. Como funcionan? El guardia no sospeché nada extrafio acerca de mi pregunta, asi que contesté: -Bien, me gustaria mostrarle mis infrarrojos, pero en este momento estan en reparacion. Estos son binoculares comunes, pero puede dar una mirada con ellos si quiere. Manifesté alegria de poder hacerlo, asi que miré hacia la frontera, y los apunté directamente al este, hacia Rumania. jLo que fue increible era que 108 UNA VIA DE ESCAPE el sol estaba brillando en el angulo justo -mi padre levant6 su mano para mostrarme- y los binoculares funcionaron como un espejo perfecto! Pude ver las cosas detras de mi. Asi que cuidadosamente estudié el paisaje de la frontera y vi un arbol grande en un campo que podria usar como sefial. ~jTatal jYo estaba debajo de ese arbol! -lo interrumpi en un susurro de emocion. ~-Habia solamente un arbol grande alrededor del area donde escapa- mos, y nosotros lo usamos también como una sefal. El sonrié con fervor. ~Entonces probablemente era el mismo arbol, hijo ~y sacudié su cabeza. Bien, esa noche alguien golped a la puerta en casa, y uno de nuestros amigos de la iglesia estaba alli. Lo invité a pasar y comenz6 a rogarme que Por favor le permitiera acompafarme en mi huida. Entonces, me di cuenta que mi deseo de escapar era conocido por mas de uno en nuestra iglesia y que necesitaba actuar rapido. Me lamenté por este hermano. El ya habia tratado de escapar dos ve- ces, y en una ocasién habia sido capturado y golpeado muy mal en el pro- ceso. Su esposa estaba en América, y él tenia permiso oficial para entrar en Estados Unidos. Estaba desesperado por salir de Rumania para poder reunirse con ella. Mi padre hizo una pausa y sacudié la cabeza con dolor. ~Dijo que sino lo dejaba venir conmigo, no podria soportar seguir vivien- do en Rumania y se suicidaria. Por supuesto que dejé que me acompaiiara. ~-Cruzamos la frontera hacia Yugoslavia sin ningun problema real y nos escurrimos a través de la frontera hacia Austria esta tarde. Mi padre habia cruzado la frontera hacia Austria del otro lado del punto de control por el que Lica y yo lo habiamos pasado. —Rapidamente encontramos una ruta donde hicimos dedo -continud-. Poco después, un hombre bien vestido en un Mercedes nos levantd y nos ofreci6 llevarnos directamente a este campo de refugiados, a pesar de que era un viaje de dos horas. Tata terminé su historia con su brazo alrededor de mis hombros mien- tras nos sentamas felices lado a lado sobre la pequeha cama. Dios habia hecho cosas asombrosas en nuestras vidas, y nos sentamos en silencio- sa admiracion. Entonces, juntos, inclinamos nuestras cabezas en oracién, agradeciendo a Dios por traernos a salvo fuera de Rumania y por reunirnos aqui. Fue una deliciosa noche feliz. Afios mas tarde, me acordé de agradecer a mi padre por el mensaje que estaria llegando esa medianoche. El me miré con una expresion perpleja. -iYo no envié ningun mensaje! —me dijo-. jJamas le dije a nadie dén- de iba! CAPITULO 14 109 En el momento que el extrafio me habia dado el mensaje, mi padre to- davia no habia sido levantado por el hombre en el Mercedes. Ciertamente, el hombre que me dio la feliz noticia... tenia que ser un angel! Dios fue muy considerado al enviarme un mensaje de alivio para soportar las largas horas de espera. Me gustaria volverme a encontrar con ese angel algun dia aqui sobre esta tierra. Y sino es asi, voy a esperar ansioso para verlo en el cielo. CAPITULO 15 N NUESTRA PERMANENCIA EN EL CAMPO DE REFUGIADOS de Traiskirchen, advertimos que todos los recién llegados eran entrevis- tados cuidadosamente por los oficiales de inmigracion austriacos. —{Por qué dejé usted Rumania? —jAdonde quiere usted vivir? —{Qué clase de trabajo hace usted? —{Tiene usted un trabajo alli? Mi padre y yo fuimos entrevistados separadamente. Ambos teniamos designado un traductor, que nos repetia las preguntas en rumano y tra- ducia nuestras respuestas para que el oficial las escuchara en aleman. En respuesta a la pregunta:";Por qué abandoné Rumania?”, dije que no queria experimentar lo que mi padre habia vivido: él nunca habia tenido un traba- jo estable debido a sus creencias religiosas. También dije que mi plan era emigrar a los Estados Unidos. Ellos preguntaron si tenia alguien que me Patrocinara en los Estados Unidos. Tuve que decir que no tenia a nadie. Finalmente, todas las interminables preguntas fueron contestadas, y Nos permitieron marcharnos. Ahora, todo lo que podiamos hacer era espe- tar hasta que supiéramos el resultado de nuestra entrevista con el gobier- no austriaco. Al poco tiempo, seis de nosotros fuimos trasladados a la ciudad de Wallsee en un transporte de la policia. Nadie nos dijo qué estaba sucedien- do, 0 a dénde nos estaban Ilevando, asi que nos sentimos aliviados al des- cubrir que era simplemente un cambio de domicilio. Alli residimos en una casa de pensién. Por los dos meses siguientes, simplemente esperamos. Durante ese tiempo tratamos de aprender tanto inglés como pudimos del hombre ru- mano que escap6 con Tata. Pasamos mucho tiempo haciendo caminatas a orillas del Danubio y sentados en un banco mirando maniobrar los barcos que provenian de diferentes partes del mundo. Tuvimos algunas buenas noticias mientras esperabamos. Recibimos una carta del Consejo Mundial de Iglesias que informaba que habian en- contrado a alguien en Cleveland, Ohio, para patrocinarnos. “Cleveland, no CAPITULO 15 m Ohio”, Tratamos de pronunciar esas localidades con nuestras lenguas. éCOmo seria ese lugar? ¢Encontrariamos trabajo alli? ;Cémo seria el clima? ¢Serfa acaso Cleveland, Ohio, nuestro hogar en América? Dos meses mas tarde nos dijeron: ~Su caso ha sido finalmente decidido. Deben presentarse en Amstetten a principios de enero para escuchar el veredicto. Una vez en Amstetten, mi padre y yo nos reunimos en una sala de es- pera grande y fria con casi cincuenta personas, todas en nuestra misma situacion. -jKotov! -llam6 un oficial. El militar se paré en la entrada y mird por sobre sus anteojos mientras alguien se incorporaba al sonido de su nombre. El oficial lo escolté hasta la habitacin de al lado. La puerta se cerré detras de ellos. Minutos después, la puerta se abrid, y Kotov volvié con un papel en la mano y un rostro largo y triste. Las horas transcurrieron lentamente. No habia nada que hacer mas que esperar. Una y otra vez observamos la escena incomoda: personas que sa- lian de la habitacién con cara triste y desilusionada. -Tata, ies posible que algtin refugiado permanezca en Austria? —pre- gunté con aprehensi6n. Mi padre se encogié de hombros. —Dios nos cuidara, hijo. Por alguna razon, mi padre y yo fuimos los ultimos en ser convocados. Nos quedamos solos en la sala de espera, expectantes por nuestro des- tino. Todos habian salido con un pedazo de papel y una expresién som- bria. Teniamos pocas esperanzas de que nuestra salida fuese diferente. Entonces, el oficial abrid la puerta y llamo: —jlarita! Nos paramos, entramos a la pequefia habitacion y nos sentamos a la mesa. Habia un oficial sentado frente a nosotros. —Deseo extenderles nuestra comprensién y apoyo —comenzo a decir suavemente, mirando seriamente a nuestros ojos- por toda la persecucion que han sufrido de su gobierno en Rumania. Nosotros asentimos, sintigndonos honrados y aliviados de que un re- presentante de otro pais comprendiera nuestra situacion. Entonces, lentamente, el oficial nos entregé a cada uno un documento. -Austria les esta extendiendo una invitacién para recibir asilo en este territorio —expreso formalmente. Cuando escuché la traduccién, mi boca se abrio en asombro. Mi padre y yo nos mirdbamos el uno al otro mientras nuestras mentes corrian veloz- mente para comprender lo que acababan de proponernos. v4 UNA VEADE ESCAPE —Gracias -declaré mi padre mientras tomaba su papel. —Esto le dard la posibilidad de encontrar un empleo y trabajar en Austria -agreg6 el oficial mientras se ponia de pie-. Espero que su familia pueda unirse a ustedes pronto. —Muchas gracias -dijimos al unisono, mientras exhibiamos la mejor de nuestras sonrisas. Le dimos fuertes apretones de manos y luego camina- mos hacia la sala de espera. Tan pronto como estuvimos solos, me volvi a mi padre y le pregunté: ~Pero Tata, ;vamos a ir hacia Norteamérica? Caminamos juntos en silencio, tratando de procesar las buenas noticias. Repentinamente, mi padre me dijo: -Fuimos los Unicos en obtener asilo, hijo. Solo dos, de entre 50 per- sonas. {Podria esto ser una sefial de Dios para que permanezcamos en Austria? -Quizas. No lo sé -respondi. Estaba confundido por el posible cambio de planes. Pero a medida que pasaban los dias y orabamos a Dios para que nos guiara, nos convencimos de que Dios queria que nos quedaramos en Austria. Pero, donde deberiamos buscar trabajo?, nos preguntabamos. Una tarde, mi padre y yo salimos a caminar. El hombre que habia es- capado con Tata nos acompariaba. En determinado momento, decidimos sentarnos en un banco que miraba al rio Danubio. Nos pusimos reflexivos. Los bosques se alzaban detras de nosotros. Ocasionalmente, algunas em- barcaciones pasaban lentamente por alli, y hasta pudimos ver una bandera rumana en una de ellas. Los arboles desnudos parecian temblar con el frio aire de invierno. Como de costumbre, nuestros pensamientos rondaban la cuestién de adénde podriamos encontrar trabajo. gConocemos a alguien que vive en Austria?, pensaba mi padre silenciosamente, y mientras lo hacia, sus cejas se fruncian denotando su preocupaci6n. Inclinandome hacia delante, me sostuve el mentén con las manos, mientras trataba de pensar. ~jTata! -dije, y me enderecé repentinamente-. ;Recuerdas varios afos atrds cuando tenia 14 6 15 afos, que habia una familia austriaca que cono- cimos en Rumania? Los ojos de mi padre se encendieron. —Si, justo estaba pensando en ellos también. Son los Kriegl. El sonrié, pero luego la duda atraveso su rostro. Pero, {deberiamos molestarlos? Después de todo, nos encontramos con ellos solo una vez. Mi menté corrié hacia atrds a una fria y nevada tarde de sdbado en abril de CAPITULO 15 13 1978 0 1979. Habian golpeado a nuestra puerta y mama atendié el llamado. -Hola, Zamfira -salud6 nuestro vecino. Nubes de vapor subian de sus labios con cada palabra, y un hombre y una mujer con dos nifias casi de la misma edad de Daniel y Gabriela estaban parados detras de él. Esta familia se encuentra de vacaciones aqui, y su vehiculo se descom- puso justo afuera de la ciudad. Sé que Dorin hace algunos arreglos de au- tomoviles, y me preguntaba si él los podria ayudar. Mi padre aparecio al lado de mi madre, abrié la puerta con una sonrisa y, dandoles la bienvenida, los invito a pasar. -Ellos solo hablan inglés o aleman -agreg6 nuestro vecino. Tata sonrio. -Nuestro pastor nos esta visitando justo ahora y él puede hablar algo de inglés, asi que vamos a ver qué podemos hacer por ellos. El vecino se despidio mientras caminaba de regreso a su casa, y mi pa- dre cerraba la puerta al frio. Nosotros estabamos despidiendo el sabado con un culto de adoracién, asi que nuestro pastor explicé esto a los visitan- tes y los invitd a unirse a nosotros. El hombre y la mujer se sonrieron y se sentaron tranquilamente. Sus dos s se sentaron comodamente mien- tras cantamos, leimos la Biblia, y oramos juntos. El pastor tenia que irse después de la adoracién. Mi madre preparo algo de comida para la familia, cuyo nombre, aprendimos, era Krieg}. El hombre era un director de escuela, y la mujer era profesora de historia. Daniel y Gabriela empezaron a jugar con las nifias, felices. A pesar de que habia una barrera de lenguaje, mi padre se pudo comu- nicar con nuestras visitas. -Vayamos a ver el vehiculo y sabremos si lo podemos encender ~sugi- rid el Sr. Krieg}. Mi padre y yo nos abrigamos y caminamos hacia donde habia quedado el automédvil. Por mas que tratamos, no lo pudimos encender. Tata hizo sefas. Bien, seré mejor si lo empujamos hacia nuestra casa, donde puedo mirarlo en el garaje. Por lo menos el ejercicio nos calentara —me rei, frotando mis manos entre si para generar calor, a pesar de que tenia los guantes puestos. El frio y la oscuridad nos envolvian mientras empujabamos lentamente el vehiculo hacia nuestra entrada para autos. Ahora se estaba haciendo tarde. —Ustedes estan bienvenidos a pasar la noche en nuestra casa, y yo revi- saré su vehiculo por la mafiana -trato de transmitir mi padre como pudo al Sr. Kriegl. -El asintid, y todos nos amontonamos adentro. Por vivir en una nacion 14 UNA VIA DE ESCAPE comunista, mi padre sabia que era ilegal tener cualquier contacto con ex- trafos, asi que decidié llamar a la policia local para pedir permiso para que ellos pasaran la noche. El les explicé que el automdvil de los Krieg! se habia roto y que no podia ser reparado hasta la mariana siguiente. El hombre al otro lado del teléfono hizo una pausa, y luego dijo fria- mente: ~Si ellos pasan la noche con usted en su casa, entonces usted estara pasando la noche con nosotros en prision. Mi padre colgo el teléfono y suspird. Después de compartir las malas noticias con los Krieg], juntamos todas las cobijas extra de la casa, y la fami- lia salié afuera a pasar la fria noche en su camioneta. Ala maiiana siguiente, los Krieg regresaron al calor de nuestro hogar. Esta vez, las dos nifias trajeron sus juguetes para jugar con Daniel y Gabriela. Mi padre empezo a trabajar en el vehiculo inmediatamente y para el mediodia estaba funcionando otra vez. EI Sr. Krieg! sonrié con aprobacién mientras le daba a mi padre un poco de dinero. Era una gran cantidad de dinero en Rumania, y mi padre traté de re- chazarla, pero el Sr. Krieg| insistid. Tata finalmente la aceptd. Después de intercambiar direcciones con nosotros, la familia continud su viaje de vaca- ciones. Un dia de diciembre, un paquete grande llegé desde Austria. Daniel y Gabriela bailaban en excitacién mientras Tata abria cuidado- samente la caja. Se sorprendié gratamente cuando vio lo que contenia. La caja estaba llena de herramientas y otras provisiones que eran dificiles de encontrar en Rumania, tales como: harina, azucar, aceite, fideos. jHasta ha- bia chocolate austriaco! El Sr. Kriegl habia notado cudn pocas herramientas tenia mi padre para trabajar; y habia enviado estas generosamente como regalo de Navidad. A través de los afios ambas familias habiamos intercambiado postales. iPero nunca hubiera imaginado que Dios habia guiado a los Krieg! a nues- tras vidas con un propésito! En el instante que tomo a mi mente recordar esa experiencia feliz, mi Padre se puso de pie y dijo con entusiasmo: —Vamos a ver si podemos encontrar su numero telefénico. Nuestra busqueda nos Ilevo al correo donde pudimos revisar los dis- tintos directorios telefonicos de toda Austria, hasta que encontramos lo que necesitabamos. Entonces, apurdndonos hacia la calle, los tres nos acercamos a la primera cabina de teléfono que vimos. El hombre que ha- bia escapado de Rumania con mi padre podia hablar algo de inglés, asi que habl6 en lugar de mi Tata. Los Krieg! estaban felices de saber que CAPITULO 15 15 estabamos en Austria, y al dia siguiente, ellos manejaron tres horas hacia nuestra casa de pension en Wallee. Estabamos muy sorprendidos por lo rapido que vinieron. EI Sr. Krieg! generosamente colocé un billete en las manos de mi padre. jEran aproximadamente cien délares! Tata estaba sorprendido por su ge- nerosidad. El no habia esperado nada similar. El Sr. Kriegl era conocido del pastor adventista de Salzburgo. -Voy a ver qué puedo hacer por ustedes desde alli—nos animo. Fiel a su palabra, el Sr. Krieg se contacté con el pastor adventista del séptimo dia de Salzburgo, quien a su vez, se contact6 con uno de sus miembros, una mujer que se llamaba Martha Simader. Su esposo, Siegfried, era de Rumania y habia emigrado a Austria durante la Segunda Guerra Mundial. Martha, una activa y amigable mujer mayor, empezo a trabajar inmediatamente. Se puso a recolectar ropas y otras provisiones, y ella y su esposo nos las trajeron personalmente. Siegfried podia hacer de traductor entre su esposa Martha y nosotros. Fue dificil creer que un extrafio haria tanto por nosotros, pero aqui es- taba. Martha y su esposo continuaban sacando bolsas y cajas de su auto. Ademas de vestidos, ella trajo cobijas y almohadas, sabanas y toallas. Otra caja contenia platos cuidadosamente empacados y muchas otras cosas ne- cesarias para comenzar una casa. —Buscaré un lugar adonde puedan estar y trabajar -dijo Martha ama- blemente. —Vendremos nuevamente para ayudarlos tan pronto como podamos. E125 de enero de 1986, ella y su esposo nos visitaron nuevamente. ~Empaquen sus bolsos ~anuncié Martha alegremente-. He encontrado un trabajo para ustedes dos. Apesar de que nos apuramos, demoramos varios minutos en empacar todas nuestras pertenencias. jSaben algo de construccién, verdad? -pregunt6 despreocupadamen- te mientras levantaba un bolso para llevarlo a su automévil. Nosotros asentimos, si bien no teniamos experiencia en ese tipo de trabajo. —Bien, otros dos hombres fueron contratados para hacerlo, pero ellos no aparecieron. jY ustedes van a tomar su lugar! Subimos a su auto, aunque no teniamos idea de hacia donde nos esta- ba llevando. Casi tres horas més tarde estabamos transitando un hermoso lugar, donde vimos edificios grandes y bien cuidados, una capilla, admirables parques, un lago y hasta un pequefo castillo. Con el tiempo, descubri que el interior del castillo habia sido remodelado para acomodar un par de de- 116 UNA VIADE ESCAPE partamentos. Y el castillo tenia aulas en el segundo piso y habitaciones de estudiantes en el tercero. En efecto, yo vivi en una habitacién del tercer piso, por varios afios. ~Se esta construyendo un gimnasio y necesitan ayuda para colocar la- drillos -dijo nuestra amiga con una sonrisa confiada mientras nos llevaba donde estaba el capataz. Y a pesar de nuestra inexperiencia y nuestra imposibilidad de hablar alemén, fuimos contratados. Estabamos tan agradecidos de haber obte- nido un empleo incluso sin conocer el idioma. Yo todavia no me daba cuenta por qué Dios me habia guiado hasta aqui. Desde el gimnasio donde trabajdbamos podiamos ver una cafeteria adyacente con una terraza que miraba hacia un pequenio lago. No muy lejos del gimnasio habia un arroyo, y sobre el otro lado habia parques sal- picados con algunos arboles. Pequefios manchones de nieve iluminaban el paisaje. Un dia se mezclaba con el otro. Colocar ladrillos era un trabajo duro, pero el sentimiento de logro valia la pena. Y ademas jel salario era muy bueno! Entré en el ritmo de colocar ladrillo sobre ladrillo y descubri que mientras lo hacia podia seguir pensando en varias cosas. Era un buen tra- bajo para mi, ya que me daba mucho tiempo para orar. Sefior, ;qué quieres que haga con mi vida?, le pregunté un dia.

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