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El dia que te vi

Capituló uno
Diana observaba desde su ventana, como la nieve caída copiosamente, seguramente era una de
esas horribles nevadas que se habían anunciado en la radio, Diana suspiró y se levantó de su
cama probablemente su cama estaba tan caliente que se le hizo difícil decidirse, su pequeño
apartamento tenía buena calefacción, se dirigió a la pequeña cocina y abrió el carretero sacando el
café para tomar, una buena taza le sentaría muy bien para un día muy frío y nevado.
Puso el agua en la cafetera y se dirigió al baño, se contemplo en el espejo, Diana siempre había
tenido un complejo por su apariencia, ella siempre pensó que no era hermosa, sus cabellos eran
rojizos y su piel blanca estaban marcadas por unas diminutas pecas, sus ojos eran grandes y
verde, su madre siempre le decía que era hermosa, sin embargo a su edad aún permanecía
soltera.
Bueno no era que se consideraba vieja, ella apenas tenía 26 años por lo tanto estaba a tiempo de
conseguir un buen partido, su hermana Karina era hermosa es lo que siempre decía, que era
hermosa, rubia, alta y con un porte elegante, no era como ella bajita y algo llenita para no decir que
estaba obesa.
Ella siempre había soñado un casarse de blanco, e incluso de formar una familia, los sueños eran
sólo sueño se dijo a sí misma, decidida a apartar los recuerdos amargos tenía que alejar esos
pensamientos y pensar en lo que más le gustaba hacer, era Navidad y ella había aceptado un
trabajo como voluntaria en un refugio de Nueva York, la problemática que existía en la ciudad era
el gran número de vagabundos sin hogar, viviendo en los parques, sufriendo hambre y frío.
Diana no tenía corazón para ver algo así, era muy triste, es por eso que ella decidió ser voluntaria
de un hogar que se dedicaba a brindarle comida caliente y un un techo donde vivir temporalmente.
El gobierno y la gente de mucha influencia económica no le daba importancia a estos centros,
¿Cómo iban a pensar en ellos, cuando a ellos no le hacían falta nada?.
Si al menos hubiera un poco de conciencia por parte de la gente rica, habría un equilibrio estable y
de alguna manera disminuiría la población de vagabundos en las calles
el aroma del café recién colado la sacó de sus pensamientos, y se apresuró a invertir el preciado
líquido en una taza de porcelana blanca, se hizo dos tostadas con jalea de uva y desayuno
rápidamente, el día iba a ser algo movidito luego se fue a su cuarto se vistió rápidamente y salió de
su apartamento.
Tan pronto estuvo fuera sintió un frío que se le filtrara hasta los mismos huesos, Diana ajustó su
abrigo de tal manera que pudiera protegerse del frío invernar y caminó hacia la estación que la
llevaría a cuatro manzanas más adelante.
Diana pensó que por algún motivo éste sería un día diferente.

Eduardo Fuentes lo tenía todo dinero, una mansión, una empresa exitosa. Como hijo único de
Juan Fuentes había heredado la fortuna de sus padres ahora que estaban muertos, pero la vida de
Eduardo no era felicidad como él pensaba, ni aquellos lujos que le rodeaba le daban la sensación
de paz y tranquilidad.
La vida social o más bien en el círculo social donde él se movía no era más que una fachada de
gentes que se aman así mismo, sin importarle el sufrimiento de los demás, como pocos de los ricos
y era así que se podía llamar, él era muy diferente, de hecho le gustaba donar dinero a las
personas que no tenían nada.
Eduardo ser crio en un barrio muy pobre, sabía perfectamente lo que era no tener nada para
comer, recordaba las Navidades que a pesar de que su padre no ganaba lo suficiente para atraer
algo digno de comer, lo que podía llevar, él lo traía con un rostro lleno de amor y de ternura, su
padre amaba a su familia, y él se sentía orgulloso de donde él vino y lo que tenía era porque su
padre había trabajado duro para acumular la fortuna que ahora él poseía.
Fueron años de trabajo constante sin descanso, porque siempre su padre le decía que antes de
morir él quería que al menos tuviera algo y así fue, 32 años trabajando para su familia hasta que al
fin logró fundar una fábrica de vinos.
Lo único que Eduardo esperaba era casarse con una buena mujer que lo quisiera, no era que él
fuera tan feo, al contrario él era atractivo a tal magnitud que volvía locas a todas las mujeres
incluyendo a las de mayor edad.
Todas las que se acercaban querían vivir una vida de lujo, de joyas de viajes era como si quisieran
pasearse como un pavo real agitando coquetamente las alas, sumergido en sus pensamientos al
instante miró hacia la gran ventana de cristal de su oficina y vio una joven que le llamó la atención
¿quién sería? En ese instante por algún motivo desconocido quiso conocerla

Capítulo dos
Diana jamás había sentido un frío tan espeluznante como lo sentía ahora, a pesar que su abrigo
era bastante grueso para mantenerla caliente, en esos momentos no era de buena ayuda, pero
que podía hacer hubiera querido quedarse en su apartamento ,avanzó por las heladas calles de la
ciudad, la ciudad estaba completamente adornada y en cada poste de luz había unos aguinaldos y
muchas bombillas, por las noches era un buen espectáculo porque cuando se prendía las
bombillas la ciudad brillaba en todo su esplendor.
―Buenos días señorita-un vagabundo que pasaba la saludó con mucha cortesía.
―Buenos días José-Diana se volvió a saludarlo. ―Te espero esta noche.
―Ahí estaré como siempre señorita. ―y el vagabundo sigo empujando un carrito que llevaba
muchas cajas vacías, Diana lo miró con ternura, su amor por lo desvalido era un punto débil para
ella, no era que ella tenía una vida cómoda y del lujo, pero si consideraba que lo que ella tenía le
bastaba para vivir, ella vivía en un departamento pequeño y ni siquiera ganaba tanto para sostener
las múltiples deudas que tenía, sin embargo eso no le hizo disminuir su espíritu navideño.
―Buenos días Han. ―Diana saludó al chofer que conducía el autobús que la llevaría hacia su
destino.
―Buenos días Diana. ―contestó Han con su cordial sonrisa.
Era un hombre de 50 años de edad, casado con tres hijas y dos nietos, tal como todos ganaba su
sustento de la mejor manera que podía hacerlo y era conduciendo el autobús, de hecho le gustaba
mucho.
―¿Cómo está Lille?. ―Preguntó Diana por qué sabía que su esposa estaba enferma.
―Está mejor por ahora, Mari la está cuidando. ―contestó con un tono de tristeza.
―Han, ella es fuerte lo va a superar confía en Dios. ―le dio unas suaves palmaditas y se ubicó en
el asiento de siempre.
―Buenos días a todos.
―Buenos días. ―contestaron todos los pasajeros a coro.

El chofer puso en marcha el autobús, Diana miraba por la ventana en esa época las tiendas se
llenaban de tantas personas, parejas con sus manos entrelazadas y en su rostro brillaba la
felicidad, también pudo observar a un hombre gordo con vestuario que seguramente le habrá
costado una fortuna, el hombre gordo miraba con desprecio y repugnancia a un pobre vagabundo
que pedía limosna. ¡Qué tristeza le dio en su corazón! Diana sabía que no podía cambiar a muchas
personas y mucho menos obligarlas a que tuvieran un poco de amor. No obstante lo que ella
hacía, por muy poco que fuera le llenaba de satisfacción.
― Llegamos Diana.¬― anunció Han y abrió la puerta del autobús.
― Gracias Han, y feliz Navidad para todos.
― Igual para ti.
El refugió estaba ubicado en un barrio de central de Nueva York, el edificio no era muy grande,
estaba pintado de blanco y color café, en el interior había una parte con 20 camas, y una cocina
con varias mesas de plástico color blanco, Diana hubiera querido expandir el refugió y añadirle
más camas, pero en fin se hacía lo que se podía. y además el local no era de ella, sino de Sr Piller
que se le había dejado para que usaran refugio
― Buenos días Diana.¬― La saludó Belice con su sonrisa deslumbrante.
― Buenos días Belice.¬¬― Diana fue directamente a su pequeña oficina.
― Estos son uno de los días más fríos. ― Comentó Belice que estaba apoyada en el marco de la
puerta.
― Ironías de la vida, así es. ― Dijo con voz tensa.
― ¡Vamos Diana!, Hace todo lo posible por brindarle lo que puedes a todas estas personas.
― No es suficiente, y lo sabes-― Suspiró con cansancio.
Belice y Diana no sólo eran voluntarias del refugio, sino que eran muy buenas amigas, ella se
conocían desde hace tiempo, y juntas compartían la misión de dar algo a los que no tenían nada.
― Lo sé, pero se hace lo que se puede y con lo poco que recibimos, ya sabes no todo el mundo es
dadivoso.¬
― En efecto, a veces me dan las ganas…..
― A mí también, lo único que podemos hacer es lo que estamos haciendo hasta ahora.¬―
Concluyó con orgullo. ― A propósito te llegó una carta del dueño del local. ―Belice le entregó el
sobre.
Diana tomó la carta y la abrió, cuál era su sorpresa la carta le había tronchado sus esperanzas.
― ¡Por Dios su mujer! ¿Qué es lo que dice la carta? ― Preguntó con impaciencia Belice.
Capitulo 4
Diana miró al hombre grande que tenía al frente, era alto, tenía una barba negra con bigotes,
vestía de ropa rota con un abrigo descuidado y rostro sucio, sin embargo a Diana le llamó la
atención su ojos azules, la mirada de aquel hombre la ponía tensa e incómoda Diana se preguntó
por qué una sola mirada bastó para producirle sensaciones extrañas ¡Por Dios que atractivo es!
Por otro lado Eduardo la recorrida con su mirada de cerca se podía apreciar su hermosura ojos
estaban adornados con unas pestañas largas y gruesas su piel estaba salpicado con unas
pequeñas pecas, de hecho era muy hermosa.
― No se quede afuera, le dará mucho frío. ― Diana le dedicaba una sonrisa, porque ella decía que
una sonrisa que les daba a todos les hacía sentir bien.
― Gracias.¬― Contestó Eduardo con una media sonrisa.
La apariencia del interior del edificio estaba previamente pintado de un color azul claro, en un
extremo había camas laterales, en el otro extremo había cuarto que posiblemente era la consigna,
también había butacas cubiertas de una manta en colores, en la pared había un televisor pequeño
que proyectaba una película clásica.
― ¿Cómo te llamas?. ―pregunto con suavidad.
―Eduardo. ―contesto después de analizar si mentirle o no, pero decidió no hacerlo, al menos el
nombre era real.
―Eduardo….bonito nombre. ―Diana le señalaba una silla para que él se sentara. ―Si quieres
puede quitarse el abrigo, al menos estará caliente.
―Gracias.. ―Se quitó el abrigo y lo puso en el espalda de la silla. ― ¿Cómo se llama usted?. ―se
sento sin dejarla de mirar.
―Diana Mille. ― contesto con nerviosismo a ver el fornido cuerpo del hombre, es la primera vez
que un hombre la impresionaba de tal manera.
―Es un placer conocerla Srta. Mille. ―Hablaba con educación.
Diana pensó que Eduardo no tenía pinta de ser vagabundo, más bien tenia pinta para otra cosa,
vagabundos como él no se hallaba todos los días, desde ese instante le entro una curiosidad por
saber porque un hombre tan atractivo fue un hombre vagabundo, eso sí un b un corte de cabello y
una buena ducha serian suficiente para que dé vagabundo fuera una estrella de cine.
― ¿Cuando fue la última vez que comió? ― Le preguntó cómo siempre hacía con los que llegaban
en el refugio.
― Desde ayer, en ocasiones suelo conseguir algo de comer. ― Odiaba tener que mentir, sin
embargo lo único que deseaba era conocer a Diana sobre todo sintió un deseo por ayudarla, no
hacía falta conocerla a profundidad para saber que era una mujer muy honesta y dedicada a
ayudar a los demás. Otra de las cosas que se planteaba era de hacer una investigación profunda
sobre su vida, también tenía la opción de que ella misma se lo contara.
― No se preocupe aquí hay suficiente comida para todos.
― ¿Hace cuanto está este repudio abierto? ― Quiso saber.
― Llegamos como unos tres años.¬― Lo miró mientras vertía sopa en el plato. ― Tratamos de
mejorar la calidad de vida de todos, aunque ahí mucho por hacer.
― Me lo imagino. ― Comenzó a probar la sopa. Eduardo no le molestaba en lo absoluto la comida
que muchos de sus colegas calculaban como algo denigrante, las langostas, caviar y y ensaladas
o comida a la carta no se podía comparar con una simple sopa de pollo y le gustaba mucho.
Eduardo recordaba los días en que se había criado en un barrio pobre, su madre en los días de la
Navidad, cuando su padre ganaba un poco más ese día se acaba un pavo, se podría decir que se
comía dignamente, también le regalaba cuando se podía y eso él lo entendía.
Ya cuando su padre comenzó a generar ingresos gracias a su capacidad para invertir lo que podía
pudo levantar una fortuna, su padre no se cansaba de decirle que estaba orgulloso de lo que había
hecho.
Su nueva condición económica no aminoró la unidad y la dedicación y sobre todo el significado de
lo que era la verdadera Navidad. Su madre aún hacía la cena de la misma manera que hacía
antes.
Capittulo 5
Eduardo llegó a su apartamento en la madrugada, su día nunca había sido tan placentero, la
compañía de Diana le hacía sentir otro, era como si volviera a vivir una pequeña aventura.
Diana le mostró las instalaciones del refugio, la cocina no era tan grande para tanta demanda, otra
de las cosas que también notó es que no había suficientes camas para todos, sin contar que ella
carecía de ayuda ,solamente una la ayudaba.
A pesar de mostrarse sonriente por alguna razón Eduardo había notado cierta preocupación y
tristeza en su angelical rostro. ¿Quién será lo que le preocupaba? Se preguntó, mientras se
despojaba de su disfraz de vagabundo e iba directamente al baño a darse una buena ducha para
quitarse toda la mugre de la cara.
Mientras se bañaba en su mente estaba Diana, su rostro, sus ojos, sus labios en ese instante tuvo
que hacer acoplo para no besarla allí mismo. Por una extraña razón la deseada, por algo que no
entendía quería estar a su lado, quería conocerla, y lo más importante quería ayudarla.

En el apartamento:
Diana se despojó de su viejo abrigo y puso la calefacción a funcionar, la noche estaba más fría de
lo usual, sin embargo no podía apartar de la mente a Eduardo. Diana nunca se sentía atraída por
los vagabundos que ayudaba, su cariño hacia ellos era simplemente humanitario ¿Por qué
pensaba tanto en él? Es una tontería se dijo ella ,solamente es producto de su mente cansada, se
odio a sí misma por pensar en él cuando tenía que pensar en el futuro del refugio ¿y qué iba a
hacer ahora? ¿De dónde iba a sacar dinero para abrir otro refugio?.
Lo cierto es que aquello era casi imposible de alcanzar, primero porque era una época navideña
como era de esperarse había más demanda en construcción de tiendas, apartamento, o locales
para uso de dirección, en lo más mínimo nadie pensaba en el bienestar de los que no tienen,
¡Rayos! Si tuviera una varita mágica desearía con todo el corazón que apareciera un refugio
mucho más grande.
Diana de despojo de toda la ropa que le quedaba comprobó el agua y suspiro estaba caliente,
gracias a Dios que el calentador funcionaba. Y se metió dentro del agua, ojalá el agua pudiera
llevarse todas esas preocupaciones.
Mañana por la mañana había decidido llamar al dueño del local no para exigirle una explicación
simplemente quería pedirle que le cediera al menos este mes en lo que ella pudiera encontrar otro
local.

En el apartamento de Eduardo:
Eduardo comprobó las últimas cifras de los informes de venta en su ordenador, a pesar de
concentrarse en ello realizó muy difícil, ya que pensaba mucho en Diana.
El teléfono sonó.
― Fran ¿Qué es lo que quieres saber?. ― Preguntó con un bostezo.
― ¿Como sabía que era yo?.
― Déjame ver, la única persona que se atreve a llamarme a las dos de la madrugada ¿No sería
tu?.
― Está bien desembuchan. ― Fran fue directo.
― ¿Podemos dejarlo para mañana? estoy muy cansado― bostezo exageradamente.
― Esta bien. ― Fran parecía frustrado. ― Pero no te vas escapar a primera hora estoy en tu
oficina y me contarás todos los detalles.
― De acuerdo. ― Y colgó dejándolo con la palabra en la boca.
Fran era su íntimo amigo juntos había crecido en un barrio pobre, ambos comparten la misma
historia de su niñez, y de su juventud.
Mañana sería un día muy pesado pensó teniendo a Fran como una pulga adquirida en su piel, al
acostarse puso sus manos atrás de su cabeza ¡Rayos! No tenía ni la más mínimo del sueño, su
mente caminaba, las imágenes de Diana lo perturbada y excitaba a la vez, jamás en su vida se
había sentido de esa manera con ninguna mujer, jamás en la vida ninguna mujer había logrado
perturbarlo como lo hacía Diana…… Diana y con ese pensamiento se quedó dormido

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