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13 de Octubre de 2019 – Número 830

El DEFICIT FISCAL ES EQUIVALENTE


AL DINERO QUE TIENE LA GENTE
Políticos, Justicia y actores sociales actúan y proponen como si
la crisis fiscal no fuera terminal. No hay conciencia de que sin
acceso al crédito sólo queda cubrir el déficit fiscal con
emisión. Pero como el desequilibrio ya equivale al dinero en
manos de la gente, la emisión monetaria conlleva altos riesgos
de hiperinflación.
En el marco de la campaña electoral abundan ideas y propuestas que asumen –explícita o
implícitamente– que la situación económica actual es crítica pero que tenderá a normalizarse
con una nueva administración. Tanto las promesas de los candidatos, los últimos fallos de la
Justicia e iniciativas de actores sociales importantes (por caso, los empresarios industriales
con su Plan Productivo 20/23) parecen no percibir que la situación fiscal refleja una
crisis terminal y no una mera perturbación transitoria.
Una evidencia objetiva de la extremadamente precaria situación fiscal es que nadie
está dispuesto a prestarle al sector público. En agosto, el gobierno quiso renovar las
Letras de Tesorería y la licitación se declaró desierta porque no hubo ofertas para prestarle
al Estado. Ante esta situación, el Ministerio de Hacienda tuvo que imponer el re-
perfilamiento, es decir, diferir compulsivamente el pago de deuda. Sin acceso al crédito
para financiar el déficit fiscal, no hay otra opción que emitir moneda.
El déficit fiscal total se compone del desequilibrio del sector público más el déficit cuasi fiscal
representado básicamente por las Leliq del Banco Central. Para dimensionar los riesgos de
cubrir estos desequilibrios con emisión monetaria, sirve observar los siguientes datos:

 A diciembre del 2019, el déficit del Sector Público Nacional total (primario más
intereses de deuda pública) ascenderá a aproximadamente 1 billón de pesos.

 El stock de Leliq acumulado en el Banco Central y cuya contraparte son plazos


fijos de la gente asciende a 1,2 billones de pesos.

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 La cantidad de dinero en pesos en manos de la gente (efectivo, cuentas corrientes
y cajas de ahorro) asciende a 2,2 billones de pesos.
Estos datos permiten inferir que, si el déficit del Sector Público Nacional más el stock de
Leliq en el Banco Central se monetizaran, la cantidad de pesos en manos de la gente se
duplicaría. Semejante presión monetaria en la actual situación –inflación del orden del 55%
anual y en crecimiento, recesión y severa escasez de dólares– tiene altas probabilidades de
llevar la crisis a un nivel superior de descomposición: la hiperinflación.
Se puede argumentar que declarando el default se evita pagar intereses que explican gran
parte del déficit. Pero aun suponiendo que se instrumentara este costoso y traumático
procedimiento y se aplicara análogo criterio con las Leliq, los riesgos hiperinflacionarios
no se disipan si no se generan superávits primarios sostenidos. Esto es, superávits
antes del pago de intereses a partir del 2020. Lo cierto es que en las actuales condiciones,
generar superávits es muy difícil. Alcanza con tener en cuenta que las jubilaciones y otras
prestaciones sociales, los salarios públicos y los subsidios económicos representan más del
75% del gasto y sobre ellos operan mecanismos indexatorios muy estrictos. A esto se suma
que las promesas electorales, la presión de los actores sociales y los criterios que aplica la
Justicia en la mayoría de sus fallos implican reducir ingresos y aumentar gasto.
La única forma de evitar la hiperinflación es consensuando un plan de ordenamiento
del Estado. Si bien los desafíos son muchos, los ordenamientos esenciales son tres: el
ordenamiento previsional (con mecanismos automáticos de actualización de las reglas
previsionales según la dinámica demográfica, restringiendo la doble cobertura y eliminando
los regímenes especiales), el ordenamiento impositivo (unificando impuestos nacionales,
provinciales y municipales) y el ordenamiento funcional (eliminando organismos y
programas nacionales que se superponen con funciones provinciales y municipales).
Actuar como si la crisis fuera pasajera y que disipado el panorama político se tenderá
a la normalidad, es un acto de irresponsabilidad. Por eso, en lugar de seguir acumulando
promesas electorales, fallos judiciales y propuestas voluntaristas es fundamental tomar
conciencia de la gravedad de la situación. Sin posibilidades de tomar más deuda, el camino
es abordar, con responsabilidad e idoneidad, el ordenamiento del Estado. Caso contrario,
será la hiperinflación la que se encargará de ajustar al sector público de manera traumática y
socialmente muy costosa.
Déficit fiscal, cuasi fiscal y dinero en manos de la gente

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