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PARA GRABAR VIDEO DE LECTURA CORAL

En el filo

María Soledad Quiroga


Poeta boliviana

¿Añora
el impulso del viento
de la vela
el estallido del oleaje?
quizá una memoria oscura
guarde el rumor en la caracola
y se lo devuelva
cuando se desliza
minúsculo
y callado
en el jardín acotado.

Aunque a veces
quisiera romper amarras
salir al mar
y lanzarse a las olas
deslizarse en la superficie límpida
hacerse luz en la luz
espejo
entonces se ata
con más vueltas
al palo de su embarcación
y aguanta.

Reconsidera el día
y prefiere abstenerse
aunque
el chubasco quizá
lo haga barcaza
y navegue entre las olas
y visite otras tierras
y confunda las lenguas
para dejarlo después
casi náufrago
en un promontorio de arena.

A veces divaga
¿por qué no?
el mundo se abre inmenso
en una semilla parda
en el reflejo de su torre
2
en un charco de agua
donde se mira
otro
oscuro
temible
innombrable.

Se asoma
a la intemperie
al perfil de helechos
al torrente del bosque
y sus escamas
tímido
se aventura
en el viento
que todo lo mezcla y confunde
y es feliz argonauta.

El viento sopla
trazando espirales
enredando hojas
yendo y viniendo
desalado
y él
asomado
a su balcón
siente que vuela
que es viento desbocado.

Se marcha al alba
como un amante sigiloso
que deja el lecho
y traspone la tapia
y se aleja
entre las ruinas de la noche
que la claridad revela
sin ver que la morada
lo sigue
más presente
más intensa
que la amada.

Por qué buscar fuera


si el laberinto va consigo
y perderse en sus volutas
toma años
y consume la luz
y la recrea
3
pero
hay tanto que ver aún
allá fuera
entre la claridad y la tiniebla
cuando asoma
y olvidando su cordón
se lanza.

Va por el borde
prefiere el filo
entre el adentro y el afuera
allí
tiende su hilo de equilibrista
pálido
y se descuelga.

4
Poema 8
De Veinte poemas de amor y una canción desesperada

Pablo Neruda
Poeta chileno

Abeja blanca zumbas --ebria de miel en mi alma


y te tuerces en lentas espirales de humo.
Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres tú la última rosa.
Ah silenciosa!
Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.
Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.
Ah silenciosa!
He aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.
El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah silenciosa!

5
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Adiós

Enrique Molina
Poeta argentino

Un día más, sólo un minuto más, para estar vivo


y despedirme de cuanto amé.
Para decir adiós a las cosas que vi y toqué mientras moría
desde el instante mismo en que nací.
Y vino el niño con el premio que sacó en el colegio por su
sabiduría,
y el ala de la gaviota golpeando en lo infinito con su vuelo,
vino la cabellera derramada y el rostro de la misteriosa
mujer que estuvo a mi lado, en el lecho, sin que yo lo supiera,
y el río con su lenta corriente musculosa
a través de cada mueble, cada objeto y cada gesto
de quien me ve parir, ¡oh Dios mío!

Un instante más aún en el suelo que pisé,


en el aire de mi respiración
sofocada por el amor, en los vestigios de la pasión,
con cuanto -mosca o sol- me deslumbró en este extraño
planeta, donde perdure año tras año, presintiendo
este límite de espumas, este revuelto torbellino
de la despedida, yo, que tanto fui deslumbrado
por centelleante atracción de la tierra,
por cuanto fue caricia o solamente un espejismo del mundo
es mi destino.

Así, pues, despidiéndome de los caballos, de la canoa,


los pájaros, el gato y sus costumbres. Déjame
una vez más mirar las flores y la lluvia. Es éste
el trágico instante en que uno descubre
el delirio misterioso de las cosas, sus raíces secretas,
el instante supremo de decir adiós.
a cuanto se adoró en esta vida.

6
Poema

Cesare Pavese
Poeta italiano

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos


esta muerte que nos acompaña
de día y de noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una palabra vana,
un grito acallado, un silencio.
Así cada mañana los ves
cuando sola te contemplas
en el espejo. Oh esperanza querida,
un día sabremos también
que son la vida y que no son nada.
Tiene la muerte una mirada para todos.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como renunciar a una mala costumbre
como mirar en el espejo
aparecer un rostro muerto,
como escuchar unos labios ya cerrados.
Descenderemos mudos al abismo.

Traducción del italiano: Mario Bojórquez

7
En un café de Dweersstraat

Daniel Ramos Autó


Poeta de Bélgica

Pasamos demasiado tiempo tratando de ser,


tratando de conseguir,
tratando de llegar a algún lugar.

Llenamos con nuestra vanidad,


con nuestros deseos de grandeza
la maleta de los enseres inútiles.

Sentado en la terraza de un café de Dweersstraat


pienso en todas aquellas cimas que jamás quise alcanzar,
en todas aquellas personas que jamás quise ser.

Podría, en este instante,


ser una mota de polvo,
menos que nada,
tirarlo todo por la borda,
y no me rasgaría las vestiduras.

Entre bocanada y bocanada de realidad


la sombra de Dominique, que no es sino mi sombra,
bebe café conmigo y me explica
que las personas no somos más que un destello de luz,
que en el mundo sobra mucho miedo y falta mucho amor,
que las patrias son un engaño
y que es inútil buscar y buscar en hogares lejanos
lo que sólo puedes encontrar en tu interior.

8
Intima

Julia de Burgos
Poetisa puertorriqueña

Se recogió la vida para verme pasar.


Me fui perdiendo átomo por átomo de mi carne
y fui resbalándome poco a poco al alma.

Peregrina en mí misma, me anduve un largo instante.


Me prolongué en el rumbo de aquel camino errante
que se abría en mi interior,
y me llegué hasta mí, íntima.

Conmigo cabalgando seguí por la sombra del tiempo


y me hice paisaje lejos de mi visión.

Me conocí mensaje lejos de la palabra.


Me sentí vida al reverso de una superficie de colores y formas.
Y me vi claridad ahuyentando la sombra vaciada en la tierra desde el
hombre.

Ha sonado un reloj la hora escogida de todos.


¿La hora? Cualquiera. Todas en una misma.
Las cosas circundantes reconquistan color y forma.
Los hombres se mueven ajenos a sí mismos
para agarrar ese minuto índice
que los conduce por varias direcciones estáticas.

Siempre la misma carne apretándose muda a lo ya hecho.


Me busco. Estoy aún en el paisaje lejos de mi visión.
Sigo siendo mensaje lejos de la palabra.

La forma que se aleja y que fue mía un instante


me ha dejado íntima.
Y me veo claridad ahuyentando la sombra
vaciada en la tierra desde el hombre.

9
Mater, fons amoris

Tomi Kontio
Poeta finlandés

Lo escribimos en la sangre,
escribimos la tierra y todo
lo que nos venía a la lengua,
escribíamos y bebíamos sangre
como los pelícanos, encima de los párpados
la noche obscena, cascos,
algo en tu boca,
un cielo más espeso, alma Mater,
sin conocimiento y por eso tan cerca
de los dientes de la tierra, centenar de mordiscos,
una total piel
y carne, pájaros lira, flora mística, tú
tomaste el río y la barca, oíste
cómo el líquido se desbordaba, sin ritmo, con fuerza.

El cielo anda en la hierba helada,


pisa las flores del gran frío, pierde
su ropa de estrellas bajo la nieve
y entre los sueños de los animales.
La imagen de la mujer a los ojos de la escarcha
como un ataque
de debilidad, el bosque que quité lamiendo
de tu entrepierna, para subir
por la escalera de vello, para ver
a través de tus mucosas
cómo los niños tiran huesos
al sol, Mater dolorosa,
dulce, verde y luminosa.

10
Tomemos café

Lina Zerón
Escritora mexicana

Ah.
Y ahora dices que me amas,
ahora que como tela de araña
de la cara el pellejo te cuelga,
que el magnífico color de tus ojos
ahora lo enmarcan un par de cadavéricas cuencas
y tu vanidad de macho viste de luto.

Ah,
ahora me amas como el primer día,
hoy que dejaste de ser el más codiciado,
la nota principal en todos los diarios,
hoy que famélica se encuentra tu billetera
y se agotó la cosecha de rubias y trigueñas.

Bien,
te agradezco decir que soy todo en tu vida
- todo lo que te queda -.
Tus días dejaste bordados en decenas de almohadas
y los billetes verdes, los grandes,
repartidos en muchas bocas color ambición.

Pero ven, tomemos una taza de café,


noto cuánta falta te hace.
Hoy tienes mal semblante,
hueles a abandono,
a gripe ¿o será a viejo?

Pero pasa,
ahora la sala principal es la cocina,
mi refugio preferido en tantas noches de espera
las otras habitaciones ya tienen polilla
y han olvidado sonreír las puertas.

Acércate,
toma asiento en la que siempre fue tu silla
aún sin sentir el peso de tu cuerpo.
Alégrate, hoy tenemos visitas,
llegaron aquellos niños que no sabes ni cuándo
dejaron de serlo;
una trae consigo al primer nieto
el otro, como tú, es un gran ejecutivo
al que casi nunca veo.

Pero ven, acércate...


aprovecha este día y diles cuánto los quieres
tanto como me quieres hoy a mí.

11
Amor salvaje

Luis Zalamea Borda


Escritor colombiano

¡Ah, qué nidada de caricias salvajes descubrí!


Guardadas en tu bosque, desde el alba del mundo,
esperaban la mano que llegara a arrancarlas,
la mirada que las volcara sobre tus venas todas,
el temblor que iniciara tu espasmo y tu locura.

Vaivén en tus pupilas despertadas,


ojos que danzan al ritmo de los hombros,
larga piel en su raíz estremecida,
la ansiosa estalactita del deseo,
caracol que se incrusta en las orejas;
tus ojos súbitos, terribles. ¡Ah tus ojos!
Y locura, embeleso y más locura.

Pantera que se escapa, cervatilla rendida,


la sierpe envolvente de tus brazos,
abrazo de mil lianas zapadoras,
largo césped donde los senos nacen,
ensenada candente de los muslos,
playa con la blanca tersura de tu vientre.
Y locura, ternura y más locura.

Cadencia resonante de músicas selváticas,


tambor noctambulario suena sobre tu espalda,
la flauta imperceptible del suspiro,
largos gemidos de destrozados labios,
y el grito sempiterno, tan guardado,
al fin la noche rompe en agudos pedazos.
Y locura, cadencia y más locura.

Cavernas, grutas, lagos, musgos leves;


hongos colgantes, zarzas en tu boca;
frutos ignotos, zumos descubiertos;
mieses en la alborada, sed que ya se apaga;
venas que se rebelan, sangre libertada;
yegua ululante, jinete que espolea.
Y locura, locura y más locura.

¡Ah qué nidada de caricias salvajes descubrí!


¡Y qué voces intactas en tus prístinos fondos!
¡Y qué flores que se abren al tacto de mis manosl
Salvaje mía: ¡ámame así, envuélveme en tu brumal
¡Y bebamos del manantial de esta locura primitiva!
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Poema funerario

Vicente Huidobro
Poeta chileno

El pájaro de lujo ha mudado de estrella


Aparejad bajo la tempestad de las lágrimas
Vuestro ataúd a vela
Donde se aleja el instrumento del encanto

En las vegetaciones de los recuerdos


Las horas en torno de nosotros hacen sus viajes

Va rápido
Va rápido impulsado por los suspiros
El mar está cargado de naufragios
Y yo he alfombrado el mar para su paso

Así es el viaje primordial y sin pasaje


El viaje instructivo y secreto
En los corredores del viento

Las nubes se apartan para que él pueda pasar


Y las estrellas se encienden para mostrar el camino

Qué buscas en los bolsillos de tu chaqueta


Has perdido la llave

En medio de ese zumbido celeste


Vuelves a encontrar en todas partes tus horas envejecidas

El viento es negro y hay estalactitas en mi voz


Dime Guillermo
Has perdido la llave del infinito

Una estrella impaciente iba a decir que hace frío

La lluvia aguzada comienza a coser la noche

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Booz ve dormir a Ruth

Gilberto Owen
Poeta mexicano

La isla está rodeada por un mar tembloroso


que algunos llaman piel. Pero es espuma.
Es un mar que prolonga su blancura en el cielo
como el halo de las tehuanas y los santos.
Es un mar que está siempre
en trance de primera comunión.

Quién habitara tu veraz incendio


rodeado de azucenas por doquiera,
quién entrara a tus dos puertos cerrados
azules y redondos como ojos azules
que aprisionaron todo el sol del día,
para irse a soñar a tu serena plaza pueblerina
—que algunos llaman frente—
debajo de tus árboles de cabellos textiles
que se te enrollan en ovillos
para que tengas que peinártelos con husos.
He leído en tu oreja que la recta no existe
aunque diga que sí tu nariz euclidiana;
hay una voz muy roja que se quedó encendida
en el silencio de tus labios. Cállala
para poder oír lo que me cuente
el aire que regresa de tu pecho;
para saber por qué no tienes en el cuello
mi manzana de Adán, si te la he dado;
para saber por qué tu seno izquierdo
se levanta más alto que el otro cuando aspiras;
para saber por qué tu vientre liso
tiembla cuando lo tocan mis pupilas.
Has bajado una mano hasta tu centro.

Saben aún tus pies, cuando los beso,


al vino que pisaste en los lagares;
qué frágil filigrana es la invisible
cadena con que ata el pudor tus tobillos;
yo conocí un río más largo que tus piernas
—algunos lo llamaban Vía Láctea—
pero no discurría tan moroso
ni por cauce tan firme y bien trazado;
una noche la luna llenaba todo el lago;
Zirahuén era así dulce como su nombre:
era la anunciación de tus caderas.

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Si tus manos son manos, ¿cómo son las anémonas?
Cinco uñas se apagan en tu centro.
No haber estado el día de tu creación, no haber estado
antes de que Su mano te envolviera en sudarios de inocencia
—y no saber qué eres ni qué estarás soñando.
Hoy te destrozaría por saberlo.

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Líneas que pude haber escrito y perdido hacia 1922

Jorge Luis Borges


Escritor argentino

Silenciosas batallas del ocaso


en arrabales últimos,
siempre antiguas derrotas de una guerra del cielo,
albas ruinosas que nos llegan
desde el fondo desierto del espacio
como desde el fondo del tiempo,
negros jardines de la lluvia, una esfinge de un libro
que yo tenía miedo de abrir
y cuya imagen vuelve en los sueños
la corrupción y el eco que seremos,
la luna sobre el mármol,
árboles que se elevan y perduran
como divinidades tranquilas,
la mutua noche y la esperada tarde,
Walt Whitman, cuyo nombre es el universo,
la espada valerosa de un rey
en el silencioso lecho de un río,
los sajones, lo árabes y los godos
que, sin saberlo, me engendraron,
¿soy yo esas cosas y las otras
o son llaves secretas y arduas álgebras
de lo que no sabremos nunca?

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Fragmentos de una alabanza inconclusa

Eduardo Chirinos
Poeta peruano

Debe haber un poema que hable de ti,


un poema que habite algún espacio donde pueda hablarte sin
cerrar los ojos,
sin llegar necesariamente a la tristeza.
Debe haber un poema que hable de ti y de mí.
Un poema intenso, como el mar,
azul y reposado en las mañanas, oscuro y erizado por las noches
irrespetuoso en el orden de las cosas, como el mar
que cobija a los peces y cobija también a las estrellas.
Deseo para ti el sencillo equilibrio del mar, su profundidad y su
silencio,
su inmensidad y su belleza.

Para ti un poema transparente, sin palabras difíciles que no


puedas entender,
un poema silencioso que recuerdes sin esfuerzo
y sea tierno y frágil como la flor que no me atreví a enredar
alguna vez en tu cabello.
Pero qué difícil es la flor si apenas la separamos del tallo dura
apenas unas horas,
qué difícil es el mar si apenas le tocamos se marcha lentamente
y vuelve al rato con inesperada furia.
No, no quiero eso para ti.
Quiero un poema que golpee tu almohada en horas de la noche,
un poema donde pueda hallarte dormida, sin memoria,
sin pasado posible que te altere.

Desde que te conozco voy en busca de ese poema,


ya es de noche. Los relojes se detienen cansados en su marcha,
la música se suspende en un hilo donde cuelga tristemente tu
recuerdo.

Ahora pienso en ti y pienso


que después de todo conocerte no ha sido tan difícil como escribir
este poema

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Depreciación al minuto iluminado

Augusto Roa Bastos


Escritor paraguayo

Aguarda un poco más. No te me escurras


por la grieta del tiempo, ni te poses
en la rama del árbol que envejece.
No te vayas minuto con el polen
de mi angustia final hecha milagro,
espera un poco a que le ponga un
nombre…

Soledad sin remedio de mis horas


que en roja espuma de dolor se rompen,
y ni a mojar alcanzan mi silencio
con humedad de lágrimas salobres.
Desamparada soledad que me hace
día a día bajar hasta los hombres
a ganarme mi pan con mis dos manos,
negándome el reposo de la noche: ¿No bastaron los pájaros del cielo,
ese subir peldaños de trasmudos los inocentes vientos labradores,
para moler mi trigo de emociones la parda tierra y el azul del aire,
en los altos molinos de mis sueños. a poner en tu esencia el horizonte
de esperanzada luz que no se quiebra,
¡Qué dura tiranía es para el pobre limpio trigo de amor, para que tornes
la del pan que le roba sus poemas, a ser después el pan cuya victoria
y le seca el tumulto de sus voces, duele tan hondo en la profunda noche?
y le muerde la sangre con la angustia
del más grande de todos los dolores: ¿Qué te costaba ser, trigo divino,
el no poder dejar ni una palabra hostia de redención para los hombres?
de su mensaje eterno entre los hombres!
Por eso aquí, minuto iluminado,
vilano que encintilas tornasoles,
mientras muevo la noria no te huyas,
ingrávido detente, no te poses
en la rama del árbol que envejece.

Ya que has hecho bullir dormidas voces,


agrietando mi angustia desvelada
y encendiendo mi sangre con tu polen...,
espera un poco a que sacuda el polvo
de mis manos esclavas de resortes,
y pueda al fin subir sereno y fuerte
para moler mi trigo de emociones
a los altos molinos de mis sueños.

18
Canción dela mor lejano Ella estuvo en mis brazos, sin ser mía,
como el agua en un cántaro sediento,
José Ángel Buesa como un perfume que se fue en el viento
Poeta cubano y que vuelve en el viento todavía...
Me penetró su sed insatisfecha
Ella no fue, entre todas, la más bella, como un arado sobre la llanura,
pero me dio el amor más hondo y largo. abriendo en su fugaz desgarradura
Otras me amaron más; y, sin embargo, la esperanza feliz de la cosecha.
a ninguna la quise como a ella.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
Acaso fue porque la amé de lejos, pero llenaba todo lo vacío,
como a una estrella desde mi ventana... como el viento en las velas del navío,
Y la estrella que brilla más lejana como la luz en el espejo roto.
nos parece que tiene más reflejos.
Por eso aun pienso en la mujer aquella,
Tuve su amor como una cosa ajena, la que me dio el amor más hondo y largo.
como una playa cada vez más sola, Nunca fue mía. No era la más bella.
que únicamente guarda de la ola Otras me amaron más... Y, sin embargo,
una humedad de sal sobre la arena. a ninguna la quise como a ella.

19
Democracia

D.H. Lawrence
Escritor inglés

Soy demócrata cuando amo el sol libre que encuentro en


Los hombres,
y aristócrata cuando detesto a los posesivos, a los
de entrañas mezquinas.

En todo hombre amo el sol


cuando lo veo entre sus cejas,
claro, sin temor, aun pequeño.

Pero cuando veo esos grisáceos hombres de éxito


tan pestilentes y cadavéricos, absolutamente sin sol,
como groseros esclavos de la
prosperidad,
balanceándose mecánicamente,
entonces soy más que radical, y quiero manejar una guillotina.

Y cuando veo obreros,


pálidos y sórdidos como insectos, hormigueando
y viviendo como piojos por un poco de dinero,
y no mirando nunca hacia arriba,
entonces quisiera como Tiberio,
que la muchedumbre tuviera una sola cabeza
para podérsela hachar.

Siento que cuando los hombres pierden el sol


no deben existir más.

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Voz muerte

Gian Pierre Codarlupo


Poeta peruano

Mi voz
es un recinto
para la soledad.
A veces sirve
para levantar a un hombre
desde el polvo
y decirle
que hay un lugar en el camino
para recordarlo.

Mi voz suele confundirse


entre las moscas,
aniquilar un beso,
sostener su sombra,
sentarse a descubrir su sexo
o solo ser una extremidad
que nació en las olas.

Tengo mi voz en los bolsillos


pero nunca en la garganta,
la tengo en el estómago,
entre las manos, sobre mi espalda,
sobre mi muerte,
y jamás llega a mi casa.

¿Qué hacer con esta voz


que no respira
y que dejó mi cuerpo?

¿Qué hacer con este hombre


que olvidó su rostro
por buscar su voz?

21
Este poema puede ser leído por dos estudiantes. El primero párrafo un estudiante y
el segundo otro, y así sucesivamente

Alexander von Humboldt

William Ospina
Escritor colombiano

¿Sabe la rosa que la espina podrá defenderla


vulnerando la piel del que ataca?
¿Sabe la ceiba que lanzando a volar sus semillas en una gasa leve
lejos germinarán en suelos más propicios?
¿Dónde termina cada cosa y empieza su designio?

Veo entre rayas de luz el trazo delicado de las naves


en la catedral silenciosa
y las comparo con la forma de una orquídea salvaje,
veo el trazado blanco de las nervaduras sobre la hoja
y pienso en las rayas del caballo africano,
y pienso en el blanco trazo de las costillas,
y me pregunto por qué tienen la misma forma el ojo y los planetas,
por qué la honda extensión de las montañas parece un oleaje.

A solas me pregunto
¿Respiran de otro modo las plantas de follaje rojo?
¿Tienen alma las piedras?
¿Es un lenguaje el color de las flores?
¿Por qué el aceite al caer el agua forma perfectos círculos?

Ahora bien, si somos iguales los hombres,


¿Por qué tanta insistencia en prodigar diferencias?
¿A qué tanto cuidado por la forma
hecha para borrarse como una nube?

Mi cielo está dorado de preguntas.


Aún lo espero todo de la piedra y las olas.
Pondré mi oído en la piedra hasta que hable,
hasta que ceda su secreto de cohesión y firmeza,
de indiferencia y persistencia.

Cuerpo que busco son noches los cabellos, son estrellas los ojos, un juego
retórico, hay rigor en mi mente,
el vientre es el océano.
Estoy juntando las estrellas de mar y de río
y persigo el secreto de sus irradiaciones.

Esta es la ávida región de los buscadores insomnes,


después de tan cerrada eternidad,
22
entro por fin al bosque donde florecen los misterios.
Me atraen por igual los discordes secretos
de la voluptuosidad y de la enfermedad.
Esta es la tierra prometida,
y el orden que la rige está mejor guardado que la perla más honda.

Aquí toda verdad proyecta largas sombras,


toda revelación multiplica el misterio
y toda desnudez es encubrimiento.
Nada me falta, nada pido, este es el asombroso mundo que quiero.
Los bosques centenarios están pensando y un Dios habita en ellos,
un animal fantástico alza sus mansos ojos sobre la hierba
y siente que le llega al corazón la punta de oro frío de la estrella.

Entré en las místicas cavernas donde se amontonan por millares los pájaros
he pasado una noche con el cuerpo sumergido en el río
y sólo la cabeza expuesta al aire negro de mosquitos,
llevo en el corazón las horas de un naufragio
y el alegre descenso de las canoas raudas por el Orinoco
hacia lugares llenos de crepúsculo,
y el peligroso avance sobre las mulas por las altas comisas del Quindío
y el esplendor de un vuelo frío de pájaro sobre las nieves perpetuas.

¿Qué luna es ésta que gira sin fin en tomo de mi carne?


¿Qué fascinante muerte combato sacudiendo estos ramajes
cargados de hechizos?
¿Qué vacío interior que no colman siquiera las estrellas innumerables?

Voluptuosidad de conocer, no me apartes jamás


de los propósitos de la tierra.
Haz que yo sea siempre el discreto aprendiz de este anciano milenario.
Y que mi mano no sueñe jamás con hacer más bella a la rosa,
más brillante a la estrella.

23
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Defensa del olvido

Werner Ovalle López


Poeta guatemalteco

Somos la lenta muerte, de gloria invertebrada,


soldados derrotados de las ciencias insomnes;
el ojo de la luna nos mira intensamente
sin envidia ni júbilo por nuestras alas de hombres.
Una soledad vida de espinas y relámpagos,
una sed de naufragio nos cae de la noche
y en la antesala clara del corazón caído
crece un geranio oscuro de aromas monocordes...

Yo no niego la risa
ni escondo los colores;
tengo en las manos firmes
romances y canciones;
pero pregunto, auténtico,
directo como un hombre
¿hacia dónde nos lleva
la fuerza de los dioses?

Su cintura de aroma las rosas fusiladas


dejaron en la esquina vital del horizonte;
algunas eran jóvenes como espigas de junio;
otras llenas de música como alma de sinsontes.
Y aquellas que me amaron tenían un destino
de guitarras violadas sobre la medianoche
cuando los perros muerden los túneles del cielo
y el amor sangra y besa la raíz de los soles.

Yo no niego la rosa
ni su aroma de adioses:
florece en mis poemas
con pétalos sin nombre;
pero afirmo, sencillo,
sin estrellas ni flores
que en el hombre no muere
sino nace la noche!...

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Poema

Nicomedes Suárez Araúz


Poeta beniano, Bolivia

Se agarra un pedazo de luz del alba


y se dobla la punta
dándole forma de bastoncito.
Se le agrega goma
para que prenda la bolita de masa
preparada de antemano.
Con ésta se hará el pistilo.

Se agarra un poquito más de masa


y se le pone tinta verde bajita.
De este pedazo se forma el receptáculo
que se coloca en la parte inferior
de la orquídea.

Una vez cortados los pétalos


se adelgazan los extremos de la masa
con los dedos y se pegan alrededor
del pistilo. Se pintan con colores bajitos, blanco, rosa, celeste, violeta, agregándole
como gracia unos lunarcitos y bordes oscuros.

Las flores y los moradores del río


siempre se ponen a secar parados ya sea contra un pedazo de cielo o de masa verde.

Se pueden hacer del tamaño


que se desee con sólo variar
el molde cortador de masa.

La forma normal de estas flores


es de tres sépalos y tres pétalos
sin contar el primero
que cayó en 1542
cuando Francisco de Orellana y sus huestes
irrumpieron en mi río.

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Profeta se Necesita

Julio de la Vega
Escritor boliviano

Sin violencia o con violencia.


Con el antiguo verbo,
que es antiguo, es siempre
y es de ahora,
es verbo.
Fabricando piedad para la gente
o anticipándose a sus verdades,
en présago
o en evocador,
señalando la ruta al huracán
o trepando a gatas en su cola.
Prisionero,
libre,
vivo o muerto,
héroe o villano.
Como ejemplo o como anhelo
prendido en la solapa
o escondido en una estampa
del último bolsillo.
Por la radio,
por el cine
o por la televisión
hablando,
o sin poder ya hablar.
Nativo o extranjero
pero que logre el compromiso de la aurora
y de la fe por siempre,
y sepa obligar
y conminar
y manejar el rayo admonitor
no ya para el augurio bueno
sino ya aunque sea para el primer zapato
de los niños
y su primera letra.
Que sepa erguirse pleno
con el látigo de fuego entre las manos
para resucitar a golpes
no a la esperanza grande
sino, apenas al mínimo consuelo,
a la compensación

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de que donde no hay pan
no haya tampoco odio.
Acompañado o solo,
con séquito de mujeres bellas
que hagan salir el fuego de sus manos,
o, simplemente,
con secretarias de escritorio y de rodilla
que el fuego lo utilicen
sólo para sus labios.
Que grite en forma clara
en un decir que el pan es pan y el vino vino
o que transmita en morse
con barba o con tonsura
a las dos cosas juntas.
Tocando las campanas en el solemne encierro
o a campo traviesa.
Por la plegaria o por la espalda
pero dotando ya
de un porvenir que muerda espigas en presente,
salvando el cuerpo y salvando el alma
ahora, ahora, ahora,
con urgencia
se precisa
en cada esquina y en cada barrio,
junto al farol de luz
y al grifo público de agua,
contiguo al monumento
o al muro de ladrillo,
al lado de la piedra inaugural
de toda obra,
en el baldío o el pavimento,
o en el huerto de olivos
o en la trinchera abierta
en el cercado ajeno y en el propio,
bajo relámpagos nocturnos
o en la apacible tarde,
con pesadumbre o alegría,
arrastrando cadenas
o una pesada cruz.
De capitán o marinero
del fondo de la grey
o a su cabeza
se lo precisa ahora
¡VENGA ...!

27
De "Yo me fui con tu nombre por la tierra" 1964

Jorge Enrique Adoum


Escritor ecuatoriano

No es fácil injertarse en ti, ísima mía.


Me doy cuenta de que fue risa y no tos
lo que te dije, y debo despensar las cosas
que puse en tu silencio, y salir de tus bocas de
y dejarte, mitad sola, gastada por mis vellos.
Es el día consuetudinario, conozco su censura.
Se diría que el agua usada del llanto desbordara
de anteojos, baúles, bodegas, por mi culpa,
que todas las guerras que pacen amarradas
se fueran galopando a comer, solo porque
me olvidé de sufrir anoche, y fuera el centinela,
o me hubiera ido a volver, descuidando la tierra.

No es fácil ser feliz: primero, no nos dejan


y, quién sabe, será también la falta de costumbre
o tal vez haya que aprender, pero cómo, desterrado.
Metí amor en esa habitación de cejijunto,
en esta sólida soledad que debo hacer a un lado
pues no cabemos ya los dos al mismo tiempo,
mas parece que hubiera que aguantar toda la vida,
hacer cola en el mundo, esperar que los demás
pasen primero a casarse o comer o a sus negocios,
para empezar a vivir sin sentirse culpable,
conmutándome a tu lado la pena de durar.

28
Dame joyas ahogadas

André Breton
Poeta francés

Dame joyas de ahogadas


Dos pesebres
Una cola de caballo y una manía de modista
Después perdóname
No tengo tiempo de respirar
Soy un destino
La construcción solar me ha retenido hasta ahora
Y ahora sólo tengo que dejarme morir
Pide el baremo
Al trote con el puño cerrado sobre mi cabeza que suena
Un fanal en donde se abre una mirada amarilla
También se abre el sentimiento
Pero las princesas se agarran al aire puro
Tengo necesidad de orgullo
Y de algunas gotas comunes
Para calentar la marmita de las flores enmohecidas
Al pie de la escalera
Divino pensamiento en el cristal estrellado del cielo azul
La expresión de las bañistas es la muerte del lobo
Tenme por amiga
La amiga de los hogueras y los hurones
Te mira en dos veces
Lee tus penas
Mi remo de palisandro hace cantar tus cabellos…

29
PARA GRABAR VIDEO DE LECTURA CORAL

Horizonte

Alfonso Gumucio Dagron


Escritor boliviano

He cambiado de piel tres veces


Me ha costado darle la vuelta al mundo
Para llegar al punto de partida
Mis piernas me sostienen mejor
Tengo una cicatriz en el pecho
Más bien una costura, un bolsillo roto
Acceso directo al corazón
Estoy de regreso de mí mismo
Noches enteras buscando una estrella fugaz
Que me conceda un deseo
Nada extravagante
Tan sólo la habilidad de reconocer
La verdad de la mentira
Es otoño aún y los días son largos
La luz se recuesta cálida sobre la montaña
Quiero decir que el horizonte se distingue
¿El horizonte es una línea firme?
¿Es una pintura mural que cambia cada día
Movida por tempestades de color?
¿Hay un atajo para llegar al horizonte?
Quizás sirva de algo haber adquirido
Una cicatriz en el pecho
Una costura de piel y nervio
Una entrada directa al corazón

30
Te quiero

Jaime Sabines
Poeta mexicano

Te quiero porque tienes


las partes de la mujer en el lugar preciso
y estás completa.
No te falta ni un pétalo,
ni un olor, ni una sombra.

Colocada en tu alma,
dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
leche de luna en las oscuras hojas.
Quizás me ves,
tal vez, acaso un día,
en una lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes,
soy la mancha, un punto en la pared,
alguna raya que tus ojos, sin ti,
se quedan viendo.

Quizás me reconoces
como una hora antigua
cuando a solas preguntas, te interrogas
con el cuerpo cerrado y sin respuesta.

Soy una cicatriz que ya no existe,


un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro.

¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras


me dirás que te amo? Esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba.
Recoge mi cabeza. Guarda el brazo
con que amé tu cintura. No me dejes
en medio de tu sangre en esa toalla.

31
Poeta de provincia

Poeta Pablo de Rokha


Poeta chileno

Parezco un gran murciélago tremendo,


lengua del mundo a una edad remota,
con un balazo en la garganta, ardiendo
y rugiendo de horror la forma ignota.

Provincias de polillas en lo horrendo


que se desangra en lluvias gota a gota,
y es una trial frazada del estruendo
o un piano negro con la lengua rota.

Definitivamente masculino,
me he de encontrar con el puñal talquino
en el desván de las calles malditas.

Sólo contra la luna, dificulto


que haya un varón en los antiguos cultos
con un cacho de heridas más bonitas.

32
A la espera de la oscuridad

Alejandra Pizarnik
Poetisa argentina

Ese instante que no se olvida


Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma


Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada


Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos

33
El Cisne

Salvador Rueda
Escritor español

Visión impecable de nácar riente,


ara de alabastro y hostiario viviente,
cisne, frágil arco de la idealidad;
alma que desfila bajo de tu cuello
digna es del gran triunfo de gozar lo bello
y del sol que alumbra la inmortalidad.

Sagrario que viertes pulcritus divina,


filtro idealizado de luz cristalina,
de las fuentes triste clarificador;
tu lección de blanco, viste de pureza,
viste armonía, viste de belleza,
y abre castas risas de bondad y amor.

Tu blancor teológico lava de pecado,


y, oración de plumas, tu ropón nevado
habla de una eterna casta religión:
la que da a las almas la naturaleza,
la que da alegría, la que da belleza,
la que de blancuras viste la ilusión.

Gracia de los cielos en tus plumas llueve,


en tus plumas hechas de oración y nieve,
que a la boca invitan cual para rezar;
hecho tu plumaje de altos resplandores,
no está profanado ni por los colores
y su luz ni el iris se atreve a tocar.

34
¡Todo era amor!

Oliverio Girondo
Poeta argentino

¡Todo era amor... amor!


No había nada más que amor.
En todas partes se encontraba amor.
No se podía hablar más que de amor.
Amor pasado por agua, a la vainilla,
amor al portador, amor a plazos.
Amor analizable, analizado.
Amor ultramarino.
Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche...
lleno de prevenciones, de preventivos;
lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran M, con una M mayúscula,
chorreado de merengue,
cubierto de flores blancas...
Amor espermatozoico, esperantista.
Amor desinfectado, amor untuoso...
Amor con sus accesorios, con sus repuestos;
con sus faltas de puntualidad, de ortografía;
con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.
Amor que incendia el corazón de los orangutanes,
de los bomberos.
Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas,
que arranca los botones de los botines,
que se alimenta de encelo y de ensalada.
Amor impostergable y amor impuesto.
Amor incandescente y amor incauto.
Amor indeformable. Amor desnudo.
Amor amor que es, simplemente, amor.
Amor y amor... ¡y nada más que amor!

35
Testamento del hombre

Luis Zalamea Borda


Escritor colombiano

Oh Dios: me colmaste de tu árbol derribado,


llevaste hasta mi barro la fruta de la risa,
y me soltaste, raudo y feliz, por tu campiña
con la lanza del canto y mi locura plena.
Y hoy vengo a darte cuenta con mi voz encendida,
cabizbajo quizás, pero alegre, ¡oh alegre!
Sin que nada postrer brote de mis palabras
porque en la poesía no hay tránsito ni límite.

Desde la sed al tedio he recorrido:


oh sed de la niñez, inaplazable y ronca
que calmaban las aguas con sabores a helecho,
venidas de los páramos poblados de leyenda.
Y la pulpa del tedio que a veces acarician
las yemas de los dedos indecisos
al son de las hamacas y las cavilaciones
bajo el signo brumoso del Trópico de Cáncer.
El hambre y la mujer también me adjudicaste.
Ecuaciones exactas, mas la clave ignoré.
Mapas de hueso y carne, con fronteras de sangre,
exploré sus meandros en ansiosa piragua,
levantadas muy altas las velas del deseo.

Evoco la mujer y conozco tu mano.


He allí tu comarca inigualada,
oh suave sortilegio del que quise
embriagarme hasta agotar mi piel y mis estíos.
De ellas, un día olvidado presentí
el doble secreto de la vida:
cuando ya de pasión estaba exhausto,
me legaron con su entrega la ternura y el alba.
Pero más que las caricias conocidas,
amé sobre ellas todas y hoy recuerdo,
cualquier desconocida que al cruzarse conmigo,
pareciera llevar el peso milenario de su sexo en las ojeras.

Oh Dios, creador de la mujer y de todas las cosas:


esta mañana me miré en el espacio capturado -
el viejo espejo traído de las islas -
y nada en mi rostro era lo mismo.
Estaba liberado, suelto, rota la reja de los párpados.
Invadida mi piel por elegías,
el rosa de los soles difuso entre la barba.
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Y sentí una premonición ya conocida:
preludio del más grande y azul de los crepúsculos.
No era mi propio ser,
sino el rey de las corrientes y los vientos,
gran visir de los médanos y arenas,
aquí en mi soberana soledad,
el único legado material de mi existencia:
un pedazo de playa sempiterna,
la sombra amiga de cuatro cocoteros
y un almendro sembrado por los pájaros.
Oh reino mío, acuosa línea vaga
con sus ejércitos de olas
y su frontera de delfines.
Allí cabe la gloria entera en un puño cerrado.
Estoy listo para partir cuando tú quieras.
He legado mis ansias y mi sed.
También mi hambre y mi piel.
He hecho testamento de recuerdos,
archivo de caricias,
registro de miradas,
inventario de celos y de olvido,
y en cada página invisible
está dormida una mujer
y reina el sueño.
Hecha mi paz con ellas y con todos,
al acudir en la tarde a tu llamada quedo,
me pregunto si el único pecado
que no perdona Dios es la ternura.

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