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UN VIDEOJUEGO PARA VALIENTES

Había una vez un niño llamado Jorge que vivía en una casa muy antigua el cual era muy
bueno de los videojuegos, el más rápido con un celular en la mano. Pasaba horas ante la
pantalla, y esperaba las vacaciones para poder probar su nuevo juego. Según decían, su
último nivel era el mejor que se había hecho nunca y, tras pasar días jugando, consiguió
alcanzarlo. Al momento, luces y sonidos de fiesta lo rodearon, una niebla blanca lo
cubrió todo y, en mitad del espectáculo… ¡el celular tomó vida y se lo tragó!

Cuando se recuperó, Jorge estaba dentro del videojuego, y usaba su celular para
moverse a sí mismo. Emocionado, esperaba enfrentarse a los peores rivales. Sin
embargo, su primer rival era un muro de cristal que no hacía nada. Jorge tocó su celular
para destrozar el muro pero, nada más tocarlo, una fuerza invisible lo levantó por los
aires y comenzó a aplastarlo una y otra vez contra el cristal. Jorge movía sus ágiles
dedos sobre la superficie del celular para liberarse, pero cuanto más lo intentaba, más
golpes recibía. Él nunca se rendía, hasta que tras horas de golpes no pudo más y arrojó
el celular al suelo. Este se partió en mil pedazos, y al instante lo mismo ocurrió con el
cristal. Sin el cristal, Jorge pudo descubrir una máquina para tratarlo como si fuera uno
de sus propios dedos, programada simplemente para repetir sus movimientos.

- ¡Vaya!- se dijo - nunca había pensado lo mucho que hago sufrir a mis dedos mientras
juego…

Dolorido y cansado, decidió seguir adelante. Al poco, quedó atrapado en una extraña
burbuja de jabón. La burbuja voló hasta un lugar con mil luces brillantes, y allí se
volvió loca, moviéndose sin control. Adrián disfrutó rebotando y dando vueltas en su
interior, pero después empezó a cansarse. Al final, tantas luces y movimientos se le
hicieron imposibles de aguantar. Cuando ya no pudo más, Jorge cerró los ojos y se puso
a llorar. Entonces cesaron las luces, la burbuja se inundó, y el agua lo arrastró fuera.
Mientras se alejaba, Jorge pudo descubrir que aquella burbuja era simplemente uno de
sus propios ojos.

- ¡Vaya! - se dijo - nunca había pensado lo mucho que hago sufrir a mis ojos mientras
juego…

Todavía secándose las lágrimas, Jorge llegó a un parque precioso, con columpios,
toboganes y todo tipo de diversiones, en el que otros niños jugaban y lo invitaban a
entrar.

-¿Dónde está la trampa? - preguntó.


- En que no puedes jugar solo - le respondieron - si te quedas solo, desapareces.

Jorge se unió al resto de niños. Jugaron tantísimo tiempo que se olvidó de todos sus
dolores, y se hizo muy amigo de todos. Sin duda fue la mejor parte del videojuego.

- ¡Vaya! - se dijo en voz alta- nunca pensé que jugar en un parque pudiera ser tan
divertido.

Nada más decir esas palabras, todo desapareció, y se oyó una gran voz.

- ¡Has ganado! ¡Has completado el último nivel! ¡Fuera de aquí!

Adrián salió disparado del celular, yendo a caer de nuevo en el sillón de su casa. Había
sido toda una aventura y tenía ganas de repetir. Pero entonces se acordó de sus sufridos
dedos, de sus doloridos ojos, y de lo bien que se lo había pasado en el parque jugando
con los otros niños… y prefirió llamar a sus amigos para salir un rato a jugar.
video game for the brave's
Once upon a time there was a boy named Jorge who lived in a very old house which
was very good at video games, the fastest with a cell phone in his hand. He spent hours
at the screen, and waited for the holidays to try his new game. As they said, his last
level was the best he had ever done and, after spending days playing, he managed to
reach it. At the moment, lights and party sounds surrounded him, a white fog covered
everything and, in the middle of the show ... the cell phone came alive and swallowed
it!
When he recovered, Jorge was inside the video game, and used his cell phone to move
himself. Excited, he hoped to face the worst rivals. However, his first rival was a glass
wall that did nothing. Jorge touched his cell phone to destroy the wall but, just touching
it, an invisible force accelerated it through the air and began to crush it again and again
against the glass.
Jorge moved his agile fingers on the surface of the cell phone to release, but the more he
tried, the more blows he received. He never gave up, until after hours of blows he
couldn't take it anymore and threw the cell phone down. This broke into a thousand
pieces, and instantly the same with the crystal. Without the glass, Jorge was able to
discover a machine to treat it as if it were one of his own fingers, programmed simply to
repeat his movements
- Wow! - He said - I had never thought how much I make my fingers suffer while I play
...

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