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D E D I C ATO R I A

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Al pueblo de Jujuy

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dr. eduardo a. fellner
gobernador de jujuy

(2011-2015)
en esta obra se conmemora un trascendente hecho que dejó una marca im-
borrable en la historia de la provincia: se cumplen exactamente doscientos
años de que el General Manuel Belgrano convocara a los jujeños para que
auxiliaran a la Patria. Y para que, en uno de los mayores actos de heroísmo
colectivo que se recuerde, protagonizaran ese episodio de amor y desprendi-
miento dejando “tierra arrasada” para evitar así la instalación de las tropas
invasoras en el territorio.
En esta excepcional circunstancia, en la que juntos conmemoramos el
Bicentenario del Éxodo Jujeño, me sumo a este sentido llamado a poner
en valor aquella gesta patriótica, que permitió las posteriores derrotas de
los ejércitos españoles en Tucumán y Salta y le abrió camino definitivo a la
Independencia y la Soberanía.
Esa verdadera lección de los reales frutos que tiene para un grupo huma-
no el hecho de anteponer los intereses colectivos a los particulares, no pudo
tener la misma suerte sin la activa participación de los entonces jóvenes
jujeños, quienes con fortaleza y entusiasmo, respondieron al llamado de Bel-
grano, alistándose en una naciente Unidad de Caballería, con un nombre
distintivo: “Los Decididos”.
Fue cuando el General lanzó su proclama al pueblo: “Desde que puse el
pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, os he hablado
con la verdad… Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y
de que vengáis a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis
ser libres…”.

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Esa participación primigenia, en asuntos tan trascendentales para la vida
de la Nación, fue premiada en vida por el propio Belgrano, que distinguió al
pueblo de Jujuy donándole la bandera que lo guió, inmediatamente después
del triunfo de la batalla de Salta.
Gesto que repetiría luego, con la designación de Jujuy como “Abanderada
de la Patria”, o en oportunidad en que, en 1813, este “hijo dilecto de Jujuy”,
obsequió al Cabildo la “Bandera Nacional de nuestra Libertad Civil”, enseña
que ahora conservamos por imperio de la Ley provincial, que data de 1920.
Quiera Dios que estas páginas comiencen a trazar una senda para que
se le dé verdadera significación histórica a aquella demostración espontánea
que incluyó tanto el sacrificio de abandonar las pertenencias materiales y el
amor al terruño, enfrentando el cruel desarraigo, como el regreso posterior
de los jujeños, plenos de esperanza, a esas mismas tierras, para reconstruir
ciudades y poblados, creando el futuro para todos nosotros.
Y que ese verdadero acto de amor y entrega, que ya es parte del ADN de
nuestro ser local, permanezca y se transmita, cual herencia, a las futuras ge-
neraciones, con el desafío siempre vigente de mantener vivo el orgullo de ser
jujeños y de enfrentar, con la audacia necesaria, los nuevos rumbos que nos
conduzcan al desarrollo, el crecimiento y el bienestar general.

dr. eduardo a. fellner

VII

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INTRODUCCIÓN
200 AÑOS DEL ÉXODO
Adiós Jujuicito, adiós!
Te dejo y me voy llorando;
La despedida es muy triste
La vuelta, quien sabe cuando.1

1 Juan Alfonso Carrizo, Cancionero popular de Jujuy, Editorial de la Universidad Nacional de


Jujuy, 1988, Coplas Históricas 1; referida al Éxodo del 23 de agosto de 1812, p. 181.

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este trabajo nos fue encomendado por el Gobierno de la Provin-
cia de Jujuy, a través de su Secretaría de Turismo y Cultura, con mo-
tivo del bicentenario del Éxodo Jujeño de 1812 y, como tal, tiene el
carácter de una narración histórica informativa sobre una base docu-
mental, destinada a un público en general.
Entendemos a la difusión de los conocimientos como una obli-
gación que tenemos los investigadores y académicos hacia la comu-
nidad. Divulgación/ difusión no significa disminuir el nivel de la
información, tampoco que el texto carezca de contenido o que sea
una mera síntesis informativa; creemos que la divulgación entre el
público no especializado es una tarea donde la redacción, el lenguaje
empleado y la explicación de términos –comunes entre los especia-
listas– facilitan la comprensión por el lector en general.
Aclarado ésto, deseamos que el presente texto sirva para conocer,
para pensar el pasado y el presente, pero también comprender los
sucesos acaecidos en el contexto de la época, en el proceso de cambio
y coyuntura de guerra, en los que estuvieron insertos el año 1812 y
sus protagonistas.
Si hay algún acontecimiento histórico aglutinante de la identidad
jujeña, ese es el Éxodo. Como tal ha sido significado y re-significado
en innumerables cantares, coplas, poemas, discursos, actos esco-
lares, escritos y todo tipo de simbología local, convirtiéndose en el

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mito fundador de la historia oficial local.
Como dijera Marcelo Lagos, en la construcción de la memoria his-
tórica local fue determinante “la simbología sobre la que se asienta la
«jujeñidad»: Belgrano, Bandera, pueblo jujeño, Éxodo”2, allí se repre-
senta la identidad, historia, pasado y presente re-significado, que se
festeja, se canta y se revive cada 23 de agosto... Acontecimientos que
este año cumplen 200 años.
La narrativa histórica oficial presenta al “pueblo jujeño” frente al
enemigo invasor “español” y a Manuel Belgrano como su guía y sal-
vador; de esta manera se inserta en el “mito fundador de la Patria”,
donde el sacrificio jujeño va hacia el sur –la futura Nación Argenti-
na–, mientras el enemigo viene del norte, imponiendo una frontera
en la identidad americana, la frontera de la argentinidad. ¿Debemos
repetir el mito una y otra vez o merecemos conocer la diferencia
entre mito y realidad?
Si conmemorar es recordar los sucesos del pasado, creemos que
los jujeños merecen conocer la realidad histórica y elegir qué es lo
que desean conmemorar, cómo y por qué. Todo mito tiene su origen
en una realidad; intentaremos rescatarla, sin destruir el mito, sino
diferenciándola.
Si nos adentramos en las mentalidades de los hombres y muje-
res de la época, “lo americano” no se recortaba por lo que hoy son
los límites nacionales; a lo sumo los regionalismos podían definir
algunas identidades –lo “andino”, lo “provinciano”, lo “porteño”, lo
“capitalino”–, de manera que en Jujuy se estaba más cerca, identi-
tariamente hablando, de Cochabamba, Tucumán o Potosí que de
Buenos Aires o Lima. Las peripecias de la historia y la fuerza del
discurso oficial decimonónico, nos hizo olvidar que para los jujeños
de 1812, las provincias del Interior eran amplias y se extendían des-

2 Marcelo Lagos y Viviana Conti, Jujuy de la Revolución de Mayo a nuestros días (1810-1910-
2010), Jujuy, EdiUNJu, 2010, páginas 395 a 398.

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de Córdoba hasta La Paz –sólo para poner algunos límites–; no por
una situación meramente geográfica o por la pertenencia al mismo
Virreinato, sino por vinculaciones entre sus habitantes, redes de re-
laciones, formas de ver la vida cotidiana y de entender la diversidad
cultural presente en la región.
¿Qué hay de realidad y qué de mito en el Éxodo de 1812? ¿Por qué
el pueblo de Jujuy siguió a Belgrano hacia el exilio y no a Pueyrredón
cuando retiró el Ejército del Norte unos meses antes? ¿Qué hubo de
sacrificio y qué de necesidad? ¿Quiénes desobedecieron y por qué?
¿Por qué Belgrano eligió ponerse a la cabeza de una emigración ma-
siva? ¿Cuánto hubo de obediencia a las autoridades revolucionarias y
cuánto de necesidad humanitaria? ¿Por qué siempre se conmemora
(rememora) ese éxodo y no otro –por ejemplo el de 1817 que fue mu-
cho más dramático–? Con esas y otras preguntas que parten de nues-
tra realidad presente nos propusimos la relectura de viejos y muy leí-
dos documentos históricos.
Uno de los mitos, repetidos desde la escuela primaria, está asocia-
do al “enemigo español”, por lo menos en cuanto a “español”, ya que
enemigo de armas no hay duda de que lo era. Para el siglo XVIII, y
por ende para principios del siglo XIX, la palabra español tenía una
connotación étnica –no reflejaba un lugar de nacimiento–, ser espa-
ñol significaba ser blanco, por tanto, según el lugar de nacimiento,
una persona era “español europeo” o “español americano”.
Por otro lado es importante tener en cuenta que, en la conforma-
ción de los ejércitos, ambos contendientes –los realistas y los revo-
lucionarios– contaban entre sus filas a españoles europeos, ameri-
canos, mestizos, pardos e indígenas. Tomemos algunos ejemplos:
el brigadier José Manuel de Goyeneche y su primo Pío Tristán, eran
americanos, habían nacido en Arequipa (Perú) y contaban entre sus
filas con soldados europeos, americanos, mestizos, mulatos e in-
dígenas –recuérdese que son concepciones étnicas–. En el ejército

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revolucionario, la composición era similar y las divisiones se forma-
ban según la procedencia: “pardos y morenos”, “patricios”, a los que
se fueron agregando durante la guerra “Lanceros de Cochabamba”,
“Decididos de Salta”, etc.
La unidad de procedencia tenía una connotación a la vez social y
étnica, típica del Antiguo Régimen. Según las Ordenanzas militares,
la oficialidad se nutría de los hijos de familias “prestigiosas”, que los
entregaban al ejército a la edad de 13 a 15 años, en calidad de cade-
tes, punto de partida de su formación profesional y sus ascensos al
cuerpo de oficiales. Recién al calor de la Guerra de la Independencia
y generalmente después de importantes victorias en el campo de ba-
talla, algunos destacados soldados de los rangos pudieron ascender
a la oficialidad3. Es decir, ambos ejércitos contaban con similares ca-
racterísticas de conformación y organización. Ambos se disputaban
las milicias mestizas o las comunidades indígenas. La tropa no se di-
ferenciaba (los uniformes solían ser un lujo de los oficiales), vestidos
“a lo paisano” o con lo que poseían, rara vez las partidas dispersas
sabían si se encontraban frente a otra partida aliada o frente a una
enemiga. Dicho ésto, no nos debe extrañar que los contemporáneos
vieran a la confrontación como “una guerra civil” que enfrentaba a
españoles, mestizos e indígenas componentes de ambos bandos.
¿Qué era el “pueblo jujeño”? y ¿qué se entiende por tal cuando el
mito alude a él? En el Jujuy de principios del siglo XIX, toda la ju-
risdicción tenía alrededor de 15.000 habitantes, de los cuales menos
del 5% de la población era étnicamente española –españoles euro-
peos y sus descendientes nacidos en América–, quienes formaban
la elite, la “gente decente”, concentrada mayormente en la ciudad de
San Salvador; mientras que casi el 90 por ciento eran indígenas y
mestizos –incluidos los “indeterminados” por los censistas–, el resto

3 Alejandro Rabinovich, “Obedecer y comandar. La formación de un cuerpo de oficiales en los


ejércitos del Río de La Plata, 1810-1820”, en Estudios Sociales 41, Santa Fe, Universidad Nacio-
nal del Litoral, 2011, pp. 41-67.

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uniformes
del ejército
del norte

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estaba formado por negros, esclavos, libertos y castas.
La entidad “jujeño” puede ser concebida como “pago chico” o “pa-
tria entendida como lugar de nacimiento”, adscripción a la proceden-
cia. Sin embargo, la idea de patria antes de la Revolución de mayo de
1810, hacía referencia a la tríada en la que se basaba la monarquía
hispánica: religión – rey – patria, y sobre la que se realizaban los jura-
mentos de fidelidad; patria era lealtad al rey y a la religión católica, el
basamento social. El término patria recién adquirió un valor político
y militar en medio de la contienda de las guerras de la independen-
cia, cuando sirvió de aglutinante social de los que apoyaban la Revo-
lución4.
La misma palabra “revolución” mutó, en esa misma época, del
concepto de caos e insurrección a los que estaba asociada, por el
aglutinante de libertad, justicia, derechos y cambios positivos5. O
sea, eran tiempos de grandes cambios, que confundían y encendían
los sentimientos, en ese contexto podemos entender que, la guerra y
la lealtad, enfrentaran familias, amistades, relaciones y vínculos di-
versos. El pueblo jujeño era entonces un conglomerado de hombres
y mujeres, con distintos sentimientos, lealtades y adscripciones.
Es mucho más fácil entender la Historia si comprendemos que
no existieron héroes semidioses –como quiso imponer la historia
oficial– sino hombres y mujeres de carne y hueso, no muy distintos
a los actuales.
Finalmente nos queda un mito ¿Por qué la palabra Éxodo? En la
terminología de la época –lo que se lee en la documentación oficial y
privada– se hablaba de exilio, destierro, ostracismo, abandono. Nue-
vamente es la historia oficial decimonónica quien le adscribió un ca-
rácter mítico y sagrado: “Como una tribu de la familia de Jacob, aquella

4 Gabriel Di Meglio, “Patria”, en Noemí Goldman (editora), Lenguaje y revolución. Conceptos


políticos clave en el Río de La Plata, 1780-1850, Buenos Aires, Prometeo, 2008, pp. 115-130
5 Fabio Wasserman, “Revolución”, en Noemí Goldman (editora), op. cit., pp. 159-174.

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sociedad hizo con dolor i lágrimas los preparativos para aquel écsodo, i
despidiéndose con llanto i amargura de aquella tierra querida, amenaza-
da por el realismo, marchó resignada hacia su peregrinación…” 6
No era suficiente explicar que la gente de Jujuy había padecido
en carne propia la Guerra de la Independencia durante 15 años, que
había entregado hombres y riquezas por la Revolución; la historia
oficial necesitó endiosar el acontecimiento, construir una gesta épica
acorde con la visión porteñocéntrica de la Revolución, donde Buenos
Aires era sinónimo de libertad y progreso, hacedora de héroes de
bronce.
Nuestra intención es mostrar el lado humano de la historia, que
lejos de desmerecerla la prestigia, revela a los protagonistas como
personas con sentimientos, dudas, temores, ambiciones, ideales,
que se enfrentaban a un presente de grandes cambios y a un futuro
muy incierto al que hicieron frente, pese a las invasiones, los sa-
queos, los exilios, las erogaciones, la muerte y el abandono.

Deseo expresar mi agradecimiento a la Secretaría de Turismo y


Cultura de la Provincia de Jujuy por haber confiado en mi labor. A
mis compañeras/os de la Unidad de Investigación en Historia Re-
gional (FHyCS, UNJu - CONICET) por la paciencia en leer el borra-
dor del texto y la dedicación en sus comentarios.

Viviana E. Conti
ISHIR-UNIHR UNJu

San Salvador de Jujuy, otoño de 2012

6 Joaquín Carrillo, Historia Civil de Jujui, Buenos Aires, 1877, reedición Jujuy, Talleres Gráficos
del Boletín Oficial, 1980, p. 173.

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CONTEXTO HISTÓRICO
CRISIS MONÁRQUICA,
REVOLUCIÓN Y GUERRA
En la plaza i Buenos Aires,
Se ha perdido un granadero,
Se ha cerrado el puerto i Lima
Se ha abierto el Desaguadero.7

7 Juan Alfonso Carrizo, Cancionero popular de Jujuy, op.cit., Coplas Locales 140, p. 199.

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LA CRISIS MONÁRQUICA
En 1808 la ocupación militar de España por las tropas napoleónicas,
provocó una crisis en la monarquía hispánica signada por el vacío de
poder, derivado del cautiverio en Francia de la familia real; la crisis
monárquica afectó a todo el mundo hispánico y llegó a los confines
de ultramar. No obstante, el triunfo español en la batalla de Bailén
contra las fuerzas francesas auguraba mejores tiempos y alentaba las
esperanzas de liberar al Rey.
Con el aliento de la victoria, emergió en el mundo hispánico un
movimiento “juntista”8, iniciado por la Junta Central Suprema Gu-
bernativa de España e Indias que tomó a su cargo el gobierno de la
monarquía, transitoriamente, en nombre de los derechos de Fernan-
do VII –a la espera del pronto regreso del monarca– y envió comi-
sionados a distintos puntos del territorio americano9, donde se fue

8 Se entiende por “movimiento juntista” a la instalación de diversas juntas gubernativas, tanto


en España como en América, a los efectos de cubrir el vacío de poder político generado por la
ausencia de la monarquía, frente a las expectativas de un pronto retorno al orden institucional.
9 En agosto de 1808 llegó a Montevideo, como comisionado de la Junta, José Manuel de Goye-
neche; de allí pasó a la Audiencia de Charcas y a Lima. Nacido en Arequipa (Perú) se había
radicado en España para concluir sus estudios. Una vez en Lima, se puso a las órdenes del
virrey Abascal, quien le encomendó la represalia a la Junta de La Paz. El brigadier Goyeneche
se convertiría en el ejecutor de la represión a la Revolución hasta 1813.

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repitiendo, a lo largo del año, la jura de fidelidad al rey cautivo10.
Las noticias arribadas a América hispana en 1808 no eran tan ma-
las: creación de la Junta Central y victoria en la batalla de Bailén,
presagiaban un buen futuro. Se pensaba que sólo era cuestión de
tiempo para el regreso del Rey y, consecuentemente, fueron orga-
nizándose juntas en nombre de Fernando VII en distintas ciudades
de América: en Montevideo (1808), La Plata (1809), La Paz (1809),
Quito (1809), todas ellas se instituyeron en apoyo a la Junta Central,
en el contexto de la crisis de la monarquía, mientras aún se esperaba
una victoria rápida sobre los franceses; al mismo tiempo, en todas
las ciudades americanas se juró fidelidad a la Junta Central como
depositaria del poder Real11.
Poco después, la batalla de Ocaña (noviembre de 1809) cambió el
rumbo de la guerra: la Junta Central se trasladó a Sevilla y luego fue
disuelta. Estas noticias también llegaron a América dramatizadas
con la idea de la pérdida total de la Península. En ese contexto emer-
gieron las Juntas surgidas de 1810; algunas se negaron a reconocer a
la Regencia, otras plantearon nuevas estrategias frente a la ya caída
monarquía hispánica; ejemplo de ellas fue la Junta de Buenos Aires.
La invasión a Portugal (noviembre de 1807) dio un nuevo prota-
gonismo a los territorios americanos, debido al traslado de la familia
Real portuguesa a Río de Janeiro; en su seno se encontraba la única
heredera legal de la familia real española, la infanta Carlota Joaquina
de Borbón, hermana de Fernando VII, casada con el príncipe don

10 En Jujuy, los festejos por el ascenso al Trono de Fernando VII se llevaron a cabo durante los
días 8, 9 y 10 de octubre de 1808, con grandes fiestas y regocijos. La descripción de la ceremo-
nia de homenaje y las festividades puede verse en Marcelo Lagos y Viviana Conti,op. cit., pp.
122-123.
11 En Jujuy el cabildo publicó un bando que llamaba a los vecinos y pueblo en general al acto
de juramento para el día 21 de febrero de 1809. Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy
(AHPJ), Sección Ricardo Rojas (SRR), Caja IV, Libro Capitular de 1800 a 1812, fs. 182-182v, la
Jura en folio 184. Para detalles de la Jura a la Junta Central en Jujuy, véase: Marcelo Lagos y
Viviana Conti, op. cit., p. 124.

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Juan, regente de Portugal, que se erigió en la posibilidad de cubrir la
vacancia Real. A su alrededor se fue creando un “partido carlotista”
que veía en la infanta una salida a la crisis de autoridad en España y
América12. Estas tratativas no prosperaron por la desconfianza entre
las autoridades virreinales frente a las ambiciones de la corte portu-
guesa.
El contexto europeo es trascendental para entender qué decisiones
se tomaban y por qué se actuaba en consecuencia en toda América
hispana. La disolución de la Junta Central y los acontecimientos de
1810, provocaron desconfianza y las juntas surgidas en ese año sólo
usaron la “representación de Fernando VII” a la espera de lo que podía
acontecer, pero ya con un pensamiento autonómico.
De febrero a mayo llegaron a América las noticias de la derrota del
ejército español en Ocaña, la ocupación de Andalucía, la disolución
de la Junta y la creación del Consejo de Regencia, junto al estableci-
miento de la Corte de José I Bonaparte, motivo que llevó a la mayor
parte de las Juntas a desconocer la Regencia. En septiembre de 1810,
las Cortes se reunieron en Cádiz (único territorio español libre de la
ocupación francesa). Las Cortes de Cádiz contaban con la presencia
de diputados americanos en su seno, lo que fortaleció la idea de “de-
recho” de los americanos, diferente al concepto de “privilegio” del
Antiguo Régimen.
Recién en los meses de julio-agosto de 1813, las guerrillas espa-
ñolas comenzaron a derrotar a los ejércitos napoleónicos. Por tanto

12 El tema ha sido estudiado por la historiografía gracias a la abundante correspondencia de la


princesa con las autoridades civiles, militares y eclesiásticas de los dominios españoles y lo
que ella misma expresó a través de un Manifiesto dirigido a los vasallos españoles en España
y América. Las pretensiones de ser reconocida como regente en nombre de sus hermanos fue
apoyada desde la Corte lusitana, quien envió a Pedro de Souza Holstein a negociar con la Junta
de Sevilla y encontraron eco en la turbulencia política del Río de La Plata (grupo al que perte-
necía Manuel Belgrano) que intentó que la infanta se trasladara allí. Véase: Noemí Goldman,
“Crisis imperial, revolución y guerra (1806-1820)”, en Nueva Historia Argentina, Buenos Aires,
Sudamericana, 1998, volumen III.

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entre 1810 y 1813, en América se fueron tomando las decisiones en
consonancia a lo que estaba ocurriendo en Europa. En España, las
autoridades dejaron de negociar con las juntas americanas y empe-
zaron “a acusar a estas juntas de sediciosas, de traidoras y, especialmente,
de independentistas. Ése era el calificativo acusatorio que dotó de legiti-
midad a las autoridades peninsulares para actuar militarmente o políti-
camente contra aquellos que no obedecían sus instrucciones…”13 dando
origen a una dura represión en el Virreinato del Río de La Plata, Chi-
le, Caracas y otras regiones insurreccionadas de la América hispana.

EL DESENCUENTRO DE DOS VIRREINATOS: BUENOS AIRES Y LIMA


Las capitales virreinales tomaron distintos rumbos frente a la cri-
sis de la monarquía hispánica. Dos vías, la revolución y el fidelismo,
las enfrentó durante más de una década.
En Buenos Aires, las noticias de lo acontecido en la península Ibé-
rica, fueron entendidas como una crisis de legitimidad que desem-
bocó en una revolución sustentada en el concepto de reasunción del
poder por parte de los pueblos. Basadas en esos fundamentos, la
Primera Junta surgida el 25 de mayo de 1810, envió una circular a
los “pueblos del interior del Virreinato” para que participaran en las
decisiones a través de los diputados elegidos por los cabildos.
La iniciativa de Buenos Aires, al fomentar el autogobierno de los
pueblos, abrió la “caja de Pandora”14 que llevaría a futuros conflictos

13 Armando Martínez, Manuel Chust (eds.), Una independencia, muchos caminos. El caso de Boli-
via (1808-1826), Universitat Jaume I, Castellón, 2008, p. 139.
14 Fue el argumento esgrimido por el cabildo de Jujuy en sus instrucciones al diputado ante la
Junta de Buenos Aires, Juan Ignacio Gorriti. Las reformas implementadas por los Borbones
en América, al crear la Intendencia de Salta del Tucumán y erigir la capital en la ciudad de
Salta, provocaron un desequilibrio entre las ciudades de la antigua Gobernación y afectaron la
autonomía jurisdiccional de Jujuy, sus instituciones y su facultad de recaudación fiscal; en ese
contexto debe interpretarse el reclamo de autonomía del cabildo de Jujuy, sobre la base de la
soberanía de los pueblos.

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políticos. Por otro lado, las expectativas de la revolución no eran las
mismas en todos sus actores, lo que provocó desavenencias políticas
entre un sector –liderado por Mariano Moreno– que intentó asociar
la guerra con la independencia y la formación de un nuevo orden re-
publicano y sectores más moderados, situación que dio por resultado
grandes indefiniciones en los objetivos de la revolución15.
Junto a la circular que convocaba a los pueblos, la Junta envió ex-
pediciones militares a los dos extremos del Virreinato del Río de La
Plata: al Alto Perú16 y a Paraguay, mientras se abría un nuevo frente
de batalla en la Banda Oriental, con el sitio a la ciudad de Montevideo
y la invasión portuguesa.
En Lima, el virrey José Fernando de Abascal convirtió al virreinato
del Perú en el centro de la contrarrevolución americana, desplegan-
do espías por todo el territorio español en Indias. Era un monárquico
absolutista, ejemplo del “mandatario ilustrado”, que recibió apoyo
de la elite limeña y del Tribunal de Consulado –que le financiara sus
campañas militares–, interesados en mantener la hegemonía his-
pánica y el control sobre la población indígena. Tal como ocurría en
Buenos aires, los anhelos de Abascal estaban puestos en el Alto Perú,
donde intervino ya en 1809, contra los insurgentes de La Paz17.

15 Así se sucedieron (desde 1810 a 1820), distintos gobiernos revolucionarios con distintos objeti-
vos, la Primera Junta, la Junta Grande, el Primer Triunvirato, el Segundo Triunvirato y el Direc-
torio. Asimismo, se reunieron dos congresos generales: la Asamblea General Constituyente de
1813 y el Congreso Soberano, reunido en la ciudad de San Miguel de Tucumán que en julio de
1816 declaró la independencia. Para un análisis más completo, véase Noemí Goldman, op. cit.,
p. 45 y ss.
16 Se designaba como “Alto Perú” al territorio de la Audiencia de Charcas, hoy República de Bo-
livia y “Bajo Perú” a lo que hoy es la República de Perú.
17 Envió un ejército compuesto por mestizos e indígenas bajo la dirección de José Manuel de Go-
yeneche (presidente interino de la Audiencia de Cuzco) y el coronel Juan Ramírez (intendente
de Huarochirí), que movilizaron a los escasos efectivos militares a su mando y a curacas con
sus huestes indígenas. Reprimió militarmente en Quito (desbaratando a la Junta de 1809 en
1813) y en Chile (Rancagua 1814). Estaba enterado de lo que ocurría en toda América hispana,
por donde había desplegado un ejército de espías que le enviaban información desde todos los
rincones del continente, Archivo General de Indias, Sevilla (AGI), Diversos 2A y 3A.

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El virreinato del Perú había jurado fidelidad a la Junta Central y
eligió diputado para ser representado en ella. Cuando estalló la re-
volución en Buenos Aires, en 1810, el presidente de la Audiencia de
Charcas, Vicente Nieto, y el gobernador de Potosí, Francisco de Paula
Sáenz, decidieron la incorporación del territorio de la Audiencia de
Charcas al Virreinato del Perú y se pusieron a disposición del virrey
Fernando de Abascal18: significaba que el Alto Perú se desmembra-
ba del Virreinato de Río de La Plata, se incorporaba al Virreinato de
Perú y ya no obedecería a Buenos Aires.
Este dato, lejos de ser anecdótico, fue en la realidad la médula de la
disputa entre ambos virreinatos por el control de los centros mineros
productores de plata más importantes de Sudamérica. El Alto Perú
concentraba la riqueza que permitiría mantener/financiar ejércitos
y burocracias administrativas. Hasta entonces, la capital de Buenos
Aires había dependido económicamente de las transferencias de la josé fernando de abascal
Real Hacienda de Potosí y cada avance de los revolucionarios tenía
entre sus metas apoderarse de las Cajas Reales y los caudales de plata
atesorados en la Casa de la Moneda. Desde 1810 hasta 1825 el Alto
Perú fue el escenario de la guerra entre Buenos Aires y Lima y el
botín de los eventuales vencedores.
En la sociedad altoperuana, las opiniones estaban divididas entre
los que apoyaban a la Revolución de Mayo de 1810 y los que se man-
tenían fieles a la monarquía, aunque en general se desconfiaba tanto
de Lima como de Buenos Aires. Ya en agosto de 1810, al conocerse
los sucesos de Córdoba (el fusilamiento de Liniers y autoridades opo-
sitoras a la Revolución), el presidente de la Audiencia de Charcas,
Vicente Nieto, comenzó a ejecutar una serie de medidas tendientes
a defender la región, frenar el avance de las tropas revolucionarias
del Río de La Plata; para llevarlas a cabo contaba con el reducido
ejército virreinal que custodiaba la ciudad de La Paz. Nieto expuso la

18 Armando Martínez, Manuel Chust (eds.), op. cit., p. 149.

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virreinatos de
perú y río de la
plata

22 23

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situación ante una junta de notables, que decidió solicitar la ayuda
del Virrey Abascal19.
Sin embargo, en esos momentos en las provincias altoperuanas
existían dos sectores insurgentes al mismo tiempo: las sublevacio-
nes indígenas y las ciudades, donde crecía el apoyo al movimien-
to revolucionario de Buenos Aires y al ejército que marchaba hacia
allí20. El Alto Perú estaba pasando por una coyuntura de convulsión,
motivada por las represiones a los movimientos juntistas de Chuqui-
saca21 y La Paz de 1809, a lo que se sumaba las sublevaciones indíge-
nas que fueron surgiendo en distintas regiones del Altiplano22. Estas
mismas sublevaciones motivaron que la ciudad de Oruro pidiera au-
xilio de tropas a la Audiencia de Charcas, que envió un contingente
cochabambino –el que luego se sublevó–.
En tanto, en la Villa Imperial de Potosí, se iban congregando los
destacamentos que formarían el ejército contrarrevolucionario, a la
espera de reunirse con el ejército virreinal, que se concentraba en
Desaguadero, constituido por las tropas de Cuzco y La Paz a las ór-
denes del brigadier José Manuel de Goyeneche.

19 Abascal ordenó a Goyeneche que se movilizara con sus tropas y las que pudiera reunir y mar-
chara hacia Desaguadero, límite entre el Alto y el Bajo Perú. Jorge Siles Salinas, Historia de la
Independencia de Bolivia, Madrid, MAPFRE, 1992.
20 Muchos revolucionarios, de Buenos Aires y del Río de La Plata en general, se habían formado
en Charcas, cursando sus estudios jurídicos en la muy selectiva Academia Carolina y mante-
nían sus redes sociales y distintas vinculaciones en las ciudades altoperuanas; podemos men-
cionar algunos ejemplos, como Juan José Castelli, Mariano Moreno, el tucumano Bernardo de
Monteagudo o los jujeños Felipe de Iriarte y Teodoro Sánchez de Bustamante. Clément Thi-
baud, La Academia Carolina y la independencia de América. Los abogados de Chuquisaca (1776-
1809), Sucre, Editorial Charcas, 2010.
21 La ciudad de La Plata, sede de la Audiencia de Charcas, también recibía el nombre de la región,
Chuquisaca o Charcas y actualmente se llama Sucre. Indistintamente puede mencionarse con
cualquiera de los cuatro nombres.
22 La insurgencia indígena tenía sus propios motivos, basados en una crisis del cacicazgo y los
cobradores de tributos, en contexto de movimientos revolucionarios y represiones llegadas
desde Perú. María Luisa Soux, El complejo proceso hacia la independencia de Charcas (1808-1826),
La Paz, Plural, 2010, p. 230.

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El 14 de septiembre de 1810, la ciudad de Cochabamba declaró su
adhesión a la revolución de Buenos Aires23 en momentos en que el
ejército del Norte estaba llegando a Jujuy. El levantamiento de Co-
chabamba repercutió por todo el Alto Perú; el 24 de septiembre se
formó una junta en Santa Cruz y el 6 de octubre de 1810 el cabildo
de Oruro reconoció la autoridad de la Junta de Buenos Aires. El 22
llegaron tropas cochabambinas para allanar el camino de las fuerzas
porteñas24; eran poco más de 1.000 soldados comandados por Este-
ban Arze25 y Melchor Villa y Guzmán Quintón.

CUANDO LA GUERRA LLEGÓ A JUJUY


En las décadas previas a la Revolución de la independencia, la ciudad
de San Salvador de Jujuy con su jurisdicción, integraba el Virreinato
del Río de La Plata y la Intendencia de Salta del Tucumán, cuya capi-
tal, la ciudad de Salta, se encontraba a 18 leguas al sur. Se trataba de
una ciudad pequeña pero, gracias a su ubicación en la desembocadu-
ra de la Quebrada de Humahuaca, era un centro de tránsito obligado
entre la Altiplanicie y las tierras bajas rioplatenses, lo cual le daba
dinamismo mercantil y generaba trabajo para sus habitantes26.
En la ciudad de Jujuy terminaba el camino carretero que conec-
taba con el Río de La Plata; hasta allí llegaban las carretas cargadas
con mercancías, con destino a los mercados del Alto y Bajo Perú; en
adelante sólo se podía continuar el viaje en mula y las mercancías

23 María Luisa Soux, op. cit., p. 69. Gustavo Rodríguez Ostria, Morir Matando. Poder, guerra e
insurrección en Cochabamba, 1781-1813, Cochabamba, Editorial El País, 2012.
24 Véase: José Luis Roca, “Cochabambinos y porteños, 1810-1813”, Historia y Cultura No 10, La
Paz, 1986.
25 Es el mismo que estará con Belgrano durante el Éxodo en 1812.
26 Para una descripción de la ciudad y su jurisdicción (campo y poblados), véase Marcelo Lagos y
Viviana Conti, op. cit., pp. 21-83.

24 25

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ciudad de jujuy
a principios del
debían enfardarse para ubicarlas en tercios de mula27 o burro, dirigi-
siglo xx
dos por arrieros. Arrieros con sus mulas y carreteros con sus carretas
confluían en la dinámica actividad cotidiana de Jujuy.
La arriería era una actividad especializada, que involucraba a di-
ferentes sectores sociales, a través de contratos de flete, desde los
grandes comerciantes poseedores de las mercaderías que debían fle-
tar, hasta los sectores populares, campesinos e indígenas, dueños de
arrias y conductores. La razón de la importancia local de la arriería
está en la localización de Jujuy, donde todas las mercancías debían
acomodarse en mulas o burros antes de trepar al Altiplano; los arrie-
ros jujeños eran requeridos por sus conocimientos del terreno y su
prestigio28.
El transporte de bienes y mercancías entre Jujuy y Buenos Aires
–o parajes y ciudades intermedias– se realizaba en carretas. Los
grandes comerciantes jujeños (importadores y exportadores) tenían

27 Se entiende por “tercio” a la media carga de mula. Una mula cargaba 2 tercios de 6 arrobas
cada uno.
28 Viviana Conti y Gabriela Sica, “Arrieros andinos de la colonia a la independencia. El negocio de
la arriería en Jujuy” en: Sara Ortelli (compiladora), Participación de indígenas y campesinos en
mercados coloniales iberoamericanos, siglos XVII-XIX, Revista Nuevos Mundos Mundo Nuevo:
http://nuevomundo.revues.org/60560. Debates 2011.

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arreo de mulas
tratos comerciales asiduos con los fleteros tucumanos, quienes lle-
vaban las mercancías entre Buenos Aires y Jujuy29; recuérdese que
aquí daba comienzo el camino carretero, por tanto había que desem-
balar las mercancías procedentes del Alto Perú, que habían llegado
en las arrias de burros y mulas y se procedía a re-embalarlas para
continuar el viaje hacia el Río de la Plata en carretas.
Las carretas utilizadas eran generalmente las tucumanas o santia-
gueñas, tiradas por 2 o 4 bueyes, según el peso que llevaran, ya que
las mulas cargadas eran más desventajosas en caminos de monte y
espino. Las carretas que llegaban a Jujuy eran casi todas de carrete-
ros tucumanos, verdaderos empresarios del transporte de la época,
que tenían flotas de carretas, conducidas por peones experimenta-
dos, construidas en Tucumán, totalmente de madera, con la cubierta
de cuero de vaca para proteger la mercancía de las inclemencias del
tiempo. Las carretas tucumanas eran más angostas y altas que las
que circulaban por la llanura, pues transitaban por montes espino-
sos y espesos y cruzaban muchos ríos, algunos muy caudalosos, ta-

29 Para un panorama del comercio jujeño y su intermediación comercial entre Buenos Aires y el
Alto Perú, así como las actividades en las que se ocupaban los jujeños, véase Marcelo Lagos y
Viviana Conti, op. cit., pp. 41-83.

26 27

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rea en la que los tucumanos eran expertos30. Los fletes de relevancia
se hacían en tropas de varias carretas, que los mercaderes debían
contratar con suficiente anticipación al viaje.
A pesar de su tamaño –contaba con alrededor de 2.000 habitantes
permanentes–, la ciudad de San Salvador tenía mucho movimiento
de personas: viajeros, arrieros y transeúntes que hacían el camino
entre las “provincias de arriba” (Alto Perú) y las “provincias de abajo”
(Río de La Plata), lugar donde se debía cambiar de medio de trans-
porte, reemplazar la mula por la carreta o viceversa, lo cual obligaba
a la permanencia en la ciudad del tiempo necesario para realizar esos
preparativos y abastecerse de lo necesario para el viaje.
En las pulperías y almacenes se podían comprar todos los artí-
culos imprescindibles. En 1810, en la ciudad existían 37 pulperías,
número inusual para la cantidad de habitantes con que contaba; ade-
más había casas mayoristas, llamadas “tiendas”, donde se vendían
los artículos llegados desde Europa, surtían a las pulperías de la ciu-
dad y del campo y exportaban a otras regiones; también estaban los
“almacenes”, establecimientos mayoristas para la venta de algunos
productos locales o regionales, por ejemplo el “almacén de azúcar”
vendía azúcares y sus derivados, como tabletas, chancacas, aguar-
diente de caña.
La base de la economía de Jujuy descansaba en las exportaciones
de ganados y de sus excedentes agrícolas y el arrieraje; de ellos vivía
la población local, junto al comercio de intermediación de diversos
artículos de distintas procedencias que realizaban los comerciantes
en las tiendas de la ciudad.
Las exportaciones de ganado vacuno a las regiones mineras del
Alto Perú reportaban buenas ganancias; era la mayor producción
del campo jujeño; en los valles bajos e interserranos se criaba ga-

30 Descripción de las carretas tucumanas en Alonso Carrio de la Vandera (Concoloncorvo), El


lazarillo de ciegos caminantes, Barcelona, Biblioteca Ayacucho, 1985, pp. 49-55,

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nado vacuno y equino y se adiestraba y engordaba el ganado mular
procedente de regiones del sur -pampas bonaerense, santafesina y
cordobesa-, que se enviaban al Alto Perú y la costa del Pacífico. El
ganado “menor”, dedicado a la explotación doméstica, estaba cons-
tituido por asnos, ovejas, cabras y, en las tierras altas de la Puna, por
las llamas, utilizadas por los habitantes de la zona como animal de
carga y fuente de lana para la fabricación de textiles en el seno de las
familias campesinas.
A las afueras de la ciudad, estaba la Tablada donde en el mes de
abril –para la Pascua– se realizaban las compras y ventas de anima-
les. Los compradores de ganado que llegaban hasta allí contrataban
capataces, adiestradores y peones, que a su vez se surtían de todo
lo que necesitaran para la travesía en las pulperías de la ciudad. Ese
movimiento de transeúntes le daba un aspecto insólito para una ciu-
dad tan pequeña.
En las haciendas jujeñas se producía trigo, maíz, papas, ají, habas,
arroz, frutas frescas, caña de azúcar, vino, manufacturas de sebo, ja-
bón, cera, como así también las manufacturas derivadas del azúcar,
la lana, cuero, barro y textiles; se elaboraban en unidades de produc-
ción de tipo doméstico, para la subsistencia familiar, pero siempre
que hubiere excedentes, se exportaban al mercado regional, especial-
mente a los centros mineros del Alto Perú.
A principios del siglo XIX una fuerte y prolongada sequía afectó
al campo jujeño por varios años, lo que causó graves perjuicios en
la producción agrícola y ganadera. Los efectos fueron devastadores
y para 1810 recién comenzaba a recuperarse la productividad en las
haciendas.
En la ciudad convivía una gran diversidad social, cultural y étni-
ca. Las familias prominentes, descendientes de los conquistadores,
los primeros encomenderos y sus parientes, se fueron engrosando
en el siglo XVIII, con el arribo de inmigrantes españoles quienes

28 29

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valle jujeño

contrajeron matrimonio con mujeres de la elite local, dando lugar a


la formación de nuevos linajes que originaron el crecimiento de los
sectores socialmente prestigiosos. Los hombres ocupaban cargos en
la burocracia colonial, eran profesionales, hacendados o grandes co-
merciantes. Muchas familias alternaban su vida en la hacienda y en
la ciudad. La población rural vivía en haciendas, estancias, chacras
y pueblos de indios, dedicados a tareas agrícolas y ganaderas. En
las haciendas y estancias vivían y trabajaban españoles y mestizos
dedicados a tareas específicas, tales como mayordomos, capataces,
administradores, cuidadores y arrieros, labores que exigían una de-
bida capacitación, experiencia y responsabilidad, por cuanto sus de-
tentadores gozaban de cierto prestigio social31.
Socialmente por debajo de la elite local, existía un cúmulo de espa-
ñoles pobres y mestizos, que desempeñaban tareas como maestros
artesanos, pulperos y pequeños tratantes. Los sectores sociales más
pobres estaban compuestos por esclavos y manumitidos, indios fo-

31 Gabriela Sica y Mónica Ulloa, “Jujuy en la Colonia. De la fundación de la ciudad a la crisis del
orden colonial”, en Ana Teruel y Marcelo Lagos (directores), Jujuy en la Historia. De la Colonia
al siglo XX, Jujuy, EdiUNJu, 2006.

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rasteros, mestizos e indigentes, que se ocupaban en diversas labores,
en la venta ambulante en la plaza y en las calles, en el servicio do-
méstico o sólo mendigaban.
En general se trataba de una sociedad tranquila y pueblerina, con
un fuerte control social digitado desde las autoridades con anuencia
de las elites locales, donde los desórdenes provenían de algunos ex-
cesos en los divertimentos, peleas o borracheras, alborotos provoca-
dos por transeúntes de paso, algún que otro prófugo o vagabundo y,
eventualmente, actos de cuatrerismo o incumplimientos en contra-
tos de trabajo.
La llegada del ejército revolucionario en 1810, transformó total-
vendedora mente la vida de Jujuy, esta imagen de paz y orden provincianos fue
ambulante
sustituida por el campamento de campaña –de ambos ejércitos, el
revolucionario y el realista–, la presencia de tropas formadas por
hombres forasteros, las exigencias de la guerra, los despojos y los
saqueos.
En Jujuy, tal como en el vecino Alto Perú, las guerras de la inde-
pendencia duraron 15 años, desde el arribo del Ejército del Norte en
septiembre de 1810 hasta la muerte de Pedro Antonio de Olañeta en
182532. Fue el comienzo de una coyuntura de guerra y militarización
que cambió la vida de los habitantes de Jujuy, sin distinción social o
étnica y sus efectos se hicieron sentir en todos los órdenes de la vida
cotidiana.
Feliciano Chiclana, nombrado Gobernador Intendente interino,
llegó a Jujuy el 3 de septiembre de 1810, desde donde supervisó los
suministros de los vecinos al ejército33. El ejército arribó a fines de

32 Pedro Antonio Olañeta estaba casado con Josefa Marquiegui, hija del hacendado Bentura Mar-
quiegui de Jujuy; fue Olañeta quien comandó las últimas invasiones al territorio jujeño (aún
contraviniendo órdenes del virrey de Perú) hasta su muerte en Tumusla en 1825.
33 AHPJ, SRR, Caja 4, Libro Capitular 1800-1812 (362 folios), Acta del 3 de septiembre de 1810.
Chiclana también era el Auditor de Guerra del Ejército Auxiliar. Diego de Pueyrredón fue rati-
ficado como Teniente de Gobernador de Jujuy.

30 31

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septiembre; la vanguardia, de alrededor de 400 hombres, se ubicó
en Tilcara y el resto quedó a las afueras de la ciudad de Jujuy, duran-
te aproximadamente un mes, hasta el comienzo de la marcha hacia
Yavi y Suipacha34, para seguir su desplazamiento por el Alto Perú.
El día 4 de septiembre de 1810, se organizó el Cabildo Abierto
donde fue elegido el representante por Jujuy ante la Junta de Buenos
Aires, Juan Ignacio Gorriti35. En la misma sesión se dispuso la con-
tribución voluntaria de los vecinos de Jujuy para auxiliar al ejército
“…que viene marchando de la Capital de Buenos Ays.”, para lo cual el
cabildo enumeraba las personas principales de la ciudad, que apor-
tarían según sus capitales y disponibilidades.
Sin embargo, la contribución voluntaria del vecindario no fue su-
ficiente. Con el arribo del ejército Auxiliar del Alto Perú en septiem-
bre de 1810, la población debió abastecer a aproximadamente 1.200
hombres. La consecuencia inmediata de la duplicación de las bocas
para alimentar36, fue la carestía y la escasez de carne en toda la Ju-
risdicción (productora de vacunos), casi crónica en toda la coyuntura
de guerra.
El Cabildo de Jujuy, como institución, aportó a la causa revolu-
cionaria con sus arrieros, para que lleven los pertrechos del ejército
hacia el Alto Perú –pagó algunos fletes hasta Potosí y otros hasta
Tupiza–. Ya en la primera expedición muchos arrieros jujeños per-
dieron sus animales, otros perdieron la vida37.

34 Emilio Bidondo, La guerra de la independencia en el norte argentino, Buenos Aires, EUDEBA,


1976, p. 49.
35 AHPJ, SRR, Caja 4, Libro Capitular 1800-1812 (362 folios), Acta del 4 de septiembre de 1810.
En la sesión del 22 de septiembre, el cabildo de Jujuy entregó las Instrucciones que su diputa-
do debía llevar a Buenos Aires, en las cuales invocaba el derecho de los pueblos al autogobier-
no y por ende su independencia de la Intendencia de Salta.
36 Se calcula que tenía alrededor de 2.000 habitantes para 1810, entre los que están agregados
mujeres y niños, cuya dieta es menor a la de los hombres adultos.
37 AHPJ, SRR, Caja V, Legajo 13, Documento 63. Informe de Teodoro Sánchez de Bustamante al
Cabildo de Jujuy acerca de los problemas que afrontaron los arrieros de Jujuy, 8 de julio de 1811.

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caravana de
mulas González Balcarce avanzó con una parte del ejército hasta Yavi,
donde se le unieron los milicianos de Tarija38. El primer enfrenta-
miento entre ambos ejércitos se produjo en Cotagaita39, sin un cla-
ro vencedor. El 7 de noviembre de 1810 tuvo lugar la primera gran
batalla, en Suipacha, con el triunfo de los revolucionaros, lo que les
permitió avanzar hasta Tupiza, Potosí y Desaguadero –límite con el
Virreinato del Perú– donde el Ejército del Norte fue derrotado en la
batalla de Huaqui en junio de 1811.

38 Para un análisis minucioso de la guerra, véase Emilio Bidondo, La Expedición de Auxilio a las
Provincias Interiores (1810-1812), Buenos Aires, Círculo Militar, 1987, pp. 274 y ss.
39 Antes de que se produjera el enfrentamiento de los ejércitos, hubo escaramuzas entre partidas
dispersas, sobre todo a lo largo del Camino Real, en Cangrejos (18 de septiembre) y en Yavi (14
de octubre).

32 33

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LA CONVULSIÓN REVOLUCIONARIA EN EL VECINO ALTO PERÚ
Como vimos en las páginas anteriores, el principal foco de apoyo al
movimiento revolucionario de Buenos Aires se alzó en Cochabamba,
en septiembre de 1810. Desde allí el apoyo a la revolución repercutió
en otras ciudades donde el discurso de la soberanía de los pueblos
había prendido en el seno de los cabildos. Ante la cercanía de las tro-
pas rioplatenses las ciudades de Potosí y La Plata, se plegaron al mo-
vimiento revolucionario; en general se trataba de pronunciamientos
de adhesión a la causa revolucionaria de Buenos Aires, a la vez que
de oposición a la intromisión del Perú en los asuntos altoperuanos,
aunque es necesario recordar que ante la presencia de ejércitos, una
estrategia de sobrevivencia era la adhesión a los mismos.
En los comienzos de 1811, casi todo el Alto Perú se había volca-
do hacia la causa de la Revolución40; la mayor parte del territorio se
encontraba bajo el control del Ejército de Norte y las milicias cocha-
bambinas; sólo la región al oeste de La Paz, estaba bajo el dominio de
las tropas del virrey del Perú comandadas por el general José Manuel
de Goyeneche, asentadas en Zepita.
En su avanzada hacia el Altiplano, el ejército revolucionario siem-
pre estuvo abastecido por los caciques de Mohoza (La Paz) y Arque
(Cochabamba); cuando se acantonó en Huaqui, las provisiones le
llegaban desde Oruro41, lo que manifiesta el compromiso revolucio-
nario de vastos sectores de las provincias altoperuanas.
En Huaqui, el ejército revolucionario fue derrotado por las tro-
pas virreinales en junio de 1811; ¿qué pasó con los sobrevivientes del
desastre de Huaqui? Salvo excepciones, huyeron en distintos con-
tingentes, en forma desordenada y causando desmanes, saqueos y

40 René Arze Aguirre, Participación popular en la independencia de Bolivia, La Paz, Quipus, 1987.
41 María Luisa Soux, op. cit., p. 72. Para el proceso en el Alto Perú véase también René Arze
Aguirre, op. cit.

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violaciones en los poblados por los que pasaban en su camino hacia
Jujuy, zona considerada “a resguardo” en esos momentos. Entre ju-
lio y diciembre fueron llegando a Jujuy grupos de sobrevivientes de
Huaqui, que vagaban por el campo, provocando desórdenes42. Un
soldado de la época comentaba “nos presentamos en Jujuy en momen-
tos que estaban llegando las primeras tropas que habían escapado de la
derrota…”43.
Tres compañías se mantuvieron unidas a sus jefes: Eustaquio Díaz
Vélez con sus hombres ocuparon Oruro y luego se retiraron a Chu-
quisaca, a fin de reunirse con Castelli y Pueyrredón, esperando reor-
ganizar el ejército en ese punto, hacia donde también confluirían
las huestes cochabambinas44. Juan José Viamonte, con sus tropas
veteranas, había permanecido en las cercanías de Potosí (Macha)45.

42 En un contexto de inseguridad y desorden, rumores de invasiones y saqueos, presencia de


vagabundos y salteadores, el cabildo de Jujuy, a principios de 1811, fue adoptando diversas me-
didas para la protección de la ciudad y el campo asolado por desertores y vagabundos errantes:
fortaleció el control de pasaportes y licencias de tránsito en la Posta. En el ámbito urbano, a fin
de mejorar la autoridad en manos de los alcaldes de barrio, dividió a la ciudad en seis distritos
y mandó a levantar una matrícula de los vecinos de cada cuartel. AHPJ, SRR, Caja IV, Libro
Capitular 1800-1812, Acta del 26 de agosto de 1811.
43 Gregorio Aráoz de La Madrid, Memorias del general Gregorio Aráoz de La Madrid, Buenos Aires,
El Elefante Blanco, 2007, p. 34.
44 Como las tropas cochabambinas no llegaban, Pueyrredón envió a Díaz Vélez a Cochabamba,
con 600 hombres, a pactar/ayudar la incorporación de las milicias al ejército revolucionario.
Se pudo reunir con el gobernador en el campamento de Amiraya, donde intentó congregar la
mayor cantidad de hombres y armas. Sin embargo, para entonces (10 de agosto de 1811) también
Goyeneche marchaba hacia Cochabamba, llegando a Sipe Sipe el día 13, atacó con sus fuerzas a
los derrotados de Huaqui; el gobernador Francisco del Rivero ya planeaba poner fin a la contien-
da, entregando la provincia a su mando a Goyeneche. El 14 de agosto Cochabamba se rindió a
Goyeneche. Díaz Vélez regresó a La Plata y de allí partió a Mojo (Chichas), en camino hacia Jujuy.
45 Las andanzas de Díaz Vélez pueden aplicarse tanto a las de Viamonte como a las guerrillas
cochabambinas. No es nuestra intención hacer un relato de la guerra y las peripecias de los
distintos grupos armados, para lo cual hay una extensa y específica bibliografía. Sólo téngase
en cuenta que las huestes, ya sean porteñas o cochabambinas, se movían por todo el espacio
surandino, entre el Altiplano y las Yungas, como en territorio propio, en algunas regiones
apoyadas por las comunidades indígenas, en otras hostigadas por ellas. A modo de ejemplo
diremos que, cuando Pío Tristán ocupó Jujuy y Salta a fines de 1812 (después del Éxodo), se
encontró, sorprendido, con un contingente de cochabambinos que se desplazaban por los
valles Calchaquíes en Salta (AGI, Diversos 2, 1812, R1, N2, D17.1).

34 35

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Juan Martín de Pueyrredón se estableció en Potosí, hasta la madru-
gada del 25 de agosto, en que huyó con la escasa tropa a su mando,
formada por algunos soldados y un grupo de reclutas del valle de
Cinti, los que a la postre le permitirían arribar a Jujuy por el camino
de los valles, pasando por Tarija; lo ayudaron en la huída José María
de los Santos y Rubio –integrante del cabildo de Potosí– y Joaquín
Lemoyne –capitán de granaderos de La Plata–46; llevaba consigo to-
dos los caudales que había en la Casa de la Moneda, barras de plata y
lingotes de oro47, con los que consiguió llegar hasta Salta48.
Después de la batalla de Huaqui empezó la embestida de Goyene-
che. Comenzó por Oruro y siguió por Cochabamba, donde ocupó la
ciudad en el mes de agosto, al tiempo que los restos del Ejército del
Norte huían hacia Jujuy. Para fines de 1811 casi todo el territorio alto-
peruano había caído nuevamente en poder de las fuerzas fidelistas.
Si bien la mayoría de las ciudades del Alto Perú volvieron a ma-
nos de los realistas, el campo quedó en poder de las tropas cocha-
bambinas y de los indígenas sublevados. La sublevación indígena se
fue extendiendo por montes, llanos y serranías, “La sublevación era
general y en ella participaban varios grupos, indígenas y mestizos, entre

46 Museo Mitre (MM), Documentos Archivo Belgrano (DAB), Buenos Aires, Imprenta de Coni
Hermanos, 1914, Tomo IV, Libro Copiador del Ejército del Perú, Parte 76, Cuartel General de
Jujuy, 17 de diciembre de 1811, reconocimiento de Pueyrredón a quienes lo ayudaron en su
retirada de Potosí y La Plata.
47 La historia oficial de Bolivia, ve en este hecho un “saqueo de las arcas potosinas”. Pensamos
que en tiempos de hostilidades, el ejército que obtenía el dinero era el que podía abastecerse
mejor y por ende tendría mayores facilidades de triunfar. Si Pueyrredón no hubiese llevado los
caudales de Potosí a Buenos Aires, Goyeneche los habría enviado a Lima. A esa altura de los
acontecimientos, ambas capitales estaban igualmente necesitadas de fondos para administrar
la guerra.
48 Ante el avance arrollador de los ejércitos virreinales, Juan Martín de Pueyrredón emprendió el
regreso a Jujuy, con los hombres que lo acompañaban, entre los cuales se encontraban algunos
indígenas, como es el caso del caudillo Baltasar Cárdenas, quien lo siguió hasta Jujuy. Desde
Tarija envió mensajes al Gobernador Intendente de Salta, anunciando su próximo arribo y la
necesidad de que lo esperaran en el fuerte de Cobos con mulas de recambio para enviar los
caudales de Potosí a Buenos Aires. Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, Tomo IV, Corres-
pondencia de Gobierno y Guerra, p. 242. Tarija, 5 de septiembre de 1811.

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ellos muchos arrieros que tomaban caminos alternativos para evitar llevar
armamento y pertrechos para las tropas del Rey49.” Los rumores habla-
ban de una sublevación general de indios y de cochabambinos, que
motivara al Virrey Abascal a ordenar la represión, la que encargó al
experimentado cacique de Chincheros, Mateo García Pumacahua50.
Después de “doblegar” a Cochabamba, Goyeneche regresó a Poto-
sí, decidido a ejecutar la segunda parte de su plan para reconquistar
el Virreinato del Río de La Plata: invadir Jujuy y penetrar por los va-
lles hasta el corazón rioplatense. En pos de ello envió al brigadier Pi-
coaga con una avanzada del ejército real a establecerse en Suipacha.
Pero sus planes se vieron truncados por la guerrilla cochabambi-
na51 que, al mando de Esteban Arze, no dejó de hostigar a los realis-
tas hasta que el 29 de octubre recobraron Cochabamba y obligaron
a Goyeneche a recluirse en Potosí. Así terminaba el año 1811: Cocha-
bamba se había convertido en el último baluarte revolucionario en el
Alto Perú y mantenía una comunicación constante con Jujuy, donde
se asentaba el cuartel general del Ejército del Norte52.

49 María Luisa Soux, op. cit., p. 77.


50 Pumacahua había participado en la represión a las sublevaciones indígenas de 1780 contra Tu-
pac Amaru. Algunos autores ven, en este enfrentamiento indígena, viejos antagonismos entre
quechuas y aymaras (Jorge Siles Salinas, op. cit., p. 189). Lo cierto es que Pumacahua buscó la
alianza de otro cacique, Manuel Choquehuanca, para enfrentar a los sectores rebeldes al Rey.
De esta manera distintas parcialidades indígenas (al igual que mestizos o españoles) pelearon
en ambos bandos a lo largo de las guerras de la independencia.
51 La guerrilla estaba formada en su mayoría por mestizos e indígenas, jornaleros y peones de
campo. Gustavo Rodríguez Ostria, op. cit.
52 Archivo General de la Nación (AGN) División Gobierno 345, S. X, 3-X-3, Oficio de Mariano
Antezana del 11 de diciembre de 1811, dirigido a Pueyrredón referido a la toma de Cochabamba
por Esteban Arze y remitido por el oficial José María de la Corte; se refiere también a la situa-
ción en Chuquisaca, Oruro y Mizque. Ibíd., juramento de fidelidad al gobierno revolucionario
de Buenos Aires del 19 de diciembre de 1811 y situación política y militar en Cochabamba.

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JUJUY
CAMPAMENTO GENERAL DEL EJÉRCITO
A lanzazos y a pedradas
Del Angosto del Perchel,
Los corrimos a los godos,
Hasta el “Puesto del marqués”.53

53 Juan Alfonso Carrizo, Cancionero popular de Jujuy, op. cit., Coplas Históricas 7, p. 81.

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la derrota del ejército auxiliar en los campos de Huaqui y el
arribo a Jujuy de los despojos del ejército revolucionario, pusieron a
la ciudad y su campaña en una situación desesperante, motivo por el
cual el cabildo comenzó a tomar una serie de medidas para proteger
a la ciudad y al campo de las bandas salteadoras y de una casi segura
invasión de los ejércitos enviados desde Lima. Los rumores que lle-
gaban desde el Alto Perú, referidos a invasiones y represalias sobre
los pueblos que habían dado ayuda a los revolucionarios, hacían te-
mer por la seguridad del vecindario

“…la necsidad de tomar algas medidas qe al mismo tpo qe afiansen la publi-


ca tranquilidad, aquieten los temores de la Gente bulgar, pues con motivo
de las desgracias y movimientos experimentados en algs de los pueblos del
Perú, de las muchas especies exageradas qe frecuentemente se sucitan y
divulgn principalmte a la llegada de pasajeros de arriba, por venir entre
ellos algunos ignorantes o demasiado credulos, y otros malintencionados
o desafectos al actual Govierno, temen algunos Vecinos qe llegue á ocu-
rrir en éste alga novedad capaz de comprometer la quietud y Seguridad
publica”54.

54 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812. Acta Capitular de 26 de agosto de 1811.

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En este contexto, se recibieron las noticias del próximo arribo de
Juan Martín de Pueyrredón con algunos soldados y milicianos.
En septiembre de 1811 Pueyrredón había llegado a Tarija, desde
donde se comunicó con las autoridades de Salta para informarles
que llevaba consigo algunos hombres armados y los caudales que
había sacado de Potosí, para lo que necesitaba que lo proveyeran de
200 caballos de silla y 125 mulas de carga que debían esperarlo en el
fuerte de Cobos55. A fines de ese mes ya estaba en Salta, donde poco
después se notificó que el Triunvirato lo había nombrado “General en
Jefe de las Tropas reunidas en las Provincias libres de nuestro territorio”, a
los efectos de organizarlas, disciplinarlas y ponerlas en situación de
enfrentar una próxima invasión56. Sucesivamente fueron llegando juan martín de
las tropas de Viamonte (783 hombres con 206 fusiles) y las de Díaz pueyrredón
Vélez, a quien Pueyrredón encargó la organización de la vanguardia
en Mojo (al norte de La Quiaca), compuesta por 630 hombres con
487 fusiles57.
Las directivas del Triunvirato apuntaban a una reorganización del
ejército revolucionario para la defensa del territorio y ya no para una
avanzada hacia el Alto Perú, o sea, que el gobierno central estaba
enterado de la trágica situación del Ejército del Norte y su notoria
inferioridad frente al previsible avance del ejército virreinal. Las or-
denes “reservadas” enviadas a Juan Martín de Pueyrredón y luego
reenviadas a Manuel Belgrano, evidencian la estrategia a seguir por
el gobierno revolucionario de Buenos Aires ante el avance arrollador
de los ejércitos procedentes del Perú, que debieron ser cumplidas
por ambos comandantes del Ejército del Norte:

55 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tarija, 5 de septiembre de 1811.
56 Ricardo Rojas, op. cit., p. 245.
57 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, no 56, carta de Pueyrredón, Cuartel General
de Jujuy, 4 de diciembre de 1811.

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“Se sabe por cartas interceptadas de Goyeneche á Abascal que reúne aquel
todo su ejército y viene á ocupar la provincia de Salta, debiendo empren-
der sus marchas á mediados de enero. Esto hará si duda que nuestro ejér-
cito retrograde; porque sobre todo conviene no exponer la fuerza. En tal
caso es necesario hacer la retirada en el mejor orden, destruyendo cuanto
pueda ser útil al enemigo, para dificultar sus marchas y recursos.
Se cuidará mucho de retirar con tiempo la fábrica de los útiles del Tucu-
mán.
Se tratará de tener siempre la fuerza reunida y concentrada, llamando
al enemigo porque se debilite á medida que se extienda en conquistas”58.

Al recibir el nombramiento, Juan Martín de Pueyrredón59 se tras-


ladó inmediatamente a Jujuy, donde se encargó de la organización
de las tropas (las acuarteladas y las dispersas), en el Convento de San
Francisco, que fue el lugar ocupado como cuartel general durante
tres meses60.

58 MM, DAB, Carta del Triunvirato fechada en Buenos Aires el 27 de febrero de 1812, firmada por
Manuel de Sarratea, Juan José Paso, Bernardino Rivadavia y el secretario Nicolás de Herrera.
59 El apellido Pueyrredón estaba asociado al prestigio y la notabilidad en Jujuy, por tanto estima-
mos que Juan Martín por sus relaciones familiares (era hermano de Diego José de Pueyrre-
dón), estaba inserto en las redes sociales de las familias prominentes de Jujuy y Salta; además
había estado con negocios en la zona e integrado la vanguardia revolucionaria en 1810. Como
sea, recibió colaboración del vecindario y cabildo de Jujuy durante los meses que estuvo orga-
nizando al Ejército del Norte. El prestigio del apellido provenía de Diego José de Pueyrredón,
casado con Juana Francisca Zegada (hija del poderoso hacendado Gregorio de Zegada), había
desempeñado diversos cargos políticos en Jujuy y Salta y había sido comandante de la Frontera
de Río Negro; participó en la fundación de Orán y tenía propiedades y negocios en territorio
jujeño; además, fue teniente de Gobernador de Jujuy en 1810 (ratificado por Castelli). Véase
Leonor M. Peirotti, “Negocios y Revolución: el origen del empresariado rural en una región
de frontera (1780-1820). El caso de Diego José de Pueyrredón”, en Ana Teruel (directora),
Problemas nacionales en escalas locales. Instituciones, actores y prácticas de la modernidad en Jujuy,
Rosario Prohistoria ediciones, 2010, pp. 25-53.
60 Emilio Bidondo, op. cit., p. 336. Recuérdese que el Convento de San Francisco comprendía
toda la manzana donde actualmente se encuentra sólo la Iglesia en la esquina. Por tanto, el
Cuartel General en Jujuy estaba emplazado en la manzana que hoy corre entre las calles Lava-
lle, Belgrano, Alvear y Otero.

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Entre las tareas más apremiantes que debió encarar no bien es-
tableció el cuartel general del ejército en Jujuy, se encontraban el
cuidado de gran cantidad de hombres heridos en batalla y enfermos,
labor en la que estaban involucrados dos médicos, Diego Paroisien,
a cargo de los enfermos en el cuartel de Jujuy, mientras que en la
atención de la vanguardia, estaba Baltasar Tejerina61. El hospital de
campaña cumplió una importante función, que se fue incrementan-
do en la medida en que llegaban más heridos y enfermos del frente
de batalla, lo que motivara las constantes solicitudes de auxilio en
medicinas y médicos a las autoridades en Buenos Aires. En esos días
de fines de 1811, el hospital militar de Jujuy tenía 136 enfermos (sin
contar los de la vanguardia), pero carecía de las medicinas suficien-
tes para su correcta atención, “…los veo expirar sin que tengan otras
medicinas que aceite de almendras y sal de Inglaterra, únicas drogas que
se han podido encontrar en estas ciudades inmediatas”62.
Otra tarea en la que depositó todos sus esfuerzos, fue la de orga-
nizar a la tropa a su mando, donde se había propagado la falta de
conducta militar, agudizada por continuas deserciones y escasez de
armamento necesario para la instrucción de reclutas y, hasta para
la defensa elemental de la zona bajo su protección. En pos de es-
tos objetivos, organizó una Academia de instrucción militar –labor
que posteriormente completó su sucesor Manuel Belgrano– para el
adiestramiento de soldados y oficiales; la academia, bajo la dirección
de Toribio Luzuriaga estaba dirigida a la instrucción de oficiales y,
al mismo tiempo, instituyó una escuela de enseñanza para cabos y
sargentos, a cargo de Ignacio Warnes63.

61 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, no 59, carta de Pueyrredón, Cuartel general de
Jujuy, 16 de diciembre de 1811.
62 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, no 98, carta de Pueyrredón, Cuartel general
de Jujuy, 15 de enero de 1812.
63 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, no 71, Cuartel general de Jujuy, 17 de diciem-
bre de 1811.

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armas de la La insuficiencia de armas y mal estado en que se encontraban las
época
existentes, motivó varios reclamos de Pueyrredón a la superioridad;
expresaba que contaba con “armamento caduco que no permite com-
postura aun cuando la impericia de la maestranza, no fuera tan incapaz
de mejorarlo” los fusiles eran tan malos en calidad que “a media hora
de fuego quedan inutilizados”, la artillería era escasa y de poco calibre.
Esta situación de premura en el equipamiento básico de las tropas,
se agudizaba por el avance de Picoaga, con 1.000 hombres y 4 piezas
de artillería hasta Suipacha, situación a la que no podía hacer frente
la vanguardia, en el estado en que se encontraba, por cuanto debió
retroceder hasta Cangrejos64 y posteriormente a Humahuca.

64 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, no 83. Cuartel general de Jujuy, 19 de diciem-
bre de 1811.

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Sus metas eran alcanzar la organización y el disciplinamiento de
la tropa, lo cual significaba levantar la moral, establecer el orden y
regular los batallones militares, pero también implicaba procurar-
les alimentos, ropa, armas y los más elementales pertrechos; a tales
fines instituyó la intendencia del ejército –que luego encontrara Bel-
grano a su arribo– a la que encargó proveer a los hombres de vesti-
menta adecuada al clima, “contentándose por ahora con una chaqueta y
un pantalón de paño de segunda […] para que siquiera parezcan soldados
[insiste que] todas las tropas se hallan en total desnudez, y en particu-
lar las de la vanguardia, que sufren las inclemencias de temperamentos
varios y rígidos, sin tener aun el alivio de tiendas de campaña, y que las
marchas destrozan sus cortos equipajes”65.
Mandó a sus oficiales a buscar monturas y bagajes en las hacien-
das cercanas66 y exigió al cabildo que arbitrara los medios para pro-
veer de carne a la población y al ejército67 –algo poco probable debido
a la carestía general–, no obstante lo cual, la gente de Jujuy tuvo que
abastecer al ejército con todo lo que la tierra daba.
Fue en este contexto, que el ejército real, fortalecido, avanzó de Potosí
hasta Tupiza a las órdenes de Picoaga. Frente a la nueva coyuntura de
guerra, Pueyrredón ordenó a la vanguardia del ejército revolucionario,
asentada en Humahuaca y dirigida por Eustaquio Díaz Vélez, que se
desplazara hasta Yavi y de allí avanzara hasta Nazareno.
La batalla terminó en una derrota para los revolucionarios el 12
de enero de 1812 y la consecuente retirada hasta Humahuaca, para
desde allí controlar el acceso al valle de Jujuy. El enfrentamiento fue
la primera derrota del ejército comandado por Pueyrredón.

65 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, no 87. Cuartel general de Jujuy, 31 de diciem-
bre de 1811.
66 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, Tomo IV, Correspondencia de Gobierno y Guerra, p.
247. Cuartel de Jujuy, 31 de octubre de 1811.
67 Ricardo Rojas, op. cit., p. 249. Cuartel de Jujuy, 10 de noviembre de 1811.

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EL EJÉRCITO DEL NORTE ABANDONA JUJUY
Desde Jujuy, el general en jefe del ejército comenzó a organizar la
retirada de sus tropas, en cumplimiento de las directivas recibidas
desde Buenos Aires68. En ningún momento se habló de la retirada
de la población, lo que mostraría que una emigración general estaba
fuera de los planes del Triunvirato y del comandante del ejército.
Las noticias de la recuperación de Cochabamba y el comienzo de
los trabajos de fundición de armas, dio un respiro en medio de la
desesperada situación; incluso Pueyrredón comenzó a planificar la
fortificación de la Quebrada, esperando detener allí a las tropas rea-
listas, “…para sostener un punto de inevitable tránsito al enemigo”, pero
era conciente de que no era el único camino de acceso a Jujuy y que
una entrada por la ruta del Despoblado, podría dividir a la vanguar-
dia del grueso del ejército asentado en Jujuy69.
Por noticias llegadas desde Cochabamba, gracias a correspon-
dencia incautada por los indígenas de la comunidad de Santiago de
Huari, Pueyrredón supo que, a pesar de la revuelta de indígenas y
mestizos que habían confluido en Cochabamba y que colaboraban
para impedir el avance de las tropas del virrey, éstas se habían en-
grosado con bastimentos llegados desde Arica, mientras Goyene-
che estaba fortaleciendo el corredor entre Potosí y La Plata con La
Paz, Oruro y Desaguadero, con el objetivo de invadir la provincia de
Salta. Había logrado reunir lo mejor de sus fuerzas en Suipacha, al
mando de Pío Tristán y Francisco de Picoaga. Sólo un ataque desde

68 Como parte de la organización de la retirada del ejército hasta Tucumán, Pueyrredón mandó
construir “balsas y jangadas” sobre el río Pasaje, a fin de cruzar los bastimentos y artillería del
ejército. MM, DAB, parte 123, Cuartel general de Jujuy, 3 de febrero de 1812.
69 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, no 114. Cuartel general de Jujuy, 29 de enero
de 1812. El punto elegido para fortificar la Quebrada era Volcán; sin embargo, la entrada del
ejército por el camino de la Puna (Despoblado) podía poner a los revolucionarios en una situa-
ción desesperante al impedir la comunicación entre la vanguardia y el campamento general,
que terminaría en un aniquilamiento total de ambos contingentes.

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Cochabamba a Potosí podía salvar el avance sobre Jujuy, así envió
sus órdenes

“al comandante don Esteban Arze y al prefecto don Mariano Antezana.


Ellas van reducidas al sustancial objeto de que reuniéndose todas las ma-
sas y componentes de aquella provincia y demás partidos carguen sobre
Potosí para poner en el último conflicto a los vecindarios de esta Villa y
de La Plata y retrotraer al enemigo […] Si estas precauciones que se han
tomado con apresurada sagacidad no detienen la marcha del enemigo,
me veré en la indispensable precisión de replegarme hacia el Tucumán, á
cuyo efecto se hacen los preparativos conducentes. El notable aumento y
superioridad de las fuerzas que ha adquirido el campamento de los anti-
patriotas en Suipacha, me ha obligado á retirar en buen orden con toda
la vanguardia al general don Eustaquio Díaz Vélez, hasta el pueblo de
Humahuaca, 28 leguas de esta ciudad, donde se han acampado con bue-
nos alojamientos y provisiones, destacando avanzadas por el despoblado
y por el camino real hasta 20 leguas de distancia en observación de los
movimientos del enemigo”70

A principio de marzo llegaban a Jujuy los heridos de la vanguar-


dia; para entonces el hospital militar o de campaña contaba con más
de 200 soldados lesionados y las noticias del avance de Goyeneche
eran poco alentadoras: los espías hablaban de más de 3.000 hom-
bres que iban agrupándose en las cercanías de Tupiza. Frente a tal
coyuntura ordenó que Díaz Vélez y toda la vanguardia se replegasen
hasta Hornillos, mientras el ejército se preparaba para retirarse a
Tucumán71.

70 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, n0 128. Cuartel general de Jujuy, 14 de febrero
de 1812.
71 AGN 3-10-3, 4 de marzo de 1812. No se hablaba de “estrategia de tierra arrasada” pese al núme-
ro excesivo del ejército enemigo que se estaba concentrando en Tupiza; tampoco se pensaba
que la población civil pudiese correr riesgos. Sólo se trataba de salvar lo que quedaba de hom-
bres y armas del Ejército del Norte.

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Corría el 8 de marzo de 1812, cuando Juan Martín de Pueyrredón
partió con el grueso de las tropas, con sus respectivos batallones,
hasta Yatasto y solicitó al Triunvirato, en Buenos Aires, su relevo,
argumentando motivos de salud.
Diez días después estaba en la posta de Yatasto (defendido por el
río), había llevado al ejército “en el mayor orden posible”, sacó el hos-
pital, parque, maestranza, caudales y papeles, todo lo cual llevaría
hasta Tucumán72. ¿Qué pasaría por la cabeza de los jujeños que veían
que el ejército se marchaba “en orden” y el otro ejército se aprestaba
a llegar? Posiblemente no había temor, pues los ejércitos no atacaban
a la población civil, sólo sería más impuestos, nuevos requerimien-
tos de víveres y cabalgaduras…

72 AGN, 3-10-3, Yatasto, 19 de marzo de 1812.

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manuel
belgrano

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MANUEL BELGRANO SE HACE CARGO DEL EJÉRCITO DE NORTE
El 26 de marzo Manuel Belgrano, procedente de Tucumán, arribó a
Yatasto, donde recibió el mando del ejército de manos de Pueyrre-
dón. Tres días después, dio comienzo un nuevo avance al norte, esta
vez a Campo Santo, hacia donde fue enviando los batallones, uno
por día.
Desde el cuartel general de Campo Santo, Belgrano se puso en
contacto con espías en la Puna, en Atacama y en los valles altope-
ruanos, de quienes recibía noticias de los movimientos de las tropas
realistas; esos informes y el reconocimiento de la zona que hiciera
por la quebrada del Toro hasta Purmamarca y Jujuy, lo terminaron
de convencer de que los mejores lugares para ubicar el campamento
general del ejército y poner en funcionamiento la maestranza, eran
Jujuy y Humahuaca. En Campo Santo, el paludismo estaba haciendo
estragos entre la tropa73.
En circunstancias en que arribaba a Jujuy el nuevo Teniente de
Gobernador, Francisco Pico, nombrado por el Triunvirato74 y enviara
a la vanguardia del ejército hasta Volcán, Manuel Belgrano se dirigió
al cabildo jujeño,

“El Excelentísimo Gobierno me ha enviado á sustituir al Sr. General, Don


Juan Martín de Pueyrredon, á causa de sus males; dándome auxilios de
importancia que conduzco para mantener en tranquilidad y seguridad
estos países: nada mas deseo que corresponder á sus altas miras, todas
dirigidas al interés general de la Patria; cerciorado de los sentimientos que
anima a V. S., no dudo que propenderá para todos los medios y modos al
logro de unos tan justos y santos fines…”75.

73 MM, DAB, Correspondencia de los días 4 a 20 de abril de 1812.


74 AHPJ, SRR, Caja V, Libro Capitular 1800-1812, Acta del 5 de abril de 1812
75 Nota de Manuel Belgrano al cabildo de Jujuy, notificándole su asunción como jefe del Ejército

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Mientras, en el Alto Perú, avanzaba la represión y recuperación
de territorios por las fuerzas realistas. En abril de 1812 la guarnición
de Oruro fue reforzada con tropas venidas del Cuzco al mando del
cacique Mateo García Pumacahua; desde allí salían a atacar las áreas
rurales. El comandante de la plaza, Juan de Imaz, solía incursionar
en la campaña persiguiendo a insurrectos y abriendo el camino para
el ingreso de más tropas procedentes del Perú por el camino de Des-
aguadero.
Las huestes virreinales –Reales ejércitos a los que se sumaban las
milicias aliadas– recuperaron las cuatro provincias del Alto Perú, so-
focaron las revueltas indígenas y avanzaron sobre Cochabamba, el
último bastión revolucionario que quedaba en pie. Pero las noticias
que Belgrano recibió de Esteban Arze lo animaron a adelantar al
ejército hasta Jujuy76.
En tanto, el 12 de mayo comenzó la marcha del ejército desde
Campo Santo hacia Jujuy; Belgrano se quedó esperando las carretas
tucumanas que debían llevar los pertrechos del ejército desde Yatas-
to. Recién entonces se encaminó al nuevo cuartel general del Ejército
del Norte, mientras, la vanguardia al mando de Díaz Vélez volvía al
poblado de Humahuaca.
Desde Jujuy, Manuel Belgrano envió una carta al Triunvirato ex-
plicando brevemente la situación en la que se encontraba la región,
esperanzado en que el retroceso de parte del ejército realista hacia
Cochabamba le diera tiempo de organizar sus fuerzas, para seguir
hasta Humahuaca y de allí a Suipacha; deseaba sacar provecho del

del Norte, Posta de la Ciénaga, 3 de abril de 1812. AHPJ, SRR, publicado en Viviana Conti, Ju-
juy en sus documentos. Recopilación del Archivo de Ricardo Rojas, Universidad Nacional de Jujuy,
1992, “Papeles de Belgrano”.
76 AGN 3-10-3, Campo Santo, 17 de abril de 1812. Belgrano explica al Triunvirato que, gracias a la
carta de Arze conoce cómo están formadas las tropas de Goyeneche (la mitad con reclutas) y
ese dato unido a las noticias de un próximo ataque de las huestes cochabambinas a los realis-
tas, lo animan a adelantar al ejército hasta Jujuy y Humahuaca.

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hecho de que el enemigo se concentraba en Cochabamba, sin em-
bargo, exponía que, con las armas que tenía en su poder y la cantidad
de soldados experimentados con que contaba, estimaba que sólo po-
dría estar a la defensiva y esperar una oportunidad para atacar.

“Según las noticias que tengo parece que Goyeneche ha salido de Potosí
para con el grueso de sus fuerzas atacar á Cochabamba, y llevar con el
terror sus miras adelante.
En tales circunstancias que son las más á propósito para que nosotros
pudiésemos trabajar con algún acierto y llamarle la atención, me veo con
poca gente, ya por la deserción, ya por las enfermedades, ya también por
el estado de reclutas en que se hallan muchos de ellos, como lo he manifes-
tado á V. E., y por último con pocas armas y malas.
Sin embargo, lo que se llama ejército está todavía en marcha, y hoy debe
estar Balcarce en Humahuaca con los pardos, húsares y dragones: la in-
fantería ha empezado á llegar á este punto, y luego que la vista y apronte
la artillería, continuará a reunirse hasta que desde allí tome las determi-
naciones que parezcan más conducentes.
Ya lo he dicho V. E., nuestra situación es crítica y pende en mucha parte
de los sucesos de Cochabamba; porque ha hablar verdad si se pierden
aquellas armas, Goyeneche puede convertirse francamente contra las
multitudes de naturales, y de grado o por fuerza, destruir la convulsión
interior que por otra parte tampoco está libre de la división entre sí, que-
riendo los jefes que la dirigen ser cada uno el primero.”77

Ya en Jujuy, la tarea de Belgrano se centró en el adiestramiento,


equipamiento y engrosamiento del ejército que recibiera. Para ello
comenzó con el reclutamiento de soldados, a través de un Regla-
mento de reclutas, que establecía la presencia de autoridades del ca-

77 MM, DAB, Jujuy, 19 de mayo de 1812. Se refería a las desavenencias entre los caudillos cocha-
bambinos.

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bildo de Jujuy en la Oficina de Reclutamiento78. La oficina propició
el enrolamiento de hombres jóvenes de la ciudad y el alistamiento
de campesinos, indígenas, mestizos y criollos, la mayoría labradores,
jornaleros o peones de la campaña jujeña, que abandonaron sus ho-
gares para enlistarse en el ejército. Se solicitaban hombres entre 16
y 35 años, preferentemente solteros79.
En la Quebrada funcionaba una Oficina de Reclutamiento en Hu-
mahuaca, que incorporó, en poco tiempo, más de 160 reclutas efec-
tivos al ejército revolucionario, los que se encontraban recibiendo las
instrucciones militares al momento del Éxodo80.
El proceso de reclutamiento en territorio jujeño, si bien aumentó
mucho el número de las tropas, la mayoría estaba en proceso de
aprendizaje de los mínimos rudimentos militares, tampoco tenían
armas suficientes para todos y la mayoría no sabían usarlas, “son
muy novatos”81.
En el campo, se comenzaron a organizar las primeras milicias
irregulares de gauchos –independientes del ejército– trabajadores
rurales con familia constituida, que conocían perfectamente el cam-

78 AHPJ, SRR, Caja IV, legajo de guerra, Jujuy 23 y 28 de julio de 1812. El reclutamiento obedecía
a la incorporación al ejército en calidad de “reclutas” o sea, soldados en formación. Su orga-
nización militar y jerárquica era distinta de las milicias, estaba reglado por las Ordenanzas
militares; la oficialidad se nutría de los cadetes, jóvenes provenientes de familias notables
que entraban al ejército a la edad de 13 a 15 años (los había más pequeños) y sus padres se
hacían cargo de su manutención, uniforme y demás gastos. Si bien la carrera de las armas
estaba “abierta a los talentos”, como estipulara Mariano Moreno, los reclutas podían ascender
a oficiales sólo a través de los distintos rangos, demostrando destrezas y pasando un riguroso
sistema de selección. Al ingresar, pasaban a formar parte de la unidad según su procedencia
y sólo aquellos que se distinguían en una batalla y estaban alfabetizados, tenían posibilidades
de llegar a formar parte de la oficialidad –que les brindaba jerarquía militar y ascenso social–.
Alejandro Rabinovich, op. cit.
79 MM, DAB, Bando de Belgrano, dado en Jujuy el 14 de julio de 1812, solicitando el recluta-
miento de hombres solteros y ordenando que dicho bando se publicase en Salta y en toda la
jurisdicción.
80 MM, DAB, Jujuy, 19 de junio de 1812.
81 MM, DAB, Belgrano al Triunvirato, Jujuy, 19 de agosto de 1812.

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humahuaca a
principios del
siglo xx

po y la geografía local –de allí su poder de ataque sorpresivo y rápida


dispersión– y formaban, al mismo tiempo, el sector productivo más
apto de la campaña82.
El número de bocas para alimentar aumentaba en igual propor-
ción que la carestía de alimentos y la falta de brazos para levantar
las cosechas. A mediados de 1810, en la campaña de Jujuy recién se
estaba recuperando la producción agrícola devastada por las sequías
de los años precedentes. La militarización de la población campesina
–ya sea el reclutamiento en el ejército o la incorporación a las mili-
cias– provocaba el consecuente abandono de las tareas de campo,
lo que contribuyó a intensificar la escasez de bienes de consumo; la

82 Gustavo Paz, “‘El orden es el desorden’. Guerra y movilización campesina en la campaña de


Jujuy 1815-1821”, en Raúl Fradkin y Jorge Gelman (compiladores): Desafíos al orden. Política y
sociedades rurales durante la revolución de la Independencia, Rosario, Prohistoria, 2008, pp. 83 a
101.

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situación de insuficiencia de alimentos se incrementó con las exi-
gencias de víveres por el ejército. Las requisas y “adquisiciones” del
ejército revolucionario, en teoría, debían pagarse a sus propietarios;
para ello, se implementó un sistema de “recibos” que los oficiales
del ejército debían dejar a los dueños de los bienes confiscados y que
el gobierno central se encargaría de efectivizar. El cabildo de Jujuy,
agobiado por la falta de alimentos y las solicitudes de empréstitos a
la población83 se quejaba al Triunvirato

“... el estado decadte. de los pueblos, el atraso de su Como. Agricultura e


industria [...] pues amas de tener cortado su comercio de Bacas y Mulas
con las Provincias del Perú, parado enteramte. el trafico dela Arriería, qe.
eran los dos prales. y casi unicos ramos deqe. subsistian se halla esta casi
del todo arruinada, y el Pueblo con mil acrehencias contra el Exercito
Auxiliar, por el Ganado Bacuno, y Cabalgaduras qe. han franqueado sus
Vecinos, y aun seles han tomado por la fuerza sin qe. seles haya satisfecho
su importe...”84

Por su parte, Belgrano reconocía que el pueblo jujeño se sentía


acreedor del Ejército de Norte, “…porque habiendo tal vez estado el
ejército escaso de numerario, se les tomaron á los vecinos ganados y algu-
nos otros objetos necesarios, que no se les satisfizo de contado, y se les pagó
con recibo cuando más”85, por lo que recomendaba que, siempre que
se pudiese, se pagase de contado los bienes que se sustrajesen a la
población.

83 Se trata del Empréstito a los comerciantes europeos de la ciudad y jurisdicción, mandado por
el Teniente Gobernador Francisco del Pico, emanado de una “Orden superior de 12 de diciem-
bre de 1811”, que el Gobernador Intendente hizo cumplir con un auto del 28 de julio de 1812,
dejando constancia que dichos vecinos estaban “bajo la protección del Cabildo por ser miem-
bros de la comunidad”. AHPJ, SRR, Caja V, Libro Capitular 1800-1812, Acta del 6 de mayo de
1812.
84 AHPJ, SRR, Caja V, Libro Capitular de Jujuy 1800-1812: Acta Capitular del 13 de julio de 1812.
85 MM, DAB, Correspondencia de Manuel Belgrano. Jujuy, 28 de julio de 1812.

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Otra preocupación de Belgrano fue organizar la “fábrica de ar-
mas” o maestranza en Jujuy. Para ello buscó maestros armeros y
fundidores en Salta y Jujuy, lo que le trajo no pocos sinsabores, como
los que le ocasionó el armero salteño Juan Echán, quien para evitar
su trabajo para el Ejército, estuvo oculto en el monte durante tres
meses, con sus ayudantes, a los que sólo pudo arrastrar a la maes-
tranza a punta de fusil86.
Estando el cuartel general del ejército en Jujuy, se incorporó el
barón Eduardo de Holmberg –llegado de Buenos Aires–, a quien el
general Belgrano encargó la organización de la maestranza y todo lo
relacionado con el cuerpo de artillería del ejército; parece que el pru-
siano también colaboró con la disciplina y el orden militar,

“…el parque y maestranza ha tomado nueva vida y un nuevo orden se


deja ver en los trabajos y prontitud de ellos que no se conocía: también me
ayuda en lo perteneciente al orden de disciplina y arreglo de la infantería,
y creo que podré poner estas tropas en pié verdaderamente militar…”87

La fundición, forja y fragua, manejadas por maestros fundidores


y maestros armeros, bajo la dirección de Holmberg tuvo su base en
la construcción y funcionamiento de cuatro hornos de fundición. Es-
tos hornos, como lo explicara el mismo Belgrano, se levantaron te-
niendo como base los hornos dedicados a la fundición de campanas,
agregándoles dos respiradores verticales. Eran el orgullo de la “fábri-
ca de armas de Jujuy”, que le permitió la manufactura de morteros,
culebrinas, obuses y cañones de pocas pulgadas,

“La fábrica de morteros, obuses y cañones ha sido obra del barón de

86 AGN, 3-10-4, explicación que da Belgrano a las autoridades en Buenos Aires sobre los “enemi-
gos ocultos” en Salta, Jujuy 28 de julio de 1812.
87 MM, DAB, Campamento general de Jujuy, 24 de mayo de 1812.

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Holmberg, quien no sólo dibujó las formas, graduando las proporciones,
sino también ha tenido parte en tornear los moldes, haciéndolo por sí
mismo en los ratos que le permitían sus demás menudas atenciones. Para
esto hemos tenido algunos fundidores, quienes bajo la dirección del mismo
barón han trabajado los moldes con la mayor facilidad y sucesivamente
han fundido proporcionando las mezclas con las lecciones de aquel”88.
“Se han fundido bajo la dirección del barón de Holmberg dos morteros de
ocho pulgadas y dos obuses de seis pulgadas y tres líneas: se están amol-
dando culebrinas de á dos, también dirigidas por el expresado barón, y
pronto espero que se fundan con el mismo éxito que aquellas piezas, de
modo que si tuviésemos cobre, podré remitir a V. E., algunas piezas aun-
que sean de mayor calibre”89.

La maestranza concentraba gran cantidad de mano de obra, tanto


especializada (artesanos) como no calificada y en su seno se producía
una diversidad de bienes destinados al equipamiento de las tropas.
La fabricación y reparación de armamento de guerra, tales como cu-
chillos, lanzas, sables, bayonetas, picos, palas, cañones, estaba diri-
gida por artesanos expertos, maestros armeros, herreros, plateros,
talabarteros y hasta carpinteros, trabajadores altamente calificados,
muchos de ellos forasteros, que a su vez estaban organizados jerár-
quicamente en maestros mayores y maestros subalternos, mientras
que la mano de obra no calificada se encargaba de los pasos produc-
tivos más rudimentarios90.
En la maestranza de Jujuy se fabricaron gran cantidad de armas,
desde cuchillos y lanzas hasta obuses (cañones de poco calibre) e in-
cluso se intentó fundir cañones de gran calibre, parece que con poca

88 MM, DAB, Belgrano al Triunvirato, Pasaje, 30 de agosto de 1812.


89 MM, DAB, Jujuy, 28 de julio de 1812.
90 Emma Raspi, “El mundo artesanal de dos ciudades del norte argentino”, Anuario de Estudios
Americanos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, LVIII-1, 2001, pp. 178-179.

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armas utilizadas
por el ejército
del norte

cuadro del
armamento de
los cuerpos del
ejército de las
provincias
interiores

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suerte91. Era importante la labor de reparación, ya que muchas armas
se estropeaban con el uso; también había que reparar las “obtenidas”
en las batallas, encuentros o escaramuzas. Las piezas de artillería
más importantes llegaban desde Buenos Aires, fabricadas en el Par-
que de Artillería. En Córdoba y Santiago se fabricaba pólvora y en Tu-
cumán se construían las cureñas para cañones, carretas, monturas,
portafusiles y otros elementos necesarios para la guerra.

“Se han construido las zorras que han de conducir los cañones de á 6 […]
asimismo se ha trabajado en achicar los cajones para que las mulas puedan
conducirlos. También se ha dado principio á fundir granadas de su calibre
y después de algunas experiencias se ha logrado dar con la mezcla de los
metales […] pero ya para todo es necesario la pólvora de la que carecemos”92.

Belgrano había arbitrado lo necesario para la fabricación de pólvo-


ra en Jujuy, pues según decía él mismo en su correspondencia, “…
en Santiago la fabrican muy mala […] si no fuesen mis apuros tales como
son, y alguna circunstancia hiciese que el enemigo me dejara tranquilo
por algún tiempo, aquí mismo la había de fabricar”93.
Mientras que los herreros, armeros y fundidores, se abocaron a la
producción y reparación de armas y herraduras, el trabajo de sastres
tuvo gran demanda durante la guerra, en la elaboración de unifor-
mes para los oficiales. El trabajo del sastre gozaba de gran conside-
ración y a ellos se les encargaba la confección de uniformes para los
oficiales de alto rango, que se pagaba según la calidad del artesano y
del paño empleado. Los sombrereros también tenían mucho trabajo,

91 José María Paz, Memorias Póstumas, Segunda Edición, Buenos Aires, Almanueva, 1954, Tomo
I, p. 18 y p. 303, cita 44.
92 MM, DAB, Jujuy, 19 de junio de 1812.
93 Carta de Belgrano a Rivadavia, Jujuy, 19 de agosto de 1812. Transcripta en Luis Güemes, Güe-
mes Documentado, Buenos Aires, Plus Ultra, 1979, Tomo 1, p. 503.

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gauchos de así como los zapateros que manufacturaban las botas aptas para los
jujuy
terrenos montañosos94.
Ni bien tuvo contacto con el ejército a su mando, Belgrano com-
prendió la urgencia –ya planteada por Pueyrredón– de confeccionar
ropa para la tropa; sus primeras indicaciones fueron dirigidas al go-
bernador de Salta, solicitándole de manera imperativa, que las “se-
ñoras” locales se pusieran en la tarea de confeccionar 2.000 camisas
con las telas de hilo que hubieran en las tiendas de los comerciantes
locales95. Las “señoras salteñas” no tuvieron la actitud de compromi-
so hacia el Ejército del Norte que más tarde tuvieran las “damas men-
docinas” con San Martín; es así que fueron las costureras empleadas
en la maestranza las que confeccionaron camisas de hilo o algodón y
pantalones de paño. En general, el trabajo de las mujeres costureras
estaba dirigido a la fabricación de las prendas de los soldados y sus
remuneraciones estaban en relación a la cantidad de las ropas con-
feccionadas, no con su calidad.
Una de las carestías que compartían ambos ejércitos (el revolu-
cionario y el realista) era la falta de una vestimenta adecuada, sin
ninguna divisa militar. En el ejército revolucionario la mayoría de

94 Los zapatos elaborados en Córdoba se rompían con mucha facilidad, por cuanto se estimó
sustituirlos por los confeccionados en la maestranza.
95 MM, DAB, Carta de Belgrano al gobernador de Salta, Campo Santo, 6 de abril de 1812.

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los soldados vestían “a lo paisano”, también muchos oficiales, siendo
su principal vestimenta el poncho, que a nadie faltaba96, de allí la
importancia que se le diera a la confección de pantalones, camisas,
chaquetas con buenos paños, resistentes a los fríos de la intemperie
en la Puna y Altiplano, así como de calzado apto para el suelo mon-
tañoso y bosques con espinos.
Además de la manufactura y reparación de armas y uniformes, en
la maestranza se fabricaban y reparaban monturas, caronas, apare-
jos, estribos, riendas, guardamontes y todo lo necesario para cabal-
gar, labores que empleaban a talabarteros y lomilleros.
La maestranza fue una experiencia surgida de las necesidades de
la guerra, que duró mientras ésta estuvo vigente. El conglomerado de
gente que trabajaba en su seno comprendía a todos los sectores étni-
cos: esclavos y libertos pertenecientes a las castas distribuidas entre
negros, pardos, morenos y mulatos; indígenas, mestizos y españoles.
La “fábrica” organizada en la ciudad de Jujuy partió con el Éxodo,
se re-organizó en Tucumán y luego de la batalla de Salta regresó a
Jujuy. Recordaba un protagonista que, en Tucumán, Belgrano “Esta-
bleció también una maestranza completa, en la cual trabajaban todos,
además de los principales maestros de carpintería y herrería. Se remon-
taban en ella todos los cañones, se construyeron lanzas, se compuso todo
el armamento y hasta se trabajaron algunas espadas”97. A su regreso a
Jujuy, en 1813, muchos de los maestros armeros que trabajaran en
Tucumán se desplazaron con el ejército y formaron parte de la maes-
tranza a las afueras de la ciudad de Jujuy. En 1815, la experiencia ma-
nufacturera fue repetida por Rondeau, quien incorporó a las labores
a prisioneros españoles98.

96 Véase Antonio King, Veinticuatro años en la Argentina, Buenos Aires, Vaccaro, 1921, en especial
los relatos de la vanguardia.
97 Gregorio Aráoz de La Madrid, op. cit., p 43.
98 Véase Marcelo Lagos y Viviana Conti, op. cit., pp. 148-149.

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la jura de la
bandera
pintura de luis de
servi

EL 25 DE MAYO DE 1812
Otra tarea que se había propuesto Belgrano era levantar la moral
de la tropa y del pueblo que la contenía. Para ello aprovechó la con-
memoración del 25 de mayo, que en 1812 en Jujuy contó con la pre-
sencia del Ejército del Norte y de su comandante en jefe, Manuel Bel-
grano, quien ya había creado un nuevo estandarte, celeste y blanco
–desconocido hasta entonces por el gobierno revolucionario de Bue-
nos Aires– bajo cuyos colores se identificaba la tropa a su mando.
Joaquín Carrillo, quien en la década de 1870 escribiera una historia
de Jujuy, relataba los sucesos de 1812 y advertía el papel de Belgrano
en la formación del nuevo aparato simbólico revolucionario, en el
cual los festejos del 25 de mayo adquirirían una notable relevancia y
de allí en adelante irían indisolublemente unidos al nuevo concepto
de Patria: “El sentimentalismo patriótico de Belgrano tuvo fecundidad
en la invención de una ritualidad patriótica para herir el corazón de los
pueblos i retemplarlos en la fatiga, sublimándolos para el sacrificio en el

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ardor de las más rudas batallas”99.
En palabras de Manuel Belgrano, la jura de la Bandera no sólo
había servido a los efectos de levantar el ánimo en sus alicaídas tro-
pas sino, lo que consideraba igualmente importante, en propagar los
sentimientos afines a la revolución entre la población civil,

“He tenido la mayor satisfacción de ver la alegría, contento y entusiasmo


con que se ha celebrado en esta ciudad el aniversario de la libertad de la
patria, con todo el decoro y esplendor de que ha sido capaz, así con los
actos religiosos de vísperas y misa solemne con Tedeum, como en la fiesta
del alférez mayor, cooperando con las iluminaciones todos los vecinos de
ella, y manifestando con demostraciones propias su regocijo.
La tropa de mi mando no menos ha demostrado el patriotismo que la
caracteriza: asistió al rayar el día á conducir la bandera nacional, desde
mi posada, que llevaba el barón de Holmberg para enarbolarla en los
balcones del ayuntamiento, y se anunció al pueblo con quince cañonazos.
Concluida la misa, la mandé llevar á la iglesia, y tomada por mí, la
presenté al deán Juan Ignacio Gorriti que salió revestido á bendecirla,
permaneciendo el preste, el cabildo y todo el pueblo con la mayor devoción
á este santo acto. […]
Por la tarde se formó la tropa en la plaza y salí en persona á las casas del
ayuntamiento, donde me esperaba con su teniente gobernador, saqué por
mí mismo la bandera y la conduje acompañado del expresado cuerpo,
y habiendo mandado hacer el cuadro doble, hablé á las tropas […], las
cuales juraron con todo entusiasmo, al son de la música y última salva de
artillería, sostenerla hasta morir”100.

El acto fusionó el ritual revolucionario con el católico a través de la


bendición de la bandera por el clero local, presidido por el vicario del

99 Joaquín Carrillo, op. cit., pp. 167 - 168.


100 MM, DAB, Carta de Belgrano al Triunvirato, Jujuy, 28 de mayo de 1812.

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la bendición de
la bandera

ejército, fue un acto con un gran contenido simbólico que reemplazó


la tríada patria-rey-religión, que constituían el basamento sobre el que
se apoyaba el Régimen Colonial de la monarquía española, por la
tríada patria-libertad-religión, como apoyo a la Revolución,

“Á la puerta de mi posada hizo alto la columna, formó en batalla, y pa-


sando yo entre las filas la bandera, puedo asegurar á V. E., que ví, observé
el fuego patriótico en las tropas, y también oí en medio de un acto tan
serio murmurar entre dientes: Nuestra sangre derramamos por esta ban-
dera. No es dable a mi pluma pintar el decoro y respeto de estos actos, el
gozo del pueblo, la alegría del soldado, ni los efectos que palpablemente he
notado en todas las clases del estado testigos de ello: solo puedo decir que la
patria tiene hijos que sin duda sostendrán por todos los medios y modos su
causa, y que primero perecerán a ver usurpados sus derechos.”101

101 Ibíd.

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COCHABAMBA Y JUJUY
Desde que Esteban Arze retomara la ciudad de Cochabamba102 en
1811, ésta se transformó en el epicentro de las ideas revolucionarias y
en la retaguardia que protegía las espaldas del ejército acantonado en
Jujuy. Juan Martín de Pueyrredón mantenía una estrecha comunica-
ción con los caudillos cochabambinos; estaba enterado e intervenía
en los movimientos militares y políticos de la ciudad y su campaña;
los chasques entre Cochabamba y Jujuy eran diarios, en ellos im-
partía órdenes y opinaba sobre los sucesos políticos y las acciones
militares que partían desde allí hacia el Altiplano103.
Esteban Arze había sido designado por Pueyrredón intendente y
presidente de la Junta de Gobierno de Cochabamba, pero delegó el
cargo en Mariano Antezana104, dedicándose en el futuro a comandar
las fuerzas cochabambinas y las huestes indígenas para atacar Oruro
–convertida en la principal plaza fuerte virreinal–, cortar las comu-
nicaciones entre las ciudades, interceptar los correos de los realistas
con Lima y atacar todos los puntos de concentración de tropas rea-
listas.
Mientras, José Manuel de Goyeneche se fortalecía en Potosí y el vi-
rrey del Perú Fernando de Abascal planeaba concentrar fuerzas para
avanzar hasta Tucumán105, pues entendía que Jujuy y Salta eran el

102 Recordemos que la ciudad de Cochabamba había sido tomada por las tropas virreinales de Go-
yeneche en septiembre de 1811 y recapturada por Esteban Arze en octubre de 1811. Las tropas
de Arze estaban compuestas por mestizos e indígenas. Gustavo Rodríguez Ostria, op. cit. La
noticia de la recuperación de Cochabamba llegó a Jujuy el 15 de noviembre.
103 Correspondencia de Pueyrredón, en MM, DAB, op. cit., y en AGN, División Gobierno, Sala X,
3-10-3.
104 Mariano Antezana había estudiado en Buenos Aires, tenía ideas liberales y conocía a Manuel
Belgrano. Fue uno de los dirigentes de la liberación de Cochabamba en octubre de 1811, nom-
brado por el cabildo como Intendente y Presidente de la Junta de Gobierno. Albornoz y Pen-
tinali, en Josep Barnadas (director), Diccionario Histórico de Bolivia, Sucre, Grupo de Estudios
Históricos, 2002, p, 129.
105 AGI, Diversos 2 A, Legajo 2, R.1 y 2. Correspondencia entre Abascal y Goyeneche.

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casas en el valle
de cochabamba
litografía de
d’orbigny

resguardo de los valles cochabambinos, por donde circulaban armas,


bastimentos y fomentaban las sublevaciones de indígenas que asola-
ban el Altiplano106.
La toma de Jujuy era fundamental en los planes de Abascal, pues
allí se abría el camino carretero hacia el Río de La Plata. Con las in-

106 Los indígenas de Cochabamba contaban como aliados a los de Chayanta (al norte de Potosí),
lo que los transformaba en una coalición temeraria. Por otro lado, debe tenerse en cuenta que
en el Alto Perú (contrario a lo que acontecía en el Río de La Plata), la potencialidad minera
les proveía de plomo, estaño y de los elementos básicos para la producción de pólvora, convir-
tiendo a la fábrica de armamentos de Cochabamba en un bien codiciado por ambos ejércitos.
Todos estos elementos, número de combatientes, capacidad logística y armamentos, convertía
a la guerrilla cochabambina en temible.

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el valle de
cochabamba
pintura de m. uglade,
1864

tenciones de robustecer y consolidar el sur, envió al brigadier Fran-


cisco de Picoaga para fortalecerse en Tupiza como avanzada hacia
Jujuy, donde a la sazón se encontraba el ejército revolucionario.
Jujuy y Cochabamba eran los dos puntos cruciales para el futuro
de la guerra; valles y pasos que comunicaban con la altiplanicie y
entre sí por caminos de yungas controlados por los lugareños; su
posición fortalecía al ejército que dominara estos enclaves. En los
planes de Abascal y Goyeneche, el primer paso era cortar las comu-
nicaciones entre los valles, aislarlos para luego atacarlos. No querían
invadir Jujuy teniendo a sus espaldas a las huestes cochabambinas
que podían encerrarlos entre dos fuegos.
Estos planes comenzaron a materializarse con la sumisión de
Santa Cruz de la Sierra –zona intermedia en los llanos, con acce-
so a las yungas– que apoyada militarmente por los portugueses, in-
trodujo una cuña entre Cochabamba y Jujuy. Aislarlas, derrotarlas
y dominarlas eran los siguientes pasos para obtener el dominio del
Virreinato y el acceso a Buenos Aires.

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En el verano de 1812, la derrota en Nazareno obligó a la vanguar-
dia revolucionaria a replegarse sobre Humahuaca y controlar el ac-
ceso a Jujuy por la Quebrada. Mientras, Arze custodiaba el valle de
Cliza protegiendo a Cochabamba.
El plan gestado por Abascal y Goyeneche iba tomando forma, con-
trolado el sur del Altiplano, sólo debía asegurarse las comunicacio-
nes de sus tropas dispersas y emprender contra Cochabamba y Jujuy,
pero tenían que esperar que cesaran las lluvias estivales que desbor-
daban los ríos y entorpecían el avance de las tropas hacia los valles,
donde en verano siempre acechaba el fantasma del paludismo.
Ese verano cambió la coyuntura de guerra. Por un lado las de-
savenencias entre Arze y Antezana complicó la situación interna en
Cochabamba. En Jujuy, Pueyrredón ya había dimitido y se preparaba
para entregar el ejército al nuevo general en jefe, Manuel Belgrano.
El cambio de la comandancia en el Ejército del Norte tuvo repercu-
siones en Cochabamba; mientras Pueyrredón tenía a Arze como su
hombre de confianza, Belgrano se apoyó en Antezana, de quien tenía
mayor conocimiento107. El conflicto se acrecentó por las órdenes con-
tradictorias de atacar Potosí o resguardar los accesos a Cochabamba.
La importancia de mantener la moral y la fuerza en la plaza de Co-
chabamba queda manifestada en la misma correspondencia de Bel-
grano, quien estaba enterado de cada uno de los sucesos acaecidos
allí, los que a su vez notificaba a Buenos Aires108. Manuel Belgrano,
al igual que Martín de Pueyrredón, tenía sus esperanzas puestas en
la victoria de Cochabamba sobre el ejército virreinal, lo que permiti-
ría salvaguardar el norte rioplatense y dejar expedito el camino hacia
Charcas,

107 MM, DAB, Belgrano al Gobierno Central, Campo Santo, 20 de abril de 1812 y 22 de abril de
1812, recibió el pedido de Mariano Antezana de envío de Díaz Vélez con la vanguardia a Co-
chabamba, lo que era improbable en ese momento debido al grado de desorganización en que
aún se encontraban las tropas.
108 MM, DAB, Belgrano al Gobierno Central, Jujuy, 24 de mayo de 1812.

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el valle de
jujuy

“… ello es cierto que si Cochabamba se pierde, es de inferir que caigan


con ella todas las demás provincias que están en conmoción, y por consi-
guiente el enemigo, libre de aquellas atenciones, se convierta todo contra
nosotros... […] estamos, a la verdad, en situación muy peligrosa y si Co-
chabamba se pierde y con ella las armas pocas que se han juntado y aque-
llos patriotas han fabricado, yo no veo un camino de recuperar la libertad
del Perú sin una fuerza de grande consideración que hayan de sostener
una guerra mortífera…”109

Arze y Antezana decidieron que, para asegurar Cochabamba era


prioritario cortar las comunicaciones de Oruro. En pos de ello, sa-
lieron con las tropas cochabambinas hacia el Altiplano, a las que se
fueron agregando las parcialidades indígenas de la zona. Al calor
de las batallas, emergieron renovados conflictos entre los jefes, que

109 MM, DAB, Belgrano al Gobierno Central, Campo Santo, 11 de mayo de 1812.

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concluyeron por dividir a las huestes según sus lealtades a cada cau-
dillo, repercutiendo en la moral de los hombres110.
El prefecto Antezana, quedó a cargo de la protección de la ciudad
de Cochabamba, para lo que pidió a Belgrano urgentes auxilios des-
de Jujuy; enfatizaba en la necesidad de que Díaz Vélez se trasladara
con sus regimientos a colaborar con la defensa de la ciudad111.
Mientras, Esteban Arze intentaba defender el estratégico paso de
Pocona (que permite la entrada al valle de Cliza y de allí a Cochabam-
ba), pero fue derrotado por las fuerzas virreinales al mando de Imaz.
La derrota de la guerrilla extendió el pánico por toda la provincia
y comenzó un proceso de deserción. Esteban Arze comunicaba a
Belgrano la situación desesperada en que se encontraba y repetía el
pedido de auxilio de tropas112; en Jujuy el general entendía que sus
hombres no estaban listos para la guerra, salvo la vanguardia al man-
do de Eustaquio Díaz Vélez que, aprestados a marchar, estuvieron
demorados por la convalecencia del jefe113. Belgrano entendía que la
suerte de Cochabamba estaba atada al futuro de Jujuy: si la primera
caía, el enemigo se volvería inmediatamente sobre la segunda con
todas sus fuerzas y no sabía si contaba con el tiempo necesario para
preparar al ejército para hacerle frente, “… es doloroso ver al cordero en
las manos del lobo sin poder socorrerlo”114.

110 El 26 de abril ambos caudillos firmaron un acuerdo por el que dividían sus fuerzas y se repar-
tían los territorios bajo su autoridad; a Antezana le correspondía la defensa de Cochabamba y
alrededores, Gustavo Rodríguez Ostria, op. cit.
111 La correspondencia de Antezana solicitando la ayuda de Díaz Vélez le llegó y de Arze llegó a
Jujuy el 17 y 18 de junio de 1812. (MM, DAB). Para entonces, la situación de la vanguardia y su
jefe eran críticas y se tardaron más de 15 días en organizar la partida de ayuda, que nunca salió.
112 Ibíd.
113 La enfermedad de Díaz Vélez, la poca confianza en Balcarce y el estado de inexperiencia de la
mayor parte de la vanguardia retrasó los auxilios a Cochabamba; finalmente, cuando todo es-
tuvo dispuesto para emprender la marcha, comenzaron a llegar a Jujuy las noticias de la caída
de la ciudad.
114 MM, DAB, Carta del 17 de junio de 1812.

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eustaquio
díaz vélez

En la ciudad de Cochabamba, la población estaba dividida entre


los que querían defenderla y los que buscaban una rendición incon-
dicional. Cuando llegó la noticia de la división del ejército, los pobla-
dores más ricos, hacendados, comerciantes y familias con recursos
económicos comenzaron a refugiarse en las haciendas, llevaban a
sus familias y bienes a lugares seguros. A mediados de mayo sólo
quedaban en la ciudad los sectores más humildes, mestizos e indí-
genas, que confiaban en las guerrillas que custodiaban la campaña115.

115 Gustavo Rodríguez Ostria, op. cit. Entre los que huyeron esos días de Cochabamba, se encon-
traba José Antonio de Arriaga, quien llegaría hasta Jujuy, portador de las noticias a Belgrano
(véase más adelante).

jujuy campamento general del ejército

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josé manuel
de goyeneche

Esta situación de inseguridad aumentó al conocerse la derrota de


Arze. El cabildo decidió suplicar a Goyeneche y para ello envió a un
grupo de clérigos y notables. Antezana, de acuerdo con lo dispuesto
por el cabildo, exhortó, a quienes querían una confrontación, a que
se retiraran a los cerros en busca de la guerrilla.
Las órdenes que había recibido Goyeneche consistían en desbara-
tar las huestes cochabambinas, antes de avanzar hacia el Río de La
Plata. Derrotar a Cochabamba y ponerla de ejemplo era su prioridad,
negando así toda posibilidad de pactar una rendición.
La estrategia militar virreinal consistió en un movimiento envol-
vente sobre la ciudad y zonas circundantes, utilizando las tropas que

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tenía en Potosí y las que estaban concentradas en Oruro. En mayo el
ejército Real ya estaba en movimiento. En su camino Goyeneche fue
quemando pueblos indígenas y matando a todos sus habitantes sin
distinción de sexo o edad.
José Manuel de Goyeneche contaba con un ejército de unos 2.000
hombres armados, a los que sumaba las huestes indígenas de los ca-
ciques Mateo García Pumacahua y Manuel Choquehuanca de Perú.
Sabía que Cochabamba estaba mal armada y que la mayoría de los
hombres habían partido, bien con las guerrillas, bien en busca de su
propio resguardo. En su camino, la vanguardia realista fue acechada
por indígenas desde los cerros, a lo que respondió incendiando los
poblados a su paso.
En la ciudad quedaban algunos funcionarios, clérigos y mayor-
mente gente de los sectores más humildes, indígenas y mestizos,
casi todos ancianos, mujeres y niños, sólo unos pocos hombres que
no estaban en el ejército, que tenían por únicas armas hondas, pie-
dras, cuchillos y palos –que usaban como lanzas–. De manera que,
con el ejército realista a poco de llegar, la ciudad de Cochabamba es-
taba ocupada sólo por los más humildes, los desposeídos de medios
para escapar, mayoritariamente mujeres y niños cuyos hombres de
la familia se encontraban en la guerrilla. El 26 de mayo esa masa de
gente desprotegida saqueó las casas de las familias adineradas –la
mayoría ausentes– en busca de armas y alimentos.
Pertrechados con lo que encontraron, las mujeres ocuparon la coli-
na de San Sebastián –conocida como la Coronilla–, mientras que los
pocos hombres que habían quedado se ubicaron a los costados. Esa
fue la defensa de Cochabamba contra las tropas entrenadas de Goye-
neche, que entraron a caballo degollando a quienes encontraban a su
paso y se dedicaron al saqueo sistemático y el incendio de la ciudad.
Convencidos de que Cochabamba debía servir de escarmiento a
los revolucionarios de toda América, se quebraron todos los códigos

jujuy campamento general del ejército

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ejecución de los
planes de invasión
de abascal y
goyeneche

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de honor militares, matando no sólo a civiles, sino también a inde-
fensos. Se desconoce la cantidad de muertos, pero todos los cronis-
tas aseguran que la mayoría eran mujeres. Los hombres encontrados
en la ciudad fueron degollados y sus cabezas colocadas en chuzas a
lo largo del camino de ingreso.
Francisco Turpin116 –sobreviviente– le relataría a Belgrano “…so-
lamente las mujeres dijeron si no hay hombres nosotras defenderemos…”
y el enemigo arremetió “matando a treinta mujeres, seis hombres de
garrote, y tres fusileros”; en su huída rumbo a Chayanta vio cómo los
indios de Pumacahua mataban a niños y viejos, dejando con vida
“solo a las mujeres de buen parecer”117.

116 Francisco Turpin había sido soldado en la 1a Compañía de fusileros del Regimiento No 6;
después de ser derrotados en Huaqui, fue a refugiarse a Cochabamba, de allí pasó múltiples
peripecias, pasándose como desertor al enemigo siempre que debía salvar la vida; así, después
de la caída de Cochabamba, llegó a Arque, se escapó por Sepultura y de allí por el Despoblado
hasta Jujuy.
117 AGN, 3-10-4, relato hecho por Francisco Turpin al secretario del Ejército y enviado por Belgra-
no al Triunvirato, Jujuy, 4 de agosto de 1812, 5 folios.

jujuy campamento general del ejército

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“batalla del 27 de
mayo” cochabamba
óleo de arturo reque
meruvia, 1946

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LA RETIRADA DE LOS HABITANTES
DE JUJUY, 23 DE AGOSTO DE 1812
Vamos tucumanos,
Vamos hermanos!
Que corre peligro
El bravo Belgrano.118

118 Juan Alfonso Carrizo, Cancionero popular de Jujuy, op. cit., copla 2, p. 181.

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las órdenes que recibiera belgrano eran acordes a las que otrora
recibiera Pueyrredón: defender Jujuy o abandonar la zona, siguien-
do la estrategia de “tierra arrasada”, para refugiarse en Tucumán,
Santiago del Estero o Córdoba, lo que significaba no dejar nada que
el enemigo pudiera utilizar para su avance hacia el Río de La Plata.
Aunque le otorgaba al Jefe del Ejército “absoluta libertad para actuar
de acuerdo a la circunstancias”, también le ordenaba que, si el enemi-
go avanzaba y se hiciese

“…dueño de Salta y sucesivamente emprendiese, como es de inferir, la


ocupación del Tucumán, tomará V. S anticipadas disposiciones para tras-
plantar á Córdoba la fábrica de fusiles que se halla en aquel punto; y á fin
de asegurar aquellos útiles, como la artillería, tropa y demás concerniente
al ejército…119

Sin embargo, como vimos, Juan Martín de Pueyrredón no conside-


ró necesario –o posible– llevar adelante la política de “tierra arrasada”.
Pero en los últimos meses el contexto había cambiado sustancialmen-
te. La vanguardia realista en Tupiza hostigaba a los indígenas de la
Puna de Jujuy, mataba, robaba e incendiaba los pueblos; Belgrano, es-

119 MM, DAB, Buenos Aires, 27 de febrero de 1812, carta firmada por Manuel de Sarratea, Juan
José Paso, Bernardino Rivadavia y secretario Nicolás de Herrera.

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taba enterado de lo sucesos en Rinconada, donde el pueblo había sido
saqueado por una partida enemiga y los indígenas asesinados.

“Se me ha avisado de la Rinconada que una partida enemiga había ido á


saquear aquel pueblo, á azotar á los naturales, y a hacer las más atroces
iniquidades; parece haber adoptado generalmente entre ellos inspirando el
terror, cometiendo asesinatos, robando, quemando y aniquilándolo todo;
baste decir que las criaturas inocentes no se libertan de sus cuchillos”120.

Todavía mantenía la confianza en que una victoria en Cochabam-


ba y en Chayanta, le daría el tiempo necesario para organizar y forta-
lecer el ejército. Mientras, había ordenado instituir en Humahuaca,
un batallón de naturales de la Quebrada, ya que para entonces, había
aumentado mucho el número de reclutas. En las tropas estacionadas
en el poblado de Humahuaca, tenía puestas las expectativas para tra-
bar el ingreso del ejército realista.
En esos días, las informaciones de lo acontecido en Cochabamba
volaron como un reguero de pólvora y llegaron rápidamente a Jujuy.
Los rumores corrían presagiando lo peor, todos sabían que el próxi-
mo objetivo de Goyeneche era Jujuy.
Recién a fines de junio llegaron las noticias exactas de lo aconte-
cido en Cochabamba, de boca de Esteban Arze, que había arribado
a Humahuaca con un grupo de sus hombres, entre los que estaban
José Antonio de Arriaga y Juan Manuel Gutiérrez portador de la úl-
tima carta de Antezana; avisaban que en el camino había partidas
dispersas, sin apoyo militar, que llegarían en cualquier momento a
Jujuy, por lo que pedían que se los protegiera de los ataques de las
cuadrillas realistas121.

120 MM, DAB, Jujuy, 4 de junio de 1812.


121 Ibíd., Jujuy 4 de julio de 1812.

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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“Según aviso que tengo, muchos vienen á refugiarse entre nosotros por
el camino del despoblado, con cuyo motivo he mandado que salga una
partida de sesenta á ochenta hombres al mando del capitán Zelaya para
que los proteja…”122

Belgrano comunicó al gobierno en Buenos Aires que no estaba en


condiciones de defender Jujuy con las pocas y mal armadas tropas
que poseía, “…el ejército de mi mando ni está capaz de operar ni tiene
todo lo que necesita para el efecto”.
Después de la caída de Cochabamba, seguían llegando a Jujuy los
hombres que habían logrado escapar de las matanzas de Goyeneche,
junto con exilados de Tarija y Chichas. Belgrano escribió al Triunvi-
rato

“Muchos oficiales, pocos soldados, y veinte armas entre ellas once o más
inútiles, es lo que ha venido después de la derrota de Cochabamba y de
la provincia de Chayanta: todos quieren de comer y plata: he dado mis
órdenes para lo primero y aún trato de vestirlos…”123

Para entonces, la población con recursos comenzó a arbitrar las


medidas para alejar a sus familias del frente de batalla. ¿Qué había
cambiado para impulsar a los jujeños a abandonar sus hogares y
tomar el camino del exilio? El contexto era otro, signado por extermi-
nios y matanzas indiscriminadas. El pánico debió apoderarse de la
población de Jujuy, que auguraba un futuro similar a Cochabamba.
Los principales comerciantes de Jujuy fueron los primeros en em-
balar sus pertenencias, arrendar carretas y fletarlas hacia Tucumán,
al menos como primera escala, pues muchos siguieron hasta San-

122 Ibíd.,
123 MM. DAB. Oficio de Belgrano al Gobierno Central, Jujuy 19 de julio de 1812.

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tiago del Estero, Córdoba y Buenos Aires. Las familias con recursos,
seguramente buscaron con tiempo un lugar resguardado, en el seno
de familiares, amigos y sus relaciones sociales o comerciales. Todo
aquel que tuviera un medio de transporte, carros, carretones, carre-
tas, caballos, mulas, trató de poner a salvo a la familia alejándola de
lo que, se temía, sería un saqueo indiscriminado.
¿Cuántas eran estas familias adineradas? Según la lista confeccio-
nada por el cabildo jujeño en 1800, la elite local estaba formada por
56 individuos, de los cuales 42 eran jefes de familia avecindados en
la ciudad (en esa lista no están incluidos los dueños de haciendas con
residencia en el campo) y 12 eran sacerdotes; se trataba de 22 espa-
ñoles europeos (nacidos en España), 2 genoveses y 20 americanos,
la mayoría comerciantes dueños de pulperías y tiendas en la ciudad
y pueblos; de los clérigos presentes, sabemos que 7 eran americanos
(por su ascendencia) y desconocemos el origen del los 5 restantes124.
En 1812, se estima que la elite había aumentado a más de 70 per-
sonas (jefes de familia), de los cuales 40 eran españoles europeos
–30 de ellos se exilaron durante la retirada–, que se desempeñaban
como comerciantes, hacendados o funcionarios de la Corona125; en
esta lista se sumaban comerciantes y hacendados que entraban en
el giro mercantil.
Del universo que conformaba el sector mercantil de la ciudad en
1812 –pulperos, comerciantes, artesanos y mercaderes de ganado–,
el 85% se retiró a las provincias del sur, sea con Belgrano o antes,
de manera que sólo un 15 % de la población adinerada se mantuvo
en la causa fidelista y aguardó al ejército virreinal, a ellos se suma-
ron algunos funcionarios reales y clérigos; ignoramos la cantidad de

124 AHP, SRR, Caja XXXIII, L. 1, F. 50 a 53.


125 Lista confeccionada por el cabildo de Jujuy para cobrar el empréstito a los españoles europeos.
Ricardo Rojas, op. cit., “Tributo de vidas, haberes y famas”, Empréstito de comerciantes euro-
peos (1812), pp. 579-581.

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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población de los sectores populares que se quedó tras la marcha del
ejército, pero estimamos que fueron muy pocos, sirvientes y depen-
dientes de los vecinos con sus parentelas. Los mismos testimonios
del ejército realista dan cuenta de que era la minoría de la población
la que había permanecido en Jujuy, evidencia que fue ratificada por
el propio José Manuel de Goyeneche: “…los pocos vecinos que han que-
dado en esa Ciudad…”126.
Esa misma escasez de vecinos fue el motivo de los inconvenien-
tes en formar un cabildo adepto a la causa de la Monarquía (sólo
dos integrantes del cabildo se habían quedado en Jujuy), los cargos
vacantes, salvo dos más, no fueron ocupados127. De estos hechos, do-
cumentados, se desprende que la mayoría de los vecinos económica-
mente acomodados de la ciudad y el campo, los sectores “prestigio-
sos” se habían retirado de la jurisdicción.
¿Cómo fue la retirada? Carecemos de documentación epistolar o
biografías que relaten los detalles de la vida cotidiana en esos días,
sólo contamos con información oficial que brinda algunos indicios
sobre la preparación de la emigración, planificada por Belgrano
como “retirada en orden”.
Los comerciantes debieron “levantar” sus comercios, fletar carre-
tas tucumanas, cargar toda la mercancía de las tiendas y pulperías,
subirlas a las carretas y enviarlas a Tucumán. También debieron le-
vantar la casa, llevar los objetos de valor y los de uso cotidiano, cargar
a la familia –generalmente mujeres, niños y ancianos viajaban en
carretones–, los sirvientes, esclavos y dependientes con sus respec-
tivas familias. A falta de información precisa, calculamos que esa
tarea debe haber demandado entre una y dos semanas de labores. Si,
además poseían hacienda o chacra –que era lo frecuente en la épo-

126 Oficio de Goyeneche a las autoridades virreinales en Jujuy, leído en el cabildo realista el 6 de
noviembre de 1812. AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Actas del Cabildo de 1812, folios 8v-9.
127 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Actas del Cabildo de 1812, folios 2-3.

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ca–, debían levantar lo que se pudiera en granos y simientes, arriar
el ganado, esconder en los cerros lo que no podían llevar consigo y
partir con los peones.
Estimamos que cada familia formaba en sí misma una pequeña
caravana, que aumentaba dada la costumbre de viajar en grupos de
varias familias, que les proporcionaba mayor seguridad ante los tras-
tornos del viaje y los posibles robos en el camino.
Si los preparativos para la emigración dieron inicio cuando se co-
nocieron los acontecimientos de Cochabamba, los primeros trasla-
dos de población deben haber comenzado a fines de julio de 1812, lo
que, además, es coincidente con los comienzos de la organización
de la población, para una “emigración ordenada” dictaminada por
Belgrano a mediados de julio. Así se repetía lo acontecido en el Alto
Perú, donde las familias que tenían cómo y con qué trasladarse, se
pusieron anticipadamente a salvo de los saqueos.
Las órdenes de Belgrano eran retirar el ejército y las fuentes de
abastecimiento del enemigo, pero ¿qué hacer con la población civil
que aún quedaba? Dejarla abandonada a su suerte podía significar
su sentencia de muerte. Para entonces, ambos bandos beligerantes
estaban convencidos de que una salida pacífica no era viable, que
sólo la guerra definiría la situación. Pero la guerra era un asunto
de hombres, de soldados… y, en esos momentos estaba cobrando
un matiz inusitado, las matanzas de Cochabamba habían fracturado
códigos y voluntades.
La situación en la que se encontraba Belgrano era diferente a la
que le tocara a Pueyrredón; éste pudo retirar al ejército hasta Yatasto
sin pensar demasiado en las consecuencias sobre la población civil.
El contexto se había modificado; los acontecimientos de Cochabam-
ba habían dado un giro a la óptica de la retirada. En el imaginario de
la época dos sucesos se cruzaban: las muertes y saqueos en el Alto
Perú y el traslado de la población de la Banda Oriental siguiendo a

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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Artigas hasta Entre Ríos, ante la invasión portuguesa de 1811. Había
que optar por un escenario para Jujuy y se eligió el segundo.
Emigración, expatriación, huída, abandono del terruño, despla-
zamiento de la población civil, por esto optó Belgrano, que desde
mediados de julio comenzó a organizar la emigración en forma or-
denada. La medida adoptada necesitaba no sólo el sacrificio de sus
hombres y seguidores, era indispensable que aún los fidelistas aban-
donaran la jurisdicción.
Según se desprende de la correspondencia de Belgrano, éste sa-
bía que la mayor parte de la población de Jujuy era partidaria de
la Revolución, aunque no ocurría lo mismo en Salta, donde la elite
estaba bastante dividida y se mantenía una fuerte resistencia a la Re-
volución. En ese contexto es que, a través del Bando del 29 de julio
dirigido a la población de toda la provincia de Salta128, ordenó el retiro
y emigración y amenazó a quienes quisieran traicionar sus órdenes,

“Dn. Manuel Belgrano, Brigadier de los Extos de la Patria, Coronel del


Regimiento n 5 y General de Xefe del Exto Auxiliar del Perú

Pueblos de la Provincia de Salta:

Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra de-
fensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provin-
cias Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad.
Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al mando de
Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los
desnaturalizados que viven entre vosotros y que no pierden arbitrios para
que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean
ultrajados y volváis a la esclavitud.

128 En la época del Éxodo, Jujuy integraba la provincia de Salta del Tucumán y el Bando se dirigía
a los pueblos de toda esa provincia. De allí la expresión en plural. Sin embargo, la orden de
Belgrano fue acatada en su gran mayoría por los habitantes de Jujuy y por muy pocos salteños.

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“Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis
a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres,
trayéndonos las armas de chispa, blanca y municiones que tengáis o po-
dáis adquirir, y dando parte a la Justicia de los que las tuvieron y perma-
necieren indiferentes a vista del riesgo que os amenaza de perder no sólo
vuestros derechos, sino las propiedades que tenéis.

Hacendados: apresuraos a sacar vuestro ganado vacuno, caballares, mu-


lares y lanares que haya en vuestras estancias, y al mismo tiempo vuestros
charquis hacia el Tucumán, sin darme lugar a que tome providencias que
os sean dolorosas, declarandóos además si no lo hicieseis traidores a la
patria.

Labradores: asegurad vuestras cosechas extrayéndolas para dicho punto,


en la inteligencia de que no haciéndolo incurriréis en igual desgracia que
aquellos.

Comerciantes: no perdáis un momento en enfardelar vuestros efectos y


remitirlos, e igualmente cuantos hubiere en vuestro poder de ajena per-
tenencia, pues no ejecutándolo sufriréis las penas que aquellos, y además
serán quemados los efectos que se hallaren, sean en poder de quien fuere,
y a quien pertenezcan.

Entended todos que al que se encontrare fuera de las guardias avanzadas


del ejército en todos los puntos en que las hay, o que intente pasar sin mi
pasaporte será pasado por las armas inmediatamente, sin forma alguna
de proceso. Que igual pena sufrirá aquel que por sus conversaciones o
por hechos atentase contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase,
estado o condición que fuese. Que los que inspirasen desaliento estén reves-
tidos del carácter que estuviesen serán igualmente pasados por las armas
con sólo la deposición de dos testigos.

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bando del
general manuel
belgrano, pág. 1

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Que serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi primera
orden no estuvieran prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor
escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen.

No espero que haya uno solo que me dé lugar para poner en ejecución las
referidas penas, pues los verdaderos hijos de la patria me prometo que se
empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna madre, y los des-
naturalizados obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas intensiones.
Más, si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cual-
quier especie que sean, y que nada será bastante para que deje de cumplir
cuanto dejo dispuesto.

Cuartel general de Jujuy 29 de julio de 1812”129.

La respuesta en contra del Bando no se hizo esperar. El goberna-


dor de Salta contestó inmediatamente explicando que “Los obstáculos
que impiden extraer todo el ganado vacuno, caballar, mular y lanar de
las haciendas de la jurisdicción de esta ciudad según VS lo ordena en el
Bando del 29 de corriente, se reduce á la falta de gente y caballada para
realizar esa tarea, pues indispensablemente se necesitan cerca de cuatro
mil hombres y en proporción otros tantos caballos para recogerlos y llevar-
los á Tucumán […] dejar absolutamente sin ganados á este pueblo es sa-
crificarlos y quitarles los auxilios…”130. Significaba que la población de
Salta no estaba dispuesta a sacrificarse, a lo que Belgrano respondió
inmediatamente, asegurando que haría cumplir el Bando porque “…
yo no oigo los clamores de los particulares, sino el bien general de Patria,
[…] exiten ese espíritu público que han tenido apagado aun en sus pobres
compatriotas, y hagan esfuerzos dignos de verdaderos Americanos, y no
por conservar unos tristes ganados, que serán para el enemigo si entrase,

129 AGN, 3-10-4. Jujuy, 29 de julio de 1812. Copia 5 al Gobierno Central, 2 folios.
130 AGN, 3-10-4, Salta 31 de julio de 1812. Del Gobernador de Salta a Manuel Belgrano.

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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bando del
general manuel
belgrano, pág. 2

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permanezcan como fríos espectadores de las desgracias de la Patria…”131.
En su informe al Triunvirato, agregaba que “...aguijoneando a los Ha-
cendados y Ricachos los saco de la indiferencia y apatía con que miran la
causa de la Patria”132.
No sólo en Salta había adeptos al fidelismo monárquico. En Jujuy,
la hacienda San Lucas era el foco de resistencia contrarrevolucio-
naria liderada por el hacendado Bentura Marquiegui, en quien se
apoyaría el grupo de opositores al exilio.
Los prisioneros políticos tomados en la batalla de Suipacha, que
aún permanecían en Salta, al igual que algunos vecinos del lugar
–sindicados como muy adeptos a la causa monárquica–, fueron in-
timados a recluirse en Tucumán y Santiago. Sin embargo esas me-
didas no frenaron la acción colaboracionista local, como se verá más
adelante.
Belgrano opinaba que el Bando del 29 de julio había servido a dos
fines: por un lado fortalecer el apoyo de la población y por otro poner
en conocimiento del enemigo que si llegaba hasta Jujuy no iba a en-
contrar nada con que aprovisionarse.

“…muchos hijos de esta ciudad se me han presentado ofreciéndose á servir


personalmente con sus armas y caballos, y al mismo tiempo á poner á mi
disposición sus ganados, mieses y demás bienes, con tal empeño que, si la
provincia toda lo tomara, estoy seguro que el tirano no adelantaría en sus
progresos, si intentase seguir su empresa”133.

Es posible que para entonces parte de la población de Jujuy ya se


hubiese retirado o estuviese preparando el viaje. En esos aciagos días
de julio y agosto, la mayoría de los indígenas se refugiaron en los

131 AGN, 3-10-4, Jujuy, 2 de agosto de 1812. Belgrano al Gobernador Intendente de Salta.
132 AGN, 3-10-4, Jujuy, 3 de agosto de 1812. Belgrano al Gobierno Central en Buenos Aires.
133 MM, DAB, Jujuy, 1 de agosto de 1812.

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posta de cerros, llevándose consigo a las familias y las posesiones134. ¿Quiénes
hornillos
quedaban en Jujuy?
La situación apremiante estaba enfocada en aquellos que carecían
de medios para escapar, indios forasteros, mestizos y criollos pobres,
familiares de los reclutados por el ejército, que serían castigados por
colaborar con la Revolución, campesinos y emigrados de las provin-
cias altoperuanas que llegaron en busca de refugio; junto a los fun-
cionarios del cabildo, serían los últimos en abandonar el territorio.
En esos primeros días de agosto fueron llegando a la Quebrada
muchos soldados y milicianos que venían huyendo de las persecu-
ciones en el Alto Perú. El número de refugiados era tal, que se de-
cidió formar una compañía de caballería, llamada “Patriotas decidi-

134 En cada invasión realista, los indígenas se ponían a resguardo en parajes alejados en medio de
los cerros, buscando cobijo entre familiares, amigos o simplemente la soledad de la montaña.
Información proporcionada por el cabildo de Jujuy en: AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular,
Acta 25 de agosto de 1818.

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dos”, comandada por Eustaquio Díaz Vélez y Esteban Arze135.
Entre los refugiados se encontraba el ya mencionado Francisco
Turpín, único testigo ocular de los sucesos de Cochabamba, quien
testificó frente a Belgrano los eventos que rodearon la muerte de
Antezana y las matanzas de las mujeres en La Coronilla, noticias que
el general trasmitía al Triunvirato expresando “¡Gloria á las cocha-
bambinas que han demostrado con un entusiasmo tan digno de que pase
á la memoria de las generaciones venideras! Ellas han dado un ejemplo
que debe excitar, señor excelentísimo, los sentimientos más apagados por
la patria…”136
El 18 de agosto recibió una carta de Manuel Domingo del Portal,
cura de Rinconada, alertándolo de que Gervasio Molina, al mando
de un piquete, había salido del campamento realista en Suipacha,
se había desplazado por la quebrada de Sansana hacia Abra Pampa,
donde tenía el fin de juntar todo el ganado que pudiese en Cochinoca
y Negra Muerta y ya estaba acopiando en Santa Catalina el ganado
que sacaron de Rinconada y otros parajes137. En respuesta, Belgrano
ordenó a Díaz Vélez resistir lo más posible en Humahuaca.
Pocos días después, el ejército virreinal a las órdenes de Pío Tris-
tán llegaba a Yavi. Según lo relataba Tristán a Goyeneche, el 13 de
agosto había salido de Moraya, el 14 estaba en Mojo y de allí siguió a
Tarija y Yavi, lugares donde encontró alimento y agua para la tropa y
pudo avanzar hasta Sansana; la vanguardia ya estaba en Cangrejos y
pensaba adelantarla hasta Humahuaca138.
Mientras, la vanguardia revolucionaria estacionada en Humahua-
ca, hostigó continuamente el avance del ejército virreinal, cubriendo

135 MM, DAB, Jujuy, 1 de agosto de 1812.


136 MM, DAB, Jujuy, 4 de agosto de 1812.
137 AGN, 3-10-4, Humahuaca, 18 de agosto de 1812, de Manuel Domingo del Portal a Manuel
Belgrano.
138 AGI, Diversos 2, A, 1812, R.1, N.2, Nota de Pío Tristán a Goyeneche antes de la entrada en
Jujuy: campamento de Barrios, 17 de agosto de 1812.

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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los pasos estratégicos de la Quebrada, hasta que fue llamada con
premura a Jujuy y se transformó en retaguardia del ejército del Nor-
te; venía con los reclutas de la Quebrada y cuidó las espaldas de la
población civil agrupada al sur de la ciudad.
Un testigo del suceso, que bajaba de Huamhuaca con las tropas
de Díaz Vélez, relata lo que vivió: “Entretanto, vino la invasión del
enemigo, y el cuerpo de vanguardia emprendió su movimiento retrógrado:
quedando un cuerpo de caballería, se incorporó lo restante al ejército de
Jujuy el mismo día en que éste emprendía el suyo para Tucumán. Recuer-
do que atravesamos el pueblo de Jujuy en toda su extensión, sin permitir-
nos separarnos, ni aun para proveernos de un poco de pan. Acampamos
durante tres o cuatro horas a la inmediación de la ciudad, y tampoco se
nos permitió entrar […] continuó la retirada del ejército, marchando día y
noche, porque la proximidad del enemigo lo requería.”139
Así, en la tarde del 23 de agosto, los rezagados, la gente humilde
y sin recursos de Jujuy y los refugiados que permanecían allí, partie-
ron siguiendo al ejército del norte, con lo poco que tenían; junto a
ellos iban las autoridades del cabildo, últimos en abandonar sus fun-
ciones, quienes llevaban consigo la documentación capitular, que se
puso a resguardo en Córdoba140, Santiago del Estero y Tucumán. Las
carretas y carretones llevaban los pertrechos del ejército y las últimas
piezas que habían quedado del parque de la maestranza.
En su salida de Jujuy, no se destruyó ni quemó ninguna propiedad
civil o municipal, en ello estaba basado el principio de “retroceso
ordenado” que había dispuesto Manuel Belgrano; sólo se demolió la

139 José María Paz, op. cit., p. 21.


140 La documentación de Jujuy, estaba formada por los libros de actas del cabildo, documentos
de cabildo, documentación de la Tesorería Menor de Jujuy y otros documentos oficiales; una
parte de los documentos fueron llevados hasta Córdoba y después restituidos a Jujuy en 1813
por pedido de Belgrano; otros documentos oficiales sufrieron distintas peripecias. AHPJ, SRR,
Caja II, papeles de Belgrano, Jujuy 19 de mayo de 1813 y respuesta del cabildo de Córdoba, 25
de julio de 1813, transcritos en Viviana Conti, Jujuy en sus documentos, op. cit.

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pintura
del éxodo
anónimo

maestranza y los hornos de fundición, para que no pudieran utilizar-


los las fuerzas realistas.
Entre las últimas personas en abandonar Jujuy, se encontraba el
sacerdote Juan Ignacio Gorriti, quien dejó testimonio del exilio en
sus “Reflexiones”; como la mayoría de los que tenían posesiones en
el campo, a resguardo de la invasión, Gorriti se dirigió con su familia
hacia la hacienda “los Horcones”,

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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“El 23 del ppdo. salimos de Jujuy a expeta perros. Saqué a Mc. las niñas,
a Isabel y M.L.; en los Horcones hicimos alto pero viéndome aún de allí
empujado ya no tuve resolución de exponer a esas infelices a las penalida-
des afectivas de una peregrinación incierta y sin destino ni término, por
huir de los males dudosos que podían sufrir de un enemigo cuyo carácter
no está conocido…”141

En el camino de la emigración se iban sumando campesinos de la


campaña, con sus posesiones de ganado.
Aún en Jujuy, Belgrano escribía a Buenos Aires informando que
la emigración se había hecho en orden, pero lamentándose de no
haber podido implementar la estrategia de tierra arrasada,

“En la instrucción reservada sin fecha; pero que me pasó acompañada de


oficios de igual Data me dice qe destruya cuanto pueda ser útil al enemigo
pa dificultar sus marchas y recursos: baxo estos principios he procedido a
dictar todas aquellas providas qe he creido debían llenar la intención de VE,
y á mi entender las qe parecen muy propias en nuestras actuales circuns-
tancias. He franqueado á los comerciantes todos los auxilios qe he podido
pa retirar sus haciendas y aunqe les dixe qe quemaría todo lo qe quedase
fue ad terrorem pa obligarlos á sacarlas. Sería Sr Exmo, poco recurso pa
el enemigo ingente cantidad de hierro qe existía aquí, el plomo, los efectos
mercantiles en la mayor abundancia? Lo seria las Mulas, los Caballos, los
Ganados? El dolor es, según mi concepto, qe no se haya podido arrastrar
con todo, y VE puede creer qe es una de las miras del enemigo adelantarse
á esta Prova el proveerse de esos renglones de qe carece.”142.

Belgrano abandonó Jujuy a la medianoche, cuando recibió la noti-


cia de que las tropas realistas habían bajado de Volcán y estaban por

141 Juan Ignacio Gorriti, Reflexiones, 1834. Extraído del texto de María Teresa Bovi, “Acción y
pensamiento de Juan Ignacio Gorriti”, MS.
142 AGN, 3-10-4, Belgrano al Gobierno en Buenos Aires, Jujuy, 23 de agosto de 1812.

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llegar a Yala143. El 24 de agosto la vanguardia realista entraba en la
ciudad de Jujuy. Comenzaba la primera ocupación de la ciudad.
Mientras, los exilados marchaban a paso forzado; habían tomado
el “camino de las carretas”, que era más llano que el camino Real o
de las postas. Salieron de Jujuy por el sur, pasando por El Carmen
y Monterrico, donde llegaron al mediodía del día 24 de agosto. Allí
descansaron unas horas y al salir la luna retomaron el viaje hasta el
fuerte de Cobos, así lo relataba Manuel Belgrano en su informe al
Triunvirato,

“En efecto, á las 12 y media de la noche tomé el camino y me incorporé


con el ejército á las 3 de la mañana, pues su marcha había sido rápida; á
las 3 y media mandé tocar generala y hemos llegado á las 12 del día á este
punto. Durante la marcha he tenido repetidos avisos del mayor general
don Eustaquio Díaz Vélez de que los enemigos avanzaban, y que se reti-
raban hasta el río Blanco, donde, según las últimas noticias, permanecen
[…] Al salir la luna continuaré la marcha hasta ponerme en Cobos, así
para ganar terreno, sean cual fueren las intenciones del enemigo, como
para evitar que me corte, que es uno de mis mayores cuidados, pues sus
marchas tan rápidas lo indican, y los avisos que he tenido”144.

En Cabeza de Buey, donde arribaron 3 días después de la salida de


Jujuy, comenzaron a engrosar el contingente grupos salteños adep-
tos a la Revolución, eran tropas armadas que formaban el grupo de
los “decididos de Salta”, a los que se agregaban los campesinos de
la zona145. A partir de allí la emigración siguió por el camino de las
postas hasta las cercanías de la ciudad de San Miguel,

143 MM, DAB, Monterrico, 24 de agosto de 1812.


144 MM, DAB, Carta de Belgrano, en Monterrico, 24 de agosto de 1812.
145 Gregorio Aráoz de Lamadrid, op. cit., p. 36.

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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carretón
de la época
posta de hornillos

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“Estoy dando lugar á que marchen las tropas de carretas para seguir has-
ta el Tucumán poco á poco, no habiendo otro punto en que nos podamos
situar para los trabajos de parque y maestranza, para la enseñanza de
la tropa y para todos los objetos que son precisos; pero ha de ser en la in-
teligencia de que el ejército no se mueva para subir hasta que no esté en
estado de llevar la victoria por delante; pues todo lo demás es perder tiem-
po, perder armas, y, lo que es peor, la opinión, como nos sucede ahora, que
me consta que aún los que han dado pruebas de patriotas están en contra
nuestra en toda Salta y sus alrededores…”146

El 3 de septiembre cruzaron el río Las Piedras. A lo largo del cami-


no las fuerzas de Díaz Vélez sufrieron distintos enfrentamientos con
la vanguardia realista; en el rió Las Piedras, finalmente entraron en
combate ambos ejércitos. La victoria allí obtenida permitió el avance
final hasta Tucumán, poner a salvo a los civiles y planificar la batalla
de Tucumán.
Las tropas de Tristán iban pisándoles los talones. El jefe realista
estaba alucinado con las riquezas de las tierras por las que pasaba.
En Rosario de la Frontera hacía planes para recaudar fondos que
permitieran continuar la campaña hasta Buenos Aires. Escribía a
Goyeneche “…estas provincias pueden proveernos de ganados y, pa me-
diados del año entrante de un millón de pesos con la venta de sus mulas…”
o por vía de empréstitos forzosos a los dueños de las mulas o de los
efectos mercantiles147. Estimaba que la abundancia de esos parajes
podía reemplazar hasta la riqueza minera del Alto Perú.
Sus planes se vieron frustrados cuando Belgrano, antes de llegar
a la ciudad, separó el ejército de la población civil –ésta siguió hasta
San Miguel, donde la esperaban las autoridades locales–, abandonó
el camino de las postas y tomó hacia Santiago del Estero; de esta

146 MM, DAB, Carta de Belgrano, Pasaje, 30 de agosto de 1812.


147 AGN, 3-10-4, Carta de Pío Tristán a Goyeneche, Rosario 17 de septiembre de 1812.

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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batalla de
tucumán
témpera de pelaez

manera, cuando las tropas de Tristán estaban llegando a Tucumán,


fueron tomadas por sorpresa y derrotadas el 24 de septiembre de
1812148.
El triunfo revolucionario en la batalla de Tucumán no sólo levantó
el ánimo de la tropa y aseguró el futuro de la Revolución; la victoria
incentivó los apoyos desde Buenos Aires: nuevos regimientos, par-
que de armas y ayuda económica… todas las esperanzas volvían a
depositarse en el Ejército del Norte.

148 Relato detallado de la guerra, véase en Emilio Bidondo, La Guerra de la Independencia en el


Norte Argentino, op. cit. Es interesante la descripción hecha por José María Paz, como actor
partícipe de la batalla, op. cit.

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JUJUY EN MANOS REALISTAS
Preparando la invasión a Jujuy y de allí su entrada al Río de La
Plata, el brigadier Goyeneche había ordenado a Pío Tristán,

“Luego que V. E. se posesione con la división del ejército del rey de su


mando de las ciudades de Jujuy y Salta, pasará ofi­cios de intimación á
los cabildos de la comprensión de aquel gobierno, al de la de Córdoba y
su distrito, previniéndo­les á nombre de su majestad que, reconociendo las
legitimas autoridades, se pongan inmediatamente de acuerdo con V. E.
para todo lo que convenga á las miras de restablecer las de la capital de
Buenos Aires, á proporcionar al ejército real todos los auxilios de carne,
pan, caballerías y cualquiera otra que escaseen en su cuartel general, con
apercibimiento serio á todos de que si asi no lo practicasen, quedarán
responsables de las resultas de hostilidad con que serán tratados en la
marcha del ejército sobre aquellos puntos…”149

Antes de marchar sobre Jujuy y Salta, Tristán, siguiendo las ins-


trucciones que le diera Goyeneche, envió sendos bandos a los cabil-
dos, en el tenor de las órdenes que recibiera150.
La vanguardia realista entró en la ciudad de San Salvador el 24 de
agosto de 1812. El 25 llegó a Salta, donde fue recibida “con agasajos y
luminarias”; el 28 de agosto entró el ejército virreinal, cuya primera
medida fue la publicación de un bando de perdón general, seguido
de otro bando que prohibía la tenencia de armas151. Después de su
derrota en Tucumán se replegó sobre la capital de la Intendencia y

149 MM, DAB, Cuartel general de Potosí, 3 de agosto de 1812, instrucción dadas por José Manuel
de Goyeneche a Pío Tristán.
150 MM, DAB, Bandos de Pío Tristán a los cabildos de Jujuy y Salta, campamento de vanguardia
de Suipacha, 20 de marzo de 1812.
151 AGN, 3-10-4. Carta a Belgrano, sin firma, Trancas, 6 de septiembre de 1812, 5 folios donde se
relatan los sucesos de la entrada de las tropas realistas a Salta y los recibimientos en distintos
puntos de la jurisdicción; también aporta datos sobre número de efectivos y desplazamientos.

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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la emigración
de 1812

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fortificó la ciudad de Jujuy. Desde Potosí, convertido en el Cuartel
general del ejército realista, el brigadier José Manuel de Goyeneche
escribía al virrey Abascal,

“… pienso conservar a Salta por que de internarse a Tristán no hay viveros


en Tupiza y deseamos las bocas del Perú abiertas, y de internarlo mas de-
samparando Tarija y Cinti que luego se nos rebelan: asi me lo expone Tris-
tán y soy de su dictamen”152.

La ciudad estuvo en poder del ejército realista por seis meses153.


La tarea de reorganizar el cabildo les llevó unos meses; sólo habían
quedado dos cabildantes y tuvieron que recurrir a “los pocos vecinos
que quedaban en la ciudad y campaña”, que tampoco alcanzaban en
número para cubrir las vacantes, por lo que el cabildo de Jujuy fun-
cionó sólo con cuatro cabildantes.
Mientras, en la campaña las huestes realistas se dieron a la rapiña
y saqueo de las haciendas de los emigrados, en búsqueda de cual-
quier alimento que hubiese quedado154.
En ese contexto, el 21 de septiembre de 1812, llegó el correo proce-
dente de Lima, que era el primero desde que la Revolución de mayo
de 1810 en Buenos Aires cortara toda comunicación con España. En
el mismo había un oficio fechado en Cádiz el 8 de enero de 1812, en
el cual los diputados americanos en las Cortes daban cuenta de sus
acciones155.

152 AGI, Diversos 2 A, R1, N2, D13, carta de Goyeneche a Abascal.


153 Las Actas del Cabildo Realista van del 9 de septiembre de 1812 al 4 de marzo de 1813. AHPJ,
SRR, Caja II, Legajo 2, Libro Capitular de 1812. Sabemos que la ciudad estuvo ocupada desde
el 24 de agosto de 1812 y que a fines de febrero de 1813 ya habían regresado varios emigrados.
154 AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo 1, Documento 50. Jujuy, 30 de marzo de 1813. Denuncias al cabil-
do de cada saqueo efectuado por las tropas realistas.
155 Viviana Conti y Dionila Baldiviezo, “Símbolos de resistencia en la independencia Americana”,
en Alberto Gullón Abao y Antonio Gutiérrez Escudero (coords.), La Constitución Gaditana de
1812 y sus repercusiones en América, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2012.

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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En octubre, al tiempo que se fortalecía la ciudad de Oruro en el
Alto Perú, con más soldados procedentes de Desaguadero y dinero
que, por Arica, había enviado Abascal desde Lima, en Jujuy, el cabil-
do fidelista recibía al Gobernador Intendente enviado por el Virrey,
que se radicaría en la capital de Salta,

“En la mui leal y constante Ciud de San Salvador de Jujui, en siete de oc-
tubre de mil ochocientos doce años haviendose congregado á son de cam-
pana los unicos vocales que componen este Ilt. Ayuntamto […] se leio el
Titulo en que el Señor General en Gefe del Exto. Rl del Alto Perú elije y
nombra por Governador Intendte Interino de la Provincia de Salta al Se-
ñor Coronel dn Jph Marques de la Plata, y manda en nombre de su Magd
que le resiva y ponga en posecion de dho. empleo en la Capital de ella, y
como esta se halla aun turbada por los facciosos Partidarios de la Rebo-
lucion; á fin de que los demas pueblos de su comprehencion no esten en
Anarquia, y mas pronto se restablezcan el horden y la Paz: Acordaron se
le resiva en este Cavildo, y reconozca portal Governador Intendente de la
Provincia, y se les guarden las onrras y exenciones que se han guardado á
los de su clase segun las leyes y ordenanzas del reyno156.

En noviembre Pío Tristán ordenó aumentar y equipar a las tropas


de las ciudades de Jujuy y Tupiza y mantener escuadrones en Huma-
huaca, a fin de asegurarse las comunicaciones entre Salta y Potosí157.
Los planes de Goyeneche contemplaban incorporar definitivamente
a las jurisdicciones de Salta y Jujuy al mando del virrey del Perú,
como frontera segura para su expansión hacia el Río de la Plata. Con-
sideraba que esa era la única forma de guardar las espaldas al Alto
Perú: “…es necesario hacerse fuertes en Salta y Jujuy, pues de lo contrario

156 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Actas del Cabildo de 1812, folios 5v-6.
157 AGI, Diversos 2 A, R1, N2, D17, Carta de Pío Tristán a Goyeneche, Salta, 30 de noviembre de
1812.

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nada se conseguirá en guarnercerse, que lo que conviene es la reunión de las
tropas.”158
De los vecinos que se habían quedado en el territorio jujeño, sabe-
mos que unos pocos participaron activamente con las tropas perua-
nas, como integrantes del cabildo –sólo cuatro–, alojando a oficiales
en sus casas, suministrando víveres y vituallas o enrolándose en el
ejército. Otros –la mayoría–, simplemente permanecieron en las ha-
ciendas, cuidando las heredades familiares. Estos no la deben haber
pasado muy bien, pues según información que recibiera Belgrano
en Tucumán, Tristán había puesto en la cárcel a varios vecinos hon-
rados y dos de ellos habían sido azotados159.
En esos meses de ocupación, Jujuy fue escenario de diversos acon-
tecimientos, poco conocidos por la historiografía. El 5 de enero de
1813, se llamó a reunión de cabildo extraordinario, donde los capitu-
lares, con la pompa exigida en tales casos, abrieron un pliego llegado
en el correo de Lima, que contenía “…un quaderno de la Constitución
Nacional formada por las Cortes Generales y extraordinarias en Cadiz á
diez y ocho de Marzo de mil ochocientos doce” 160.
Desde el cuartel general realista en Potosí, Goyeneche hizo jurar
la Constitución de Cádiz en Potosí el 6 de enero de 1813. Los habi-
tantes de Salta y Jujuy prestaron su juramento los días 30 y 31 de
enero de 1813. Fueron los únicos lugares del Río de La Plata donde la
Constitución gaditana fue jurada161.
Mientras la guerra se precipitaba nuevamente, Goyeneche le in-
formaba al virrey Abascal que las ciudades de Salta y Jujuy “… ya
estaban reconciliadas con las armas del Rey, con tropas de refuerzo, mu-

158 AGI, Diversos 2 A, R1, N2, D19, Carta de Goyeneche a Abascal, cuartel de Potosí, 25 de diciem-
bre de 1812.
159 MM, DAB, Tucumán 10 de noviembre de 1812. Informes recibidos por Belgrano y transmiti-
dos al Triunvirato.
160 AHPJ, SRR, Libro Capitular de 1812, Jujuy, Acta del 5 de enero de 1813.
161 Viviana Conti y Dionila Baldiviezo, op. cit.

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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niciones y caudales…”162.
Pero la realidad era otra, el Ejército del Norte marchaba hacia Sal-
ta; la vanguardia tuvo dos enfrentamientos con los realistas: en el
fuerte de Cobos y el Portezuelo. Gracias a los conocimientos del ca-
pitán Apolinario Saravia, Belgrano entró a Salta por el Norte y se
detuvo en Castañares, con lo que le cortó la retirada a Tristán. El 20
de febrero de 1813 las tropas virreinales fueron derrotadas en Salta.
El triunfo de la batalla de Salta fue la mayor victoria alcanzada por
las armas de la Revolución. La noticia corrió rápidamente, provocan-
do nuevas y repetidas sublevaciones en el Alto Perú.
A pesar del triunfo de las armas, Belgrano firmó un armisticio con
Pío Tristán, por el cual le daba la libertad a cambio de su juramento
de no volver a alzarse contra las Provincias Unidas del Río de La Plata,

“« El general, los jefes y demás oficiales prestarán juramen­to de no volver á


tomar las armas, y por todos los soldados del ejército (á quienes les concede
el general Belgrano que puedan retirarse á sus casas) contra las Provin-
cias Unidas del Río de de la Plata; en las que se comprenden las de Potosí,
Charcas, Cochabamba y La Paz»”163.

La guarnición de Jujuy, al mando del coronel Tacón, al enterarse


de la derrota y la firma del armisticio huyó hacia Oruro, llevándose
todas las reservas en alimentos que había en la ciudad.
El armisticio le costó la carrera militar a Goyeneche; las provincias
del Alto Perú se rebelaron inmediatamente. Las fuerzas virreinales
se fueron concentrando en Oruro y de allí partieron a Desaguadero,
donde Goyeneche presentó su renuncia y fue rápidamente reempla-
zado por el brigadier Joaquín de la Pezuela.

162 AGI, Diversos 3A, L3, R3, Carta de Goyeneche a Abascal del 31 de enero de 1813.
163 MM. DAB. Aclaración de Belgrano al Triunvirato sobre los términos del armisticio. Jujuy, 29
de marzo de 1813.

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REGRESO DE LOS EMIGRADOS
El 6 de marzo de 1813, el regimiento 6o salió de Salta para Jujuy164;
según Joaquín Carrillo el 22 de febrero ya habían regresado algu-
nos emigrados165; sabemos que muchos de los que partieron hacia el
exilio no pudieron volver nunca más, por falta de recursos. Los pri-
meros en regresar fueron quienes estaban reclutados en el ejército;
entre fines de febrero y principios de marzo, las principales familias
estaban en la ciudad y las haciendas de la jurisdicción.
El cabildo se volvió a reunir el 4 de marzo para aceptar la licen-
cia de dos de los cuatro capitulares; la próxima reunión fue el 23
de marzo y contó con la presencia del teniente Gobernador Fran-
cisco del Pico166, quien solicitó la reincorporación de los capitulares
electos en 1811; los que se encontraban presentes, pudieron prestar
juramento. Simbólicamente se trazó una raya que separaba al libro
capitular, dando inicio al nuevo período revolucionario con la pre-
sencia de Belgrano, quien mandó que al día siguiente se celebrase
un cabildo abierto con la presencia de “los vecinos cabeza de familia”
y los eclesiásticos a fin de jurar fidelidad a la Soberana Asamblea del
Año XIII167.
Las primeras reuniones del cabildo se dedicaron a contabilizar los
daños y perjuicios ocasionados por las huestes realistas, sobre todo
debido al saqueo sistemático a que fueron sometidas las haciendas
de los emigrados. El Teniente Gobernador Bolaños reconocía,

“…los padecimientos, y extorsiones de los honrados Hacendados qe pr su


atención á la Sagrada causa pr ntra Libertad Civil Cuias Haciendas han

164 MM, DAB, Belgrano al Gobierno Central, Salta, 6 de marzo de 1813.


165 Joaquín Carrillo, op. cit., p. 187.
166 Fue la última actuación de Francisco del Pico, quien entregó el mando a Josep Bolaños y se
incorporó al Ejército.
167 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2. Libro Capitular de 1812. Acta del 21 de marzo de 1813.

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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actas del 20 de
febrero y 21 de
marzo de 1813

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sido perseguidas y destruidas pr Exercito del Tirano” 168.

Las haciendas asaltadas eran propiedad de los vecinos que habían


emigrado a Tucumán. El ejército realista había robado ganado de las
haciendas de Lorenzo Ignacio de Goyechea, Manuel Francisco Bas-
terra, Mariano Sarabia, Domingo Martiarena, Manuel Ignacio del
Portal, José Antonio del Portal, Da. Borja Ruíz, José Antonio Soarola,
María Cañisares, las que habían sufrido verdaderos estragos. Estos
hacendados se dedicaban a las ventas de sus ganados, como forma
de subsistencia, encontrándose sin nada al regreso169.
El foco del movimiento antirrevolucionario y pro-realista estaba
en la hacienda San Lucas, propiedad de Marquiegui, quien había
participado activamente en el apoyo a las fuerzas de Pío Tristán.
Los alcaldes de justicia del cabildo habían recibido y dado curso a
la denuncia efectuada por el indio Mariano Uscelo, quien manifes-
tó que en la hacienda de Bentura Marquiegui se habían albergado
españoles realistas; la acusación formal dio motivo al cabildo para
ordenar al alcalde de barrio, Bartolomé de la Corte, que prendiera a
Marquiegui y lo llevase a la ciudad con toda la familia y gente que
hallare en la hacienda, así como a todos los extranjeros que se encon-
trasen en la campaña170.
Ninguna medida terminó de efectivizarse en ese momento. Nue-
vamente el teatro de la guerra precipitó los acontecimientos. En abril
el Ejército del Norte estaba otra vez acampado en Jujuy, organizándo-
se para emprender la marcha hacia Potosí. Jujuy volvió a convertirse
en campamento de campaña, la maestranza, el hospital, la oficina de
reclutamiento, los empréstitos obligatorios habían regresado…

168 Ibíd., Acta del 3 de abril de 1813.


169 AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo1, Documento 51, 4 folios, Jujuy, 30 de marzo de 1813. Firma Pedro
Pablo Zavaleta.
170 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo2, Libro Capitular de 1812. Acta del 14 de septiembre de 1813.

la retirada de los habitantes de jujuy, 23 de agosto de 1812

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la ciudad de
jujuy en 1813

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN JUJUY.
INVASIONES, ÉXODOS
Y RAPIÑA
Ya vienen los soldados,
Por la Quebrada,
Y los Godos disparan
Como bandadas.171

171 Juan Alfonso Carrizo, Cancionero popular de Jujuy, op. cit., Coplas Históricas 3, p. 181.

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exilio, destierro, ostracismo, abandono o éxodo de la población
jujeña de 1812 no fue el sacrificio que terminara con los sinsabores
de la conflagración; en realidad fue el comienzo de una larga co-
yuntura de guerra, militarización, invasiones, nuevas emigraciones,
saqueos, despojos y rapiña. La guerra recién comenzaba y en la si-
guiente década se desarrollaría en el territorio jujeño.
Los exilados regresaron en marzo de 1813 y en abril el grueso del
Ejército revolucionario ya estaba en Jujuy, reponiéndose para una
nueva empresa: la segunda campaña al Alto Perú. En esos meses, la
maestranza de la ciudad entró nuevamente en actividad y se realiza-
ron más levas de población, al tiempo que se le exigía alimentos y vi-
tuallas para las tropas. El síndico del cabildo, salió en defensa pública
de la población de Jujuy, en una carta enviada a Belgrano para que la
hiciera llegar a la Asamblea reunida en Buenos Aires:

El Síndico Procurador Gral de esta ciudad, en desempeño de su deber, y


deseoso de esclarecer lo mucho q. e han serbido este vecindo a las tropas de
nuestro exército auxiliador, en dibersos reclamos con que ha contribuido al
sostenimiento de su empresa en obsequio de ntra sagrado causa, dice: que
se sirba V. S. mandar publicar un auto relativo a q. e todos los becinos
Amerecidentes, asendados, y labradores y demás individuos de la com-
prenhención de esta ciudad, se presenten a la maior brebedad ante V. S.,

108 109

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q. e cada uno califiq e del modo posible los donativos de dinerº; Ganado
Bacuno, Caballos, Mulas, =Bromes, fierro, Madera y Tablas, os pido a los
SS oficiales, y demás miles q. e en calida de Donativo, benta o empréstito
haian hecho, a los exércitos, esten pendiente hasta la presente, y con el
resultado de esta diligencia debe V. S. informar pr medio de nto Diputado
representante, a la Soberana Asamblea pa q. e tenga presente el mérito, y
sacrificios con q. e ha contribuido esta recomendable ciudad a los triunfos
de las probincias Unidas, de q. e tenemos la gloria de ser partícipes, pr la
generosidad, y entusiasmo con q. e estos abitantes han puesto sus intereses
en manos de las emergencias del estado, como así mismo las gloriosas
victorias q. e hemos obtenido contribuiendo, en una gran parte a ella los
brabos y subordinados reclutas, que han sacado de esta ciudad, siendo es-
tos (según exprecio de los gefes) los q. e eran una arrogancia inexplicable,
triunfaron en el Tucumán, y Salta de la soberbia de nuestros enemigo.

También es muy del caso el q. e sirba V. S. informar a la Soberanª Asam-


blea sobre la notoria ruina q. e sufrió este vecindariº en el tiempo q. e esta
ciudad fue ocupada pr los tiranos, en cuio tiempo quedaron las hacien-
das desamparadas pr sus dueños pr lo general emig n de este abit., en
seguimientº de las banderas de la patriª, y los q. e tuvimos la desgª de pre-
senciar sus maldades, hemos sido espectadores de la extracción arbitraria
de los cortos intereses de q. e de modo q. e han quedado nuestras asiendas
en la ruina mas completa q. e se pueda imaginar.

Jujuy, septiembre 25 de 1813”172.

Después de la derrota de Belgrano en los campos de Ayohuma,


los restos de las tropas huyeron a Jujuy, perseguidos por los realis-
tas, que ocuparon nuevamente la ciudad y provocaron el Segundo

172 AHPJ, SRR, Caja VI, Documento 86, folio 1 (el resaltado es nuestro)..

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Éxodo de la población civil (1814). Esta segunda emigración fue casi
exclusivamente masculina, pues la premura de la invasión impidió
la evacuación de la mayoría de las mujeres y niños, quienes se vieron
envueltos entre dos fuegos y acusadas de mantener comunicación
con los revolucionarios, muchas familias –encabezadas por sus ma-
triarcas– fueron expulsadas a Tarija.
La imagen se repitió agravada tres años después, cuando en enero
de 1817, unos 7.000 soldados, entre fuerzas veteranas españolas y
destacamentos americanos persiguieron al Ejército del Norte derro-
tado en Sipe Sipe, con el objetivo de reconquistar el antiguo Virrei-
nato del Río de La Plata.
Las noticias de la invasión a Jujuy por un ejército de tal magnitud,
provocó el pánico y la huída de sus habitantes, quienes en esta opor-
tunidad tuvieron el tiempo justo para evacuar el territorio. En ese
contexto se produjo el Tercer Éxodo de la población jujeña en 1817.
Durante los cinco meses de ocupación por las fuerzas realistas, la
ciudad fue arrasada, los edificios públicos y las iglesias se utilizaron
como cuarteles para la tropa, las haciendas saqueadas y cualquier
pertenencia que hubiese quedado de los exilados, fue requisada173.
La población de Jujuy aún no se había repuesto del tercer éxodo y
de los estragos sufridos en la ciudad y campaña, cuando en enero de
1818 la ciudad de San Salvador fue sometida al saqueo durante tres
días seguidos por las tropas realistas dirigidas por Pedro Antonio
Olañeta174.
Un año más tarde la ciudad sufrió una rapacidad más devastadora
donde los invasores se entregaron a la rapiña y al pillaje, destruyeron
los edificios y casas, rompieron las acequias, quemaron y robaron

173 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1814-1820. Acta del 12 de julio de 1817.
174 Pedro Antonio Olañeta estaba casado con Josefa Marquiegui, hija del hacendado Bentura Mar-
quiegui; tanto el padre como el hijo Guillermo, fueron partidarios de la causa monárquica. El
saqueo de la ciudad por las tropas realistas fue durante los días 14, 15 y 16 de enero de 1818.

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todo lo que encontraron175.
En 1821, Olañeta y Marquiegui, aprovechando las disidencias
políticas en Salta y sus repercusiones en Jujuy, ingresaron con las
fuerzas virreinales llegando hasta Volcán y León; a pesar del hostiga-
miento de los gauchos, Marquiegui logró tomar Jujuy el 15 de abril,
pero debió retroceder hasta León donde estaba el grueso del ejército.
El Teniente de Gobernador, José Ignacio Gorriti, avanzó con las
milicias hasta León, donde tomó desprevenidas a las tropas realistas,
derrotándolas el 27 de abril de 1821, conocido como el Día Grande
de Jujuy, donde las fuerzas jujeñas salvaron a la ciudad de que fuera
nuevamente saqueada. Gorriti amenazó a Olañeta con fusilar a sus
cuñados si en lo sucesivo atacaba Jujuy. Las invasiones realistas e
intentos de saqueos de San Salvador se frenaron en 1821, pero en el
campo continuaron hasta 1825176.
En Jujuy la guerra pasó a formar parte de la vida cotidiana; vivir en
un territorio sujeto a continuas invasiones y sometida a la obligación
de abastecimiento de ambos ejércitos beligerantes fue una experien-
cia poco conocida en el resto del Río de La Plata. Los jujeños debie-
ron abandonar sus hogares, en éxodos o en exilios, aprendieron a
vivir con la carestía de alimentos y la militarización de su población,
supieron lo que significaba estar en una ciudad sitiada por tropas,
conocieron el saqueo, los robos y el pillaje de ejércitos profesionales
sobre la población civil. Nadie se salvó de la acción devastadora de la
guerra.
Los índices de descenso demográfico hablan por sí solos. La
muerte en batalla, el exilio, el desplazamiento de personas, las levas,
redujeron drásticamente la ya escasa cantidad de habitantes de la

175 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1814-1820. Acta Capitular del 4 de abril de 1819. La
ocupación y saqueo comenzó el 26 de marzo de 1819.
176 Las invasiones a la campaña jujeña finalizaron con la muerte de Olañeta en Tumusla (Chichas)
en 1825.

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bárcena

jurisdicción. Esa falta de población se sintió en la producción y re-


producción de la economía regional: en la arriería, en la agricultura
y en la ganadería, que ya se observan totalmente destruidas a partir
de las requisas de los ejércitos durante los primeros cinco años de
la guerra. Fue esa sociedad diezmada, empobrecida y militarizada la
que, también, fue coaccionada a pagar los empréstitos en dinero y
bienes, dispuestos por los gobiernos centrales o locales.

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En toda América hispana
las guerras de la independencia provocaron

cambios y afectaron a las sociedades.

Sin embargo, pocas como nuestra tierra, fueron

el escenario mismo de la guerra, se convirtieron

en campamento de campaña de los ejércitos,

fueron saqueadas, invadidas durante quince años

y despobladas voluntaria o coercitivamente.

En Jujuy, la guerra, el exilio y el caos no hicieron

distinciones jerárquicas, sociales o étnicas.

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la bandera
nacional de
nuestra libertad
civil

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Í ND I C E

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I 8 Introducción.
200 Años del Éxodo
49 Manuel Belgrano se hace cargo
del Ejército del Norte
61 El 25 de mayo de 1812
16 Contexto Histórico. Crisis mo- 64 Cochabamba y Jujuy
nárquica, revolución y guerra
17 La crisis monárquica 76 La retirada de los habitantes de
20 El desencuentro de dos virrei- Jujuy, 23 de agosto de 1812
natos: Buenos Aires y Lima 98 Jujuy en manos realistas
25 Cuando la guerra llegó a Jujuy 104 Regreso de los emigrados
34 La convulsión revolucionaria en
el vecino Alto Perú 108 La Guerra de la Independencia
en Jujuy. Invasiones, éxodos y
38 Jujuy campamento general del rapiña
Ejército
45 El Ejército del Norte abandona
Jujuy

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Conti, Viviana
Éxodo jujeño : 200 años . - 1a ed. - San Salvador de Jujuy: Universi-
dad Nacional de Jujuy. Universitaria de Jujuy: Secretaría de Turismo y
Cultura de Jujuy, 2012.
120 p. ; 23 x 21 cm. - (Ediciones culturales de Jujuy).
ISBN 978-950-721-405-9
1. Historia Argentina. 2. Historia de Jujuy. I. Título.
CDD 982.41

Fecha de catalogación: 20/07/2012

Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723

Impreso en Argentina.

Todos los derechos reservados.

Esta publicación no puede ser reproducida, en todo ni en parte, ni registrada en o


transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni
por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroópti-
co, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de los editores.

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Autora Dedicatoria de la autora
Viviana Conti A Marcelo A. Lagos in memoriam
Doctora en Historia, Investigadora de CONICET, Integrante de
la ISHIR-UNIHR UNJu, Profesora de la Universidad Nacional
de Jujuy

Coordinación de la edición
Secteraría de Turismo y Cultura de Jujuy
Jorge Noceti
Cristina Tula
Inés Pemberton
Paola Audisio

Fotografías actuales
Arévalos, Gustavo
Carrillo, Joaquín
Moreno, Augusto
Pemberton, Inés
Reinaga, Walter

Ilustraciones – Fotografías antiguas


Archivo General de la Nación
Archivo Histórico Provincial
Catedral de Jujuy
Lamas, Gabriel
Legislatura de la Provincia de Jujuy
Museo Casa Macedonio Graz
Museo Histórico del Norte
Museo Histórico Provincial Juan Galo Lavalle
Museo Posta de Hornillos
Peirotti, Leonor
Puch, Gogui
Sanchez Patzy, Mauricio
Soria Linares, Misael
Teruel, Kiki
http://gw1.geneanet.org/fracarbo?lang=fr&p=jose
+manuel&n=de+goyeneche+y+barreda
http://www.bicentenariodistinto.blogspot.com.
ar/2011/11/rescatan-del-olvido-la-figura-del.html

Corrección
Viviana Conti, Mirta Gutierrez, Mónica Undiano

Diseño
Alicia Calsina

Impresión
Artes Gráficas Crivelli
www.agcrivelli.com.ar

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Esta edición de 500 ejemplares numerados
se terminó de imprimir en el mes de julio de 2012
Ejemplar Nº

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