Cipriano Castro

Restaurador de Venezuela

Fondo Editorial del Caribe

Gobierno del Estado Anzoátegui
Anzoátegui - Venezuela
 José Eduardo Guzmán Pérez
Gobierno del Estado Anzoátegui
Gobernador
Tarek William Saab Cipriano Castro
Restaurador de Venezuela
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1a edición, 2008
© Fondo Editorial del Caribe, 2008
Depósito legal:
lf 80920089003395
ISBN
978-980-6540-86-6
Composición de textos
Alquimia Gráfica
Diseño Gráfico
José Rangel
jrangels@gmail.com
Corrección de pruebas
Chevige Guayke
Editor
Fidel Flores
fidelflores2910@yahoo.es
Impreso en Venezuela por
Impresos Omar
 Van dedicadas estas páginas a la memoria del General en Jefe Manuel Guzmán
Álvarez, (Urica, 1830-1912), un venezolano que desde las más altas posiciones
del poder civil y militar, durante la República Amarilla (1863-1899), supo con
hidalguía mantener izadas las banderas de la honestidad y la lealtad a los princi-
pios liberales, que defendió aun a veces con la fuerza de las armas.
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In Memoriam

En el ocaso de un 7 de marzo de 1984, día de mi cumpleaños, me en-

contraba en la residencia capitalina del general de división Antonio Chalbaud
Cardona –Ministro de Guerra y Marina, entre 1941 y 1942, durante el go-
bierno del general Isaías Medina Angarita, con quien mantuve una fructífera
amistad–, ese día sostuvimos una larga conversación sobre el golpe militar
del 18 de octubre de 1945 contra el general Medina Angarita. Antes de mar-
charme, su esposa le comunicó que el doctor José Giacopini Zárraga había
llegado y venía a saludarlo. Con sus 90 años de edad este hombre cargado
de historia se mantenía erguido, con su pausada voz me dijo: no se retire, a
usted le interesa conocer al doctor Giacopini, y de pronto, lo teníamos allí
frente a nosotros con una enorme sonrisa dibujada en el rostro. “¿Cómo está
general?”, preguntó el doctor Giacopini estrechándole la mano. “Pues mire
usted, José –le respondió general–, a pesar de todo estoy bien con estos 90
años encima, tal que en estos días me voy a Madrid a ver a mi hija Flor y a
los nietos”. Se refería a Flor Chalbaud de Pérez Jiménez, esposa del general
Marcos Pérez Jiménez ex-presidente de Venezuela 1953-1957. Volvimos de
nuevo al pequeño estar, y allí, el general Chalbaud volteando la mirada hacia
el doctor Giacopini le dijo: “José, te presento a Eduardo Guzmán Pérez, él
está adscrito al Ministerio de la Defensa y se encuentra destacado en el
Museo Militar en La Planicie, está escribiendo un libro sobre el general
Medina Angarita, yo le he ayudado en algo, ya hemos hecho varias sesiones
de trabajo y hoy precisamente terminamos, él ya ha hablado sobre el asunto
con doña Irma Felizola de Medina Angarita, con Julio Diéz, José Nicomedes
Rivas y con el doctor Arturo Uslar Pietri que junto a mí, son de los pocos
ministros que quedamos vivos”. “Excelente –ripostó el doctor Giacopini es-
bozando una sonrisa que cortó de inmediato, y alisándose la corbata florida
que lucía en su pecho, tomó los clásicos tiros que sujetaban sus pantalones
de casimir oscuro a rayas con ambas manos, y en tono grave me dijo­–: Mire,
Guzmán, vaya mañana al edificio de PDVSA al piso de Presidencia eso está
en la Campiña en la Av. Libertador, llame a mi secretaria Elizabeth Villegas
al llegar a recepción para que ordene que lo suban. ¿Usted, es Guzmán de
dónde? –me preguntó. “De Barcelona, doctor” –le contesté. “¡Ah!, usted,
entonces usted debe ser familia del doctor Juan Chacín Guzmán, Presi-
dente de PDVSA. “Sí, le contesté de inmediato”. Agregó: “mañana le digo
al doctor Chacín que lo conocí, lo espero mañana y hablaremos sobre su
intención, un compromiso de mucha trascendencia, lo que está haciendo”.
 Cipriano Castro
10 Restaurador de Venezuela
Me marché, y dejé sentados frente a frente a dos protagonistas de 60 años
de historia civil y militar. Cuánto hubiese dado por oír a Heráclito dialogar
con el viejo guerrero andino.
Quizás 20 años fueron pocos para cultivar la amistad con José, como
familiarmente lo llamaban, pero me quedó la grata suerte de compartir con
él largas jornadas de trabajo sobre la Venezuela del guzmanato, o mejor
dicho, sobre la República Amarilla de Guzmán Blanco y luego, sobre la
República de Castro y Gómez y después la de López Contreras y Medina
Angarita, la República de Gallegos y de los adecos de 1945. Hasta que un
día, años después, me dijo: “Guzmán, vamos a escribir hasta la República
de Carlos Delgado Chalbaud y Pérez Jiménez”. Sí, doctor, e inmediatamen-
te agregué: tenga estos dos libros que le traigo, de los cuales es usted, el
verdadero gestor. Y le entregué con satisfacción: Isaías Medina Angarita
democracia y negación y La revolución andina, ambos revisados y prolo-
gados por el doctor Arturo Uslar Pietri. “Dame un abrazo muchacho”, –me
dijo mientras afloraba su característica sonrisa. Allí estaba frente a mí este
venezolano porta estandarte de casi medio siglo historia, con sus ojos vivaces,
de ágiles movimientos, de fluido y apasionado hablar que nos hacía vivir lo
que narraba. Fino analista político, abogado constitucionalista, historiador
protagonista, de recia honradez y amable sonrisa. José Giacopini Zárraga,
un venezolano integral desde las distintas posiciones que le correspondió
desempeñar: Ministro, protagonista de la Revolución de Octubre de 1945,
gobernador de estado, asesor de la Presidencia de Petróleos de Venezuela,
conferencista y sobre todo: amigo.
A su memoria dedico con especial deferencia este libro: Cipriano Castro
Restaurador de Venezuela, y a la memoria de mi padre Eduardo Guzmán
Guevara, Hidalgos que durante su vida –ambos por 90 años– en esta patria,
supieron ser una expresión viva de la Venezuela honrada y decente.
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Por qué el Restaurador de Venezuela
A comienzos de la década de los 70, a muy temprana edad, tuve la oportu-
nidad única de convertirme en uno de los últimos edecanes de un venezolano
excepcional: el general en jefe y ex-Presidente de Venezuela Eleazar López
Contreras, quien con apenas 17 años de edad se une a su paso por La Grita
a las fuerzas revolucionarias comandadas por el general Cipriano Castro, en
su avance hacia “El corazón de Venezuela, hacia el Capitolio Federal en el
nombre de Dios”, como lo advirtiera al invadir el país por el Táchira el 24
de mayo de 1899, y con ello se abrió la puerta de la historia a cinco dinastas
andinos tachirenses que gobernaron a Venezuela por 57 años y, por supuesto,
echaron las bases del Estado moderno, pacificaron el país y permitieron en
lo adelante que la sociedad venezolana pudiera vivir en democracia.
Esta extraordinaria experiencia permitió, años después de mi peregrinar
por el Oriente Medio y Europa, traerme los manuscritos de dos monografías
que publiqué sobre la gestión política y administrativa de los ex presidentes
Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita; posteriormente, publiqué
un nuevo título: La Revolución Andina, una visión telúrica sobre la llegada
de los andinos al poder.
Complejo resultó analizar con rigor histórico la presencia del general
Cipriano Castro en el escenario nacional, un gobernante que en momentos
de la profunda crisis política que arropó toda la geografía nacional, supo
reencarnar una alternativa en procura de salir airoso en la búsqueda de la
solución de los males que aquejaron la República, luego de 30 años de
dominación de la República del guzmanato del Liberalismo Amarillo.
De él expresó el general López Contreras: “Era un jefe, con él, y por él
vinimos, y sin él, ni el general Gómez ni yo habríamos sido Presidentes
(...) Hombre de amena conversación, pues se había ilustrado mucho con
la lectura de obras históricas. Escribía en estilo claro y preciso y con letra
cursiva. En documentos oficiales y en su correspondencia epistolar puede
cualquiera formarse idea de su capacidad de expresión (...) Castro tuvo
hábitos o costumbres provincianos; poco afecto al licor, aunque expansivo
en la vida íntima o social, lo fue por lo menos en la región de los Andes;
pero, ya en el poder y rodeado de áulicos y aduladores, fue estimulado por
éstos a continuas fiestas, y a entregarse al vicio del amor libre, dañando
así su reputación de Magistrado y ofendiendo moralmente a la sociedad”.
 Cipriano Castro
12 Restaurador de Venezuela
Castro fue llamado a ser un gobernante singular, como afirmara Miguel
Ángel Burelli Rivas: “Por el esfuerzo que significó su campaña guerrera, por
la preparación suya y por la expectativa que lo recibió para que cambiara
por completo los parámetros del Estado, fue abatido y liquidado por todas
las licencias a que lo indujeron áulicos profesionales. Cayó como debía, sin
dejar dolientes”. Quizás es ésta una de las tantas definiciones psicosociales
que se han hecho de Cipriano Castro, hombre de temperamento agresivo,
valerosamente probado y de inmediata reacción visceral, a quien se le han
enrostrado multiplicidad de errores políticos cometidos durante su mandato,
pero, fue un andino de pura concepción genética con un fuerte nacionalismo
arraigado, el cual demostró en momentos difíciles, cuando potencias extran-
jeras pretendieron “Profanar el sagrado suelo de la Patria”, y no lo permitió
con la valiente postura asumida. Un venezolano que allá, en el ostracismo,
desterrado por la historia en la isla de Puerto Rico, cual Napoleón en Elba,
expresó: “Yo podría haber hecho la felicidad de los venezolanos, pero mis
compatriotas no me lo permitieron”. Un hombre para quien el general Gó-
mez –su victimario–, al enterarse de su deceso dijo: “Don Cipriano sí sabía
pelear” como única oración fúnebre hacia: El Cóndor de los Andes, el Ven-
cedor Jamás Vencido, títulos que hicieron honor a su personalidad y genio.
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“...Evidentemente, el «castrismo» no fue exclusivamente mons-
truoso. Enrique Bernardo Núñez en El Hombre de levita gris,
o, Mariano Picón Salas en Los días de Cipriano Castro, han
mostrado algunos aspectos que señalan los actos de honrada
acción venezolana a los que dio realidad encendida el carácter
dramático y desordenado de aquella impulsiva personalidad que
fue Cipriano Castro”.
Guillermo Meneses
Caracas, 1963.
“...El último cesarismo de Venezuela, con sus asesinatos sombríos
y su apoteosis de carnaval ofreció un extraño contraste de trage-
dia bufa. La parte trágica estuvo a cargo de un loco sanguinario
que cayó en medio de la reprobación universal. La parte bufa fue
desempeñada por palaciegos contra los cuales no se ha ejercido
ninguna sanción...”
Dr. Pedro María Morantes –Pío Gil–
Málaga, Diciembre de 1909.
Primera Parte
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La Tercera República Federal

-Antecedentes

Desde 1830, y a lo largo del circo político de Venezuela en donde con

furia irracional se han montado en los últimos 178 años de la llamada vida
republicana todo tipo de espectáculos, donde se han escenificado toda una
suerte de conspiraciones, traiciones y revoluciones estériles que ha padeci-
do el país a partir del nacimiento de la República y la aparición del Estado
Constitucional bajo el patrocinio del general en jefe José Antonio Páez,
hasta el fenecimiento del caudillismo que azotó la sociedad, generador de
las guerras civiles ocurridas a lo largo del siglo XIX que ensangrentaron el
territorio nacional, hasta el inicio del gobierno de Juan Vicente Gómez, en
un país no integrado ni vertical –social ni horizontal– geográfico. Con la
aparición de los andinos en el escenario político nacional a partir del 23 de
mayo de 1899 cuando Cipriano Castro y “los 60” invaden por el fronterizo
estado Táchira al país, procedentes de Colombia, fracturando por terceras
vez la vida política, económica y social venezolana, se instaura la más larga
y hegemonía política que ha controlado el poder, la conducción del Estado
y direccionalidad social por un espacio de 57 años, entre 1899 y 1957.
En este sentido, debemos observar que, las guerras civiles que se pro-
dujeron y dirimieron en los campos de batalla del territorio nacional, fueron
protagonizadas por muchos de los viejos caudillos que intervinieron en la
guerra civil de la independencia y, luego por los protagonistas de la “Guerra
Larga”, también llamada “Guerra Federal”, en la que sólo participaron orien-
tales, centrales, llaneros y occidentales no andinos. Además de observarse
una cronología que podría referirse a reemplazos generacionales que vienen
ocurriendo a lo largo de nuestra historia política contemporánea con cierta
periodicidad, en la que nuevas generaciones con destino histórico se alternan
en el control del poder y del Estado cada 30 ó 40 años.
Resulta ineludible resaltar y aventurando opinión sobre las causas de
integración geográfica creemos encontrarla en tres hechos: El primero, es que
el territorio actual de nuestro país es en parte el resultado de dos decisiones
político-administrativas de la Corona Española, cuando por Real Cédula
de su Majestad Carlos III el 8 de septiembre de 1777 se crea la Capitanía
 Cipriano Castro
18 Restaurador de Venezuela
General de Venezuela integrada por las gobernaciones de Caracas, Cumaná,
Guayana, Maracaibo, Isla de Margarita y Trinidad, la cual se perfecciona
más tarde cuando en 1786 creó la Real Audiencia de Caracas. Decisiones
reales que en la práctica no eran lo suficientemente fuertes para superar el
hecho de que las diferentes entidades a que nos referimos, llevaban dos siglos
de desarticulación entre sí, lo que formó en ellas sentimientos, intereses y
caudillos locales, con la mentalidad correspondiente. El segundo paso de
integración, lo constituyó la guerra civil de la Independencia que encaminó
todas las voluntades y sentimientos tras el objetivo de alcanzar la liberación
del yugo y del despotismo borbónico sin embargo, es sabido que muchas
provincias como Guayana, Maracaibo y Coro, se adhirieron posteriormente
a la causa republicana.
El tercer paso que tiende a fortalecer el proceso de integración, ocurre
después de 1830, cuando constituidos en Estado independiente y una vez
separados de la república militar de la Gran Colombia de Bolívar y Santander,
comenzamos a vivir con individualidad propia e independiente en el concierto
interamericano e internacional, y podemos apreciar cómo durante el transitar
del siglo XIX, se van turnando en el poder los distintos caudillos regionales
que a la vez representan intereses locales y sentimientos correspondientes a
las mismas, a excepción de la región andina. De esta manera encontramos
la influencia de la Región Llanera y del Sur a través de los gobiernos del
general José Antonio Páez, luego la de Oriente con los generales José Tadeo y
José Gregorio Monagas y Manuel Guzmán Álvarez; la del Centro conjugado
con el Occidente no andino que se produce con la Guerra Federal con los
generales Ezequiel Zamora, Julián Castro, Level de Goda, Juan Crisóstomo
Falcón, Antonio Guzmán Blanco, Francisco Linares Alcántara, Matías Sa-
lazar, Joaquín Crespo, Venancio Pulgar, León Colina y José Ignacio Pulido,
entre otros. Podríamos afirmar entonces, que esta rotación en el ejercicio
del poder va consolidando en los dirigentes y habitantes de las diferentes
regiones, la visión total y el sentimiento integral de la nacionalidad.
El último episodio y cuyas consecuencias trascendieron a lo largo de todo
el siglo XX recién concluido, es la integración de los Andes, región que hasta
finales del siglo XIX había permanecido ausente de las grandes decisiones
políticas y militares que se venían sucediendo en el país, debido a que no
habían tenido oportunidad de estar en función de gobierno a nivel nacional,
hasta que se hicieron del poder con Cipriano Castro en 1899 hasta 1958, al
término del gobierno del general Marcos Pérez Jiménez. Este movimiento
político que se denominó la “Revolución Liberal Restauradora” acaudillada
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del Caribe 19
por Cipriano Castro bajo el lema de “Nuevos Hombres Nuevos Ideales y
Nuevos Procedimientos”, es el hecho político-militar que indudablemente
integró sólida y definitivamente a la Región de los Andes al organismo na-
cional, y a sus hombres, con su hasta ahora inédita visión de la política, de
la economía, de la familia, de la guerra y de la paz social necesaria para la
buena marcha de la República.
Resulta prolijo abundar en detalles sobre diversos factores que fueron
configurando un potencial de fuerza en la Región de los Andes, los que a su
vez encontraron expresión real y concreta en la persona del general Cipriano
Castro, dirigente político y militar de indiscutible formación cultural lograda
en el Seminario Mayor de Pamplona, aunque con actuaciones políticas de
carácter local.
Enumerando los factores aludidos encontramos indudablemente también
los elementos demográficos, ello, debido a la emigración que se produjo hacia
la cordillera andina de cuantiosos núcleos familiares del alto llano Occidental
huyendo de la devastación provocada por la Guerra Federal, acrecentada
posteriormente por la creciente presencia de la Malaria que afectó letalmente
la población que habitaba las geografías bajas del pie de monte andino. Otro
factor fue el económico, dado el generalizado cultivo del café en la Región
Andina que atrajo mucha mano de obra, producto que se exportaba a través
del puerto de Maracaibo, primordialmente, hacia Alemania. Sin dejar esca-
par el elemento educacional y cultural, pues en las ciudades andinas había
centros de enseñanza que impartían una mejor formación cultural. Mérida
era una ciudad universitaria, y existía por otra parte la posibilidad de ir a
recibir mejor educación en los colegios y Seminarios de Colombia, tal como
sucedió con el caso del propio general Castro, quien sólo recibe instrucción
primaria en Capacho, su pueblo natal, y luego realiza estudios de más alto
nivel en el Seminario Mayor en la ciudad de Pamplona, del Norte Santander.
La marginación de la Región Andina y la incomprensión del Gobier-
no Central de sus problemas, fueron creando un escenario propicio para
la insurgencia y un detonante de esta realidad fue el fracaso del general
Cipriano Castro de lograr una conversación personal con el Presidente de
la República Ignacio Andrade para discutir asuntos políticos nacionales y
regionales, lo que se tradujo en fuertes diatribas y desavenencias entre am-
bos, y, posteriormente, la reforma constitucional propuesta por el general
Presidente Ignacio Andrade para lograr su reelección, hechos que sirvieron
de acicate y pretexto, así como de justificación institucional para el estallido
de la Revolución Liberal Restauradora.
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
20 Restaurador de Venezuela del Caribe 21

Tres jefes y figuras políticas relevantes de la región tachirense con

liderazgo y experiencia militar, se perfilaban como posibles caudillos de
dicho movimiento militar , eran ellos: el general José Rojas Fernández,
tempranamente asesinado en la región de El Tamá, el doctor Carlos Rangel
Garbiras, y el general Cipriano Castro. Estos dos últimos se convocaron en
el sitio de “Don Juan” para decidir cómo se iba ejercer la jefatura militar
y política de un posible movimiento revolucionario contra el gobierno, y
al no llegarse a un acuerdo, el general Cipriano Castro en forma unilateral
decide entrar en acción. Es importante observar, que desde el año 1892 los
posteriores generales y presidentes de la república: Cipriano Castro y Juan
Vicente Gómez, debido a sus fuertes diferencias con el gobierno de Joaquín
Crespo, fijaron residencia en territorio colombiano cercano a la frontera,
como resultado de la Revolución Legalista acaudillada por el general Joa-
quín Crespo contra la pretensión continuista del doctor Raimundo Andueza
Palacio, cuyo período presidencial había concluido el 20 de febrero de 1892,
a quien Castro y Gómez apoyaron. Derrotadas las tropas del gobierno por
el general Joaquín Crespo con la decidida participación del general oriental
Manuel Guzmán Álvarez que asume el Ministerio de Guerra y Marina, el
Presidente Andueza Palacio ante tales hechos es obligado a abandonar la
presidencia de la República dejando encargado del Poder Ejecutivo, pro-
visionalmente, a Guillermo Tell Villegas en su condición de Presidente del
Consejo de Gobierno. Castro y Gómez habían defendido en la Región Andina,
incluso con las armas, al gobierno de Andueza Palacio que sucumbió ante
el alzamiento del ex-Presidente Joaquín Crespo, que dio paso a un período
de violencia social y política que llegó a tomar visos de guerra civil, ante lo
cual el Congreso propuso a Crespo se abocara a buscar una salida constitu-
cional a la grave situación nacional, mas por el contrario, puso fin a ella al
tomar Caracas el 7 de octubre de 1892 para de inmediato formar gobierno
y convocar una Asamblea Constituyente que en mayo de 1893 ratifica a
Crespo en la Presidencia de la República, y en febrero de 1894 Joaquín
Crespo es proclamado Presidente de la República hasta 1898, cuando por
elecciones presidenciales, asume la presidencia el general Ignacio Andrade.
Es importante observar que la Constitución Nacional promulgada en 1893,
establece que tanto el Presidente de la República como los Presidentes de
Estado serían electos por sufragio directo, igualmente se crea el Consejo de
Gobierno integrado por nueve miembros designados por el Congreso y cuyo
Presidente desempeñará las funciones de Vice-Presidente de la República,
con un tiempo de duración de cuatro años, así como impide la reelección General en Jefe Manuel Guzmán Álvarez
Ministro de Guerra y Marina 1892-1893
 Cipriano Castro
22 Restaurador de Venezuela
para el siguiente período. Mientras, el escenario político es dominado nue-
vamente por el indiscutible caudillo “legalista” Joaquín Crespo quien en lo
adelante ejercerá un dominio absoluto de la política y el control militar del
país. En tanto que los “compadres”: Castro y Gómez, se habían dedicado
al comercio ganadero y del café en Colombia, en dos fundos que habían
adquirido: “Bella Vista”, el general Castro, y “Buenos Aires”, el general
Gómez, desde donde salieron el 25 de mayo, con el llamado grupo de “Los
60” para invadir a Venezuela, y en una campaña de 100 días entrar triunfante
a Caracas el 23 de octubre de 1899. Habían llegado los andinos y Castro era
el nuevo hombre fuerte de Venezuela, el amo del país, el líder indiscutible,
el nuevo gendarme, “El Restaurador de Venezuela”.
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CAPÍTULO
I
-La República Amarilla Guzmancista
Con la firma del Tratado de Coche el 22 de mayo de 1863, suscrito entre
Pedro José Rojas en su condición de Secretario General del Jefe Supremo de la
República el general José Antonio Páez y el general Antonio Guzmán Blanco,
actuando como Secretario del presidente provisional el general Juan Crisóstomo
Falcón, se pone término y se cancela el régimen político de la llamada oligar-
quía conservadora fundada por Páez durante su primera presidencia en 1830.
Con ello se reconoce definitivamente el triunfo de la Federación, el presidente
José Antonio Páez convoca de inmediato una Asamblea que se reúne en la
población de La Victoria en el estado Aragua, ante la cual renuncia y entrega
el Poder Ejecutivo al general Antonio Guzmán Blanco recién designado vice-
presidente provisional de la República, en tanto el genera Juan Crisóstomo
Falcón regresará de Coro para asumir el gobierno. Mientras tanto, el saliente
ex-presidente José Antonio Páez se marcharía casi de inmediato a los Estados
Unidos de Norteamérica.
El 24 de Julio entra triunfante a la capital de la República el general Juan
Crisóstomo Falcón, posteriormente la Asamblea Nacional Constituyente se
reúne en Caracas el 24 de diciembre de 1863 presidida por Antonio Guzmán
Blanco, quienes luego de deliberar ratifican a Falcón en la Presidencia y al
propio Guzmán Blanco en la Vice-Presidencia. Dicha Asamblea clausura sus
sesiones el 6 de abril de 1864 sancionando una nueva Constitución Nacional
constante de 123 artículos que da a la República el nombre de Estados Uni-
dos de Venezuela y divide el territorio nacional en 20 Estados y un Distrito
Federal, así como se recoge el espíritu de igualdad social que existía antes
de la Guerra Federal. Establece el período presidencial con una duración de
cuatro años sin reelección subsiguiente, y el Presidente de la República será
electo por el voto directo de los venezolanos mayores de 18 años. El 18 de
marzo Juan Crisóstomo Falcón es electo Presidente Constitucional por dicha
Asamblea, y quedan como primer y segundo designados (Vice-Presidentes),
los generales Antonio Guzmán Blanco y José Desiderio Trías.
 Cipriano Castro
24 Restaurador de Venezuela
Finiquitada de esta manera la hegemonía política de la oligarquía con-
servadora, se establece un acuerdo de intereses entre los terratenientes de las
distintas regiones del país que habían participado en la Guerra Federal, lo
que fue el resultado y debido a la convergencia de dos elementos: primero,
por efecto de la fragilidad financiera y administrativa del gobierno central;
segundo, que no existía en el país un ejército organizado con la fortaleza
para apaciguar a los caudillos locales y a las masas campesinas, elementos
que fueron ciertamente los que impidieron cualquier intento de conformar
un Estado moderno que se convirtiera en el eje central del poder. En este
sentido, es conveniente reseñar la opinión de Ramón J. Velásquez acerca de
qué manera se organizó políticamente el sistema Federal en la Venezuela
de la época, asignándole a Caracas el epicentro y base de toda la organiza-
ción político-administrativa asumida en todo el territorio de la República:
“Cada uno de los Estados de la Alianza Federal, es en realidad un gran
feudo, subdividido o repartido en verdaderas encomiendas políticas entre
los tenientes o aliados de los grandes señores provisionales, quienes de esta
manera garantizan la seguridad de la paz a los contingentes necesarios
para hacer la guerra”.
Si analizamos la evolución del proceso político venezolano, una vez
que finaliza la Guerra Federal en 1863, y se inicia la dominación política del
Partido Liberal Amarillo fundado por Antonio Leocadio Guzmán, entre 1863
y la asunción al poder de Cipriano Castro al frente de la Revolución Liberal
Restauradora en 1899, podemos afirmar que durante esos 37 años el país se
mantuvo con cierta estabilidad política, ello como el resultado de conviven-
cias y acuerdos entre el Gran Partido Liberal establecido a lo largo y ancho
de todo el territorio nacional, y los distintos caudillos locales, mediante la
cesión de cuotas de poder y posiciones en el aparato burocrático del Estado.
Las lealtades políticas que los caudillos locales de gran prestigio en cada
una de sus regiones manifestaban en torno a Guzmán y Crespo, le permitió
al régimen liberal durante ese tiempo usufructuar el poder y ejercerlo con
la estabilidad mínima necesaria, a pesar de algunas escisiones y levantiscas
bélicas que pusieron en jaque en dos oportunidades ese pacto, resultado de
la influencia progresiva que los caudillos caraqueños, usufructuarios del po-
der, empezaron a tener frente a los jefes regionales, entre ellos los orientales
encabezados por los viejos generales José Tadeo Monagas, su hijo el general
José Ruperto y Carlos Soublette, jefes militares prestigiosos, verdaderos
herederos de las glorias de Carabobo quienes al frente de un levantamiento
militar que dominaron “Revolución Azul”, acordada entre liberales y con-
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servadores, tomaron Caracas el 25 de junio de 1868. Observándose que ya el
3 de junio el presidente Falcón, avizorando la crisis política que se le venía
encima y para la cual no tenía respuesta, había abandonado el Poder Ejecu-
tivo, y vía La Vela de Coro se embarca para Curazao dejando encargado de
la Presidencia de la República al general Manuel Ezequiel Bruzual, quien
también abandona la capital y se atrinchera en Puerto Cabello donde es de-
rrotado por las fuerzas monaguistas azules, facilitando finalmente el 28 de
octubre al general José Tadeo Monagas tomar Caracas y formar gobierno,
nombrando al general José Ruperto Monagas 1er. vice-presidente, quien es
nombrado presidente a la muerte del general José Tadeo Monagas, un mes
después, el 18 de noviembre.
La inestabilidad política y el desconocimiento del liderazgo y autoridad
que muchos líderes militares regionales manifestaron contra el presidente
José Ruperto Monagas, llevaron a algunos de ellos a levantarse en armas, tal
el caso del general Venancio Pulgar, presidente del Estado Zulia quien desco-
noce el gobierno de Monagas, y el 23 de julio de 1869 anuncia la separación
de su Estado del resto de la Unión; sin embargo, al final, luego de la toma
militar de esa plaza, es derrotado por el propio presidente. Esta crisis política
estuvo precedida por el alzamiento en armas del general Luciano Mendoza
en Ciudad Bolívar, en 1867, al frente de la “Revolución La Genuina”
Todo esta conflagración política fue una consecuencia de la conducta
asumida y la apatía manifestada por el general Falcón al frente del Poder
Ejecutivo, quien al final de su gobierno se dedicó a aplacar los alzamientos
y revueltas militares de los caudillos locales, y a pretender gobernar el país
desde “su hamaca” colgada en su hato ubicado en Palma Sola, en el hoy
estado Falcón.
Y el otro hecho trascendental en nuestra vida política, fue la muerte
del general Joaquín Crespo en la “Mata Carmelera” en el estado Cojedes,
hecho que produjo que el débil piso político del presidente Ignacio Andrade
se resquebrajara, mandatario que fuera electo presidente para el período
1898-1902, con el respaldo y apoyo del ex-presidente Crespo, lo que trajo
como consecuencia inmediata que José Manuel Hernández, apodado “El
Mocho Hernández”, Presidente del Partido Liberal Nacionalista, tomara el
camino de las armas argumentando fraude electoral auspiciado por Joaquín
Crespo. Perseguido posteriormente por el general Crespo, una bala le quita
la vida en el combate del sitio “Mata Carmelera”. Estos hechos quebranta-
ron la unidad de la llamada Alianza Liberal, y a partir de ese momento los
líderes militares de las distintas regiones del país se sienten con derecho
 Cipriano Castro
26 Restaurador de Venezuela
a disputarle la presidencia a Andrade quien no cuenta ya con el apoyo del
recién fallecido caudillo llanero. En esta oportunidad, a diferencia de los
pactos logrados por el general Guzmán Blanco en 1869 para detener la
crisis política post Guerra Federal, el presidente Ignacio Andrade no tiene
el liderazgo ni cuenta con el apoyo de los caudillos del interior para sortear
la crisis, lo que indudablemente trajo como consecuencia que el presidente
se iba a convertir en el drama del desplome de 35 años de hegemonía que
había ejercido en la vida venezolana el Gran Partido Liberal Histórico, y
con ello la desintegración de toda la maquinaria política que representó. La
opinión nacional era, que la pretensión continuista asomada por Andrade
fue otro elemento que contribuyó al debilitamiento de la alianza liberal
debido a su apoyo a una reforma de la Carta Magna para permitir la reelec-
ción presidencial. Estos hechos definieron la conducta de cada uno de los
caudillos regionales quienes vieron con recelo tal actitud, lo cual llevó a la
casi totalidad de los generales liberales a darle apoyo al general Cipriano
Castro en su entrada triunfal a Caracas desde Valencia, el 22 de octubre de
1899. Los viejos caudillos liberales al dejar de respaldar a Andrade por sus
pretensiones continuistas, y brindar su apoyo a la naciente revolución, nunca
llegaron a suponer que con ello estaban decretando su propia desaparición
y la liquidación de todo vestigio de viejos partidos que nacieron a raíz de
la constitución de la República en 1830: Conservador paecista y Liberal
guzmancista-crespista. La interpretación de la realidad política, social y
económica de la última década del siglo XIX es vital para comprender los
cambios que habrían de ocurrir luego de la instauración de los gobiernos:
“Restaurador” de Castro y de la “Rehabilitación Nacional” de Juan Vicente
Gómez, y los posteriores de López Contreras, Medina Angarita y Marcos
Pérez Jiménez. Igualmente permite ver que el escenario político del último
tercio del siglo XIX estuvo dominado por dos grandes caudillos: Antonio
Guzmán Blanco y Joaquín Crespo, con el apoyo de personalidades regionales
como eran los generales Manuel Guzmán Álvarez, Venancio Pulgar, León
Colina, Domingo Monagas, Juan Bautista Araujo, Ramón Guerra, Zoilo
Bello, José Ignacio Pulido, Matías Salazar, y civiles como los ex-presidentes
Raimundo Andueza Palacio y Rojas Paúl, Laureano Villa Nueva, el Arzobispo
Silvestre Guevara y Lira, Vicente Amengual, Manuel Antonio Matos y Juan
Pietri, entre otros, quienes hicieron notables esfuerzos –a su manera–, para
lograr la consolidación y la reunificación del país, que no puede atribuírsele
solamente a la acción integradora horizontal –geográfica y vertical– social
que produjeron los andinos.
Si algo es irrebatible, es que general Cipriano Castro también se con-
Fondo
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del Caribe 27
virtió en el factor fundamental para la liquidación del liberalismo amarillo y
de todos los movimientos políticos que nacieron con la República en 1830,
los cuales no pudieron superar la crisis que deterioraba aceleradamente el
liberalismo debido a la incapacidad de los líderes liberales de esa época para
reconvertirse políticamente y renovar los cuadros dirigenciales, mientras los
esfuerzos se encaminaron más bien a fomentar luchas intestinas y entre los
caudillos por alcanzar y controlar el poder en un país que llegaba al fin de
siglo minado por la corrupción, agotado políticamente, en unas condiciones
socioeconómicas precarias que lo mantenían en alto grado de deterioro, diez-
mado por la pobreza y las enfermedades, incomunicado, restringido el crédito
externo, con una brusca caída en la recaudación aduanal –fuente principal
de los ingresos del fisco–, y el estancamiento de la actividad comercial y
agropecuaria, a lo que se le sumaban dos alzamientos en armas: el primero,
la rebelión del general José Manuel “Mocho” Hernández, y seguidamente,
a la muerte del general Crespo, el del general Ramón Guerra, prestigioso
caudillo y figura militar del desaparecido conservatismo. En ese marco la
figura reivindicadora de Castro encuentra los elementos suficientes para
acaudillar la nueva Revolución: “La Restauración Nacional”.
Frente a esta crisis económica y política severa y bajo la amenaza de
un conflicto internacional debido a las intenciones inglesas de llevar los
límites de la Guayana inglesa hasta el río Uruán y anexar esos territorios a
los otros que le habían sido arrebatados al país, el presidente Crespo llama
a cerrar filas junto al gobierno, se producen manifestaciones de adhesión en
todo el país, se procede a la liberación de los presos políticos y se convoca
en Caracas a la conformación de una alianza defensiva nacional contra
Inglaterra. Mientras en los Estados Unidos, el presidente Grove Cleveland,
ante las intenciones inglesas, apela a la aplicación de la Doctrina Monroe:
“América para los Americanos”, sale en defensa de Venezuela y se aprueba
por parte del congreso norteamericano el arbitraje como forma de poner fin
al conflicto a pesar de la oposición de la Cancillería inglesa. En Febrero se
llega a un acuerdo suscrito en los Estados Unidos de Norteamérica entre
Venezuela e Inglaterra, mediante un tratado de arbitraje.
El presidente Andrade, debido a la crisis económica que padece el país,
solicita un empréstito, con un programa para activar el aparato económico,
industrial y la agricultura, y la puesta en marcha de un plan colonizador
para activar el campo. Mas era poco el tiempo que le restaba al presidente
Andrade para llevar a cabo el plan, y deficiente la estructura dirigencial de su
gobierno para llevarlo a buen término con éxito. Así como no tuvo el tiempo
 Cipriano Castro
28 Restaurador de Venezuela
requerido para organizar unas Fuerzas Armadas orgánicas, tecnificadas y bien
dotadas de apresto y armamento, capaces de garantizar la institucionalidad
de su gestión. Carecía ahora igualmente del apoyo del Partido Liberal, que
le garantizara el piso político necesario para sostenerse en el poder.
El clima político nacional se enrarece aceleradamente durante el año
1899, los problemas domésticos agobian al gobierno y arrinconan la gestión
del presidente Andrade, los precios del café en los mercados internacionales
se deterioran al máximo, y ante ello, el gobierno se ve obligado a incre-
mentar los impuestos, lo que contribuyó a deteriorar más el comercio y la
producción de bienes, a lo que se le añadirá el descontento que ocasiona el
llamado forzoso del gobierno a la recluta para formar tropas en previsión
de nuevos alzamientos revolucionarios. Al inicio del año 1899 la caricatura
periodística reseña un general Crespo convertido en una esfinge: “Que mira,
piensa, oye y no habla”. Mientras tanto, los líderes andinos comienzan a
reunirse en asambleas para analizar la situación política nacional, en la cual
no tenían responsabilidad alguna, pues desde 1830 y hasta fin de siglo no
habían tenido participación en la conducción de los gobiernos, que estuvie-
ron siempre bajo la responsabilidad de los jefes militares llaneros, centrales,
orientales y occidentales no andinos. Así mismo protestaron también los
andinos, inicialmente contra el gobierno central, por el traslado de la capital
del Táchira a la población de La Grita, hecho que Castro y sus partidarios
explotaron políticamente.
En medio de este clima de agitación política y a sabiendas de que su
gobierno no cuenta con el respaldo político suficiente, el presidente An-
drade convoca a sesiones al Congreso Nacional para el 20 de febrero con
el principal objetivo de estudiar un Proyecto de Reforma Constitucional
que materialmente significaba el golpe de gracia a la maquinaria crespista
y auspiciaba la vuelta a la división político-territorial de 20 estados como
estaba establecido en la Constitución Federal de 1864, dándole potestades
al presidente para designar los gobernadores de las entidades federales, lo
que al final hacía perder a la alianza liberal el control de las regiones, así
como del gobierno central.
De esta manera, se llega al 23 de mayo de 1899 y entre rumores, cons-
piraciones ocultas, traiciones, conjuras, desapoyos, alianzas a la sombra y
deslealtades entre los “amarillos” liberales para con el presidente Andrade,
surge en el escenario nacional la figura de Cipriano Castro, un liberal resentido
de quien José Rafael Pocaterra expresara en 1924, al conocer su muerte en
Puerto Rico: “La tribu ha perdido su jefe natural, su jefe reconocido, su jefe
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del Caribe 29
único. Le odié en vida, le combatí, le clavé en la picota de mis libros y hoy,
muerto, desde el fondo de mi sangre Venezolana, la admiración a su valor,
a su energía, a su inteligencia, sacude mis nervios y cubre su recuerdo con
una honrada simpatía”.
Será Castro, el nuevo amo y único caudillo militar de Venezuela, el
nuevo hombre fuerte, peculiar gendarme de atrabiliario comportamiento
dentro de la estirpe de jefes con espada y con haciendas que han gobernado
el país desde 1830, entre los tantos que se levantaban en armas en cualquier
amanecer en pos del solio presidencial desde los tiempos finales de la Guerra
Federal, en un país asolado por contiendas civiles, caudillos y jefes regiona-
les que transitaban su tiempo unas veces en el ejercicio del poder, otras en
los matorrales sabaneros y de las llanuras al frente de una guerrilla, o, en el
peor de los casos, en las cárceles y mazmorras de la autocracia guzmancista.
- Proyectos políticos y constituciones Guzmancistas
El desarrollo del proceso político venezolano que se inicia en 1863 luego
de la firma del Tratado de Coche suscrito por P. J. Rojas en representación
del general José Antonio Páez, y Guzmán Blanco como plenipotenciario
del general Juan Crisóstomo Falcón, firmado el 24 de abril de ese año y
reconfirmado el 22 de mayo del mes siguiente, que da el triunfo definitivo
a la Federación permitiéndole a Guzmán Blanco asumir la presidencia en
su condición de vice-presidente de la república, seguiría en lo adelante con
relativa vigencia las concepciones liberales, conducida por políticos, entre
ellos Tomás Lander, Domingo Antonio Olavarría, José Manuel Hernández y
los Guzmán como actores principales de la vida política nacional estaban: la
independencia de los poderes públicos, el derecho al sufragio, las libertades
ciudadanas y de prensa y la organización de los partidos políticos. De allí en
adelante el Gran Partido Liberal Amarillo, desplegará un monopolio absoluto
del poder político en forma avasallante y sectaria, quienes se consideraban
los legítimos sucesores de las “glorias” de la bandería política fundada por
Antonio Leocadio Guzmán en 1840, seguido de la intelectualidad de la época
durante la segunda presidencia del general Páez, y entre los cuales se en-
contraban: Diego Bautista Urbaneja, Felipe Larrazábal, Tomás Lander, Juan
Vicente González, Blas Bruzual, Manuel Felipe Tovar, el Marqués del Toro,
José y Vicente Iribarren y Valentín Espinal, entre otros, quienes también se
declararon “custodios” del triunfo de la Revolución Federal y de la llamada
“Regeneración Nacional” que se inició con la Revolución de Abril de 1870
 Cipriano Castro
30 Restaurador de Venezuela
que encabezó Guzmán Blanco y lo llevó a la toma del poder o a controlarlo
autocráticamente hasta el 23 de octubre de 1899.
El conjunto de hombres que el “viejo” Antonio Leocadio les denominó
los “hombres de Antonio”, a lo largo de esos 30 años de instauración de la
República Amarilla se fue dividiendo en “grupos” de liberales que sólo los
mantenía unidos su ciega identificación con los distintos caudillos militares
regionales, también liberales: los generales Luis Level de Goda, Matías
Salazar, Joaquín Crespo, León Colina, Manuel Guzmán Álvarez, Zavarce,
Venancio Pulgar J. Pulido, Fonseca, Linares Alcántara, Gregorio Cedeño,
José Manuel Hernández, J. Antonio Velutini, etc., y los ex-presidentes Rojas
Paúl y Andueza Palacio. De tal manera, que se hablaba de “guzmancistas”,
“crespistas”, “rojaspaulistas”, etc. Y los denominados grupos de “godos”,
fueron simplemente aplastados y sólo se les oía cuando se producían reac-
ciones contra Guzmán.
- La organización constitucional del Estado en la República
Amarilla
La Constitución Federal de 1864 fue el pacto político que sirvió de soporte
fundamental a la estructura formal del Estado guzmancista. Las constituciones
subsiguientes de 1874, 1881, 1891 y 1893 y las posteriores, consagran el mo-
delo federalista de estructuración político-administrativa del Estado, podría
afirmarse que estas “Constituciones” (de 1874, 1881, 1891, 1893) fueron
simples reformas en lo atinente a algunos aspectos no fundamentales, por
ejemplo en lo concerniente a la división político-territorial, a las atribuciones
y duración del período presidencial del Poder Ejecutivo, y definen algunas
de ellas las funciones de los diferentes órganos del Estado.
- Aspectos fundamentales de las Reformas Constitucionales
durante la República Amarilla
Constitución de 1874
Durante el período denominado del “septenio” (1870-1877), iniciado con
la llamada Revolución de Abril (1870), se llevó a cabo la primera reforma cons-
titucional después de la vigencia de la Carta Magna de 1864. La Constitución
de 1874 fue sancionada por el Congreso el 23 de mayo y mandada a ejecutar
por Antonio Guzmán Blanco el 27 del mismo mes y año.
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Editorial
del Caribe 31
Los puntos más resaltantes en que difiere de la Constitución de 1864
son los siguientes:
a) Sufragio directo pero no secreto, el voto debía ser público y firmado.
b) Cambios en los nombres de los estados, ejemplo: Estado Guzmán
Blanco (Aragua).
c) Período presidencial de cada ejercicio con duración de dos años,
iniciándose el 20 de febrero.
d) Las faltas del presidente las llena un Ministro del Despacho electo
por sus colegas (eliminación de los llamados “designados a la Pre-
sidencia de la República”).
e) No hay reelección inmediata a la presidencia.
Constitución de 1881
Posterior a las convulsiones político-militares acaecidas entre 1879-1881,
se reunió el Congreso y reformó la Constitución en los aspectos siguientes:
Características:
a) La organización político-territorial es similar: nueve estados; cam-
bios de nombre de las diferentes entidades, posibilidad de separarse
y unirse a otras secciones y otros cambios de poca relevancia.
b) La organización municipal es reformada en forma similar a la Cons-
titución de 1857, cercenando la autonomía política del Municipio.
c) Se elimina la denominación de “Legislatura Nacional” y se adopta
la de “Congreso de los Estados Unidos de Venezuela”. Se le asignan
diputados al Distrito Federal igual a los de los Estados.
d) El Poder Ejecutivo será unipersonal y será ejercido y representado
por el “presidente de los Estados Unidos de Venezuela” y sus Mi-
nistros, que son sus órganos.
e) El Consejo de Gobierno sustituye al Consejo Federal (órgano asesor
de la Presidencia de la República).
f) Elección por voto libre, secreto y de primer grado (directo) del
presidente de la Nación. Las faltas de éste las llena el presidente del
Consejo de Gobierno, y el período presidencial tiene una duración
de cuatro años.
g) Corte Federal y Corte de Casación con período de seis años. A la Cor-
 Cipriano Castro
32 Restaurador de Venezuela
te Federal, además de sus anteriores atribuciones jurídico-políticas,
se le facultó para escrutar los votos en las elecciones presidenciales,
si el Congreso a la fecha estaba en receso.
h) Los veinte Estados Federales se redujeron a nueve grandes entidades
políticas, éstas se dividían en Secciones que correspondían a los
antiguos estados.
i) Consejo Federal. Formado por un senador y un diputado por cada
uno de los nueve Estados y un Diputado por el Distrito Federal. Este
Consejo seleccionado por el Congreso elegía a su vez al presidente
de la República, eligiéndole entre sus miembros.
j) Corte de Casación. Ésta tiene la función de anular las sentencias
que, al ser apeladas, haya razones para comprobar su legalidad.
Esta Corte, junto con la Corte Federal (para cuestiones políticas),
formaba el Poder Judicial Federal.
Constitución de 1891
El objeto de esta Carta Magna fue respaldar la maniobra continuista del
presidente Raimundo Andueza Palacio. La reforma consistió en cambiarles
el nombre a los grandes Estados, aumentar el número de días de sesiones
parlamentarias, incrementar a cuatro años el período del Presidente de la
República, (quien será electo por sufragio directo y secreto) y eliminación
del Consejo Federal.
Los continuistas, al querer poner de inmediato en vigencia la Consti-
tución reformada, provocaron una insurrección en todo el país (Revolución
Legalista de Joaquín Crespo), lo que evitó su efectiva vigencia.
Constitución de 1893
Triunfante la llamada “Revolución Legalista”, se sancionó una nueva
Constitución el 12 de junio de 1893, y mandada a ejecutar por el presidente
Joaquín Crespo, el 21 del mismo mes y año.
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del Caribe 33
- Tiempos de guerra y de poder del Guzmanato Amarillo
No basta el coraje para comandar una fuerza. Se requiere además
de genio, talento, buen juicio, intuición y sangre fría.
Turpin de Cresse.
Resulta comprometedor para los estudiosos de nuestra reciente y turbu-
lenta historia política, entender la dinámica de su evolución, desde la creación
del Estado en 1830 hasta el desembocamiento en el andinismo en 1899. Es
necesario una revisión a ese pasado que va de la República de José Antonio
Páez, a los inicios del liberalismo amarillo en 1870 con Antonio Guzmán
Blanco al frente. Quienes estuvieron en el gobierno de Venezuela durante los
dos últimos tercios del siglo XIX, al parecer nunca lograron satisfacer sus
ansias de poder con el ejercicio de un solo período presidencial. Páez ejerció
la presidencia por dos oportunidades de 4 años sin reelección inmediata, pero
ya en su senectud, luego de dominar el escenario político por treinta años,
regresó al poder por tercera vez entre 1861 y 1863 cuando fue designado
por una Asamblea, ante la crisis política que se generó post Guerra Federal,
como Jefe Supremo Civil y Militar de la República hasta su abdicación con
la firma del Tratado de Coche en el Valle de Caracas el 23 de mayo de 1863.
A Monagas se le presentó una situación similar en su ejercicio entre 1847 y
1851, no concluyendo su período, pues la llamada “Revolución de Marzo”,
acaudillada por general valenciano Julián Castro, lo obliga a dimitir ante el
Congreso, y el 10 de marzo se asila en la legación de Francia; Julián Castro
asume el poder el 18 de marzo de 1859 y forma gobierno con dos promi-
nentes conservadores: Fermín Toro y Manuel Felipe Tovar, y dos liberales:
Wenceslao Urrutia y el general Soto. La caída del gobierno del presidente
José Tadeo Monagas tiene su génesis al pretender ser reelegido por el Con-
greso, el 20 de abril de 1857, luego de imponer una reforma constitucional
para permitir la reelección. El 26 de marzo el ministro Urrutia logra firmar
un protocolo con el gobierno de Francia que permitiría al general Monagas
ponerse a derecho, no se le enjuiciaría y se le procuraría su salida al exilio,
posteriormente, en vista del no cumplimiento del contenido del “Protocolo
Urrutia”, barcos ingleses y franceses bloquean las costas de Venezuela para
presionar su cumplimiento.
Antonio Guzmán Blanco gobernó en tres ocasiones, primeramente
durante el septenio 1870-1877, luego el quinquenio entre 1879-1884, y final-
mente durante el bienio entre 1886-1888. Joaquín Crespo, bajo las banderas
del liberalismo amarillo, gobernó en dos ocasiones: entre 1884-1886, una
segunda presidencia entre 1892-1898, con un tercer intento que se lo trunca
 Cipriano Castro
34 Restaurador de Venezuela
la bala disparada por la historia en la Mata Carmelera persiguiendo al general
José Manuel “Mocho” Hernández alzado en armas contra el gobierno del
general Ignacio Andrade.
Con el inicio del siglo, Cipriano Castro se hizo reelegir en dos opor-
tunidades entre 1899 y 1908. Al jefe de la Rehabilitación Nacional Juan
Vicente Gómez no le importaba el poder, luego que el Congreso Nacional
lo nombrara presidente provisional de la República el 11 de agosto de 1909,
posición que asume constitucionalmente el 19 de abril de 1910. De allí en
adelante, su preocupación era su cargo de Comandante General del Ejército
Nacional, el que asume por resolución de la Asamblea Nacional el 19 de
abril de 1914, cargo para el cual es ratificado por el Congreso 15 años más
tarde, el 30 de mayo de 1929.
-La causa de abril
- Los gobiernos y la política liberal guzmancista
Sería conveniente preguntarnos ¿cuáles fueron los métodos políticos
que utilizaron los gobiernos liberales a partir de 1870 para mantenerse en el
poder? Ciertamente resulta complejo enunciar una fórmula que abarque los
distintos estilos de estos gobiernos ocurridos entre los años de 1870 y el fin
de siglo con el general Ignacio Andrade, todos con una sola característica,
el que cada uno gobernó con una camarilla personal, utilizando el impulso
de reacciones políticas y concediendo distintos grados de participación y
cuotas de poder a grupos regionales según la circunstancia. De tal manera
que, para controlar el poder y mantenerse en su ejercicio, utilizaron como
siempre cualquier procedimiento: traiciones, conspiraciones, delaciones, cor-
tesanías, alzamientos en armas bajo el manto de la bandera de los “intereses
del pueblo”. En lo cual privaron desde las formas primitivas de eliminación
machetera del rival para imponer la jerarquía, hasta las luchas políticas ci-
vilizadas que impusieron la voluntad ciudadana. Durante el largo dominio
de los “Hombres de Antonio” –refiriéndose a Antonio Guzmán Blanco–,
período que se inicia con el primer gobierno interino de Guzmán Blanco, en
1863, prácticamente no se llevaron a cabo elecciones como tal, y la imprenta
sólo fue libre en ciertos momentos, al comienzo de cada gobierno. Desde el
poder controlado por Guzmán, se designaban los candidatos a la presidencia
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del Caribe 35
de la República y otros altos cargos de la administración pública, haciendo
algunas concesiones de poca monta a las influencias de cada región, en tanto
que a los adversarios y disidentes del mismo partido en el poder no les era
posible ejercer derechos políticos, salvo en muy pocas oportunidades, así
como la vida pública activa y cualquier iniciativa independiente sólo podía
expresarse por el imperio de las armas en los campos de batalla.
Concluida la Guerra Federal y acordado el Tratado de Coche que pone
fin al conflicto, se inicia el gobierno del Mariscal Juan Crisóstomo Falcón
que ocurre entre 1864 y 1868: gobernabilidad que estará caracterizada por
tiempos tumultuarios, intranquilidad social e indisciplina política y fiscal.
Cada entidad federal se comporta como una pequeña República y cada cau-
dillo en ellas quiere cobrar sus cuotas de poder avalados en su actuación en
la guerra recién finalizada, situación que hace sumamente difícil la estabili-
dad del gobierno. Priva la anarquía política, campean el robo y el pillaje, el
abigeato diezma la poca ganadería que quedó después de la Guerra Federal,
aunado a las venganzas entre los hombres, producto de la misma guerra: unos
triunfantes y otros derrotados. El país aún está sujeto a la presencia dispersa
de grupos de “alzados” en armas, campean las guerrillas por los matorrales
y sabanas del llano, aun; se vive entre la miseria, la incomunicación y la
inexistencia de una forma de vida dada al trabajo creador. Vive la población
en estado de perpetua anarquía, con un gobierno ineficiente y sin autoridad
que no sea la de dos hombres que se sembraran como los nuevos caudillos
de los próximos 25 años: Antonio Guzmán Blanco, con control parcial del
poder, y Joaquín Crespo, el militar con mayor prestigio en los llanos de
Guárico y noreste de Apure; estas dos figuras van opacando la gris estampa
del Mariscal Falcón, para quien la mayor preocupación era vivir y gobernar
el país desde su tierra en Churuguara. De manera, que la significación de
ser “federalista” o “liberal federalista” irá desapareciendo en la medida que
se empina el genio y la figura de Guzmán –el hijo de Antonio Leocadio
Guzmán, fundador del Gran Partido Liberal–.
La carencia en el país de un presidente con autoridad y liderazgo y
con una acción de gobierno eficiente, la lucha y las ambiciones producto
de las apetencias de poder de los caudillos regionales, la pobreza fiscal
del Estado, y las guerrillas diseminadas por el Oriente, Occidente y los
Llanos, desembocan en la crisis política de 1868; mientras simultáneamen-
te el gobierno de corte liberal del general Falcón se desplomará, tal como
sucedió en 1858, debido también a las alianzas entre los liberales y conser-
vadores. En esta oportunidad la alianza liderada por el viejo caudillo de la
 Cipriano Castro
36 Restaurador de Venezuela
independencia, el general José Tadeo Monagas, junto a los grupos que se
congregaban alrededor de los que se denominaban godos u oligarcas, dieron
origen a la llamada “Revolución Azul”. Sin embargo, una vez triunfante esta
revolución y Falcón puesto en fuga, la salud de José Tadeo Monagas está
muy deteriorada, además afectada por la edad, de allí que a los pocos días
de ser electo para el cargo de Presidente de la República por el Congreso,
fallece, lo que desata una lucha familiar por la sucesión presidencial, entre
José Ruperto Monagas, hijo del fallecido presidente, y primer designado a
la presidencia, y su primo el general Domingo Monagas Marrero.
Levantamientos militares encabezados por el caudillo y presidente del
Estado Zulia: el general Venancio Pulgar, movimiento que se inicia el 23
de julio de 1869, y la persecución política que se ensaña contra los libera-
les, fuerzan la salida al exilio de Antonio Guzmán Blanco y la de su padre
Antonio Leocadio Guzmán que huyen a la Isla de Curazao, quienes eran las
cabezas visibles del partido Unión Liberal fundado en 1869. Tal era la crisis
de la reciente República fundada en 1830 que la etapa que transcurre entre
la muerte del general José Tadeo Monagas en 1869 y el triunfo de la Revo-
lución encabezada por el general Guzmán Blanco, ha pasado a la historia
como la “edad dorada de la anarquía”. Era un país que adolecía de una cabeza
de gobierno con autoriítas y autoridad, se desconocía quién gobernaba en
Venezuela, y el clamor nacional era la necesidad de instalar un gobierno que
gobierne, que imponga la paz, y las grandes mayorías nacionales volcaban
su mirada hacia el joven general Guzmán Blanco, quien había demostrado
ser un caudillo con vocación de poder y de eficiente actuación ya demostrada
entre los años de 1864 a 1868 cuando actuo como encargado de la Presidencia
de la República.
Toda esta lamentable nueva tragedia que vivía la “República Federal”
surgida de la “Guerra Larga” o “Guerra de los 5 Años” –como se le conoció
posteriormente–, desembocó en un nuevo escenario de violencia, otra revo-
lución corría como candela por las sabanas y proclamaba simultáneamente el
nombre del general Guzmán Blanco como jefe único de la nueva revolución,
apoyado por las tropas y el liderazgo de caudillos locales: los generales Joaquín
Crespo, en Guárico, Matías Salazar, en el Centro, Manuel Guzmán Álvarez,
en Oriente y José Ignacio Pulido, en Occidente; el país estaba en su manos
nuevamente. Guzmán Blanco desembarca en las costas falconianas el 14
de febrero de 1870 y marcha a Caracas al frente de 8.000 hombres, libra la
batalla de Guama y derrota a las tropas oficialistas, y sin mayores obstáculos
tomará la capital el 27 de abril al mando de la “Revolución de Abril”. Los
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caudillos que lo apoyaron, se instalarán en el poder por las próximas tres
décadas; dueños del escenario político llegarán hasta ejercer la presidencia
de la república y el mando militar, entre ellos el caudillo oriental Manuel
Guzmán Álvarez. Guzmán Blanco, agradecido, les ascenderá a grados
superiores. Crespo a los 29 años es ascendido al grado de general en jefe.
El 11 de julio de 1870 el general Antonio Guzmán Blanco convoca
a un Congreso de Plenipotenciarios de los estados a reunirse en la ciudad
de Valencia, bajo la presidencia de su padre Antonio Leocadio Guzmán,
Asamblea que ratifica a Guzmán como presidente interino. De esta manera
se da inicio a una etapa de gobernabilidad de las más fecundas en obras,
reorganización del Estado, nuevas leyes y reformas administrativas de tras-
cendental importancia. Se apreciarán a partir de allí reformas urbanísticas en
Caracas y otras ciudades del interior, se dará inicio al primer plan de vialidad
nacional, a la creación de la moneda nacional y de la estadística, entre las
políticas más resaltantes. Sin embargo, la paz que tanto reclamaba el país
no estaba fortalecida y lograda, pues se produjeron brotes de alzamientos en
el Apure, comandados por dos caudillos llaneros como fueron los generales
Herrera y Olivo quienes gozaban de prestigio y de significativa capacidad
estratégica para el combate. Este nuevo hecho de violencia es combatido por
el propio Guzmán Blanco, demostrando en esta operación militar su capa-
cidad de estratega y hábil conductor de tropas, llevando al general Crespo
como jefe de operaciones, lo que lo proyectará en el ámbito nacional, y en
menor grado a los generales José Ignacio Pulido, Linares Alcántara, León
Colina y Matías Salazar, quienes en lo adelante tendrán importante figura-
ción nacional; mientras, el general Manuel Guzmán Álvarez se consolida
como la figura política y militar de mayor prestigio en Oriente, y el militar
que representa fielmente la línea del régimen guzmancista. Dominados los
facciosos, escribe el general Guzmán Blanco, luego del triunfo de la batalla
de Caño Amarillo en el Apure, que puso fin a los alzamientos: “Vi evidente
la victoria afirmando el triunfo de la Revolución de Abril y asegurada la
paz de la república y con ella la práctica de las instituciones, el imperio
de la mayoría popular y el verdadero régimen de la Ley y el Derecho”. De
inmediato designa al general Crespo segundo designado a la presidencia de
la república. Sin embargo, tendría Guzmán Blanco que continuar enfren-
tando levantamientos en armas, entre ellos el del general Matías Salazar,
prestigioso y valiente militar, y hombre del grupo cercano a Guzmán, quien
el 19 de abril de 1872 se levanta en armas, pero el 29 de abril, luego de una
tenaz persecución es derrotado por tropas del gobierno, sometido a juicio
 Cipriano Castro
38 Restaurador de Venezuela
y condenado a muerte, sentencia que es confirmada el 16 de mayo por el
presidente Guzmán, y, luego es ejecutado.
Con esta sentencia –al fusilar al general Salazar, hombre de prestigio en
los estados Cojedes y Carabobo, de reconocidas dotes militares, elemento
fundamental que contribuyó al éxito dos años antes de la “Revolución de
Abril” que dio el triunfo a Guzmán y lo elevó al poder–, quiso Guzmán
Blanco lanzar un escarmiento contra posteriores acciones que condujeran
a alzamientos de otros caudillos con ambiciones presidenciales. Sobre el
fusilamiento de este personaje de la corte guzmancista, el propio Guzmán
expresaría, cuando quisieron eximirlo de ser el responsable del fusilamiento y
endosárselo al Consejo de Guerra que lo juzgó, muchos años después, en una
carta fechada en París y enviada a Benito Figueredo: “Ese muerto es mío”.
Casi de inmediato se producen dos nuevos episodios similares al de
Matías Salazar, cuando los generales León Colina y José Ignacio Pulido, de
la más cercana corte republicana guzmancista, manifiestan su descontento
con la actitud asumida por Guzmán de buscar la continuidad en el poder, así
como expresaban su disconformidad con el papel que ambos tenían en este
“Septenio” de gobierno, alegando que tenían el mismo derecho de aspirar
a la Presidencia, y en el año 1874 tanto Colina en Coro como Pulido en el
Oriente toman la vía de las armas contra Guzmán. Pero en una breve cam-
paña militar las tropas oficialistas en Oriente, al mando del general Manuel
Guzmán Álvarez, derrotan al general Pulido y lo mismo ocurre con el general
Colina en Occidente. Sobre estos sucesos comentaría el presidente Guzmán,
luego de derrotarlos con tropas a su mando: “En Oriente hay un general sin
tropas y en Occidente unas tropas sin general”. Al final del “Septenio”, en
1877 y luego de sopesar el triunfo de las tropas de Crespo que al mando
de un ejército de 3.000 hombres derrotó junto a él al general León Colina,
Guzmán Blanco lo designa Ministro de Guerra y Marina y al general Manuel
Guzmán Álvarez en Oriente lo asciende a general de división y Jefe de la
Guarnición Militar en Barcelona con mando en la región Oriental.
- Los liberales de Antonio. El gobierno del compadre Alcántara
Una vez culminado “El Septenio” del gobierno guzmancista, en la corte
liberal del “Ilustre Americano”, o del “El autócrata civilizador” como se hacía
llamar Guzmán, se plantea entonces seleccionar su reemplazo con alguien
que garantizara el “continuismo” amparado en la doctrina y en la bandera
liberal-federal; luego de largos debates, seleccionan al general Francisco
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Linares Alcántara, hombre de reconocido prestigio en la región central y el
estado Guárico, un hijo de la guerra que compensaba su carencia de ilustra-
ción con sus cualidades innatas de estratega y talento propio sobresaliente
en la conducción de hombres. Era Linares hombre de reconocido valor
personal, lo que era respetado por los círculos de la corte republicana de
Guzmán, y condición esencial que exigía la realidad nacional caracterizada
por una beligerancia permanente. Frente a la fuerte presencia de Linares como
candidato, contando con el beneplácito de Guzmán, de quien, además, era
su compadre, estaba también la del general de la Federación Hermenegildo
Zavarce, quien al final declina ante la inclinación manifiesta de Guzmán
por su compadre, quien le garantizaba con fidelidad el control del poder y
su posterior traspaso a él.
Realizadas las elecciones para el bienio presidencial 1877-1879 resultó
electo por mayoría el general Linares Alcántara, quien al poco tiempo de
asumir la presidencia da un viraje sorprendente a su conducta política frente
a Guzmán Blanco y lleva al gobierno a personalidades liberales que disentían
radicalmente de Guzmán, tanto en el sector militar como del foro intelectual,
e igualmente se desencadena un sentimiento antiguzmancista en la Capital
y en Valencia lo que lleva al ex-presidente a abandonar el país y a radicarse
en París desde donde oteará la situación de Venezuela.
Sin embargo, y como factor de unión entre los liberales y con el propio
Guzmán, designa al general Joaquín Crespo como Ministro de Guerra y
Marina, lo que fue entendido por Crespo como un nombramiento que res-
pondía a los compromisos del presidente con el general Guzmán Blanco.
Mas Crespo comenzó a oponerse dentro del gabinete a la pretensión de Li-
nares de reformar la Constitución con la finalidad de permitir la reelección
subsiguiente y extender la duración del período presidencial a cuatro años
y así poder reelegirse nuevamente; al verse enfrentado frente a la mayoría
alcantarista, Crespo renuncia al cargo de Ministro de Guerra y Marina y fija
posición ante el país en un manifiesto que denominó “En defensa de la Causa
de Abril”, donde ratifica su irrestricta posición de apoyo a Guzmán y a su
línea política dentro de las filas liberales, hecho que le obliga a exiliarse en
la vecina isla de Trinidad, pues el ataque de la prensa oficial dejaba entrever
que sería sometido a prisión y enjuiciado por rebelión. El presidente decreta
posteriormente una amnistía de los presos políticos de Guzmán y con ello
regresan al país prestigiosos caudillos militares exiliados, entre ellos: Colina,
Pulido, Pulgar y el aguerrido Arzobispo de Venezuela Silvestre Guevara y
Lira, acérrimo enemigo político de Guzmán, quienes fortalecen la corriente
 Cipriano Castro
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antiguzmancista a nivel nacional. Toda una estrategia dirigida por el doctor
Laureano Villanueva a la sazón Ministro de Interior y Justicia, quien a través
de la prensa soterradamente deja filtrar las informaciones sobre las corrup-
telas ocurridas en el anterior gobierno de Guzmán, cometidas tanto por él
como por sus familiares y sus ministros. Convirtiéndose el Congreso Nacional
en la tribuna de discusión sobre la gestión de Guzmán Blanco, a pesar de que
los miembros de ambas Cámaras llegaron allí con el beneplácito de Guzmán,
y en un acto de parlamentarismo de calle llevado a cabo en la Plazoleta del
Calvario de Caracas, el presidente Linares rindió tributo a los legisladores, y
en el discurso de respuesta el presidente de la Cámara del Senado, el doctor
Eusebio Baptista, reconocido antiguzmancista, en un laudatorio discurso le
confiere el título de “El Gran Demócrata” al presidente Linares Alcántara.
El proceso eleccionario toma características de encrispamiento y virulen-
cia, del cual el presidente Linares Alcántara se mantiene guardando distancia,
pero maniobra para estimular las aspiraciones de generales como Colina y
Pulido, evidentes antiguzmancistas, así como asoma también la candidatura
el abogado Raimundo Andueza Palacio, al mismo tiempo que mantiene su
disposición de llevar a cabo una conjura constitucional para mantenerse en
el poder, situación que termina por enviar al destierro al general José Ignacio
Pulido y a Andueza Palacio, mientras el general León Colina proclama la
necesidad de poner en vigencia la derogada Constitución Federal de 1864.
Linares Alcántara, por su parte, llama al país a elegir una Asamblea Nacional
Constituyente y con ello regresar al período constitucional de cuatro años, lo
que hacía desaparecer los llamados “bienios”, impuestos por Guzmán Blanco,
consumando de esta forma un golpe constitucional. Frente a esta realidad,
Joaquín Crespo, recién llegado de Europa, en donde analiza la situación
con el ex-presidente Guzmán Blanco, lanza desde su exilio en Trinidad, una
proclama que denominó “Golpe de Estado”, donde critica la convocatoria a
esa Asamblea y la tipifica de golpe de estado contra la constitucionalidad y
las instituciones legalmente establecidas, alegando “que cualquier reforma
al Pacto Fundamental sólo se podrá hacer a solicitud de las asambleas le-
gislativas regionales”, en una confrontación abierta con el presidente Linares
a quien califica de: “Reo de la soberanía nacional y causante de los males
a la patria que acarreará su usurpación”.
La situación se distorsiona aún más con la repentina muerte del presi-
dente Linares Alcántara, el 21 de noviembre, deceso atribuido a múltiples
causas y que generó “comidillas” en el agitado mundo político nacional.
Designándose interinamente al presidente de la Alta de Justicia, el doctor
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Jacinto Gutiérrez, encargado del Poder Ejecutivo, mientras, la Asamblea
Constituyente declara a los generales Gregorio Valera y Gregorio Cedeño
1er. y 2do. designados a la Presidencia de la República. El primero era
hermano del presidente fallecido, de poca relevancia en la vida política y
militar, quien al verse al frente del gobierno, en un país políticamente con-
vulsionado, económicamente empobrecido y socialmente afectado por graves
patologías, no ve más alternativa que solicitar los consejos de Guzmán, y
desde su residencia en la ciudad luz, París, éste le recomienda: “General,
enciérrese en los cuarteles, no se deje aconsejar por ningún político y es-
pere que yo llegue”. Por su parte, el general Gregorio Cedeño, inconforme
por la designación de Valera, expresa rechazo a su designación, lideriza el
descontento contra éste y encabeza una nueva revuelta conocida como la
“Revolución Reivindicadora de Cedeño”, que se desata a nivel nacional en
apoyo al retorno de Guzmán, designándolo “Director Supremo de la Guerra”,
movimiento que tiene su epicentro en Valencia, de donde arranca el 27 de
diciembre de 1878, recibiendo de inmediato el apoyo de las plazas militares
de Yaracuy, Lara, Portuguesa y Maracaibo, y en el Oriente, del general Ma-
nuel Guzmán Álvarez, jefe de la guarnición de la región. El 13 de febrero
de 1879, 14 mil soldados entran a Caracas, previamente el general Joaquín
Crespo había desembarcado en Puerto Cabello, procedente de Trinidad, y
marcha inmediatamente hacia el Guárico, esto determinó la caída de Valera
y la capitulación de los caudillos alcantaristas, los cuales en todo el país se
rinden el 6 de febrero de 1879.
El 29 del mismo mes llega al puerto de La Guaira el general Guzmán
Blanco, procedente de París, quien fuera llamado por el jefe de la “Revo-
lución Reivindicadora”, y recibe el gobierno de manos del general Cedeño
quien es designado de inmediato Ministro de Guerra y Marina. Este retorno
de Guzmán viene ahora cargado de emocionalidad, de represión contra los
antiguzmancistas y contra las deslealtades ocurridas durante el gobierno del
fallecido presidente Linares y de todos aquellos que apoyaron la reforma
constitucional. Mientras tanto, elaboró la famosa “Lista negra” en la cual
incluyó a quienes le adversaron y los calificó de “enemigos de la patria y de
la libertad”. Regresaba soberbio, engreído, orgulloso, como lo expresaba en
las tertulias con sus amistades, donde alardeaba de su vinculación con la alta
sociedad y políticos parisinos, vistiendo los uniformes de gala que a finales
de siglo vestían los mariscales del ejército francés. Como primera medida
gubernamental, Guzmán crea la guarnición militar de Aragua y el Distrito
Federal con un solo comando, así como organiza las otras guarniciones del
 Cipriano Castro
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territorio nacional, designando al general Joaquín Crespo Jefe de la Guarni-
ción del Centro y custodio del parque y seguridad del gobierno.
Este nuevo período de gobierno se denominó “El quinquenio”: 1879-
1884. Es necesario recordar que en su primer gobierno, el Congreso de
Plenipotenciarios reunido en Caracas el 27 de abril de 1869, declaró vigente
la Constitución de 1864 con la cual gobernaría. El seis de junio de 1879
marcha a París y deja encargado de la Presidencia por seis meses a su tío
el doctor Diego Bautista Urbaneja, a su regreso concentra su esfuerzo en la
preparación de una reforma constitucional que da lugar a la promulgación
de la Constitución de 1881, entre cuyas modificaciones encontramos: reduce
a 9 los 20 estados federales; establece el poder municipal; el presidente será
designado por el Consejo Federal y compartirá con él el poder Ejecutivo.
Pone en práctica lo que se denominó la “transitoriedad” y las “aclamaciones”
nacionales, actos que le solicitaban su continuidad en el poder, el guzmanato
se prolongará así hasta 1884. Entre los principales objetivos de Guzmán de
convocar el Congreso de Plenipotenciarios estaba el ser elegido presidente
provisional de la república, con ello se libraría del título de “Dictador Supre-
mo” que se adjudicó cuando regresó a Venezuela, muerto Linares Alcántara.
Ya en el ejercicio de presidente constitucional de Venezuela y asegurado el
poder, con su regreso a Europa en su condición de presidente en funciones,
buscaba le fueran rendidos por las cortes europeas y los distintos gobier-
nos del viejo continente, los honores que tanto ambicionaba. Por su parte,
Crespo declina el nombramiento de Ministro de Guerra y expresa deseos de
permanecer en el centro del país como Comandante de Armas y custodio de
la paz en una zona neurálgica como era esa región. El nuevo gobierno de
Guzmán reemprende un nuevo plan de obras públicas y para ello contrata
empréstitos, trae colonizadores europeos, construye el sistema ferroviario del
centro y otorga a unos empresarios europeos concesiones para la explotación
minera en el país, lo que produjo en muchos sectores políticos malestar por
la forma en como fue otorgado el contrato, aun en las filas del guzmanato
hubo reacciones contrarias a lo que fue calificado como “una venta de Ve-
nezuela a extranjeros”, y acusaban a Guzmán de recibir jugosas ganancias
por efecto de tal negociación.
Concluido el bienio presidencial, el Congreso Federal reelige a Guz-
mán para el bienio 1882-1884, en una nueva farsa electoral, ahora con el
respaldo de importantes personalidades, entre ellos: Francisco González
Guinand, Vicente Amengual y Eduardo Calcaño, quienes desde la prensa
encendidamente lo aclaman, y con la abierta oposición de su padre –Antonio
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Leocadio Guzmán– quien aduce que era imperioso salvar la democracia y
garantizar el respeto a las instituciones jurídicas evitando toda intención de
su hijo. Por su parte, Guzmán maniobra a espaldas de un sector del libera-
lismo opuesto a su candidatura, llevándose a cabo una colecta nacional de
firmas en la cual se solicita un sacrificio: “en aras del bienestar y la paz de
la patria”, pidiendo en el mismo no dejar “huérfana a Venezuela”, como
lo expresó el doctor Vicente Amengual en su condición de presidente del
Senado ante las Cámaras Legislativas. Una vez consumadas las intenciones
de Guzmán, y al reasumir el Poder Ejecutivo en forma inmediata, designa
al general Crespo presidente del Estado Aragua (Miranda, Guárico y Nueva
Esparta formaban esta entidad federal de acuerdo a la Constitución vigente),
además de ser electo senador por el estado Guárico, colocándose así en la
sucesión presidencial y “gran ungido del patriarca Guzmán”.
- Joaquín Crespo, el segundo liberal de Antonio
Al final de su segundo gobierno, Guzmán mantiene como gobernante
una actitud de desinterés por su propia gobernabilidad, pasa la mayor parte
del tiempo entre el balneario de Macuto donde construyó una lujosa casa
de verano que llamó La Guzmania, en su hacienda Guayabita, y haciendo
viajes a Maracay y Valencia, considerada por él como la segunda Caracas,
y en la cual la “alcurnia” valenciana le rendía pleitesía para exaltarle su ego
y vanidad; mientras el ejercicio del gobierno lo llevan quienes “encargaba
del coroto”: Juan Monzón, Amengual o Nicanor Borges, puesto que su tío, el
doctor Diego Bautista Urbaneja, por “pequeñas” discrepancias sobre como
gobernaba, había sido echado de la corte republicana.
1884 será un año de mucha tensión política, es el fin del período de
gobierno, y un nuevo elemento se asoma en el cuadro de la lucha por el po-
der: el crespismo, erigido a la sombra de Guzmán, es visto con recelo por el
mismo. El Congreso Nacional, convocado a sesiones extraordinarias, deberá
resolver la sucesión presidencial; ante estas circunstancias Guzmán se retira
un tiempo de la presidencia dejando encargado al doctor Juan Mozón con fa-
cultades para recomponer el gabinete, quien aprovecha para designar a Crespo
Ministro de Guerra y Marina, mientras el crespismo caraqueño representado
por Barret de Nazarais, José Ramón Núñez, José Antonio Velutini, y Manuel
Guzmán Álvarez en Oriente, le sugieren que rechace el cargo pues ello le
inhabilitaría como Senador y lo sacaría del juego de los presidenciables y
como integrante del Consejo Federal. En tal situación Guzmán decide sacar
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44 Restaurador de Venezuela
a Crespo del gabinete, manteniendo el hermetismo sobre su favorito para la
presidencia en el próximo bienio. El 19 de febrero, ante la falta de decisión
de Guzmán, se produce una reunión de parlamentarios liberales en su resi-
dencia de la Casa Amarilla. En esa reunión se observó mucha fraternidad
en la tertulia ocurrida entre Guzmán y el senador Joaquín Crespo lo que fue
visto como una señal de ungimiento presidencial. El 7 de abril Guzmán hace
designar el Consejo Federal y entre sus miembros está Joaquín Crespo. Este
cuerpo eligirá el escogido por Guzmán, y luego de un “consenso cupular”,
el general Crespo es designado “por mayoría absoluta” Presidente de la
República para el bienio 1884-1886. Tenía 46 años el nuevo hombre fuerte
de Venezuela que dominará el escenario político nacional hasta su muerte
en 1898 en Mata Carmelera, persiguiendo al “Mocho” Hernández, cuando
era Comandante de Armas de Valencia durante el gobierno del presidente
Ignacio Andrade. Crespo, al asumir el control del Poder Ejecutivo, anuncia
al país que mantendrá una línea de gobierno conservadora, que preservará
los principios ideológicos liberales y los postulados políticos de la “Causa de
Abril”. Enfatizando en los círculos palaciegos su firme convicción de que al
final de su gobierno “traspasaré el gobierno nuevamente a Guzmán Blanco”,
demostrando con ello que sería un gobierno que conservaría el poder sólo
para la causa liberal y para Guzmán.
Sin embargo, en el decurso del primer año de la gestión crespista, los
seguidores de Guzmán que constituían el bando de los llamados “ilustres”,
empiezan a dar un viraje hacia el nuevo presidente, iniciándose como siempre
en la alta esfera política caraqueña los cambios de postura, tal fue el viraje,
que conocidos y “fieles” alabarderos, y los númenes liberales encabezados por
el doctor Francisco González Guinand, ven en Crespo al nuevo caudillo y se
distancian hábilmente de Guzmán, le siguen José Rafael y José Ramón Núñez,
José Antonio Velutini, y Manuel Guzmán Álvarez en Oriente, presidente y
hombre fuerte de la región que conforma el Gran Estado Bermúdez integrado
por Anzoátegui, Sucre y Monagas. Éstos son incluidos en una extensa lista
entregada a Guzmán, como los responsables de que en el gobierno existan
jerarcas de abierta oposición a él, que desde París observaba con preocupación
la situación, pero en la seguridad de que el general presidente era custodio
del poder. Sin embargo, Guzmán Blanco acepta la disidencia manifestada
por los doctores Rojas Paúl y Francisco González Guinand, actitud que es
justificada como una forma de expresión plural dentro del liberalismo. A
otros les preocupa el futuro político y aducen que Guzmán es muy confiado,
de allí en adelante se formarán dos corrientes dentro de las filas políticas
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liberales y dentro del régimen, para marcar diferencias entre crespistas y
guzmancistas, tal que, los nucleados alrededor de Guzmán lo denominaban el
“Jefe de la Causa”, y a Crespo el “presidente de turno”. Un hecho que causó
conmoción en el país y creó un sisma en el Partido Liberal fue la muerte del
“viejo” Antonio Leocadio Guzmán ocurrida el 13 de noviembre de 1884.
Este hecho trajo un reacomodo en las filas liberales, a lo que se le añadía
la crisis económica que embargaba a la nación, debido a las limitaciones
financieras y el estancamiento de la agricultura.
De tal manera, que este primer gobierno de Crespo estuvo caracterizado
por mucha pobreza, severas patologías de salubridad pública y calamidades
de todo género; políticamente el país se desenvolvió en medio de una paz
precaria, pero paz al fin. Así como un estilo en el ejercicio de la goberna-
bilidad con marcada diferencia entre Guzmán y Crespo. Se había disipado
la figura altanera, ególatra, presumida y autosuficiente que caracterizaba a
Guzmán, por un presidente accesible, campechano, pero que sabía manejar
un comportamiento adecuado frente a la realidad del país y de su pueblo, lo
que le hizo crear un ambiente vinculante con todas las regiones del país y
crear lazos y estructuras grupales que le garantizarían posteriormente apo-
yos y lealtades políticas importantes para consolidarse posteriormente en el
poder. Lo que de alguna manera significaba, dentro de las filas, liberales la
declinación del guzmancismo y su forma despótica-autócrata de entender
el poder, y le permitió a Crespo por otra parte armar una estructura política
en el propio seno del liberalismo, sin necesidad de recurrir a las consabidas
perversas alianzas antinacionales, los alzamientos en armas o las típicas
traiciones política.
Esta realidad existente y lo que Guzmán avizoraba desde su residencia
parisina, lo obligó a mover sus hilos y a sus adlátares en Venezuela a fin de
trabajar en pos de su retorno al poder para el bienio 1886-1888, lo que le faci-
litaría imponer una serie de reformas político-administrativas que permitieran
cambiar la mentalidad existente en el liderazgo político-militar, la necesidad
de erradicar la presencia de militares en el ejercicio de la presidencia, quienes
bajo formas de gobiernos personalistas y autocráticas habían causado mucho
daño y penalidades a la patria desde 1830; para lo cual comisionó a un “leal
venezolano”, como él lo llamaba: el doctor Juan Pablo Rojas Paúl, jurista,
civilista a toda prueba, ideólogo de la causa liberal, profesor universitario y
miembro de su corte republicana y exitoso ministro de sus gabinetes.
 Cipriano Castro
46 Restaurador de Venezuela
- La vuelta del autócrata
“Yo no le entregaré la Presidencia de Venezuela sino al general Guzmán
Blanco”, había dicho Joaquín Crespo en 1884 al asumir la presidencia de la
república, y se cumplió: El 27 de abril de 1888 se reunió el Consejo Federal
para resolver la designación de nuevo presidente, que por unanimidad, me-
diante el voto público llevado en su seno, eligió de nuevo al general Guzmán
Blanco Presidente de la República para el bienio 1886-1888, quien esperaba
la decisión junto a su familia en París. El 15 de septiembre llega a Caracas
y se juramenta como presidente de la república; vuelve con otra mentalidad
y una nueva visión del país: era para él más importante el manejo de sus
negocios en París, ligado al boato, a los grandes cócteles y fiestas de la alta
jerarquía política y social francesa, en ésta, su tercera presidencia, el poder
le resultaba poco atractivo. Por otro lado, el país miserable también había
cambiado algo y en ello tuvo que ver mucho su paso por la presidencia durante
el “Septenio”, pues se habían modificado ciertas estructuras sociales y en
algo su fisonomía, hay en el país una generación de universitarios, academias,
actúan en la vida económica y política numerosos venezolanos que fueron
beneficiarios de becas otorgadas por el propio Guzmán para seguir estudios
en centros de enseñanza superior en Europa, ya parte del país casi ni conoce
a este personaje que es visto en Caracas como un extranjero.
Actúa políticamente durante esta gestión con dureza y habilidad contra
sus adversarios aun dentro de las filas liberales, se las ingenia para des-
mantelar las fuerzas políticas crespista, con la finalidad de contrarrestar la
actividad política de dos personajes de mucha influencia en sus regiones:
los generales Barret de Nazarais y José Antonio Velutini. En medio de esta
realidad conflictiva interna del liberalismo, el partido tiene dos bloques in-
fluyentes y organizados, que luchan internamente por sobreponerse el uno
al otro, rompiendo la unidad monolítica que le había garantizado el control
del poder por 25 años. Consumado el fraccionalismo, Guzmán Blanco acepta
que Crespo se ha adueñado del partido, controla sus bases y la mayoría más
influyente a nivel dirigencial. Hacia el término del bienio y luego de sortear
el conflicto con Inglaterra por la disputa de la fijación limítrofe por el Sur
con la Guayana, Guzmán Blanco renuncia a la presidencia ante el Consejo
Federal en agosto de 1888, y asume la presidencia de la república el general
Hermógenes López. Ahora su actividad se encamina a reconstruir su fuerza
política dentro del liberalismo. Guzmán convoca al general Crespo a una
conferencia en Turmero para parlamentar sobre la sucesión presidencial y
buscar un acuerdo entre las fracciones liberales. Allí Guzmán le advierte a
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del Caribe 47
Crespo lo que su padre había hecho con él cinco años atrás, cuando se opuso
a su reelección y lo intima a que fije posición, ante lo cual Crespo responde
que no quiere aventurarse a postular a alguien, y ante esta posición le advierte
que: “No cuente con él para apoyarlo en la reelección, ya que ello sería una
repetición de situaciones pasadas, como la ocurrida entre Páez y el general
Carlos Soublette”, pues ahora para Guzmán eso sería burlar la voluntad del
soberano; ante la tajante postura de Guzmán y su negativa a postularlo nue-
vamente, el caudillo llanero le responde que no está entre sus metas –a corto
plazo– aspirar a la presidencia y en prueba de ello abandonaría el país con
su familia, manifestándole Guzmán Blanco que él igualmente se marchará a
Francia. Esta situación entre los dos caudillos significó la ruptura definitiva
entre ambos. Guzmán ante el ambiente general en su contra se marchará a
Francia, y Crespo se autoexilia a montar sus planes revolucionarios contra
la ya conocida posición de Guzmán de apoyar al doctor Raimundo Andueza
Palacio.
En el seno del Partido Liberal reinan la incertidumbre y la anarquía.
Guzmán desde su cómoda vida parisina mantiene una activa comunicación
de cartas y emisarios tratando de recomponer un deterioro que ya es irrever-
sible en el seno de las filas liberales, y se inicia una lucha por el poder con
una variopinta de candidatos, inclusive en el seno del Consejo Federal. En la
arena política de la lucha figuran Manuel Antonio Matos Fonseca, Francisco
González Guinand y Muñoz Tebar, entre los más notables. Mientras, el pre-
sidente interino Hermógenes López es presionado para que dé un golpe de
estado a lo cual él se opone más por miedo a la reacción de Guzmán, quien
desde París ordena que los liberales se reúnan en una Convención Nacional
para que desde su seno salga el nuevo presidente de Venezuela, convención
que se reúne sin la presencia del general Crespo. Los integrantes de la Con-
vención asisten con el lineamiento de votar por el jurista Juan Pablo Rojas
Paúl, votos que fueron “amarrados” previamente según lo expresara más
tarde el candidato Francisco González Guinand. Sin embargo, en medio de
las deliberaciones de la Convención y a pesar de haber elegido a Rojas Paúl,
el Congreso a través del Consejo Federal no da el visto bueno al elegido, lo
que obliga al presidente Hermógenes López a declarar la emergencia nacional,
detiene a parlamentarios, convoca sus sustitutos y se cumple lo esperado,
ratifican la elección del doctor Rojas Paúl: se consumaba así la farsa urdida
desde Francia por Antonio Guzmán Blanco. El 2 de julio de 1888 Rojas Paúl
es designado Presidente de la República y se juramenta ante el Congreso
Nacional el 5 de julio.
 Cipriano Castro
48 Restaurador de Venezuela
- Gobiernos de los letrados
El ciclo civilista en el ejercicio de la presidencia de la república se inicia
con la designación del jurista Juan Pablo Rojas Paúl, bienios que concluirán
en 1892 con el gobierno del doctor Raimundo Andueza Palacio. Hombres
ligados indefectiblemente con el pensamiento liberal, fieles a Guzmán, ex-
perimentados parlamentarios, de dilatada experiencia en el manejo de los
asuntos públicos, lograda en distintas pasantías en los gobiernos liberales,
con poca vinculación con los caudillos acantonados en las distintas entidades
Federales, pilares de la alianza y de la corte de Guzmán Blanco, quien de
nuevo selecciona al doctor Rojas Paúl para la presidencia de la república, en
medio de la más severa crisis que el liberalismo había atravesado desde su
instauración en el país. Habían transcurridos entonces 20 años de hegemonía
guzmancista. Se le atribuye a este jurista el haber iniciado el desmontaje del
aparato guzmancista mediante una acción soterrada desde el solio presidencial
para acabar con la forma de gobernar implantada por Guzmán desde Europa,
así como el desmantelamiento de los grupos que se repartían los disminuidos
recursos del tesoro público, los cargos y las prebendas.
A un año de haberse instalado el gobierno del doctor Juan Pablo Rojas
Paúl –que había sido electo por el Consejo de Gobierno el 2 de julio de
1888–, la corriente antiguzmancista logra imponerse sobre las otras facciones
liberales con la presencia de líderes como Laureano Villanueva, Andueza
Palacio y Nicanor Bolet Peraza, a los cuales se suman otras personalidades
universitarias de las nuevas generaciones que rechazan la forma de manejar
el país impuesta por Guzmán y su padre Antonio Leocadio. Mientras tanto
Crespo –el nuevo poder detrás del trono–, hace esfuerzos por marcar distancia
del guzmancismo y de la imagen personalista del autócrata auto exiliado en
París. Aparecen nuevas organizaciones políticas, y en torno al presidente
Rojas Paúl se reúnen viejas figuras del liberalismo execradas por Guzmán,
muchos de los cuales habían tomado el camino del destierro, y que lo fortale-
cerán en su ruptura con el liberalismo guzmancista, dándole a su gobierno y
gestión el nombre de la “Rehabilitación Nacional”, propone la discusión de la
reforma constitucional y el retorno a la Carta Fundamental de 1864 que hacía
posible el voto directo, universal y secreto para la elección de los Poderes
Públicos, así como llevar el período presidencial a 4 años de duración; sus
partidarios le sugieren que compita con las aspiraciones de Crespo y bus-
que la reelección, avalado en el prestigio político ganado, a la par de que
su gestión gubernamental ha sido aceptada a todo lo largo de la geografía
nacional. Se mantiene a la expectativa y pendiente de las informaciones
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del Caribe 49
sobre la invasión que desde Trinidad prepara el general Crespo, la cual fue
abortada por el gobierno de la isla. Crespo no cede en sus intenciones y en
compañía del general J. A. Velutini, a bordo del navío “Ana Jacinta”, inicia
una nueva aventura revolucionaria que fracasa y es llevado a la prisión de La
Rotunda, en Caracas, donde al mes siguiente y a instancias del gobernador
de Caracas, el general Ignacio Andrade, se produce una reunión entre Crespo
y el presidente Rojas Paúl, acordándose un armisticio sobre la base de que
el presidente mantenga su línea de desmantelamiento del guzmancismo,
incluyendo el derrumbe de sus estatuas diseminadas por Caracas. Crespo
sale en libertad a condición de abandonar el país.
La situación se hará más conflictiva, lo que ocasiona la renuncia del
presidente, el 8 de mayo de 1889 por la fuerte presión de los liberales guz-
mancistas, la cual no es aceptada por el Congreso. Este ensayo de gobierno
civilista, primero después del de José María Vargas en 1835, culmina con
la elección por el Consejo Federal, de Raimundo Andueza Palacio como
Presidente de Venezuela, político liberal, ministro de Interior y Justicia en el
gobierno saliente. Al asumir el nuevo gobierno, Andueza Palacio se orienta
al desmantelamiento del aparato político de Rojas Paúl, rodeándose de sus
amigos bajo la dirección los doctores Francisco Batalla y Sebastián Casañas,
armando en la práctica un triunvirato de poder que entra en conflicto con el
ex-presidente Rojas Paúl quien bajo la presión oficial se ve obligado a tomar
el camino del destierro. Se habla ahora del “trío” Andueza-Batalla-Casañas,
a quienes les critican el que las decisiones de Estado y el manejo de los pro-
blemas fundamentales del país no se tomen en el Capitolio Federal, sede del
Poder Ejecutivo, sino en los elegantes salones del Club Venezuela, donde
desde hacía mucho tiempo los integrantes del “trío” gubernamental eran so-
cios. Allí, en conciliábulo y de espalda ante los graves problemas nacionales,
se dedican a trabajar para lograr la reforma constitucional, manifestando el
presidente su intención de buscar la reelección, dando origen a que en los
corrillos políticos se vuelva a hablar del mismo “continuismo”, conducta
puesta en vigencia por Guzmán y practicada por los anteriores ex-presidentes
con funestos resultados políticos. La actitud del presidente Andueza Palacio
llevó a un nuevo fraccionamiento del liberalismo, a los grupos existentes:
guzmancistas, crespistas y rojaspaulistas, se le sumaba los anduecistas-
continuistas. La maniobra urdida por Casañas, en funciones de ministro, y
de Amengual, estaban a punto de dar su resultados: la reelección de Andueza.
Las facciones liberales se baten con fiereza en el ámbito nacional en el último
año de gobierno de Andueza, cuando entra en vigencia la Constitución, que
 Cipriano Castro
50 Restaurador de Venezuela
para el general Crespo debería estar vigente a partir de 1893, mientras que
para Andueza es de inmediato, lo que garantizaría su reelección para este
año 1892. Los grupos afectos a Andueza exigen su inmediata reelección, lo
que pone en juego la paz de la República.
- La crisis política entre los letrados liberales
hasta ahora, el país se había mantenido en una calma política poco usual,
salvo el intento de crespo al invadir el país, “revolución” que no pasó de ser
una acción intrascendente. sin embargo, el ambiente político está enrarecido,
el fraccionalismo liberal nomina varios candidatos para sustituir al presidente
andueza palacio. el fracaso de las actuaciones de los civiles en el gobierno,
representados por el ex-presidente rojas paúl y el presidente andueza, están
precedidas por su ambición de permanecer en el poder, lo que plantea la
presencia de un nuevo “gendarme”, que calme la situación, a lo que se añade
la intención del presidente andueza de desconocer las instituciones jurídico-
políticas y la legalidad constitucional, hecho que ocurre el 14 de abril de 1892
al proclamarse dictador, lo que le da oportunidad al general joaquín crespo
de convertirse en el defensor de la legalidad y de la constitución.
Ante esta situación, el general Crespo busca el apoyo y respaldo, bajo
juramento, de los distintos caudillos regionales, civiles y militares, afectos
y comprometidos con la causa liberal. Le acompañarán: el general Ramón
Guerra, bravío general y gran estratega probado en los campos de batalla
desde el estallido de la Guerra Federal en 1859; el general Manuel Guzmán
Álvarez, caudillo indiscutible en el Oriente de Venezuela; los generales Co-
lina, Juan Pietri, J. A. Velutini, Fonseca y Abreu que conformaban el cuerpo
de generales comandantes de los distintos teatros regionales, así como nue-
vos generales formados bajo el guzmanato, fieles al crespismo: Wenceslao
Casado y Martín Vegas, entre otros, que militaban en la corriente amarilla,
de tal manera, que Crespo logra aglutinar a su alrededor a liberales de todas
las facciones, jóvenes y viejos generales curtidos en las guerras pasadas, y
los divisa con la bandera blanca, blanca por que significaba la pureza, pues
a su juicio la bandera amarilla era el signo de los guzmancistas, y la roja el
color de los conservadores.
Crespo denomina esta revuelta militar: “Revolución Legalista”, dirigida
contra la política continuista de Andueza Palacio cuyo período había conclui-
do el 20 de febrero de 1892, movimiento de carácter nacional que proclama
el fin del guzmanato y anuncia que, bajo su liderazgo, “cambiarán” las cosas
Fondo
Editorial
del Caribe 51
en el país y él será el nuevo caudillo de Venezuela. Alzado en armas en su
hato El Totumo, en el Guárico, luego de sopesar su papel está convencido que
ha llegado su hora ante al país, ha sido paciente y obediente a lo impuesto
por Guzmán en los 20 años que ha sido su subalterno militar y políticamen-
te. Vistos así los acontecimientos, Crespo hombre de decisiones, guerrero
formado en los campos de batalla, astuto, maquinador y con gran prestigio
político y militar en todo el país, se lanza a la guerra contra el “continuista”
como él llama al presidente Andueza Palacio. Simultáneamente el general
Manuel Guzmán Álvarez, llevando al general J. A. Velutini de segundo jefe
en operaciones, controla el Oriente, así como el general J. M. Hernández “El
Mocho” se levanta en armas en Guayana y toma la plaza, el general Anto-
nio Paredes lo hace en el Centro, y Juan Bautista Araujo y los Baptista, en
Trujillo, respaldan la nueva revolución. El mando militar del gobierno está
dirigido por Sebastián Casañas, de poca experiencia en campañas militares
y quien es derrotado en el sitio de Jobo Macho, donde quedan regados los
muertos y las esperanzas continuistas del presidente Andueza. Los avances
de Crespo sobre Caracas, el respaldo de los pueblos a la “Revolución Le-
galista”, unido al caos político que vive el país y la crisis entre los militares
liberales, hacen que para buscar una salida menos traumática y poner fin a
las hostilidades, los generales Domingo Monagas Marrero y el viejo caudillo
militar Luciano Mendoza le sugieran a Andueza Palacio que abandone la
presidencia, quien ante la derrota de sus tropas y seguro de que su gobierno
agoniza, entrega el Poder Ejecutivo el 17 de junio de 1892 a Guillermo Tell
Villegas, presidente del Consejo de Gobierno, y casi de inmediato asume el
doctor Guillermo Tell Villegas Pulido, quien era el último de la lista como
integrante del Consejo de Gobierno.
En medio de un caos político y la diseminación de guerrillas y combates
en casi todo el país, el Congreso Nacional propone al general Crespo el cese
de las hostilidades y el nombramiento de un civil en la presidencia, como
salida constitucional, a lo que él se opone y continúa con las hostilidades,
hasta que vencida la resistencia opuesta por el general José Ignacio Pulido,
luego de siete meses de guerra civil, el día seis de octubre de 1892, entran
a Caracas las primeras avanzadas del ejército legalista, al día siguiente lo
hace el general Joaquín Crespo, nuevo caudillo de Venezuela, nuevo jefe del
liberalismo amarillo; ocupa de nuevo su antigua casa la “Quinta Santa Inés”
en Caño Amarillo que le sirviera de vivienda durante su presidencia entre
1884 y 1886, volverían allí cortesanamente las viejas caras que le acom-
pañaron en su etapa de gobernante, pero ahora más serviles, más sumisos,
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
52 Restaurador de Venezuela del Caribe 53

esperando fueran aceptados por “El Jefe” quien tenía sobradas suspicacias
de la camarilla caraqueña, que pretendía sustituir a las que se formaron
CAPÍTULO
alrededor del presidente Andueza. II

-El triunfo del legalismo

El general Joaquín Crespo: “El héroe del deber cumplido”, como se le

llamará en lo adelante, entra de nuevo a Caracas, será el penúltimo caudillo
que conquista el poder mediante la invasión armada, resultado de una larga
práctica iniciada por Páez a partir de la disolución de la Gran Colombia en
1829.
Fue estruendosa la llegada. Guerrilleros civiles, tropas regulares entre
vítores: “¡¡¡Viva el Legalismo!!!” “¡¡¡Viva el general Crespo, el héroe del
deber cumplido!!!” Gritaban a estruendos, y otros voceaban: “¡¡¡Abajo el
guzmancismo, muera Guzmán!!!”, mientras el héroe cabalgaba en un caballo
blanco, el país estaba en sus manos, culminaba el liberalismo guzmancista
y empezaba otra era: el liberalismo crespista. Con él volvían los llaneros de
Páez y de Monagas que se mezclarían con los llaneros occidentales y los
valencianos y aragüeños. Esta vez era diferente, Crespo era el dueño absoluto
del escenario político, a diferencia de su primer gobierno 1884-1886 en el
cual sólo pudo ejercer la presidencia casi en calidad de “interino”, puesto
que cualquier acción trascendente o decisión importante en materia admi-
nistrativa, tenía que pasar por los filtros de la camarilla que Guzmán había
dejado montada para “vigilar” su gestión, o los “consejos” que desde París
le enviaba consecutivamente, vía telégrafos, recordándole la fidelidad a la
“Causa de Abril”. Crespo era el nuevo “taita” como Páez o los Monagas
en sus tiempos.
El mes de octubre, con la llegada del nuevo “salvador de la patria”, cul-
mina con una andanada periodística y emisión de panfletos donde se reflejaba
en forma inquisitorial la responsabilidad de todos los males de Venezuela que,
por supuesto, le achacaban a los ex-presidentes Rojas Paúl y Andueza Palacio,
gobiernos que reflejaron una ilusión de democracia nunca consolidada, que
sin embargo produce una fuerte actividad política y periodística, se discuten
a viva voz los problemas nacionales, se inician gestiones para la fundación
de nuevos partidos y se propone una reforma constitucional que conlleva
 Cipriano Castro
54 Restaurador de Venezuela
un freno para obstaculizar los ímpetus personalistas de los presidentes, así
como se dota la Carta Magna de instrumentos para balancear el predominio
presidencialista, inclusive, se discute el de darle poder al municipio para
cambiar drásticamente la función administrativa. Esta propuesta de reformas
esperada por importantes sectores del país, fue frustrada por la actitud am-
biciosa del aspirante a la reelección, el presidente Andueza Palacio, lo que
destruyó la precaria paz existente y devolvió el país a la violencia armada y
a la división en bandos políticos irreconciliables a los venezolanos, lo que
dio paso a la aparición del andinismo con los gobiernos iniciados por Castro
y seguido por Gómez.
El nuevo gobierno anuncia juicios de responsabilidad contra los anterio-
res jerarcas del régimen. Desaparecen de las paredes de las oficinas públicas
las fotos de Andueza y sus ex-ministros, igual que en los Clubes el “Paraíso”
y “Venezuela”, ahora se observan las fotos de Crespo junto a las de José
Antonio Velutini, Ramón Guerra y Martín Vegas; por otra parte, arrecia la
persecución contra los guzmancistas, anduecistas y rojaspaulistas. Se fun-
da el periódico El Deber, vocero del régimen, que en una de sus páginas
reseña el acto social que la alta jerarquía del Banco de Venezuela le dio al
presidente Crespo como lo más excelso y le endosa el epíteto: “peregrino del
patriotismo venezolano”. Al “trío” de Andueza, lo ha sustituido el de Cres-
po, con él al frente, el general Ramón Guerra como estratega y Pietri como
operador político, este último tuvo bajo su responsabilidad el seguimiento
de los juicios contra los ex-presidentes Rojas Paúl, Andueza, los interinos
Tell Villegas y los de una lista que alcanza cerca de 196 funcionarios de alta
y mediana jerarquía de los anteriores regímenes. Lista que al publicarse,
generó reacciones contrarias al régimen recién instaurado. Muchos de los
señalados logran entrevistarse con la esposa del presidente: Jacinta Parejo de
Crespo, para que mediara ante tan espinoso asunto, lo hacen validos de que
ella es opuesta a la presencia del Ministro Juan Pietri, quien es reemplazado
por el general José Antonio Velutini que suaviza la situación y limpia la lista
de muchos nombres a pesar de que éstos estaban en el exilio.
Entre los planes de Crespo está el de convocar a una Asamblea Nacional
Constituyente y procede a convocar a los pueblos para llevar a cabo tal pro-
pósito, lo logra rápidamente, y el 1º de mayo 1893 inicia sus deliberaciones
la Asamblea que designa a los generales José Antonio Velutini y Ramón
Guerra, como presidente, y vice-presidente respectivamente, este último
cercano a las filas conservadoras. La crítica de los analistas políticos no se
hace esperar, quienes catalogan las designaciones de “no estar integrada por
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del Caribe 55
grandes inteligencias... representan simplemente las agrupaciones persona-
listas que pusieron sus esfuerzos al servicio de la Revolución”, para otros fue
el pago por “el derecho a la victoria”. La Asamblea Nacional recibe en su
seno al Presidente interino Crespo y el discurso presidencial es leído por el
Canciller Pedro E. Rojas en cuyo contenido se hace hincapié de la necesidad
de enjuiciar a quienes atentaron contra la Constitución, a la par de que sea
este cuerpo el que dicte medidas de indulto que conlleven a la búsqueda de
la paz y el perdón. Expone el Presidente Crespo ante los legisladores: “Os
pido la más pronta sanción de tal acto de clemencia, ya que sois vosotros
los representantes de la soberanía nacional, los llamados a hacerlo”, ante lo
cual la Asamblea, en la voz de su presidente responde que ante la “magnani-
midad del presidente Crespo”, el cuerpo deliberante garantiza que “tratará
de extender su manto de perdón”. Sólo dos diputados se opusieron a que la
Asamblea Nacional Constituyente extendiera el indulto general solicitado por
Crespo: Antonio Aranguren y José Manuel “Mocho” Hernández, quien en un
encendido discurso ovacionado en varias oportunidades por el público que
asistió a esa sesión, acotó que se oponía a tal acto pues era necesario castigar
ejemplarmente a los ex-presidentes Andueza Palacio, Tell Villegas, Villegas
Pulido y a Sebastián Casañas. En la continuidad de las sesiones la Asamblea
cumplirá el cometido que era alargar a cuatro años el período Constitucional
y echar por tierra los bienios de gobierno impuestos por Guzmán Blanco,
volviendo así a la Constitución Federal de 1864.
La lucha política arrecia de tal manera, que profundizó las divisiones
que habían ocurrido con anterioridad en el Partido Liberal ahora dividido
en dos facciones. Culminada las deliberaciones y promulgada la Constitu-
ción Nacional sancionada por la Asamblea Nacional Constituyente el 12 de
junio de 1893 constante de 162 artículos, esta nueva Carta Magna reintegró
a los venezolanos el derecho al voto directo, universal y secreto, los pode-
res públicos que habían sido logrados en la Constitución Federal de 1864,
derechos que fueron cercenados en las distintas reformas constitucionales
hechas por Guzmán Blanco.
Promulgada la nueva Constitución Nacional se convocó a elecciones
generales, fijadas para el 10 de diciembre de 1893 en medio de un clima de
fuerte lucha política, pero de paz nacional. Vicente Amengual logra, a solici-
tud de Crespo, trazar una línea de acción publicitaria para separar la gestión
de Crespo y su liderazgo nacional, de los viejos vestigios que lo pudieran
vincular al liberalismo amarillo guzmancista, instaurado a partir de 1870,
con el inicio del septenio de Guzmán Blanco. Esto lo lleva a desarrollar un
 Cipriano Castro
56 Restaurador de Venezuela
movimiento nacional para consolidar la figura de Crespo como único jefe
del liberalismo, así como el haber sido el propulsor de importantes reivin-
dicaciones sociales, jurídicas, fiscales, monetarias y educacionales, en los
últimos 15 años.
Entre los políticos afectos a Crespo que se ponen a la cabeza de
esta estrategia, estaban personajes como Tomás Manuel Lander, Vicente
Amengual, M. J. Sanabria y Aníbal Dominici, entre los más destacados
por su eficiente labor política. El presidente Crespo por su parte, se man-
tiene al margen de la diatriba, no se involucra públicamente con ninguno
de los bandos, debido a su condición de jefe del poder ejecutivo. Se dan
encendidos debates en la prensa, en los cuales acusan a Crespo de estar
rodeado de un anillo de “amigos”, tal como sucediera con los anteriores
presidentes liberales. Pedro Emilio Coll en un artículo de prensa afirma
que a pesar de la libertad amplia de prensa y de expresión, el presidente
Crespo: “No oye la prensa, no oye a los verdaderos partidos y a la postre
hace lo que le da la gana”. Mientras tanto y para resguardarse de nuevas
aventuras armadas contra su gobierno, Crespo mantiene encarcelados a
conocidos jefes y políticos liberales, y otros conservadores en menor
cuantía, entre ellos a Francisco González Guinand, Carlos Rangel Gar-
biras, Hermógenes López y Alejandro Urbaneja.
En mayo de 1893 el presidente Crespo designa a Ignacio Andrade
Ministro de Instrucción Pública, a Antonio Ramella Gobernador de Ca-
racas y al general Ramón Guerra como Ministro de Guerra y Marina,
mientras el general Manuel Guzmán Álvarez está al frente del Consejo de
Gobierno en calidad de presidente. Crespo estratégicamente ha colocado
sus hombres en posiciones claves para enfrentar el acto eleccionario con
seguridad. Previo a la elección, el Presidente Crespo renunció al cargo del
jefe del poder ejecutivo y lo entregó al presidente del Consejo Federal,
general Manuel Guzmán Álvarez, quien asumió el mando de presidente
de la república en virtud de que Crespo había sido nominado candidato a
la presidencia de la república para las elecciones de 1894, respaldado por
un nuevo partido denominado Liberalismo Blanco que dirigían Horacio
Velutini y Rafael de la Cova, en tanto que los opuestos a Crespo dirigen
acusaciones contra el general José Antonio Velutini de haber maniobrado
en contra del Partido Liberal y haber traicionado los postulados liberales,
pero a pesar de ello, hacia el mes de octubre los liberales amarillos res-
paldan la candidatura de Crespo, pero bajo la condición de que adopten
la bandera blanca y corran sus votos hacia el Partido Liberal Histórico, lo
Fondo
Editorial
del Caribe 57
que genera una reacción violenta de la prensa liberal en cuyas páginas se
lee: “Los símbolos de los partidos no se cambian y nadie tiene derecho de
cambiar el color de las banderas así hayan flameado sobre el patíbulo de
Matías Salazar”, esto en clara alusión al fusilamiento de que fue objeto
el general liberal Matías Salazar en 1872, ordenado por Guzmán Blanco.
Quince días antes de culminar el proceso electoral, a pesar de las
fuertes divergencias, todos los liberales terminan apoyando a Crespo,
quien poseía el favoritismo popular frente a los otros 17 postulados.
Algo era una realidad, Crespo reencarnaba con su prestigio y liderazgo
la necesidad de un jefe de estado que garantizara la paz y la convivencia
nacional y continuara la modernización del estado y de la administración
pública, por eso triunfa en forma apabullante, y el 5 de marzo de 1894
una vez que el Congreso Nacional escruta los votos, lo declara presidente
electo para el período 1894-1898 con un total 349.473 votos, recibiendo
de manos de Pedro Ezequiel Rojas, presidente del senado, la certifica-
ción correspondiente a su nueva condición de presidente constitucional;
el día 12 regresa de Maracay donde había fijado residencia una vez que
entregó el gobierno al general Manuel Guzmán Álvarez: fue una entrada
apoteósica, con calles adornadas con cintas a colores, guirnaldas, arcos
de triunfo, con comparsas de niños de las escuelas y tropas en uniforme
de gala a lo largo del tránsito del “Héroe del deber cumplido” hacia
el Capitolio Federal. A la llegada del ferrocarril a la estación de Caño
Amarillo, él y su comitiva, son recibidos con 12 salvas de artillería de
campaña, cohetones y luces de bengala. Estaban presente altos digna-
tarios civiles, los viejos caudillos militares ataviados de gala con sus
uniformes afrancesados, y la oligarquía caraqueña. Al detenerse el tren,
el jefe provisional del gobierno y presidente encargado de la república,
general en jefe Manuel Guzmán Álvarez, le recibe con toques marciales
y le invita a tomar el carruaje que lo llevará al capitolio Federal, sede
de poder ejecutivo, para juramentarse ante el Congreso de la República
que funcionaba en el ala oeste del Capitolio Nacional, eran las 11 de la
mañana del 14 de marzo cuando se produce la juramentación del nuevo
mandatario ante el Congreso Nacional.
El 17 de marzo procede a la designación de su primer gabinete, quedando
integrado por: José Antonio Velutini, Secretario de la Presidencia; general
José Ramón Núñez, Ministro del Interior; Pedro Ezequiel Rojas, Canciller;
Fabricio Conde, Hacienda; general Ramón Guerra, Guerra y Marina; general
Augusto Lutowky, Fomento; Manuel Urbaneja, Instrucción Pública; David
 Cipriano Castro
58 Restaurador de Venezuela
León, Obras Públicas; general Víctor Rodríguez, Gobernador del Distrito
Federal. Igualmente de inmediato se instala el Consejo Federal de Gobierno
presidido por el general en jefe Manuel Guzmán Álvarez.
- El gobierno legalista
El inicio de la gestión del segundo gobierno del general Joaquín Crespo
se produce en medio de grandes dificultades económicas y financieras debido
a la caída de los ingresos fiscales provenientes de las aduanas, el derrumbe
internacional de los precios del cacao y el café, el estancamiento del comer-
cio y el grave deterioro de la agricultura, toda esta realidad enmarcada en
medio de una crisis económica mundial. A ello se unían graves endemias
que afectaban a la población: viruela y paludismo, y sus altos niveles de
mortalidad sobre una población diezmada por las guerras civiles que han
azotado el país en los últimos 45 años.
Tal es la gravedad de la situación económica, que hordas de desemplea-
dos deambulaban por las calles de la capital y otras ciudades del interior
portando carteles exigiendo trabajo y ayuda gubernamental, en algunos de
ellos se leían: “Queremos ayuda, la agricultura está quebrada”, “Pedimos
protección para los artesanos” rezaba otro; la respuesta del gobierno es que
tales manifestaciones responden a una acción encaminada a desestabilizar el
gobierno y le dan calificación de motines, según la opinión del gobernador
del Distrito Federal, así como les da carácter ideológico atribuyéndole a la
ideología socialista ser la fuente instigadora de la situación.
El gobierno está atento a las actividades de grupos de desterrados ubica-
dos en Trinidad y Curazao y que según fuentes de inteligencia preparan una
invasión al país, motorizada por el ex-presidente Rojas Paúl y estimulada
por la miseria que azota el país, las pérdidas de las cosechas de maíz y frijol
debido a las intensas sequías que desde hace dos años afectan los campos, y
contribuye a provocar una brusca caída en la popularidad del gobierno y de
su líder. Crespo busca desesperadamente solucionar la grave situación fiscal,
descansando en manos del Despacho de Hacienda y de los varios ministros
que por allí habían pasado, la solución de la crisis; en menos de dos años ha
habido tres ministros: Juan Pietri, José Antonio Velutini, y el último: Fabricio
Conde. Mientras el tesoro carece de fondos para pagar la nómina, cancelar
el situado a los Estados y “pagar” los sueldos a los militares. La prensa se
convierte en una sensora de la actuación de los ministros del gabinete, y el
presidente toma ello como elemento para evaluar sus gestiones, a lo que el
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del Caribe 59
escritor César Zumeta le dio carácter de “cesarismo plesbicitario”, convir-
tiéndose en una especie de voto popular para censurar públicamente a los
ministros.
El presidente está alerta ante la situación política interna, pero algo
le preocupa más: las actividades de los desterrados que vivían en Francia,
New York y las islas del Caribe, coordinados por el ex-presidente Andueza
Palacio y nuclea a su alrededor a hombres como Domingo Monagas Marrero
y Nicanor Bolet Peraza, Antonio Paredes, José I. Pulido Ayala, Rojas Paúl y
Manuel Antonio Matos quien vive en Caracas y se mueve muy hábilmente
en medio de la conspiración junto a hombres de prestigio como Jacinto Lara,
Alejandro Urbaneja y el doctor Lucio Pulido, entre otros, quienes resuel-
ven en secreto designar a Manuel Antonio Matos como “Jefe Supremo” de
la rebelión que ya está en marcha. Nuevamente liberales y conservadores
se unen contra el gobierno liberal tal como lo hicieron antes de estallar la
Guerra Federal, y luego en 1868 junto a José Tadeo Monagas al frente de la
llamada Revolución Azul.
El gobierno toma acciones ante el avance de los hechos y Crespo le
solicita al general José Antonio Velutini que convoque al banquero Manuel
Antonio Matos a la casa presidencial de Santa Inés en Caño Amarillo, a una
reunión para discutir distintos temas nacionales. En medio de la reunión se
presenta de imprevisto el presidente y le da cuenta de su conocimiento de la
situación conspirativa, lo que deja sorprendido a Matos, y le invita a formar
gobierno, pues “he gobernado con liberales y las cosas han ido mal, les invito
a formar gobierno”, le dice y lo sorprende aún más y éste le responde que
lo va analizar. A los pocos días se integra un nuevo gabinete producto de la
reunión Crespo-Matos, este último será el nuevo Ministro de Hacienda, lo
que convertirá en el “hombre clave del gobierno”, así como también irán a
Guerra y Marina Ramón Guerra y a Interiores Juan Francisco Castillo. De
seguida Crespo hábilmente se retira a Aragua y deja el Poder Ejecutivo en
manos de Feliciano Acevedo, Presidente del Consejo de Gobierno.
Matos, hombre negociador y hábil banquero vinculado a todos los grupos
políticos en pugna, establece contacto y conversaciones con los “liberales
continuistas” desafectos al régimen, quienes rechazan de plano cualquier
inclusión en cargos gubernamentales, igual suerte corren sus conversaciones
con Cipriano Castro, exiliado en Cúcuta, a quien invita a ocupar la Aduana
de Puerto Cabello, la negativa es rotunda. A ello se une el agravamiento de
la situación económica y de la agricultura que es afectada por el ataque de
la langosta, insecto que destruyó las cosechas. En política interna se mueven
 Cipriano Castro
60 Restaurador de Venezuela
los liberales ante la cercanía de las elecciones de 1897 dando comienzo a
la rebatiña sobre quién será el nuevo candidato liberal para reemplazar al
caudillo. El ministro Juan Francisco Castillo busca la candidatura y ataca
virulentamente a Manuel Antonio Matos a quien acusa de ser continuador de
la política de Andueza, e interiormente ser enemigo del “legalismo-crespista”,
fomenta manifestaciones liberales contra la presencia de Matos en el gabinete
y lo ataca por la prensa, situación que, junto a la imposibilidad de resolver
la crisis económica y la presión política intragabinete, determina la salida
de Matos del ministerio de hacienda. Sin embargo, Crespo, hábil estratega,
había logrado desmantelar la conspiración que lo podía sacar del poder.
Este escenario distaba mucho del que se dio entre 1870-1892, cuando
Guzmán y su séquito imponían candidatos y presidentes y era el “jefe úni-
co” de los liberales y del país. En este momento Crespo, sin Guzmán en el
espectro político, era el caudillo absoluto, no tenía quien se le opusiera desde
el triunfo de la Revolución Legalista, y tal como ocurrió con Páez y José
Tadeo Monagas, logra ser presidente y jefe único del liberalismo amarillo.
Crespo realizó un gobierno de amplitud, llamó a formar gobierno a
personalidades del interior, entre ellas: al general Manuel Guzmán Álvarez,
quien se desempeñó como presidente del Consejo de Gobierno, diputado
por Barcelona, presidente del Gran Estado Bermúdez, ministro de Guerra y
Marina y encargado de la presidencia de la república. Mantuvo el respeto a
las libertades y al libre juego de las ideas. Su gestión gozó de la influencia de
su esposa Jacinta Parejo de Crespo en el manejo de las personalidades que
jugaron papel importante tanto en el gobierno, como en la disidencia. Fue
una primera dama que respetó el poder y usó su condición para flexibilizar
posiciones políticas entre adversarios a su marido y en búsqueda siempre
de la reconciliación. Otra característica de este gobierno fue incluir algunas
personalidades extranjeras, entre los que se pueden mencionar: el italiano
Orsi de Monbello, el francés Barráis de Nazaret y los colombianos José
María Vargas Vila y Diógenes Arrieta, este último liberal colombiano que
se desempeñó como parlamentario con Andueza y ministro de fomento con
Crespo, entre otros.
Crespo, hombre campechano, de fuerte contextura muscular y de sig-
nificativa estatura, desprovisto de prejuicios sociales a pesar de su humilde
origen, sabía compartir con todo el mundo, fue tolerante con los agravios:
en ocasión de ser ofendido por un grupo de estudiantes, frente a la Univer-
sidad Central, quienes le gritaron: “Adiós bembón, bembón, bembón”, por
su origen negroide, hecho ante el cual el gobernador de Caracas encarceló
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del Caribe 61
a algunos estudiantes, a lo que el presidente Crespo le respondió: “Suélte-
los que yo resolví el problema de otra manera”, en las próximas giras por
Caracas no pasaría por ahí, y añadió: “libérelos inmediatamente, acuérdese
que son estudiantes”.
Los opositores a su gestión desarrollaron una fuerte campaña en su
contra, acusándolo de haber tenido un desastroso manejo administrativo, le
acusaron de corrupción para lo cual utilizaron su declaración de bienes al
momento de repartir la herencia entre sus herederos: numerosas propiedades
en Caracas, hatos en el centro y los llanos, y de ser poseedor de cuentas en
un banco alemán, producto de una comisión por la obtención de un crédito
gestionado por el doctor Claudio Bruzual, durante su ejercicio en el Ministerio
de Hacienda, además de permitir el enriquecimiento de sus más cercanos
colaboradores con contratos y favores.
La realidad del país a corto plazo sería sacudida por una crisis inter-
nacional que culminaría con el bloqueo a los puertos venezolanos por una
escuadra anglo-alemana-italiana, exigiendo la cancelación de la obligación
de unos empréstitos que Guzmán Blanco obtuvo en la década de los 80, de
prestamistas y bancos de esos países para llevar a cabo el plan ferroviario
nacional. Ante esta presión, el Presidente Crespo pidió autorización al
Congreso Nacional para solicitar un préstamo ante la incapacidad fiscal del
estado, y de esta manera hacer frente a las obligaciones externas, obras que
según Crespo, los gobiernos de Guzmán no consultaron al país y que sólo
crearon conflictos económicos. Proponía cancelar las obligaciones venci-
das con las empresas ferrocarrileras de una sola vez, utilizando para ello al
Disconto Gesellchaft de Alemania quien otorgaría un crédito de 50 millones
de bolívares al 8 % mediante títulos emitidos al 5 % anual de interés y 1 %
de amortización anual para una cancelación total en un período de 36 años
y medio, y con garantía del gobierno nacional a través de la Renta Interna
que cubriría la suma de 3 millones al año que representaban los intereses
y la amortización del capital. Crespo designa como negociador al ministro
de Obras Públicas, doctor Claudio Bruzual, quien renuncia al cargo y se
traslada a Berlín para realizar la operación. La misma quedó de la siguiente
manera como se lo explicará al Congreso: del total de los 50 millones de
préstamo, 36 millones fueron al Disconto para cancelar las obligaciones al
Gran Ferrocarril de Venezuela, a la Compañía Francesa de Ferrocarriles se
le cancelaron 4 millones 450 mil bolívares por concepto de garantía vencida
y rescate de la factura del Ferrocarril Santa Bárbara El Vigía; 1 millón 300
mil bolívares a la Compañía South Western de Venezuela del Ferrocarril
 Cipriano Castro
62 Restaurador de Venezuela
Barquisimeto-Tucacas, y, 4 millones de bolívares para la Compañía Ferro-
carriles del Centro. Esta negociación fue duramente atacada por la prensa, lo
que desató enfrentamientos políticos, pues según Simón Barceló: “No existió
ningún empréstito, ni pago de deudas, sino compromiso con Alemania que
mañana puede ensangrentar la República o exponerla a vejámenes”, y fue lo
que ocurrió cuatro años después, durante el gobierno de Cipriano Castro en
1902. Entre las objeciones hechas al convenio de contrato con Alemania se
señalaba que en el mismo no se incluyó lo establecido en el Artículo 149 de
la Constitución que establecía que: “En todo contrato de interés público se
establecerá la cláusula de que las dudas y controversia que puedan suscitarse
sobre su inteligencia y ejecución serán decididas por tribunales venezola-
nos, de acuerdo a leyes de la República, sin que puedan tales contratos ser,
en ningún caso, motivo de reclamación internacional”. Esto llevó a que un
grupo de liberales demandara ante la Corte Federal al doctor Bruzual Serra
por violación de expresas normas constitucionales y a la Ley del 13 de abril
de 1896 que autorizó la negociación, lo que concluyó que el 21 de noviembre
la Corte Federal evacuó un dictamen en donde expresaba que había méritos
para enjuiciar al doctor Bruzual Serra, quien fue suspendido del cargo de
ministro de Obras Públicas. Esta decisión sorprendió al presidente Crespo,
quien utilizando su poder, luego de “una reunión” sostenida con los magis-
trados de la corte en su residencia de “La Quinta Santa Inés” los “convence”
de las bondades de la operación, lo que de seguidas hace que la mayoría de
los magistrados de la corte acojan lo que había sostenido la minoría y dictan
un nuevo fallo antes de la media noche del mismo día de la reunión con el
presidente, sobreseyendo al ministro Bruzual Serra. El presidente les expuso
que simplemente el ministro cumplía sus instrucciones. Ante esto, aparece en
la prensa de Caracas un artículo que expresa: “La Corte es un aparato vulgar,
creado para dar buenos sueldos a algunos amigos políticos del presidente”.
El año 1897 se inicia en Venezuela un proceso de fuerte competencia
para el establecimiento de múltiples entidades bancarias “interesadas en
desarrollar proyectos de inversión y de obras públicas y de adquirir accio-
nes de la banca nacional establecida”, entre ellos el Disconto de Berlín,
el Banco Comercial Anglo-venezolano, el banco Comercial e Industrial
de Francia y el Banco Hipotecario auspiciado por Manuel Antonio Matos,
proyectos que al final no tuvieron éxito ante las fuertes presiones ejercidas
por el Banco Caracas y el Banco de Venezuela quienes alegaban que estas
propuestas tenían fines superiores al querer sólo alegar que eran para llevar a
cabo operaciones comerciales de simple intermediación y apoyar proyectos,
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del Caribe 63
aparte de que los aportes que podían ofrecer los venezolanos eran totalmente
sin significación alguna.
El año 1896 el gobierno de Crespo supera otra crisis internacional: la
pretensión de los ingleses de correr los límites de la Guayana Inglesa hasta
los bordes del río Urúan y continuar arrebatando territorios a Venezuela,
tropas fronterizas frenan la acción militarmente y arrían la bandera inglesa
que había sido izada. El presidente llama al país a darle respaldo unánime al
gobierno y a su presidente en defensa del territorio y la integridad nacional,
y a cerrar filas en torno al ejército, así como llama a las entidades territo-
riales a manifestar públicamente la pretensión de los ingleses. La reacción
nacional es unánime, se producen manifestaciones callejeras, la prensa alza
su vocería y los venezolanos más destacados lanzan arengas y proclamas en
contra de la “Pérfida Albión”. En Caracas se plantea constituir una “Alianza”
para defender la patria.
Frente a esta fuerte reacción nacional, el gobierno británico airadamente
y en términos amenazantes reclama indemnización por los actos de haber
arriado la bandera inglesa que había sido izada en territorio venezolano. En
Caracas el reclamo lo encabeza el embajador germano, ya que las relaciones
con Inglaterra habían sido rotas en 1887. En el caribe inglés y en Guyana se
habla de reforzamiento con tropas inglesas en la zona del Cuyuní, y de una
alianza que se fragua con Francia y Alemania contra Venezuela, llegándose
a comentar que buques de guerra de esas naciones bombardearían a Cara-
cas, situación que crea pánico en la población de la capital. El Presidente
de Norteamérica, Grover Cleveland, al ver que Inglaterra no ceja en sus
intenciones decide intervenir para parar la política expansionista inglesa
en tierra de este continente, y en una alocución en Washington invoca la
Doctrina Monroe: “América para los Americanos”, ello, además de preten-
der Inglaterra tomar posesión de territorios de nuestras vecinas Repúblicas
en contra de la voluntad de sus pueblos, es “una situación peligrosa para
nuestra paz y seguridad”. Más adelante expresa en otra declaración, que ante
la prepotencia inglesa… “el litigio ha llegado a una situación que ahora
sí le incumbe a los Estados Unidos adoptar medidas para intervenir en el
litigio, frenar a Inglaterra y definir los límites en discusión”. El Secretario
de Estado Richard Olney comunica a la Cancillería Inglesa que el asunto
se someterá a un arbitraje imparcial lo que no es aceptado por los ingleses
quienes amenazan a los norteamericanos de atacarlos si continúan a favor de
Venezuela. Sin embargo, la situación cambia repentinamente y los ingleses
aceptan en febrero ir al arbitraje que se firma en Washington entre Venezuela y
 Cipriano Castro
64 Restaurador de Venezuela
los ingleses, momentáneamente se habían apaciguado las apetencias inglesas
que se materializarían de nuevo en 1902 al atacar y bloquear con una flota
marítima las costas venezolanas, aliados con fuerzas alemanas y francesas.
- El regreso del nacionalista y la decadencia del libera-lismo
amarillo
Después de tres años de destierro vuelve al país el general José Manuel
Hernández –“el Mocho Hernández”–, a quien la historia le tendría un sitio
privilegiado en sus páginas de finales del siglo XIX por su activa participación
en los principales sucesos político-militares. Hernández, hombre fogueado en
los campos de batalla, así como tribuno elocuente en la bancada parlamenta-
ria, protagonista del levantamiento en armas que le costaría posteriormente
la vida al general Joaquín Crespo cuando salió en su persecución, y como
consecuencia de ello se torció drásticamente la evolución de la política
nacional y de la historia misma de este país, dando paso a la presencia en
la política de los andinos por 57 años, desde 1899 hasta el año 1958 con el
término del gobierno del general Marcos Pérez Jiménez, el último dinasta
andino y transformador del medio físico venezolano bajo la premisa del
“Nuevo Ideal Nacional”.
Regresaba este carismático personaje procedente de su exilio en Nortea-
mérica donde se dedicó a observar y estudiar las técnicas publicitarias de las
campañas electorales de ese país y su forma de llevar los mensajes políticos a
las masas, así como también se dedica al llegar a unificar voluntades de diri-
gentes políticos, del foro y de la prensa, con la finalidad de fundar el Partido
Liberal Nacionalista que trató infructuosamente de hacerlo en los inicios de
la década de los 90. Intención que es atacada desde el lado del liberalismo
amarillo quienes le acusan de estar vinculado a las vetustas corrientes del
conservatismo. Hombre vivaz, de acuciosa inteligencia, dedicado desde tem-
prana edad a la actividad guerrillera combinada con la política, incursiona en
las guerras civiles que se suscitaron a partir de la década de los 70, pero con
poca prevalencia y éxito como conductor de hombres, mas se convirtió en
un caudillo civil de renombre a quien el pueblo le manifestaba su respaldo
y le da gran credibilidad a sus planteamientos políticos, y aquellos que están
hartos del liberalismo amarillo en todas sus manifestaciones, desde Guzmán
hasta Crespo, encontraban en el “Mocho” el instrumento para liberarse de
ellos; el “mochismo” era pues un fenómeno político que empezó a preocupar
tanto a las cúpulas políticas liberales, como a las camarillas gobierneras,
Fondo
Editorial
del Caribe 65
y hasta al mismo Crespo lo llevó a observar detenidamente en su cruzada
por el país en busca de la presidencia para el período 1898-1902. Máxime
cuando logró integrar un comando de campaña constituido por importantes
figuras políticas de la época; escritores, periodistas y militares, que seguían
con fe las aspiraciones republicanas de este carismático político que ofrecía
una salida a las penurias y necesidades de todo tipo, como la pobreza, y a
los altos índices de corrupción que minaban la vida política nacional de fi-
nales de siglo XIX. ¡¡¡Qué viva el Mocho!!! ¡¡¡El Mocho Presidente!!!, se
leía en pancartas y panfletos en las ciudades. ¡¡¡El pueblo al poder con el
Mocho!!!, ¡¡¡El Mocho es como el pueblo!!!, eran las consignas más leídas
en su campaña electoral. En fin, el “Mocho” se convirtió en un peligro para
Crespo, había entonces que buscar una “salida” y para ello Crespo reúne a sus
más íntimos colaboradores y estrategas, pero, ya era tarde, la historia haría lo
demás, la suerte de Crespo y del “Mocho” Hernández corrían paralelas. Se
había llegado al año 1897 y con ello concluía el mandato del “jefe” Crespo
en medio de un país plagado de penurias, con una situación fiscal lamentable
y un grave deterioro de la economía. Así, se iba entubado a las elecciones de
septiembre de ese año con un hecho que generaba inquietud, el presidente
no anunciaba quién lo sucedería y que seguro saldría del círculo cercano
al crespismo, todos por supuesto liberales-crespistas leales a la “Causa de
Abril”. Allí estaban en la lucha por el favoritismo: José Antonio Velutini,
Francisco Tosta García e Ignacio Andrade, para citar algunos. Mientras
Crespo hacía mutis, los aspirantes esperaban cualquier señal del “jefe” para
sentirse ungidos, sus comandos de campaña están activados al máximo, la
prensa ha tomado posición y publica las propuestas de los distintos candidatos
en medio de una voraz lucha por conseguir el ungimiento del “taita” Crespo,
quien guarda silencio y observa el escenario con cautela y prudencia, una
de sus características. Y luego de discretas negociaciones que no pudieron
filtrarse, Crespo se sale con la suya dejando atónito al país, anunciando que
dará el placet al general Ignacio Andrade, para el momento presidente del
Gran Estado Miranda, conformado por los estados Aragua, Guárico y Nueva
Esparta, hombre de la confianza de Crespo que lo acompañó en la Revolución
Legalista e integrante de su Estado Mayor en Operaciones. Durante el go-
bierno de Rojas Paúl había desempeñado el cargo de Gobernador del Distrito
Federal, cuando Crespo estuvo preso en la cárcel de La Rotunda, luego de su
fracaso de invadir a Venezuela desde Trinidad, a quien le dio un trato especial,
logrando sacarlo al exilio sin mayores consecuencias, ello selló un fuerte lazo
de amistad entre ambos hombres. Este “escogido” por el “taita” Crespo fue
atacado en forma virulenta de representar el conservatismo y de no ser de
 Cipriano Castro
66 Restaurador de Venezuela
nacionalidad venezolana. Sin embargo, superados estos escollos, “Ignacito”,
como le llamaban sus amigos, ya estaba “ungido”. Hombre culto, de sólida
formación integral y con estudios realizados en Alemania y Norteamérica,
inició su carrera militar bajo el mando del viejo caudillo militar y político
amarillo Venancio Pulgar. De inmediato constituyó su comando de campaña
bajo la dirección del notable venezolano Rafael Villavicencio e integrado por
José Loreto Arismendi, Diego Bautista Urbaneja, Diego Casañas y Alberto
Smith. Ello provocó un cisma en el liberalismo que trajo por consecuencia
la renuncia del Ministro Castillo, a quien Cipriano Castro propone desde su
residencia en Cúcuta como candidato a la presidencia, como fórmula para
la reunificación de anduecista y crespistas, y apaciguar así el fantasmas de
triunfalismo que levanta el nacionalista “Mocho” Hernández, quien sote-
rradamente contaba con el apoyo de algunos liberales descontentos con la
escogencia que hizo Crespo, sin embargo, la crisis se desencadenaría y la
suerte de la República y de Crespo estaban echada.
El primero de septiembre del año 1897 se lleva a cabo el proceso elec-
toral, a primeras horas de la mañana las fuerzas militares ocupan los centros
de votación a fin de garantizar la seguridad y la paz del acto electoral, así
como los funcionarios de las mesas también estaban en sus puestos a las
8 de la mañana, que por supuesto, eran afectos al régimen, jugándole una
ganada de mano a los representantes del “mochismo”, lo que evidenciaba
el ventajismo impuesto por el gobierno asegurando el triunfo de Andrade.
Una vez escrutados los votos, a las 6 de la tarde se anunciaron los resultados:
Ignacio Andrade 406.610 votos; José Manuel Hernández 2.606 votos; Juan
Pablo Rojas Paúl 203 votos; general Antonio Guzmán Blanco 152 votos
y Nicolás Rolando 53 votos. Esta elección trae graves consecuencias a la
paz nacional y genera una fuerte reacción de los restantes candidatos, entre
ellos del “Mochismo” quienes lanzaron el grito de fraude. Los sucesos que
se desencadenan a raíz de la situación creada, conduce a que representantes
del mochismo sean hechos prisioneros, entre ellos el “Mocho”, quien irá a
La Rotunda.
Como lo establecía la Constitución Nacional, el 20 de febrero de 1898 el
Presidente Crespo entregó el Poder Ejecutivo al general Manuel Guzmán Álva-
rez en su condición de Presidente del Consejo de Gobierno y quien garantizaría
el orden en todo el país. De inmediato el general Guzmán Álvarez ordena
la libertad del general José Manuel “Mocho” Hernández, que al salir de la
cárcel es seguido por una multitud que le manifiesta su apoyo y rechazo por
el fraude cometido en su contra. Luego de fuertes deliberaciones el Comando
Fondo
Editorial
del Caribe 67
Revolucionario del Partido Liberal Nacionalista “Mochista” resuelve ir a las
armas en procura de confrontar el fraude, según ellos, montado y urdido por
Crespo. Escogiendo el 2 de marzo como fecha tope para iniciar la revuelta
armada, cuyo manifiesto ante el país será firmado en Queipa con el apoyo
de los pueblos de Cojedes y Carabobo quienes nutrirán su movimiento con
tropas y pertrechos.
-La bala de la historia
El día 23 de febrero el general José Manuel “El Mocho” Hernández
había salido de Caracas subrepticiamente, destacando en el contenido de
su proclama al país que: “Sus acciones están encaminadas a combatir al
dictador Crespo”, además, acusa al general Presidente Andrade de tener
“nacionalidad colombiana” y al que le daba el apelativo de “el extranjero”,
así como rechaza la propuesta de Crespo de constituir 5 Circunscripciones
militares como forma de organizar la estructura militar de Venezuela y auto
designarse él como jefe de la Primera Circunscripción Militar del Centro con
sede en Valencia, y en esta condición será su responsabilidad el ir a someter
y combatir el alzamiento del “Mocho” Hernández. Crespo marcha a Maracay
y luego a Carabobo, donde llega el 9 de marzo para iniciar la expedición
contra el alzamiento. En la ciudad de Maracay, por vía telegráfica se entera
de quiénes son los integrantes del primer gabinete de Andrade, sintiéndose
sorprendido de que dos importantes adversarios políticos suyos: Francisco
Batalla y Laureano Villanueva, fueron designados ministros, y que el general
Zoilo Bello –de quien Crespo tenía reservas– ocupa la cartera de Guerra y
Marina.
Fácil será para el general Crespo, experimentado guerrero y excelente
estratega, derrotar al general Hernández quien cuenta –inicialmente– apenas
con unos 130 hombres mal armados y sin instrucción militar, y cuya forta-
leza tiene su soporte en las múltiples guerrillas diseminadas por la región. A
Crespo le preocupa más la situación política de Caracas que la persecución
que hace al “Mocho” Hernández. El general Crespo traza su plan de ataque
más bien dirigido contra el general Evaristo Lima que acompaña al “Mocho”
en su aventura, éste es un “duro de la guerra”, como lo califica Crespo, ducho
en los campos de batalla de la “Guerra Federal”. Mientras tanto, las tropas
de Crespo marchan lentas y se mueven con cautela entre los matorrales
 Cipriano Castro
68 Restaurador de Venezuela
de la sabana, para llegar el 17 de marzo a Tinaco y de allí dirigirse luego
a Tinaquillo donde estaba acantonado el nacionalista general Luis Loreto
Lima con quien libraron algunas escaramuzas. Mientras, Hernández trata
de presentar batalla a Crespo en Tinaquillo a pesar de la disparidad de las
fuerzas. Crespo tenía bajo su mando 4 batallones, una columna de 1.000
hombres al mando de Atilano Vizcarrondo, otra columna de 600 hombres
al mando de Julio Montenegro, una tercera columna comandada por José
Ramón Quintana, en total unos 2.500 hombres. En tanto las fuerzas nacio-
nalistas se encontraban a unas trece leguas a orillas del río Tinaco con la
estrategia de no presentar batalla sino cortas escaramuzas, como la librada
en Peñalito el 14 de marzo, y el 15 combatieron en el sitio El Carmelero
donde a la tropa del general Hernández le produjeron 11 muertos y 28 he-
ridos, pero lograron apoderarse de 170 máuseres y 3.000 cartuchos; allí se
enfrentaron a las fuerzas nacionalistas comandadas por los generales Luis
Loreto Lima y Evaristo Lima. Las tropas del gobierno estaban bajo el mando
del general Crespo quien las delegó con plan de Batalla para el combate con
unos 450 infantes y 1.000 hombres de caballería, frente a unos 300 jinetes
comandados por el general nacionalista Lima, y en medio del combate que
duraría cerca de una hora y media el general Hernández recibió la noticia
de que había muerto un “jefe grande”, era justamente el general Crespo, los
otros muertos, del bando nacionalista fueron los generales Carrasco y Juan
Pablo Hernández antiguos lugartenientes de Matías Salazar. A las 11 de la
mañana del 16 de abril las tropas nacionalistas se marcharon dejando en el
campo de batalla 30 muertos entre oficiales y soldados y 59 heridos, para
tomar la vía de San Carlos colocándose en contramarchas a 9 leguas del sitio
de la batalla de El Carmelero, y fue apenas el 18 que los generales Loreto
Lima y Evaristo Lima de las fuerzas nacionalistas “mocheras” supieron por
el parte de guerra la muerte de Crespo. Parte de las fuerzas de Crespo que
combatieron en El Carmelero se retiraron a Acarigua con el cadáver del ge-
neral y de allí lo enviaron a Barquisimeto. Los combates siguieron en mucha
cuantía: el 17 de marzo en Nirgua, luego en La Hoyada, en el Guárico en
Guaribote y Laguna de Potrerito; el 2 de abril el combate de Manaure, el 9
en Cerro Blanco y Los Pozotes y en la Loma del Hierro en Manrique; en el
Portillo de Valencia y Los Caros. Muerto Crespo, a instancias de Manuel
Antonio Matos es designado para sustituirlo el general Ramón Guerra, cé-
lebre caudillo curtido en la campaña de 1892 quien llevó de segundos a los
generales Leoncio Quintana y Martín Vegas, fuerzas militares que liquidaron
con las esperanzas del nacionalista y soñador general Hernández, luego de
una guerra en donde se libraron más de 100 combates en todo el occidente,
Fondo
Editorial
del Caribe 69
centro, Llanos y oriente, que se prolongaron hasta el 6 de junio. En este
levantamiento armado que tuvo al frente al general José Manuel Hernández
comandando las fuerzas Nacionalistas liberales, a pesar de que el gobierno
se atribuyó siempre el triunfo, frente a guerrillas mal armadas y con poca
munición que combatían contra hombres mejor armados.
- El último muerto del siglo y la Batalla de El Carmelero
La mañana de ese 16 de abril, en la historia de Venezuela se escribiría
una página con hechos que influirían drásticamente en la evolución de los
acontecimientos políticos del país. A tempranas horas del día y en medio de
la sequedad de la sabana, el general Crespo levanta campamento del sitio
de Las Majaguas sin tener informaciones precisas hacia dónde se mueven
las tropas del Nacionalista de José Manuel Hernández, y se encamina con
sus cuatro batallones compuestos por unos 2.500 hombres hacia el oeste de
Cojedes en busca de los revolucionarios, y marchando bajo los rayos de un
sol que apenas aparece en el naciente entraron de lleno a la llanura pintada
de matorrales dispersos y solitarias matas de chaparro, donde comenzaron a
avistar pequeños grupos de caballería enemiga dispersos en su horizonte. Ante
ello, Crespo, que ya presiente que se va a producir el enfrentamiento con los
“mochistas”, detiene la marcha y ubica un sitio para establecer su puesto de
mando y desde allí efectuar un reconocimiento y establecer el plan de batalla,
iba a enfrentar posiblemente a los generales Lima, hombres curtidos en los
campos de batalla desde tiempos de la Guerra Federal. No había culminado
de disponer las tropas cuando desde distintos sitios empezó a ser atacado
con fuego graneado de máuseres y winchesteres. Crespo arengó a sus tropas
y les advirtió: ¡¡¡Aquí pelearemos duro!!!, sería la última vez que sus tropas
en conjunto lo verían vivo, montado en su caballo, un rucio peruano a quien
el tronar de los disparos y el humo de la pólvora le excitaba para el combate,
sobre él iba tenso el hercúleo llanero probado en cien combates, llevando
en su cabeza su clásico sombrero blanco panamá, iba a su encuentro con la
historia, iba de nuevo a su juego de guerra que por más de 40 años tanto le
había apasionado. Iba también a defender el fraude cometido en las elecciones
del 7 de marzo, que montó para llevar al poder a Ignacio Andrade quien le
cuidaría el “coroto” hasta 1902 para nuevamente regresar al poder. Marchaba
seguro y sereno como siempre, a poner en práctica su plan de batalla. Días
antes había manifestado en Valencia: “Si agarro al «mocho» vivo, carajo,
lo voy a fusilar, razón tenía Guzmán cuando fusiló a Matías Salazar”. Des-
 Cipriano Castro
70 Restaurador de Venezuela
de la madrugada, los nacionalistas-mochistas se habían colocado en sitios
estratégicos detrás de suaves colinas, emboscados y montados en árboles
de roble y manteco los mejores tiradores, que con ansiedad esperaban la
visible figura del general en jefe, y precisamente en el fragor del combate,
uno de ellos avistó la figura indudable de Crespo que arengaba las tropas,
y disparó certeramente la bala que hirió mortalmente en la región pectoral
derecha al general quien falleció instantáneamente, serían las 8 de la mañana
y de inmediato fue sacado en “parihuela”, en medio del fuego cerrado del
combate, trasladado a Acarigua y luego a Barquisimeto vía Caracas. Mien-
tras, los mochistas hacia el medio día abandonaron el campo de batalla sin
conocer la noticia de que habían dado muerte –tal vez como él lo hubiera
querido: en pleno combate y en forma heroica– al último caudillo llanero
del siglo XIX, y con él culminaba un ciclo histórico político-militar que por
más de 70 años, desde 1830, desde el inicio de la república independiente,
había vivido el país. En tanto, el “Mocho” Hernández era perseguido por el
general Ramón Guerra quien logra capturarlo y llevarlo preso de nuevo a
La Rotunda. El Presidente Andrade, huérfano de Crespo, no resistiría siete
meses más tarde el empuje arrollador de la Revolución Liberal Restauradora
comandada por Cipriano Castro quien el 5 de mayo, a apenas 20 días de
haber muerto Crespo, invadió a Venezuela y por derecho de conquista del
poder recibió de manos del general Víctor Rodríguez el gobierno, el 2 de
Octubre de 1899.
- Caída del gobierno de Ignacio Andrade
El ex-Presidente Ignacio Andrade publicó en enero de 1900, en su des-
tierro de San Juan de Puerto Rico una “Exposición a los Venezolanos”, en
la cual explica las causas de la caída de su Gobierno y señala las razones de
la crisis del liberalismo.
En una de las páginas de la Exposición dice:
“El General Castro no hacía más que venir segando la cosecha produ-
cida por la simiente ya desde antes depositada en el surco: no era sino la
recolección del crimen, germinado en la negra fecundidad del vicio”.
“Como las aguas sin corriente, los partidos políticos que no tienen
actividad doctrinaria, no realizan la natural renovación de su organismo
en el curso del tiempo y de los sucesos, se estancan y se pudren. Sobre la
muerta superficie, brotan las trágicas flores del paludismo psicológico”.
Fondo
Editorial
del Caribe 71
“Y en efecto: no domina impunemente un partido político por largos
lustros, sin fundar el orden público, en la aceptación jurídica y científica
de la palabra; sin establecer la escuela de la moralidad en las funciones
oficiales; sin crear hombres ni difundir ideas, que sirvan los unos a imprimir
en el medio político la vigorosa acentuación de las necesidades y de las
exigencias de la época; y respondan las otras, a la ineludible renovación del
medio social en el perfeccionamiento de las generaciones. No; no domina
impunemente largos lustros un partido que, a pesar de la superioridad de
sus hombres, sólo ha trabajado para el día; que en la prisa de vivir y vivir
bien, como desconfiando del mañana, sólo se ha cuidado de atender a las
soluciones del momento; que en la ansiedad de las ambiciones que lo han
devorado, se llegaron a cometer bajo su bandera abusos increíbles, robos
y expoliaciones absurdas; y que por último, sustituido en los fines de la
vida pública y de la historia, por una oligarquía estrecha y absorbente,
viciada en la dominación, ha llegado a pensar que desde la Presidencia de
la República hasta las comisarías parroquiales, todos los destinos y todos
los productos de la Nación, pertenecen de patrimonio, a las bamboleantes
reputaciones históricas, y a uno que otro nuevo adepto que les rinda culto
idolátrico. No ha pensado en sancionar leyes que garanticen el orden, leyes
de trascendencia popular y eficaz, de resonancia normal en los destinos de la
República; no ha respetado una sola de las garantías por él mismo escritas
en sus Constituciones, excepto la de conspirar y hacer matar en gran escala
los hijos de la Patria, porque ésta es la reserva que en sus previsiones de
asaltos al Poder, mantienen abierta y amparada con el nombre de amnistía,
los caudillos y seudo-hombres de Estado”.
“Y he aquí –a pesar de los muchos beneficios que en seno de otro orden
de hechos y de ideas, ha realizado el Partido, bajo la dirección de geniales
y poderosas personalidades– el descrédito de la causa Liberal entre las
nuevas gentes; la mengua y desconocimiento de ella misma al pretenderse
la efectividad de sus principios eternamente rehabilitadores y progresivos!”.
“Yo tengo derecho a hablar de esa manera: he sido siempre liberal y
durante toda mi vida he servido a mi causa con ingenuidad y decisión. Mis
palabras tienen, además, la comprobación de la historia, de los hechos
ajenos, y la no menos elocuente, de lo que hice en los cortos días de mi
Gobierno, por rectificar los rumbos del Partido y salvarlo de la inminente
descomposición en que se hundía”.
“Pero no es posible contentar a tantos hombres, satisfacer con ampli-
tud las múltiples tendencias egoístas de tantas personalidades parciales, y
 Cipriano Castro
72 Restaurador de Venezuela

he aquí el origen de la conspiración sin tregua, fomentada durante los dos

últimos años, contra un Gobierno constitucional y moderado. Y ¿quiénes
conspiraban, principalmente? Individuos pertenecientes al Partido Liberal
y que venían aprovechándose de los pingües rendimientos de las adminis- Segunda Parte
traciones públicas desde 1870”.
“Después de tantos desórdenes, de tanta iniquidad, ¿qué es lo que resta?
Sí; en Venezuela no existen ya los partidos políticos, porque han desaparecido
los hombres que personificaban con su celo, con sus convicciones: que los
hacían grandes y respetables”.
“Y no es, repito, que los Partidos no existan, no: ¡ellos son eternos con
sus principios y sus credos! Es, que los hombres, sí, no son los mismos; que
la honestidad, el decoro, la moral y los distinguidos atributos de aquellos
varones, que fueron patriotas y abnegados; que edificaban con su ejemplo,
porque, apóstoles de la idea, la practicaban y la dignificaron: todo, todo ha
desaparecido, y tenemos, que a las luchas cívicas, a la batalla de la prensa y
de la tribuna, se las han sustituido con la revuelta armada, y el derrocamien-
to del gobierno legal, y la anulación de todo orden legítimo; es decir, para
los partidos del día, para esos verdaderos compañeros de especulación, los
medios criminales, son buenos todos: la sangre, la conspiración, los halagos,
la infidencia, la corrupción de militares, la traición, y la final y espantosa
relajación de los caracteres, y de las costumbres públicas”.
 Fondo
Editorial
del Caribe 75

CAPÍTULO
III

-Venezuela 1900

La Venezuela que emerge al siglo XX es fundamentalmente agrope-

cuaria, soportada en la exportación de: ganado bovino, cacao, tabaco, añil,
caucho, algodón y café, que aparece por primera vez en las estadísticas de
comercio exterior en 1790 y constituye a finales del siglo XVIII el princi-
pal producto de exportación. A partir del año 1800 se exportaban por una
cantidad de tres millones de libras hasta llegarse a exportar en 1893 du-
rante la segunda Presidencia del general Joaquín Crespo 720 mil sacos de
café de 60 kilos representando el 80 % de las exportaciones venezolanas.
Mientras, la ganadería vacuna, que antes de iniciarse la Guerra Federal
contaba 12 millones de cabezas de ganado, al finalizar ésta, quedaban sobre
las sabanas apenas 5.800.000 cabezas, para 1899 estará representada por
2.004.257 cabezas. Geográficamente Venezuela era un país desarticulado,
sin comunicaciones, para 1899, apenas se contaban 400 kilómetros de vías
y 954 kilómetros de vías férreas fraccionadas en 12 pequeños tramos en
distintas partes de la geografía nacional. El presupuesto para fines del siglo
XIX y albores del XX era de 30.985.007,15 bolívares y los ministerios que
tenían el más elevado presupuesto eran: el de Interior con Bs. 5.917.672,59;
Finanzas con Bs. 6.523.632,26; Obras Públicas Bs. 4.867.849,01, y Guerra
y Marina 4.523.950,48 bolívares. La población era 2.538.671 habitantes y
las exportaciones totales para el año 1899 alcanzaron la cifra de bolívares
93.244.815 y las importaciones 71.902.344 bolívares. El mayor sueldo del
país lo devengaba el presidente de la república: 800 venezolanos mensuales, y
el más elevado sueldo del gabinete lo recibía el ministro de Guerra y Marina
y era de 320 venezolanos, los presidentes de estado 226 venezolanos, una
empleada doméstica ganaba 40 bolívares al mes; un peón 80 bolívares y un
trabajador de minas 70 bolívares mensuales. Éramos un país con una alta
tasa de mortalidad (10 %); con graves problemas de desigual distribución de
la población sobre el territorio, concentrada en la zona montañosa norteña
y el litoral, que apenas representaba un 20 % de la superficie del país, una
 Cipriano Castro
76 Restaurador de Venezuela
población diezmada por las endemias, el paludismo, el cólera, el mal de
chagas, la viruela, y las guerras intestinas que libraban los caudillos en su
lucha por el poder; un país con 93 % de analfabetismo funcional.
En 1890 existían en el papel, al menos, 1.334 escuelas federales, 3 es-
cuelas normales y dos universidades con 80.640 alumnos; un país sin mano
de obra calificada, por que al llegar los hombres a la mayoridad de edad se
enrolaban en los ejércitos de los caudillos locales y se iban a hacer la guerra,
siendo la principal ocupación: “soldado de la patria”.
La realidad político-militar de Venezuela durante el siglo XIX fue
desdibujada por 15 revoluciones que se inician con la Revolución de las
Reformas contra el presidente José María Vargas en 1835, dirigida por el
general Santiago Mariño y culmina con la Revolución Liberal Restauradora,
comandada por el general Cipriano Castro para cerrar el siglo en octubre de
1899; la Guerra Civil de la Independencia para liberarnos del despotismo
borbónico entre 1811 y 1821, y, la Guerra Federal que desbastó la República
entre julio de 1858 y el 24 de abril de 1863, cuando se firma en Coche el
convenio –armisticio entre los Federales y el general Páez que pone cese a
las hostilidades, y triunfa de esta manera la Federación, integrando vertical–
social a un país hasta ahora estratificado en estamentos fuertemente definidos
y consolidados durante 285 años de régimen colonial.
La anarquía política y desarmonía geográfica de Venezuela viene a tocar
fin con el siglo XX y se comienza a armar definitivamente el rompecabezas
territorial. De tal manera que, con la toma del poder por los andinos en 1899,
se produce por primera vez y definitivamente la integración vertical – el nacimiento del Estado contemporáneo a partir de sus férrea formas de
social y horizontal– geográfica del país.
La presencia de los andinos marcará no sólo el escenario político, sino
que afectará lo ideológico en forma determinante, con su particular concepto
de la familia, el trabajo, la economía, y la paz. Hasta el presente, una fuerte
corriente de estudiosos de nuestra evolución histórica, con la salvedad del
positivista Laureano Vallenilla Lanz, mantienen una visión de Venezuela
como si hubiese sido una sociedad integrada geográfica y socialmente basán-
dose en el “Jus solis”, o derecho al suelo, la genética de la raza y el impacto
del medio físico, que dieron como resultado la conformación de un país.
Mientras los menos, esbozaron otra tesis mirando a Venezuela como una
sociedad de estructura feudal cuyos factores integradores respondían a una
misma tendencia, mientras muchos nos hemos preguntado por las Venezuela
que hubo post independencia: la occidental, la serrana-andina, la oriental y
la llanera, cada una con sus comportamientos y usos sociales, sus pobrezas
Fondo
Editorial
del Caribe 77
y miserias, y sobreviviendo a su propio drama, sociedades desarticuladas
unas de otras, de variada idiosincrasia e ignorándose entre sí, lo que definió
perfiles particulares.
Así nos encontramos que: la sociedad esclavista que se fragua en el
centro de Venezuela difería absolutamente de la sociedad patriarcal asentada
en las llanuras, y ambas desconocían la existencia de la sociedad asentada
en la cordillera andina, integrada por hombres sedentarios y laboriosos.
Cada una presentaba características socio-culturales y económicas que las
particularizaban, con arraigados sentimientos locales y profundas diferencias
entre unas y otras. Sociedades que sólo las unió el hecho de que estuvieron
sometidas política y militarmente durante 285 años bajo la sumisión borbó-
nica de España, hasta los movimientos independentistas que se iniciaron el
19 de abril de 1810.
El descenso de Cipriano Castro desde las cumbres andinas hacia el cen-
tro de la república, y posteriormente hacia el resto del territorio junto a sus
“chácharos” a lomo mula y bajo el manto de la pólvora, se encontrará con
una Venezuela desarticulada política, social y culturalmente, herencia del
paecismo, del monagato y de los 30 años de dominación que ejerció sobre
el país el liberalismo amarillo, que concluyeron en 1899 con la muerte de
Joaquín Crespo. Con Castro llegaban los andinos, quienes en los últimos
70 años no se habían involucrado en las contiendas civiles que azotaron el
país, su llegada permitió el alcance de tres importantes hechos: la integra-
ción horizontal-geográfica de Venezuela, la pacificación político-militar y
conducta y hegemónico estilo de gobernar, de quienes Laureano Vallenilla
Lanz expresara: “Fueron los «Césares tachirenses», que planificaron a punta
de sablazos unificar el país, imponer un orden y entrelazar con la carretera
trasandina al resto de Venezuela por donde bajarían a los llanos, hacia el
centro y la Guayana para andinizar y gobernar a su manera”, lo que les
permitió consolidarse en el poder, y esa Venezuela disgregada luego de haber
asumido el poder Juan Vicente Gómez, entre 1908 y 1935 bajo su férreo puño
y el lema “Unión, Paz y Trabajo” y cuya acción de gobierno denominó de la
“Rehabilitación Nacional”, empujó definitivamente a Venezuela a insertarse
en el concierto internacional, creando los factores de poder de la actual nación.
 Cipriano Castro
78 Restaurador de Venezuela
- Realidad política de la Venezuela miserable durante la
Revolución Liberal Restauradora
La situación política del país en general, a partir del 28 de febrero
de 1898, fecha en que se juramenta el presidente Ignacio Andrade, era un
escenario catastrófico, incluyendo la del gobierno en todos los órdenes de
su estructura gubernativa, y desde el mismo momento en que salió electo
Andrade se acrecentó la crisis política y el descontento, casi de inmediato
y como vía de escape, que evitó una explosión social mayor, la providencia
drenó la presión social levantando en armas al general Hernández lo que
provocaría la muerte de Crespo, y, posteriormente, se produce un segundo
levantamiento en armas, el del general Ramón Guerra. Ambos actos de re-
belión fueron sofocados por el gobierno, sin embargo debemos destacar que
con la muerte de Crespo se abrió la oportunidad esperada por el generalato
liberal de mayor prestigio del partido y entre los que se destacaban como as-
pirantes a sustituir a Andrade estaban: Diego Bautista Ferrer, Manuel Guzmán
Álvarez, Zoilo Bello Rodríguez, Ramón Guerra, Víctor Rodríguez y Antonio
Fernández. La descomposición en el Partido Liberal era dramática luego de
28 años de hegemonía política. No podemos entonces justificar la tesis de
que los generales Zoilo Bello y Víctor Rodríguez –soportes del gobierno
andradista– tuviesen una actitud desleal para con el presidente Andrade,
contribuyendo con ello al fracaso de su gestión y al acrecentamiento de la
crisis nacional. Muerto Crespo era cuestión de tiempo la caída del gobierno
de Andrade, quien fuera impuesto por Crespo para sucederlo mediante un
fraude electoral, además de que Andrade era un dirigente político y militar
de poca influencia en el partido, lo que le restó piso político, aparte de que
contaba con una cerrada oposición de los nacionalistas amarillos fortalecida
por el indudable prestigio de su jefe, el general José Manuel Hernández.
Todo conspiraba contra el presidente Andrade: crisis económica, penurias
por las graves enfermedades que diezmaban la población, la agricultura
menguada al máximo, crisis fiscal, y finalmente una lucha intestina entre
los liberales copartidarios de Andrade generaban un cuadro que parecía ser
irreversible. Mientras esta era la situación por la que atravesaba el gobierno,
Castro avanzaba indetenible con sus sonados triunfos de los combates de
Nirgua y Tocuyito, y a menos de 200 kilómetros de Caracas la suerte estaba
echada, psicológicamente el gobierno estaba caído. La derrota de las tropas
del gobierno comandadas por los generales Diego Bautista Ferrer y Rosen-
do Medina y la toma de Valencia por las fuerzas de la Revolución, unido al
alzamiento de Martín Marcano contra el general Manuel Guzmán Álvarez
Fondo
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del Caribe 79
Jefe de la Guarnición de Barcelona, unido a las deslealtades ocultas de sus
copartidarios, que no se pasaron públicamente al bando castrista porque ello
hubiera ido contra sus propios intereses por ser servidores del gobierno, se
dedicaron a refugiarse tras el partido Liberal y en el gobierno, lo que les per-
mitió a algunos aparecer formando luego parte del nuevo régimen de Castro.
Fracasada la idea propuesta por el general Víctor Rodríguez de liberar
al “Mocho Hernández”, preso en la cárcel de La Rotunda de Caracas, con
miras a recabar apoyo para el gobierno y como una medida política efectista,
el presidente Andrade inició un plan de conversaciones con Castro buscando
una salida honorable. Andrade estaba en el suelo, era la opinión generalizada
aun dentro del propio gobierno, ya que nadie negocia con el enemigo a menos
que no se sienta con fortaleza, y el presidente Andrade al negociar demostraba
ante Castro que estaba débil. ¿Con qué moral le daba respaldo el gobierno al
general Luciano Mendoza que organizaba tropas en La Victoria de Aragua
para oponerse al curtido y fogueado ejército de Castro? Sencillamente se
había acabado su tiempo, otra historia se iniciaba.
El general Luciano Mendoza, veterano de cien combates y militar de
prestigio, con rango de general en jefe, designó a su secretario el general
Celestino Peraza, en tanto que el general presidente designó al también
prestigioso oficial y su secretario privado, el general Zoilo Bello Rodríguez,
para contactar y deliberar con Castro, estacionado en Valencia al mando de la
Revolución, después de 25 días del triunfo de Tocuyito, ambos oficiales pu-
sieron su empeño y talento dentro de las órdenes del presidente para negociar,
aunque en sus pensamientos presagiaran que sólo iban a convenir el “funeral
del gobierno”. Fracasadas las conversaciones con Castro, y para evitar que
el general Luciano Mendoza no presentara batalla a Castro, el general Zoilo
Bello se retiró del escenario de negociación, dejando en manos del general
Celestino Peraza la responsabilidad de evitar un enfrentamiento estéril en La
Victoria y detener la caída de Andrade, comentándose que sin salida a la crisis,
se promovió un encuentro entre Luciano Mendoza y Castro, que según, llegó
a un acuerdo secreto entre ambos bandos, y de buena fe, sin que se piense
que traicionó su responsabilidad hacia el gobierno que representaba en esas
conversaciones. Sin embargo, se ha querido echar sombra sobre el general
Mendoza, acusándosele de haber asumido una actitud derrotista, de no creer
en la misión que le encomendó el Presidente Andrade de detener el avance
de Castro y de no hacer respetar el orden constitucional. ¿Estaba conciente
el general Luciano Mendoza que de enfrentar a un Castro triunfante, con
tropas poco confiables, baja moral para el combate, poco entrenamiento y
 Cipriano Castro
80 Restaurador de Venezuela
escasos pertrechos, la victoria no sería a favor del gobierno? Quedará como
interrogante en la historia si fue un error la entrevista de Luciano Mendoza
con el general Castro a instancias aparentemente del general Peraza, lo que
podía entenderse como una debilidad del defensor de la estratégica ciudad
de La Victoria y del gobierno de Andrade, situación que le dio fuerza moral
a la Revolución.
Persuadido el presidente Andrade de que Castro no transigiría sino sobre
la base de una rendición incondicional y la entrega del gobierno, y que no
contaba con elementos de guerra, tropas y pertrechos para defenderlo, además
con informaciones de la pérdida de otras guarniciones en el interior, entre
ellas la de Oriente como consecuencia del golpe de Martín Marcano contra el
general Manuel Guzmán Álvarez en Barcelona, el presidente optó por dimitir
y trasladarse a Macuto, dejando en manos del Ministro de Guerra el general
Diego B. Ferrer y del vice-Presidente Víctor Rodríguez, la responsabilidad
de organizar la entrega del Poder Ejecutivo al general Castro, y su entrada sin
resistencia a Caracas y al “Capitolio Federal” sede del Ejecutivo Nacional,
tal como lo había expresado el día que inició la invasión a Venezuela desde
Cúcuta. En Macuto quedaba un presidente derrotado, abandonado, desen-
gañado y mordiendo el polvo de la derrota, lo que jamás hubiese ocurrido si
el general Crespo no hubiera muerto seis meses antes. De esta manera entró
Cipriano Castro a la capital, “El Vencedor Jamás Vencido”, luego de una
campaña militar violenta e indetenible, dando inicio al ascenso de los andinos
al poder, en un largo periplo que duraría 57 años hasta la caída del último
dinasta andino, el también tachirense, general Marcos Pérez Jiménez en 1958.
Ese 23 de octubre de 1899 entra un tren a Caracas, pero un tren especial
que traía en su primer vagón al propio “Jefe de la Causa” Cipriano Castro, a
su lado el banquero y general Manuel Antonio Matos, y, frente a su asiento
el general Luciano Mendoza, de esta manera dos altos caudillos liberales
del andradismo entraban al nuevo gobierno, el resto del gabinete estaría
igualmente compuesto por viejos personajes liberales, consolidándose así
los lazos con el nuevo gobierno de Castro.
El otro escenario no militar, el político, también se debatía en medio de
un país atrasado cultural y económicamente, diezmado por guerras civiles
caudillescas que fueron la máxima expresión de la Venezuela del siglo XIX,
con la presencia de caudillos en busca siempre del combate por “la defensa
de la causa”, diseminados a lo largo del territorio. Mientras en el Congreso
se batían “civilmente” en encendidos discursos llenos de acusaciones entre
banderías políticas, que al final, aduciendo el “honor ofendido”, terminaban
Fondo
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del Caribe 81
por sus genios belicosos en duelos, tal el caso de los diputados por Coro,
Riera y Tellería, que finalmente resolvieron sus discrepancias a pistoletazo
limpio falleciendo el Senador Evaristo Tellería.
Caracas se había convertido en el epicentro de debates por el control de
las preeminencias caudillescas de los distintos “jefes” que venían de sus dife-
rentes regiones a defender los intereses de sus tribus políticas y sus parcelas
de poder, que se disfrazaban con sus levitas y sombreros clásicos de copa y
pumpá cuando se reunían en las cámaras legislativas, o se arrellanaban en
las cómodas butacas del Hotel Saint-Amand a sorber los brandis europeos
y los vinos alemanes y franceses en medio de la presencia de periodistas
que ofertaban publicarles sus alabarderías al régimen de turno, o sus ata-
ques despiadados al presidente, eran: liberales amarillos, liberales blancos,
conservadores nacionalistas mochistas, azules, anduecistas y rojaspaulistas
reconvexos y amarillos crespistas; los guzmancistas ya no existían, habían
cambiado de traje y de facción para pasar a ser gobierneros, y los pocos se
alzaban en armas o iban a parar con su humanidad a las cárceles.
En el Occidente no andino estaban los Riera, los Colina y los Tellería que
se subalternizaban en torno al viejo general Gregorio Riera, ya nonagenario
para 1899, guerrero que sirvió bajo el mando de Páez y luego de Falcón, que
junto a sus hijos, el posterior caudillo Gregorio Segundo Riera y su hermano
Bruno, con sus 90 años encima se lió en batalla contra León Colina, y en el
combate de Caujaro le impactó un bala que atravesó su pecho izquierdo del
que la “divina providencia” le salvó. En el otro frente, estaban los Colina y
sus huestes mestizas, el general León Colina, fiero guerrero de las guerrillas
federales, émulo de Guzmán Blanco y persecutor del general Matías Salazar
–fusilado por Guzmán en 1872 por osar a rebelarse contra el “Autócrata Civi-
lizador” y su manera de gobernar– y su vástago el fiero Diego Colina, llamado
“El Gran machetero”. Otro Linaje de combatientes estaba representado por
el general Ramón Castillo García, recio en los combates y expresión valiente
en la batalla, y otros hidalgos al estilo de la España del siglo XVI como lo
eran los orientales Manuel Guzmán Álvarez, general de infantería; Domingo
Monagas Marrero, formado militarmente en Europa; Diego Bautista Ferrer;
el ex-Presidente general José Ruperto Monagas, vencedor de la “Revolución
Azul” junto a su padre el general José Tadeo Monagas, hijos de una mezcla
indómita: sabana, caballo y lanza; otros como Zoilo Vidal, José María Gar-
cía, Nicolás Rolando, José Antonio Velutini, Horacio y Pedro Ducharne, y
el fiero piriteño Braulio Yaguaracuto, todos orientales bravíos, con la mar
protegiéndoles la retaguardia y al frente la sabana sin horizonte abriéndoles
 Cipriano Castro
82 Restaurador de Venezuela
los caminos hacia la guerra. Del Centro y los Llanos, Matías Salazar, José
Ignacio Pulido, Venancio Pulgar, Zoilo Bello Rodríguez y Víctor Rodríguez.
Y de allá lejos, del pie de la cordillera, el patriarca de la sierra, el general Juan
Bautista Araujo, lugarteniente de Guzmán Blanco en los Andes con su bien
ganado título de “El León de la Cordillera”, y su Estado mayor integrado por
sus hijos los generales Pedro, Eliseo, Juan y Manuel Salvador, y el general
José Manuel Baptista, quienes eran los patriarcas andinos. Al final del siglo
corrió la voz por todos los rincones de la patria: ¡¡¡Llegaron los andinos!!!,
vinieron para quedarse por casi cinco décadas en el Capitolio Federal y de
inmediato comenzaron a andinizar el país y cambiaron así definitivamente,
junto al petróleo, en forma drástica la historia de Venezuela. Bajaron de
los Andes con su visión vertical de la vida: Cipriano Castro, Juan Vicente
Gómez, Joaquín Garrido, José María Velasco, Eleazar López Contreras,
Manuel Antonio Pulido, Elías Sayago “El Temible”, Celestino Velasco, José
María Buitriago, integrantes como Oficiales de Comando de los Batallones
Junín y Tovar, y un Escuadrón de Caballería, quienes tenían bajo su mando
1.460 hombres, y una vez que bajaron y llegaron a las planicies de Flor de
Patria en Trujillo ya había triunfado la Revolución Restauradora. Castro,
buen estratega, evadió combates inútiles y enfrentó con valentía y buenas
tácticas operacionales a los que se le enfrentaron, y quizás el único que les
hubiera dado pelea con alto riesgo era el bravo general Luciano Mendoza,
pero no existían ya las razones para hacerlo.
- El Gran Estado Los Andes: Características socio-económicas,
políticas y culturales
Los Andes venezolanos constituyen una fisiografía integrada político-
administrativamente por los estados Táchira, Mérida y Trujillo, región que
a pesar de estar vinculada por una idiosincrasia psicosocial y política bas-
tante definida, las tres muestran entre sí marcadas diferencias no obstante
su integración económico-territorial y cultural. Hacia finales del siglo XIX
esa importante geografía del territorio venezolano no se había integrado al
resto del país y tenía poca ingerencia en los asuntos políticos, militares y
económicos de la vida nacional, desde 1830 a raíz de la disolución de la
Colombia de Bolívar y Santander. Económicamente estaban más vinculadas
a Colombia, y a Maracaibo y los puertos del Lago por donde transaban y
realizaban sus actividades de importación y exportación de mercaderías, en
vista de estar asentadas allí las principales agencias y firmas comerciales, en
Fondo
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del Caribe 83
su mayoría alemanas, las cuales les servían de intermediarias, mientras que
con el resto del país y con Caracas, la capital de la República, sus actividades
y vinculación eran escasas. Culturalmente la sociedad andina estaba bajo la
influencia colombiana y en casi ningún grado de Caracas, pues los sectores
pudientes enviaban sus hijos a educarse a Bogotá y los menos a Cúcuta y al
Seminario Mayor de Pamplona. Políticamente las discusiones y confronta-
ciones civiles que se llevaban a cabo en la Cordillera eran observadas desde
el Centro del país y el Oriente sin interés alguno, y la actuación del gobierno
central sólo se circunscribía a actividades meramente electorales y para desig-
nar las representaciones parlamentarias, comandancias de armas o designar
el Presidente de Estado de cada Sección, la que se llevaba a cabo a través
de delegados nacionales según la controversia, con mediadores para cosas
simples, o, con hombres de armas que actuaban la mayoría de las veces en
forma desmedida. Y esa realidad de segmentación de los Andes del resto del
país estaba determinada por la carencia de vías de comunicación, mientras
la región de los llanos y oriente estaban entrelazados por caminos de recuas
de verano, fluviales y marítimas. Es importante destacar que la violencia
desatada por el arrase nacional que significó en la vida del país la Guerra
Federal, y que sólo alcanzó a la región andina en su piedemonte; la condición
conservadora y visión de la familia y el trabajo, los sustrajo de esa violencia
estéril, cruel y fratricida que significó el conflicto. Mientras familias del bajo
llano buscaron refugio y asilo en el suelo serrano en donde sí existía la paz,
tal el caso de la población de Rubio en donde se asentaron provenientes de
suelo barinés y del bajo Trujillo los Trejo, Márquez, Briceño, etc.
Políticamente, en la función pública el gobierno central designaba a
prominentes hombres andinos para que gobernaran las distintas Secciones
que conformaban el Gran Estado de los Andes, y en medio de la anarquía
que vivía el país se manifestaba un cierto temor hacia los gobernantes de
Caracas, por el control sobre estos hombres que eran seguidos sin protesto
por sus correligionarios y con fiel obediencia a sus jefes. Una manifesta-
ción de ello fue el prestigio que en la región ejercía un bravo combatiente
conservador que fue derrotado en la batalla de Guama por el ejército liberal
en 1871, durante el septenio de Guzmán Blanco, el general Juan Bautista
Araujo, bravío en el combate y guerrero por antonomasia. Al final, Guzmán
Blanco buscó obligadamente su apoyo y lo convirtió posteriormente a las
filas liberales y en el legítimo representante del guzmanato en los Andes, que
junto al general José Manuel Baptista ejercieron una autoridad e influencia
casi hegemónica por casi dos décadas, creando ambos una cofradía política
 Cipriano Castro
84 Restaurador de Venezuela
indisoluble, tan fuerte, que cuando un campesino se encontraba con otro
paisano el saludo se iniciaba con el lema de “Vivan Araujo y Baptista, un
verdadero honor...” y pasaban luego a saludarse o a conocerse. Influencia
tal, que se redujo a su muerte, hasta que el general Gómez en función de
gobierno, luego de apoderarse del poder en diciembre de 1908, liquidó el
caudillaje regional histórico, incluyendo el andino.
Entre los años 1885 y 1886 la Sección del Táchira se vio sacudida por
constantes invasiones y revueltas políticas contra la dominación de los Araujo
en la Sección del Táchira, los araujistas representados por el doctor Carlos
Rangel Garbiras eran atacados fuertemente por los alcantaristas, lo que dio
paso a la inserción de otras corrientes políticas en la vida local, y no serían los
araujistas, los dirigidos por Espíritu Santos Morales o Rangel Garbiras, ni el
prestigioso general Juan Pablo Peñaloza, ni los alcantaristas, sería un personaje
audaz, con una clara capacidad de organización militar y estrategias para el
combate, que en la lucha política como congresista se había dado a conocer
por su arraigado nacionalismo y que aspiró a ser candidato presidencial el año
1894, se trataba de Cipriano Castro, un andino que cambiaría el curso de la
historia política nacional, debido a su definida personalidad y vivaz inteligen-
cia, capaz de llevar a cabo la empresa de convocar voluntades, convencerlas
y levantarse en armas, lo que se materializaría al invadir a Venezuela desde
Cúcuta con el llamado “Grupo de los 60” y en una campaña de 100 días tomar
el poder. Fue quizás el andino más avezado para cristalizar los ideales con
su “Revolución Liberal Restauradora”. imponiéndose en su tierra natal por
encima de personalidades como el doctor y general Carlos Rangel Garbiras,
Briceño, Morales, o, sobre el ciclópeo caudillo Juan Pablo Peñaloza.
La Sección del Táchira podríamos considerarla la región más nueva en
el trajinar político en toda la sierra andina, frente a la presencia de la exis-
tencia de algunos guerreros notorios de Trujillo, o de la sociedad ilustrada,
que se había formado en Mérida alrededor de su Universidad. Hasta ahora
el Táchira era una sociedad de hombres de la tierra en la que convergían dos
elementos: el auge de la agricultura del café en sus amplias faldas cordillera-
nas, y las migraciones de las familias del llano que se asentaron en el Táchira
por la década de 1860 huyendo de la Guerra Federal, y que le imprimieron
mayor fortaleza al trabajo. Casi de repente, contra ese predominio por más
de veinte años de los caudillos trujillanos, se empezaron a formar nuevos
hombres y a figurar en la lucha política de la región. En las filas liberales
se encontraban personalidades como Espíritu Santos Morales “El Patón”,
quien había sido Presidente de Mérida y el Deán de la Catedral de Mérida, el
Fondo
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del Caribe 85
padre Jesús Carrero, entre otras descollantes en la vida política regional. Las
luchas políticas interandinas que signaron la última década del siglo XIX,
definieron y perfilaron las nuevas figuras político-militares, y empezaron a
forjarse rápidamente los hombres que luego enfilarían hacia Caracas en busca
del poder y lo detentarían por casi 57 años, todos oriundos del Táchira, ini-
ciándose con Cipriano Castro y su “Revolución Restauradora”, hasta Marcos
Pérez Jiménez, pasando por Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras
e Isaías Medina Angarita.
Recapitulando, el análisis socio-político y hechos históricos referidos,
corroboran que el proyecto de consolidación política de los andinos, valedero
tanto para los regímenes de Castro y J. V. Gómez, implicaba la conformación
de un entretejido y armazón de poder, capaz de aguantar los embates que
generaban los caudillos locales casi en una santa alianza desde 1870 que se
instaura el liberalismo amarillo. De tal manera que, una vez instalado en el
poder, en el Mensaje que el Presidente Castro presenta a la Asamblea Nacional
deja entrever su estrategia para liquidar absolutamente la armazón de poder
del liberalismo amarillo, y ello arrancaba con el anuncio de la creación del
ejército nacional y de la escuela militar para formar oficiales académicamente,
con conceptos modernos de la guerra y el equipamiento con el apresto mili-
tar necesario. Ello significaba la sentencia de muerte de los viejos caudillos
militares que representaban el poder militar en las regiones durante la época
del dominio liberal ocurrido entre 1870 y 1902.
El rompimiento total con el viejo caudillaje militar llega a su fin al nom-
brar Cipriano Castro a los nuevos comandantes de armas en las diferentes
regiones militares, a los presidentes de estados y a los jefes civiles en todo
el país, había pues andinos por todas partes, tachirenses en todos los cargos
importantes donde se requería el brazo fuerte y el machete limpio. La geografía
nacional se había andinizado, y Castro había comenzado simultáneamente
el desmantelamiento de la vieja maquinaria política liberal guzmancista y
posteriormente crespista, igualmente procedieron con la estructura económica
y social, soporte del viejo liberalismo. En vano no habían recorrido 1.000
Km. para no actuar como andinos que eran.
La llegada de los andinos al poder y la posibilidad de mantenerse en él,
requerían de la unificación territorial y la pacificación del país, y ese objetivo
se lograba cambiando el criterio de soportar el dominio y control militar de las
regiones en manos de los caudillos, quienes eran los árbitros en su momento
y definían el apoyo o no al Presidente de turno. Caudillos que disponían de
prestigio local y regional, producto de múltiple factores, donde destacaban:
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
86 Restaurador de Venezuela del Caribe 87

su destreza en el combate para dirigir las batallas, sus prestigios de guerre-

ros, y la cuantía de campesinos que disponían en sus fundos. Lo otro, era el
aporte que esos campesinos brindaban a las montoneras que por cerca de 50
años diezmaron y azotaron el territorio, con excepción de los Andes, y que
a través de la aventura de la guerra podían obtener importantes beneficios.
Sin embargo, las propuestas de fin de sus miserias, penurias y enfermedades
continuaban. De tal manera, que la disposición determinante que tenían los
andinos era liquidar las luchas caudillescas, liquidando también con ello lo
costoso que significaba mantener el prestigio de cada uno de esos caudillos
en sus respectivas regiones. De tal manera, y ellos lo entendieron así, que
el país al final del siglo XIX pedía paz, y que se pusiera fin a la anarquía y
el desorden político-militar, así como a las disputas que entre los caudillos
locales se producían por el control de poder. Logrado ello, se convirtió en un
factor fundamental para impulsar el desarrollo, el renacer del comercio, y por
supuesto, el establecimiento de condiciones políticas y jurídicas necesarias
para consolidar el país en todos los órdenes. Se requería la paz de la República
para fortalecer el comercio entre los puertos de embarque y el resto del país,
abrir vías de comunicación y garantizarle al capital extranjero seguridad en
sus inversiones, de sobremanera en el renglón de las importaciones para un
país que no producía absolutamente nada, excepto una débil agricultura y
atrasada ganadería. De tal manera, que todo lo que se escriba sobre Cipriano
Castro será poco para analizar con rigor histórico y científico la influencia
determinante que este tachirense ejerció sobre el destino de Venezuela, así
como la participación que tuvieron todos los militares y políticos que con él,
a lomo de mula, enarbolando la bandera: “Nuevos hombres, nuevos ideales
y nuevos procedimientos”, relanzaron un nuevo país absolutamente diferente
al instituido por José Antonio Páez, o, el del “Ilustre Americano”, Antonio
Guzmán Blanco. De allí que para la comprensión de la historia contemporánea
de Venezuela, es imprescindible estudiar rigurosamente el período en el cual
los andinos, hegemónicamente, controlaron el país, el poder, la sociedad, la
política y el Estado.

- El Cabito: Genio y figura

Definir la figura de Cipriano Castro y su aparición en el escenario polí-

tico nacional marcado por el desastroso gobierno de Ignacio Andrade, y en Cipriano Castro a los 24 años, 1884
 Cipriano Castro
88 Restaurador de Venezuela
medio del ocaso del liberalismo amarillo y el viejo Partido Liberal Histórico,
es tarea compleja y controvertida. Castro, de baja estatura, cabellos negros
de excepcional brillo igual que sus ojos, que siempre quería ser el centro de
atracción en cualquier circunstancia debido a su recia personalidad que com-
plementaba su baja estatura, resumía el fenotipo común en la región andina.
Apareció en son de guerra, cosa nada extraña en un país en permanente
conflicto, condición personal que le facilitaba el esfuerzo supremo que ha-
cía por sobreponerse a su insignificante estatura, que daba pie para que sus
críticos y adversarios le ridiculizaran, menospreciando su inteligencia innata
y la sagacidad de su conducta personal. Nacido en un pequeño poblado del
Táchira, en San José de Capacho, el 12 de octubre de 1858, pocos meses
después estallaría la Guerra Federal o guerra de reivindicación social que
pasó casi desapercibida por las tierras cordilleranas, región que se incorporó
a la Provincia de Venezuela en 1777, por decisión de su Majestad el Rey de
España al crear la Capitanía General de Venezuela.
Cuando en el país se esperaba un nuevo alzamiento en armas del general
José Manuel Hernández, “El Mocho”, dueño en la práctica de la situación
política nacional y el cual que representaba la alternativa reivindicadora
nacional contra el continuismo de Andrade, en las lejanas tierras fronteri-
zas con Colombia y sin nexos con el partido Liberal Mochista, estalló el
alzamiento que en poco más de 100 días trajo a Caracas la “Revolución
Restauradora”. ¿Quién era el nuevo guerrero? Muy pocos le conocían en el
país, su nombre no tenía relevancia alguna, tal, que al iniciar su meteórica
revolución, el comentario era ¿Quién es Cipriano Castro? Como personalidad
política entra en la vida pública en 1878, a los veinte años de edad, cuando
en unión de un grupo de partidarios formó parte de una revuelta contra la
autocracia guzmancista, hecho que a pesar de no tener mayor resonancia, le
dio cierto renombre en los Andes, sin embargo allí también se preguntaban
¿Quién es Castro?, pocos podían dar respuesta a la interrogante, en Oriente,
en los círculos del general Manuel Guzmán Álvarez, se decía que era “un
mestizo de complexión fuerte con marcada ascendencia indígena”, hasta
allí no representaba nada alarmante. En 1886 lideró una revuelta contra el
Presidente de la Sección Táchira, y en 1889 fue designado gobernador de la
Sección Táchira, integrante del Gran Estado Los Andes. Desde allí, inicia
toda una labor para hacer política y prepararse para acciones de más largo
alcance, sus actos se encaminaban hacia el control del poder en Venezuela,
mientras realizaba una gestión de gobernante local con buena aceptación.
En el Congreso Nacional como diputado por la Sección Táchira da muestras
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del Caribe 89
de su aguda inteligencia y dotes de oratoria y ante la pretensión continuista de
Andueza y el fracaso de convocar un Congreso que le permitiera prolongar su
mandato, y que enfrenta Joaquín Crespo, Cipriano Castro apoyará en los Andes
al presidente Andueza y realiza una corta campaña militar que lo lleva victo-
rioso hasta Mérida. Al triunfar la “Revolución Legalista”, tuvo que marchar al
exilio en Cúcuta por un período de siete años; para él era imposible enfrentar al
caudillo y estratega llanero que era Joaquín Crespo. El exilio lo hizo meditar y
enseñó a esperar la oportunidad –esencial en un buen político–, mantuvo una
estrecha relación con políticos de la región del Táchira y sus amigos de San
Cristóbal, que compartía con sus actividades del comercio ganadero. En alguna
oportunidad, durante su corto pero desesperante exilio en Cúcuta, viviendo en
su hacienda “Bella Vista”, logra a través de emisarios buscar una concertación
con el Presidente Andrade, mas todo concluyó en un rotundo fracaso. Esto lo
instó a hacerlo personalmente, marchó a Caracas para tratar de conferenciar
con el Presidente, se trasladó a la Casa Amarilla Sede del Gobierno y por in-
termedio del Secretario del Presidente solicitó una entrevista personal con él,
a lo cual el Secretario Mendoza Solar no le dio la importancia merecida. Esta
situación obligó al general Castro a solicitar la intermediación de la madre del
general Linares Alcántara a fin de lograr la entrevista, sin embargo, ésta no se
pudo materializar. Al despedirse de la madre del general, doña Belén Estévez
de Yépez, le dijo: “Adiós, misia Belén, me voy y volveré pronto ... vengo, no
por mar porque mareo mucho, vengo por tierra”. Cuando el general Castro le
dio la espalda y se marchó, la madre del general Linares Alcántara exclamó:
“Ése se va alzado, ustedes lo verán y probablemente llegue a Caracas”. La
premonición se cumplió casi de inmediato, el “Indiecito que no cabe en su
pellejo” que de esa forma se expresó de Castro el Presidente Andrade, siete
meses más tarde lo derrocaría con su furia característica y forma arrebatada
de actuar, que acompaña con su manera extravertida de comportarse: emo-
tiva y violenta, lo que hacía difícil conocer realmente sus sentimientos. Era
lo contrario a lo que representaba su compadre y compañero de aventuras
Juan Vicente Gómez. Castro tenía una forma impulsiva de actuar aunque
aceptaba conversar y dejarse convencer, rectificando algunas decisiones en
ciertas oportunidades.
Podemos resaltar que, a pesar de su estereotipada conducta, deseos de
reconocimiento y vocación de poder, fueron las condiciones del país las que
lo llevaron a convencerse de que era un predestinado para “Salvar la Pa-
tria”, como lo manifestaba con frecuencia en sus círculos más cercanos. Se
consideraba un hombre “indispensable, el único capaz de gobernar el país
 Cipriano Castro
90 Restaurador de Venezuela
para el momento”, estaba convencido de ello por su arraigado nacionalismo,
ungido para dar el golpe revolucionario, que la providencia y su astucia se lo
permitieron. Lo que se fortaleció al fusionar su “personalidad con la causa”.
Sin embargo, era hombre que hacía a un lado el rencor, y muy fácilmente
olvidaba cualquier agravio a que fuera sometido, lo demostró muchas veces
durante su gobierno, y luego en el exilio hasta su muerte en Puerto Rico.
Con estas características, a los 41 años de edad entra a la historia y cam-
bió el curso de la política del país. Segundo hijo de Pelagia Ruiz y Carmelo
Castro, un agricultor de clase media, dueño de la finca “El Cedral” plantada
de café en las laderas capacheras, le tenía destinado a su hijo la carrera del
sacerdocio para lo cual lo envió a culminar el bachillerato al Seminario Ma-
yor de Pamplona en Colombia, en el Departamento de Santander, mientras
el destino le tendría deparado otro, ser el rector de la política en Venezuela
por un espacio de ocho años. En alguna oportunidad su padre se expresó del
joven Castro en los siguientes términos: “Mi hijo es como el símil del gallo,
hecho para la hembra y para la pelea”, lo que más tarde sería su verdadero
espectro conductal mientras ejerció el Poder Ejecutivo, como lo expresaría
el general Julio F. Sarriá al hablar sobre su personalidad. De allí que, debido
a su conducta altanera, el padre Rector del Seminario de Pamplona se vio
obligado a recurrir a Don Carmelo, su padre, y notificarle que su hijo no
tenía la menor vocación para ser pastor de almas, lo que acarreó un duro
castigo impuesto por su padre. Mas, Cipriano regresa a Capacho imbuido
de la ideología del liberalismo santanderino, principios del federalismo, del
anticlericalismo, de Justicia social y de libertades ciudadanas.
A su regreso se incorpora al seno familiar en Capacho que comparte
con sus hermanos, Celestino el mayor, y sus hermanas, Nieves, Laurencia,
Clotilde Consuelo y Josefa por cuyas venas circulaba sangre de los Pernía
y los Castro. Nos relata don Mariano Picón Salas sobre ellos: “El linaje de
la familia se perfila allá por los primeros años del siglo XIX, la sombra
imperiosa de «La Pernía» rica encomendera del Táchira, quien al quedar
viuda de aristócrata matrimonio compartió el lecho nupcial con cierto Cas-
tro caporal mestizo de sus haciendas. No teme contra las prescripciones de
la iglesia presentar junto a la línea de los descendientes legítimos, otra de
bastardos. Y entre los dimes y diretes de un pueblo serrano y conservador se
desenvuelve en faenas agrícolas y en una que otra guerrilla local. La familia
de los Castro a quien la bonhomía y espíritu de servicio de don Carmelito
había dado mediocre pero honorable posición, en los círculos de la provincia.
Antes del año 80 el ya maduro Don Carmelito había contraído segundas
Fondo
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del Caribe 91
nupcias con la señora Gumersinda Mora de la que nacerá otro hijo militar:
el futuro general Carmelo Castro...”. Políticamente, resulta controvertido
analizarlo en términos ideológicos, a pesar de que manifestaba a lo largo
de su vida pública un liberalismo retórico aunque le era dable según las
circunstancia haberse inclinado al conservatismo, ya que doctrinariamente
era poco lo que diferenciaba a ambas ideologías que se convirtieron en la
paradoja de la vida política del país en la ultima década del siglo XIX. Sin
embargo, al asumir el gobierno y tal como lo expresaba el nombre de su
acción armada: “Revolución Liberal Restauradora”, Castro se manifestó
ser el verdadero restaurador del liberalismo para lo cual de seguidas puso
en marcha su estrategia para desmantelar la vieja estructura liberal de los
“hombres de Antonio”, que copó el espacio público por treinta años, entre
1870 y 1900. Andino que en medio de su mesianismo se le oyó decir: “Los
hombres chiquitos como yo debemos la estatura que nos dio la naturaleza”,
buscando con ello salvar su baja estatura física. Quizás ello incidió para que
Pedro María Morantes –Pío Gil–, le endosara el titulo de “El Cabito”.
- Cipriano Castro en la vida pública
Hemos hecho un corto análisis sobre este personaje del cual Pío Gil ex-
presó en su libro El Cabito, novela fundamental para entender este personaje
que instauró el primer “cesarismo despótico en Venezuela” en los albores
del siglo XX: “El Cabito, un déspota que fijo una hora en la conciencia
nacional”. Su regreso a Capacho procedente del Seminario de Pamplona,
ocurre al poco tiempo de haberse producido un fuerte terremoto que destruyó
el poblado el 17 de mayo de 1875, lo que luego de largas discusiones, sobre
si reconstruir los escombros, o se construiría un poblado nuevo, se hicieron
ambas cosas y se asentó un nuevo poblado al que le dieron el nombre de
Capacho Nuevo o Independencia, y, Capacho Viejo o Libertad que seguiría
como asiento de la capital distrital. En tanto, el joven Castro fue enviado por
don Carmelo a trabajar a San Cristóbal en la factoría alemana Van Dissel
Rhode & Co., dedicada a la compra de café que era la base de la economía
del Táchira, rubro que atrajo varias representaciones comerciales del exterior;
sin embargo, comenzaba en ese tiempo –mundialmente– una caída de los
precios del grano, podríamos afirmar que sería el Táchira la región en donde
se consolidaría con la construcción de la línea férrea denominada “Ferro-
carriles del Táchira” que enlazaba a San Cristóbal con Puerto Encontrados
sobre el río Catatumbo, así como la fundación de la Compañía Petrolera del
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
92 Restaurador de Venezuela del Caribe 93

Táchira, primera de esta naturaleza que se instalaba en el país. A pesar de estos

hechos, la caída de los precios de café produjo una debacle en la economía
tachirense, generando pobreza, desempleo, e intranquilidad social y política.
El joven Castro, con apenas 18 años de edad, abandona el trabajo de
aprendiz de comerciante y comienza a insertarse en el mundo político de
San Cristóbal acercándose a las filas del conservatismo y generando un frá-
gil liderazgo en ciertos círculos de jóvenes que militaban en el movimiento
político conservador, y en esa actividad confronta la postulación del general
Francisco Alvarado a la Presidencia de la Sección Táchira, demostrando el
joven Castro junto a sus amigos de infancia Obdulio Cacique y José Rafael
Rojas Fernández, que era posible cambiar la dirección política regional. Y
ello fue producto de que se empezaron a sentir las primeras manifestaciones,
algunas de ellas violentas, contra los gobernadores no tachirenses que el
Guzmanato ponía al frente de la Presidencia del Táchira, llevando a que los
generales José Rosendo Medina y Gumersindo Méndez, el doctor Santiago
Briceño y los hermanos José y Rafael Rojas Fernández se levantaran en
armas, ocuparan la ciudad capital del Táchira y establecieran un gobierno
local: entre los combatientes más sobresalientes estaba el joven y dinámico
Cipriano Castro. Meses más tarde, en el sepelio de un conocido ganadero y
comerciante de Capacho, Castro conoce a otro joven: Juan Vicente Gómez,
con quien le unirá una sólida amistad y el que sería luego su victimario.
Durante este incidente le fue reconocido su valor personal, que demostró
luego en distintos combates defendiendo el gobierno de Andueza Palacio y
sus pretensiones continuistas, valor personal que posteriormente confirma
durante la Revolución Libertadora de 1902 contra su gobierno, que antepuso
al conflicto su capacidad estratégica y valor que al final le dio el triunfo a
su gobierno.
En las batallas que libró Cipriano Castro se comportó con bravura y
arrojo como cualquier soldado de infantería o de a caballo, arriesgándose
como el que más, lo que contribuyó a que sus correligionarios lo endiosa-
ran, y como todos los restantes caudillos que le precedieron, también salió
forjado del campo de batalla y en la dura y sacrificada escuela del combate
de todas las campañas guerreras realizadas. De allí que el convertirse en el
primer caudillo de los Andes fue el resultado de la puesta en práctica de su
valor, calificado por algunos historiadores como: “Desorbitado, fuera de lo
corriente, podría decirse que suicida, era extraordinario, casi imprudente”.
Estas condiciones, unidas a su innata inteligencia y habilidad fue lo que le
permitió escoger el camino expedito para llegar a Caracas y posesionarse del Cipriano Castro, 1990
 Cipriano Castro
94 Restaurador de Venezuela
poder. No gastando munición, pertrechos y armamento en combates inútiles,
pues su meta era llegar fortalecido y entrenado al centro del país en donde
se dirimirían los combates que decidirían su triunfo militar. La rapidez de
movimientos de sus tropas, unido al factor sorpresa y rapidez de sus marchas
y contramarchas sorprendió al presidente Andrade cuando le informaron de su
llegada a Valencia, luego de los combates victoriosos de Nirgua y Tocuyito.
En 1884 el joven Castro se vio envuelto en un incidente con el padre Juan
Ramón Cárdenas, cura párroco de Independencia, lo que le valió encarcela-
miento en San Cristóbal por seis meses hasta su fuga para ir a residenciarse
en la vecina ciudad fronteriza de Cúcuta, en donde conoció a la joven Zoila
Rosa Martínez, quien sería conocida luego como “Doña Zoila”, con quien
contrae matrimonio el 11 de octubre de 1886, contaba Castro con 28 años
de edad.
Una vez que abandona la Presidencia de la gobernación de la Sección
Táchira, a consecuencia del enfrentamiento ideológico que mantuvo con el
general Rangel Garbiras, presidente del Gran Estado Los Andes, quien era
su jefe inmediato, sale electo diputado de la Sección Táchira al Congreso
Nacional.
En junio de 1886 Cipriano Castro regresa al Táchira nuevamente, inte-
grando como oficial con el grado de coronel las fuerzas invasoras comanda-
das por los generales Buenaventura Colmenares y Segundo Prato, quienes
enarbolaban las banderas de la autonomía y como una reacción contra el
gobierno despótico del jefe liberal Espíritu Santos Morales, revuelta que
los lleva a triunfar en sus propósitos, venciendo en varios combates. El
presidente Guzmán Blanco admite el reclamo y el joven coronel Cipriano
Castro le reconoce su arrojo y valentía y es ascendido al grado de general
de brigada, y de allí pasa a convertirse en una importante figura política,
que es reforzada por su activa participación en encendidos discursos como
diputado al Congreso Nacional; en esa oportunidad conocerá a los políticos
del centro y establecerá contacto con el doctor Andueza Palacio, hombre de
elocuente verbo en el parlamento, cosa que asombró a Castro. Concurrían
allí hombres culturalmente bien formados que le sirvieron de maestros al
novel diputado tachirense. Entre esos parlamentarios estaba el diputado
oriental Marco Antonio Saluzzo y el diputado Laureano Villanueva, desta-
cados y grandilocuentes oradores que intervenían en cadentes discusiones
políticas, económicas, y sobre el tema de la corrupción. Quienes también se
sorprenden de oír a este nuevo personaje, con característico acento andino,
que pretende disputarles los espacios a los viejos parlamentarios y políticos
Fondo
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del Caribe 95
que, en forma casi hereditaria, ocupan los sillones del Congreso. Uno de
ellos, el polémico historiador y parlamentario valenciano Domingo Antonio
Olavarría, de las viejas familias valencianas, rancio oligarca quien traba
amistad con el “Andinito Castro”, como muchos le llaman. “Me parece un
hombre interesante”, expresó sobre Castro el polémico historiador y fuerte
detractor del liberalismo amarillo, y además confrontador contumás del
Presidente Guzmán Blanco. Por las noches asistía Castro a tertulias bajo
la luz de los faroles de la Plaza Bolívar donde se discutían “los problemas
nacionales”, allí acudían personajes como los generales Jacinto Lara, Juan
Pietri y Julio Sarría, entre otros.
El 20 de febrero de 1892 al estallar la “Revolución Legalista” de Crespo
para oponerse a la pretensión continuista de Ignacio Andrade, Castro cierra
filas y se une a las fuerzas gubernamentales, lo que le vale que el presidente
lo designe para mantener el orden en el Gran Estado Los Andes, misión
sencilla, porque para ello contaba con el apoyo y la compañía de su fraternal
amigo Juan Vicente Gómez. Al triunfar la Revolución Legalista Castro se
exilia, radicándose en Cúcuta, población donde se refugiaban los enemigos
de Crespo, su exilio que se prolongaría por siete años que le sirvieron para
acercarse nuevamente al doctor y general Carlos Rangel Garbiras. Castro
mantenía una constante correspondencia con políticos de Caracas que le sir-
vieron para conservar viva su imagen en la capital. Al acercarse las elecciones,
su amigo el historiador Olavarría le propone que acepte la candidatura a la
presidencia de la República, pero no aceptó, su estrategia ya estaba puesta
en marcha, a pesar de su temperamento inquieto sabía esperar la oportunidad
que él presentía estaba cerca, y declina así enfrentar el candidato que Crespo
seleccionaría, todo estaba “arreglado” para el gran fraude electoral, Castro le
responde hábilmente: “No tengo ni las aptitudes ni el conocimiento necesario
para semejante oficio”.
La Revolución del “Mocho” Hernández, las consecuencias del desastro-
so gobierno de Crespo y su repentina muerte, le abrieron a Cipriano Castro
definitivamente las puertas del Capitolio Federal, no había pues un caudillo
militar que se le pudiera interponer en “Su Revolución”. Ya estaban diseñadas
las formas de acción operacional, estrategias, organización y estructura del
movimiento. Su compadre Juan Vicente le prometió el recurso económico y
los hombres estaban en el camino, el motivo para la insurrección tuvo como
acicate el voto del Congreso el 22 de abril de 1899 sobre la autonomía de los
Estados, que se contraponía a los principios establecidos en la Constitución
vigente y que él con su acción armada accionó para la toma del poder que
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
96 Restaurador de Venezuela del Caribe 97

por el derecho de conquista “Restauraría”. Las últimas discusiones sobre la

fecha y la alianza con el doctor Rangel Garbiras no pudieron concretarse,
Castro comandaría solo la Revolución y en una noche lluviosa, con un cielo
cargado de grandes nubarrones, en horas de la madrugada, cruza la frontera
colombo-venezolana, la historia se encargaría de lo demás, de conducir al
“César andino” y a sus sesenta correligionarios sobre cabalgaduras, con cobi-
jas de bayeta y capotera en el anca del caballo donde guardaba el chinchorro,
indicaban que se había iniciado la “Revolución Liberal Restauradora”. Fueron
entonces 8 años de “Restauración” castrista y luego, 27 de “Rehabilitación”
gomecista que eran los lemas de ambos en el ejercicio del poder, las que se
prolongaron más con la presencia en el poder de Eleazar López Contreras e
Isaías Medina Angarita, entre 1935 y 1945.

- El guerrero andino: La invasión de los 60

La invasión de los 60 hombres que atravesaron la frontera desde Colom-

bia junto a Castro y a Juan Vicente Gómez, constituye uno de los principales
hechos político-militares en nuestra historia contemporánea, tanto por las
consecuencias políticas, como por las económicas y sociales que generó, es
quizás el tercer evento en trascendencia luego de la independencia y de la
instauración de la República por José Antonio Páez en 1830. Las tropas que
conformaban este ejército eran montañeses que bajaron de las faldas andinas
machete al cinto y escasos máuseres. Comandados por una nueva generación
de hombres, entre ellos “El Jefe” Cipriano Castro con el grado de general y
con 41 años de edad. Los otros, bachilleres egresados del colegio Sagrado
Corazón de La Grita que iban en pos de su tajada que le correspondía en la
política venezolana de la cual jamás participaron, y con la buena intención de
acabar con la corrupción que tenía destruida la República luego de 30 años
de dominación liberal guzmancista-crespista. Iban tras su huella, acatando
las indicaciones que les giraba ese pequeño titán que, con la furia de un
volcán en erupción, les decía encendidas arengas de alto contenido patrió-
tico e inflamadas de nacionalismo del más puro, ellos serían la plataforma
político-militar sobre la cual los andinos gobernarían el país, iban allí tres
protagonistas de la historia para los próximos 41 años: Cipriano Castro, Juan
Vicente Gómez y Eleazar López Contreras, futuros presidentes de Venezuela,
todos andinos, todos del Táchira. Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
98 Restaurador de Venezuela del Caribe 99

Avanzaban sin cuidar territorio. Enterados absolutamente de la anar- - Gobierno de Cipriano Castro: Exportación e importación por
quía que existía en toda la república, debían aprovecharla para fortalecer su países
triunfo. Luego de 4 meses de trocha, combates, escaramuzas y batallas, esos
2.500 infantes y hombres de a caballo conformando 4 batallones: Libertador, Período
Bolívar, Junín, 23 de Mayo, 1 Escuadrón de Caballería y la Guardia de Honor, 1902-1908
iban a enfrentar a 5.000 hombres bien apertrechados y aguerridos comandados (en bolívares)
por el veterano militar, el general Diego Bautista Ferrer, Ministro de Guerra Exportación1
del presidente Andrade. El éxito de esta empresa revolucionaria se puede
atribuir fundamentalmente a la capacidad de maniobra puesta en práctica por Años Estados
Castro y su Estado Mayor, y por otra parte, a la falta de cohesión y unidad de Económicos Unidos Francia Inglaterra Holanda
mando de las fuerzas gubernamentales, que tenían una baja moral. La batalla 1902 -1903 14.163.148 12.366.598 513.044 7.888.963
de Tocuyito, llevada a cabo entre los días 14 y 15 de octubre, le permitió a
1903 -1904 20.595.925 28.339.658 5.947.748 11.337.038
Castro negociar posteriormente en Valencia la entrega de poder, hacer un
alto a las hostilidades, y de inmediato, el 22 de octubre, “El Cabito”, entra 1904 -1905 24.962.564 14.022.918 8.149.502 10.895.600
triunfante como él lo predijo: “Hasta el capitolio Federal”. 1905 - 1906 25.191.270 20.558.671 6.551.467 11.827.212
1906 - 1907 29.812.341 20.366.976 7.013.852 9.627.269
- El teatro de operaciones 1907 - 1908 27.762.733 27.483.135 * 7.238.924 3.818.210
El 23 de mayo de 1899, a las 10 de la noche el general Cipriano Castro,
llevando como segundo al general Juan Vicente Gómez y seguidos por 58 Importación2
compañeros de armas, invadieron a Venezuela desde Colombia, cruzando
el Río Táchira por la hacienda Los Vados, propiedad de los Prato y exac- Años Estados
tamente por el sitio que se llama el “Paso de Juan Frío”. Refería el general Económicos Unidos Francia Inglaterra Holanda
Gregorio Méndez, último sobreviviente de aquella invasión que se llamó
1902 -1903 10.092.761 1.961.538 6.694.247 1.628.215
“De los Sesenta”, que al pisar tierra venezolana el general Castro detuvo
su cabalgadura, echó pie a tierra y arrodillándose con los brazos abiertos 1903 -1904 14.793.543 5.839.565 19.336.888 3.367.763
en cruz, mirando hacia el oriente, hacia Caracas, exclamó “Y ahora bajo la 1904 -1905 14.277.508 4.312.539 11.794.631 2.327.964
protección de Dios hasta el corazón de Venezuela, hasta el capitolio Nacio-
1905 - 1906 13.585.469 2.738.807 13.385.982 3.094.862
nal”. La invasión estuvo conjugada con pronunciamientos de copartidarios y
amigos en diversas poblaciones, en Capacho: Rafael María y Jesús Velasco 1906 - 1907 13.132.354 357.434 19.637.152 4.772.562
Bustamante, los Cárdenas Zambrano, José María García Velasco y otros; 1907 - 1908 15.365.010 789.108 7.238.924 4.765.085
en Colón: Régulo Olivares y Florentino Vargas; en Lobatera y Michelena:
Maximiliano Casanova y Juan Figueroa; en Táriba y Palmira: Santiago Bri-
ceño Ayestarán, Clodomiro Sánchez y Aniceto Cubillán; en Rubio: Román
Moreno; en Zorca, Froilán Prato y los Amaya; en Santa Ana: Luis Varela; en
Río Frío: Eulogio Moros; en Tovar, Estado Mérida: el General José María
Méndez. 1
“Estadística Mercantil”, El Universal, Caracas, 9 de octubre de 1911.
2
“Estadística Mercantil”, El Universal, Caracas, 7 de octubre de 1911.
*
En Anuario Estadístico de Venezuela, 1911, aparece como cifra Bs. 24.483.135.
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Editorial
100 Restaurador de Venezuela del Caribe 101

Exportación de café, cacao y ganado vacuno (en bolívares) Gasto Público distribuido por departamentos del Ejecutivo
Entre los años 1899-19083 Presupuestos 1900-19085

Años Ganado va- Años Relaciones Relaciones Crédito Pú-

Económicos Café Cacao cuno Económicos Interiores Exteriores Hacienda blico

1899 - 1900 34.740 5.082 1.098 1900 - 1901 6.944.489,60 1.016.250,00 6.971.578,77 5.548.773,16

1900 - 1901 30.802 13.017 4.911 1901 - 1902 6.516.617,80 1.035.140,00 7.032.897,10 5.548.773,16

1901 - 1902 29.585 13.469 6.235 1902 -1903 6.516.617,80 1.035.140,00 7.032.897,10 5.548.773,16

1902 -1903 20.828 9.780 3.720 1903 -1904 6.516.617,80 1.035.140,00 7.032.897,10 5.548.773,16

1903 -1904 37.443 16.675 8.451 1904 -1905 6.516.617,80 1.035.140,00 7.032.897,10 5.548.772,16

1904 -1905 31.000 12.667 6.480 1905 - 1906 13.036.950,31 388.188,20 6.558.095,36 14.280.000,00

1905 - 1906 37.104 14.656 9.042 1906 - 1907 13.036.950,31 388.188,20 6.558.095,36 14.280.000,00

1906 - 1907 37.996 14.329 5.570 1907 - 1908 13.036.950,31 388.188,20 6.558.095,36 14.280.000,00

1907 - 1908 35.243 20.929 3.951 72.121.811,73 6.388.658,70 54.777.453,25 70.583.865,00

Comercio exterior venezolano (en bolívares)

1899-19084 Gasto Público distribuido por departamentos del Ejecutivo
Presupuestos 1900-19085
Años Balance Co-
Económicos Exportación Importación mercial Años Guerra y Instrucción Obras Públi-
Económicos Marina Pública Fomento cas
1899 - 1900 77.729.694,00 53.966.355,00 23.763.339,00
1900 - 1901 9.980.601,13 2.800.000,00 2.044.252,00 694.055,34
1900 - 1901 79.702.277,22 55.900.305,68 23.801.971,54
1901 - 1902 10.246.041,60 3.297.565,00 2.642.510,00 680.455,34
1901 - 1902 75.965.177,45 63.877.000,00 12.088.177,45
1902 -1903 10.246.041,60 3.297.565,00 2.642.510,00 680.455,34
1902 -1903 39.651.578,51 28.108.804,07 11.542.774,44
1903 -1904 10.246.041,60 3.297.565,00 2.642.510,00 680.455,34
1903 -1904 80.694.141,52 59.459.233,40 21.234.908,12
1904 -1905 10.246.041,60 3.297.565,00 2.642.510,00 680.455,34
1904 -1905 72.516.050,99 48.434.144,00 24.081.906,99
1905 - 1906 11.054.567,05 2.362.356,00 2.857.843,00 4.512.000,00
1905 - 1906 80.892.119,88 44.952.867,66 36.029.252,22
1906 - 1907 11.054.567,05 2.362.356,00 2.857.843,00 4.512.000,00
1906 - 1907 81.019.864,26 51.679.088,15 29.340.776,11
1907 - 1908 11.054.567,05 2.362.356,00 2.857.843,00 4.512.000,00
1907 - 1908 78.145.218,18 54.420.688,00 23.724.550,18
84.128.468,68 23.077.328,00 21.187.821,00 16.951.876,70

3
Miguel Izard: Series Estadísticas para la Historia de Venezuela, pp. 192-193 y 195-196.
4
Ramón Veloz: Economía y Finanzas de Venezuela desde 1830-1944. 5
Anuario Estadístico de Venezuela 1908. Ministerio de Fomento.
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102 Restaurador de Venezuela del Caribe 103

Ingresos y Egresos Públicos (en bolívares) el sitio de Tononó, quedando muerto en la acción el general Ramón Nonato
1899-19086 Velasco y queda gravemente herido el coronel Antonio Pulgar quien muere
posteriormente.
Años El general Castro regresa a su cuartel establecido en Capacho y tiene
Económicos Ingresos Egresos Balance conocimiento de que el general Leopoldo Sarría, Jefe de la Frontera al
1899 - 1900 27.296.193,77 524.263.138,67 3.033.055,10 frente de tropas regulares y acompañado del general Pedro Cuberos, quien
comanda una columna de tropas colombianas, intenta igualmente llegar a
1900 - 1901 44.945.261,95 37.984.405,30 6.960.856,65 San Cristóbal por la vía de Rubio. Marcha hacia esa población donde se le
1901 - 1902 31.650.765,96 32.421.783,71 771.017,75* incorpora el coronel Román Moreno y la columna gubernamental cambia
1902 -1903 25.738.595,45 23.536.673,36 2.201.922,09 de rumbo para dirigirse a San Cristóbal por los pueblos del Norte. Ordena
al coronel Régulo Olivares marchar rápidamente a interceptarla, cosa que
1903 -1904 56.523.976,90 38.369.428,86 18.154.548,04 se lleva a cabo con éxito, derrotando a los gubernamentales en el sitio de
1904 -1905 46.877.852,69 51.356.228,54 4.478.375,85* Las Pilas el día 27, muere el general Pedro Cuberos, y quedan gravemente
1905 - 1906 49.334.668,68 50.345.140,80 1.010.472,12* herido el general Julio Sarría y el coronel Olivares. Estos triunfos exaltan
los ánimos de los revolucionarios y les permiten hacerse, además, de armas
1906 - 1907 49.929.301,28 61.146.394,36 11.217.093,08* y municiones.
1907 - 1908 50.803.153,70 49.375.202,61 1.427.950,99 Continúa el general Castro organizando sus fuerzas, cuando tiene cono-
cimiento de que desde Mérida marcha hacia San Cristóbal, al frente de una
fuerza considerable, el general Espíritu Santo Morales, quien ha derrotado en
el camino al general José María Méndez y viene por la vía de El Zumbador.
- La campaña Restauradora Sale el general Castro a su encuentro, dejando en Palmira cubriéndole la
Todos los fenómenos humanos son un compuesto de espíritu y retaguardia por una eventual salida que pudiera efectuar desde San Cristóbal
materia, de pasión y de cálculo. el general Peñaloza, a los generales Juan Vicente Gómez, Joaquín Garrido
Beaufre y Santiago Briceño Ayestarán. Derrota a Morales en El Zumbador después
de un sangriento combate. Captura numerosos prisioneros entre ellos varios
altos oficiales, armas y municiones. El general José María Méndez llega
El día 24 llega el general Cipriano Castro a Capacho donde se ven in- con sus fuerzas cuando está terminando el combate y persigue activamente
crementadas significativamente sus fuerzas revolucionarias por numerosos a los derrotados.
partidarios que se le unen; lanza una proclama inflamada de patriotismo y
justificando políticamente el alzamiento, en razón de lo que considera la al- Decide entonces el general Castro atacar a San Cristóbal, pero el general
teración del orden constitucional por parte del gobierno. Rápidamente tiene Peñaloza ha construido una serie de parapetos y atrincheramientos que hacen
noticias de que tropas gubernamentales procedentes de Rubio, comandadas nugatorios cinco asaltos sucesivos que efectúan las fuerzas revolucionarias.
por el general Ramón Nonato Velasco y el coronel Antonio Pulgar marchan En vista de esto, y para evitar mayores pérdidas, pone sitio a la ciudad, desde
hacia San Cristóbal para incorporarse al general Juan Pablo Peñaloza que el 1º hasta el 12 de julio, pues está en conocimiento de que el presidente
al frente de dos batallones está listo a defender la plaza. El Ejército Revo- Andrade ha resuelto enviar por la vía de Maracaibo y Encontrados un fuerte
lucionario sale al encuentro de las tropas gubernamentales y las derrota en cuerpo de ejército, 5.000 hombres bien pertrechados, incluyendo artillería y
comandadas las unidades por destacados oficiales, entre los que se encuen-
tran los generales Diógenes Torrellas Urquiola, Isidoro Wiedeman, Rafael
6
Ramón Veloz, Economía y Finanzas de Venezuela desde 1930 hasta 1944. Montilla, y Rosendo Medina.
 Cipriano Castro
104 Restaurador de Venezuela
Desde Capacho y Táriba vigila el general Castro al ejército del general
Fernández que se aproxima, y resuelve hacerle frente en los callejones de
Cordero, trabándose recios combates durante los días 27 y 28 de julio con
resultado de numerosas bajas para las fuerzas gubernamentales. La escasez de
municiones obliga a Castro a desplazar las fuerzas revolucionarias a Capacho,
mientras Fernández logra el objetivo de entrar a San Cristóbal donde se une
a Peñaloza. La presencia en San Cristóbal de fuerzas gubernamentales tan
poderosas hace comprender al general Castro que de quedarse en territorio
del Táchira puede fácilmente ser derrotado por las fuerzas del gobierno que
son superiores numéricamente y están mejor apertrechadas y armados. Es
entonces cuando su audacia y su fe lo llevan a tomar la decisión, el 1º de
agosto en junta de oficiales, de marchar al centro de la República para librar
una batalla decisiva contra el gobierno en algún sitio cercano a la capital.
- Organización del ejército en campaña
El 2 de agosto se da la orden de iniciar marcha y parte del Cuartel Ge-
neral de Capacho el ejército revolucionario, organizado así:
Comando: Primer Jefe, general Cipriano Castro, Segundo Jefe, general
Juan Vicente Gómez, Jefe de Estado Mayor, general Joaquín Garrido;
Ayudante Secretario, Coronel Román Moreno.
Parque: Primer Jefe, general Aurelio Valbuena; Segundo Jefe, Co-
mandante Manuel Angulo; Ayudantes, Capitanes Cornelio Superlano
y Julio Santander.
Guardia de Honor: Primer Jefe, coronel Jorge Antonio Bello; Ayudante,
capitán Rafael Ontiveros.
Batallón Libertador: Primer Jefe, coronel Pedro María Cárdenas;
Segundo Jefe, coronel José Antonio Dávila; Jefe Auxiliar, comandante
Andrés Amaya.
Batallón Bolívar: Primer Jefe, coronel Miguel Contreras; Segundo Jefe,
coronel Secundino Torres; Jefe Auxiliar, coronel Octaviano Olivares.
Batallón Junín: Primer Jefe, coronel Guillermo Aranguren; Segundo
Jefe, coronel Emilio Fernández; Jefe Auxiliar, coronel Juan Alberto
Ramírez.
Batallón 23 de Mayo: Primer Jefe, coronel Luis Varela, Segundo Jefe,
Fondo
Editorial
del Caribe 105
Coronel Maximiliano Casanova; Jefe Auxiliar, Comandante Ovidio
Salas.
Escuadrón de Caballería: Primer Jefe, general Manuel Antonio Pulido,
Segundo Jefe, general Froilán Prato, Jefe de la Remonta y del Primer
Grupo, coronel Emilio Somaza; Jefe del Segundo Grupo, general Elías
Sayazo (Padre); Jefe del Tercer Grupo, general José Rafael Albornoz;
Jefe del Cuarto Grupo, Coronel Rufino Vivas.
El Escuadrón de Caballería constante de 95 plazas, incluía un grupo de
tiradores de élite cuya misión en los combates era fundamentalmente diezmar
a la oficialidad enemiga, estos tiradores escogidos fueron: Ceferino Ruiz,
Felipe Neri, Felipe Neri (hijo), Pablo Acevedo, Casimiro Nieto y Dionisio
Berroterán.
La columna revolucionaria desde su salida de Capacho, el 2 de agosto
hasta su llegada a Tocuyito el 12 de septiembre, recorrió 900 kilómetros
en 41 días, con un promedio de 22 kilómetros diarios, sosteniendo en el
trayecto tres recios combates victoriosos: Tovar, el 6 de agosto, Parapara, el
26, y Nirgua, el 8 de Septiembre. Además de librar numerosas escaramuzas.
El 6 de agosto se enfrentan en la población de Tovar, con tropas tru-
jillanas, comandadas por el doctor y general Rafael González Pacheco, el
combate se desarrolla en dos etapas, en la primera de las cuales pierde la
vida, luchando valerosamente a la cabeza de sus tropas, el general José María
Méndez, gran sostenedor de la causa de Cipriano Castro en Territorio del Es-
tado Mérida. Derrotada la fuerza del Gobierno, con el resto de las fuerzas del
general Méndez y otros voluntarios que se incorporaron, se crea y organiza el
Batallón Tovar, cuya plana mayor quedó constituida así: Primer Jefe, general
Tomás Pino; Segundo Jefe, Coronel José Salas, Jefe Auxiliar, Comandante
Lucio Quintero. Llega la Revolución a Mérida el día 10 y sigue marcha el
11 para Valera a donde entra por la vía de la Cañada de Mendoza el día 15,
permaneciendo allí hasta el 18, el doctor y general Leopoldo Baptista, gran
caudillo trujillano a la cabeza de 2.000 hombres, toma posiciones en la Mesa
de Carvajal para cerrarle el paso al general Castro.
En Valera, un fuerte contingente de oficiales liberales trujillanos del
general Pedro Paredes Pimentel, quien había estado comprometido desde
tiempo atrás con el general Castro, pero a quien los conservadores habían
dado muerte el año anterior, en Valera, se sumaron al general Castro. Estos
oficiales, nativos y conocedores de la región y de toda la Vega del Motatán,
guiaron al ejército de Castro hacia lugares por donde pudo pasar el río, cre-
 Cipriano Castro
106 Restaurador de Venezuela
cido de monte a monte en esa época. Atravesaron la corriente ayudándose
con sogas, y cuando las tropas de Baptista se dieron cuenta de que se les
escapaba la columna revolucionaria, enviaron tras ella un campo volante de
caballería que alcanzó al ejército de Castro en el momento en que todavía
cruzaban el río, la impedimenta y las soldaduras que acompañaban la tropa.
Mujeres aguerridas, tiradoras de revólver y de winchester quienes tomaron
posiciones en la barranca del río y con un fuego vivo y certero rechazaron a
los perseguidores. Por los llanos de Monay sigue el general Castro hacia el
Norte, va internándose en tierras del estado Lara y llega a Carora el 22 de
Agosto, allí se entrevista con el doctor José María Riera y sigue marcha hasta
llegar el 26 al Río Tocuyo, en el sitio de Parapara donde acampa, esperando
que baje la crecida del río. Mientras esto ocurre, aparecen por retaguardia
tropas del gobierno comandadas por el general Elías Torres Aular. De in-
mediato el general Castro ordena el ataque que lo lleva a acabo el Batallón
Junín, conducido por el coronel Emilio Fernández quien se bate con tanta
bravura que allí mismo es ascendido al grado de general. El gobierno sufre
completa derrota, abandona más de 1.500 máuseres, numerosas cajas de
parque, un cañón de campaña y una fuerte cantidad de dinero destinada al
racionamiento de las tropas; al posesionarse de este armamento –moderno
para la época–: fusiles máuser de repetición (10 tiros, Modelo 71-84), en-
trega el general Castro el armamento anticuado que hasta ese momento han
utilizado, al doctor José María Riera para que los revolucionarios de la loca-
lidad, principalmente seguidores de las banderas nacionalistas del “Mocho”
Hernández, promuevan alzamientos contra el gobierno. Con la captura de la
pieza de artillería de campaña se pone ésta bajo el mando del coronel Rufo
Nieves; ayudante, capitán Arecio Arias, y se les asignan 10 hombres de tropa.
Después de este triunfo, marcha el general Castro hacia el norte, vía
Siquisique. Este rumbo que toma la Revolución es tratando de aproximarse
a territorio del estado Falcón, donde se supone está alzado contra el gobierno
el general Diego Colina, quien actúa en combinación con un comité revolu-
cionario establecido en Curazao, compuesto por los generales José Ignacio
Pulido, Ramón Ayala, Ramón Guerra y Juan Pietro; efectivamente había sido
así, pero ya para ese momento le habían vencido las tropas del gobierno. En
vista de esto, de Siquisique marcha el general Castro por la vía de Boraure
hacia Barquisimeto, ciudad ésta donde al frente de efectivos considerables
se encuentran los generales Aquilino Juárez y Lorenzo Guevara.
Recordando el general Castro lo infructuoso que habían resultado los
ataques a San Cristóbal, decide pasar por el sur de Barquisimeto sin combatir
Fondo
Editorial
del Caribe 107
y sin tratar de rendir la ciudad. Realmente se producen unos ligeros tiroteos
entre las fuerzas del gobierno y la columna revolucionaria, mientras ésta
desfila por la localidad de Santa Rosa hacia Cabudare, allí se incorpora un
contingente de voluntarios como en número de trescientos que se organiza
para formar con ellos el Batallón Lara, bajo el mando del general Zoilo
Gutiérrez, Segundo Jefe el general Juan Antonio Chirinos y Jefe Auxiliar el
general Gumersindo Urdaneta. En Yaritagua se incorpora otro contingente de
voluntarios, con los cuales se integra el Batallón Urachiche, bajo el mando
del general Pedro M. Hinojosa, como Segundo Jefe el coronel Crescencio
Figueroa, y Jefe Auxiliar el general Pedro Mijares.
Al amanecer del día 8 el ejército revolucionario llega a Nirgua donde el
general Rosendo Medina a la cabeza de 1.200 hombres prepara la defensa,
los Batallones Lara y Urachiche atacan a lo largo de las calles, reforzados
por el Batallón Libertador, mientras en las afueras del pueblo las posiciones
que ocupa el gobierno en el sitio conocido como el Picacho, son asaltadas y
tomadas por los Batallones Junín y 23 de Mayo. El combate es sangriento y
dura 5 horas, al cabo de las cuales la revolución ha conquistado el triunfo.
Al día siguiente la marcha continúa hacia la Sabana de Carabobo, pasando
por Bejuma, la columna revolucionaria entra a la Sabana por la Pica de la
Mona y acampa el día 12 en el pueblo de Tocuyito. En Valencia el ejército
gubernamental se mantiene fuerte y está integrado por 6.000 hombres bajo
el mando de los generales Diego Bautista Ferrer, Ministro de Guerra en
campaña, y Antonio Fernández, Jefe Expedicionario, lo cual creaba una
nociva dualidad de mandos, marchan hacia Tocuyito para dar batalla a los
revolucionarios. El encuentro se produce el día 14, las fuerzas de la Revo-
lución sólo disponen de 2.000 hombres para hacer frente a las tropas guber-
namentales que la triplican en número, hay errores de conducción en ambos
mandos. Mientras, las patrullas de exploración enviadas por el general Castro
regresan sin mayores informes acerca de la marcha o de las posiciones del
ejército contrario, los revolucionarios son tomados por sorpresa cuando el
Batallón Lara arma pabellones y se dispone a tomar el rancho, en ese mismo
momento y prácticamente inerme es atacado por un batallón del gobierno
que sorpresivamente ha cruzado el río.
Las fuerzas revolucionarias reaccionan con la rapidez que caracteri-
zaba al general Castro en los momentos difíciles, contraatacando el Lara
reforzado por el Urachiche, lo que obliga a retroceder al Batallón atacante
que, compuesto por reclutas recién incorporados y vestidos de paisano, es
cañoneado al replegarse por la artillería del gobierno, que al verlos venir
 Cipriano Castro
108 Restaurador de Venezuela
del campo contrario y sin uniformes les toma por una fuerza revolucionaria;
se subsana el error pero hay un retroceso en las fuerzas del gobierno que es
interpretado por el general Castro como una retirada y lo lleva a ordenar al
escuadrón de caballería cargar sobre el enemigo e iniciar la persecución, como
se trataba de un repliegue y no de una verdadera retirada y las fuerzas del
gobierno estaban dispuestas en profundidad en varios escalones, la carga del
escuadrón es contenida por un fuego mortífero que les ocasiona numerosas
bajas, entre ellas la del Jefe de la Unidad, general Manuel Antonio Pulido.
El combate se generaliza por el centro y por los flancos, manteniendo la
iniciativa en el ataque el ejército revolucionario, cuyas unidades son enviadas
sucesivamente por el general Castro al lugar de la acción con la intuición y
agilidad propias de sus decisiones tácticas. Refieren que en cierto momento,
el general Castro se fijó en su Corneta de Órdenes, Jesús Parra, que parecía
concentrado y como atento a algo, ante la pregunta del general con respecto a
esa actitud, Jesús Parra le respondió: desde hace rato me parece que le estoy
cogiendo los puntos a las cornetas del enemigo. Esto quería decir lo siguiente:
en aquella época se daban las órdenes en el campo de batalla mediante toques
de corneta, los ejércitos adversario tenían cada uno su propia clave a fin de
que el enemigo no supiera que órdenes se estaban transmitiendo, cogerle
los puntos a las cornetas del enemigo significaba descifrar la clave de éste.
Esto era a lo que se refería el corneta del general Castro, quien entonces le
dijo: “si es así vas a tocar retirada con la señal del gobierno en el momento
y desde el sitio que yo te indique”. Cuando el combate se desarrollaba con
más encarnizamiento de parte y parte y sin vislumbrarse todavía el triunfo
para ninguno de los dos bandos, Jesús Parra, atendiendo la orden del general
Castro y desde el sitio que éste le señaló, lanzó el toque de retirada con la clave
del gobierno y las cornetas de los diferentes cuerpos de éste la recogieron
y repitieron a lo largo de toda la línea; esto, que significó un alivio para las
tropas empeñadas en una acción extremadamente ruda, las llevó a efectuar
de inmediato la retirada que no paró ni siquiera en Valencia, pues de allí
continuaron hasta Maracay. Esa noche el ejército revolucionario afectado por
numerosas bajas, entre muertos y heridos, incluyendo más de un tercio de la
oficialidad, se mantuvo en Tocuyito con el general Castro lesionado, como
consecuencia de habérsele caído el caballo en un momento del combate, y es
el 16 cuando el grueso de las tropas revolucionarias entran a Valencia. El día
15 había recibido en su campamento el general Castro la visita de Don Ramón
Tello Mendoza, Julio Torres Cárdenas y Manuel Corao, quienes habían ido
a participarle que la ciudad de Valencia estaba acéfala, pues las tropas del
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del Caribe 109
gobierno la habían abandonado. Además le facilitaron algunos medios eco-
nómicos para racionar las tropas. Por otra parte, el general Ignacio Andrade
que se había adelantado hasta Maracay, pensando dirigir personalmente las
operaciones, regresa a Caracas, dejando en La Victoria una guarnición fuerte
de 5.000 hombres bajo el mando del general Luciano Mendoza.
Transcurridos algunos días el general Andrade envía por Puerto Cabello
a Valencia al general Manuel Antonio Matos, con un pliego de proposicio-
nes dirigido al general Castro, pensando en la posibilidad de acordarse con
éste para una transmisión pacífica del poder. El general Castro, seguro del
triunfo, por toda respuesta le manifiesta al general Matos: “que se rinda a
discreción”. El general Luciano Mendoza que se entera en La Victoria de
estas negociaciones llevadas a cabo sin su conocimiento, decide entonces
establecer conversaciones directas a través de oficiales de ambos, con el
general Castro.
A principios de octubre, el general Ignacio Andrade, sintiéndose desasis-
tido y falto de apoyo militar y político, resuelve marcharse del país y encarga
de la presidencia al general Víctor Rodríguez. Por su parte el general Castro
ha acordado ya con Luciano Mendoza y hace su entrada a la capital el 22 de
octubre, llegando por ferrocarril a la estación de Caño Amarillo y desde allí,
en coche descubierto, es ovacionado y seguido de un numeroso séquito hasta
la Casa Amarilla, desde cuyo balcón arenga al pueblo reunido en la Plaza
Bolívar y le expone entre otras cosas los tres principios fundamentales a que
se ajustaría su gobierno: “Nuevos Ideales, nuevos hombres, nuevos proce-
dimientos”. Esa noche el general Víctor Rodríguez le ofreció un banquete,
con asistencia de un importante grupo de personalidades civiles y militares,
y al día siguiente, el 23 de octubre, le hizo entrega formal del gobierno;
terminado el acto de transmisión de mando, el general Castro seguido de un
grupo numeroso se dirigió a La Rotunda y personalmente puso en libertad a
los generales José Manuel Hernández, Esteban Chalbauld Cardona y demás
presos políticos. Su primer gabinete, el cual no incluyó andinos ni compañeros
de su empresa revolucionaria, quedó integrado así: Ministro de Relaciones
Interiores, doctor Juan Francisco Castillo; de Relaciones Exteriores, doctor
Raimundo Andueza Palacio; de Hacienda, Don Ramón Tello Mendoza; de
Guerra y Marina, general José Ignacio Pulido; de Obras Públicas, general
Víctor Rodríguez; Fomento, general José Manuel Hernández; Instrucción
Pública, doctor Clemente Urbaneja; Secretario general de gobierno, general
Celestino Peraza; Gobernador del Distrito Federal, general Julio Sarría.
La Revolución Liberal Restauradora que podría, analizada superficial-
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
110 Restaurador de Venezuela del Caribe 111

mente, considerarse como un episodio militar más de nuestras contiendas

civiles, significó por el contrario el inicio de un proceso histórico político
que transformó totalmente a Venezuela y se convirtió en el puente entre el
país feudal y la modernidad y llevó a cabo la integración en el sentido ho-
rizontal o geográfico. Se pacificó el país, exonerando al pueblo llano de las
ciudades y campos del dramático tributo que pagaba en sangre, luto, dolor
y lágrimas, como resultado de unas guerras que para él carecían de sentido
y que a muy pocos les reportaban beneficio. Desaparecieron los caudillos
locales y se concentró la autoridad en el gobierno nacional, desaparecieron
los partidos históricos Liberal y Conservador en cuya dirigencia el poder
determinante lo tenían no los intelectuales, sino los guerreros o los caudillos
militares que formaban parte de los mismos, de tal manera que durante el siglo
XIX no podríamos precisar si la competencia por el poder se llevó a cabo
entre unos partidos militarizados o entre unas fuerzas armadas politizadas.
Se creó un Ejército Nacional, producto de Escuela, concebido desde bases
modernas y jerarquizado desde el punto de vista militar teóricamente apo-
lítico y a las órdenes del Gobierno Nacional. Podemos decir que se produjo
lo que llaman los estudiosos un cambio de estructura. Cambiaron la estruc-
tura política, la estructura militar, se adoptaron los principios de una nueva
administración, y en general, se pusieron las bases del estado moderno en
Venezuela; por eso rechazamos la afirmación completamente falsa, desde el
punto de vista histórico, de que el siglo XX comenzó para Venezuela con la
muerte del Presidente Gómez. El que estudie sin prejuicios nuestra historia
podría afirmar, con abundancia de razones, que el siglo XX comenzó para
Venezuela, tal como lo establece el calendario, a las 12 de la noche del 31
de diciembre de 1899.

- Instalación del gobierno Liberal Restaurador

Palacio de Miraflores, Caracas, 1902
Efectuada la ceremonia de la transmisión del mando, a las 10 de la ma-
ñana del 23 de octubre, el general Castro, animado de los más vivos deseos
de formar un gobierno de concertación nacional, invitó a colaborar en su
primer Gabinete a destacados representantes de los distintos sectores políticos
del país, demostrando su desprendimiento al no incorporar a ninguno de sus
meritorios compañeros de armas de la Revolución triunfante.
Su primer gabinete quedó constituido así: general Celestino Peraza,
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
112 Restaurador de Venezuela del Caribe 113

Secretario General; doctor Juan Francisco Castillo, ministro de Relaciones

Interiores; doctor Raimundo Andueza Palacio, ministro de Relaciones
Exteriores; general José Antonio Pulido, ministro de Guerra y Marina;
general Víctor Rodríguez, ministro de Obras Públicas, y general Julio
Sarría, gobernador del Distrito Federal (liberales); Ramón Tello Mendoza,
ministro de Hacienda (independiente); general José Manuel Hernández,
ministro de Fomento (nacionalistas). Y este sistema democrático y nacio-
nalista hubo de sostenerlo el general Castro, no obstante verse obligado
por las circunstancias, las inconsecuencias y las traiciones, a mantener
un Gobierno de fuerza dentro de los trámites legales.
Además de estos miembros de su primer gabinete, desfilaron por su
gobierno, tanto en los ministerios como en las presidencias de estados y
otros altos cargos, personajes de la vida política, profesionales liberales,
militares, científicas, y literatos, como el general Juan Vicente Gómez,
José Antonio Velutini, Ramón Ayala, Alejandro Ibarra, Cecilio de Castro,
Carlos Urbaneja, Eduardo Blanco, Rafael Cabrera Malo, Félix Quinte-
ro, Guillermo Tell Villegas Pulido, Arnaldo Morales, Herrera Irigoyen,
Eduardo Celis, Gustavo Sanabria, Pedro Linares, Esteban Chalbaud
Cardona, R. Castillo Chapellín, Ramón Guerra, Luciano Mendoza, Ni-
colás Rolando, Diego Bautista Ferrer, José María García Gómez, Rafael
González Pacheco, Leopoldo Baptista, Pedro Emilio Coll, Gonzalo Picón
Febres, Leopoldo Torres, Manuel Modesto Gallegos, Rafael Carabaño,
José de Jesús Paúl, Juan Casanova, Lorenzo Guevara, Gregorio Segundo
Riera, Francisco de Sales Pérez, Luis Mata Illas, Manuel Morales, Pedro
Brito González, Rafael López Baralt, José Gil Fortoul, Lucio Baldó,
Rafael Garbiras Guzmán, entre otros.
Las medidas de conciliación política dictadas por el gobierno de la
Restauración no fueron suficientes para contrarrestar la desconfianza y
el desconcierto sembrados en las filas restauradoras por un acto anterior,
aparentemente oportuno y circunstancial para atraerse las fuerzas libe-
rales, cuando se encontraba el general Castro en Valencia, en manifiesta
Cipriano Castro, Caracas, 1899
inferioridad bélica con relación a la situación del gobierno de Andrade.
Aquel acto fue el cambio de la bandera tricolor –insignia, mantenida por
los cuerpos de tropas desde el momento de iniciarse la revolución– por
la bandera amarilla, insignia de lucha y de combate del Partido Liberal
Histórico.
Al respecto, la opinión general fue debidamente interpretada por
el ilustre doctor Santiago Briceño, fundador del partido castrista en el
 Cipriano Castro Fondo
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114 Restaurador de Venezuela del Caribe 115

Táchira, cuando dijo: “Mi exposición está inspirada en las doctrinas

liberales y en los principios, que constituyen el gobierno, y por ello, y
porque veo que el cambio de bandera peca contra aquella doctrina y esos
principios, no me ha parecido bien su sustitución con la amarilla. Ade-
más, juzgo que ese cambio se aparta del «Programa de la Revolución»,
que, al aceptar la tricolor, hacía revelación del propósito de restaurar en
el gobierno la insignia que lo caracteriza, conforme a nuestro origen y a
las instituciones fundamentales de nuestra vida nacional, y que, al mismo
tiempo, es como sacrosanto emblema de nuestras más preciadas glorias,
el único pendón que cumple al Gobierno que representa la integridad
nacional, la soberanía e independencia de la República, creada bajo su
sombra... Bien es que el Partido Liberal, como partido militante, tenga
su bandera propia, pero ésta no puede ser nunca la del gobierno, que no
personifica una sola comunión, sino a la nación entera. La práctica que
desde Crespo viene implantándose de que el Presidente de la República
sea el Jefe del Partido Liberal es, a la luz de los principios, un error en
el cual ojalá que Castro no incurra”.
Ese cambio de bandera se efectuó no sin haberse dejado oír las pro-
testas de los cuerpos de las tropas Restauradoras, protestas solamente
atenuadas por Castro, quien manifestó que el cambio se debía a una
absoluta necesidad política inmediata. Sin embargo, en ese cambio se
escudó la defección del general José Manuel Hernández, secundado por
las tropas nacionalista, comandadas por los generales Luis Loreto Lima
y Samuel Acosta. Procedimiento irregular, porque solamente cuatro días
antes, Castro en persona había sacado de la prisión al general Hernández,
presentándolo en actitud apoteósica a su lado en los balcones de la Casa
Amarilla y honrándolo enseguida con el nombramiento de ministro de
Fomento de su primer Gabinete.
Envolver el país en una nueva guerra era cosa que no podía justificar
el nacionalismo, diciendo falsamente que “habían sido burlados por Cas-
tro, pues coronado el triunfo con la colaboración de las fuerzas mochistas
y bajo la protección de la bandera y el nombre del nacionalismo, vino
luego a entregarse en brazos de la oligarquía liberal amarilla”.
Igualmente inaudito fue el proceder de elementos del partido libe-
ral, pues estando representado dicho partido con amplio margen en la
constitución del primer gabinete y en cargos civiles y militares de los
estados, comandancias de Armas, jefaturas de ejércitos en campaña, etc.,
etc., asumió una actitud conspirativa dentro del seno mismo del gobierno, Cipriano Castro, 1902
 Cipriano Castro
116 Restaurador de Venezuela
Castro comprendió que no podía contar con la colaboración leal de la
mayoría de los caudillos históricos, pues en vías de salir a combatir a la
revolución nacionalista, se estaban complotando para derrocar del poder
al “intruso caudillo andino y sus huestes de la sierra, antes de que se
consolidara en el gobierno de la república”.
El general Samuel Acosta, comandante de la división nacionalista
acantonada en El Valle –próximo a la capital– se encontraba con el carácter
de Jefe de Día, y desde luego con el control absoluto de la Guarnición
de Caracas durante la noche del 27 al 28 de octubre, y no hay duda de
que tuvo la intención de actuar contra el Jefe de Gobierno, pues a hora
inesperada se presentó en la Casa Amarilla a rendir novedades al general
Castro y a presentarle el santo y seña o consigna de campaña. Esto pre-
vino a Castro y de inmediato dictó ciertas disposiciones de seguridad en
su alojamiento y en los cuarteles de San Carlos y San Mauricio, donde
se encontraban acantonados todos los cuerpos de tropas andinas y algu-
na fuerza de línea. Efectivamente, el general José Manuel Hernández,
secundado por la división nacionalista y un grupo de sus partidarios,
abandonó la capital en la madrugada del 28, pronunciándose en abierta
rebelión contra el gobierno restaurador.
El general Castro, en oposición, ordenó por conducto del ministro de
Guerra, general José Antonio Pulido, la marcha de la división de tropas
liberales comandada por el general Natividad Mendoza. Esta orden con-
firmada en forma conminatoria con el jefe de edecanes, coronel Santiago
Briceño Ayesterán, por la resistencia del general Natividad Mendoza a
salir a rendir su misión, si antes no se ponía de acuerdo con su hermano
el general Luciano Mendoza.
Con el despertar del siglo XX tiene inicio en Venezuela la dominación
andina del escenario político nacional, con la predominancia de militares
y políticos del Táchira, y comienza simultáneamente la desaparición del
aparato político que se denominó el Partido Liberal Amarillo Histórico,
lo que dio al traste con la hegemonía guzmancista que se inició en 1863
con la firma del Tratado de Coche, suscrito entre Páez y Guzmán Blanco,
que le dio el triunfo a la Federación y puso en ejercicio de la Presidencia
al general Juan Crisóstomo Falcón. De manera pues, que el 23 de mayo
de 1899 el general Cipriano Castro al frente de un grupo de venezolanos
traspasó la frontera colombo-venezolana y en su pueblo natal de Capa-
cho lanzó una proclama y se autonombró Jefe de la “Revolución Liberal
Restauradora”. Cinco meses más tarde, el 23 de octubre, ese pequeño
Fondo
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del Caribe 117
guerrero serrano ocupaba a Caracas y se instalaba en la sede del Poder
Ejecutivo, y, “como se había pactado”, Cipriano Castro fue proclamado
“Presidente y Jefe Supremo de la República mientras ésta se reconstruye
bajo la forma estrictamente constitucional”, todo ello con la anuencia
del general Víctor Rodríguez encargado del Poder Ejecutivo luego del
abandono de éste por el general Ignacio Andrade. Así, Castro entró a
gobernar Venezuela movido por una enorme fuerza social que se tradujo
en su acción integracionista del territorio, y en un escenario mundial en
el cual las potencias europeas y Norteamérica se encontraban en plena
expansión. Este acto de asunción al poder de Castro dio paso entonces
a 8 años del llamado gobierno de “Restauración Nacional” bajo el lema
de “Nuevos Hombres, Nuevos Ideales y Nuevos Procedimientos”, y
posteriormente a los futuros gobiernos del segundo “César” andino: el
general Juan Vicente Gómez el “Pacificador de Venezuela” con 27 años
de gobierno bajo la filosofía de la “Restauración Nacional”, después, el
general Eleazar López Contreras bajo el lema de “Calma y Cordura”,
entre 1935 y 1941, luego dio paso al cuarto dinasta andino, el general
Isaías Medina Angarita entre 1941 y 1945, con un corto período de
reajuste generacional ocurrido entre 1945 y 1948, para finalizar la “causa
andina” con el gobierno del general Marcos Pérez Jiménez entre 1952
y 1958, bajo el lema del “Nuevo Ideal Nacional”. De tal manera, que
esa Revolución Andina y sus gobiernos, arrastraron y desaparecieron la
república amarilla de Falcón, Guzmán Blanco y Crespo.
La imposición de esa Restauración Liberal constituyó e instauró una
férrea dictadura, cruel y corrupta como jamás la había padecido el país
desde los tiempos del general José Tadeo Monagas. Gobierno despótico
y dictatorial el de Castro, que sólo fue un ejercicio político para poste-
riormente instalarse la dictadura tiránica de su sucesor el “benemérito”
general Juan Vicente Gómez, y dio paso franco igualmente a sus poste-
riores causa-habientes los generales López Contreras y Medina Angarita
que iniciaron un proceso de flexibilización política y apertura democrá-
tica, mas no lograron deshacerse en su totalidad del lastre que significó
la herencia del castro-gomecismo. Le tocó, y es justo reconocerlo, a
Cipriano Castro durante su gobierno, sortear desajustes económicos y
políticos internos y externos que afectaron severamente su gestión, unos
arrastrados de la pasada república guzmancista-crespista y otros producto
de su intemperante forma de manejar el Estado y la política nacional,
gestión que tuvo el agravante de no dar respuesta a los problemas graves
 Cipriano Castro Fondo
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118 Restaurador de Venezuela del Caribe 119

que vivió el país tanto en lo coyuntural político y económico como en

lo estructural, lo que retrasó cualquier posibilidad de avanzar hacia el
CAPÍTULO
inicio de cambios favorables para la sociedad de la época, afectada en IV
todo su universo por graves patologías sociales, de sobre manera en un
país desarticulado vertical-social y horizontal-geográfico.

- Castro jefe único y tirano absolutista

En medio de un absoluto vacío de poder que fue característica del gobier-

no de Ignacio Andrade, entra a Caracas el nuevo “Restaurador”, el hombre
valiente, el guerrero, el “Vencedor jamás Vencido”, sus títulos predilectos
entre tantos que le endosaron sus seguidores, y casi de inmediato la camarilla
caraqueña que desde que, José Antonio Páez instauró la república en 1830
rodeó a los “jefes”, se hizo presente. Allí estaban de levita y pumpá los es-
critores, politiqueros de oficio, los doctores egresados de la Universidad de
Caracas, y los militares que pretendieron y en parte lo lograron, continuar
usurpando el poder y corrompiendo a la sociedad civil con el mismo estilo
con que lo habían hecho durante los 70 años anteriores, asumiendo invetera-
damente el título de “componedores del país y refundadores de la República”.
Allí estaba todo el “orden” político-militar que siempre se había “sacrificado
por este país”, para convertir al “indiecito andino” en hombre de mundo.
Sin tomar en cuenta que no fueron ellos quienes precisamente lo elevaron al
poder, sino sus gochos serranos con “cotiza y chimó”, fieles hasta la muerte.
Con su innata capacidad de observación y la zamarrería propia del andino
logró Castro muy rápidamente generarse el apoyo de la cúpula militar liberal:
Luciano Mendoza, Víctor Rodríguez, Ramón Guerra, Celestino Peraza, y
por supuesto, el nacionalista José Manuel “Mocho” Hernández salido de la
cárcel, el día anterior a la toma de posesión, para integrar el gabinete, deci-
sión necesaria y sabia de Castro buscando así el apoyo de los “mochistas”
afiliados al “Partido Liberal Nacionalista”, y darle por supuesto piso político
al nuevo régimen y a su Revolución Restauradora.
El día de su juramentación, Castro se confunde en un abrazo con el
general José Manuel Hernández, juntos se asoman al balcón de la Casa de
Gobierno para que el pueblo los ovacione. Casi de inmediato a las 10 a.m.,
se lleva a cabo la entrega del poder. El general Víctor Rodríguez encargado
del Poder Ejecutivo, lacónico y como quien entrega la administración de un
negocio le dijo al general Castro: “Tenemos el honor y grato placer de poner
 Cipriano Castro
120 Restaurador de Venezuela
el gobierno de la República en manos del jefe de la Revolución”, y empieza
a partir de allí a utilizar la condecoración “Orden de los Libertadores” y la
banda tricolor venezolana sobre el pecho. Mientras, a su lado, parejamente
acicalados, con sus caras enjutas estaban sus asesores andinos, y los llamados
“doctores” que serían en lo adelante sus constantes colaboradores ministe-
riales: Ángel María Godoy, Julio Torres Cárdenas, Juan Otañez, Rogelio
Alvarado, y los también doctores Revenga y Celis, entre otros, mientras el
doctor Tello Mendoza observaba el acto desde un segundo plano, habían
llegado los andinos.
Los nuevos ministros del gabinete de Castro reciben sus despachos y
“juramentos” de inmediato, allí estarán los “doctores y letrados hombres de
dilatada experiencia en la administración del negocio público”. Así Castro
había incumplido su propuesta de “nuevos hombres”: no había andinos en su
primer gabinete, ellos sabían esperar su turno, pero Castro había complacido
a todos los antiguos enemigos y descontentos, he allí su habilidad inicial.
Pocos días después, los otros doctores, letrados y científicos no llama-
dos a formar el gobierno de la Restauración se sintieron desplazados por los
doctores de segunda línea, lo que los lleva a publicar un documento suscrito
por Razzeti, Calcaño, Pedro Emilio Coll y Ángel Rivas, entre otros, en el
cual analizan la grave y deteriorada realidad del país en todos sus ámbitos,
se lee en alguna parte de este documento: “Ya se vislumbra la portada ma-
jestuosa del siglo XX y que en la incansable peregrinación de los pueblos,
Venezuela llega rezagada, exangüe, el pecho desgarrado por toda iniquidad
y sedienta de justicia…”, en otra parte exponen: “Los instrumentos de tra-
bajo mil veces arrebatados de las manos de nuestros padres permanecen
inmóviles en las nuestras, y no logra fundarse la heredad sagrada que hace
amar al suelo nativo. Las ciencias, las artes y las letras apenas se posan e
intentan un himno levantado, huyen como alondras azotadas por el cierzo.
Vivimos como tribus nómadas en persecución de ideales que son hechos en
pueblos más afortunados. Todavía resuena pavorosa la voz del Magistrado
que niega al ciudadano todas las garantías y el viento arrastra aún por los
llanos y montes los jirones de la Ley…”. ¿Qué encierra este análisis de los
intelectuales? la paz y la detención de la violencia que generan los caudillos
locales así como se rehabilite la república. La cotidianidad se debate por
ahora en la discusión del documento en cuestión al que Castro le resta poca
importancia, al menos eso deja entrever, y se dedica a hacer recorridas a
caballo por distintas partes de la ciudad, disfruta un suculento banquete que
Manuel Antonio Matos le ofrece en su casa, el banquero quiere acercarse a
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del Caribe 121
Castro. Y el comentario en las altas esferas de la sociedad es el de la venida
a Caracas de Doña Zoila Martínez de Castro. El 28 de octubre, luego de la
visita al Panteón Nacional, a la salida, Castro se confunde con el pueblo,
su nuevo pueblo. Minutos más tarde corre la noticia y entre murmullos se
comenta que el “Mocho” Hernández, recién designado ministro de Fomento,
horas antes se levantó en armas contra el gobierno y con un contingente de
1.000 hombres abandonó Caracas hacia Aragua y Guárico, ya su suerte estaba
echada. Y como siempre, después de sus múltiples alzamientos y aventuras
guerrilleras, volvería de nuevo a la celda que le correspondía en la cárcel de
La Rotunda de Caracas, de donde pronto también se fugaría.
La particular personalidad del nuevo jefe, unida a la grave situación
económica y fiscal que atravesaba el país, actuaron frontal contra la godarria
capitalina liderada por el banquero Manuel Antonio Matos, quien dos años
más tarde se levantaría en armas contra el “tirano” Castro. Quizás en su
buena fe Castro deseaba iniciar un gobierno amplio y como él aseguraba con
“nuevos hombres y nuevos procedimientos”, pero las condiciones depaupe-
radas apostaban contra su gobierno, lo que lo lleva a decretar un impuesto
de guerra que pechaba el tabaco exportado, la exportación de vacunos y la
de los principales rubros como eran el café y el cacao, y pechaba igualmente
la importación de harina de trigo. Su gobierno requería de ingresos para no
colapsar, mientras el comercio y los banqueros culminaron su luna de miel
con Castro más rápidamente de lo que muchos auguraban. Hubo conflictos
internacionales por efecto de haber suspendido los pagos a las acreencias
con Europa, recursos que destinó a apertrechar el Ejército Nacional. Dictó
una reglamentación para estudiar las formas de pensamiento atribuidas a
extranjeros y producidas por las experiencias generadas por guerras ante-
riores, lo cual no aceptaron los países acreedores, y la suspensión de los
pagos fue entendida como la insolvencia del país para responder a su deuda
externa. Mientras tanto, en Caracas se corre el rumor de que se prepara una
revolución, Matos conspira con otros banqueros y políticos capitalinos,
establece contactos para buscar apoyo con los viejos guerreros orientales,
los generales Domingo Monagas y Manuel Guzmán Álvarez, y luego con
Nicolás Rolando y Horacio y Pedro Ducharne. Guzmán Álvarez rechaza
embarcarse en una nueva aventura guerrera a pesar de que no se opone, se
mantiene neutral entre Barcelona y sus hatos en Urica; los comprometidos se
embarcarían a Curazao a esperar la llegada del vapor “Ban Right” comprado
por Matos para transportar armas, pertrechos y tropas para la invasión. El
octogenario general Domingo Monagas Marrero ocuparía la comandancia
 Cipriano Castro Fondo
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122 Restaurador de Venezuela del Caribe 123

del vapor para dirigirlo a tierra firme. Había estallado una nueva revolución:
“La Libertadora”, así se inició el año 1901, primero del gobierno de Castro.
El general Castro gobernaría con tres constituciones, primeramente
con la vigente desde 1893, que fue promulgada por el general Crespo y que
entró en vigencia por decreto el 27 de octubre de 1899, firmado por Castro
en su condición de General en Jefe de los Ejércitos de la República y de la
Revolución Liberal Restauradora, Encargado del Poder Ejecutivo, período
inicial de gobierno que Castro llamó “La Dictadura”, transitoriedad en que
gobernó sin ley alguna. Luego la Carta Magna del 29 de marzo del año 1901,
que vuelve a la división político-administrativa de los 20 estados de la Unión
establecidos en la Constitución Federal de l864. Y aduciendo que la obra
de su revolución estaba incompleta, promulga una tercera Constitución el
27 de abril de 1904, que redujo los estados a trece y realiza en ella ciertas
definiciones de la Unión que difieren en cierta manera de la forma federal
como se expresaba en la de 1864.
Una vez que comienza su gestión de gobierno, un incidente genera un
conflicto que pone en jaque la nueva “paz andina” impuesta por el Restau-
rador de Venezuela, el joven general Antonio Paredes, descendiente de uno
de los libertadores de Venezuela, el heroico general José de la Cruz Paredes,
héroe en Junín y Ayacucho, se mantiene amotinado en la guarnición de Puerto
Cabello contra el gobierno de Castro, en defensa como él lo alega: “De los
ideales de la patria”, sentimiento que chocaba con la postura de los viejos
caudillos que ahora adulaban a Castro. Se mantenía el general Paredes en
esta actitud aun antes de la toma de posesión de Castro, situación la que el
presidente pretende resolver a través de una comisión que parlamente, lo que
logra su objetivo y Paredes accede a entregarse inicialmente, pero cambia
de actitud cuando descubre que el jefe de la misión es Benjamín Ruiz, que
ostenta el grado de general siendo de nacionalidad colombiana, lo que es
considerado por el general Paredes como una ofensa al honor y a la naciona-
lidad patria, procede a detenerlo hasta que el presidente colombiano aclare
su nacionalidad, quien ya había sido informado vía telégrafos, y responde Bloqueo naval a Venezuela, 1902
amenazando al presidente Castro que de no levantar el bloqueo de Puerto
Cabello y se restablezca la comunicación con Valencia, y entregará al prisio-
nero al gobierno colombiano, advierte que si las tropas del gobierno atacan
su fortaleza, fusilará al detenido. El gobierno prepara la ocupación de Puerto
Cabello y de ello son informados los Cónsules para que tomen las previsiones.
La mayor crisis del problema ocurre entre el 8 y 11 de noviembre cuando se
produce un cruce de telegramas entre el faccioso Paredes y Castro, lo que el
 Cipriano Castro
124 Restaurador de Venezuela
presidente considera intolerable, pues Paredes le acusa de cobarde y le reta a
que lo ataque con tropas. Lo que se produce con tropas y artillería al mando
de los generales Julio Sarría y Ramón Guerra quienes a sangre y fuego se
apoderan de la fortaleza y hacen prisionero al general Antonio Paredes quien
irá a pagar condena a la cárcel de La Rotunda de Caracas.
El año 1902 cuando se genera la crisis por efecto del bloqueo de las
costas venezolanas por una flota anglo-italiana-británica, Castro recurre a
los prisioneros y decreta una amnistía, la cual beneficia al general Paredes
quien se marcha a Trinidad cargado de odio contra Castro, que lo llevaría
posteriormente en 1907 a su inmolación, asesinado a bordo de un navío en
aguas del río Orinoco.
Los primeros años del gobierno de Castro se caracterizan por una agi-
tación constante, en un país en el cual el erario público está en bancarrota,
mientras el grupo que históricamente ha rodeado a los presidentes los últimos
30 años, ahora echa sus garras sobre Castro, uniéndose para ello con los doc-
tores caraqueños y valencianos. El gobierno presiona a los banqueros para
obtener recursos y cumplir así las obligaciones del Estado, ello lo lleva al
atropello contra la gente de la banca y el comercio encarcelando a algunos,
hasta que tocó a su más conspicuo representante, el doctor Manuel Antonio
Matos. En tanto, el presidente Castro asume una actitud nacionalista frente
a la posición tomada por la Compañía Francesa de Cables que maneja mo-
nopólicamente las comunicaciones entre los puertos venezolanos; así como
rechaza la actitud de la empresa New York & Bermúdez Company que opera
el asfalto, y la Grosse Venezuela Eisenbahn Gessellchaft administradora
del ferrocarril Caracas-Valencia. Estos hechos, unidos a la declaratoria de
moratoria de la deuda contraída con ellos, generan la opinión en Europa de
que Castro era peligroso a sus intereses en Venezuela. Esa actitud arrebata-
da, violenta y autosuficiente de Castro comenzó a hacer mella en la opinión
pública, en sectores del foro y en los representantes de los viejos caudillos
liberales del interior quienes, absortos ante la forma atrabiliaria y autocrática
de conducción del país, comenzaron con inquietantes interrogantes sobre
este personaje que emula a Bolívar, que ambiciona nuevamente la creación
de la Gran Colombia, y que se inmiscuye en los asuntos internos políticos
de Colombia en el sentido de prestar colaboración a los liberales que en
ese país adversaban al Presidente José Manuel Marroquín, el que en contra
respuesta, ayuda al general Carlos Rangel Garbiras para que invada por el
Táchira el 25 de julio de 1901. Sin embargo, es rápidamente dominado. De
tal manera, que su comportamiento libertino en lo personal y contradictorio-
Fondo
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del Caribe 125
violento en lo conductual, le imprime un particular colorido a la Venezuela
del 1900, que va a desembocar en su gran prueba, el presidente de Aragua,
general Luciano Mendoza al frente de 3.000 hombres se levanta en armas
contra Castro en La Victoria, en los primeros días diciembre, movimiento
en armas que llevó el nombre de “Revolución Libertadora”, mientras en el
buque “Ban right” vendría el grueso de oficiales: Domingo Monagas, Gre-
gorio Segundo Riera, Amabilis Solaigne, Espíritu Santos Morales, Nicolás
Rolando, Doroteo Flores, Horacio Ducharne, Francisco Antonio Vásquez,
Pedro Julián Acosta, Juan Pablo Peñaloza Marcano, Antonio y Gerardo Mo-
nagas, Maximiliano Vásquez, Nieves Navarro, Francisco Batalla, Augusto
Lutowsky, Zoilo Vidal, J. Mercedes López, José Victorio Guevara, Armando
Fernández, Félix Taberoa y Pablo Guzmán, guerreros que habían escrito
muchas páginas en la historia del país.
- Estalló la Revolución Libertadora
La “Revolución Libertadora” constituye en los anales de nuestra historia
republicana el movimiento en armas de mayor envergadura realizado en
Venezuela, fue una rebelión resultado de la sumatoria del esfuerzo político
y militar mejor coordinado militarmente desde que nos establecimos como
República en 1811. Quizás en la historia de nuestras revueltas civiles sólo
tres movimientos han llegado a culminar como expresión del sentimiento
o de la opinión nacional, sin que entremos a analizar sus resultados. Tres
han sido pues, los poderosos movimientos revolucionarios realizados en
Venezuela: La Guerra Civil de la Independencia, La Guerra Federal, y, la
Revolución Libertadora cuyos epicentros se desencadenaron en el Centro
y el Oriente del país, movimiento que logra fraguarse dada la combinación
de una unión de sentimientos de los caudillos regionales con intereses ex-
tranjeros radicados en el país, siendo el banquero Manuel Antonio Matos el
cordón umbilical entre ambos grupos. Sería este movimiento la última guerra
civil nuestra donde los caudillos locales expresaron sus últimos esfuerzos por
sobrevivir a la presencia de los andinos y a la aparición del Estado moderno.
Movimiento revolucionario que fue observado con mucha atención e interés
tanto en Europa como en Norteamérica. De tal manera, que lo más granado
de los viejos guerreros encabezados por el general Luciano Mendoza en el
centro y el general Domingo Monagas en oriente comandando 16.000 hom-
bres, con la logística aportada por el trust asfaltero y el apoyo de los grupos
alemanes que operaban el Ferrocarril del Táchira y la Compañía del Cable
 Cipriano Castro Fondo
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126 Restaurador de Venezuela del Caribe 127

Francés y bajo la dirección del banquero Manuel Antonio Matos, pretendieron

entre otros objetivos, recobrar los liberales amarillo sus posiciones políticas
y el poder que había escapado de sus manos. Sin embargo, conspiraba contra
ellos la falta de preparación de las tropas para enfrentar un ejército de Castro
bien organizado, apertrechado y homogéneo comandado por el general Juan
Vicente Gómez. 130 mil dólares recibidos por el general Manuel Antonio Matos
de la Compañía Asfaltera hicieron posible la compra en Europa de material
de guerra y pertrechos, así como la adquisición de un buque: el “Ban Right”
quien transportaría los elementos de guerra hasta islas del caribe y luego a las
costas venezolanas, con otros recursos se sufragó esta nueva revolución, y
sucumbieron con ellos los sentimientos, aspiraciones e ideales de buena parte
del país de dar al traste con Cipriano Castro y evitar los próximos seis años
de opresión y terror que implantó hasta 1908.
Luego de un año de combates en oriente y occidente con las fuerzas
militares del gobierno constituidas por liberales restauradores y caudillos re-
convexos comandadas por los generales Ramón Ayala, Diego Bautista Ferrer,
Rafael González Paredes, Celestino Armas y José Antonio Velutini y bajo el
mando del general Juan Vicente Gómez, Jefe del Estado Mayor Expedicio-
nario, sucumbe en el hecho bélico más trascendente de la Libertadora en la
batalla ocurrida en La Victoria, entre el 13 de octubre y el 2 de noviembre
de 1902. En una geografía circundada por colinas y cerros se trabaron en
combate 16 mil hombres de los alzados, contra 9.000 hombres de las fuerzas
gubernamentales. Deshechos el general Matos y sus altos oficiales, cobraba
certeza la sugerencia que días antes, en su lecho de muerte, el general Do-
mingo Monagas había dado a Matos: “Manuel, no enfrentes a Castro en La
Victoria, entra a Caracas por Charallave, toma la ciudad y Castro se cae
solo”. Pero la historia dispuso otra cosa y echada la suerte, Castro los venció
en La Victoria. Tres combates resolverían a favor del Ejército Restaurador
de Castro: La Batalla de La Puerta, el 23 de diciembre de 1901; en octubre
las tropas de Castro son rodeadas en La Victoria de Aragua por el ejército
Libertador constante de 14.000 tropas a quienes someten a escaramuzas y
fuego graneado entre el 11 de octubre y el 2 de noviembre; en la batalla de El
Guapo, es derrotado Nicolás Rolando el 11 de abril de 1903, y Juan Vicente
liquida los restos revolucionarios con la toma de Ciudad Bolívar el 21 de
junio de 1903. Será el fin de las guerras civiles que habían azotado a Vene-
zuela por 73 años; Castro se consolida en el poder ahora con más prestigio
y poder dictatorial que heredará el vice-presidente Juan Vicente Gómez,
quien liquidará definitivamente los alzamientos y levantamientos en armas
Cipriano Castro por Herrera Toro, 1902
 Cipriano Castro
128 Restaurador de Venezuela
ocurridos entre 1830 y el estallido de la Revolución Libertadora en 1903.
- Alocución del general Manuel Antonio Matos al Ejército
Libertador el 22 de mayo de 1902
El 22 de mayo de 1902 apareció el Nº 1 de la Gaceta Oficial del Ejér-
cito Libertador, la alocución-arenga del general Manuel Antonio Matos,
fechada el día anterior en el Cuartel General de El Pilar, la organización del
ejército y otros decretos de interés. La alocución decía así:
“General M. A. Matos, Jefe de la Revolución Libertadora y Jefe Su-
premo de los Ejércitos, a los Jefes y Oficiales y Soldados del Ejército
Libertador. ¡Os saludo y os admiro! Vuestra constancia y vuestro coraje,
luchando inermes contra la infame tiranía, os han hecho dignos del
honroso nombre que lleváis. –¡Ejército de Oriente! Vuestros heroicos
antepasados os contemplan y os aplauden. Los triunfos que habéis
alcanzado serán grabados en la historia con letras de oro. Aquí estoy
entre vosotros, satisfecho, agradecido, orgulloso de llamarte vuestro
compañero y de ser vuestro jefe. Resuelto en parte el difícil problema
de pertrechar nuestros ejércitos en presencia de un enemigo que todo lo
había preparado para mantener a la Nación en oprobioso yugo, vengo
a compartir con vosotros las penalidades y los triunfos de la guerra,
hasta conducir nuestras huestes victoriosas a la Capital de la República.
Fuerte por el Derecho y la Justicia, adiestrado y disciplinado sobre el
campo de batalla, abnegado y magnánimo, cubierto de glorias, el Ejér-
cito de Oriente, empinado sobre sus propias y profundas convicciones y
orlada la frente con los laureles y las palmas de la Victoria, se apresta
gallardo al combate final que lo acerque a sus meritorios y heroicos
compañeros del Centro y de Occidente, quienes casi inermes todavía
sostienen una lucha de diarios combates y de constante afán, realizando
el magnífico espectáculo de ejércitos que surgen, crecen y se organizan
bajo los fuegos mortíferos del enemigo, y se arman y municionan con
el parque de sus contrarios, atrayendo y conquistando la admiración y
los aplausos de la Patria agradecida.
¡Soldados del Ejército Libertador!
Una causa como la nuestra, que cuenta con las primeras espadas de
la República, con los hombres más laboriosos y más honorables, con
todas las inteligencia y con todos los intereses sanos y vivos del país
tiene que triunfar, apoyada como está por el pueblo de Venezuela, ese
Fondo
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del Caribe 129
noble y abnegado pueblo tan despreciado, tan vejado y tan arruinado
por el general Cipriano Castro.
¡Compañeros de Armas!
Esta causa es la vuestra. Nuestro Ejército no es otra cosa que el pueblo de
Venezuela combatiendo contra la tiranía; y el entusiasmo y el vigor de que
dan prueba nuestras huestes, se debe a que cada uno de nosotros defienden
el pan de su familia y la dignidad del ciudadano.
¡Jefes, Oficiales y Soldados!
Os aplaudo con entusiasmo y os presento mi gratitud eterna. Volemos a
la Victoria que nos espera, y con ella habremos alcanzado el contento
del hogar y la felicidad de la Patria.
El Dios Todopoderoso Bendiga nuestras armas.
¡Viva el Ejército Libertador!
¡Viva la República, libre, próspera y feliz!
Cuartel General en El Pilar, a 21 de Mayo de 1902.
M. A. MATOS”.
Luego efectuó los siguientes nombramientos:
Secretario General al general Lino Duarte Level; Comandantes Generales
de los Cuerpos del Ejército, a los Jefes: generales Nicolás Rolando, Gre-
gorio S. Riera, Amabilis Solagnie, Lorenzo Guevara, Antonio Fernández,
Gregorio Cedeño, José J. Pinto, Luis Crespo Torres, Rafael Montilla,
Santiago Sánchez y Espíritu S. Morales.
Jefe de la 1a División de La Guardia, al general Pedro Ducharne y Jefe
de la 2a, al general Valentín Pérez.
Segundo Jefe del Ejército Libertador, al Gral. Luciano Mendoza; Jefe de
Estado Superior de la Jefatura Suprema del Ejército, al Gral. Domingo
Monagas.
Sub-Jefe de Estado Superior de la Jefatura Suprema al Gral. J. A. Her-
nández Ron.
Jefe de Estado Superior de la 2a Jefatura del Ejército, al Gral. Francisco
Batalla.
Comisario General del Ejército, al señor César Vicentini.
Primero y Segundo Médicos Cirujanos del Ejército, a los Dres. Santos
Dominici y J. M. Brito Salazar.
 Cipriano Castro
130 Restaurador de Venezuela
Jefe del Cuerpo de Edecanes, al Coronel M. A. Matos Ibarra.
Oficiales de la Secretaría: Gral. Ramón Luigi y Coroneles Santos Jurado
y Lino Duarte Coll.
Edecanes de la Jefatura Suprema: coroneles Luis Felipe Muro, Julio
Calcaño Herrera, Francisco Ibarra, Leopoldo Terrero Monagas, Juan
Vicente Michelangeli, Jesús María Bremont, Comandante Saturnino
Salamanquéz y capitán Cipriano Ceballo.
- Nuevos hombres, nuevos ideales y nuevos procedimien-
tos . F ilosofía del nuevo gobierno presidido por el
general Cipriano Castro.
El conflicto es el padre de todos los seres, el rey de todos los seres;
a unos les ha dado forma de dioses; a otros los ha hecho hombres,
a unos los ha hecho esclavos y a otros los ha hecho libres.
Heráclito
- Inicio del conflicto
Para finales de noviembre de 1901 ya habían concluido los acuerdos entre
liberales amarillos y conservadores y ya disponían del material de guerra y
recursos económicos para iniciar las operaciones bélicas. De tal manera
que para finales de diciembre e inicios de enero de 1902 se pusieron
en armas los generales Domingo Monagas, Nicolás Rolando, Zoilo
Vidal, los hermanos Pedro y Horacio Ducharne y Francisco Vázquez
en Oriente; Valentín Pérez, Hernández Ron, Landaeta, Luis Crespo y
David Gimón en el Guárico y Apure; Luciano Mendoza, A. Fernández,
Ortega Martínez, Lorenzo Guevara, Fco. Batalla, J. A. Pinto y Gregorio
Cedeño en el Centro; y Gregorio Segundo Riera, Amabilis Solaigne, Juan
Pablo Peñaloza y Rafael Montilla en Occidente. También se incorporan
a la revolución los partidarios del general Hernández, y, los generales
Ramón Guerra, Antonio Paredes y Celestino Peraza, quienes habían
estado presos anteriormente, con excepción del general Ramón Guerra,
detenido después de iniciadas las operaciones en las Trincheras donde
se encontraba temperando, siendo Ministro de Guerra.
El 26 de diciembre de 1901, el general Bruno López Fonseca, cum-
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del Caribe 131
pliendo órdenes del general Riera, de Coro, salió de Tucacas y en todo el
curso de la línea férrea incorporó las fuerzas revolucionarias de Torres
Aular, Rodríguez y Villegas, procedentes de San José, Pueblo Nuevo,
Hachá y Yumare. Esa misma noche, por ser López Fonseca conductor
del tren, se acercó a Tucacas y pidió al autor la redención de la plaza. La
oportuna llegada de una compañía de línea al mando del coronel Félix
Galavís, procedente de Puerto Cabello y con refuerzos de material de
guerra, impuso más prudencia a los revolucionarios, que se retiraron,
en número de cuatrocientos, hacia Pueblo Nuevo. Estas mismas tropas,
incorporadas a las del general Amabilis Solaigne a mediados del año
1902, capturaron por sorpresa la plaza de Tucacas, cuya guarnición co-
mandaba el general Evencio Pulgar, sustituto del general Antonio Urbina,
quien a su vez había reemplazado al coronel Eleazar López Contreras,
cuando éste fue encargado de perseguir en el litoral de Puerto Cabello las
guerrillas revolucionarias de los generales Luis Grana y Elías Maduro.
Pulgar criticó mucho a López y a Galavís el haber construido un
atrincheramiento en defensa de Tucacas y hasta eliminó una serie de
retenes o Cuerpos avanzados durante el día. Solaigne, con sus tropas,
se aprovechó de esta circunstancia, y en ataque sorpresivo, coronado
con la captura de la plaza, hizo prisionero a la guarnición entera y al
propio general Pulgar, quien se había dejado sorprender por su exceso
de valor y confianza. Más tarde, en la acción de armas de San Félix,
murió heroicamente, siendo Jefe de Estado Mayor del general Régulo
Olivares, Jefe Expedicionario en Guayana para fines de 1902.
El general Manuel Antonio Matos, Director Político y Jefe de la
Revolución, lanzó su proclama de guerra: “A los venezolanos”, firmada
en Puerto España el 29 de abril de 1902. Fue éste uno de sus primeros
errores, pues ha debido hacerlo en un puerto o en aguas de Venezuela.
Trajo a su disposición el vapor mercante “Ban Right”, procedente de
Europa, cargado de cuantioso material de guerra. El barco figuraba en
las costas venezolanas con el nombre de “Libertador” y tenía la auto-
rización o tolerancia, tanto para llevar bandera inglesa o colombiana
como para entrar libremente en los puertos de las Antillas inglesas y
francesas. Desembarcó el 22 de mayo en el puerto de Carúpano y lanzó
una nueva proclama. Para ese momento todo el país, con excepción de
los estados andinos, se encontraba en armas, sosteniendo los adversarios
una fuerte lucha de alternativas.
Para mediados del año 1902 la situación del gobierno era grave y
 Cipriano Castro
132 Restaurador de Venezuela
desesperante, pues la revolución había crecido en sus efectivos y en
capacidad ofensiva. La cuartelada dirigida por el coronel Ferreras, en
Ciudad Bolívar, había puesto a las órdenes del adversario tan importante
plaza, además de las ya ocupadas, como Maturín, Cumaná, Calabozo
y San Fernando de Apure, en Oriente y Sur del país. Barquisimeto y
Coro alternativamente habían pasado de uno a otro adversario, quedando
finalmente en manos de la revolución. El gobierno sólo se sostenía en
los Andes y Zulia, en el Occidente; Barcelona, en Oriente, así como en
todo el litoral que cubre Caracas y La Guaira; en parte del estado Mi-
randa, incluyendo Los Teques; en La Victoria y Maracay, en Valencia y
Puerto Cabello. La comunicación y enlace del gobierno central con las
zonas de occidente y oriente era únicamente por vía marítima, fluvial y
costanera, utilizando los pequeños y deficientes buques de las fuerzas
navales. Los mismos estados andinos y el Zulia se encontraban bajo la
constante amenaza de una nueva invasión por la frontera del Táchira o
por la Goajira, y por esta razón no se movilizaron los inmensos recursos
en hombres a la disposición del gobierno en aquellas regiones, hecha
excepción de dos limitadas expediciones comandadas, una por el general
Modesto Castro, procedente del Táchira, y la otra por el general Pedro
Araujo, de Trujillo, cuyo destino fue restablecer la difícil situación en el
oriente. Estas tropas se batieron heroicamente en Aragua de Barcelona,
rechazando al poderoso ejército del general Nicolás Rolando, aunque a
su vez, por agotamiento de toda su resistencia activa, se replegaran a la
ciudad en espera de los refuerzos anunciados, conducidos directamente
por el Jefe del Estado.
Conociendo las ventajas alcanzadas por la Revolución y constatados
los movimientos de avance del ejército de occidente, con los generales
Riera y Mendoza, para unirse en Lara y seguir por San Carlos y cono-
ciendo asimismo la amenaza de avance hacia el centro del Ejército de
oriente, Castro llamó al vice-presidente de la república, general Juan
Vicente Gómez, para que asumiera el gobierno en tanto él se declaraba
en campaña. De la proclama dictada al declararse en campaña, extrac-
tamos los siguientes párrafos:
“Compatriotas, el esfuerzo de mi labor política, eminentemente con-
ciliadora; y la honrada sencillez de mis propósitos de armonía en
el seno de los intereses públicos, han tropezado, vosotros lo sabéis,
con el desbordamiento desconsolador de las infidencias y traiciones
de intolerantes ambiciones y de culpables inercias que han llevado
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Editorial
del Caribe 133
a mi espíritu el convencimiento de que esta obra política, si ha de
ser perdurable, necesitamos levantarla desde sus cimientos, de
manera que se sostenga por la virtualidad de sus propias fuerzas
y no, como hasta ahora, por falsas combinaciones de los intereses
del momento, en que las más veces entra el cálculo egoísta antes
que las legítimas conveniencias públicas. Venezolanos: Me declaro
en campaña. Voy a comunicarle a las operaciones de la guerra el
entusiasmo de mi fe, el nervio de mi actividad y la eficacia de mi
dirección personal. Ya veréis cómo con el heroísmo de mis soldados
y la lealtad de mi fortuna arranco del seno ardiente de las bata-
llas, paz, para la vida nacional, garantías para la vida ciudadana,
estabilidad para el progreso, prestigio para las instituciones y,
purificados en los crisoles del sacrificio y el dolor, los elementos
con que hemos de construir el nuevo edificio de la regeneración
nacional. Soldados: Soy vuestro camarada de siempre. Un puesto
en vuestros campamentos y un laurel de lo que habréis de segar en
breve, constituyen en estos momentos solemnes la única aspiración
de mi orgullo de patriota y de guerrero”.
Al general Ceferino Castillo, secundado por el general Mariano Gar-
cía, lo designó Jefe del Ejército de Occidente, con orden de concentrarse
en Barquisimeto. Este ejército quedó formado por tropas gubernamen-
tales procedentes de Coro, por los Cuerpos a las órdenes del Doctor y
general González Pacheco, por las tropas de Yaracuy al mando del general
Santiago Briceño Ayesterán, y por los cuerpos de tropas de Los Andes;
cinco batallones del Táchira, tres mil plazas al mando de los generales
Leopoldo Baptista, Pedro María Cárdenas, Pedro Linares, Miguel Ponce
y Eulogio Moros, quienes al alcanzar el Estado Lara recibieron la misión
de contener o batir el ejército revolucionario de occidente, en tanto el
mismo Castro salía a oponerse a Rolando en el propio territorio oriental.
Con dos mil hombres de tropas escogidas se embarcó en La Guaira
para fondear en el puerto de Guanta y marchar seguidamente hacia Bar-
celona sin ningún inconveniente. Nombrado el general Diego Bautista
Ferrer, Jefe de Estado Mayor, se dedicó a reorganizar las tropas guberna-
mentales que se encontraban en la plaza, más o menos dos mil hombres,
muy aguerridos pero diezmados por la encarnizada lucha sostenida contra
un ejército superior y con un pueblo hostil donde la revolución había
alcanzado su mayor dominio de fuerza y de simpatías.
Como el general Castro suponía al ejército oriental en Aragua de
 Cipriano Castro
134 Restaurador de Venezuela
Barcelona, durante 20 días se mantuvo en Barcelona alistando sus tropas
para iniciar las operaciones, pero como el adversario había emprendido
marcha en dirección a Zaraza, amenazando el centro, consideró Castro
la imposibilidad de darle alcance y ordenó reembarcar en Guanta sus
tropas reforzadas con parte de las de Barcelona, para llegar a La Guaira
y Caracas –donde permaneció pocos días– y seguir luego a tomar fuertes
posiciones entre Ocumare del Tuy y San Casimiro, sitios inmediatos
al itinerario o vía probable de marcha del ejército revolucionario, que
ocupaba la población de Altagracia de Orituco.
Mientras el comando gubernamental ejecutaba esas operaciones, el
ejército de Los Andes, unido al de Coro y a las fuerzas de Yaracuy, avan-
zaba hacia Tinaquillo, dejando al general González Pacheco encargado
de resistir en la ciudad de Barquisimeto. Pocos días después González
Pacheco hubo de emprender su admirable retirada hacia el centro, bajo
la presión de un adversario tres veces mayor en número.
Concentrado en Tinaquillo el ejército gubernamental de occidente
y a la vez reunidas en San Carlos las fuerzas revolucionarias de los ge-
nerales Riera, Solaigne, Sánchez, Cedeño, todas al mando del general
Luciano Mendoza, Castro juzgó oportuno designar jefe del ejército res-
taurador al general Joaquín Garrido, Ministro de Guerra, quien marchó
de Caracas con el batallón Castro, y luego debía oponerse a Mendoza
con otros cuerpos incorporados en Carabobo. Los ejércitos contenedores
se batieron en Tinaquillo, sin llegar a decisión alguna, porque las tropas
de Los Andes, al mando de Baptista y Cárdenas, siguieron marcha con
instrucciones de ir a incorporarse, en Los Ocumitos del estado Miranda, al
Cuartel General. Los revolucionarios de Mendoza avanzaron a Tocuyito,
simulando intenciones de atacar a Valencia, plaza débilmente defendida
por el presidente del estado, general Víctor Rodríguez.
La incorporación de las fuerzas andinas al Cuartel General tuvo
lugar un mes después de ocurrida la defección de la división comanda-
da por los generales Pérez Crespo y Palacios, cuyas tropas, sublevadas
en Ocumare del Tuy, apresaron a su jefe, el general José María García
Gómez y fueron a incorporarse a las de Rolando en la población de
Altagracia. Analizada por el general Castro su propia situación e inter-
pretando los movimientos del ejército revolucionario de occidente en
la vía de San Carlos y el Pao, cubriéndose por El Naipe para avanzar a
Tocuyito, ordenó a los generales Garrido y Mariano García replegarse
por Chirgua y Las Trincheras hacia Valencia, con el fin de contrarrestar
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del Caribe 135
la amenaza de Mendoza a la importante capital del estado Carabobo.
Seguidamente movilizó las tropas bajo su mando, en marchas forzadas
para Aragüita y Los Ocumitos hasta Los Teques, y utilizando el ferrocarril
fue a establecer su cuartel general en Valencia. Fuertes destacamentos
dejó en Ocumare, San Casimiro, San Sebastián, Los Ocumitos y Fila de
Mariches, para resistir a Rolando si asumía la ofensiva hacia Caracas,
en tanto Baptista ocupaba la zona de Los Teques, sosteniendo el enlace
entre Caracas, Aragua y Valencia, línea prolongada y defendida hasta
Puerto Cabello como puerto inmediato a Valencia, hasta La Guaira,
pasando por Caracas. La Escuadra permanecía en Ocumare de la Costa.
Conocida por el comando del ejército revolucionario de occidente la
llegada de Castro a Valencia, el general Mendoza, con su cuartel general
en Tocuyito, previendo un gran retardo en sus operaciones o el riesgo
de ser batido por Castro, si atacaba a Valencia, en consejo de oficiales
generales resolvió dejar de lado a Valencia y seguir la marcha por la ruta
de la Sierra, Güigüe y Belén, llegando a los límites del estado Guárico
sin ser molestado por retaguardia. Con este movimiento se ponía en vía
de ser cumplida la idea estratégica del comando revolucionario: buscar
a todo trance la unión de sus ejércitos. Considerando que había dado
un golpe en el vacío al ver escapar al adversario, a quien pensaba batir
separadamente para luego enfrentarse con el ejército de oriente, el nú-
cleo más fuerte a las órdenes de los generales Manuel Antonio Matos y
Nicolás Rolando, Castro se puso en marcha hacia Cagua, Villa de Cura
y San Juan de los Morros, alcanzando su vanguardia los sitios de Flores
y Mal Paso, en el último intento de impedir la unión de los dos ejércitos
enemigos. No obstante la actividad y decisión desplegadas, el adversario,
a costa de fuertes pérdidas logró repeler el ataque. Así quedó unido el
ejército revolucionario en la región del Guárico, con su cuartel general
en Altagracia de Orituco.
- Castro en la defensiva estratégica batalla de La Victoria
Unificado el ejército de la revolución, lo natural era esperar su ata-
que frontal y definitivo. Las líneas de defensa estratégica las fijó Castro
en su concepción inicial en la cordillera de Los Teques, Carrizal, San
Antonio y San Diego de los Altos, avanzando destacamentos de resis-
tencia y vigilancia hacia el camino de la Colonia Tovar y el antiguo de
El Consejo; sobre Barrialito y Los Colorados, vía Tácata; y hacia los
 Cipriano Castro
136 Restaurador de Venezuela
Valles de Zuata, Cortada del Guayabo y Los Ocumitos, así como en las
diversas vías hacia el Tuy, por Charallave, Baruta, El Hatillo y Petare.
Posteriormente, ante el resuelto avance de los ejércitos revolucio-
narios desde San Sebastián hasta San Juan de los Morros y Villa de
Cura, Castro fue a establecer su cuartel general en La Victoria, dejando
aseguradas las anteriores líneas desde Los Teques hasta La Cortada del
Guayabo, con las fuerzas al mando de los doctores y generales Leopol-
do Baptista y Rafael González Pacheco, encargados de defender a todo
trance el terreno y el enlace del supremo comando gubernamental con
las plazas de Caracas y La Guaira. La línea de La Cabrera a Valencia
estaba defendida por la división del general Pedro Linares, en apoyo, a
la vez, de la resistencia de Valencia, encomendada a los generales Víc-
tor Rodríguez y Santiago Briceño Ayesterán. Las fortalezas de Puerto
Cabello estaban en capacidad de resistir y contaban con el apoyo de los
buques de la Armada fondeados en el puerto de Ocumare y en Choroní,
pero en comunicación constante con el cuartel general.
Sin lugar a dudas, el general Castro estaba resuelto a rendir el máxi-
mo esfuerzo para agotar y vencer la ofensiva del ejército revolucionario.
Sin embargo, previsoramente había tomado todas las medidas necesa-
rias –por si llegaba el caso de un desastre irreparable en sus posiciones
defensivas– para poder embarcarse en la Escuadra rumbo a Maracaibo,
llevando todo el material de guerra existente en los depósitos de Caracas,
La Guaira y Puerto Cabello, es decir, una gran parte, pues la otra ya
había sido embarcada oportunamente. Con ese material pensaba seguir
a Los Andes y emprender la contrarrevolución, ayudado por los nuevos
contingentes de tropas levantadas en aquellas regiones.
El plan concebido por el general Matos era el de marchar por los
Valles del Tuy sobre la capital. En el desarrollo de ese propósito había
adelantado ya por dicha vía al general Eleazar Urdaneta con el encargo
de concentrar bajo sus órdenes las fuerzas del Tuy, reparar la línea te-
legráfica del tránsito, para conservar el contacto con el cuartel general,
y avanzar esas fuerzas hasta Los Ocumitos y la Cortada del Guayabo,
atrincherarse allí y destacar una fuerza suficiente para cortar las comu-
nicaciones entre La Victoria y Caracas, por Los Teques. Todo lo hizo
Urdaneta rápida y cumplidamente, y no realizó la última parte de su
importante cometido por haberla confiado al general Ramón Alfonzo,
el más indicado de los allí presentes para llevarla a cabo, pero quien
fracasó, por haberse descuidado en la marcha. Además, cuando Urdaneta
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del Caribe 137
quiso más tarde remediar la falta de Alfonzo, el subjefe de Estado Mayor,
general Hernández Ron, le ordenó abandonar las posiciones ocupadas
y replegarse. El general Mendoza, segundo jefe del ejército, insistía en
que se dispusiera la marcha sobre La Victoria. En tan grave desacuerdo,
por creerlo de su deber, Matos sometió ambas opiniones a un Consejo de
Guerra. El Consejo, reunido en Villa de Cura, resolvió por unanimidad
adoptar el plan del general Mendoza y confiarle la ejecución.
Indudablemente el general Mendoza contrarió la opinión del Jefe
del Ejército, general Domingo Monagas, quien, enfermo de gravedad en
Maturín, se hizo conducir hasta Zaraza, tratando de influir en la marcha
directa de la revolución sobre Caracas, sin detenerse a combatir en las
fuertes posiciones de La Victoria, o en las plazas de Valencia y Puer-
to Cabello. Ya anteriormente el general Mendoza se había opuesto al
plan original de la revolución, pues teniendo bajo su mando las tropas
de Falcón, Lara y Portuguesa, y estando secundado por los generales
Riera, Solaigne y Sánchez, no invadió Los Andes con el fin de destruir
el gran centro de resistencia y de recursos en hombres a la disposición
del gobierno de Castro.
Establecido Castro en La Victoria el 6 de octubre, al tener conoci-
miento de la aproximación del ejército revolucionario avanzó el día 12
a la Cuesta de las Mulas y al sitio de Casupito algunos destacamentos al
mando del general Francisco Rangel, quien al establecer contacto con las
tropas que venían avanzando por la misma vía, logró informarse sobre
la marcha de la División del general Lorenzo Guevara, encargada de ir a
posesionarse de El Calvario, importante posición al Norte de La Victoria.
En consecuencia, El Calvario fue ocupado el día 13 por los Batallo-
nes “Castro” y “Ayacucho”, extendiéndose esa línea del norte al noreste
sobre las alturas de Sabaneta, Carrizalito y Maletero, dominando el
camino hacia Las Colonias y Los Araguatos, hasta el curso del río, con
fuerzas al mando del mismo general Rangel. Toda esa línea quedó bajo el
mando del general Francisco Linares Alcántara. Sobre las alturas de Pipe
fue situado el general Emilio Rivas; por el oeste, hacia San Mateo y alturas
de la hacienda La Quebrada y de La Concepción, se ubicó la División
Táchira, al mando del general Pedro María Cárdenas; por el sur-oeste y
sur, cubriendo el camino de Zuata, El Cují, Tucua, Topo de los Muertos
y Hacienda San José, se situó el general Régulo Olivares secundado
por los generales Cañizales, Ponce y Massini; en el este, cubriendo el
camino de Caracas y sobre las alturas de La Calera, se establecieron las
 Cipriano Castro
138 Restaurador de Venezuela
divisiones de los generales Modesto Castro y Manuel Salvador Araujo.
En la reserva, formando una línea interior para vigilar el curso del río
y la línea férrea hasta Tucua, quedaron las fuerzas de Lara y Yaracuy y
La Sagrada del general Ovidio Pérez Bustamante.
El 13 de octubre hubo fuertes ataques por El Calvario, y el general
Castro hubo de concurrir personalmente para combatir y batir, en todo
el curso del día, las divisiones de Guevara, Pérez Crespo y Palacios. Por
el oeste y el sur también se produjeron ataques. El consumo de muni-
ciones puso en estado de alarma al comando del gobierno y se ordenó
gran control en el empleo del material. La llegada del parque de Caracas,
conducido por el general Gómez, permitió restablecer la situación.
Los duros ataques y contraataques durante los días del 13 al 17
colocaron nuevamente al Ejército en difícil situación por la escasez de
municiones, viéndose Castro obligado a ordenar el repliegue de algu-
nos cuerpos para acortar la línea de defensa y poder controlar mejor el
consumo del material. Las operaciones de repliegue se efectuaban en
la tarde del día 17, pero la llegada de un nuevo tren con municiones
conducido por el general Eloy Enrique Santander, permitió otra vez
recuperar rápidamente los sitios abandonados.
El adversario conoció la reacción producida en las filas guberna-
mentales por los refuerzos recibidos y, escaso como estaba de material
bélico, ordenó la retirada de algunos cuerpos de tropas de occidente al
mando del general Riera, hasta posiciones distantes de los sitios donde
habían estado luchando intensamente, como El Cují, Hacienda San José
y Topo de los Muertos. Los ataques por el oeste por el camino de San
Mateo, se fueron debilitando. La iniciativa se encontraba ya de parte
de la defensa; así se pudo preparar el asalto a las alturas de Pipe y El
Copey por los generales Gómez y Baptista, lo que obligó al ejército de
la revolución a emprender la retirada.
Ese ejército constaba aproximadamente de catorce mil hombres,
incluidos los destacamentos batidos en Los Teques y Las Canales. Por
tanto, los efectivos empeñados en la batalla de La Victoria llegaban a diez
mil plazas. Sus pérdidas se calcularon en 500 muertos, un mil heridos
y más de mil quinientos dispersos.
El general Castro disponía de seis mil combatientes de los cuales
un mil quinientos estuvieron rindiendo diversas misiones, por lo cual
el ejército combatiente en La Victoria tuvo un efectivo de cuatro mil
quinientos hombres. Sus pérdidas se apreciaron en trescientos muertos
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del Caribe 139
y quinientos heridos. Esta gran acción fue ganada por el general Castro
gracias a sus hábiles maniobras estratégicas y el buen empleo táctico de
sus tropas. La oportuna llegada de refuerzos y material de guerra –el 13
conducidos por los generales Gómez y Baptista y el 17 por Eloy Enrique
Santander– eran la consecuencia de tenerlo todo bien previsto, induda-
blemente mucho influyó la unidad de mando y el espíritu de sacrificio
de los hombres bajo sus órdenes.
Negamos todo derecho a disculpar la parte del comando revolucio-
nario en el fracaso de la ofensiva en La Victoria, alegando desacuerdo
entre los jefes de cuerpos y el Director de la revolución. Si Matos hu-
biese sido un auténtico caudillo como Crespo o Castro se habría hecho
obedecer por sus subalternos.
La explotación del éxito no podrá alcanzarse de inmediato. El Jefe
de Estado requiere tiempo para ir reorganizando nuevas expediciones
hacia el interior hasta vencer completamente los cuerpos revolucionarios,
todavía con fuertes reacciones en sus respectivas localidades. La cir-
cunstancia más favorable a esta situación fue la infame actitud asumida
en conjunto contra Venezuela por Inglaterra y Alemania, luego seguida
por Italia por cobro de acreencias a favor de súbditos cuyos intereses
habían sufrido daño durante los conflictos internos. Mas, antes de re-
latar tan infaustos sucesos, damos a conocer un resumen del mensaje
presentado por el general Cipriano Castro al Congreso Nacional en sus
sesiones ordinarias en 1903, acerca de su conducta ante la agresividad
de sus adversarios políticos.
He aquí el mensaje:
Enteramente nuevo en la actividad de la cosa pública, debí ser, al
frente del gobierno a donde me llevó un esfuerzo tan legítimo como
glorioso, lazo de unión entre las agrupaciones políticas, y lisonjera
esperanza para todos. Además esas esperanzas estaban abonadas
por circunstancias especiales. La rapidez de la campaña no dio
tiempo a que se resintieran de las calamidades de la guerra las
fuerzas vitales del país, lo que unido a la generosidad de mi conducta
para con adversarios e indiferentes, me conquistó general aplauso
y rodeó mi nombre de indiscutible prestigio. No hubo represalias ni
se agitó en ningún sentido el genio odioso de las venganzas. Mas
todavía, el gobierno vencido, el gobierno del general Andrade, sin
nexos con la opinión, ni con agrupación ninguna de la política,
desaparecía, como desaparece la sombra a la presencia de la luz,
 Cipriano Castro
140 Restaurador de Venezuela
sin dejar huella de su paso. Era pues, por todo concepto muy ha-
lagadora la perspectiva de la política en aquellos días. Con esos
antecedentes y con una situación tal como la que he descrito, era
natural que en todos y en cada uno de mis compatriotas sin distinción
de banderas políticas, creyera encontrar a un legítimo y entusiasta
aliado del gobierno que se inauguraba. No tardó en desengañarme
la vanidad de esas esperanzas. La historia de esos tristes sucesos es
muy conocida; y es penoso y cansado recordarla. Oid esta pavorosa
síntesis: sesenta horas después de haberme encargado del Poder
Ejecutivo, se alzó el general José Manuel Hernández; lo vencí en
todas partes, y a los siete meses fue mi prisionero de guerra. Días
más tarde tuve que ahogar el movimiento autonomista que prepa-
raba el general Nicolás Rolando, en Guayana, cuando ejercía, por
nombramiento mío, la Jefatura Civil y Militar de aquel Estado. Tres
meses después se pronunció en Chaguaramas el general Celestino
Peraza (el Primer Secretario General que designó el general Castro,
de cuyo cargo salió para ser nombrado Jefe Expedicionario contra
el general Hernández) y fue derrotado y prisionero. Aún no había
licenciado las tropas que persiguieron al general Peraza cuando una
traición más, la del general Pedro Julián Acosta, jefe de un cuerpo
del Ejército nacional, vitoreaba en Oriente al general Nicolás Ro-
lando, jefe de una revolución; revolución que, como las anteriores,
terminó tristemente con la captura del desgraciado Acosta. A poco,
el general Rafael Montilla se declaró en armas contra el gobierno.
Fue rápidamente vencido. Dos meses después el general Juan Pietri
lanzó una proclama de guerra llamando a las armas al país, y ya
en camino de la realización de sus proyectos, fue capturado. En
julio del año pasado invade nuestro territorio un ejército colom-
biano, fuerte de 6.000 hombres, al mando del compatriota nuestro
Dr. Carlos Rangel Garbiras. Dos días de reñido combate, muchas
víctimas, atrocidades inauditas y espantosos desafueros nos costó
esa agresión insólita. En esa jornada ganó nuestro ejército inmarce-
sibles glorias. Esa victoria fue espléndida. Últimamente apareció en
nuestras aguas, en actitud bélica, a bordo de un barco de alquiler,
el señor Manuel Antonio Matos y por sí y ante así, en proclama de
guerra, se declaró jefe de una revolución. Correspondieron a las
insinuaciones pérfidas del señor Matos, el general Luciano Mendoza
en el Centro y el general Amabilis Solaigne en Occidente, quienes
fueron completamente destruidos en el primer encuentro con las
Fondo
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del Caribe 141
fuerzas nacionales. ¿Contribuí yo con mi temeridad e intolerancia,
o acaso con mi debilidad, a la pérdida de aquella situación? No,
que respondan en mi descargo la historia de esos sucesos, los con-
temporáneos que deben tener frescos en su memoria los recuerdos
de esos hechos; que hable la conciencia nacional por boca de sus
más severos moralistas; que pronuncie su veredicto la justicia; que
hablen las mismas pasiones de mis adversarios, y que digan todos:
si no es verdad que yo traté de consolidar aquella situación con mi
autoridad y con todos los recursos del Poder al servicio del noble
propósito de la confraternidad de todos los venezolanos, llamando al
Jefe del “hernandismo” y a los jefes importantes de los más notables
círculos liberales a los Consejos de Gobierno; y fui tan escrupuloso
en la organización política de mi primer Gabinete, que prescindí
del incontrovertible derecho que tenían mis abnegados tenientes a
esas curules ministeriales, sacrificando sus legítimas aspiraciones
en aras de aquel pensamiento de confraternidad. Sin embargo, hoy
como ayer, creo en las virtudes de una política de asimilación tan
amplia como sea posible, que le brinde entrada decorosa a todos los
ciudadanos de prestigio moral que quieran poner su inteligencia y su
voluntad al servicio de la noble causa del engrandecimiento patrio.
Esta colaboración, tan honrosa para mí como para el Gobierno, la
necesito y la reclamo en nombre de la patria.
- La historia y la traición
Con ocasión del traslado al país de los restos del general Cipriano
Castro, muerto en exilio en Puerto Rico en diciembre de 1924, se publican
una serie de documentos relativos a su personalidad, y a su vida militar
y política. El doctor José Giacopini Zárraga*, nos señala un episodio de
la vida militar del Presidente Castro que considera, a la vez, el hecho
de armas más importante de la historia militar de Venezuela en el siglo
XX. Nos referimos a la batalla librada en La Victoria, entre octubre y los
primeros días de noviembre de 1902, donde se enfrentaron las fuerzas
gubernamentales al mando personal del Presidente Castro con las de la
revolución llamada “Libertadora”, movimiento acaudillado por el general
Manuel Antonio Matos. Giacopini Zárraga nos dice:
*Los textos que a continuación se extractan, forman parte de una larga entrevista que el autor
del libro formulara al doctor José Giacopini Zárraga.
 Cipriano Castro
142 Restaurador de Venezuela
La importancia de este hecho de armas podemos explicarla desde
varios ángulos. Primero, por los efectivos que allí se empeñaban, 16
mil hombres de la revolución, contra 9 mil hombres del gobierno. Se-
gundo, por la duración de los combates: 22 días de continuo batallar,
desde el 11 de octubre, cuando en el sitio de Casupito, hacienda hoy
propiedad del doctor José Joaquín González Gorron-dona, chocan
las avanzadas del gobierno, estacionadas allí y comandadas por
el general Francisco Esteban Rangel, Secretario de Gobierno del
Estado Aragua, y el Coronel Francisco Sandoval, con la vanguardia
de la revolución que viene avanzando desde Villa de Cura. Hasta
el día 2 de noviembre, cuando la revolución se declara en retirada,
debido a escasez de municiones y porque 60 oficiales trujillanos de
las tropas del doctor y general Leopoldo Baptista toman por asalto
en la noche del 1 y 2 de noviembre el Alto del Copey, al noroeste de
La Victoria y nordeste de San Mateo. Desde ese punto, en efecto, el
cuartel general de la revolución establecido en esa última pobla-
ción, amenazando directamente su retaguardia. Y tercero, por las
consecuencias político-militares y, en general históricas que tuvo
esa acción. Significó la consolidación del triunfo de la Revolución
Andina. Del vencedor en esta batalla dependía que el curso de la
historia fuese en un sentido u otro. No podemos decir si malo o
bueno. Pero por lo menos diferente. Además el triunfo de La Vic-
toria para las armas del Gobierno, significa una victoria señalada
del poder central sobre el caudillaje vernáculo. Entre otras cosas
se atisba ya la estructuración de un ejército regular al servicio del
gobierno nacional que, se organiza posteriormente, y mejorando sus
conocimientos e instituciones, vendrá a ser la razón fundamental de
la pacificación del país. Con el tiempo abrirá a éste la posibilidad
de una vida institucional.
Sobre los personajes que intervienen en esta confrontación, el doctor
Giacopini Zárraga indica:
Por el lado gubernamental: el Presidente de la República en perso-
na, general Cipriano Castro, comandando el ejército del gobierno;
el Primer vice-Presidente de la República, general Juan Vicente
Gómez; el joven Presidente del Estado Aragua, general Francisco
Linares Alcántara, primer venezolano egresado de la Academia
Militar Norteamericana de West-Point (Promoción de 1897); el
general Diego Bautista Ferrer, Jefe del Estado Mayor del Ejército
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del Caribe 143
del Gobierno; el doctor y general Leopoldo Baptista, al mando de
una división trujillana, cuyo Jefe de Estado era el doctor y general
Santiago Fontiveros; el general Pedro María Cárdenas, al mando
de la División Táchira; y, además numerosos oficiales del Táchi-
ra, Trujillo, Mérida y Aragua, entre los cuales podríamos citar a
los generales Román Moreno, Régulo Olivares, Modesto Castro,
Tomás Pino, Ovidio Pérez Bustamante, Francisco Esteban Rangel,
Francisco Sandoval, Daniel Osío, Adolfo Torres, Ramón Bogado,
Valmore Chirinos, Hugo Nieves y tantos más que sería prolijo
numerar. Del lado de la revolución: mandaba el general Manuel
Antonio Matos, figura de gran prestigio social y económico, con
grandes conexiones en el campo financiero internacional y quien
comprometió de manera total su persona e intereses en la empresa
revolucionaria. Hombre inteligente, con experiencia política y de
gran valor personal, fue subestimado por los comentaristas pos-
teriores de estos sucesos quienes naturalmente eran favorable a
la causa del gobierno triunfante. La revolución fue posible por el
aporte económico del general Matos y de haberse acogido a sus
razonamientos lógicos, propios de un hombre inteligente, la revo-
lución no se hubiese despedazado frente a los recios defensores
de La Victoria. Es probable que al general Matos, por no haberse
formado dentro de los cuadros del caudillaje guerrero de la época,
le faltase algo de autoridad para haber impuesto sus decisiones
en los momentos cruciales de la revolución. Bajo las órdenes del
general Matos y de su Jefe de operaciones, general Luciano Men-
doza, combatieron tropas orientales, comandadas por bravos jefes
de esa región, como los generales Nicolás Rolando, Francisco
Vásquez, Zoilo Vidal (El “Caribe Vidal”), los hermanos Pedro y
Horacio Ducharne; tropas de Falcón y Lara, bajo las órdenes de
los generales Gregorio Segundo Riera, Amabilis Solagnie y Felipe
Sierra; tropas guariqueñas y centrales, figurando en sus cuadros
oficiales generales como Lorenzo Guevara, Pedro Pérez Crespo,
Juan Palacios, David Gimón, Luis Crespo Torres, Julián Corre,
doctor y general Roberto Vargas, general Gregorio Cedeño (Jefe
de Estado Mayor del general Luciano Mendoza), general Francisco
Batalla, como Jefe de Estado Mayor del general Manuel Antonio
Matos, figuraba el general Juan Pablo Peñaloza, quien sustituía al
viejo general Domingo Monagas, muerto en el mes de septiembre
en la población de Chaguaramos.
 Cipriano Castro
144 Restaurador de Venezuela
En general, podemos decir que allí estuvo presente toda la geografía
guerrera de la Venezuela de comienzos de siglo.
La batalla y el escenario donde se desarrolla son de particular inte-
rés, el análisis y las palabras precisas del doctor Giacopini Zárraga nos
permiten comprender el suceso:
La revolución Libertadora contra el gobierno del general Cipriano
Castro, estalló el 19 de diciembre de 1901, con el alzamiento en
Aragua del Presidente del Estado, general Luciano Mendoza, rá-
pidamente se extendió por todo el país, abarcando particularmente
los Estados orientales y Guayana, la región central y los Estados
centro-occidente, particularmente Falcón y Lara. Las diversas ex-
pediciones gubernamentales enviadas al interior para someter la
revolución lucharon con suerte varia, pero sin lograr una domina-
ción permanente. A todas estas, el general Manuel Antonio Matos,
a la cabeza de un importante grupo de jefes y oficiales, desembarcó
en Güiria, asumiendo el comando de la revolución y trayendo un
cuantioso parque que fue distribuido a lo largo de la costa por un
vapor adquirido en Inglaterra para el movimiento y que se bautizó
para la ocasión con el nombre de “Libertador”. Consolidada la
revolución en el interior, sus dos núcleos principales, el de oriente
y el de occidente, resolvieron converger, hacia la capital a mediados
de 1902, para dar el golpe final al gobierno del Presidente Castro.
Éste, el 5 de julio del mismo año, dejó encargado de la Presidencia
de la República, al Primer Vice- Presidente, general Juan Vicente
Gómez, lanzó al país una alocución de tono épico y se declaró per-
sonalmente en campaña, trasladándose por vía marítima a Guanta
y Barcelona, con la idea de combatir a los cuerpos revolucionarios
que operaban en el oriente del país. Enterado al llegar de que
estos habían marchado hacia el centro, regresa a la capital y a la
cabeza de un ejército de 5 mil hombres, comienza a moverse entre
los Valles del Tuy y las Sabanas de Carabobo tratando de impedir
que los movimientos revolucionarios de oriente y occidente, que se
acercan a través de los Llanos de Cojedes y del Guárico, logren
unirse. Varias acciones de guerra, son libradas con este fin, pero sin
éxito. Ya concentrada la revolución en un solo cuerpo del ejército,
ocupando los pueblos del sur del Estado Aragua, toma el general
Castro la decisión de fortificarse en La Victoria para hacerle frente
en mejores condiciones a un ejército que dobla al suyo en efectivos.
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del Caribe 145
La revolución tuvo ante sí dos alternativas, una: ejecutar el plan
propuesto por el general Domingo Monagas hasta sus últimos mo-
mentos (como dijimos había muerto en Chaguaramos en septiembre
de ese año), o sea, fijar al general Castro en La Victoria, si, como
podía suponerse, tomaba la decisión de situarse allí, y marchar
sobre Caracas con el grueso de las fuerzas revolucionarias por los
Valles del Tuy, los Altos de Los Teques y el Abra de Petare, ocupar
la capital, constituir gobierno, lograr el reconocimiento internacio-
nal, que habría sido inmediato dado el prestigio que en ese campo
tenía el general Manuel Antonio Matos, declarar al general Castro
insurgente, y proceder con los mayores recursos de que ya como
gobierno la revolución podría disponer.
La rebelión contra el general Cipriano Castro opta por enfrentarlo
en La Victoria, esta opción es vista por José Giacopini Zárraga de esta
manera:
La otra alternativa, carente de sentido y la cual se adoptó, fue la
de atacar al general Castro en La Victoria, con todos los efectivos
de la revolución, lo cual significó el desastre total para dicho mo-
vimiento. Una asamblea de jefes y oficiales se reunió en Villa de
Cura para decidir el camino a tomar. El general Manuel Antonio
Matos, sostuvo con calor los planes que había propuesto el gene-
ral Monagas antes de su muerte, pero en medio de aquel grupo de
caudillos y guerreros entre los cuales había muchos conocedores
de La Victoria y sus alrededores, prevaleció la opinión del general
Luciano Mendoza de atacar La Victoria. A pesar de contar con
efectivos suficientes, no había una dotación de munición, proporcio-
nal a la magnitud de las operaciones que sería necesario ejecutar.
Las municiones no llegaban a un millón de cartuchos. Los jefes
revolucionarios subestimaron la capacidad militar intuitiva del
general Castro y su valor combativo. Ante esta subestimación, dos
oficiales revolucionarios que habían conocido al general Castro
en el terreno de las armas: el general Juan Pablo Peñaloza, quien
se había enfrentado a él en el Táchira durante los primeros días de
la Revolución Restauradora, y el general Aurelio Valbuena quien
había venido como jefe de parque de dicha revolución, pero quien
posteriormente se había enemistado con el general Castro, le di-
jeron entonces a sus compañeros: «ustedes no conocen el valor y
la tenacidad del general Castro. Derrotado en La Victoria se hace
 Cipriano Castro
146 Restaurador de Venezuela
fuerte en el Consejo. Si lo vencemos allí, nos hace frente en Los
Teques; y si lo desalojamos de Los Teques para ocupar a Caracas
tendremos que tomarla calle por calle, esquina por esquina y casa
por casa». A pesar de estas admoniciones la revolución marchó
sobre La Victoria, combatió infructuosamente durante 22 días, tuvo
que retirarse y desde ese momento ya no volvió a cobrar la fuerza
que antes había logrado.
Esta batalla de 22 días es vista por Giacopini Zárraga así:
Para el momento en que comienza la batalla de La Victoria, el
gobierno del Presidente Castro sólo controlaba en el país los tres
Estados andinos, las plazas de Maracaibo y Carúpano y un pequeño
rectángulo geográfico comprendido entre Puerto Cabello, Valencia,
Caracas, Los Teques y la vía de Los Teques a Valencia, ya amenazada
por la revolución con el ataque a La Victoria. El día 13 de octubre
de 1902, el general Manuel Antonio Matos ha situado ya su cuartel
general en San Mateo, y su cuartel operacional bajo el mando del
general Luciano Mendoza, quien lleva como Jefe de Estado Mayor
al general Francisco Batalla, en las casas de la hacienda La Curia,
equidistante entre San Mateo y La Victoria. El ataque revolucionario
comienza a partir de ese día en un amplio movimiento de herradu-
ra, cuyo extremo norte amenaza a La Victoria por las alturas del
noroeste de la ciudad. El cono de la herradura estaría situado en
los terrenos planos que constituyen el Abra entre San Mateo y La
Victoria. El brazo sur de la herradura, amenaza a esa población,
ocupando la fila de los Naranjos, los cerros del Toro, el Topo de La
Palma y demás alturas vecinas. En este movimiento las tropas de
la revolución se distribuyen así: hacia el norte, flanco izquierdo de
la misma, generales Lorenzo Guevara, Pedro Pérez Crespo y Juan
Palacios. Objetivo: tomar el cerro de El Calvario, al norte de La
Victoria, posición que dominara a la ciudad. En el Abra entre San
Mateo y La Victoria, tropas orientales bajo el mando del general
Nicolás Rolando, Jefe de Estado Mayor, del general Zoilo Vidal, y
entre otros jefes de cuerpo los generales Francisco Vásquez, Horacio
y Pedro Ducharne, Juancho Higuera, y otros.
En el costado sur, o sea el flanco derecho de la revolución, tropas
de Lara y de Falcón comandadas por los generales Gregorio Se-
gundo Riera y Amabilis Solagnie. Llenando el espacio entre las
tropas de Rolando y las de Riera está el general Gregorio Cedeño
Fondo
Editorial
del Caribe 147
con tropas de Carabobo y llenando el otro espacio que queda hacia
el norte entre las tropas de Rolando y Lorenzo Guevara, ocupando
parte de la fila de Pipe, están las tropas guariqueñas bajo el mando
del general Luis Crespo Torres, hermano del fallecido Presidente
Joaquín Crespo, del doctor y general Lorenzo Vargas, y de los ge-
nerales David Gimón y Julián Correa. Con el fin de incomunicar
a La Victoria de la capital de la República están destacados a lo
largo de la línea del gran ferrocarril de Venezuela que, pasando
por Los Teques, Tejerías y el Consejo, comunica La Victoria con
Caracas, tropas revolucionarias comandadas en la zona de Tejerías
y el Consejo por el general José Ángel Hernández Ron, hacia Los
Canales y Los Teques por el general Ramón Alfonso, y entre Cara-
cas y Los Teques, área de Antímano y Las Adjuntas, por el general
Antonio Ramos quien tiene como Jefe de Estado Mayor al general
Horacio Blanco Fombona.
En las primeras horas del día 13, el general Gómez, quien está en
la capital encargado de la Presidencia de la República, emite un
decreto que traslada la sede del Ejecutivo a Los Teques, dejando
en Caracas dos batallones y el Cuerpo de Policía Municipal. Ese
mismo día, comienzan con gran (reciedumbre) los combates en La
Victoria. El dispositivo de defensa del general Castro es más o menos
el siguiente: comanda personalmente el ejército gubernamental,
tiene como Jefe del Estado Mayor al general Diego Bautista Ferrer
(de quien era ayudante el entonces joven Capitán Eleazar López
Contreras) cuenta además con las tropas aragüeñas, comandadas
por los generales Daniel Osío, Francisco Esteban Rangel (Secreta-
rio de gobierno del Estado Aragua), Francisco Sandoval y bajo el
mando directo del Presidente del Estado, general Francisco Linares
Alcántara, oficial de West-Point. Resisten el día 13 el ataque de la
revolución iniciado por las Alturas al noroeste de La Victoria, filas
de Pipe y cerro de Los Araguatos. En la mañana del 13 combaten
personalmente allí el general Castro, el general Alcántara, quien
cae herido en el combate. El combate es tan recio que el general
Castro dice: «Cipriano Castro es el hombre que más plomo ha
visto en Venezuela y a Pancho Alcántara le corresponde la gloria
de haber caído herido en el lugar donde Cipriano Castro ha visto
más plomo en toda su vida»...
Es en esas mismas horas cuando el, hasta ese momento, coronel
 Cipriano Castro
148 Restaurador de Venezuela
Francisco Sandoval se lanza desde la falda de Los Araguatos en
una valerosa carga que desaloja a la revolución del cauce del río
Aragua y del área de Sabaneta. El general Castro, quien presencia
el acontecimiento desde una altura cercana, pregunta: «¿Quién es
el jefe que va comandando esas cargas?» Y cuando le contestan:
«General, es el Coronel Francisco Sandoval», agrega en tono épico:
«El coronel no, el general Francisco Sandoval. Queda ascendido
por su valor en el campo de batalla».
El abra que va hacia San Mateo la defiende la División Táchira, bajo
el mando del general Pedro María Cárdenas, encuadrada además
por una brillante oficialidad tachirense. Las alturas al sur de La
Victoria y el área de la Calera están guarnecidos por los generales
Modesto Castro, Miguel Ponce Bravo Cañizales, Régulo Olivares y
Román Moreno. El espacio comprendido entre la División Táchira
y estas tropas que cubren el flanco sur, está ocupado por el general
Tomás Pino y la guardia de honor del Presidente Castro, coman-
dada por el general Ovidio Pérez Bustamante. En el espacio a la
derecha de la División Táchira, entre ésta y las tropas aragüeñas de
Alcántara, está el general Emilio Ríos, con un batallón y una pieza
de artillería. Se mantiene un contingente de reserva, formado por el
batallón Primero de Línea, la División Lara-Yaracuy y un batallón
aragüeño comandado por el general Francisco Navas Alcántara.
Desde el día 13 los combates se generalizan en todos los frentes y
prosiguen sin interrupción. En esa misma fecha, el general Gómez
se incorpora a los defensores de La Victoria, llevando consigo los
batallones Gómez y Mendoza, una batería de artillería, cuantioso
parque y la división trujillana de Leopoldo Batista. En vista de la
herida de Alcántara, y las bajas de oficiales habidas en las tropas
aragüeñas, el general Castro las distribuye en diversos frentes.
Confía el frente del noroeste a la división del general Baptista
poniendo además toda esa área de operaciones bajo el mando del
general Juan Vicente Gómez. Éste, para mantener una posición de
maniobra entre Caracas y La Victoria, ha dejado en Los Teques, con
un contingente de tropas trujillanas y larenses, al doctor y general
Rafael González Pacheco. La revolución presiona fuertemente en
todos los frentes hasta el día 20. El 18 los defensores de La Victo-
ria se han quedado sin parque pero ese mismo día logra entrar a
la plaza un tren cargado de municiones, enviado desde Caracas,
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Editorial
del Caribe 149
que ha logrado pasar dramáticamente las filas de la revolución.
Para enviar este parque el Secretario de la Presidencia, doctor
Julio Torres Cárdenas, quien ha quedado en Caracas, remite una
comunicación apócrifa al general Antonio Ramos quien está en-
cargado de interceptar parte de la vía férrea, pidiéndole concurra
con sus tropas al cuartel general de la revolución en San Mateo. La
comunicación aparece firmada por el general Matos, imitación que
estuvo a cargo de un calígrafo especializado. Libre la vía, sale el
tren del parque de Caracas, bajo el mando del general José Antonio
Zárraga Clemente, nuestro abuelo materno, casado con la hermana
mayor de Panchito Alcántara. El general Zárraga lleva una escolta
de 15 hombres. Al llegar a Los Teques, el doctor y general Rafael
González Pacheco lo refuerza con 70 hombres, bajo el mando del
coronel Jesús Rueda. Más allá de Los Teques, estos jefes observan
que el maquinista pitaba de continuo y sin motivo. La compañía del
Ferrocarril Alemán era partidaria de la revolución y le avisaba a
ésta el paso del tren de parque hacia La Victoria. En vista de esto,
el general Zárraga y el coronel Rueda se trasladan a la máquina
donde instalan a un sargento con dos soldados, al cual le dan ins-
trucciones de que si el maquinista vuelve a pitar, lo hagan detener
el tren y lo ejecuten en el sitio. El maquinista no volvió a pitar. El
general José Angel Hernández Ron, quien por la revolución cuidaba
el tramo de la vía férrea hacia Tejerías y el Consejo, llegó con sus
tropas a la estación de Trapiche del Medio. Hizo destornillar la
vía férrea dejando los rieles en su sitio, se emboscó junto a la vía y
obligó al jefe de la estación, don Pablo Bello, a que diese vía libre
a fin de descarrilar el tren y apoderarse de él. Providencialmente
éste pasó sobre los rieles acomodados, y cuando terminó de pasar
el último vagón, los rieles destornillados se desprendieron.
El personal de máquina que llevó ese tren estaba constituido por
Antonio Díaz, conductor, y Eugenio Machado, frenero. Con la lle-
gada del parque a La Victoria, la revolución que había consumido
la totalidad del suyo, se replegó recogiendo los dos brazos de la
formación de herradura que tenía al principio, y estableciendo un
frente recto de norte a sur, desde la fila de Pipe hasta los cerros
que al este de Casupito y al sur de San Mateo, conocidos como
la Cuesta de las Mulas. El general Castro tanteó el centro de la
revolución, ubicado en la parte plana del valle y lo encontró muy
 Cipriano Castro
150 Restaurador de Venezuela
fortificado con trincheras de zanja que serían arduas de tomar.
Entonces se abrió en un movimiento de pinzas para envolver el
frente de la revolución por sus extremos norte y sur, atacarla de
flancos y amenazarla por retaguardia. La columna que ejecutó la
operación hacia el sur estaba comandada por los generales Juan
Bautista Bravo Cañizales, Modesto Castro y Francisco Esteban
Rangel, Ramón Herrera, Francisco Sandoval, Adolfo Torres y En-
rique Urdaneta. La columna que ejecutó el movimiento envolvente
hacia el norte, iba comandada por el general Juan Vicente Gómez
en persona y llevaba de vanguardia una columna aragüeña bajo el
mando de los generales Ramón Bogado y José María Torres. Eje-
cutada esta operación envolvente con éxito, la operación culminó
cuando las tropas trujillanas del general Leopoldo Baptista tomaron
El Copey, al norte de San Mateo, lo que permitió a la columna del
general Gómez envolver el flanco norte y el cuartel general de la
revolución. El asalto de El Copey tuvo lugar durante la noche del
1 al 2 de noviembre. Fue un asalto nocturno a machete, en lo cual
eran especialistas las tropas andinas. Como dato interesante para
los aragüeños de hoy señalamos que los machetes utilizados en este
asalto los proveyó el establecimiento de Colmenares y Compañía,
y fueron encargados de amolar estas armas el maestro Richard y
don Julián Fornes.
Esto a grandes rasgos, fue la batalla de La Victoria que, como
dijimos anteriormente, consolidó a los andinos en el poder. Acción
extremadamente sangrienta donde los jefes, oficiales y soldados de
ambos bandos, lucharon con el denuedo característico del pueblo
venezolano. Allí estuvieron presentes el valor temerario de Cipriano
Castro. El valor sereno del general Manuel Antonio Matos, quien
presenciaba impasible los combates desde la cuesta de La Curia,
mientras los proyectiles de la artillería gubernamental estallaban
a su alrededor, haciendo guarecerse a oficiales veteranos. El valor
y los conocimientos militares de Francisco Alcántara, de Diego
Bautista Ferrer, Leopoldo Baptista, la disciplina militar y la preci-
sión en la acción de Juan Vicente Gómez y, en fin, las virtudes y la
experiencia militar de toda aquella Venezuela guerrera, caudillesca
y romántica.
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Editorial
del Caribe 151
- La planta insolente del extranjero
La situación fiscal y económica de Venezuela al despertar del siglo
XX, sencillamente era caótica. Castro comienza su gestión de gobierno
en medio de grandes dificultades fiscales que se complican con el alza-
miento en armas que se produce a casi un año de su iniciado gobierno.
En el año 1900 la deuda pública asciende a 189.578.000 bolívares,
mientras las reclamaciones extranjeras se agudizan y la conducción
de la guerra contra la Revolución Libertadora entre 1901 y 1903 le
complican su estabilidad política y económica, lo que lo lleva el 1º de
marzo de 1902 a suspender el pago a las obligaciones contraídas tanto
de la deuda interna como externa, esta última alcanzaba la cifra de
186.554.l50,83 según los protocolos de Washington, contraída con los
Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Francia, Bélgica, Alemania y España,
fundamentalmente. La estrechez económica del gobierno lo llevó, por
supuesto, a confrontar a alemanes y franceses que administran tanto el
ferrocarril como el telégrafo nacional, respectivamente. Así como se
enfrenta con la compañía Bermúdez & Company que explota el asfalto,
empresa dirigida por norteamericanos, lo que provoca la intervención
del departamento de Estado. Mientras el Ministerio de Relaciones
Exteriores lo desempeñan el doctor Eduardo Blanco y para la fecha
el doctor Rafael López Baralt, sobre quienes recae capear el temporal
generado por Castro en materia internacional así como las consecuen-
cias por haber intervenido en asuntos internos de Colombia, situación
que se agrava cuando ordena someter a prisión a ciudadanos ingleses y
alemanes residentes en el país, y procede a autorizar a Mr. H. Bowen,
Ministro de Norteamérica acreditado en Venezuela, para buscar una
solución a la crisis planteada. A partir de 1901 los alemanes comienzan
su reclamación de daños causados a ciudadanos alemanes y conminan
a la cancelación de las cuotas de los empréstitos hechos por ese país
europeo a Venezuela en 1896, reclamación que hacen conjuntamente
los embajadores de Francia, Italia e Inglaterra. A inicios de noviembre
el ministro Haggard de Inglaterra anuncia medidas para proteger a sus
súbditos en el país, mientras el gobierno de Castro responde que él puede
reclamar a los ingleses el aporte en armas que le hicieron a Matos, y
la complicidad de las autoridades de Trinidad con los revolucionarios
que actuaron en Oriente durante la Libertadora. A todas éstas, el Presi-
dente Rooselvelt expresa que no hará causa común con Venezuela, con
“deudores fraudulentos”, habla en esos términos. Sin más aviso que su
 Cipriano Castro
152 Restaurador de Venezuela
presencia, una fuerza de tarea naval, al mando del almirante Douglas al
frente de un convoy anglo-alemán, por la tarde del 9 de diciembre de
1902 se estacionaba frente al puerto de La Guaira, apresando todas las
unidades de superficie ancladas en la rada, acciones que se extenderían
a todo lo largo del litoral marítimo venezolano.
Estos hechos del 9 de diciembre de 1909 se recordarán eternamen-
te en el país, mientras haya memoria histórica, debido a la proclama
encendida de patriotismo que el Presidente Castro lanzó y en la que
manifestó que: “La planta insolente del extranjero ha profanado el
sagrado suelo de la patria…”, frase que contribuyó indudablemente
a fortalecer la entrada de Cipriano Castro en la historia, y lo logró en
parte porque sus posturas y declaraciones efectistas lograron despertar
el sentimiento nacionalista. Éramos un país pobre y miserable gobernado
por un hombre que tuvo la osadía de desafiar a los gigantes, y quien
pasó en lo adelante a ocupar las páginas de los principales diarios de
Norteamérica y Europa, y fue calificado por la sátira de la época como
el “Napoleón de los chimpancés”, mientras, los socialistas lo apoyaban
y lo hacían víctima del imperialismo.
La alocución dada al país por el señor Presidente de la República,
general Cipriano Castro, con motivo de la insólita presión hostil, es la
nota culminante de ese momento histórico de Venezuela, ella encierra
valentía y generosidad, su trascendencia obliga a su permanente lectura:
¡Venezolanos!
La planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo
de la Patria!
¡Un hecho insólito en la historia de las naciones cultas, sin pre-
cedentes, sin posible justificación, hecho bárbaro, porque atenta
contra los más rudimentarios principios del Derecho de Gentes,
hecho innoble, porque es fruto del contubernio inmoral y cobarde
de la fuerza y la alevosía, es el hecho que acaban de realizar en la
Rada de La Guaira, hace pocos momentos, las escuadras alemana
e inglesa; sorprendieron y tomaron en acción simultánea y común,
tres vapores indefensos de nuestra armada, que habían entrado en
dique para recibir reparaciones mayores.
¡Venezolanos!
El duelo es desigual porque el atentado ha sido consumado por las
dos naciones más poderosas de Europa, contra éste, nuestro País,
Fondo
Editorial
del Caribe 153
que apenas convalece de largos y dolorosos quebrantos y porque ha
sido realizado de aleve manera, pues Venezuela no podía esperar tan
insólita agresión, desde luego que no habían precedido las fórmulas
de estilo en semejantes casos; pero la justicia está de nuestra parte,
y el Dios de las Naciones que inspiró a Bolívar y la pléyade de hé-
roes que le acompañaron en la magna obra de legarnos, a costa de
grandes sacrificios, Patria, Libertad e Independencia, será el que
en estos momentos decisivos para la vida de nuestra nacionalidad,
nos inspire en la lucha, nos aliente en el sacrificio y nos asista en
la obra también magna de consolidar la Independencia Nacional.
Por mi parte, estoy dispuesto a sacrificarlo todo en el Altar Augusto
de la Patria, todo, hasta lo que pudiera llamarse mis resentimientos
por razón de nuestras diferencias intestinas.
No tengo memoria para lo que de ingrato pueda haber en el pasado.
Borrados quedan en mi pensamiento de político y de guerrero todo
lo que fue hostil a mis propósitos, todo lo que ha podido dejar una
huella de dolor en mi corazón. Delante de mí no queda más que la
visión luminosa de la Patria como la soñó Bolívar, como la quiero yo.
Y puesto que ésta no puede ser grande y poderosa, sino en el ambien-
te de la confraternidad de sus hijos, las circunstancias reclaman el
concurso de todos éstos, en nombre de aquellos mis sentimientos y
de éstas sus necesidades, abro las puertas de todas las Cárceles de
la República para los detenidos políticos que aún permanecen en
ellas; abro así mismo las puertas de la Patria para los venezolanos
que por iguales razones se encuentran en el extranjero, y restituyo
al goce de las garantías constitucionales, las propiedades de todos
los revolucionarios que estaban embargadas por razones de orden
público. Más todavía, si sobreviviere a los acontecimientos y fuere
preciso para la salud de la Patria despojarme del elevado carácter
con que me han honrado los Pueblos y con el cual voy a la lucha,
estoy listo a mi separación a la vida privada, quedando siempre
mi espada, por supuesto, al servicio de la República; y podéis es-
tar seguros de que me retiraré satisfecho, sin sentir la nostalgia
del Poder, porque mi aspiración mayor es ver a mi Patria grande,
próspera y feliz.
¡Venezolanos!
El Sol de Carabobo vuelve a iluminar los horizontes de la Patria, y
de sus resplandores surgirán temeridades, como la de las Queseras
 Cipriano Castro
154 Restaurador de Venezuela
del Medio, sacrificios como el de Ricaurte, asombros como el de
Pantano de Vargas, heroísmo como el de Ribas y héroes como los
que forman la constelación de nuestra grande Epopeya. Y hoy, que
por una feliz coincidencia conmemoramos la fecha clásica de la
gran Batalla decisiva de la libertad Sur Americana «La Batalla de
Ayacucho» hagamos votos porque nuevos Sucres vengan a ilustrar
las gloriosas páginas de nuestra Historia Patria.
CIPRIANO CASTRO.
Caracas: 9 de diciembre de 1902.
El Primer Ministro de Inglaterra, Lord David Balfour, en una in-
tervención en la Cámara de los Comunes expone la existencia de una
pseudoalianza con Alemania, el presidente de Estado Unidos, Teodoro
Roosevelt invoca las “Doctrinas Monroe y Drago” y el Canciller de
Argentina establece las reglas del juego en materia de reclamación de
deudas, lo que abre un paso hacia un acuerdo pacífico de tan compleja
situación. La intervención de Estados Unidos de América equilibra la
balanza y detiene la amenaza europea. Situación a la que se pone fin el
13 de febrero cuando Mr. Bowen anuncia que se firmará un protocolo
donde el gobierno de Castro se comprometía a resarcir los daños exigi-
dos y a amortizar la deuda contraída con las potencias europeas, y por
supuesto, se levantaba el bloqueo. El total de la deuda venezolana al-
canzaba la cifra de 2.001.037,35 bolívares. Para garantizar la cancelación
de la obligación Venezuela destinará el 30% de los ingresos aduanales
que generan los Puertos de La Guaira y Puerto Cabello; podría decirse
que se produjo una capitulación en que “el honor del país” quedaba a
salvo, a juicio del Presidente.
Al día siguiente el Presidente Castro en una alocución al país expresa
que: “La patria ha salido con honor del conflicto”, y de inmediato Juan
Vicente Gómez en su calidad de presidente encargado dicta un Decreto
mediante el cual se grava en un 30% sobre todas las mercaderías im-
portadas y sobre las exportaciones de café y cacao.
En el Protocolo firmado por Venezuela, por intermedio de Bowen,
se estipulaba lo siguiente:
1. Fraccionar como lo ha hecho el gobierno de Venezuela las recla-
maciones en dos categorías, las que tuvieron origen en las guerras
civiles antes de Castro, y, las provenientes de la administración
Fondo
Editorial
del Caribe 155
y revoluciones castristas. Respecto a las primeras se promete
un inmediato adelanto de 718.815,67 bolívares, se propone un
inmediato pago de 137.500 bolívares, y cancelar lo restante por
medio de 5 letras de cambio que se escalonan entre marzo y julio
de 1903, si el gobierno impaga una de estas letras se gira sobre
las entradas de las aduanas de La Guaira y Puerto Cabello cuya
administración se pondrá a cargo de los funcionarios belgas hasta
la completa extinción de las deudas.
2. Las reclamaciones que se puedan llamar más recientes, es de-
cir, bajo el gobierno de Castro, se someterán al estudio de una
Comisión Mixta a la que competen decidir si están bien y sóli-
damente fundadas, y cómo pueden justipreciarse. La Comisión
Mixta constará de un miembro que represente a Venezuela y un
representante del país reclamante. En caso de desacuerdo, el
fallo se someterá a un tercero nombrado por el Presidente de los
Estados Unidos.
3. Para satisfacer el segundo tipo de deudas, el gobierno de Vene-
zuela remitirá mensualmente a las grandes potencias acreedoras
el 30% de las entradas de las aduanas de La Guaira y Puerto
Cabello, que no puedan destinarse a otro fin.
4. Cualquier cuestión que surja sobre la distribución de los
ingresos aduaneros entre los reclamantes, se elevará al Tribunal
Permanente de Arbitraje de La Haya.
5. Los buques de guerra y los mercantes venezolanos capturados
por los bloqueadores serán devueltos a Venezuela en el estado
en que se encuentren.
6. La firma del Protocolo por los representantes autorizados
significa el término del bloqueo. Se reanudarán las relaciones
diplomáticas entre el gobierno de Venezuela y las potencias que
las rompieron.
El gobierno venezolano no acepta los protocolos en esos términos
y plantea se sometan al Tribunal Internacional de la Haya, quien por
supuesto fallará a favor de los acreedores el 22 de febrero de 1904,
obligando al país a aceptarlas. Es de destacar que el enfrentamiento de
Castro, previo al bloqueo, fue contra aquellas empresas que financiaron
la “Revolución Libertadora”, aparte de otras como “United States and
Venezuela Company” y la “Orinoco Corporatión” que explotaban el
 Cipriano Castro
156 Restaurador de Venezuela
Delta del Orinoco y la “Orinoco Steamship Co.”. Ciertamente podría
adjetivarse que Castro como consecuencia de su conducta altiva, soberbia
y altanera, rechazaba de plano que grupos extranjeros que representaban
empresas en el país hubiesen conspirado contra él y hubiesen sufragado
una revolución contra su gobierno para sacarlo “del medio” a costa de 40
mil muertos en casi dos años de guerra civil. Sin embargo, es innegable
que todas las actuaciones de Castro en función de gobierno manifiestan
siempre un claro nacionalismo que adquiere un relieve especial en la
defensa de una pequeña nación hispanoamericana que enfrenta el ataque
y la expoliación-monopólica de potencias europeas. De tal manera, que
de ahora en adelante el régimen Restaurador se manejaba en dos esce-
narios volátiles, las agrias y deterioradas relaciones con potencias como
Alemania, Italia, Holanda y Francia, así como unas tensas relaciones con
Colombia, en el orden de política internacional, y en segundo lugar, la
desintegración absoluta del Partido Liberal Restaurador.
Al inicio de su cuarto año de gobierno, Castro siente que goza de
cierta estabilidad política y anuncia que la cancelación de las obliga-
ciones externas se cumplirán a cabalidad, lo que permitió impulsar una
reforma constitucional para darle una mayor fortaleza a la estructura
del Estado, y en consecuencia se sanciona el Estatuto Provisorio el 27
de abril de 1904 por unanimidad del Congreso Constituyente, constante
de 137 artículos. Entre lo más resaltante de esta nueva Carta Magna que
derogó la Constitución de los Estados Unidos de Venezuela sancionada
por la Asamblea Constituyente el 26 de marzo de 1901, se encontraba: El
que se reduce el número de estados federados, el período electoral tendrá
una duración de cuatros años con dos vice-presidentes, los presidentes
de estado los designará ejecutivamente el presidente de la república, se
elimina la potestad de los estados federados a mantener su propia fuerza
militar, así como prohíbe la compra de armas y pertrechos de guerra, y,
en su Artículo 114 se establece que todos los elementos de guerra son
propiedad de Estado Nacional, asumiendo con ello el control absoluto
de la violencia, lo que les limitaba a los caudillos regionales el detentar
elementos de guerra. Desaparecen así los ejércitos conformados por los
campesinos y obreros de los hatos de los caudillos regionales que se
armaban de peinillas y machetes. En el orden interno toma la decisión de
pasar a la administración del Estado a través de la Hacienda Nacional,
las rentas de la sal, los cigarrillos y el tabaco, pero pasan así a manos de
contratistas en situación desventajosa para la renta pública, exenciones
Fondo
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del Caribe 157
que se agregaban a las amortizaciones a los pagos por concepto de los
reclamos del exterior, lo que iría a generar un déficit cercano a los 11
millones de bolívares al concluir el año fiscal 1905-1906.
Corre en la opinión pública la versión de que existe una red de co-
rrupción entre los miembros del gabinete y que muchos de ellos tenían el
control del negocio del carbón, los fósforos, el alcohol, la dinamita, y de
los productos de origen pecuario. Posterior a la reforma Constitucional de
1904, ocurre el fraccionamiento de su base de sustentación política que
le aportaba el “Partido Liberal Restaurador”, también pierde el apoyo de
los Nacionalistas Liberales-Mochistas, y decide entonces destituir a los
ministros de esa tolda que integraban el Gabinete Ejecutivo, así como
procede a reemplazar al general J. M. Hernández a la sazón Embajador
en los Estados Unidos de Norteamérica. La situación planteada luego
de la reforma constitucional del año 1904 a juicio del doctor Juan Pablo
Rojas Paúl, ex-presidente de Venezuela, era de que: “Tras de Castro la
Anarquía”. Mientras tanto, la dictadura despótica se consolida y avanza
el control de Castro sobre toda la estructura jurídico-política del país,
pero era necesario darles un toque democrático y barnizarlas un poco.
Anuncia obras públicas para el mejoramiento urbano de Caracas y entre
ellas la construcción, en la colina de la Planicie, de la Escuela Militar
que por Decreto Especial al fechado el 4 de junio de 1903 había iniciado
su construcción para “...atender la educación militar de las clases que
han de constituir el Ejército Nacional...” y cuyo costo era de bolívares
1.277.662 que serían entregados a 10.000 bolívares semanal, edificación
inaugurada el 23 de mayo de 1907 y cuya construcción fue hecha bajo
la dirección del Ingeniero Alejandro Chataing.
En el mensaje de año nuevo de 1905, el Presidente transmite un
mensaje lleno de noticias apaciguadoras y cataloga la conducta de su
gobierno y del país como: “un país pacífico”, que sólo aspira a honrar
sus obligaciones. Envía al vice-presidente J. A. Velutini en misión a
Europa a fin de renegociar la deuda externa especialmente con los tene-
dores de los bonos del préstamo inglés otorgados a Venezuela en 1881
y en 1896. La deuda venezolana al 31 de diciembre de 1904 sumaba al
monto de 145 millones 725 mil 687 bolívares y siete céntimos, la que
luego de la estrategia financiera del emisario Velutini se logra reducir a
127 millones 406 mil 686 bolívares con 62 céntimos. Lo que fue de gran
alivio para Castro y el disminuido presupuesto nacional. En los corrillos
políticos se habla ya de la “Doctrina Castro”, cuya filosofía es la lucha
 Cipriano Castro
158 Restaurador de Venezuela
por la paridad jurídica de los pueblos, y denuncia y somete a arbitraje
toda “presión y codicia imperialista”.
Su vida disipada en el escenario privado desemboca en un cuadro crí-
tico de salud que hace crisis en 1908, motivado a ello el carácter de Don
Cipriano va cambiando a medida que avanza el mal, por lo que es sometido
a constantes inyecciones de estricnina para mantenerle la “fuerza viril”.
La descomposición del régimen ya comienza a verse y ante lo que muchos
consideraban una “grave lesión” se inician los cuadres políticos con los
“nuevos jefes”, y el general Juan Vicente Gómez, cautelosamente comienza
a liderar los andinos disgustados con el régimen y su rechazo a la “camarilla
valenciana de los doctores” que rodeaban a Castro, rencillas que se habían
profundizado en 1906 con la renuncia de Castro, encargándose Juan Vi-
cente Gómez del Poder Ejecutivo, provisionalmente. El 1º de mayo, en su
condición de presidente encargado de la república, Gómez reestructura el
gabinete y designa ministro de Relaciones Exteriores a Leopoldo Baptista,
y el 23 de mayo, fecha aniversaria de la Revolución Restauradora, circula
en La Victoria de Aragua un documento suscrito por el Presidente Castro
titulado: Ofrenda a mi Patria, en el cual presenta a Venezuela como un
país atropellado por fuerzas del mal, mientras él ha puesto al servicio de la
patria su sacrificio y tranquilidad, reflejándose en ese documento como un
hombre desprendido y magnánimo, cuando expone: “¡¡¡Cuanto he dado a
Venezuela en siete años de lucha incesante!!!... la fatiga necesaria y hasta
el hastío, si así se me permite decirlo, me obligaron a separarme transito-
riamente del Poder el 9 de abril, única y exclusivamente con el objeto de
adquirir un reposo indispensable a mis fuerzas y ánimo un tanto decaídos”.
Y, como Bolívar, manifiesta a sus compatriotas que: “Si mi retiro que acaso
pueda ser temporal, contribuye a la unión y confraternidad de todos los
venezolanos para el completo engrandecimiento de la patria”, Castro lo
prolongará. Presupone que algo camina silenciosamente y conspira contra él,
a quienes les incomodan las manifestaciones de solidaridad que le llegan de
todo el país; “susceptibilidades cuyo desarrollo podría traer consecuencias
fatales, y acaso hasta la paralización de la Causa Restauradora y con ella
la República”, expresa en público.
- La aclamación
Allí en plenos actos de La Victoria, celebrando la fiesta del ani-
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del Caribe 159
versario de la Revolución Restauradora, luego de concluidos los actos
públicos, en un encendido discurso aclamatorio hacia Castro en presencia
del presidente del estado Aragua, el joven general Francisco Linares
Alcántara, el doctor M. Toros Chimíes en nombre del pueblo rechaza
que: “después de tanto sacrificio hecho por Castro”, la República no
esconde su dolor por el abandono del poder y la orfandad en que está
la patria debido a la ausencia del “¡¡bien amado caudillo!!”. Que un
plesbicito nacional iniciado ese mismo día en La Victoria “le conduzca
de nuevo en hombros a su sitial del Capitolio”, el pueblo le insta en
forma exaltada que le hable desde la casa donde estaba alojado, y entre
las muchas expresiones de humildad expresa: “Decid al noble y heroico
pueblo aragüeño que cuando todos los pueblos de la República pien-
sen y pidan lo que él quiere yo volveré gustoso al Capitolio Federal”.
Mientras, el ayuntamiento del estado Aragua en panegírico telegrama le
pide al país que hagan lo mismo a objeto de: “Rogar encarecidamente al
general Castro que se encargue cuanto antes de la presidencia”. Entre
vítores de una multitud estacionada frente a su residencia en La Victoria,
le aclaman bajo la consigna de ser el “Padre y Fundador” de esta patria.
Este acto fue visto con mucho recelo, al igual que el documento citado,
por los “andinos de Gómez”, quienes lo consideraban una situación
indigna y humillante al Presidente encargado J. V. Gómez. Mientras
Castro nota con recelo la inclusión en el gabinete designado por Gómez
de elementos que le eran adversos, esto hizo estallar definitivamente
la crisis y agudizar la división y tensiones entre estos dos andinos; sin
embargo, Castro controlaba absolutamente el ejército y Gómez no dis-
ponía de las fuerzas necesarias para enfrentarse al compadre Cipriano.
Esta tensión tiene resolución cuando el 11 de junio, en una asamblea
aclamacionista, ruegan en medio de un gran jolgorio público para festejar
la Aclamación, que Castro vuelva, y los delegados de distintas partes del
territorio entregan un documento aclamatorio que intenta interpretar el
sentimiento de la nación solicitando al “Vencedor jamás Vencido, Cóndor
de los Andes y al Salvador de la Patria, Máximo Caudillo y Restaurador
de Venezuela”, y de ahora en adelante el “Aclamado de los pueblos”,
vuelva el próximo 5 de julio al poder.
En base a ese plesbicito que “Es la voz del pueblo”, allí estaban
todos: curas, militares, la banca, las academias, el foro, los masones y
el comercio, sublimizando al caudillo, quien al llegar a la Casa Amarilla
en el carruaje que lo condujo desde la estación ferrocarrilera de Caño
 Cipriano Castro
160 Restaurador de Venezuela
Amarillo, se encaminó hacia la estatua de Bolívar y, como queriendo
dialogar con el bronce inerte, solicita redimir sus culpas ante el Padre
de la Patria. Caracas se vuelve de fiestas, comparsas, actos públicos,
marchas de los colegios con sus alumnos portando banderas, banquetes
oficiales y todo un jolgorio con loas al “Aclamado bien amado hijo de
la patria orgullo de Venezuela”. Se había consumado el gran sarao de
“La Aclamación”, mientras entre susurros el comentario es público: “el
general está flaco”, “se le nota taciturno”, “algo no está bien”. Mien-
tras, en el baile para festejar la aclamación, el vice-presidente Gómez
observa cauteloso desde una poltrona a cuyo espaldar está el Escudo
Nacional repujado en madera, el mismo que luego le acompañará a partir
del 8 de diciembre de 1908 y por los próximos 27 años, sólo es cuestión
de meses, él sabe esperar, todo a su tiempo. El presidente designa un
nuevo gabinete ministerial integrado por los doctores: Torres Cárdenas
en Interiores, José de Jesús Paúl en Exteriores, Celis en Hacienda y
Crédito Público, Herrera Irigoyen en Fomento, Manuel Salvador Arau-
jo en Guerra y Marina, Laureano Villanueva en Instrucción Pública, y
Casanova en Obras Públicas.
La situación general del país es lamentable en todos los órdenes
de la vida nacional, con una deuda externa del orden de los Bs. 119
millones. Mientras, el presidente se retira a descansar en Macuto por
prescripción de su médico, el doctor Revenga. El país dispone de apenas
unos mil colegios, entre públicos y privados con 25.000 educandos, el
erario público tiene de ingresos apenas 103 millones y los gastos del
Estado son 103 millones.
A pesar de los tratamientos médicos del doctor Revenga, la enfer-
medad de Castro avanza y sus dolencias hacen crisis, lo que evita recibir
a sus ministros en las presentaciones de cuentas, situación que agita al
mundo de las camarillas y los militares andinos con puestos de mando,
que se reúnen en conciliábulos cerrados para comentar sobre la salud
del Presidente. Durante la crisis aparece Doña Zoila de Castro que junto
a los doctores David Lobo, Adolfo Bueno, Pablo Acosta Ortiz y, entre
otros Luis Razetti, mantienen estable la salud del presidente. En medio
de la crisis de salud, Doña Zoila retoma su dignidad de esposa manci-
llada y reclama su derecho a sancionar y relegar a quienes lanzaron a
su marido a las orgías sexuales.
En Caracas, un suceso estremece a la ciudad el 27 de enero de 1907,
en un bar de Puente Hierro un familiar del vice-presidente Gómez,
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del Caribe 161
llamado Eustoquio Gómez, entra a ese botiquín dando vivas al general
Gómez. Estaba allí el doctor Mata Illas, un joven oriental que se des-
empeñaba como Gobernador de Caracas, quien increpa al sujeto por su
actitud, recibiendo de inmediato seis disparos a quema ropa provenientes
del arma del pariente de Gómez. Mientras, el presidente Castro recae
en sus dolencias, lo que obliga a sus médicos tratantes a indicar que es
necesario intervenir, y el 9 de febrero en horas de la mañana se produce
la intervención quirúrgica realizada por los galenos David Lobo, Adolfo
Bueno, José Rafael Revenga, el cirujano, Pablo Acosta Ortiz, José Anto-
nio Baldo y Lino Arturo Clemente. En la habitación contigua acompañan
a Doña Zoila varios allegados y familiares, espera que durará una hora y
media al cabo de la cual a las 11:30 a.m. el doctor Revenga les anuncia
que todo ha concluido bien. El 18 de Marzo retorna el presidente a la
Casa Amarilla y con motivo de ello comenta la prensa: El presidente
“esta más delgado pero le sobra el espíritu”, es el comentario. Todas
las informaciones que le han llegado de una conjura en su contra, detrás
de la cual está, según, su compadre Juan Vicente, son zanjadas, y mien-
tras Castro se recupera momentáneamente se produce la reconciliación
entre ambos y procede a expulsar a quienes han “insidiado” entre los
dos para separarlos.
En los Estados Unidos de Norteamérica existe la opinión de que es
necesario buscar salida a la situación política de Venezuela, y prefieren
plantear para ello la desestabilización del gobierno de Castro, aupando las
intenciones de su compadre Juan Vicente Gómez, actual vice-presidente,
antes que ponerse a sufragar aventuras de invasión con los exiliados en
Puerto Rico, New York y otras islas caribeñas. Se planteaban la necesi-
dad de un cambio en la política tanto interna como externa del país a 7
años de gobierno castrista.
Sin embargo, no fue necesario recurrir al “Plan Parker” que propi-
ciaba una invasión a Venezuela procedente de Puerto Rico para desplazar
a Castro del poder, pues el bisturí del doctor Revenga sólo había servido
para paliar momentáneamente las dolencias renales del dictador, vuel-
ven la infección, la fiebre, y el decaimiento de su organismo es notorio.
Su estado desmejora entre esos 19 meses que mediaron a su regreso de
Macuto a Caracas en abril, luego de la operación y su partida a Alemania
en noviembre de 1908. El 15 de diciembre estando ya en Alemania para
operarse con lo mejor de la ciencia renal, aparece un artículo publicado en
el New York Times donde se afirma que Castro es un obstáculo para el
 Cipriano Castro
162 Restaurador de Venezuela
desarrollo de Venezuela y que lo mejor para ese país sería la “toma del poder”
por un venezolano fuerte para mantener el origen civil y lo suficientemente
sabio para dar a los venezolanos el deseo de perpetuarlo. Había marchado el
presidente en el buque Guadalupe hacia Europa dejando “el coroto” en las
seguras manos de su siempre segundo, coterráneo y compadre Juan Vicente
Gómez quien con su subordinación a Castro, supo esperar y guardar fidelidad
al “Cóndor de los Andes”. Momentos antes de abordar el navío en La Guaira
rumbo al Puerto de Burdeos, en Francia, les dijo a quienes estaban presen-
tes para despedirlo de su viaje sin retorno: “Rodeadlo y prestarle vuestra
cooperación como si fuera a sí mismo y habréis cumplido vuestro deber”, y
eso fue precisamente lo que ocurrió, los políticos y militares que rodeaban al
presidente Castro, rodearon a Gómez y se quedaron con el poder hasta 1935.
La primera crisis nacional del presidente encargado, Juan Vicente Gó-
mez, se presenta cuando el gobierno de Holanda en la primera semana de di-
ciembre se muestra hostil con sus barcos de guerra en las costas de Venezuela,
como consecuencia de las medidas de registro que Castro había ordenado a
los buques holandeses, no había embajador pues Castro lo expulsó del país.
De inmediato se genera en todo el territorio un sentimiento anti-holandés
que al final se transforma en anti-castrista, y el 13 de diciembre el Presiden-
te encargado, Juan Vicente Gómez, llama a “Emergencia Nacional”, el 14
una comunicación del Canciller venezolano, el doctor José de Jesús Paúl,
solicita la presencia de la flota norteamericana para prevenir situaciones más
lamentables. Mientras, Cipriano Castro en Alemania pensaba, quizás, que se
había ido con la certeza de que su periplo sería corto y afirmaba que “Dios y
el destino me llaman a Venezuela”. Sin embargo, las grandes potencias con
las que se había enfrentado y desafiado, y en especial los Estados Unidos de
Norteamérica, se interpusieron en su camino, y expulsado de todos los países
donde tocaba puerto, como un “judío errante”, llevó una vida desesperante
hasta que se refugió en Puerto Rico en 1916, donde murió en 1924, siempre
bajo la vigilancia de los agentes consulares de su compadre Gómez.
En Venezuela se le recordará siempre como un tirano absolutista, de vida
disipada, ególatra, populista discurseador y despilfarrador, un “mono lúbrico”
como lo tildara Pío Gil en su obra El Cabito, su más acérrimo enemigo. Se
le recordaría como el responsable de cometer el frío asesinato del general
Juan Antonio Paredes en 1907, a bordo del vapor Socorro que navegaba en
aguas del Orinoco, llevado a cabo fríamente por el coronel Jesús García.
Paredes había sido el heroico paladín de Puerto Cabello en 1899, hecho que
sólo se borraría del comentario político bajo la férrea dictadura de Juan Vi-
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del Caribe 163
cente Gómez a lo largo de sus 27 años de mando. Se cuenta que al enterarse
Gómez, en 1924, de la muerte del general Cipriano Castro comentaría a su
edecán personal: “Don Cipriano sí sabía pelear...” y de inmediato, en tono
más sosegado, le dijo a su acompañante: “ahora vamos al cine”. Castro
era hombre exigente de la fidelidad y con un claro sentido del valor de la
amistad entre los hombres y más cuando se trataba de hombres públicos
comprometidos con una causa, por ello no le perdonó a su compadre Juan
Vicente sólo la traición en lo personal. En alguna oportunidad en el exilio
expreso: “Yo lo formé en todo, y lo que es me lo debe a mí”, “le di confianza
de hijo”, comentando de seguidas: “Juan Vicente es un pálido satélite de mi
gloria, no tanto eso, sino haber llamado una flota extranjera en este caso
de los Estados Unidos para respaldarlo en su traición”, manifestó en cierta
oportunidad en su exilio en Puerto Rico.
- La hora de la rehabilitación o cómo llega Juan Vicente Gómez
al poder
A partir del año 1904 y en especial desde los festejos realizados en La
Victoria de Aragua el 23 de mayo de 1906 para conmemorar el triunfo de la
Revolución en donde circuló el documento Ofrenda a mi patria, considerado
por Gómez en su interioridad como vejatorio y descalificante a su persona,
ya el agrietamiento de las relaciones entre el “Cóndor de los Andes”, “El
Vencedor Jamás Vencido” Cipriano Castro, y el “Benemérito y Rehabilitador
de Venezuela”, Juan Vicente Gómez, estaban profundizándose, y el general
Gómez comienza entre los andinos a proyectarse como el sucesor del inquie-
to, parlanchín, violento, elocuente y bailarín consumado, mientras la contra
figura de Juan Vicente refleja una personalidad apacible, taciturna, abstemio,
y, sobre todo, consecuente con “sus gochos”, a quienes, desde su posición
de vice-presidente en el régimen de Castro, logra insertar en cargos aunque
de segunda, pero los nombraba, y les hacía el comentario: “A pesar de que
Don Cipriano no quería, yo le conseguí el puesto con el ministro, váyase y
espere allá y tenga mucho juicio”, les remataba.
En sus posesiones agropecuarias que compra en los alrededores de
Maracay, que tanto se le parecía a su Mulera por las serranías que circundan
la ciudad, le da trabajo a los licenciados por el ejército y los retiene allí, evi-
tando el regreso de ellos a los Andes, y de esta manera conforma “su ejército
particular” y sus cuadros de oficiales a los que advierte al igual que a sus
 Cipriano Castro
164 Restaurador de Venezuela
amigos los doctores: “Cuando se vean conmigo en Villa Zoila no me saluden”.
Muchas de las personalidades políticas del régimen van observando cómo
se maneja Gómez, quien va haciendo amigos y relaciones en los círculos de
Caracas, fortaleciendo así su plataforma de sustentación que le será tan útil
a la hora de tomar la alternativa. Torres Cárdenas, J. R. Revenga, Linares
Alcántara y Celis, entre otros, tratan de desmantelar e intervenir para detener
“el gomecismo andino”, mas no tienen las herramientas, sólo la cercanía al
castrismo; por el contrario, la centrífuga va incrementándose y nutriéndose
de todos los descontentos, incluyendo a los familiares de los presos, de los
perseguidos y de aquellos a los cuales Castro no ha admitido en su círculo
de poder, tiempo durante el cual Gómez asume una actitud de sumisión y
subalternidad incontrastable, descartando cualquier otra vía que incluya la
violencia armada u otras formas de enfrentarlo, Castro es muy hábil y en una
situación de ese tipo, por supuesto, le aventaja, tiene el poder y el control
de la milicia, y llega a coronarse Gómez con la persuasión del engaño para
atrapar el poder, por supuesto, ayudado por el viaje de un presidente Castro
enfermo que se marcha definitivamente sin disparar un máuser. Previo a la
salida al exterior, Gómez envía un emisario a Europa a buscar el más afamado
centro de salud con los mejores galenos para lograr prontamente la sanación
de su compadre y para ello envía al doctor José Ignacio Cárdenas, quien ade-
más está vinculado familiarmente con el presidente. Ello satisfizo y agradó
a Castro quien vio a Gómez como el amigo fiel que buscaba su mejoría. La
decisión de ir a Europa se debió a que el doctor Cárdenas no pudo convencer
a los galenos alemanes de trasladarse a Venezuela para operar a Castro en
Caracas. En su viaje, además, le propone el doctor Cárdenas podrá visitar a
su homólogo alemán el Káiser Guillermo y al Rey italiano. Total, el doctor
Cárdenas se llevará a Castro a Europa y Gómez se quedaría con el “coroto”.
Y durante los restantes 16 años de vida que le restaban no pudo lograr, pese a
todas las gestiones hechas, inclusive por Doña Zoila, regresar a la patria, ni
por supuesto volver al poder. Castro era doblemente vigilado, tanto por los
Estados Unidos como por los agentes consulares y espías de Gómez en el
exterior, así, como ya la nueva camarilla se había apoderado del poder ahora
con el “Benemérito” quien les brindaba seguridad y prebendas bajo el lema
de “¡¡¡Viva Gómez y adelante!!!”, el jefe de la “Causa de Diciembre”, “El
Rehabilitador de Venezuela”.
Durante la travesía marítima –escribe Pío Gil–, Castro le expresó al
doctor Cárdenas: “Tengo confianza en él, además cuento con la región del
Táchira y con la Escuadra”, y luego de un momento de silencio exclamó:
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del Caribe 165
“¡¡Y si me traicionan, mejor; a mí me gustan esas vainas!!”. Llegando a
Burdeos se entera de la confrontación con Holanda en Venezuela, pero más
le preocupa que le han informado que algunos grupos han dado mueras a
Castro en Caracas. Gómez tiene ya una razón para insurgir contra su com-
padre, además que está azuzado por su compadre, el general Román Del-
gado Chalbaud, teniendo de esta manera militarmente el camino libre para
quedarse con el “coroto”. El doctor Leopoldo Baptista se convierte en un
fiel consejero, hombre ligado a la godarria caraqueña y a la de Trujillo, su
pueblo de origen, casi le oferta en la mano la presidencia a Juan Vicente, que
unido a la audacia del general Román Delgado Chalbaud y junto a Linares
Alcántara logran convencer a Gómez de que la historia le abrió la puerta:
“Sólo queda que Usted, tome la decisión, compadre” le expondría Delgado
Chalbaud. En definitiva, la “parada” estaba echada y en la madrugada del
19 de diciembre de 1908, entre cantos de gallo, la caravana que transporta
al vice-presidente Gómez enfila sus carros desde su residencia en el Paraíso
vía Puente Hierro, a esa hora los comandantes de los cuarteles El Mamey y
San Carlos están dormidos y procede así a ocuparlos sin disparar un tiro. El
Gobernador Cárdenas está controlado y ello facilita la entrada de Gómez a la
Casa Amarilla, sede del Poder Ejecutivo, y al llegar convoca telefónicamente
a los miembros del gabinete castrista, allí acuden al llamado el Gobernador
Pedro María Cárdenas, López Baralt, Garbiras Guzmán y el general Casa-
nova quienes a punta de pistola son desarmados y detenidos por el general
Román Delgado Chalbaud, Galavís y Eliseo Sarmiento.
Delgado Chalbaud transmite la noticia al público aglomerado en la plaza
Bolívar quienes al enterarse vitorean a Gómez y dan mueras a Castro. En las
últimas horas de la tarde todo el país está enterado de la acción de Gómez
de apoderarse del gobierno. De seguidas un grupo de intelectuales, como
siempre se acercan al doctor Leopoldo Baptista para darle respaldo, entre
ellos Manuel Díaz Rodríguez, Elías Toro y Eduardo Calcaño Castro, entre
otros. A solicitud del nuevo “amo del poder” hecha al gobierno de Estados
Unidos, estos envían navíos de guerra que llegan al puerto de La Guaira el 27
de Diciembre y se ubican en la rada del puerto, el crucero “North Carolina”
de 15 mil toneladas, al acorazado “Maine” de 14 mil toneladas y el “Des
Maines”, encargados de vigilar cualquier reacción contra el nuevo gobierno
y a garantizar el apoyo de los Estados Unidos al general Gómez. Sobre él
se expresarían los norteamericanos: “Es ignorante en sumo grado, pero no
es Castro”. De allí en adelante pareciera que se produjo un pacto secreto de
Gómez con el gobierno estadounidense para “acceder a todo”.
 Cipriano Castro Fondo
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166 Restaurador de Venezuela del Caribe 167

- Castro El paria
Allá en la lejana Europa, en Alemania, bajo el intenso frío navideño,
egresó de la clínica, Don Cipriano, ahora con un riñón menos y con la cuenta
que a su nombre había abierto el gobierno venezolano para la cancelación
de los gastos de hospitalización, cancelada, y en el silencioso mundo de sus
convulsionados pensamientos, se preguntaría: ¿Y dónde está mi gente, los
del Cuartel San Carlos y mis batallones estacionados en el Táchira, por qué
no han reaccionado, qué ha pasado con Celestino (su hermano)… Estarán
ya en la cárcel o habrán cruzado la frontera? Solo, ensimismado exclama:
“Yo estaba completando la obra de Bolívar por que si aquel nos libertó de
España, yo lo iba a hacer de las demás tutelas extranjeras”.
Durante el primer semestre del año 1909, el New York Times y el New
York Daily publican notas referentes a las andanzas del despojado ex-presi-
dente de Venezuela, dándoles un tono satírico y tragicómico a sus reportajes,
a los que siempre calificaban de “pintoresco y belicoso”, y de tal manera lo
someten al escarnio de la opinión internacional en una caricatura aparecida
en el diario Tribune de la ciudad de Chicago, donde pinta a Castro como un
Robinson oteando las costas de una tierra firme a las cuales nunca llegará.
Independientemente de que le tendrán una vigilancia extrema, custodiado
muy de cerca por agentes del Departamento de Estado, lo que guardaba una
desproporcionada acción frente a un escuálido personaje, sin poder alguno y
apenas rodeado de su afligida familia: Doña Zoila, Don Carmelo y su cuñado,
quienes lo acompañaban en sus travesías sin destino. Comenzaba a recoger
los frutos de su actitud conflictiva internacional que mantuvo cuando hasta
hacía 6 meses ejerció la presidencia de Venezuela.
El 16 de marzo de 1909 Castro y su grupo familiar toman un tren que los
transportará de París a Burdeos, donde ha comprado boletos para embarcarse
vía marítima hacia la isla de Trinidad, utilizando de nuevo el vapor Guadalu-
pe, quizás piensa que su estadía en la isla le permita una nueva aventura en
pos de recuperar el trono perdido, sin embargo, el Secretario (e) de Estado de
los Estados Unidos acude ante el nuevo presidente norteamericano a tratar el
asunto de la estancia de Castro en Trinidad y de ello salen dos decisiones, la
primera, redoblar la vigilancia en el área del caribe y evitar el desembarco
Cipriano Castro en New York, 1913
de Castro en la isla, vigilancia que se hace a través de los Cruceros “North
Carolina” y “Montana”, y en segundo lugar, el embajador estadounidense en
Londres, Mr. Reid, conferencia con Sir Edgard Grey para evitar que Castro
pise tierra en alguna colonia británica en el Caribe, mientras por otra parte
 Cipriano Castro
168 Restaurador de Venezuela
se le pide al gobierno de Panamá que no conceda asilo político al errante
andino. De tal manera, que al llegar a Port au Pitre el vapor Guadalupe con
Castro a bordo, el cónsul inglés aborda el navío y le participa que el gobierno
de su majestad no le concede permiso para pisar tierra, para dirigirse luego a
Fort de France en la isla de Martínica donde sufre un pequeño desgarre en la
herida de su operación; sin embargo en plena actuación del médico francés
que lo atiende, es sacado de la habitación y llevado bajo escolta policial hasta
el barco. Lo que provoca una fuerte reacción de políticos y educadores de la
isla por la violencia ejercida contra la persona del enfermo, violando viejos
principios franceses sobre los derechos civiles y humanos. Esto obliga a
Castro a regresar a Francia y radicarse en París en el Hotel Crillón a esperar
que los días tranquilicen el bullicio que hizo su llegada a la ciudad luz.
En Caracas comienza el reacomodo en el poder y los grupos ahora se
subordinan “al nuevo jefe”. En la Corte Federal y de Casación el Procurador
General de la República incoa querella contra Castro por abuso de poder
y homicidio en la persona del general Antonio Paredes, acusación que es
admitida y declarada con lugar contra el “indiciado” Cipriano Castro, y la
primera medida, cumpliendo instrucciones del presidente, es inhabilitarlo
para la presidencia de la república, y ello es comunicado a las cancillerías
de gobiernos extranjeros por el ministro Francisco González Guinand, can-
ciller de la república. Quienes antes vitoreaban al “Cóndor de los Andes”,
“El Vencedor jamás Vencido”, ahora hacen loas al “Primer Agricultor de la
Patria y Rehabilitador de Venezuela”.
Luego de su estadía en París, donde logra recuperarse totalmente de la
operación que le eliminó un riñón, toma un tren con su familia con destino a
España para estacionarse en Madrid, y en el mes de enero se traslada a Tene-
rife, en las Islas Canarias, donde fija residencia. Allí, en lo más recóndito de
su pensamiento lo agarró la celebración del centenario del 5 de julio de 1811
que a él le correspondía presidir, pues la Constitución reformada en 1905
había alargado el periodo presidencial a seis años, además, que en 1908 había
dictado y puesto el ejecútese a los Decretos para tal conmemoración. Pero
no, el destino le juega la mala pasada de hacerle recaer de sus males que lo
hacen guardar cama por meses y le obliga a regresar a París para exámenes
médicos. Tres meses más tarde se embarca vía New York a donde llega a
bordo del vapor “La Touranie” el 31 de diciembre de 1912, pasa a inmigración
y allí es sometido a fuertes interrogatorios por los funcionarios aduanales.
En Europa sus viejos enemigos Héctor Luis Paredes y Gregorio Se-
gundo Riera contribuyen a hacerle la vida imposible. Paredes es hermano
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del Caribe 169
del asesinado general Antonio Paredes, quien lo acusa ante el gobierno
italiano por el fusilamiento de su hermano, lo que hace que Castro regrese
a los Estados Unidos de Norteamérica. A su llegada, el Embajador de Ve-
nezuela, Pedro Ezequiel Rojas, le comunica al Presidente Gómez sobre la
posición del gobierno norteamericano frente a la presencia de Castro en el
Puerto de New York, quien no define cuál va a ser su postura, y si lo van a
dejar desembarcar a territorio estadounidense. El Departamento de Estado
Norteamericano delega en manos del Secretario de Comercio e Industria, a
quien le compete el ramo de inmigración, la resolución de que Castro y su
familia desembarque o no, pues “puede haber motivos para considerarlo
extranjero indeseable; por alguna causa legal”. Mientras el gobierno de
Venezuela presiona diplomáticamente y exige, a través del Embajador Rojas,
al representante del Departamento de Estado Edgar Bell en New York que
“El gobierno de Venezuela no se preocupa por los planes perturbadores del
general Cipriano Castro, ni tiene interés en sus movimientos, todo lo que
el gobierno de Venezuela pide al de los Estados Unidos es que se observen
aquí estrictamente los deberes de la neutralidad y amistad internacional”.
Gómez maniobra ante la presencia de Castro en América y prepara
una falsa invasión a Venezuela en 1913, año en que concluía su período
presidencial, lo que le permitió eliminar el llamado Consejo de Gobierno y
expulsar al doctor Baptista, lo que le facilita obviar las elecciones presiden-
ciales. Dicha invasión “se realiza” por las costas corianas y a la cabeza de
dicho movimiento está un exiliado venezolano en Curazao, Simón Bello,
pariente de Castro, al desembarcar todos son apresados y el Presidente Gó-
mez declara: “Se ha alterado la Paz de la República por el general Cipriano
Castro, por ello salgo en campaña y voy a restablecer el orden público”; tal
patraña ya había sido descubierta a priori por las legaciones extranjeras y las
camarillas políticas caraqueñas Para ello deja encargado de la Presidencia
de la República al doctor José Gil Fortoul, mientras Gómez “Restaura la
Paz”. De allí en adelante instaurará la dictadura y se creará para él el cargo
de Comandante en Jefe del Ejército. Se ha apoderado del poder y del país
por los próximos 22 años, hasta su muerte.
Mientras, en New York, el Departamento de Estado resuelve detener
al ex-presidente Castro y trasladarlo a un sucio calabozo de la policía de
Ellis Island para lo cual se le pretendió despojar de todas sus pertenencias,
alegando que podía suicidarse, así como Castro no permitió el registro de
su baúl con sus enseres personales, “ni que lo ordenara el propio presidente
de los Estados Unidos”, exclamó, su actitud detuvo el vejamen, permane-
 Cipriano Castro Fondo
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170 Restaurador de Venezuela del Caribe 171

ciendo en su calabozo durante el 1º de enero de 1913, bajo la vigilancia de

un agente del servicio de inmigracion ordenada por el Inspector William. A
los pocos días el ex-presidente narró a un diario neoyorkino sus peripecias
en el momento de su llegada, y en ese relato se lee: “Llegué al puerto de
New York, en el vapor «Letouraine» el 31 de diciembre de 1921, a las 9 de
la mañana. El inspector de inmigración me examinó en el barco y me dijo
que podía montarme en el vagón que lleva hacia la estación de Inmigración.
Primero me llevaron al Hospital de la Estación de Inmigración, que según
me informaron está situado en la isla Ellis en el Condado de la ciudad de
New York. El médico del Hospital de la Marina me examinó y me informó
a través del Inspector Moore que actuaba de intérprete, que me encontraba
en perfecto estado de salud, por lo que el asunto conmigo no se refería a
mi condición física. Poco después, al mediodía me llevaron al Despacho
Directivo de la Estación de Inmigración. Antes de abandonar el Hospital,
el Inspector Moore me manifestó que estaba detenido y no me dio ninguna
explicación”.
De allí fue trasladado a otra Estación donde se le interrogó sobre cosas
personales, bienes de fortuna, edad, profesión, razón de su visita a Estados
Unidos, monto de su fortuna y en que país tenía cuentas bancarias y propie-
dades. Y cuál había sido su actuación en las controversias con compañías
extranjeras durante su gobierno.
El periodista cubano Blas Mill logró entrevistarlo en su sitio de reclusión:
–“¿Cómo la pasa general?”, a lo que responde el ex-presidente: “–Perfec-
tamente, yo estoy muy contento por que todas estas cosas me honran sobre
manera, los que se rebajan son los hombres de este país”. Según descripción
del periodista, el cuartucho que servía de calabozo a Castro “era una pieza
de dos metros por tres y medio para todas sus ocupaciones, una mesa y una
silla donde Castro se sienta. Una cama de hierro de pobrísimo aspecto y con
muy malas condiciones de aseo, cerca de la cabecera de la cama un balde
común como única pieza de toilette. Detrás de la puerta, hay una percha con
ropa de calle, y debajo de la silla, las hojas de un periódico con las cáscaras
de las frutas que acaba de comer el ex-presidente”. «–¿Qué piensa Usted, de
la Doctrina Monroe?», respondió: –La Doctrina Monroe, es un compromiso
espontáneo de los Estados Unidos para apoyar las Repúblicas débiles en la
defensa de sus derechos, sin otra recompensa que la de la gratitud que otorga
toda acción buena. Pero la adulteración o tergiversación que ha sufrido esta Cipriano Castro, 1913
Doctrina nos lleva a interpretarla ahora concretamente con estas palabras:
«América para los Americanos del norte»”. Y en una carta que Castro remitió
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
172 Restaurador de Venezuela del Caribe 173

a la redacción del New York Herald expuso que su detención; “Era una farsa
ridícula y un vejamen completo”, “se me trató como a Herodes”. Toda esa
actitud estuvo premeditada para ver si Castro asumía una actitud violenta y
cometía un “crimen” debido a su fama de hombre agresivo, mas no, guardó
la compostura y supo soportar las provocaciones que durante toda la noche
de cautiverio le infirieron distintos individuos que se acercaban a su celda.
Posteriormente comentaría en una carta al New York Herald: “cualquier
indiscreción mía habría sido mi muerte”.
En 1912 se producen elecciones presidenciales en los Estados Unidos
y el nuevo presidente electo es el demócrata Woodrow Wilson, por quien
Cipriano Castro manifestaba simpatías, incluso las había hecho públicas en la
prensa norteamericana unos días antes de las elecciones. En ellas manifestó:
“La Doctrina Monroe resurge limpia de mácula de estas definiciones de
Wilson. Yo felicito al pueblo norteamericano por conquista tan preciada”.
El 2 de enero por disposición del Secretario de Comercio y Trabajo
de los Estados Unidos de Norteamerica, Mr. Nagel, Castro tendría hasta
el día 4 para abandonar territorio norteamericano y embarcarse en el va-
por “Amerika” que iba con destino al puerto Hamburgo, sin embargo, la
suerte había cambiado con la asunción del Presidente Wilson, y, además,
ya Castro se había convertido en un “mártir” y el Partido Demócrata
comienza a denunciar, cómo durante los 12 años anteriores de gobiernos
republicanos habían intervenido descaradamente en los asuntos internos
de diversos países latinoamericanos, y de dar protección a grupos expo-
liadores de las economías de esas naciones. Y el día 3 de enero, un grupo
de abogados Demócratas encabezados por el destacado jurista Georges
Gordon Battle respaldó y asumió la defensa del ex-presidente venezolano
solicitando un hábeas corpus logrando sacarlo de su reclusión en la isla
Ellis. A uno de los abogados se le permitió visitarlo en su celda y a quien
Castro le expresó el denigrante tratamiento a que había sido sometido y
le manifestó que sólo estaba de visita en Norteamérica la cual deseaba
conocer, a su pueblo, y “respirar la libertad que existe en este país”. El
abogado Batlle logra que el Juez Holt firme el mismo día el amparo y
detenga la deportación de Castro, además alega que el ex-presidente de
Venezuela está detenido ilegalmente no por normas expresas de inmi-
gración sino por voluntad del Comisionado de Inmigración, lo que es
ilegal por que no tenía autorización para detenerlo. De esta situación y Doña Zoila Rosa Martínez de Castro y Cipriano Castro
del escándalo armado es informado el presidente Gómez el 7 de enero
por el Cónsul en New York, Pedro Rincones. La situación es explotada
 Cipriano Castro
174 Restaurador de Venezuela
por los demócratas para atacar a los republicanos en momentos críticos
de una elección lo que les da grandes dividendos.
El 18 de enero el ex-presidente Castro es conducido al tribunal
que determinará si podía permanecer en territorio norteamericano,
realizándose la audiencia en secreto y sin la asistencia de un abogado,
reduciéndose el interrogatorio del juez sobre si Castro era el responsable
del asesinato del general Antonio Paredes ocurrido en 1907, a lo cual el
ex-presidente se negó a contestar y alegó que “no estaba en presencia
de un Tribunal Internacional” como se lo manifestó posteriormente a la
prensa norteamericana. Sin embargo, ante la actitud asumida por Castro,
el Secretario de Comercio ordenó la deportación, mas sus abogados
apelaron la decisión ante la Corte y Castro fue asistido por sus abogados
mientras al gobierno lo representó el Procurador, quien alegó que Castro
había cometido un delito criminal al mandar a asesinar al general Paredes
y por lo tanto de acuerdo a las leyes norteamericanas eso esta tipificado
como “Torpeza moral cometida voluntariamente”, lo que su defensor
alegó que eso no era razón para enjuiciarlo. Finalmente, al culminar el
mes de enero luego de un mes de prisión en la isla Ellis, la Corte falló a
favor del Habeas corpus y con una fianza de 500 dólares el ex-presidente
salió libre y pasó a alojarse en el Hotel Savoy Plaza de New York, de
inmediato fue invitado por el Partido Demócrata a una visita a Albany
que es la capital legislativa del Estado de New York, donde fue recibi-
do oficialmente por el Gobernador Sulzer quien presentó a Castro a la
Asamblea del Estado quienes le brindaron una cena- recepción; había
cambiado el panorama 180 grados, ahora gobernaban los demócratas. El
10 de febrero el Juez Ward alargó el permiso de estadía por 7 días más
con la misma fianza, y, finalmente el Juez Ward falló a favor de Castro y
le permitió visitar el país, Castro afirmaría: “Yo lo sabía, que a lo largo
debería conseguir la justicia de este gran país libre”.
El 13 de febrero Jacinto Díaz, quien había sido cónsul de Venezuela en
New York, se presentó ante el Procurador y acusó a Castro de estar fomen-
tando una revolución desde New York acusándolo de mantener comunicación
con revolucionarios en Colombia y las Antillas, ordenándose a través del
Servicio Secreto averiguar la veracidad de la denuncia. El 23 de febrero
Castro se embarca para La Habana en el puerto de New York y arriba a la isla
caribeña el 26 donde fue esperado por muchos simpatizantes que recibieron
el saludo del ex-presidente desde la baranda de la cubierta del barco, y luego
al bajar, la Banda Municipal interpretó los himnos cubanos y de Venezuela,
Fondo
Editorial
del Caribe 175
luego Castro gritó a la multitud: ¡¡¡Viva Cuba Libre!!! a lo cual la multitud
respondió: ¡¡¡Viva Castro!!!
En la isla pronunció varias conferencias y discursos, uno de ellos al pie
de la estatua de Don José Martí arrodillándose ante el héroe y expresando que
era necesario “La unión de los pueblos americanos contra el poderoso del
Norte”. Esto fue comentado por la prensa local como una acción de Castro
encaminada a fomentar el anti-norteamericanismo. Así mismo en una rueda
de prensa señaló que: “Su prisión fue una sepultura en vida como si fuese un
gran criminal”, más adelante expresó: “Si esta fue la herencia que dejó el
gran Washington, los americanos deberían llorar amargamente o renegar del
imperialismo”, terminada su visita, Castro regresó a Europa el 26 de marzo.
Al final del camino, en un peregrinar titánico, Castro llegó a su destino
final en la isla de Puerto Rico, y allí en una modesta residencia marcada con
el Nº 12 de la calle Colomer en la población de Santurce, vivió los últimos
8 años de su vida entre 1916 y 1924. En el poblado, Castro se convirtió en
una figura central del vecindario, participaba en la discusión de diversos
temas, los que abordaba con gran facilidad dado su fácil verbo y capacidad
de análisis de situaciones de carácter internacional y de temas latinoame-
ricanos. Con mucha frecuencia asistía a contertulios que se dedicaban a
comentar la evolución de la I Guerra Mundial, sobre la cual hablaba con
gran conocimiento de los hechos. Por las noches eran frecuentes las visitas
de amigos del vecindario que compartían con los Castro, círculo familiar
que es fortalecido por la presencia de Doña Zoila, mujer hacendosa dedi-
cada al fiel cuido del ex-presidente, que bajo la vigilancia de su médico el
doctor Biamón supervisa constantemente los tratamientos a que es sometido.
Visita constante el puerto en donde atracan casi semanalmente los vapores
mercantes y de pasajeros de la línea marítima “De Riojas”, y allí, en los
restaurant cercano se informa de los pasajeros que proceden de Venezuela,
quienes le relatan muchas cosas que ocurren en el país, la férrea dictadura
de Gómez, y de los planes de los revolucionarios que viven en New York,
contra el régimen gomecista.
A mediados de 1917 la presencia de Castro en Puerto Rico ya es poca
tomada en cuenta por los agentes de seguridad del Departamento de Esta-
do. En tanto, no deja de ser una preocupación para el gobierno de Gómez
quien sabe de su capacidad guerrera, algo ha pasado que las autoridades
que representan a Washington en la isla se muestran diferentes con el ex-
presidente, acaso le invitan a saraos y tés en la “Fortaleza” que es el sitio de
residencia de las autoridades gobernantes, y a donde con extrañeza no va el
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
176 Restaurador de Venezuela del Caribe 177

cónsul venezolano, algo no está caminando bien. En alguna oportunidad en

una de esas invitaciones y ante la pregunta del comandante norteamericano
en la isla sobre por qué Venezuela no rompió relaciones con Alemania,
Castro poniéndose erguido le contestó con altivez: “Nosotros no tenemos
que mezclarnos en esa guerra”. Una tarde, el 25 de julio de 1924, mientras
caminaba por la calle, se le acercó un individuo acompañado de una mujer y
le hizo una pregunta sobre si sabía de alguna vivienda que arrendaran en la
zona, a lo cual Castro le responde que la que él habita la va a desocupar en
20 días, y que es de su propiedad. Casi de repente el sujeto sacó un arma y
disparó varias veces contra la persona del general Castro sin hacer impacto
ninguna de las balas. Resultó que el individuo era el venezolano Miguel
Guerrero Iturbe quien fue llevado a juicio y posteriormente salió en libertad
al pagar una fianza de 500 dólares que hicieron “unos amigos” de la isla.
Cipriano Castro pocos meses antes de su muerte fue entrevistado en la isla
por el conocido y prestigioso periodista chileno Armando Donoso, quien le
demostró sus deseos de estrechar su mano; encontró a un hombre apocado,
enjuto, que ya había perdido su ágil manoteo mientras hablaba, demostran-
do cierta disnea al responder las preguntas, y a una de las tantas preguntas
de su interlocutor le respondió: “Yo podría haber hecho la felicidad de los
venezolanos pero mis compatriotas no me lo permitieron”.
A partir del 25 de noviembre el general Castro comienza a sentirse
indispuesto y agudiza su crisis de salud hacia final del mes, mientras es
atendido solícitamente por su entrañable amigo el doctor Biamón sin em-
bargo, alguna infección, según el galeno, mantiene alta fiebre en el paciente
que a pesar del tratamiento no cede y el viernes 5 de diciembre de 1924,
teniendo a su cabecera a Doña Zoila, Elvia Gallegos y su médico, expira. El
diario El Mundo de Puerto Rico en titulares anuncia el deceso: “Ha muerto
un luchador y combatiente heroico”, había cumplido 76 años de edad. En
Venezuela, el presidente Gómez expresó: “Don Cipriano sí sabía pelear”.

- Prolegómenos del fin

A lo largo de su desordenada, conflictiva y apasionante vida personal
y política que inicia al emerger en el escenario público a partir de 1878 y
hasta su muerte el 5 de diciembre de 1924, ocurrida en Puerto Rico, dos ca-
racterísticas marcaron definitivamente su conducta frente al país en función
de gobierno desde que asume el poder en octubre de 1899, hasta su salida
definitivamente en 1908: La primera, fue su genio violento y su carácter
Juan Vicente Gómez
 Cipriano Castro
178 Restaurador de Venezuela
visceral que lo condujo a cometer muchos errores que le produjeron graves
consecuencias y complicaciones a las cuales tuvo que dedicarles una buena
parte de su tiempo de gobernante, lo que le restó capacidad para su conso-
lidación en el poder, condición que le sobró a Gómez, la paz, no importa en
qué forma era impuesta; entre estos errores estuvo el haberse rodeado de
hombres desgastados y con fuertes máculas por sus actuaciones en gobiernos
anteriores. En segundo lugar, Cipriano Castro no traía un plan de gobierno
y de acción, se enfrascó en una lucha estéril contra el sector bancario y
comercial, mientras a cambio no logró solventar la grave crisis económica
y fiscal del país, lo que fue el caldo de cultivo para que se desencadenara
la Revolución Libertadora. Recordemos que gobernar es sumar esfuerzos
y voluntades, y a pesar de que la popularidad real decae muy rápidamente
en los gobernantes, su sabiduría estriba en evitar que ésta sea muy elevada.
El general Castro careció de una estrategia política, que sí la tuvo su
sucesor, el dictador Juan Vicente Gómez, para dominar y neutralizar al
caudillaje, lo que ocasionó los alzamientos del “Mocho” Hernández, y la
posterior Revolución Libertadora dirigida por Manuel Antonio Matos y el
general Domingo Monagas. Por otra parte, en vez de generar una política de
concordia entre sus correligionarios, cuando ya para 1904 había superado las
crisis mayores, y el país estaba en paz, su forma conflictiva de comportarse
políticamente fracturó a sus copartidarios, primeramente con el error come-
tido con el acto de la Aclamación –especie de plesbicito–, lo que liquidó
totalmente su amistad con su compadre Juan Vicente Gómez, y luego de la
conjura, se distanció de Linares Alcántara, sin lugar a dudas la camarilla de
los “doctores de Valencia” le socavó el piso político, aparte de que marcó
distancia de hombres de su círculo de amistades y con prestigio como lo
fueron los generales Román Delgado Chalbauld, Esteban Chalbaud Cardona
y Román Moreno, etc.
En materia de política internacional cometió el error de apoyar al general
Uribe en Colombia sin que éste tuviera los méritos para ello. Destacándose
por algunos hechos trascendentes como lo fue su postura nacionalista en
defensa de los intereses de Venezuela frente a la posición de las empresas
extranjeras que operaban en el país, lo que le valió la animadversión de
Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, e inclusive de los Estados Unidos. Y
lo hizo con dignidad, lo que luego en su exilio le costó cualquier tipo de
vejaciones y atropellos. Su gobierno podría decirse que estuvo marcado por
unos precarios presupuestos dada la crisis económica que atravesaba el país,
y cuando tuvo algún remanente de bonanza, lo aplicó sin resultado alguno.
Fondo
Editorial
del Caribe 179
Independientemente que a partir del inicio de sus quebrantos en 1906 gastó
mucho tiempo en etapas de descanso en recuperar la salud, dejando la ad-
ministración en otras manos.
Es importante resaltar que desde que asume el poder en octubre de 1899
y el año 1904, su régimen no tuvo un ápice de paz política, gobierno que se
debatió entre revoluciones internas, reclamaciones internacionales, bloqueos,
conjuras, crisis económica y fiscal, pasiones de los caudillos y de las fraccio-
nes del liberalismo, teniendo poca sustentación la tesis de aquellos críticos
que le acusan de mala administración, pues fiscalmente no había nada que
administrar. Y realmente su más grave error fue el no haber puesto en práctica
su planteamiento de “nuevos hombres” como lo prometió durante su cam-
paña guerrera, así como de “nuevos ideales”. Estas consideraciones quizás
contribuyan a nutrir todos los extensos análisis que se han hecho de Castro,
su Revolución Liberal Restauradora y su gestión pública como gobernante.
A 100 años de haber abandonado el país el general Castro, finalicemos
reproduciendo su visión del gobierno que presidió, aparecido en un folleto
editado en Puerto Rico que él llamó: La verdad histórica: “Desde que asumí
el poder en Venezuela en la época que se llamó la Restauración, no tuve el
concurso franco y desinteresado de los venezolanos, no digo de los partidos
por que éstos ya no existen. Tuve, por el contrario, guerra tras guerra, ha-
biendo encabezado la primera el tercer día de haberme encargado del Poder
y que se llamó del general José Manuel Hernández; terminada ésta con la
captura del Jefe, surgió la del general Peraza; vino enseguida la del general
Pedro Julián Acosta; con la traición de su Jefe y su Causa; pues era a la sazón
Jefe Civil y Militar del Oriente de la República, y el cual cayó prisionero”.
El 23 de mayo de 1975, cincuenta años después, un movimiento social
promovido desde su Táchira natal y apoyado por el entonces presidente de
Venezuela, Carlos Andrés Pérez, logró retornar y ser sepultados los restos
del general Cipriano Castro el “Restaurador de Venezuela” en el mausoleo
de Capacho Nuevo, Hasta su morada definitiva en el Panteón Nacional, los
llevó el actual mandatario, el Teniente Coronel Hugo Chávez.
APÉNDICE
 Fondo
Editorial
del Caribe 183

- Generales ex-presidentes de Venezuela e integrantes

del Partido Liberal Amarillo histórico actuantes en
la vida política venezolana entre 1870-1935

- Ex-presidentes posteriores al triunfo de la Federación

Juan Crisóstomo Falcón 1863-1868
José Ruperto Monagas 1868-1870
Antonio Guzmán Blanco 1870-1877, 1879-1884,
1886-1888
Francisco Linares Alcántara 1888-1889
Joaquín Crespo 1884-1886, 1892-1898
Ignacio Andrade 1898-1899
Cipriano Castro 1899-1908
Juan Vicente Gómez 1908-1935.

- Generales participantes activamente en la política de la

República Liberal Amarilla 1870-1908, ejerciendo cargos de
Presidentes encargados de la república, Ministro de Guerra y
Marina, Presidentes de estados y Comandantes de Guarnición
Manuel Guzmán Álvarez Espíritu Santos Morales
Ramón Guerra Temístocles Roldán
Zoilo Bello Rodríguez José María García Gómez
León Colina Félix Montecattini
Víctor Rodríguez Manuel A. Iturbe
Luciano Mendoza Félix Mesa
Francisco Batalla Ignacio Avendaño
Diego Bautista Ferrer España Núñez
José Antonio Velutini Domingo Monagas Marrero
Ezequiel García Manuel Vicente Romero García
José Ignacio Pulido José Rafael Ricart
Juan Bautista Araujo Antonio Fernández
Matías Salazar Manuel Antonio Matos
Venancio Pulgar Nicolás Rolando
Augusto Lutowski Calcaño Mathieu
Juan Pietri Barret de Nazarais
Gregorio Cedeño Amabilis Solaigni
Gumersindo Méndez Lino Duarte Level
José Manuel Hernández Antonio Paredes
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
184 Restaurador de Venezuela del Caribe 185

Ramón Ayala Celestino Peraza R. González Pacheco David Gimón Pérez

Custodio Milano Gregorio Valera Antonio Urbina José Manuel Peñaloza
Pablo Giuseppi Monagas Hermógenes López. Evencio Pulgar Deogracia Rondón
Lorenzo Guevara Maximiliano Rondón
Pedro Julián Acosta Tomás Pino
- Batallas de La Victoria, Carúpano, Ciudad Bolívar, durante
José Antonio Dávila Bravo Cañizales
la Revolución Libertadora
Rafael Montilla Amador Uzcátegui
Horacio Ducharne Ramón Castillo Abelardo Gorrochotegui Juan Bautista Higuera
Pedro Ducharne Luis Natera Manuel Morales Manuel Salvador Araujo
Celestino Castro Secundino Torres Manuel Córdova Eleazar Urdaneta
Zoilo Vidal Claudio Bello Calixto Escalante Gregorio Tovar
José Ignacio Pinto Román Delgado Chalbaud Sixto Díaz Peña Juan Antonio Ruiz
Luis Graffe Calatrava Esteban Chalbaud Cardona Arístides Fandeo Ramón Guzmán
Juan Pablo Peñaloza José Francisco Ríos José Mercedes López J. M. Ortega
Leopoldo Baptista Antonio Ramos Luis Rosendo Juan Miguel Natera
Gregorio Segundo Riera José A. Hernández Ron Francisco Constati Fabián Mérida
Régulo Olivares Francisco Guzmán Bastardo Gerardo Quintín Pedro Carrera
Manuel Salvador Araujo Felipe Angarita Doroteo Flores José Vitorio Guerra
David Gimón Juan Agostini Ramón Ferraras Vicente Sánchez
Bruno Fonseca Ovidio Pérez Bustamante Máximo Begnini Juan Bautista Higuera
Luis Crespo Torres J. A. Chirinos Elías Manuitt Pablo Guzmán
Ceferino Castillo Aurelio Balbuena Tomás Ignacio Potentini Julián Montilla.
Gregorio Valera Gualberto Hernández
T. J. Roldán Francisco A. Rangel
Eulogio Moros Antonio Heredia
Miguel Ponce Joaquín Corota
Eleazar Urdaneta Florencio Jiménez
Ovidio Pérez B. Florencio Reyes
Emilio Rivas Benicio Jiménez
Avelino Uzcátegui Simón Bello
Eliseo Sarmiento Pedro P. Rodríguez
Joaquín Garrido Clemente N. González
Custodio Milano T. Morales Rocha
Manuel A. Iturbe Jesús Parra
Juan Calcaño Sixto Bolívar
Ignacio Avendaño Roberto Vargas
José María Méndez Daniel Osío
Ezequiel García Miguel Ponce
Aureliano Valbuena Godofredo Mazini
Régulo Olivares Juan Zapata
Luis Mata Illas Felipe Angarita
Amador Cova Francisco Colmenares Pacheco
 Cipriano Castro
186 Restaurador de Venezuela
- Lista de los jefes oficiales que figuran en el cuadro
del Estado Mayor de la Revolución Restauradora
1a. fila de izquierda a derecha: coronel Jesús Velasco Bustamante, general
Régulo L. Olivares, general Emilio Fernández, general Juan Vicente Gómez,
general Cipriano Castro, general Joaquín Garrido, general Aurelio Valbuena,
Dr. Benjamín Ruiz o Bolívar (colombiano), coronel Rafael María Velasco.
2a. fila: coronel Clodomiro Sánchez, coronel Evaristo Parra, coronel Luis Valera,
coronel Pedro María Cárdenas, capitán Trino Castro, capitán Aníbal Gómez,
capitán Carmelo Castro, coronel Santiago Briceño, coronel Román Moreno,
capitán Pedro Pablo Rodríguez, capitán Rubén Cárdenas.
3a. fila: capitán Efraín Pulido, comandante Secundino Torres, coronel Jorge
Bello, comandante José María García, comandante Graciano Castro, capitán
Román Castro, coronel José Antonio Dávila, coronel Marcelino Cárdenas,
coronel Ovidio Salas, capitán Jesús Navarro.
4a. fila: coronel Roberto Pulido, coronel Juan Alberto Ramírez, adjunto, escri-
tor Francisco Jiménez Arráiz, coronel Juan Figueroa, Dr. Ángel María Godoy,
agrimensor y cap. Argimiro Fuenmayor, coronel Félix Briceño, coronel Obdulio
Bello, comandante Carlos Díaz Iruvin, comandante Enrique Arenas (colombia-
no), capitán José Antonio Cárdenas, capitán Felipe Peralta.
5a. fila: coronel Maximiliano Casanova, Capitán Eleazar López Contreras,
capitán Cornelio Superlano Ch., capitán César Ibarra, capitán Eulogio Velasco,
coronel Jesús Parra, coronel -telegrafista, Abrahan Parada, capitán Evaristo
Noguera, Don Antonio Cárdenas Zambrano (no hizo la Campaña), coronel
Emilio Somoza y coronel Calixto Escalante.
Froilán Prato jefe del Escuadrón de Caballería, coronel Guillermo Aranguren
jefe del Batallón Junín, coronel Eulogio Moros, jefe auxiliar del Batallón Junín,
general Tomás Pino jefe del Batallón Tovar, general Zoilo Gutiérrez jefe del
Batallón Lara, coronel Juan Antonio Chirinos 2º jefe del batallón Lara, coronel
Pedro Inojosa jefe del Batallón Urachiche, coronel Enrique Tovar Díaz jefe
auxiliar del Batallón Lara, coronel Andrés Amaya jefe auxiliar del Batallón
Libertador, coroneles Adolfo Méndez y Trino Pino jefes auxiliares del Batallón
23 de Mayo.
- Jornadas de la Revolución Liberal Restauradora
2 de agosto de 1899 Salida de Capacho (hoy Libertad) para ir a
pernoctar en El Palmar y la Viravira.
3 de agosto de 1899 Llegada a la población de El Cobre.
Fondo
Editorial
del Caribe 187
4 de agosto de 1899 Llegada a La Grita.
5 de agosto de 1899 Llegada a Villa Páez.
6 de agosto de 1899 Llegada a Tovar donde se libró un combate.
7 de agosto de 1899 Llegada a Estanques.
8 de agosto de 1899 Llegada a San Juan de Lagunillas.
9 de agosto de 1899 Llegada a Ejido.
10 de agosto de 1899 Llegada a Mérida.
11 de agosto de 1899 Llegada a Tabay.
12 de agosto de 1899 Llegada a Mucuchíes.
13 de agosto de 1899 Llegada a Chachopo.
14 de agosto de 1899 Llegada a Timotes y luego cruce por La
Mocote, La Lagunita y La Puerta.
15 de agosto de 1899 Llegada a Valera pasando por Mendoza.
16-17 de agosto de 1899 En Valera.
18 de agosto de 1899 Salida de Valera, pasando por Motatán y mon-
taña de Butaque para acampar en Pampán.
19 de agosto de 1899 Llegada a Monay.
20 de agosto de 1899 Llegada a La Viciosa.
21 de agosto de 1899 Llegada a Quediches.
22-23 de agosto de 1899 En Carora.
24 de agosto de 1899 Llegada a Parapara, pasando por Aregue y
Río Tocuyo.
25 de agosto de 1899 En Parapara.
26 de agosto de 1899 Combate de Parapara.
27 de agosto de 1899 Llegada a Las Playitas.
28 de agosto de 1899 Llegada a Los Guáimaros, pasando por Si-
quisique.
29 de agosto de 1899 Llegada a Campo Alegre.
30 de agosto de 1899 Llegada a Bobare.
31 de agosto de 1899 Salida de Bobare para llegar a un sitio entre
Bobare y Barquisimeto.
1 de septiembre de 1899 Desfile frente a la ciudad de Barquisimeto,
sosteniendo un ligero tiroteo, y llegada a
Cabudare.
2 de septiembre de 1899 En Cabudare.
3 de septiembre de 1899 En Yaritagua.
 Cipriano Castro
188 Restaurador de Venezuela
4 de septiembre de 1899 En Urachiche.
5 de septiembre de 1899 En Chivacoa.
6 de septiembre de 1899 En Boraure.
7 de septiembre de 1899 En la montaña de Báquira.
8 de septiembre de 1899 Llegada a Nirgua como a las 11 y 30 de la
mañana, y combate en la tarde desde la 1
hasta las 4.
9-10 de septiembre de 1899 En Nirgua.
11 de septiembre de 1899 Llegada a Miranda.
12 de septiembre de 1899 Llegada a Tocuyito, cruzando el Campo de
Carabobo precisamente por la Pica de la
Mona.
13 de septiembre de 1899 En Tocuyito.
14 de septiembre de 1899 Batalla de Tocuyito.
15-16 de septiembre de 1899 En Tocuyito.
17 de septiembre de 1899 Llegada a Valencia, permaneciendo en esta
ciudad hasta el 21 de octubre.
22 de octubre de 1899 Entrada del general Cipriano Castro a Caracas
con el grueso del ejército.
2 de noviembre de 1899 Llegada del general Juan Vicente Gómez a
Caracas, con los heridos e impedimenta.
- Ejército Liberal Restaurador: Personal del Comando en Jefe
General en Jefe: General Cipriano Castro
Segundo Jefe: General Juan Vicente Gómez
Jefe del Estado Mayor: General Joaquín Garrido
Jefe de Operaciones en Mérida: General José María Méndez (murió en
Tovar)
Ayudante Secretario: Coronel Román Moreno
Oficiales Superiores: Aníbal Gómez, Rafael María Velasco B.,
Santiago Briceño A., Evaristo Parra, Juan
Figueroa, Clodomiro Sánchez, Jesús Parra.
Oficiales Subalternos: Calixto Escalante, Graciano Castro, Pedro Pa-
blo Rodríguez, Abraham Parada, Florentino
Vargas, Rubén Cárdenas (herido en Tovar),
Félix Briceño, Carmelo Castro, Jesús Nava-
rro, César Ibarra, Heriberto Garrido, Eulogio
Fondo
Editorial
del Caribe 189
Velasco, Román Castro, Rafael Cárdenas
(muerto en El Zumbador), Efraín Velasco
(muerto en El Zumbador), Abel Velasco
(muerto en El Zumbador), Obdulio González
(muerto en El Zumbador).
Ingenieros: Argimiro Fuenmayor.
Adjuntos: Dr. F. Jiménez Arráiz, Dr Tomás Jiménez
Arráiz, Dr. A. Perdomo Andrade, Rafael
Irigoyen, G. Sandoval, A. Meléndez, F. A.
Leamus, Jesús Sánchez, Rosario Moreno,
Manuel Gámez, Ismael Briceño.
Entre los oficiales distinguidos que quedaron en el Táchira, figuran el general
Régulo Olivares, herido en Las Pilas, y el coronel Francisco Antonio Colmenares
Pacheco, herido en San Cristóbal.
- Servicios anexos al Comando
Auditoría: Dr. Ángel María Godoy, Auditor de Guerra.
Parque: 1er. Jefe, Gral. Aurelio Valbuena
2do. Jefe, Cnel. Manuel Angulo.
Ayudantes: Capitán Cornelio Supelano Ch., Capitán
Manuel Santander (muerto en Tocuyito).
Oficiales: Teófilo Angulo, Ignacio Paz, Juan de Mata
Sánchez, Ezequiel Becerra (herido en Nir-
gua).
Capellanía: Pbro. A. Claudeville.
Comisaría de Guerra: Jesús Velasco Bustamante, Comisario Gene-
ral.
Proveeduría: Pedro María Méndez, Proveedor.
Cuerpo Médico: Dr. Benjamín Ruiz, Dr. José María Melén-
dez, Practicante: Víctor Ferreira.
Resumen: Jefes y Oficiales: 57.
Tropa: 40 Comando y servicios anexos.
- Guardia de Honor
1er. Jefe: Cnel. Jorge Bello.
2do. Jefe: Cnel. Rodolfo Urbina.
Ayudantes: Capitán Rafael Ontiveros, Capitán Nicolás
Urbina, Capitán Manuel Felipe Torres.
 Cipriano Castro
190 Restaurador de Venezuela
Oficiales y efectivos supernumerarios:
Gumersindo Parada, Domingo Buitriago, Juan
de Dios Angulo, Clemente Hernández, Jesús
Nieto, José Del C. Medina, Rufo Becerra,
Agustín Velasco, Arturo Sayago, Cosme
Medina, Pedro Sayago, Eustaquio Buitriago,
Adán Contreras, Jesús Gámez, Anastasio Mú-
jica, Roberto Torres, Ventura Peñaloza, Félix
María Chacón, Pedro Antonio Her-nández.
Jefes y Oficiales: 24
Tropa: 120
- Escuadrón de Caballería
1er. Jefe: Gral. Manuel Antonio Pulido (muerto en
Tocuyito).
2 . Jefe:
do
Gral. Froilán Prato.
Jefe de la Remonta: Cnel. Emilio Somaza.
Jefes de Grupo: Gral. Elías Sayago, Gral. José Rafael Albor-
noz, Cnel. Aniceto Cubillán, Cnel. Rufino
Vivas, Cnel. Jesús María Escalona.
Ayudantes: Teófilo Cazar, Jacinto Chacón, Narciso Mo-
rales, T. Morales Rocha, Díaz Irving
José María Rojo.
Oficiales, efectivos y supernumerarios:
Grimaldo González , Elbano Nieto, José
Ignacio Álvarez, Mario Becerra, Ignacio
Ríos, Ramón Santana Landaeta, José Rosario
Rangel, Gregorio Méndez, Benjamín Olivie-
ri Elbano Fossi (herido), Marcos Rojas,
Ramón Ibarra, Manuel Molina, José María
Romero, Julio Santander, Ernesto Murillo,
Víctor Amaya, Eduardo Carrillo, Antonio
Molina, Florentino Sánchez (muerto), Víctor
Aven-daño, Manuel Cadenas, Felipe Gonzá-
lez Méndez, José María Albañil, José Del C.
Lozano, Agustín Chávez (herido en Tovar),
Federico Balza, Gumersindo Monsalve, José
Del Ch. Cárdenas, Elías Sayago, hijo, Mateo
Albornoz, León Chirinos, Emilio Bustaman-
te, Eduardo Maldonado, Juan Velasco C.
Fondo
Editorial
del Caribe 191
(muerto en San Cristóbal).
Jefes Auxiliares: Comandante Andrés Amaya, Comandante
Marcelino Cárdenas, Comandante Obdulio
Bello (herido en Tocuyito), Comandante José
María García (herido en Tocuyito).
Ayudantes: Capitán Eleazar López Contreras (herido
en Tocuyito), Capitán Celestino Velasco,
Capitán José María Buitriago (herido en
Tocu-yito), Capitán José A. Cárdenas Mora,
Capitán Antonio Guerrero (muerto en Tocu-
yito).
Abanderado: Oficial Juan Eduviges.
Habilitado: Capitán Trino Castro.
Oficiales efectivos y supernumerarios:
Carlos Reyes, Mateo Gámez (herido en El
Zumbador), Raimundo Castro, Natividad
Zambrano (muerto en Tocuyito), Melitón
Chacón, Juan Nepomuceno Villanueva,
Rafael Parra, Pablo Velasco, Carmelo Mon-
salve, Nicolás Cantor, Eustaquio Buitriago,
Lucas Monsalve (herido en Parapara), Teófilo
Velasco, Benigno Borrego (herido en El Zum-
bador), Olegario Montoya, Eleuterio Busta-
mante (herido en Nirgua), Valerio Castro,
Isaías Bustamante (herido en Nirgua), Juan
Castro, Felipe Largo (herido en Tononó),
Daniel Criollo, Gregorio Gámez (herido en
Cordero), José Del C. Medina, Natividad
Cárdenas (muerto en Tocuyito), Lorenzo
Chacón, Cornelio Parra (herido en Tocuyito),
Gregorio Castro, Cecilio Depablos (herido en
Tocuyito), Elías Amaya, Carmelo Briceño
(herido en Tocuyito), Andrés Bautista, Anto-
nio Cárdenas (herido en Tocuyito), Gregorio
Cárdenas, Matías Zambrano (muerto en
Tocuyito), Ásale Gámez (herido), José Del
C. Velasco (herido en Tocuyito), Eliseo Pa-
rada, Leopoldo Navarro, Simón Briceño,
Juan de la C. Parada, Juan Cacique, Reyes
Parada, Guillermo Useche, Bernardo Parada
(muerto en Tocuyito), Cornelio Velasco, Jesús
Fuente, Jesús Montoya.
 Cipriano Castro Fondo
Editorial
192 Restaurador de Venezuela del Caribe 193

Jefes y Oficiales: 60 en Tocuyito), Vicente Vizcaya, Guadalupe

Tropa: 200 Coqui, Bernabé Soteldo, Manuel Oropeza,
En el Ejército venían algunas mujeres que rindieron labor útil aliviando a los Jesús Araña, Luis Tomás Inojosa (herido
enfermos y curando a los heridos, y que desde luego corrieron los peligros de los en Nirgua), F. Perdomo, Ramón Cordero
combates. Yo tengo deberes de gratitud para con las señoras Mercedes Moros y (muerto en Tocuyito), Eulogio Peña Vicente
Amelia Candiales, quienes me prestaron los primeros auxilios y cuidados al caer Liscano.
herido en Tocuyito. Jefes y Oficiales: 27
Tropa: 150
- Batallón Junín Resumen:
Oficiales Tropas
1er. Jefe: Cnel. Guillermo Aranguren.
Comando y Servicios Anexos: 57 40
2do. Jefe: Cnel. Emilio Fernández (herido en
Guardia de Honor: 24 120
Tocuyito).
Escuadrón de Caballería: 114 50
Jefes y Oficiales: 47
Batallón “23 de Mayo”: 48 200
Tropa: 200
Batallón “Bolívar”: 46 200
Batallón “Libertador”: 60 200
- Batallón “Tovar”
Batallón “Junín”: 47 200
1er. Jefe: Gral. Tomás Pino Batallón “Tovar”: 44 150
2do. Jefe: Cnel. José Salas Batallón “Lara”: 41 150
Jefe Auxiliar: Comandante Lucio Quintero Batallón “Urachiche”: 27 150
Habilitado: Capitán José Asunción Ramírez 508 1.460*
Ayudantes: Cnel. Salvano Briceño (herido en Tovar),
Cnel. José R. Dávila (herido en Tovar), Cnel.
Tomás Naranjo, Capitán Francisco Briceño
González (herido), Capitán Abelardo Pa-
redes, Capitán Daniel Valero (Chiguarita),
(quedó en comisión), Julio Gutiérrez Méndez
(herido en Tovar).
Oficiales efectivos y supernumerarios:
Filomeno Lobo, José Camacho, Gabriel Núñez
(muerto), Ruperto Dávila, Antonio Díaz
Rafael Sanabria, Ramón Acosta, Miguel
Cuevas Paredes, Manuel Albornoz, Camilo
Paredes, Isidro Carrero, Gabriel Ramírez.
Oficiales efectivos y supernumerarios:
Jesús María Rivero, Juan Valle (herido en
Tocuyito), Saturno Ramos, Julio Rivas,
Amador González Meza, Ulpiano González,
Alejandro Ortiz, Anastasio Gómez (herido *
Eleazar López Contreras: El Presidente Cipriano Castro, Caracas, 1985, T. II.
 Cipriano Castro
194 Restaurador de Venezuela
-Alocuciones de fin de año del general Cipriano Castro
1901-1907
- 1901
General Cipriano Castro
[1° de enero de 1901]
A los venezolanos
¡Compatriotas!
Paz os deseo, en el seno de la vida útil y honrosa del trabajo, en el regazo
del hogar cristiano, y en las actividades legítimas y republicanas del civismo.
Esos son mis primeros votos al saludar oficialmente al nuevo año y al nuevo
siglo, que viene cargado, como mensajero de prosperidad, con las promesas de
días serenos en las inteligentes y fecundas agitaciones del espíritu civilizador
de la época.
Junto con esos votos que salen del fondo de mi alma, consagrados por mi
anhelo de patriota y por las nobles excelencias del liberalismo, que son mis
convicciones, vayan también en esta solemne oportunidad, a todos vosotros,
mis felicitaciones muy sinceras, expresadas en un abrazo de confraternidad
republicana! ¡Sí, venezolanos! Que se vayan con el siglo el odio que esterilizó
nuestros mejores esfuerzos, los hábitos de discordia que han hecho de las clases
directoras los más eficaces agentes de la miseria y de la muerte, y las preocu-
paciones mezquinas de emulaciones torpes y de ambiciones inmoderadas,
que han ahondado tanto en el corazón de las tendencias de nuestra política,
a extremos de que lejos de ser provechoso para el país el antagonismo de sus
dos partidos, que deben buscar en el perfeccionamiento de sus doctrinas la
mayor opinión y el respeto a sus saludables propagandas, han roto con el sable
de todos los atentados y de todas las injurias el equilibrio de los más sanos
propósitos y la armonía de las fuerzas que constituyen el prestigio de nuestra
joven democracia.
¡Despidámonos una vez por todas de esos hábitos que nos han empobrecido,
que casi nos han agotado! Y haciendo pacto de conciencia con la Patria y con
sus glorias, entremos de lleno –yo os invito– a inaugurar con el siglo la etapa
de las legítimas restauraciones del derecho.
El contingente que os pido para esa obra de patriotas, es bien sencillo: en
vuestros pechos está guardado como prenda a que no habéis dado mayor
importancia, sin embargo de ser la clave mágica de nuestras dificultades y
calamidades.
Ese contingente que os demando, esa prenda que os reclamo, es: la buena
Fondo
Editorial
del Caribe 195
voluntad, la buena fe. Ofrendadla en la balanza de nuestra suerte, que yo me
obligo, por mi honor de militar y por mi palabra de Magistrado, a colocar en
ese mismo platillo, al servicio diligente de vuestra fe, toda mi autoridad, con
la fuerza de su derecho y el derecho de su fuerza!
Analizad la labor de mi Administración en el año que expiró ayer; analizadla
con ánimo desprevenido, descartando mis afanes guerreros, de los que no hago
cuenta, a pesar de que entrabaron poderosamente el vuelo de mis aspiraciones;
y calculad luego las proporciones colosales del empeño restaurador, si a mi
esfuerzo se asocia vuestra voluntad de buenos hijos de la patria.
Mi ambición es la gloria de mi humilde nombre, ganada honradamente en
proporción del bien que le haga a Venezuela. Esa es mi más grande ambición,
así como mi más fiel preocupación es la paz.
Para ganar aquella gloria no excuso labor, ni pierdo vigilias; y para sostener
este beneficio de la paz, cuento desde luego con tres factores: el celo en la
administración, vuestra buena voluntad y un ejército uniformemente armado,
equipado y rigurosamente disciplinado.
La Administración se desenvuelve con holgura dentro de la ritualidad de la
legislación y la pulcritud de mis colaboradores; y la paz ha venido preci-
samente a acentuarla en estos últimos días el alzamiento de la persona del
general Celestino Peraza y de dos de sus sobrinos, en una parroquia del Dis-
trito Infante. Esa desobediencia de la familia Peraza, el desconocimiento de
ellos a las autoridades de la Parroquia, nos ha servido para ensayar nuestra
organización militar en simulacro de operaciones y para pulsar también la
opinión que hemos ganado a esfuerzos de buena voluntad, porque en esa que
puedo llamar la gran revista, se ha pasado lista de presente a los amigos de
la paz, al ejército de la restauración y al voto nacional, demostrándose que el
sentimiento público es de anhelo ferviente por la paz.
Por eso os declaro que ésta reina en la República y que el incidente mencionado
ha venido a afirmarla de modo elocuente, que a todos debe satisfacernos.
¡Venezolanos!
De firme ha entrado, pues, nuestra Patria en un reposo reparador, que la hará
ascender, en todas las ricas manifestaciones de su actividad, a un grado tal de
preponderancia, que la obligue a buscar su seguridad en los intereses perma-
nentes, en vez de los azares, los peligros y el camino de la ruina por las armas.
¡Renunciad, pues, una vez por siempre a las empresas insensatas y acompáñame
a hacer grande y feliz a la Patria!
Caracas, 1° de enero de 1901.
 Cipriano Castro
196 Restaurador de Venezuela
- 1902
General Cipriano Castro
[1° de enero de 1902]
A los venezolanos
Después de cumplir el deber de felicitarlos en este nuevo año y hacer mis más
fervientes votos por la paz y prosperidad de nuestra querida Patria, vengo
a darles la fausta nueva de que la última criminal intentona revolucionaria,
- 1904
fraguada al calor de la infamia y la traición, está debelada y pronto quedará
restablecida la normalidad legal.
Yo me congratulo con vosotros por tan trascendentales sucesos, no porque
crea que esta nueva lección aproveche a todos los revoltosos, a los enemigos
de la Patria, de su engrandecimiento y prosperidad, a los que sacrifican hasta
la honra y la dignidad Nacional, a sus ambiciones de poder, sino porque la
mano de la Justicia Divina se manifiesta una vez más de manera marcadísima,
como que ha llegado para Venezuela la hora de las reparaciones, y habremos
de entrar con paso firme y seguro por el camino de su engrandecimiento y
prosperidad con que soñaran un día nuestros padres, a despecho de los malos
hijos de la Patria.
Lo creo así, además, porque ha llegado también para el pueblo venezolano,
para el pobre pueblo víctima de todas las pretensiones extravagantes, y víctima
de este torbellino de pasiones que ha azotado la República, el conocimiento
definitivo de sus verdaderos bienhechores, con lo cual se creará una situación
sólida y estable que corresponda a sus necesidades actuales en este estado de
agonía en que vive, quedando abolidas para siempre las guerras en esta tierra
madre de la libertad e independencia suramericana.
Venezolanos:
Si hubo Gobiernos responsables de revoluciones, no puede hoy decirse lo mismo
respecto del que tengo el honor de presidir: son los eternos perturbadores del
orden público, son vuestros verdaderos enemigos, son los que se han propuesto
no darles ni un instante de reposo para entregarlos a vuestras labores, son los
ambiciosos vulgares cuyas pretensiones antipatrióticas los llevan al delirio, a
la locura y al extravío; esos son los responsables de las revoluciones que he
tenido que vencer. Quejaos a ellos de los males de la Patria, pues son ellos los
únicos responsables de las calamidades de la guerra.
Al Gobierno no le han dado un instante de reposo para dedicarse a hacer
vuestra felicidad conforme a sus más fervientes deseos.
No creo necesario protestaros nuevamente que sabré cumplir con mis deberes,
cualquiera que sea el sacrificio que tenga que hacer para realizar el programa
de la Causa Liberal Restauradora, que tantas dificultades ha tenido que vencer
Fondo
Editorial
del Caribe 197
y que tantos resabios ha tenido que desarraigar, porque para ello no tengo que
apelar sino al testimonio de mis hechos, de los cuales jamás me sonrojaré, y
que aun en el caso desgraciado de pérdidas irreparables, podría levantar mi
frente erguida satisfecho de haber cumplido con mi deber dejando a salvo, por
sobre todo, la honra nacional.
Caracas, 1° de enero de 1902.
General Cipriano Castro
[1° de enero de 1904]
A los venezolanos
¡Compatriotas!
Mis votos de hoy por vuestra dicha son tan fervientes, que casi no acierto a
formularlos: ellos solos me llenan en este momento el corazón, y apenas si
pudieran traducirse en una salve a la Deidad protectora de los grandes pueblos,
de los pueblos que se generan y se salvan por la abnegación y el sacrificio.
Recibid y aceptad estos votos como un homenaje a la nobleza de vuestra índole,
como íntima oblación a la majestad de la República, y como testimonio de pro-
funda gratitud por la inmensa suma de honores que debo a vuestra confianza.
¡Compatriotas!
El año que hoy empieza será uno de los más fecundos y trascendentales en
la historia civil de Venezuela; será como el primer arco triunfal de nuestra
democracia organizada y floreciente.
De la noche de prueba y de dolor por que acabamos de pasar, surge el alma
nacional aquilatada y radiante, cual una inefable eucaristía del patriotismo.
Aquellas largas horas terribles acaso fatalmente necesarias al designio máxi-
mo de nuestra civilización, quedarán marcadas con cerco rojo en nuestro
calendario republicano, a fin de que por ellas adviertan objetivamente en toda
época los partidos y los gobiernos, que nada hay tan voraz y desastroso como
el temerario encono fratricida, y que en las luchas por éste sustentadas, los
pueblos juegan, o ponen en peligro, no solamente su bienestar y su crédito,
sino la existencia misma, que para nosotros es precio de esfuerzos magnos y
de sublimes inmolaciones.
Algo intangible, pero seguramente noble y sabio como el Numen que inflamó
el alma de Bolívar, me dice al oído que ya doblamos quizá para siempre,
el odioso promontorio de las tempestades domésticas. Y en efecto, parece
imposible, racionalmente imposible que un pueblo ilustre por sus elementos
de sangre, célebre por su heroísmo, grande por sus virtudes y envidiado por
 Cipriano Castro
198 Restaurador de Venezuela
su riqueza, reincida aún en su tormentosa locura de tres cuartos de siglo,
locura de asonada y de motín, que en Atenas y Roma, como aquí y en todas
partes, nunca dio sino frutos de catástrofe, germinación pavorosa de los
más grandes infortunios.
Los signos visibles de la situación actual, apreciados desde un punto de vista
amplio y sereno, concurren aunados a demostrar que el país, reaccionando
sobre sí mismo con sabio y prudente acuerdo, adopta por fin los medios de
asegurarse una libertad positiva, derivándola del orden y la tolerancia, y
el apetecido bienestar, mediante la fecundación de la paz por el trabajo.
Para mí resulta evidente del estado actual de la opinión, que la paz conquis-
tada en cuatro años de sangrienta lid, no es ya una tregua que se dan los
intereses en pugna, sino pacto de perdurable alianza entre todos los grandes
factores de la democracia nacional, para saldar de una vez ante la Historia
las tristes cuentas de errores y desaciertos comunes, y abrir otras con el
porvenir, en un gran libro de civilización gradual e inteligente, prácticamente
adaptable al medio indígena y a los altos fines de la economía social.
Las facciones no tienen ya acción propia, ni siquiera fisonomía peculiar.
Vencidas unas, convencidas otras, todas se han sumado poco menos que
íntegramente al gran núcleo restaurador, para constituir la formidable
unidad que de hoy más responderá ante propios y extraños de la suerte de
la República. Ese núcleo es la nebulosa de una soberbia constelación que
brillará en el horizonte de las edades futuras como condensación luminosa
de Venezuela liberal y democrática!
Sí, compatriotas: estamos en pleno ejercicio de nuestras facultades re-
flexivas. Propendemos esforzadamente a la unidad del espíritu público,
para mayor eficacia del común esfuerzo patriótico; y he aquí una prueba
concluyente de lisonjera cordura, porque la unidad es la primera base
científica de toda asociación. Renunciamos a las antiguas convenciones
banderizas, para refundirnos en la nueva vigorosa comunión que desde las
márgenes del Táchira hasta el álveo del Orinoco, ha regado en inmenso
surco la bienhechora semilla del ideal restaurador; y he aquí un testimonio
de profundo buen sentido, porque los hombres y los partidos, y aun las ideas
mismas, son por evidente ley histórica, elementos más o menos accidentales
de un tiempo dado, y caen, de grado o por fuerza, bajo el principio vital
de transformación incesante que rige en todas las esferas del universo.
Producto inmediato de ese laudable acuerdo del país con sus necesidades
primordiales, es el gran plebiscito de corporaciones y ciudadanos que ha
proclamado del uno al otro extremo del territorio nacional, la urgente
conveniencia de las reformas constitucionales, ya para corregir ciertas
graves anomalías originadas de la guerra, ya para conformar las bases
fundamentales de la Unión y los principios orgánicos del Poder Público,
Fondo
Editorial
del Caribe 199
según lo que las instituciones mismas han demostrado en su aplicación.
El inoportuno idealismo político de nuestras clases directoras nos ha he-
cho perder en ensayos infecundos, un tiempo precioso, que sólo podremos
compensarnos trayendo por fin al cuerpo de las instituciones patrias ele-
mentos de comprobada analogía con nuestro carácter, y reglas orgánicas
que suplan, con enérgica sabiduría previsora, nuestra falta de preparación
suficiente para el desenvolvimiento libre en el escenario de la República.
Yo he asistido al impetuoso desbordarse de las corrientes reformistas con
espectador ansioso, porque los deberes de la Magistratura proscriben mi
actividad del campo de la propaganda, y yo quisiera haber podido sus-
tentarla libremente con todos mis alientos. Perdóneseme esta confesión,
como prenda de genial franqueza republicana, confesión que me arranca el
vehemente anhelo de ver consagrados en códigos y leyes perdurables, los
principios que alimentaron mi alma en el destierro, que armaron mi brazo
el 23 de mayo de 1899, y que me han servido después de norma y hasta de
escudo en todas las peripecias de la Revolución Liberal Restauradora; con
una eficacia que está a la vista del mundo entero, porque a la sombra de su
bandera se ha salvado la Patria de negras conjuraciones, y porque en su
seno providente no hay sino amor para la familia venezolana.
Téngase muy presente además, que mi conformidad con el pensamiento
reformista está por sobre toda superchería de las que en casos semejantes
han comprometido la seguridad interna del Estado.
No hay un solo motivo para suponerme capaz de ambiciones estrafalarias,
ni pertenezco al linaje de los que aparentan rendirse a ciertas insinuaciones
de pérfido convencionalismo. Aunque no estuviese yo en estas alturas por
la integridad de mi conducta y la fuerza de mi brazo, jamás volvería el
ánimo hacia ellas por sugestión liberticida.
Me basta y me sobra el poder que me han dado los pueblos, y mi carácter
de Caudillo de la Revolución más hermosa y seguramente más benéfica
que registran los modernos anales de Venezuela. Con este carácter y aquel
poder, he procurado y seguiré procurando la mayor suma de bienes para
mi Patria; y cuando llegue la hora de resignarlos, ni hombres ni partidos
podrán decir que les serví o me sirvieron de instrumento para algo indigno
del honor de la República.
¡Venezolanos!
Unos días más y ya estaréis en posesión de los propicios elementos constitucio-
nales y jurídicos que con tan altas razones solicitáis, a fuer de entidad soberana
y progresista. Desde entonces hasta mucho tiempo, lo probable es que ya no
tengamos cuestiones ni problemas políticos que nos preocupen y embaracen;
sobre todo, porque cuando la asociación trabaja con garantías y el Gobierno
administra con honradez e inteligencia, entre la una y el otro no puede haber
 Cipriano Castro
200 Restaurador de Venezuela
sino corrientes simpáticas lo cual a mi juicio, constituye un estado de cosas
capaz de satisfacer las más exigentes aspiraciones de libertad, de expansión,
de amplio liberalismo, en suma.
Por otra parte, la Restauración Liberal, definitivamente organizada y consti-
tuida, será como un gran templo siempre abierto a la comunión del espíritu
nacional moderno por la inmanencia de los principios democráticos en la
brillante eternidad de la Patria querida. El credo de los ciudadanos en ese
templo será una protesta permanente contra el pugilato banderizo y las locuras
reaccionarias; y no habrá venezolano bien nacido que no jure con noble fe en
los altares, amor eterno a la fraternidad y a la unión.
Libres así de candentes, apasionadas controversias políticas, afirmada la paz
en la conciencia pública, sustentado el orden como preciosa necesidad del
interés individual y colectivo, sobrevendrán necesariamente las más fecundas
iniciativas en el campo de la administración y en el de los negocios, hasta
levantar nuestro nivel económico y darnos personalidad suficiente en los
grandes mercados del mundo. Tal es el desideratum del país en esta época
solemne, sin duda porque, amén de las corrientes razones elementales que
abonan su criterio en el particular, su misma reciente historia le enseña, que
si algunos de nuestros buenos gobiernos liberales no se hubiesen sustraído
en mala hora a la actividad de la administración y del fomento para lanzarse
en imprudentes aventuras políticas, nada tendríamos hoy que envidiar a los
pueblos más avanzados del Continente.
Somos ricos y trabajadores; dos océanos nos brindan amplias rutas para llevar
y traer cuanto produzcamos y necesitemos; y el capital ocioso en otras zonas
se desvive por la hora de venirse a prosperar en nuestro suelo. Apenas falta
que seamos suficientemente cuerdos y sensatos, para asegurar la confianza,
madre del crédito, y explotar nuestra riqueza con criterio práctico y metódico.
Si para lograr esto necesitáis aún de algún nuevo sacrificio, disponed de cuanto
valgo y cuanto soy. ¡Qué mayor gloria para un hombre que la de haber con-
tribuido a la civilización de su Patria con todo lo que recibió de ella misma y
del Dios que la ampara y la protege!
¡Compatriotas!
En nombre de la Restauración Liberal y de mis leales presentimientos, os ase-
guro que este año es el primero de una serie de lustros pacíficos, durante los
cuales se elevará la República a un grado máximo de cultura y de progreso.
Caracas, 1° de enero de 1904.
Fondo
Editorial
del Caribe 201
- 1905
General Cipriano Castro
[1° de enero de 1905]
A los venezolanos
Conciudadanos:
Hoy primer día de 1905, cumplo con el deber de felicitaros, y desearos a
la vez un cúmulo de prosperidad y dicha para vuestros hogares.
Así mismo, aprovecho este solemne acto oficial, para hacer extensivas
estas congratulaciones a todos los Gobiernos y pueblos, con quienes
felizmente cultivamos hoy buenas relaciones de amistad.
Sea esta la ocasión también para llevar a vuestro ánimo las muy satis-
factorias impresiones, que respecto a la paz interior y a la conservación
de nuestras buenas relaciones de amistad y comercio con las demás
Naciones, conservo hoy.
Ya habéis visto por mi carta pública a la prensa asociada de Estados
Unidos, que se dirigió a mí, qué opinión tan arraigada tengo yo sobre
la conservación de la paz de los pueblos entre sí y en sus relaciones con
los demás.
En esa carta quedó bien definida mi actitud como celoso guardián de
vuestros intereses y como fiel cumplidor de los deberes que apareja la res-
ponsabilidad de mi cargo. Es decir: decorosamente, la paz a todo trance.
Parece como si la naturaleza siempre pródiga para Venezuela se encargara
de hacer repercutir la conveniencia y la necesidad de la paz en todas las
formas imaginables que hablen clara y sencillamente al oído de los pue-
blos. Paz es la palabra que pronuncia hoy el agricultor, el industrial, el
comerciante, el obrero, el artista, y en resumen todas las clases sociales
que constituyen las fuerzas vivas y permanentes de la Nación. Paz es la
consigna que se comunican entre sí todos los patriotas de la República
amigos del orden y de la regularidad administrativa y que sueñan en la
verdadera grandeza de la Patria. Paz es la palabra de amistad internacio-
nal que se cruza hoy entre las Naciones amigas de Venezuela, del orden y
la civilización universal. Paz es el eco que repercuten las ondas constantes
del mar Caribe para llevar a la tierra homérica de la libertad los frutos
siempre bienhechores del progreso y la cultura, bajo la base siempre
estable del respeto mutuo establecido entre hombres y Naciones. Paz es
la palabra majestuosa y digna que pronunciaron Los Andes cuando se
lanzaron a convencer las multitudes, con todos los esfuerzos y sacrificios
de que es capaz un pueblo grande, noble y generoso, para levantar a la
Patria a su verdadero engrandecimiento y prosperidad.
 Cipriano Castro
202 Restaurador de Venezuela
Con afecto, puedo aseguraros que ni en el interior, ni en nuestras rela-
ciones con el exterior, habrá motivo ninguno para que esa anhelada y
bendecida paz, pueda ser alterada absolutamente, por mano alevosa y
criminal.
En el interior el Gobierno que me honro en presidir, viene haciendo es-
fuerzos sobrehumanos para que, desarrollándose la Administración en
campo amplio y sereno, a la vez que justiciero, equitativo y progresista,
nadie tenga absolutamente de qué quejarse, excepción hecha de aquellos
venezolanos desgraciados, que, por costumbre ya inveterada, creen que
el Gobierno está obligado a cargar con todos sus crímenes y responsa-
bilidades; o mejor dicho: que quieren que se constituya la impunidad en
inmunidad como canon al que a manera de tabla de salvación tratan de
acogerse a todo paso, después de violar, desde la augusta majestad de
la Nación, hasta el último de los fueros y prerrogativas, acordados por
nuestra Constitución y leyes de la República a todos sus hijos.
El Gobierno, como en ocasión solemne cumplió con el deber de expresarlo
en su Mensaje al Congreso, tenía por fuerza de los sucesos y del desba-
rajuste en que se venía, que establecer una política de severa represión,
en cumplimiento de sus sagrados deberes y sin que ello pudiera juzgarse,
ni ligeramente, como acto de ruines pasiones, sino muy por el contrario,
como un gran esfuerzo de patriotismo, colocado en la balanza de la sal-
vación de la República; queriendo esto decir, en buen análisis que esta
obligación no tocaría, ni tocará jamás con los que, como buenos hijos
de la República, concurran sincera, leal y patrióticamente a mancomu-
nar sus esfuerzos con el Gobierno, en el sentido de levantar la Patria a
la cúspide de su verdadero engrandecimiento y prosperidad, borrando
ya de nuestra historia de desgracias la marca de ignominia con que se
nos tildaba. Sabéis, por otra parte, que el Gobierno de la Restauración
desde que se inauguró, el memorable 23 de octubre de 1899, en que, por
primera vez abrió todas las cárceles de la República, ha tenido siempre
los brazos abiertos para todos los que honradamente y de buena voluntad
han querido venir a colaborar en el bienestar y grandeza de la Patria;
siempre sí, con la racional fórmula de la más absoluta libertad en el orden.
Tan sólo se han quedado rezagados los que, erróneamente, todavía domina-
dos por el espíritu infernal de la pasión política, creen que la Restauración
les ha hecho gran ofensa defendiéndose y salvando la República. En estos
pocos, muy pocos por cierto, aún no ha cesado el vocabulario del insulto,
no ya contra las personalidades de la Restauración y del Gobierno sino
hasta denigrando de su propia Patria, para poder mendigar el auxilio del
extranjero.
Triste espectáculo el que presentan hoy, porque ello quiere decir induda-
Fondo
Editorial
del Caribe 203
blemente que no tendría inconveniente en volver a consumar una nueva
traición a la Patria.
Afortunadamente para la República, está como vosotros lo sabéis, arrai-
gado el deseo de la paz con sincero ardimiento patriótico, en el corazón
de casi todos los venezolanos, convencidos como deben estar además,
que el Gobierno de la Restauración y su Jefe, no han tenido, ni tendrán
otra norma que la del sentimiento del honor y del deber presidiendo
todos sus actos.
En nuestras relaciones y compromisos con el exterior, las primeras, sir-
viendo de sustentáculo al sereno y regular desarrollo de los segundos,
harán que todo continúe, como hasta hoy, bajo el mejor pie de armonía y
ensanche, como es necesario, para nuestro comercio, nuestra agricultura
y todas nuestras industrias en general.
De modo que en el seno del orden y de la paz, que es la mejor garantía
que pueden brindar los pueblos cultos y civilizados, no habrá motivo ya,
ni siquiera para un ligero desabrimiento, y muchísimo menos para actos
de violencia, que jamás podrían ser justificados.
Con estas credenciales y con éste mi ardor patriótico, es que he venido
hoy al empezar el nuevo año a felicitaros y a felicitarme, esperando con
razón y con justicia que la obra de regeneración emprendida el memorable
23 de Mayo, continúe dando los mejores frutos, para que así podamos
contemplar ya los venezolanos la segura felicidad, sino plenamente esta-
blecida en nuestros hogares, por lo menos a las puertas de ellos.
Nuevamente hago votos por la dicha y prosperidad personal de todos.
Caracas, 1° de enero de 1905.
- 1906
General Cipriano Castro
[1° de enero de 1906]
¡Venezolanos!
Cumplo el grato deber de saludaros y felicitaros en este primer día del
año que empieza.
Nada nuevo tengo que anunciaros, como asunto que merezca especial
reminiscencia, pues la marcha ordenada y regular de la República es un
hecho tangible, que está a la vista de todos, y si tal cosa no fuera así,
mal podría yo venir a engañaros con frases de retórica y poética, de que
jamás me he valido ni en los momentos supremos de nuestra vida agitada,
 Cipriano Castro
204 Restaurador de Venezuela
muchísimo menos pues, hoy que, como bien lo sabéis, la paz es una gracia
del cielo, que se cierne risueñamente sobre nuestras cabezas.
Paz que no podrán alterar ya los empecinados enemigos de la tranquilidad
pública y del bienestar social, porque ya hoy el extranjero más cuerdo
y más discreto, tampoco se presta para comprar espadas rudamente
amelladas a fuerza de traición y crimen, espadas que terminarán por
enmohecerse en el rincón del olvido y de la infamia.
Los derrotados de ayer a la sombra de la coalición internacional, serán
los vencidos de siempre.
Por manera que no pudiendo ya detenerse el carro triunfal de la Res-
tauración y cultivando Venezuela las mejores relaciones de amistad con
todas las Naciones, porque cumple todos sus compromisos a cabalidad,
con observancia del mutuo respeto y consideración mutua, os presento el
nuevo año preñado de las esperanzas más halagadoras y de las ilusiones
más risueñas.
Mis concretos votos, pues, para el presente año, son por la felicidad de
la Familia Venezolana, y porque continúe imperturbable esta obra que
es de verdadera grandeza y gloria para la Patria.
Caracas, 1° de enero de 1906.
- 1908
General Cipriano Castro
[1° de enero de 1908]
¡Venezolanos!
En este primer día del año os felicito doblemente, ya por la costumbre
consagrada de los siglos y los hombres, como por la paz de que disfru-
tamos actualmente y que es el grito unánime de uno a otro confín de la
República, como que ella es la varita mágica de nuestra felicidad y bien-
estar, consagra al calor de nuestras pasadas desgracias a la vez que al
brillante reflejo de todas nuestras ilusiones y esperanzas para el porvenir.
Esta natural felicitación de mi parte, en mi carácter de Primer Magistra-
do de la República como de ciudadano e hijo de ella y amigo fervoroso,
leal y sincero de todos mis compatriotas, es tanto más acentuada en esta
vez, cuanto que queda dilucidado en clara luz meridiana, el importante
hecho de que si esa paz no había sido hasta ahora el pedestal glorioso
de nuestra grandeza, no se debía, no, a la índole de nuestro pueblo, que
habiendo llevado todas las cargas, y cargado también con todas las res-
ponsabilidades, no había derivado ningunos beneficios.
Fondo
Editorial
del Caribe 205
Ha quedado comprobado, por el contrario, que por ser de índole extre-
madamente buena, no se había llegado en tan largo tiempo de aventuras,
intrigas y perfidias, al sarcófago del olvido y a la extinción de nuestra
nacionalidad.
Ese pueblo, mal juzgado hoy, pacientemente esperaba, y esperaba como
quien tiene fe y confianza en la grandeza de sus destinos, no menos que
en la prosperidad de la obra creada por voluntad suprema en el camino
de la perfección humana.
Se retardaba su realización, zozobraba en el mar proceloso de las pasiones
innobles, como para aquilatar más su estabilidad y depurarse hasta de
aquellos elementos que con faz restauradora cubrían el ensañamiento de
sus antiguos errores y costumbres inveteradas, pero no podía parecer, por
ese algo superior que vela constantemente por la suerte de las Naciones,
que nos presenta hoy a Venezuela, de manera sorprendente y hasta con
asombro de propios y extraños, como renacida de sus propias cenizas:
era un pueblo vilipendiado pero no abatido.
Había de llegar el día de las reparaciones y por fin llegó, cargado de
asperezas y desazones, llevando en la alforja de los tiempos, la negra
historia de sus grandes desgracias, sacrificios y desdichas; pero se levanta
hoy ese pueblo, vedlo bien, radiante de satisfacción y cubierto de gloria
en la alborada de su felicidad.
¿Podrá alguien atreverse a negar que no está hoy en manos de los hijos
de la República su suerte y su porvenir?
¿Y habrá alguien bastante osado para creer que fácilmente pueda inte-
rrumpirse esa obra gigantesca de grandeza y de gloria, emprendida por
la Santa Causa de la Restauración Liberal?
Categóricamente contestó, haciéndome eco de la opinión casi unánime de
los venezolanos, que no es posible ya engañar nuevamente a un pueblo
aleccionado en la escuela de la adversidad y de la desgracia, con frases
oropelescas y de relumbrón, ni mucho menos con hechos que no estén
en consonancia con los rumbos determinados por esta Causa que es, sin
duda alguna, la Causa de los pueblos.
No se puede ya ni pensar siquiera en velar a la sombra de un lecho de
enfermo para conmover a un país y esperar de la fatalidad, lo que debiera
ser producto de las virtudes cívicas de los llamados a hacerla estable y
fecunda.
Puedo, pues, decir que está echada su suerte y que ella perdurará en el
tiempo y en la historia, como perdura la célebre frase del famoso gue-
rrero francés, al ver y contemplar las enormes pirámides egipcias, y que
parodiándola hoy podría deciros: ¡Venezolanos, cincuenta generaciones
os contemplan!
 Cipriano Castro
206 Restaurador de Venezuela
¿Qué debemos pensar, qué debemos hacer, pues, para llegar con paso
firme y seguro a la meta de nuestras legítimas aspiraciones? Trabajar hoy
y siempre, no apartándonos nunca del derrotero que nos hemos trazado
en el seno de la Restauración Liberal, profesando constantemente los
principios proclamados por esta Santa Causa, que es la continuación de
la Causa de nuestra Emancipación, cuyos ideales mantuvieron siempre
tan en alto la honra y la dignidad de la Nación Venezolana.
Caracas. 1° de enero de 1908.
- 1899
Proclama al iniciar la campaña liberal restauradora
[24 de mayo de 1899]
Venezolanos:
La mayoría numérica del Congreso Nacional, rompiendo sus credencia-
les y olvidándose de sus sagrados deberes para con sus comitentes y para
con la patria, ha cometido el gran atentado de romper e infringir la actual
Constitución de la República, en su desgraciado Acuerdo sancionado el 22 de
abril, sobre cuyas bases reposaba el actual orden de cosas, y del cual debiera
ser su más celoso y fiel custodio.
Ha cometido, pues, el delito de prevaricato, previsto en nuestras leyes, y el de
lesa patria; y ha decretado la dictadura que ya se venía vislumbrando desde que
tuvo la desgracia de sucumbir el impetuoso general José Manuel Hernández,
víctima de su arrojo.
Y el ciudadano Presidente de la República, general Ignacio Andrade, al sellar
con el sello nacional tan monstruoso Decreto y autorizarlo con su firma, ha
pisoteado también la Constitución que había jurado sostener, cumplir y hacer
cumplir, haciéndose perjuro y responsable de la dictadura que acepta con todo
su cortejo de desgracias.
Porque, en efecto, ante la situación que se ha creado, en que hay que volcarlo
y revolverlo todo, ¿qué queda del mecanismo de la República?, ¿qué de su
estructura, según la Constitución vigente? Nada; el nombre de una Constitución
más que pasó al archivo de nuestra desgraciada historia: un nuevo sonrojo
para los venezolanos; y un Dictador más.
Afortunadamente, para honra, gloria y prez del pueblo venezolano, 25 Repre-
sentantes que por su valimiento no sólo equilibran a los traidores sino que los
superan, cumplieron con su deber salvando su voto; lo que es prueba tangible
y alentadora de que en ésta como en otras ocasiones de igual naturaleza, se
salvará el país.
Fondo
Editorial
del Caribe 207
¡Loor, pues, a esos campeones de la libertad y del derecho, veteranos del
verdadero liberalismo venezolano!
No podía ser de otra manera: los verdaderos liberales no podían aceptar, para
el partido de las grandes ejecutorias en Venezuela, esa inmensa responsabilidad.
Y si el general Andrade, por circunstancias especiales, a pesar de su origen,
había asumido la Dirección de dicho partido, hoy, por este hecho, ha perdido
su absoluta confianza.
Tomar como medio de consumar la dictadura la popular idea de la autonomía
de los Estados de la Federación, es inaudito, es un sarcasmo irritante.
Porque, está bueno que se consume la autonomía de los antiguos Estados, por
ser una necesidad, y porque así lo deseamos la generalidad de los venezolanos;
pero que el proceso se llene de una manera legal, sin arrebatos ni intemperancias,
y sobre todo sin pisotear la Constitución y las leyes vigentes.
Las consecuencias desastrosas de esa dictadura ya se dejan entrever con el
proyecto del monopolio de una de nuestras principales industrias, como es la
del tabaco, y por ende el establecimiento del papel moneda.
¡Ah! ¡Hemos retrocedido 70 años!
Venezolanos:
Dado el terrible golpe y consumado el gran crimen, no queda más dilema
que éste: o esclavos impasibles, renegando de nuestro glorioso pasado y de
nuestros derechos, u hombres libres y dignos aun cuando para ello sea preciso
grandes sacrificios.
Por lo que a mí toca, después de haber cumplido con el deber de concurrir a
la capital de la República, al simple llamado del ciudadano Presidente, ex-
poniéndole con sinceridad y con franqueza mis opiniones en el sentido de la
salvación del país, haciendo un buen Gobierno que devolviera la confianza al
pueblo, satisfaciendo sus legítimas aspiraciones, como que lo que principal-
mente se necesitaba era de buena administración, y de ofrecerle con la lealtad
de un hombre honrado mi humilde cooperación; dados mis antecedentes, ante
el atentado que hoy se consuma, mi camino y mi actitud no pueden ser otros
que los que el patriotismo, el honor y el deber me demarcan.
Sí, el cumplimiento de mis sagrados deberes, cualesquiera que sean las cir-
cunstancias...
En el estado de quebranto en que está el país y ante los desastres de una nueva
guerra, mi opinión habría sido, como ha venido siendo hasta hoy, de conservar
la paz a todo trance, partiendo siempre del principio de que «es preferible un
mal gobierno a la mejor de las revoluciones», y también con la esperanza de
 Cipriano Castro
208 Restaurador de Venezuela
mejorar al verificarse la transición del período; pero cuando con este golpe
muere en absoluto toda esperanza y no queda sino ignominia, no sólo para
los que explícitamente lo apoyen, sino hasta para los que guarden un silencio
culpable, no puede haber vacilación de mi parte: mi puesto está señalado de
antemano.
Compatriotas:
¡No más farsas, no más tiranías, no más opresión!
Empuñad las armas con el único y exclusivo fin de reivindicar vuestros derechos
conculcados y de salvar la honra de la Nación venezolana, que es vuestra propia
honra; pero juremos ante el sagrado altar de la Patria, a la vez que olvidar
nuestros justos resentimientos, no deponer las armas hasta no ver coronadas
nuestras legítimas aspiraciones.
Así, pues, nuestro único móvil debe ser: el cumplimiento del deber; nuestro
único lema: la justicia; y nuestra única enseña: la libertad.
Soldados:
Vosotros me conocéis bastante, y sabéis que siempre vencedor, jamás vencido, al
cumplimiento de mis sagrados deberes de patriota y de liberal lo he sacrificado
todo: sabéis que soy incapaz de una cobardía y de una infamia.
El árbol de la libertad exige vuestro contingente de sangre una vez más: volad
a ofrendarlo con ese valor legendario que os es peculiar.
Vuestra consigna es: vencer o morir.
Cuartel general, en Independencia, a 24 de mayo de 1899.
- 1899
Discurso al instalar su Gobierno en Caracas
[24 de octubre de 1899]
Cipriano Castro
General en Jefe de los Ejércitos de la República, Jefe Supremo de la Revolución
Liberal Restauradora y en ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional.
A los venezolanos:
Hace hoy cinco meses que nuestras armas, victoriosas en La Popa y Tononó,
dejaban presentir que el Ejército del Táchira marcharía de triunfo en triunfo
a la Capital de la República: hemos vencido, hemos dado amplia reparación
a la majestad de las instituciones y a la honra nacional, sellando el proceso
harto vergonzoso de nuestras guerras civiles.
Podemos decir que la campaña armada está terminada ya, pues se ha inau-
Fondo
Editorial
del Caribe 209
gurado un Gobierno que es el renacimiento de la República y cuyo programa
puede sintetizarse así:
Nuevos hombres. Nuevos ideales. Nuevos procedimientos.
Comienza la labor administrativa, quizá más cruda que la labor guerrera,
para la cual reclamo el contingente de todos los hombres de buena voluntad.
Hacer efectivo y práctico el programa de esta Revolución y demostrar ante
propios y extraños que los sacrificios heroicos consumados hasta hoy no han
sido estériles, será, sin dudas ni vacilaciones, el lema de mi Gobierno. De este
camino no podrá apartarme nada ni nadie; y si por desgracia para la patria
quisiera el destino que, a pesar de mi mejor disposición para hacer la felicidad
de todos los venezolanos, injustificadas y nuevas conmociones viniesen a en-
torpecer la marcha serena de la Administración, os declaro, con la sinceridad
que me es ingénita, que sucumbiré en la lucha sin desviarme una línea del
camino del honor y del deber.
¡Soldados del Ejército Liberal Restaurador!
Esta es vuestra obra: debéis estar orgullosos de ella y prontos a cuidarla para
que os hagáis dignos del alto renombre que habéis conquistado en la Historia.
Caracas, 24 de octubre de 1899
Cipriano Castro
- 1908
Discurso del general Cipriano Castro al marcharse a Europa
[23 de noviembre de 1908]
Venezolanos:
Circunstancias especiales me obligan hoy, por breves días, a partir para
Europa.
El país está encauzado ya por la senda de su verdadera prosperidad y engran-
decimiento, por el cumplimiento de sus compromisos, por el estado equilibrado
de sus rentas, y por la paz sólida de que disfruta la nación, la cual toca a
vosotros conservarla para que la obra pueda perdurar.
Constitucionalmente queda encargado de la Presidencia de la República el
Primer Vicepresidente, General Juan Vicente Gómez. Rodeadlo y prestadle
vuestra cooperación en el desempeño de su alta misión, como si fuera a
mí mismo, y habréis cumplido vuestro deber.
Caracas, 23 de noviembre de 1908.
Cipriano Castro
Referencias documentales
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Conversaciones personales
General Marcos Pérez Jiménez.
General Eleazar López Contreras.
General Antonio Chalbaud Cardona.
Dr. Arturo Uslar Pietri.
Don Ramón Díaz Sánchez.
Índice
Por qué el Restaurador de Venezuela..................................................................... 11
Primera Parte
La Tercera República Federal
-Antecedentes......................................................................................................... 17
Capítulo I
-La República Amarilla Guzmancista.................................................................... 23
- Proyectos políticos y constituciones Guzmancistas............................................ 29
- La organización constitucional del Estado en la República Amarilla................. 30
- Aspectos fundamentales de las Reformas Constitucionales durante la República
Amarilla................................................................................................................. 30
-Tiempos de guerra y de poder del Guzmanato Amarillo...................................... 33
-La causa de abril................................................................................................... 34
- Los gobiernos y la política liberal guzmancista.................................................. 34
- Los liberales de Antonio. El gobierno del compadre Alcántara.......................... 38
- Joaquín Crespo, el segundo liberal de Antonio................................................... 43
- La vuelta del autócrata......................................................................................... 46
- Gobiernos de los letrados.................................................................................... 48
- La crisis política entre los letrados liberales........................................................ 50
Capítulo II
-El triunfo del legalismo........................................................................................ 53
- El gobierno legalista............................................................................................ 58
- El regreso del nacionalista y la decadencia del liberalismo amarillo.................. 64
-La bala de la historia............................................................................................. 67
- El último muerto del siglo y la Batalla de El Carmelero..................................... 69
- Caída del gobierno de Ignacio Andrade.............................................................. 70
Segunda Parte
Capítulo III
-Venezuela 1900..................................................................................................... 75
- Realidad política de la Venezuela miserable durante la Revolución Liberal Res-
tauradora................................................................................................................ 78
- El Gran Estado Los Andes: Características socio-económicas, políticas y cultura-
les........................................................................................................................... 82
- El Cabito: Genio y figura..................................................................................... 86
- Cipriano Castro en la vida pública...................................................................... 91
- El guerrero andino: La invasión de los 60........................................................... 96
- El teatro de operaciones....................................................................................... 98
- Gobierno de Cipriano Castro: Exportación e importación por países................. 99 - 1906.................................................................................................................. 203
- La campaña Restauradora.................................................................................. 102 - 1908.................................................................................................................. 204
- Organización del ejército en campaña............................................................... 104 - 1899.................................................................................................................. 206
- Instalación del gobierno Liberal Restaurador.................................................... 110 - 1899.................................................................................................................. 208
Capítulo IV - 1908.................................................................................................................. 209
- Castro jefe único y tirano absolutista................................................................ 119 Referencias documentales.................................................................................... 211
- Estalló la Revolución Libertadora..................................................................... 125
- Alocución del general Manuel Antonio Matos al Ejército Libertador el 22 de mayo
de 1902................................................................................................................. 128
- Nuevos hombres, nuevos ideales y nuevos procedimien-tos. Filosofía del nuevo
gobierno presidido por el general Cipriano Castro.............................................. 130
- Inicio del conflicto............................................................................................. 130
- Castro en la defensiva estratégica batalla de La Victoria.................................. 135
- La historia y la traición...................................................................................... 141
- La planta insolente del extranjero...................................................................... 151
- La aclamación.................................................................................................... 158
- La hora de la rehabilitación o cómo llega Juan Vicente Gómez al poder.......... 163
- Castro El paria................................................................................................... 165
- Prolegómenos del fin......................................................................................... 176
Apéndice
- Generales ex-presidentes de Venezuela e integrantes del Partido Liberal Amarillo
histórico actuantes en la vida política venezolana entre 1870-1935.................... 183
- Ex-presidentes posteriores al triunfo de la Federación...................................... 183
- Generales participantes activamente en la política de la República Liberal Amarilla
1870-1908, ejerciendo cargos de Presidentes encargados de la república, Ministro
de Guerra y Marina, Presidentes de estados y Comandantes de Guarnición....... 183
- Batallas de La Victoria, Carúpano, Ciudad Bolívar, durante la Revolución Liber-
tadora.................................................................................................................... 184
- Lista de los jefes oficiales que figuran en el cuadro del Estado Mayor de la Revo-
lución Restauradora............................................................................................. 186
- Jornadas de la Revolución Liberal Restauradora.............................................. 186
-Ejército Liberal Restaurador: Personal del Comando en Jefe............................ 188
- Servicios anexos al Comando............................................................................ 189
- Guardia de Honor.............................................................................................. 189
- Escuadrón de Caballería.................................................................................... 190
- Batallón Junín.................................................................................................... 192
- Batallón “Tovar”................................................................................................ 192
-Alocuciones de fin de año del general Cipriano Castro 1901-1907................... 194
- 1901.................................................................................................................. 194
- 1902.................................................................................................................. 196
- 1904.................................................................................................................. 197
- 1905.................................................................................................................. 201
 Cipriano
Castro Restaurador de
Venezuela, de José Eduardo Guzmán Pérez,
se terminó de imprimir en el mes de octubre de 2008, en
los talleres litográficos de Impresos Omar, Caracas, D. C. En su
composición se utilizaron los tipos digitales Times New Roman de 9,
10, 11, 12 puntos. El texto fue impreso en pliegos Tamcremy de 55 grs. y
para las tapas se utilizó sulfato sólido 0,14. La edición consta de 1.000 ejempla-
res.

Ars longa, vita brevis

Nunc et semper