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2015
Mariano Priluka
Julieta Zuázaga Gutiérrez
Introducción
A través del presente trabajo nos propusimos realizar un recorrido histórico que analizara las políticas
educativas que dieron forma al sistema educativo Argentino. Para ello, tuvimos en cuenta los
diferentes modelos y problemáticas que impulsaron la formulación, reformulación y reforma de las
instituciones educativas que contuvieron cada uno diferentes modelos de educandos. Este recorrido,
arbitrario por cierto, se encuentra conformado por cuatro periodos que consideramos relevantes e
intenta proponer un análisis reflexivo sobre los objetivos perseguidos en cada caso.
Nos interesa hacer hincapié en el contexto histórico que determina de algún modo las características
cada modelo, realizando una descripción del modo de acumulación que caracterizó a cada uno de los
periodos, los cuales se detallan en el párrafo siguiente. Del mismo modo, intentamos detallar las
particularidades de las clases dirigentes y la conformación social propia de cada uno de esos momentos
históricos.
Los períodos seleccionados podrían catalogarse del siguiente modo: “orden y progreso” en el primer
caso, la “inclusión de las masas y la instauración del Estado Nacional y Popular” en el segundo caso,
el “repliegue del Estado” en el tercer caso y “el reconocimiento de la centralidad del Estado” en
última instancia, respectivamente:
1. “Etapa de conformación del Estado Nación”, que transcurre desde mediados del siglo XIX.
Caracterizado por la necesidad de establecer patrones comunes, generar una identidad colectiva y el
desafío de impulsar la lucha contra el analfabetismo.
2. “El periodo peronista”. Representado por la presencia de las mayorías emergentes, la
implementación de un modelo de acumulación con características inclusivas incorporando a la
educación media a la clase obrera.
3. “El retiro del rol docente del Estado” que podemos situar a partir de fines de los años setenta con la
instauración de los gobiernos autoritarios y la aparición del modelo económico neoliberal, cuya
característica fue la masificación de la escolaridad sin reconocer los nuevos desafíos: eficiencia,
calidad, competencia.
4. La nueva centralidad del Estado: una nueva base normativa y estructura del sistema: De la
fragmentación a la formulación de Planes. A partir de la crisis del 2001 y el desmoronamiento del
paradigma neoliberal.
Este recorrido llega hasta nuestros días y enuncia a modo de conclusión el nuevo desafío de la
educación hoy, que necesariamente nos conduce a repensar los formatos y las prácticas áulicas
vigentes.
de instituciones públicas con legitimidad para extraer recursos de la sociedad, con estructuras
funcionariales profesionalizadas y, por último; d) la capacidad de internalizar una identidad colectiva,
mediante la emisión de símbolos que refuercen los sentimientos de pertenencia y solidaridad social y
que permitan el control ideológico como mecanismo de dominación. Y es aquí donde radicaría la
importancia de la creación e implantación de un sistema nacional de enseñanza.
Si observamos los modelos o interpretaciones que han intentado explicar los procesos de formación del
Estado vemos que unos (mercantilistas) hacen hincapié, alternativamente, en las características que le
determinó el legado colonial y en la relación de dependencia establecida en la etapa de expansión hacia
afuera.
Así, cuestiones tales como la escasa integración territorial, la precariedad de los mercados, las
dificultades para el desarrollo e integración de nuevos circuitos económicos, las dificultades de
comunicación y transporte, el desmantelamiento del aparato burocrático colonial, las tendencias hacia
la autonomización regional y las luchas civiles, se instituyeron como factores que retrasaron la
consolidación de los Estado Nación.
A partir de mediados del siglo XIX, la expansión del comercio mundial y la disponibilidad e
internacionalización del flujo de capitales financieros como producto de las profundas
transformaciones sociales sufridas en Europa, abrieron en América Latina nuevas oportunidades de
inversión y diversificación de la actividad productiva e intermediadora. El surgimiento de estas
oportunidades para la incorporación de estas economías locales al mercado mundial fue la base
material para el comienzo de la conformación de los Estado Nación.
Los sectores económicos, concientes del potencial de la nueva coyuntura, intuyeron que la superación
de tales restricciones pasaba por la instauración de un orden estable y la promoción de un conjunto de
actividades tendientes a favorecer el proceso de acumulación. Fundamentalmente, los esfuerzos
estuvieron enfocados hacia la eliminación de los poderes contestatarios –localistas, caudillistas e
indígenas-; de aquí que, en esta etapa, los nuevos Estados manifestaron indicios de su
protoconformación a través de exteriorización como aparato de represión y control social.
Conforme los mercados internos lograban articulación con la economía mundial, se consolidaba en el
poder una clase o alianza de clases que controlaría los nuevos circuitos de producción y circulación de
bienes.
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La expansión económica dio lugar al surgimiento de nuevas actividades intermediadoras que exigieron
el perfeccionamiento de la legislación y la regulación de las transacciones: nuevamente la acción del
Estado resulto crucial para materializar institucionalmente la respuesta a estas demandas. Pero todo
esto exigiría recursos, por lo que el Estado debió desarrollar su capacidad extractiva y un aparato de
recaudación y administración financiera para su propia reproducción.
A continuación, se intenta, a través de un breve recorrido histórico dar cuenta de las características de
la conformación del Estado Nación en Argentina:
La capacidad de externalizar su poder, obteniendo reconocimiento como unidad soberana ante otros
Estados se visualiza a partir de las luchas de independencia y emancipación nacional;
La institucionalización de la autoridad o pretensión de la coerción física dentro del territorio viene de
la mano del ascenso al poder de la clase terrateniente y otras élites económicas que tomaron el control
del gobierno en forma directa, con apoyo militar. La consolidación del dominio de la clase oligárquica
sobre la sociedad se logró a expensas de la instauración de un régimen político fraudulento y
excluyente de las mayorías y a partir del desarrollo de un ejército único nacional;
La transformación del país y el cambio en las formas de producción tradicionales exigía reglas de
juego sociales y económicas unificadas. Este fue el sentido de la llamada “organización nacional”, que
implicó la formulación de un nuevo sistema de reglas jurídicas (Constitución Nacional, Códigos de
Comercio y Civil) y la constitución de un cuerpo judicial y de una burocracia que las aplicase. De este
modo se alcanzaba el tercer atributo de la estatidad: la capacidad de diferenciar su control, a través de
la creación de un conjunto diferenciado de instituciones públicas con legitimidad para extraer recursos
de la sociedad y con estructuras funcionariales profesionalizadas;
La internalización de una identidad colectiva como mecanismo de control social emergió a la par que
se daba un proceso de estructuración y sofisticación de la Administración y del rol del Estado, en
general, como sistema de control social a través de la implantación de un sistema educativo único
(positivismo). Este cumplió el doble rol de: por un lado, sociabilizar e integrar masivamente a los hijos
de inmigrantes y, por otro, proporcionar una respuesta a la demanda de nuevos puestos laborales
caracterizados por mayores niveles de calificación.
La función política de la educación como política de Estado, tendió a disciplinar a las masas nativas e
inmigrantes en los nuevos patrones políticos, ideológicos y culturales que el nuevo modelo social
demandaba. La difusión de la enseñanza estaba ligada al logro de la estabilidad política interna. En la
medida en que la educación difundiera ciertos principios contribuiría a la eliminación de focos de
resistencia al gobierno central.
Al comienzo de este apartado se reproduce una parte del Poema Conjetural que Borges compuso en
1943. Conjetura el poema lo que «piensa» Laprida, diputado del Congreso de Tucumán, el “hombre de
leyes” que en julio de 1816 declara la independencia de la Argentina. Sabido es, consta en los libros de
historia argentina, que a Laprida lo persiguieron las tropas de Oribe después del fusilamiento de
Dorrego en 1828. Que en 1929 le dieron caza y lo asesinaron en una encerrona las montoneras
pegándole un tiro en la garganta. El cuchillo, las lanzas montoneras son el destino que encuentra este
hombre que «anheló ser otro, ser un hombre de libros, de sentencias». La historia argentina, conjetura
el poema, es la historia de un destino que se anheló entre libros y yace «a cielo abierto», «entre
ciénagas».
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Esa tensión entre el fuego de las armas y el álgebra de las letras que se advierte en el poema de Borges,
es la tensión entre la necesidad de “orden y progreso” de las clases dirigentes y el Sur. El Sur no es
más que el espacio de la barbarie, de las monteras de Aldao y los indios, y de las masas de
inmigrantes, posteriormente.
En el poema conjetural de Borges no esta expresada otra cosa que el temor de la oligarquía liberal y
mercantil allá por los inicios de la conformación del Estado.
La ley de Educación Común 1420 fue la piedra basal del sistema educativo nacional. Se aprobó el 8 de
julio de 1884, después de fuertes debates en el Congreso Nacional y en la prensa.
La discusión acerca de la ley de la educación fue uno de los debates más intensos, y de largo alcance,
en la historia Argentina. Distintos puntos de vista en torno a la enseñanza religiosa, a la escuela mixta
y al control del Estado (y de la Nación) sobre la educación dividieron a la generación del ochenta.
En 1883, el Congreso comenzó a discutir un proyecto mediante una iniciativa apoyada por los
católicos desde la Comisión de Justicia, Culto e Instrucción. Después de un largo debate el proyecto
fue rechazado. Inmediatamente la mayoría liberal del Congreso presentó otro alternativo, el que fue
aprobado con algunas modificaciones.
Uno de los temas más debatidos de la propuesta inicial consistió en la inclusión de contenidos
religiosos en los programas escolares. Los liberales impulsaron un programa secularizador, por el cual
la Iglesia católica perdió parte de sus potestades en cuanto al registro civil, la educación y el
matrimonio. La ley aprobada no hizo mención al carácter laico de la educación pero la instrucción
religiosa quedó en calidad de optativa, en caso de autorizarlo los padres, y a ser dictada fuera del
horario escolar.
Otro punto de discusión radicó en la capacidad del Congreso para legislar en lo atinente a la
instrucción pública en toda la república, según preveía el proyecto presentado por la Comisión. A
juicio de algunos legisladores, el Congreso sólo podía dictar leyes generales en lo relativo a la
educación, resolviendo sólo sobre la ley de educación para la capital, los territorios y las colonias
nacionales. Esta posición terminó primando. El Estado nacional limitaría su influencia a las escuelas
de la Capital, colonias y territorios nacionales y en las escuelas normales, dejando a los gobiernos
provinciales la facultad de dictar sus propias leyes de educación. Sin embargo, el gobierno nacional a
través de las subvenciones a las escuelas en las provincias tenía autoridad para inspeccionarlas. Las
autoridades educativas nacionales realizaron persistentes esfuerzos por establecer líneas de acción en
las provincias concordantes con las directivas nacionales.
En las décadas siguientes, la ley se convertirá en una divisoria de aguas de los sucesivos
enfrentamientos ideológicos que atravesaron la opinión en el país. La posición crítica o defensiva ante
la ley será uno de los puntos que demarcarán las corrientes de ideas antagónicas. Sin embargo, a lo
largo de más de un siglo, el significado social y político de la ley varió en sintonía con los cambios en
el escenario político y los debates ideológicos.
La secularización constituyó uno de los temas centrales en los debates de la llamada generación del
ochenta y de resonancia en el Congreso Pedagógico, fundamentalmente en la discusión de la ley de
educación 1420. Si bien esa fue la cuestión que conmovió con mayor fuerza a la opinión pública y
representó uno de los debates centrales de la Argentina moderna, existieron otros temas puestos en
discusión.
Uno de ellos fue el referido a las modalidades de financiamiento de la educación. Con relación a él, se
detecta una paleta de posiciones que van desde el rechazo al uso de fondos públicos para solventar la
educación hasta la propuesta de establecer el financiamiento municipal y un compromiso fuerte de las
organizaciones de la sociedad civil.
Otra discusión de importancia tuvo que ver con los órganos de regulación y poder del sistema
educativo y que delineó dos posturas. Por un lado, estuvieron las propuestas centralistas (que
promovían el carácter nacional de la política educativa) y, por otro, los defensores de las autonomías
provinciales, para quienes la intervención de la nación en temas educativos era inconstitucional. Dos
tendencias en pugna que seguirían gravitando en la vida política argentina, un siglo después.
La ley 1420 resolvió estas discusiones en un punto medio. La intervención del gobierno central se
realizaría mediante subvenciones a las políticas educativas de los gobiernos provinciales, adjudicadas
con el visto bueno de las autoridades nacionales, pero manteniéndose la autonomía de los gobiernos
provinciales respecto a las leyes y la organización de la educación. Se preveía, también, la
participación de la sociedad civil en distritos escolares en las zonas administradas por el gobierno
nacional. Sin embargo, rápidamente el Estado nacional asumió cada vez mayor poder en el sistema
educativo en su conjunto y terminó imprimiéndose una política centralista. Con la ley Láinez,
aprobada en 1905, el Estado nacional se atribuyó potestades para crear y dirigir escuelas en las
provincias.
Laclau plantea que el discurso político peronista se estructura como una respuesta a la crisis que sufrió
la Argentina en la década anterior.
Este modelo es producto de la crisis del capitalismo del ’30, la guerra fría y la sustitución de
importaciones. Las sociedades posteriores a la crisis mundial del ’30 promovieron una modificación
del rol estatal. La búsqueda de superación de la recesión, el estancamiento y el desorden político, que
generaba el capitalismo del laissez faire, dieron una respuesta común de carácter estatista. Aquí, la
incorporación de sectores trabajadores y la desarticulación de relaciones sociales y económico-
culturales que se arrastraban de la anterior dominación oligárquica se realizaron a través de líneas
nacional-populares.
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El Estado deja de concebirse como gendarme y exclusivo protector de derechos individuales para
convertirse en garante de derechos sociales. De acuerdo con Manuel García Pelayo, “si en el primer
modelo – el Estado liberal de Derecho – se trataba de proteger a la sociedad del Estado, aquí se trata de
proteger a la sociedad por la acción del Estado.” (...) En el anterior modelo un Estado que se realiza
por la inhibición; “aquí se trata de un Estado que se realiza por la intervención, por su acción en forma
de presentaciones sociales, dirección económica y distribución del producto nacional “, el modelo
liberal de separación entre sociedad y Estado se consideró superado por esta concepción unitario de los
planos político y social que tendía a la conformación de una matriz Estado céntrica. El nacionalismo
popular – vía partidos políticos desprestigiados por el fraude de los ’30 – y sectorial de sindicatos y
cámaras, alentado por el Estado en el límite con la concepción demo liberal.
El peronismo se asoció a una visión organicista, en la cual los distintos elementos debían ser
armonizados por este compromiso histórico del Estado con la sociedad. La legitimación comenzó a
basarse en la respuesta del Estado a las demandas populares, en el distribucionismo, el apoyo
plebiscitario y el liderazgo carismático como articulador de la movilización popular.
La resolución del conflicto entre capital-trabajo dejó de ser considerada como resultado del mercado o
un asunto policial, de derecho privado y sujeto a la exclusiva determinación de un contrato. Se trató de
trasformar la lucha de clases en términos de armonización de intereses de los actores, y la propuesta de
una “comunidad organizada” apuntó a esta búsqueda. En lo económico, el Estado pasó a tener un papel
activo en la producción de insumos básicos y en la aplicación de variadas gamas de instrumentos de
políticas, cuota de importación, promoción sectorial, crédito industrial, líneas de redescuentos,
mecanismos extra arancelarios, etc. La empresa pública va a constituir la unidad productiva
característica del segundo modelo estatal.
Por el lado económico, Argentina no compartía con los Estados capitalistas centrales dos condiciones
básicas del nuevo modelo de desarrollo: la inexistencia previa de un patrón de desarrollo industrial
autosostenido y con capacidad de financiamiento que otorgara un mercado propio, y la inexistencia de
un masivo mercado laboral urbano asalariado, con las necesidades sociales que tal mercado implica y
con los conflictos sociales que el desarrollo industrial genera. Y por el lado de la fórmula política, esa
integración se basó en el fuerte liderazgo de Perón y en la constitución de un novedoso sentimiento de
integración nacional.
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En este período se produce una migración de significativa importancia, que es de sectores rurales del
interior hacia las zonas del litoral industrializadas. Si la inmigración previa fue europea meridional
(traídos de los barcos), ésta va a asociarse a un componente predominantemente criollo. Estos sectores,
en la medida que legitimaron el Estado – la mayoría de las veces por abrumadoras victorias electorales
-, le daban la capacidad al Estado para extraer renta agraria de los anteriores sectores dominantes y
volcarla a la industria. Pero esta función tan inclusiva y sustantiva del Estado requería de consensos
políticos más amplios. El desconocimiento de la necesidad de efectivizar pactos y reconocimientos
institucionales con sectores de la oposición, de lograr consensos amplios más allá de la constitución
electoral mayoritaria, llevó a que está visión de la justicia social fuera vista como una imposición
autoritaria del populismo.
De esta forma, se facilitó también desde el gobierno la polarización y con ello las estrategias
estabilizadoras de la clase dominante. Si el segundo momento institucional de las relaciones Estado-
sociedad estuvo conformado por la Constitución del 49, por la importancia del principio de lo social,
esta Constitución se vio envuelta en un cuestionamiento sobre su legitimidad que hizo inviable su
posterior vigencia. De esta forma, el Estado social, que en las sociedades desarrolladas debilitó las
confrontaciones ideológicas y de clase, aquí produjo en un conflicto de legitimidad y una polarización
que recorrerá gran parte de su historia posterior.
Las reformas al sistema realizadas durante el primer gobierno peronista, se fundamentaron en los
principios del Primer Plan Quinquenal. Se destaca la búsqueda de una filosofía educacional que
equilibre materialismo e idealismo, el principio de democratización de la enseñanza entendiéndola
como un patrimonio igual para todos, una modalidad de compensación que debe ofrecerse a quien no
tiene las oportunidades de educación que otros poseen. Se destaca el concepto de enseñanza práctica y
profesional en el nivel medio.
Con la reforma se producía, por un lado, una respuesta sin precedentes por su magnitud a la demanda
de educación típica de sectores que alcanzaban los estratos más bajos de la pirámide educacional. Se
les proponía educación básica sumada a educación laboral; por otro, se les diseñaba una zona especial
del sistema, separada del tronco clásico mitrista (bachillerato-universidad) por reglamentaciones y
requerimientos. Respecto a la educación superior, se acentuó el carácter gratuito, con el objetivo
planteado del Plan de Gobierno 1947-1951 donde se establece por un lado como lema: “popularizar la
universidad y difundir la cultura universitaria” y por otro “entre la enseñanza media y la universidad, la
selección se producía mediante la competencia” (1 Bernetti y Puiggrós, Pág 242).
Otro dato significativo fue la creación del Ministerio de Educación a partir de marzo de 1949.
Si bien este periodo significó el avance de la jerarquía eclesiástica sobre las estructuras educativas, y
parafraseando, muchos sectores lo vivieron como un ataque a la libertad de credos de la Ley 1420. En
éste periodo, el Estado reconoce a un nuevo sujeto pedagógico, y lo hace sujeto de derecho en la
constitución.
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Perón creyó necesaria una ampliación de las posibilidades de formación (compuesto por educación
técnico-profesional) creando una educación diferenciada para sectores sociales diferentes,
posibilitando así su promoción social. Ya no se trata de introducir a la masa popular a un sistema
homogéneo y unívoco, sino partir de la heterogeneidad para desarrollar otro sistema acorde a la cultura
plebeya.
Otro dato que nos remonta a la historia es que Perón toma de los años treinta distintas organizaciones
no estatales, como por ejemplo las bibliotecas populares, y distintas formas educativas fuera del
sistema oficial, agrupándolas y de este modo ampliando las posibilidades de inserción. Ya no se trata
de saberes del pobre, como menciona Beatriz Sarlo, sino que se invierte la jerarquía cultural y
predomina el saber hacer, sobre el saber decir. Un nuevo sujeto pedagógico entra en escena: el
aprendiz. Los sujetos son interpelados en función de significantes previos, como su origen social y su
condición de obreros .El currículo a impartir no solo incluye los contenidos académicos sino también
conocimientos técnicos y saberes políticos vinculados a su condición de obreros.
Por otro lado los procesos de reforma estatal estaban ya corriendo, se privatizan las empresas públicas,
se descentralizan los servicios provistos por el Estado Nacional (salud, educación, desarrollo social), se
terciarizan servicios y se reduce el personal de la administración pública. Este conjunto de medidas
podemos ubicarlo en lo que se llamó la primera generación de reformas que centralizó o focalizó sus
acciones en la reducción del gasto para alivianar el déficit de la balanza de pagos. En ningún momento
se estableció claramente el rol de este “nuevo Estado” y mucho menos por ende, el de cada una de sus
instituciones o agencias.
Nos proponemos en este apartado hacer un análisis del proceso de reforma al interior del sistema
educativo, analizar los actores que propusieron, incentivaron y traccionaron la reforma y que por ende
condicionaron.
La Ley 1420 es la ley fundacional del sistema educativo nacional a partir de la cual se organiza la
educación, le da un carácter nacional y obligatorio del primer tramo:
Art. 2°: La instrucción primaria deber ser obligatoria, gratuita, gradual y dada conforme a los preceptos
de la higiene.
A partir de esta ley el gobierno nacional sólo tenía a su cargo escuelas de la ciudad de Buenos Aires y
de los territorios nacionales, la responsabilidad de asegurar la alfabetización estaba en manos de los
gobiernos provinciales. Que de acuerdo a la relación que las provincias poseyeran con el mercado
mundial, tuvieron desarrollos desiguales en la generación y aplicación de esta ley.
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Es a partir de la Ley Láinez (1905) que el Estado Nacional puede fundar escuelas en las provincias que
no tuvieran recursos o fueran escasos. Es así que el Estado Nacional lentamente avanza en la provisión
de servicios educativos por sobre los provinciales, construyendo, generando escuelas y subsidiando a
las provincias para asegurar la expansión de la ley 1420. Surge como concepto y como práctica el
Estado Docente. Cabe aclarar aquí que esta intervención del Estado Nacional por sobre los
provinciales se convierte en un arma de poder, ya que las inversiones no eran generales u homogéneas
en todo el territorio sino discrecionales. Las cifras denotan que en este período y hasta los ´70 decrece
el porcentaje de las escuelas provinciales en relación a las nacionales y aumenta la matrícula. (Ver
anexo cuadros I y II)
Esta estructura del sistema educativo se mantiene con mínimos cambios hasta finales de los ´70.
Podemos citar como los más relevantes en cuanto a concepción, los introducidos por el peronismo,
cuyo objetivo era democratizar la educación, a través de la vinculación de la educación con el trabajo a
partir de la creación de las escuelas técnicas, de la UTN, de las escuelas fábrica y de las colonias
escuelas. Este período es reconocido por los educadores como la introducción de la enseñanza práctica
(saberes del pobre). Surge el concepto de aprendiz que reconoce el origen popular, la procedencia de
los sectores que empiezan a acceder a la escuela media. Reconoce su condición de obreros. Estas
modificaciones tuvieron un alto impacto aumentando la matrícula de la educación media.
Llegamos así a 1978, donde se produce el primer traspaso del Estado Nacional hacia los Estados
provinciales, transfiriendo todas las escuelas Láinez (escuelas primarias). El objetivo de este traspaso
fue la disminución del peso en el presupuesto nacional de la educación. Este cambio no fue
acompañado de ayuda financiera por parte del Estado Nacional, ni de un rol claro establecido en
relación a los asuntos políticos y técnicos que los Estados provinciales debían afrontar. Tampoco era
claro el rol que le quedaba al Estado Nacional.
Durante la década del ´80 el porcentaje de escolarización había alcanzado un alto porcentaje, no existía
un problema serio de analfabetismo pero sí en relación a la retención de los alumnos dentro del sistema
escolar, lo que evidenciaba un problema en la eficiencia interna del sistema educativo. La ley 1420
había sido eficiente en relación al sistema educativo ya que había apoyado, respaldado la progresiva
disminución del analfabetismo, en cuanto a las diferencias interprovinciales, persistían las
desigualdades desde su sanción hasta ese momento. (Cuadros III y IV)
La ola reformista, de achicamiento del Estado no dejó de lado al sistema educativo. La hegemonía
neoliberal predominante, volvió coincidentes los planteos políticos – educativos de diferentes actores,
los más relevantes en Argentina fueron:
Tradicionalismo Católico: conjunto de intelectuales que se identificaron con la fracción hegemónica
de la Iglesia Católica Argentina. Su preocupación se basaba en el miedo a la estatización de la
educación privada y con ello la libertad de la enseñanza. Se apoyaban fuertemente, en los años ´80, en
el antagonismo existente entre la educación pública y privada.
Unión de Centro Democrático (UCeDe): en conjunto con sus prolongaciones estudiantiles UPAU
(Unión Para la Apertura Universitaria) y la JSL (Juventud Secundaria Liberal).
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En la nueva concepción la familia se erige como responsable principal de la educación, la Ley Federal
limitó a la educación básica la educación de adultos, la dimensión religiosa que aparece en el congreso
pedagógico irrumpe en la educación estatal, amplió los derechos de la educación privada, a partir de su
sanción restringe la autonomía universitaria, aseguró la responsabilidad del Estado y se establece un
compromiso de duplicar la inversión educativa.
Se transfirieron las escuelas que aún se encontraban bajo la órbita del Estado Nacional, escuelas
medias e institutos de formación docente. Se reformuló la currícula prolongando la obligatoriedad a
diez años (preescolar + 3 ciclos de 3 años c/u), considerándola Educación General Básica (EGB). El
secundario pasa a ser de 3 años, educación polimodal, diversificada en cinco modalidades, cinco
propuestas curriculares, relacionándola así a los diferentes campos del saber y quehacer.
Como se señaló anteriormente uno de los principios de la Reforma Administrativa y del Estado fue el
de la subsidiariedad: deja de existir el Estado docente, promotor y garante de la alfabetización porque
no resultaba ya funcional ni política ni económicamente. Irrumpe el Estado Subsidiario, cuyo papel se
restringiría a la evaluación, definición de indicadores y otros elementos que facilitaran la elección y
posibilitaran la competencia.
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Art. 4: las acciones educativas son responsabilidad concurrente y compartida de la familia, agente
natural y primario, el Estado Nacional, las provincias, los municipios y las organizaciones sociales.
La formulación de políticas públicas educativas deja de ser una función central del Estado Nacional,
pasando a constituir una instancia de coordinación y contralor: la equidad, la calidad, , la unidad de la
educación argentina y el velar por el cumplimiento de lo que decidiera el Consejo Federal de
Educación, serían sus responsabilidades..
La retracción del Estado frente al avance del mercado y “la sociedad civil” es una característica del fin
del Estado Docente.
En el proceso de reforma del sistema educativo iniciado a principios de la década del 90, en el marco
de un proceso de reforma del Estado que afectó particularmente a salud, educación y empresas
públicas, se ha producido una redefinición de las esferas de acción entre el Estado y la sociedad; y las
incumbencias de cada una de ellos. La sociedad, en este caso a través de la familia, asume la
producción servicios referidos a la formación, educación ya sea a través de agentes privados, ONGs o
en algunos casos empresas privadas. La calidad, la unidad y la equidad, como se señaló anteriormente
quedarían en manos del Estado.
Revisemos en esta instancia los resultados de los cambios realizados. Cuantitativamente, al extenderse
a 10 años la obligatoriedad el número de alumnos escolarizados dentro del sistema educativo aumentó
(ver cuadros adjuntos). Por otro lado impulsó a que alumnos que habían terminado la primaria y no
habían ingresado o completado el nivel medio se reinsertaran para poder obtener la certificación de la
Educación General Básica (EGB). Cabe resaltar en este punto que las diferencias interprovinciales que
desde el inicio se vieron en el sistema educativo, que la ley Laínez intentó morigerar y que la ley
federal de Educación intentó superar, aún persisten, viendo como en la provincias más pobres el nivel
de escolarización es menor que en las provincias más ricas. (Cuadro V, VI, VII y VIII)
También habría que indicar que surgen otras cuestiones a observar: la repitencia, la sobreedad,
abandono y egreso. A partir de estas variables es que algunos actores proponen evaluar la eficiencia
interna del sistema educativo. Evaluándolo a partir de la capacidad de retener a todos los alumnos y a
través de una ecuación simple, calcular en función a cuántos ingresan, cuántos egresan en tiempo y
forma. Los datos no son demasiado alentadores cuando se cruzan estos números con el nivel de
ingresos. Este análisis hace hincapié en los procesos escolares, intentan denotar de qué modo la
escuela, aún con repitencia y sobreedad, retiene a los alumnos.
Al analizar los números existentes vemos que a medida que se avanza en el sistema educativo se va
produciendo una selección que va dejando fuera a un número importante de individuos. Esta situación
podría explicarse por dos motivos o fenómenos: no todos los que terminan un ciclo se inscriben en el
siguiente, por otra parte no todos los que se matriculan lo concluyen. Como es de suponer, entonces, a
medida que se avanza dentro del sistema educativo la matrícula se va reduciendo.
Estos datos se vuelven aún más preocupantes cuando los cruzamos con el nivel socio económico, la
calidad educativa, los niveles de aprendizaje y la cuestión social. (Cuadro IX)
La reforma del sistema educativo se produce dentro de un contexto de crecimiento económico que
permite un aumento de la inversión pública en educación que en conjunto con el aumento de los años
de obligatoriedad de la EGB, generan como ya hemos dicho, la masificación escolar.
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XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10- 13 nov. 2015
Es importante señalar que el aumento de la inversión no fue proporcional al número de alumnos que
ingresaron o que se re insertaron en el sistema educativo. Este aumento en la escolarización incorpora
a los grupos menos favorecidos en términos económicos y sociales. Ahora bien, este contexto de
crecimiento económico trae aparejado un proceso de concentración de la riqueza y con él la
intensificación de la pobreza, no sólo en términos materiales de las familias sino en relación también a
los comportamientos, los valores y los recursos culturales. Todas estas cuestiones, ¿cómo
repercutieron en los procesos de aprendizaje? Como ya hemos citado desde la ley 1420 y las sucesivas,
intentaron erradicar el analfabetismo a partir de proponer una escolarización obligatoria, universal y
homogénea en relación a los contenidos y el formato curricular. El sistema escolar de masas (fundado
a partir de la Ley 1420), impone un diseño institucional homogéneo en donde el guardapolvo blanco es
un claro ejemplo de esta función homogeneizadora.
La escuela del siglo XIX se basó en el principio de una misma escuela para todos. Los niños son todos
iguales y merecen el mismo tratamiento. Podemos aquí emparentar la idea de igualdad con la idea de
igualdad ante la ley propia del derecho en tanto materialización del Estado capitalista como un tercero
escindido representante del interés general.
Este modelo supone un alumno que muchos autores llaman ideal, que concurre, llega a la escuela con
determinadas condiciones, en donde la familia es la encargada de inculcarlas y desarrollarlas. Estas
necesidades básicas: alimentación, salud, abrigo, contención afectiva son lo que muchos pedagogos
llaman condiciones de aprendizaje efectivo o de educabilidad. Este modelo funciona como ya hemos
visto en la etapa expansionista de la escolarización primaria.
Cuando en los ´90 el proceso de crecimiento económico, que corre en paralelo con el de pauperización
de los sectores más bajos de la población, junto con la masificación de la escolarización hacen que los
niños lleguen a la escuela sin las necesidades básicas satisfechas, por lo cual las instituciones escolares
deben proveer lo que las familias no proporcionan. Ahora bien, la institución escolar, no se encuentra
en condiciones de proveerlas. Las políticas compensatorias de los ´90, orientadas a la nutrición y a la
alimentación a través de las escuelas, no hicieron más que fomentar y profundizar cuestiones referidas
a la calidad del aprendizaje. Las escuelas no contaban con los recursos necesarios para la
implementación de este tipo de programas con lo cual los mismos docentes debían hacerse cargo de
funciones no pedagógicas, afectando el tiempo de aprendizaje.
La escuela pública vio desplazada la centralidad de su tarea pedagógica por el cumplimiento de una
función de contención social de los alumnos de los sectores menos favorecidos de la población. La
escuela casi dejó de enseñar para transformarse en un refugio social y, para decirlo con una imagen
que no es metafórica: su centro de gravedad pasó del aula al comedor. Esta crisis de comienzos de
siglo tuvo, entonces, una incidencia directa en la acentuación de los problemas crónicos de abandono
escolar, repitencia y baja calidad de los aprendizajes. El signo social más representativo de la crisis de
este período fue la agudización de las desigualdades socioeducativas.
Durante la década del 90 diversos factores – políticas generales y sectoriales explícitas, omisiones y un
contexto de deterioro económico y social creciente - operaron en la restricción de esa cobertura
cuantitativa, en la disminución del valor y calidad de los saberes y credenciales otorgados; y en la
fragmentación cada vez más marcada del Sistema. Educativo. El sistema educativo argentino se
transformó en el marco de Reformas del Estado que redefinieron radicalmente las funciones,
relaciones y fronteras entre Estado - -en sus diferentes niveles- y Sociedad, ámbito público y privado,
en el marco de un nuevo modelo económico.
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Las sucesivas Reformas del Estado, planteadas mayormente a partir de criterios fiscalistas y
encuadradas en el ajuste estructural, dejaron libre de toda consideración especial a la especificidad de
cada sector, especialmente en el caso de los sectores sociales. En el campo educativo, el Estado se
deshizo de algunas de sus funciones y transfirió a otras instancias algunas otras, iniciando un proceso
destinado a continuar en nuevas transferencias de funciones a niveles cada vez más descentralizados
(municipalización de escuelas y escuelas charter, a modo de ejemplo), generando – probablemente -
mayor fragmentación del Sistema. Cabe recordar que la política educativa que había llegado con la
democracia en los años '80 se había ocupado centralmente de desmilitarizar los discursos y las
prácticas escolares, de habilitar a los docentes para la renovación de contenidos a su albedrío, de
enfatizar la enseñanza de los derechos civiles y de los valores democráticos, de fortalecer el rol de los
centros de estudiantes, de democratizar el sistema de disciplina, y de flexibilizar el sistema de
evaluación. Todo ello mientras se desencadenaban de modo sistemático y a gran escala, dos
dispositivos educativos que habrían de marcar aquella década: el "Plan Nacional de Alfabetización", y
el "Congreso Pedagógico Nacional" con la expectativa de producir la política educativa del Estado que
debería signar varios períodos de Gobierno, puesto que el Congreso Pedagógico sesionaría en todo el
país y aglutinaría a todos los actores educativos, económicos, y sociales. No obstante ello, durante el
primer período de Gobierno de la recuperada democracia (1983-1989), no llegaron a producirse
transformaciones efectivas en el aparato educativo, aunque numerosos estudios, diagnósticos e
investigaciones tuvieron como objeto tanto su estructura como su sistema de gobierno y gestión, las
reglamentaciones "heredadas" de la dictadura, los contenidos "oficiales" de enseñanza y el rol del
propio ministerio nacional.
De modo que llegados los años ’90, se encontraban en el Congreso Nacional varios proyectos
legislativos para transformar la educación, y un escenario de volatilidad monetaria sobre el que se
sustentaba la justificación de las decisiones legislativas que producirían las transformaciones
estructurales en el campo de la economía, acelerando la constitución de una economía abierta de
mercado libre mediante la transferencia de los monopolios productivos de la esfera estatal al sector
privado. La sanción de las Leyes de Reforma del Estado y de Emergencia Económica, constituyeron el
corpus que facultó al Poder Ejecutivo Nacional para operar la reconfiguración estructural de la esfera
de lo público, del que la educación no permanecería ajena. En este marco, esos años fueron
atravesados por argumentaciones acerca de la ineficacia, corrupción y lentitud estatal, de la ajenidad
del país al mundo globalizado y desarrollado, del anacronismo de las relaciones económicas y sociales
vigentes, de la obstrucción del Estado en el proceso de crecimiento del potencial privado. Los
discursos –principalmente- se centraron en el retraso relativo del país y la consecuente urgencia por
privatizar, desregular, descentralizar y modernizar sus normas, estructuras e instituciones.. Asimismo
no puede soslayarse que el diagnóstico oficial de partida (1989) del Gobierno que dirigiría la
Argentina durante una década, había declarado el agotamiento del modelo económico vigente incapaz
de “lograr crecimiento y estabilidad sobre la base de una economía regulada y de un Estado deficitario
desplegando multitud de funciones impropias”
Bajo estas argumentaciones se cambió la naturaleza de la acción pública iniciando una reforma global
que redefiniría las relaciones Estado-Sociedad desmontando instituciones estatales, privatizando
empresas públicas, abriendo a las reglas del mercado a la organización económica nacional y
delegando las políticas sociales básicas en las provincias. De hecho la Primera Reforma del Estado
establecía el retiro del Estado Nacional de algunas de las funciones que históricamente había provisto
de manera directa a la población. “Educación, Salud y Vivienda fueron las agencias gubernamentales
que tuvieron una redefinición completa, ajustando su organización política, burocrática y dotaciones de
personal al nuevo rol de coordinación de políticas nacionales sin responsabilidad en su ejecución”.
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Sin desconocer el complejo juego de factores que en una historia de crisis educativa de larga data
tienen incidencia en los resultados del sector, simplemente afirmamos que la política de
descentralización efectuada centralmente en el marco del ajuste del gasto, implicó una mayor
fragmentación educativa al desarrollarse con una instrumentación que no insumió los tiempos
necesarios en preparar a las jurisdicciones, generando un piso mínimo de capacidades y recursos con
los cuales enfrentar una tarea descomunal como lo es el tránsito de una estructura educativa y
curricular a otra distinta. La transformación educativa realizada con llamativa rapidez acentuó fracturas
y no pudo sostenerse en los aspectos favorables de un sistema con tradiciones rescatables que había
sido capaz de constituir –otrora- el capital humano y la identidad nacional. De modo que, con la
transferencia de los servicios educativos operada en 1992, la que finalmente no resultó acompañada
por el incremento presupuestario previsto por la Ley, y la “implementación gradual” de la Ley Federal
de Educación, las distintas jurisdicciones tomaron decisiones diferenciadas para llevar adelante la
Reforma. Se generaron múltiples subsistemas sin un marco previo de acuerdos básicos, como resultado
de un régimen normativo ambiguo, que no comprometió a todas las jurisdicciones de igual manera.
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Así quedó configurado un sistema fragmentado en servicios educativos jurisdiccionales que dependen
de distintas instancias, con dependencias duplicadas o difusas, y variedad de formas al interior de las
jurisdicciones; las cuales no suponen una mayor adecuación a situaciones diferenciales, sino que
parecen ser el resultado de una redistribución rápida relacionada con los recursos humanos,
económicos y físicos disponibles en cada caso.
Las transformaciones legales, institucionales y la crisis económica del 2000 devinieron en una
situación que, como señalamos, transformó la institución escolar más en una institución asistencial que
pedagógica. Y el Ministerio de Educación de la Nación no escapó a esa lógica, sus acciones fueron,
como se detalló, orientadas exclusivamente a acciones socioeducativos en un contexto de escasos
recursos y de alta conflicitividad laboral.
4° Etapa. La nueva centralidad del Estado: una nueva base normativa y estructura del sistema
De la fragmentación a la formulación de Planes
Anteriormente mencionamos que Laclau plantea que el discurso político peronista se estructura como
una respuesta a la crisis que sufrió la Argentina en la década anterior (en referencia a la década del
30’). Parafraseándolo, podemos afirmar que el discurso político educativo de la gestión iniciada en
2003, surge como respuesta a la “crisis que sufrió la educación argentina en la década anterior”. Se
inicia un período de redistribución. Redistribución que no sólo tiene que ver con los ingresos, sino con
el capital simbólico como es el conocimiento. Recuperación, redistribución e inclusión son las
características de la etapa.
Fue el resultado de un profundo proceso de evaluación colectiva realizado en el seno del Consejo
Federal, institución que fue adquiriendo progresivamente un rol de mayor importancia en la definición
de la política educativa.
El largo debate parlamentario realizado entre 1984 y 1993 preparó el nuevo marco legal: la ley 24195
llamada Ley Federal de Educación. Un instrumento meditado, perfectible, quizá polémico en alguno
de sus enfoques pero que expresa un largo proceso de construcción de consensos. Sin embargo, en la
actualidad se le atribuyen efectos que le son ajenos, como la política de descentralización de servicios
que se decidió en una ley anterior - la 24049 del año 1991- y luego se ejecutó sin garantizar los
recursos necesarios para llevarla a cabo. Es cierto que la puesta en práctica de la nueva normativa,
mostró en muchos casos errores y deformaciones, entre los que el incumplimiento de las metas
presupuestarias, es uno de los más salientes.
La profunda crisis social y económica del país, junto con políticas fiscales equivocadas inhibieron la
inversión educativa pactada. La duplicación del presupuesto previsto por la misma Ley Federal hubiera
permitido aumentar la capacidad de inclusión educativa y mejorar la calidad de su servicio. Es
indudable que no se logró instalar un sistema integrado; la educación argentina aún no pudo superar su
larga historia de fragmentación y desarticulación. Reconocer la existencia de esas equivocaciones no
excluye recuperar los avances realizados: la ley 24195 tuvo el mérito de organizar el sistema nacional
de educación estableciendo claramente los roles de la Nación, de las provincias y del Consejo Federal
de Educación, las jurisdicciones crecieron en capacidad de decisión y autonomía superando un modelo
organizativo centralizado, se fijaron diez años de enseñanza obligatoria respondiendo a una demanda
generalizada, se intentó promover la unidad del sistema educativo a través de Contenidos Básicos
Comunes para todas las jurisdicciones; la firma del Pacto Federal Educativo supuso un aumento en la
inversión de recursos, accedieron a la educación cientos de miles de niños, jóvenes y adultos
argentinos de los sectores económicamente más vulnerables. La inclusión en el sistema educativo es
un mandato central de la sociedad y un deber del Estado, aunque no deba quedar reducida a la
matriculación ni a la retención.
No puede hacerse un análisis de las dificultades educativas del país sin tener en cuenta sus indicadores
sociales y económicos. Más de la mitad de los alumnos provienen de hogares pobres. En medio de la
peor crisis económica y social de la historia nacional las escuelas siguieron en pie y se abrieron
nuevas. En tiempos de exclusión la escuela fue inclusiva. Ratificamos la agenda educativa nacida con
la democracia pero también la abrimos a los nuevos retos del presente y del futuro. Este Consejo
Federal acompaña al Ministerio de la Nación en su firme voluntad de seguir construyendo un Proyecto
Educativo para la Argentina.
Hoy, como en sus orígenes, la educación es un espacio decisivo para consolidar la identidad nacional y
una ruta estratégica para promover el desarrollo personal, social, económico y cultural. Deseamos una
educación más articulada con el proyecto de desarrollo nacional. En palabras del Sr. Presidente de la
Nación en su discurso inaugural a la Asamblea Legislativa: "debemos dejar de considerar a la
educación, la ciencia y la tecnología como políticas sociales, entendiéndolas como estrategias de
desarrollo" Es indispensable profundizar los puentes de intercambio entre el sistema educativo y el
mundo de la producción y del trabajo.
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Es prioritario también ofrecer el servicio educativo de mayor calidad a los sectores sociales más
empobrecidos. En este tiempo en que renace la esperanza colectiva, nosotros queremos rescatar el
sueño de alcanzar una escuela mejor.
Este documento responde a un contexto en el cual la crisis económica y política que estallara en 2001
había determinado un debilitamiento profundo de todas las instituciones. Las precarias condiciones
laborales de los docentes aumentaban las situaciones de exclusión educativa.
El Estado en todas sus instancias y fundamentalmente el Estado Nacional retoma un rol principal y
abandona el rol subsidiario que habían asumido. Las políticas generales que dominaron la etapa
neoliberal de los noventa mutan progresivamente, en este contexto, se abandonan las políticas de
desestatización, descentralización, subsidiariedad y desregulación.
Irrumpe nuevamente un Estado fuerte y con una clara intención de rearticular el sistema y dotarlo de
mayor homogeneidad, al servicio del desarrollo y con una clara vocación inclusiva.
En este nuevo ciclo podemos distinguir, a nuestro criterio, dos etapas: es posible identificar una
primera etapa 2003-2009 en la que se generaron un conjunto de decisiones orientadas a garantizar las
condiciones necesarias para el ejercicio del derecho a la educación, en particular de las poblaciones en
contextos de vulnerabilidad social y exclusión. Los ejes que orientaron el primer tramo 2003-2006 se
relacionan con: reconfigurar el ámbito estatal-nacional como integrador de las acciones políticas
llevadas adelante por todos; asumir la responsabilidad estatal como garante de condiciones de igualdad
para todos los argentinos frente al derecho a la educación; recuperar y dar centralidad a las
dimensiones pedagógica e institucional como ejes de las políticas; fortalecer el lugar de la escuela y la
tarea de los docentes como agentes de transmisión y recreación de la cultura, y sostener y reforzar la
función inclusiva de las propuestas pedagógicas que despliegan los sistemas educativos en todo el país.
La sanción de las leyes de Educación Nacional, Financiamiento Educativo, Educación Técnico
Profesional y la de Garantía del salario docente y los 180 días de clase surgen en este período como
herramientas políticas destinadas a reconstruir, transformar y fortalecer el sistema educativo argentino.
En este período y como consecuencia de la sanción de la Ley de Financiamiento Educativo, surgen los
convenios bilaterales, instrumentos de planificación que regulan la asignación de recursos, destinados
al cumplimiento de los objetivos consagrados en la misma. Integradas estas normas al conjunto de las
políticas educativas, se generan planes y programas que, haciendo foco en las deudas históricas del
sistema y en las desigualdades, proponen una agenda de trabajo que opera sobre las urgencias y, al
mismo tiempo, sobre los problemas estructurales. Los docentes, las escuelas y las aulas se
constituyeron en una prioridad política. Por ello, el estado nacional avanza en la recuperación de los
días de clase, la recomposición de los salarios docentes, el equipamiento y dotación integral de
recursos para las escuelas, la reconstitución del sistema de formación docente, el acceso masivo de
alumnos, docentes e instituciones de la educación estatal a las TIC y la ampliación de cobertura en
todos los niveles del sistema
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Una segunda etapa, desde 2009 hasta la actualidad, en un marco de confianza institucional y autoridad
política por parte del Estado, se desarrolla sobre los lineamientos definidos en los Planes de Educación
Obligatoria. El primero que abarcó el trienio 2009-2011 y un segundo Plan más integral que abarca el
quinquenio 2012-2016. Estos Planes convocan al ME y los gobiernos provinciales a establecer modos
de intervención planificados sobre los desafíos educativos plasmados en la Ley Nacional de
Educación. Producto de una construcción federal, los planes definen la acción coordinada entre los
equipos nacionales y provinciales y se transforma en la base para la priorización de los objetivos y
metas que expresen un acuerdo común para cumplir con las disposiciones de la Ley. Promueve líneas
de acción tendientes incrementar los niveles de responsabilidad sobre los resultados de lo realizado y
su impacto en relación con el cumplimiento de los objetivos políticos concertados federalmente, los
que se orientan en dos direcciones: políticas que tienen como prioridad la inclusión y políticas que
privilegian la calidad de la enseñanza y los aprendizajes.
Los planes definen claramente los objetivos estratégicos de la educación obligatoria. La Ley de
Educación Nacional en el Artículo 11 inciso a) establece, entre los objetivos de la política educativa,
“asegurar una educación de calidad, con igualdad de oportunidades y posibilidades, sin desequilibrios
regionales ni inequidades sociales”. La complejidad de los desafíos de las políticas de igualdad,
calidad y fortalecimiento de la gestión institucional requiere de una visión estratégica y progresiva en
su diseño y desarrollo.
Las políticas de igualdad e inclusión. En un contexto de desigualdad social, económica y cultural y con
grupos sociales en situación de exclusión que afecta sobre todo a grupos menores de 18 años, las
políticas educativas enfrentan un doble desafío: avanzar en la inclusión y retención de los niños, niñas,
adolescentes y jóvenes que aún permanecen fuera del sistema educativo y asegurar que toda la
población reciba una educación de calidad en su tránsito por los niveles educativos. En las últimas
décadas, el incremento de la demanda social por educación ha derivado en un notable proceso de
expansión de la oferta educativa: prácticamente todos los niños en edad de asistir a la educación
primaria se encuentran escolarizados y la cobertura se amplía sensiblemente en el nivel inicial y
secundario, a pesar de que aún reste incluir una importante cantidad de niños, niñas, adolescentes y
jóvenes, pertenecientes a los sectores sociales más postergados. Sin embargo, mientras que el Estado
ha sido capaz de ampliar la escolarización, permitiendo que cada vez más niños hagan efectivo su
derecho a la educación, no ha podido todavía asegurarles una educación de calidad en igualdad de
condiciones. En este sentido, además de los esfuerzos de inclusión y de igualdad surgen nuevos
desafíos para el sistema educativo y para la sociedad toda, que pueden resumirse en asegurar la
terminación de la educación obligatoria a todos los alumnos y reducir las brechas en la calidad de los
aprendizajes.
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Responder a ellos no es una tarea sencilla, ya que implica mayores recursos, asegurar los mejores
docentes allí donde más se los necesita y, sobre todo, una revisión profunda de las prácticas educativas
para atender la expansión de la obligatoriedad.
Cuando se trata de construir una sociedad democrática con justicia social, la inclusión y la igualdad
educativa son fundamentales. Son políticas y metas que se articulan porque la calidad de la propuesta
educativa es complementaria con una idea de educación que sirva para la movilidad social ascendente
y que supere las desigualdades de origen.
Como puede observarse, sobre la base de una nueva base normativa, una nueva estructura de
financiamiento, una mayor articulación entre el Estado Nacional y las jurisdicciones, en el desarrollo
de los planes y programas hay una constante que tiene que ver con la inclusión.
Fortalecer y afianzar la inclusión educativa ampliando y mejorar las condiciones de acceso
permanencia y egreso desde los 45 días de edad hasta el cumplimiento de la educación obligatoria, es
un objetivo central del Plan 2012-2016.
El término inclusión ha sido una constante del periodo que se inicia en 2003 y marca el retorno de la
centralidad del Estado.
Si bien todas las acciones del Ministerio de Educación contemplan la temática de inclusión se
desarrollaron planes y proyectos particulares cuyo objetivo central fue y es la inclusión:
La Dirección Nacional de Programas Compensatorios se consolidó como el ámbito desde donde
proveer las condiciones materiales fundamentales para el ejercicio efectivo de los derechos de acceso y
tránsito de los alumnos por una experiencia escolar digna. Entre las acciones desarrolladas se destacan:
la dotación de recursos (becas para la retención y la inclusión, libros y materiales didácticos,
equipamiento informático), así como la construcción y renovación de espacios físicos concebidos
como una condición básica para dar lugar a una propuesta educativa más amplia que busca habilitar
otros recorridos para la enseñanza y el aprendizaje.
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“PNIE Rural” iniciado en 2006. Niños, niñas y jóvenes con tres o más años de sobreedad
“PNIE Judicializados” Iniciado en 2006. Niños, niñas y jóvenes de 6 a 18 años con causas
judiciales, penales o sociales estén institucionalizados o no.
La Educación para Adultos y Jóvenes articula la educación con el mundo del trabajo, y busca la
erradicación del analfabetismo y el logro de que todos los mayores de 18 años completen los niveles
de la educación obligatoria. Se avanzó en la definición de las líneas de política educativa y en el
establecimiento de criterios para la formulación de un marco normativo: lineamientos curriculares
generales, estructura de organización para la educación primaria y educación secundaria de jóvenes y
adultos.
Cada escuela PIIE recibió un aporte financiero para la provisión de materiales escolares básicos Se
construyeron y equiparon aulas de informática con 8 computadoras cada una, 3 impresoras,
estabilizadores y distribuidores de red para todas las escuelas PIIE. Cada escuela recibió un kit
multimedial compuesto por impresora multifunción, televisores de 29”, videograbadora, reproductor
de DVD, cámara fotográfica digital, 4 grabadores de periodista con casetes, videocámara digital, y un
equipo de audio con reproductor de discos compactos.
Además, todas esas escuelas recibieron una biblioteca de 450 libros (con gran diversidad de géneros,
temas y autores), junto con propuestas y sugerencias para la utilización del material. Se distribuyeron
en total 3.203.600 libros de texto y para la alfabetización inicial. Cada una de las escuelas fue equipada
con un conjunto de mobiliario: 1 mesa para impresora, 24 sillas, un armario-biblioteca y dos
bibliotecas ambulantes para los 500 libros, un armario, 15 conjuntos bipersonales (o 30 unipersonales
y se distribuyeron materiales didácticos de variado tipo. Además el programa apoya a las escuelas para
que en cada una se diseñen e implementen “iniciativas pedagógicas”, es decir prácticas, acciones,
propuestas y proyectos que las escuelas definen y desarrollan colectivamente a partir de una
problemática, un interés o una necesidad y que están vinculadas directamente con procesos de
enseñanza y aprendizaje. Esto se realiza a través del acompañamiento pedagógico y del aporte de
recursos materiales.
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Por último, también desde este espacio se organiza, implementa y promueve espacios de formación e
intercambio docente con y para los equipos jurisdiccionales y los directores de las escuelas.
Seminarios, jornadas, y encuentros de intercambio se han desarrollado a nivel nacional, regional,
interprovincial y local.
El Plan FINES orientado a la finalización de Estudios, tanto primarios como secundarios el Plan
Nacional de Inclusión Digital Educativa, el Plan PROGRESAR (estímulo económico a jóvenes de
entre 18 y 24 años para la prosecución de estudios), todos en pleno desarrollo, constituyen iniciativas
sumamente relevantes y con un alto grado de impacto, fundamentalmente cuantitativo.
La nueva centralidad del Estado y la conformación definitiva del Consejo Federal de Educación, como
un articulador de políticas ha permitido que, conjuntamente, con el Ministerio de Educación Nacional
puedan definirse planes que, como el de “Educación Nacional Obligatoria”, articulen los distintos
planes y proyecto en un marco más abarcativo y con un criterio unificador y orientado a la inclusión.
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En este sentido, son políticas orientadas a fortalecer los prácticas de enseñanza de manera de construir
modos más pertinentes de transmisión de saberes y de organizar una experiencia escolar que les
posibilite a todos los niños, jóvenes y adultos, una plena inclusión en la vida cultural, social,
económica y política. A la vez se definen por una atención colectiva y continua por los aprendizajes de
todos los alumnos; por el contenido de estos aprendizajes, por el vínculo entre esos contenidos y la
vida social, por su efectiva apropiación por parte de todos los sujetos. En definitiva una política de
calidad es aquella que permite que la comunidad perciba que sus hijos asisten a una “buena escuela”,
aquella que los recibe hoy, pero que los prepara mejor para el mañana. Las políticas de fortalecimiento
Institucional
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Reseña biográfica
Mariano Priluka nació en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Se graduó de "Profesor de
Enseñanza Primaria" y de Licenciado en Psicopedagogía y, posteriormente, ingreso al "Programa de
Formación de Administradores de Gubernamentales", graduándose en 1995.
Trabajó como maestro de escuela y psicopedagogo hasta su ingreso al Cuerpo de Administradores
Gubernamentales, dependiente de la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación Argentina.
Como Administrador Gubernamental se ha desempeñado en múltiples organismos de la
Administración Pública Nacional ocupando diversos cargos de conducción y ejerciendo funciones de
asesoramiento, entre otros, en Ministerio de Trabajo, Ministerio de Interior, Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, Intervención Federal de Santiago del Estero, Ministerio de Educación de la Nación.
Docente de Nivel Superior y autor de diferentes artículos vinculados a la "Administración Pública" en
el marco del Observatorio de Políticas Públicas dependiente de la Jefatura de Gabinete de Ministros
Julieta Zuázaga Gutiérrez nació en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Graduada como
Licenciada en Ciencias Políticas en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires. Actualmente está desarrollando su tesis final para la Maestría en Administración Pública de la
Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
Su carrera la ha desarrolla tanto en el ámbito público como privado, destacándose su paso por
EDUC.AR S.E, Microsoft y el Ministerio de Educación de la Nación.
Ocupó cargos gerenciales y ejerció funciones de asesoramiento en proyectos vinculados con
responsabilidad social empresaria, desarrollo de Tecnología de Información y Comunicación y
múltiples proyectos educativos.
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