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TEMA 1.- LA OBLIGACIÓN EN GENERAL.

1. INTRODUCCIÓN.

1.1.- La relación obligatoria.

La parte del Derecho Civil dedicada al estudio de las relaciones jurídicas que sirven de soporte al
intercambio de bienes y servicios entre las personas se ha denominado, “Derecho de
obligaciones“.

Sin embargo, la dinámica social no puede estar compuesta sólo de personas obligadas,
aisladamente consideradas, sino que al mismo tiempo tales personas quedan obligadas frente a
alguien o frente a algo. Es obvio que la idea de obligación requiere ya ab initio considerar la
existencia de sujetos que ocupan posiciones contrapuestas.

Cuando existe una situación jurídica o una norma jurídica propiamente dicha que impone a alguien
una obligación al mismo tiempo que faculta a otro para exigirla o reclamarla, resulta más correcto
hablar de relación obligatoria que simple y llanamente de obligación.

La obligación ofrece una visión parcial y unilateral del vínculo existente entre dos personas que
ocupan posiciones contrapuestas; mientras que la idea de relación obligatoria está por principio
referida, conjuntamente, a la doble posición de las personas vinculadas por dicha relación.

La existencia de cualquier contrato supone un entrecruzamiento de derechos y obligaciones entre


las partes contratantes.

En definitiva, con la expresión “obligación” no se quiere designar sólo la posición subordinada del
obligado, sino la situación jurídica de conjunto.

1.2.- El Derecho de obligaciones.

El “Derecho de obligaciones” comprende la temática propia de las obligaciones en general, la


teoría general del contrato, la regulación de las distintas figuras contractuales, el estudio de los
cuasicontratos y la consideración de la responsabilidad civil.

Dicha temática se encuentra regulada en el Código Civil en el Libro IV, cuya rúbrica es
precisamente “De las obligaciones y contratos “.

2. LA NOCIÓN TÉCNICA DE OBLIGACIÓN.

El término obligación sigue gozando de una amplia multivocidad, pues es utilizado con muy
diferente significado tanto por los textos legales cuanto, en general, en el lenguaje jurídico, para
describir las variopintas situaciones en que una persona puede ser constreñida por el
Ordenamiento jurídico a desarrollar una conducta determinada.

2.1.- El deber jurídico en general y la obligación.

Los mandatos normativos en virtud de los cuales una persona resulta obligada a desarrollar una
conducta determinada pueden ser de muy distinta índole. Ejemplos:

1. “nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias“.


2. los padres tienen la obligación de “velar por los hijos…“.
3. “el contrato existe desde que una o varias personas, consienten en obligarse… a dar
alguna cosa o prestar algún servicio“.
4. “el que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está
obligado a reparar el daño causado“.

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La diferencia entre los dos primeros y los dos segundos es que en los dos últimos la obligación
consistente en dar alguna cosa, prestar un servicio o reparar el daño causado es directa o
indirectamente traducible a un valor económico o patrimonial de carácter objetivo.

La tradición jurídica del Derecho privado ha reservado la calificación de “obligación” a aquellas


situaciones de subordinación en las que la conducta del obligado es susceptible de una valoración
patrimonial concreta, mientras que en caso contrario prefiere hablar de “deber” o del “deber
jurídico” en general. Aceptando tales premisas, la obligación aparece configurada como una
particular subespecie del deber jurídico, caracterizada por la posible valoración patrimonial de la
conducta del obligado. En términos sintéticos, cabría hablar entonces de un “deber jurídico
patrimonializado”.

2.2.- La patrimonialidad de la obligación.

Los deberes jurídicos serían aquellas conductas exigidas a una persona por el Ordenamiento
jurídico, con carácter general, en cuanto la misma se encuentre en una determinada situación
contemplada por el Derecho, que no son susceptibles de directa valoración patrimonial. Ejemplo:
basta ser español para tener “el deber” de conocer el castellano.

Por el contrario, la obligación en sentido propio o técnico como subespecie del deber jurídico
vendría caracterizada por la nota de la patrimonialidad de la prestación, esto es, de la conducta
debida por el obligado.

El Código Civil al identificar el “concepto legal” de obligación se limita a indicar que “toda
obligación consiste en dar, hacer o no hacer alguna cosa” , sin exigir que tales prestaciones estén
impregnadas de la característica de la patrimonialidad.

El fundamento de la patrimonialidad de la prestación ha de encontrarse en una serie de principios


inspiradores del conjunto normativo regulador de la relación obligatoria que, pese a no
encontrarse formulados explícitamente, constituyen el nervio medular del sistema.

3. LA ESTRUCTURA GENERAL DE LA RELACIÓN OBLIGATORIA: NOCIONES


INSTRUMENTALES.

3.1.- Los sujetos de la obligación.

La relación obligatoria vincula, al menos, a dos personas. La razón es clara en términos jurídicos
nadie puede estar obligado consigo mismo, sino siempre con respecto a otra persona.

Conforme a ello, la relación obligatoria requiere estructuralmente de la existencia contrapuesta de


sujetos o personas que ocupan posiciones distintas en dicha relación:

1. El sujeto activo: es la persona/s legitimada o que tiene derecho a exigir una conducta
determinada a la otra. Desempeña el papel activo de la obligación. Legalmente se
denomina ACREEDOR.
2. El sujeto pasivo: es la persona/s vinculada por la relación obligatoria, que debe observar
la conducta pasiva de la obligación. Legalmente se le denomina DEUDOR.

3.2.- La prestación.

La conducta a desplegar por el deudor puede ser muy distinta naturaleza, dependiendo del origen
y del tipo de obligación de que se trate.

La conducta debida por el obligado se denomina “prestación”. Por consiguiente la prestación


constituye el elemento objetivo de la relación obligatoria y, puede consistir en “dar, hacer o no
hacer alguna cosa”.

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3.3.- El derecho de crédito: diferenciación de los derechos reales.

El poder o facultad para reclamar la prestación que se reconoce al acreedor se denomina derecho
de crédito. Esta denominación tiene por objeto fundamental marcar las diferencias entre los
derechos reales y los derechos de crédito, pues la posición del titular es notoriamente diversa en
unos y otros:

 El derecho real otorga a su titular señorío (total o parcial) o una facultad concreta sobre las
cosas en sí mismas consideradas y con independencia de quién sea su titular o poseedor
actual. El titular real puede dirigirse directamente contra las cosas afectadas por el derecho
real.

 Los derechos reales deben ser respetados por todos los sujetos de una colectividad dada
(son derechos absolutos con eficacia erga omnes, frente a los de crédito que sólo pueden
hacerse valer frente al obligado, por lo que se califican como derechos relativos).

 Los derechos reales, al menos la propiedad, los derechos reales de goce y los de adquisición
permanente, son tendencialmente derechos permanentes. Los de crédito atienden
fundamentalmente al intercambio de bienes y servicios, son estructuralmente derechos
transitorios con vocación de autoextinción, en cuanto el deudor lleve a cabo la ejecución de
la prestación.

 La tendencial permanencia de los derechos reales, sobre todo cuando éstos recaen sobre
bienes inmuebles, conlleva que el Ordenamiento jurídico requiera mayores requisitos de
forma para los actos constitutivos, modificativos y extintivos de los derechos reales.

 La general posibilidad o susceptibilidad de posesión de los derechos reales conlleva la


posibilidad de usucapión o prescripción adquisitiva (en los derechos crédito esta posibilidad
está excluida).

5. LAS OBLIGACIONES NATURALES.

5.1.- Planteamiento: la obligación natural en Derecho Romano.

Tradicionalmente se ha presentado una contraposición entre las obligaciones civiles y las


obligaciones naturales.

Las obligaciones civiles serían las obligaciones dotadas de la posibilidad de reclamación y, en su


caso, de ejecución judicial. Las obligaciones naturales serían aquellas que no conceden acción
alguna a su titular para reclamarlas, ni exigir su cumplimiento, aunque constituirían causa
suficiente para retener el pago (“soluti retentio)” si hubiere lugar.

5.2.- La discusión doctrinal en España.

Nuestro Código Civil no recoge este “nomen iuris”, ni parece aceptar la categoría de la obligación
natural. Algunos autores se pronuncian abiertamente en contra de la existencia de la categoría;
otros autores, admitiendo su falta de reconocimiento, admiten la noción de obligación natural en
algunos supuestos, algunos de ellos muy discutibles y discutidos, son:
- Art.1.756 CC: Sobre el pago de intereses no convenidos al prestatario.
- Art.1.798 CC: Sobre pago de deudas procedentes o derivadas de juegos ilícitos.
- Art.1.935 CC: Sobre pago de deuda ya prescrita.
- Art.1.894 CC: Sobre prestación de alimentos por oficio de piedad.
- Art.1.901 CC: Sobre exclusión de carácter indebido del pago por “causa justa”.

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Hay que poner de manifiesto que el oscuro deslinde de una noción tan escurridiza como la de la
obligación natural, y sobre todo, la circunstancia de que el TS haya recurrido a ella para justificar
deberes morales o de conciencia trae consigo que muchos autores consideren que la vieja noción
de obligación natural, revisada es útil para justificar determinadas atribuciones patrimoniales.

5.3.- La obligación natural como deber moral.

La obligación natural debería configurarse como una justa causa de una atribución patrimonial
concreta que encontraría su fundamento en la existencia de un deber moral cualificado o un deber
moral elevado a rango de obligación imperfecta.

En Derecho Histórico la obligación natural era considerada como una “obligación civil en estado
degenerado o abortado” y ahora es “un deber moral o de conciencia” que pese a no ser exigible
jurídicamente, desempeña la función de justificar la irrepetibilidad 1 del pago y la posibilidad de
fundamentar promesas o declaraciones de voluntad unilateralmente por quien se autoconsidera
obligado a pago.

5.4.- La jurisprudencia del T.S.

La STS de 5 de mayo de 1958, citada en apoyo de la obligación natural es clarificadora para el


caso, donde, una mujer heredera única debe realizar unos pagos de unas cantidades periódicas a
otros parientes por orden de la causante, deja de realizar tales pagos y los parientes la demandan
y recurren en casación, el TS casa la sentencia, por considerar obligación estrictamente moral... lo
que la convierte en una declaración unilateral constituida como promesa posteriormente aceptada.

En resumen, la jurisprudencia del TS parece aceptar la configuración postcodificada de la


obligación natural, propugnando que cuando existan deberes morales o compromisos de
conciencia social cuyo alcance patrimonial haya sido transmitido o notificado a los beneficiarios,
éstos podrán oponer la irrepetibilidad de los pagos, en su caso realizados y reclamar el
cumplimiento de las promesas unilateralmente emitidas por la persona afectada por aquellos
deberes.

5.5.- La Compilación de Navarra.

En contra de lo que ocurre en el Código Civil, la Compilación Navarra regula expresamente las
obligaciones naturales en la ley 510.1: “No será repetible el pago cuando se haya hecho en
cumplimiento de un deber moral, o impuesto por el uso, aunque, no sea jurídicamente exigible”.
Como se ve, en semejante norma, se acepta la formulación poscodificada de la obligación natural,
lo que cuadra mal con la pretensión de adecuar la regulación de la figura a las fuentes históricas,
sean las justinianeas u otras.

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Irrepetibilidad: imposibilidad de reclamar la devolución de algo. Repetir es solicitar o reclamar la devolución de algo.
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TEMA 2.- LAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES

1. INTRODUCCIÓN: EL PRETENDIDO VALOR PROPEDÉUTICO DE LA EXPRESIÓN.

Hablar de “Fuentes de las obligaciones” tiene un sentido puramente instrumental y descriptivo de


cuáles son las circunstancias, los hechos o los actos que sirven de fundamento genético de las
obligaciones en sentido técnico. La expresión “Fuentes de las obligaciones” no deja de ser un giro
verbal que desempeña un papel sistematizador del origen de las diferentes obligaciones.

La respuesta concreta a la pregunta correspondiente ¿de dónde nacen las obligaciones?, la


proporciona directamente el art. 1.089 del CC.

2. EL ARTÍCULO 1089 DEL CÓDIGO CIVIL.

El art. 1089 del CC, expresa que “las obligaciones nacen de la ley, de los contratos y
cuasicontratos, y de los actos y omisiones ilícitos o en que intervenga cualquier género de culpa o
negligencia”.

Así la génesis de las obligaciones en sentido técnico puede deberse a cuatro elementos, a saber, la
Ley, los contratos, los cuasicontratos y los actos o hechos generadores de responsabilidad civil.

Los expresados cuatro elementos no excluyen la existencia de otros hechos, actos o circunstancias
originadores de obligaciones, entre ellos la propia voluntad unilateral de cualquier sujeto de
derecho.

Cabe defender que los actos ilícitos generadores de responsabilidad extracontractual se


diversifican en actos ilícitos civiles y en actos ilícitos penales.

2.1.- El carácter enunciativo del precepto.

Para el sentir mayoritario, el art. 1.089 no establece un catálogo exhaustivo de hechos o actos
originadores de obligaciones sino que trata de ofrecer una sistematización de la materia.

Frente a dicha tesis, algún autor alega que el tenor literal y el espíritu del precepto suponen un
catálogo exhaustivo de las fuentes originadoras de las obligaciones.

2.2.- La insuficiencia descriptiva del artículo 1.089.

El art. 1.089 ha recibido toda suerte de críticas doctrinales por razones que ponen de manifiesto
su parcialidad o insuficiencia:

A) La falta de toda referencia al testamento, acto “mortis causa” por excelencia, no excluye su
eficacia obligatoria. El testamento no es un contrato, ni un cuasicontrato, ni un acto ilícito.
Entonces, las obligaciones nacidas ex testamento, por exclusión, ¿habrían de configurarse como
obligaciones legales? Evidentemente la respuesta es negativa se impone.

B) El olvido de la obligación de restitución o reparación consiguiente a la aplicación del


enriquecimiento injusto, tampoco significa que éste deje de generar obligaciones técnicamente
entendidas.

C) Con numerosos supuestos de responsabilidad civil en los que ésta nace de actos o hechos en
los que no interviene culpa o negligencia de ningún género. La obligación de reparar el mal
causado nace en ocasiones atendiendo simplemente al mal acaecido, de forma objetiva, aunque
no exista culpa o negligencia del sujeto agente.

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3. CONSIDERACIÓN DE LAS DISTINTAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES.

Puestas de manifiesto las carencias del precepto, consideremos ahora el alcance y significado
propios de las diversas fuentes de las obligaciones consideradas por el artículo 1.089.

3.1.- Las obligaciones ex lege.

Las obligaciones ex lege serían aquellas “derivadas de la ley”, en el sentido de que el nacimiento
de cualquier obligación encuentra su fuente directa e inmediata en la propia ley. ¿Debe entenderse
por ley, sólo la norma jurídica escrita, la disposición legislativa o, por el contrario, puede tratarse
de cualquier norma jurídica, de carácter consuetudinario o un principio general del Derecho?

La mayor parte de los autores actuales considera que la expresión “ley” debe ser interpretada en
un sentido amplio, es decir que trátese de ley en sentido propio, de costumbre o de principios
generales del Derecho, cualquier norma jurídica puede originar “obligaciones ex lege”. Por
consiguiente, en términos reales y prácticos, la derivación de las obligaciones ex lege no puede
restringirse a los casos de existencia de una norma legislativa precisa y concreta.

3.2.- Los contratos.

Los contratos asumen un papel estelar en la generación de obligaciones, ya que tanto su


celebración cuanto su ejecución tienen por finalidad fundamental crear un entramado de derechos
y de obligaciones entre las partes.

No cabe pensar en contrato alguno que no tenga por objeto generar obligaciones, sea para ambas
partes contratantes o para una sola de ellas.

El CC afirma que “las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre las partes
contratantes, y deben cumplirse al tenor de los mismos”.

3.3.- Los cuasicontratos.

“Son cuasicontratos los hechos lícitos y puramente voluntarios, de los que resulta obligado su
autor para con un tercero y a veces una obligación recíproca entre los interesados”. El CC
considera como tales, la gestión de asuntos o negocios ajenos y el cobro de lo indebido.

La gestión de negocios ajenos y el cobro de lo indebido en modo alguno puede elevarse a


categoría autónoma de fuente de las obligaciones.

3.4.- La responsabilidad civil.

Aunque el CC por una parte considere conjuntamente “los actos y omisiones ilícitos o en que
intervenga cualquier género de culpa o negligencia”, por otra, se refiere por separado a la
responsabilidad civil nacida del delito y a la responsabilidad civil propiamente dicha o
responsabilidad contractual:

 las obligaciones civiles que nazcan de los delitos se regirán por las disposiciones del CP.
 las que se deriven de actos u omisiones en las que intervenga culpa o negligencia no
penadas por la ley quedarán sometidas al Código Civil.

5. LA VOLUNTAD UNILATERAL COMO FUENTE DE LAS OBLIGACIONES.

5.1.- Planteamiento.

La matriz romanística de nuestro CC conlleva que en él no haya referencia alguna a la posibilidad


de considerar como fuente de las obligaciones a las declaraciones unilaterales de voluntad que, sin
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embargo, son frecuentes en la práctica cotidiana, por ejemplo, las numerosas promesas a través
de pasquines o mediante medios de comunicación (gratificación del Mº del Interior por
informaciones relativas a delincuentes peligrosos o de la solterona que ha perdido a su perrito).
¿Cabe defender que el declarante queda obligado o, por el contrario, se trata de actos que no
generan obligaciones, sino en todo caso deberes jurídicos en sentido amplio?.

La doctrina y jurisprudencia españolas se han esforzado en ofrecer una consideración del


problema que llegue al reconocimiento de que, al menos, las promesas públicas de recompensa
pueden ser consideradas como originadoras de obligaciones por evidentes razones de justicia
material, protección del tráfico y reforzamiento del principio de buena fe.

Dicha conclusión no puede significar en ningún caso que, con carácter general, sea admisible en
nuestro ordenamiento que la voluntad unilateral sea un vehículo propio de generación de
obligaciones, ni que no existan autores y sentencias que se pronuncian por la negativa incluso en
relación con las promesas públicas de recompensa.

5.2.- La promesa pública de recompensa.

La promesa pública de recompensa debe considerarse como fuente productora de obligaciones


para el declarante o promitente, exceptuando así la regla general de que en Derecho español la
voluntad unilateral no es fuente de las obligaciones.

¿Qué requisitos debe reunir la promesa pública de recompensa para generar realmente
obligaciones a cargo del promitente? Suele exigirse que la promesa haya sido objeto de pública
divulgación y que se encuentre dirigida a personas indeterminadas. Ambos requisitos parecen, en
efecto, venir exigidos por la propia naturaleza de la figura, pues de lo contrario estaríamos frente a
un precontrato o ante una oferta de contrato.

Más discutible resulta fijar el carácter revocable o irrevocable de la promesa pública de


recompensa, pero la revocabilidad debe admitirse siempre que alcance la misma publicidad o
divulgación que la propia promesa o se haya alcanzado ya el resultado o la actividad perseguida
por el promitente.

5.3.- Los concursos con premio.

Suele referirse la Doctrina a aquellas promesas de premio o recompensa que van unidas a la
participación de varias personas en la realización de cualquier actividad lícita (concurso de
televisión…).

La realización de una actividad o del resultado que, mediante la promesa del premio, impulsa el
promitente, no basta por sí misma, es necesaria la concurrencia o competencia entre varias
personas por conseguir que “su” actividad o “su” resultado sean considerados idóneos por el
prometiente o por el jurado.

Suele considerarse a tales concursos como una clase de promesa pública de recompensa. Sin
embargo, en numerosas ocasiones, la participación en tales concursos y la aceptación de las
propias bases de participación en los mismos suponen, en realidad, que los participantes prestan
su conformidad a un juego o apuesta, esto es, a uno de los modelos contractuales típicos, o bien a
cualquier otro esquema contractual atípico.

En definitiva, la calificación de los concursos con premio requiere atender de forma casuística a las
bases de la convocatoria o a las reglas del concurso.

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TEMA 3.- LOS SUJETOS DE LA OBLIGACION.

1. LOS SUJETOS DE LA OBLIGACIÓN: UNIDAD Y PLURALIDAD DE SUJETOS.

Toda obligación vincula al menos a dos personas que asumen posiciones contrapuestas:

》 Sujeto activo o acreedor: Puede exigir una conducta determinada de la otra. El derecho
que le asiste no es un derecho real, sino un derecho de crédito.
》 Sujeto pasivo o deudor: Debe cumplir cuanto se debe, observar la conducta prevista en la
obligación.

2. OBLIGACIONES MANCOMUNADAS Y OBLIGACIONES SOLIDARIAS.

A veces la posición del deudor o del acreedor la asumen varias personas, con una misma relación
obligatoria. Suele darse en la fianza o aval (garantías personales) y en la responsabilidad
extracontractual (pluralidad de responsables por ser agentes del daño o por la existencia de
seguro).

La obligación con pluralidad de sujetos puede organizarse (legal o convencionalmente) de manera


distinta:
 En el caso de pluralidad de acreedores: Cualquiera de ellos puede exigir el cumplimiento
íntegro de la obligación; o limitarse a reclamar la parte que le corresponda en el crédito.
 En el caso de pluralidad de deudores: Cada uno puede estar obligado a cumplir
íntegramente la obligación o bien sólo la parte que le corresponda.

3. LA OBLIGACIÓN MANCOMUNADA O DIVIDIDA.

3.1 .- Concepto y significado.

Hay obligación mancomunada cuando:

1º. Cada acreedor sólo puede exigir del deudor la parte que le corresponde en el crédito
(mancomunidad activa) y,

2º. Cada deudor sólo está obligado a cumplir la parte de deuda que le corresponde
(mancomunidad pasiva).

- Art. 1138 CC: “el crédito o la deuda se presumirán divididos en tantas partes iguales como
acreedores o deudores haya, reputándose créditos o deudas distintos unos de otros”.

La calificación legal de mancomunidad no significa obligación conjunta, sino la fragmentación y


diversificación de los créditos/deudas existentes dependientes del número de
acreedores/deudores.

Un crédito o deuda mancomunados no exige la actuación común de los interesados, sino que
legitima la actuación separada de cada uno para satisfacer sus créditos o ejecutar la prestación
debida, quedando liberados de la obligación.

3.2.- Obligación dividida, conjunta y parciaria.

La obligación mancomunada no requiere la actuación común de los interesados en su dinámica, al


revés, legitima la actuación separada de cada uno de los acreedores/deudores implicados en la
relación obligatoria. Cabe así hablar de obligación dividida.

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Las obligaciones en “mano común” implican que el deber de prestación ha de ser exigido por la
pluralidad de acreedores conjuntamente o cumplido por la pluralidad de deudores de modo
conjunto. Así es cuando se otorga un poder a varias personas de forma mancomunada o la
disposición del fondo de una cuenta requiere la firma mancomunada de varios. Sería obligación in
solidum o conjunta. Autores como Díez Picazo quieren llamar a éstas obligaciones “parciarias”.
Nosotros, en cualquier caso, las llamaremos obligaciones mancomunadas.

3.3.- La división en partes iguales como regla supletoria.

El CC establece que “ el crédito o la deuda se presumirán divididos en tantas partes iguales como
acreedores o deudores haya”. Es norma supletoria, pues la participación de cada uno dependerá
de la parte que le corresponda que no tiene que ser igual para todos.

La interpretación propuesta concuerda con la regla establecida en el CC para la comunidad de


bienes y cotitularidad de derechos, las cuotas de los partícipes “se presumirán iguales, mientras no
se pruebe lo contrario”.

Estamos ante una presunción “iuris tantum” ( se presumirán iguales) que admite prueba en
contrario.

4. LA PRESUNCIÓN LEGAL DE MANCOMUNIDAD Y LA REGLA PRÁCTICA.

“La concurrencia de dos o más acreedores, o de dos o más deudores en una sola obligación no
implica que cada uno de éstos deba prestar íntegramente las cosas objeto de la misma. Sólo
habrá lugar a eso cuando la obligación expresamente lo determine, constituyéndose con el
carácter de solidaria”.

La mayoría de la doctrina y la jurisprudencia están a favor de la presunción legal e interpretan


laxamente el adverbio “expresamente”, exigido para la solidaridad.

No obstante esta no es la regla práctica, pues en la mayoría de los negocios con pluralidad de
deudores es frecuente estipular expresamente la responsabilidad solidaria, la razón es que el
esquema mancomunado no es atractivo para el acreedor. Este es el criterio doctrinal y
jurisprudencial mayoritario.

En la legislación contemporánea, hay cierta predisposición a proteger los intereses del contratante
burlado, estableciéndose la responsabilidad solidaria de los suministradores de bienes y servicios
(ej.: las máquinas expendedoras -puede uno dirigirse contra el titular del local donde se
encuentran o contra el propietario de la máquina-).

5. LA OBLIGACIÓN SOLIDARIA.

5.1.- Introducción.

La solidaridad puede darse en la posición del acreedor o del deudor.

 Solidaridad Activa (o de acreedor): cualquiera de ellos podrá reclamar íntegra la


prestación objeto de la obligación.
 Solidaridad pasiva (o de deudor): todos y cada uno de ellos quedan obligados a cumplir
íntegramente la obligación cuando el acreedor o alguno de ellos le inste a ello.
 Solidaridad Mixta: cuando existan varios acreedores y varios deudores

El cumplimiento de la obligación solidaria extingue la obligación. Pero no agota las consecuencias


propias de la obligación solidaria, que debe completarse con el “reparto interno” o “arreglo de
cuentas” entre la pluralidad de sujetos. Hay que plantearlo distinguiendo los casos de solidaridad
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activa y pasiva. A veces es el propio acreedor quien impone el esquema de solidaridad para mayor
garantía de su crédito. En otros casos son las disposiciones legales las que imponen el esquema en
caso de pluralidad de deudores (el CC en la gestión de negocios ajenos). También la corriente
jurisprudencial, como hemos visto, minusvalora la mancomunidad.

5.2.- Solidaridad activa.

Art. 1143.2: “el que cobre la deuda responderá a los demás de la parte que les corresponde en la
obligación”. Realmente lo que le corresponde a los demás es una parte del crédito (cuota parte).

Los acreedores que no participen en el cobro pueden ejercitar su derecho de regreso contra el
accipiens desde el momento en que éste cobre y deben hacerlo cada uno en su propio nombre y
derecho y por la cuota parte que le corresponda. Por tanto, a partir del momento del cobro las
relaciones internas de los coacreedores se fundamentan en la mancomunidad y no en la
solidaridad.

El art. 1143.1. prevé “ la novación, compensación, confusión o remisión de la deuda, hechas por
cualquiera de los acreedores solidarios o con cualquiera de los deudores de la misma clase,
extinguen la obligación”; y el art. 1143.2: “el acreedor que haya ejecutado cualquiera de estos
actos (asi como el que cobre la deuda) responderá a los demás de la parte que les corresponde en
la obligación”.

O sea, la responsabilidad por reembolso del acreedor solidario se mantiene incluso en caso de que
la extinción sea por causa diferente del pago o cumplimiento.

6. SOLIDARIDAD PASIVA.

6.1.- Las relaciones externas entre acreedor y deudores solidarios.

En el caso de pluralidad de deudores, el cumplimiento íntegro de la obligación por cualquiera de


ellos implica la extinción de la obligación.

Art. 1145.1: “el pago hecho por uno de los deudores solidarios, extingue la obligación” .

Presupone el cumplimiento íntegro de la prestación debida y hasta entonces el acreedor podrá


ejercer el ius variandi para reclamar el pago a cualquiera de los deudores (derecho a dirigirse a
cualquiera). También el art. 1144: “ ...las reclamaciones entabladas contra uno no serán obstáculo
para las que posteriormente se dirijan contra los demás, mientras no resulte cobrada la deuda por
completo”.

Respecto a estos derechos del acreedor, hay que matizar algunos aspectos:

 art. 1140: “la solidaridad podrá existir aunque los acreedores y deudores no estén ligados
del propio modo y por unos mismos plazos y condiciones”. (A, B y C son deudores
solidarios. “A” lo es desde este mismo instante, y “B” y “C” dentro de un mes: lógicamente
el acreedor ahora mismo solamente podría ir contra “A”, y dentro de un mes, contra los
tres).
 si hay varias reclamaciones in itinere, judiciales o no, si una de ellas culmina felizmente
para el acreedor, todas las demás caerán por su propio peso. El acreedor no podrá aceptar
un nuevo pago, o incurriría en cobro indebido y subsiguiente responsabilidad.

La LEC plantea las hipótesis posibles en la ejecución en relación con los deudores solidarios,
distinguiendo los títulos de naturaleza judicial de los extrajudiciales.
o Naturaleza judicial: “las sentencias, laudos y otros títulos ejecutivos judiciales
obtenido sólo frente a uno o varios deudores solidarios no servirán de título
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ejecutivo frente a los deudores solidarios que no hubiesen sido parte en el
proceso”.
o Naturaleza extrajudicial: solo permiten ejercitar la acción ejecutiva contra el deudor
solidario que aparezca como tal en el correspondiente título, con la particularidad
que siendo varios, puede demandar a uno o a todos.

6.2.- La relación interna entre los codeudores solidarios: el reembolso.

La extinción de la obligación solidaria por pago -o cualquiera de sus causas de extinción- no


conlleva que internamente se dé por extinguida, ya que el solvens de la obligación solidaria tendrá
derecho a que los demás le abonen la parte correspondiente. Técnicamente se conoce como
“acción de regreso o acción de reembolso ”.

El hecho de que el deudor solidario deba verse reembolsado de la deuda correspondiente a los
demás codeudores, no significa que la obligación solidaria continúe viva. En consecuencia:

1º. El solvens podrá reclamar a cada codeudor la cuota parte que le corresponda del pago
realizado, pero no podrá dirigirse contra uno en concreto para que le abone el conjunto de las
cuotas de todos.

2º. Una vez satisfecho el acreedor, la obligación se convierte en mancomunada o dividida, con la
particularidad de que si alguno de los codeudores solidarios es insolvente, los demás prorratearán
el pago de su cuota parte.

6.3.- La subrogación legal del deudor-solvens.

Para garantizar la acción de regreso o reembolso, el solvens tiene la posibilidad de ejercitarla con
las condiciones y garantías del acreedor, pues el pago le otorga la subrogación legal. Baste
recordar:

1º. Art. 1210.3 inciso final: “… salvo los efectos de la confusión en cuanto a la porción que le
corresponda”. Se subroga en el resultante de deducir la parte de deuda que le correspondía a él.

2º. Pese a que el art. 1212 dice que “la subrogación transfiere al subrogado el crédito con los
derechos a él anexos...”. Las facultades del acreedor pagado no se transmiten al deudor-solvens.

3º. Corresponde al deudor-solvens la facultad complementaria de “reclamar los intereses del


anticipo”. En las obligaciones pecuniarias, el nacimiento de la obligación de intereses requiere un
acuerdo convencional o que el deudor se constituya en mora. Pero en el caso deudor-solvens
puede reclamarlos de cuanto pague, desde el momento del pago, aunque no estén
convencionalmente establecidos y los demás codeudores no sean morosos. Al tener carácter
dispositivo, según Lasarte, se puede excluir en el título constitutivo de la solidaridad pasiva. Si no
se establece otra cosa, se aplica el interés legal.

7. LA INSOLVENCIA DEL CODEUDOR.

La diferencia entre obligación mancomunada y solidaria es más evidente cuando hay un codeudor
insolvente:

A) En caso de obligación mancomunada, art. 1139, in fine: “ no estarán los demás obligados a
suplir su falta”.
B) Art. 1145.3: “la falta de cumplimiento de la obligación por insolvencia del deudor solidario
será suplida por sus codeudores, a prorrata de la deuda de cada uno” .

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Esta norma, que regula las relaciones internas entre los deudores solidarios una vez satisfecha la
deuda al acreedor, demuestra que la responsabilidad del deudor solidario se limita a la cuota parte
y que las cuotas partes de las personas interesadas no tienen por qué ser iguales, por eso dice el
CC “... a prorrata de la deuda de cada uno” .

¿Es necesario que el deudor haya sido declarado insolvente o basta que esté en situación
patrimonial que le impida atender sus compromisos? Para Lasarte parece excesivo exigirle la
declaración judicial de insolvencia al deudor-solvens; bastaría la falta de atención del pago de
cualquier deudor solidario para que el solvens pueda exigir el prorrateo a los demás, incluyéndose
él.
 Cuando existen iguales cuotas y un deudor se declara insolvente: si las cuotas son iguales,
el solvens y los otros responderán cada uno de su propia cuota y del prorrateo de la cuota
del insolvente.
 Cuando son cuotas desiguales, el prorrateo respeta la proporcionalidad.

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TEMA 4.- EL OBJETO DE LA OBLIGACIÓN: LA PRESTACIÓN.

1. LA PRESTACIÓN EN GENERAL: REQUISITOS.

Para la doctrina contemporánea la prestación es el elemento objetivo de la relación obligatoria,


con un significado técnico: la conducta prometida por el obligado, sea cual sea su naturaleza,
alcance y concreción.

El CC no es muy estricto: unas veces asimila las cosas y servicios al objeto de la obligación y otras
sigue la idea de que el objeto de la obligación es la prestación.

Requisitos para que la obligación sea idónea: posibilidad, licitud y determinación.

Estos requisitos no se incorporaron expresamente en el CC en la regulación de las obligaciones,


sino en la de los contratos, considerándose extendidos a las obligaciones.

1.1.- Posibilidad.

Art. 1272 CC “No podrán ser objeto de contrato las cosas o servicios imposibles”. Nadie puede
considerarse vinculado a realizar actos imposibles.

La imposibilidad originaria conlleva el no nacimiento de la obligación, pero la imposibilidad


sobrevenida no afecta al nacimiento, sino al cumplimiento, y cuando sea imputable al deudor éste
deberá hacer frente a la indemnización por daños y perjuicios.

1.2.- Licitud.

Art. 1271.3 CC: “pueden ser igualmente objeto de contrato todos los servicios que no sean
contrarios a las leyes o las buenas costumbres”.

La licitud no se refiere sólo a que la prestación sea conforme con las leyes sino que ha de serlo
también con los valores o principios del ordenamiento jurídico. En el ámbito propio de la
autonomía privada, también abarca la imposibilidad de pactos contrarios a las leyes, la moral y el
orden público.

1.3.- Determinación

Sólo existe obligación cuando el deudor sabe a qué está obligado y el acreedor conozca la
conducta prometida por el deudor, que llegado el caso puede reclamar. De lo contrario, habría que
establecer un nuevo acuerdo para determinar la obligación, y el anterior no habría nacido por falta
de este elemento, aunque en rigor basta con que la prestación sea “determinable”.

2. PREMISA: REFERENCIA A LA CLASIFICACIÓN DE LAS OBLIGACIONES.

En la realidad se entrecruzan los criterios de clasificación pues una vez nacida la obligación ésta
además de ser, de hacer o no hacer, simultáneamente será accesoria o principal, divisible o
indivisible, pecuniaria o no, instantánea o duradera.

3. LA CONDUCTA PROMETIDA POR EL DEUDOR.

Dependiendo de la conducta del deudor, las obligaciones consisten en dar, hacer o no hacer.

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3.1.- La obligación de dar.

No está regulada especialmente de forma sistemática en el CC, sino que establece unas reglas
generales de carácter dispositivo (cabe pacto en contrario):

1ª Art. 1094 CC: “el obligado a dar alguna cosa lo está también a conservarla con la diligencia
propia de un buen padre de familia ”
2ª Art. 1085 CC: derecho del acreedor a los frutos desde que nace la obligación de entregarla,
aunque sólo tendrá derecho real sobre ella cuando se la entreguen
3ª Art. 1096 CC: cuando la cosa a entregar sea determinada, el acreedor puede compeler al
deudor la entrega; si la cosa es indeterminada o genérica podrá pedir al deudor que se
cumpla la obligación a expensas del deudor; el deudor en mora o comprometido con más
de una persona será responsable de la cosa en los casos fortuitos hasta que la entregue.

3.2.- La obligación de hacer: obligación de medios y de resultado; la obligación


personalísima.

La obligación de hacer consiste en que el deudor desarrolle una actividad concreta. Clases:

a) En función del resultado pude ser:

-- Sin exigencia de resultado concreto: la obligación del deudor se limita a desarrollar una
conducta diligente, ej.: se contrata a un abogado para que nos defienda en juicio). Se habla
entonces de obligación de actividad o de medios.

-- Obligación de resultado concreto: la actividad está dirigida a obtener un resultado concreto y en


caso de no obtenerse, el deudor responde por incumplimiento aunque haya obrado con la mayor
diligencia posible, ej.: el mismo abogado del caso anterior, pero se le pagará en función de que
gane el pleito o no.

b) En función de la persona será:

-- Obligación personalísima: debe ser cumplida por el propio deudor, salvo consentimiento del
acreedor (ej.: protagonista de una película).

-- Obligación no personalísima: cualquier persona, sea o no el deudor puede cumplirla, con


independencia de quién tenga la iniciativa. Hay que recordar que si el obligado a hacer una cosa
no la hiciere, se mandará ejecutar a su costa (ejecución forzosa).

3.3.- La obligación de no hacer.

Consiste en abstenerse de desarrollar una actividad, ya sea de carácter material o jurídica.

En ocasiones las obligaciones negativas provienen de la Ley. Ej. :los adquirientes por retracto legal
están obligados a no enajenar el bien objeto de retracto durante cierto plazo. Por supuesto,
también tiene a veces origen convencional.

La LEC recoge las “condenas de no hacer”.

4. OBLIGACIONES POSITIVAS Y NEGATIVAS.

La distinción teórica entre obligaciones positivas (dar o entregar alguna cosa o hacer algo) y las
negativas (no hacer) es clara, pero en la realidad cotidiana una obligación positiva puede
realizarse negativamente y viceversa, por ello la calificación dependerá del supuesto concreto.

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Como regla general, la prestación tiene carácter negativo cuando el cumplimiento de la misma
determina una continuidad de la relación jurídica originada por la relación obligatoria. En otro
caso, la calificaríamos de obligación positiva. Ello no implica que la obligación negativa pueda ser
eterna o perpetua, sino que suele estar vigente durante períodos prolongados (obligaciones
continuadas duraderas).

5. OBLIGACIONES TRANSITORIAS Y DURADERAS.

La distinción se basa en la duración de la prestación aunque habrá que atender también a algunos
datos técnicos.

a) Obligaciones transitorias, instantáneas o de tracto único: Se agotan o realizan en un acto


único. Ej.: pagar el precio del periódico, de un brillante, etc.

b) Obligaciones duraderas, o con tracto continuado o de tracto sucesivo: establecen una unión
entre deudor u acreedor que se prolonga en el tiempo y requieren, en algunos casos, actos
sucesivos. Clases:
 Duraderas simples: la prestación del deudor es de tracto único pero aplazada (no exigible
hasta que llegue el término). Ej.: dar una conferencia dentro de tres meses.
 Duraderas continuadas: conducta del deudor prolongada durante cierto tiempo sin
interrupción, que de producirse provocaría insatisfacción del acreedor. Ej.: obligación del
arrendador de una cosa de garantizar al arrendatario la posesión y goce del objeto
arrendado.
 Duraderas periódicas: el cumplimiento de la obligación se produce con prestaciones
parciales periódicas previstas en la relación obligatoria. Ej.: el abono de la renta o el pago
de una prima de seguros (mensual, trimestral,...). No se requiere absoluta igualdad de
períodos.

6. OBLIGACIONES PRINCIPALES Y ACCESORIAS.

El CC no describe las características de las obligaciones principales ni de las accesorias, aunque las
distingue: en relación con la cláusula penal, en materia de compensación, refiriéndose a la
novación, venta o cesión de créditos, etc.

La obligación “principal” es la que no depende de ninguna otra obligación preexistente. Es


“accesoria” cuando está funcionalmente subordinada a otra, de manera que se extingue con la
principal; suele tener una función de garantía del cumplimiento de la principal, aunque en algunos
casos tiene por objeto central delimitar el alcance de la obligación principal.

Las obligaciones accesorias pueden ser tanto positivas como negativas. En la mayoría de los
supuestos reales las obligaciones de no hacer son accesorias de otras principales, es decir,
relaciones obligatorias de contenido positivo pueden contener prestaciones accesorias tanto
positivas como negativas. Ej.: negocios basados en pacto de exclusiva, como los concesionarios de
automóviles.

Los derechos reales de garantía representan siempre obligaciones accesorias respecto de la


relación obligatoria cuyo crédito garantizan.

7. OBLIGACIONES DE CANTIDAD LÍQUIDA E ILÍQUIDA.

El CC no recoge el concepto de obligación “líquida” ni “ilíquida”, aunque emplea estos términos en


varios artículos, sino que lo presupone. Tradicionalmente la liquidez de las obligaciones se ha
referido a las de dar o entregar, al “quantum” debido.

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Obligación líquida es aquella en la que el montante de la prestación se conoce con exactitud; se
refiere, con carácter general, a las de dar aunque en la práctica la mayoría sean obligaciones
pecuniarias.

Obligación ilíquida es en la que se desconoce la cuantía exacta de la prestación (ej.: la


indemnización por un atropello, que hasta el pronunciamiento judicial, se desconoce la cuantía).

El dato de la liquidez es importante porque en caso de no conocerse el montante exacto de la


prestación el deudor no puede incurrir en mora y no cabe la ejecución forzosa.

Cuando la deuda tuviera una parte líquida y otra ilíquida el acreedor podrá exigir al deudor el pago
de la primera sin esperar a la segunda.

La jurisprudencia del TS que la obligación es líquida si la cuantía exacta de la prestación puede


obtenerse mediante operaciones matemáticas, por complejas que éstas pudieran resultar.

8. OBLIGACIONES DIVISIBLES E INDIVISIBLES.

8.1.- La indivisibilidad derivada de la prestación.

La divisibilidad o indivisibilidad de la obligación se deriva natural y directamente de la propia


prestación, es decir, de que ésta sea divisible o no. Ej.: una obligación pecuniaria es, por
naturaleza, divisible.

La divisibilidad o indivisibilidad puede ser natural u objetiva.

La divisibilidad natural de la prestación no autoriza, por sí sola, el cumplimiento parcial de la


obligación, únicamente es el requisito necesario para la divisibilidad convencional (por acuerdo).

Sin embargo, la indivisibilidad natural de la prestación sí que impide el acuerdo de divisibilidad.

Sólo se admite el cumplimiento parcial cuando ha sido expresamente convenido en el contrato.

El Art. 1151 describe qué obligaciones son indivisibles, aunque se atenderá a cada caso:

 Las de dar o entregar “cuerpos ciertos”. Ej.: un caballo, un cuadro… (No pueden
fraccionarse en lotes, salvo las de cuerpo cierto que sí constan de pluralidad de unidades).

 Las de hacer que no sean susceptibles de cumplimiento parcial. Pero serán divisibles las
que tengan por objeto la prestación de un número de días de trabajo, la ejecución de
obras por unidades métricas y análogas.

 La mayor parte de las obligaciones negativas o de no hacer, pues cualquier acto produce
simultáneamente el incumplimiento.

8.2 La indivisibilidad convencional.

En las obligaciones con “unidad de sujetos” (un solo deudor y un solo acreedor), la divisibilidad o
indivisibilidad no altera las reglas generales sobre obligaciones.

El hecho de que la prestación sea divisible no conlleva necesariamente la divisibilidad de la


obligación, pues ésta puede pactarse como indivisible basándose en el principio de autonomía
privada. Es más, si no se ha convenido la divisibilidad, el acreedor no podrá ser compelido a
aceptar pagos parciales.

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8.3 Las obligaciones indivisibles con pluralidad de sujetos.

Cuando existe pluralidad de sujetos en una obligación indivisible se entrecruzan “cómo” ha de ser
cumplida y “cuál” de los sujetos ha de cumplirla o puede exigir su cumplimiento.

Si la obligación indivisible es solidaria, cualquiera de los deudores o de los acreedores podrá actuar
libremente frente a la otra parte, sea pagando o exigiendo el cobro.

El problema se plantea si la obligación indivisible es mancomunada, pues esta última característica


excluye su fragmentación. A este tipo de obligaciones la doctrina actual las denomina
“obligaciones en mano común” o “in solidum”, que son aquellas en las que el comportamiento de
los diversos acreedores o deudores debe realizarse conjuntamente para que produzca los efectos
previstos en el título constitutivo de la obligación.

Si la obligación de mano común se convierte en deuda indemnizatoria ésta sí será divisible


respondiendo cada deudor por su cuota.

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TEMA 5.- LA DETERMINACIÓN O INDETERMINACIÓN RELATIVA DE LA PRESTACIÓN.

1. DETERMINACIÓN Y DETERMINABILIDAD DE LA PRESTACIÓN.

1.1.- El requisito de la determinación de la prestación.

Uno de los requisitos de la relación obligatoria consiste en la determinación de la prestación. Si


ésta no se conociera con exactitud, difícilmente podrían plantearse los principios de identidad,
integridad e indivisibilidad del pago y, en consecuencia, el cumplimiento de la obligación.

El CC establece que: “ el objeto de todo contrato debe ser una cosa determinada en
cuanto a su especie”. Si bien, la indeterminación inicial del objeto de contrato no debe ser
inconveniente para la perfección del mismo, siempre que el propio contrato contenga los criterios
para efectuar posteriormente la identificación del objeto del contrato sin necesidad de un nuevo
pacto entre las partes contratantes.

Así, la identificación exacta de la prestación puede ser conocida inicialmente o en un


momento posterior de la dinámica de la relación obligatoria:
 en el primer caso se habla de determinación de la prestación, cuando está determinada en
el momento en que nace la obligación. (Así ocurre en la mayor parte de las obligaciones
que se constituyen en la práctica).
 en el segundo suele indicarse que existe una determinación o indeterminación relativa o, lo
que es lo mismo, que la prestación es determinable antes de su exigibilidad y
cumplimiento, conforme a unas reglas o criterios contemplados en el propio título
constitutivo de la obligación (contrato, sentencia,...).

1.2. La determinabilidad de la prestación.

La prestación puede ser determinada o determinable.

El problema fundamental que plantea la determinación relativa consiste en establecer las reglas
que permitan convertir la prestación determinable en determinada. Se pueden dar:
 Supuestos de indeterminación provocada porque la identificación del objeto de la
prestación se ha realizado sólo mediante la referencia a un género de cosas.
 En algunos casos la determinabilidad desaparece en virtud de un acto de elección entre
varias prestaciones posibles.
 Supuestos en los que la determinación concreta de la prestación se obtiene mediante el
recurso a elementos externos a la propia obligación, requiriendo tener en cuenta una
determinada circunstancia de hecho, ej.: cuando el precio de las cosas objeto de la
prestación queda referido a parámetros que requerirán una posterior concreción (el
precio del dólar, tal día), o cuando la concreción de la prestación quede remitida a la
actuación decisoria de un tercero (arbitrio de un tercero).

La prestación será considerada determinable o susceptible de determinación cuando su concreción


no dependa de futuras actuaciones de las partes vinculadas por la relación obligatoria. En otro
caso, estaríamos frente a obligaciones incompletas o irregularmente constituidas.

2. OBLIGACIONES GENÉRICAS Y OBLIGACIONES ESPECÍFICAS.

2.1.- Alcance y ámbito de la distinción.

Atendiendo a la naturaleza de la prestación de las obligaciones de dar, es necesario distinguir


entre obligaciones genéricas y específicas.

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El CC se limita a establecer una regulación diferente para el caso de que la obligación de entregar
una cosa recaiga sobre un objeto determinado o individualizado o, por el contrario, sobre un
objeto determinado únicamente mediante su pertenencia a un género. Aunque en alguno de sus
artículos sí que utiliza la expresión “obligación genérica”.

Estaríamos ante una obligación específica en los casos en que la prestación del deudor se
encuentre perfectamente individualizada y la entrega de una cosa diferente no satisfaga el interés
del acreedor. El CC dispone “ el deudor de una cosa no puede obligar a su acreedor a que
reciba otra diferente, aun cuando fuere de igual o mayor valor que la debida ” (el
principio de identidad de la prestación se encuentra notablemente reforzado).

Por el contrario, las obligaciones genéricas existirían en aquellos supuestos en que la


obligación de dar o entregar una cosa viene caracterizada por la relativa determinación
(o, indeterminación) de la cosa objeto de la prestación. El CC habla de “entregar una cosa
indeterminada o genérica”; es decir, una cosa que se encuentra señalada únicamente por su
referencia a un género (una tonelada de tal abono, tres cajas de papel de ordenador, etc.). Se
trata habitualmente de cosas homogéneas.

Para el CC la calificación de obligaciones genéricas y específicas parece estar referida


necesariamente a las obligaciones de dar. En la práctica, casi la generalidad de los supuestos
suelen recaer sobre las obligaciones de dar.

Pero no existe dificultad alguna para aplicar las categorías de obligaciones específicas y genéricas
a las obligaciones de hacer. Por tanto sería más correcto hablar de “prestación específica” y de
“prestación genérica” que de cosas específicas y genéricas, pues el objeto de la prestación puede
recaer tanto sobre cosas como sobre servicios o comportamientos característicos de las
obligaciones de hacer (p.ej.: contratar que nos opere un doctor determinado o que nos opere un
doctor sin más).

Características principales de las obligaciones genéricas:

 Las obligaciones genéricas no recaen necesariamente sobre cosas y servicios (bienes)


fungibles, aunque en la mayoría de los supuestos así ocurra. Son bienes fungibles aquellos
que pueden sustituirse por otros por ser entre sí homogéneos o equivalentes y se
contemplan en atención a unas características o cualidades genéricas o similares (Ej.:
ejemplares de un disco).
 Suelen referirse a bienes muebles, aunque tampoco existe dificultad alguna para que
recaigan sobre bienes inmuebles, ej.: que una sentencia obligue a una sociedad
inmobiliaria a entregar un piso del próximo bloque de viviendas que construya.
 Se subdistinguen entre ordinarias o de género limitado.

2.2.- La obligación genérica de género limitado.

Dentro de la categoría de las obligaciones genéricas, es común distinguir entre las obligaciones
genéricas ordinarias o propiamente dichas y las obligaciones genéricas de género limitado
(también denominadas obligaciones genéricas delimitadas), según la mayor o menor amplitud y
determinación del género considerado. Según ello, se debería hablar de obligación de género
limitado cuando el objeto de la prestación no se determina sólo por su pertenencia a un género
(supongamos, ladrillos para la construcción, aceite,...), sino por una serie de datos que
circunscriben o delimitan el objeto de la obligación de origen, lugar, año,... (ladrillos de tal o cual
tejar, aceite perteneciente a un tipo de oliva y con un tipo de prensado específico).

Es obvio que cuanto más se concrete el género, mayor es la posibilidad de extinción de la


obligación por desaparición de los bienes objeto de la obligación.

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Son más frecuentes en la práctica las obligaciones de género limitado que las obligaciones
genéricas ordinarias.

2.3.- Régimen jurídico de las obligaciones genéricas.

La obligación genérica plantea dos problemas fundamentales: la calidad de la cosa que ha de


entregarse y la repercusión que sobre el cumplimiento de la obligación constituida arroja la propia
pérdida de la cosa.

2.4.- La regla de la calidad media: el artículo 1.167 del Código Civil.

En el caso de que la obligación genérica encuentre su causa en un contrato, puede haberse


determinado en el mismo, con la debida precisión, la calidad de la cosa genérica que haya de
entregarse.

No resulta extraño en la práctica que la cuestión considerada resulte problemática, sea por
imprevisión de las partes o por haber nacido obligación genérica de responsabilidad
extracontractual. Para tales supuestos el CC establece una regla de carácter salomónico, que
procede del Derecho romano justinianeo: "El acreedor no podrá exigirla de la calidad
superior, ni el deudor entregarla de la inferior ".

Esta regla de la calidad media es de utilidad relativa, aunque en cuanto norma equitativa
pretende equilibrar las respectivas pretensiones de recibir lo mejor por parte del acreedor y de
entregar lo peor por parte del deudor.

El fundamento último según el Prof. Lasarte, debe buscarse en la intención del legislador de
establecer un criterio final de solución de los posibles conflictos que, como tantas veces ocurre,
acaba siendo salomónico e impreciso, pero posiblemente el menos malo.

La entrada en juego del art. 1167 sólo se producirá en el caso de imprevisión. Por tanto, se trata
de una norma de carácter supletorio respecto a la falta de previsión de la calidad y circunstancias
de la prestación en el título constitutivo de la obligación. Esta regla, en principio, no entrará en
juego respecto de las obligaciones de género limitado.

2.5.- La pérdida de la cosa y la regla genus nunquam perit.

El otro problema que plantea la obligación genérica radica en las consecuencias que sobre el
cumplimiento de la obligación pueda arrojar la pérdida de la cosa.

En el caso de una obligación específica, por ejemplo, la entrega de un determinado cuadro, la


pérdida de la cosa ha de conllevar la extinción de la obligación (por imposibilidad de
cumplimiento), siempre y cuando la pérdida no se debiere a dolo, culpa o mora del deudor. Si
fuera por una de esas tres circunstancias, la obligación no se extinguiría, se transformaría en la
obligación de abonar una indemnización.

En el caso de obligación genérica, la pérdida de la cosa no es en sí misma significativa, porque


puede ser sustituida por otra del mismo género (otro libro, por ejemplo). En consecuencia, la
responsabilidad del deudor se agrava en las obligaciones genéricas, dado que las prestaciones
correspondientes pueden ser atendidas incluso en el caso de que desaparecieran o perecieran
todas las cosas genéricas de que inicialmente dispusiera el propio deudor.

El CC establece que "quedará extinguida la obligación que consista en entregar una cosa
determinada cuando ésta se perdiere o destruyere sin culpa del deudor y antes de haberse
constituido en mora”. Pero la aplicación sensu contrario de dicho precepto, lleva a afirmar que en
nuestro sistema jurídico sigue perviviendo la regla del genus nunquam perit (“el género nunca

20
perece”); esto es, la supervivencia de la obligación genérica, quedando el deudor obligado a
realizar la entrega mediante la consecución de una cosa que se corresponda con la prestación
debida, aunque haya de buscarla fuera de su patrimonio.

2.6.- La individualización de la prestación en las obligaciones genéricas.

En algún momento de la dinámica de la obligación genérica ha de desaparecer la indeterminación


que pesa sobre la conducta del deudor, concretándose cuál de las posibles cosas se entrega o qué
servicio se realiza de entre los hipotéticamente posibles. A esa determinación de la prestación se le
denomina concentración, concreción o especificación. Para Lasarte, el término preferible es
especificación, porque, la obligación genérica deja de ser tal y asume el carácter propio de
obligación específica, con la consecuencia de que la regla genus nunquam perit deja de tener
operatividad.

La especificación no puede llevarse a cabo ni por el deudor ni por el acreedor, salvo que se
encuentren especialmente legitimados para ello.

En cuanto al momento temporal de su realización, la especificación suele coincidir con el momento


del pago, salvo que tenga lugar antes porque se haya previsto en el título constitutivo de la
obligación o porque, salvo una, el resto de las obligaciones genéricas consideradas sean
imposibles.

2.7.- La diferencia entre obligaciones específicas y genéricas respecto de la ejecución


forzosa.

El CC establece un régimen jurídico diverso para ambas por cuanto se refiere a la posibilidad de
reclamar la prestación in natura o ejecución específica de la obligación.

 “Si la cosa fuera indeterminada o genérica podrá pedir el acreedor que se cumpla la
obligación a expensas del deudor”. Significa que, pese a la falta de colaboración del deudor
en el cumplimiento, el acreedor podrá obtener judicialmente el mismo resultado previsto en
la obligación mediante los mecanismos de ejecución oportunos, p.ej.: el embargo de una
determinada cantidad de dinero de las cuentas bancarias del deudor para destinarla a la
adquisición del objeto prometido. (Ejecución in natura).

 En caso de obligación específica, resulta imposible con carácter general que el acreedor
pida el cumplimiento de la obligación a expensas del deudor, pues en muchos casos sin la
colaboración de éste resultará imposible la ejecución in natura. De ahí que el CC
únicamente prevea la facultad del acreedor de “compeler al deudor a que realice la
entrega”, y en caso de que no cumpla, la prestación se va a transformar en la obligación
genérica de indemnizar por los daños y perjuicios causados. (p.ej.: no podemos obligar a
un doctor a que nos opere, pero le reclamaremos indemnización por daños y perjuicios si
no lo hace).

3. OBLIGACIONES CUMULATIVAS, ALTERNATIVAS Y CON CLÁUSULA FACULTATIVA.

Considerando la unidad o multiplicidad de prestaciones previstas en la obligación, se distingue


entre:

A) Obligaciones simples: en ellas la prestación prevista es única, concretándose en un solo


objeto o en un comportamiento determinado. El deudor deberá llevar a cabo la prestación
contemplada en el título de la obligación.

B) Obligaciones complejas: en ellas existe una multiplicidad de objetos o de comportamientos


(dos o más) en la obligación. La obligación compleja tiene dos formas muy distintas: previendo

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que el deudor ha de llevar a cabo todas y cada una de las prestaciones objeto de la obligación o,
contemplando la multiplicidad de prestaciones de forma alternativa.

3.1.- Obligaciones cumulativas.

Son aquellas en que la relación obligatoria tiene un contenido múltiple y las diversas
prestaciones son todas ellas exigibles. El deudor no habrá cumplido y no podrá entenderse
que se encuentra liberado de la obligación mientras no ejecute todas las prestaciones previstas
(Ej.: entrega del equipo informático, instalación del mismo, elaboración de software e impartición
de cursillos de aprendizaje).

Pueden combinar prestaciones de dar, hacer o no hacer, o ser todas ellas prestaciones del mismo
tipo (en el ej. se combinan una obligación de dar y tres de hacer).

3.2.- Obligaciones alternativas.

El planteamiento alternativo de las varias o diversas prestaciones de la relación


obligatoria conlleva que el deudor cumple la obligación ejecutando cualquiera de las
prestaciones. Responden a la idea de una especial previsión (p.ej.: al contratar una cena en un
restaurante el encargado puede ofrecer un pescado alternativo previendo que el día de la comida
no haya existencias del que se ha solicitado. “Si no hay dorada pondremos mero”).

En la práctica la elección de una entre las varias prestaciones alternativas corresponde al deudor,
a menos que expresamente se hubiese concedido ese privilegio al acreedor. La elección de la
prestación a realizar suele ser denominada concentración, por la mayor parte de los autores.

El CC utiliza sólo el término elección. Según la jurisprudencia, una vez realizada la elección de la
prestación (llegamos al restaurante y nos dicen lo que ponen) la obligación alternativa se convierte
en obligación simple quedando el deudor obligado a realizar la prestación seleccionada.

Una vez “elegida” o “concentrada” una de las prestaciones inicialmente posibles, y en cuanto haya
sido notificada a la otra parte, el deudor quedará liberado de la obligación si, por causas que no le
sean imputables, resulta imposible el cumplimiento de la prestación seleccionada (en el momento
de servir el menú entran a robar).

Al contrario, mientras la concentración no haya tenido lugar, la imposibilidad de realizar alguna de


las prestaciones resulta intrascendente para la liberación del deudor, quien habrá de cumplir la
obligación ejecutando cualquiera de las otras prestaciones posibles.

El CC regula la “concentración automática” o “pérdida del derecho de elección atribuido al deudor”


en el supuesto de que, salvo una, todas las demás prestaciones alternativamente contempladas
devengan irrealizables.

El acreedor tendrá derecho a la indemnización de daños y perjuicios cuando por culpa del deudor
hubieren desaparecido todas las cosas que alternativamente fueron objeto de la obligación, o se
hubiera hecho imposible el cumplimiento de ésta.

Cuando la elección hubiere sido expresamente atribuida al acreedor, la obligación dejará de ser
alternativa cuando hubiese sido notificada al deudor, hasta entonces, las responsabilidades del
deudor se regirán por las siguientes reglas:
 Si alguna de las cosas se hubiese perdido por caso fortuito, cumplirá entregando la que el
acreedor elija entre las restantes.
 Si la pérdida de las cosas hubiere sobrevenido por culpa del deudor, el acreedor podrá
reclamar cualquiera de las que subsistan, o el precio de la que por culpa de aquél, hubiera
desaparecido.
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 Si todas las cosas se hubiesen perdido por culpa del deudor, la elección del acreedor recaerá
sobre su precio.

3.3.- Obligaciones con cláusula facultativa.

Estamos ante una obligación facultativa cuando existe una sola prestación prevista en el título
constitutivo de la obligación, pero el deudor cuenta con la posibilidad de llevar a cabo otra diversa
llegado el momento del pago: ej.: pese a celebrarse el contrato de compraventa, el vendedor se
reserva el derecho de desistir del contrato y, en vez de entregar la casa vendida, abonará al
comprador un millón de euros.

La categoría de las obligaciones facultativas no encuentra apoyo textual alguno en el CC, si bien,
han sido reiteradamente contempladas por la jurisprudencia del TS.

El acreedor sólo puede exigir el cumplimiento de la única prestación debida y carece de facultad
alguna para reclamar la “prestación facultativa”, pues ésta se materializa (en su caso) única y
exclusivamente por voluntad del deudor, como ha declarado reiteradamente el TS.

La diferencia básica entre las obligaciones alternativas y las facultativas es que en las obligaciones
alternativas se debe una prestación, aun no individualizada, entre varias prestaciones
contempladas en el título constitutivo de la obligación; en las facultativas se debe una prestación
única.

Es preferible hablar de obligación con cláusula facultativa, pues en realidad estamos ante una
obligación principal simple a la cual se le añade una cláusula accesoria.

Dado que realmente existe una sola prestación en la relación obligatoria, en caso de resultar
imposible su cumplimiento por causas no imputables al deudor, la obligación se extingue y, por
tanto, también la prestación facultativa, en cuanto accesoria de aquélla.

23
TEMA 6.- LAS DEUDAS PECUNIARIAS Y LAS OBLIGACIONES PECUNIARIAS.

1. CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS DE LAS OBLIGACIONES PECUNIARIAS.

1.1. El dinero y las deudas pecuniarias.

Con la denominación de obligaciones o deudas pecuniarias, se identifican aquellas que consisten


en pagar una suma de dinero. Desde el punto de vista normativo el dinero es fundamentalmente
el medio de pago jurídicamente reconocido. El papel moneda no sólo tiene curso legal, sino
también curso forzoso: no sólo es medio legal de cambio y pago, sino que nadie puede obligar a
otro a la entrega de unidades metálicas por conversión del valor legal del papel moneda.

1.2. La sustitución de la peseta por el euro.

Los Estados miembros dictaron leyes ad hoc, preparando el terreno para la introducción del euro.
La sustitución monetaria no influyó en absoluto en la vigencia y dinámica de las relaciones
obligatorias previamente existentes y pendientes de cumplimiento.

Se denomina “principio de neutralidad” al hecho de que la sustitución de la peseta por el euro no


produce alteración del valor de los créditos o deudas, cualquiera que sea su naturaleza y, “efecto
de continuidad” a que la sustitución de la peseta por el euro no podrá ser considerada como un
hecho jurídico con efectos modificativos, extintivos, revocatorios, rescisorios o resolutorios de las
obligaciones.

1.3. Deudas monetarias y deudas pecuniarias.

El dinero puede ser contemplado en las relaciones jurídicas desde puntos de vista muy diferentes:
como objeto de coleccionismo, como valor de cambio con curso legal, etc. Ello requiere tipificar la
diversidad de supuestos en la materia:

1º. La “obligación dineraria” puede consistir en la entrega de una o varias especies monetarias
individualmente especificadas, atendiendo al valor numismático, simbólico o afectivo para el
acreedor. El supuesto base de tales relaciones obligatorias viene representado por el coleccionista.
En tal caso, doctrina y jurisprudencia hablan de “deuda monetaria” o de “obligaciones de moneda
individual”, para resaltar que estamos no frente a una deuda pecuniaria propiamente dicha, sino
ante una obligación específica.

2º. Tampoco puede considerarse deuda pecuniaria la “obligación de especie monetaria”. En ésta el
deudor debe entregar una o varias monedas que, sin llegar a tener una singularidad e
identificabilidad propias, se caracterizan por pertenecer a una determinada especie, por ejemplo,
las monedas de cien pesetas con la efigie de Franco. Semejante obligación es calificable
técnicamente como genérica, es decir, estaríamos frente a una obligación genérica delimitada.

3º. Finalmente, la contemplación del dinero en curso sin mayores precisiones como objeto de la
obligación nos situaría frente a las obligaciones pecuniarias propiamente dichas, las cuales se
caracterizan por tener un régimen jurídico y unas características propias.

1.4. Características de las obligaciones pecuniarias.

Sólo cuando el dinero es considerado en cuanto objeto de la obligación como mera unidad de
valor y por referencia a unidades monetarias jurídicamente establecidas (por ejemplo, el dólar o el
euro), estaremos ante las verdaderas obligaciones pecuniarias.
Conviene recordar cuál es la consideración que para el Derecho privado merece el dinero:

A) Se trata de un bien mueble.

24
B) Es un bien fungible.
C) Ha de considerarse como un bien productivo que genera “frutos civiles” representados en este
caso por los intereses.

Son características propias de las obligaciones pecuniarias las siguientes:

 La obligación pecuniaria es el supuesto de obligación genérica por excelencia. Nunca podrá


tener lugar la extinción de la obligación pecuniaria por imposibilidad sobrevenida, ya que
siempre existe dinero idóneo para su cumplimiento: el dinero nunca perece.
 Sólo hay una obligación pecuniaria propiamente dicha cuando tenga por objeto la entrega
de una determinada cantidad de dinero cuyo único requisito sea el de tener curso legal, es
decir, servir como medio general y liberatorio de pago, por imponerlo así la ley.
 La indemnización por incumplimiento de la obligación pecuniaria consistirá, salvo pacto en
contrario, en el pago de intereses.

1.5. La distinción entre deudas de dinero y deudas de valor.

La Doctrina suele distinguir entre deudas de dinero y deudas de valor dentro de las obligaciones
pecuniarias propiamente dichas.

Se califica como deuda de dinero aquella obligación pecuniaria en la cual la prestación debida por
el deudor coincide con una suma de dinero precisa y determinada, por ejemplo, 400 €. Por tanto,
uno de los elementos definidores de la relación obligatoria considerada consiste en la
predeterminación de una concreta suma de dinero.

Debería hablarse de deudas de valor en todos aquellos casos en los que el deudor cumple también
finalmente entregando una suma de dinero, pero ésta no se encuentra concreta y directamente
determinada en la obligación, sino que se determina a posteriori como equivalente económico o
medida de valor de otro bien.

Todas las reparaciones pecuniarias derivadas de las obligaciones extracontractuales o de la


responsabilidad por daños son, por principio, deudas de valor. Por supuesto, desde el preciso
instante en que la deuda de valor sea objeto de fijación convencional o de liquidación judicial, en
su caso, es evidente que se transforma automáticamente en deuda de dinero propiamente dicha y
pasa a ser líquida y exigible, por conocerse ya el montante que ha de ser entregado por el deudor.

2. EL DENOMINADO PRINCIPIO NOMINALISTA Y SUS CORRECCIONES.

2.1. Introducción: el valor nominal del dinero.

Aunque el CC no lo indique, rige en Derecho español el denominado principio nominalista: el


deudor cumplirá entregando el valor nominal o el importe exacto contemplado en el título
constitutivo de la obligación, con independencia de que, llegado el momento de cumplimiento,
dicho valor nominal no satisfaga suficientemente los intereses del acreedor de la obligación
pecuniaria, debido al proceso inflacionario o la devaluatorio de la moneda. En defensa de dicha
posición arguye Código Civil que la obligación que se impone al prestatario consiste en devolver
“otro tanto de la misma especie y calidad”.

Defender el criterio nominalista facilita el tráfico económico y jurídico, promoviendo con mayor
garantía el continuo e incesante intercambio de bienes y servicios.

2.2. Las cláusulas de estabilización o de actualización del valor nominal.

Es indudable que el principio nominalista es claramente desfavorable para el acreedor, en forma


directamente proporcional a la duración de la relación obligatoria. Por ello, los agentes económicos
25
habituados al mundo contractual han superado semejante desembocadura de los juristas
estableciendo cláusulas de estabilización que garanticen el justo equilibrio entre las prestaciones
en todas las relaciones obligatorias de carácter duradero.

Las cláusulas de actualización o estabilización son previsiones contractuales, en virtud de las


cuales las partes contratantes acuerdan que el importe nominal de la obligación pecuniaria se
actualizará, llegado el momento de cumplimiento, conforme al valor de un bien que se toma como
punto de referencia en el momento constitutivo de la obligación.

2.3. Referencia a la Ley 2/2015, de desindexación de la economía española.

El principal objetivo de la Ley 2/015 es desvincular los precios de los Servicios Públicos del IPC a
fin de contribuir a la estabilidad de los precios, evitar la inflación y mejorar la competitividad de la
economía española.

En cuanto a las obligaciones derivadas de los contratos entre particulares, esta Ley recoge el
respeto a la libre voluntad de las partes intervinientes en el contrato, de modo que sólo procederá
la revisión periódica en caso de pacto expreso. En el supuesto de que las partes hubiesen
acordado explícitamente la aplicación de algún mecanismo de revisión periódica, pero no
detallasen el índice o metodología de referencia, será aplicable el Índice de Garantía de la
Competitividad (IGC).

2.4. Los tipos de cláusulas contractuales de actualización.

Contractualmente, las partes son libres para fijar el criterio actualizador. Son muy conocidas
doctrinal y jurisprudencialmente las siguientes:

1. Cláusulas de valor en especie: en ellas se trata de imputar como criterio de actualización el


precio de un determinado bien o conjunto de bienes.

2. Cláusulas de valor oro o plata o cualquier otro metal u objeto precioso en las que el valor del
metal en momentos distintos sirve como criterio de referencia.

3. Cláusulas de moneda extranjera: en las que se toma como referencia la cotización oficial de
cualquier moneda diferente al euro, de curso legal en España: por lo común dólar o yen japonés.

4. Cláusulas de escala móvil o de índices variables: con las que se suelen identificar hoy día los
índices publicados por el INE en relación con un determinado sector productivo.

2.5. La validez o ilicitud de los medios correctores del nominalismo.

La jurisprudencia y la doctrina han acabado por reconocer la licitud de los pactos y de las
previsiones legales tendentes a conseguir una cierta estabilidad en el valor real del importe
nominal con que se identifican las deudas pecuniarias. Afortunadamente, las medidas legislativas y
la evolución jurisprudencial se pronuncian a favor de la licitud de las cláusulas de actualización en
relación con las obligaciones pecuniarias.

3. LOS INTERESES Y LAS OBLIGACIONES DE INTERESES.

El dinero es un bien productivo en cuanto genera o puede generar intereses, que son reputados
frutos civiles por el CC: “son frutos civiles el alquiler de los edificios, el precio de arrendamiento de
tierras y el importe de las rentas perpetuas, vitalicias u otras análogas”.

26
En términos jurídicos, la obligación de pagar intereses se configura técnicamente como una
obligación accesoria de la obligación pecuniaria que requiere una de dos:

A. Que el pago de los intereses se haya pactado convencionalmente, o;


B. Que el deudor de la obligación pecuniaria se halle constituido en mora, pues el CC
establece que “la indemnización de daños y perjuicios, no habiendo pacto en contrario,
consistirá en el pago de los intereses convenidos y, a falta de convenio, en el interés
legal”.

La constitución en mora del deudor en el caso de obligación pecuniaria sólo es posible cuando la
prestación sea líquida.

3.1. Los intereses convencionales y la usura.

Las partes de la relación obligatoria pueden pactar un tipo de interés inferior o superior a dicha
tasa legal. Los tipos de interés cercanos o similares al interés legal han de ser considerados
igualmente lícitos. Por tanto, la discusión sobre la licitud de la obligación de intereses se plantea
en exclusiva en relación con los intereses convencionales notoriamente superiores al interés legal.

3.2. La Ley Azcárate de 23 de julio de 1908.

El Código Civil, no ha recogido nunca norma alguna que establezca una barrera a partir de la cual
el tipo de interés convencionalmente fijado pueda ser considerado usurario.

Con el objeto de atajar y frenar la usura, se dictó la Ley de represión de la usura, más conocida
como Ley Azcárate, de 23 de julio de 1.908. Dicha Ley se encuentra todavía vigente y es objeto de
una relativamente amplia aplicación judicial, pues tuvo el acierto de recurrir al criterio de
considerar nulos los contratos de préstamo cuyo tipo de interés fuese notablemente superior al
normal del dinero y manifiestamente desproporcionado.

3.3. Los intereses usurarios.

En la actualidad, conforme a la jurisprudencia del TS, sólo pueden considerarse usurarios los tipos
superiores al 30 o 40 % anual, con independencia de que el tipo de interés se fije por días, meses,
trimestres, etc., o por un determinado tanto alzado.

La LEC recoge de manera que, “en materia de usura, los tribunales resolverán en cada caso”.

Finalmente, recordar que las disposiciones de la Ley de usura son de aplicación tanto a las
relaciones obligatorias civiles, cuanto a las mercantiles.

3.4. El anatocismo: los intereses de los intereses.

Anatocismo es un término griego utilizado por los juristas para hablar del “interés del interés”. La
cuestión práctica que plantea el anatocismo radica en saber si los intereses vencidos y no
satisfechos generan a su vez el interés fijado para la obligación pecuniaria.

El CC se muestra permisivo con el anatocismo y, legalmente, presume su existencia en caso de


reclamación judicial: “los intereses vencidos devengan el interés legal desde que son judicialmente
reclamados, aunque la obligación haya guardado silencio sobre este punto” . Cabe considerar
posible que los intereses devengados y no satisfechos generen también intereses desde el mismo
momento en que, debiendo haber sido atendidos, han quedado impagados.

27
Así pues, el anatocismo puede producirse tanto convencional, cuanto legalmente en caso de
reclamación judicial.
TEMA 7.- EL CUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES.

1. EL CUMPLIMIENTO O PAGO EN GENERAL.

1.1. Concepto.

Coloquialmente, pago significa entrega de una cierta cantidad de dinero debida, pero para el
Derecho es también llevar a cabo una prestación debida; una deuda se entenderá pagada cuando
“se hubiere entregado la cosa o hecha la prestación en que la obligación consistía” ; pago es igual
a cumplimiento, aunque es más correcto cumplimiento porque no se limita al aspecto pecuniario.

Las obligaciones nacen con “vocación autofágica”, es decir, su cumplimiento conlleva a su


desaparición; para el Derecho es la causa por antonomasia de extinción.

De igual manera, los derechos de crédito nacen para morir, no así los derechos reales, que tienen
tendencia a ser permanentes.

1.2. El pago como acto debido: la denominada naturaleza jurídica del pago.

Tradicionalmente la doctrina se ha planteado la naturaleza jurídica del pago: ¿hecho jurídico?,


¿acto jurídico?, o ¿negocio jurídico?. La doctrina española actual entiende que el cumplimiento en
sí mismo no puede ser considerado un negocio jurídico ni un hecho jurídico. En rigor, la conducta
objeto de la prestación es siempre un acto pues depende de la voluntad del sujeto y, por tanto, el
pago es un acto voluntario y debido, lo que no impide que la realización del acto, en ocasiones,
pueda concluir con la celebración de negocios jurídicos.

2. LOS PROTAGONISTAS O SUJETOS DEL CUMPLIMIENTO.

2.1. EN GENERAL

Toda obligación presupone la existencia de dos o más personas que ocupan posiciones
contrapuestas: acreedor o sujeto activo de la obligación (está legitimado para actuar frente al
deudor) y deudor o sujeto pasivo.

Los protagonistas naturales del cumplimiento de la obligación son deudor y acreedor. Ello no
impide que el momento del pago aparezcan personas extrañas que asuman el papel del deudor
(“pago del tercero”) o del acreedor (“pago al tercero”). Pero para que puedan considerarse
terceros es necesario que tengan la iniciativa de intervenir pues si lo hacen como representante de
una de las partes o por una especial relación de subordinación no es un caso de intervención de
tercero en el cumplimiento.

2.2. Las reglas de capacidad en relación con el pago.

No están reguladas sistemáticamente en el CC, sólo en aspectos concretos:

a) Capacidad del solvens: en las obligaciones de dar no es válido el pago hecho por quien no tiene
la libre disposición de la cosa debida o la capacidad para enajenarla, excepto cuando se trata de
cantidad de dinero o cosa fungible, que no habrá repetición contra el acreedor que la hubiese
gastado o consumido de buena fe.

Podría parecer que solamente se refiere a las obligaciones de dar, pero la doctrina no acepta la
interpretación a sensu contrario de que en las restantes obligaciones no se exige requisito alguno
para el pago (se exige al menos cierta capacidad “natural”).
28
b) Capacidad del accipiens. La regla general del CC es que sólo quien tiene capacidad para
administrar sus bienes puede recibir pagos en solutio. Es válido el pago aceptado por accipiens no
capaces si redunda en su beneficio. Luego si redunda en su beneficio no es necesaria capacitación
como presupuesto ineludible.

2.3. La ejecución de la prestación debida por un extraño: la admisibilidad del pago


hecho por terceros.

El CC es partidario de que el cumplimiento de la obligación lo pueda hacer cualquier persona


excepto en las denominadas “personalísimas”, en las que la calidad y circunstancias de la persona
del deudor fueron determinantes para el acreedor (ej.: protagonistas de una película).

Es válido el pago hecho por tercero aunque el deudor lo ignore, lo conozca y apruebe o
conociéndolo lo desapruebe. Se fundamenta en que con ello se satisface el interés del acreedor.

Con el pago del tercero desaparece el interés del acreedor, pero el deudor no queda liberado de la
obligación.

2.4. La relación entre el solvens y el deudor: subrogación o reembolso.

Si el pago del tercero cumple una función satisfactoria del interés del acreedor y éste desaparece
de escena, es evidente que el deudor no queda liberado y han de procederse a un “arreglo de
cuentas” entre el solvens y el deudor.

Supuestos:

 Pago del tercero con aprobación del deudor: se sustituye al titular del crédito; el tercero
pasa a ser acreedor, manteniéndose la relación obligatoria preexistente inalterada en
contenido y garantías. Este fenómeno se conoce como subrogación.

 El deudor ignora o se opone al pago del tercero: el tercero sólo puede reclamar al deudor
“aquello en que le hubiera sido útil al pago” independientemente del crédito ostentado por
el acreedor primitivo. La relación obligatoria preexistente ha de entenderse extinguida. El
pago genera una nueva obligación (acción de reembolso).

Las diferencias estriban en que mientras en la subrogación el solvens ocupa exactamente la misma
posición que el acreedor primitivo, en la reclamación por el solvens ésta ha de limitarse al
enriquecimiento líquido o beneficio que el pago haya supuesto para el deudor, que puede o no
coincidir con el desembolso del solvens.

2.5. El pago del tercero en la reciente jurisprudencia: la STS 339/2011.

Dado que no está generalizado el pago del tercero, cabe mencionar una sentencia del TS en la
que el problema planteado es, si una sociedad limitada constituida precisamente para pagar
deudas ajenas de otra compañía mercantil, tiene derecho al reembolso de unos 135000 € pagados
para cancelar diversas deudas contraídas por ésta con un ayuntamiento, la Seguridad Social y la
Agencia Tributaria. La respuesta de la sentencia 339/2011, es afirmativa, reconociendo el derecho
al reembolso de la sociedad solvens.

El pago por tercero puede parecer extraño a casos como el aquí enjuiciado, esto es, el de cons-
titución de una sociedad mercantil para pagar deudas ajenas con la expectativa de obtener
beneficios situándose en una posición favorable para el caso de que, si el deudor no reembolsa lo
pagado, promover una ejecución sobre sus bienes inmuebles. Sin embargo esta finalidad no puede
considerarse en sí misma ilícita, porque la Doctrina sí contempla, que un acreedor pague a otro
29
preferente para liberar un bien del deudor y promover ejecución sobre el mismo.
2.6. La recepción de la prestación: el pago al acreedor aparente y al tercero.

Por lo general el “accipiens” será el acreedor, que es la persona en cuyo favor se constituyó la
obligación, pero puede habilitar a un representante o incluso a cualquier persona a recibir el pago,
o que el pago se realice a persona que aparentemente esté legitimada para cobrar (acreedor
aparente).

Pago al acreedor aparente: el cumplimiento se realiza a favor de una persona aparentemente


legitimada para cobrar, pero realmente no lo está (“el pago de buena fe al que estuviera en
posesión del crédito libera al deudor”).

En este caso el pago al acreedor aparente libera al deudor aunque el verdadero acreedor nunca
llegue a recibir la prestación.

Para que se produzca el efecto liberatorio se requiere:


1º.- Que el deudor actúe de buena fe y,
2º.- Que el acreedor aparente actúe como verdadero acreedor por estar en posesión del crédito
o por ocupar la situación que usualmente corresponde al acreedor o persona legitimada.

Aunque el verdadero acreedor no llegue a recibir la prestación, esto se justifica por la necesidad
de protección del tráfico económico.

Pago al tercero: El pago al tercero sólo es válido y tiene eficacia liberatoria para el deudor si ha
sido útil al acreedor (ej.: entrego en la cafetería un jersey que me dejó mi vecino).

3. LOS REQUISITOS DEL CUMPLIMIENTO: LA EXACTITUD DE LA PRESTACIÓN.

El cumplimiento consiste en la exacta realización de la prestación o conducta jurídica, es decir,


satisfacción al acreedor, extinguiéndose la obligación si cumple los requisitos del pago, a saber,
identidad, integridad e indivisibilidad del pago.

3.1. Identidad de la prestación.

En las obligaciones de dar o de hacer, el deudor no puede obligar al acreedor a recibir cosa
distinta de la convenida, aunque sea de igual o mayor valor pues sólo la identidad de la prestación
libera al deudor. En la práctica el acreedor suele aceptar “prestaciones de mayor valor”,
convirtiéndose en “dación en pago”.

En las obligaciones con prestación negativa sólo genera incumplimiento la conducta prevista en su
título constitutivo, de manera que cualquier otra conducta del deudor será irrelevante.

La jurisprudencia mantiene que el acreedor no puede oponerse al pago cuando las diferencias
entre la prestación debida y la ofrecida no son relevantes.

La identidad de la prestación afecta a los aspectos principales y secundarios; y se refiere tanto a la


prestación en sí misma como al obligado a ejecutarla.

3.2. Integridad de la prestación.

La deuda sólo queda pagada cuando completamente se ha entregado la cosa o se ha hecho la


prestación objeto de la obligación.

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Identidad e integridad están íntimamente relacionadas, sin embargo la doctrina mantiene que no
existe identidad absoluta entre ellas.
La integridad supone:

 En las obligaciones de dar, la entrega comprende las cosas y sus frutos o accesorios.
 En las obligaciones pecuniarias que generen intereses, la prestación comprende el principal
y los intereses vencidos.

3.3. Indivisibilidad de la prestación.

La integridad de la prestación excluye el cumplimiento fraccionado aunque el objeto de ésta sea


por naturaleza divisible. La indivisibilidad es una concreción de la integridad.

Como regla general, el acreedor puede rechazar la pretensión del deudor de pago fraccionado,
excepto:

 Que el contrato así lo autorice. En la práctica es frecuente que el acreedor renuncie a la


indivisibilidad y admita pagos parciales, pero la obligación originaria se mantiene sin que
haya novación.
 Que la imponga la ley:
o Pago de la parte líquida de una deuda sin esperar a que se liquide la otra.
o Obligaciones mancomunadas de origen incidental o fianza común.
o Prorrateo de pago entre varios deudores.

4. EL MOMENTO TEMPORAL DE CUMPLIMIENTO.

La determinación del momento temporal de cumplimiento, es decir, cuando ha de ejecutarse la


prestación, es importante, pues a partir de ese momento, el deudor incumplidor incurre en mora y
comienzan a generase perjuicios para el acreedor, de los que habrá de responder el deudor.

4.1. Exigibilidad de las obligaciones puras.

La obligación debe cumplirse en el momento previsto en su título constitutivo (contrato) o desde


su nacimiento (responsabilidad extracontractual).

La obligación pura (no sometida a plazo o condición) ha de cumplirse de forma inmediata una vez
nacida salvo que el cumplimiento dependa de un suceso futuro o incierto que ignoren los
interesados.

Excepción: las obligaciones puras mercantiles, que serán exigibles a los 10 días después de
contraídas, si sólo produjeran acción ordinaria y, si lleva aparejada ejecución, en el día inmediato.

En relación a las denominadas “operaciones comerciales”, el plazo si no se ha pactado otro, sería


de 30 días a partir de la presentación de la factura o recepción de la recepción de las mercancías.

4.2. Obligaciones sometidas a condición suspensiva o término inicial.

No son exigibles hasta que se produzca la condición o llegue el día.

4.3. Obligaciones sometidas a término esencial.

Término esencial es aquél en que la fecha de cumplimiento es absolutamente determinante y el


cumplimiento extemporáneo no satisface al acreedor y equivale a incumplimiento, ej.: pianista de
la boda. Es decir, la obligación debe ser cumplida en el momento temporal fijado.

31
4.4. Plazo a voluntad del deudor.

Son frecuentes los casos en que se aplaza el cumplimiento de la prestación sin fijación concreta
(ej.: “ya me pagarás”). Dado que el cumplimiento de la obligación no puede quedar a voluntad del
deudor, serán los Tribunales quienes fijen la duración a petición del acreedor.

Excepción: las obligaciones mercantiles. El acreedor que reclame el cumplimiento de la obligación


aplazada a voluntad del deudor debería reclamar simultáneamente del Tribunal la fijación de plazo,
éstos pueden hacerlo o, como en ocasiones, estimar transcurrido el plazo con anterioridad a la
fecha de iniciación del correspondiente procedimiento.

4.5. El vencimiento anticipado de las obligaciones aplazadas.

Aun cuando la obligación haya sido objeto de aplazamiento, el hecho de que la situación
patrimonial o la actitud del deudor haga peligrar la satisfacción del interés del acreedor, puede
conllevar a la anticipación del vencimiento de la obligación aplazada.

El CC establece que el deudor pierde el derecho a utilizar el plazocuando:

 Una vez contraída la deuda resulte insolvente, salvo que garantice la deuda
 No otorgue al acreedor las garantías comprometidas
 Por actos propios disminuyan, y cuando por caso fortuito desaparezcan las garantías, salvo
que las sustituya por otras nuevas e igualmente seguras.

Como se ve, la idea es cautelar, sancionadora del deudor, ya que disminuyen las legítimas
expectativas del acreedor. Veamos cada una de ellas:

a) El vencimiento anticipado o la anticipación del vencimiento.

Es la caducidad del plazo establecido, pudiendo el acreedor exigir el cumplimiento inmediato de la


obligación. La jurisprudencia del TS se fundamenta en la idea de protección de las legítimas
expectativas del acreedor.

b) Insolvencia sobrevenida del deudor.

Se refiere a la situación patrimonial concreta del deudor en comparación a la que tuviera en el


momento constitutivo de la relación obligatoria, sin necesidad de que se encuentre incurso en una
situación concursal.

El problema radica en determinar qué situación patrimonial es de “insolvencia”. La insolvencia no


es equivalente, en general, a falta de liquidez ni a una mera variación del patrimonio del deudor.
Tampoco puede el acreedor argüir insolvencia coetánea o anterior a la constitución de la
obligación.

c) La falta de constitución de las garantías pactadas.

Ya sean pactadas o por resolución judicial, las garantías pueden ser personales (promesa de
fianza) o reales (hipoteca) y su falta de constitución implica un incumplimiento parcial de la
obligación, que afecta a la relación obligatoria en conjunto.

Es discutible si se considera incumplimiento cuando la falta de constitución sea imputable al


deudor o también por caso fortuito.

32
d) Disminución de garantías.

El vencimiento anticipado por disminución de garantías se produce por actos propios del deudor,
que objetivamente son fraudulentos para las expectativas del acreedor, quien puede reclamar la
caducidad del plazo, salvo que el deudor renueve las garantías.

e) Desaparición de las garantías.

Se refiere a la completa y total desaparición de las garantías otorgadas por el deudor, quien
responde aunque la desaparición sea fortuita. La norma, aunque rígida, pretende mantener el
equilibrio inicial de la relación obligatoria, sin detrimento del legítimo interés del acreedor.

4.6. El cumplimiento anticipado de las obligaciones aplazadas.

Aun habiéndose fijado un plazo, es factible que el cumplimiento tenga lugar antes de que dicho
plazo se agote o llegue a termino. Dicha eventualidad puede producirse por:

 Iniciativa del deudor: paga antes del vencimiento voluntariamente.


 Iniciativa del acreedor: reclama antes del vencimiento.
 Mutuo acuerdo de deudor y acreedor, previendo en el título constitutivo de la obligación la
posibilidad de cumplimiento anticipado (ej.: en la banca el prestatario devuelve antes el
préstamo, descontándose los consiguientes intereses).

En el caso de término esencial (ej.: pianista para una boda) no cabe el cumplimiento anticipado
(cumplimiento extemporáneo) pues constituye incumplimiento propio y definitivo.

a) Validez e irrepetibilidad del pago anticipado:

El cumplimiento anticipado libera al deudor quien no podrá repetir al acreedor. Es perfectamente


válido y cumple sus propios efectos de extinción de la relación obligatoria.

b) Error en el plazo del pago:

El solvens que paga antes del plazo (ya sea por error absoluto -desconoce que hay plazo- o por
error relativo -confunde el plazo o duración del mismo-) sólo puede reclamar al acreedor los
intereses o frutos que éste ha obtenido de la cosa.

Sólo se contempla el error del deudor, no del acreedor, y es indiferente que actúe de buena o
mala fe. El error es trascendente porque puede producir un perjuicio patrimonial a quien lo sufrió y
un enriquecimiento injusto al acreedor.

Se pueden reclamar frutos o intereses, ( interusurium -diferencia entre el valor nominal y el valor
real-) si se dan los siguientes presupuestos:
 Cuando el crédito no es remunerado, pues si es remunerado el pago anticipado conlleva el
cese de devengo de interés.
 Que la anticipación voluntaria se deba a un error.

4.7. La determinación legal del plazo de cumplimiento: la Ley 11/2013.

Los plazos aplicables a las operaciones comerciales, como regla general, son de 30 días y, solo
podrán ser ampliados mediante pacto entre las partes hasta un máximo de 60 días después de la
fecha de recepción de las mercancías o prestación de los servicios.

33
5. EL LUGAR DE CUMPLIMIENTO.

5.1. Reglas particulares y regla general: el art. 1171 CC.

Determinar el lugar exacto de cumplimiento de la obligación tiene gran importancia, por ello es
aconsejable fijarlo en la constitución de la obligación.

Con carácter general “el pago deberá ejecutarse en lugar que hubiese designado la obligación. No
habiéndose expresado y tratándose de entregar una cosa determinada, deberá hacerse el pago
donde ésta existía en el momento de constituirse la obligación. En cualquier otro caso, el lugar del
pago será el del domicilio del deudor”.

El TS otorga valor supletorio a la regla del domicilio del deudor.

5.2. Regla general: el lugar designado en la obligación.

Según el Prof. Lasarte, el criterio preferente es “el lugar que hubiese designado la obligación”
aunque es criticable gramaticalmente, según el CC tiene prevalencia sobre cualquier otro. La
designación del lugar puede ser expresa o bien deducirse de la propia naturaleza de la obligación
(ej.: reparaciones domésticas).

En casos de obligaciones no convencionales, como la responsabilidad extracontractual es difícil


aplicar la regla del “designado en la obligación”; para estos supuestos, el TS propugna que el lugar
del cumplimiento será donde se ocasionó el daño. Lasarte lo ve desafortunado, pongamos por
ejemplo el accidente de tráfico, ¿se debe pagar la indemnización en el Km x de la carretera x
donde se produjo el daño?. Se debiera generar las menores molestias a la víctima, el acreedor.

Las pecuniarias suelen ser por banca (transferencias, etc.) entendiéndose hecho el pago en el
lugar donde las cantidades se reciben.

5.3. Reglas supletorias de carácter general.

Cuando en la constitución de la obligación no se ha fijado lugar de cumplimiento, según el CC,


será:

 Si la entrega es de cosa determinada: se hará “donde ésta existía en el momento de


constituirse la obligación”. Es una norma limitada por:
 sólo se refiere a obligaciones específicas de dar;
 en la práctica hay muchas excepciones (pocas personas comprarían cosas de
peso si no las llevaran a casa);
 inaplicable en casos de responsabilidad extracontractual (ej.: un madrileño que
arrolla con su coche a un disminuido físico en Valladolid y destroza su silla de
ruedas, no puede pretender decirle que ha encargado una idéntica en Bilbao,
donde la tiene a su disposición).

 Para las restantes obligaciones: “el lugar del pago será el del domicilio del deudor” . El TS
entiende que esta regla pretende designar la población o ciudad y no concretamente el
“domicilio del deudor”. A pesar de todo ello, no se consigue determinar con exactitud el
lugar de cumplimiento. En el tráfico mercantil el acreedor suele tener interés en que la
obligación se cumpla en su ámbito cotidiano de actuación.

34
TEMA 8.- LA IMPUTACIÓN DEL PAGO Y FORMAS ESPECIALES DE CUMPLIMIENTO.

1. IMPUTACIÓN Y RECIBO DEL PAGO.

1.1. La posible equivocidad del pago: requisitos de la imputación de pagos.

Sucede a veces que entre deudor y acreedor existen diversas relaciones obligatorias o una sola
que genera obligaciones periódicas (arrendamientos, compra a plazos, etc.). La multiplicidad de
deudas a cargo de un deudor puede dar lugar a equívocos en caso de que el “solvens” en el
momento de realizar el pago no indica cuál de estas deudas entiende por cumplida y,
simultáneamente el acreedor no ha entregado un recibo en el que se especifique en qué concepto
ha recibido el pago.

Para que dicha equivocidad se produzca es necesario que se den una serie de presupuestos o
requisitos de orden lógico:

1º. Que un deudor lo sea por varios conceptos o tenga varias deudas con un mismo acreedor.

2º. Que las “deudas sean de una misma especie”, por eso puede dar lugar a equívocos. Así pues,
aunque el CC utilice la expresión “deudas de una misma especie”, hay que matizar que las
obligaciones de dar específicas están excluidas del ámbito de la imputación de pagos. El problema
de la posible equivocidad sólo cabe en las obligaciones genéricas y en las obligaciones pecuniarias.
Las obligaciones de hacer difícilmente suelen ser coincidentes y no provocarán equivocidad.

3º. Que las obligaciones se encuentren vencidas o sean exigibles. Este requisito no viene exigido
de forma expresa en el Código Civil, pero es indiscutible para la Doctrina y Jurisprudencia.

1.2. Imputación convencional e imputación legal.

Ante la eventualidad de equivocidad en el pago, el CC contiene una serie de reglas para discernir
cuál de las deudas ha de entenderse pagada, es decir, a cuál de ellas se le imputa el pago.

Imputar el pago: Designar o señalar la deuda a la que se haya de aplicar la prestación verificada
por el deudor.

El Código parte de la imputación de pagos de una materia reservada a la autonomía privada y por
lo tanto, las partes de la relación obligatoria pueden determinar a qué deuda debe entenderse
referido el pago realizado. El Código Civil atribuye tal facultad al deudor y, subsidiariamente al
acreedor si éste entrega un recibo que contenga la aplicación del pago sin protesta alguna del
deudor. En ambos casos hay que hablar de imputación convencional.

En el supuesto de que tanto el deudor como el acreedor se abstengan de realizar la imputación del
pago, entraran en juego las reglas de imputación legal.

1.3. La atribución del pago por el deudor.

El deudor “podrá declarar, al tiempo de hacer el pago, a cuál de las deudas debe aplicarse”. Tal
facultad del deudor es manifestación del “favor debitoris” propio del derecho de obligaciones,
además de la circunstancia de que el deudor sabrá mejor que nadie cuál de las posibles deudas
entiende pagada.

La facultad de imputar el pago que el CC otorga al deudor presupone el absoluto respeto de los
requisitos del cumplimiento de la obligación, pues la imputación convencional no significa alterar
las reglas generales, sino solo permitir la identificación de la deuda que va a ser pagada. De esta
manera los principios de identidad, integridad e indivisibilidad del pago continúan vigentes.
35
Además de la necesidad de que el deudor de las obligaciones pecuniarias observe el carácter
accesorio de la obligación de pagar intereses, “si la deuda produce interés no podrá estimarse
hecho el pago por cuenta del capital mientras no estén cubiertos los intereses”.

1.4. La imputación por el acreedor: el recibo del pago.

Indica el Código Civil que “si el deudor aceptare del acreedor un recibo en que se hiciese la
aplicación de un pago, no podrá reclamar contra ésta, a menos que hubiere mediado causa que
invalide el contrato”. Esto es, en caso de existir recibo, la atribución definitiva del pago la realiza el
acreedor, dada la conformidad expresada por el deudor al obtener ese recibo sin protesta alguna.

De lo anterior se desprende en relación con el recibo que es prueba y justificación del pago, tal y
como establece el CC:

1. “El recibo del capital por acreedor sin reserva respecto de intereses, extingue la obligación del
deudor respecto a éstos”.

2. “El recibo del último plazo de un débito, cuando el acreedor tampoco hiciere reservas,
extinguirá la obligación en cuanto a los plazos anteriores”.

Aunque en el Código no lo exprese, el acreedor está obligado a entregar recibo de pago o


cumplimiento de la obligación.

La imputación del pago por el deudor sólo resultará posible cuando sea idóneo el pago respecto de
alguna de las deudas existentes y el acreedor no pueda rechazar el pago (aunque se siga negando
a entregar recibos, el deudor tiene otros medios de prueba que puede sustituir: transferencias
bancarias, intervención notarial). Al deudor le basta con manifestar su voluntad de atribuir la
prestación realizada a una de las deudas pendientes, sin que en principio sea necesario contar con
la voluntad favorable del acreedor. Por el contrario, si la imputación la pretende realizar el
acreedor, mediante la entrega de reiterado recibo, éste debe ser admitido sin reservas por el
deudor.

En consecuencia, la última palabra siempre la tiene el deudor, quien decidirá admitir o no la


atribución del pago que le propone el acreedor a través del recibo ofrecido.

1.5. Reglas de imputación de carácter subsidiario: la imputación legal.

En los supuestos en que no haya habido imputación por el deudor, ni se haya emitido recibo que
haya sido aceptado por el deudor, pero se haya producido un pago entrarán en juego las
siguientes reglas:

a) Se entenderá satisfecha en primer lugar la deuda que resulte más onerosa para el deudor.

Para determinar la onerosidad de las deudas habrá que atender no sólo al tipo de interés de las
diversas deudas, sino también a la existencia de garantías reales que sean realizables por vía
ejecutiva, existencia de cláusula penal, o cláusula resolutoria expresa, etc.

Está claro que será más onerosa la obligación que genere mas intereses moratorios
convencionalmente pactados que otras que solo produzcan intereses a partir de la constitución en
mora del deudor. En el caso de existir obligación de intereses en todas las deudas, la mayor
onerosidad vendrá determinada por la tasa o tipo de interés. Según la Jurisprudencia, las deudas
especialmente garantizadas son más onerosas que las que carezcan de garantías, siendo de mayor
onerosidad las garantías reales que las personales.

36
b) Si las diversas deudas fueran de “igual naturaleza y gravamen el pago se imputará a todas a
prorrata”.

El prorrateo consiste en el reparto proporcional del pago realizado entre las deudas exigibles, lo
que genera una excepción en el principio de indivisibilidad del pago establecido en el CC.

2. FORMAS ESPECIALES DE CUMPLIMIENTO: DACIÓN EN PAGO Y CESIÓN DE BIENES


PARA PAGO.

2.1. En general: la “negociación” del crédito o de la deuda.

Es frecuente que el deudor no se encuentre en condiciones de ejecutar la prestación debida. Ante


ello el acreedor puede proceder judicialmente contra el deudor en busca de satisfacer su derecho
de crédito.

No es extraño que cualquiera de los sujetos de la obligación adopte la iniciativa de sustituir la


prestación debida por otra, aunque dicha eventualidad no se haya contemplado en el momento
constitutivo de la obligación. El cambio de la prestación conllevará una valoración de carácter
económico, que se suele identificar como negociación del crédito o de la deuda.

Negociar un crédito es, una expresión coloquial que trata de manifestar que, ante la dificultad de
su cobro, las partes de la relación obligatoria tratan de buscar una salida alternativa, ya que
resulta preferible al ejercicio de las acciones judiciales o de la demora en la realización de la
prestación prefijada. Tal salida supondrá la celebración de un contrato de carácter novatorio de la
relación previamente establecida.

No obstante, la sustitución de la prestación requiere el acuerdo entre el acreedor y el deudor, por


lo que de una forma u otra, el referido “cumplimiento” tiene indudable carácter negocial.

Hay que decir que el pacto renovado entre el deudor y acreedor puede plantearse de dos formas
distintas:
 Entrega de algo o prestación de servicio, pese a ser diferente de la prestación originaria,
que supone cumplir la obligación existente: dación en pago.
 Asegurando el cumplimiento de la prestación originaria mediante entrega de bienes al
acreedor para que los enajene y aplique el producto de la venta al pago de la obligación
originaria: cesión de bienes para pago.

2.2. La dación en pago.

El deudor, con consentimiento del acreedor, realiza una prestación distinta a la originaria que, no
obstante, surte el efecto de extinguir la obligación constituida. Dicho mecanismo se conoce como
“dación en pago”. Por tanto, la dación en pago representa una fractura del requisito de la
identidad del pago establecido en el CC, que sólo puede obviarse mediante el consentimiento del
acreedor.

No obstante, la dación en pago es perfectamente lícita, posible y bastante frecuente. Por lo que el
TS ha reiterado su validez. La Jurisprudencia para que una relación obligatoria pueda entenderse
cumplida mediante recurso a la dación en pago, ha determinado dos requisitos:

 Acuerdo entre las partes, con el designio de dar por extinguida la obligación preexistente,
con lo que se excluye la novación.
 Transmisión o entrega simultanea del objeto de la nueva prestación, pues si el deudor sólo
se comprometiera a ello sería supuesto de novación y no de dación en pago.

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En caso de que la dación en pago consista en la entrega de una cosa, serán de aplicación en
principio las reglas sobre saneamiento por evicción que el Código Civil regula en sede de
compraventa. Dicha asimilación sólo es aceptable con carácter instrumental y siempre que resulte
acorde con el designio propio de la dación en pago, es decir, extinguir una relación obligatoria
preexistente, no en crear un nuevo contrato productor de derechos y obligaciones.

Por ello la Doctrina y Jurisprudencia contemporáneas prefieren subrayar el carácter extintivo del
acuerdo de dación, si bien tiene naturaleza negocial, no llega a alcanzar la consideración de
contrato propiamente dicho.

2.3. La cesión de bienes para pago o el pago por cesión de bienes.

En la cesión de bienes el deudor se limita a transferir al acreedor o acreedores la posesión y


administración de sus bienes o parte de ellos para que los liquiden y apliquen el precio obtenido al
pago de sus créditos. Por lo que la cesión no equivale al cumplimiento, sino, que sencillamente, lo
facilita dejando en manos de los acreedores el cobro de sus propios créditos. Con ello el deudor no
transmite la propiedad de los bienes cedidos, sino que los apodera para enajenarlos y convertirlos
en dinero líquido.

Si el dinero obtenido supera lo que supone el crédito, los acreedores se cobrarán y restituirán lo
restante al deudor, si faltase, el deudor seguirá siéndolo de la cantidad restante, ya que la cesión
sólo libera al deudor de responsabilidad por el importe líquido de los bienes cedidos.

Al igual que la dación de pago, la cesión de bienes convencional o extrajudicial queda sometida a
reglas generales de la autonomía privada.

Conviene resaltar el régimen jurídico de una y otra:

CESIÓN DE BIENES JUDICIAL: constituye una apartado más de los procedimientos concursales, y
por consiguiente sometida a una serie de reglas imperativas cuyos supuestos son: Suspensión de
pagos, quita o espera, concurso de acreedores o quiebra.

CESIÓN DE BIENES CONVENCIONAL (CBC) O EXTRAJUDICIAL: sirve de recordatorio del régimen


de cesión de bienes en los procedimientos concursales.

Por tanto, la cesión convencional se somete a las reglas de la autonomía privada y sólo
supletoriamente se regula por normas generales de contratación o de Derecho de Obligaciones sin
obligatoriedad de aplicación de reglas procesales de concurso o quiebra.

Si existen más acreedores, cabe que el deudor acuerde con uno de ellos o con varios el llevar a
cabo una cesión.

2.4. Diferencias entre dación en pago y cesión de bienes para pago.

Estas figuras son muy frecuentes en la práctica negocial, pese a su falta de regulación expresa por
el Código Civil.

Sus diferencias son que mientras la dación de pago transmite la titularidad del bien entregado al
acreedor o acreedores, la cesión de bienes no lo transmite. A saber:

 Dación en pago (datio pro soluto): Se trata de un acto en el que el deudor transmite los
bienes de su propiedad al acreedor para que éste los aplique en la extinción del crédito del
que era titular.
 Cesión de bienes (cessio pro solvendo): Se trata de un negocio jurídico en virtud del cual el
deudor propietario transmite a un tercero, que actúa por encargo, la posesión de sus
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bienes y la facultad de proceder a la realización, pero con la obligación de aplicar el
importe obtenido en la enajenación de aquellos, al pago de las deudas contraídas por el
cedente, sin extinción del crédito en su totalidad, puesto que salvo pacto en contrario, el
deudor sigue siéndolo del adjudicatario en la parte del crédito a que no hubiese alcanzado
el importe del bien o bienes cedidos para la adjudicación.

La “cessio pro solvendo” sólo libera al deudor de su responsabilidad por el importe de los bienes
cedidos, mientras que en la “datio pro soluto” la entrega produce automáticamente la extinción de
la primitiva obligación.

3. LA MORA DEL ACREEDOR: EL OFRECIMIENTO DE PAGO Y LA CONSIGNACIÓN.

3.1. La falta de cumplimiento imputable al acreedor.

Puede suceder que llegado el momento del cumplimiento, el acreedor no esté presente o intente
demorar o retrasar el pago y que, por tanto, el deudor no pueda liberarse de la deuda.

Pues bien, si la falta de recepción de la prestación debida, por causas atinentes al acreedor,
conlleva el retraso o la demora en el cumplimiento pretendido por el deudor, se habla de mora del
acreedor o de mora creditoris.

El CC recoge que: “si el acreedor a quien se hiciere el ofrecimiento de pago se negaee sin razón a
admitirlo, el deudor quedará libre de toda responsabilidad mediante la consignación de la cosa
debida”. Esta interpretación tiene como consecuencias fundamentales:

1º. La mora del acreedor no requiere conducta culposa de aquél y cabe pensar en una conducta
negativa sin razón, es más, en casos de consignación directa, el CC elimina el requisito del
ofrecimiento de pago como trámite previo a consignación.

2º. La mora del acreedor no requiere que éste sea interpelado por el deudor, sino que basta con el
ofrecimiento del pago.

3.2. La consignación como sustitutivo del cumplimiento.

La mora del acreedor (culposa o no, maliciosa o de buena fe) es inaceptable por implicar un
perjuicio para el deudor y ser contraria a los intereses generales del tráfico económico. En
consecuencia, el Ordenamiento Jurídico da un mecanismo que permite al deudor cumplidor
liberarse de la obligación.

Consiste en que el deudor otorga a la Autoridad Judicial las cosas debidas, acreditando su
voluntad de cumplir lo debido y la resistencia del acreedor a recibir la prestación. Técnicamente se
le conoce como consignación.

3.3. El ofrecimiento de pago como presupuesto de la consignación.

Antes de proceder a la consignación, el deudor debe haber ofrecido el pago al acreedor y éste
haberse negado sin motivo a aceptarlo. Entonces el deudor quedará libre de responsabilidad
mediante la consignación de la cosa debida.

Si la consignación es ante la autoridad judicial, será competente el Juzgado de 1ª Instancia


correspondiente al lugar donde deba cumplirse la obligación y, si pudiera cumplirse en distintos
lugares, cualquiera de ellos a elección del solicitante. En su defecto, será competente el Juzgado
que corresponda al domicilio del deudor. La persona que promueva la consignación judicial
(deudor o tercero) expresará en su solicitud los datos y circunstancias de identificación de los

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interesados en la obligación a que se refiere la consignación. El ofrecimiento de pago es necesario
acreditarlo, si procediese, y en todo caso el anuncio de la consignación al acreedor y demás
interesados en la obligación.

El ofrecimiento de pago y la consignación de bienes, también puede hacerse ante Notario.

3.4. El ofrecimiento de pago y la constitución en mora del acreedor.

El ofrecimiento del pago, además de operar como presupuesto de la consignación tiene virtualidad
propia aunque no se vea seguido de la consignación.

El rechazo injustificado del ofrecimiento de pago idóneo realizado por el deudor, constituye en
mora al acreedor, lo convierte en un acreedor moroso, al que la Ley tratará con disfavor, dada su
conducta entorpecedora del devenir normal de la relación obligatoria.

Entre otras consecuencias, la constitución de la mora del acreedor traerá consigo:

1) Que el retraso en el cumplimiento no hará nacer la mora del deudor.


2) Que, en caso de obligaciones pecuniarias, cesará la generación de intereses.
3) Que en general, la imposibilidad sobrevenida de la prestación sin culpa del deudor operará
en perjuicio para el acreedor, quien pese a no recibir la prestación, habrá de cumplir con las
obligaciones que tuviera para con el.
4) Que el acreedor constituido en mora deberá abonar todos los gastos derivados de la
conservación y custodia de la cosa debida.

3.5. Supuestos de consignación directa.

La regla general del previo ofrecimiento de pago decae en aquellos casos, que por circunstancias,
el deudor no puede llegar ni siquiera a dirigirse al acreedor ofreciéndole la prestación debida. El
CC entiende que “la consignación por sí sola producirá el mismo efecto liberatorio en el deudor
cuando el ofrecimiento de pago se haga estando el acreedor está ausente o incapacitado para
recibir el pago en el momento en que deba hacerse”.

También entiende el CC como supuestos de consignación directa, cuando varias personas


pretenden tener derecho a cobrar y el deudor no sabe bien frente a quién está obligado o cuando
se haya extraviado el título de obligación, etc.

3.6. Supuestos de consignación directa.

La consignación debe reunir los siguientes requisitos para producir los efectos que le son propios:

a) Debe ser anunciada previamente a las personas interesadas en el cumplimiento de la


obligación, aunque no será exigible en los supuestos de consignación directa.
b) La consignación debe ajustarse estrictamente a las disposiciones que regulan el pago. Es
decir, ha de respetar los principios de identidad, integridad e indivisibilidad del pago.
c) Una vez admitida judicialmente, posteriormente la consignación deberá notificarse también
a los interesados.

3.7. Efectos de la consignación.

La aceptación de la consignación por el acreedor o la declaración judicial de idoneidad de la


consignación, extinguirá la obligación y el deudor podrá instar al juez para que se cancele la
obligación y la garantía en su caso. Además, ha de tenerse en cuenta que, siendo idónea o
procedente la consignación, todos los gastos generados por la misma serán a cuenta del acreedor.

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En el caso de consignación notarial, el Notario la notificará a los interesados para que en el plazo
de 10 días hábiles acepten el pago, retiren la cosa debida o realicen las alegaciones que estimen
oportunas. Si transcurrido ese plazo no procediera el acreedor a retirarla, no realizara alegaciones
o se negara a recibirla, se procederá a la devolución de lo consignado sin más tramites y se
archivará el expediente.

3.8. Prestaciones susceptibles de consignación.

La consignación judicial es utilizada habitualmente para el deposito de dinero, cheques, efectos,


valores, etc., pero si el CC utiliza la frase “poniendo las cosas debidas a disposición del Juzgado o
del Notario” y la Ley del Notariado habla de “consignación de bienes” nada impide pensar que no
se pueda llevar a cabo la consignación de bienes inmuebles.

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TEMA 9.- EL INCUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES.

1. LOS SUPUESTOS DE INCUMPLIMIENTO Y SU DIFICULTAD DE SISTEMATIZACION.

El incumplimiento de la obligación tendrá lugar tanto en caso de falta absoluta de ejecución de


la prestación (caso de que el deudor no lleve a cabo la ejecución de la prestación), cuanto en caso
de inexacta ejecución de la misma (que no se adecue a lo pactado o legalmente establecido).

Los supuestos de incumplimiento pueden ser muy variopintos: retraso en la entrega (en la
obligación de dar) o en la ejecución (en la obligación de hacer); cumplimiento en un lugar
diferente al pactado (que origina gastos complementarios e imprevistos para el acreedor); entrega
o ejecución de carácter defectuoso; etc.

Este concepto lleva a la doctrina a una clasificación del incumplimiento en:

1. Incumplimiento propio o absoluto: supuestos de falta de cumplimiento caracterizados por


la imposibilidad futura de ejecutar la prestación.

2. Incumplimiento impropio o relativo: casos de cumplimiento defectuoso, extemporáneo o


parcial que, no obstante, permiten un posterior cumplimiento exacto y absolutamente acorde con
el título constitutivo de la obligación.

Otros autores, por el contrario, prefieren realizar una contraposición entre: falta absoluta de
cumplimiento o incumplimiento total y cumplimiento defectuoso o inexacto.

Así, el CC dice que “ Quedan sujetos a la indemnización de los daños y perjuicios causados los que
en el cumplimiento de sus obligaciones incurrieren en dolo, negligencia o morosidad, y los que de
cualquier modo contravinieren el tenor de aquélla”.

2. LA RESPONSABILIDAD DEL DEUDOR: PLANTEAMIENTO.

Cualquier contravención de la obligación puede ser considerada incumplimiento, la pregunta es en


qué casos esta es imputable al deudor y por tanto debe responder por ello y en qué casos no.

En ciertas ocasiones, el deudor no es considerado responsable de la falta de cumplimiento por


haberse producido ésta a causa de circunstancias insuperables para el deudor: caso fortuito o
fuerza mayor.

En los demás casos, el deudor será responsable de la falta de cumplimiento, y en particular,


cuando haya incurrido en dolo, culpa o mora.

3. EL CASO FORTUITO Y LA FUERZA MAYOR COMO CAUSAS DE EXONERACIÓN PARA EL


DEUDOR.

3.1. Noción general de caso fortuito y fuerza mayor.

Conforme estipula la parte final el CC “nadie responderá de aquellos sucesos que no hubieran
podido preverse o que, previstos, fueran inevitables”. El CC exonera de responsabilidad al deudor
en aquellos casos en que la falta de cumplimiento se deba a la existencia de un caso fortuito o de
un supuesto de fuerza mayor.

Los hechos provenientes de la naturaleza serían casos fortuitos, mientras que los causados por el
hombre serían supuestos de fuerza mayor.

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Atendiendo a la imprevisibilidad del suceso, serían casos fortuitos los imprevisibles mientras que
los inevitables serían de fuerza mayor.

Por consiguiente concluir que caso fortuito y fuerza mayor son expresiones que pueden
considerarse sinónimas y describirse sencillamente como aquellos hechos o circunstancias que,
siendo absolutamente extraños a su voluntad (fenómenos meteorológicos, guerras, etc.), hacen
que el deudor, aunque no pueda llevar a cabo el cumplimiento de la obligación, quede exonerado
del incumplimiento.

3.2. Prueba del caso fortuito y de la fuerza mayor.

Aunque por lo general acreditar la existencia del caso fortuito o la fuerza mayor resultará fácil, es
evidente que será el deudor que pretenda exonerarse del cumplimiento de la obligación quien
haya de probar el efectivo acaecimiento de circunstancias objetivamente insuperables a su
capacidad de acción.

3.3. Mantenimiento de la responsabilidad del deudor pese a la existencia de caso


fortuito o fuerza mayor.

La exoneración de responsabilidad del deudor en los supuestos de concurrencia de caso fortuito o


fuerza mayor es una regla general legalmente establecida que no tiene carácter absoluto ni ha de
producirse de forma necesaria. La exoneración no se aplicará:
a) En los casos expresamente mencionados en la ley.
b) Cuando expresamente lo declare la obligación.

Así, puede distinguirse entre:

 La responsabilidad por caso fortuito o fuerza mayor convencionalmente


pactada. Los sujetos de la obligación, éstos pueden pactar legítimamente la pervivencia
de la responsabilidad del deudor en caso de incumplimiento inclusive cuando éste se deba
al acaecimiento de algún supuesto de caso fortuito o fuerza mayor.

 La responsabilidad por caso fortuito o fuerza mayor legalmente determinada, no


es muy frecuente, (por ejemplo, el comodatario responderá incluso del caso fortuito y la
fuerza mayor, cuando destina la cosa para algo distinto para la que se le presto, cuando la
conserva en su poder más tiempo del establecido o cuando la cosa se le entregó bajo
tasación).

Cuando la existencia del caso fortuito o de causa mayor se combina con una conducta descuidada,
culposa o morosa del deudor, la ley continua considerándolo responsable del cumplimiento.

La existencia del caso fortuito o de causa mayor es intrascendente para las obligaciones genéricas
(pues rige la regla de que el género nunca perece); en éstas el deudor sólo queda exonerado por
la existencia de caso fortuito o fuerza mayor cuando se ha llevado a cabo la concentración o
especificación (determinación de las cosas genéricas a entregar) de común acuerdo con el
acreedor, se ha cumplido o se han entregado las cosas en el domicilio del deudor.

4. LA RESPONSABILIDAD DEL DEUDOR POR INCUMPLIMIENTO A ÉL IMPUTABLE.

Salvo existencia de caso fortuito o fuerza mayor, según el CC, el deudor puede incumplir por:
a) Incurrir en dolo, negligencia o morosidad o
b) Contravenir de cualquier modo el tenor de la obligación.

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Como legalmente las causa por las que se puede incumplir una obligación son la negligencia
(culpa), el dolo (no querer cumplir) o la mora (retrasarse en el cumplimiento), por lo tanto la
expresión b) comprede los casos caracterizados como cumplimiento impropio, defectuoso o
inexacto y no a las causas que los hayan originado (dolo, culpa o mora).

4.1. La culpa o negligencia.

El CC define la culpa o negligencia como la “la omisión de aquella diligencia que exija la
naturaleza de la obligación y corresponda a las circunstancias de las personas, del
tiempo y del lugar”. Por tanto, habría de concluirse que nuestro Código propugna un sistema
de culpa en concreto, en cuanto la fijación del grado de diligencia depende de la naturaleza y
circunstancias concretas de la relación obligatoria de que se trate (es distinta la amputación
urgente de un miembro por guardas forestales que por un equipo médico especializado).

Pero por otra parte, el CC establece que “cuando la obligación no exprese la diligencia que ha de
prestarse en su cumplimiento, se exigirá la que correspondiera a un buen padre de familia” ,
reiterando así el criterio básico del sistema de culpa en abstracto.

La antinomia entre ambos criterios de determinación de la culpa es de todo punto de vista


evidente por lo que requieren dejar un amplio margen de actuación al arbitrio judicial.

Algunos autores consideran que debe tenerse por preeminente el criterio del buen padre de
familia, otros, en cambio, consideran que el carácter subsidiario o supletorio de la “diligencia del
buen padre de familia” es indiscutible, debiendo primar por tanto el sistema de culpa en concreto.

A juicio del Prof. Lasarte resulta preferible esta última opción, pues el criterio del buen padre de
familia, no representa más que una previsión de carácter complementario para el caso de que “la
obligación no exprese la diligencia que ha de prestarse en su cumplimiento” .

El CC utiliza la noción de culpa en un sentido sumamente amplio; no se requiere una conducta


malévola del deudor, sino que basta que éste incumpla o cumpla defectuosamente lo prometido
sea por olvido, descuido, falta de pericia, etc. La falta de diligencia, pues, es un mero dato de
carácter objetivo que arroja un resultado lesivo para el acreedor, sin necesidad de que el deudor
haya asumido una voluntad deliberada de incumplir (como ocurre en el caso de dolo).

Por ello, el CC presume -iuris tantum- la culpa del deudor en caso de incumplimiento de la
obligación, ya que en caso de no llevarse a cabo, la infracción de dicho deber es imputable al
obligado salvo que acredite la existencia de causas exoneradoras de la responsabilidad.

En tal sentido, “siempre que la cosa se hubiese perdido en poder del deudor, se presumirá que la
pérdida ocurrió por su culpa y no por caso fortuito, salvo prueba en contrario…” .

El incumplimiento por culpa o negligencia puede darse tanto en las obligaciones de dar como en
las obligaciones de hacer.

4.2. El dolo o la conducta dolosa en el cumplimiento de las obligaciones.

El dolo ofrece las siguientes claves:

A) El dolo en el cumplimiento de las obligaciones consiste en una actuación consciente y


deliberada del deudor que, malévolamente, se resiste a cumplir cuando debe.
B) No es necesario que el deudor tenga intención de dañar o causar mayores perjuicios al
acreedor sino que basta con que el deudor, a sabiendas, infrinja el deber de cumplimiento que
pesa sobre él.

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C) La actuación dolosa del deudor en el momento de cumplimiento de las obligaciones es
considerada por el Ordenamiento jurídico de mayor gravedad que la culposa. Por ello el CC
prohíbe:
 Que los tribunales puedan moderar o mitigar la responsabilidad dimanante de dolo,
mientras que les encomienda dicha moderación en caso de conducta culposa.
 Que el acreedor renuncie anticipadamente a exigir la responsabilidad derivada del dolo.
Esta regla tiene un claro carácter imperativo, excluyendo que la autonomía privada
pueda contradecirla mediante el establecimiento de cláusulas o estipulaciones de
exoneración de la responsabilidad dimanante del dolo, ya que no puede legitimarse de
forma alguna la impunidad de las conductas atentatorias contra la buena fe.

El CC utiliza dos nociones diversas de dolo:


 Como vicio del consentimiento en la celebración de un contrato.
 Como conducta del deudor reacio al cumplimiento.

5. LA MORA DEL DEUDOR.

5.1. El retraso en el cumplimiento y los presupuestos de la mora.

Se habla de mora del deudor cuando el cumplimiento de la obligación no tiene lugar en el


momento temporal prefijado. En este sentido, mora equivale a retraso en el cumplimiento.

En ocasiones el simple retraso (mora) en el cumplimiento equivale al incumplimiento total. Ocurre


así en todos los supuestos en que el cumplimiento de la obligación ha sido sometido a término.
Por tanto, sólo tendrá sentido hablar de mora cuando el cumplimiento, aunque tardío, resulte
satisfactorio para el acreedor; al mismo tiempo que la falta de cumplimiento puntual sea imputable
al deudor.

La mora no es incompatible con la culpa o el dolo, ya que la mora encuentra su causa en la


actuación negligente o dolosa del deudor. Si el retraso en el cumplimiento ha sido originado por
caso fortuito o fuerza mayor, y por tanto no es imputable al deudor, éste no podrá ser constituido
en mora.

La mora sólo entra en juego en las obligaciones positivas (dar o hacer alguna cosa), quedando
excluida su aplicación en las obligaciones negativas (no hacer algo).

La obligación ha de ser asimismo exigible y, en el caso particular de las obligaciones pecuniarias,


debe tratarse de deudas líquidas.

5.2. La constitución en mora: la intimación o interpelación.

Para que el retraso se convierta en mora es necesario que el acreedor exija al deudor, judicial o
extrajudicialmente, el cumplimiento de la obligación. Esto es, pese a que la obligación sea exigible
y esté vencida, el acreedor ha de llevar a cabo la intimación o interpelación al deudor para
constituirlo en mora. La carga de la prueba de la intimación recae sobre el acreedor. Por tanto, en
los casos de interpelación extrajudicial deberá preconstituirse o prepararse la prueba de la misma:
por ej., mediante requerimiento notarial, carta con acuse de recibo, burofax, telegrama,...

5.3 Los supuestos de mora automática: en particular, la mora en las obligaciones


recíprocas.

La regla general de que la generación de la mora requiere la previa interpelación al deudor no es


absoluta, ya que el CC establece que no será necesaria la intimación del acreedor para que la
mora exista:

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1º. Cuando la obligación o la ley lo declaren así expresamente.

2º. Cuando de su naturaleza y circunstancias resulte que la designación de la época en que había
de entregarse la cosa o hacerse el servicio fue motivo determinante para establecer la obligación”.
Ejemplo, cuando se encarga un vestido de invierno y nos lo dan a final de temporada).

La Doctrina habla de mora automática cuando el mero retraso temporal en el cumplimiento


equivale a la constitución en mora del deudor.

“En las obligaciones recíprocas ninguno de los obligados incurre en mora si el otro no cumple o no
se allana a cumplir debidamente lo que le incumbe. Desde que uno de los obligados cumple su
obligación, empieza la mora para el otro” . Luego en el caso de relaciones obligatorias de carácter
bilateral stricto sensu el cumplimiento ejecutado por una de las partes sitúa inmediatamente a la
otra en la situación de mora. Se trataría, pues, de un supuesto más de mora automática en el que
no es necesaria interpelación, siempre y cuando las obligaciones además de recíprocas sean
instantáneas.

5.4. Los efectos de la mora.

El deudor moroso queda obligado a:

1º. Cumplir la obligación y, además, indemnizar los daños y perjuicios causados al acreedor por su
retraso. Caso de que la obligación consistiere en el pago de una cantidad de dinero y el deudor
incurriere en mora, la indemnización de daños y perjuicios, no habiendo pacto en contrario,
consistirá en el pago de los intereses convenidos, y a falta de convenio, en el interés legal.

2º. Responder por la falta de cumplimiento de la obligación incluso en los supuestos en que el
cumplimiento resulte imposible, con posterioridad al momento de constitución en mora, a
consecuencia de caso fortuito o de fuerza mayor.

Por el contrario, el deudor que se ha retrasado en el cumplimiento, pero no ha sido constituido en


mora:

1º. No habrá de indemnizar daños y perjuicios por el mero retraso.


2º. No responde por incumplimiento en los supuestos de caso fortuito o fuerza mayor que
provoque la imposibilidad del cumplimiento.

5.5. Referencia a las moratorias.

Cuando el acreedor concede un nuevo plazo al deudor para el cumplimiento, la mora queda
total y absolutamente excluida. A esta prórroga del plazo o término de cumplimiento se denomina
moratoria.

En atención a su origen se distinguen:

 Moratorias convencionales dimanantes de la autonomía privada. Las partes así lo


establecen, por ejemplo: la renovación de una póliza de crédito.

 Moratorias legales, que encuentran su base de existencia en disposiciones legislativas. Por


ejemplo: Decretos-Leyes que dicta el Gobierno en casos de extraordinaria necesidad
(inundación, sequía,...).

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6. LOS EFECTOS DEL INCUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES: LAS POSIBLES
REACCIONES DEL ACREEDOR FRENTE AL INCUMPLIMIENTO.

La reacción del acreedor frente al incumplimiento del deudor depende en gran medida de la
naturaleza y características propias de la relación obligatoria de que se trate y de la posibilidad de
reclamar el cumplimiento de la obligación en forma satisfactoria para el acreedor.

Puede que al acreedor le compense resolver el contrato, conseguir una indemnización, o conseguir
una rebaja en el contrato. Es este sin duda según Lasarte un análisis casuístico.

7. LA REACCION DEL ACREEDOR Y LA EJECUCION FORZOSA.

En estos supuestos el acreedor reclamará judicialmente el cumplimiento de la obligación o la


resolución del contrato.

En caso de sentencia judicial estimatoria de las pretensiones del acreedor del cumplimiento de la
obligación o restitución de las prestaciones ya realizadas, además de la correspondiente
indemnización por daños y perjuicios, puede ocurrir:

1º. Que el deudor cumpla conforme a lo ordenado por el Juez en el fallo (ejecución voluntaria).
2º. Que se niegue a cumplir y, por tanto, el acreedor se vea forzado a reclamar de nuevo la
intervención judicial para lograr que se ejecute la sentencia de condena previamente obtenida
(ejecución forzosa).

La ejecución forzosa puede tener lugar de dos maneras:


 En forma específica, mediante el llamado cumplimiento in natura.
 En forma genérica mediante el pago por equivalente pecuniario.

7.1. Ejecución forzosa en forma específica o cumplimiento “in natura”.

Consiste en obtener judicialmente la prestación tal y como quedó prefijada en el título constitutivo
de la obligación. Se habla de cumplimiento in natura.

7.2. Ejecución forzosa en forma genérica o cumplimiento por equivalente pecuniario.

En el caso de que ni el Juez pueda obtener el cumplimiento in natura, la suma de dinero fijada en
sustitución de la prestación debida propiamente dicha equivale al valor patrimonial de la prestación
no ejecutada. No está contemplada expresamente en el CC, por lo que lo referente a su regulación
deriva de la LEC.

7.3. La ejecución forzosa en forma específica en el Código Civil.

La prestación in natura podrá conseguirse, a través del trámite por la autoridad judicial, mediante
su ejecución por un tercero a expensas del deudor incumplidor o sea, que correrá con los gastos
de la ejecución.

Obligación de dar: “Cuando lo que deba entregarse sea una cosa determinada, el acreedor,
independientemente del derecho a indemnización por dolo, culpa o mora, puede compeler al
deudor a que realice la entrega. Si la cosa fuere indeterminada o genérica, podrá pedir que se
cumpla la obligación a expensas del deudor”.

Obligación de hacer: “Si el obligado a hacer alguna cosa no la hiciere, se mandará ejecutar a su
costa. Esto mismo se observará si la hiciere contraviniendo el tenor de la obligación. Además
podrá decretarse que se deshaga lo mal hecho”.

47
Obligación de no hacer: También podrá decretarse que se deshaga lo mal hecho “cuando la
obligación consista en no hacer y el deudor ejecutare lo que le había sido prohibido” .

8. LA INDEMNIZACION DE DAÑOS Y PERJUICIOS.

8.1. Noción general y ámbito de aplicación.

Pese a que el CC no lo indica de forma expresa, la indemnización de daños y perjuicios es siempre


de carácter pecuniario. Consiste en la suma de dinero que el deudor incumplidor ha de entregar al
acreedor para resarcirle de los daños y perjuicios causados por cualquier tipo de incumplimiento.

“Quedan sometidos a la indemnización de daños y perjuicios causados los que en el cumplimiento


de sus obligaciones incurrieren en dolo, negligencia o morosidad, y los que de cualquier modo
contravinieren el tenor de aquellas.” De conformidad con ello, cualquier contravención de la
obligación, cualquier falta a la exactitud de la prestación, puede generar o causar daños y
perjuicios al acreedor.

La indemnización de daños y perjuicios puede entrar en juego, en forma accesoria y


complementaria:

 En caso de ejecución forzosa en forma específica, ya que la reclamación del cumplimiento


no excluye la indemnización.
 En el caso de ejecución genérica o incumplimiento por equivalente pecuniario, ya que éste
tampoco excluye el resarcimiento por daños y perjuicios causados por la falta de
cumplimiento in natura establecido en el título constitutivo de la obligación.
 En el caso de resolución del contrato.

8.2. La indemnización de daños y perjuicios y la responsabilidad extracontractual.

La indemnización de daños y perjuicios opera de forma autónoma o independiente en un gran


número de supuestos de responsabilidad extracontractual; esto es, no por consecuencia del
incumplimiento de una obligación previamente establecida, sino a causa del daño inferido a un
tercero. La obligación contractual puede dar lugar a una reparación específica, a una reparación
pecuniaria o a ambas conjunta y cumulativamente.

8.3. Los componentes de la indemnización: daño emergente y lucro cesante.

La indemnización de daños y perjuicios tiene por objeto dejar al acreedor indemne de las
consecuencias perjudiciales causadas por el incumplimiento de la obligación o por la realización del
acto ilícito.

Por tanto, la traducción a dinero de la misma debe valorar dos aspectos o componentes:

1º. El daño o pérdida sufridos por el acreedor ( daño emergente). Ej.: las lesiones sufridas en un
accidente.
2º. La ganancia dejada de obtener por el acreedor a consecuencia del incumplimiento contractual
o del sufrimiento de la acción u omisión generadora de responsabilidad extracontractual (lucro
cesante). Ej.: la falta de recursos si el atropellado no puede trabajar durante una temporada.

Ambos aspectos se encuentran legalmente contemplados en el CC “La indemnización de daños y


perjuicios comprende, no sólo el valor de la pérdida que haya sufrido, sino también el de la
ganancia que haya dejado de obtener el acreedor”.

48
8.4. Los presupuestos de la indemnización.

La indemnización de daños y perjuicios propiamente dicha no se genera automáticamente por


virtud del incumplimiento contractual o del acto ilícito, sino que es necesario que se den los
siguientes requisitos:

a) Que la actuación del deudor en la relación obligatoria de que se trate o las condiciones y
circunstancias de la misma (contrato o responsabilidad extracontractual) lo haga
responsable del incumplimiento contractual o del acto ilícito.
b) Que el acreedor pruebe o acredite la efectiva existencia de daños y perjuicios mediante
algún medio de prueba, descartándose las meras suposiciones, previsiones o hipótesis no
probadas.

El daño emergente cabe identificarlo con el valor de la prestación debida o con los daños efectiva
y directamente causados. La determinación del lucro cesante es enormemente compleja en
términos prácticos. En la práctica, la suma reclamada suele ser muy alta, y depende en gran
medida de la apreciación del Tribunal o Juez, que suele ser riguroso en cuanto a la exigencia de
prueba del lucro cesante proclamado por el acreedor.

8.5. Alcance de la indemnización: deudor culposo y doloso.

El Código se limita a establecer criterios generales respecto de los daños y perjuicios susceptibles
de resarcimiento pecuniario, distinguiendo según que el deudor sea de buena fe o de mala fe,
deudor culposo y deudor doloso respectivamente.

Los daños y perjuicios susceptibles de indemnización se amplían en el caso de que el deudor,


consciente y deliberadamente, haga caso omiso de la obligación que sobre él pesa.

Las reglas legales al respecto son, concretamente:

1º. Deudor de buena fe o culposo. Responderá de los daños y perjuicios que se hubieran previsto
o podido prever al tiempo de constituir la obligación y que sean consecuencia necesaria de su falta
de cumplimiento.

2º. Deudor de mala fe o doloso. Habrá de responder de todos los daños y perjuicios que,
conocidamente, se deriven de la falta de cumplimiento de la obligación.

49
TEMA 10.- LA EXTINCIÓN DE LAS OBLIGACIONES.

1. LAS CAUSAS DE EXTINCION DE LAS OBLIGACIONES.

“Las obligaciones se extinguen: Por el pago o cumplimiento, por la pérdida de la cosa debida, por
la condonación de la deuda, por la confusión de los derechos de acreedor y deudor, por la
compensación y por la novación”.

Estas son las llamadas causas de extinción de las obligaciones , ya que todas determinan la
extinción de la relación obligatoria. De todas ellas la más importante es el cumplimiento o pago.

2. LA PÉRDIDA DE LA COSA DEBIDA O LA IMPOSIBILIDAD SOBREVENIDA DE LA


PRESTACIÓN.

2.1. Precisiones terminológicas.

La expresión “pérdida de la cosa debida” puede dar la impresión de que la imposibilidad de llevar a
cabo la prestación se refiere exclusivamente a las obligaciones de dar, no siendo así, “ también
quedará liberado el deudor en las obligaciones de hacer cuando la prestación resultare legal o
físicamente imponible”.

Para evitar esta confusión, la doctrina y la jurisprudencia han impuesto la expresión “ imposibilidad
sobrevenida de la prestación”.

2.2. Características de la imposibilidad de cumplimiento.

a) El carácter sobrevenido: El incumplimiento se ha de producir necesariamente a causa


de circunstancias posteriores al momento constitutivo de la obligación.

b) Origen físico o jurídico de la imposibilidad: La expresión “pérdida de la cosa” sugiere


que la imposibilidad de cumplimiento debe venir provocada por la destrucción física o
desaparición material de las cosas que son objeto de la prestación. A este respecto, el CC
aclara que “...la prestación resultare legal o físicamente imposible”, evidenciando que la
imposibilidad sobrevenida del cumplimiento puede ser tanto física como jurídica.

c) El carácter objetivo de la imposibilidad: La imposibilidad ha de ser objetiva, referida al


objeto de la relación obligatoria, a la prestación en sí misma considerada, siendo
intranscendentes en principio las circunstancias relativas a la persona del deudor, excepto
en las obligaciones de hacer y las personalísimas, cuando las circunstancias y condiciones
del deudor formen parte del contenido de la relación obligatoria.

d) Imposibilidad sobrevenida total y parcial: Imposibilidad sobrevenida total de la


prestación es cuando es absolutamente imposible el cumplimiento de la obligación. En caso
de que la prestación sólo parcial, lo mejor será, en caso de relaciones jurídico-obligatorias
onerosas, dejar la decisión en manos del acreedor, y predicar la extinción parcial de la
obligación en los supuestos a título gratuito.

2.3. Los presupuestos de su eficacia extintiva.

La imposibilidad sobrevenida de la prestación sólo tendrá eficacia extintiva cuando el consiguiente


incumplimiento no sea imputable al deudor. Por tanto, no basta con el aparición sobrevenida o
subsiguiente de una circunstancia imposibilitadora de la prestación, sino que es necesario que se
den los siguientes supuestos:

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1º) Que no sea imputable al deudor

2º) Que se produzca con anterioridad a la eventual constitución en mora del deudor. En caso de
deudor moroso, responderá incluso del caso fortuito.

3º) Que, en las obligaciones de dar, la cosa sea específica o determinada. En estos casos, la
pérdida de la cosa ha de conllevar necesariamente la extinción de la obligación (por imposibilidad
de cumplimiento), siempre y cuando la pérdida no se debiere a dolo, culpa o mora del deudor.

Si la obligación fuese genérica, el deudor queda obligado a realizar la entrega mediante la


consecución de una cosa que se corresponda con la prestación debida, aunque haya de buscarla
fuera de su patrimonio.

4º) Que la cosa específica no proceda de delito o falta, ya que en tal caso ha de aplicarse que
“cuando la deuda de cosa cierta y determinada procediere de delito o falta, no se eximirá al
deudor del pago de su precio, cualquiera que hubiese sido el motivo de la pérdida, a menos que,
ofrecida por él la cosa al que la debía recibir, éste se hubiese sin razón negado a aceptarla ”.

3. LA CONDONACIÓN O REMISIÓN DE LA DEUDA.

3.1. Idea inicial.

El CC contempla el “legado de perdón o liberación de una deuda”, que es la posibilidad de que el


testador libere de la obligación a una persona.

La “condonación de la deuda”, no se recoge expresamente en el CC, pero se puede afirmar que,


con carácter general, equivale a perdonar una deuda o renunciar a exigirla, ya se haga:
 mortis causa: caso en el cual se habla de legado de perdón
 inter vivos: condonación o remisión, propiamente dicha

3.2. Unilateralidad o bilateralidad de la condonación de la deuda

En general la unilateralidad de la condonación de la deuda es, aparentemente, indiscutible: el


acreedor puede exigir el cumplimiento de la obligación al deudor o liberarlo del cumplimiento de la
obligación. No obstante, en algunos casos, la resistencia del deudor a aceptar la condonación de la
deuda trae consigo que no baste la voluntad del acreedor para dar por extinguida la obligación. En
términos prácticos, el deudor que quiera cumplir con su obligación y vea rechazada la prestación,
puede llevar a cabo la consignación de la misma, extinguiendo la obligación del pago y no por la
condonación del acreedor.

Por tanto la condonación se caracteriza por su bilateralidad.

3.3. Régimen normativo básico.

a) Limites de la condonación : La condonación se configura como un acto a título gratuito, sin


contraprestación alguna por parte del deudor. Toda condonación “ estará sometida a los preceptos
que rigen las donaciones inoficiosas”, que significa que nadie podrá condonar “más de lo que
pueda dar por testamento”, siendo inoficiosa la condonación “ en todo lo que exceda de esta
medida”. En consecuencia, el primer límite viene representado por los derechos de los legitimarios.

El acreedor podrá condonar solamente los derechos que sean renunciables por no contrariar el
orden público ni perjudicar a terceros.

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b) Clases de condonación: El CC no fija especiales requisitos de forma, pudiendo hacerse de
manera expresa o tácita. Sí establece que “ la condonación expresa deberá ajustarse a las formas
de la donación”.

Considera además el Código una serie de supuestos en los que debe hablarse de condonación
presunta:

1º Cuando “La entrega del documento privado justificativo de un crédito, hecha voluntariamente
por el acreedor al deudor”, ya que dicho acto “implica la renuncia de la acción que el primero tenía
contra el segundo”. Esta presunción se ve reforzada por: “Siempre que el documento privado de
donde resulte la deuda se hallare en poder del deudor, se presumirá que el acreedor lo entregó
voluntariamente, a no ser que se pruebe lo contrario ”.

2º “Se presumirá remitida la obligación accesoria de prenda cuando la cosa pignorada, después
de entregada al acreedor, se hallare en poder del deudor”.

c) Efectos de la condonación: El efecto fundamental de la condonación consiste en la extinción


de la obligación a consecuencia de la renuncia al ejercicio de crédito que ostentaba el acreedor.

La condonación de la obligación principal extingue las accesorias, mientras que la condonación de


las accesorias dejara subsistente la primera.

4. LA CONFUSIÓN.

4.1. Noción general y supuestos.

Se extinguirá la obligación a causa “ de la confusión de derechos ” cuando “se reúnan en una


misma persona los conceptos de acreedor y deudor ”.

Este hecho se puede deber a circunstancias muy diversas:

 Inter vivos: ej.: si un grupo empresarial estructurado jurídicamente en un S.A. adquiere


una fábrica del sector, con la que ya mantenía relaciones comerciales.
 Mortis causa: se da con cierta frecuencia en la sucesión hereditaria, por deber los
herederos al causante o viceversa.

4.2. Régimen jurídico básico.

Datos fundamentales a tener en cuenta con relación a la confusión:

1) Aun siendo una misma persona acreedor y deudor, no se dará confusión en caso de
patrimonios separados por disposición legal.

2) En caso de existir obligaciones accesorias, la extinción de la obligación principal por confusión


conlleva la extinción de aquéllas y no al revés.

3) En el supuesto de existir pluralidad de sujetos acreedores y/o deudores y producirse la


confusión parcial, deberán aplicarse las reglas propias de las obligaciones mancomunadas (es
decir, extingue la deuda mancomunada en la porción correspondiente al acreedor o deudor en
quien concurran los dos conceptos) y solidarias (cuando se produce la extinción de la obligación en
su conjunto, pero ello no obsta a las consecuentes relaciones internas entre acreedores y
deudores solidarios).

52
5. LA COMPENSACIÓN.

5.1. Ideas generales: Concepto.

Compensar equivale jurídicamente a indemnizar, resarcir el daño o perjuicios.

En Derecho privado tiene un significado propio, como causa de extinción de obligaciones: la total o
parcial extinción de dos deudas homogéneas cuando sus titulares sean mutua y recíprocamente
acreedor y deudor.

La compensación encuentra amplia aplicación en las relaciones comerciales y bancarias. La


doctrina y jurisprudencia describen la compensación como pago abreviado, lo que pone de relieve
su fundamento: evitar el doble pago.

La compensación extingue las dos deudas “ cuando dos personas por derecho propio, sean
recíprocamente acreedoras y deudoras la una de la otra”.

5.2. Requisitos de la compensación.

1º) “Que cada uno de los obligados lo esté principalmente, y sea a la vez acreedor principal del
otro”. (Reciprocidad).

2º) “Que ambas deudas consistan en una cantidad de dinero, o, siendo fungibles las cosas
debidas, sean de la misma especie y también de la misma calidad, si ésa se hubiese designado ”.
(Homogeneidad)

3º) “Que las dos deudas estén vencidas”.

4º) “Que sean líquidas y exigibles”.

5º) “Que sobre ninguna de ellas haya retención o contienda promovida por terceras personas y
notificada oportunamente al deudor”.

Los requisitos 3º), 4º) y 5º) requieren la exigibilidad y liquidez.

Excepcionalmente el CC veta la compensación en dos supuestos:

a) “Cuando alguna de las deudas proviniere de depósito o de las obligaciones del depositario o
comodatario”.

b) En la obligación de alimentos a título gratuito.

5.3. EFECTO DE LA COMPENSACIÓN.

El efecto de la compensación es la extinción o liquidación de las deudas recíprocamente


homogéneas. Dicho efecto tiene lugar “ en la cantidad concurrente, aunque no tengan
conocimiento de ella los acreedores y deudores”.

Puede haber compensación total o parcial (en la total, la cantidad concurrente es igual, mientras
que en la parcial se extinguirá en la cuantía del crédito menor, y subsistirá el mayor por la
diferencia resultante).

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Ante el posible desconocimiento de los sujetos de la obligación del carácter extintivo de la
compensación, deduce la doctrina y la jurisprudencia el carácter automático de la compensación,
con independencia de la voluntad de los sujetos de las obligaciones.

La compensación tiene eficacia retroactiva.

5.4. Aplicación de las reglas de la imputación del pago.

Si una persona tuviere contra sí varias deudas compensables, se observarán en el orden de la


compensación lo siguiente respecto a la imputación del pago:

 El que tuviere varias deudas de una misma especie en favor de un solo acreedor, podrá
declarar, al tiempo de hacer el pago, a cuál de ellas debe aplicarse.
 Si la deuda produce interés, no podrá estimarse hecho el pago por cuenta del capital
mientras no estén cubiertos los intereses.
 Cuando no pueda imputarse se estimará satisfecha la deuda más onerosa al deudor entre
las que estén vencidas.
 Si éstas fueren de igual naturaleza y gravamen, el pago se imputará a todas a prorrata.

5.5. La pretendida compensación voluntaria o convencional y la compensación judicial.

La compensación vista anteriormente es la compensación legal verdadera y única compensación


en nuestro sistema patrimonial. No obstante, vamos a ver la compensación convencional y la
judicial:

La compensación voluntaria o convencional: Consiste en la extinción de dos obligaciones


recíprocas a consecuencia del acuerdo de las partes, sin otros limites que las leyes, la moral y el
orden publico. La mayoría son realmente contratos cuyo objeto es la no exigencia de las
respectivas prestaciones. No obstante, la autonomía privada legitima tales pactos, en algún caso
considerados jurisprudencia.

La compensación judicial: Es la constatación, mediante sentencia, de la compensación que no


reunía los requisitos de la compensación legal o convencional. Habiéndolo solicitado una parte y
sin efectos retroactivos, no producirá daño alguno a los demás acreedores, quedando el quantum
resultante de dicha compensación sujeto a los términos del convenio.

6. LA NOVACION.

6.1. En general: novación extintiva y novación modificativa.

“Novación” es un término jurídico que sugiere la renovación o modificación de algo, pero que
puede perder su sustancia e identidad.

El CC ofrece un doble concepto de esta figura:

a) Algunos artículos parecen decir que la novación de una obligación conlleva la extinción de esta
última, generando una nueva obligación (novación extintiva).
Art. 1156 afirma que “las obligaciones se extinguen por la novación”.
Art. 1207: “Cuando la obligación principal se extinga por efecto de la novación...”

b) En otros artículos parece que la novación sólo produce la modificación. En casos de tal índole
cabe hablar de novación modificativa.
Art. 1203: “las obligaciones pueden modificarse...”
Art. 1204: “para que una obligación quede extinguida por otra que la sustituya, es preciso que así
se declare terminantemente, o que la antigua y la nueva sean de todo punto incompatibles”.
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6.2. Alcance de la novación extintiva.

Puede recaer sobre aspectos subjetivos u objetivos de la relación obligatoria.

 Novación subjetiva: sustitución del acreedor o del deudor por persona diferente con
intención novatoria (extinción de la relación obligatoria primitiva). Se aplica poco, siendo lo
normal en estos casos acudir a la novación modificativa, para cesión de créditos y
transmisión de deuda.
 Novación objetiva: Puede afectar al objeto de la relación obligatoria o a los demás aspectos
de la misma que no incidan sobre las personas de acreedor y deudor. El CC establece que
se lleva a cabo “variando su objeto o sus condiciones principales ”.

6.3. Requisitos de la novación extintiva.

Para que tenga lugar la novación extintiva se requiere:

1º. Que la intención novatoria de los sujetos no deje lugar a dudas. La voluntad ha de ser
indudable:
 Expresamente las partes dan por sentada su extinción y sustitución por otra.
 Tácitamente se llega al mismo resultado por la imposibilidad de conciliar la nueva
obligación con la primitiva.

2º. La voluntad novatoria ha de ser común a ambos, presuponiendo el acuerdo y consiguiente


capacidad contractual de ambos para contraer una nueva.

3º. Que la obligación primitiva sea válida. “La novación es nula si lo fuere también la obligación
originaria salvo que la causa de nulidad sólo pueda ser invocada por el deudor, o que la
ratificación convalide los actos nulos en su origen”.

6.4. Efectos de la novación extintiva.

El efecto o consecuencia fundamental de la novación extintiva es la extinción de la obligación


primitiva.

En las relaciones inter partes, si ésta es una obligación compuesta de prestaciones principales y
accesorias, la extinción de la principal acarrea automáticamente la desaparición de estas.

Recoge el CC que “podrán subsistir las obligaciones accesorias en cuanto aprovechen a terceros
que no hubiesen prestado su consentimiento ”. Esto es, en caso de estar un tercero vinculado por
una obligación accesoria y llevarse a cabo la novación de la obligación principal, la accesoria
subsistirá si su pervivencia beneficia al tercero y, se entenderá extinguida si lo perjudica.

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TEMA 11.- LA MODIFICACIÓN DE LAS OBLIGACIONES

1. LOS DIFERENTES TIPOS DE MODIFICACIONES.

El Derecho objetivo ha ido admitiendo la posibilidad de introducir modificaciones en la relación


obligatoria sin necesidad de que ello suponga la extinción o sustitución por una relación obligatoria
nueva.

Las diferentes modificaciones que pueden introducirse en una relación obligatoria son:

1º. Modificación subjetiva: cuando se da el cambio de acreedor o de deudor.

2º. Modificación objetiva: todas las demás, que puedan afectar tanto a aspectos puramente
circunstanciales, cuanto al objeto de la obligación. En estos tipos de modificación se requiere el
consentimiento de los sujetos de la obligación.

2. LOS CAMBIOS DE ACREEDOR: LA TRANSMISIÓN DE CRÉDITOS.

La modificación subjetiva puede referirse al:

 Cambio de deudor o transmisión de deuda.


 Cambio de acreedor o transmisión del crédito.

La transmisión de deuda o sustitución del deudor es admitida por los Derechos actuales con
mayores recelos que la transmisión de crédito, ya que el interés del acreedor podría verse burlado
si el cambio del deudor se pudiera realizar sin el consentimiento de aquél (sustitución del deudor
por una persona insolvente, por ejemplo).

Por el contrario, la transmisión de crédito, como regla general, puede llevarse a cabo sin necesidad
de contar con el consentimiento del deudor, en cualquiera de sus formas: cesión del crédito o
subrogación en el crédito.

3. LA CESION DEL CRÉDITO.

3.1- Idea general: la cesión como facultad del acreedor.

La transmisibilidad de los derechos del crédito constituye un principio fundamental del Derecho
Patrimonial, que recoge el CC “todos los derechos adquiridos en virtud de una obligación son
transmisibles con sujeción a las leyes, si no se hubiese pactado lo contrario”.

La cesión del crédito es una facultad del acreedor que puede ejercitar por sí mimo y por propia
iniciativa, con independencia de la voluntad del deudor. El acreedor puede disponer de su crédito
aun cuando el deudor no lo sepa o no lo consienta en caso de conocer la cesión.

Nuestro CC contempla la cesión de créditos como un capítulo más del contrato de compraventa.
Pero pueden encontrar su causa tanto en una compraventa como en actos de liberalidad típicos o
con finalidad solutoria, es decir, en pago de una obligación preexistente: dación en pago, pago por
cesión de bienes...).

3.2. Créditos intransmisibles.

La regla general de transmisibilidad del crédito quiebra en algunos supuestos que conviene tener
presentes. Tales supuestos son:

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1º. Al ser una regla de carácter dispositivo, puede ser derogada por las partes y, declararse su
intransmisibilidad “si se hubiere pactado lo contrario”.

2º. De forma general, son intransmisibles los derechos personalísimos derivados de una relación
obligatoria cualquiera.

3º. De forma particular no pueden cederse créditos a ciertas categorías de personas que tengan
una especial relación con el eventual cedente o ciertas funciones públicas en relación con el
crédito que se trate.

3.3. Régimen normativo de la cesión de crédito.

La sustitución del acreedor originario (cedente) por el nuevo acreedor (cesionario) y la


permanencia del mismo deudor (deudor cedido), plantea una serie de cuestiones que conviene
diseccionar.

3.4 Relación entre cedente y cesionario.

Salvo en excepciones de intransmisibilidad, el acreedor puede libremente disponer de su derecho a


favor del cesionario. Por tanto la validez de la cesión depende únicamente de que cedente y
cesionario lleven a cabo un negocio cualquiera.

El contrato o negocio de cesión puede realizarse eficazmente conforme al principio de libertad de


forma contractual, aunque hay que precisar numerosas excepciones:
 Los que requieren especiales requisitos de forma: títulos, valores.
 Los que requieren escritura pública: hipotecarios.
 Los que requieren la inscripción en Registro de la Propiedad.

3.5. Conocimiento de la cesión por el deudor: relación entre deudor y cesionario.

Aunque la cesión de crédito sea válida y eficaz por el mero consentimiento entre cedente y
cesionario, se comprenderá que el deudor no puede considerarse vinculado a éste último más que
cuando llegue a tener conocimiento de la cesión del crédito. Por ello dispone el CC que “el deudor
que antes de tener conocimiento de la cesión satisfaga al acreedor (cedente) quedará libre de la
obligación”.

Lo que no significa que la perfección de la cesión requiera notificación al deudor en términos


técnicos, ni que tal notificación sea elemento necesario de dicho negocio.

No se trata de establecer requisitos de validez de la cesión sino regular el carácter liberatorio del
pago realizado por el deudor al acreedor cedente en caso de desconocimiento de aquél de la
cesión ya realizada.

Es evidente que al cesionario le conviene poner en conocimiento del deudor la cesión realizada a la
mayor brevedad posible. Lo más efectivo es documentar la cesión, pública o privadamente, con
intervención del deudor que quedará vinculado en exclusiva con el cesionario, evitándose así el
eventual pago indebido al acreedor cedente.

Al cesionario le interesa que el deudor, una vez conocida la cesión, la acepte, ya que el mero
conocimiento de la misma no excluye que el deudor pueda oponer al cesionario, llegado el
momento del cumplimiento, la compensación que le correspondería contra el cedente.

El deudor puede enfrentarse a la cesión en muy diferente situación, según que:

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1º. Que no la haya conocido: podrá oponer al cesionario la compensación de los créditos que
tuviera frente al cedente con anterioridad a la cesión e incluso de los posteriores hasta que
hubiese tenido conocimiento de la misma.

2º. Que la haya conocido, pero que se haya opuesto a ella: Sólo podrá oponer al cesionario la
compensación de los créditos que tuviera frente al cedente con anterioridad al conocimiento de la
cesión, siendo inoponibles los posteriores.

3º. Que la haya consentido: el deudor cedido no podrá oponer al cesionario compensación de
crédito alguno que tuviera frente al cedente.

3.6. La responsabilidad del cedente frente al cesionario.

Del particular régimen de responsabilidad del acreedor cedente frente al cesionario se desprende
que sólo y exclusivamente es aplicable a supuestos de cesión de carácter oneroso, ya que en caso
de tratarse de casos de cesión gratuita, aun no incurriría en responsabilidad alguna, toda vez que
el donante no tiene por qué garantizar la “bondad del crédito” ni la solvencia del deudor.

Para determinar la responsabilidad del cedente a título oneroso, se distingue entre:

1º. Cedente de mala fe: quien transmite conscientemente un crédito que sabe prescrito o conoce
la próxima suspensión de pagos del deudor o enajena los créditos que tiene contra él, responde
siempre del pago de todos los gastos realizados por el cesionario y de los daños y perjuicios que la
falta de cumplimiento por el deudor le haya ocasionado.

2º. Cedente de buena fe: sólo responderá de la existencia y legitimidad del crédito al tiempo de la
venta o cesión, pero no de la solvencia del deudor. No obstante, su responsabilidad puede verse:
 Atenuada: cuando cede el crédito como dudoso o de dudoso cobro no respondiendo ni de
la existencia ni de la legitimidad del crédito.
 Agravada: respondiendo incluso de la solvencia del deudor cuando:
 Tal agravación de responsabilidad se pacte expresamente
 La insolvencia del deudor fuera anterior a la cesión del crédito y pública.

La responsabilidad del cedente de buena fe, siempre quedará limitada al precio recibido y a los
gastos realizados por el cesionario, sin tener que responder de daños y perjuicios soportados por
el cesionario como hace el cedente de mala fe.

3.7. Efectos de la cesión.

Dado que la cesión de crédito es generalmente una novación modificativa de la obligación


preexistente, ésta subsistirá conforme a su estado anterior: el cesionario en la misma posición en
que se encontraba el cedente, con las mismas garantías y derechos accesorios del crédito
originario.

El cesionario puede reclamar al deudor el importe íntegro del crédito aunque lo haya adquirido a
título oneroso por precio menor.

4. LA SUBROGACIÓN DEL CRÉDITO Y EL PAGO CON SUBROGACIÓN.

4.1. En general.

El pago del tercero comporta la subrogación del solvens en la posición del acreedor, conforme a
ello, subrogarse significa suceder a otra persona en una determinada situación jurídica que en este
caso consiste en asumir la posición activa de la relación obligatoria, el derecho de crédito.

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En ciertos casos, el solvens que paga o satisface al acreedor sucede a éste en su posición jurídica,
pasando aquél a detentar la titularidad del crédito y sus accesorios. Pero el efecto subrogatorio no
es consecuencia automática del pago realizado por persona distinta al deudor.

La subrogación por pago puede encontrar su origen en el convenio o pacto de las personas
intervinientes en el pago (subrogación convencional) o en una disposición legal expresa
(subrogación legal).

4.2. Subrogación convencional.

Existe en los supuestos de pago del tercero conocido por el deudor en los que, además, el solvens
y el acreedor llegan a tal acuerdo, y se requiere:

1º. Que se establezca con claridad: “no puede presumirse fuera de los casos expresamente
mencionados en el CC”.

2º. Que el solvens haya realizado el cumplimiento de la obligación con conocimiento del deudor,
pues si la situación en que se encuentra el deudor no es exactamente ésa, las consecuencias serán
diferentes a la subrogación convencional:
 El pago realizado por sí mismo no es suficiente para que se produzca el efecto
subrogatorio, pues en caso de ignorancia u oposición del deudor no hay subrogación,
sino derecho al reintegro o reembolso.
 Si el deudor no sólo conoce, sino que también consiente el pago del solvens, éste
tendrá derecho a la subrogación legal.

4.3. Subrogación legal: los supuestos del art. 1.210.

Los supuestos “generales” de subrogación legal por pago son:

1º. Cuando un acreedor pague a otro acreedor preferente; será preferente cualquier acreedor que,
en relación con el acreedor-solvens, tenga derecho a anteponerse al cobro.

2º. Cuando un tercero, no interesado en la obligación, pague con aprobación expresa o tácita del
deudor.

3º. Cuando pague el que tenga interés en el cumplimiento de la obligación, salvo los efectos de la
confusión en cuanto a la porción que le corresponda.

Otros supuestos son: imposibilidad sobrevenida por prestación, cuando “ extinguida la obligación
por la pérdida de la cosa, corresponderá al acreedor todas las acciones que el deudor tuviere
contra terceros por razón de ésta”.

Dicho lo cual, vamos a ver el significado concreto:

PAGO AL ACREEDOR PREFERENTE:

Tiene una clara extracción hipotecaria. Pensado para casos en los que el segundo o sucesivo
acreedor hipotecario satisface el crédito del titular de la primera hipoteca, en evitación de la
ejecución de ésta y de que el bien salga a subasta.

Será preferente, en sentido amplio, cualquier acreedor que, en relación con el acreedor-solvens
tenga derecho a anteponerse en el cobro. Por tanto, este último persigue eliminar dicha
preferencia, colocándose en el lugar anteriormente ocupado por el acreedor-accipiens.

59
PAGO DEL TERCERO CON APROBACIÓN DEL DEUDOR:

Un tercero no interesado en la obligación, lo que sugiere que el solvens es un sujeto extraño a la


relación obligatoria, alguien que interviene sólo en el momento solutorio. El efecto subrogatorio es
una consecuencia de la existencia del otro requisito: la aprobación expresa o tácita del deudor.

PAGO DEL INTERESADO EN EL CUMPLIMIENTO:

Tener interés en el cumplimiento de la obligación, supone estar implicado en ella, aun siendo una
persona distinta al deudor. Se otorgaría subrogación a quien siendo codeudor o fiador del deudor
principal, lleva a cabo el cumplimiento de la obligación.

Si se trata de fianza subsidiaria, no hay problemas. Pero en el caso de obligaciones solidarias, el


deudor solidario que asume su posición de solvens no puede subrogarse en el crédito pagado
íntegramente sino sólo en parte, pues será necesario deducir la porción o cuota parte de la deuda
que a él correspondiera.

4.4. El caso particular del art. 1.211.

El art. 1.211, dispone que “el deudor puede subrogar sin consentimiento de acreedor cuando para
pagar deuda haya tomado prestado el dinero por escritura pública, haciendo constar su propósito
en ella y expresando en la carta de pago la procedencia de la cantidad pagada ”.

Cuando un deudor consigue un préstamo para atender a una obligación preexistente y lleva a
cabo el pago de ella, una vez cumplidos los requisitos formales, el nuevo prestamista se subroga
en la posición que ocupaba el acreedor originario o antiguo prestamista. Basta para ello la
voluntad del deudor siendo intrascendente el consentimiento u oposición del antiguo acreedor.

4.5. Efectos del pago con subrogación.

Los efectos de la subrogación son: “La subrogación transfiere al subrogado el crédito con los
derechos a él anexos, ya contra el deudor, ya contra los terceros, sean fiadores o poseedores de
las hipotecas”.

El efecto traslativo del crédito debe suponer su transferencia al subrogado por el mismo importe
nominal que originariamente tuviera.

La íntegra transmisión del crédito supone, su previo pago total. No obstante, si el acreedor acepta
el pago parcial, supondrá una subrogación parcial. Para tales supuestos el CC establece que “el
acreedor a quien se hubiere hecho un pago parcial puede ejercitar su derecho por el resto con
preferencia al que se hubiere subrogado en su lugar a virtud del pago parcial del mismo crédito ”.

5. LOS CAMBIOS DE DEUDOR: LA TRANSMISIÓN DE DEUDAS,

5.1. Noción general y planteamiento.

El fenómeno contrapuesto a la transmisión del crédito es la transmisión de deudas donde el nuevo


deudor ocupará la posición del deudor primitivo.

La sustitución de un deudor por otro no incumbe solamente a ambos, sino fundamentalmente al


acreedor. El CC establece que “la sustitución de un nuevo deudor en lugar del primitivo puede
hacerse sin el consentimiento de éste, pero no sin el consentimiento del acreedor ”.

60
La verdadera asunción de deuda supone necesariamente un acuerdo en el que el deudor nuevo se
introduce en la relación obligatoria junto con el deudor primitivo en concepto de deudor solidario y
sin producir efectos liberatorios; la aceptación por parte del acreedor del nuevo obligado no libra al
originario, no se da una novación sino subsidiaria de dos obligaciones idénticas en régimen de
solidaridad con una única y similar causa. Éste fenómeno es denominado como asunción
cumulativa de la deuda.

Dicho parecer mayoritario proviene de la admisión de la tesis conforme a la cual cabe la


transmisibilidad singular de la posición del deudor/deuda sin implicar novación extintiva de la
relación obligatoria, siendo los instrumentos básicos:

1º. El CC no impone que el cambio de deudor haya de conllevar la novación extintiva.

2º. Prevalencia de la novación modificativa frente a la novación extintiva.

3º. Primacía de la autonomía privada cuyo ejercicio acredita en ocasiones que la mutación del
deudor acarrea una mera modificación de la relación obligatoria, sin novación extintiva alguna.

5.2. Formas de la transmisión de deuda.

El Código Civil no se refiere expresamente a las formas de transmisión de la deuda. A saber:

Expromisión: consiste en un pacto o acuerdo entre acreedor y un tercero, nuevo deudor, que se
sitúa como sujeto pasivo de la relación obligatoria, liberando de la obligación correspondiente al
deudor primitivo. Presupone por principio el consentimiento del acreedor, siendo intrascendente el
conocimiento del deudor primitivo.

Delegación: el cambio de deudor tiene lugar a consecuencia de un acuerdo entre el deudor


primitivo y el nuevo deudor, que se coloca en posición de sujeto pasivo de la relación obligatoria,
liberando de la misma al deudor originario. Requiere, de forma inexcusable, el consentimiento del
acreedor, si bien éste puede prestarse de forma expresa, tácita, a posteriori, etc.

5.3. Efectos de la transmisión de la deuda.

Los efectos de la transmisión de la deuda dependen de la opción por la que se pronuncien las
partes de la relación obligatoria y por el entendimiento que de ella haga el intérprete (en último
término, el Juez). El cambio del deudor puede plantearse como una novación modificativa, lo que
no excluye en otros casos que se produzca una verdadera novación.

Podemos deducir que las garantías y accesorios de la obligación principal se extinguirán a


consecuencia del cambio de deudor en contra de lo que ocurre en el supuesto de cesión de
créditos, y sólo “ podrán subsistir las obligaciones accesorias en cuanto aprovechen a terceros que
no hubiesen prestado su consentimiento a la transmisión de la deuda ”.

6. LA CESIÓN DEL CONTRATO.

Además del crédito aisladamente considerado, puede ser objeto de transmisión la posición
contractual que ocupe una persona en un contrato determinado. Para que pueda darse la cesión
del contrato se requiere fundamentalmente:

1. Que sean contratos bilaterales cuyas prestaciones recíprocas no hayan sido totalmente
ejecutadas.

2. Que la otra parte del contrato (contratante cedido) acceda o consienta la cesión.

61
La cesión del contrato es un negocio jurídico trilateral, que precisa como elementos esenciales, el
consentimiento del cedente, el del cesionario y el del cedido.

Como regla general, la cesión del contrato conlleva la liberación o desvinculación del cedente que
se desvincula respecto del contratante cedido. Cabe pacto en contrario y es frecuente que, de
forma subsidiaria, el cedente quede obligado durante un tiempo a responder en caso de que el
cesionario incumpla las obligaciones que le incumban.

62
TEMA 12.- LAS GARANTÍAS DEL CRÉDITO.

1. LAS GARANTÍAS EN GENERAL.

1.1. La noción de garantía.

La obligación es promesa de una conducta por parte del deudor que, llegado el caso, puede
cumplirse o no.

Ante ello, es natural que el acreedor acuda a toda suerte de procedimientos y mecanismos para
asegurarse la satisfacción de su crédito. Dicha búsqueda se ha plasmado, de una parte, en
disposiciones legales específicas que persiguen el cumplimiento o sancionar el incumplimiento de
la obligación. De otra parte, la regla general de admisión de la autonomía privada consagrada en
el Código Civil trae consigo que las partes de la relación obligatoria puedan agregar al derecho de
crédito en sí mismo considerado medios complementarios que aseguren el cumplimiento y/o
penalicen el incumplimiento.

La expresión “garantías de crédito” es utilizada con un significado enormemente amplio,


comprensivo de cualquier medio por el cual el acreedor puede asegurarse el cumplimiento de la
obligación o agravar la responsabilidad del deudor en el supuesto de incumplimiento.

La ley concede al acreedor poder reclamar la intervención judicial para que declare sus derechos y,
en su caso, proceda a “ejecutar lo juzgado”, a través de la denominada ejecución forzosa. Otras
veces, el acreedor recurre a garantías de naturaleza personal (fianza, aval) exigiendo al deudor
que otras personas asuman, subsidiaria o solidariamente, la posición de deudor.

1.2. Clasificación de los diversos medios de garantía.

Los mecanismos protectores del acreedor son:

- Medios generales de protección, defensa y garantía de los créditos:


1. Responsabilidad patrimonial universal del deudor.
2. Ejecución forzosa:
A) En forma específica.
B) En forma genérica.

- Medios específicos de garantía dirigidos al refuerzo o aseguramiento del derecho de crédito:


1. Garantías personales: fianza, aval, etc.
2. Derechos reales de garantía: prenda, hipoteca, etc.
3. Otorgamiento de carácter preferente o privilegiado a los créditos.
4. Derecho de retención.
5. Cláusula penal.
6. Arras.

- Medios específicos de mantenimiento de la integridad del patrimonio del deudor:


1. Acción subrogatoria.
2. Acción directa.
3. Acción pauliana.
h
2. EL DERECHO DE RETENCIÓN.

2.1. El derecho de retención como medio compulsorio del cumplimiento.

En más de un caso, hemos visto en establecimientos dedicados a las reparaciones (taller,


zapatería, etc.), un anuncio del tenor siguiente: “no podrán ser retirados los artículos sin abonar
63
íntegramente la reparación”. Tales supuestos constituyen ejemplos de lo que se conoce con el
nombre de derecho de retención: un mecanismo coactivo que trata de inducir al deudor de una
obligación (abono de la reparación) al cumplimiento de la misma a favor del acreedor quien, a su
vez, está obligado a restituir la cosa a quién se la entregó para su reparación.

El llamado “derecho de retención” no es un derecho subjetivo autónomo, sino una facultad que
legalmente se atribuye, en ciertos casos, al acreedor para conservar bajo su poder y posesión una
cosa que está obligado a restituir a quien se la entregó mientras que éste no cumpla con su
deuda. Una facultad que es inseparable del derecho de crédito cuya exigencia y cumplimiento
garantiza o asegura y que, por tanto, constituye un mero agregado accesorio, pero al mismo
tiempo inescindible, de dicho crédito. En consecuencia, el denominado derecho de retención no
puede transmitirse ni enajenarse aisladamente del crédito que asegura.

El derecho de retención no garantiza una especial responsabilidad del deudor en caso de


incumplimiento (como en el caso de las arras o la cláusula penal), sino que consiste
fundamentalmente en una medida disuasoria del posible incumplimiento.

2.2. Los supuestos legales de derecho de retención.

El derecho de retención es una facultad atribuida al acreedor legalmente sólo en ciertos casos. El
Código Civil no regula el derecho ni lo establece como una facultad generalmente reconocida al
acreedor de la relación obligatoria.

Los supuestos fundamentales contemplados en el Código Civil serían los siguientes:

1. La retención de la cosa mueble o inmueble por el poseedor de buena fe, en tanto no le sean
abonados los gastos necesarios, el precio de adquisición o la cantidad prestada al transmitente de
la posesión.

2. La retención de la cosa usufructuada en favor del usufructuario cuando éste haya atendido a la
realización de reparaciones extraordinarias (que, en principio son a cargo del propietario).

3. El derecho de retención otorgado a quién haya ejecutado una obra en cosa mueble mientras no
le sea abonada.

4. La facultad de retener correspondiente a mandatarios y depositarios en tanto no se les abone


cuanto se les daba a causa del mandato o depósito.

5. El derecho de retención otorgado al acreedor pignoraticio, extensible a la hipótesis de que el


deudor contraiga una segunda deuda antes de haber pagado la primera.

2.3. El derecho de retención de origen convencional.

Pese a que su formulación sea de origen legal, el derecho de retención no está excluido del ámbito
de la autonomía privada, por tanto, puede ser establecido por voluntad de los particulares, como
una cláusula concreta de un contrato.

2.4. Los efectos del derecho de retención.

La consecuencia fundamental que puede predicarse del derecho de retención estriba en dilatar la
entrega, restitución o devolución de una cosa, mientras quien tiene derecho a reclamarla no
cumpla con la obligación que le atañe.

64
¿Habrá que predicar también dicho efecto respecto de cualquiera que reclame la cosa, por
ejemplo, los demás acreedores del deudor? ¿El derecho de retención tiene eficacia erga omnes o
sólo frente al acreedor de la restitución?

Según Lasarte, el derecho de retención, propiamente hablando, no puede ser calificado como
derecho real autónomo, ni tampoco como un derecho de crédito independiente, ni como un acto
jurídico, sino que debe caracterizarse como una particular situación posesoria especialmente
protegida por el ordenamiento jurídico.

En los casos de derecho de retención de origen convencional debería negarse la eficacia erga
omnes, salvo que los terceros hubiesen podido conocer la existencia de la retención.

En caso de concurso o quiebra del deudor, el retentor no goza de preferencia alguna en relación
con los demás acreedores del deudor, pues la retención posesoria en sí misma considerada no
cambia la naturaleza del crédito asegurado, ni lo convierte en un crédito preferente. En
consecuencia, el retentor sólo podrá oponerse a las pretensiones de los demás acreedores si goza
de un derecho de preferencia para el cobro.

2.5. Derecho de retención y concurso de acreedores.

Una vez declarado el concurso de acreedores, el ejercicio de retención sobre bienes y derechos
integrados en la masa activa quedará suspendido, es decir, el acreedor o acreedores retentores
dejarán de retener los bienes hasta que concluya el concurso. Esta suspensión no afectará a las
retenciones impuestas por la legislación administrativa, tributaria, laboral y de seguridad social.

2.6. Retención y prenda.

El hecho de que el Código Civil utilice a veces los términos “retener en prenda” hace aconsejable la
distinción entre ambas figuras.

 El Derecho real de prenda conlleva o presupone la retención de la cosa pignorada y la


posibilidad de que, en caso de incumplimiento de la obligación garantizada, el acreedor
proceda a la realización del valor de la cosa.
 El retentor, por el contrario, no puede satisfacerse promoviendo directamente la enajenación
de la cosa retenida. En consecuencia, en caso de que el deudor no cumpla su obligación, el
retentor no tendrá más remedio que actuar judicialmente conforme las reglas generales de
ejecución ya estudiadas.

3. LA CLÁUSULA PENAL O PENA CONVENCIONAL.

3.1. Introducción.

Uno de los aspectos más espinosos que plantea el incumplimiento de la obligación radica en la
prueba de los daños y perjuicios que han de ser indemnizados. Ante ello, los contratantes salvan
dicho escollo estableciendo una estipulación o cláusula que les libere de la enojosa prueba de los
daños sufridos. Por ejemplo, una cláusula en el contrato de obra, de la cual tendrá derecho a
descontar diez o cien mil euros del precio, por cada día de retraso.

A tales supuestos se refiere el Código Civil, con el nombre de “obligaciones con cláusula penal”. La
denominada cláusula penal puede desempeñar funciones bien diversas, como “función
liquidatoria” sustitutiva de la indemnización de daños y perjuicios; una “misión liberatoria” y una
“función penal”.

65
La estipulación que tiene por objeto el establecimiento de una cláusula penal desempeña con
carácter general un papel garantista del cumplimiento de la obligación.

3.2. La pena sustitutiva o compensatoria.

La función característica de la cláusula penal estriba en ser una previsión sustitutiva de la


indemnización de daños y perjuicios para el supuesto de incumplimiento definitivo de la obligación:
“en las obligaciones con cláusula penal, la pena sustituirá a la indemnización de daños y al abono
de intereses en caso de falta de cumplimiento, si otra cosa no se hubiera pactado”.

Se habla de pena sustitutiva o compensatoria cuando las partes valoran anticipadamente los
posibles daños y perjuicios que el incumplimiento de la obligación puede acarrear al acreedor. La
cuantificación prevista no tiene porqué guardar relación alguna con los futuros y eventuales daños
y perjuicios, sino que cumpla la función propia de este tipo concreto de cláusula penal:

 De una parte, disuadir al deudor del posible incumplimiento.


 De otra, que el acreedor, en caso de incumplimiento efectivo, se vea suficientemente
resarcido sin tener que probar los daños sufridos: función liquidadora. Se trata de una
“cláusula penal que establece una pena, pecuniaria, como obligación accesoria en caso de
incumplimiento de la obligación principal garantizada.

La pena sustitutiva constituye la regla dispositiva general en la materia, salvo pacto y prueba del
mismo en contrario.

3.3. La pena acumulativa.

La naturaleza sustitutiva de la cláusula penal no es la única posible. El CC indica que puede


pactarse otra cosa. El acreedor podrá exigir conjuntamente el cumplimiento de la obligación y la
satisfacción de la pena siempre que esta facultad le haya sido claramente otorgada. Esto es, en
determinados supuestos, es posible que el acreedor, una vez incumplida la obligación, reclame
simultáneamente la pena fijada por las partes y el cumplimiento de la obligación. En estos casos
se habla de “pena cumulativa”.

Requiere el Código que la naturaleza cumulativa de la cláusula penal “haya sido claramente
otorgada”. No es necesario que la pena cumulativa haya sido objeto de contemplación expresa en
el contrato o de una mención concreta en su clausulado, pues en muchos casos puede deducirse
de la propia obligación principal.

Un subtipo particular de la pena cumulativa es la “pena moratoria”. La pena moratoria suele


consistir en la fijación de un tanto alzado por períodos de demora que se fija como valoración
anticipada de los daños ocasionados por el retraso y que es exigible junto con el cumplimiento de
la obligación.

3.4. La multa penitencial.

El CC reconoce la posibilidad de que la fijación de una pena (o multa) se lleve a cabo para permitir
a una de las partes desentenderse de una relación obligatoria constituida. Lo hace de forma
negativa: “el deudor no podrá eximirse de cumplir la obligación pagando la pena, sino en el caso
de que expresamente le hubiese sido reservado este derecho”.

La multa penitencial permite al deudor liberarse de la obligación constituida mediante el abono de


la pena.

66
La multa penitencial constituye un supuesto concreto de obligación con cláusula facultativa que no
agrava la responsabilidad del deudor en caso de incumplimiento, sino que le permite dejar de
cumplir la obligación principal o garantizada, sustituyéndola por la prestación de la pena.

3.5. La moderación judicial de la pena.

Por lo general, la previsión de la cláusula penal está referida al incumplimiento de la obligación


principal. Plantea problema cuando el incumplimiento no ha sido total, sino sólo parcial o
defectuoso. Para atender a dicho problema dispone el CC que “el Juez modificará equitativamente
la pena cuando la obligación principal hubiera sido en parte o irregularmente cumplida por el
deudor”.

La moderación judicial sólo entrará en juego cuando las partes no hayan previsto el supuesto de
incumplimiento parcial, defectuoso o extemporáneo que haya tenido lugar, llegado el momento de
cumplimiento.

La facultad de moderación judicial queda excluida en los casos de incumplimiento total.

3.6. La cláusula penal como obligación accesoria y subsidiaria.

La cláusula penal sólo tiene sentido en cuanto garantía complementaria del cumplimiento de la
obligación principal. Es característica fundamental de la cláusula penal la de ser una obligación
accesoria cuya existencia y dinámica dependen de la obligación principal. Por tanto:

 Su subsistencia depende de la validez de la obligación principal: “la nulidad de la obligación


principal lleva consigo la de la cláusula penal”.

 La extinción de la obligación principal o su imposibilidad de cumplimiento por causas no


imputables al deudor comporta igualmente la extinción de la cláusula penal.

 La cláusula penal seguirá la suerte del crédito o de la deuda propias de la obligación


principal en caso de novación meramente modificativa.

La cláusula penal es una obligación subsidiaria, sólo es exigible por el acreedor en caso de
incumplimiento de la obligación principal. Si está cumplida, la pena queda automáticamente
extinguida.

La pena será exigible sólo cuando el incumplimiento sea imputable al deudor; quien no habrá de
soportar los casos fortuitos o de fuerza mayor.

4. LAS ARRAS O SEÑAL.

4.1. Arras confirmatorias.

La existencia de las arras equivale a la entrega de una cantidad de dinero a modo de señal o parte
del precio, realizada por uno de los contratantes y dirigida a reforzar de algún modo la existencia
del contrato o a constituir un principio de ejecución del mismo. Se habla en tales casos de arras
confirmatorias para poner de manifiesto que su entrega desempaña básicamente un papel
probatorio de la celebración de un determinado contrato.

El CC no se ocupa en absoluto de ellas, si bien, el Código de Comercio en relación con el contrato


de compraventa mercantil dispone: “las cantidades que, por vía de señal, se entreguen en las
ventas mercantiles, se reputarán siempre dadas a cuenta del precio y en prueba de la ratificación
del contrato, salvo pacto en contrario”.

67
En caso de cumplimiento, las arras, operarán como cantidad a cuenta del precio. En caso de
incumplimiento del contrato no excluyen tampoco el ejercicio de la acción de cumplimiento o la
resolución del contrato y seguirán desempeñando el papel de “cantidad a cuenta” en relación con
el precio establecido en el contrato o con la posible indemnización de daños y perjuicios.

4.2. Arras penitenciales.

Las arras penitenciales consisten igualmente en la entrega de una cantidad de dinero por uno de
los contratantes, pero en el entendido de que cualquiera de las partes contratantes puede desistir
del contrato celebrado, perdiendo las arras el que las haya entregado o devolviendo el doble de las
mismas el que las haya recibido.

Dado que permiten a las partes desistir del contrato, generalmente se les denomina también arras
de desistimiento.

Se encuentran contempladas en el Código Civil que regula las arras en sede de compraventa, por
la relativa frecuencia con que se entregan arras o señales al comprar algo, pero ello no significa
que no sea aplicable a supuestos contractuales diversos a la compraventa.

Las arras penitenciales pueden identificarse con el “precio” de la posibilidad de desistimiento del
contrato celebrado.

4.3. Arras penales.

Las arras desempeñan una función estrictamente penal en el caso de que la entrega dineraria
realizada tenga por objeto definir un quantum indemnizatorio que, establecido para el caso de
incumplimiento del contrato retendrá quien las haya recibido.

El CC no las regula, pero Doctrina y Jurisprudencia consideran que pueden nacer de la autonomía
contractual como cualesquier otro tipo de arras.

En caso de cumplimiento, las arras penales desempeñarán igual papel que las confirmatorias, esto
es, habrán de considerarse como parte del precio. En caso de incumplimiento, las arras operan de
forma muy parecida a la cláusula penal sustitutiva (mera promesa de futura ejecución), si bien se
discute si la cantidad entregada como arras supone el techo máximo de la indemnización.

4.4. Rasgos comunes y arras preponderantes.

Siendo así que el principio de autonomía privada conlleva que las partes puedan entregar arras en
un concepto o en otro, pueden señalarse una serie de rasgos comunes, aplicables con carácter
general y que pueden considerarse presupuestos necesarios de las arras como categoría genérica:

 La dación o entrega de las cantidades en que consisten las arras, en general, es efectiva.
 La entrega de las arras debe tener lugar en el momento de celebración del contrato.
 Generalmente, se indica que las arras tienen siempre origen voluntario.

68
TEMA 13.- LA PROTECCIÓN DEL CRÉDITO.

1. LA PROTECCIÓN GENERAL DEL DERECHO DE CRÉDITO.

El derecho de crédito otorga al acreedor el poder de exigirle al deudor un determinado


comportamiento. Para evitar que la satisfacción del acreedor dependa de la buena voluntad y
cooperación del deudor, el Ordenamiento establece y autoriza ciertas medidas de protección: de
una parte, los medios generales de protección, que acompañan a todos los derechos de crédito y,
de otra, las medidas específicas de refuerzo que pueden estar introducidas en el caso concreto por
ley o por voluntad de los interesados.

2. EL ARTÍCULO 1911 DEL CC: LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL UNIVERSAL Y


SUS CARACTERES.

“Del cumplimiento de las obligaciones responde el deudor con todos sus bienes, presentes y
futuros” es lo que se conoce como responsabilidad patrimonial universal.

2.1. Responsabilidad general.

En primer lugar, se refiere el precepto a todas las obligaciones (“del cumplimiento de las
obligaciones…”). Por ser universal se puede decir que es un medio general de protección. Además
tiende a asegurar su cumplimiento. Producido el incumplimiento y concurriendo todos sus
presupuestos, la responsabilidad patrimonial universal puede comenzar a actuar. Por lo que se
puede decir que la responsabilidad patrimonial universal está presente en todas las obligaciones.

2.2. Responsabilidad derivada del incumplimiento.

“Del incumplimiento… responde el deudor…”, es decir, asume las consecuencias. Por lo que la
responsabilidad patrimonial universal es una consecuencia del incumplimiento de la obligación que
recae sobre el deudor. Ante el incumplimiento, el acreedor puede disponer de otros medios de
protección y defensa de su interés (como por ejemplo la ejecución específica, el derecho de
retención, etc.).

2.3. Responsabilidad personal.

Cuando el sujeto responsable sea el deudor, será éste quien responda del incumplimiento. El
objeto de la responsabilidad es su patrimonio presente y futuro.

Atendiendo al sujeto responsable, la responsabilidad patrimonial universal se califica como


responsabilidad personal, para diferenciarla de la responsabilidad real (responsabilidad de bienes
específicos independientemente de quién sea su titular). El punto de referencia que permite
determinar el conjunto de bienes que quedan afectos a la responsabilidad patrimonial universal es
la persona responsable, a través de su patrimonio.

2.4. Responsabilidad exclusivamente patrimonial.

La responsabilidad patrimonial universal, además de personal, es patrimonial, es decir, que el


deudor responde “única y exclusivamente con todos sus bienes” , pero, no responde la propia
persona ni los valores de la personalidad del deudor 8dignidad, libertad, etc.).

2.5. Responsabilidad universal.

La responsabilidad es universal. La universalidad significa que todo el patrimonio del deudor es el


que potencialmente se puede encontrar afecto a hacer frente a las responsabilidades en que
69
incurra su titular. De otra parte, significa que cualquier elemento del patrimonio puede ser
agredido por los acreedores en la exigencia de esa responsabilidad.

Existe una regla de proporcionalidad o adecuación entre la cuantía de la responsabilidad y la


precisión de los bienes concretos del patrimonio del deudor que van a quedar afectos por
responsabilidad. La legislación procesal prevé que quedarán afectos, por el procedimiento de
ejecución forzosa “bienes suficientes a cubrir la cantidad” en que se cifre la responsabilidad.

No todo el patrimonio es ejecutable. La Ley también determina la inembargabilidad de los bienes


imprescindibles para la supervivencia del deudor (mínimo inembargable: lecho cotidiano, ropas,
mobiliario, instrumentos de trabajo…).

Para evitar que los acreedores puedan elegir como objeto de su acción objetos del patrimonio del
deudor más fácilmente ejecutables, con notable perjuicio para el deudor, funcionan los “beneficios
de orden y excusión real”; la Ley clasifica los posibles bienes del patrimonio en diferentes
categorías según su más fácil convertibilidad en dinero y menor importancia para el titular,
disponiendo que se ejecuten primero los más fácilmente realizables y menos importantes (dinero,
valores cotizables en Bolsa, joyas, bienes muebles, inmuebles, sueldos y pensiones...).

Como el patrimonio puede resultar insuficiente para cubrir las responsabilidades, previene
expresamente el CC, que la responsabilidad pesa tanto sobre los bienes actuales, como sobre los
futuros. La responsabilidad no se extinguiría, sino que perdura en la medida de lo insatisfecho.

3. REGIMEN BASICO DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL UNIVERSAL.

3.1. Presupuestos de la responsabilidad.

La responsabilidad patrimonial universal regulada por el CC se encuentra presente, actual y


potencialmente en todas las obligaciones. Los requisitos o presupuestos para que sea exigible son:

a) Preexistencia de una obligación: No es necesario que haya nacido en un contrato, sino


de cualquiera de las fuentes de las obligaciones (ley, contrato, cuasicontrato o acto ilícito).
Cuando nacen de actos ilícitos, se habla de responsabilidad civil extracontractual, que a su
vez da origen a la responsabilidad patrimonial universal. Por la provocación de un daño a
consecuencia de un acto ilícito no nace responsabilidad patrimonial universal, sino la
obligación de reparar el daño causado, y dependiendo de esa obligación se encuentra
presente la responsabilidad patrimonial universal.

b) Para que deje de ser potencial y pase a ser operativa es preciso que se incumpla la
obligación con incumplimiento jurídicamente imputable al deudor.

c) El incumplimiento debe producir un daño que sea consecuencia del


incumplimiento y este daño debe ser reparado.

Cuando concurren todos estos requisitos el deudor queda obligado a reparar al acreedor el
perjuicio provocado por su incumplimiento. Este perjuicio puede repararse de diversas maneras. El
Ordenamiento pone, para ello, a su disposición la ejecución forzosa específica. Si el acreedor la
usa, mantiene el derecho a la reparación de los daños.

3.2. Cuantía de la responsabilidad.

Una regla elemental de nuestro sistema de responsabilidad patrimonial universal es que se


responde en la cuantía del montante de la obligación a indemnizar. Este elemento posibilita el
principio de proporcionalidad en esta materia.

70
Solamente podrán ejecutarse bienes suficientes para cubrir la responsabilidad. La suma a cubrir
mediante ejecución forzosa es la que se determine al cifrar el monto de la indemnización, usando
el valor venal de los bienes.

3.3. Efectividad de la responsabilidad.

La posible agresión de los acreedores como injerencia en la esfera patrimonial del deudor
responsable, ha de hacerse a través del concurso de la autoridad judicial. Los particulares no
pueden adoptar más medidas de fuerza o presión que las que le otorga el ordenamiento (como
p.ej. en el derecho de retención).

Por ello las leyes prevén los instrumentos de actuación judicial (coincidentes sustancialmente con
la vía de apremio) para hacerla efectiva.

El procedimiento de apremio se desarrolla en tres fases:

1ª fase) Aislar bienes concretos del patrimonio del deudor para afectarlos a la cobertura de
la responsabilidad concreta que se pretenda hacer efectiva. Por ejemplo, embargo de bienes y
derechos: se designan bienes embargables en cuantía suficiente y, se toman medidas para impedir
que el deudor pueda burlar el interés del acreedor.

Para su aseguramiento, si su naturaleza lo permite, se puede depositar el bien, ordenar la


retención del pago o someter los bienes a administración judicial.

Cuando son bienes cuya titularidad consta en algún Registro, se hará constar, mediante anotación,
el embargo (para impedir su enajenación a un tercero poniéndolo fuera del alcance de los
acreedores).

2ª fase) Convertir los bienes trabados en dinero. Esto es lo que se conoce como realización
de bienes, que normalmente se efectúa a través de subasta pública u otros medios de realización
de los bienes. La LEC, al respecto indica:

1. Los bienes o derechos... se realizarán en la forma convenida entre las partes e


interesados y aprobada por el Tribunal.

2. A falta de convenio de realización, la enajenación de los bienes embargados se llevará a


cabo mediante alguno de los siguientes procedimientos:
 Enajenación por persona o entidad especializada, en los casos y formas previstos en
la Ley.
 Subasta judicial.
 Sin perjuicio de lo anterior, una vez embargados los bienes, se practicarán las
actuaciones precisas para la subasta judicial, que se producirá el día señalado, si
antes no se solicita y ordena que la ejecución forzosa se realice de manera diferente.

3ª fase) Pago al acreedor.

Convenio de realización: Es un acuerdo entre las partes para que alguien que esté interesado se
quede con el bien, la ley exige la comparecencia ante el Juez a la que podrían asistir personas
invitadas por cualquiera de las partes, que consignando o afianzando estén dispuestas a adquirir el
bien por precio previsiblemente superior al que alcanzaría en subasta judicial.

Realización del bien por persona o entidad especializada: A falta de Convenio de realización, la
enajenación puede llevarse a cabo por persona o entidad especializada. Se exige la comparecencia

71
ante el Juez, donde se acuerden los términos de la actuación y las cautelas. Podrá enajenar el bien
según se le encargue: venta directa o por subasta privada -fuera de la sede del Juzgado-.

Subasta judicial: Subsidiariamente la enajenación podrá realizarse a través de subasta judicial.

Las vías de realización forzosa, alternativas a la subasta judicial, se llevarán a cabo siempre que
se soliciten a instancia de parte. De lo que se deduce que no es preceptivo respetar el orden
establecido en la LEC (convenio de realización, realización por persona o entidad especializada...)
al elegirlas; dándose por hecho que en ausencia de solicitud, se realizará mediante subasta
judicial, que seguirá su normal tramitación.

4. PRELIMINARES AL ESTUDIO DE LAS ACCIONES SUBROGATORIAS, DIRECTA Y


PAULIANA.

El patrimonio del deudor lo componen todos los bienes, derechos y acciones que le correspondan.
Al acreedor no le interesa que dicho patrimonio se vea perjudicado porque el deudor:

 No ejercite derechos que le correspondan - deudor inactivo que no procura su propio


saneamiento patrimonial, por estimar que éste sería un mero paso para que sus acreedores
cobren- (ej: cobrar un crédito frente a un tercero), o
 Transmita a terceros, créditos o bienes fácilmente perseguibles por el acreedor, con
intención de burlar el derecho de crédito de estos (delito de alzamiento de bienes).

Frente a la inactividad del deudor, el Derecho concede a los acreedores la facultad de reclamar en
nombre de aquél los bienes o derechos que no llegue a ejercitar (acción subrogatoria
indirecta u oblicua).

En casos limitados y tasados el acreedor puede dirigirse contra el deudor de su deudor, en


evitación de la pasividad de éste (acción directa).

La reacción contra la actividad fraudulenta del deudor se concreta en la posibilidad de que el


acreedor consiga la ineficacia de los actos fraudulentos llevados a cabo por aquél, con la finalidad
de que los bienes y derechos transmitidos a terceros se reintegren al patrimonio del deudor
(acción revocatoria o pauliana).

La actuación procesal del acreedor en tales casos (llevada a cabo en sustitución y en nombre del
deudor) constituye lo que se llama legitimación por sustitución.

El CC se refiere a las acciones subrogatoria y pauliana, sin esa denominación, en el art. 1111: “los
acreedores después de haber perseguido los bienes que estén en posesión el deudor para realizar
cuanto se les debe, pueden ejercitar todos los derechos y acciones de éste con el mismo fin,
exceptuando los que sean inherentes a su persona; pueden también impugnar los actos que el
deudor haya realizado en fraude de su derecho”.

En cambio, la acción directa no se contempla con carácter general en el CC, sino en supuestos
particulares, con una aplicación práctica limitada.

5. LA ACCION SUBROGATORIA INDIRECTA.

5.1. Ideas generales.

Conforme al art. 1.111: “los acreedores después de haber perseguido los bienes que estén en
posesión el deudor para realizar cuanto se les debe, pueden ejercitar todos los derechos y
acciones de éste con el mismo fin, exceptuando los que sean inherentes a su persona”.

72
La acción subrogatoria constituye la facultad del acreedor, que le permite ejercitar derechos del
deudor en su propio beneficio cuando el acreedor no tenga otro medio de hacer efectivo su
derecho de crédito (carácter subsidiario). El acreedor antes habrá de acreditar la insuficiencia de
bienes del deudor, tras haber “perseguido” los bienes del deudor judicialmente.

Pero la jurisprudencia del TS ha reconocido, que el acreedor puede ejercitarla directamente contra
el tercero que adeuda algo a su deudor, acreditando en este mismo procedimiento que el deudor
no tiene otros bienes suficientes para hacer efectivo su derecho de crédito.

La acción subrogatoria no es una subrogación propiamente dicha, pues el acreedor actúa en su


propio nombre, no en nombre del deudor.

5.2. Derechos ejercitables por el acreedor.

Se exceptúan de la acción subrogatoria “los derechos inherentes a la persona del deudor” . El


interés del acreedor es reintegrar derechos y acciones de contenido patrimonial.

5.3. Ejercicio y efectos.

El acreedor podrá reclamar al tercero, deudor del deudor, la totalidad del crédito, no sólo la parte
que le adeude su deudor. La explicación es que el crédito se reintegra al patrimonio del deudor (el
acreedor no cobra directamente) y beneficia a todos los demás acreedores y acaso sólo alguno/s
de ellos ostente un derecho de crédito preferente al del acreedor litigante.

Esta entrada patrimonial es la que justifica la denominación de indirecta u oblicua aplicada


también a la acción subrogatoria: el acreedor que ha litigado no cobra directamente del tercero,
sino del deudor.

El acreedor que ejercita la acción subrogatoria no tiene derecho de prelación o preferencia sobre
otros eventuales acreedores del deudor.

La acción correspondiente al ejercicio de la acción subrogatoria es imprescriptible, mientras que la


pauliana prescribe a los 4 años.

6. LA ACCION DIRECTA.

6.1. Noción general.

Es ciertos casos, el Ordenamiento jurídico, concede al acreedor la facultad de reclamar el


cumplimiento de la obligación al deudor de su deudor sin necesidad de que lo obtenido pase por el
patrimonio del deudor intermedio. El acreedor actuante cobra directamente del deudor de su
deudor, motivo por el cual a esta facultad se le denomina acción directa.

6.2. Algunos supuestos.

a) La facultad de los trabajadores o suministradores de materiales, en un contrato de obra, de


dirigirse directamente contra el dueño de la obra por la cantidad que éste adeude al contratista,
deudor de los trabajadores.

b) La posibilidad de que el mandante se dirija contra el sustituto del mandatario.

c) La acción directa atribuida por la LAU al arrendador para exigir al subarrendatario “el abono
directo de la renta y de su participación en el precio del subarriendo”, así como “la reparación de
los deterioros que éste hubiera causado dolosa o negligentemente en la vivienda”.

73
d) La posibilidad de dirigirse directamente contra el asegurador, una vez concedida a la víctima de
accidente automovilístico o a sus herederos una indemnización, en relación con el seguro
obligatorio.

e) En los seguros obligatorios, da la acción directa al perjudicado algunas otras disposiciones


legislativas que caracterizan la responsabilidad extracontractual como objetiva (daños ocurridos a
consecuencia de la caza, la producción de energía nuclear, etc.).

f) La Ley de Contrato de Seguros ha traído la aplicación de la acción directa con relación al seguro
de responsabilidad civil, incluso siendo voluntario.

7. LA ACCIÓN REVOCATORIA O PAULIANA.

7.1. Noción general.

Se denomina pauliana, por al parecer, haber sido formulada por el jurista romano Paulo. Su
finalidad es privar de eficacia los actos de enajenación fraudulentos realizados por el deudor.

Tiene carácter subsidiario, pues sólo podrá ser ejercitada cuando no se cuente con otro medio de
satisfacer su derecho de crédito, burlado por el acto dispositivo fraudulento del deudor.

7.2. Presupuestos.

El presupuesto fundamental es una acción fraudulenta del deudor que requiere que éste tenga
conciencia o conocimiento de que supone un perjuicio para sus acreedores.

La prueba de la conducta fraudulenta es difícil, por lo que el CC, sienta dos presunciones:

 “Se presumen celebrados en fraude de acreedores todos aquellos contratos por virtud de
los cuales el deudor enajenare bienes a título gratuito”.
 “También se presumen fraudulentas las enajenaciones a título oneroso, hechas por
aquellas personas contra las cuales se hubiese pronunciado antes sentencia condenatoria
en cualquier instancia o expedido mandamiento de embargo de bienes ”.

7.3. Efectos: la posición del tercer adquirente.

El tercero puede haber adquirido de buena fe, sin conocer el ánimo fraudulento del deudor o por
el contrario puede haber participado del fraude.

Si lo hizo de buena fe y a título oneroso, la transmisión no puede ser revocada o rescindida,


limitando la acción revocatoria puramente a la indemnización, que pesará única y exclusivamente
sobre el deudor fraudulento, cuya situación patrimonial será por principio cercana a la insolvencia.

Si el tercero ha participado en el fraude, la rescisión del contrato le afectará de plano, quedando


obligado a devolver o a indemnizar a los acreedores.

7.4. Plazo de ejercicio.

Al ser acción rescisoria, le es aplicable que: “la acción para pedir la rescisión dura 4 años”.

Es un plazo de caducidad y comenzará a computarse el día de la enajenación fraudulenta.

74
TEMA 15.- LOS CUASICONTRATOS Y EL ENRIQUECIMIENTO INJUSTO.

1. LA CATEGORÍA DE LOS CUASICONTRATOS.

El Código Civil, bajo la rúbrica general “ De las obligaciones que se contraen sin convenio ”, regula
los cuasicontratos y la responsabilidad civil extracontractual. El objeto es el de situarse en la esfera
de las obligaciones ex lege.

1.1. Noción y tipos de cuasicontrato.

“Son cuasicontratos los hechos lícitos y puramente voluntarios, de los que resulta obligado su
autor para con un tercero y a veces una obligación recíproca entre los interesados”.

Las notas relevantes a resaltar sobre los llamados cuasicontratos son:

 Se trata de “hechos lícitos” frente a los hechos o actos ilícitos que originan la
responsabilidad extracontractual.
 Son “hechos voluntarios”, es decir, actos jurídicos llevados a cabo por el sujeto sin tener
obligación alguna de realizarlos.
 Son “fuente de las obligaciones”, siendo indiferente que resulte sólo el autor del acto que
los origina o éste y cualquier otra persona afectada por el supuesto de hecho.

El CC identifica como cuasicontratos a la gestión de negocios ajenos y al cobro de lo indebido.

1.2. El error histórico.

Gayo dividía las obligaciones en aquellas que nacían de los contratos, de los delitos, y de otras
causas. Para superar ésta división, en las “Instituciones” de Justiniano, los juristas consideraron
preferible hablar de cuatro fuentes de las obligaciones: el contrato, el delito, las obligaciones
nacidas quasi ex contrato y quasi ex delito. Luego, un posterior cambio, arrojó que una de las
posibles clasificaciones de las obligaciones, atendiendo a su fuente, era la de las obligaciones
nacidas ex quasi contrato, naciendo así una categoría sistemática que carecía de sentido. El
conservadurismo de la mayor parte de los juristas y su respeto por las “fuentes” hicieron que el
juego de palabras propio de la “creación” justiniana perdurara y fuera admitido en el Código Civil
francés, lo que provocó su consagración, que después se incorporó a la codificación española.

2. LA CUESTIÓN DE LOS CUASICONTRATOS ATÍPICOS.

La doctrina considera que se trata de un problema mal planteado, pues la justicia material
requerida por algunos supuestos que escapan a las previsiones legales propias de la gestión de
negocios ajenos y del cobro de lo indebido, no debe buscarse mediante el recurso a los
cuasicontratos atípicos, sino haciendo valer en su caso el enriquecimiento injusto, pues al ser éste
un principio general del derecho, es operativo en relación con cualquier supuesto.

3. LA GESTIÓN DE NEGOCIOS SIN MANDATO.

3.1 Noción general y fundamento.

El CC presupone la existencia de la gestión de negocios sin mandato cuando uno “se encarga
voluntariamente de la agencia o administración de los negocios de otro, sin mandato de éste ”. Se
da en los casos en que una persona, mediante su intervención voluntaria y sin autorización del
interesado, asume la carga de adoptar decisiones respecto de los asuntos de otro.

Al que interviene sin mandato se le denomina gestor. El interesado en la gestión se denomina


dueño, pero no pretende tener significado técnico alguno, en el sentido de propietario.
75
Tampoco la referencia a “negocios” hay que entenderla como “negocio jurídico”, sino como
“asuntos” atinentes a otra persona.

El dominus (dueño) es el titular o el interesado en las cuestiones que puede asumir el gestor.

3.2. Requisitos o presupuestos de la gestión de negocios ajenos.

Los requisitos de la gestión de negocios ajenos son:

1ª) Actuación voluntaria del gestor: el gestor actúa por iniciativa propia, considerando que la
situación de hecho existente justifica su intervención en la esfera ajena.

2ª) Actuación espontánea del gestor: el gestor actúa “sin mandato” y por su propia iniciativa,
sin encontrarse obligado a ello ni estar particularmente autorizado por el dominus.

La gestión de negocios ajenos excluye cualquier caso en el que el titular de los asuntos no permita
la intervención ajena, y aquellos en que los asuntos del dominus, atendiendo a la propia
naturaleza de los mismos, requieran su actuación personal.

3ª) Actuación lícita: es necesario que la actuación del gestor consista en actos de indiscutible
licitud.

4ª) Actuación útil: cabe deducir que la gestión requiere ser útil al dominus.

5ª) Actuación desinteresada: se presupone el carácter altruista y, por tanto, debe encontrarse
privada de interés alguno por parte del gestor. Dicho desinterés no conlleva que el gestor haya de
soportar los gastos o pérdidas que pueda generarle la gestión.

3.3. Régimen normativo básico.

El gestor, una vez iniciada la gestión, se encuentra vinculado por su propia decisión de inmiscuirse
en los asuntos ajenos, debiendo observar una conducta acorde con los intereses del dominus.

El dominus no despliega papel alguno en el comienzo de la gestión, sin embargo, una vez
concluida o incluso iniciada la gestión puede quedar obligado a compensar o indemnizar al gestor
de los gastos suplidos o de las pérdidas sufridas.

En la gestión de negocios ajenos con pluralidad de gestores, se impone taxativamente la


responsabilidad solidaria: “La responsabilidad de los gestores, cuando fueren dos o más, será
solidaria”.

3.4. Obligaciones del gestor.

Desde el momento en que el gestor se introduce en la esfera ajena, nacen una serie de
obligaciones a las que queda vinculado por disposición de la ley:

A) La continuidad de la gestión: ”... está obligado a continuar su gestión hasta el término del
asunto y sus incidencias, o a requerir al interesado para que le sustituya en la gestión, si se
hallase en estado de poder hacerlo por sí”. Cualequiera de tales actitudes o conductas son
suficientes para entender que el gestor no abandona la gestión iniciada.

B) El deber de diligencia: “el gestor oficioso debe desempeñar su encargo con toda la diligencia
de un buen padre de familia ”, establece la regla general sobre el deber de diligencia. Su infracción
determinará que el gestor deba “indemnizar los perjuicios que por su culpa o negligencia se

76
irroguen al dueño de los bienes o negocios que gestione ”, dejando al arbitrio de los Tribunales la
posibilidad de moderar dicha indemnización " según las circunstancias del caso”.

El gestor sólo será responsable cuando los daños irrogados al dominus procedan de su actuación
negligente. Sin embargo, este régimen de responsabilidad puede verse agravado, llegando hasta
establecer la responsabilidad del gestor por caso fortuito en los dos supuestos siguientes:
 Cuando el gestor lleve a cabo operaciones arriesgadas que el dueño no tuviese costumbre
de hacer
 Cuando el gestor posponga el interés del dominus al lucro o provecho propio.

C) La responsabilidad por delegación: cabe la posibilidad de que el gestor delegue en otra


persona la ejecución de “todos o algunos de los deberes de su cargo ”. Cabe tanto la delegación
total cuanto parcial de las actividades propias del gestor oficioso. En todo caso, el gestor
“responderá de los actos del delegado, sin perjuicio de la obligación directa de éste para con el
propietario del negocio”.

El gestor no queda exonerado de responsabilidad; tampoco el delegado, pues el Código otorga al


dominus acción directa contra él.

3.5. Obligaciones del dominus.

En la gestión de negocios ajenos es natural pensar que los gastos y pérdidas sufridas por el gestor
pueden verse resarcidos a cargo del dominus que se ha beneficiado de la gestión. Con esta idea el
CC declara obligado al dominus en tres casos: ratificación de la gestión, gestión útil o provechosa
y gestión precautoria.

A) La ratificación: “La ratificación de la gestión por parte del dueño del negocio produce los
efectos del mandato expreso”. La ratificación puede realizarla el dominus de forma expresa como
por ejemplo, la declaración de voluntad en tal sentido o tácita, como en el caso de una
transferencia bancaria al gestor abonándole los gastos.

B) La gestión útil o provechosa: “aunque no hubiere ratificado expresamente la gestión ajena,


el dueño de bienes o negocios que aproveche las ventajas de la misma será responsable ...”,
identificando así el supuesto de que la gestión le resulte útil o provechosa.

C) La gestión precautoria: La objetividad viene dada ahora no porque el dominus obtenga


aprovechamiento de la gestión, sino porque la iniciativa del gestor encuentre su fundamento en la
evitación de algún mal inminente y manifiesto como por ejemplo: la evitación de inundaciones
ante una fuga de agua en un piso, en ausencia del dominus).

D) La igualdad de efectos: La gestión útil y la gestión precautoria originan los mismos efectos:
el dominus ha de considerarse responsable de las obligaciones contraídas por el gestor; ha de
indemnizar a éste de los gastos necesarios y útiles que hubiese hecho y ha de afrontar los
perjuicios que el gestor haya sufrido en el desempeño de su cargo.

E) ¿Retribución del gestor? : El Código no prohíbe la retribución del gestor. El gestor que por
su dedicación a los negocios ajenos hubiera sufrido menoscabo en su propio sueldo y así lo
acreditara podría reclamar el perjuicio sufrido a causa de la gestión

3.6. Supuestos especiales de gestión.

El CC contempla y regula dos casos especiales de gestión de negocios ajenos, atendiendo al hecho
de que el gestor satisface los gastos alimenticios o los gastos funerarios de una persona, para

77
establecer quién debe responder de ellos frente al gestor. Cabe hablar, pues, de gestión
alimenticia y gestión funeraria, respectivamente.

4. EL COBRO O PAGO DE LO INDEBIDO.

4.1. Concepto y significado.

El CC establece que “cuando se recibe alguna cosa que no había derecho a cobrar, y que por error
había sido indebidamente entregada, surge la obligación de restituirla ”.

Hablar de “pago de lo indebido” o “cobro de lo indebido” resulta intrascendente, es una mera


cuestión de perspectiva de un mismo acto jurídico, que en lo sustancial consiste en que alguien,
por incurrir en error, paga algo que no debía; o más de lo que debía; o a quien no debía.

El deber de restituir la prestación indebidamente recibida constituye indiscutible obligación en


sentido técnico. No sólo porque lo establezca el CC, sino porque realmente reúne todos los
requisitos propios de las obligaciones.

4.2. Requisitos o presupuestos de la figura.

Deben darse tres requisitos: pago efectivo con “ animus solvendi” (intención de pagar), inexistencia
de obligación entre quien paga y quien recibe y, error por parte de quien hizo el pago.

A) La realización del pago con “ animus solvendi”: La prestación que puede originar el pago
de lo indebido no está limitada a la obligación de dar una cosa específica y determinada, sino que
puede consistir en cualquier otra prestación, siempre y cuando se lleve a cabo con ánimo
solutorio, entendiendo por error el solvens que, mediante su ejecución cumple una obligación que
sin embargo, es inexistente.

En la práctica, son relativamente frecuentes los casos en que las transferencias bancarias generan
supuestos de pago de lo indebido.

B) La inexistencia de obligación, el “ indebitum”: Representada por la inexistencia, en


relación con el pago realizado, del vínculo obligatorio alguno entre el “ solvens” (deudor) y el
“accipiens” (acreedor). La inexistencia de deuda alguna provoca el denominado indebitum.

Se distingue entre el indebitum ex re y el indebitum ex persona.

Se habla de “indebitum ex re” para poner de manifiesto que el pago realizado es indebido por no
existir nadie que tuviera derecho a reclamar efectivamente el pago realizado o por no tener
obligación alguna el deudor de llevar a cabo la prestación ejecutada (ej.: deudas extinguidas).

En los supuestos de “indebitum ex persona”, la obligación correspondiente al pago existe y es


cierta, pero recibe quien no es acreedor o lleva a cabo la prestación quien no es deudor.

La regla general en el caso de que el acreedor no sea el verdadero, es la del pago de lo indebido:
este último habrá de restituir lo recibido indebidamente.

Si el acreedor es el verdadero, pero el pago o cumplimiento ha sido realizado por quien no es su


deudor, éste podrá exigir la restitución excepto en el caso de que el pago haya extinguido la
obligación del verdadero deudor.

C) El error del «solvens»: Es necesario para la calificación de pago de lo indebido que el


deudor haya intervenido por error.

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Dispone el CC que “se presume que hubo error en el pago cuando se entregó cosa que nunca se
debió o que ya estaba pagada; pero aquel a quien se pida la devolución puede probar que la
entrega se hizo a título de liberalidad o por otra causa justa ”.

La prueba del error en el pago es impuesta al solvens.

4.3. La obligación de restitución.

La consecuencia fundamental del pago de lo indebido es que el accipiens tiene “la obligación de
restituir”. Por tanto, el ejercicio de la acción de restitución y la devolución de la prestación
realizada corresponde exactamente al solvens.

Establece el CC la “exención de la obligación de restituir” cuando el verdadero acreedor, de buena


fe y entendiendo que el pago correspondía a un crédito legítimo y subsistente del que es titular,
lleve a cabo cualquiera de los siguientes actos:

 Inutilización del título correspondiente al derecho de crédito.


 Dejar transcurrir el plazo de prescripción sin reclamar el crédito por entenderlo ya pagado.
 Abandono de las prendas, y
 Cancelación de las garantías de su derecho.

El error del solvens no debe conllevar el perjuicio del acreedor de buena fe que, conforme a las
reglas generales de diligencia y comportamiento honesto, una vez que entiende haber cobrado,
realiza actos liberatorios de su deudor.

4.4. La restitución del «accipiens» de buena fe.

Existe la obligación de restitución de una “cosa cierta y determinada”. En caso de cosa específica,
el accipiens ha de devolver la cosa o su valor de enajenación. En caso de pérdida de la cosa o de
haberse deteriorado, sólo habrá de indemnizar en el caso de que haya obtenido enriquecimiento
efectivo. En el supuesto de que la cosa consista en un bien genérico, el accipiens habrá de restituir
la misma cosa, de la misma calidad en igual cantidad ( tantundem).

4.5. La restitución del «accipiens» de mala fe.

En caso de mala fe del accipiens, su responsabilidad por pérdida o deterioro de la cosa que debe
restituir se ve agravada:
 Si la prestación consistió en dinero, al principal habrán de añadirse los correspondientes
intereses legales.
 Si la cosa era fructífera, junto con aquélla habrá de entregar tanto los frutos generados
cuanto los que, en condiciones normales, se hubieran debido producir.

En relación con la pérdida, deterioro o menoscabo de la cosa, el accipiens de mala fe deberá


afrontar:

 Los menoscabos que haya sufrido la cosa por cualquier causa, incluido el caso fortuito
(salvo que el suceso inevitable hubiera tenido el mismo resultado encontrándose las cosas
en posesión del solvens).
 Los perjuicios que se irrogaren al solvens hasta que la recobre.

4.6. La aplicación de las normas sobre la liquidación del estado posesorio.

En cuanto al abono de mejoras y gastos hechos por el que indebidamente recibió la cosa, se
estará a lo dispuesto en el Título V del CC “De la posesión”.

79
La utilización de la cosa suele conllevar una serie de gastos que pueden ser o no reintegrables al
poseedor que deja de serlo. El criterio fundamental para ello sigue siendo el de la buena o mala
fe. Conviene distinguir entre:

a) Gastos necesarios: Su ejecución va ligada a la propia conservación de la cosa o a la


obtención de su natural rendimiento, ocasionados tanto de buena como de mala fe. Sin embargo,
hay que tener en cuenta que sólo el poseedor de buena fe tiene derecho de retención, es decir, el
derecho a seguir poseyendo material, efectiva y legítimamente la cosa, mientras no se le
satisfagan tales gastos.

b) Gastos útiles o mejoras: Las mejoras son aquellas que conllevan un incremento del valor de
la cosa. El poseedor de buena fe tiene el derecho de retención para que se le reintegre el importe
de los gastos. Respecto al poseedor de mala fe no se le debe restituir el importe de los gastos de
mejora.

c) Gastos suntuarios: Son gastos provocados sólo por el afán de lujo, sin que supongan
aumentar el rendimiento económico de la cosa a la que benefician (bello empedrado de un camino
de acceso) o el valor de las cosas no fructíferas. Los gastos suntuarios no son abonables en
ningún caso.

El Código permite que el poseedor que ha efectuado gastos de carácter suntuario pueda llevarse
los adornos y ornamentos añadidos a la cosa principal, pero son necesarios dos requisitos:
a) Que la cosa principal no sufra deterioro por la separación de los adornos u ornamentos
que en su día se le incorporaron.
b) Que el sucesor en la posesión no prefiera quedarse con los adornos incorporados
abonando:
 El importe de lo gastado en su día, en caso de poseedor de buena fe.
 El valor que tengan en el momento de entrar en la posesión, en caso de poseedor
de mala fe.

5. EL ENRIQUECIMIENTO INJUSTO: ANTECEDENTES, FUNDAMENTO, PRESUPUESTOS,


FORMAS Y EFECTOS.

5.1. Antecedentes.

El sistema romano clásico perfiló acciones tendentes a que, en ningún caso, se produjeran
situaciones de enriquecimiento patrimonial sin causa ni fundamento. Tales acciones recibieron el
nombre de condicio. Una de tales acciones fue la condicio sine causa, llamada posteriormente
condicio sine causa generalis, en cuanto era la más genérica de todas ellas.

Las Partidas recogía que “ninguno debe enriquecerse torticeramente con daño de otro”.

Llegado el momento de la codificación no se reguló específicamente.

Hoy en día, se proscribe el enriquecimiento injusto.

El CC establece que “ En el enriquecimiento sin causa se aplicará la ley en virtud de la cual se


produjo la transferencia de valor patrimonial en favor del enriquecido ”. Se deduce que el
enriquecimiento injusto, por disposición legal, es fuente de las obligaciones.

5.2. Fundamento de la prohibición del enriquecimiento injusto.

Según la Doctrina, el fundamento de la obligación dimanante del enriquecimiento injusto parece


cimentarse en razones de equidad, pero ya que la equidad requiere una norma expresa y
habilitante en cada caso, la mayor parte de las sentencias suelen argumentar trayendo a colación
80
la idea de principio general del Derecho. Sencillamente se trata de ofrecer una solución a
supuestos repugnantes para la idea de justicia atendiendo a datos puramente objetivos.

La doctrina, por su parte, una vez admitido el principio general, pone de manifiesto que la
obligación de resarcimiento del que se ha enriquecido injustamente constituye el fundamento
último de numerosas disposiciones del Código Civil.

En conclusión: cualquier prestación hecha sin causa alguna que la justifique, puede ser reclamada
por quien la realizó, por cuanto lo prestado sólo puede ser conservado por el acreedor mediando
liberalidad u otra causa justa.

5.3. Presupuestos del enriquecimiento injusto.

De la abundante jurisprudencia se extraen los siguientes requisitos:

a) El enriquecimiento: La noción de enriquecimiento puede identificarse con cualquier acto o


hecho que genera un incremento patrimonial para el enriquecido. Puede consistir en un
incremento patrimonial o en la evitación de una disminución por el concepto de daños o de gasto.

b) La inexistencia de causa: Se trata de que no exista hecho, acto o situación licita alguna que
justifique el desplazamiento patrimonial.

c) El empobrecimiento: Se trata de que el enriquecimiento injusto se produzca precisamente a


costa del patrimonio del favorecido (puede bastar que la acción del enriquecido haya comportado
la falta de incremento de los elementos patrimoniales del empobrecido, no es necesario que el
patrimonio del mismo haya sido dañado de forma negativa).

d) La relación de causalidad: El empobrecimiento de una de las partes y el enriquecimiento de


la otra deben encontrarse estrechamente interconectados o ser entre sí interdependientes.

5.4. Efectos del enriquecimiento injusto.

Las consecuencias propias de las situaciones de enriquecimiento injusto radican en procurar el


reequilibrio patrimonial de los sujetos afectados por las situaciones de enriquecimiento injusto. El
empobrecido, reclamará al enriquecido o los bienes que se hayan podido incorporar a su
patrimonio o una cifra dineraria. En relación con la cuantía de dicha reclamación cabe señalar que
el ejercicio de la acción de enriquecimiento injusto tiene por objeto reclamar el beneficio
efectivamente conseguido por el enriquecido que, al propio tiempo, guarde correlación o
correspondencia con el empobrecimiento del demandante.

La obligación de restituir, en el caso de pluralidad de deudores, ha de configurarse como solidaria.

5.5. Características de la acción de enriquecimiento.

La acción de enriquecimiento es una acción personal. Por tanto, como no se encuentra regulada
especialmente, en relación con la prescripción debe entenderse que rige el plazo general de 15
años.

La acción tiene carácter subsidiario, por lo que cabe reclamarse por esta vía si no existe otra
posible pretensión autónoma. Sin embargo, se podrá ejercitar conjuntamente la acción
reivindicatoria sobre una cosa y la acción de enriquecimiento por haberse producido un
desplazamiento patrimonial complementario sin causa.

81
TEMA 16.- LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL Y POR HECHOS PROPIOS.

1. LOS ACTOS ILÍCITOS COMO FUENTES DE OBLIGACIONES.

Las fuentes de las obligaciones no sólo derivan de los contratos, si no que nacen también a
consecuencia de ciertos actos y omisiones ilícitos o en que intervenga cualquier tipo de culpa o
negligencia. Conforme a ello, cualquier acto ilícito que ocasione o depare un daño cualquiera a
otro sujeto de Derecho debe conllevar el nacimiento de la consiguiente obligación de reparar o
indemnizar dicho daño.

Quienes otorgan mayor relevancia al Derecho romano utilizan indistintamente los términos
responsabilidad extracontractual y responsabilidad aquiliana, que consagra la reclamación por el
propietario del daño inferido a cosas de su propiedad. Pero actualmente, no hay necesidad de
equiparar la verdadera responsabilidad aquiliana a la moderna responsabilidad extracontractual.

2. RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL.

Quien ocasiona daño a una persona o a su patrimonio de forma injustificada debe pagar por ello,
aunque hasta entonces no hubiera relación alguna entre ambas. Este dato evidencia las distintas
génesis de las obligaciones:

》 Responsabilidad contractual. Dimana del incumplimiento del contrato. El Ordenamiento


jurídico pone a disposición del contratante defraudado diversos medios y mecanismos para
conseguir la debida indemnización a cargo del contratante incumplidor, por tanto, hablamos de
personas que se encontraban relacionadas entre sí antes de producirse el incumplimiento.

》 Responsabilidad extracontractual. La responsabilidad deriva de la realización de un acto


ilícito que causa daño a otra persona o a su esfera jurídica. En consecuencia, las personas
interesadas en la responsabilidad extracontractual son extrañas entre sí, no tienen por qué
conocerse ni haberse relacionado nunca, aunque es intranscendente a estos efectos que el
agente dañoso y la víctima del daño se conozcan.

Hoy día existe una rica casuística jurisprudencial en materia de responsabilidad extracontractual.
Además, el Código se ha visto complementado por “leyes especiales” en la que la responsabilidad
civil recibe un tratamiento normativo ad hoc, entre las que destacan la Ley 30/ 1992 y la Ley
1/1991, respecto a la responsabilidad civil del profesorado y de los centros docentes.

Una vez nacida la obligación de reparar en la responsabilidad extracontractual, las reglas y


principios de la teoría general de las obligaciones se aplicarán según convenga al caso concreto de
que se trate.

3. RESPONSABILIDAD CIVIL Y RESPONSABILIDAD PENAL.

En numerosas ocasiones se utiliza el término responsabilidad civil para referirse a responsabilidad


extracontractual, por el mero hecho de contraponerla a la responsabilidad penal. La razón es que
los actos ilícitos pueden ser de carácter civil o de naturaleza penal. Estos últimos son considerados
delitos (graves, menos graves o leves) en atención a su gravedad y a la lesión no solo de bienes
patrimoniales de terceras personas, sino en cuanto infringen o alteran el orden público.

El Ordenamiento jurídico, tipifica y sanciona las conductas delictivas con medios propios y
específicos, contemplados en el CP, dejando aparte el hecho de que la responsabilidad
extracontractual puede ser accesoria de la responsabilidad penal propiamente dicha.

El CC establece que “las obligaciones civiles que nazcan de los delitos o faltas se regirán por las
disposiciones del Código Penal “ y, que la responsabilidad extracontractual derivada de los “ actos
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u omisiones en que intervenga culpa o negligencia no penadas por la ley“ (esto es, los llamados
ilícitos civiles) se regularán por el propio CC.

Sin embargo, esto requiere ciertas precisiones:

 En el caso de que el proceso penal culmine mediante sentencia condenatoria, ésta deberá
pronunciarse de forma inexcusable sobre la responsabilidad civil dimanante del ilícito penal,
salvo si el querellante se reservó el posterior ejercicio de la acción civil a efectos de la
reparación del daño producido.

 Si el proceso penal termina mediante sentencia absolutoria, a partir de la firmeza de ésta


comienza a correr el plazo de prescripción de la acción civil de resarcimiento de los daños
sufridos por el perjudicado. La sentencia penal no generara el efecto de cosa juzgada respecto
de la responsabilidad civil, ni la inexistencia del ilícito penal implica la inexistencia de
responsabilidad extracontractual que, a continuación puede ser exigida por la victima del
daño. Ni siquiera los hechos probados en el proceso penal perjudican de forma irresoluble a la
víctima, ya que el Tribunal civil puede establecer la base fáctica de la reclamación civil sin
limitarse a aquéllos.

 Es pertinente igualmente el posterior ejercicio de la acción civil cuando la causa penal es


objeto de sobreseimiento, pues en tal caso es innegable la competencia del Juez civil para el
conocimiento de los hechos.

 Finalmente el perjudicado por el delito puede ejercitar la acción penal, reservándose las
acciones civiles para posteriormente, reclamar la reparación por responsabilidad
extracontractual en vía civil. Dicha reserva de la acción civil debe plantearse en la propia
querella, y supondrá una extraordinaria dilación en la reparación del daño, que no quedará
definitivamente resuelta hasta la finalización del segundo proceso, ventilado exclusivamente
por los tribunales civiles.

Conforme a la LO 5/2000, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, cabe “ exigir la


responsabilidad de las personas mayores de 14 años y menores de 18 por la comisión de hechos
tipificados como delitos en el CP o las leyes penales especiales“ .

Existiendo responsabilidad penal en dicha franja de edad, en la mayor parte de los casos se
derivará de aquélla la consiguiente responsabilidad civil.

La Ley 5/2000 establece que “la acción para exigir la responsabilidad civil en el procedimiento
regulado en esta Ley se ejercitará por el Ministerio Fiscal, salvo que el perjudicado renuncie a ella,
la ejercite por sí mismo… o se la reserve para ejercitarla ante el orden jurisdiccional civil conforme
a los preceptos del CC y de la LEC”.

Es natural que el responsable penal menor de edad implique en la consiguiente responsabilidad


civil a sus representantes legales, a los que la LO 5/2000 condena a asumir solidaria y
objetivamente la posición de responsables (padres, tutores, acogedores y guardadores legales o
de hecho, por este orden). Cuando estos no hubieran favorecido la conducta del menor con dolo o
negligencia grave, su responsabilidad podrá ser moderada por al juez según los casos.

El indulto de la pena no comprenderá la indemnización civil.

4. LA RESPONSABILIDAD CIVIL Y EL DENOMINADO “DERECHO DE DAÑOS”.

El “Derecho de daños” engloba en sí el tratamiento general de la jurisprudencia sobre los distintos


supuestos de responsabilidad extracontractual. Por consiguiente, utilizar la expresión “Derecho de

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daños“ poco o nada añade al fondo de la cuestión, que consiste en el estudio de un subsector del
Derecho privado patrimonial en el que el nacimiento de las obligaciones se produce a
consecuencia de la realización de unas series de actuaciones y omisiones de carácter negligente
que conllevan la necesidad de reparación a favor del perjudicado.

5. FUNDAMENTO Y SISTEMAS DE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL.

La nota característica básica de la relación extracontractual radica en la producción de un daño


que debe ser objeto de reparación, sin que se requiera la existencia de vínculo obligatorio o
relación jurídica alguna entre el autor y la víctima del daño. Por tanto, la obligación de reparar no
surge del incumplimiento de una obligación previamente existente, sino del mero hecho de
haberse producido un daño.

El CC recoge: “el que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia,
está obligado a reparar el daño causado ”. Este precepto establece un sistema de responsabilidad
subjetiva, en el que la responsabilidad civil, una vez producido el daño, se deriva directamente de
la culpa en que haya incurrido el autor de la acción u omisión del ilícito civil -serán requisitos
necesarios que el resultado sea dañoso para un tercero, así como la acción u omisión culposa-.

Esta es la regla general, pero otras disposiciones normativas, incluso el propio Código, establecen
un sistema de responsabilidad objetiva, en el que, la obligación de resarcimiento se genera
simplemente por la relación de causalidad entre la acción u omisión del agente y el daño
producido, independientemente de todo elemento de intencionalidad o falta de diligencia del
agente para que el responsable hubiera de indemnizar a la víctima.

Actualmente, la responsabilidad objetiva constituye la regla general y, por el contario, la


responsabilidad culposa o subjetiva sería la excepción, esto se debe a que en la sociedad actual,
importa más la naturaleza reparadora de la responsabilidad extracontractual que la determinación
del sujeto responsable de los daños causados.

6. LA RESPONSABILIDAD SUBJETIVA O CULPOSA POR HECHOS PROPIOS.

El CC condena a la reparación del daño causado a todo aquel que provoque daños a otro, pero
sólo cuando haya intervenido culpa o negligencia. Se trata de una responsabilidad de carácter
subjetivo o culposo.

7. LOS PRESUPUESTOS DE CARÁCTER OBJETIVO DE LA RESPONSAILIDAD CULPOSA.

7.1. La acción u omisión dañosa.

La responsabilidad extracontractual presupone la existencia de una acción u omisión de una


persona siendo indiferente para los efectos del nacimiento de la responsabilidad que la falta o el
acto ilícito se realice por medio de un hecho activo ( culpa in comittendo), o simplemente una
abstención (culpa in omittendo).

Es indiscutible, además, que la acción del causante puede consistir tanto en un acto consciente y
voluntario o en un hecho absolutamente involuntario.

7.2. La ilicitud o antijuridicidad.

Para que la acción u omisión produzca la obligación de reparar, es necesario que sea ilícita o
antijurídica, es decir, contraria a Derecho. Pero el CC no recoge indicación alguna sobre dicho
presupuesto, requiriendo sólo que en la conducta del agente intervenga cualquier género de culpa

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o negligencia. La razón estriba en que todo acto u omisión que cause daño se presume que es
antijurídico.

Para Lasarte, la antijuridicidad no deriva en sí misma del acto u omisión sino de las consecuencias
dañosas que, por culpa o negligencia del sujeto actuante, se generan a un tercero. Por tanto, es
antijurídica cualquier conducta que acarree daño a tercero y sólo dejará de serlo cuando concurra
a favor del sujeto responsable alguna de las causas que excluyen la antijuridicidad y que, por
consiguiente, exoneran de responsabilidad al sujeto actuante, que serían las siguientes:

A) Los casos de legítima defensa o estado de necesidad: Nociones objeto del Derecho
Penal. El art. 20 del CP, identifica la legítima defensa con la actuación de cualquiera “en defensa
de la persona o derechos, propios o ajenos, siempre que concurran los requisitos siguientes:
1. Agresión ilegítima,
2. Necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla, y
3. Falta de provocación por parte del defensor”.

Por su parte el art. 20.5 CP considera causa eximente de la responsabilidad penal la actuación de
quien “en estado de necesidad, para evitar mal propio o ajeno, lesione un bien jurídico de otra
persona o infrinja un deber, siempre que concurran estos requisitos:
1. Que el mal causado no sea mayor que el que se trate de evitar,
2. Que la situación de necesidad no haya sido provocada intencionalmente por el sujeto, y
3. Que el necesitado no tenga, por oficio ni cargo, obligación de sacrificarse”.

B) El consentimiento o la culpa exclusiva de la víctima: Debe considerarse igualmente


inexistente la responsabilidad extracontractual cuando el daño se causa con el consentimiento de
la víctima o por causa de la denominada culpa exclusiva de la víctima. Es inexcusable que tal
consentimiento no sea contrario a una prohibición legal o a las buenas costumbres o no sea
ineficaz por cualesquiera otras razones.

C) El correcto ejercicio de un derecho: Cuando el sujeto responsable obre o adopte una


conducta omisiva en virtud de un derecho, cuyo ejercicio comporte un daño o cualquier tipo de
perjuicio para un tercero, debe considerarse igualmente la inexistencia de responsabilidad
extracontractual. Pero si se trata de un uso abusivo del derecho, esa misma acción u omisión
puede constituir un ilícito.

7.3 El daño: referencia al daño moral.

El CC impone este elemento de la responsabilidad extracontractual y la jurisprudencia exige la


existencia y prueba del daño para la procedencia de la indemnización de daños y perjuicios. La
prueba del daño corresponde al demandante que generalmente coincide con la víctima o sus
representantes.

El daño debe ser ante todo real, cierto y existente, pues “pretender reparación de un daño
eventual o hipotético, equivaldría a enriquecer sin causa a la víctima”. Ello no obsta a que la
sentencia liquidadora puede tener en cuenta los daños futuros si éstos pueden cuantificarse y
simultáneamente constituyen una derivación inevitable, directa y cierta del daño ya acaecido.

Naturaleza del daño objeto de reparación:

1. Daños materiales (o patrimoniales): reparación indiscutible, pues pueden ser susceptibles


de reparación específica o reparación pecuniaria.

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2. Daño moral: son aquellos que afectan a bienes y derechos inmateriales de personas (libertad,
salud, honor...) extraños a la noción del patrimonio y que no repercuten, de modo inmediato,
sobre éste.

Tanto la doctrina como la jurisprudencia admiten que todo daño material (patrimonial) o moral,
siempre que sea real y demostrado, da lugar a reparación, siendo su cuantía sometida a criterio
del juzgador

En materia de responsabilidad extracontractual los daños morales son plenamente indemnizables.

Cabe afirmar que el daño patrimonial es propiamente resarcible mientras que el daño moral es
compensable (el pretium doloris).

8. EL PRESUPUESTO SUBJETIVO: LA CULPA O NEGLIGENCIA.

Para que haya obligación de reparar el daño causado, es preciso que éste sea atribuible al agente,
bien sea porque tuviera intención de causar daño, o porque pudiendo preverlo no previó las
consecuencias dañosas dimanantes de su conducta por negligencia inexcusable.

Los presupuestos o requisitos básicos de la culpabilidad en el comportamiento dañoso son:


imputabilidad del autor, conducta dolosa o culposa del agente.

8.1. La imputabilidad del autor del daño.

Es obvia la necesidad de que la acción u omisión causante del daño sea atribuible a una
determinada persona, que es la obligada a reparar el daño causado. Pero la imputación a una
persona de la responsabilidad ¿requiere que esa persona sea imputable?

Imputar significa “atribuir a alguien la culpa o la responsabilidad dimanante de un acto ilícito del
que trae causa el daño realizado”. En cambio ser imputable equivale a “tener capacidad de
entender y querer o tener conciencia del alcance de la propia actuación”.

En materia de responsabilidad extracontractual, la voluntariedad o involuntariedad de la conducta


dañosa es intrascendente para nuestro sistema normativo.

En realidad, la exigencia de la imputabilidad (capacidad de entender y querer) del autor del daño
no constituye un presupuesto de la responsabilidad civil en nuestro ordenamiento.

Así pues, conforme al art. 118 CP la responsabilidad civil por actos realizados por quienes sean
penalmente inimputables se exigirá conforme a las siguientes reglas:

1. Si sufren enajenación mental persistente: serán responsables los tutores bajo cuya
potestad o guarda legal o de hecho se hallaren siempre que no medie culpa o negligencia por su
parte y sin perjuicio de la responsabilidad civil directa que pudiera corresponder a los imputables.

Los “guardadores legales” responden por el hecho ilícito del inimputable aunque dicha
responsabilidad se fundamente en la culpa in vigilando.

2. El ebrio y el intoxicado: habrán de responder por sí mismos.

3. En el supuesto del estado de necesidad: serán responsables civiles directos las personas en
cuyo favor se haya precavido el mal.

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Se hace recaer sobre los padres y guardadores de forma solidaria la responsabilidad civil imputable
al menor entre 14 y 18 años, aunque no haya habido culpa o negligencia de aquellos (si bien el
Juez podrá moderarla si no hubieran favorecido la conducta del menor con dolo o negligencia
grave).

8.2. El carácter doloso o culposo de la conducta.

El CC menciona expresa y exclusivamente la culpa como elemento característico de la conducta


responsable.

La graduación de la culpa no tiene interés alguno en la responsabilidad extracontractual, con


independencia de la posición que se adopte sobre su admisibilidad en relación con las obligaciones
contractuales, toda vez que el autor del ilícito responde siempre del daño, cualquiera que sea el
grado de la falta de diligencia que se pueda identificar en el supuesto de hecho.

Dolo es conducta deliberada y consciente dirigida a producir un daño a otro y reviste gravedad
mucho mayor que la culpa sensu stricto. Por consiguiente, el término culpa debe ser interpretado
en sentido genérico, englobando dentro de él tanto la culpa como el dolo.

La utilización del vocablo “culpa” no puede justificar la exclusión de las conductas dolosas como
determinantes de la responsabilidad extracontractual.

8.3. La prueba de la culpa.

Es nota característica de la responsabilidad extracontractual la necesidad de la prueba de la culpa.


El actor ha de probar la culpabilidad del demandado según establece el CC.

El TS ha establecido la carga de la prueba en beneficio de la víctima, conforme a la cual será el


sujeto presuntamente responsable quien haya de acreditar haber actuado sin culpa, esto es, con
un grado de diligencia tal que se excluya la aparición de responsabilidad extracontractual.

9. EL PRESUPUESTO CAUSAL: LA RELACIÓN DE CAUSALIDAD.

9.1. Planteamiento: causas y concausas.

Entre la acción u omisión del agente y el daño inferido a la víctima debe existir una relación de
causa-efecto o relación de causalidad. Lo que hay que determinar es la vinculación del daño final
con las circunstancias de hecho, sea una causa o sean varias.

9.2. Tesis doctrinales sobre la causalidad.

Teoría de la equivalencia de las condiciones: Propugna la consideración de todas y cada una


de las diversas concausas que hayan contribuido a la producción del daño siempre y cuando éste
no hubiera acaecido en caso de faltar alguna de las condiciones o circunstancias que hayan estado
presentes en el supuesto de hecho. Es la condición sine qua non: sólo se tendrán en cuenta
aquellas circunstancias determinantes en el resultado dañoso, o cuya ausencia hubiera evitado el
mismo o hubiera provocado la ausencia del resultado de daño.

Teoría de la adecuación o de la causalidad adecuada: La causa-origen del daño sólo puede


determinase atendiendo a la adecuación entre aquella y éste. Si el daño objetivamente
contemplado era de esperar como una derivación natural del curso de los acontecimientos, en tal
caso podrá hablarse de relación causal.

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Teoría de la causa próxima: La necesidad de que entre el daño y la serie de concausas haya
una relación de proximidad, de forma que las posibles causas de origen remoto deban ser
desechadas.

Teoría de la causa eficiente: La jurisprudencia habla de la causa eficiente, para evitar que la
nota de proximidad de la causa traiga consigo la exclusión de causas menos próximas que sin
embargo sean verdaderamente determinantes del resultado de daño.

9.3. La consideración jurisprudencial de la relación de causalidad.

La inexistencia de normas en el CC sobre el particular hace que el TS se incline por afirmar que la
existencia de varias causas generadoras del daño habrá de ser valorada en cada caso por los
Jueces.

El TS consciente de las diversas perspectivas de interés respecto de la relación de causalidad, las


considera desde una mera posición instrumental, atendiendo ante todo a un planteamiento realista
de los supuestos litigiosos y procurando lograr la debida justicia material de los casos sometidos a
su conocimiento.

9.4. Caso fortuito, fuerza mayor y relación de causalidad.

En más de una ocasión el TS ha señalado que la presencia en cualquier supuesto de hecho de un


caso fortuito exonera de responsabilidad extracontractual por inexistencia de relación de
causalidad./

Ante la inexistencia de norma alguna en materia de responsabilidad civil que represente de forma
paralela el papel ofrecido por el CC, la jurisprudencia del TS se muestra proclive a considerar
aplicable dicho precepto a los casos de responsabilidad extracontractual.

Pero la consideración del caso fortuito por la Jurisprudencia a efectos de calificación o


caracterización del caso fortuito no significa una especial predisposición del TS a excluir la relación
de causalidad o establecer la falta de culpa del sujeto responsable, pues pretendidos casos
fortuitos suelen ser eventos previsibles que no hubieren originado daño alguno si el sujeto hubiera
tenido la debida diligencia.

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TEMA 17.- LA RESPONSABILIDAD POR HECHO AJENO. LA RESPONSABILIDAD
OBJETIVA O SIN CULPA.

1. EL CARÁCTER SUBJETIVO DE LA RESPONSABILIDAD INDIRECTA.

Aunque la regla general sea que responde el causante del daño, en el CC se preceptúa que habrá
de responderse extracontractualmente “ no sólo por los actos u omisiones propios, sino también
por los de aquellas personas de quienes se debe responder ”.

Ante ello se habla de responsabilidad indirecta o responsabilidad por hecho de otro, dado que
quien origina el daño y quien ha de responder no son coincidentes.

La responsabilidad objetiva sigue teniendo un carácter subjetivo, y se funda en la “presunción de


culpas” de las personas que, teniendo la facultad de elección o guarda sobre otras, actúan
descuidadamente, permitiendo o dando ocasión a que estas últimas dañen a terceros.

Por ello el CC exonera al que “pruebe que emplearon toda la diligencia de un buen padre de
familia para prevenir el daño”.

2. LOS SUPUESTOS DE RESPONSABILIDAD POR HECHO AJENO.

2.1 Los casos especialmente contemplados en el art. 1903 CC.

Según el art. 1903 del CC los supuestos de responsabilidad por hecho o acto ajeno pueden
conllevar que la exigencia de responsabilidad civil recaiga sobre las siguientes personas:

a) Los padres, respecto de los daños causados por los hijos que se encuentren bajo su guarda.
b) Los tutores, respecto de los daños causados por los menores o incapacitados que estén bajo su
autoridad y habiten en su compañía.
c) Los comerciantes o empresarios, respecto de los daños causados por sus empleados o
dependientes en el servicio de los ramos en los que tuvieran empleados o con ocasión de sus
funciones.
d) Los educadores o los titulares de determinados centros docentes.
e) El Estado cuando obra por mediación de un agente especial.

2.2. Otros posibles supuestos de responsabilidad por hecho ajeno.

Para Lasarte, el art. 1903 no debe ser excluido de interpretación analógica, ya que no es norma
penal ni de carácter excepcional ni de ámbito temporal. Por tanto, basta con que entre el
responsable y el agente del daño exista una relación de subordinación o de particular custodia o
vigilancia para que pueda y deba predicarse la vigencia de la responsabilidad por hecho ajeno
aunque el supuesto de hecho concreto (orfelinato, internado, viaje de fin de curso, etc.) no esté
expresamente contemplado en el CC.

3. LA RESPONSABILIDAD DE PADRES O TUTORES.

3.1. Introducción.

Tradicionalmente, se ha considerado que los padres o tutores de los menores o de los


incapacitados deberían ser considerados responsables civiles de los daños ocasionados por las
personas de las que son guardadores legales.

El Código Civil regula la responsabilidad por hecho ajeno en el entendido de que los padres o
tutores son responsables por culpa in vigilando, in custodiando, o in educando:
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 Art. 1903.2: “los padres son responsables de los daños causados por los hijos que se
encuentren bajo su guarda”.
 Art. 1903.3: “los tutores lo son de los perjuicios causados por los menores o incapacitados
que están bajo su autoridad y habitan en su compañía”.

3.2. La presunción de culpa y la objetivación de la responsabilidad.

El fundamento de la responsabilidad de la culpa in vigilando, debiera suponer que padres y tutores


quedarán exentos de responsabilidad cuando acrediten haber sido personas diligentes y
cuidadosas respecto de la conducta de los menores o incapacitados sometidos a su autoridad.

La jurisprudencia del TS ha declarado que la exclusión de la responsabilidad de los guardadores


legales no puede darse aunque éstos hayan observado una conducta diligente en relación con la
educación y formación de los menores incapacitados por quienes deben responder.

El TS en la búsqueda de un responsable que atienda la reparación del daño convierte así a los
guardadores legales en una especie de compañía de seguros que deben responder siempre del
daño atendiendo a criterios objetivos de acaecimiento del daño.

3.3. La responsabilidad civil dimanante de la responsabilidad penal de los menores.

Con respecto a la responsabilidad penal de los menores y la asunción, de manera objetiva y


solidaria, de la responsabilidad civil por parte de padres y guardadores legales, algunos autores
comienzan a exigir un replanteamiento de la cuestión: se sugiere que se establezca en el CC una
regla que permitiera a los Tribunales, atendiendo a las circunstancias fácticas de cada supuesto,
establecer la responsabilidad civil propia del menor por los daños causados siempre que tenga una
mínima capacidad de entender y de querer que, en consecuencia, le permita responsabilizarse de
sus propios actos.

4. LA RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO.

4.1. Carácter y presupuestos de su exigencia.

Los dueños o directores de un establecimiento o empresa son responsables respecto de los


perjuicios o daños causados por sus dependientes en el servicio de los ramos en que los tuvieran
empleados o con ocasión de sus funciones. No obstante el empresario que paga el daño causado
por sus dependientes puede repetir a éstos lo que hubiese satisfecho.

Es decir, la víctima puede dirigirse contra cualquiera de los posibles responsables (empleado y
empresario), o contra ambos conjuntamente, siempre que no infrinja el principio ne bis in idem,
pues no hay dos hechos generadores de responsabilidad, sino dos posibles responsables.

La responsabilidad del empresario se caracteriza por ser directa (no se requiere que previa o
simultáneamente se demande al empleado causante del daño) y por encontrar fundamento en la
culpa in vigilando o culpa in eligendo del propio empresario.

Para la posible exigencia de responsabilidad al empresario, se requieren, de forma concurrente,


dos presupuestos:

 La relación de dependencia: el causante del daño debe encontrarse respecto del empresario
en una situación de subordinación, en el entendido de que ha actuado respecto de las
órdenes o instrucciones de aquél.
 La actuación del dependiente en la esfera de actuación de la empresa supone que los actos
dañosos de los dependientes sólo generarían responsabilidad del empresario cuando puedan

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considerarse inherentes al desempeño de las funciones o gestiones encomendadas dentro
del ámbito empresarial correspondiente.

En definitiva, la responsabilidad del empresario persigue la reparación de la víctima, en este caso


por el empresario, aunque sea solamente causante mediato o indirecto del daño inferido (aunque
sin olvidar el derecho de repetición del empresario contra sus dependientes).

4.2. El derecho de repetición.

Art. 1904 CC: “el que paga por el daño causado por sus dependientes puede repetir de éstos lo
que hubiese satisfecho”. Naturalmente la repetición contra los dependientes debe cumplir todos
los presupuestos requeridos por el CC.

La responsabilidad del empresario no dimana de su propia culpa, sino de consideraciones de


carácter objetivo o de creación de riesgo por la actividad empresarial, tal como afirma la
jurisprudencia.

4.3. Responsabilidad civil del empresario en el ámbito de los riesgos laborales.

La normativa vigente sobre prevención de riesgos laborales establece la obligación de reparar los
daños causados como consecuencia del incumplimiento por el empresario de las medidas de
prevención, pero no regula el régimen concreto de la responsabilidad civil correspondiente.

Puede decirse que estamos ante una responsabilidad contractual, que deriva de una conducta
omisiva del empresario por incumplimiento del deber de protección eficaz que la normativa vigente
le impone; que estamos ante una obligación de medios; que el empresario responde de los daños
causados por quienes tienen encomendadas tareas de prevención en su empresa, dependientes,
auxiliares y delegados de prevención, que el empresario debe resarcir todos los daños causados,
tanto al trabajador como a terceros; y que para el cálculo de la indemnización deben descontar se
algunos conceptos, como las prestaciones de la Seguridad Social, pero no cabe descontar el
recargo de prestaciones, ni las mejoras voluntarias previstas en el Convenio Colectivo que resulte
de aplicación.

Además el empresario puede incurrir en responsabilidad penal derivada del incumplimiento de la


normativa de prevención de riesgos laborales.

5. LA RESPONSABILIDAD DE LOS TITULARES DE CENTROS DOCENTES DE ENSEÑANZA


NO SUPERIOR.

5.2 La reforma de la Ley 1/1991: la responsabilidad de los titulares de los centros


docentes.

Con esta reforma se modifica el art. 1903 CC, que queda redactado como sigue: “ las personas o
entidades que sean titulares de un Centro docente de enseñanza no superior responderán por los
daños y perjuicios que causen sus alumnos menores de edad durante los períodos de tiempo en
que los mismos se hallen bajo el control o vigilancia del profesorado del Centro, desarrollando
actividades escolares o extraescolares y complementarias ”.

Luego ya no son solamente los maestros y profesores los responsables, sino también los “titulares”
de los centros, pero sigue fundamentada en la culpa in vigilando o in eligendo.

Queda la duda de cuáles son los centros de enseñanza no superior: está claro que engloba a
colegios, escuelas e institutos de primaria o secundaria, y que excluye universidades, pero ¿ha de
entenderse “enseñanza” sólo los estudios reglados y no una escuela de hípica, por ejemplo? A

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juicio de Lasarte, debe entenderse en sentido amplio, extendiéndose a cualquier institución u
organización que se dedique a la formación y aprendizaje de menores de edad, con independencia
de la actividad desarrollada.

5.3. El derecho de repetición.

La Ley 1/1991 recoge que los titulares de los Centros “podrán exigir de los profesores las
cantidades satisfechas, si hubiesen incurrido en dolo o culpa grave en el ejercicio de sus funciones
que fuesen causa del daño”.

La relación de causalidad debe darse entre el hecho o acto del menor sometido a control o
vigilancia y la causación del daño, lo que pasa es que la conducta activa u omisiva del profesor
determina la responsabilidad de éste en el caso de haber podido ser un obstáculo a la realización
del acto ilícito del menor, si no hubiera intervenido dolo o culpa grave de aquél.

Por tanto, el profesor quedaría exonerado de responsabilidad frente al Centro en el caso de que su
actuación sea meramente culposa (leve o levísima), mientras que en el caso de culpa grave o
dolo, nace el derecho de repetición del Centro contra el profesor.

6. LA RESPONSABILIDAD OBJETIVA EN EL CODIGO CIVIL.

El principio fundamental sobre el que bascula la responsabilidad extracontractual en el Código Civil


es la presencia de culpa en la conducta activa u omisiva generadora del daño. No obstante, en el
propio Código Civil, existen supuestos en los que la responsabilidad extracontractual nace y se
genera aun cuando quien es responsable de ella no haya incurrido en culpa o negligencia alguna.
Ocurre así, en los siguientes supuestos: daños causados por animales, caída de árboles y, objetos
arrojados o vertidos.

6.1. Daños causados por animales.

“El poseedor de un animal, o el que se sirviese de él, es responsable de los perjuicios que causare,
aunque se le escape o extravíe”.

La tenencia de un animal justifica por sí misma que su poseedor o usuario haya de afrontar, en
términos objetivos, la reparación de los daños que eventualmente pudiera causar.

La responsabilidad sólo vendrá excluida "en el caso de que el daño proviniera de fuerza mayor o
de culpa del que lo hubiese sufrido".

Se da el caso de animales sueltos que han provocado accidentes de tráfico (cabezas de ganado,
perros…) que han generado numerosos supuestos de responsabilidad civil aun cuando las
circunstancias de hecho hayan exonerado de responsabilidad penal a los dueños o tenedores.

La Ley excluye de la condición de animales peligrosos a los perros que desempeñan funciones de
asistencia y auxilio a las personas con discapacidad o perros-guía.

6.2. Caída de árboles.

“Responderán los propietarios de los daños causados (…) por la caída de árboles colocados en
sitios de tránsito, cuando no sea ocasionada por fuerza mayor”.

El “dueño del árbol” debe adoptar las medidas oportunas “cuando algún árbol amenazare con
caerse de modo que pueda causar perjuicios a una finca ajena o a los transeúntes por una vía
pública o particular".

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La responsabilidad extracontractual se plantea de forma absolutamente objetiva, resaltando que:

 La responsabilidad extracontractual sólo desaparece en el caso de que los daños se hayan


originado por causa de fuerza mayor.

 La responsabilidad extracontractual se declara automáticamente a cargo del propietario del


árbol, con lo que es indiferente quién sea el usuario de la finca (rústica o urbana) en que
se encuentra plantado el árbol. Obviamente, hay casos (usufructo vitalicio o
arrendamientos por largos períodos, por ejemplo) en los que la existencia de un legítimo
poseedor inmediato excluye la posibilidad de intervención del propietario. La jurisprudencia
concluirá en estos casos seguramente que la expresión “dueño del árbol” habrá que
adecuarla a las circunstancias concretas del caso.

6.3. Objetos arrojados o caídos.

"El cabeza de familia que habita una casa o parte de ella es responsable de los daños causados
por las cosas que se arrojaren o cayeren de la misma".

En la actualidad se aplica también en los casos de reclamación de indemnizaciones por filtraciones


de agua a locales o viviendas sitos en plantas inferiores.

La víctima del daño, una vez acreditada la relación de causalidad, puede reclamar directamente al
"cabeza de familia" la reparación del daño causado (norma que es clara muestra de un supuesto
de responsabilidad objetiva).

La expresión “cabeza de familia” se refiere al “habitante de la casa”. No se requiere, una


vinculación dominical con el inmueble, sino que basta el mero uso y disfrute del mismo.

7. LA EVOLUCIÓN LEGAL: DE LA RESPONSABILIDAD SUBJETIVA A LA OBJETIVA.

El incremento de los supuestos legales de responsabilidad no culposa es un fenómeno


generalizado en todos los países. Generalizada la situación de riesgo, es lógico que deba
generalizarse también la reparación del daño de una forma objetiva (haya habido o no culpa),
siempre y cuando se dé el nexo de causalidad entre un determinado riesgo hipotéticamente
dañoso y los daños efectivamente ocasionados (así se produce además una inversión en la carga
de la prueba). El fenómeno se cierra con la existencia de un seguro obligatorio legalmente
prefijado en la mayor parte de los casos en que el ordenamiento jurídico establece la
responsabilidad objetiva (ejemplo: el seguro obligatorio del coche).

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TEMA 18.- LA REPARACIÓN DEL DAÑO.

1. LA OBLIGACIÓN DE REPARAR EL DAÑO CAUSADO.

La consecuencia fundamental de la responsabilidad extracontractual, consiste en " reparar el daño


causado". Dicha obligación, a cargo del responsable, tiene por objeto dejar indemne en la medida
de lo posible a la víctima o perjudicado.

Dicha reparación, puede llevarse a cabo mediante la simple conformidad de las partes interesadas
o mediante un convenio de naturaleza extrajudicial plenamente lícito y válido.

En caso de falta de acuerdo, será necesario recurrir a la vía judicial, exigiendo la víctima el
cumplimiento de la obligación de indemnizar los daños y perjuicios.

2. REPARACIÓN ESPECÍFICA Y PECUNIARIA.

2.1. Las diversas formas de reparación.

Exista convenio o pleito, la indemnidad de la víctima puede requerir la denominada reparación


específica (entregar un objeto nuevo en sustitución del estropeado; publicar la verdad de un tema
anteriormente manipulado por el periodista…), la reparación pecuniaria o ambas conjuntamente.

El que se pueda pedir ambas tiene su razón: la reparación específica es inidónea para indemnizar
el lucro cesante, que a veces tiene mayor transcendencia que el daño emergente.

La Ley plantea la indemnización como algo puramente pecuniario, pero es obvio que el
perjudicado puede exigir a la Administración responsable la reparación específica cuando así le
interese.

Los arts. 109 y ss. CP establecen un abanico de posibilidades a la hora de reparar el daño causado
a consecuencia de delito:
1. La restitución.
2. La reparación del daño.
3. La indemnización de perjuicios materiales y morales.

Por su parte, el art. 112 CP establece que “la reparación del daño podrá consistir en obligaciones
de dar, de hacer o de no hacer que el Juez o Tribunal establecerá atendiendo a la naturaleza del
daño y las condiciones personales y patrimoniales del culpable, determinando si han de ser
cumplidas por él mismo o pueden ser ejecutadas a su costa”.

3. EL CARÁCTER SOLIDARIO DE LA OBLIGACIÓN EXTRACONTRACTUAL.

En caso de que la responsabilidad extracontractual recaiga sobre dos o más personas en virtud de
un mismo acto ilícito, se plantea el problema de saber si el perjudicado por dicho acto debe
reclamar la reparación del daño:

a) Simultánea o sucesivamente a cada uno de los responsables o


b) A cualquiera de ellos por entero, según convenga al perjudicado, en el entendido de que,
después, entre los distintos responsables “ajustarán cuentas”.

Dicha cuestión consiste en atribuir a la obligación extracontractual la naturaleza de mancomunada


o de solidaria. En la actualidad, la mayoría de los autores y la jurisprudencia, se pronuncian en
favor del carácter solidario de la obligación extracontractual de forma general.

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4. PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN.

4.1. Plazo de prescripción.

Conforme al CC, "la acción para exigir la responsabilidad civil por causar daño a otro interviniendo
culpa o negligencia, prescribe por el transcurso de un año desde que lo supo el agraviado”. La
prescripción anual que se señala resulta aplicable al conjunto de las obligaciones
extracontractuales reguladas por el Código Civil.

Dicho plazo no es aplicable a otros supuestos de responsabilidad civil regulados por específicas
disposiciones legales como por ejemplo:

 La Ley de Navegación Aérea, que reduce el plazo a seis meses (para el caso de avería o
retraso de la carga o equipaje, la reclamación debe hacerse dentro de los 10 días siguientes al
de la entrega o fecha en que debió entregarse; la falta de reclamación previa impedirá el
ejercicio de las acciones correspondientes).
 La Ley de Energía Nuclear, que según se trate de daño inmediato o no, la amplía a diez o
veinte años.
 La Ley 1/1982 establece que “las acciones de protección frente a las intromisiones ilegítimas
caducarán transcurridos cuatro años desde que el legitimado pudo ejercitarlas”.
 La LOPJ dispone que la acción judicial para reconocimiento del error deberá instarse en el
plazo de tres meses a partir del día en que pudo ejercitarse.
 La Ley de Propiedad Intelectual dice que la acción prescribirá a los cinco años desde que el
legitimado pudo ejercitarla.

4.2. ¿Prescripción o caducidad?: cómputo del plazo.

La regla general respecto del cómputo del plazo se establece con la frase "desde que lo supo el
agraviado". Por tanto una vez el daño sea real y efectivo, con conocimiento de la víctima,
comienza a correr el plazo anual fijado (o, en su caso, el específicamente establecido).

Dicho plazo requiere que el daño de la víctima pueda darse por concluido, sin nuevas derivaciones
dañosas para la víctima. Por ello en casos de “daños continuados” y, en particular, en el caso de
lesiones corporales, de difícil determinación médica y cuantificación pecuniaria inmediata, el plazo
de prescripción no comenzará a computarse hasta no poder determinar, con certidumbre, el
alcance de la indemnización.

En concreto, la jurisprudencia recalca que “el dies a quo para el cómputo del plazo prescriptivo ha
de ser referido al momento en que se conozcan de modo definitivo las consecuencias del
quebranto sufrido, según el alta médica”.

El plazo anual previsto en el Código Civil para el ejercicio de la acción para exigir la
responsabilidad civil puede ser objeto de interrupción.

El plazo para ejercitar la acción por responsabilidad civil se convierte en plazo de caducidad en los
siguientes supuestos:

a) En la LO 1/1982 sobre protección civil del derecho al honor, a la intimidad y a la imagen, que
amplía el plazo del ejercicio de la acción a cuatro años califica dicho plazo de caducidad.

b) En la LOPJ, al establecer el plazo de tres meses para interponer la demanda de responsabilidad


por error judicial, utiliza términos en el sentido de que el legislador opta por la caducidad.

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