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UNAM-FES Acatlán

Licenciatura en Filosofía
Filosofía Contemporánea I
Alumno: Eduardo Javier Fernández Camacho
Cuestionario II
El ser y la nada-Jean Paul Sartre

1. Explica el dualismo de lo infinito y lo finito.

El desarrollo de la ontología occidental desde sus inicios hizo la distinción entre un mundo
real-esencial contra uno de las apariencias. El desarrollo filosófico desde el mundo griego
insistió en ir más allá de las apariencias y encontrar un mundo esencial que sirviera de
fundamento. Los esfuerzos realizados de dicha tradición llegan hasta Kant, quien privilegia
la apariencia del fenómeno, reduciendo la esencia a una cosa en sí incognoscible. Con Hegel,
la esencia se da necesariamente a través de la apariencia y ésta agota sin dejar huella de la
esencia. Heidegger analiza las dos caras fundamentales de la esencia y la apariencia,
centrándose en la unión indisoluble entre ambas.

Nuestro autor, Sartre, llega a la idea de fenómeno asintiendo que las apariciones que
manifiestan lo existente no son ni interiores ni exteriores: son equivalentes entre sí, y remiten
todas a otras apariciones, sin que ninguna de ellas sea privilegiada. El ser de un existente, es
precisamente, lo que parece. Rechaza el dualismo de la apariencia y la esencia. La apariencia
no oculta la esencia, sino que la revela: es la esencia. La esencia de un existente no es ya una
virtud enraizada en la profundidad de ese existente: es la ley manifiesta que preside a la
sucesión de sus apariciones, es la razón de la serie.

Ha llegado la hora de un nuevo dualismo: infinito-finito. Lo existente no puede reducirse a


una serie finita de manifestaciones, puesto que cada una de ellas es una relación a un sujeto
que está en perpetuo cambio. La serie de sus apariciones está vinculada por una razón que no
depende de mí. Si el fenómeno ha de revelarse trascendente, es necesario que el mismo sujeto
trascienda la aparición hacia la serie total de la cual ella es miembro.

2. Explica la diferencia entre: a) conciencia posicional del mundo, b) conciencia


posicional de la conciencia y c) conciencia no posicional de sí.

Sartre llama posicional a la conciencia de algo en tanto que objeto hacia el cual se trasciende.
Ella debe ser a la vez, de alguna manera, consciente de sí misma como siendo conciencia de
ese objeto. De no ser así, sería conciencia de esa mesa sin tener conciencia de serlo o, si

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prefiere, una conciencia ignorante de sí misma, una conciencia inconsciente, lo que es
absurdo. Por lo tanto, toda conciencia posicional de un objeto debe ser, al mismo tiempo,
conciencia de sí misma de alguna manera. Sin embargo, esto parecería implicar un nuevo
problema, pues tendríamos que introducir a su vez una tercera conciencia que fuera
consciente de esa conciencia, luego una cuarta, etcétera. Dicha dificultad es sólo aparente, ya
que la estructura de la conciencia de segundo orden no es posicional, es decir, la conciencia
no es consciente de sí misma como si lo fuera de un objeto, pues ello implicaría escindir a la
conciencia mediante la distinción entre sujeto-objeto. Es además pre-reflexiva, pues no
implica que me conozca a mí mismo como siendo consciente de la mesa. De ahí que Sartre
prefiera llamarla conciencia (de) sí, pues el de apunta hacia una distancia inexistente entre la
conciencia posicional de objetos y la conciencia que ella tiene de sí misma. La conciencia
(de) sí no es un parte o una cualidad de la conciencia, mucho menos una segunda entidad que
habita en ella, sino que ella es el único modo de existencia posible para una conciencia de
algo.

3. Explica la crítica de Sartre a la teoría de hylé en Husserl

Para explicar dicha crítica -que adelantamos nos parece difícil resolver esta cuestión,
sin embargo presentamos un intento- profundizamos en la estructura intencional de la
conciencia. Sartre insiste en diversos momentos que la conciencia no solamente se
refiere a un objeto distinto a ella, sino que además la conciencia se agota en dicho
objeto al que se dirige. La conciencia es únicamente ese perpetuo movimiento
trascendente hacia algo que no es ella misma. Digamos con Sartre que la conciencia
es un ser para el cual en su ser está en cuestión su ser en tanto que este ser implica un
ser diferente de él mismo. La conciencia es, en esa medida, insustancial, no es un
objeto constituido que luego sería afectado por la representación de algo fuera de ella.
Tampoco debe pensarse como un recipiente que los fenómenos colmarían. Aquí viene
nuestro intento a la pregunta, la auto-transparencia de la conciencia tal como Sartre la
presenta, es vacía a la manera del yo pienso kantiano y no poseería una hyle como
sostendría Husserl. La crítica de Sartre apunta, pues, al destierro del yo trascendental

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husserliano, aniquila la traslucidez de la conciencia, cualidad que, Sartre tratará de
preservar a toda costa. Efectivamente existe un yo, pero él existe como objeto
trascendente para la conciencia que sólo emerge mediante la reflexión y no como el
elemento perjudicial que sería dentro de ella.

4. Explica la contraprueba ontológica de la conciencia

El punto de partida de la contraprueba parte de una de las premisas fundamentales de la


fenomenología husserliana, la cual declara que la estructura constitutiva de la conciencia es
intencional, es decir, que toda conciencia es conciencia de algo. Sartre lo interpretará
evitando que el objeto percibido fue producto de la conciencia que lo percibe. Si fuera así,
no seríamos capaces de distinguir al objeto del ser de la conciencia, a menos que el primero
se caracterizara precisamente por no ser. Quedamos atrapados en el plano subjetivo sin
posibilidad de conferirle al objeto realidad alguna. Ahora bien, si admitimos que la
conciencia reclama por naturaleza la existencia de un ser que no es ella misma ¿Qué nos
obliga a reconocer que su exigencia es satisfecha? Es preciso que reconozcamos, pues, que
el fenómeno tiene un ser en sí, independiente de la conciencia y al menos tan real como el de
ésta, pues de lo contrario la conciencia misma no sería. Mediante esta prueba, Sartre habría
derivado la realidad del ser transfenoménico del fenómeno.

5. Explica la distinción entre el ser-en-sí y el ser-para-sí

Precisamente Sartre divide la realidad en dos regiones: el ser-en-sí y el ser-para-sí que


podríamos abreviarlos como lo en-sí y lo para sí. Si buscamos brindar una distinción general
podríamos decir que: El ser-para-sí es el ser de las personas, es la persona en tanto que
subjetividad, en tanto que dotada de conciencia y libertad. El ser-en-sí es el ser de las cosas,
de los objetos de las realidades no humanas. A continuación precisamos ambos conceptos.

Con el ser- en –sí lo que Sartre intenta señalar es que el ser es positividad, realidad y
actualidad; en el ser no está presente la nada, ni la diferenciación ni el movimiento,
simplemente es. El ser-en-sí no es consciente, pues la consciencia exige una especie de
escisión, de hueco en el ser, y el ser-en-sí es lleno.

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Por otro lado, el ser-para-sí abarca al hombre en cuatro facetas: cuerpo, pasado, situación y
muerte. La parte de nosotros que va más allá de las cosas es la subjetividad, la conciencia.
Que seamos cogito implica lo siguiente:

a) Que nos relacionamos intencionalmente con las cosas: las queremos, detestamos,
conocemos, recordamos, deseamos e imaginamos.

b) Que somos conscientes de nosotros mismos (Sartre lo llama el cogito pre-reflexivo). Sartre
considera que esta presencia de la conciencia a sí misma es un rasgo básico del para-sí: el
modo de existencia de la con-ciencia es ser consciente de sí misma.

El hecho del estar presente la conciencia ante sí misma es un signo de la existencia de una
cierta dualidad o separación en el interior de la conciencia, pues no parece posible el
conocimiento de uno mismo sin una cierta distancia.

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