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macroeconomía
INTRODUCCION
Marzo, 2019.
Diferentes autores del pensamiento económico sostienen que entre los economistas
contemporáneos a Keynes comenzaban a tener cabida ideas que promovían una
intervención activa del Estado antes los efectos perdurables de la depresión1. "La
revolución keynesiana triunfó porque Keynes produjo las conclusiones de política
económica que la mayoría de los economistas quería defender de todos modos..." (Mark
Blaug, 1985, p. 807). Los gobiernos de los países más importantes del mundo, bajo los
efectos avanzados de la Gran Depresión implementaron políticas fiscales expansivas y
de mayor gasto social, siendo el New Deal (1933-1937) en Estados Unidos bajo la
presidencia de Roosevelt el proyecto de mayor envergadura. Por otro lado, en Alemania
el régimen nazi por medio de un control directo de las principales ramas de la economía
y suprimiendo las libertades democráticas de la población y de la clase trabajadora –en
particular- había alcanzado llevar la tasa de desempleo prácticamente a cero.
1
Axel Kicillof en su publicación, “La macroeconomía después de Lord Keynes”, en una nota al pie afirma
que “Históricamente las políticas keynesianas son previas a la aparición de la Teoría General, que se
convierte en realidad en su fuente de legitimación en el campo teórico. Por otra parte, prácticamente
todos los historiadores coinciden en que las políticas por las que abogaba Keynes eran compartidas por
gran parte de la profesión en esos días, aunque carecían de un sustento formal elaborado (ver Blaug
1985, Bleaney 1985, Temin 1990, Skidelsky, 1994, entre otros). Blaug menciona a unos pocos
economistas que durante la gran depresión se opusieron al estímulo de las obras públicas: Robbins,
Hayek, Hawtrey, Cannan, Schumpeter y Cassel (Blaug, 1985, p. 799 y ss.)
Keynes: economista y Lord de la Corona Británica
Keynes y la ortodoxia
2
Según Kicillof, en su libro Siete Lecciones de Historia del Pensamiento Económico, “Marshall se propuso
establecer una línea directa de continuidad con las ideas de Ricardo o, mejor dicho, con las ideas de
Ricardo tamizadas por las interpretaciones de John Stuart Mill; en cualquier caso, ofreció una suerte de
síntesis entre los marginalistas y los clásicos que aún hoy genera controversias.” P.173.
El intento de unificar ambos libros, superando la contradicción señalada, aunque sin
cuestionar la naturalización de la teoría dominante respecto del capitalismo como único
orden eterno, ni las inconsistencias teóricas en torno a la Ley del valor trabajo (Bach,
2009), es parte del desafío de Keynes en el camino de contribuir a una Teoría General,
que a su vez, contenga nuevos fundamentos que contemplen los cambios ocurridos en el
capitalismo, en especial, el nuevo rol del Estado, la desocupación masiva y el peso
creciente de las organizaciones sindicales de la clase trabajadora.
En la medida que los precios esperados de la producción superen sus niveles medios, los
empresarios van a estar dispuestos a seguir contratando trabajadores hasta el momento
en que se igualen la oferta global y la demanda global, lo cual desde el punto de vista de
la ganancia significa que no se puedan esperar márgenes mayores. El valor de la
demanda global en ese punto es el que Keynes denomina demanda efectiva. Si los
empresarios tienen expectativas de una baja de los ingresos de su producción, la
economía alanzará un equilibrio, entre oferta y demanda global, aunque sin la totalidad
de los recursos ocupados. En un contexto de fuerte especulación de los dueños de los
capitales, para Keynes los casos en que el equilibrio ocurra con pleno empleo son más
bien la excepción.
Una segunda cuestión ocurre a partir del crecimiento del empleo, que da lugar a un
desequilibrio entre el aumento del ingreso y el consumo, siendo que este último
aumenta en menor proporción; la brecha entonces entre la demanda total y la demanda
de consumo tiene que ser cubierta por la inversión. Sin embargo, pueden ocurrir
situaciones donde las expectativas de precios y ganancias de los empresarios no sean
satisfactorias y por ende la inversión no sea la correspondiente con el pleno empleo.
De esta manera, Keynes pone en evidencia la falta de realidad de la teoría ortodoxa que
consideraba el desempleo sólo como el resultado de un acto voluntario, cuando los
trabajadores -a los salarios existentes- prefieren destinar su tiempo vital al ocio que les
reporta mayor utilidad que el trabajo. Por el contrario, se pone de manifiesto la
existencia de condiciones de desempleo involuntario producto de la falta de demanda de
trabajo, relacionado con la insuficiencia de la inversión que se deriva de los problemas
generados por la psicología especulativa de los dueños del capital y las dificultades para
deprimir los salarios reales. Desde un punto de vista marxista, Keynes se acerca a su
manera a los problemas de una baja de la tasa de ganancia y su impacto sobre la
inversión. No obstante, al plantear la existencia de desempleo involuntario, preservaba
el núcleo central de la teoría económica oficial que considera a los trabajadores como
individuos libres en el mercado de trabajo, cuando en realidad, se ven arrojados a la
búsqueda de empleo porque no tienen otro medio por el cual se garanticen su
subsistencia y la de su grupo familiar.
Por otra parte, si bien la preocupación de Keynes tenía un aspecto de corto plazo,
vinculado a las consecuencias políticas menos deseables del paro forzoso de millones;
surge otro interrogante, si Keynes pensaba en una perspectiva más de largo plazo, cuál
era entonces su programa para estabilizar el capitalismo finalizada la guerra. Esto nos
lleva a mencionar, sin ánimos de agotar la discusión en estas páginas, su
conceptualización sobre los motivos de la rentabilidad del capital. Keynes adhiere a la
teoría de la escasez, por la cual la falta relativa de capital es la que generaría una
rentabilidad extraordinaria por encima del beneficio normal. En economías ricas, con
abundancia de capitales y una eficiencia marginal del capital deprimida, el rol de los
especuladores afecta la posibilidad de que las tasas de interés bajen a punto tal de volver
atractivos algunas inversiones en la economía no financiera. Frente a esta situación,
antes mencionada, Keynes va a desarrollar no sólo los fundamentos de la intervención
del Estado asumiendo ciertas inversiones no rentables para el capital; sino que también
despliega la idea de reducir casi a cero la eficiencia marginal del capital y que el sistema
se aproximara a acabar con la escasez de capital3. Lo cual tendría como consecuencia la
desaparición de los capitales especulativos y los empresarios que invirtiesen en la
economía real recibirían una rentabilidad modesta o normal asociada a los riesgos de la
inversión, los costos de la habilidad y la supervisión según Keynes (Kicillof, 2009 p.
472). En cierto modo, es un reconocimiento de la división que se genera en el
capitalismo, entre los dueños de las acciones de las empresas (rentistas) y aquellos
encargados de la administración cotidiana; los primeros guiados por el afán de valorizar
su capital, terminan conspirando contra las mismas bases reales de la creación de
riqueza que se encuentra en la producción. El programa de Keynes se postula como una
hipótesis bastante ilusoria (un capitalismo funcionando con rentabilidad cercana a 0) y
al cargar la responsabilidad del problema sobre los especuladores llega a plantear la
eutanasia del rentista. Así por un lado, evita introducirse en los problemas de los
orígenes de la ganancia capitalista –siguiendo así la tradición de los neoclásicos-; a la
vez, que sugiere amenizar mediante la acción del Estado las tendencias a la
socialización del capital y el carácter anárquico de la dirección del proceso, el cual se
divorcia cada vez más, dentro de las mismas unidades productivas, a partir de la
3
Skidelsky en su biografía sobre Keynes presenta una interpretación más moderada del rol del Estado,
“… la preferencia del propio Keynes consistía en canalizar la inversión incrementada a través de las
empresas públicas. También se inclinaba a favor de un control indirecto (financiero) de la economía en
vez de uno directo (físico), con objeto de conservar las ventajas del proceso descentralizado de toma de
decisiones” (p. 150). En otro pasaje de su libro afirma que “Keynes pensó que el paro británico era un
problema derivado de la sobrevaluación de la libra esterlina frente al dólar. Desde este punto de vista, la
Teoría General es un apéndice a esta línea de pensamiento, más que su culminación –es una teoría de la
profunda depresión mundial cuando ningún grado de manipulación monetaria puede restaurar la
ocupación plena” (p. 171)
influencia de los dueños de las acciones y títulos de deuda de las empresas que pasan a
poseer distintas empresas en las cuales no ejercen ningún papel en la dirección 4.
Por el contrario, el creciente accionar del Estado en la economía podía alentar las
tendencias a que efectivamente se produzca una socialización de los capitales y la
propiedad privada pero en manos de otra clase5. El escenario de una revolución obrera y
socialista podía ser la pesadilla de Keynes y los gobiernos de la época que estaban
dispuestos a asumir desde el Estado un nuevo rol en la economía con tal de evitarlo.
Síntesis neoclásica-keynesiana
A la salida de la Segunda Guerra, que dejó más de 60 millones de muertos y una sideral
destrucción del aparato productivo de las principales potencias, la reconstrucción de
Europa y la relación de fuerzas más general con la URSS y los Estados Obreros -que en
ese entonces alcanzaron a un tercio del planeta-, llevaron a los Estados a implementar
un conjunto de concesiones sociales a modo de contener a la clase trabajadora y su
potencial amenaza sobre el capitalismo6. En los años venideros se inicia un ciclo de
fuerte crecimiento en las principales economías del mundo, el cual fue acompañado por
un consenso por el cual el Estado se implica con fuerza en la prestación de servicios
sociales y en áreas estratégicas de la economía.
4
La economista marxista, Paula Bach, afirma que “El modelo ideal de Keynes sería algo así como un
modelo de grandes empresas de capital social, cuya única forma posible, a decir verdad, en el modo de
producción capitalista es aquel de las sociedades por acciones pero, de las que Keynes pretende hacer
desaparecer al “rentista” y la especulación que en realidad son, precisamente, la consecuencia de la
existencia de las sociedades por acciones y de la “socialización” del capital bajo el régimen de la
propiedad privada” (P. 155) (Bach).
5
Las políticas fiscales expansivas fueron implementadas en Gran Bretaña y con énfasis en Estados
Unidos, a través de los planes del New Deal durante los años 30´; sin embargo, la recuperación del
empleo y la salida de la crisis, no fue el resultado de estas políticas, sino lo decisivo fue la reorganización
de las economías hacia la guerra y los efectos destructivos sobre la infraestructura y el capital mismo
que trajo aparejados. El caso de Alemania con la experiencia del nazismo fue un ejemplo de cómo la
economía de guerra dirigida centralmente por el Estado podían resolver parte del problema, aunque sin
evitar, la confrontación bélica y la catástrofe humanitaria, que en última instancia se inscribe como
continuidad –por otras vías- de la búsqueda de una resolución de los problemas de rentabilidad y
negocios capitalistas que no habían sido resueltos durante la Primera Guerra y que los Estados se
propusieron realizar nuevamente por la vía de las armas.
6
“En las nuevas condiciones creadas luego de la guerra y para contener la revolución desplegaron, con
el llamado “Estado de bienestar keynesiano”, nuevas bases para el reformismo en los países centrales.
Por su parte, en la periferia se ensayó un proceso de “descolonización” desde arriba, que sin embargo
falló en contener la revolución anticolonial. [p. 529, “Estrategia Socialista y Arte Militar”].
“Con la Segunda Guerra Mundial se esfumaron las esperanzas de Keynes de lograr un
sistema de pagos controlado por Gran Bretaña como el marco monetario de la economía
británica.” (Skideslky, 1994). El dominio de las finanzas mundiales y del comercio pasó
a estar en manos de los Estados Unidos, ante el cual, Gran Bretaña se ubicó como un
socio menor, cediendo su poder imperial a la nueva potencia hegemónica en el mundo.
Como parte de las negociaciones entre Estados Unidos guiadas por Harry White y
Keynes en representación de Gran Bretaña, se van perfilando las líneas centrales del
nuevo orden geopolítico de post guerra liderado por Estados Unidos. En 1944 como
parte de los acuerdos entre las potencias vencedoras en la Segunda Guerra surge la idea
de crear el Fondo Monetario Internacional. Keynes -aunque con una posición
perdedora- y White –quien salió ganador- van a ser las principales figuras que le dan
origen al organismo monetario y otras instituciones que van a guiar la reconstrucción de
las relaciones entre los Estados a partir de 1945. El FMI emerge con el “objetivo de
asegurar el desempeño del dólar como nueva moneda de reserva y eliminar la
Preferencia Imperial, que le brindaba posibilidad de existencia al Imperio Británico
gracias a la instalación del libre comercio. Las cláusulas de comercio no discriminatorio
en la creación del fondo son una continuación de las escritas en todos los acuerdos entre
Gran Bretaña y Estados Unidos 1935 en adelante.” (Ugarteche, 2016).
Con este marco de fondo, las ideas de Keynes fueron adaptadas por parte del
mainstream que tomó algunos de sus conceptos para readecuarlos y relanzar la
ortodoxia acorde a los nuevos tiempos. Así toma cuerpo la síntesis neoclásica-
keynesiana con autores de peso como John Hicks, quien va a publicar el modelo IS-LM,
con énfasis en las dificultades para el equilibrio que se generan en situaciones de
“trampa de liquidez”, estableciendo una versión reducida de la Teoría General (Kicillof,
2004). Del equilibrio entre la IS (mercado real) y la LM (mercado monetario), se
desprende, a su vez, una relación entre tasa de interés y nivel de producto que se
representa en la demanda global, la cual, en términos de Keynes representa a la
demanda efectiva. El “modelo IS-LM” implica un cambio en la relación entre el dinero,
el interés y el nivel de producto y empleo, tal como lo formulara Keynes en la Teoría
General, en el largo plazo, vuelven a desvincular los efectos monetarios sobre la
economía real.
La síntesis se va a constituir como nuevo mainstream durante los veinticinco años que
siguieron a la muerte de Keynes (Skidelsky, 1994) y, en sus líneas generales, sigue
siendo el cuerpo teórico que se enseña en las aulas de las universidades de todo el
mundo en la actualidad.
La “reacción” monetarista
Con el declive de la tasa de ganancia, acompañada de una inflación cada vez más
elevada y bajo crecimiento (estanflación), se fueron expresando los síntomas de
agotamiento de los “años dorados” de la segunda post guerra. A su vez, la respuesta de
la lucha de clases no se hizo esperar por parte de los trabajadores y estudiantes en
distintos puntos del mundo (México 1966, Mayo Francés 68´, Cordobazo 69´,
movimientos anti guerra, etc.). Sin embargo, como parte de los desvíos de estos
procesos en los países centrales y con derrotas mediante dictaduras en los países
periféricos, comienza un giro en la política económica, con el abandono del patrón oro
como parte de los acuerdos de Bretton Woods por Estados Unidos (1971), lo cual
significó el inicio de un cambio profundo de la forma de dominio que la principal
potencia se proponía en todo el mundo.
Las implicancias para el mainstream económico vinieron por el lado de lo que algunos
economistas titularon, “reacción monetarista”, en alusión a la vuelta de la teoría
cuantitativa del dinero al eje de la discusión y, de esta forma, el enfoque puesto en el
problema de la inflación desplazó al del empleo. Un economista formado en Chicago,
Milton Friedman, quien llegó a afirmar, “hoy somos todos keynesianos” (Skideslky,
1994), sin embargo, va a destacarse como una de las principales figuras de este giro
hacia la política monetaria ortodoxa de control de la inflación como principal
preocupación de los gobiernos y los bancos centrales, como también de garantizar el
mejor funcionamiento de los mecanismos de mercado.
Por último, otra forma de reconocer el nuevo consenso de dominio del capital que se
estaba construyendo, lo expresa a su forma Robert Skideslky, “El error de los
keynesianos al no tomar en serio las restricciones del lado de la oferta, producto de la
perspectiva de la depresión en la Teoría general, destruyó no sólo el equilibrio
intelectual que el propio Keynes trató de conservar sino también el equilibrio político de
la revolución keynesiana. Hacia finales de los años 1970 quienes amaban la libertad y
quienes valoraban la eficiencia empezaron a desertar del bando keynesiano en masa.”
(Skideslky, p. 199).
La situación con el paso de los años no parece ser mejor, sino por el contrario, se
avisora una profundización de la crisis de la teoría económica dominante y su división
macroeconómica. El influyente economista, Paul Krugman, que obtuvo el premio nobel
en 2008 –el mismo año de la quiebra de la banca Lehman Brothers- en su reflexión a 10
años del inicio de la crisis financiera ilustra el estado de caos que atraviesa la
macroeconomía. Cuando le preguntaron por qué no supieron anticipar la última gran
crisis, Krugman afirma que “ellos estaban mirando para otro lado” y que “los modelos
no supieron registrar los datos que podían alertar de la burbuja en el sector inmobiliario
y de la profunda imbricación de los bancos de inversión”. Pero no satisfecho con esta
respuesta más que fugaz y evasiva, Krugman, a su manera sentencia a la economía
oficial afirmando que no es necesario contar con una teoría para explicar la recesión,
sino simplemente aplicar algunas políticas (monetarias y fiscales) para salir de ella
como ilustra en su libro “Acabad ya con esta crisis” (2012).
7
“La escuela neoclásica, entendida como “nueva economía clásica”, se impuso como teoría dominante a
partir de los años 80´. Entre sus preceptos fundamentales se encuentran la teoría de las expectativas
racionales, la teoría del ciclo económico real y la teoría del mercado eficiente.” Bach, Paula. P. 59.
Economía, Política y Guerra: ese oscuro objeto (neo)keynesiano.
En el caso de Estados Unidos, durante los primeros años de la crisis, los neokeynesianos
–y el mismo Krugman- acompañaron la política de emisión monetaria (QE) 8 que
propició el salvataje a los grandes bancos de inversión y compañías en quiebra llevando
adelante una fabulosa socialización de las pérdidas de aquellos que habían sido los
máximos responsables de la burbuja especulativa en el sector inmobiliario. Las políticas
fiscales de carácter expansivo tuvieron un lugar moderado y prácticamente se frenaron
en 2010, en gran medida como consecuencia de los límites del endeudamiento de los
Estados, que multiplicaron sus deudas al absorber las pérdidas privadas viendo de esta
manera acotados sus márgenes para seguir ampliando el déficit fiscal. Krugman pareció
desconocer esta nueva situación y planteó el problema simplemente en términos de una
carencia de “lucidez intelectual y voluntad política” y, en ese momento, sugería un
programa de gasto del estatal muy ligth si consideramos que Krugman definía a la
recesión iniciada en 2008 como la mayor luego de la Gran Depresión de los años 1930.
(Bach, 2012).
Una reflexión más profunda sobre la crisis que atraviesa la economía oficial la propone
Skidelsky, en un artículo acerca del décimo aniversario de la quiebra de la banca de
inversión Lemahn Brothers en 2008. En el mismo afirma que “mientras que la Gran
Depresión de los años 1930 produjo la economía keynesiana, y la estanflación de los
propició el salvataje a los grandes bancos de inversión y compañías en quiebra llevando
adelante una fabulosa socialización de las pérdidas de aquellos que habían sido los
máximos responsables de la burbuja especulativa en el sector inmobiliario. Las políticas
fiscales de carácter expansivo tuvieron un lugar moderado y prácticamente se frenaron
en 2010, en gran medida como consecuencia de los límites del endeudamiento de los
Estados, que multiplicaron sus deudas al absorber las pérdidas privadas viendo de esta
manera acotados sus márgenes para seguir ampliando el déficit fiscal. Krugman pareció
desconocer esta nueva situación y planteó el problema simplemente en términos de una
8
Quantitive Easing (QE) se refiere a la política monetaria realizada por los Bancos Centrales que por lo
general recompran bonos de deuda para reducir la tasa de interés. A partir de la crisis de 2008, la FED
de Estados Unidos, emprendió el mayor rescate de bonos de la historia cerca de 3,5 billones de U$S.
Luego Europa inició a través del Banco Central Europeo una operatoria similar ante la crisis, aunque de
menor envergadura. http://www.laizquierdadiario.com/Giro-historico-en-la-politica-monetaria-de-la-
Reserva-Federal-norteamericana
carencia de “lucidez intelectual y voluntad política” y, en ese momento, sugería un
programa de gasto del estatal muy ligth si consideramos que Krugman definía a la
recesión como la mayor luego de la Gran Depresión de los años 1930. (Bach, 2012).
Una reflexión más profunda sobre la crisis que atraviesa la economía oficial la propone
Skidelsky, en un artículo acerca del décimo aniversario de la quiebra de la banca de
inversión Lemahn Brothers en 2008. En el mismo afirma que “mientras que la Gran
Depresión de los años 1930 produjo la economía keynesiana, y la estanflación de los
años 1970 dio lugar al monetarismo de Milton Friedman, la Gran Recesión no ha
generado ningún giro intelectual similar”.
Pero volviendo a la analogía histórica del biógrafo de Keynes, allí se dejan planteados
dos aspectos que nos parecen importantes destacar. Por un lado, si el mainstream no ha
sido capaz de generar una nueva gran idea, uno de los motivos hay que buscarlo en el
plano de la política económica desplegada por los gobiernos y Estados para salir de la
gran recesión que iniciara en 2008. La decisión política de rescatar a los grandes bancos
y algunas multinacionales, con la mayor emisión de dólares de la historia (QE) en los
Estados Unidos, combinada con planes de ajuste durísimos en los países más golpeados
por la crisis en la Unión Europea (Grecia, Portugal, España, entre otros) y más adelante
con emisión monetaria del BCE, fue la política que prevaleció ante la crisis (Bach,
2012). Con esta política se pone de manifiesto que el mainstream recurrió a una de las
9
Marx se refería al capital ficticio para designar a aquellos activos financieros (acciones, títulos públicos,
bonos, etc.) cuyo valor no se condice con ningún valor real en términos de tiempo de trabajo respecto
de los activos que representan.
lecciones que Milton Friedman sacara de los errores de los Estados durante la Gran
Depresión, nos referimos al hecho de haber mantenido durante mucho tiempo las tasas
de interés muy altas; por eso, esta vez se necesitaba un shock monetario expansivo que
llevaron a las tasas casi a cero. La paradoja, tal vez, sea que esta política fue aplicada
por un neokeynesiano como Bernanke al mando de la FED. Con una política tan
conservadora enfocada en socializar las pérdidas de los sectores más concentrados de la
economía, aquellos responsables de la burbuja especulativa y de su estallido, se puede
encontrar una explicación de por qué el maistream se mantuvo aferrado a su cuerpo
teórico, incluso a partir de los resultados que evitaron el peor escenario, reforzaron el
statu quo académico.
Pero la política de salvar a los bancos, mientras miles eran desalojados por no poder
pagar las hipotecas y crecía el desempleo, para dar luego lugar a una frágil recuperación
económica con altos niveles de empleo precario y un sector que nunca más volvió a
buscar trabajo, a su vez, con un salto en los niveles de desigualdad en la distribución de
la riqueza (Informe sobre la Desigualdad Global, 2018), fue minando la confianza en los
gobiernos (centroderecha y socialdemócratas) que históricamente han aplicado la teoría
económica oficial.
Con el paso del tiempo se ha ido gestando una mayor polarización política y social que
se empieza a expresar en el plano de las ideas. En este sentido, el mainstream se ve
golpeado por derecha con un cierto resurgir de la escuela liberal austríaca como
también, por izquierda, emerge una creciente influencia de las ideas socialistas que han
despertado la preocupación de los líderes mundiales desde Trump a Putin (The
Economist). Entre estos dos polos, desde el sector neokeynesiano, se empiezan a
reflotar ideas de una mayor intervención del Estado asumiendo el cobro de impuestos a
las multinacionales (Stiglitz, Clarín 2019) o la dirección de áreas de servicios o
estratégicas de la economía (Krugman, NYT dic. 2018) que incluso ni el propio Keynes
recomendaba a viva voz en los caóticos años de 1930. Las sugerencias de los
neokeynesianos expresan cierta preocupación por el avance de las ideas socialistas en
amplios sectores de la juventud en todo el mundo y, en especial, en los Estados Unidos.
Esta especie de vuelta a Keynes es otra forma de confirmación de los estrechos límites
del cuerpo oficial para generar en pleno siglo XXI una “nueva gran idea”, mientras
continúa como un conjunto de ideas y recetas económicas que acompañan la decadencia
del proyecto neoliberal, profundizando incluso su impotencia ante los nuevos escenarios
de desaceleración de la economía mundial (Krugman, NYT sep. 2018).
Un segundo motivo que explica la falta de una “gran idea” se encuentra indagando, una
vez más, en el carácter mismo de la teoría económica oficial que se erige como una
apología del capitalismo, que oculta la explotación (apropiación del trabajo ajeno del
asalariado por parte del empresario) y naturaliza las relaciones sociales capitalistas
volviéndolas eternas. El abandono de la economía política clásica de toda pretensión
científica en los inicios del siglo XIX, cuando las investigaciones en la Ley del Valor
trabajo acercaban a Ricardo a una explicación sobre la relación entre la ganancia y el
trabajo no pago a los asalariados, el mismo capitalismo comenzaba a demostrar que era
una nueva formación social basada en la explotación del hombre por el hombre, no se
detuvo con el paso del tiempo, su obstinación por defender los intereses de la clase
dominante la han hundido en un compendio de ideas “a-teóricas” y su decadencia como
ciencia se perpetúa hasta nuestros días.
Para finalizar, a lo largo de estos apuntes hemos ido exponiendo las ideas centrales de
Keynes en un contexto histórico, mostrando los contrapuntos con la ortodoxia de su
época y el devenir del cuerpo teórico keynesiano -en sus principales líneas- a lo largo de
los cambios ocurridos en el capitalismo hasta la actualidad. Indagamos sobre sus límites
teóricos como en sus intenciones políticas a modo de contribución a una lectura
contextualizada en términos históricos y de acuerdo a identificar los intereses de clases
que subyacen en las escuelas y pensadores de la economía. Esperamos que estas páginas
contribuyan en la Universidad a abrir los espacios de reflexión, intercambio y discusión
que se necesitan acordes a los tiempos que corren. Desde mi lugar encaro este desafío
siguiendo los pasos de la crítica de la economía política que iniciara Marx, porque de lo
que se trata es de desnaturalizar las formas del capital y develar el contenido de sus
leyes propias, no sólo para anticiparse a ellas, sino también para dar lugar a las “grandes
ideas” que pueden orientar a una solución de fondo a los problemas del capital partiendo
de los enormes saltos en la productividad del trabajo y en los avances tecnológicos que
pueden abrir una nueva perspectiva histórica como parte de reorganizar la economía y la
sociedad en beneficio de las mayorías trabajadoras y populares.
BIBLIOGRAFÍA
Bach, Paula. Economía, política y guerra: ese oscuro objeto (neo)keynesiano. Revista
Estrategia Internacional. Septiembre 2012.
Krugman, Paul. Acabad ya con esta crisis. Ed. Crítica. Año 2012.
Krugman, Paul. Por qué conviene tener una economía mixta. New York Time, 26 de
diciembre de 2018.
Harvey, David. Breve Historia del Neoliberalismo. Ed. Akal. Año 2005.
Maiello, Matías; Albamonte, Emilio. Estrategia Socialista y Arte Militar. Ed. IPS, 2017.
Kicillof, Axel. Siete Lecciones de Historia del Pensamiento Económico. Ed. Eudeba,
2010.
Marx, Karl. El Capital. Epílogo a la Segunda Edición, El Capital, Libro Primero, 1873.
Ed. Siglo XXI.