El consumo es una variable económica fundamental ya que, en su dimensión macroeconómica, es el componente fundamental de la demanda agregada por su importancia cualitativa y por su incidencia sobre el resto de las variables y, en su dimensión microeconómica, constituye el soporte básico de la demanda de bienes y servicios, por tanto, se define como uno de los motores fundamentales de la actividad económica. La teoría económica convencional se basa en dos principios esenciales. En primer término, el principio de racionalidad que supone que el consumidor opta por determinados bienes en función de la maximización de la función de utilidad y, en segundo término, el principio de la restricción presupuestaria -presupuesto o renta disponible- que relaciona la decisión de compra de cierto número de bienes a un precio determinado según su disponibilidad económica. Esto se traduce en considerar al consumidor como un agente individual racional que elige los productos en un mercado abierto, de acuerdo a los dos principios enunciados anteriormente, con arreglo a preferencias dadas y estables, y con un alto nivel de información o, alternativamente, un bajo coste de captación de la misma. Pero se trata de una teoría rígida y reduccionista debido que, en términos generales, sólo establece una relación entre consumo y renta disponible siendo las restantes variables escasamente significativas, como una versión lineal y meramente cuantitivista de un fenómeno complejo, define un modelo de consumidor como individuo infrasocializado, y al acto de consumo como una acción individual, cuando realmente ambos aparecen socialmente determinados por la posición del primero en la sociedad. Particularmente contextualizado en el marco de la familia o el hogar como una unidad de consumo más amplia. Las preferencias de los consumidores no pueden considerarse siempre, ni aun frecuentemente, como dadas y estables sino como problemáticas y cambiantes y, el objeto de consumo no puede reducirse a la dimensión de utilidad material, sino que es pluridimensional, expresando valores intangibles de carácter simbólico. Un marco de referencia metodológico más amplio, definido a partir de la experiencia del consumo de masas, se fundamenta en principios como: El individuo no puede ser considerado, reduccionistamente, como consumidor aislado, la función económica del consumo no puede ser disociada de la de producción, ni la actividad económica puede ser aislada del conjunto de relaciones sociales, el consumidor adopta sus decisiones de compra y consumo como resultado de un complejo de variables internas y externas, entre las que destacan su posición social, disponibilidad económica, etc., y el consumo no es dado y estático sino que evoluciona como consecuencia de una serie compleja de factores interrelaciónales que determinan su nivel y estructura en cada período.