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Imperios: Auge y caída

Mañana se cumplirán 30 años de la muerte del emperador japonés Hirohito, quien tras la derrota
de su país en la Segunda Guerra Mundial renunció a su estatus divino. Su caída, junto con otros
varios eventos importantes del siglo XX, significó el fin de un milenario sistema de gobierno: el
imperio.

Carlos Oré Arroyo

Actualizado en 06/01/2019 a las 08:30

En el mundo actual solo queda un emperador. Su nombre es Akihito y ascendió al trono tras la
muerte de su padre Hirohito para convertirse en el 125 emperador en la historia del Japón. Con su
ascenso, se inició la era Heisei, la cual concluirá el 30 de abril de este año cuando el emperador
abdique al trono por problemas de salud. A diferencia de su padre, Akihito es ahora solo una figura
simbólica y ceremonial que cumple funciones parecidas a las de un jefe de Estado en una
monarquía constitucional. La persona encargada de liderar políticamente el país asiático es el
primer ministro elegido por el Parlamento. Desde diciembre del 2012 Shinzō Abe ocupa este cargo
y su permanencia depende del apoyo que reciba del propio Legislativo.

La representación del emperador en Japón parece ser una excepción, pues con el auge de los
Estados nación y de las democracias en la mayoría de países del globo, y con la nueva
configuración internacional —después de la Segunda Guerra Mundial—, se fueron dejando de lado
estas figuras imperiales. Tanto así que esa imagen del emperador como esa persona
todopoderosa, adornada de símbolos y ungida por la divinidad, resulta hoy anacrónica. Esto no
quiere decir que la palabras imperio o imperial hayan perdido vigencia y se utilizan tanto para
categorizar algunas políticas desarrolladas por las potencias hegemónicas o para definir las
acciones de ciertos líderes totalitarios en el nuevo orden internacional.

El príncipe heredero Naruhito accederá al trono el 1 de mayo, el día siguiente de la abdicación de


su padre, el emperador Akihito. (Foto: AFP)

El príncipe heredero Naruhito accederá al trono el 1 de mayo, el día siguiente de la abdicación de


su padre, el emperador Akihito. (Foto: AFP)

¿Cuál es el papel que han cumplido los imperios en el mundo? ¿Han desaparecido realmente o
permanecen algunas de sus instituciones o formas de gobierno?
***

Existen variadas definiciones de los imperios, pero todas coinciden en que son Estados que debido
a una constante expansión fueron consiguiendo influencia política, militar, económica y cultural
sobre un territorio y lograron marcar toda una época en la historia de la humanidad. Su formación
estuvo ligada al crecimiento de los primeros pueblos que fueron ganando poder político y
económico sobre otras comunidades, y, por lo mismo, desarrollaron un aparato militar que les
permitió no solo protegerse de las amenazas externas, sino también ir a la conquista de nuevos
territorios, mentalidades y mercados.

Esto hizo que los imperios fueran vistos en Asia, Europa, África o América como fuerzas militares y
teocráticas, cuyo poder estuvo ligado a mitos fundacionales que se impusieron a las poblaciones
subyugadas. Quizás el ejemplo más notorio haya sido Roma, la imagen imperial por antonomasia.
Roma, sin embargo, llegó a ser un imperio 726 años después de su fundación, antes pasó por la
monarquía y la república. Su asombrosa evolución como sociedad le permitió asimilar lo mejor de
la cultura griega y desarrollar sistemas de gobierno sofisticados que fueron el embrión de muchas
instituciones contemporáneas.

Fue tal el poder e influencia que Roma llegó a tener en todos los campos que la creyeron
indestructible. Los romanos —como muchos otros imperios en la historia— comprendieron que no
debían limitarse solo al poder militar, sino que su sistema administrativo también debía ser eficaz.
El desarrollo de una infraestructura fue clave para controlar enormes territorios. De esta forma, se
satisfacían las necesidades, se dinamizaba el estilo de vida y se posicionaba entre las poblaciones
la idea de un gobierno exitoso capaz de lograr hazañas impensadas. Todo esto le otorgó al imperio
romano el indiscutible estatus que aún conserva en los libros de historia, antes de su decadencia.

Nuestro vocabulario político aún posee innovaciones que hicieron los romanos en el gobierno. El
reconocido historiador americano Frederick Cooper señala que el Senado y las comisiones —dos
creaciones romanas— siguen siendo formas reconocidas de gobierno. En la administración de
justicia, la figura del magistrado y las cortes judiciales también son una herencia de la Roma
imperial.

“El imperio romano introdujo instituciones no necesariamente válidas para cualquier época pero sí
que han sido imitadas, transformadas y reinterpretadas en diversos contextos”, escribe Cooper,
coautor con Jane Burbank del libro Imperios: una nueva visión de la historia universal.
Augusto, el primer emperador romano. Óleo de Giambattista Tiepolo en el Museo del Hermitage,
de San Petersburgo.

Augusto, el primer emperador romano. Óleo de Giambattista Tiepolo en el Museo del Hermitage,
de San Petersburgo.

—La violencia como forma de poder—

Un elemento central en la configuración de los imperios fueron las guerras. Uno de los reinos de la
antigüedad que más destacó en este ámbito fue Persia, que desarrolló las llamadas ‘guerras
médicas’ (492 a. C.-478 a. C.) hasta que fue derrotado por los atenienses y espartanos.

Este lado del mundo también fue testigo de la sangre que podía derramarse con el fin de expandir
fronteras; recordemos la época del Tahuantinsuyo y la conquista española. Aunque todavía es
incierta la cantidad exacta de víctimas de la conquista, se calcula que fueron más de 60 millones
los fallecidos. En aquel tiempo, las poblaciones americanas no solo sucumbieron ante la pólvora y
la espada, sino también ante las enfermedades traídas por los europeos y que eran desconocidas
en el continente.

Ya en el siglo XX, otras conquistas sanguinarias fueron las ocasionadas por Japón en la ciudad de
Nanjing en China, iniciadas en diciembre de 1937 y concluidas en febrero de 1938, las cuales
originaron 300.000 muertes. Tan sangrienta como esta fue la ocupación japonesa de Corea, la cual
duró 35 años desde 1920 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. En ese lapso se cometieron
violaciones y ejecuciones, se envió a poblaciones enteras a realizar trabajos forzados y se
emplearon, además, armas biológicas.

Paradójicamente, la misma perfección en el arte de la guerra que permitió a los imperios


expandirse significó también su caída. Roma fue partida en dos por los pueblos bárbaros en el año
476 d. C., e imperios como el británico, español o el francés perdieron sus dominios entre los
siglos XIX y XX por los vaivenes de la historia, el avance de nuevos sistemas económicos, como el
capitalismo, pero también por la difusión de ideas producto de la Ilustración que liquidaron los
ordenamientos ideológicos que justificaban la dominación imperial.

—Líderes divinos y mesiánicos—

Dirigir y controlar un imperio no solo consistía en el buen manejo económico y político como lo
conocemos hoy, era también necesaria una fuerte dosis de misticismo alrededor de la figura del
líder. Los ritos, mitos y lujos que envolvían a estos hombres buscaban no solo acercarlos a las
divinidades, sino marcar la idea de que pertenecían a una estirpe mesiánica que detentaba el
poder sin cuestionamientos. El francés Luis XIV fue llamado el Rey Sol; Carlos I, de España, terminó
siendo conocido como el monarca del reino en el que nunca se ocultaba el sol, y Octavio, el hijo
adoptivo de César, al llegar al poder se concedió el título de “Augusto”, el cual era un epíteto de
carácter honorífico aplicado solo a los dioses.

Aún hoy se mantienen ritos de ese tipo, especialmente en las monarquías —herederas de los
antiguos imperios— como es el caso de la inglesa. En la reciente adaptación de la vida de la reina
Isabel II, The Crown, el duque de Windsor menciona estas líneas al momento de la coronación de
su sobrina: “¿Quién quiere transparencia cuando puedes tener magia? ¿Quién quiere prosa
cuando puedes tener poesía? Si apartas el velo, ¿qué es lo que queda? Una joven corriente de
modesta capacidad y poca imaginación; pero, si la envuelves así y la unges en aceites, ¿qué tienes?
Una diosa”.

Claire Foy en "The Crown". (Foto: Difusión)

Claire Foy en "The Crown". (Foto: Difusión)

Al preguntarle a Norberto Barreto, profesor de la Universidad del Pacífico y experto en relaciones


internacionales, sobre la construcción de esas imágenes en la política actual, dice que “si bien los
gobernantes contemporáneos ya no están elevados a una condición divina, en cambio parecen
reproducir un creciente populismo mesiánico”. En su opinión, este renacer populista se ha
producido por la incapacidad del modelo económico neoliberal para aminorar las diferencias
sociales. “Hoy vemos que este tipo de populismo se impone en la Rusia de Putin y en la China de Xi
Jinping”, agrega.

Si bien los líderes ya no se ungen en aceites, sí buscan crear un misticismo a su alrededor que los
acerca cada vez más a la idea de una figura única y necesaria, como salvadores de una nación.
Estos fueron los casos de Chávez en Venezuela, Perón en Argentina, Lenin en Rusia, Mao en China,
Fujimori en el Perú.

—¿Imperios del siglo XXI?—

Farid Kahhat, internacionalista y profesor de la Universidad Católica, conversó con El Dominical


sobre la posibilidad del resurgimiento de algún imperio en el mundo contemporáneo. “Creo que
no hay espacio para estos regímenes en la actualidad —dice—. Los sinsabores que dejaron en el
pasado no les permiten un espacio en el mundo de hoy, y la expansión territorial y geopolítica de
varias naciones no responden al único deseo de ostentar poder, sino a la supervivencia del sistema
que defienden”.

Una opinión distinta tiene Robert Kaplan, periodista especialista en temas internacionales, quien
asegura que los imperios todavía pueden ser una figura clave para entender la política global de
hoy. Kaplan considera que Estados Unidos es un país que ha transformado el concepto de imperio
y ha buscado posicionarse estratégicamente en cada rincón del mundo para conseguir el poderío y
respeto que necesita para seguir siendo una potencia global. El país norteamericano ha ido
adoptando costumbres imperiales que otros países han llevado consigo por siglos. “China, India,
Irán y Turquía han sido inmunes a la anarquía y la razón es que todos estos países fueron imperios
en el pasado. Tienen tradiciones imperiales muy arraigadas en su identidad nacional; sin embargo,
no creo que serán inmunes siempre. Creo que el autoritarismo chino llevará a una inestabilidad
interna en las próximas décadas”, vaticina Kaplan.

Al igual que Kaplan, Kahhat opina que “la figura de Xi Jinping [secretario general del Partido
Comunista de China y presidente de la República Popular China] es preocupante. Su búsqueda de
permanencia en el poder y el ingreso del ahora conocido pensamiento Xi en la Constitución parece
mostrar una cierta búsqueda del poder absoluto en el país que se avizora como el principal
protagonista del siglo XXI”.

El gobernante chino Xi Jinping pasa revista a las tropas en la plaza Tiananmén, en Pekín.

El gobernante chino Xi Jinping pasa revista a las tropas en la plaza Tiananmén, en Pekín.

Aunque el término imperio puede ser hoy mal visto, resulta obvio que ciertas prácticas como el
control que ejercen las potencias económicas sobre otros Estados pueden tener reminiscencias del
papel que desempeñaron los regímenes imperiales en el pasado. Por eso, lo más seguro para la
paz mundial sigue siendo la expansión de la democracia y la idea de que, si bien los imperios
cumplieron un papel en el desarrollo de la humanidad, ya son parte del pasado. Y no deben tener
una segunda oportunidad sobre la tierra.

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