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"la institución escolar del programa de la modernidad es una expresión del proyecto
burgués instaurado a partir del trastocamiento del mundo feudal al término del
medioevo. Es hija de las aspiraciones político-culturales de ese proceso social. Es la
expresión política sobre la cual se busca construir la formación del nuevo ciudadano
bajo los ideales de libertad, fraternidad e igualdad, en las que subyace la búsqueda de la
justicia, y posteriormente las ideas respecto del progreso y orden social....la escuela es la
institución que promoverá la emancipación humana, inicialmente como emancipación
de la razón (al proveer el acceso al conocimiento a todos los hombres), y como
promotora de las posibilidades de progreso, orden, libertad e igualdad" (Díaz Barriga,
1995: 206 y 207).
García Delgado caracteriza tres tipos de Estado, intentando explicar las crisis sociales y
políticas, las coyunturas que dan lugar a lo que define como el Estado Post-Social al que
otros autores denominan “Estado Neoliberal”. Es decir, analiza los emergentes a partir
de los 80 del nuevo modelo de Estado, el discurso de la doctrina neoliberal y su fuerte
incidencia en las políticas llevadas a cabo en el ámbito educativo. Algunas de sus
premisas remiten a: privatización, libre elección, competitividad docente, autonomía y
productividad escolar, como forma de incentivar la competencia en aras de una mayor
eficiencia de lo que considera de sistema excesivamente burocrático. Prevalece en este
discurso la función económica de la educación por sobre la función política y social de
la misma.
Bobbio, sugiere la contextualización del origen del liberalismo, lo que implica separar el
liberalismo económico (teoría del mercado) del liberalismo político (Estado mínimo).
Sin embargo, señala que la injerencia del Estado abarca más esferas que la estrictamente
económica. En otras palabras, la concepción liberal del Estado da lugar al origen de la
sociedad civil (a través del contrato social). En este proceso en el que el Estado se
emancipa el Estado del poder religioso y se transforma en un Estado laico, también se
emancipa el poder económico del poder político, dando lugar al origen del mercado.
De esta situación Bobbio concluye que el liberalismo tiene una concepción negativa del
Estado, considerándolo como un instrumento de realización de fines individuales; en
consecuencia la sociedad civil y el mercado son concebidos de manera positiva. Así
señala que el Estado Benefactor casi no se diferencia del Estado Absolutista en lo que
respecta a burocratización, pérdida de libertades personales, deficiente administración
de recursos y gestión económica. Tal vez la única diferencia con el Estado Absolutista
es que este Estado paternalista, como denomina al Estado Benefactor o de Bienestar, es
concebido en el marco de gobiernos democráticos. Si no se acepta este origen histórico,
se pone en peligro al sistema democrático en su conjunto, ejemplificado con la
Restauración de Reagan en EEUU, o con el gobierno de Margaret Thatcher en
Inglaterra.
Sabemos que durante las primeras décadas del siglo pasado además de consolidarse el
Estado nacional también se constituye y configura el sistema educativo. Fue la función
política que caracterizó las intervenciones estatales en materia educativa. Este rasgo
debe ser entendido como central pero sin embargo, no excluyó otras implicancias como
aquellas que se señalan en lo social y económico. Es decir, además de aportar a la
conformación de una identidad nacional, el sistema educativo también contribuyó y
legitimó una determinada estratificación social a partir de la reproducción de las
desigualdades sociales existentes.
Asimismo, en los inicios de la configuración del sistema, existían otras iniciativas
educativas por fuera del mismo como las que llevaban adelante los sindicatos, las
colectividades y la iglesia, de modo que el Estado debió disputar con otros actores, la
función educadora, monopolizándola. En este contexto es necesario ubicar la sanción de
la ley 1420 y cuyo debate parlamentario nos permite recuperar las distintas posiciones
sostenidas respecto del papel del Estado y la función de la educación. En este sentido, el
sistema educativo fue un instrumento central de transmisión cultural e ideológica en
manos del Estado, legitimado por éste.
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