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La invención de infraestructuras y la evolución de la ciudad moderna

Relación de las ciudades actuales con las ciudades industriales del siglo XIX

La ciudad industrial como modelo de asentamiento nuevo en la historia refiere al último


periodo de desarrollo de la ciudad, diferente a los anteriores a la Revolución Industrial.
La ciudad actual, producto de la Revolución Industrial, no solamente es por primera vez
en la Historia, el lugar de producción por excelencia, sino que ha impregnado la cultura
y el modo de vida del territorio que la envuelve y de la sociedad que gobierna. Incluso es
tan poca la capacidad de su entorno inmediato de producir los alimentos que precisa,
dejando así una huella territorial superior a su tamaño.

Londres fue la primera ciudad que permitió la distinción entre población urbana y
población rural, al llevarse a cabo la revolución tecnológica que implicó un aumento sin
precedentes de la productividad agraria y ganadera; aumento de la eficacia de los medios
de transporte, con los canales, la transformación de caminos y finalmente el ferrocarril;
el cambio de la energía hidráulica por el carbón y por ende la máquina de vapor ayudó a
la concentración de industrias y mano de obra en la ciudad. Ello propició el aumento y
concentración de la población en diversas ciudades.

La ciudad moderna como producto de la Revolución Industrial, es distinta de cualquier


tipo de ciudad anterior, ya que es el espacio de concentración de los factores de
producción, sobre todo del capital y la mano de obra, de la reproducción de la fuerza de
trabajo, favoreciendo el incremento de productividad del trabajo y la rentabilidad del
capital, al concentrar los factores de producción sobre la base de un nuevo sistema
económico.

La ciudad moderna es una suma de mercancías inmobiliarias que añaden valor a la


propiedad, convirtiéndose en negocio, en motor de desarrollo económico a través de la
multiplicación de capital. Ello genera plusvalía por su proximidad a los factores de
producción, permitiendo el desarrollo de infraestructura de servicios urbanos, que casi no
existían a inicios del siglo XIX, y que han acortado el espacio y aproximado los servicios,
creando un territorio reticular caracterizándose por la proximidad a las redes de
infraestructuras, permitiendo la urbanización del territorio y su crecimiento,
transformación y expansión fuera de los límites previamente establecidos.
Evolución de la tenencia de la tierra en la ciudad industrial

La evolución organizativa de la ciudad y sus instrumentos de regulación pertenecientes a


la ciudad industrial cuenta con tres características representativas. El proceso de
urbanización ha cambiado la distribución de las ciudades sobre el territorio, generando
un modo de vida que abarca la totalidad.

La ciudad de la sociedad agraria era receptora de flujos como alimentos, materiales


manufactureros, población, excedentes de la renta de la producción agraria, etc.; sin
embargo, la ciudad del territorio urbano exporta productos y determina el modo de
elaboración de los alimentos agrarios que ha incorporado en sus cadenas de producción.
Las áreas rurales se rigen por los horarios y ritmos impuestos por la ciudad, teniendo los
mismos hábitos culturales y de consumo.

La ciudad adquiere una nueva función de negocio inmobiliario, siendo uno de los
principales motores de crecimiento. El producto inmobiliario, al ser puesto en circulación
permite recuperar el capital inicial y añadir ganancia, es decir una componente de valor
añadido y otra de plusvalía. Ello repercute en la generación de agentes urbanísticos que
colaboran entre sí en el proceso de producción al generar la posibilidad de captación de
una plusvalía altísima y un largo ciclo de rotación del capital invertido que incrementa su
riesgo.

Para la producción de un objeto inmobiliario se precisa del territorio en donde se asentará,


así como de servicios e infraestructura, teniendo por lo menos cuatro agentes encadenados
en el proceso: propietario, urbanizador, constructor o edificador y usuario final.

En los inicios de la ciudad industrial el proceso era menos complejo, ya que la plusvalía
asociada a la transformación del suelo quedaba en manos del propietario, sin embargo, se
comenzaron a mostrar contradicciones y muchos propietarios preferían retener el suelo
sin urbanizar a la espera de su subida de precio, apareciendo la especulación,
consustancial a la apropiación de la plusvalía urbana.

Las revoluciones burguesas cavaron por generar una poderosa clase de proletariados, con
leyes de protección de la propiedad urbana concretizándose el ideario triunfante liberal,
entendido como contrato social en el que la propiedad seria consecuencia lógica de la
laboriosidad de esa clase social.
Durante el siglo XX los mecanismos y reglas de creación del producto inmobiliario
sufrieron profundas transformaciones, con lo que el urbanizador se haría consciente de
que el precio de venta de su producto, el suelo urbanizado, dependería del precio que
estuviera a pagar el constructor, que se relaciona como producto de la capacidad
económica que tenga la demanda final. Ello fue posible con dos acontecimientos
relevantes: la irrupción del poder público en el mercado de la vivienda y la progresiva
transformación del usuario inquilino en propietario de la una pequeña fracción del
producto. Como consecuencia el agente constructor ha pasado al final del proceso, donde
no asumía riesgos derivados de él o de las indeterminaciones de su duración a hacerse
cargo de la totalidad de los pasos convirtiéndose de constructor en promotor urbanístico,
urbanizador y constructor de edificios, y derivando en un tipo de monopolio en el que el
sector bancario se encuentra desde el inicio, asumiendo funciones de proletario,
calificador del suelo, urbanizador, constructor y agente financiero.

Países pioneros en la generación de instrumentos urbanísticos

Los instrumentos urbanísticos modernos surgen de la necesidad de regular el derecho de


propiedad generalizado con las revoluciones burguesas y se apoyan inicialmente en la
división del espacio en público y privado, y en la regulación del derecho edificatorio en
este. Inglaterra fue uno de los países pioneros en la generación de instrumentos
urbanísticos como las normas contenidas en la Rebuilding Act de 1667 de Londres. Otro
documento es el de la ordenanza del Bureau de Finances de 1667 limitando las alturas de
los edificios en París, o el edicto de Obrería de Barcelona de 1771. Así mismo en España,
el uso de alineaciones se insinuaría en la Instrucción de Corregidores del 1788 y se
elevaría a obligatorio con la Real Orden sobre la Necesidad del Levantamiento de Planos
Geométricos de Alineaciones de 1846. Otro ejemplo es la ordenanza de París de 1859, el
cual refleja un moderno concepto de solar privado, al fijar la envolvente de la edificación
que se admitiría dentro de él. Las ordenanzas de higiene de las edificaciones de Berlín de
1853 es otro instrumento urbanístico que no sólo afectaría a los servicios urbanos (agua
potable y alcantarillado).

La zonificación como instrumento para el ordenamiento urbano

La lectura de la Teoría general de la urbanización de I. Cerdà, publicada en 1867, permite


observar que poco quedó del antiguo sentido de aquellos primeros instrumentos en el
urbanismo de construcción de la ciudad industrial. A ello se iría añadiendo una batería de
instrumentos jurídicos; como determinar quién financia la construcción de los nuevos
servicios, cómo se obtiene el espacio de la calle, cuál es la autoridad garante de la
legalidad de la edificación y con qué mecanismos se controla, en qué instrumentos
descansa la garantía del tráfico inmobiliario y en qué documento se basa la indemnidad
de la propiedad y el valor de lo sobre ella construido.

Para regular el primer estadio de esa evolución de la ciudad industrial se concibieron los
Proyectos de Ensanche, que eran los adecuados para una ciudad continua y compacta, que
crecía por estiramiento de sus calles y servicios. Ello provocaría la aparición de suburbios
que poco a poco llevarían a un nuevo estadio de organización urbana y a un nuevo plan.

La aparición de nuevas infraestructuras, como el automóvil o la electricidad en corriente


alterna, unida a una profunda transformación de las técnicas de construcción de viviendas,
permitiría cumplir la aspiración de construir viviendas obreras, fuera de la ciudad, la
extensión sobre el campo de viviendas de una nueva burguesía industrial e incluso la
creación de sectores aislados dedicados a usos industriales.

Al consagrarse la ciudad sobre el territorio, aparecerían nuevos instrumentos como la


zonificación, que ya había sido usada en el anterior periodo de la ciudad. Este instrumento
introdujo la abstracción en el plan, plasmada como reglas de uso del suelo en cada área
del municipio. El paradigma urbanístico de ese tipo de modelo ciudad fijó el denominado
movimiento moderno, sobre principios de segregación de los usos del suelo, de jerarquía
en las redes de servicios y de racionalización de la edificación sobre un tipo de bloque
aislado.

Ese nuevo modelo de ciudad definió, por vez primera, un tipo de planeamiento por
aproximaciones sucesivas: el Plan General de Ordenación o Plan de Desarrollo Urbano
de todo un municipio y planes derivados de este a los que relegó la definición formal de
cada área en desarrollo de los parámetros de zona y aprovechamiento definidos.

En España surgieron los Planes Territoriales por la ley del Régimen del Suelo y
Ordenación Urbana de 1975. Esa planificación introduciría un nuevo nivel de
planeamiento anterior al de la planificación urbana basada en la idea de planificación
regional. Con ello los instrumentos de trazado, habían cedido el paso a los instrumentos
normativos, plasmados en parámetros de uso del suelo y de forma de la edificación; y
ahora a los de programación de inversiones y operaciones de desarrollo urbano.
La crisis energética de 1973-1974, asociada a la imposibilidad política e inutilidad social
de ese planeamiento, reflejo la reacción de movimientos sociales urbanos en las ciudades
occidentales y en la exigencia de otros instrumentos de actuación de la ciudad. El
urbanismo entró de nuevo en una etapa de renovación, que pasó de la recuperación del
carácter de proyecto de los planes de ordenación, por los enfoques de gestión como
instrumentos ligados a la consecución de los objetivos del proyecto, por los planes
estratégicos para detectar oportunidades de mejora urbana y por una atención creciente a
las posibilidades que emanan de la reforma de las infraestructuras de la ciudad y de su
territorio.

Tipos de redes de infraestructura que transformaron las ciudades industriales

La creación de nuevas infraestructuras urbanas comenzó con los primeros esbozos de la


ciudad industrial. Las técnicas de los caminos, del drenaje y del abastecimiento de agua
han existido, de forma elemental, desde que se tiene noticias de asentamientos urbanos.
Uno de los efectos de la nueva ciudad industrial fue el incremento del consumo del agua,
debido a la aparición de nuevas necesidades de consumo derivadas de la mecanización de
industrias, coincidiendo con el deterioro de los recursos hidráulicos de la urbe.

Los primeros filtros de grava y carbón en las captaciones fueron introducidos en Francia
en 1806. Mejoras de pavimentación de calles, siguiendo el ejemplo de los bulevares de
París, construidos sobre el espacio de las murallas derribadas, con adoquinado y aceras
elevadas. Mejoras de infraestructura fueron introducidas en las ciudades desde mediados
del siglo XIX, tales como las redes de agua potable, construcción de galerías de drenaje,
alcantarillado, distribución de gas para el alumbrado público y, en algunos casos, redes
urbanas de telégrafo. Consecuentemente vinieron infraestructuras de transporte, como el
ferrocarril y de autobuses de tracción animal que pasaron a tranvías sobre rieles primero
a vapor y posteriormente electrificados.

Así mismo la invención de la corriente alterna y del automóvil fueron claves para el
desarrollo de la infraestructura de la ciudad. Posteriormente la consecución de velocidad
(autopistas) y en los grandes trasvases de energía.

Finalmente, la electrónica, la informática y la telefonía celular, han configurado un nuevo


orden espacial en el que las relaciones de proximidad han sido sustituidas por las de
conexión.

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