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INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL

ESCUELA SUPERIOR DE ECONOMÍA


I. COLOQUIO: LA ECONOMÍA COMO EJE TRANSDISCIPLINARIO

 Mesa de trabajo: El ejercicio de los derechos humanos y ecológicos


en relación con la ciencia económica
C. Dr. Alfonso Vargas López
Jefe del Departamento de Economía Política

Introducción
El ejercicio de los derechos humanos y ecológicos, en relación con la ciencia
económica es una invitación a repensar la visión que las distintas corrientes o
escuelas de la ciencia económica tienen con respecto a este tema, poco analizado
y estudiado por los economistas.
Por ello, nuestra reflexión se refiere a dos temas sustantivo: en primer lugar,
la forma en que la economía ambiental y la economía ecológica entienden la
interrelación entre las actividades antropogénicas y el medio ambiente; en un
segundo aspecto, exploramos la situación de los derechos humanos, en particular
los que corresponde al medio ambiente, así como algunos elementos del derecho
ambiental mexicano;
Concluimos con una serie de reflexiones e interrogantes al considerar que
justiciabilidad y la exigibilidad de los derechos ambientales, transitan por un
proceso, donde la visión de la ciencia económica debe evolucionar para construir
puentes para contribuir a un diálogo inter y transdisciplinario.
La economía apenas ha iniciado este proceso, sin embargo, es necesario
avanzar en un visión integral del desarrollo sustentable para construir una
gobernanza ambiental, donde se logre la progresividad efectiva en el cumplimiento
del derecho al medio ambiente y ecológico, sin descuidar los niveles mínimos de
sustentabilidad ambiental y la necesidad del conocimiento científico para la
creación y aplicación de las leyes ambientales.

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La economía ambiental y la economía ecológica
La ciencia económica, no es monolítica, se encuentra integrada por diversas
visiones, escuelas, paradigmas o proyectos de investigación. Actualmente, se
puede dividir entre la corriente principal, la denominada académica, convencional
o neoclásica, con diversas subramas, ubicadas en la heterodoxia; mientras que la
crítica de la economía política o marxismo, se ubica en otro extremo, con métodos
y conceptos diametralmente opuestos, incluyendo algunas versiones o
derivaciones.
Sin embargo, ambas visiones han sido señaladas como “desarrollistas”,
pues dan prioridad al crecimiento de las actividades humanas sin considerar sus
efectos sobre el medio ambiente. El debate y los señalamientos arrancaron de
manera visible, a partir del surgimiento del concepto “desarrollo sustentable o
sostenible” en los ochenta del siglo pasado. Frente al debate iniciado hace más de
30 años, han surgido dos formas de entender la interrelación humanidad-
naturaleza, vinculadas al “capital natural”.
El debate dentro del desarrollo sustentable, reconoce de tres grandes
corrientes ambientalistas en disputa:

a) Corriente ecologista conservacionista o sustentabilidad fuerte; con raíces en


el conservacionismo naturalista del siglo XIX y en la ideas ecocentricas de
Leopold y que contemporáneamente tiene su referencia filosófico-política
en la ecología profunda (Arne Naes, 1973), adquiriendo cuerpo en los
setentas mediante la propuesta del crecimiento económico y poblacional
cero, siendo parte de la justificación teórica más clara de la economía
ecológica (Herman Daly).

b) Ambientalismo moderado o sustentabilidad débil: antropocéntrica y


desarrollista, acepta límites impuestos por la naturaleza a la economía,
expresándose teóricamente en la economía ambiental, que es neoclásica
pero Keynesiana, políticamente hegemónica en el desarrollos sustentable
con crecimiento económico y márgenes de conservación, teniendo como
voceros a los organismos internacionales en la materia (ONU y PNUM).

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c) Corriente humanista crítica: con raíces en las ideas y movimiento
anarquistas y socialistas, colocada del lado de los países y sectores pobres
y subordinados, expresándose en los setenta en la propuesta
tercermundista de ecodesarrollo, que más adelante concibe que el
desarrollo sustentable requiere un cambio social radical, centrado en las
necesidades y calidad de vida de las mayorías, con un uso responsable de
los recursos naturales (Naina, 2005, págs. 27-28), se reflejaría en el
llamado ecomarxismo, este no acepta la existencia del capital natural, por
lo que se encuentra fuera del debate entre los partidarios de la
sustentabilidad fuerte y la débil.
El centro del debate sobre la sustentabilidad, se conecta directamente con la
preocupación con la equidad, por lo que “dada su complejidad”, el debate es saber
cuál o cuáles son sus mejores indicadores, por lo que “simplificando” son dos las
grandes posiciones: a) Sustentabilidad débil que se sustenta en la economía
neoclásica, ésta se caracteriza por diluir el patrimonio natural en un agregado que
es el capital natural y suponer enormes posibilidades de sustitución entre capital
natural por capital fabricado; y b) Sustentabilidad fuerte que destaca las funciones
diversas y los aspectos insustituibles del patrimonio natural, lo que permite la
discusión de los indicadores físicos de sustentabilidad” (Martínez Allier & Roca
Jusmet, 2001, págs. 373-374), pues ésta tiende a acentuar sus límites debido a la
irreversibilidad, incertidumbre y la pérdida a la aversión, en particular con
referencia a ciertos aspectos críticos del capital natural (Pearce y Atkinson)”
(Corona Rentería, 2000, pág. 183).

En este marco, se han establecido diferentes niveles de sustentabilidad,


sobre la consideración de la sustitución plena o parcial entre los distintos tipos de
capital. Así se pueden establecer dos extremos, sustentabilidad muy fuerte, que
niega la plena sustitución entre capital natural y manufacturado, pues son
complementarios, por lo que debe mantenerse todo el capital natural y reponerse
lo más posible del dañado o usado; en el otro extremo, la sustentabilidad muy
débil, que sostiene la perfecta sustitución, preocupándose por acrecentar el capital
total. Las posiciones intermedias, la débil, propuesta por la economía neoclásica

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keynesiana, que reconoce imperfección en la sustitución, por lo que hay que
mantener cierto grado de capital natural y la sustentabilidad fuerte, dentro de la
economía ecológica, propugnando mantener un capital natural crítico. Estas
últimas pasan por medir el capital natural, lo que se ha traducido en establecer
propuestas para medir el patrimonio natural y la sustentabilidad (Naina, 2005,
págs. 72-73).

La riqueza total del hombre, de acuerdo con la incorporación del capital


natural, estaría compuesta por tres partes: la proveniente de la naturaleza, de la
creación humana y de las propias características del hombre. Resultando en la
siguiente relación: KT=KN+KM+KH (Donde el capital total es igual al capital
natural más el capital manufacturado más el capital humano) (Guajardo, 2001,
pág. 31).

Capital y sustentabilidad
Enfoque Ecuación básica Nivel de Criterio de
sustitución sustentabilidad
Ortodoxo/ Tasa de progreso técnico>Tasa Muy débil Renta creciente
“Economía sin de aumento demográfico y
fronteras” consumo de recursos
Economía La justicia social Débil Mantener un stock de
Ambiental intergeneracional consiste en capital agregado de
mantener el nivel de desarrollo capital natural, social y
similar entre el hoy y el mañana, de creación humana
por lo que hay que mantener
constante la tasa de crecimiento
del capital total
Economía Aconsejable el reemplazo del Fuerte Mantener el capital
Ecológica capital natural por el capital natural constante y en su
creado por el hombre versión menos fuerte el
En su versión menos fuerte capital natural crítico
establece la distinción entre el
capital natural crítico y no
crítico.
Conservacionismo/ Mantener la naturaleza Muy Cada elemento de la
Ecología “per se” Fuerte naturaleza debe ser
profunda considerado como de
igual valor.

Fuente: Guajardo (2001:12).

Como se puede apreciar, el eje de la separación se ubica en el nivel de


sustitución entre el capital natural y el capital humano o el capital artificial,
sin embargo, parece aceptarse “implícitamente” que existe como tal, dejando

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intacto uno de los ejes de la economía convencional (el concepto de capital),
incluso ubicando en el centro de la discusión la capacidad tecnológica para
sustituir los distintos tipos de capital, aquí la distinción entre sustentabilidad
fuerte y débil, parece referirse al grado o intensidad de sustitución, dejando
intacto el centro de la explicación convencional del capital como generador de
riqueza.

La economía ambiental, se encuentra fundada en el paradigma de la


eficiencia económica y utiliza el análisis costo-beneficio. El utilitarismo y los
derechos de propiedad dejan al mercado la función de regular la explotación
de los recursos. La explotación de los recursos es viable y posible bajo las
premisas del optimismo tecnológico y las posibilidades de sustitución, en
función de la operación de los precios, como instrumento que asigna recursos de
manera eficiente, aunque tal visión no incorpora las visiones intrageneracional o
intergeneracional. Sin embargo, el mercado continúa siendo el mecanismo de
regulación económico, social e incluso de la naturaleza, por lo que todo se
reduce a la visión económica del mercado.
Por otro lado, la economía ecológica “surgió en la década de los ochenta
entre un grupo de académicos que comprendieron que los avances en la política y
la administración ambiental, así como la protección del bienestar de las
generaciones futuras, dependía de la integración [entre economía y ecología] de
estos campos del conocimiento” (Costanza, Raccliffe, & otros, 1999, pág. 55).
Para otros resulta de la revisión del paradigma termodinámico. Este último explica
el universo a partir de leyes físicas, principalmente la Ley de la Entropía, para
considerar los límites de la acción del hombre en el mundo físico, aunque “no logra
informar correctamente sobre los seres vivos y su evolución” (Corona Rentería,
2000, pág. 70).

El punto de vista transdisciplinario es esencial para tener una visión practica


y compartida acerca de la forma en la cual el mundo funciona y sobre qué
sociedad sustentable queremos tener; para contar con métodos de análisis y
modelaje que sean relevantes para los problemas y preguntas que implica esta

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visión; y nuevas instituciones e instrumentos que puedan usar efectivamente el
análisis para poner en práctica la visión de una forma adecuada (Costanza,
Raccliffe, & otros, 1999, págs. 399-542).

Derechos humanos y medio ambiente


Dentro de los derechos humanos, se encuentra una parte que corresponde a los
derechos económicos, sociales y culturales (DESC), estos posibilitan a la persona
y su familia gozar de un nivel de vida adecuado. En tanto, derechos humanos,
tiene su origen en la dignidad inherente a toda persona, por lo que son: a)
universales; b) indivisibles; c) inalienables, y d) interdependientes. Su
reconocimiento social y formal, es resultado de un proceso histórico donde las
luchas reivindicativas juegan un papel fundamental. Inicia con las demandas
obreras y las ideas socialistas del siglo XIX, continúa con las luchas sociales de la
primera mitad del siglo XX, como la Revolución Rusa y la Revolución mexicana (
Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 2009, pág. 14).
Los DESC integran la segunda generación, por tratarse de derechos de
carácter colectivo, también se les conoce como derechos prestacionales, pues
nacen de una situación de desequilibrio social, pues su finalidad, es buscar un
equilibrio basado en el principio de igualdad material. Suponen de parte del
Estado, una plataforma necesaria que incluye una dotación de presupuesto,
reglamentación de leyes, construcción de infraestructura, así como contratación y
capacitación de personas para la instrumentación de servicios públicos. Están
orientados a asegurar condiciones de vida digna a las personas que les permitan
desarrollar su potencial humano ( Comisión Nacional de los Derechos Humanos,
2009, pág. 15).
El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(PIDESC), aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1996
(suscrito por México) consagra los siguientes derechos humanos: Libre
determinación de los pueblos; al trabajo; a condiciones equitativas y satisfactorias
del trabajo; a fundar y afiliarse a sindicatos, libertad sindical y huelga; a la
seguridad social; a la protección y asistencia a la familia; a la alimentación; a la

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vivienda; a la salud y derecho a un medio ambiente sano; a la educación; y a la
cultura.
Asimismo, se establece que es obligación del Estado adoptar todas las
medidas apropiadas (legislativas, judiciales, educativas, de políticas públicas) así
como a destinar la mayor cantidad de los recursos disponibles para lograr el
respeto de estos derechos humanos (Comisión de Derechos Humanos del Distrito
Federal y DECA, 2006, pág. 4). La exigibilidad es un proceso social, político y
legal cuyo objetivo es que el Estado cumpla con sus obligaciones en materia de
derechos humano. Se puede hablar de dos tipos de exigibilidad en la materia de
acuerdo con el tipo de estrategias que se definen y aplican: Exigibilidad jurídica,
conocida como justiciabilidad, implica la defensa de los derechos que han sido
violados ante instancias jurisdiccionales (tribunales) nacionales o internacionales;
así como la exigibilidad política, implica acciones variadas para promover el
ejercicio de los DESC y/o resolver situaciones violatorias (Comisión de Derechos
Humanos del Distrito Federal y DECA, 2006, pág. 6).
Como se mencionó en el primer apartado, un momento importante para el
reconocimiento de la existencia de una “crisis ambiental” fue resultado del papel
que las Naciones Unidas desempeño en este tema, lo que devino en el famoso
informe “Nuestro Futuro Común” y su concepto de “Desarrollo Sustentable o
Sostenible”, posteriormente se han establecido instrumentos como los pactos,
acuerdos, conferencias y convenciones que forman parte del Derecho
Internacional sobre el medio ambiente. Cabe mencionar que el sistema jurídico
mexicano señala que los tratados internacionales, celebrados por el Ejecutivo
Federal y aprobados por el Senado mexicano, tendrán el carácter de Ley Suprema
de toda la Unión, cuando estén de acuerdo con la misma (Sánchez Gómez, 2016,
pág. 159).
En tal sentido, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su
artículo 4º establece que: “Toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano
para su desarrollo y bienestar. El Estado garantizará el respeto a este derecho. El
daño y deterioró del medio ambiente generará responsabilidad para quien lo
provoque en términos de lo dispuesto por esta ley”.

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Mientras que la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente
(reglamentaria de las disposiciones de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos) se refieren a la preservación y restauración del equilibrio
ecológico, así como a la protección al ambiente, en el territorio nacional y las
zonas sobre las que la nación ejerce su soberanía y jurisdicción. Sus
disposiciones son de orden público e interés social y tienen por objeto propiciar el
desarrollo sustentable y establecer las bases para:
I.- Garantizar el derecho de toda persona a vivir en un medio ambiente sano
para su desarrollo, salud y bienestar;
II.- Definir los principios de la política ambiental y los instrumentos para su
aplicación;
III.- La preservación, la restauración y el mejoramiento del ambiente;
IV.- La preservación y protección de la biodiversidad, así como el
establecimiento y administración de las áreas naturales protegidas;
V.- El aprovechamiento sustentable, la preservación y, en su caso, la
restauración del suelo, el agua y los demás recursos naturales, de manera que
sean compatibles la obtención de beneficios económicos y las actividades de la
sociedad con la preservación de los ecosistemas;
VI.- La prevención y el control de la contaminación del aire, agua y suelo;
VII.- Garantizar la participación corresponsable de las personas, en forma
individual o colectiva, en la preservación y restauración del equilibrio ecológico y la
protección al ambiente;
VIII.- El ejercicio de las atribuciones que en materia ambiental corresponde a la
Federación, los Estados, el Distrito Federal y los Municipios, bajo el principio de
concurrencia previsto en el artículo 73 fracción XXIX - G de la Constitución;
IX.- El establecimiento de los mecanismos de coordinación, inducción y
concertación entre autoridades, entre éstas y los sectores social y privado, así
como con personas y grupos sociales, en materia ambiental, y
X.- El establecimiento de medidas de control y de seguridad para garantizar el
cumplimiento y la aplicación de esta Ley y de las disposiciones que de ella se

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deriven, así como para la imposición de las sanciones administrativas y penales
que correspondan”.
El sistema jurídico ambiental mexicano se integra por otros ordenamientos
derivados de la Constitución mexicana (Leyes Federales) y sus correspondientes
reglamentos, adicionalmente hay una distribución de competencia entre los
distintos niveles de gobierno (Federal, Estatal y Municipal). La instancia del
Gobierno Federal, encargada del cumplimiento normativo en este ámbito, es la
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Artículo 6 de la Ley General
de Equilibrio Ecológico y Protección al Medio Ambiente).
Además, son considerados como instrumentos de la política ambiental:
a) Legislación ambiental;
b) planeación ambiental (en el marco del artículo 26 de la Constitución);
c) Ordenamiento ecológico del territorio nacional; d) Instrumentos
económicos;
e) Regulación ambiental de los asentamientos humanos;
f) Evaluación del impacto ambiental; g) Normas oficiales mexicana en
materia ambiental;
h) Autorregulación y auditorías ambientales; e
i) Educación e investigación ecológica (Sánchez Gómez, 2016, págs. 36-
53).
Un tema sustantivo de este marco normativo se refiere a la efectividad y
eficiencia en la aplicación de leyes, reglamentos y normas, así como en la parte
correspondiente a las políticas públicas, plasmadas en planes y programas. Existe
una serie de visiones sobre la construcción de la sustentabilidad, a nivel global y
nacional, inmersas en las leyes ambientales, pues no existe un consenso, sobre el
tema, generando articulaciones diferenciadas, dando como resultando que la
exigibilidad y justiciabiidad también están inmersas en tal heterogeneidad
conceptual.
La definición de lo ambiental (sustentabilidad fuerte o débil) resulta en visiones,
incluso contradictorias, entre quienes proponen que el “mercado ambiental y los
derechos de propiedad sobre los bienes y servicios ambientales” sea el eje de la

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política ambiental nacional, frente a los que estiman conveniente “conservar un
capital natural crítico”, además estiman se que las actividades económicas
(productivas y servicios), al estar influidas por las leyes de la termodinámica,
deben ser “medidas física y ambientalmente” va más allá de los “equilibrios y
óptimos” de mercado.

Conclusiones
Para lograr la exigibilidad y la justiciabilidad de los derechos ambientales y
ecológicos es necesario contar con una visión que supere los elementos
formales de las propuestas “débiles” construidas por la ciencia económica
convencional.
Incorporar los derechos ambientales y ecológicos como parte
sustantiva en los marcos normativos nacionales debe avanzar en la creación
de propuestas de instrumentación y aplicación, donde diversas ciencias
contribuyan de manera sustantiva, para dar sentido y contenido a tales
ordenamientos.
La ciencia económica tiene debe avanzar en la interdisciplina y la
transdisciplina para superar las limitaciones de la simple internalización de
las externalidades negativas o la creación de mercados ambientales, es
urgente que reconozca la presencia de un capital natural crítico y la justicia
inter y transgeneracional para que en consecuencia, se propongan
instrumentos de planeación prospectiva flexibles, donde la economía sea
capaz de generar políticas públicas efectivas y eficientes, acordes con una
instrumentación de la sustentabilidad exigible y justiciable para los
ciudadanos.

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BIBLIOGRAFIA

Comisión Nacional de los Derechos Humanos. (2009). Derchos económicos, sociales,


culturales y ambientales en México. Un índice de cobertura por entidad federativa.
México: Imprenta Juventud.

Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y DECA, E. P. (2006). Derechos


económicos, sociales, cultaresl y ambientales. Exigibilidad y justiciabilidad de los
DESCA en la Ciudad de México. México: Ediciones Corunda.

Corona Rentería, A. (2000). Economía ecológica: una metodología para la sustentabilidad.


México: UNAM-Facultad de Economía.

Costanza, R., Raccliffe, N. J., & otros. (1999). Una introducción a la economía ecológica.
México: Compañia Editorial Continental.

Guajardo, J. C. (2001). Conceptualización y elementos de discusión en torno al desarrollo


sustentable en Chile y su sector minero. Chile.

Martínez Allier, J., & Roca Jusmet, J. (2001). Economía ecológico y política ambiental (2a.
ed.). México: Fondo de Cultura Económica.

Naina, P. (2005). Historia del concepto de desarrollo sustentable. En F. G. (coordinadores),


¿Sustentabiidad? Desacuerdos sobre el desarrollo sustentable (págs. 27-81).
México: Universidad Autónoma de Zacatecas y Miguel Ángel Porrúa.

Sánchez Gómez, N. (2016). Derecho ambiental. México: Editorial Porrúa.

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