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1.- OSEAS
Profeta del Antiguo Testamento, el primero del grupo de los llamados Doce Profetas
Menores. Nacido hacia el año 800 a.C. y fallecido alrededor de 725 a.C., desarrolló su
ministerio en el reino del norte (Israel), de donde procedía. Oseas predicó a finales del
reinado de Jeroboam II (782-743 a.C.) y en tiempo de Ozías, Jotán, Ajaz y Ezequías; por
consiguiente, su misión profética debe situarse entre los años 750 y 725 a.C.
El profeta Oseas
Se le atribuye la autoría del llamado Libro de Oseas, en el que el profeta denuncia la
infidelidad del pueblo hacia Dios y revela el amor tierno de Dios, comparable al del
esposo que perdona a su esposa infiel o al del padre que ama a su hijo rebelde. El libro
comprende catorce capítulos, y se divide en dos partes. La primera (capítulos 1-3)
expone en forma simbólica la infidelidad de Israel y anuncia su castigo y su salvación en
un presagiado retorno a la unidad nacional. La segunda (capítulos 4-14) interpela
directamente al pueblo con reprobaciones, amenazas y promesas.
En la primera parte, el Señor comienza a hablar a Oseas y le dice: "Anda, cásate con una
mujer ramera y ten hijos de fornicación". Se trata de una transfiguración simbólica de
una vida doméstica infeliz, que significa la relación de amor e infidelidad entre Dios e
Israel. En efecto, la mujer de Oseas, Gomer, tuvo de otro hombre un hijo que Oseas
creyó suyo y al que llamó Jezrael ("Amado por el Señor"), y después una hija, Lo-Ru-
chama ("La-no-compadecida"), y otro varón, Lo-Ammi ("Pueblo-no-mío"). Los nombres
demuestran que ya Oseas había descubierto la infidelidad de su mujer, la cual, en efecto,
poco después huyó con un amante. Oseas la compró de nuevo como esclava y la
mantuvo relegada.
Si hasta aquí no es fácil distinguir con claridad entre los hechos reales y la alegoría, es
evidente en cambio el ambiente de la predicación de Oseas: perteneciente a las tribus
del norte, su voz se dejó oír en el reino de Israel poco antes de la muerte de Jeroboam
II (743 a.C.), en el momento de la catástrofe de Samaria, predicha por el profeta Amós
unos años antes. Oseas combate las bien conocidas tendencias idolátricas del reino
septentrional y el culto del becerro de oro (una polémica que tendría en Jerusalén sabor
arcaico), llamando a su pueblo a la piedad interior, a la devoción espiritual que lo unirá
a Dios en unos esponsales de amor: "¡Oh Israel! Conviértete al Señor, Dios tuyo; porque
por tus maldades te has precipitado".
El concepto de las relaciones entre Dios y su pueblo bajo el símbolo de la unión conyugal
aparece por primera vez con Oseas, exceptuando el Cantar de los Cantares, atribuido al
rey Salomón. Después de Oseas ese tema reaparecerá muy a menudo, por ejemplo en
Jeremías, Ezequiel e Isaías. El Libro de Oseas sería citado en los Evangelios,
concretamente en el de San Mateo (II, 15-1X, 13) y en el de San Lucas (XXIII, 30), y
también en la Epístola a los Romanos (X, 125) de San Pablo. La presunta tumba de Oseas
se encuentra en el monte que lleva el mismo nombre, y todavía los beduinos le ofrecen
sacrificios.
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2.-JOEL
De Joel, profeta de Judá e hijo de Fatuel, nada sabemos fuera de los tres capítulos de
profecías que llevan su nombre. El tiempo de su actividad ha de ser calculado después
de separarse de la casa de David las diez tribus, pero antes del destierro. El hecho de
que solamente se mencionen los sacerdotes, y no los reyes, hace conjeturar que Joel
haya escrito en tiempos del rey Joás de Judá (836-797) cuando el Sumo Sacerdote Joiadá
en nombre del rey niño manejaba las riendas del gobierno (IV Rey. 11). Una minoría de
exégetas ubican a Joel en el periodo después del destierro, fundándose especialmente
en 3, 6, donde se mencionan los griegos (cf. Nácar-Colunga). Su anuncio, como dice este
mismo autor, es escatológico, cosa que no debe olvidarse al interpretarlo.
En el primer discurso profético describe Joel una plaga terrible de langostas, fenómeno
conocido en Judea, como figura del oprobio de Israel por parte de las naciones. Ello da
ocasión al profeta, en el segundo discurso (2, 18-3, 21), para exhortar a Israel a la
contrición y anunciar el "día del Señor" y el juicio de las naciones o castigo de los
enemigos del pueblo santo, y el reino mesiánico, siendo especialmente de notar la
aplicación que San Pedro hizo de esta profecía (Hech. 2, 28-31) el día de Pentecostés, a
los carismas traídos por el divino Espíritu.
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3.-AMÓS
Amós, Pastor de Tecoa (Amós 1,1) predicó por el 750 a.C. El pueblo de Dios estaba
entonces dividido en dos reinos: al norte, el de Israel con sus capitales en Samaria y
Betel; el rey era Jeroboan II. Al sur, el de Judá con la capital en Jerusalén; el rey era Ozías.
Amós era el mayoral de los ganados del rey en Tecoa (a 8 kilómetros de Belén, ciudad
donde nacería Jesús). Nació en el reino de Judá, pero sería profeta de Dios en el reino
de Israel, al norte.
Primeros pasos en la profecía
Amós, que visitaba con frecuencia la corte real de Jeroboán II para tratar de negocios,
se dio cuenta enseguida de lo que ocurría en la capital: ¡Qué lujo! Observó también las
caravanas de viajeros con que tropezaba en el camino. Amós se sintió desanimado por
lo que vio. ¡Todo estaba podrido!
Algunos comerciantes eran injustos: engañaban a la gente y cobraban precios
exorbitantes. Los ricos abusaban de los pobres y llegaban a tener varias casas decoradas
con madera preciosa, mientras que los pobres carecían de cobijo. Las damas de Samaria
pasaban horas tumbadas en divanes y cojines de seda. Sólo pensaban en comer y beber
con sus maridos.
Amós era un hombre del campo a quien el Señor llamó para defender la verdad y la
justicia; hablaba fuerte contra los defraudadores y explotadores (Amós 8, 4-5):
"Escuchen esto los que pisotean al pobre y quieren suprimir a los humildes de la tierra...
disminuir la medida y aumentar el precio, falsificando balanza..."
Amigo(a) lector(a), ¿no cree usted que estas denuncias del profeta son una cruda
realidad de injusticia que aun hoy se vive a diario en nuestro bello y amado país? El
profeta exhorta a buscar el bien, no el mal (Amós 5, 14) Aborreced el mal, amad el bien
(Amós 5, 15).
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4.- ABDÍAS
(También llamado Obodyá, Obadyá u Obadías; siglo VI a.C.) Profeta bíblico, uno de los
doce profetas menores del Antiguo Testamento, autor del Libro de Abdías. Con sólo
veintiún versículos, es el más corto de las Sagradas Escrituras y uno de los menos
precisos desde el punto de vista cronológico.
El profeta Abdías
El Libro de Abdías ocupa el cuarto lugar en la serie de los libros de los doce profetas
llamados «menores» y se sabe que fue escrito por Abdías (nombre que significa "siervo
de Dios"), si bien se desconoce todo acerca de quién fue y dónde escribió el libro. Se
supone que fue escrito en el año 607 a. de C., pocos años antes de la caída de Edom,
aunque se barajan numerosas hipótesis. Algunos autores sostienen que Abdías había
profetizado en la época de Joram, rey de Judá (849-842); pero como puede interpretarse
que habla de la destrucción de Jerusalén como ya ocurrida en los versos 11-14, otros
colocan su profecía en la época del destierro. Ciertamente el tono de su libro, que
muestra bastante mayor confianza en el futuro que en el presente, hace pensar que
Abdías nació después de la caída de Jerusalén (586 a.C.), en el oscuro período a que
alude también el libro del profeta Jeremías.
El contenido del libro puede dividirse en dos partes. La primera (versículos 1-16)
contiene juicios adversos contra la presuntuosa Edom, la cual tiene su morada entre
peñascos inaccesibles. Sus mismos aliados se volverán contra ella y la asolarán por
haberse violentado contra los «hijos de Jacob, sus hermanos», y por haberse regocijado
por la caída de Jerusalén e impedir la huida de sus habitantes. La segunda (versículos
17-21) profetiza la restauración de la casa de Jacob y la restitución de sus territorios.
Ambas profecías tuvieron cabal cumplimiento. El hebreo de Abdías es muy animado y
fluye rápidamente; sus frecuentes apóstrofes e interrogaciones le dan vivacidad y
soltura. El estilo es a menudo muy poético y casi siempre límpido y puro.
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5.-JONÁS
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6.-MIQUEAS
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7.- NAHUM
Nahún vivió en el siglo VII a. C.; según la tradición judía, bajo el rey Manasés (693-
639), o quizá Josías (638-608), y profetizó contra Nínive, capital del reino de los
asirios. Fuera de este oráculo no poseemos nada de su actividad profética, la cual
está colocada entre la de Isaías y la de Jeremías.
Lo único que acerca de la vida de Nahum indica la Sagrada Escritura es el lugar de
su nacimiento, pues lo llama elceseo, es decir, de Elkosch.
Como Abdías se consagró esencialmente a anunciar la ruina de los idumeos, hijos
de Esaú y enemigos envidiosos de Israel, aunque hermanos suyos según la carne, así
el fin de la profecía de Nahún es prevenir a sus lectores contra la poderosa capital
asiria, y darles la seguridad de que será destruida la que un día pareció realizar la
hazaña -única entre los pueblos gentiles- de convertirse al Dios de Israel para caer
luego en la apostasía y ser su más terrible enemiga. En tal sentido las profecías de
Nahún y Jonás son correlativas, y cada una releva la gran importancia de la otra en el
plan divino. En tiempo de Nahúnm, Nínive había ya llevado cautivos a las diez tribus
del norte (Israel) en 721, y amenazaba orgullosamente a Jerusalén bajo Senaquerib,
a cuya invasión de Judea, milagrosamente frustrada por un ángel, parecería aludir
Nahún.
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8.- HABACUC
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9.- SOFONÍAS
(Siglo VII a.J.C.) Profeta hebreo, el noveno de los profetas menores, autor del
bíblico Libro de Sofonías. Contemporáneo de Josías y de Jeremías, anunció en su libro la
ruina del reino de Judá por su corrupción e idolatría, que Dios había de castigar en el Día
de Dios, y el advenimiento de un nuevo reino basado en la humildad (los pobres de Dios).
El profeta Sofonías
Sofonías, cuyo nombre significa "el Señor lo protege", perteneció al parecer a la
tribu de Judá y era de estirpe real, pues el primer versículo de su libro cita entre sus
antepasados a cierto Ezequías, que muy probablemente debe identificarse con el rey de
este mismo nombre. Vivió en tiempos del rey Josías y fue por lo tanto contemporáneo
de Jeremías (siglo VII a. de C.), pero nada se puede saber de sus relaciones.
Dado que en su libro no hace referencia al monarca, sino a los "nobles y príncipes
reales" (So 1,8), se cree que podría haber desarrollado su actividad profética en tiempos
del consejo real que gobernó durante la minoría de edad del rey Josías, el cual fue
elegido rey a los ocho años. En tal caso habría presenciado los reinados de Manasés
(689-642 a.C) y de Amón (642-639 a.C.), reinados que, desde el punto de vista espiritual,
representan una época de las más sombrías dentro de la dinastía davídica. Aunque con
toda probabilidad Sofonías ya había muerto cuando Josías emprendió la reforma
religiosa, es del todo cierto que su profecía ayudó a poner los fundamentos de dicho
despertar religioso.
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Ubicado en noveno lugar dentro de los libros de los profetas menores, el Libro
de Sofonías, que verosímilmente resume los puntos más salientes de sus predicaciones,
es orgánico y muy conexo. Los dos primeros capítulos anuncian los castigos de Judá (I) y
de todas las naciones paganas (II). También el tercero clama contra Jerusalem, pero
contiene palabras de esperanza y promesas de salvación para los tiempos mesiánicos.
El mensaje de Sofonías se resume en el anuncio del Día de Dios, una catástrofe que
alcanzará a Judá y a todas las naciones. Siguiendo las huellas de la profecía tradicional,
Sofonías denuncia los pecados de la sociedad de la época, especialmente el orgullo, del
cual nace la incredulidad, la falta de confianza, la rebelión y la perfidia. Todos ellos
conducen a la idolatría y a los pecados contra el prójimo. Señala también a los
verdaderos culpables: en la sociedad civil, los ministros y los príncipes, los jueces y los
comerciantes; y en el ámbito religioso, los sacerdotes y los falsos profetas. Esos pecados
serán la causa del Día de Dios, en el que la ira de Dios caerá sobre los hombres y hará
justicia en la tierra. Pero de esa ira escaparán los humildes, los pobres; es decir, aquellos
que hayan sido fieles a la confianza en Dios, a la moral y a la esperanza.
El estilo del Libro de Sofonías es muy fluido y enérgico, si bien le falta originalidad
y está sobrecargado de reminiscencias y pasajes tomados en préstamo a los profetas
anteriores. Las profecías de Sofonías no tuvieron mucha influencia fuera de su tiempo;
sólo una vez son citadas en el Nuevo Testamento (Mateo 13:41). Pero la descripción del
Día de Dios inspiró la de Joel y, ya en la Edad Media, el célebre himno latino Dies irae (El
día de la ira). Además del libro bíblico, a Sofonías se le atribuye un apócrifo sólo conocido
por las citas de Clemente Alejandrino y por unos fragmentos coptos.
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10.- AGEO
Con Ageo (en hebreo Haggai) empieza el periodo postexílico de la profecía de Israel, en
el cual le acompañará Zacarías y le sucederá, casi un siglo más tarde, Malaquías. Como
muchos otros de los profetas menores, Ageo no es conocido más que por algunas pocas
noticias. Sus cuatro discursos se refieren todos al segundo año de Darío I (520 a. C.), y
fueron pronunciados en menos de cuatro meses (cf. 1, 1; 2, 11 y 21).
En el primer discurso (1, 2-2, 1), Ageo exhorta a los judíos, remisos en reanudar la
reconstrucción del Templo; en el segundo (2, 2-10) consuela a los que habían visto la
gloria y magnificencia del Templo salomónico; en el tercero (2, 11-20), anuncia la
bendición de Dios y la futura gloria del Templo; en el cuarto (2, 21-24), se dirige a
Zorobabel prometiéndole recompensa divina y fortaleciéndole con la promesa del reino
mesiánico futuro, "con lo cual se ve una vez más que esta restauración precaria de aquellas
pocas tribus, que tanto había de sufrir aún en tiempos de los Macabeos, y caer luego en
el deicidio y la total dispersión, no era sino figura de aquella otra que constituía la
esperanza de Israel". Véase Sof. 3, 20 y nota.
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11.- ZACARÍAS
Profeta bíblico que desplegó su actividad profética hacia los años 520-518 a. de C. y al
que se atribuye la autoría del Libro de Zacarías, libro del Antiguo Testamento
perteneciente a los Libros Proféticos, concretamente al grupo de los llamados Libros de
los Profetas Menores.
La primera parte del Libro de Zacarías se inicia con una exhortación al arrepentimiento
y a la conversión, a la que siguen un conjunto de ocho visiones nocturnas que el profeta
experimentó en el 518 a.C. y una colección de oráculos. En la exhortación se pone de
manifiesto su exigencia de pureza y moralidad interiores, pues no se contenta con
condenar los errores rituales, sino que en sus palabras se descubre el sentido de pecado y
de malicia; la transformación de la ciudad debe llevar a la transformación del pueblo. Las
visiones nocturnas, interpretadas por un ángel para Zacarías, predicen la inminente
llegada de una era mesiánica.
En esta segunda parte se distinguen tres secciones: en la primera el oráculo se dirige a los
pueblos sirio, fenicio y filisteo, de los que Dios sacará un resto que le servirá (9,1-11,3);
la segunda es una especie de acción simbólica en la imagen del pastor para expresar el
abuso de los malos pastores y la venganza que sobre ellos tomará el Señor, a quien han
menospreciado (11,4-17 con 13,7-9); finalmente, la tercera es una exposición de
diecisiete unidades escatológicas, introducidas todas con la expresión "aquel día". El
mensaje de esta segunda parte se centra en la doctrina mesiánica: se anuncia el
resurgimiento de la estirpe del rey David y la llegada de un Mesías humilde. Estos rasgos
se armonizan en la persona de Jesucristo, razón por la cual el Nuevo Testamento hará
referencia frecuente al profeta Zacarías.
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12.- MALAQUÍAS
La personalidad del profeta Malaquías está bien definida y la época en que predicó
puede establecerse con bastante seguridad, aunque se conozca bien poco de la vida del
autor. Se sabe que fue un auténtico profeta, como lo atestiguan sus oráculos. Debió de
actuar en público y sin duda encontró bastante oposición entre sus oyentes, como
aparece por la forma de debate de su escrito y por ciertos indicios de métrica. Es seguro
que predicó después del 515 a. C., fecha de la dedicación del segundo Templo, y con
toda probabilidad antes de la reforma de Esdras. Como fecha aproximada puede
ponerse el lapso de tiempo que corre entre los a. 450 y 445.
Desde el punto de vista literario, el libro de Malaquías presenta rasgos muy originales.
Su característica más destacada es el empleo del diálogo, que da al estilo una viveza y
movimiento desacostumbrados en los profetas. El género literario predominante en el
libro es la controversia. Seis trozos por lo menos están construidos según este modelo
literario: Yahwéh, o el profeta, hacen una afirmación; los oyentes no la aceptan o si la
aceptan oponen una serie de reparos; el profeta refuta estas objeciones, lanzando al
mismo tiempo acusaciones y amenazas a los interlocutores, o prometiéndoles algo en
nombre de Dios.
La obra consta de una introducción: Amor de Dios a Israel, que intenta probar la fidelidad
de Dios a sus promesas contra los que dudan o desconfían de ella; de dos apéndices,
uno sobre la práctica de la Ley mosaica y otro sobre la vuelta de Elías como precursor
del juicio escatológico, y tres partes: 1) Violación de los derechos del santuario. El
profeta acusa a los sacerdotes por el culto indigno que ofrecen al Señor, les habla de la
oblación pura, de la contaminación de la mesa de Yahwéh y les conmina con la pena que
Dios les tiene reservada si no se arrepienten. 2) Violación del pacto de los padres. El
profeta increpa a los judíos por haber tomado mujeres extranjeras y por la facilidad con
que acuden al divorcio. 3) Incredulidad del pueblo: Yahwéh no vendrá como juez hasta
que un mensajero purifique el sacerdocio y el Templo; las catástrofes nacionales, como
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la plaga de langosta y las malas cosechas, no acabarán hasta que los diezmos no se
paguen con regularidad; el día del juicio los justos serán premiados y los impíos
castigados.
El libro de Malaquías recoge y desarrolla una serie de temas que constituyen el fondo
común de la literatura profética. He aquí los principales: Dios ha elegido a Israel entre
todas las Naciones de la tierra; el culto externo debe ir acompañado de las disposiciones
interiores del alma; los sacerdotes son responsables ante Dios de las desviaciones del
pueblo; el «día de Yahwéh» será día de castigo para los malos y de premio para los
buenos; infidelidad constante del pueblo elegido a las amonestaciones divinas y a la
predicación de los profetas; preocupación por la conversión de los judíos pecadores.
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