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Triloría.

Norma Román Calvo

TRILORÍA OBRA DE TEATRO DE NORMA ROMÁN CALVO PERSONAJES: DOÑA


GUMERSINDA TITO, MOCITO DON PANCHO LUPE SEBASTIÁN UN INDIO UNA INDIA
MONCHA, LA COMADRE ALGUNA GENTE DEL PUEBLO ESCENARIO: Un cruce de
calles, muy cercano al mercado. En una esquina, una tienda; en la otra, una casa de la
que alcanza a verse una ventana. En ella está colgado un aro de los que se acostumbra
poner a los loros. Está vacío. Salen de la casa Gume y Tito.

GUME. ―Ándale, Tito, te vas a casa de mi comadre Moncha y le preguntas si no lo ha


visto. Y dile que venga a acompañarme en mi dolor. Ella sabe de estas penas, pues un día
se le perdió Gertrudis, ¡lo que sufrió la pobre!, pero gracias a Dios la encontró luego, luego
(Subiendo la voz) ¡Ay hijo de mis entrañas, dónde te tendrán metido! ¡Infames! ¿Quién te
puede mimar como yo? Si me buscaras y no me encontraras y pensaras que te he
abandonado! (Subiendo más la voz) ¡Esto me lo hizo alguien que me tiene envidia,
alguien que no me quiere y que sabía lo que yo iba a sufrir con este golpe! (A Tito) ¡Ándale
Tito, qué esperas!

TITO. ―Ya voy, ya voy… (Sale corriendo) Sale Don Pancho de la tienda en el momento
que pasa Gume junto a él.

DON PANCHO. ― (Amable) Buenos días doña Gume, ¿cómo está?

GUME. ― (Lo mira indignada) ¿Cómo quiere usted que esté con esta pena? Lo que me ha
pasado es una tragedia terrible. No se lo deseo ni a mi peor enemigo. ¡Si me acuerdo y me
da una rabia! Esa gente no tiene escrúpulos. Es mala, don Pancho, es mala. A ver, ¿no se
sentiría usted hecho un hilacho si le hubieran robado lo que más quiere en el mundo?
DON PANCHO. ― ¿Le robaron? ¿Qué le robaron?

GUME. ― ¿Pero todavía no se da cuenta? ¿No le mata este silencio? (Don Pancho
intenta escuchar algo) ¡A dónde estará mi encanto! ¡La alegría de mi corazón! ¡El placer de
mis placeres! ¡Ay! ¡A dónde te tendrán, chiquitito!

DON PANCHO. ― (Sin comprender) Pero…

GUME. ―Cuando llegó a la casa era así de pequeñito. Todo tímido y miedoso… Y
después como que se fue dando a querer. ¡Hasta ser el Rey de la casa! ¡Porque era el
Rey! ¡Ay, don Pancho! Y ahora mire, mire ese aro. ¿No siente la soledad? DON PANCHO.
― (Comprendiendo al fin) ¡Se robaron a Mamerto!

GUME. ―Sí señor, a mi Mamerto, y se ha quedado mi casa: un sepulcro (trágica) triste,


sola, callada, ¡quién iba a pensar que alguien me lo iba a quitar! Llega Lupe y se acerca.
LUPE. ―Buenos días.

DON PANCHO. ― (Presentando) Mi cuñada, que nos vino a visitar.

GUME. ―Mucho gusto señora. (Secándose las lágrimas con el delantal) Qué pena que me
vea así. En este estado; pero mi desgracia es terrible.

DON PANCHO. ― (Queriendo explicar) Se robaron a Mamerto.

LUPE. ― (Alarmada) ¡A su hijito!

GUME. ― (Indignada) ¡A mi loro! Mi orgullo, mi amor, mi alegría. Usted no puede imaginar


qué maravilla de animal. Tan humano. Ahí lo tenía todo el día en su aro. Y todo el que
pasaba y le oía decir lindezas y primor y medio se quedaba pasmado, escuchándolo.
Arrobados le oían cantar La Adelita, el Himno Nacional y (Cantando con voz destemplada
y temblona) Solamente una vez… amé en la vida… Solamente una vez… y nada más.
(Calla y queda como estática. Reaccionando)Cuando José mi marido llegaba, gritaba con
arrogancia: ¡Coronel!... ¡Firrrrrrms!, y luego cantaba aquello de (Cantando como si fuera
loro)Lorito toca la marcha porque el coronel ya llegó… ¿Verdad don Pancho? Don Pancho
asiente.

GUME. ―Pero lo más hermoso eran nuestros dulces diálogos: ― ¿Eres casado, lorito?
Las respuestas imitando la voz del loro. ―Y muy honrado. ― ¿Tu mujer es hermosa?
―Cómo una rosa… (Suspirando) ¡Y era tan educado! Nunca entraba a mi recámara sin
antes tocar con su piquito: Toc, toc… ―Adelante, decía yo. Y él respondía: ― ¿Podreeé?
¿No es inteligencia de animal? (Volviendo a su pena) ¡Ay pobrecito! ¡Lo que estará
sufriendo! Lo seguiré buscando. (Medio mutis)Es verde, de este tamaño y tiene cara de
inteligente. Además, siempre ve de ladito (ve de lado) y camina así: (Camina con las
puntas de los pies para adentro y moviendo las caderas) si lo ven, avísenme… (Otra vez
medio mutis, regresa)Ah… y se llama Mamerto.

LUPE. ― ¡Pobrecita, cuánto quiere a su animalito! ¿Y desde cuándo se lo robaron?


GUME. ―Desde ayer en la tarde, pero se me han hecho eternas las horas. (Volviendo a
su desesperación)Seguro que le dieron una pedrada y lo atarantaron. Sólo así se lo
pudieron haber llevado. Porque él era muy desconfiado con la gente, no con cualquiera se
llevaba y hubiera pedido auxilio… ¡Sólo así, golpeándolo! ¡Malvada gente! Entra
Sebastián.

SEBASTIÁN. ―Oiga, doña Gume. ¿Que es cierto que le robaron a Mamerto? Oiga, ¡qué
lástima! ¡Era re simpático! Y con lo que me gustaba malorearlo.

GUME. ―(Seria)Pues a mí no me hacía ninguna gracia. Eso de ofrecerle cacahuates, no


dárselos y todavía decirle: eo, eo, que te toreo… no era correcto.

SEBASTIÁN. ―Pues tampoco era muy correcto lo que me contestaba…

LUPE. ― (Curiosa)¿Qué le decía?

SEBASTIÁN. ― (Ríe y luego canta a ritmo de tambores) Atrás, atrás, cornetas al compás,
jeríngalo, jeríngalo… por atrás. Don Pancho ríe, Rosa se apena y Gume se indigna.
GUME. ―Usted solito se lo buscaba.

SEBASTIÁN. ― (Con intención) Oiga, doña Gume. ¿Y usted le enseñó el versito?

GUME. ― (Digna) Yo no digo groserías. Sale Sebastián y por el lado contrario, entra Tito
corriendo.

TITO. ―Doña Gume, doña Gume… ai’stá Mamerto.

GUME. ― ¡Dónde! TITO. ―Lo train unos indios vendiendo.

DON PANCHO. ―Pero, ¿estás seguro que es él?

TITO. ―Pos se parece harto. Mire, ai’ lo train. Entra una pareja de indios. Él lleva sujeto a
la cabeza un rimero de jaulas. Ella lleva una jaula en cada mano. En una de ellas va un
loro. En las demás, pájaros de diversas clases. Al llegar a la esquina el indio suelta su
carga y ambos empiezan a acomodarse para la venta. Gume, seguida de Tito se acerca
cautelosa. Observa al Loro. Mientras dice el parlamento siguiente, Gume abre la jaula,
saca el loro y principia a llevárselo.

GUME. ―(A Tito) Sí, es mamerto, todo verde y con su pluma amarilla. ¡Ay, míralo qué
triste! Con su cabecita metida bajo el ala. Mamerto, Mamerto… soy yo, tu Gume… (A Tito)
¡Ay, mira, ya se le alegraron los ojos nomás de verme! (Abre la jaula y lo saca) Daca la
pata, lorito, daca la pata. ¡Qué le hicieron a mi hijito! ¡Qué tiene mi chiquitito! Aquí está ya
su mami, no esté triste… La pareja de indios, atónita, empieza a reaccionar cuando ve que
Gume se va llevando el loro.

INDIO. ―Oyes, siñora, siñora. Pos qué trais. Dami mi loro.

GUME. ― ¡Cómo va a ser suyo si es mi Mamerto! INDIA. ― ¿Lo queres mercar? Vale
treinta pesos.

GUME. ― ¿Treinta pesos? ¡En treinta miserables pesos venden a mi Mamerto! (Al loro)
¡Pobrecito de mi pequeño! ¡Mira lo que iban a hacer contigo! ¡Venderte! ¡Gente sin
entrañas ni corazón!

INDIO. ―Dami mi loro, siñora. Empieza la gente a juntarse y a curiosear.

INDIO. ― (A uno) No sé qui trai. Quere llivarse mi loro.

INDIA. ―Si lo queres, paga.

VOZ. ― (A otro) Creo que quiere llevarse un loro sin pagar.

INDIO. ―Si no, dámilo mi loro.

GUME. ―Tu loro, no. Mamerto es mío. INDIO. ―Yo lo crié dende chiquito.

INDIA. ―Lo criamos junto con el gurrión y el zinzontle.

GUME. ―(Al indio) Usted dice, que el loro es suyo, con su boca; pero yo sé que aquí
adentro (se golpea el pecho) su conciencia le dice otra cosa: que el loro es mío, mío…
INDIO. ― (Con tono plañidero) Yo le crié dende chiquito.

GUME. ― ¡Chiquito! ¡Indio descarado! Tú me lo robaste. ¡Infame!

INDIO. ― ¡Tú eres rica y queres quitar mi loro!

VOZ. ― ¡Pobre indio!

VOZ. ― ¡Qué abuso!

VOZ. ― ¡Que lo compre si lo quiere! Llora la india y Gume mira indignada a todas partes.
GUME. ―No me miren así. Yo soy gente decente. Todo el barrio me conoce y sabe que no
me gusta el escándalo. Pero este es mi Mamerto y este indio ladino me lo robó. Miren
cómo lo ha traído desde ayer; todo desvelado y con un triste pedazo de plátano por único
alimento. (Gritando)Yo no voy a dejar que se lleven a mi animalito; (llorando) la alegría de
mi vida, el consuelo de mi soledad. ¡Ay Dios mío, haz que el alma de este indio se ablande
y me dé a mi Mamertito! (Pausa, lo ve, el indio se muestra más terco) ¡Pero, qué se le va a
ablandar! Si esta gente es montaraz y regeja. Mire, mire, don Pancho, y diga si no es este
mi Mamerto. Don Pancho se acerca y observa atentamente.

DON PANCHO. ― (Dudoso) Pues… es un loro…

GUME. ― ¡Es mi Mamerto! ¿Qué no le ve la mirada dulce y ansiosa que me dirige? (A


Tito) Mira, Tito, ¿No es Mamerto? Dilo tú.

TITO. ―Sí, sí, es él. Es todito verde y con una pluma amarilla en un ala. Quióbole,
Mamerto. El loro no contesta.

TITO. ―No contesta.


INDIA. ―Claro que no responde; porque no se llama ansina. El si nombra Chiricuás. (Al
loro) Lorito, ¿quién es Porfirio, lorito? (Impaciente) Chiricuás, Porfirio es burro. Burro,
lorito… Burrrrro.

GUME. ―No contesta, porque Mamerto no sabe decir burro. Ora verá cómo a mí sí me
contesta. ¿Eres casado, lorito? Silencio del loro.

GUME. ―Lorito, ¿eres casado? (Le murmura quedo) Y muy honrado. El loro no responde.
GUME. ―Podrás lorito. ¿Podraaás? Entra Sebastián con un loro en la mano, seguido de
Moncha que trae una jaula con otro loro adentro.

SEBASTIÁN. ―Doña Gume, aquí está Mamerto. Sorpresa general.

MONCHA. ―Estaba en mi casa comadre, en la cerca del corral.

GUME. ― (Asombrada) ¿Mamerto? ¿Ese es Mamerto? Pero entonces éste. El indio


aprovecha su confusión para tomarlo.

SEBASTIÁN. ― (Acercándose) ¡Ah caray, son igualitos!

LUPE. ―Pero… ¿y la pluma amarilla?...

MONCHA. ―Este tiene una, en un ala.

GUME. ― (Alarmada) ¿También? ¡Ay, Dios mío, qué confusión!

DON PANCHO. ― (Que ha observado atentamente a los dos loros) ¿Por qué, doña
Gume? Basta con que usted recuerde en qué ala tiene Mamerto la pluma amarilla. Porque
de éstos uno la tiene en la izquierda y el otro en la derecha.

GUME. ― (Llorando) ¡Ay qué desgraciada soy! Porque no recuerdo en qué ala tenía
Mamerto la pluma amarilla.

MONCHA. ―Pero ¿por qué comadrita?

ROSA. ―Eso sí que está re grave.

TITO. ― (Por el nuevo loro) Háblele usted, doña Gume, para ver si le contesta.

GUME. ―Sí, tienes razón, Tito. (Al loro)¿Eres casado, lorito? (Silencio) lorito, ¿eres
casado? Angustiada mira a los demás.

LUPE. ―(Cantando) Mexicanos al grito de guerrrrra…

GUME. ― (Cantando) Solamente una vez… amé en la vida…

DON PANCHO. ― (Cuadrándose) ¡Coronel! ¡Firrrrrms!

SEBASTIÁN. ―Cacahuates, cacahuates… eo, eo que te toreo… (Silencio. Ve a uno y a


otro) ¡Respóndeme condenado!

GUME. ―Contéstale Mamerto, no te dejes… (Desesperada)Uno de ustedes tiene que ser


Mamerto. Y me vas a responder. ¿Lo oyes Mamerto? (Rompe a llorar) ¡Ay, cómo puedes
hacer sufrir a quien te quiere tanto!

INDIO. ― (Sentencioso) Este loro es il mío, y l’otro es il tuyo. La preba es quisi jue on taba
tu comadre.

GUME. ― (Recapacitando) Es cierto. Comadre, ¿la reconocería a usted?


MONCHA. ―Pos a mí quién sabe, pero a Gertrudis (señala su jaula) yo crío que sí.
Porque estaba parado cerquita de su jaula, como queriéndole platicar.

GUME. ― ¿Junto a la jaula de Gertrudis?

INDIO. ― ¡Ah, qué astedes! ¡Qué tarugas! Ora está claro, ¿no ven qui Mamerto anda
arrastrando l’ala?

GUME. ― (Mortificada, a Moncha) ¡Ay, comadre! ¿Usté cree que mi Mamerto…?

INDIO. ―Pos si está dialtiro claro. Quere tener su mujer.

GUME. ― (Dirigiéndose al loro que trajo Sebastián) Hijo, dime la verdad. ¿No te robaron?
¿Te huiste? Mira en qué vergüenza me has puesto, pero si te fuiste porque estás
enamorado… (Dramática)Yo te perdono, Mamerto. (A Moncha)Me va a prestar a Gertrudis,
¿verdad, comadre?

MONCHA. ―Pos… si la Gertrudis quere…

GUME. ―Ya ves, Mamerto, ora sí, Gertrudis vendrá contigo. (Increpándolo)Pero dime
algo, hombre, no te quedes calladote. Si eres Mamerto ¡contesta! ¿Quieres casarte con
Gertrudis? El loro se mueve, extiende lentamente las alas. Todos lo miran esperando que
hable, el loro suspira.

VOZ DE MAMERTO. ― ¿Podreeé?...¿Podrrreeé? GUME. ― ¡Es Mamerto, mi Mamerto!


SEBASTIÁN. ― ¡Ah, Mamerto hipocritón! ¡Qué calladito te lo tenías! (Burlón) ¿Eres
casado, lorito? ¿Eres casado? Eo, eo, que no lo creo… eo, eo que te toreo… (Tararea la
marcha nupcial y todos lo siguen) Desde este momento los loros comienzan a hablar y a
cantar todo lo que sus dueños les pedían que dijeran. Gertrudis los acompaña con nuevas
frases y al mismo tiempo todos los personajes hablarán con los loros haciéndoles fiestas o
imitándolos y por último hablarán unas personas con otras, Ad libitum. ―Eo, eo que no lo
creo eo, eo que te toreo ―Está ocupado, está ocupado ―Cotorro, cotorro. ―El capitán
totopero, el que peleó en Querétaro. ―Lorito toca la marcha, porque el coronel ya llegó
adentro el batallón, adentro el batallón tu tu tu tu tu tu tu tu tu tu tu tutu. ―Roberto,
Roberto.

SEBASTIÁN. ― ¿Eres casado, Panchito?

DON PANCHO. ―Y muy honrado.

SEBASTIÁN. ― ¿Tu mujer es hermosa?

DON PANCHO. ―Como una rosa… I

NDIA. ―Porfirio burro, burrrro.

INDIO. ― (Cantando) Rosa la más hermosaa… Ad libitum; tocan, tocan. ―Daca la pata
lorito. ―El capitán totopero el que peleo en Querétaro, Querétaro. ―Marta, Marta,
galletas, galletas. ¿Podré? ¿Podré? ― ¿Cómo sigue el lorito? ―Con la barriga dura, dura
―Y, ¿quién lo cura? ―El doctor Ventura. ―Y qué le ordena ―Jarabe de yerbabuena Van
saliendo los actores con las últimas frases. Solamente queda vibrando en el aire la voz de
los loros, diciendo: ―Cotorro, cotorro. ―Eo, eo, que te toreo eo, eo, que no lo creo. ―Eo,
eo, que te toreo eo, eo, que no lo creo. Carcajadas finales de loros.

TELÓN.

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