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Triloría
Triloría
TITO. ―Ya voy, ya voy… (Sale corriendo) Sale Don Pancho de la tienda en el momento
que pasa Gume junto a él.
GUME. ― (Lo mira indignada) ¿Cómo quiere usted que esté con esta pena? Lo que me ha
pasado es una tragedia terrible. No se lo deseo ni a mi peor enemigo. ¡Si me acuerdo y me
da una rabia! Esa gente no tiene escrúpulos. Es mala, don Pancho, es mala. A ver, ¿no se
sentiría usted hecho un hilacho si le hubieran robado lo que más quiere en el mundo?
DON PANCHO. ― ¿Le robaron? ¿Qué le robaron?
GUME. ― ¿Pero todavía no se da cuenta? ¿No le mata este silencio? (Don Pancho
intenta escuchar algo) ¡A dónde estará mi encanto! ¡La alegría de mi corazón! ¡El placer de
mis placeres! ¡Ay! ¡A dónde te tendrán, chiquitito!
GUME. ―Cuando llegó a la casa era así de pequeñito. Todo tímido y miedoso… Y
después como que se fue dando a querer. ¡Hasta ser el Rey de la casa! ¡Porque era el
Rey! ¡Ay, don Pancho! Y ahora mire, mire ese aro. ¿No siente la soledad? DON PANCHO.
― (Comprendiendo al fin) ¡Se robaron a Mamerto!
GUME. ―Mucho gusto señora. (Secándose las lágrimas con el delantal) Qué pena que me
vea así. En este estado; pero mi desgracia es terrible.
GUME. ―Pero lo más hermoso eran nuestros dulces diálogos: ― ¿Eres casado, lorito?
Las respuestas imitando la voz del loro. ―Y muy honrado. ― ¿Tu mujer es hermosa?
―Cómo una rosa… (Suspirando) ¡Y era tan educado! Nunca entraba a mi recámara sin
antes tocar con su piquito: Toc, toc… ―Adelante, decía yo. Y él respondía: ― ¿Podreeé?
¿No es inteligencia de animal? (Volviendo a su pena) ¡Ay pobrecito! ¡Lo que estará
sufriendo! Lo seguiré buscando. (Medio mutis)Es verde, de este tamaño y tiene cara de
inteligente. Además, siempre ve de ladito (ve de lado) y camina así: (Camina con las
puntas de los pies para adentro y moviendo las caderas) si lo ven, avísenme… (Otra vez
medio mutis, regresa)Ah… y se llama Mamerto.
SEBASTIÁN. ―Oiga, doña Gume. ¿Que es cierto que le robaron a Mamerto? Oiga, ¡qué
lástima! ¡Era re simpático! Y con lo que me gustaba malorearlo.
SEBASTIÁN. ― (Ríe y luego canta a ritmo de tambores) Atrás, atrás, cornetas al compás,
jeríngalo, jeríngalo… por atrás. Don Pancho ríe, Rosa se apena y Gume se indigna.
GUME. ―Usted solito se lo buscaba.
GUME. ― (Digna) Yo no digo groserías. Sale Sebastián y por el lado contrario, entra Tito
corriendo.
TITO. ―Pos se parece harto. Mire, ai’ lo train. Entra una pareja de indios. Él lleva sujeto a
la cabeza un rimero de jaulas. Ella lleva una jaula en cada mano. En una de ellas va un
loro. En las demás, pájaros de diversas clases. Al llegar a la esquina el indio suelta su
carga y ambos empiezan a acomodarse para la venta. Gume, seguida de Tito se acerca
cautelosa. Observa al Loro. Mientras dice el parlamento siguiente, Gume abre la jaula,
saca el loro y principia a llevárselo.
GUME. ―(A Tito) Sí, es mamerto, todo verde y con su pluma amarilla. ¡Ay, míralo qué
triste! Con su cabecita metida bajo el ala. Mamerto, Mamerto… soy yo, tu Gume… (A Tito)
¡Ay, mira, ya se le alegraron los ojos nomás de verme! (Abre la jaula y lo saca) Daca la
pata, lorito, daca la pata. ¡Qué le hicieron a mi hijito! ¡Qué tiene mi chiquitito! Aquí está ya
su mami, no esté triste… La pareja de indios, atónita, empieza a reaccionar cuando ve que
Gume se va llevando el loro.
GUME. ― ¡Cómo va a ser suyo si es mi Mamerto! INDIA. ― ¿Lo queres mercar? Vale
treinta pesos.
GUME. ― ¿Treinta pesos? ¡En treinta miserables pesos venden a mi Mamerto! (Al loro)
¡Pobrecito de mi pequeño! ¡Mira lo que iban a hacer contigo! ¡Venderte! ¡Gente sin
entrañas ni corazón!
GUME. ―Tu loro, no. Mamerto es mío. INDIO. ―Yo lo crié dende chiquito.
GUME. ―(Al indio) Usted dice, que el loro es suyo, con su boca; pero yo sé que aquí
adentro (se golpea el pecho) su conciencia le dice otra cosa: que el loro es mío, mío…
INDIO. ― (Con tono plañidero) Yo le crié dende chiquito.
VOZ. ― ¡Que lo compre si lo quiere! Llora la india y Gume mira indignada a todas partes.
GUME. ―No me miren así. Yo soy gente decente. Todo el barrio me conoce y sabe que no
me gusta el escándalo. Pero este es mi Mamerto y este indio ladino me lo robó. Miren
cómo lo ha traído desde ayer; todo desvelado y con un triste pedazo de plátano por único
alimento. (Gritando)Yo no voy a dejar que se lleven a mi animalito; (llorando) la alegría de
mi vida, el consuelo de mi soledad. ¡Ay Dios mío, haz que el alma de este indio se ablande
y me dé a mi Mamertito! (Pausa, lo ve, el indio se muestra más terco) ¡Pero, qué se le va a
ablandar! Si esta gente es montaraz y regeja. Mire, mire, don Pancho, y diga si no es este
mi Mamerto. Don Pancho se acerca y observa atentamente.
TITO. ―Sí, sí, es él. Es todito verde y con una pluma amarilla en un ala. Quióbole,
Mamerto. El loro no contesta.
GUME. ―No contesta, porque Mamerto no sabe decir burro. Ora verá cómo a mí sí me
contesta. ¿Eres casado, lorito? Silencio del loro.
GUME. ―Lorito, ¿eres casado? (Le murmura quedo) Y muy honrado. El loro no responde.
GUME. ―Podrás lorito. ¿Podraaás? Entra Sebastián con un loro en la mano, seguido de
Moncha que trae una jaula con otro loro adentro.
DON PANCHO. ― (Que ha observado atentamente a los dos loros) ¿Por qué, doña
Gume? Basta con que usted recuerde en qué ala tiene Mamerto la pluma amarilla. Porque
de éstos uno la tiene en la izquierda y el otro en la derecha.
GUME. ― (Llorando) ¡Ay qué desgraciada soy! Porque no recuerdo en qué ala tenía
Mamerto la pluma amarilla.
TITO. ― (Por el nuevo loro) Háblele usted, doña Gume, para ver si le contesta.
GUME. ―Sí, tienes razón, Tito. (Al loro)¿Eres casado, lorito? (Silencio) lorito, ¿eres
casado? Angustiada mira a los demás.
INDIO. ― (Sentencioso) Este loro es il mío, y l’otro es il tuyo. La preba es quisi jue on taba
tu comadre.
INDIO. ― ¡Ah, qué astedes! ¡Qué tarugas! Ora está claro, ¿no ven qui Mamerto anda
arrastrando l’ala?
GUME. ― (Dirigiéndose al loro que trajo Sebastián) Hijo, dime la verdad. ¿No te robaron?
¿Te huiste? Mira en qué vergüenza me has puesto, pero si te fuiste porque estás
enamorado… (Dramática)Yo te perdono, Mamerto. (A Moncha)Me va a prestar a Gertrudis,
¿verdad, comadre?
GUME. ―Ya ves, Mamerto, ora sí, Gertrudis vendrá contigo. (Increpándolo)Pero dime
algo, hombre, no te quedes calladote. Si eres Mamerto ¡contesta! ¿Quieres casarte con
Gertrudis? El loro se mueve, extiende lentamente las alas. Todos lo miran esperando que
hable, el loro suspira.
INDIO. ― (Cantando) Rosa la más hermosaa… Ad libitum; tocan, tocan. ―Daca la pata
lorito. ―El capitán totopero el que peleo en Querétaro, Querétaro. ―Marta, Marta,
galletas, galletas. ¿Podré? ¿Podré? ― ¿Cómo sigue el lorito? ―Con la barriga dura, dura
―Y, ¿quién lo cura? ―El doctor Ventura. ―Y qué le ordena ―Jarabe de yerbabuena Van
saliendo los actores con las últimas frases. Solamente queda vibrando en el aire la voz de
los loros, diciendo: ―Cotorro, cotorro. ―Eo, eo, que te toreo eo, eo, que no lo creo. ―Eo,
eo, que te toreo eo, eo, que no lo creo. Carcajadas finales de loros.
TELÓN.