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Gran parte de las ideas vertidas en este apartado están tomadas de las sesiones que dio Lars Bonell en
el curso de Formación de formadoras/es de 2005.
Ahora bien, normalmente, a pesar de que tod@s tenemos unos principios educativos por los
que nos guiamos, éstos suelen estar en una nebulosa de indeterminación, una nebulosa de
ideas sueltas, textos interesantes, papelitos con apuntes, técnicas exitosas y fallidas...
Esta indeterminación conllevavarios problemas, como la dificultad para reflexionar sobre los
principios (¿por qué estos y no otros?) y para poder interconectarlos en un marco más
completo. Impide tener un cuadro sobre la educación que pueda ir evolucionando y mejorando
con el tiempo de forma más sencilla. La indeterminación dificulta también una comunicación
clara sobre cómo trabajamos (lo cual es más importante de lo que parece), y entorpece
nuestra mejora como formadoras/es. O, simplemente, supone dificultad para poderme
responder a la pregunta de qué es lo que quiero y por qué camino voy a intentar conseguirlo,
pregunta fundamental en una práctica educativa que se plantee cambios de impacto a
cualquier nivel.
Es por eso que se hace muy necesaria la plasmación elaborada de ese marco teórico que
tod@s llevamos dentro.
Desde luego, los principios educativos no son algo ajeno al contexto en el que me muevo, ya
que las fuentes prácticas y políticas dependen del grupo con el que convivo. Pero no sólo
estas, sino que las emocionales también, ya que, en buena parte, también son factores
aprendidos. Por último, se puede decir lo mismo de las fuentes científicas. De este modo el
marco teórico que realicemos aquí debería ser distinto del que hiciésemos en la selva
amazónica, en Calcuta o en una aldea nigeriana.
Pero eso no quiere decir que tenga que ser totalmente distinto, ya que hay factores que se
repetirán en distintos contextos y otros que “los llevamos puestos”, que son intrínsecos a
nuestra persona.
Además de con el contexto, los principios también evolucionan con el tiempo, ya que las
fuentes siguen (o deberían seguir) manando a lo largo de nuestra vida como formadoras/es y,
necesariamente, eso tiene que conllevar que nuestro marco teórico vaya cambiando.
El cambio podrá ser de ajuste, cuando el marco se vaya haciendo más complejo y rico; o
sistémico, cuando lo que ocurra sea que se nos caigan principios que creíamos sólidos y
tengamos que remplazarlos por otros, reconfigurando con ello las relaciones que conformaban
nuestro marco teórico.
En todo caso una buena idea puede ser hacer marcos teóricos flexibles que nos permitan una
construcción y revisión más o menos permanente.
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Algunas de las ideas aquí reflejadas se han tomado de los capítulos “Fuentes educativas” de Rafael
Lamata y “Guía síntesis para la construcción del propio marco teórico” de Rosa Domínguez en “La
construcción de procesos formativos en educación no formal” coordinado por Rafael Lamata y Rosa
Domínguez, editorial Narcea, 2003.
Antes de terminar merece la pena un último apunte. El marco teórico que acabamos de
realizar no es un absoluto sobre el que trabajar, no es el mapa del tesoro que hay que seguir a
pies juntillas; sino que es un polo de tensión que debe entrelazarse con el contexto concreto
con el que nos encontraremos en nuestra práctica educativa. Es decir, las necesidades del
grupo, los requerimientos de la entidad que nos contrata, las limitaciones de los recursos
disponibles...
Trabajar únicamente bajo la guía de nuestro marco teórico nos impediría adaptarnos a la
realidad concreta que nos rodea y haría que realizásemos educación-ficción. Del mismo modo,
adaptarnos totalmente a la realidad, olvidando nuestro marco teórico, es como meternos en el
océano sin brújula, es decir, no llegar a donde queremos (o al menos intentarlo), sino donde el
viento nos envíe.
De este modo debemos saber gestionar la tensión entre estos dos polos no descuidando
ninguno de ellos. Un par de claves que puedo trabajar para manejar esta dicotomía son:
Generar condiciones para poder trabajar desde mis planteamientos. Es decir,
favorecer que el contexto en el que nos desenvolvemos se vaya pareciendo más a las
condiciones para trabajar con más plenitud desde nuestro marco teórico. Vamos, recrear la
realidad hacia unos parámetros que consideremos más adecuados.
Analizar qué estrategias actuales, no coincidentes con mis planteamientos, me
pueden generar situaciones para trabajar en el futuro desde mi marco teórico. Es
decir, ver si me interesa dar un paso hacia atrás que me sirva para coger impulso y pegar
luego un buen brinco hacia adelante. Esto sólo es posible si tengo una estrategia a largo
plazo, si sé dónde quiero ir, si tengo un marco teórico explícito.