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RESUMEN DE CONTENIDOS: Fin del parlamentarismo – I gobierno de Carlos Ibáñez del Campo

A partir de la celebración del Centenario en 1910, surgió con fuerza dentro de la opinión pública, la crítica al sistema político
parlamentario, por su falta de acción ante la denominada "cuestión social". La sociedad chilena estaba cambiando y se mostraba
disconforme. Este malestar se materializó el 4 de septiembre de 1924 (ruido de sables), cuando un movimiento militar tomó el poder y
obligó al Congreso a aprobar, sin mayor debate, las leyes de reformas sociales que estaban pendientes desde hacía años en el
parlamento. Unos meses después, en marzo de 1925, el Presidente Arturo Alessandri Palma reasumió el poder y dio término al régimen
parlamentario a través de la promulgación de una nueva Constitución en la que se restablecía el sistema de gobierno presidencial.

Renuncia de Alessandri, y la Junta Militar de Gobierno

Los sueldos de los oficiales del Ejército estaban estancados desde 1912. Los militares estaban solicitando mejoras salariales. A eso se
suma que en 1924 la situación financiera del Estado era delicada y muchos empleados públicos, entre ellos, los militares, no habían
recibido sus sueldos por varios meses.

En ese contexto, ocurrió un hecho que tuvo enormes repercusiones. En agosto de 1924, el Parlamento aprobó la idea de discutir la dieta
parlamentaria, es decir, la forma en que se reajustarían (subirían por supuesto, ha visto a los parlamentarios bajarse el sueldo?) los
sueldos de los representantes de ambas cámaras del Congreso. Esta situación colmó la paciencia de los militares, quienes, liderados por
Carlos Ibáñez del Campo y Marmaduke Grove, en una acción sin precedentes (nunca había sucedido), se presentaron el 3 de septiembre
ante el plenario del Congreso e hicieron sonar sus sables de batalla, golpeándolos contra el piso. El mensaje era claro: repudio de la
oficialidad al comportamiento del Parlamento.

Como consecuencia de esta acción, Arturo Alessandri convocó a algunos militares que actuaron como voceros del movimiento, a una
reunión el 4 de septiembre. Luego de esto, el movimiento publicó el 5 de septiembre un Manifiesto en el que proponían que se
aprobaran reformas consideradas necesarias y urgentes, tanto sociales como el Código del trabajo y políticas como reformas
constitucionales y otras propiamente gremiales como lo son mejora de sueldos, necesidad de que el ministro de guerra siempre fuera
un militar. En tiempo record, el Parlamento aprobó el 8 de septiembre de ese año, 16 proyectos de ley, muchos de los cuales llevaban
años sin ser resueltos.

Arturo Alessandri, por su parte, formó un nuevo gabinete, en el que nombró como ministros de Estado a oficiales superiores del Ejército:
Luis Altamirano, Juan Bennet y Francisco Neff. Sin embargo, estos, al poco tiempo de ser nombrados, se unieron y exigieron al
mandatario la renuncia, argumentando que la institucionalidad política estaba en crisis. Este renunció el día 8 y el 11 de septiembre
abandonaba el país. El golpe de Estado, sin embargo, no contó con el apoyo de los militares del movimiento del 3 de septiembre (Carlos
Ibáñez y Marmaduke Grove). Para ellos, el golpe del 8 era la reacción de la oligarquía que se veía amenazada por el gobierno de Alessandri.
Se organizaron entonces como Comité Militar y tomaron contacto directo con la sociedad civil, especialmente con el Comité Obrero
Nacional, que era la instancia máxima del mundo obrero tras la crisis de la FOCH a comienzos de la década de 1920, y llevaron a cabo
su propio golpe de Estado, el del 23 de enero de 1925, que destituyó a la junta de Altamirano, Bennet y Neff, y solicitaron el regreso del
derrocado presidente Alessandri, con la única condición de que el ministro de Guerra fuera un militar salido de sus filas . En marzo de
1925, este volvió en gloria y majestad y fue recibido por casi 300.000 personas en las calles de Santiago. En el momento en que asumió
la primera magistratura nacional, la Junta Provisional se auto disolvió.

La Constitución de 1925

La nueva Constitución de Chile promulgada al regreso de Alessandri se caracterizó por establecer las bases del presidencialismo en
nuestra nación (se acaba el sistema parlamentario). Las disposiciones incluidas en sus artículos eliminaron cualquier posibilidad de que
el Congreso interviniera en la conformación de los gabinetes (ministros) y, además, daban cuenta de un detallado procedimiento para
llevar a cabo las antes comunes acusaciones constitucionales, en las que por lo general los parlamentarios otorgaban un voto de censura
a los ministros interpelados implicando la consiguiente modificación ministerial.
Por otro lado, la duración del mandato del Presidente de la República fue ampliada a seis años, sin permitir la reelección inmediata;
además, la nueva Constitución dispuso que las elecciones presidenciales fueran realizadas de forma directa por los votantes.
El nuevo texto eliminó las atribuciones que permitían al poder Legislativo presionar al Ejecutivo e influir en sus decisiones.

Es preciso señalar que la una de las características más importantes de esta carta fundamental es la separación definitiva de la Iglesia y
el Estado, lo que en la práctica implicaba que el catolicismo dejaba de ser la religión oficial de Chile. Esta transformación fue negociada
personalmente frente al Vaticano por el presidente Alessandri durante su estadía en Italia. De esta forma se puede señalar que la antigua
aspiración liberal de establecer constitucionalmente la plena libertad de conciencia fue finalmente alcanzada.
El Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo

Si bien fue proclamado formalmente como Presidente de la República, Ibáñez gobernó como un verdadero dictador. Su programa de
gobierno requería de una mano fuerte, con la que pretendía construir lo que llamaba el “Chile nuevo”. Su programa de gobierno se
fundaba en la necesidad de importantes reformas que permitieran la modernización del país, a las que se iban a oponer la clase política
tradicional y la oligarquía.
Este carácter conflictivo del programa, preestableció el legado doble de su gobierno: modernización del Estado y de la sociedad, pero
con represión política. Es decir, se asumía la tarea de transformar al país en una nación moderna, pero sin pluralismo ni tolerancia a
las críticas o disidencias (disconformidades). La voluntad de cambio justificaba toda medida de fuerza.
El Gobierno se aprovechó además, de una institución de reciente creación: Carabineros de Chile (1927, cuando el presidente Ibáñez
era ministro de Figueroa). Aunque destinada originalmente a otro fin, el de la represión de los delitos comunes, esta institución fue
reorientada a la prevención y represión política, labor en la que más tarde, sería apoyada por la Dirección de Investigaciones (fundada
en 1929).
Para que aprecies la intensidad de la represión vivida en estos años, observa los aspectos que abarcó:
Censura previa a las proyecciones cinematográficas, que ya se realizaban en Chile en esos años aunque en la forma de cine mudo. El
Consejo de Censura Cinematográfica, creado por Alessandri en 1925, se orientó a vigilar proyecciones sospechosas, “que puedan
despertar ideas de subversión del orden público”.
Intervención de teléfonos, especialmente en las comunicaciones con el extranjero. Dado que en aquella época los teléfonos eran un
bien escaso, la intervención telefónica estaba específicamente orientada hacia los sectores altos de la sociedad.
Persecución política: que se realizó en forma transversal, en contra de todos los partidos políticos. Se debe aclarar que no se perseguía
a los partidos en sí, sino a aquellos dirigentes y militantes que se manifestaban expresamente en contra del Gobierno.
El gobierno de Ibáñez coincidió con la realización de importantes obras en el ámbito de los servicios públicos.
· Surgieron numerosas instituciones públicas y privadas. Entre estas, se cuentan la Dirección General de Educación, la
Contraloría General de la República, la Fuerza Aérea de Chile, la Tesorería General de la República, la Superintendencia de
Salitres y Yodo, la Dirección de Aprovisionamiento del Estado (DAE).
· Desde el punto de vista económico y social, se realizaron grandes inversiones públicas: casi 760 millones de pesos de la época
se destinaron a la construcción de puentes, carreteras, pavimentación de calles urbanas, creación de hospitales, etc., lo que
dio trabajo a miles de personas.
· Comenzaron a aparecer los grandes edificios (denominados rascacielos), aumentaron las comunicaciones telefónicas, se
comenzó a desarrollar el tendido eléctrico (que provocó un gran impacto en la sociabilidad nocturna); se pavimentaron
caminos para permitir la circulación de los primeros automóviles, camiones de carga y buses de pasajeros. Tanto las
radioemisoras como los noticieros filmados comenzaron a informar acerca de acontecimientos relevantes que ocurrían en
Estados Unidos y Europa, aunque con retraso de varios días.

La Crisis del 29 y su impacto en Chile

En la segunda mitad de la década de 1920, Chile vivió una sensación de prosperidad económica, estimulada por una fuerte expansión
del gasto público del gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y destinada a modernizar la infraestructura productiva del país. Sin
embargo, este auge tuvo su origen en un alto endeudamiento externo, producto de los créditos en dólares que fluían desde Nueva
York, que se imponía como la nueva capital financiera del mundo.
Esta aparente prosperidad con endeudamiento, llegó a su fin con la crisis económica internacional, que comenzó en octubre de 1929
con el derrumbe de la Bolsa de Nueva York. A comienzos de 1930, las consecuencias del hundimiento de la bolsa de valores
estadounidense fueron vistas como algo temporal; sin embargo, a mediados de 1932, ya nadie tuvo duda que se estaba en presencia
de la mayor crisis económica de la historia, siendo bautizada como la Gran Depresión.
El impacto de la crisis mundial en el país se dejó sentir con fuerza entre 1930 y 1932, estimándose por un informe de la Liga de las
Naciones (World Economic Survey) que nuestra nación fue la más devastada por la Gran Depresión. Las exportaciones de salitre y
cobre se derrumbaron, provocando graves consecuencias sobre la economía interna, al caer los ingresos fiscales y disminuir las
reservas. A mediados de 1931, la situación económica del país pareció tocar fondo, obligando a la suspensión del pago de su deuda
externa por primera vez en la historia: un 16 de julio de 1931.
La crisis financiera aumentó las protestas en contra del gobierno de Ibáñez del Campo, quien se vio obligado a renunciar y partir al
exilio el 26 de julio de 1931. La caída de Ibáñez dio paso a una grave crisis política, sucediéndose en poco más de un año varios
regímenes de gobierno, entre ellos la mítica República Socialista, que sólo duro doce días. Finalmente, el retorno a la normalidad
política y la reactivación económica comenzó con la llegada al poder de Arturo Alessandri Palma, en octubre de 1932.

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