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LA AUTORIDAD Y LOS JEFES

INTRODUCCIÓN

Los mandos intermedios son piezas clave dentro de la cadena jerárquica de una

empresa, ya que son los que tienen que materializar,a través de las personas, las

decisiones estratégicas de la Dirección que la gobierna.

Como consecuencia del cambio de modelo de liderazgo comentado en el artículo

anterior (paso del poder al liderazgo), es muy importante que los jefes entiendan

muy bien los mecanismos de la buena autoridad, y no los confundan con el

autoritarismo.

A lo largo de este artículo voy a repasar algunas ideas que, en mi opinión, son

importantes sobre la buena autoridad y los jefes

LA AUTORIDAD ES NECESARIA Y DEBE ESTAR CLARAMENTE ESTABLECIDA

Las personas en la empresa necesitan ser mandadas, tener límites. Sin límites es

muy posible que, desde muy temprano, los trabajadores comiencen a probar a su

jefe, para ver hasta dónde pueden llegar y, poco a poco, le coman el terreno,

anulando totalmente su capacidad de mando.

Los operarios necesitan la autoridad. Les hace sentirse más seguros si conocen los

límites que no pueden traspasar. Es muy llamativo que en los institutos de

enseñanza cuando existen problemas con algún profesor, en muchos casos, los

alumnos le echan en cara que no ha sabido imponerse y la clase ha derivado hacia

el caos.

Para que esto no ocurra es muy importante que la empresa establezca muy

claramente los límites que marquen lo que se debe hacer y lo que “no” se debe
hacer. Estas reglas deberían estar contenidas por escrito en un manual de régimen

interno.

El peligro de que las normas internas de la empresa no estén establecidas por

escrito es que el jefe tiene aplicar el sentido común para determinar qué está bien y

qué está mal. Si existen varios jefes, pueden convivir varias interpretaciones

distintas de un mismo suceso dentro de la empresa. Este hecho nos puede derivar

a un estado de desconcierto permanente.

LA OBEDIENCIA ES ESENCIAL PARA EJERCER LA AUTORIDAD

Napoleón decía: “le fondement de toute autorité est dans l’avantage de celui qui

obéit”, es decir que, “la autoridad da ventaja a aquél que obedece”. Por esta razón,

cuanto más alto se está en la organización más grandes serán los compromisos y

las obligaciones y -por consiguiente-, más “fino” se tiene que ser en eso de

obedecer. Si un mando quiere ejercer la autoridad con sus subordinados, debe ser

especialmente exigente en cumplir con sus obligaciones para con sus superiores.

Obedecer no es cuestión de débiles o sumisos, sino que es una decisión que

tomamos de forma responsable y voluntaria adhiriéndonos al régimen de

funcionamiento de la Organización.

Por otra parte, la obediencia debe ser inteligente y no servil, propia de súbditos o

esclavos. A veces puede ocurrir que lo que se nos manda no es bueno para

nosotros ni para el bien de la Empresa. No hay que obedecer, si lo que se nos

ordena rebasa los límites de la ética o la legalidad.

LA AUTORIDAD DE UN JEFE SE APOYA EN SU PRESTIGIO

La autoridad está íntimamente ligada al prestigio, tanto al profesional como al

personal. Cuando una persona tiene prestigio se le tiene en cuenta, cuando no lo


posee, simplemente, ni se le escucha. Los jefes pueden ejercer su autoridad más

cómodamente si gozan de prestigio ante sus empleados.

El prestigio hay que forjarlo poco a poco, a lo largo del tiempo y, una vez

alcanzado, mantenerlo. Se gana prestigio:

 Dando ejemplo de laboriosidad y eficacia. Trabajando más y mejor que el resto

de sus colegas

 Siendo generoso, con voluntad de ayudar a los demás

 Siendo positivo; hay que ser de los que suman, y no de los que dividen

 Preocupándose por estar al día en los avances y las cuestiones técnicas de

nuestro oficio

 No murmurando sobre los colegas, jefes o subordinados

LA AUTORIDAD SE DESGASTA

Siempre que usamos la autoridad en el día a día, la estamos exponiendo al

desgaste. Como decía antes, las personas que tenemos alrededor nos están

evaluando de forma constante. Por lo tanto, hay que procurar usar la autoridad sin

abusar.

Desgastamos la autoridad siempre que:

 Repetimos las órdenes constantemente

 Los operarios se hacen los distraídos ante una indicación de un jefe

 Discutimos con los operarios los mandatos dados

 Amenazamos con sancionar y no lo hacemos

 Perdonamos una sanción

 Nos ponemos al mismo nivel que los operarios y, discutiendo, perdemos los

papeles
 Permitimos cosas que no se pueden tolerar, tales como faltas de respeto, peleas

RECUPERAR LA AUTORIDAD

Se puede dar la circunstancia de que en nuestra empresa la autoridad se encuentre

en un nivel bajo.

Si alguno de los síntomas que desgastan la autoridad se cumple en su empresa, es

momento de actuar.

Para aumentar la autoridad, es crucial que los jefes y la Dirección de la Empresa

vayan siempre por el mismo camino. No puede ocurrir que detectemos problemas

de autoridad en un departamento concreto y, al mismo tiempo, estemos

cuestionando públicamente las decisiones del jefe que le tenemos asignado. Si esto

de estar coordinados Dirección y mandos no está claro, es mejor no actuar ya que

corremos el riesgo de desgastar -todavía más- la autoridad.

Algunas acciones concretas para recuperar la autoridad, pueden ser:

 No dar muchas órdenes, y las pocas dadas que sean muy claras y concretas. Si

damos demasiadas órdenes podemos contradecirnos, y esto fomentará la

desobediencia

 Ser sensatos y mandar sólo lo que razonablemente se puede exigir. No pedir

cosas imposibles

 Una vez se haya dado una orden, no permitir que sea incumplida, si no hay una

razón de peso para ello

 No repetir las órdenes constantemente

 Explicar el porqué de hacer las cosas, de una forma positiva

CONCLUSIÓN
Por último, me gustaría recapitular sobre la idea de que la autoridad es un servicio

que los jefes prestan a las personas que tienen a su cargo. Una persona que ejerce

la autoridad tiene la obligación de poner al servicio de sus empleados su

experiencia, tiempo, conocimientos, etc. con la finalidad de conducirles hacia la

mejora personal. De hecho, es muy significativo que en latín la palabra

Auctoritatem derive del verbo augere, que significa “hacer crecer”.

Esto es lo que diferencia la buena autoridad del autoritarismo. La primera está para

que uno sirva a los demás, mientras que la otra se practica para que los demás le

sirvan a uno.

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