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REINO de DIOS
REINO de DIOS
MATERIA: “CRISTOLOGÍA”
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ESTRUCTURA DEL TRABAJO:
REINO DE DIOS
LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS
a) El reino como concepto,
b) El reino como símbolo.
c) El reino como liberación.
1. EL REINO DE DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.
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REINO DE DIOS1
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DICCIONARIO TEOLÓGICO ENCICLOPÉDICO, M. Semeraro, Bibl.: B. Klappert,
Reino, en DTNT 1V 7082; J Fuellenbach, Reino de Dios, en DTF, 1115-1126; S. A.
Panimolle, Reino de Dios en NDTB, 1609-1639; W Kasper Jesús, el Cristo. Sígueme,
Salamanca 1978; W, Pannenberg, Teología y reino de Dios, Sigueme, Salamanca 1974; R,
Schnackenburg, Reino y reinado de Dios, FAX, Madrid 1970
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había sido «solamente» escatológico. Esta tesis dio origen a la formación de « sistemas»
escatológicos sucesivos, opuestos unas veces y complementarios otras.
La cuestión, desde el punto de vista eclesiológico, era la de si, una vez establecido el
carácter escatológico del Reino, quedaba sitio todavía para una «Iglesia». Recordemos la
famosa frase de A. Loisy. «Jesús había anunciado el Reino..., y llegó la Iglesia». Se dirá más
bien que, precisamente porque creía ya cercano el fin, Jesús no podía menos de intentar
recoger al pueblo de Dios de los tiempos de la salvación. El único sentido de toda la
actividad de Jesús, así como de su anuncio del Reino, es recoger al pueblo de Dios del final
de los tiempos (J Jeremias, G. Lohfink).
La cuestión de la identidad o de la distinción entre Iglesia y Reino de Dios es
bastante antigua. Muchos Padres de la Iglesia y teólogos medievales se expresaron en
términos de identificación. Tampoco faltan defensores de esta tesis entre los teólogos
contemporáneos (C. Journet), pero también hay quienes establecen entre estas dos
realidades una mayor o menor distancia.
Esta tesis había sido sostenida sobre todo en la teología liberal y por los
modernistas. La postura adoptada en este punto por el concilio Vaticano II es un tanto
articulada. En primer lugar, respecto a la realidad futura del final de los tiempos, la
Constitución Lumen gentium no parece indicar ninguna diferencia entre la Ecclesia
consummata Y el Regnum consumnzatum. En la gloria del cielo la Iglesia tendrá su
perfección y su cumplimiento glorioso (cf nn. 4§, 68). Por el contrario, en cuanto al tiempo
presente, el Vaticano II relaciona el comienzo de la Iglesia con el anuncio de la llegada del
Reino, de forma que habrá que decir que las dos realidades nacen simultáneamente (cf. LG
5). Más aún, habrá que añadir que precisamente en el crecimiento de la Iglesia está
presente el crecimiento del Reino y que el desarrollo de ambos se realiza- únicamente en y
por la conformación con Cristo que (la su vida por el mundo. De aquí se sigue que ser
miembro del Reino supone una pertenencia, al menos implícita, a la Iglesia. Sin embargo, la
Iglesia, aunque constituye en esta tierra el germen y el comienzo del Reino, lo es «in
mysterio» (Ibíd.). Así pues, en el tiempo presente la Iglesia, aunque inseparable del Reino,
es también diferente de él. Es su primicia y al mismo tiempo su «sacramento». El Reino no
es solamente anunciado por la Iglesia, sino que hasta el final de los tiempos está contenido
realmente en ella y es significado por ella.
Esta relación de unidad/diferencia entre la Iglesia y el Reino de Dios se convierte
para la Iglesia en imperativo de invocación, de anuncio y de servicio. La Iglesia, enseñada
por el Salvador, invoca continuamente: «¡Venga tu Reino!» (Lc 11,2; Mt 6,9). Al mismo
tiempo lo anuncia a todas las gentes proclamando su fe en Jesús crucificado y resucitado, ya
que el Reino es él mismo. Esta invocación y este anuncio se convierten en diakonía o
servicio al Reino, de la misma manera que Jesús: con caridad, humildad y abnegación.
La Iglesia, finalmente, posee fuerzas que se derivan del actual señorío de Cristo y
poderes que guardan una estrecha relación con el Reino de Dios. Jesús promete a Pedro
«las llaves del reino de los cielos» (cf Mt 16,16-19). Jesús sigue ejerciendo su autoridad a
través del servicio de la Iglesia, que se convierte de este modo en el lugar donde, después
de marcharse Jesús, se reunirán todos los llamados al Reino de Dios. La ordenación de la
Iglesia al Reino se revela de la forma más amplia en la celebración de la eucaristía. Aquí ella
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pasa ininterrumpidamente hacia aquel estado de cumplimiento en el que Dios será todo en
todos y su Reino llegará a la perfección.
REINO DE DIOS2
El dato más histórico sobre la vida de Jesús es el símbolo que dominó toda su
predicación, la realidad que dio sentido a todas sus actividades, es decir, el "reino de
Dios".
LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS
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René Latourelle y Rino Fisichella, Salvador Pié-Ninot, “Diccionario de Teología Fundamental”,
Ediciones Paulinas, 1992, pág. 1115-1126.
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En la discusión bíblica y teológica sobre el reino, podemos distinguir tres
etapas: el reino como concepto, el reino como símbolo y una nueva manera de enfocar el
reino en cuanto relacionado con la liberación. Cada aproximación plantea diferentes
cuestiones que deberían considerarse complementarias.
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un territorio o un lugar. Es visto, por tanto, como una idea religiosa. En época reciente
esta tesis ha sido puesta en cuestión al abordar la noción reino no sólo desde el método
histórico-crítico, sino también desde un punto de vista socio-político (N. LOHFINK, Begriff des
Gottesreichs, 33-86). La / fe del AT descansa sobre dos certezas. Primera, que Dios ha
venido en el pasado y que ha intervenido en favor de su pueblo. La segunda es la firme
esperanza de que Dios venga de nuevo en el futuro para cumplir su propósito respecto
al mundo que él ha hecho. Como lo expresó Martin Buber: "La realización de la
soberanía de Dios que lo abarca todo es el próton y el ésjaton de Israel" (BEASLY-MURRAY,
Jesús, 17).
Lo que sigue puede considerarse como los elementos básicos de la noción del
reino de Dios en el AT.:
a) Dios es rey de toda la creación, y de Israel en particular, en virtud de la alianza.
b) Este reinado sobre Israel es experimentado de una manera particular en la celebración
litúrgica, es decir, en el culto.
c) La esperanza de una venida final y decisiva de Yhwh en favor de su pueblo en el
futuro para cumplir sus promesas hechas a los padres y los profetas (R. SCHNACKENBURG,
God s Rule, 11-74).
Lo que era único era la experiencia de Yhwh como Señor de la historia, que actúa en favor
de su pueblo, que cuida, protege, perdona, cura y hace una alianza con él. Todo esto
forma parte de lo que significa decir: Dios es rey de Israel y de todas las naciones. El
verdadero cuidado y presencia de Dios en medio de su pueblo son después expresados
en símbolos como: padre, madre, pastor, novio, etcétera. Las funciones concretas de
Yhwh como rey que reina en medio de su pueblo se convierten en componentes de esta
experiencia: él crea un pueblo, organiza su estructura, lo alimenta, lo protege, dirige,
corrige, redime e imparte justicia para él. Todo esto forma el trasfondo de la "experiencia
religiosa" expresada en el símbolo del reino de Dios (CABELLO, El Reino, 16-18).
a) Está "ya "presente y "todavía'' por venir. La propia mentalidad de Jesús, su enseñanza
y predicación fueron modeladas de manera muy profunda por los grandes profetas del AT,
particularmente por el Deutero Isaías. Según Lucas (4,16-21) y Mateo (11,1-6), él entendió
su misión en el marco de la tradición del jubileo que anuncia el "gran año de gracia como
definitiva visita de Dios en favor de su pueblo (N. LOHFINK, The Kingdom of God, 223).
Jesús proclamó esta visita final de Dios no como un simple futuro más ni como un objeto
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de ansiosa expectación 3,15), sino como algo que ha llegado con él. El reino se ha
convertido una realidad presente, está "cerca” (Mc 1,14), "dentro de vosotros" 17,21),
demuestra su presencia efectiva como una fuerza liberadora través de exorcismos (Mt
12,28), curaciones y perdón de los pecados.
Aunque Jesús se situó en la tradición de los grandes profetas, su mensaje está
profundamente influido por las expectativas apocalípticas de la época. Sin embargo, no
compartió el pesimismo de los escritores apocalípticos en relación con este mundo, sino
que trazó una visión realista del poder del mal. Su mensaje del reino de Dios sólo puede
entenderse en su contraste con el reino del mal, que opera en este mundo invadiéndolo
todo. Jesús entendió su misión como una ruina y derrumbamiento de los poderes del mal
y trae una liberación que persigue el fin de todo mal y la transformación de la creación
entera (W. KELBER, Kingdom in Mark, 15-18).
b) El reino como don gratuito de Dios y tarea para los seres humanos.
Puesto que el reino de Dios es Dios mismo, que ofrece su amor incondicional a su
criatura y que da a cada una participación en su propia vida, debe entenderse como un
don gratuito, al que no tenemos en modo alguno ningún derecho. Podemos aceptarlo
sólo como un don de amor de parte de Dios con gratitud y acción de gracias. Ésta es la
principal enseñanza de las parábolas del crecimiento (Mc 4 y Mt 13). Se puede rezar "venga
tu reino" (Mt 6,10), se puede gritar a Dios día y noche (Le 18,7), puede uno mantenerse
en vela como las vírgenes prudentes (Mt 25,1-3); pero es Dios quien lo "da" (Lc 12,31).
Sin embargo, el carácter de don del reino no hace de los seres humanos meros
objetos pasivos. Las parábolas de los talentos (Mt 25,14 ,30) y del tesoro en el campo (Mt
13,44) muestran que los seres humanos son también actores en el reino. Aquí el reino es
puro don, pero viene sólo asumiendo increíbles riesgos. La venida del reino de Dios es
total y absolutamente obra de Dios, pero al mismo tiempo es también total y
absolutamente obra de seres humanos (G. LOHFINK, Exegetical predicament, 104-105).
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se nos presenta con una "política normativa"; es decir, toda autoridad legítima debe ser
sometida al reino que irrumpe y que exige la reestructuración y el reordenamiento de
todas las relaciones humanas.
Insistir en que el mensaje de Jesús sobre el reino fue puramente religioso y que no
tenía nada que decir sobre las estructuras socio-políticas no se puede sostener sobre la
base de las Escrituras, sino solamente desde una visión del mundo, más bien dualista, que
niega toda relevancia del evangelio para las realidades intraterrenas (P. STEIDL-METER, Social
Justice, 15-16).
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gran noticia. Este dar la vuelta hacia el reino incluirá un alejarse de. Pero el motivo para la
conversión es el reino de Dios que irrumpe como si ya hubiera llegado, y no ninguna
demanda de prepararse para su futura venida. La conversión es una gozosa oportunidad,
no un acontecimiento terrible de juicio y condenación. El hijo perdido ha vuelto a casa
(Le 15,25), el muerto ha vuelto a vivir de nuevo. "Porque este hijo mío había muerto y ha
vuelto a la vida, se había perdido y ha sido encontrado" (Le 15,24.32). La / conversión, por
tanto, va precedida por la acción de Dios a la que se nos llama a responder. Sólo su amor lo
hace en absoluto posible. La conversión es una reacción de la persona a la acción previa
de Dios (J. FUELLENBACH, Kingdom, 58-59).
Es importante que el reino de Dios, que irrumpe constantemente, sea contemplado
como algo que siempre es buena noticia y nunca juicio o condenación. Jesús no abandonó
el juicio (la palabra aparece 50 veces en su predicación), pero lo pospuso. Sólo aquel que
no hace caso del reino ahora tendrá que afrontar el juicio cuando llegue la plenitud del
reino. Por lo tanto, dondequiera que se predique el reino, no debe anticiparse el juicio. El
evangelio tiene que seguir siendo siempre buena noticia y ser predicado como
corresponde.
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A. Schweitzer consideraba este texto como "un credo válido para toda época"
Algunos eruditos han deducido de aquí que el símbolo "reino de Dios" no sólo es el centro
de los sinópticos, sino también de todo el NT. Justicia, paz y gozo son conceptos clave que
expresan relaciones con Dios, con nosotros mismos, con nuestros semejantes y con la
naturaleza. Dondequiera que los cristianos se relacionan en justicia, paz y gozo en el
Espíritu Santo, allí se hace presente el reino. El reino, definido en una breve fórmula, no
es otra cosa que justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (H. WENZ, Theologie des Reiches
Gottes, 20-24).
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humanidad transida de pecado. ¿En qué consisten precisamente estas "tribulaciones y
sufrimientos" que él tenía que asumir para hacer posible la venida final del reino? La
solución ofrecida es la siguiente: la vida de Jesús refleja la tensión que existe entre su
vida íntima con el Padre y su "vivir nuestra vida hasta el fin"; la fidelidad a su misión, que
se expresa de la manera más adecuada con las dos palabras: identificación y re-
presentación. Jesús sintió que cuanto más se identificara él mismo con nosotros, más
experimentaría nuestra pecaminosidad, nuestro desamparo, nuestra inseguridad, propia
de quienes habían rechazado el don del amor de Dios. Llegó a darse cuenta de que si
llevaba su misión hasta el fin, tendría que experimentar la plena realidad de lo que
significa para una criatura estar "separada" de Dios. Para Jesús esto significaría
experimentar en sí mismo el ser separado del Padre, que lo significaba todo para él, de
quien recibía la vida y cuya voluntad había venido a cumplir. El pensamiento de que este
momento estaba llegando le horrorizó.
El Padre le tomaría como "humanidad en su estado de abandonada de Dios, de perdida".
Jesús tendría que experimentar este estar completamente identificado con nosotros en
nuestro pecado y ser tratado como representante nuestro ante Dios. El grito en la cruz
debe considerarse como el momento en que Jesús más se identificó con nuestro
abandono de Dios (Mc 15,34). En aquel momento parecía como si el amor del Padre, del
que él recibía la vida, hubiera cesado de fluir. Las "tribulaciones escatológicas" son
precisamente esta experiencia de nuestro verdadero estado sin Dios: abandonados,
condenados sin ninguna esperanza por nuestra parte. En la cruz, Jesús experimentó a
Dios como alguien que se apartaba (Mc 15,34) y le dejaba experimentar toda nuestra
desolación, la verdadera prueba del reino inminente, que iba a vencer al pecado, la
condenación y la muerte (J. FUELLENBACH, Kingdom, 85-95).
Experimentando el efecto del pecado como condenación, Dios tomó sobre sí en
Jesucristo lo que hubiera sido el destino de la humanidad. "¡Descendió a los infiernos!"
Éstas son las "tribulaciones escatológicas" que tenía que soportar para que el reino
pudiera finalmente venir en toda su gloria.
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que da vida al mundo. Es, por tanto, el Espíritu Santo quien continúa la obra de Cristo
a través de los siglos y conduce a la humanidad y a la creación entera hacia su realización
final en la plenitud del reino (J. FUELLENBACH, Kingdom, 97-107).
5. LA IGLESIA Y EL REINO.
b) El reino está presente en la Iglesia. Es el reino presente ahora el que crea la Iglesia y la
mantiene constantemente en la existencia. La Iglesia es, por tanto, el resultado de la
venida del reino de Dios al mundo. El poder dinámico del Espíritu que hace presente de
modo efectivo la intencionalidad salvadora final de Dios es la verdadera fuente de la co-
munidad llamada Iglesia. Aunque el reino no puede ser identificado con la Iglesia, ello no
significa que el reino no esté presente en ella. El mismo se hace presente de una manera
particular. Podemos decir que la Iglesia es una realización "inicial", "proléptica" o
anticipada del plan de Dios para la humanidad. En palabras del Vaticano II: "Y
constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino" (LG 5). En segundo lugar, la
Iglesia es un medio o sacramento, a través del cual este plan de Dios con el mundo se
realiza en la historia (LG 9; 48).
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"El reino crea la Iglesia, trabaja a través de la Iglesia y es proclamado en el mundo
por la Iglesia. No puede haber reino sin Iglesia -aquellos que han reconocido el reinado
de Dios y no puede haber Iglesia sin el reino; pero siguen siendo dos conceptos distintos:
el reinado de Dios y la fraternidad de los hombres" (G.E. LADD, The Presente, 277).
c) La misión de la Iglesia. Jesús ligó el reino de Dios, que antes pertenecía al pueblo de
Israel, a la comunidad de sus discípulos. Con esta elección de una nueva comunidad, el
propósito del pueblo del AT queda transferido a este nuevo pueblo. Ellos deben
convertirse ahora en un "signo visible del designio de Dios para con el mundo" y en
portadores activos de esta salvación. A ellos se les hace salir de las naciones para asumir
una misión en favor de las naciones. Lo que importa es que el reino permanecerá ligado a
una comunidad visible, que debe ponerse al servicio del definitivo plan de salvación de
Dios para todos (G. LOHFINK, Jesus and Community, 17-29).
Desde esta perspectiva la Iglesia es vital para que el reino permanezca en el
mundo. "Es la comunidad que ha empezado a saborear (aunque sólo como anticipo) la
realidad del reino, la única que puede proporcionar la hermenéutica del mensaje...; sin la
hermenéutica de tal comunidad viviente, el mensaje del reino puede tan sólo llegar a ser
una ideología y un programa, no será un evangelio" (L. NEWBEGIN, Sign of the
Kingdom, 19).
La misión de la Iglesia a la luz del reino se describe de una triple forma:
a) Proclamar mediante la palabra y el sacramento que el reino de Dios ha venido en la
persona de Jesús de Nazaret.
b) Ofrecer su propia vida como una prueba de que el reino está presente y operativo en el
mundo hoy. Esto se puede ver en la propia vida de la Iglesia, donde la justicia, la paz, la
libertad y el respeto a los derechos humanos son manifestados de manera concreta. La
Iglesia se ofrece a sí misma como una "sociedad de contraste" para la sociedad en general
(G. LOHFINK, Jesus and Community, 157-180).
c) Desafiar a la sociedad entera a transformarse de acuerdo con los principios básicos del
reino inminente: justicia, paz, hermandad y derechos humanos. Esto es un elemento
constitutivo de la proclamación del evangelio, puesto que la meta última del reino es la
transformación de la creación entera y la Iglesia debe entender su misión al servicio del
reino inminente (R. McBRIAN, Catholicism, 717).
J. FUELLENBACH
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