Está en la página 1de 5

Aportes de las obras de Alexander Calder a la arquitectura moderna en Latino América y

Estados Unidos.

Autor: Olivar Luis

Sección: M-02

Alexander Calder es considerado uno de los artistas más innovadores del siglo XX por sus

famosos móviles y esculturas de alambre. Es el creador del arte cinético. Hijo y nieto de

escultores, sus ensayos con materiales y la forma en que se comportan en el aire lo llevaron a

crear los móviles, que se hicieron muy populares.

En su juventud trabajó sobre los temas clásicos con la idea de transmitir la vibración de los

objetos, hasta que llegó a la conclusión de que el movimiento y la energía de la vibración

son el tema en sí y no la consecuencia de una representación. El mayor atractivo en Calder

es la experiencia que se crea a partir del movimiento.

El arte de Calder desafió las formas tradicionales que estaban jerarquizadas en el mundo

artístico y fundó un lenguaje visual universal que todos entendían, promoviendo así los

cimientos de un rico diálogo intercultural diferente.

Su trabajo escultórico de móviles y stábiles fue reconocido por el artista francés Marcel

Duchamp. Los móviles son figurillas orgánicas abstractas suspendidas en alambres que se

balancean con el viento. Los stábiles (estables), como su nombre indica, continúan la

estética abstracta pero sin movimiento, y por lo general representaban formas animales.

Estas piezas encumbraron a Calder en la escultura moderna y, de cierto modo, opacaron el

resto de su obra compuesta por dibujos, gouaches y esculturas de piedra, madera y

bronce.

Además del movimiento en la escultura, Calder introdujo ciertos rasgos humorísticos en el

arte abstracto al satisfacer la emoción o el sentimiento en el observador, evadiendo la

representación directa de los objetos, pero manteniendo el equilibrio entre objeto y sujeto.
El humor evade las asociaciones, comparaciones, semejanzas o recuerdos habituales que

distraen la contemplación de la forma por sí misma.

Exuberancia, flotabilidad y vigor, a la par de una singular sensibilidad matérica son

detonantes que inducen a Calder a explorar nuevas formas, diversos materiales y diferentes

direcciones creativas; aristas a partir de las que surgen otros esquemas de orden escultórico

que permean las artes de la modernidad y las vanguardias.

Una profunda compresión de los materiales es el sello distintivo que revela en sus esculturas

rasgos estilísticos donde convergen la tosquedad y la fuerza, la agudeza y la inquietud. El

metal es el material favorito de Calder; este dota de simplicidad a la forma y claridad de

contorno a su trabajo. Al manejarlo directamente —cortándolo, golpeándolo, dándole

forma con un martillo o ensamblándolo piezas por pieza— evita caer en el modelado o el

virtuosismo.

Sin embargo, la problemática de la escultura en movimiento lo llevaría aún más lejos: a la

búsqueda de un movimiento que no siguiera un patrón establecido, que no estuviera

sometido a ninguna restricción, sin movimientos controlados, repetitivos y monótonos.

¿Cómo abordar el movimiento entonces? Para Calder, un movimiento natural, libre e

imprevisible daría mayor sensación de vida a sus esculturas; ese movimiento no podía estar

en lo artificiosos ni mecánico sino en el libre flujo del movimiento del viento que presentará

al ojo formas escultóricas, rítmicas y oscilantes, y a la vez, sonidos imprevistos al oído.

El reconocimiento a la obra de Calder crecía junto con el tamaño de sus móviles y estables.

La aceptación popular, y en el gremio, de su obra sobrevino por la inclusión de movimiento

en una escultura para dotarla de dinamismo y efectos cambiantes de luz. Los móviles del

artista le significaron numerosos encargos durante los años posteriores a la Segunda Guerra

Mundial, para embellecer plazas y edificios públicos de Bruselas, Chicago, ciudad de

México, Venezuela, Montreal o Nueva York.


Su aportación en Latinoamérica puede verse en las famosas “Nubes”,que originalmente no

estaban incluidas en los planos del Arquitecto Carlos Raúl Villanueva, para su proyecto Ciudad

Universitaria de Caracas. En el libro del Arq. Maciá Pinto, titulado “Villanueva. La Síntesis”,

Volumen II, el autor hace referencia al año 1951, cuando Villanueva le propone a Calder

participar con una obra del Aula Magna. A partir de allí, todo el plan de diseño se desarrolla

por correspondencia, con la importante participación del consultor acústico Robert Newman,

pieza fundamental para catalizar todo el proceso de síntesis entre arte, arquitectura y técnica

dentro de este auditorio.

En el artículo escrito por Leo Beranek, de la firma Bolt, Beranek & Newman, publicado en el libro

“El Aula Magna y la Síntesis de las artes”, 2005, se destaca la maravilla que produce el recinto:

“El resultado es hermoso tanto en forma como en color, un excitante conjunto de Stabiles

suspendidos del cielorraso y separados de las paredes laterales. No hay fotografía que pueda

hacerle justicia. Uno debe estar dentro de la sala –dentro de la escultura- para sentir su ritmo y

color. Estuve con el arquitecto (Villanueva) cuando él entró por primera vez en la sala, luego

de haberles aplicado el color a los stabiles. Extendió los brazos en “V” por encima de su

cabeza y gritó la palabra ¡Formidable!”.

Se pueden leer las palabras de Alexander Calder cuando escribió a Carlos Raúl Villanueva

reconociendo la trascendencia del trabajo realizado: “Estoy sumamente impresionado con la

valiente actitud hacia el uso de nuevas formas y estilos de construcción y edificaciones,

particularmente en la Ciudad Universitaria. Debe haberse requerido un gran valor para

emprender la construcción, instalación e imposición de los “platillos voladores” en el Aula

Magna. Lo que yo hice al proponerlos, no fue nada comparado con ese valor”

El escultor Alexander calder y a arquitectura moderna se introduce en toda América como

una reacción estética de la liberación social. Es después de las revoluciones y periodos de

independencia que la ideología comienza a cambiar y los horizontes a abrirse de manera


abrupta. Se consideran epicentros de la nueva arquitectura americana a México,

Argentina, Estados unidos, Venezuela y Brasil.

Representaba la modernidad y en tiempos de libertad y cambio, la gente en América

Latina quería ser partícipe de ello, querían ser modernos, encarar el desarrollo y buscar

expresiones culturales que representaran su empeño por ser libres.

Alexander Calder fue el encargado de plasmar su ingenio artístico en los requerimientos

técnicos de varios arquitectos. Sus obras no sólo le imprimieron a las plazas y fachadas

dinamismo, color y belleza, sino que también fue el encargado de darle un espacio con

efectos único en el mundo a muchos edificios.

Su aportación en la arquitectura moderna en toda América es como dice Carlos Raúl

Villanueva “formidable”, fue la oposición al ideario de la escultura con la armonía, belleza y

aspecto lúdico de los móviles; la naturaleza actuó como otro elemento para el dinamismo

de su obra que produjo, en su tiempo, una forma de arte única. Estableció un compromiso

con los nuevos discursos del arte en la era moderna mediante un trabajo ajeno a las

pretensiones y, sobre todo, accesible: dispuesto en museos y a los ojos de la ciudad.

Alexander Calder estaba obsesionado con el dinamismo plástico, por lo que sus obras las

convirtió en máquinas cinéticas. Sus performances con figuras elaboradas en alambre eran

asombrosas, tal como se aprecia en el video Alexander Calder performs his “Circus” – Whitney

Museum. Allí podemos ver a Calder aparecer con dos valijas o maletas repletas de muñequitos

que movía a través de hilos y poleas. Con estos elementos le dio vida al mundo de maravillas

que llevaba en su interior: el “Cirque Calder”.

Esta obra se conformó en el laboratorio que le permitió experimentar técnicas y fórmulas

novedosas. Trabajó con materiales simples, pues sus personajes estaban construidos a partir de

alambre, madera, caucho, papel, tela y metal. No mucho más. Su fijación era la

representación del movimiento en sus objetos. En esta línea también concibió obras de gran
formato, entre las que destacan las que exhibió en la Galerie Percier en 1931 y de la Galerie

Vignon en 1932, las cuales incluían motores eléctricos.

La culminación de todos ellos es su última obra: el gigantesco móvil rojo y blanco (1976)

suspendido en el patio central del ala este de la Galería Nacional de Arte de Washington.

Un recorrido jalonado por bocetos, dibujos y maquetas que ilustran las búsquedas, las

aproximaciones, los tanteos y los fracasos del artista; también se incluyen algunos

empeños creativos que avanzaron en direcciones inesperadas y que revelan el per -

severante compromiso con la innovación que Calder mantuvo hasta el fin de sus días.

También podría gustarte